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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.23 no.2 Bogotá July/Dec. 2021  Epub July 23, 2021

https://doi.org/10.15446/lthc.v23n2.94907 

Entrevista

Entrevista a Luis Darío Bernal

Diana Duarte1 

1 Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia dmduartes@unal.edu.co


DIANA DUARTE

Luis Darío, es un placer tenerte con nosotros como escritor invitado. Te contaré un poco cómo llegaste a oídos nuestros. En el seminario de literatura infantil y juvenil cada estudiante seleccionó una editorial y de allí teníamos que elegir los escritores colombianos que nos llamaran la atención para entrevistarlos. En lo personal, tengo que decir que siempre tengo empatía por las personas sumergidas en el mundo de la literatura al tiempo que en otras disciplinas. Así que uno de mis objetivos con esta entrevista es saber cómo llegaste a la escritura de literatura para niños y jóvenes, qué te llevó allí. Pero primero, me gustaría que nos contaras un poco de tus padres, de tu infancia, de qué manera creció este abogado y escritor tan reconocido en distintos rincones latinoamericanos.

LUIS DARÍO BERNAL

Diana, muchas gracias por este espacio. Te voy a contar, así como lo pides, desde el principio. Mi madre se llama María de Jesús Pinilla de Bernal, pero todos la llamaban de cariño Mery. No le gustaba que le dijeran María, y mi padre que era más burlón y toma más el pelo que yo, para jugar y tomarla del pelo le decía María, y ella, medio brava, le contestaba: "¿Qué quiere, José?". Mi padre se llama Luis Alfonso Bernal Torres, pero todos le decían Luisito en la familia paterna y Alfonso en la familia materna. El resto de las personas le decían don Luisito.

Si quieres saber, no sé qué hacen ellos hoy, porque se fueron y casi no me llaman. Ella hace dieciocho años, el día de la madre, y don Luisito hace seis años. Mi madre era, como decía su cédula, de profesión hogar, forma elegante para decir que cocinaba, planchaba y lavaba la ropa. Además, me atendía con amor, me enseñó a leer a los cuatro años, haciéndome recortar (qué terrible) las letras de las páginas de El Tiempo, que en ese momento no era tan fascista y reaccionario, y tenía gente que sabía escribir. Mi padre fue docente a los veinte años en San Agustín, Huila. Después fue administrador de un teatro, el Ayacucho en el centro de Bakatá, y luego, cuando se ganó un premio, se independizó y llegó a ser dueño de quince teatros de cine en Bakatá, Fontibón, Tocaima, Girardot, Chía y Facatativá. Yo nací en un teatro, en el Ayacucho, por eso ese porte de galán de cine... pero de cine de terror.

D. D.

Sin duda tus padres tuvieron una gran influencia en tu carrera como escritor. Tú mamá dedicándose con amor a la tarea de enseñarte y tu padre de la mano del teatro, pero ¿de dónde salió tu amor por el derecho?

L. D. B.

En el colegio Fray Cristóbal de Torres, en Chapinero, cerca de la Avenida Chile de Bakatá, conocí a una adorable profesora llamada Alicia, que me dio mucho amor, pero me perjudicó, pues por su amor por la justicia me hizo enamorar a mí también, a los seis años, de la justicia y del derecho, y decidí en esa tempranísima edad, qué infanticidio y qué terrible error, ser abogado.

Años después estudié durante cinco terribles años -por los compañeros, no por el gran nivel académico del Rosario- en el Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario. No estudiaba mucho, pues el Derecho era una "costura" para mí, por lo fácil, pero tuve muy buenas notas. Además, aprendí bastante, en especial a conocer la corrupción y la corta inteligencia de la aristocracia bakateña y nacional, y fui compañero de muchos personajes que han sido citados a juzgados por corrupción. Bueno, pero también en esa época pasaron algunas cosas buenas: fui compañero de la bella Martha Senn, buena soprano colombiana; de un judío brillante, generoso (raro) y muy disparatado, Teddy Dovrinsky, que fue gran amigo mío y estoy buscando por el mundo entero; y de dos inteligentes jóvenes, un santandereano, Luis Guillermo Sorzano, político de familia de políticos liberales y bumangueses como él, y Arturo Ferrer, político de la alta burguesía chocoana, creo que de Quibdó. Y pare de contar.

En cuanto a los docentes conocí a varios juristas brillantes, unos como Marco Monroy Cabra, Antonio Rocha Alvira, Víctor Mallarino, Vidal Perdomo, Alfredo Vásquez Carrizosa, Devis Echandía, el marxólogo y brillante Leopoldo Uprimmy, padre de un compañero, Murcia Ballén, "osssseaaa", como dicen las gómelas bakateñas, la "crema y nata" de la sabiduría jurídica de Colombia de la segunda mitad del siglo xx.

Durante los años universitarios, recuerdo mucho que cuando yo cantaba hace cincuenta años música clásica de los siglos xm al xx en el Coro Universitario de Cámara de Bakatá, dirigido por mi prima Elsa Gutiérrez, brillante música y filósofa de la Universidad Nacional, logré que las directivas del Claustro, casi cuatro veces centenario, como se enorgullecen de decir los rosaristas, nos invitaran a dar un concierto en la capilla de la Bordadita, que fue quizá el mejor recital de la agrupación en sus ocho años de existencia.

D. D.

¿Sabes que leí en una entrevista que te realizaron que tu prima Elsa Gutiérrez era también directora de la orquesta infantil y juvenil? Tengo la impresión, y espero no equivocarme, de que en tu familia ha habido personas muy ligadas y comprometidas con el arte y con su público. Quisiera saber, ¿qué te motivó a escribir literatura para niños y niñas?

L. D. B.

Yo empecé a escribir ese tipo de literatura como una opción política. Yo necesitaba, para desarrollar mis ideales revolucionarios, algo que me permitiera, de alguna manera, tocar el alma infantil y juvenil, además de atraparlas emocional e intelectualmente hacia una visión social del mundo, de la sociedad y del pensamiento. En ese momento yo estaba saliendo de una crisis emocional-política, pues yo era guerrillero urbano (no te asustes, jamás maté ni una mosca, ni hice ninguna expropiación, pero tampoco puedo decirte a qué grupo pertenecía) y la organización en la cual militaba estaba en una profunda crisis, al punto que decidí salirme. No sabía qué hacer con mi vida, pues, aunque era muy joven, ya era abogado del Rosario, así que lo último que quería era practicar una profesión que, así como lo entendió Gustave Flaubert, era para miserables. Claro, mi niña, el abogado vive de la miseria humana. Si tú no tienes problemas de cualquier índole en la vida, jamás vas a consultar a un abogado.

Entonces se me apareció la Virgen. Yo ya había ganado, cuando tenía diez años, un concurso de poesía en el colegio Instituto de la Salle de los Hermanos Cristianos, pero no de la familia de Ronaldo, el petulante del Real Madrid, sino del educador y sacerdote francés del siglo XVII san Juan Bautista de la Salle, creador de la educación popular. El concurso lo gané con un poema a la Virgen. No volví a hacer poemas a la Virgen, por sustracción de materia. Ya no hay vírgenes. También había ganado dos o tres premios en concursos de cuento a nivel nacional e internacional, y me habían publicado unos relatos, en México y El Salvador.

D. D.

Qué interesante recorrido, Luis Darío, y una visión muy particular de lo que es el derecho para ti. Ahora, pensando en que aquella profesora de la que te enamoraste hizo que te flecharas del derecho, me pregunto entonces cuáles fueron los libros que te marcaron en la infancia, época tan decisiva en la educación del individuo.

L. D. B.

Cuando pequeño, luego de leer decenas de cuentos maravillosos o de hadas, que me regalaba mi prima Elsa Gutiérrez, música y filósofa de la Universidad Nacional; sin duda Pinocho. Quizá porque yo soy un mentiroso incorregible, pues, filosóficamente, me aburre la verdad sosa y me fascina la mentira que no hace daño a nadie. Eso excita mi imaginación y mi fantasía. He escrito poemas, ahora de adúltero, haciendo un homenaje a la señora Mentira. Y de adolescente, quizá Corazón de Edmundo D'Amicis, un italiano que escribió un libro muy lindo, un poco romanticón, perfecto para mí, que he sido desde la cuna un romántico empedernido.

D. D.

Y ¿cuáles son tus influencias en el mundo de la escritura? L. D. B.

Desde el punto de vista del ejemplo de trabajador incansable (llevo casi tres días sin dormir, escribiendo), de gran crítico de mi trabajo y de un deseo grande de hacer las cosas lo mejor posible, puliendo hasta diez y veinte veces los textos, Gabriel García Márquez. Y en lo tocante al fajarse con las palabras, a buscar la justeza nominativa, la intuición del instante, en la poesía y la conciencia de la continuidad, en la narrativa (cuento o novela), hay dos escritores muy diferentes, pero a los cuales reconozco, por lo menos mi gran admiración y mis deseos de plasmar los contenidos que trabajo, con la fuerza y los malabares psicológicos y estilísticos de ellos. Son ellos, el volcánico brasilero Jorge Amado, el extraordinario de Doña Flor y sus dos maridos, y el brillante argentino Julio Cortázar. Igualmente, aunque no sé qué tanta influencia, pero he sido gran lector de los soviéticos, los franceses y el gran Boom Latinoamericano, de finales de los años sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado.

D. D.

Son bastantes los escritores que han tocado a tu puerta. Julio Cortázar es uno de mis favoritos. En realidad, pensándolo bien, Cortázar fue una gran influencia para que yo también comenzara en el mundo de la escritura. Claro, lo mío eran ejercicios y borradores que se convirtieron en cuadernos perdidos. Recuerdo que el primer cuento que escribí no tenía final. Nunca supe cómo terminarlo, cómo darle ese knock out del que habla Julito... ¿Tú recuerdas cuál fue el primer libro que escribiste?

L. D. B.

Es una historia de amor. Un poemario escrito entre los catorce y los veinte años, lleno de ilusiones de ser escritor, llamado Vida, sueño y agonía, editado en el año de 1971, terminando mis estudios de Derecho, impreso en la imprenta Andes y publicado en Ediciones Bolsillo de mi padre, a quien quedé de pagárselo algún día y se fue sin habérmelos cobrado jamás, ya que don Luisito era la generosidad con bigotes y corbatín.

Una anécdota bien linda y graciosa de la generosidad, magnífico humor y ánimo burlón de mi padre, fue que, en el 2011, cuando este libro cumplía cuarenta años y yo de escritor, la editorial española Santillana, hoy LOQÜELEO, me hizo un gran agasajo conmemorativo en la sede de la entidad de la calle 80 con carrera 11 de la nomenclatura urbana de Bakatá. Unas semanas antes, mi padre, que nunca se metía a fondo en mis manejos literarios ni financieros, solo para sacarme siempre de apuros económicos, empezó a decirme que por qué no le decía a Santillana que, ya que me iba a hacer un homenaje por el libro y mis años de escritor, hiciera una edición nueva del mismo, o una reimpresión. Así se repitió varias veces la inquietud paterna. El día anterior al homenaje, en el desayuno, en casa de mi padre, donde yo siempre viví y sigo viviendo cuando estoy en Colombia, don Luisito, muy serio me dijo: "Mijo, ¿al fin Santillana le editó el libro para el homenaje?". Yo, intrigado al máximo y deseoso de quitarme ese sirirí le dije: "Papi, ¿por qué estás tan interesado en que Santillana edite mi libro, ahora? Ya bastante hace con el homenaje, el sitio, el vino y los pasabocas". Entonces me soltó, muerto de la risa: "Es para que esta vez lo venda, mijo, y me pague".

D. D.

Qué hombres tan particulares. Demasiado bueno el sentido del humor en esa casa. Tu padre debió ser un personaje. Me alegra mucho que te haya acompañado en tu carrera como escritor, de lo contrario, quién sabe si tendríamos libros tan distinguidos como Catalino Bocachica o el Colibrí y el árbol de los conciertos. Quería preguntarte, por último, ¿cuáles son tus planes a futuro con respecto a la escritura?

L. D. B.

Seguir escribiendo hasta que la muerte nos separe. Estoy actualmente escribiendo, aquí donde me encuentro, pandemizado, catorce libros. Y seguir promoviendo la lectura por todo el mundo. Mi lema es "UN NIÑO SIN LECTURA ES UN PÁJARO CON LAS ALAS RECORTADAS".

Sobre la entrevista Esta entrevista fue realizada el día 26 de junio del 2020, a través de correo electrónico.

Sobre el entrevistado Luis Darío Bernal Pinilla, nacido en Bogotá en 1950, es abogado del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, reconocido escritor de literatura para niños y jóvenes, y consultor del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina (CERLAC), en la que promueve la lectura y literatura infantil y juvenil en América Latina. Sus libros más conocidos son Catalino Bocachica (1989), La batalla de la luna rosada (1991), Kataplumplanpluff (2004), Colibrí y el árbol de los conciertos (2010) y El amanecer de las kantutas (1997).

Sobre la entrevistadora Diana Duarte es Profesional en Estudios Literarios y magíster en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente es estudiante de primer año del Ph. D. en Estudios Hispánicos de la Universidad de Emory, Estados Unidos. Es integrante de los semilleros de Investigación Biblioteca Digital Soledad Acosta de Samper (Universidad de los Andes), Vida y obra de María Mercedes Carranza (Universidad de los Andes) y Biblioteca Bicentenario (Universidad Nacional de Colombia). Sus intereses actuales de investigación son la teoría de la literatura, teoría crítica, humanidades digitales, traducción crítica literaria, historia y literatura latinoamericana, con énfasis en el siglo XIX colombiano.

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