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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.22 no.1 Bogotá Jan./June 2020  Epub Apr 13, 2020

https://doi.org/10.15446/lthc.v22n1.82303 

Reseñas

Padilla Chasing, Iván Vicente. Sin remedio: una novela sobre la indiferencia y el escapismo de los colombianos. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2019, 242 págs.

Jorge Ovalle1 

1Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia


Sin remedio (1984), de Antonio Caballero, es una de las novelas que marcan un punto de inflexión en el panorama literario colombiano, no solo en la época del post-Boom, sino en el siglo XX en general. A través de la visión de un personaje principal, Ignacio Escobar, capaz de captar los profundos males que lo aquejan a sí mismo y los que aquejan a sus congéneres, Caballero realiza una evaluación estética de la situación colombiana después del Frente Nacional. Esta es, por lo menos, la premisa fundamental de la que parte el profesor Iván Padilla en el libro objeto de esta reseña. Esta afirmación, por supuesto, se complementa con tres ideas que van a ser cruciales a lo largo del texto, a saber: Sin remedio como una novela que dialoga con una tradición particular de la literatura occidental, la cómico-satírica; Ignacio Escobar como un personaje abúlico y las implicaciones narrativas y axiológicas que esto conlleva; y el contexto sociocultural en el que se ve inscrita Sin remedio.

El libro del profesor Padilla parte de una necesidad esencial respecto a Sin remedio: el hecho de que, en el campo literario colombiano, esta novela no haya sido objeto de un análisis crítico que se enfoque específicamente en la obra como un producto artístico y cultural. Esto ha derivado en aproximaciones que, a menudo, no abordan la obra como un todo y descuidan aspectos importantes de la propuesta estética de Caballero. Partiendo de este hecho, Padilla configura un texto que pretende abordar diferentes problemas esenciales a la hora de acercarse a Sin remedio.

El texto tiene una estructura clara que acerca al lector al análisis crítico. Para esto se utiliza un lenguaje sencillo y una organización coherente y didáctica que le permite al lector seguir las ideas fácilmente. Este análisis aspira a "convertirse en una guía, ya sea para el lector desprevenido, como para aquel que se dedica a los estudios literarios" (225), a través de tres problemas que el profesor expone de la siguiente manera: "el tipo de novela, el tipo de personaje y los problemas principales tratados en la trama novelesca" (225). Esto da lugar a tres partes tituladas "Sin remedio y la tradición cómico-satírica: continuidad y rupturas", "Ignacio Escobar o el escobarismo: un mal auténticamente colombiano" y "¿Qué no tiene remedio en Sin remedio?", respectivamente. Cada apartado contiene, a su vez, subtítulos que buscan desmenuzar las diferentes aristas desde las cuales se puede abordar el análisis. Estos dan cuenta, sin duda, de que la aspiración del texto de convertirse en una guía se cumple. Cada apartado, de manera concisa, nos introduce en un problema específico de la propuesta estética de Caballero en Sin remedio y ofrece una doble perspectiva de lectura: por un lado, su construcción permite que cada parte se lea como una unidad de sentido cerrada en sí misma, es decir, con una idea que tiene una presentación, un desarrollo y una conclusión específicas pero que, por otro lado, constantemente tiende puentes con otros aspectos de la novela que se desarrollarán en otros momentos de la reflexión, invitando así al lector a apreciar las diferentes partes que componen el libro.

A esta doble perspectiva de lectura se suma otro elemento que resulta fundamental para acercarse a este texto, independientemente de si es un lector desprevenido o uno profesional, como dijo el autor: la presencia constante del texto fuente. Es común encontrar textos en el panorama de la crítica colombiana que, de manera constante, relegan el texto primario a un segundo plano, como si se sobreentendieran todos los aspectos que hacen parte de él. Y, si bien, una de las premisas esenciales de un análisis crítico es la lectura previa del texto (o los textos) sobre el que versa el análisis, introducir el libro dentro del cuerpo de la crítica ayuda a la discusión. Este es, sin duda, uno de los méritos del ensayo. Es evidente que el presupuesto metodológico principal es el análisis textual proveniente de la sociocrítica que busca descubrir las relaciones que se establecen entre las estructuras textuales y las estructuras sociales. Gracias a las constantes referencias, citas y puestas en perspectiva de la novela, sin caer en el resumen, Padilla logra que los lectores de su análisis tengan la sensación de una segunda lectura, una lectura acompañada.

Para entrar en el cuerpo del análisis es necesario tener en mente las tres ideas previamente mencionadas y, a su vez, la gran afirmación de la visión individual de Ignacio Escobar como un elemento configurador del sentido global de Sin remedio, pues este, en mi opinión, es el mayor acierto del autor a la hora de evaluar estéticamente la obra de Caballero. Esta idea, sin embargo, no es extraña a los análisis previos de Padilla, pues se inserta en una categoría que ha venido trabajando en varios de sus escritos anteriores, la de novela fenoménica. Este tipo de novela, según él, evalúa la realidad y fenómenos socioculturales específicos a través de una mirada profundamente fenomenológica de alguno de sus personajes.

El ensayo comienza analizando el tipo de novela que propone Caballero en Sin remedio. Para acercarse a este problema, el autor sugiere dos caminos posibles: el primero consiste en establecer las rupturas que produce esta novela con la tradición literaria que le precede en Colombia y en Latinoamérica, es decir, el fenómeno conocido como el Boom y, más específicamente, Gabriel García Márquez como máxima figura de un movimiento estético particular. Para llevar a cabo este objetivo, Padilla se confronta con parte de la crítica que ha visto en Sin remedio una "novela de aprendizaje", una "novela de artista", una "novela urbana" o una "novela existencialista", a pesar de que estas categorías estén profundamente alejadas del verdadero propósito de Caballero. El segundo camino es establecer, precisamente, los diálogos que sí entabla la novela con la tradición que le precede y, desde ahí, tender un puente con la tradición cómico-satírica encarnada en autores como Cervantes y Rabelais.

En este apartado, Padilla alcanza una de las ideas que mejor funcionan dentro de su análisis y que, a su vez, desafían gran parte de la crítica con la que el mismo autor discute a lo largo de su texto. Padilla afirma que la forma y los recursos narrativos de los que dispone Caballero en su novela no son, evidentemente, experimentales ni arriesgados. Caballero se acoge a una linealidad en la narración que rompe con la experimentación formal propia del período estético y literario que le precede. A su vez, Caballero decide no darle un tratamiento mítico a la historia ni al momento sociocultural de su novela, lo que resulta, también, en otra ruptura. A partir de esto, Padilla es capaz de asegurar que la innovación de Sin remedio no responde a un orden formal de experimentación, de fragmentación en el discurso o de tratamiento mítico-mágico de la realidad, sino que se encuentra en el compromiso de Caballero con la verdad del contexto en el que se encuentra inmerso y en el que construye a Ignacio Escobar, su personaje principal. De esta manera, Padilla reacciona ante la crítica que ha visto Sin remedio como una novela sin mayor atractivo y desligada de su momento, pues como afirma el mismo autor: "[e]l hecho de que Caballero no adhiera a las fórmulas narrativas del Boom o el realismo mágico no quiere decir que, en calidad de novelista, no participe de los intereses y problemas que confrontan los novelistas colombianos [...]" (43).

El análisis continúa en el segundo apartado, dedicado al tipo de personaje que configura Caballero en Ignacio Escobar. De manera análoga al diálogo construido en la primera parte, aquí también se plantea una revisión de los grandes epígonos literarios que, en este caso, comparten el rasgo constitutivo primordial de Ignacio Escobar como personaje: la abulia. Este diálogo, puesto en perspectiva con el construido previamente acerca de la tradición cómico-satírica, supone para el lector uno de los primeros choques en cuanto al sentido y el tono de la obra, elemento que, poco a poco, va a ir descubriendo la esencia literaria de Sin remedio. Si en el primer diálogo la novela se enmarca en una tradición cómica, de subversión del orden establecido y con una intención clara de hacer reír al lector (pero no por ello de tratar temas banales o superficiales), en el segundo diálogo nos vemos abocados a una serie de personajes abúlicos que brindan una imagen profundamente desesperanzadora en su narración y que, en el caso de Ignacio Escobar, resulta siendo una postura axiológica frente a una realidad que lo sobrepasa y de la que simplemente desea desentenderse, anularse.

Esta postura de Ignacio Escobar, por supuesto, reviste una seriedad profunda y con un alto grado de oscuridad frente al porvenir, si es que en realidad existe alguno. De hecho, Padilla, identificando el sentir de Caballero a través de la visión del mundo de Ignacio Escobar, lanza una serie de preguntas que corresponden a la abulia de este personaje pero que, en realidad, interpelan a todos los lectores, tanto a los de la novela de Caballero como a los lectores de este análisis crítico. Pregunta el autor:

¿Cómo vivir en un país como Colombia? ¿Cómo alcanzar el Ser en un Estado anómico que no les garantiza a sus ciudadanos la posibilidad de desarrollar sus capacidades? ¿Cómo vivir en un país en el que no cambia nada, injusto, inicuo? ¿Cómo cambiar un país en el que sus ciudadanos carecen de voluntad? (98)

Estas preguntas, que calan como agujas y tienen un perturbador sentido actual, a pesar de haber sido escritas hace más de tres décadas, resumen no solo los cuestionamientos que dan lugar a Sin remedio sino, prácticamente, toda la carrera de Caballero como escritor, periodista y caricaturista.

Las preguntas, a su vez, dan paso al último apartado del análisis: los problemas alrededor de los cuales se configura la novela. Aquí el diálogo, herramienta fundamental de la crítica de Padilla, no gira alrededor de la tradición literaria precedente a Sin remedio, sino que se enfoca en los problemas socioculturales que atraviesan la obra y dotan de sentido su ubicación cronotópica, es decir, el contexto de Bogotá y de Colombia en 1974, en la víspera de las elecciones presidenciales que cierran el período conocido como el Frente Nacional y sus implicaciones en la novela. Padilla logra en este apartado, a mi parecer, el acierto más grande de todo su análisis: explicar el contexto y situar a sus lectores en un momento histórico determinado sin extenderse en una exposición histórica pormenorizada y que se aleje del texto primario, pues la explicación de los cuatro problemas que plantea la hace siempre partiendo de la novela. De esta manera, como lectores, vemos el primer problema: las consecuencias del Frente Nacional y de la Guerra Fría en el "gran evento democrático" que a menudo se cita en la novela, o en los amigos revolucionarios de Ignacio Escobar, quienes entran en conflicto con el protagonista por diferencias en su discurso, que carece de referente y que es más una copia que una verdadera ideología. Vemos también el problema de la identidad, o la falta de ella, a través de la presencia del grupo musical Los Auténticos, quienes tienen varias apariciones en la novela, pero sin ser nunca los mismos. La oligarquía colombiana, el tercer problema, no hace falta buscarla de manera minuciosa, pues el mismo Ignacio Escobar resalta frecuentemente a su familia como metonimia de esta clase oligarca y aferrada al poder y su desprecio hacia la misma. Y, por último, la indiferencia del pueblo bogotano, y en últimas colombiano, la vemos representada a través de Ignacio Escobar, su abulia y su desconexión con la realidad que, a medida que avanza tanto la novela como el análisis, se va apoderando del texto y determinando la manera en la que, como lectores, apreciamos el contexto en el que vive el protagonista.

Padilla logra hilar los argumentos que ha puesto en juego durante las dos primeras partes en este tercer y último apartado, de manera que el análisis encuentra una conclusión, más allá de ideas que brinden luces sobre la lectura de Sin remedio. Es así como se encuentran dos ideas fundamentales respecto al porqué de las características cómico-satíricas de la novela y a la configuración de la visión de Escobar. El autor afirma que "[a]l presentar bajo el lente del humor la realidad colombiana, no solo se invalida el tono serio y grave de lo denunciado, sino que al mismo tiempo se exhibe su lado indignante, inconcebible, absurdo [...]" (203), lo que da lugar a una narración capaz de representar y acusar problemas y comportamientos muy serios y graves en la historia colombiana, que corresponden tanto al orden de los hechos como al orden de lo social y lo cultural. De igual manera, presentar la narración fundamentalmente a través de la visión de Escobar, su propia experiencia de Bogotá, de la oligarquía colombiana y, en general, de la realidad, le permite a Caballero abandonar la denuncia periodística, propia de sus otras facetas, y configurar así una obra que atañe más a las preguntas que hábilmente identifica Padilla y menos a los hechos indignantes de uno u otro momento.

Para terminar, el análisis identifica a lo largo de su desarrollo momentos que resultan claves para cualquier futura lectura de Sin remedio, pero, sin lugar a duda, uno de los más relevantes es, en palabras del autor, el "logro estético más importante" (148) de Caballero. Este logro es revisar un momento histórico determinado, el del final del Frente Nacional y sus consecuencias para el país, y evaluar todo lo que este fenómeno conlleva para Colombia, no solo a nivel histórico y político, sino a nivel social. Al mismo tiempo que se realiza dicha evaluación, Caballero abandona el tono de la denuncia sociológica o documental, propia de las técnicas realistas más convencionales, para al final configurar una imagen de lo que, para Caballero, significaba Colombia a inicios de la década del ochenta. Y, para seguir en esa línea, el mayor mérito del libro de Padilla es brindar una lectura de Sin remedio que es capaz de reconocer sus fortalezas estéticas, su importancia en el campo de la novela colombiana y su inquietante actualidad, al mismo tiempo que deja abiertas muchas preguntas para que los nuevos lectores respondan.

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