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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

versão impressa ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.23 no.1 Bogotá jan./jun. 2021  Epub 06-Abr-2021

https://doi.org/10.15446/lthc.v23n1.90608 

Reseñas

Ramírez Gróbli, María del Pilar. Paisajes sonoros del retorno. Palma de aceite, despojo y culturas de paz en el posconflicto colombiano. Madrid, Iberoamericana, 2020, 424 págs.

María Angélica Garzón Martínez1 

1 Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja, Colombia


¿Cómo acercarse de forma comprensiva a las luchas adelantadas por diferentes comunidades campesinas en Colombia respecto a la tierra, la vida y la memoria en el marco impuesto por el monocultivo como eje de desarrollo territorial? María Del Pilar Ramírez Gróbli ensaya una respuesta en este libro, el cual parte de un análisis minucioso sobre el problema de la tierra en Colombia, la industria del cultivo de palma de aceite, el desplazamiento forzado y el retorno de la población. Con esto se aproxima a las luchas campesinas, gestionadas por las comunidades de los litorales del Atlántico y del Pacífico colombiano, a través de expresiones culturales como el canto y la literatura oral. La autora nos propone un análisis de líricas campesinas recopiladas en las comunidades de Las Pavas y El Garzal (Caribe) y en las comunidades afrodescendientes de Jiguamiandó y Curvaradó en las zonas humanitarias del Pacífico; estas líricas cuentan con una característica en común: exponen realidades asociadas al control de la tierra, el desplazamiento forzado y el retorno de la población, en medio de las dinámicas económicas y territoriales impuestas por la industria de la palma de aceite en estos territorios.

Discursos asociados a la necesidad de desarrollar el campo, industrializarlo y convertir al campesino en productor a gran escala han permitido la implementación de políticas y proyectos asociados al monocultivo en Colombia durante las dos últimas décadas. Hoy el país ostenta el cuarto lugar, entre el total de los países productores de palma de aceite en el mundo, y el primer lugar en el plano continental. Además del impacto que este tipo de cultivos tiene en términos de suelo, diversidad de la producción agropecuaria, soberanía alimentaria y distribución de la tierra, en el sur global son asociados al desplazamiento forzado, masacres, asesinatos, despojos y todo un repertorio de violencia desplegado por grupos al margen de la ley, que buscan hacerse con la tenencia y administración de grandes extensiones de tierras útiles para la industria del monocultivo. En Colombia, el monocultivo tiende a perpetuar los conflictos en torno a la tenencia de la tierra y las luchas por controlarla.

En este contexto, la autora enmarca la historia reciente de las comunidades estudiadas que, víctimas del desplazamiento forzado, deciden retornar, en medio de circunstancias adversas, para apostarle a la permanencia en sus territorios y a la defensa de la vida campesina. Aunque el acercamiento que realiza Ramírez Grõbli al problema del desplazamiento forzado -entendido como un dispositivo de control, administración y poder sobre los territorios y las poblaciones que es ejercido mediante acciones violentas, despojos e implementación de grandes proyectos de desarrollo- no es nuevo, la perspectiva de trabajar el retorno de población a partir de los mecanismos comunitarios de reconstrucción y cohesión social resulta reveladora. Así mismo, la intención de la autora es reconocer y dar lugar protagónico a los habitantes del campo y sus diversas expresiones; para esto, acude a la literatura oral como expresión de sentido, la cual expone historias de poblaciones subalternas y establece equilibrios de poder y gobernanza mediante la construcción de significados en torno a la tierra, el campesinado y el territorio, al asumir desde esta vocería acciones reivindicativas y de transformación.

Para Ramírez Grõbli, la música dota de nuevos significados al lugar, por tanto, tiene la capacidad de recrear afectos, sensaciones, recuerdos y añoranzas de mejores futuros, los cuales están en estrecha relación con acciones de reivindicación del territorio y la vida campesina. La música adquiere en este proceso una dimensión política. Dos hipótesis centrales del libro se ponen en juego. La primera tiene que ver con que las "prácticas sonoras y las manifestaciones orales nacidas de y desde localidades rurales construyen epistemologías alternativas" (24) y, la segunda, que las líricas de las canciones entonadas por campesinos y campesinas pueden entenderse a manera de corpus testimonial. A partir de estas líneas de análisis, la autora se pregunta por la relación entre la reafirmación del sujeto comunitario y las prácticas sonoras. Teóricamente, acude a una diversidad de autores que, desde el campo de la literatura, la música, la comunicación y los estudios culturales, aportan elementos de interés para los argumentos expuestos en el trabajo. A partir de conceptos como in-between spaces de Homi Bhabha, sujeto comunitario de Rafael Bautista o literatura oral de Adrián Freja de La Hoz, la autora elabora un análisis que integra el contexto, la interpretación y la recepción.

Metodológicamente, se trabaja a partir de un corpus conformado por treinta y siete cantos compuestos e interpretados por personas pertenecientes a las comunidades o recopilados en archivo. La autora explica que el interés por la oralidad corresponde a la forma en que la identidad de estas comunidades se constituye fuertemente a través de prácticas sonoras consolidadas a través de los años, mantenidas y renovadas por las distintas generaciones, las cuales no solo interpretan sus músicas, sino que innovan incorporando ritmos como el rap. El material recogido acompaña al libro en presentación de cd y resulta valioso por su calidad de inédito, pero también, porque sus argumentos, estructura y estética narran la fortaleza de estas comunidades, los procesos de reconstrucción, los reclamos y escenarios organizativos, lo cual entrega pistas valiosas para un posible tránsito hacia el posconflicto.

En términos de lo que cantan los cantos, la autora encuentra que la mayoría de las líricas narran hechos asociados al desplazamiento forzado y el retorno; en sus palabras: "el antes, el durante y el después del conflicto" (332). Entre los temas más recurrentes se encuentran aquellos asociados con labores del campo como la agricultura y la pesca, el acceso a la tierra, el agua y otros recursos naturales. Resaltan historias sobre la organización campesina como eje de la vida comunitaria, significados de hogar, percepciones sobre las interacciones de los actores, experiencias sobre lo divino y lo supranatural. En general, las líricas pueden ser agrupadas en tres grandes temáticas: 1) contienda, 2) objetos y sujetos de contienda y 3) agente colectivo y religión. Este último elemento es de especial importancia para las comunidades con las que se realizó este trabajo, pues buena parte de su producción lírica y musical está en relación con la dimensión espiritual. Respecto de los ritmos musicales, la autora encuentra dos predominantes: el vallenato para los adultos y el rap para la población joven.

Resulta de interés el tratamiento de autores que se le da a los compositores, que a la vez son testigos de los hechos ocurridos. Así, la lírica adquiere estatus de testimonio que cuenta los acontecimientos resignificándolos. Se cantan los hechos, los lugares, las personas, las preocupaciones, las luchas. Se asume el duelo y se domestican los dolores, se les hacen más llevaderos a la vez que se despierta una conciencia frente a las exclusiones históricas que reclaman cambios estructurales. Las realidades se exponen, se explican y se proyectan como diferentes a partir del canto; por esto, no es solo expresión, es transformación y acción política. La autora ubica dos tendencias en estas narrativas: una que responde a un relato temporalmente estructurado, que da cuenta de un razonamiento propio, y otra en la que diferentes ideas se coordinan entre sí, sin que exista una cronología plenamente establecida.

Las implicaciones de esta organización temporal de la narrativa respecto al autor/testigo y su lírica/testimonio son un asunto que vale la pena estudiar con mayor profundidad. Ahora bien, lejos de la lógica moderna, la autoría aquí no es una figura individual, sino una conectada con lo colectivo que representa a un "nosotros" en lugar de un "yo", esto corresponde con lo que en el texto se denomina sujeto comunitario.

¿A quién se le canta? Esta es una de las preguntas que la autora se hace. Al revisar el corpus lírico, ella encuentra que se le canta al poder ejecutivo representado en el "señor presidente", algunas veces nombrado con nombre propio: "doctor Samper" o "doctor Uribe". En otras ocasiones se hace referencia a "los empresarios", "el campesino", "el labriego", "el pueblo", "el niño", "los animales", "las organizaciones", "el proceso", "los actores armados", "Chocó", "hermanos míos", "la gente que no valora al campesino" y "Dios". De esto es interesante que los cantos no solo cuentan con un destinatario, sino que, dependiendo de este, desarrollan ciertas temáticas. Es el caso de los cantos dirigidos a las comunidades, en los cuales se exponen diferentes mecanismos para afrontar los conflictos por la tierra o la expresión que resulta común en estas líricas: "les voy a contar" donde automáticamente se involucra al oyente en el microrrelato. Otra de las estrategias narrativas en estos cantos es la asignación de responsabilidades: "Por culpa de las palmeras he quedado a la deriva" o "por culpa de las palmeras tengo un dolor en el alma" son fragmentos de una canción que se entona en la comunidad de Las Pavas.

Varios de los cantos compuestos y entonados por las comunidades del Pacífico y del Caribe colombiano estudiadas dan cuenta de los cambios y efectos producidos por el cultivo de palma aceitera en términos ambientales, sociales y de su incidencia en el conflicto armado. El monocultivo es representado desde una lógica de contrarios, en la cual la palma trae la ausencia de lo propio y la condena a muerte de la tierra y la cultura agrícola; mientras que la vida campesina aparece como antítesis de la violencia y es representada en sintonía con los ciclos naturales y como parte de una articulación mayor denominada territorio. En este marco, desplazamiento forzado y despojo subyacen como líneas narrativas fundamentales que expresan la profunda ruptura con la vida, los lugares y sus significados para quienes han padecido esta experiencia. El retorno, por su parte, se expresa no solo como un volver, sino como un retorno a lo vital, a lo mítico-original: "[l]a voz lírica reconstruye la ontología campesina, atribuyéndole su destino a la mano divina, que configura las circunstancias de la vida del hombre, ya sea marcado por la fuerza suprema de Dios o como construcción entre hombre-naturaleza y deidad" (354).

El retorno significa entonces un continuo del desplazamiento forzado que surge precisamente por una ruptura inesperada, violenta, no deseada, pero, especialmente, por una despedida inacabada que cifra en sí misma la posibilidad de volver: una despedida sin despedida. Aquí está uno de los elementos más llamativos del análisis de la autora: entender el retorno como una narrativa que no se ubica necesariamente en un tiempo lineal, donde volver aparentemente finaliza la trayectoria del desplazamiento forzado, sino como un proyecto actual, a futuro, un horizonte de sentido que es, a la vez, punto de llegada y punto de partida. Ahora bien, el retorno en las líricas no solo marca unos tiempos en estas, sino además reivindica el mundo campesino y al campesinado desde sus luchas y formas organizativas.

El libro se constituye en un testimonio musical de la forma en que las comunidades afectadas por violencias profundas y estructurales reconstruyen sus mundos y se empoderan políticamente para reclamar el derecho de vivir dignamente en el territorio. La música surge para aliviar el dolor, rehacer la memoria, comunicar historias y consolidar procesos de retorno. La mirada cifrada en la reconstrucción social y en la lucha por mantener formas de vida campesina presenta una arista distinta del conflicto armado, la cual permite ubicar a las comunidades como participantes activos de procesos orientados a la convivencia pacífica, a la relación equilibrada con el medio ambiente y a un desarrollo territorial propio. Es una mirada que presenta y documenta las tensiones propiciadas por lógicas económicas globales y su implementación violenta en las localidades: la forma en que los cultivos de palma de aceite vienen extendiéndose en los territorios a la fuerza y mediante una serie de promesas de bienestar económico incumplidas. Para las personas interesadas en el tema del retorno de población, el texto de Ramírez Gróbli nos proporciona una cara novedosa de este proceso al leerlo desde una perspectiva cultural y literaria que deja planteadas, ojalá a propósito, una serie de líneas de análisis para continuar investigando y aportando a la vida y a las luchas campesinas.

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