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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

versão impressa ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.23 no.2 Bogotá jul./dez. 2021  Epub 21-Jul-2021

https://doi.org/10.15446/lthc.v23n2.94897 

Entrevistas

Entrevista a Dipacho

Nicole Bedoya Rodríguez1 

1 Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia nbedoyar@unal.edu.co


NICOLE BEDOYA

Un gusto saludarte, Dipacho.

A lo largo del curso de Literatura Infantil hemos estudiado cómo la noción de infancia se ha modificado en la historia literaria y cómo esto, a su vez, transforma la intención de los textos. Me gustaría comenzar por preguntar ¿para ti, qué es la infancia? y ¿cómo se ha transformado esa noción a lo largo de tu vida, ya sea por medio de tu trabajo o de experiencias personales?

DIPACHO

Me queda difícil hablar de infancia o definirla desde la formalidad académica porque no es un campo de mi estudio. Alguna vez estudié un diplomado en Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) en el que entendí un poco la noción de infancia y cómo ha cambiado a través de la historia, pero creo que mi experiencia en relación con la infancia es más vivencial: mis gustos, aficiones y pasiones están muy ligadas a las pasiones infantiles.

Hay una frase del decálogo de Jan Svankmajer que dice: "Sé un completo sumiso de tus obsesiones. Tus obsesiones son, con mucho, lo mejor que posees. Son reliquias de la infancia. Y es de las profundidades de la infancia donde proceden los mayores tesoros". Las obsesiones infantiles marcaron mis intereses de adulto: el dibujo, la geografía, los viajes y los juegos de mesa han estado presentes desde niño hasta ahora.

Cuando hago un libro y cuento una historia no pienso en un público específico ni en qué tipo de personas lo leerán. Hago los libros por gusto, porque puedo expresarme por medio de ellos, pero estoy seguro de que mi infancia está presente en ese proceso creativo y que escribo, tal vez, para ese niño interior que se rehúsa a salir de mí.

N. B.

En relación con lo anterior, ¿para ti, qué es la literatura infantil? o ¿qué no es? Hay que tener en cuenta, también, los prejuicios que existen sobre esta.

D.

Creo que la literatura -así como el arte, la música y demás expresiones artísticas- tiene la intención de entretener, de divertir, de emocionar, y de generar sensaciones y experiencias que serán distintas para cada lector. La literatura no tiene una función adoctrinante o de enseñanza; aunque en algunos casos puede tener contenidos con tendencias ideológicas, no tiene una función pedagógica ni moralizante.

A mi parecer, pasa igual con la literatura infantil: no debe tener una función o un deber dentro de la enseñanza. Creo que se debe gozar. Recuerdo lo aburridor que era leer en el colegio los contenidos que obligaba el pénsum académico, pero también recuerdo el goce que me producía leer lo que sí me gustaba. No digo con esto que se debería sacar la literatura de las escuelas; al contrario, creo que cada lector es diferente y los gustos varían de uno a otro. Las lecturas deberían diversificarse.

Tener la posibilidad de escoger lo que se quiere leer, me parece un ideal para que no se tome distancia de la lectura por falta de gusto o por culpa de una mala experiencia escolar; como creo que sucede en nuestro país, donde los índices de lectura son bajísimos. Si te inculcan que la lectura es para aprender algo, te la imponen como algo académico y un poco reglamentado; pero si, al contrario, te inducen al placer de la lectura, a entretenerte y divertirte, a sentir gusto, la historia será otra.

N. B.

Cuéntame sobre tu idea del oficio de autor e ilustrador de literatura infantil. ¿Alguna anécdota de cómo llegaste a escribir para niños?

D.

Yo llegué a la literatura infantil gracias a las bibliotecas públicas. Investigué y estudié de manera autodidacta hasta que encontré la biblioteca infantil y decidí lo que quería hacer: contar historias con textos e imágenes. Luego tuve la oportunidad de estudiar en la universidad pública y de profundizar en el tema desde lo académico y no solo desde lo práctico. Por eso soy un defensor de lo público, de los derechos básicos a la educación, la salud, la alimentación y la cultura.

Creo que el acceso que tuve a esos servicios públicos permitió que fuera un creador de libros y condicionó, de algún modo, mi manera de percibir el mundo. Esta es la razón por la que varios de mis libros tienen contenidos políticos o sociales muy marcados. Creo que detrás de los libros hay alguien que piensa y ve el mundo de alguna forma, y que esas experiencias de vida se ven reflejadas en la obra.

No creo en la ingenuidad que muchas veces se plasma en la literatura infantil ni tampoco en la infantilización de esta. Sí creo que también son necesarios contenidos pensados desde y para la infancia -que no es mi caso en específico-, con las problemáticas y vivencias que tienen los niños, como la familia, los amigos, hacer caca, ir al colegio, etcétera. Pero como ya lo decía, no desde un punto de vista moralizante o pedagógico, más bien artístico y literario, creativo.

N. B.

Me interesa conocer sobre tu proceso de creación en relación con la infancia. Al momento de crear, ¿necesitas, de alguna manera, regresar a una sensación de infancia? En tu proceso de creación, ¿qué elementos te permiten apropiarte de nuevo del mundo infantil? y ¿qué otros contenidos y referentes utilizas para escribir e ilustrar?

D.

Me gusta leer de todo un poco: poesía, crónica, novelas, cuentos. Me gusta ver series, cine, documentales y también escuchar música y estudiarla. Me gusta la gastronomía, me encantan los juegos de mesa y el deporte, me interesa el arte en sus diversas expresiones: la pintura, la escultura, las instalaciones. También me gusta el teatro, la danza y bailar. Soy un viajero por naturaleza, necesito estar en movimiento y tener experiencias de vida: escuchar cosas, hablar con gente, entender otros contextos y otras realidades, habitar espacios, anotar en mi libreta y guardar esos momentos, datos e ideas.

Hablo de los gustos y las pasiones porque creo que de esas experiencias y gustos es de donde puedo sacar material para contar historias. No me considero un experto en nada, pero sí un curioso interesado en entender a los otros. Creo que un ilustrador o un escritor -o, en términos generales, el autor de una obra- es, ante todo, un observador y un coleccionista: alguien que chismosea alrededor y trata de capturar y guardar esas anécdotas o imágenes que podrían ser transformadas en historias.

Me siento un tanto distanciado del mundo infantil porque mis procesos creativos fluyen a partir de lo experiencial. No tengo hijos, no doy clases en un colegio, ni tengo niños cercanos: mis sobrinos y primos viven lejos, no los veo tan seguido, y mis amigos no tienen hijos. Mi relación actual con la infancia se da en los encuentros que tengo con niños en bibliotecas y colegios a los que me invitan, ahí puedo ver sus reacciones a la lectura de mis libros. Pero, en general, siento que no escribo ni ilustro desde esa experiencia con la infancia, sino desde otras experiencias más relacionadas con mis gustos y pasiones.

N. B.

Respecto al tema gráfico, vi que en algunas entrevistas describen tu ilustración como fantástica. Por mi parte, sin ser conocedora, considero que esta refiere, más bien, a un mundo muy real visto desde una mirada abstracta. ¿Tú cómo describirías los universos y personajes que creas?

D.

Intento, en la medida de lo posible, no enmarcarme en una estética específica o un género definido. Me interesa explorar distintos lenguajes para cada libro que hago y trato de no repetirme, aunque es inevitable que haya rasgos distintivos en la obra de cualquier artista.

Siento que mi obra está atravesada por el humor. En cualquiera que sea el tema que trate, el humor está presente en mayor o menor medida, depende de cada proyecto. Por otra parte, en varios de mis libros los personajes simbolizan algo; creo que juego mucho con lo simbólico, con la representación. Pensándolo desde el punto de vista estético-visual, creo que tiendo más a la abstracción, a contar mis historias con pocos elementos y a aprovechar el uso de la composición, el color, la atmósfera, los planos y otros aspectos muy ligados al diseño, que fue lo que estudié.

N. B.

Quiero hablar de la relación entre ilustración, cultura y sociedad. Varios de tus libros, como lo has dicho, están influenciados por tus viajes y tu acercamiento a otros espacios y culturas. ¿Dónde pones el límite entre la apropiación cultural y la creación? ¿Es algo que te cuestionas antes de crear?

D.

Hay libros en los que plasmo mi vivencia en uno o varios lugares sin necesidad de mostrarlos, hay otros en los que tengo un interés específico y quiero hacer evidente un contexto geográfico, social o cultural. También hay libros en los que plasmo un lugar en el que no he estado. Creo que ese límite puede ser un tanto difuso. La apropiación cultural muchas veces se da sin siquiera conocer los lugares. También hay lugares a los que vas y de los que, de pronto, no te llevas mucho.

No me lo cuestiono tanto, dejo que cada libro fluya de acuerdo con la vivencia tenida, o no, con el lugar. En el caso de no haber estado en un lugar, la investigación y la documentación se hacen aún más necesarias. En el caso de haber estado y de no querer representarlo de manera figurativa, lo simbólico se hace presente.

N. B.

Como lo mencionas en tu blog, "los libros infantiles acercan al ser humano a la lectura y trabajan los primeros contenidos que, en parte, colaboran en la formación de una persona". ¿Qué temas o problemas te parece que son necesarios contar, que no se han contado nunca o no lo suficiente?, ¿por qué?, y ¿en qué problemáticas te interesa ahondar en específico? En tu blog mencionas que el ilustrador es una persona con intenciones particulares de comunicar algo, ¿cuáles son las tuyas? y ¿qué quieres comunicar?

D.

Vivimos en un mundo en extremo desigual, indiferente, en donde el individualismo nos hace perder de manera constante la noción del otro, incluso la de uno mismo. Cada vez hay menos tiempo para uno, para reflexionar y para pensarse como individuo que hace parte de una sociedad y que puede aportar a ese bien común. A veces le apuesto a hacer libros que cuestionen y que dejen dudas e inquietudes, que obliguen a la reflexión tanto en niños como en adultos. Digo a veces porque, en otras ocasiones, creo que es necesario dejar que fluya el simple placer literario o estético sin problemáticas particulares.

Creo que está bueno dejar que la creación sea libre. Hay momentos en la vida en los que un problema te posee y una buena forma de hacer catarsis es a partir de la creación de una obra. Otras veces no necesitas hacer catarsis, solo quieres contar una anécdota, narrar algo que te interesa o hacer crítica. Pasa también que no quieres hacer crítica, ni catarsis, solo quieres crear y dejar salir de adentro tuyo la necesidad artística, otras veces mezclas todo. No creo en las fórmulas ni en una sola forma de crear.

Volviendo a las problemáticas y los libros infantiles, las humanidades -como la filosofía, antropología, sociología, psicología, entre otras- aportan sustancialmente a la creación de la obra; pero no es necesario ser un académico para acercarse un tanto y aprovechar estos saberes, basta con un poco de interés.

N. B.

Sobre los libros digitales e interactivos, desde tu experiencia, ¿cómo ha sido la acogida de estos formatos tanto en Colombia como en otros países? y ¿cómo ves el futuro de estos formatos en Colombia? Respecto a su creación, ¿qué te permiten estos formatos a diferencia de los libros físicos? y ¿cómo adaptas un libro físico a formato interactivo? También, ¿en qué elementos te fijas para crear una experiencia de lectura distinta a la del libro físico?

D.

Los tiempos cambian, las formas de relacionarse con otras personas y de interactuar con los contenidos también. Creo que la narrativa, la poesía, el arte y muchas otras expresiones artísticas pueden estar presentes en distintos formatos. La animación puede tener contenidos literarios y artísticos, lo mismo que un juego de mesa o uno interactivo.

Amo los libros, prefiero abiertamente leer en papel y tener una biblioteca física, disfruto comprando libros y cuando me los regalan, a mucha gente le pasa lo mismo que a mí. Por eso creo que es difícil que la cultura del libro físico se vaya a acabar o vaya a ser cambiada; por lo menos, no en un mediano plazo.

En Colombia pasa como con los demás aspectos tecnológicos o informáticos, llegan tarde y nos cuesta adaptarnos. No digo que lo novedoso sea lo ideal -yo prefería salir al parque con mis amigos, gritar a sus ventanas para llamarlos y que salieran a jugar, sin celulares ni juegos en línea-, pero son transformaciones culturales que se dan de manera irremediable. Creo que Colombia está en ese proceso de adaptación.

Varios de mis libros han sido adaptados al formato digital y he hecho lo posible para que, además de digitales, sean interactivos. Mi hermano es productor musical y hemos trabajado junto con una editorial de contenidos digitales para que los libros tengan esa interacción y la experiencia no sea solo pasar páginas como un PDF. Los libros digitales ofrecen, además, la posibilidad de relación con el movimiento y el sonido. Eso me parece interesante en el ámbito creativo, ya no solo piensas en texto e imagen, también en la narrativa que generan estos otros elementos.

N. B.

En tu relación con el sector editorial, ¿cómo ha sido el proceso para llegar a las editoriales? y ¿qué opinas de la industria editorial de literatura infantil en Colombia?

D.

Acá en Colombia, creo que en general, hay distintos tipos de editoriales y de editores. Hay editoriales pequeñas en las que tu libro es muy especial e importante por ser uno de los pocos libros de su catálogo -muchas veces estos editores son muy dedicados y puntillistas con la elaboración del libro- y hay editoriales grandes en las que tu libro se pierde dentro de un catálogo enorme y los editores están, a la par, editando otros veinte libros más -aunque hay veces en que los editores de las grandes editoriales son muy cuidadosos y ponen especial atención a cada libro aunque les cueste mucho tiempo-. Hay de todo: editores que prefieren el libro casi listo para impresión y editores que prefieren empezar el libro en bocetos, casi desde cero. Por eso creo que es difícil hablar de una relación con los editores colombianos como una generalidad. Creo que cada uno es muy particular y la relación con cada uno cambia de acuerdo con el proyecto.

Creo que la industria colombiana es una industria creciente. Somos un país con una población considerable, pero con bajos índices de lectura. Aquí el apoyo al sector cultural no se fortalece de la manera en que lo hacen los países que lideran en la industria editorial y, por ende, vivir del libro en Colombia es un poco complicado. Para vivir del libro se hace necesario publicar afuera y no depender de manera exclusiva del mercado colombiano.

Vivir del libro también es dar talleres, charlas, dar clases y demás eventos relacionados; ahí es donde los autores se acercan a la academia y cuando la crítica se hace cada vez más especializada.

N. B.

Finalmente, en tu relación con la academia, tanto en posición de creador como de estudiante: ¿qué opinas de esta y su acercamiento crítico a la literatura infantil? ¿Qué cosas se han logrado y qué falta?

D.

Con respecto a la academia y la literatura infantil, creo que muchas veces la academia está sesgada y tiene un concepto apocado de la idea de "lo infantil". Así mismo sucede con la relación entre arte e ilustración, bastantes artistas ven la ilustración como un arte menor. Lo mismo pasa dentro de la literatura infantil en la relación que hay entre escritor e ilustrador, en la que se nombra como autor únicamente al escritor, merecedor de las regalías, por poner un ejemplo específico de la industria, cuando la literatura infantil no sería la misma sin la ilustración. Creo que el valor artístico de un libro ilustrado es muy alto porque en este confluyen dos lenguajes distintos que generan variedad de discursos, lecturas e interpretaciones, más aun que en el texto solo. Entonces, hay falta de conocimiento e interés.

Creo que faltan reflexiones desde el campo de la imagen. Suelo leer más artículos de críticos del mundo literario que hablan de imagen, que de los mismos creadores de imagen. Es entendible que el manejo de las letras se le dé mucho mejor a los que trabajan con literatura. Aun así, creo que es necesario que los autores de imágenes para libros infantiles reflexionemos desde nuestro conocimiento y experiencia, porque hay cosas que solo se pueden hablar desde el oficio y que darían más peso y valor al trabajo que tiene la imagen en los libros infantiles.

N. B.

Dipacho, muchas gracias por colaborar con nosotros y por tu tiempo.

Sobre la entrevista Esta entrevista fue realizada a través de medio escrito en mayo del 2020.

Sobre el entrevistado Dipacho, seudónimo de Diego Francisco Sánchez Rodríguez (Bogotá, 1984), es un autor e ilustrador de libros infantiles, diseñador gráfico y músico. Su trabajo ha sido publicado por editoriales del mundo hispano; también en Francia, Italia, País Vasco y Brasil. Ha obtenido reconocimientos como el premio "A la orilla del viento" del FCE, el premio CJ de Korea, el White Ravens de Alemania, la Lista de honor de la IBBY, entre otros. Entre sus libros más reconocidos se encuentran Antonia va al río (2019), Bisiestos (2016), El viaje de los elefantes (2011) y Jacinto y María José (2009).

Sobre la entrevistadora Nicole Bedoya Rodríguez (Cartagena, 1999) es egresada del pregrado de Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia y editora en .Puntoaparte Editores. Fue participante del programa Elipsis del British Council como editora aspirante y ha colaborado en diversos proyectos de edición comunitaria y gestión cultural como la revista Ocho:treinta, Fénix: literatura, arte y cultura y la FILBO. Recientemente, escribió el prólogo para el libro de poesía La ilusión de la larga noche, de la autora argentina Inés Kreplak, en su primera edición colombiana.

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