SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.19 número2Romero López, Dolores, ed. Retratos de traductoras en la Edad de Plata. Salamanca: Escolar y Mayo Editores, 2016. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Literatura: Teoría, Historia, Crítica

versão impressa ISSN 0123-5931versão On-line ISSN 2256-5450

Lit. teor. hist. crit. vol.19 no.2 Bogotá jul./dez. 2017

https://doi.org/10.15446/lthc.v19n2.63981 

Reseñas

Berman, Antoine. La traducción y la letra o el albergue de lo lejano. 1. a ed. Trad. Ignacio Rodríguez. Buenos Aires: Dedalus, 2014. 162 págs.

Ana Virginia Caviedes-Alfonso1 

1 Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia


Este texto, basado en el seminario sobre la traducción que dictó Antoine Berman en el Colegio Internacional de Filosofía de París en 1984, fue publicado inicialmente en 1985 en el libro colectivo Les Tours de Babel. Essais sur la traduction; fue reeditado luego, como una obra independiente, en 1999. No obstante, no fue traducido al español sino hasta el 2014.1 La pertinencia de poner este libro a disposición del público hispanoparlante, aunque sea casi treinta años después de su primera publicación, se puede resumir en la frase del mismo autor: "de la traducción nadie está libre" (24). Es innegable que el trabajo de este importante teórico sigue muy vigente, tanto para los lectores de traducciones como para los traductores.

El libro de Berman se puede dividir en dos partes principales: los primeros tres ensayos tratan de la crítica a la traducción tradicional y proponen una traducción reflexiva; los últimos tres abordan tres traductores que practicaron la traducción literal: Hólderlin, con Sófocles; Chateaubriand, con Milton; y Klossowski, con la Eneida. El objetivo del autor no es establecer fórmulas o leyes rígidas para la traducción de textos literarios, sino mostrar que la reflexión en y sobre la experiencia de traducir contribuye a que el resultado sea más fiel al sentido del original y, a su vez, permite expandir las posibilidades de la lengua de traducción (o lengua de llegada). El axioma del que parte el autor es que "la traducción es traducción-de-la-letra, del texto en cuanto es letra. [...] [E]sa es la esencia última de la traducción" (25). Es decir, que nunca debe perderse de vista que una traducción se realiza sobre la materialidad del lenguaje. Dice Berman, hablando de campos como la ética, la poesía o la filosofía, que intervienen en el trabajo del traductor: "La letra es su espacio de juego" (26).

La traducción de las formas y su ética

La traducción tradicional que critica Berman -por dominante y normativa- ha sido el credo de innumerables traductores a lo largo de la historia que rechazan o denigran la traducción literal por considerarla servil. Esta tradición consiste en reproducir el sentido, aunque, podría decirse, de una manera aparente. Busca mantener el sentido del original pero con los códigos de la lengua de traducción; así, cae, por ejemplo, en las equivalencias, con el objetivo de que su público "entienda" desde sus vivencias y experiencias, y ello hace que no se abra a comprender la expresión de otra lengua desde la propia, sino que esta última se mantiene encerrada en sus ideas.

La traducción del solo sentido tiene, según Berman, una esencia et-nocéntrica, hipertextual y platónica. Etnocéntrica, porque "lleva todo a su propia cultura, a sus normas y valores, y considera lo que está situado fuera de ella -lo Extranjero- como negativo o solo válido para ser anexado, adaptado, para acrecentar la riqueza de esa cultura". Hipertextual, porque emplea procedimientos literarios y "se engendra por imitación, parodia, pastiche, adaptación, plagio, o cualquier otra especie de transformación formal, a partir de otro texto ya existente" (30). Y platónica porque, así como Platón separaba el cuerpo del alma, se concibe el sentido como algo independiente de su cuerpo, es decir, de su letra.

La traducción de este tipo busca embellecer el original para que sea "mejor", y ponerlo en los términos nacionales para que el pueblo lo entienda desde sus vivencias. Pero, al hacerlo, hace que se pierda, justamente, ese "otro". Aunque pueda resultar valioso que una cultura, por medio de la traducción, interprete o asuma lo escrito en otro idioma, también es cierto que al hacerlo no se sale de sí para entender lo de afuera. Para Berman, "postular que el objetivo de la traducción es la captación del sentido, es despojarlo de la letra, de su cuerpo mortal, de su ganga terrestre" (35); así, la fidelidad al sentido es obligatoriamente una infidelidad a la letra, pues la lengua extranjera se somete a la lengua de llegada, y esta, según las teorías tradicionales, no puede ser perturbada. En últimas, su propósito es destruir la letra del original en beneficio del sentido.

Berman pone en cuestión esta manera de traducir, sin negar que la traducción en sí pueda contener algo de etnocéntrico e hipertextual. Como él mismo dice, poner en cuestión estos aspectos de la traducción no consiste en destruirlos o negarlos, sino en situarlos, en encontrar el lugar que "ocupan la captación del sentido y la transformación literaria" (43). La crítica de Berman se fundamenta en que existe una "adherencia obstinada del sentido a su letra" (43): ello significa que no basta con traducir el sentido sino que también es necesario traducir la forma en cuanto que también es portadora de sentido. Por ejemplo, en la traducción de proverbios, el traductor opta o bien por buscar su equivalente o bien por traducirlo literalmente; pero "hay que traducir también su ritmo, su duración (o su concisión), sus eventuales aliteraciones, etc. Pues un proverbio es una forma" (14).

El autor rechaza rotundamente la búsqueda de equivalentes, porque "no es solamente colocar un sentido invariable, una idealidad que se expresaría en los diferentes proverbios de lengua a lengua. Es rechazar introducir en la lengua de traducción la extrañeza del proverbio original" (15). Este tipo de traducción, la tradicional, al buscar "hacer más claro" el texto original, limpia "el albergue de lo lejano", o sea, sustrae la extrañeza connatural que hay en la lengua original y que la lengua de traducción alberga. La lengua de traducción debe encargarse de contener, de alojar en sí, tanto el sentido como la forma, ser la estructura en otro idioma, ser ella misma la forma traducida.

Sin embargo, dice Berman, es inevitable privar el sentido de la letra; y esto "es el sufrimiento y la tristeza que acompaña el acto de traducir, al traductor y al texto traducido: la traducción es una traición y una imposibilidad". Decir, por ejemplo, que la poesía es intraducible quiere decir que no puede ser traducida por el lazo entre sonido y sentido y que no debe ser traducida porque su intraducibilidad constituye su verdad y su valor (44). La intraducibilidad es, así, uno de los modos de autoafirmación de un texto y a la vez es vista como un valor.

Por lo anterior, el autor propone, entonces, una "atención dirigida hacia el juego de los significantes" (15) para no incurrir en el calco ni en la equivalencia; no se traduce palabra por palabra de manera servil, sino que se presta atención a la estructura del texto original y a sus significantes para dar lugar a una traducción que conserve el sentido y el ritmo. De esta manera, el autor insiste en la relación entre reflexión y experiencia, como base de toda traducción; "esa reflexión no es ni la descripción impresionista de los procesos subjetivos del acto de traducir ni una metodología" (16). La traducción, para Berman, es experiencia y reflexión; la traductología, por su parte, sería "la reflexión de la traducción sobre ella misma a partir de su naturaleza de experiencia" (18). No existe, pues, la traducción, sino una multiplicidad de maneras de traducir.

Así, es primordial reconocer que en toda traducción se produce un sistema de deformación de la letra que impide alcanzar el verdadero objetivo de la traducción. Este sistema es inconsciente y "se presenta como un manojo de tendencias, de fuerzas que desvían la traducción de su objetivo puro" (51), pero constituyen el oficio del traductor. "Solo una 'puesta en análisis' de su actividad permite neutralizarlas", lo que Berman denomina "analítica de la traducción" (52). Enumera trece tendencias, algunas de las cuales son: la racionalización, que reduce la "arborescencia" de la prosa a la linealidad, por medio del reordenamiento de la estructura sintáctica; la clarificación, que impone la claridad a lo indefinido, y el alargamiento, donde "el agregado no agrega nada, no hace más que acrecentar la masa bruta del texto, sin aumentar en nada su expresividad o su significancia" (59).

Berman concluye que "solo delimitando la intención del traducir, las recetas anti-deformantes pueden cobrar un sentido, a partir de la definición de principios reguladores no metodológicos" (75), pues, si con su crítica apelara a una analítica contraria, la del buen traducir, llegaría a aquello mismo que critica: una metodología normativa y dogmática. El modo de traducir criticado por Berman consiste en ver la traducción como un proceso de comunicación, en el que no se diferencian las obras literarias de los textos técnicos o jurídicos; traducir así implicaría que se trata en todos los casos de un mensaje que se emite en una lengua y que debe ser recibido en otra sin importar el modo, la forma, de hacerlo. Pero "cada vez que la traducción llamada 'literaria' se pretende acto de comunicación, se transforma inevitablemente en no comunicación" (77).

La intención de la traducción es realmente ética: fidelidad y exactitud "remiten ambas a cierta postura del hombre en relación con sí mismo, al prójimo, al mundo y a la existencia. Y asimismo en relación por supuesto con los textos" (81). Lo ético de la traducción consiste en la elección de reconocer y recibir al otro en vez de rechazarlo o de buscar dominarlo. Se trata de abrirle espacio a lo extranjero dentro de la propia lengua y de crear la forma adecuada que traduzca la del original: La traducción es en su esencia el "albergue de lo lejano". [...] La intención ética, poética y filosófica de la traducción [a diferencia de la etnocéntrica, hipertextual y platónica] consiste en manifestar en su lengua esa pura novedad preservando su rostro de novedad. (83-84)

La fidelidad y la exactitud en una traducción, el ceñirse a la letra, despliegan la expresividad de la obra, permiten apreciar más cercanamente el sentido a través de la forma y de los significantes. De allí que para Berman la traducción literal sea la que más cumple con el objetivo ético de la traducción.

Tres ejemplos de traducción literal

En la primera parte del libro el autor se dedica a pensar cómo no hay que traducir, qué importancia tienen la letra y la forma de los textos y cuál es la intención de la traducción. En la segunda parte, se detiene en tres traductores que a su modo de ver ejemplifican su propuesta.

En la traducción "archiliteral" de Sófocles realizada por Hõlderlin, Berman resalta la potencialidad que tiene la lengua de traducción para expresar algo ajeno sin que se pierda de vista que es ajeno. En Hõlderlin "el acto de traducir consiste en acentuar el principio o elemento que el original ha ocultado" (97), lo que hace de la traducción una manifestación. Esa manifestación es, para Berman, una violencia doble ya que atenta contra la obra para acercarla a un modo de representación nacional y, al tiempo, para acercar al público al modo de representación del original.

La traducción literal para Hõlderlin consiste en "encontrar los significados originales de las palabras griegas, pero para transmitírnoslos a nosotros; recuperar el sentido original de las palabras alemanas [...] para intentar devolver la fuerza expresiva del griego por la fuerza expresiva del alemán" (98). Este tipo de traducción respeta el modo de decir las cosas del original aunque suenen extrañas, y lo hace regresando a los sentidos originarios de las palabras. Así, las expresiones en el alemán se intensifican, se acentúan porque recuperan todo el peso de su sentido, "como si se necesitara un alemán originario para traducir un griego originario [...] resucita lo arcaico del alemán para acoger lo arcaico del griego" (103-104).2 Hõlderlin acentúa el alemán para lograr lo que dice el griego, no para sobrepasarlo.

En el segundo caso, Chateaubriand hace una traducción literal de lo que ya es una traducción literal, pues en El paraíso perdido Milton utiliza fuentes de la Biblia en hebreo, en latín y en inglés, y fuentes de la literatura clásica griega y latina. Berman se refiere aquí a un problema adicional: la relación interna de una obra literaria con la traducción, "lo que contiene en sí de traducción y de no traducción" (111), lo cual es determinante para la traducción misma de la obra. Como Milton, Chateaubriand está ligado a la cristiandad y a la latinidad. Chateaubriand traduce religiosa y literalmente a Milton; lo traduce al francés como si hubiera una Biblia francesa autorizada.

De acuerdo con lo expuesto por Berman, se ve que Chateaubriand y Hõlderlin coinciden en que ambos buscan la expresividad y la verdad del texto original. Chateaubriand practica el arcaísmo y el neologismo con estos propósitos: "toda gran traducción se distingue por su riqueza neológica, incluso cuando el original no la tenga. [...] La literalidad [...] también es el sustento, en el texto de la traducción, de la oscuridad inherente al original" (120-121).3

Finalmente, el autor se detiene en la traducción de la Eneida de Klossowski. ¿Por qué Klossowski -se pregunta Berman- tradujo a Virgilio en la segunda mitad del siglo xx, y cómo lo hizo? "La retraducción, independientemente de sus aspectos estructurales, es siempre y ante todo un movimiento histórico" (132). En el siglo xx hay una búsqueda de la identidad, una necesidad de "reabrir el acceso a las obras que constituyen nuestro suelo religioso, filosófico, literario y poético [...] pero que, al mismo tiempo, se han agotado por su propia gloria a lo largo de los siglos" (132).

La traducción de Klossowski sirve para diferenciar el calco de la literalidad. Klossowski se ciñe a la textura del original para "sugerir el juego de las palabras virgilianas" (143), pero aunque su traducción parezca "palabra por palabra" no lo es.4 El traductor de la Eneida traduce el sistema global en vez de la distribución factual:

Ese es el punto esencial: buscar en la frase francesa las redes, los huecos por donde poder recibir -sin demasiada violencia, sin desgarrarse demasiado [...]- la estructura de la frase latina [...]. Buscar y encontrar lo no-normado de la lengua materna para poder traducir allí la lengua extranjera y su decir. (147-148)

Es decir, encontrar los huecos por donde puede sembrarse la lengua extranjera para que germine.

El libro de Berman nos recuerda el carácter esencial, y esencialmente ético, del quehacer del traductor. Existe una pluralidad enorme de lenguas que ni el más sabio puede llegar a conocer; hasta los seres más políglotas se tienen que enfrentar a libros escritos en lenguas que no conocen, y la gran mayoría de la población domina solamente una o dos lenguas. Es imperativo que cada lector sea consciente, cuando sea el caso, de que lo que lee es una traducción, y es todavía más necesario que los traductores sean conscientes del lugar privilegiado que ocupan y de la gran responsabilidad que implica su labor.

Cuando se decide traducir es precisamente para que un público que desconoce la lengua original de una obra pueda leerla a pesar de ello; el traductor debe preguntarse si al traducir en función de su público traiciona la obra -porque al mismo tiempo traicionaría a su público al presentarle un texto modificado para integrarse con la cultura meta- o si, al atenerse a la letra del original, aunque su traducción no sea tan legible en primera instancia, potencia las posibilidades de su lengua e impone retos a sus lectores. Podemos inferir que el problema ético de la traducción literaria, que Berman hace patente, tiene que ver, en última instancia, con la relación misma que existe entre el lector y el texto.

La reflexión del autor pone de manifiesto el eterno debate entre forma y contenido de las obras literarias: una vez más nos recuerda que no existe una separada de la otra, que hay una interrelación entre ellas que es vital para la obra. El oficio del traductor, al igual que el de la crítica, es dar a conocer las obras y, en el caso de los clásicos, hacerlos perdurar y rejuvenecer, "poner al día el conflicto que es la vida de las obras" (106). Así, si una obra "abre a la experiencia de un mundo" (76), el traductor tiene en sus manos la importante labor de conservar las potencialidades de esta, para que esa experiencia sea auténtica y no defraude al lector.

1 Aunque una traducción castellana de la introducción, efectuada por Núria d'Asprer, fue publicada en la revista catalana Doletiana. Revista de traducción literatura i arts 4 (2012-2013).

2 Por ejemplo, al suprimir los nombres griegos, en primer lugar, Hõlderlin "barre de un plumazo toda la imaginería humanístico-barroca de la Antigüedad" y sus apelaciones "señalan la esencia de las figuras divinas en su originalidad oriental. [...] Pero, en segundo lugar, rebautizando a los dioses 'Espíritu', 'Padre', etc., Hõlderlin los acerca, como él dice, a 'nuestro modo de representación', los occidentaliza" (105).

3 Por ejemplo, dice la cita de Chateaubriand: "Yo sé que émaner en francés no es un verbo activo: un firmamento no emana luz, la luz emana de un firmamento; pero traducida así ¿en qué se transforma la imagen? Al menos el lector penetra aquí en el genio de la lengua inglesa; aprende la diferencia que existe entre los regímenes de los verbos en esa lengua y en la nuestra" (119).

4 "Se trata de implantar en el francés el carácter dislocado de la sintaxis latina, de introducir los rechazos, las inversiones, los desplazamientos, etc., del latín, que permitan el juego de las palabras en el decir épico, pero sin por ello reproducir ingenuamente, servilmente, los rechazos, inversiones, desplazamientos del original; sin copiarlos tal cual" (146-147).

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons