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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.21 no.2 Bogotá Jul./Dec. 2019

https://doi.org/10.15446/lthc.v21n2.78666 

Reseñas

Volek, Emil. Despistemes: la teoría literaria y cultural de Emil Volek (antología de textos). Editado y traducido por Andrés Pérez-Simón, Madrid, Editorial Verbum, 2018, 383 págs.

Laura Rubio León1 

1 Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia


En esta antología de textos, Andrés Pérez-Simón recopila quince ensayos realizados por Emil Volek durante las últimas dos décadas, en los que aborda la teoría cultural latinoamericana, la teoría literaria y la filosofía del lenguaje. Los ensayos que componen el libro se encuentran organizados en dos partes: "Claves para comprender la industria académica latinoamericanista (literatura, cultura, ideología)" y "Más allá de los límites de las poéticas lingüísticas. Fundamentos lingüísticos y antropológicos para nuevos estudios sobre la cultura". En la primera sección de este volumen aparecen textos en los que Volek presenta su teoría cultural latinoamericana. Algunos de los ensayos con los que el lector se puede encontrar allí son: "José Martí, nuestra (Macondo) América", "Anverso y reverso del laberinto de la soledad: Octavio Paz y cien años de Macondo", "Ídolos rotos: los entramados ideológicos del Testimonio", entre otros.

Antes de referir las ideas que Volek presenta en estos ensayos, es importante considerar el contexto en el que se formó este profesor checo, puesto que, muchas veces, la profundidad de las reflexiones de teóricos e intelectuales se debe más a su condición de testigo de la historia que a sus sesudas disertaciones dedicadas a un área específica del conocimiento. Tal es el caso de Emil Volek, quien desde el inicio de su formación se dedicó al estudio de la literatura latinoamericana desde la lejana Praga, lo que le permitió estudiar bajo la tutoría de Roberto Fernández Retamar en la Cuba de 1966. Aunque Volek continuó su formación académica durante la década del setenta, quizás un punto importante durante este proceso fue la escritura de su tesis de doctorado Dos décadas de la narrativa de Alejo Carpentier: 1944-1962, desde Checoslovaquia.

Si bien Emil Volek no se presenta ni formula sus reflexiones en calidad de espectador de la historia, en la primera parte de esta antología se puede seguir la aguda mirada de un teórico que se fascina por la literatura latinoamericana y también la critica en cuanto discurso que impide el desarrollo moderno de la región. Esa perspicacia se configura, entre muchos otros factores, gracias a las diferentes vicisitudes a las que tuvo que enfrentarse durante las álgidas décadas del sesenta y setenta, cuando cualquier producto cultural era susceptible de censura, tal como lo menciona Pérez-Simón sobre la doble censura de la que fue objeto la tesis de doctorado de Volek:

A finales de ese mismo año [1970] el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de las Ciencias de Cuba aceptó para su publicación la versión revisada de la tesis, ahora un libro con el título de La arquitectónica de la narrativa de Alejo Carpentier. La entonces privilegiada relación cultural entre Cuba y Checoslovaquia, y el hecho de que se tratara de un estudio sobre un escritor cubano, parecían presagiar un final feliz, pero pocas semanas después el comité editorial rectificó y contactó con Volek para comunicarle que el libro se desviaba demasiado de la teoría literaria marxista [...]. De la segunda, y última, copia mecanografiada que Volek tenía de La arquitectónica de la narrativa de Alejo Carpentier sí se conoce su destino: la hoguera. La editorial de la Universidad de Valparaíso, en Chile, trabajaba en la edición del texto cuando tuvo lugar el golpe de Estado del general Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973. Días después del golpe los militares irrumpieron en la sede de la editorial y, entre otros, confiscaron y quemaron el libro de Volek por tratarse de un estudio sobre un novelista cubano que además incluía parte de teoría literaria marxista. (13)

A pesar de que este tipo de censura ha desaparecido, el carácter paradójico de la misma le permitió a Volek cuestionar el paradigma de las grandes narrativas que determinan la realidad latinoamericana, específicamente la idea de Macondo. Cuando se refiere a la teoría del macondismo, Volek no hace alusión de forma exclusiva a la obra de Gabriel García Márquez, ya que tan solo toma el nombre de este pueblo del realismo mágico para designar de forma metafórica el permanente estado de letargo en el que, desde su perspectiva, se ha mantenido Latinoamérica. Por esa razón, cuando Volek afirma que, en los textos de José Martí, José Vasconcelos y José Enrique Rodó, entre otros, existe una dimensión macondiana, no está incurriendo en un anacronismo, puesto que su interés no es tomar la idea de Macondo tal cual la formuló el escritor colombiano, sino como alegoría que reúne las metáforas que han determinado la comprensión discursiva de Latinoamérica desde el inicio de su historia letrada hasta el presente.

Volek evidencia el modo en que, sin importar la época en que fue realizado el discurso narrativo, Latinoamérica ha sido definida como un entorno natural y prístino con el que el hombre solo puede establecer una relación íntima. A esta idea se suma el afán constante de los latinoamericanos por definir su identidad a partir de esencias y principios abstractos que, de acuerdo con el profesor checo, no hacen sino celebrar el atraso y las oportunidades perdidas de la región. Así, a medida que el lector avance en la lectura de los ensayos que componen la primera parte del libro, irá descubriendo por sí mismo algunas de esas ideas perenes y recalcitrantes que han definido el continente.

En ese sentido, se puede decir que gracias a la perspectiva histórica y la distancia que le da su condición de foráneo, Volek traza una punzante crítica sobre la tradición letrada latinoamericana, pues, en lugar de asumir el papel del extranjero que idealiza la tierra prometida latinoamericana, observa en detalle aquello que la opaca. Por medio de su teoría del macondismo, cuestiona sistemáticamente las discursividades latinoamericanas con el objetivo de evidenciar el modo en que la equiparación de Latinoamérica a Macondo ha estado presente a lo largo de su historia, aun cuando dicho término no había aparecido, pues, para Volek, Macondo no es un espacio literario, sino la suma de las narrativas que han determinado el atraso de la región.

Si bien Volek reconoce que el mito de Macondo ha permitido explicar las complejas e intrincadas realidades latinoamericanas, también afirma que este ha dejado de describir la realidad latinoamericana para imponerse sobre ella. Por esa razón, en estos ensayos, Volek se propone deconstruir el carácter epistémico de la definición macondiana de Latinoamérica, puesto que, de acuerdo con su perspectiva, el uso reiterado de dichos principios ha significado el fracaso del continente en la búsqueda de la modernidad. Volek considera que el atraso en el que permanece Latinoamérica es legitimado por la comprensión "real mágica" de la región, pues supone una definición completamente opuesta a la razón moderna. En ese sentido, el autor checo cambia el lugar del espejo, deja de definir la región como el otro para señalar cómo desde Latinoamérica se ha considerado la modernidad como otredad, en cuanto resultado de procesos racionales casi completamente desconocidos para la región. De esta manera, Volek plantea que Macondo se ha configurado como una utopía negativa, puesto que ha legitimado la evasión de los retos Siguiendo esta crítica, en el ensayo "El camino de Macondo: América Latina entre la identidad cultural y los proyectos de modernización", Volek cuestiona la figura del caudillo, pues considera que dicha comprensión de los líderes mantiene las estructuras ancladas a un pasado colonial e idealista incapaz de despersonalizar la política.

En todos estos casos se pone de manifiesto la presencia del fenómeno del caudillo, quien, bajo sus diversas cualidades personales, divertidas marcas folklóricas y mortalmente serias máscaras ideológicas, emerge en América hispana como un punto de fuerza y de atracción en el caos creado por el derrumbe del orden colonial. Y este modelo autoritario se propagará a través de sus núcleos idénticos, semejante a los fractales de las impresionantes encarnaciones matemáticas del caos, por todo el panorama social, desde el padre de la patria hasta el padrino narco y el último padre de la familia. Como se sabe, el caudillo, paternalista en el mejor de los casos, tiende a considerarse como irremplazable, cultiva la gestión personalista y perpetúa la añeja tradición patrimonial de la realeza. Estas son actitudes y actividades que promueven el clientelismo de la ciudadanía en lugar del fomento de instituciones republicanas y cívicas independientes, aquellas que serían fundamentales para la verdadera vida democrática de la sociedad. El Estado encarnado en la persona del caudillo deviene una cáscara vacía que depende de sus caprichos. (100)

Así, dentro de la metáfora macondiana incluye la figura del caudillo, un héroe idealizado que no realiza verdaderas reformas, sino que se mantiene en discursos idealistas. Pero ¿los caudillos son los únicos responsables de la debacle latinoamericana? Los intelectuales también, afirma tajantemente Volek:

Así, Rodó opina que, un día no muy lejano, los yanquis, conscientes de la superioridad espiritual de los hijos de Ariel, solicitarán poder trabajar por ellos. Martí dictamina que los pueblos del mundo "harán llover riquezas" sobre Cuba, una vez liberada del yugo español. Vasconcelos, en su vuelo hacia la "raza cósmica", declara que los problemas de la vida práctica no le interesan y que prefiere enfocarse directamente en el tema estético del mejoramiento de las razas humanas. Mariátegui piensa que la revolución socialista resolverá automáticamente todos los problemas. Y así alegremente en adelante. (102)

El profesor checo afirma que los grandes intelectuales latinoamericanos, por mantenerse y continuar las proposiciones macondianas, han pronunciado discursos altisonantes que, por generaciones, han insuflado las almas de los latinoamericanos con visiones ideales de lo que podría ser la región, pero sin llegar a plantear estrategias racionales para alcanzar aquellos objetivos tan sublimes y vaporosos. Así, Volek se burla de los discursos de los intelectuales y políticos latinoamericanos, al señalar que todas esas fantasmagorías no han hecho más que darle la espalda a la modernidad y continuidad a la metáfora macondiana.

En realidad, la diferencia entre los dos mundos no podría ser más radical: en aquel entonces, los japoneses mandaron a sus jóvenes a las mejores universidades del mundo, a estudiar la ciencia, la tecnología y la industria de occidente, y estos jóvenes trajeron de vuelta la modernidad; en cambio, la América hispana mandó de paseo a París a sus ricachones, a sus zánganos y a sus poetas, y éstos trajeron de vuelta... el Modernismo (muy lindo y poético, por supuesto), acompañado de un rechazo esnob de la modernidad. (106)

Volek comprende la modernidad como el resultado de la ciencia moderna que condujo a un desarrollo tecnológico, industrial, comercial y económico a todos los continentes del mundo, excepto a Latinoamérica, precisamente porque cada vez que se intentaban conocer las condiciones de esta, se sacaba del bolsillo el relato esencialista de Macondo, así que sugiere:

Pero más que rezar habrá que trabajar con más inteligencia crítica: abrir las ventanas, que un poco de aire hace bien; dejar de llorar sobre la leche derramada, que ya huele mal y ni sirve para hacer queso; dejar de inventar la rueda para la humanidad, que ya está con otros medios de transporte; olvidarse de las truculencias de hacer siempre lo contrario a los yanquis, que ya son medio hispanos y medio todo el mundo, y precisamente por eso más fuertes que nunca; y, ante todo, nada de soberbias, sino aprender de donde se pueda aprender, de chico o de grande, sea Taiwán, África del Sur o la China de Deng Ciao Mao Ping... ¡Hasta la China y la India se han puesto en marcha! Solo la América hispana sigue hurgando en sus "esencias" y "profundidades". (82)

A pesar de la coherencia de los argumentos desarrollados por el autor respecto a la necesidad de modernizar las estructuras latinoamericanas, es necesario complejizar ese llamado "a la puesta en marcha hacia la modernidad". ¿Acaso la única manera de ser moderno es incluirse en las industrias productivas que tienen al planeta al borde de la catástrofe ambiental? Si bien Volek podría objetar que dicho cuestionamiento no hace sino dar continuidad a la idea macondiana de mantenerse al margen de las dinámicas globales, es necesario revisarla, puesto que sugiere que no hacemos parte de la modernidad cuando en realidad lo hemos sido, pero como su contraparte. Todo el desarrollo que Volek anhela para los latinoamericanos ha sido alcanzado por otras naciones a costa del lugar que nos ha sido asignado en la economía global como despensa de materias primas; desde la quina, durante la Colonia, hasta el coltán necesario hoy en día para todos los dispositivos tecnológicos modernos.

Aunque Volek evidencia el modo en que el relato macondiano reafirma nuestro rol económico -al exaltar el carácter virginal, rico e inhóspito de la región-, también es necesario interpretar dicha discursividad de otro modo, quizás como otra posibilidad de modelo de desarrollo. A pesar de que afirma que la perspectiva poscolonial no hace sino recuperar y celebrar esa visión macondiana de Latinoamérica, en realidad esta, y aún más la deconolonial, puede servir para plantearnos un modelo de desarrollo diferente para Latinoamérica: racional y, al mismo tiempo, respetuoso con los derechos de la naturaleza y de los hombres. Pero esa es una cuestión que excede tanto al libro de Volek como a esta reseña.

En cuanto a la segunda parte del libro, allí desaparece el autor teorizador de la cultura latinoamericana para dar lugar al profesor checo experto en lingüística que presenta su manera de comprender la teoría literaria y la filosofía del lenguaje. Volek empieza realizando una revisión sobre el estructuralismo y el posestructuralismo para mencionar el impacto de estas dos perspectivas en la teoría literaria del siglo XX. Enseguida, presenta el concepto de Umwelt (ambiente) que toma del campo de la bilogía para relacionarlo con la perspectiva husserliana de Lebenswelt -mundo de la vida-. Para establecer esta relación, el autor define la realidad no como algo que está fuera del sujeto, sino como un espacio en el que el sujeto habita y que habita al sujeto. De acuerdo con esto, el Umwelt es el hábitat semiótico y cultural que el sujeto crea a partir de la forma en que comprende la realidad, de modo que se convierte en un universo de jerarquías que existe en y alrededor del sujeto a partir de sus percepciones primarias. Con estas dos herramientas, Volek presenta la "ostensión" como una perspectiva biosemiótica renovadora para los estudios del lenguaje y la cultura en la medida en que invita a reflexionar de nuevo sobre la relación entre el lenguaje y la realidad, al evidenciar que el lenguaje es un espacio que se habita a partir de la construcción significativa que cada sujeto hace de la realidad. A esta perspectiva Volek contrapone la comprensión fenomenológica de los postulados realizados por Jan Mukarovsky. En ese sentido, al revisar los siete ensayos que componen la segunda parte del libro, el lector se encontrará con un estudioso del lenguaje que sopesa y reflexiona sobre diferentes perspectivas teóricas del lenguaje, sin llegar a asumir ninguna como propia ni verdadera.

A modo de epílogo, Pérez-Simón dispone dos ensayos muy distintos entre sí, en los que se puede observar a un Volek que argumenta como teórico de la cultura y el lenguaje. En el ensayo sobre la novela Paradiso de José Lezama Lima, se ocupa de evidenciar el modo en que la teoría macondiana aparece en uno de los sustratos narrativos de la novela, para luego dedicarse al análisis detallado de estructura y lenguaje de esta. Aunque este texto cierra el volumen, quizás el ensayo "¿Existe don Quijote? ¡Vaya putas, qué gustos!" podría dar una conclusión más acertada, puesto que allí el autor hace un recorrido rápido y mordaz por las teorías literarias del siglo XX, desde los aportes de los formalistas rusos hasta la deconstrucción derridiana del presente. Durante ese trasegar, el autor se ocupa más de asestar comentarios sardónicos a las diferentes formas de comprender el texto literario que en hacer una descripción juiciosa de estas. Así, llega a la conclusión irónica e hilarante de la inexistencia de Don Quijote y del lector mismo, luego de pasar por el tamiz de los diferentes postulados teóricos que han declarado, de forma subsecuente, la muerte del autor y del texto, para luego cuestionar su linealidad, su intertextualidad y su diferencia.

Al llegar a este punto del baratario de la teoría cultural contemporánea, veo que no solo supuestamente no existe Don Quijote -ni como obra ni como texto; cuanto más, se queda en una mancha intertextual algo indistinta-, sino que no existe tampoco ningún posible lector simultáneo con esta lectura de las teorías de la lectura actuales, o sea, yo.

Esta conclusión algo desconcertante me deja con una duda: que no exista yo, bien puede ser, aunque el mismo Don Quijote me advierte que "no hay otro yo en el mundo". Poca consolación si viene de un ente ficticio, inexistente. La vida es, en fin, una ilusión pasajera, un sueño, y bien trabajoso por lo demás. Pero tengo aquí en mis manos un bulto de papeles impresos que lee Don Quijote de la Mancha. ¿Qué hago? ¿Me quedo con la teoría o con Don Quijote? ¿Cuál de los dos es más quijotesco? Puede que Don Quijote no exista, pero parece que tiene más vida que todos nosotros. (348)

Así finaliza su ensayo cuestionando la capacidad de las teorías literarias para iluminar la obra y comprenderla en la materialidad de su textualidad. Si este ensayo es leído al final de la recopilación, el lector podrá identificar el tono cómico e irónico del autor, que muchas veces intenta alejarse del tono serio y amodorrado de muchos teóricos literarios. De modo que, a lo largo de sus quince ensayos, Volek plantea esos despistemes, aquellas ambigüedades teóricas que merece la pena revisar en el presente para hacerse un criterio propio, tanto de las perspectivas teóricas de la literatura, como de las narrativas latinoamericanas.

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