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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931On-line version ISSN 2256-5450

Lit. teor. hist. crit. vol.19 no.2 Bogotá July/Dec. 2017

https://doi.org/10.15446/lthc.v19n2.65306 

Literatura y traducción

Literatura y traducción

Patricia Simonson1 

1 Editora invitada, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia


DESDE HACE UNOS DIEZ AÑOS, en el Departamento de Literatura de la Universidad Nacional se vienen dando procesos de investigación y docencia en literatura comparada, impulsados principalmente por profesores cuyos campos de trabajo se centran en la bien o mal llamada "literatura universal". Uno de los frutos de estos procesos fue, en el 2013, el número monográfico 15.1 de nuestra revista, dedicado a la Literatura comparada y coordinado por los profesores William Díaz Villarreal, Patricia Trujillo Montón y Patricia Simonson. Este número incluyó un abanico de estudios sobre los diálogos internacionales e interdiscursivos (entre literatura e historia, literatura y pintura, cine, música, y hasta arquitectura) que caracterizan la disciplina. Pero faltaba abordar los problemas inherentes a otra vertiente clave del campo de la literatura comparada: la relación entre literatura y traducción. Este es el tema del presente número, cuya convocatoria proponía una reflexión sobre temas como los procesos de recepción y difusión de las obras en otros medios culturales y lingüísticos por medio de la traducción, o la función crítica y transformativa de la traducción frente a la obra fuente, o el papel insoslayable de la traducción, y las traducciones, en la enseñanza de la literatura. Es decir que nos propusimos una reflexión sobre esta actividad y sus resultados en el sentido preciso del término traducción -el de verter un texto de una lengua natural a otra- sin tocar los sentidos más amplios hacia los cuales a menudo se abre el concepto, de la mano de la transmutación y transposición jakobsonianas. También es importante notar que hablamos aquí de traducción literaria: nuestras preocupaciones en este número no son propiamente traductológicas, sino literarias y comparatistas, y apuntan a explorar la importancia de la traducción lingüística, y de los estudios de traducción, para los procesos propios de nuestro campo.

Esta definición del concepto, por restringida que parezca, no deja de ser el umbral de un sinnúmero de interrogantes: sobre la posibilidad misma de dar plenamente acceso, en otra lengua, a la riqueza de la obra original; sobre los complejos y accidentados procesos de interpretación y apropiación crítica que implica traducir una obra literaria; sobre la importancia de esos procesos y sus productos en nuestro oficio como docentes de "literatura universal", y el papel de la traducción en la historia literaria, a través, por ejemplo, de las revistas y del mercado editorial. Este último tema es abordado en dos de los siete artículos y una de las cinco notas del número: "La traducción del cuento policiaco en dos revistas colombianas de primera mitad del siglo xx: Chanchito y Crónica", de Ana María Agudelo y Diana Paola Guzmán, explora el papel de traductores y editores como agentes culturales, y la forma en que la publicación de traducciones de cuentos policiacos en estas dos revistas durante el periodo estudiado "evidencia dinámicas de transferencia, reproducción y renovación del sistema literario en Colombia". El artículo de Santiago Venturini, "La invención de un catálogo. Políticas de traducción en editoriales literarias recientes de Argentina", aborda la noción de las "políticas de traducción" que se perfilan en las decisiones editoriales sobre qué obras y qué lenguas traducir. También evoca el importante papel que juega la traducción en la constitución de los catálogos de las editoriales, en relación activa con la posición que cada editorial ocupa en "el espacio nacional del libro" en Argentina. La nota de Eldimar Nascimento Lopes e Izabela Guimaráes Guerra Leal, "A contribuicáo da traducáo no suplemento literário Letras & Artes (1946-1954)", parte de una investigación previa sobre la presencia de la traducción en los catálogos del suplemento estudiado, para abordar la importancia de la traducción como un dispositivo de formación cultural, social y política. La primera nota del número, "Apuntes para una teoría de la traducción latinoamericana", de Martín Gaspar, escoge abordar un problema similar -el papel de la traducción de literatura extranjera en la conformación de un campo cultural propio- desde un ángulo un poco distinto: los debates sobre la identidad latinoamericana que se llevan a cabo entre los intelectuales latinoamericanos desde la Carta de Jamaica de Bolívar, culminando en la confrontación entre Arguedas y Cortázar en los años sesenta.

La relación entre traducción literaria y docencia es uno de los temas centrales del muy interesante artículo de Claudia Mejía Quijano, "Los ecos de la ausencia. Sobre la traducción de Agamenón de Esquilo por Ferdinand de Saussure", que habla del uso pedagógico que hizo Saussure de su traducción de Agamenón en algunas clases de literatura griega que dictó en la Universidad de Ginebra. Este tema también está muy presente en la nota de Jarmila Jandová, irónicamente titulada "La creatividad del traductor o la ilusión de traducción" y centrada en ciertos excesos de creatividad que la autora identifica en la traducción de Macbeth por Luis Astrana Marín.

Tampoco podía faltar una reflexión sobre la traducción como acto creativo (no es una casualidad que tantos poetas y escritores de ficción hayan sido también traductores), o sobre las relaciones de poder que implica inevitablemente esta actividad. Hay que reconocerlo, el campo de los estudios de traducción puede ser también un campo de batalla: el de la eterna lucha de los docentes contra las malas traducciones, que mutilan las obras amadas que ellos intentan hacer descubrir a sus estudiantes (de allí el llamado de Jandová a una mayor exigencia por parte de lectores y editores en cuanto a la calidad de las traducciones literarias); o el desacuerdo irreconciliable entre traducciones "extranjerizantes" y traducciones "domesticantes", que plantean de manera especialmente aguda la pregunta por la relación entre el texto meta y sus lectores. ¿Debe la traducción privilegiar la diferencia del texto fuente o el confort de un lector que se supone encerrado en la jaula de sus propios códigos culturales? Y, ¿qué decir de los casos en que la lucha, abierta o soterrada, es entre el traductor y el texto que debe someterse a alguna agenda política? En ese sentido, los estudios poscoloniales han encontrado en los estudios de traducción un campo fértil de reflexión, cuando no de intervención. Un ejemplo tal vez caricaturesco del cruce entre traducción y política, que se parece a un caso extremo de traducción "domesticante", sería la llamada traducción feminista: más que traducir, busca reescribir, para "corregirlo", un texto fuente considerado machista. En otros casos, la tensión se puede dar entre artista y traductor, o entre distintos traductores: la traducción implica decisiones complejas, que involucran para lectores y traductores asuntos vitales e íntimos, y estas decisiones despiertan pasiones.

Dos de los artículos y una de las notas abordan estos temas. La nota de la traductora cubana Laura Ruiz Montes, "Traducir el exilio. Traducir el país natal: notas sobre una experiencia", nos parece un ejemplo muy interesante de los aportes potenciales del enfoque poscolonial: a partir de su propia experiencia de traducir la novela El exilio según Julia, de la escritora guadelupeña Gisèle Pineau, la autora testimonia los retos de traducir a un solo idioma, el español, una obra escrita en dos lenguas -el francés y el criollo antillano- cuya relación está cargada con los conflictos políticos y raciales heredados del pasado colonial de Francia. Ruiz Montes da cuenta en detalle de sus esfuerzos por traducir sin desdibujar las tensiones presentes en este cruce de idiomas.

El artículo de Andrés Arboleda Toro, "La traducción de la poesía multilin-güe chicana al francés: un estudio de caso", analiza los retos enfrentados por la traductora Elyette Benjamin-Labarthe frente a la obra del poeta chicano Alurista, en la que se entremezclan el español y el inglés. Como lo muestra el autor, la decisión de la traductora de verter la poesía de Alurista únicamente al francés desemboca en una traducción monolingüe y etnocéntrica, conforme a las expectativas del público y del mercado editorial francés, pero ajena a la esencia polifónica de la poesía chicana. Encontramos una reflexión similar en el artículo "'Call it my revenge on English': 'Negocios' de Junot Díaz y sus traducciones disonantes", de Karen Lorraine Cresci, que hace un recorrido por varias traducciones del relato de Díaz, al español, al portugués y al francés, comparando las soluciones propuestas por los diferentes traductores al problema del bilingüismo inglés-español de este escritor de origen dominicano. El artículo dialoga con los testimonios del mismo Díaz sobre su experiencia conflictiva, como inmigrante, con el inglés, y las consecuencias de esta en su quehacer artístico.

Un hilo oculto atraviesa este número: el tema de los escritores-traductores, abordado primero en el artículo de Juan Zapata, "Baudelaire: traductor-auctoritas", que evoca el papel que jugaron las traducciones de Edgar Allan Poe por Baudelaire en su propia autoconstrucción como poeta y en su posicionamiento en el mercado literario de la época. Este artículo está en diálogo con una de las traducciones incluidas aquí: se trata de un ensayo del poeta francés (y también traductor) Yves Bonnefoy, "La traducción en sentido amplio. A propósito de Edgar Poe y sus traductores". Con la noción de "traducción en sentido amplio", Bonnefoy designa el complejo proceso por el cual el arte del mismo traductor, cuando este es también poeta, resulta transformado al contacto de la obra traducida. Esta reflexión nos recuerda el papel clave que cumplió el encuentro entre Poe y sus poetas-traductores franceses, Baudelaire y Mallarmé, en el nacimiento del simbolismo, un encuentro que se constituye en ejemplo paradigmático de la importancia de la traducción para la historia literaria. Y, por fin, la nota de Francia Goenaga Olivares, "'Elevación': un poema no traducido por Andrés Holguín", evoca la reinterpretación que experimentará el mismo Baudelaire en el contexto colombiano a manos de otro poeta-traductor.

Por otra parte, el último artículo del número, "Leer como escribiendo. Deseo y traducción en Aldo Oliva", de Bruno Crisorio, explora la actividad traductora de ese poeta argentino, y "las modulaciones que la voz de Oliva adquiere en contacto con la palabra del otro, modulaciones personales que darán el tono a su propia poética". Una idea similar está en el centro de la otra traducción de este número, un ensayo titulado "Marguerite Yourcenar, traductora", que nos propone un panorama de las traducciones de esta escritora francesa (por alguna sabia disposición del destino en este año Colombia-Francia, el presente número tiene un sabor netamente colombo-francés). El ensayo muestra que la actividad artística de la autora siempre corrió a la par de su actividad traductora, y que se pueden identificar interacciones y diálogos fértiles entre las dos.

Como lo sugería unas líneas más arriba, la traducción involucra a la vez lo más íntimo y lo más social de nuestra existencia como seres humanos, que es la lengua: la (o las) lengua(s) materna(s) de cada uno, y también las otras, las que hemos aprendido o adoptado -o que nos han adoptado- y que constituyen nuevas posibilidades de identidad. Una traductora y colega checa me enseñó hace poco un dicho de su país, muy sugestivo en ese sentido: "entre más lenguas sabes, más veces eres humano", o, en la retraducción a la cual llegamos después de un debate sobre el sentido de la imagen: "entre más lenguas sabes, más formas tienes de ser humano". Y así como ser humano es fuente de felicidad y de angustia -o de infinitas combinaciones de las dos cosas-, nuestra identidad en la(s) lengua(s), y las transformaciones de la misma en los procesos de creación y recepción que implica la traducción, ponen en juego necesidades y expectativas, goces y frustraciones fundamentales. Lo vemos con Baudelaire, Bonnefoy o Yourcenar: el acto de traducir -esta imposibilidad necesaria- es en sus mejores momentos un encuentro amoroso, un mutuo cortejo entre el escritor y la hermosa alteridad del texto extraño. Y su fruto, la obra terca y amorosamente transformada, es una puerta abierta entre mundos.

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