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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

versão impressa ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.23 no.2 Bogotá jul./dez. 2021  Epub 19-Jul-2021

https://doi.org/10.15446/lthc.v23n2.94884 

Artículos

De La caridad al Almacén de los niños: representaciones heroicas y míticas en las publicaciones periódicas colombianas para niños en el siglo XIX

From La caridad to Almacén de los niños: Heroic and Mythical Representations in Colombian Periodicals for Children in the 19 th Century

Da La caridad ao Almacén de los niños: representações heróicas e míticas em periódicos infantis colombianos do século XIX

Eliana Lucía Sepúlveda Montenegro1 

1 Universidad del Quindío, Armenia, Colombia elsepulveda@uniquindio.edu.co


Resumen

La prensa colombiana decimonónica y literaria para niños tiene especial desarrollo a partir de 1870. Años antes, los periódicos El mosaico, Biblioteca de señoritas, y luego la página para niños de La mujer, allanaron el camino mediante la publicación de textos para niños. En este artículo se abordarán dos temas: una discusión frente al concepto de literatura para niños -a la luz del concepto de infancia-; y una descripción de los tipos de héroe protagonistas de la prensa decimonónica para niños, específicamente el modelo de libertador y de la Virgen María como héroes míticos. En el corazón de estos temas se encuentra la importancia de la producción editorial que hace parte de la literatura infantil y la necesidad de incluir las publicaciones periódicas para niños en la investigación histórica e historiográfica. En este sentido, este artículo es parte de la investigación frente a la literatura infantil decimonónica en Colombia, aún, en su mayoría, inexplorada.

Palabras clave: Colombia; infancia; prensa infantil; siglo XIX

Abstract

The nineteenth-century and literary Colombian press for children had a special development since 1870. Years before, the newspapers El mosaico, Biblioteca de señoritas, and later the children's page of La mujer paved the way by publishing texts for children. This article will address two topics: a discussion regarding the concept of children's literature -in light of the concept of childhood-; and a description of the types of heroes featured in the nineteenth-century press for children, specifically the model of the liberator and the Virgin Mary as mythical heroes. At the heart of these issues is the importance of editorial production that is part of children's literature and the necessity of including periodicals for children in historical and historiographic research. In this sense, this article is part of the investigation around nineteenth-century children's literature in Colombia, still largely unexplored.

Keywords: Colombia; childhood; children's press; 19th century

Resumo

A imprensa literária infantil colombiana do século xix teve um desenvolvimento especial a partir de 1870. Anos antes, os jornais El mosaico, Biblioteca de señoritas e, posteriormente, a página infantil de La mujer abriram caminho com a publicação de textos infantis. Este artigo abordará dois tópicos: uma discussão sobre o conceito de literatura infantil - à luz do conceito de infância-; e uma descrição dos tipos de heróis apresentados na imprensa infantil do século XIX, especificamente o modelo do libertador e da Virgem Maria como heróis míticos. No cerne dessas questões está a importância da produção editorial que faz parte da literatura infantil: a importância de incluir periódicos para crianças na pesquisa histórica e historiográfica. Nesse sentido, este artigo faz parte da investigação contra a literatura infantil do século xix na Colômbia, ainda pouco explorada.

Palavras-chave: Colômbia; infância; imprensa infantil; século XIX

"Pueda tu dios llamarte con un buen nombre":1 un recorrido a partir de la infancia y la literatura infantil en la historia

EL NACIMIENTO DE LA LITERATURA para niños, más que un lugar, es un proceso. Mucho se ha discutido ya en la literatura actual sobre la conceptualización del término, y es común la definición de que la literatura para niños es esa que tiene un lector específico, infantil, en mente. Sin embargo, más que el quién, el problema más común se puede rastrear en la falta de acuerdo sobre el momento en el que surge, si es que hay tal, el concepto de niño. Situar lo que algunos llaman "el descubrimiento de la infancia" sigue siendo un punto de discordia entre las diferentes corrientes del área. Unos, de la mano de Phillippe Aries, proponen que la infancia es una idea moderna y, por tanto, no existía la niñez como edad diferenciada de la edad adulta antes de la Modernidad: los niños eran retratados como adultos pequeños y con necesidades similares a estos. Otros académicos, de tradición angloeuropea en su mayoría, defienden la idea de que la infancia no es un concepto independiente y que va de la mano de otros conceptos socialmente móviles, especialmente los relacionados con el de familia (ver Truscott; Morrison; Wooden; Lee; entre otros). La caracterización de la infancia tendrá una fuerte relación con la de familia y el lugar que esta debe ocupar en una comunidad específica.

Si bien ambas corrientes no necesariamente se contradicen, sí generan un problema de historización que ha tenido consecuencias complejas en el campo, especialmente frente a la selección de fuentes y materiales de trabajo. Situar el nacimiento de la infancia en la modernidad implica, necesariamente, que los textos anteriores se expliquen como antecedentes o rarezas y no como fuentes que es preciso trabajar y entender. Así, el Orbis Sensualium Pictus, de Comenius, publicado en 1658, o las fábulas de La Fontaine, de 1668 no pueden ser literatura para niños (¡pues no hay infancia antes de la modernidad!), sino antecedentes de esta. La situación, evidentemente incómoda a nivel conceptual, se complica ante la puesta en escena de otros factores materiales (la existencia o no de la imprenta, de la escuela o de entes alfabetizadores como la Iglesia, o la clase social de los niños) o frente a la imposibilidad de seguir el rastro a las literaturas orales.

Ante el descubrimiento de nuevas fuentes de archivo, se nos plantea entonces una situación cada vez menos sostenible. Primero, plantear que lo que encontramos no es literatura infantil, porque son textos educativos, religiosos o moralizantes, o bien que no lo es porque no está escrito para lo que nosotros, hoy en día, entendemos como infancia. Esto, un sesgo cultural frente a los archivos, puede ser solucionado a partir del reconocimiento del lugar temporal desde el que se lee y, al mismo tiempo, del lugar en el que las fuentes están ubicadas, tanto a nivel cultural como temporal. Esta solución abre puertas de investigación y permite redescubrir fuentes que no se habían trabajado en el campo en cuestión. Es quizás por esta razón que en la última década han surgido investigaciones que incorporan fuentes que no se habían incluido dentro de lo que entendíamos como literatura para niños, incluyendo publicaciones periódicas que, por su naturaleza, son de difícil acceso y archivo. Son documentos que devienen en eslabones antes considerados inexistentes en la literatura infantil americana: el paso de la literatura importada a la literatura en traducción y adaptación, y de esta a la constante aparición de páginas, periódicos y revistas, u otras publicaciones periódicas para niños escritas por autores americanos.

Las referencias a estas publicaciones en América Latina pueden rastrearse tanto en artículos relacionados con la historia de la educación como con algunos que directamente empiezan a tratar el tema de la prensa para niños y su posicionamiento como documento literario. Se trata de un tipo de documento con unas características específicas frente a la caracterización de los lectores, posicionamientos políticos y religiosos, y, de alguna manera, la construcción de unos primeros parámetros frente a lo que hoy llamamos literatura infantil. Entre estos trabajos, son fundamentales en América Latina los de Beatriz Alcubierre Moya (Ciudadanos del futuro) y Rosa María Ruiz Murrieta en México, quienes, desde dos perspectivas distintas, proponen una historia de la literatura infantil del siglo xix. Estas autoras parten de trabajos previos llevados a cabo por autores entre los que se destacan Terrazas de Galván, Susana Sosenski y Escalante Fernández. Así mismo autoras como Norma Alloatti y Sandra Szir, de Argentina, o Diana Guzmán, de Colombia, exploran, a partir de una búsqueda profunda en archivos de materiales educativos, la incorporación de estos en la historia literaria.

En general, las historias y los trabajos consultados han transitado un continuum teórico que tiene como uno de sus extremos la negación de la infancia decimonona; tal es el caso de Beatriz Helena Robledo (Todos los danzantes), y como polo opuesto la argumentación de que toda comunidad en todo tiempo ha tenido niños receptores de textos literarios creados para ellos (haciendo una paráfrasis libre de Seth Lerer). Esta relación con la infancia -y su existencia o no- nos plantea además un problema de interpretación histórica que solo se resolverá, de manera individual, a partir de una decisión teórica que será reforzada o deshecha por las fuentes a las que tengamos acceso y, en cuanto campo académico, dependiendo de nuestro quehacer y crítica frente a las teorías que han nacido y tomado fuerza frente a las fuentes que van surgiendo.

En ese sentido, este artículo entiende la idea de que la infancia es un concepto culturalmente cambiante "que adquiere significado en relación con otros estadios de desarrollo personal y vida familiar" (Lerer 11). Esta propuesta -columna del trabajo de Lerer- se ve reforzada por el trabajo de otros historiadores en el área, quienes aducen que uno de los problemas del trabajo de Aries es que este no era un especialista en los siglos en los que proclamó el descubrimiento de la infancia, y que es probable que el axis de su tesis sea el desconocimiento de la diferencia del concepto de infancia a través del tiempo. "Lo que su tesis propone es que en los siglos previos se pensaba sobre la infancia de manera diferente a como lo hacía la Francia del siglo xvii" (Adams, "Medieval Children's Literature" 2).2 Sin embargo, esto, tal y como propone Adams, es cierto para cualquier lugar y tiempo en el que se hable de niños "la concepción de Infancia es diferente tanto para la primera mitad del siglo xx, como para la segunda; para los ricos, los pobres en la urbe, la clase media acomodada, generalmente suburbana" (Adams, "Medieval Children's Literature" 2).3

Es decir, si la infancia es un concepto socialmente dependiente, su literatura tendrá características que se adapten a lo que la sociedad entienda por niño. En este sentido, creo que es preciso entender la literatura para niños a la luz de lo que las fuentes nos proponen. Frente a la historia de la literatura infantil no solo es preciso, sino indispensable, dada la fragilidad de las fuentes y el riesgo de pérdida de los archivos.

Para explicar a qué me refiero cuando escribo sobre literatura infantil decimonónica, el trabajo de los anteriores autores -Adams y Lerer, entre otros- se torna imprescindible. La literatura para niños tiene una estrecha relación con la necesidad de transmitir la herencia cultural, social y económica de la sociedad en la que se inscribe. Esto, para los niños, parece ser equivalente a que la creación y la adaptación de textos tenga dos lugares de habitación principal: el primero en el ámbito de lo oral en el seno del hogar, y el segundo en el ámbito educativo y pedagógico, bien sea privado, público o colectivo. No es extraño, entonces, que las primeras evidencias de literatura infantil pueden encontrarse en tablillas y papiros que se conservan de la cultura sumeria. De acuerdo con Adams, esta cultura produjo de manera extensa canciones, arrullos para niños en edad preescolar y textos pedagógicos para niños que asistían a la edubba, una "institución privada y secular, un centro de aprendizaje para futuros escribas del templo y el palacio" ("The First Children's Literature?" 3). De acuerdo con este autor, dentro del canon para niños se encontraron formas literarias como himnos, proverbios y fábulas, composiciones escolares, diálogos y debates religiosos que esperaban tanto formar al niño en espacios como la religión, la historia y el sistema de valores, como procurar al niño una forma de esparcimiento y diversión.

Estos textos se podrían leer como una excepción, si la historia de la literatura fuera la historia de una evolución continua, diferente a la de la humanidad. Distintas civilizaciones han descubierto y olvidado, han escrito, leído y descubierto la redondez del mundo una y otra vez en distintos lugares del planeta. Nuestra memoria se pierde y revive en cada archivo, en cada ruina, en cada símbolo que olvidamos o descubrimos. Si no fuera por las fuentes, nos veríamos obligados a empezar de cero siempre, descubriendo la rueda cada tanto.

Para la literatura para niños, esto parece ser especialmente cierto. Además de los contenidos literarios para niños sumerios encontrados en las tablillas, un antecedente fundamental de lo que se entendió como literatura infantil en este trabajo son los textos para niños de las culturas griegas y romanas. Su representante más popular, la fábula, es quizá el summum de una idea que se repite en los orígenes de la literatura infantil: la relación innegable entre la necesidad de preservar la ideología existente y de "formar al niño como ciudadano" (Lerer 35). La fábula es un puente directo entre la literatura de tradición oral y la que se producía con fines de educación para la élite. Según Lerer, "la historia del paso de la transmisión oral a la escrita" (62). Un texto literario y educativo en el que maestros, acompañantes y nodrizas tuvieron un papel fundamental como cocreadores, mediadores, traductores o, llanamente, autores. Estas fábulas, adaptaciones de poemas, pasajes de la Ilíada, la Odisea y la Eneida, diálogos entre padres e hijos, y un sinfín de textos cuidadosamente seleccionados para niños nos proponen una mirada diferente a cómo, dónde y qué buscamos. Lo que se ha encontrado como literatura para niños en estas culturas tenía la forma de tablillas y papiros, creados y adaptados por maestros y cuidadores para sus estudiantes (ver figura 1).

Figura 1 Los trabajos de Hércules. Papiro Oxirrinco XXII 2331. 

En un antecedente directo de lo que reconocemos como nuestra cultura, el acervo para niños, por lo menos aquel del que conservamos archivo, se expande. Para la Edad Media, los archivos se multiplican y los ejemplos también. Los autores consultados coinciden en anotar que los textos para niños muestran algunas características comunes que, en palabras de Adams, son las siguientes:

Algunos indicadores para tener en cuenta son: lenguaje simple, material introductorio que indica una audiencia infantil, referencias en las ilustraciones, la naturaleza de los manuscritos, su origen, la popularidad y fluidez del texto, los otros trabajos con los que el texto está conectado, el uso de partes del material en textos pedagógicos, y el contextos histórico y cultural.4 (Adams, "A Medieval Storybook" 7)

En esta época encontramos un archivo más nutrido de libros de historias, libros de consejos de padres a hijos, proverbios y poemas, obras de teatro y, por supuesto, fábulas. Así mismo, la inclusión de la sagrada familia como objeto de adoración de la religión católica permitió que la imagen de un Jesús niño se viera fortalecida en los textos religiosos y educativos, además de que fuera usada de manera popular tanto en juegos como en canciones y literatura. De este modo, se fortalecía la importancia de la infancia en las expresiones literarias. Se popularizaron entonces las historias de los niños aprendices, sus costumbres, sus alegrías e infortunios, deviniendo hoy en una rama de estudio y trabajo sobre el canon literario para y sobre niños del medioevo. Talbot, Adams ("The First Children's Literature?"; "A Medieval Storybook"), Lerer, Truscot, entre otros muchos, dan cuenta de una gran variedad de textos didácticos, adaptaciones de obras, poemas hagiográficos, nanas infantiles, canciones, historias, mitos y relatos, no solo de entretenimiento, sino también de "una literatura basada en el conocimiento de la lectura y la escritura y en el poder" (Lerer 128).

Estos, que son ejemplos puntuales, nos llevan a preguntarnos si la falta de investigación frente a la historia de la literatura para niños en Colombia no se debe a una suerte de prejuicio frente a su calidad, además de una comprensión anacrónica del concepto de niño. Para abrir los espacios necesarios tanto de estudios teóricos como críticos que permitan el desarrollo y profundización del área, es preciso estudiar las infancias, no como un concepto estático, sino, más bien, como un concepto variable cultural y socioeconómicamente. Esta verdad de Perogrullo evitará que el campo literario continúe dando la espalda a una de las formas de la literatura que se presume tan antigua como la humanidad y que se siga evitando el estudio de textos de incalculable valor por sesgos que una lectura habitada temporalmente puede curar. Hoy, frente a la gran cantidad de investigaciones que debaten la llamada teoría de Ariès, resulta incomprensible que se parta de esta para hacer análisis historiográficos en literatura infantil, especialmente porque esto puede permitir que archivos en riesgo de desaparecer sean pronto irrecuperables.

"Paso a nosotros, los que venimos después e iremos más allá": representaciones e imaginarios del niño en la prensa infantil del siglo XIX

El siglo XIX, desde la perspectiva antes planteada, precisa de un tipo de investigación que nos permita entender las características de la literatura infantil y procure respetar su contexto. Por ejemplo, frente a la pregunta de por qué no se encuentran una gran cantidad de libros para niños en los archivos, vale la pena preguntarse por los medios de publicación. En este caso específico, por una de las formas más populares de publicación de los autores colombianos decimonónicos: las publicaciones periódicas. Dentro de estas, el espacio creado para la infancia se abre en un universo de publicaciones en las que hay tesoros aún inexplorados: prensa escolar con contenidos literarios, ensayos y recomendaciones para los lectores; prensa para las familias en las que se incluyen apartados literarios para niños; y, por último, la prensa infantil pensada en su totalidad para ser leída por las y los niños decimonónicos.

Las publicaciones periódicas del siglo XIX para niños han sido reseñadas por algunos autores de manera tangencial en las historias de la literatura infantil. Robledo, por ejemplo, señala al Mosaico como uno de los precursores de la literatura infantil en Todos los danzantes. Sonia Truque reseña la existencia de El almacén de los niños en su informe de investigación homónimo; y autores como Castilla, Bravo Villasante, entre otros, señalan la importancia de los autores decimonónicos como precursores de la literatura infantil nacional. Gracias a estas autoras, la investigación frente a la literatura para niños en la prensa decimonónica empezó a enriquecerse con otras investigaciones, como las que surgieron en el semillero en Literatura Infantil y Juvenil a cargo de la profesora Carmen Elisa Acosta, la publicación de la antología El aura juguetona (Escobar Chacón, Becerra González y Caviedes Alfonso), o los artículos frente a la prensa para niños como juguete infantil en el siglo XIX de Diana Aristizábal.

Así es que, en el marco de la investigación desarrollada con el semillero, encontré que el periódico reseñado previamente por Truque estaba resguardado en la Biblioteca Luis Ángel Arango, y que este conducía a otros que no estaban aún en el radar de investigación académica. Periódicos que fueron catalogados como "literatura infantil" en la Biblioteca Nacional, por ejemplo, se presentaron como un descubrimiento ante la falta de referencias frente a la época en las historias literarias nacionales. Los periódicos, en su totalidad pensados para un lector niño, y con un apartado literario central, parecen empezar a ser publicados hacia 1870, como un desarrollo de los periódicos escolares. Así, dos de estos periódicos encontrados -El alba (1899) y La aurora: Periódicos para niños de uno i otro sexo (1870)- se publican en el seno de una institución escolar, pero no tienen contenidos explícitos de apoyo al aprendizaje, como sí sucede en periódicos como El maestro de escuela (1872) o La escuela normal (1875). Los otros periódicos encontrados son El álbum de los niños (1871, 1876, 1893), El almacén de los niños (1890), El campesinito: juguete infantil (1892), y por último, la "Página para niños" del periódico La caridad (1864).

Los anteriores periódicos, fuente primaria de esta investigación, hacen parte del corpus de publicaciones periódicas de la Biblioteca Nacional. La caridad (o La caridad: lecturas del hogar; La caridad, o, correo de las aldeas; La caridad, libro de la familia cristiana) fue publicada regularmente entre 1864 y 1914. La "Página para niños" tuvo una publicación quincenal entre octubre de 1864 y junio de 1870, con aportes en traducción, adaptación y creación de escritores como José María Vergara y Vergara, Fernán Caballero y José Joaquín Ortiz, además de préstamos de diferentes periódicos españoles y mexicanos, entre otros. La aurora: periódico para niños de uno i otro sexo es un periódico publicado en 1870, del cual se conserva un solo número, que se puede encontrar tanto en la Biblioteca Nacional, como en la Luis Ángel Arango. Esta publicación, cuyo redactor es Fernando José Romero, se compone de cuentos cortos y una sección de proverbios y consejos para padres. El álbum de los niños fue una publicación que tuvo tres series: la primera fue publicada de manera quincenal de 1871 a 1873; la segunda en 1876 con publicaciones semanales de las que se conservan números entre mayo y agosto; y la tercera, publicada en 1893 también de publicación semanal, conserva pocos números. El campesinito: juguete infantil es un periódico inicialmente reseñado por Diana Marcela Aristizábal, y publicado en 1898 por los niños de la escuela de Tabio. Los números que se conservan en la Biblioteca Luis Ángel Arango son pocos y tienen algunas páginas perdidas, pero parece que su publicación fue semanal y prolífica. En esta biblioteca hay números desde el 180 hasta el 208. Sus páginas fueron manuscritas por los distintos colaboradores. El almacén de los niños fue impreso en Bogotá en la Imprenta de Samper Matiz en 1890; su director fue Ignacio Borda. A la fecha ha sido posible hallar tres números en la Biblioteca Nacional y en la Luis Ángel Arango, dos de la primera serie y una especie de catálogo de un almacén homónimo de 1893, que cuenta con el mismo diseño del periódico. Por último, el periódico El Alba, que reposa en la Biblioteca Nacional, cuenta con once números de publicación semanal durante 1899. Sus artículos están a cargo de los estudiantes y profesores del Instituto Froébel.

En estos periódicos, la literatura infantil es una propuesta de configuración de un sistema mítico y patriótico desde edades tempranas. Un sistema que estuvo al vaivén de las necesidades políticas y pedagógicas, pero que se mantuvo estable en unos acuerdos tácitos y fundamentales sobre el deber ser de los niños y sus roles a seguir. Estos roles, que se podrían traducir en héroes patrios, religiosos, culturales y domésticos prototípicos, fueron parte fundamental de los periódicos para niños y encarnaron un sistema ideológico que permitió construir un tejido social, cultural y económico que respondiera a las necesidades políticas y sociales del momento, y que tomara distancia de la herencia española.

Estos héroes constituían estereotipos con los que se esperaba llegar a los lectores de manera eficaz. Eran personajes que, más que ser una forma que daba vida a la historia, se transformaron en símbolos cargados de contenido. Ellos se convirtieron en mensajeros de la élite letrada que escribía los periódicos y fueron modelados como madres perfectas, libertadores todopoderosos y niños angélicos o diabólicos. Como lo propone Nikolajeva, para la construcción de personajes con una alta carga ideológica, "el autor del libro para niños será probablemente más explícito acerca de las características, comportamientos y motivaciones de los personajes, pues la construcción que hace el autor del lector implícito es consciente y deliberada" (45). Estos personajes son, de alguna manera, medios que precisan de características radicales, puras, conclusivas, sin cambio, para mostrar una realidad ideal por alcanzar: héroes niños o personajes alegóricos que, o bien aprenden lecciones de la mano del lector, o son "virtuosos sin medida, buenos, nobles, piadosos, obedientes y modestos" (Nikolajeva 77).

En los periódicos nombrados anteriormente, este tipo narrativo -el héroe de la literatura para niños- se divide en tres grandes categorías: el héroe mítico, el héroe romántico y el héroe doméstico. El héroe mítico es el que encontramos más comúnmente en los relatos bíblicos. Atraviesa un rito de iniciación, es sujeto de una serie de pruebas que comienzan con su separación de una situación que podemos llamar "normal". Un niño que está en la escuela, un hombre joven que vive en la casa materna, y es llamado a alejarse de ella para cumplir un mandato divino o social que lo hará llegar cargado de gloria.

Una de las formas más populares de héroe mítico en los periódicos es el que dio su vida por la patria. Este hace parte de los personajes plutárquicos, es decir, personajes históricos y políticos que son modelo de virtud cívica para el resto de los personajes del relato y para los lectores de los periódicos seleccionados. Este tipo de personajes, según Nikolajeva, son emblemáticos, pues permiten personificar virtudes y vicios, y son usados de una manera explícitamente didáctica. En esta categoría encontramos al héroe favorito de la prensa decimonónica, Simón Bolívar, con mención en textos como biografías y relatos, o como una suerte de personaje cero, omnipresente y que dirige -como imagen, horizonte o noticia- el ser de un personaje primario.

El héroe romántico es un personaje que tiene características que lo hacen superior a sus congéneres. Por alguna razón llega a la obtención de un objeto que le da poderes; o bien son valientes, fuertes o invencibles fuera de lo que podríamos llamar normal para un personaje de la vida cotidiana. Son héroes

típicamente mejores o más afortunados que nosotros [...] tienen la fuerza y el coraje para superar grandes peligros, amantes que encuentran compañeros apropiados, investigadores de inteligencia excepcional que descubre verdades ocultas o personas buenas y compasivas cuyas dificultades se ven resueltas por alguna figura superior. (Nikolajeva 68)

Estos héroes también pueden caracterizarse como héroes anónimos, personajes que, desde su representación, establecen una comunicación más horizontal con su lector. Estos personajes, más que hombres ilustres, nos representan el día a día de los niños y nos permiten conocer las interpretaciones, deseos y críticas que sobre la sociedad del momento hayan tenido los autores y editores de los periódicos. Estos otros héroes se caracterizan por su falta de complejidad: son valientes, listos, buenos, y no parecen entrar en conflictos internos mayores. Cuando se representan como niños, son inocentes y es su inocencia el arma capaz de vencer el mal en cualquiera de sus representaciones. Los niños heroicos pueden desempeñarse en diferentes contextos: principalmente dentro del hogar y la escuela, pero también en el campo de batalla. Los conflictos más importantes de este tipo de héroes son los que implican decisiones morales, o las llamadas "batallas internas".

En el caso de los textos literarios de las publicaciones periódicas para niños publicadas en entre 1870 y 1899, una de las formas de transmisión ideológica que podemos encontrar está representada especialmente en imágenes complejas en las que se establecen prototipos míticos: héroes culturales, políticos, históricos, patrios, religiosos, familiares y escolares que se formaron en los artículos de los periódicos y que fueron parte de una nueva base mítica, que permitió establecer relaciones y diferencias con el pasado cultural y político colonial. Los escenarios en los que se mueven estos héroes corresponden a las necesidades de esa mitología. El espacio de habitación era específico, y solo muy de vez en cuando hay textos que tienen lugar fuera del país (para nuestros héroes patrios), o del espacio del pueblo, el hogar y la escuela, es decir, de la primera experiencia social, política y cultural del niño.

Los personajes son prototipos de un deber ser ciudadano, como estrategias discursivas para representar y modelar al niño como futuro representante de la nación. La representación de los espacios habitados por estos niños literarios y su función social en el hogar, en la escuela y en el pueblo o la ciudad, nos dan las pistas necesarias para entender cómo la sociedad del xix se apropió y utilizó a los personajes literarios para construir y dar vida a la infancia. Los héroes que se presentarán a continuación son, en términos de aparición en el texto, los más representativos.

Simón Bolívar

Este primer personaje es la columna vertebral de los héroes plutárquicos en la prensa literaria para niños del XIX. Gracias a la construcción de su personaje, otros personajes heroicos surgen, pues casi toda la construcción mítica política independentista gira en torno a su representación como libertador. Su construcción como mito parte de una serie de estrategias narrativas frente a una caracterización de autoridad en la construcción de narrador -el adulto con experiencia que se identifica con el autor- y el narratario -el niño que escucha, identificado como el lector implícito-. El narratario es generalmente estandarizado y pluralizado a partir de usos directos como niños, vosotros, escuchad. El narrador, identificado con la voz adulta, se propone como voz del conocimiento en capacidad de "daros algunas noticias de él".

Desde esa autoridad, la narración que construirá a Bolívar como héroe combina dos tipos de texto. Uno que se construye a partir de datos históricos, desde una pretensión de objetividad: "Nació en Caracas en 1780"; y el otro usa opiniones sobre esos hechos: "victoria decisiva", "estados que le debían su independencia", "admiración i respeto". El niño lector es también una representación ficcional de un lector ideal que escucha o lee relatos y al que se le indica qué hacer ante una serie de hechos que el autor propone como verídicos: "Niños, vosotros habréis oído hablar a vuestros padres i a los ancianos [...]" "[...] respeto que vosotros también debéis tributar[...]". El narrador encuentra su voz en la autoridad de un personaje que bien podría ser un maestro o un familiar que educa: "[...] vamos a escribir aquí, a grandes rasgos, el compendio de su biografía [...]". Esta primera interacción entre el autor y el lector ideal -el primero asumido como voz de autoridad y el segundo como alguien que precisa instrucción y guía- marca la pauta en la construcción de símbolos míticos en estos textos.

Niños, vosotros habréis oído hablar a vuestros padres i a los ancianos del grande hombre que libertó estas comarcas de la dominación española: i para daros algunas noticias de él, mientras estudiáis la historia de Colombia, vamos a escribir aquí, a grandes rasgos el compedio de su biografía.

Este hombre Ilustre, libertador de nuestra patria, nació en Carácas, en 1780. Estudió en España i después de haber visitado la Francia, la Italia i los Estados Unidos volvió a Venezuela para tomar parte en la guerra de la independencia; sirvió primero bajo las órdenes de Miranda (1811) venció a los jenerales españoles Monteverde i Murillo, i libertó a Venezuela i Nueva Granada, que reunió en una sola República bajo el nombre de Colombia (1810) después de haber alcanzado la victoria decisiva de Boyacá, p[ilegible] a poco tiempo la independencia del Perú (1822) i fundó al S. de este país un nuevo Estado, que tomó el nombre de Bolivia. Nombrado en diferentes ocasiones Presidente de los Estados que le debían su independencia, se le atribuyó el deseo de aspirar a la tiranía, i para destruir estas injustas suposiciones, abdicó muchas veces el poder. Murió en 1830, en Santamarta, en una hacienda llamada San Pedro.

Doce años después (1842) el Congreso de Venezuela ordenó la traslación de sus cenizas a la capital de aquella República; el 20 de noviembre del mismo año se efectuó la exhumación, i el 27 de diciembre se recibieron los restos en Carácas en medio de las espresivas manifestaciones de admiración i respeto. Admiracion i respeto que vosotros también debéis tributar al nombre del Libertador Bolívar. (Simón Bolívar)

El tipo de texto -una plutarquia- es también fundamental en la construcción de la autoridad que precisa el mito, pues es, de acuerdo con Nikolajeva, un tipo de texto en el que "el autor no 'inventa por completo' al personaje sino que se asume que presenta un retrato verosímil basado en hechos [...] el autor adopta su propia vida o la vida de otros como modelo" (24). El modelo, la vida del libertador, se refuerza mediante la asignación de atributos positivos a la actividad política, familiar y religiosa del personaje: "Estudió en España i después de haber visitado la Francia, la Italia i los Estados Unidos volvió a Venezuela para tomar parte en la guerra de la independencia" y "abdicó muchas veces el poder" son características específicas que hablan de la preparación, el patriotismo y su desdén por el poder. Características todas positivas y que se irán reforzando en los otros textos.

La narración combina hechos históricos y formas ficcionales que le dan al escrito un tono cercano al texto literario no ficcional. Esa pretensión de verdad, construida desde la relación entre los elementos narrativos y el género, es evidente en el texto reseñado sobre el libertador como héroe mítico. Es una verdad ficcional que se presenta como verdad histórica y en la que, como en cualquier relato histórico, se selecciona lo que se presenta con el fin de generar recordación e impacto en el lector: es una historia maleable, con características que, en un principio, parecen ceñirse a ideas de libertad e independencia.

El mito del libertador continúa en construcción en otros textos. En "La madre i el hijo" (Marmolejo), Simón Bolívar se construye como un personaje secundario. Su heroicidad es construida mientras un personaje describe su vida: el papá de Emilio, hijo de una viuda descrita como "virtuosa mujer". El narrador es, como en el texto anterior, un narrador omnisciente que narra desde la autoridad de la voz adulta. El autor construye el universo narrativo en un lugar rural, en el que Emilio camina entre naranjos, mangos, limoneros y guayabos, retratando, desde el mismo espacio ficcional, elementos que se relacionan con la tranquilidad, la nostalgia del campo que se pierde y la abundancia del suelo sobre el que se construye la patria. En este contexto encontramos a nuestro personaje principal, Emilio, quien

se precipitaba a las malas inclinaciones sin que las tiernas palabras de su madre se pudieran oponer a su curso. Ella lloraba de ver que Emilio no le dejaba ni un rayo de esperanza, que es el santuario de la mujer, que es la vida de su corazón. (Marmolejo 31)

En uno de esos recorridos con sus amigos, a Emilio se le hace tarde y llega a una casa "que se destacaba entre las breñas de una espesa arboleda, como una luz que se reflejara entre nubes de nácar, o como algún lucero en medio de la negra inmensidad". En esta casa que ya augura salvación, se encuentra una anciana que le está contando a sus nietos "pasajes de independencia", para "infundirles amor por la patria", así como para contarles sobre el padre muerto en la independencia. Emilio "escuchaba asombrado las palabras de la anciana", quien, en su nuevo papel de narradora, describe a Bolívar de la siguiente manera:

La causa de la patria, hijos míos era digna en esa época de una corona, i el primer héroe que, con la auréola de la gloria sobre su sien hizo tremolar en las aras de la patria el estandarte de la libertad, fue Bolívar, que colocó en su alma el santuario de la gloria, exijió que todos los colombianos participasen de ese heroísmo, de esa gloria que tanto los venera. (Marmolejo 31)

El narrador toma ahora la voz de otro personaje que, desde la experiencia, tiene la autoridad moral y afectiva para establecer una relación de autoridad y, por tanto, el texto se reviste de una doble pretensión de verdad. El texto que empieza caracterizando a Bolívar como "héroe" nos habla de un hecho que el autor no cuestiona. Su personaje focalizador, la anciana, asume la gloria de Bolívar como indiscutible. A esto se le suman otras características sobrehumanas: el "tremolar del estandarte de la libertad" por la patria, la "aureola", símbolo de divinidades, y, por último, una virtud que encarna un gesto de líder "exigió que todos los colombianos participasen de ese heroísmo". Esa característica se refuerza con la continuación de la historia en la que nos enteramos de que el hijo de la anciana hizo parte de la guerra de independencia y participó de la gloria y la corona del libertador. Se fue sin avisar, y cuando volvió encontró a su padre muerto. El giro narrativo es interesante. Nada, ni siquiera el mítico Bolívar, puede estar por encima de la familia y desobedecer el mandato de obediencia puede resultar en un castigo tan grande como no poder despedirse del padre. En ese momento, el narrador vuelve a la voz de autoridad como el autor y cierra la historia con una lección moral que le da una estructura clara de autoridad al texto. Bolívar es heroico en la narración de la anciana, pero la heroicidad real sería educarse para construir patria.

[...] la juventud, queridos niños, se lanza incauta, en alas de su ilusion al abismo, a la manera que el águila se remonta a las rejiones de lo desconocido, hasta caer a los piés de un cazador. Si la juventud, en vez de dar pábulo a sus primeras inclinaciones, de seguir los primeros impulsos de su corazón se consagrara a asegurar su porvenir, por medio de la educación, ese perfume, esa vida del alma, podría sondear lo grande, lo sublime; podría con ese ánimo que da la educacion a el alma, penetrar los arcanos de la ciencia. (Marmolejo)

El artículo termina con Emilio convirtiéndose, a partir de ese día, en "el más docil i el más virtuoso de los niños" (32), pues entiende que, si su padre está en el cielo, es necesario seguir el camino de "la virtud, esa manifestación íntima del alma que encierra un mundo de grandeza i de poesía".

El tercer texto que vamos a presentar en este artículo es de Óscar Rubio, editor de los primeros años de El álbum de los niños e historiador boyacense. El artículo "28 de octubre" es una plutarquia que empieza reforzando algunas ideas que ya habían sido presentadas en los artículos anteriores. Inicialmente, Bolívar es descrito como "un hombre de jenio esclarecido y corazón magnánimo, que entusiasmado por la libertad, i viendo esclavizada a la América, su patria, concibió el grande i atrevido proyecto de libertarla" (Rubio, "28 de octubre" 41). Las características nombradas, puestas una al lado de la otra, configuran su heroicidad. El personaje se dibuja como héroe al ser mejor que el común de sus conciudadanos.

El narrador nuevamente toma la voz de autoridad desde su identificación con el autor, quien continúa y le asigna a Bolívar características propias de las fuerzas naturales. Esta vez nuestro héroe no lo es solo por su entusiasmo, sino por su sobrenatural decisión: "nada fueron para él los grandes obstáculos que se opusieron a su marcha redentora" porque contra ellos nuestro héroe despliega "su intrepidez, su abnegación i su constancia" que se asemeja a "la chispa eléctrica que despide la cargada nube" lo que, en un guiño romántico a los dioses grecorromanos, le permite dejar "plantado el lábaro de los pueblos libres en CINCO NACIONES" (Rubio, "28 de octubre" 41).

Construir la imagen mítica no es suficiente. El héroe plutárquico que termina siendo mítico no lo es solo por sus características semidivinas, sino por su quehacer social: "Dotado de un jenio vasto e infatigable, comprendió la magnitud de la empresa que acometía i, casi sin recursos, pero rodeado de un puñado de héroes, la llevó a cabo, con admiración del mundo" (Rubio, "28 de octubre" 41). Nuevamente, el párrafo empieza al enfatizar las características más que humanas en su "jenio", lo que le permite llevar a cabo su cruzada heroica. Como todo héroe, tiene ayudantes que en este caso son descritos anónimamente como "Un puñado de héroes", lo que a su vez lo hace un "caudillo", que encarna la idea de la República. La ambición, única característica negativa, es presentada como una forma de llegar al "cielo de la inmortalidad", más que llevarlo a ser tirano o dictador, pues "no le bastó el esplendor ni los halagos de la opulencia" y prefirió ir "marchando en pos de la gloria". La muerte como redención del héroe, que ante la incomprensión parte a la tan esperada gloria eterna.

La comparación con otros héroes es el último escaño de esta construcción: en este caso César, Alejandro y Napoleón. Estos héroes, que en la narración nunca llegan a la altura de Bolívar, son "cegados por la ambicion i abusando de los favores de la fortuna, llenaron de luto i consternacion las naciones, para esclavizarlas", contrario a Bolívar y Washington quienes se visten de gloria "luchando por la libertado de los pueblos; consumando una revolución estraordinaria" (Rubio, "28 de octubre" 41).

El siguiente texto es un poema escrito por Temístocles Tejada.5 En este, como ya comienza a ser costumbre, Bolívar es retratado como una especie de semidiós, que sin mayores recursos y con una fuerza y constancia sobrehumanas, logró la independencia de las naciones y su inmortalidad: "Aquí murió Bolívar / guerrero que con desnudas y míseras legiones / ahuyentó de la España los Leones". Sus características más relevantes son descritas en el marco de su papel como líder político y social, lo que le gana la etiqueta de "Padre y libertador", ya no solo de la patria, sino "del mundo entero". Esa autoridad y cariño que le genera la paternidad se ve fortalecida por su idea de independencia frente al "déspota estranjero", lo que fortalece su imagen de padre fundador, a quien debemos respeto y memoria. Así mismo, el poema critica a quienes profanan su memoria en el olvido o peor aún, en el intento de nombrarlo, inútilmente, "tirano i patricida" (Tejada 41).

Por último, y para cerrar el apartado sobre Bolívar, seleccionamos un texto reseñado por Felipe Larrazábal en un periódico y escrito por el mismo Simón. En este se muestra un libertador que, pese a estar trabajando en la independencia americana, se preocupa por su sobrino "a quien amaba con ternura" y dirige a su maestro la siguiente carta:

La educación de los niños deber ser siempre adecuada a su edad, inclinaciones, jenio i temperamento. Teniendo ahora mi sobrino mas de doce años, deberá aplicarse a aprender los idiomas modernos sin descuidar el suyo. Los idiomas muertos deben estudiarse después de poseer los vivos. La Jeografía i Cosmografía deben ser de los primeros conocimientos que haya de adquirir un joven. La historia, a semejanza de los idiomas, debe principiarse a aprender por la contemporánea para ir remontando por grados hasta llegar a los tiempos oscuros de la fábula. Jamás es demasiado temprano para el conocimiento de las ciencias exactas, porque ellas nos enseñan el análisis, en todo, pasando de lo conocido a lo desconocido, i por ese medio aprendemos a pensar i a raciocinar con lójica. Más debe tenerse presente la capacidad del alumno. (Larrazábal 57-58)

El deber ser de un futuro ciudadano se ve dibujado poco a poco en esta carta: un ciudadano debe saber estadística, mecánica, astronomía, química y botánica. Debe tener buenas costumbres, entendiendo estas costumbres como las de un caballero inglés "por eso debe tenerse especial cuidado en que aprenda en las cartas de lord Chesterfield a su hijo, los principios i modales de un caballero" (Larrazábal 57). Debe saber sobre moral y religión, así como de prácticas que permitan mantener la salud y de derecho romano:

Siendo mui difícil precisar dónde termina el arte i principia la ciencia, si su inclinacion lo decide a aprender algún arte u oficio, yo lo celebraría; pues abundan entre nosotros médicos i abogados, pero nos faltan buenos mecánicos i agricultores, que son los que el país necesita para adelantar en prosperidad i bienestar. (Larrazábal 58)

Esta carta y su reseña terminan de dar lugar a la autoridad de Bolívar. No solo prócer de la patria, héroe mítico por su brazo arrojado, padre de América, sino también tío (casi como Padre) preocupado y amoroso. "Qué bello es oír al vencedor en cien batallas, al indomable caudillo americano, hablar de la moral i recomendar con fervor la observancia de sus santos mandamientos es una época de crisis, de revoluciones i reformas" (Larrazábal 58), dice Larrazábal recordándole al lector que la influencia de Bolívar no termina en las batallas, sino que entra a la moral y la virtud que se debe enseñar en casa.

Bolívar, padre de la patria, es retratado como el hombre superlativo. Su llegada al Olimpo está claramente retratada en la representación discursiva de los periódicos. Sus características, más divinas que humanas, lo hacen fiero en la batalla, sabio en el gobierno y responsable en la familia. Su muerte, incluso, es un sacrificio para la inmortalidad. El sueño de una patria libre es posible gracias a Bolívar, dios y padre de Colombia.

María y Jesús: de lo doméstico a lo divino

Si los héroes plutárquicos se caracterizan como el deber ser político, los héroes celestiales serán el modelo para lograr la felicidad eterna. Su representación en las publicaciones para niños se enmarca siempre en festividades patronales o en días representativos patrios. La divinidad más nombrada es, sin lugar a dudas, la Virgen María. Su caracterización será el derrotero que deben seguir niñas, mujeres y ancianas, y a quien deberán guardar respeto hasta los más aguerridos héroes. Madre del héroe mítico por definición en nuestra cultura, la naturaleza, la tierra y lo fecundo se celebran en María. "La naturaleza entera está hoi de gala. Cánticos de alegría, himnos de contento, i el hosana que hace vibrar el ambiente perfumado por las flores de la que podemos llamar nuestra primavera" ("La Virjen Inmaculada" 65). Toda madre es María, y ella, como madre suprema, puede perdonar, interceder y llevar el amor a su expresión máxima en la vida eterna.

La creación de María como divinidad heroica, así como las de otros personajes femeninos, existe gracias a su relación con otros. Su primer acto para el reconocimiento público es haber aceptado ser madre:

María, Madre de Dios, es la personificación del amor tierno i sublime, que llega hasta la heroicidad. La Virjen de Judá no es mas que madre desde el instante en que el ánjel le anuncia que ha concebido; su pensamiento, su corazón, su alma entera, está unida a su amado hijo: En el piensa a todas horas, i desde el día en que le da luz, se consagra única i exclusivamente al cuidado de su infancia. (Sinués de Marco 54)

Maternidad que solo puede darse en una persona cuyas cualidades puedan nutrir y ser casa de un dios. Sus cualidades exceden lo humano ya no desde la fuerza indómita que derrota ejércitos y libera patrias, sino desde la debilidad, fatiga y constancia de la maternidad:

Mas, quien es esta mujer

a quien la fatiga aqueja

I es mas pura que los cielos

mas linda que las estrellas [...]

Pero ella los altos juicios

de Dios acata i venera. ("El niño Jesús" 16)

María es heroína desde una fuerza que reside, sobre todo, en ser cuna perfecta para la reencarnación de dios: "Inocente i sencilla nazarena, que al esplendor del mundo siempre ajena [...] Oh, violeta dulcísima escondida, rosa de Jericó, fragante i pura, azucena de insólita blancura" (Espinosa 166), y luego en estar dispuesta a ser madre en un lugar y tiempo inhóspitos: "Y de un miserable establo, en el retiro se encierra, donde viles animales, tan solo vivir pudieran" ("El niño Jesús" 15). Este acto de entrega y aceptación le permite albergar la salvación de todas las naciones en un acto de valentía verbal semejante al que dio origen al mundo. El poder de este dios narrado, que con la palabra separó luz de oscuridad, se hace carne en María cuando asiente:

  • I a la luz de relámpago divino

  • Que brotó de tus labios soberanos,

  • Alcanzaron a ver ojos humanos

  • Un rayo de tu gloria i dignidad. (Espinosa 167)

En su aceptación, ella se hace a sí misma dueña de la palabra. Su intercesión hace que su palabra, también, tenga el poder de hacer que los ruegos de sus fieles sean escuchados, que Dios perdone o castigue a sus hijos terrenos:

  • Cuando sobre la tierra pecadora

  • lluvia feliz, las gracias descendían [...]

  • nuevo vigor cobró nuestra esperanza

  • de hallar el bien, asidos de tu mano. (Arnao 65)

Esta combinación de cualidades de cuidado, protección y palabra hace de María una divinidad a la medida de niños y adultos. María puede ser madre que acoge, niña pura e inocente, o joven soñadora que con su asentimiento perdona, dignifica, enamora y construye. María, diosa y señora del cielo y la tierra, es "esposa del Dios eterno / i de los ánjeles reina" ("El niño Jesús" 16), siendo al mismo tiempo madre de Dios niño al que "le adora humilde, i cariñosa le besa, le envuelve en pobres pañales, i a su seno le alimenta" ("El niño Jesús" 16).

Sin embargo, María es un personaje femenino heroico gracias a su hijo. Héroe niño y héroe adulto, Jesús es la representación de un buen hijo y de un hombre ejemplar. Su nacimiento, extraordinario y simbólico, es representado como la opción por los pobres, tan presente en la doctrina cristiana:

  • Son hijos del Dios humilde

  • Que si descendido de la gloria,

  • No quiso grandes palacios

  • No quiso rejias coronas,

  • Si no un pesebre por casa

  • La caridad como norma. (Osorio i Bernard 122)

La insistencia en su nacimiento es el anuncio del viaje que tendrá que transitar este héroe para lograr su redención:

Aquel niño era el Hijo de Dios, que venia al mundo para morir por la Redención del jénero humano. Nació tan humilde, porque venia a enaltecer la humildad. Nació tan pobre, porque venia a santificar la pobreza. Nació tan débil, porque venia a conquistar el mundo por medio del amor. (Zamora i Caballero 74)

Viaje que, como es narrado en el texto citado, inicia con una infancia sencilla, pobre y en el seno de una familia amorosa que lo proveerá de las dotes necesarias para su trabajo heroico.

Jesús como héroe será puesto a prueba desde su infancia, es el umbral de su heroicidad su mismo nacimiento. De él se espera que salga adelante de todas las pruebas terrenas, bien sea por sus características humanas, o bien por las divinas, en coherencia con la misión que se le ha encomendado. Nuestro héroe divino

Resucita a los muertos i cura a los enfermos, con una sola palabra i con tocarlos solamente. Es de cumplida estatura, bien formado i de un aspecto dulce í venerable al mismo tiempo; su cabello, es de un color que no se puede definir, dividido en dos partes [...] Reprende con dignidad, exhorta con dulzura, i todas sus acciones están llenas de elegancia i de verdad. Jamás se le ve reír; pero llora muchas veces. Es afable, modesto i muy sabio; en fin, es un hombre que por su estremada hermosura i perfecciones morales, es superior a todos los conocidos. ("Jesucristo" 91)

Sin embargo, como a todo héroe, se le exige un sacrificio acorde con sus cualidades. Jesús encuentra la redención de la humanidad en una muerte tan significativa como su vida, tan llena de símbolos como su nacimiento, y tan pedagógica para los lectores que se instaura como la directriz máxima de vida. Jesús es niño humilde y obediente, adulto ejemplar y su muerte es redención aún para sus verdugos:

Dos malvados sufrían el suplicio en las que estaban a los lados, en la del centro, un hombre ensangrentado i desnudo, coronado de juncos marinos cuyas espinas le penetraban el cráneo, la faz cubierta de sangre i polvo, i los labios cárdenos i enjutos, pronunciaba entre sollozos palabras de perdón para sus enemigos [...] la víctima era Jesús, que con toda la amargura de la angustia, i cruelmente atormentado con los dolores acerbos del suplicio, espiraba desamparado hasta de su mismo Padre, que dejaba derramar sobre su Hijo amado el cáliz del supremo martirio por la redención del jénero humano [...] la redención del hombre acababa de consumarse ¡pero a qué precio! El Hijo del Hombre, había tenido que sufrir la muerte entre la ignominia, el desamparo i el martirio. (Rubio, "El viernes" 90)

Jesús y María, como diada de héroes de naturaleza divina, son la representación más fuerte del deber ser familiar en los periódicos. Su caracterización en los textos cubre tanto a lectores ideales como a mediadoras, y reafirma el deber ser de la infancia y, con ella, de la maternidad. Jesús y María, héroes divinos y hogareños; Bolívar, héroe ciudadano ideal.

En resumen, los personajes, en cuanto representaciones del modelo ciudadano imaginado, nos permiten comprender las características buscadas en la infancia letrada. Las representaciones de los héroes eran imágenes sin mácula que permitían a los autores dar a los niños un norte de comportamiento, valores y pensamiento. La prensa para niños nos permite, entonces, dar otra respuesta a la pregunta por la infancia y la literatura infantil en la historia literaria nacional. Su estudio dará indicios frente a otros lugares de indagación. El estudio de los personajes-niños y los personajes hechos para los niños, nos permitirá dar cuenta del lector construido por las publicaciones. En todo caso, un área abierta que ya empieza a mostrar sus frutos.

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1Selección de un poema citado por Adams, de las tablillas de estudio sumerias: "Puedas encontrar el favor de tu dios / Pueda tu humanidad exaltar tu cuello y tu pecho! / Puedas ser el mejor de los académicos de la ciudad, / Para que tu ciudad, ese hermoso lugar, te llame glorioso! / Pueda tu dios llamarte con un buen nombre, una palabra duradera; / Puedas encontrar el favor de Nanna, tu dios; / Puedas ser beneficiado por Ningal, / Nidaba te aclame!" (Adams, "The First Children's Literature?" 23).

2Todas las traducciones son propias, a menos que se especifique lo contrario. El original dice: "What his thesis amounts to, is that previous centuries thought quite differently about children tan did seventeenth century France".

3El original dice: "the conception of Childhood is different for the first half of the twentieth century and the second; for the rich, the urban poor, the comfortable, usually suburban, middle class".

4El original dice: "simple language, introductory material indicating a child audience, clues in the illustrations, the nature of the manuscripts, the provenance, the popularity and fluidity of the text, the other works with which the work in question is bound, the use of parts of the material in pedagogical works, and the historical and cultural"

5Temístocles Tejada, autor boyacense y de corte liberal. En las páginas del Álbum de los niños publicó una gran cantidad de fábulas y poemas, dejando un acervo de interesante exploración.

Cómo citar este artículo (MLA): Sepúlveda Montenegro, Eliana Lucía. "De La caridad al Almacén de los niños: representaciones heroicas y míticas en las publicaciones periódicas colombianas para niños en el siglo XIX". Literatura: teoría, historia, crítica, vol. 23, núm. 2, 2021, págs. 47-73.

Sobre la autora

Eliana Lucía Sepúlveda Montenegro es Licenciada en Filología e Idiomas. Actualmente es docente de literatura inglesa y teoría literaria en la Universidad del Quindío.

Recibido: 30 de Diciembre de 2020; Aprobado: 16 de Marzo de 2021

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