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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.21 no.2 Bogotá Jul./Dec. 2019

https://doi.org/10.15446/lthc.v21n2.78667 

Reseñas

Pistacchio, Romina. La aporia descolonial. Releyendo la tradición crítica de la critica literaria latinoamericana. Los casos de Antonio Cornejo Polar y Ángel Rama. Madrid, Iberoamericana, 2018, 200 págs.

Nicolás Sepúlveda Perdomo1 

1 Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia


Hablar sobre lo latinoamericano requiere entenderlo en unas dimensiones históricas, sociales y políticas. Estas deben dar cuenta de su origen en la necesidad de ser reconocidos como diferentes, y de que, también, es una realidad resultado de la historia de estos procesos de diferenciación. Así mismo, lo latinoamericano, además de ser el sustantivo que engloba la complejidad de una comunidad, se descompone en un adjetivo aplicable a todo aquello que configura este proceso de diferenciación. Pensamiento latinoamericano, historia latinoamericana, literatura latinoamericana y, en este caso, teoría y crítica latinoamericanas son formas de abordar la complejidad que resulta de preguntarnos qué constituye y diferencia nuestra autonomía. La aporía descolonial es partícipe de esta problemática al presentar a Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar como intelectuales que querían construir una colectividad bajo el nombre de América Latina. Romina Pistacchio en este libro parte de la necesidad de repensar a América Latina como una comunidad diversa ante las problemáticas actuales del capitalismo global, el auge del neoimperialismo y el fuerte debate acerca de la hegemonía de lo universal sobre lo local. La autora vuelve a la década de los sesenta para señalar el punto de partida de la conformación de una comunidad de intelectuales1 que, inspirados en el proyecto descolonial de la Revolución Cubana, reflexionaron sobre América Latina como una complejidad cultural y pensaron la problemática de un proyecto descolonial como lo es la creación de una crítica latinoamericana.

Dicho esto, La aporía descolonial es un libro que quiere participar del debate sobre la teoría latinoamericana, pero entiende la necesidad primera de revisar el pasado para continuar con un proyecto válido como el de Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar. Publicado en el 2018 por la editorial Iberoamericana, este libro hace parte de la colección "Nexos y diferencias, estudios de la cultura de América Latina", la cual propone, "a través de la publicación de estudios sobre los aspectos más polémicos y apasionantes de este ineludible debate, contribuir a la apertura de nuevas fronteras críticas en el campo de la cultura de América Latina" (4).

Romina Pistacchio es también autora del libro Una perspectiva para ver. El intelectual crítico de Beatriz Sarlo (2006), el cual comparte con La aporía descolonial la preocupación por el quehacer del intelectual en América Latina. El libro reseñado consta de una introducción, cuatro capítulos y un epílogo. La introducción del texto marca las preocupaciones de la autora con las cuales estudiará las obras críticas y el rol de Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar como intelectuales. Estas preocupaciones toman un tono personal cuando Romina narra su experiencia como estudiante de literatura en la Universidad de Chile dentro de un contexto que ella llama "posdictadura". Para ella este contexto había afectado la situación académica al crear una "ciudad letrada", una comunidad apartada de las preocupaciones sociales de la realidad. En este marco, da inicio a las preguntas sobre la función del intelectual en la sociedad y del saber literario en un contexto afectado por la opresión dictatorial:

En ese "proyecto" [la ciudad letrada], se reconocía incipientemente la efectividad y el poder de los discursos y de la ideología que los sostiene en la formación y consolidación de una narrativa sobre la identidad. Debido a ello, también se asomaban los argumentos y las razones por las cuales era necesario volver al pasado para repensarlo. Sobre todo, porque ese viaje retrospectivo no solo permitiría ver cómo el discurso de la dictadura había mermado nuestra capacidad de ver, sino porque también la ideología que ella representaba había sido motor esencial en la desarticulación del conflictuado proceso de descolonización de los sesenta y de la deslegitimación del quehacer del crítico e intelectual. (15)

El primer capítulo del libro, titulado "Formación de la voz enunciativa", expone aquel proceso de descolonización y su desarticulación para dar inicio al desarrollo de las preocupaciones sobre el campo intelectual latinoamericano. La profesora Pistacchio presenta el proceso de constitución de espacios para la reflexión e intercambio de ideas entre intelectuales de toda la región; pone como ejemplo el Primer Encuentro de Intelectuales, realizado en la Universidad de Concepción en 1962. Allí se desarrolla un pensamiento sobre las características constitutivas de lo latinoamericano frente al mundo. El conflicto político de la Revolución Cubana era el marco de las reflexiones de estos intelectuales que tomaban tonos cada vez más políticos por las exigencias que la relación entre literatura y revolución les hacía. Para explicar esta relación, Romina trae a colación el llamado de Fidel Castro a los intelectuales en la Biblioteca Nacional de Cuba en 1961, en el cual los invita a pensar y defender la revolución, y señala que "[a]sí como la revolución económica, la cultural era una pieza fundamental en la consecución de la sociedad nueva y el intelectual era emplazado como líder y dirigente natural en ese caminar hacia ella" (21). El papel del intelectual aquí se perfila en una relación que mezcla política, cultura y estética hacia un proyecto descolonial de construcción de una cultura propia.

El panorama intelectual de la década de los sesenta que detalla este capítulo presenta los mecanismos para la construcción de una comunidad de intelectuales, tales como la creación de revistas académicas, encuentros académicos, conferencias y premios. La problemática que desarticula las aspiraciones comunitarias de estos intelectuales surge cuando la revolución exige una radicalización de sus posturas y accionar político; ya no es suficiente la palabra, sino que se debe pasar a la acción. Romina detalla la confrontación entre intelectuales, la cual dejaba ver la ficticia coherencia que había entre ellos. Las acusaciones giraban en torno al nivel de compromiso con la Revolución, la lucha contra los valores burgueses y la defensa de la autonomía de la obra de arte y el pensamiento crítico. Con esto se nos presenta un conflicto para el intelectual, pues la revolución cuestiona su posición de élite letrada y le exige abandonarla para acercarse al pueblo.

De esta manera, el intelectual latinoamericano se enfrentaba a un proceso de transformación:

Ese cambio implica para el intelectual el atravesar y torcer su propia historia, desde su ser burgués hacia el ser del hombre nuevo que en un nuevo escenario construye una nueva sociedad, una nueva cultura y produce una nueva literatura. Sin embargo "el futuro es ahora", y su inminencia era un desafío que muchos artistas e intelectuales no estuvieron dispuestos a asumir. (33)

El lugar de enunciación de los intelectuales comienza a ser problemático. Para Romina se trata de la distancia entre la "ciudad letrada" y la "ciudad real" la cual impide tomar la voz del pueblo que se quiere representar. Bajo esta exposición de la situación política de los intelectuales en la década de los sesenta parece estar la pregunta por cómo romper esa distancia entre la cultura letrada y una realidad popular, múltiple y plural. La autora quiere responder a esta pregunta al presentar a Antonio Cornejo Polar y Ángel Rama como rearticuladores de una comunidad y un pensamiento sobre lo local y lo propio, un proyecto que se había visto truncado por la injerencia de los Estados Unidos en los golpes de Estado en Chile y Uruguay en 1973. En estos eventos "se presentía el regreso al orden (neo)colonial, destino del cual parecía imposible escapar" (38).

Frente a esta situación, Romina expone las teorías de Rama y Cornejo Polar como las bases para redefinir la identidad latinoamericana a partir de su producción cultural y literaria. Su lectura señala la importancia de estas teorías como proyectos descolonizantes al repensar a América Latina como una complejidad entre el dilema de lo propio y lo extranjero. En este punto se presenta la "aporía descolonial", el concepto central del libro con el cual la autora define la irresoluble posición de América Latina al pensarse a sí misma. La aporía "emerge del conflicto entre la disidencia política, legal, económica y teórica frente al colonialismo, y la irrenunciable dependencia simbólica del paradigma epistemológico colonial" (61). Ejemplo de esto es la lectura que se hace de Transculturación narrativa en América Latina de Ángel Rama, pues Romina centra su atención en el concepto de "transculturación" como una herramienta que permite entender los procesos de modernización en América Latina en una tensión histórica entre lo nacional y lo extranjero. De este modo, la postura de Ángel Rama es presentada como la armonización de un conflicto permanente que ha sido visto como un enfrentamiento. El impulso descolonial aparece en la creación de una teoría como afirmación de la independencia, que busca reconstruir a América Latina y evitar la imitación de recetas conceptuales que eran aplicadas a la lectura de la producción cultural (53). En el caso de Antonio Cornejo Polar, Romina hace bien en rescatar una cita del crítico peruano en Sobre literatura y crítica latinoamericanas, la cual propone una tarea descolonizante a la crítica literaria:

[L]a crítica latinoamericana debería considerarse a sí misma como parte integrante del proceso de liberación de nuestros pueblos, no solo porque de alguna es también crítica ideológica y esclarecimiento de la realidad, [...] sino, también porque al proponerse un desarrollo en consulta con los requerimientos específicos de su objeto está cumpliendo, en el orden que le corresponde, una importante tarea de descolonización. (Cornejo Polar citado en Pistacchio 55)

La tarea de la crítica literaria va unida a la teoría que estaría construyendo Cornejo Polar, pues piensa un sistema de literaturas que se relacionan en una dinámica enmarcada en la diversidad propia de lo latinoamericano. Así, confluyen distintos tipos de literaturas, nacional, global, regional, y manifestaciones que no han sido consideradas como literarias, con el objetivo de reivindicar las producciones literarias que han sido excluidas del canon a causa de las pulsiones coloniales de la crítica. Romina señala como eje central de este pensamiento el concepto de "totalidad heterogénea", contrario al concepto de "unidad" que le permitía a la crítica peruana excluir de la historia literaria las llamadas "literaturas menores"; con la "totalidad heterogénea" se entiende el sistema literario como un conjunto de diferencias irreconciliables. Llama la atención de esta presentación que el concepto de "heterogeneidad" aparece contrario a "transculturación" por el optimismo de este último, pues para Ángel Rama una literatura transculturada da cuenta de una armonía entre las diferencias que componen el sistema, lo regional contra lo universal; para Cornejo Polar no existe dicha reconciliación armónica, sino un conflicto irresoluble presente en la literatura como resultado del mismo proceso conflictivo en la realidad. La lectura que hace la profesora Romina se retroalimenta de la comparación entre las dos teorías, pues señala el interés común de reconstruir a América Latina entre los dos críticos, pero da cuenta de las diferencias en sus planteamientos.

El segundo capítulo del libro, titulado "La escena de la rearticulación", desarrolla mejor el paralelo entre las teorías de Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar como intentos de representación de América Latina. Antes de esto, la autora desarrolla la problemática implícita en la representación de una comunidad: ¿cómo lograr una representación que en su generalidad no excluya las diferencias existentes? La problemática es desarrollada por Romina al hablar sobre el libro Literatura y praxis en América Latina y se localiza en la relación entre el intelectual y el pueblo, pues se establece una dinámica sujeto-objeto en el momento de la representación que impide captar la totalidad de este. La tarea de los intelectuales, entonces, consiste en lograr una escritura que configure una subjetividad que sea sujeto y objeto del programa de refundación de la narrativa sobre lo latinoamericano (68). El interés de la autora se dirige, en este punto, hacia la integración de las subjetividades excluidas en la representación. Si la representación permite la hegemonía de una particularidad sobre las otras, aquella se constituye como una totalidad fallida, en la medida en que no podrá nunca ser universal y, sin embargo, encarna la unidad apetecida. Esta unidad imperfecta adopta un nombre figurado: "pueblo"; la particularidad dominante debe responder a las demandas de las particularidades excluidas y, por medio de esa garantía de igualdad, se puede construir una identidad popular (69).

Este funcionamiento ideal era el propósito de la Revolución Cubana, según Romina. Sin embargo, bajo la denominación de "pueblo", de "campesinado", "obreros" y "humildes" se ocultaban unas diferencias que estaban siendo veladas. En el campo intelectual esta situación trae la reconsideración de las particularidades excluidas y de las posibilidades de renombrarlas. Para Romina, Antonio Cornejo Polar y Ángel Rama buscan rescatar esa "otredad" excluida al problematizar la noción de identidad latinoamericana y criticar los mecanismos homogeneizantes que habían operado sobre ella. La exposición de Romina sobre Rama y Cornejo Polar tiene como punto en común la zona andina peruana: los dos críticos la entienden como el lugar de permanencia de la diversidad cultural latinoamericana, pues conviven las culturas indígenas y la cultura hispánica.

Sin embargo, al hablar sobre el "indigenismo" como movimiento literario, surge una divergencia con respecto a la forma como se representa la cultura indígena. Señala Romina que Rama critica a intelectuales como Mariátegui, César Vallejo y Haya de la Torre porque su interés en reivindicar al indígena va en pro de un conflicto de clases, de disputa del poder político. Así la representación que hacen del indígena es una idealización de su pasado y un olvido de las problemáticas presentes, lo que conlleva a una aculturación en aquella lógica proteccionista (78). Por el otro lado, Cornejo Polar, en su ensayo "El problema nacional en la literatura peruana", ve el proceso de modernización de los años veinte y treinta como una búsqueda por lo propio para "ponerlo al servicio de una homogeneización totalizante que rescataba exclusivamente los elementos que armonizaban lo local a lo universal" (83). Mariátegui, para Cornejo Polar, confirma la pervivencia del problema indígena en conflicto con la homogeneización hispanizante y, con su lectura política de la realidad peruana, desplaza a la oligarquía peruana y permite que la otredad indígena deje de ser una materia pasiva para la cultura (87). Las dos posiciones dejan ver la problemática de la representación, de la acción de tomar la voz de la otredad en el pensamiento de Mariátegui. Romina resume la problemática al explicar la posición de Cornejo:

[L]o que le está cuestionando Cornejo a la crítica de Rama es precisamente su propensión a la inhabilidad de la representación; es decir, a la imposibilidad de que la voz del indio pueda ser hablada por otro. Efectivamente, Cornejo reconoce no solo el lugar desde donde enuncia Mariátegui: la ciudad, [...] sino que no ve en ello ningún inconveniente. Al contrario, descubre en esa fórmula la posibilidad cierta de generar espacios de reconocimiento y reivindicación. (91)

De esta lectura comparada entre Rama y Cornejo surge otra diferencia muy acertada de parte de Romina, ya que ve en estos proyectos teóricos la construcción de dos nociones del "sujeto" latinoamericano que buscaban reivindicar y cuyas diferencias se dan por la metodología de cada crítico.

Para la autora, Cornejo Polar construye un sujeto escrito, es decir, constituido en la escritura: "Un sujeto que existe en la medida en que es escrito por aquellos que tienen el poder y la capacidad de escribirlo y cuya característica constitutiva es la heterogeneidad" (89). Es en el lenguaje, en el cruce entre idiomas, donde se dan los conflictos constitutivos de este sujeto. En Ángel Rama, Romina ve la delimitación del sujeto a zonas geográficas, territorios y regiones en relación con particularidades culturales en interacción. Para el crítico uruguayo, el sujeto latinoamericano es uno antropológico, es decir, signo de una totalidad cultural (90). Las observaciones de la profesora Pistacchio permiten ver la teoría literaria como un proyecto de reivindicación de las subjetividades excluidas y como una reconstrucción de la identidad latinoamericana, más compleja y menos homogénea.

En "Arguedas, modelo para armar", tercer capítulo del libro, Romina Pistacchio centra el punto de comparación en la lectura que Rama y Cornejo Polar hacen de la obra literaria de José María Arguedas, el cual es visto como la representación de esa noción de sujeto, "heterogéneo" o "transculturado", que habían construido los dos teóricos. Las dos lecturas sobre Arguedas que presenta Romina están articuladas por lo que ha dicho hasta el momento sobre Cornejo Polar y Rama; es decir, los conceptos de "transculturación", entendido como una armonía de las diferencias, y "heterogeneidad", como la presentación de un conflicto irresoluble, articulan la discusión sobre Arguedas y presentan dos visiones de este. Para Cornejo Polar, la obra de Arguedas "se configura como un universo que actualiza y encarna los conflictos que nunca podrán ser resueltos" (97). Mientras que para Rama, "se trata de la armonía integradora que supera las visiones conservadoras o puramente cosmopolitas, [...] ya que esta logra esa consideración de lo indígena desde el presente" (97). La obra de Arguedas y sus apreciaciones estéticas, según Romina, confirman los postulados teóricos de Rama y Cornejo Polar y, a su vez, construyen una figura de intelectual/artista y pueblo, pues no construye solamente el universo de una otredad, sino experimenta en sí mismo las contradicciones que plantea. Esta idea le permite a la autora volver a la reflexión sobre el quehacer intelectual y el problema representacional. Así propone que

Arguedas es sujeto/objeto "pueblo", pero es también mediador. Es un articulador, una bisagra de la puerta que permite los flujos entre dos mundos en conflicto. Él es el conflicto [...]. José María Arguedas es un transculturado, pero también un transculturador y un heterogéneo heterogeneizante. (105)

En medio de las lecturas abordadas por la autora, Rama y Cornejo Polar son presentados como mediadores, pero no pertenecientes a esa categoría de "pueblo" al igual que Arguedas. Este capítulo aborda en gran medida las lecturas que los dos críticos han hecho sobre José María Arguedas y detalla el paso a paso de la influencia del escritor peruano en la composición teórica de Rama y Cornejo Polar. El lector puede encontrar aquí un buen recorrido de la lectura que hacen estos dos críticos sobre Arguedas, sus diferencias metodológicas (Rama culturalista y Cornejo Polar sociohistórico) y la influencia del escritor peruano para la elaboración de sus teorías. Sobre estas ideas siempre está presente una lectura que ve estos procesos de teorización y crítica como reconstructores de una identidad latinoamericana y reelaboradores del canon literario. Para el lector del capítulo, José María Arguedas queda como el modelo de intelectual, artista y sujeto que logra superar la dicotomía de la representación, pues la distancia entre él y su objeto desaparece al encarnar el conflicto cultural que representa.

Al llegar al capítulo cuarto, "La aporía descolonial", nos encontramos con el desarrollo teórico de la problemática que Romina venía exponiendo en los capítulos anteriores. La "aporía descolonial", como concepto, es resultado, primero, de la "pulsión" descolonial, es decir, el deseo frente a lo colonial de ser reconocidos en la diferencia, y, segundo, de la pertenencia epistemológica que le permite ese rechazo hacia lo colonial. Parafraseando a la autora, la pulsión descolonial es un discurso crítico que representa el enfrentamiento contra un orden hegemónico que ignora las diferencias y, a su vez, sospecha de sí mismo pues reconoce que emerge del deseo de renuncia y de la dependencia simbólica del paradigma epistemológico que le ha servido para construirse (139). El conflicto de este discurso radica, según Romina, en el lugar de enunciación que toma, ya que es elaborado desde la "ciudad letrada" por los herederos del saber occidental y, así, el reclamo por la diferencia queda atrapado en esta aporía (140). La aporía descolonial es, entonces, "el fenómeno de la paradoja interna que surge en el locus de enunciación (en el sujeto de la agencia/representante) al enfrentarse a la alternativa de integración a 'lo universal' o la elaboración de una otredad basada en la diferencia" (140).

Con este concepto, Romina hace la propuesta más interesante de su libro, pues invita a leer los procesos políticos e intelectuales de América Latina entre el proceso de configuración de lo propio y el enfrentamiento con su dependencia. En el plano de la crítica literaria la "aporía descolonial" es más evidente, ya que el estudio de la producción literaria de una región parte de la búsqueda del reconocimiento de esta en la consolidación de una cultura propia. La autora en este punto hace un recorrido del proceso de construcción de una crítica literaria latinoamericana y presenta la respuesta de esta frente a los auges del neocolonialismo. Así, vuelve a Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar para abordar los últimos textos de estos críticos, La ciudad letrada (1984) y Escribir en el aire (1994), ya que para Romina en estos dos textos sus autores son conscientes de la "aporía descolonial" como intelectuales. Ejemplo de esta lectura es la pregunta por el lugar de los intelectuales en La ciudad letrada; la situación es expuesta por Romina en estas palabras:

[E]n el texto de 1984, Rama establece un juego de analogías que comandarán su línea argumentativa y actualizan este nuevo marco analítico. Para él, "espacio" y "poder", entonces, se traducen en ciudad/letrada, puesto que entiende "la letra" como la manifestación material y simbólica de la dominación y la urbe como el terreno natural para el ejercicio de ella. Al mismo tiempo, opone a esa estructura la de la ciudad/real, que será aquella a la que la escritura es incapaz de traducir e intenta permanentemente domar, moldear, ordenar y dominar. En este sentido, la contradicción del intelectual que Rama detecta una y otra vez a lo largo de la historia se halla inscrita en su ambigua y problemática capacidad de "ubicarse". (153)

De nuevo el lugar de enunciación es una problemática constante para el intelectual. La lectura de Romina señala que Rama no renuncia del todo a la acción intelectual frente a esta aporía, pues Rama señala que, aunque los intelectuales son dueños del poder, su realización solo se alcanza si los respalda el centro del poder real de la sociedad (162). La "ciudad real", entonces, debe reclamar a los intelectuales el reconocimiento y estos no deben darle la espalda. Esta posible superación de la aporía queda sin desarrollar en La ciudad letrada por la muerte de Ángel Rama y, para Romina, debe ser un proyecto que continuar.

La lectura que hace Romina de Escribir en el aire señala dos cuestionamientos a este: primero, el análisis del proceso histórico de la construcción de la identidad latinoamericana y, segundo, indagar la trayectoria del sujeto que desarrolla ese proceso, es decir, el crítico mismo. Cornejo Polar aparece aquí como un sujeto que se reconoce como heterogéneo que, consiente de la aporía que lo enmarca, interpreta la constitución heterogénea de la identidad latinoamericana. Según Romina:

[S]u crítica se dirige a la episteme que construye su forma de conocer a partir de la noción moderna del sujeto unificado. Precisamente es esa construcción monolítica y monológica, que ha moldeado los marcos de inteligibilidad de la diferencia, la que justamente ha capturado a los intelectuales que, aun intentando desafiliarse de yugo colonial, lo sostienen y propagan a través de la reproducción de su sistema de lectura. (164)

Escribir en el aire es presentado aquí como el proceso de lectura heterogénea de Cornejo Polar, que busca dar cuenta de la condición heterogénea, irresoluble, compartida por el texto crítico, quien lo escribe y su objeto de estudio.

Como apartado final, Romina presenta un epílogo en el que detalla la influencia de los dos críticos en las lecturas posteriores a sus muertes. Romina rescata en este punto algunos aspectos que ya son presentes en las teorías de Ángel Rama y Cornejo Polar, como un concepto amplio de cultura, las prácticas académicas interdisciplinares y una distinción entre cultura alta y baja, no solamente resultado de la llegada de los estudios culturales a América Latina. Para ella es importante señalar el contexto académico en el que fueron leídos y rescatar sus conceptos como representaciones de la conflictividad inherente de lo latinoamericano, frente a la apropiación que puedan hacer los estudios culturales de estas formas de acercamiento a las diferencias y subalternidades.

La lectura que encontramos en La aporía descolonial sobre la obra de Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar deja ver un pensamiento complejo de parte de los dos críticos, ya que su forma de abordar la identidad latinoamericana y sus producciones culturales logra dar cuenta del conflicto cultural propio de América Latina. Romina Pistacchio rescata esa idea de conflictividad, ya sea "armonizada" o "irresoluble" según cada crítico, pero entendida siempre en la relación entre su diversidad. Así mismo, la reflexión sobre el quehacer del intelectual es muy útil, ya que señala el terreno conflictivo en el que se sitúa todo aquel que se vale de la escritura para representar la otredad que compone lo latinoamericano. La "aporía descolonial" también es una forma de epistemología, similar a la dialéctica negativa, que entiende la problemática de lo latinoamericano en su contradicción inicial: emanciparse del yugo colonial desde los saberes occidentales, pero sin intentar resolver la contradicción, pues el objetivo principal de este concepto es representar el conflicto interno en el intelectual, la crítica latinoamericana y la literatura misma.

1La comunidad intelectual referida en este libro es un conjunto amplio de escritores, artistas y críticos literarios como José Donoso, Mario Benedetti, Carlos Fuentes, Rafael Gutiérrez Girardot, Roberto Fernández Retamar, Julio Cortázar, entre otros. Más que un grupo específico, se hace referencia aquí a una comunidad que compartía la necesidad común de pensar a América Latina.

2De estos mecanismos forman parte la creación de Casa de las Américas y las revistas Mundo nuevo, Libre, Marcha, entre otras.

3El libro es una compilación de los textos leídos por Noé Jitrik, Rafael Gutiérrez Girardot, Marta Traba, Fernando Alegría y Ángel Rama en el Congreso de Romanística de la Universidad de Bonn en el año 1973. Aquí estos intelectuales reflexionan sobre su quehacer frente a los nuevos desafíos que imponía la Revolución Cubana.

4En el libro pueblo hace referencia al uso que le da Fidel Castro en el Discurso frente al Cementerio Colón el 16 de abril de 1961. La cita de Fidel dice así: "esa Revolución no la defenderemos con mercenarios; esa Revolución la defendemos con los hombre y mujeres del pueblo" (citado en Pistacchio 70). Según Romina, esta denominación engloba diversas particularidades y le permitía a Fidel construir una subjetividad colectiva en oposición a lo que amenaza al pueblo, la potencia neocolonial.

5Ensayo recogido en Sobre literatura y crítica latinoamericanas y publicado primero en 1980 en la revista Quehacer.

6Romina relaciona su argumentación en este punto con el prólogo escrito por Arguedas a la edición conjunta de Agua y Yawar fiesta en 1950. En este texto Arguedas expone el proceso de composición de sus dos novelas y señala como dos problemáticas la veracidad de sus personajes y el uso del lenguaje. Para Romina, es importante la transformación que hace Arguedas del lenguaje al castellanizar el quechua, pues esta mezcla de idiomas inspira a los dos críticos a defender sus teorías.

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