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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.18 no.1 Bogotá Jan./June 2016

https://doi.org/10.15446/lthc.v18n1.54675 

http://dx.doi.org/10.15446/lthc.v18n1.54675

Reseñas

Zabalgoitia Herrera, Mauricio. Fantasmas de la nueva palabra Representación y límite en literaturas de América Latina. Barcelona: Editorial Icaria, 2013. 376 págs.


El estudio de Mauricio Zabalgoitia sobre la literatura latinoamericana, atravesado por muchas de las preguntas que surgen alrededor de su problemática definición, historia e historiografía, sigue de cerca la evolución de conceptos que giran en torno a una concreta búsqueda por caracterizarla. Así, las líneas que ya han dibujado otros críticos, como Antonio Cornejo Polar y Ángel Rama, y las que propone el autor a partir de una lectura crítica de diversas teorías sobre el sujeto, la deconstrucción, la biopolítica y el poder en relación con la escritura se entrelazan en una construcción que permite desplegar las contradicciones y las tensiones de los discursos latinoamericanos, desde su inicio en la Conquista y la Colonia, pasando por los sistemas alternativos del siglo XIX , hasta los discursos modernos emitidos en el siglo XX. Los siguientes interrogantes condensan la relación existente entre tres de las preocupaciones centrales del libro:

¿Qué es la modernidad si se piensa en América Latina, en Perú, en México? ¿Y qué órdenes y desórdenes trae consigo, si es que llega transportada en la palabra, en la escritura, y en esa idea insalvable de lo que es la realidad y sus sujetos, con todo y su principio de contradicción, sus paradojas? (27)

El ensayo se concentra, en un primer momento, en exponer la relación entre escritura y poder. La llegada de la civilización europea al territorio americano trajo consigo la escritura, herramienta primordial que sirvió a los conquistadores para imponer su visión del mundo y configurar todo un sistema de gobierno. La palabra escrita aparece en oposición a la oralidad nativa, indígena, y da paso a una situación: el silencio de los sujetos que carecen de ella. Comienza, entonces, la historia de un continente contada no por sus originarios habitantes, sino por sus conquistadores, quienes incorporan la presencia de los otros al representarlos; el hombre prehispánico aparece desde el inicio como individuo sin expresión ni voz propia. La escasez de discursos elaborados por la población indígena no lleva a Zabalgoitia a desistir de su empresa de indagar acerca de la intervención de este mundo, anterior a la Conquista, en la conformación de la sociedad latinoamericana, sino que más bien lo lleva a preguntarse por lo que dicen las ausencias, las negaciones, las represiones y las representaciones de aquellos individuos "pasivos" en la historia: los sujetos marginados, populares, justamente quienes no la cuentan. Aun así, la ausencia de una voz textual indígena no implica que las circunstancias de la vida práctica fueran estrictamente equivalentes:

frente al dinamismo que en verdad tenían los diferentes grupos indígenas en el entramado colonial, no solo como [...] practicantes de una enorme variedad de oficios, sino como sujetos dinámicos, capaces de interiorizar los saberes occidentales, y así acometer un nuevo lenguaje técnico y arquitectónico, por ejemplo, apoderándose de los códigos europeos y transculturándolos, el poder de la escritura niega dicha realidad desde el lenguaje. (20)

Pero la hegemonía no es absoluta. Poco a poco los sujetos criollos se apropian también de la escritura y con ello demuestran cómo "el poder se disemina y transforma las cartografías incluso ahí donde la historia parece avanzar más lentamente y en un solo sentido [...]. Ya que, en donde hay ejercicio de poder, hay oposición y resistencia" (38). Por esta consciencia, Zabalgoitia propone una interpretación de la historia de América Latina como una lucha y, a la vez, como una sucesión de poderes otorgados por la palabra escrita, que va de los sujetos europeos conquistadores a los criollos o mestizos pertenecientes a una élite letrada en el siglo XIX . Estos últimos escriben precisamente con el objetivo de fundar una nación, de construir una identidad y emanciparse intelectualmente de esa civilización que llegó a implantar su lengua, su cosmovisión, su modo de vida. En este desplazamiento, el sujeto indígena sigue quedando al margen del quehacer discursivo, y con él los negros y las mujeres, mientras que el

sujeto fundador y letrado es el encargado de enunciar la modernidad en sí desde el perfilamiento de algunos sistemas específicos: el de las naciones; el de una literatura nacional (y luego latinoamericana); el de una conciencia, identidad y culturas nacionales y supranacionales; el de América Latina en sí. (35)

El individuo occidental posee la escritura como herramienta y la utiliza para establecer estructuras que le permitan abarcar su realidad y su manera de vivir en sociedad. La consciencia alfabética configura identidades, implica la acción de preguntarse incesantemente por el sujeto que es uno mismo y el otro que aparece sin aparecer, que se presenta ausente, en silencio: el fantasma de la historiografía.

El fantasma de la historiografía

Existe una acción contradictoria de los sujetos letrados que conforman la emancipación mental, Domingo Faustino Sarmiento, José Victorino Lastarria, Andrés Bello, Simón Rodríguez y los que siguen su legado, en su búsqueda histórica del sentido que fundamente la identidad de América Latina. Para Zabalgoitia, esta no es sino la búsqueda del otro, y lo que hacen estos autores es envolverlo u ocultarlo. En contraste, el trabajo del autor tiende a realizar la operación opuesta: desenmascarar. En uno de los seguimientos al comentario de Beatriz Sarlo sobre Ezequiel Martínez Estrada, Zabalgoitia retoma una noción sobre la ficción latente en América: "El 'alma de la cultura' se define por el simulacro: máscara, disfraz, inautenticidad constitutiva. América ha sido construida en la falsedad marcada por un 'subconsciente inclinado al gozo de los disfraces'"; y luego comenta: "eso viene dado porque lo que se llama cultura hispánica, en realidad son los sueños de poder, riqueza y de linaje de los conquistadores" (185).

Sin embargo, al levantar la primera máscara de un conjunto de discursos coloniales, Zabalgoitia no se encuentra con el sujeto real que está buscando, sino con otra máscara tras la que subyace otra representación o en su defecto un fantasma. Finalizado el período colonial, empieza la conformación de la historiografía latinoamericana, la escritura de la historia, tal como la ha visto Michel de Certeau, a quien cita Zabalgoitia:

Americo Vespucci el descubridor llega del mar. De pie y revestido con coraza, como un cruzado, lleva las armas europeas del sentido y tiene detrás de sí los navíos que traerán al Occidente los tesoros de un paraíso. Frente a él, la india América, mujer acostada, desnuda, presencia innominada de la diferencia, cuerpo que despierta en un espacio de vegetaciones y animales exóticos. Escena inaugural. Después de un momento de estupor en ese umbral flanqueado por una columna de árboles, el conquistador va a escribir el cuerpo de la otra y trazar en él su propia historia. Va a hacer de ella el cuerpo historiado —el blasón— de sus trabajos y fantasmas. Ella será América "Latina". (81-82)

El anterior fragmento ilustra cómo la complejidad de la literatura latinoamericana es inherente a la configuración de sujetos y realidades desde su nacimiento. La imagen narra el encuentro con la otredad, la fusión que ocurre en la escritura de una historia compartida: una civilización que es sobre todo territorio, que es cuerpo, papel, lienzo, y otra más abstracta que se vuelve escritura, tinta, pincel. El comentario de Mauricio Zabalgoitia sobre este fragmento resulta sumamente útil para comprender la manera en que el fantasma de la historiografía es el sujeto pasivo, indígena, ausente en los discursos modernizantes de América Latina. La narración de Vespucio reproducida por Michel de Certeau le sirve de excusa al autor mexicano para desarrollar un análisis fundamental en su texto:

La imagen de este encuentro resulta tan erótica como mítica —representa el comienzo de un nuevo funcionamiento occidental de la escritura [...]—, resulta necesario agregar que esta escritura que comienza es una que no solo permite al sujeto occidental el poner en marcha un entramado de representación y biopolítica, bajo la forma de una escritura conquistadora que termina utilizando al Nuevo Mundo como una página en blanco salvaje [...], sino que es una que condena a cierto sujeto —aquel que es mitificado como natural—, para que ya solo pueda ser metáfora, metonimia, silogismo, aun cuando un afán de interpretación y representación lo quiera volver un problema transparente, que ha de superarse, incluso agotado el período colonial [...]. Porque la cuestión es si se puede establecer una continuidad histórica, más o menos estable, desde la cual ese otro —fantasma de la historiografía— permanece, saltando de afán de representación en afán de representación, en un intersticio entre realidad y discurso, como un espectro constante desde el cual se puede reescribir la historia de América Latina. (82)

Este es el espectro a partir del cual Mauricio Zabalgoitia escarba con meticulosidad en diversos textos de distintas épocas, y es por este que replantea las interpretaciones de lecturas canónicas de la literatura latinoamericana. La deconstrucción aplicada al indigenismo, el análisis de algunas novelas decimonónicas y el acercamiento crítico a los sistemas alternativos latinoamericanos son algunos casos en los cuales el autor ahonda.

Para abordar el ensayo de José Martí, "Nuestra América", que hace parte también de la constelación de textos y discursos estudiados en Fantasmas de la nueva palabra, Zabalgoitia propone de entrada la desmitificación de la figura del escritor y, apoyado en la crítica de Julio Ramos, expone las tensiones latentes en su discurso. Según Zabalgoitia, Martí es consciente de que la liberación ideológica y cultural de América Latina debe comenzar en la escritura. Por eso, intenta elaborar un discurso para formular todo un campo literario proveniente de una historia propia, aunque heterogénea. Martí presenta al "hijo de nuestra América" como un sujeto construido a partir de ciertas realidades históricas, sociales y culturales, realidades que se tornan más positivas al ser utilizadas por Martí para describir a ese sujeto y para narrar su posible futuro; asimismo, los desencuentros y las calamidades que ha sufrido se vuelven materia de escritura, historia. De esta manera, aquello que de manera reiterada es llamado incompatibilidad se transforma en posibilidad, algo que luego descubrió la novela y el poema fundacional del siglo XX, pero que proviene de un razonamiento muy similar al de Martí: "en la contradicción está la semilla del nuevo ser". Sin embargo, el discurso no avanza únicamente en esa dirección, "y aunque en Martí ya asoma el mestizaje, su identificación de la contradicción, de la fractura, vuelve a situar a cada quien en su sitio, otorgándole el protagonismo en la narración a aquel que no es el indio, ni el negro, ni el campesino" (151).

En el texto de José Martí se plantea la aparición de un límiteinsalvable: la imposibilidad de hablar por un sujeto que es otro y por una unidad identitaria que es innegablemente fragmentaria y contradictoria; en algunos afanes de representación se transluce una preocupación por incluir al indígena en el discurso literario, pero esta solo es una estrategia de poder y de discurso. En momentos históricos posteriores, como en la literatura de Juan Rulfo, Gamaliel Churata y José María Arguedas, el límite puede ser franqueado, puesto que los autores vuelven a sus raíces míticas indígenas en búsqueda de materiales para la construcción de sujetos, y aprehenden de estas raíces los dispositivos o mecanismos que luego incorporan a sus contemporaneidades, para producir no un único y verdadero sujeto, sino varias voces que convergen en un mismo espacio lingüístico, en una misma narración. Por consiguiente, la participación indígena en el mundo latinoamericano cobra sentido y relevancia: la reconciliación de modos opuestos de estar en el mundo se da en el imaginario literario y se evidencia en sus letras.

El sujeto moderno latinoamericano

Quiero escapar del legado romántico —o más genéricamente, moderno— que nos exige ser lo que no somos: sujetos fuertes, sólidos y estables, capaces de configurar un yo que siempre es el mismo.
Antonio Cornejo Polar, Escribir en el aire

¿Cómo moldear una serie de valores, de principios, de características tan dispares en una sola figura que las contenga a todas? ¿Cómo hallar un conjunto de características propias a un grupo de personas que nunca ha sido estrictamente homogéneo? Y si se añade a la dificultad del sentido común una serie de complicaciones propuestas por los sistemas de pensamiento elaborados en los diversos discursos de individuos que quieren pertenecer a una colectividad que designan como nación o continente, ¿existe una salida? La respuesta no puede ser monosilábica y está impregnada de la misma contradicción que ya aparece en la pregunta. La obsesión de la identidad como única posibilidad de modernización causa estragos en un continente que necesita nombrarse uno cuando es diverso; completo y cerrado cuando tiene otra naturaleza. Las consecuencias de los ejercicios de poder de una élite letrada, que aspira a configurar ese todo desde el cual se puede obtener la emancipación, son las acusaciones contra el indio como el peor enemigo de la civilización o los consensos en los cuales se cede ante la figura del mestizo, para suprimir al fantasma indígena. Dualidades maniqueas, como la planteada entre civilización y barbarie, permean ese proceso y abren, más que brechas, abismos entre las realidades. Ahora, ¿cuál es el lugar de la literatura en el mundo del progreso?

Las diferentes reconciliaciones entre el fantasma indígena y el sujeto letrado planteadas por los autores peruanos y mexicanos entran en disonancia entre sí. Dicha comparación hace relucir los modos específicos de cada una. Sin embargo, podríamos leer en ellas un factor común: están lejos de instaurarse en el plano de la univocidad y la concreción. Mauricio Zabalgoitia recorre el vasto camino de la literatura latinoamericana, para demostrar cómo el fantasma de la historiografía se va volviendo cada vez más corpóreo y presente y cómo esa presencia tímida en sus primeros intentos de representación, luego conflictiva, problemática, de polos en tensión, se convierte finalmente en parte contundente de la creatividad latinoamericana. El sentido de las obras literarias brilla bajo esta luz, pero sin proponerse como interpretación definitiva y cerrada; al contrario, va dejando al lector inquieto ante preguntas que se sueltan como palomas al aire. El texto se presenta como un motor de problemáticas sobre las cuales se indaga, como tantos otros lo han hecho, pero demostrando que en ellas todavía quedan aristas por explorar, y Zabalgoitia ciertamente nos invita a hacerlo; de igual forma esta reseña.

María Paula Díaz Castillo
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia