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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

versão impressa ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.24 no.1 Bogotá jan./jun. 2022  Epub 09-Mar-2022

https://doi.org/10.15446/lthc.v24n1.98443 

Traducciones

"Reconstruyendo un debate". Teoría (literaria) americana. Una introducción crítica

Fabio Durão1 

1 Universidade Estatal de Campinas, São Paulo, Brasil


Resumen

Traducción del portugués al español del segundo capítulo de Teoría (literaria) americana (2011) de Fabio Durão, profesor de teoría literaria de la Universidad de Campinas. El texto reconstruye el debate de las últimas décadas en torno al impacto de la teoría en los departamentos de Estudios Literarios en el modelo universitario estadounidense, el cual actualmente se rige por dinámicas enmarcadas en la economía del conocimiento. El autor argumenta que lo que hoy en día se llama teoría es, en primer lugar, un discurso histórico sintomático de las transformaciones que la universidad ha venido sufriendo en la era de la economía del conocimiento y el neoliberalismo, y, en segundo lugar, una tecnología discursiva que ha empobrecido el estudio de la obra literaria.

Palabras claves: economía del conocimiento; estudios literarios; neoliberalismo; teoría literaria; universidad

Reflexiones en torno a la teoría (literaria) americana y la economía del conocimiento: nota introductoria1

EXTRAÑAMIENTO O DESFAMILIARIZACION, SEGUN LA traducción, [ostranenie en ruso] es el término que el teórico formalista Víctor Shklovski (1893-1984) acuñó para referirse a la destrucción del automatismo perceptivo que rige nuestra relación con el mundo en el encuentro con la obra de arte. En su libro Teoría (literaria) americana. Uma introdução critica (2011) el profesor de la Universidad de Campinas Fabio Durão2 busca reproducir este efecto, ya no mediante el acontecimiento de la obra de arte, sino mediante un análisis crítico de su objeto de estudio: la teoría. El adjetivo entre paréntesis del título cuestiona el caracter literario de lo que ahora se conoce como "teoria", un discurso que prolifera desde hace varias decadas en los programas de literatura, estudios culturales e inglés a nivel global y cuyo origen se encuentra en la formación de los departamentos de inglés y literatura de las universidades de los Estados Unidos, "parámetro y modelo de las instituciones de educación superior de todo el planeta" (72).

Según Durão, el establecimiento de la teoría como campo autónomo de estudio aparece (o se articula) con las transformaciones de la función de la universidad en la sociedad del capitalismo de acumulación flexible o posfordista.3 En ese orden de ideas, "el practicante de la teoría americana se asemeja al trabajador del capitalismo de acumulación flexible, del cual se espera una adaptación rápida y eficiente a nuevas tareas y especializaciones en un capitalismo cada vez más volátil" (7). Si bien el autor reconoce que la teoría le dio un nuevo impulso a la actividad crítica y al estudio de la literatura como objeto de estudio, resulta paradójico que transformó la relación entre los aparatos de análisis crítico y teórico y los objetos culturales en una relación de explotación capitalista.

Quizá una analogía sirva para explicar las consecuencias de esta tesis tanto en el campo de las ciencias humanas como en el de los estudios literarios. Al igual que la maquinaria que extrae minerales o petróleo de las entrañas de la tierra, el aparato teórico extrae potenciales sentidos de la obra literaria (o de cualquier otro tipo de texto o producto cultural), entendida esta última como una fuente inagotable de lecturas. Durão es contundente:

nunca antes se había escrito tanto sobre Shakespeare y nunca antes se tuvo tan poco interés en la Era Isabelina como un todo (lo que sería el objeto del filólogo). La pregunta que queda, obviamente, es en qué medida el conocimiento de esta no sería una precondición para la comprensión de aquella. (108)

Shakespeare puede ser "releído (esto es reescrito, publicado) desde aparatos femeninos/feministas, queer, poscoloniales, del New Historicism, de la pragmática, de los media studies, etc. Pero no solo él, también los noticieros, el heavy metal y los retretes y MTV" (52).4 La explosión de los códigos interpretativos más que poner a la literatura al nivel de otras producciones culturales, como muchos arguyen, elimina la diferencia entre ellas: cualquier cosa puede ser el objeto de la teoría. Claramente, para que esto suceda la teoría se apoya en estructuras institucionales que garantizan su reproducción, lo cual no quiere decir que no dependa de algún tipo de "exterioridad" consumible.

El libro está compuesto por seis capítulos y una conclusión: el primer capítulo expone la oposición entre la noción tradicional de disciplina y la transdisciplinariedad, la cual ha sido instaurada como principio de funcionamiento interno de la teoría. La ruptura de los límites de las disciplinas y el carácter nebuloso de la teoría (gran parte del libro se dedica a dar cuenta de la opacidad del término y de la forma en la que esto ha sido productivo para la generación de más "teoría") ha llevado así a la creación de campos de estudio que ya no dependen de modos y metodologías de análisis, sino del estudio de conjuntos de objetos casi siempre agrupados en studies. El segundo capítulo reconstruye el debate que se dio en torno a la teoría en la primera década del siglo XXI entre detractores y defensores de la teoría, mediante la revisión de los argumentos expuestos en las antologías más importantes de textos teóricos publicados en Estados Unidos. El tercer capítulo hace la genealogía de los departamentos de literatura en los Estados Unidos desde el siglo xix hasta las últimas décadas de los años noventa, cuando la teoría se convierte en el discurso hegemónico. Este capítulo, igualmente, argumenta, haciendo eco de Bill Readings en La universidad en ruinas (1996), que la transformación de los departamentos de estudios literarios estuvo en consonancia con el fin del modelo universitario humboldtiano y la consecuente transformación de las funciones sociales de la universidad. El cuarto capítulo hace una crítica mordaz a las teorías poscoloniales, tomando como ejemplo a Gayatri Spivak y a Daniel Heller, particularmente a través de la supuesta politización de la lectura y de la literatura, para desnudar las contradicciones implícitas en sus discursos. El capítulo quinto retoma el concepto de posmodernidad y muestra cómo el rápido auge de este término contrasta con su vertiginoso desuso. Por último, el sexto capítulo reflexiona sobre la llegada de la teoría al contexto brasilero.

El libro de Durão cierra con dos propuestas para aliviar la crisis de los estudios literarios a nivel mundial: la desaceleración y el olvido. Ottmar Ette utiliza el adj etivo velociferino [velociferisch en alemán] para referirse al vertiginoso ritmo que implica la vida académica.5 La aparición del objeto, en este caso de la literatura, solo puede tener cabida si la actividad intelectual no está determinada por la productividad y las exigencias de un campo universitario cada vez más marquetizado, en el que profesores y críticos deben cumplir al mismo tiempo con tareas de docencia, administración e investigación en una espiral de competencia que agota toda posibilidad de reflexión genuina sobre las obras literarias y su relación con el mundo. En cuanto al olvido, el lector profesional debería sumergirse en la obra y dejar atrás aquello que sabe, en una especie de "ingenuidad autoconciente". Este olvido será más prolífico en la medida en que la obra no sea sometida de forma inmediata a aparatos teóricos que ya precondicionan modos de interpretación. En otras palabras, el autor, muy en la línea de la "suspensión voluntaria de la incredulidad" de Samuel Taylor Coleridge, propone una revalorización del texto literario como horizonte de sentido y de experiencia, en oposición a la forma instrumental en la que la teoría lo ha venido haciendo en los últimos años.

Los capítulos del libro pueden ser leídos en cualquier orden y de forma autónoma. Si bien hay ideas constantes, cada uno se concentra en ampliar el argumento principal del libro: que la teoría americana se encuentra íntimamente relacionada con la economía del conocimiento. Este argumento se desarrolla a través del análisis de varios volúmenes importantes de la industria de publicación académica norteamericana como la Norton Anthology ofCriticism and Theory (2001), Against Literature (1993) de John Beverly o Theory's Empire: An Anthology of Dissent (2005). De esta manera, el autor sintetiza los argumentos principales de dichas obras para hacer una crítica tanto a los defensores de la teoría como a sus opositores. Esto explica por qué gran parte del cuerpo del texto consiste en resúmenes o reseñas críticas de volúmenes que no han tenido una amplia difusión en Brasil. A pesar de que Teoría literaria (americana) trata temas complejos, hemos tratado de conservar el estilo sencillo, ligero e incluso humorístico del autor en la traducción aquí presentada.

Elegimos el segundo capítulo, cuyo título es "Reconstruyendo un debate", porque además de mostrar las contradicciones de los defensores y detractores de la teoría en los Estados Unidos, señala cómo la teoría se articula con los modos de producción intelectual de la universidad neoliberalizada. El texto, como fuente inagotable de sentidos, se encuentra vinculado a la producción de artículos, al star system académico, al posicionamiento de las universidades en ránquines y, no menos importante, al distanciamiento de la teoría con respecto a su objeto de estudio. El capítulo también hace crítica de las posiciones más conservadoras en el campo de los estudios literarios y las problemáticas respuestas con las que han atacado a la teoría. Por otra parte, consideramos que este panorama debería abrir un debate amplio sobre la forma en la que se enseña en los departamentos de literatura y sobre el impacto de los discursos capitalistas en todas las disciplinas.

Teoría (literaria) americana cuestiona, así mismo, el consumo acrítico de lo que el autor llama tecnologías discursivas en Latinoamérica, al poner en contexto la recepción de la teoría en Brasil. La academia brasilera ha adoptado modelos teóricos de forma mecánica, olvidando simultáneamente el contexto de producción de dichos discursos:

Recordar que los aparatos de interpretación textual se relación a contextos específicos de acción, bien como objetos más o menos determinados, solo puede ser saludable en un ambiente intelectual como el brasilero, tradicionalmente importador de tecnologías teóricas para la explicación de una materia prima que sería la cultura del país- un movimiento que reproduce en el ámbito de las ideas, la división internacional del trabajo.6 (4)

La aguda crítica del profesor Fabio Durão a la academia brasilera abre horizontes de análisis para el caso colombiano. Resulta realmente importante hacernos las siguientes preguntas como estudiantes y docentes de estudios literarios: ¿somos consumidores pasivos de tecnologías discursivas que luego aplicamos sobre nuestra propia literatura? ¿Hasta qué punto se hace necesaria una historia de la recepción de las escuelas literarias, desde el formalismo ruso, pasando por el formalismo checo y el francés, hasta las teorías poscoloniales en nuestras academias? ¿En qué medida los lenguajes teóricos que se reproducen en las aulas de clase, las revistas indexadas o debates académicos son en realidad síntomas de la inserción de campos disciplinares en la economía del conocimiento y no marcos de análisis pertinentes para nuestras formas de producción cultural? Como bien lo dice el autor, no se trata de tomar una posición defensiva, excluyente y provinciana frente a toda propuesta teórica, sino de considerar los marcos históricos, literarios y culturales que posibilitaron el surgimiento de la teoría (el formalismo ruso/vanguardismo, el estructuralismo francés/nouveau roman, etc,). El resultado de este automatismo resulta siempre en un "creciente interés por leer teorías literarias sin tener contacto con las literaturas que las inspiran. Bajtin sin Dostoievski o Rabelais, Walter Benjamin sin Goethe, Deleuze sin Proust o Kafka, Lacan sin Freud, Dreud sin Sofocles o Shakespeare" (111).

Lo anterior implica reflexionar sobre la función de la teoría, que, en muchas ocasiones, funciona como una matriz de interpretación intelectual que se impone sobre un objeto estudio. Igualmente, resulta necesario revisar el uso indiscriminado y a priori de conceptos como multiplicidad, transdisciplinariedad, heterogeneidad, diseminación o textualidad, aspectos que como dice Durão, deberían ser puntos de llegada y no de partida.

En todo caso, si lo que conocemos como teoría es simplemente una tendencia o una moda que se somete a las reglas de la economía del conocimiento, su tiempo puede estar llegando a término con la aparición de las humanidades digitales y de la llamada lectura distante. En "The Digital Humanities and 'Critical Theory': An Institutional Cautionary Tale" (2019), un artículo publicado en Debates in Digital Humanities, Thomas Hunter intenta prevenir a este nuevo campo de estudio para que no tenga el mismo ocaso que la teoría vive actualmente a nivel institucional:

Por su capacidad para atraer recursos financieros, el interés de los estudiantes, una capa de "frescura" innovadora, así como también la hostilidad de aquellos que sienten que se quedaron atrás, las humanidades digitales reflejan siniestramente el auge de su predecesor discursivo. Su tarea es ahora evadir la muerte institucional del posestructuralismo, y ello se debe a una razón muy específica: la tecnología digital durará y evolucionará con o sin las humanidades digitales, así como las críticas de la objetividad sobrevivieron a las teorías posestructuralistas.7 (1)

Resulta cuando menos paradójico que la profecía de Hunter inicie con la referencia a la capacidad de las humanidades digitales para "atraer recursos" y que sea precisamente este aspecto el que antecede su debacle. ¿Qué vendrá entonces después de las humanidades digitales en la era de la universidad neoliberalizada? ¿Cuál será la nueva moda?

Esperamos contribuir con esta traducción al debate que se ha venido gestando en los volúmenes Las humanidades y los estudios literarios en la era de la excelencia académica (2015) y Las humanidades, economía del conocimiento y antintelectualismo académico (2018), en torno a los lenguajes y las reformas que han transformado las funciones de las ciencias humanas en la universidad contemporánea. Aprovechamos para agradecer al profesor Fabio Durão quien revisó atentamente la versión aquí presentada.

Juan David Escobar

Universidad de Emory, Estados Unidos

"Reconstruyendo un debate"8

El surgimiento y el éxito de la Teoría dieron origen a un debate álgido, que, a su vez, contribuyó a la consolidación de esa formación discursiva. La variedad de posiciones y la riqueza de los argumentos dificultan el trabajo de exposición, que no puede evitar ser algo reduccionista. Hay, sin embargo, tres ideas que pueden servir como hilo conductor para guiar al viajero por este denso bosque de proposiciones, refutaciones y toda clase de consideraciones que las acompañan. La primera de las cuales es que la Teoría, por sí sola, no se sustenta. El mejor ejemplo de esto se puede encontrar en la principal antología del género, la Norton Anthology of Criticism and Theory (nótese la ausencia de literary), publicada en el 2001.9

El volumen de 2660 páginas representa un hito en el proceso de canonización de la teoría americana. Su editora es la principal empresa del campo en el mundo anglófono, sin embargo, el impacto del libro en reseñas y periódicos se debe solo en parte al prestigio de Norton. Si para algunos se trata de una colección que "difícilmente será superada como punto de referencia y recurso pedagógico" (Culler, 2003, p. 242), para otros el estilo bibliográfico del libro genera contradicciones en relación con su objeto de estudio (Boxer, 2001; Richter, 2003): ofrece una paráfrasis del argumento contra las paráfrasis; se presenta la biografía de Barthes y Foucault, quienes han escrito sobre la muerte del autor; se institucionalizan textos que defienden la desinstitucionalización de la Teoría;10 se incluyen los argumentos de Adorno y Horkheimer en contra de la industria cultural en este producto de (alta) industria cultural.11 Brown, en cambio, alerta sobre las ausencias, que, si bien son inevitables en ese tipo de libro, también señalan su sesgo específico: "Los noventa y ocho autores fallecidos (noventa hombres y ocho mujeres) no incluyen a Bachelard, Blanchot, Bloch, Boethis, Boileau, Cicerón, Croce, Diderot, Dilthey, Empson, Gadamer, Goethe, Herder, Humboldt, Langer, Luhmann, Ortega, Paz, Ricouer, Rosseau, ni a Schlegel, Schopenhauer, Shklovski, Spitzer, Taine". Esas ausencias son, en parte, resultado del anglocentrismo del volumen: "De los 148 autores, 80 escribieron en inglés, 28 en francés, 18 en alemán, 6 en italiano, 3 en ruso, 5 en griego, 7 en latín y 1 (Maimonides) en árabe. Sorprendentemente, no hay un solo texto escrito originalmente en español, y solo Gramsci representa a la cultura italiana desde Vico" (Brown, 2003, p. 452).

El efecto de la canonización de la Teoría también puede sentirse en la extrañeza que surge del choque entre el tratamiento editorial y la naturaleza del material trabajado. Es al menos curioso percibir que todo aquel aparato textual que uno normalmente se encuentra en las antologías literarias sea ahora transferido a la crítica y la teoría: introducciones, contextualizaciones, notas explicativas, cronologías, biografías, influencias y bibliografías secundarias (¿y terciarias?). Es interesante observar que, además del anglocentrismo, esa canonización favorece el presente, lo que también puede ser verificado en el carácter de las introducciones a cada teórico, las cuales tienden a volverse cada vez menos críticas a medida que se aproximan a las de hoy en día. La forma de organización del libro refleja eso. Un primer índice enlista a los autores, de Gorgias a Judith Butler, por fecha de nacimiento; a este se suman otros tipos de clasificación, en orden de presentación: a) escuelas y movimientos modernos y contemporáneos; b) géneros; c) períodos históricos, asuntos y temas. Por su organización, el primero y el último son los más importantes y demuestran el énfasis dado a lo actual por la antología, lo que es confirmado por el espacio reservado a cada época. Según el conteo de Marshall (2003), apenas 148 páginas son dedicadas a la antigüedad greco-romana; 177 a la Edad Media; 99 al Renacimiento; 35 al siglo xvi; 151 al siglo xvm; 341 al siglo XIX; 543 al viejo siglo XX (de Freud a Frye); y 1067 a autores contemporáneos (de Barthes a Moulthrop), dos quintos del total. Las escuelas y los movimientos, listados alfabéticamente en inglés, comprenden: Estudios culturales; Deconstrucción y Pos-estructuralismo; Teoría y Crítica feminista; Formalismo; Crítica Gay y Lésbica, y Teoría Queer; Marxismo; Nuevo Historicismo; Fenomenología y Hermenéutica; Teoría y Crítica Pos-colonial; Psicoanálisis; Estudios de Raza y Etnia; Estética de la Recepción [Reader Response Theory]; Estructuralismo y Semiótica.12 Y lo mismo sucede con relación a los temas. Son estos, de nuevo en orden alfabético según el inglés: estética; autoría; el cuerpo; el canon/tradición; defensas de la crítica; género sexual y sexualidad; ideología y hegemonía; la institucionalización de los estudios literarios;13 teoría de la interpretación; lenguaje; lo moderno; la narrativa; lo posmoderno; representación y realismo; retórica; subjetividad/identidad; lo vernáculo y la nacionalidad; la literatura femenina. Se trata, por lo tanto, de una gran colección centrada en el presente, con un valor histórico limitado, por más que la intención sea otra. Todo esto apunta ya a la idea clave que será discutida más adelante, a saber, que la teoría americana en sus peores momentos, -como algo que desea autosuficiencia-, posee el efecto de destruir los objetos que estudia.

Otro ejemplo particularmente instructivo puede encontrarse en la posición de John Beverley en Against Literature (1993), el cual, como su título anuncia, argumenta en contra de los efectos supuestamente nocivos de la literatura. Aunque en la introducción el autor reconoce cierta exageración de intención polémica, el libro se esfuerza en mostrar "la conexión de la literatura con la formación del estado moderno y las condiciones de manutención y redefinición de la hegemonía capitalista, particularmente en situaciones de dominación colonial o neocolonial" (p. XIII). Para escapar de una formación discursiva inherentemente dominante, Beverly defiende dos vías extraliterarias, la de la cultura de masas, por un lado, y la del testimonio, por el otro. En el primer caso, la pérdida de autonomía del objeto estético, su mezcla con los productos de la industria cultural14 es bienvenida al "indicar una nueva vulnerabilidad de las sociedades capitalistas [...] [representando] una nueva posibilidad para la izquierda y una nueva centralidad para asuntos estéticos y culturales para la práctica de la izquierda" (p. 134). Con relación al testimonio, este es visto como "dador de voz en la literatura a un sujeto popular-democrático anteriormente 'sin voz' y anónimo, pero como manera de interpelar al intelectual o profesional [...] en su función de interlocutor/ lector del testimonio" (p. 78).

Este es un buen momento para llamar la atención sobre los riesgos de la importación intelectual sin mediación. Si los argumentos de Beverly ya son problemáticos en el contexto intelectual y cultural de los Estados Unidos, en Brasil son, en el mejor de los casos, risibles. La noción de que el aparato universitario del país es intrínsecamente dominante raya en lo ridículo (imagine a la USP [Universidad de São Paulo], la UFMG [Universidad Federal de Minas Gerais] o la UERN [Universidad del Estado Río Grande del Norte] siendo criticadas por causa de la "complicidad de la universidad en genocidios culturales (y a veces reales)" [p. 96]). En relación con la industria cultural, erróneamente llamada "cultura de masas", su carácter es mucho más homogeneizante en Brasil que en el capitalismo diversificado norteamericano, lo cual hace que sea mucho más difícil pensar, por ejemplo, que "Chitãozinho y Xororó", "Wando" u "Os Trapalhões" puedan ser vehículos de crítica y resistencia al sistema. En cuanto al testimonio, este merece ser leído junto con la ausencia de estructuras políticas mínimamente consistentes que puedan articular la representación de los oprimidos en prácticas partidistas. En los Estados Unidos, Chico Mendes no tendría un partido político al cual afiliarse. Finalmente, y para adelantar un argumento que será desarrollado más adelante, es curioso observar que el testimonio, con su pretensión de autenticidad e inmediatez, sirvió como material adecuado para el funcionamiento de la máquina académica, posibilitando innumerables libros, artículos y congresos dedicados al tema en la década de 1990 -todos ellos realizados con muy buenas intenciones y un sentido de justicia- hasta que pasó de moda a mediados de la década del 2000.

En este punto es posible desarrollar la segunda idea que guía el debate, a saber, que la teoría americana se presenta mucho más digna y legítima al ser vista a través de los lentes de sus detractores tradicionalistas [cursivas del autor]. Un ejemplo de esto es el libro Literature Lost (1997) de John M. Ellis, un largo lamento resentido en defensa de la gran literatura. Los problemas aquí son varios. La Ilustración, la razón occidental, es presentada como algo simplemente positivo, como si no hubiera tenido participación en la historia de destrucción que fue el siglo XX, y que todavía es el siglo XXI. Cuando defiende la superioridad de la cultura occidental, el libro se olvida de mencionar que esa superioridad se dio también, tal vez principalmente, por su potencial de aniquilación. El resto del mundo es comparado con Occidente, sin que se perciba que su estado de atraso fue generado en gran medida por el propio Occidente.

Además de eso, Ellis no tiene en cuenta la crisis interna de los estudios literarios, la cual tiene razones diversas, como la pérdida de relevancia social de la literatura frente a los medios de comunicación de masa o, más interesante aún, el propio impulso antiartístico presente en el arte desde las vanguardias de hace cien años. Al ignorar esto, los detractores de la teoría americana terminan proyectando una imagen demasiado positiva de la literatura y del arte, que con mucha facilidad las aproximan a valores supuestamente humanos y eternos. La Teoría no puede ser culpada por la crisis social de la literatura. Por el contrario, es posible argumentar que buena parte de la vitalidad de la literatura hoy se debe al impulso proporcionado por la explosión teórica, pues, sin los diversos códigos interpretativos disponibles, sería casi imposible tener qué decir sobre la literatura.

Sin embargo, la publicación más importante del pensamiento anti-teórico es Theory's Empire: An Anthology of Dissent (2005). Con 725 páginas, el libro presenta 47 ensayos divididos en ocho partes con títulos certeros: a) el ascenso de la Teoría; b) giros lingüísticos; c) la construcción del imperio; d) Teoría como profesión; e) identidades; f) Teoría como sustituta de la política; g) restaurando la razón; h) leyendo aún, a pesar de todo, estas teorías. Sus autores ocupan un amplio espectro crítico y político: algunos de ellos, como René Wellek, Todorov o Elaine Marks, son ex-entusiastas que posteriormente se retractaron, sorprendidos por los rumbos tomados por la teoría americana, mientras que otros, como el brasileño Merquior, siempre estuvieron en contra de esta. La diversidad y el número de contribuciones son muy grandes, al incluir desde los esperables talones de Aquiles de la Teoría, como el caso Paul de Man15 y el caso Sokal, hasta ideas bastante insólitas. Tal vez la mejor forma de comentar esta gran colección de textos es por medio de un sencillo listado, en desorden, de los argumentos más importantes. En total son 26:

  1. Al negar las grandes metanarrativas, la Teoría en realidad construyó la mayor de ellas: la propia Teoría.

  2. La Teoría está destruyendo los estudios literarios: esta no distingue tipos de escritura (incluyendo la diferencia entre obra ficcional y discurso crítico); esta es incapaz de lidiar con asuntos de valor y verdad, igualando potencialmente a la pornografía y Goethe (René Wellek).

  3. La deconstrucción pone fin al llamado practical criticism, la lectura atenta de los textos en sí, porque los usa simplemente para corroborar posiciones ya dadas de antemano.

  4. La Teoría no hace la lectura detallada, o close reading, que alimentaba el practical criticism. Cuando se atiene al detalle, no respeta la integridad de la obra como una totalidad que determina sus partes. Los fragmentos de los textos son sacados de sus contextos y pueden querer decir casi cualquier cosa.

  5. La Teoría pasa por alto cuestiones éticas: su crítica al humanismo es insostenible.

  6. La crítica que trata asuntos de género, raza y clase no está dispuesta a entrar en un debate abierto de ideas; esta funciona solamente siguiendo una lógica antagónica y partidaria, que ofrece interpretaciones que en el fondo son normativas. Además, la Teoría como un todo no propone argumentos que puedan ser refutados, sino enunciados dogmáticos que se deben aceptar y reproducir.

  7. La escritura de la Teoría es innecesariamente difícil y oscura.

  8. Al perder su transitividad, por no ser más teoría de alguna cosa, la Teoría se convirtió en una pura institución, que, "como la Teología [...], defiende argumentos fundacionales, comienza con una determinada razón tomada como postulado y la expande en todas las direcciones a partir de la misma" (Donogue, 2005, p. 111).

  9. La Teoría transforma eventos políticos en ocasiones hermenéuticas.

  10. La Teoría suprime el referente; por lo tanto, tiene que hacerse la ciega ante la naturaleza deíctica del lenguaje.

  11. La Teoría proviene de una tradición de pensamiento que no contempla los acontecimientos más recientes de la filosofía:

Derrida mismo es un filósofo muy tradicional en un sentido que se puede explicar de forma breve y precisa al decir que su trabajo proviene de presupuestos anteriores a Wittgenstein. [...] Pienso que la ignorancia de Derrida del lugar común filosófico de que los conceptos son en general débiles en sus fronteras [boundaries] es típica de una ignorancia más amplia de algunos principios lingüísticos fundamentales. En lo que sigue, argumentaré que si usted comprende algunos principios y distinciones fundamentales con respecto al lenguaje, entonces muchos de los asuntos de la teoría literaria que parecen ser terriblemente profundos y misteriosos tienen en realidad soluciones simples y claras. (Searle, 2005, p. 171 y 149)

12. La "ilusión de un referente último del lenguaje en sí -de aquello que los dialécticos llaman de lo Otro del lenguaje- no es una aparición trascendental. [...] [La] ilusión en cuestión refleja, en su lugar, la inadecuación del paradigma escogido. En el origen de esta ilusión no hay nada que sea necesario, solamente una cascada de reducciones. Todos los signos son tratados como palabras. Todas las palabras son tratadas como nombres. Todos los nombres son tratados como símbolos. Lo que debe ser criticado no es tanto el 'lenguaje' o la 'función simbólica', sino la vieja indiferencia de nuestros teóricos contemporáneos de aquello que los gramáticos llaman categorías gramaticales [parts of speech]" (Descombes, 2005, p. 188-189).

  • 13. La Teoría forma un clan de iniciados que excluye a aquellos que no son capaces de dominar sus complejos sistemas retóricos, o que simplemente no se interesan en hacerlo.

  • 14. La Teoría está marcada por un presentismo maléfico; esta es incapaz de tener una visión del pasado o del futuro:

  • La cultura de la Teoría es neomedieval, y el estilo de su discurso es neoescolástico. Las citas de las autoridades canonizadas son más importantes que la investigación personal y la verificación independiente. Para la Teoría no hay individualidad, originalidad o independencia: el prefijo re- domina su vocabulario, junto a su par, post-. Todo es siempre una repetición, una relectura, una reescritura. Ese clima de marasmo [ staleness] y de extemporaneidad [belatedness] es el resultado paradójico del presentismo: sin una narrativa que una el presente al pasado y al futuro, no puede haber desarrollo, apenas repetición. (Good, 2005, pp. 288-289)

  • 15. Con el tiempo,

[...] la sospecha en relación con los universales cobra una venganza. A pesar de la retórica de la subversión, la Teoría lleva a los intelectuales en la dirección de la resignación. Sin una idea enfática de libertad y felicidad, una sociedad mejor no se puede vislumbrar; la utopía se marchita. Aquellos que celebran la diferencia y desacreditan los universales no consiguen pensar más allá de las posibilidades inmediatas ofrecidas por la historia; en la mejor de las hipótesis valorizan todo lo que sea curioso o no occidental; en el peor de los casos, mitifican prácticas cuestionables. (Jacoby, 2005, p. 496)

16. La creencia generalizada de que todo es construido tiene consecuencias nefastas:

En la mejor de las hipótesis [...] el pensamiento construccionista expone la contingencia de aquellas prácticas que engañosamente enfrentábamos como inevitables. [...] Este se desvirtúa cuando pretende volverse una metafísica o una teoría general del conocimiento. En el primer caso, rápidamente degenera en idealismo; en el segundo, ocupa un lugar en una larga historia de tentativas problemáticas de relativizar la noción de racionalidad. (Boghossian, 2005, p. 573)

  • 17. La Teoría en los EE. UU. importó problemas que tenían sentido en el ambiente intelectual francés, como la famosa muerte del autor de Barthes; algo que no se justifica fácilmente en una tradición como la norteamericana, desprovista de academias de letras, con poca intervención gubernamental, y cuyas mayores influencias fueron el empirismo, ligado al lenguaje común y Shakespeare, el autor por excelencia de la variedad de registros lingüísticos.

  • 18. La Teoría fue responsable por el surgimiento del star system en las universidades norteamericanas, que tiene como contrapartida la proletarización de los otros profesores.

  • 19. Uno de los presupuestos de la Teoría comprometida actualmente es que la crítica que calla con respecto a la política refuerza necesariamente el statu quo. Esa inferencia es falsa, porque: 1) atribuye una intención al autor del ensayo (que niega al autor de la obra); 2) no considera el efecto despreciable de la producción académica en la sociedad; 3) implica una noción monolítica de statu quo.

  • 20. Aunque los nuevos enfoques de análisis literario están directamente motivados por asuntos que se encuentran en el centro del debate político, las lecturas derivadas de esos enfoques no estimulan una discusión productiva de las ideas, suposiciones y deseos detrás de estos. La crítica literaria, en realidad, no es una arena adecuada para el debate político; esta lo desvía lejos de su objetivo.

  • 21. La teoría poscolonial no respeta la integridad de las obras que critica. Esta produce una inversión espuria:

Sea invocando una "ficción", una "alegoría", una "narración", o un "texto", cada fórmula explica la dimensión extraliteraria de la literatura como un proceso literario, un procedimiento que al mismo tiempo reifica lo literario como un modo de aprehensión y vuelve la literatura como algo peculiarmente inaccesible: a medida que la narrativa se vuelve una metáfora para un proceso ideológico, deja de ser accesible como una forma particular de escritura con sus modos y medios singulares e irreductibles. (O'Connor, 2005, p. 298)

  • 22. Desde el punto de vista del nuevo pragmatismo, de los Estudios culturales, o de una antropología textualizada, la Teoría incentiva el escrutinio de temas menores, impidiendo cualquier referencia a lo general o universal. El estudio de la realidad se transforma en un nuevo esteticismo, que en última instancia es incapaz de juzgar.

  • 23. Al reducir hechos a valores, y el plano de la cultura a asuntos de poder, los Estudios culturales suprimen cualquier espacio para la política, pues el establecimiento de un acuerdo político y legítimo queda fuera de discusión: una distribución justa de derechos y recursos o un ordenamiento igualitario de las prioridades políticas, por ejemplo. Esa fragmentación, en el fondo, no expresa un contenido libertario; por el contrario, trasplanta, para el nivel de grupos (mayores o menores), la ideología típica del individualismo burgués, del bellum omnium contra onmes.

  • 24. La Teoría hace un uso mistificado y mistificador de las ciencias exactas, desvirtuando su contenido.

  • 25. Las lecturas que la Teoría hace de la ciencia, criticándola como vehículo de dominación de sexo, raza y clase y vinculándola al proyecto fracasado del Iluminismo, son ellas mismas oscurantistas y pueden contribuir con su reclamo implícito a un mundo pre-industrial de movimientos nativistas retrógrados y antimodernos. Ese es el resultado de la interpretación de Spivak en la India.

  • 26. La sexualización de todo por parte de los queer studies tiene como procedimiento interpretativo de base la separación de un elemento textual, que es, entonces, relacionado con cualquier cosa. La motivación que le es subyacente empobrece al ser humano:

Cuando reducimos nuestras vidas a "cuerpos y placeres", reducimos los cuerpos y los placeres a un debate incesante sobre el sentido de nuestras vidas. Y entonces reducimos el amor al trabajo, y el trabajo, sin la promesa y recompensa del amor, a una finalidad sin sentido. Y lo peor de todo es que, como el resultado de volver la presencia física una fría abstracción, comenzamos a volvernos indiferentes (o, entonces, especialistas) al dolor físico de las otras personas. (Siegel, 2005, p. 440)

Sin duda, esos argumentos tienen un poder de persuasión muy diverso. Las críticas al relativismo, particularismo, presentismo y partidismo son difíciles de refutar; no obstante, varias de ellas proyectan una imagen estereotipada y errónea de la teoría americana reacia a las mejores cosas que esta posee. Esa combinación es perjudicial para el volumen como un todo, por lo cual, Theory's Empire acaba pagando un precio alto por su beligerancia y resentimiento. La Teoría es nivelada por lo bajo, convirtiéndose en un estereotipo irreal. Ninguno de los argumentos citados podría ser aplicado, por ejemplo, a Fredric Jameson, reconocido y destacado exponente de la Teoría. En segundo lugar, la sorpresa y la indignación ante una supuesta hegemonía teórica, en realidad exagerada,16 impiden que se le dé la debida atención a las causas de tal predominio. Si este existe, tiene que haber algún motivo concreto para eso, a no ser que se quiera simplemente llamar a todos los defensores de la Teoría, profesores universitarios, alumnos de posgrado y de pregrado, estúpidos o ingenuos.

En toda la antología hay solamente dos argumentos al respecto: uno de estos será mencionado más adelante; el otro es que el ímpetu vanguardista del 68 habría cautivado a toda una generación que hoy ocupa posiciones clave en la universidad y que estaría influyendo en sus alumnos. Esto es muy poco. Si es verdad que la Teoría es oscura y desprecia el intercambio sincero de argumentos, esta no hastía con la exposición clara y regulada de la crítica tradicional ("este ensayo defenderá 'x' - por causa de 'y' y 'z', 'x' es verdadero - como vimos, este ensayo defendió 'x'"). No hay razón a priori para que, como en la cita anterior de Searle, las "soluciones simples y claras" sean superiores, o más interesantes que los "asuntos terriblemente profundos". Por último, el Imperio de la Teoría no se esfuerza en esconder su carácter restaurador, reaccionario en su sentido original, como si fuera posible cambiar las formas pre-teóricas de lectura. La última parte de la colección, "leyendo aún, a pesar de todo, estas teorías", que debería representar su lado propositivo en lugar del meramente destructor, es la menos interesante de todas: sus textos no se comparan ni de lejos con los clásicos de la Teoría, como un Barthes o Blanchot.

Hacer tabula rasa de la Teoría no es aconsejable, pero no porque toda interpretación tenga necesariamente una teoría en la cual se basa, pues no se puede exigir que todo ensayo exprese de donde viene: exhibir su teoría no es lo mismo que suponerlo ateórico; tampoco porque las opciones presentadas sean frustrantes,17 sino simplemente porque postular una vuelta a la literatura y a las grandes obras equivale a tapar el sol con un dedo y fingir ignorar la gran crisis que atraviesan las letras en todo el mundo ante la revolución tecnológica del computador, del videogame, etc. El papel de la Teoría es contradictorio, pues si, por un lado, relativiza la importancia de lo literario, que ahora pasa a existir lado a lado con los cartoons o YouTube, por otro lado, ofrece un nuevo aliento a la lectura de textos que de otra forma podrían perder interés. Varios autores del Imperio llaman la atención sobre el número decreciente de alumnos que cursan humanidades en los Estados Unidos, y culpan a la Teoría por esto; basta saber que, con su ausencia, los índices no serían mucho mejores. Vistos de esta manera, dichos argumentos parecen dar un paso en falso, atacando algo a partir de un lugar que es insostenible.

En este contexto, uno de los ensayos de la colección merece especial atención. En "Construccionismo social: filosofía para el medio académico" ["Social Constructionism: Philosophy for the Academic Workplace"], Mark Bauerlein comienza caracterizando una creencia que se alimenta mucho de la Teoría actual, según la cual, como todo conocimiento es una construcción y lo que existe son conocimientos diferentes con el mismo grado de relatividad, no es posible trascenderles para llegar a alguna especie de objetividad. La elección entre una u otra construcción pasa a ser moral: la verdad es sustituida por la táctica. El punto fuerte del texto es conectar esa concepción errónea con el modus operandi de la academia norteamericana contemporánea:

Esta es la ventaja simple y banal del constructivismo social: economiza tiempo. La verdad, los hechos y la objetividad exigen demasiada lectura, demasiadas visitas a la biblioteca, demasiado tiempo solicitando materiales de otras bibliotecas, investigando microfilmes, revisando fuentes y proyectándose más allá de las modas académicas que vienen y van. Una filosofía que desautoriza los fundamentos de esa investigación demorada es una bendición profesional. Este es el sistema de creencias de los investigadores que necesitan de una coartada para no leer más aquel libro, para viajar a los archivos o prestar sus oídos a otros puntos de vista. Por eso el construccionismo representa el credo predominante en las humanidades hoy. Este es la epistemología de la investigación con prisa, de los profesores bajo presión, bajo la mira de un revolver. (p. 353)

Es decir, la no diferenciación de las construcciones se adecúa muy bien al ímpetu productivista de la universidad contemporánea. Y lo mismo puede ser dicho con relación al discurso posmoderno de la abundancia de los trans-(transdisciplinariedad, transculturalidad.) y multi- (multiculturalismo, etc.), que de antemano prescinden de un discernimiento agudo más allá de la confrontación y el antagonismo. Si eso fuera verdad, [entonces] habría un tipo de práctica teórica que sería más adecuada al modo de producción académico norteamericano.18 Esto será desarrollado más adelante.

En un pequeño libro de 2004, Lindsay Waters, editor ejecutivo de Cambridge University Press para el área de las humanidades, caracterizó bien la crisis por la cual pasa la academia norteamericana al definirla como una crisis de superproducción de textos que nadie compra ni lee. Los números, de hecho, son espeluznantes: en el 2000, las editoriales universitarias estadounidenses publicaron nada menos que 31 millones de libros, mientras que la media del número de ejemplares vendidos por edición cayó de 1.250 a 272 en los últimos treinta años (Waters, 2004, pp. 7-36). Esa explosión y la paralela pérdida de relevancia de la investigación tienen como causa la cuantificación del juicio, que a su vez se origina en la reforma administrativa de las universidades, desde entonces conducidas más por ejecutivos que por académicos. Si se quiere tener un tenure, un empleo estable después de un período probatorio de siete años, es necesario tener al menos un libro publicado; independientemente de lo que este tenga de contenido, la máquina académica no puede más que crecer. Ahora, la Teoría fue, entre otras cosas, un medio por el que se pudo resignificar todo lo que existía, muchas veces ignorando lo que se había dicho antes. Shakespeare pudo ser releído (esto es, reescrito, publicado) según marcos femeninos/feministas, queer, poscoloniales, del New Historicism, de la pragmática, de los media studies, etc. Pero no solo él, también los noticieros y el heavy metal y los inodoros y MTV. Waters termina su libro con un llamado a nuevas y osadas teorías, pues considera que las actuales (sus objetivos son Stanley Fish y Richard Rorty) tienen, en realidad, una naturaleza antiteórica, conformista y, en última instancia, normativa; como se vio, uno de los argumentos contra la Teoría. La conclusión que Waters deja entrever, sin hacerla explícita, es que el sistema universitario norteamericano da un paso en falso, que produce discursos desvinculados de la sociedad como un todo y que él mismo no consigue absorber lo que produce.

Esa mención del aparato institucional en el cual se mueve la Teoría, el cual será retomado más adelante, sirve como transición para la tercera idea de base en el debate de la teoría americana, según la cual esta se alimenta de algún tipo de exterioridad en gran medida. Esto es evidente en los títulos que anuncian algo de lo otro o lo diferente. Están, en primer lugar, todos los libros que postulan el fin, la inutilidad o la insuficiencia de la Teoría; los ejemplos son numerosos e incluyen, respectivamente, volúmenes como Post-Theory (McQuillan et al., 1999), life.after.theory (Payne y Schad, 2003), After theory (Eagleton, 2003) y Against Theory (Mitchell, 1985). Dada la dinámica de favorecimiento de la "nueva abstracción", mencionada anteriormente, no es de extrañar que volúmenes como estos se acomoden a la lógica de aquello contra lo cual están en contra. Cualquier discusión teórica que pretenda criticar la Teoría en sus propios términos puede ser, con mayor o menor dificultad, incorporada dentro de su propio campo.19

Tómese como ejemplo un texto famoso de Jane Tompkins, "Me and My Shadow", un ensayo polifónico que, para defender el carácter estéril y nocivo de la teoría, incluye en sí mismo una voz teórica que se niega en seguida. Después de criticar el trabajo de una compañera feminista, critica su propia crítica diciendo que

[...] mi respuesta profesionalmente correcta no es el punto. Porque el punto, o mejor, el objetivo, no es quedarse luchando sobre esos asuntos, intentando rebajar a otra persona (decir cuál es el objetivo, ya es más difícil). El debate intelectual, si ocurre con el espíritu correcto, sería maravilloso. Sin embargo, no sé cómo estar en el espíritu correcto, más precisamente, no consigo argumentar sin parecer superior y presuntuosa. Sobre todo, no sé cómo entrar en un debate sin tener que dejar todo atrás - los pájaros allá afuera, mi pena por Janice, yo misma como una persona sentada aquí con medias altas, con un poquito de frío, porque la ventana está abierta, y pensando en ir al baño. Pero sin ir aún. (Tompkins, 2001, p. 2133)

La Teoría, con sus argumentos y refutaciones, es agresiva y consecuentemente masculina. Su principio organizador es la confrontación y la disputa, y la victoria en un debate representa una derrota del punto de vista humano. En vez de rendirse al principio masculino de competición, las feministas deberían incentivar los vínculos personales, abrazar su sisterhood. En cierto sentido, el ensayo es la prueba de las objeciones: cualquier observación contraria (como su falsa construcción de la inmediatez) ya es víctima de su lógica antiargumentativa, en la medida en que corrobora lo que defiende la autora. En vez de intentar mostrar (¿masculinamente?) los errores del raciocinio en el texto, es más interesante notar en qué medida la retórica antiteórica fue capaz de volverlo un hit parade de la Teoría, a punto de ser incluido en la antología de Norton.

Por último, resta llamar la atención sobre cuánta exterioridad puede ser invocada dentro de la propia Teoría por medio de la tensión entre los propios teóricos de base. Entre las distintas vertientes de la teoría americana, dos merecen ser destacadas aquí. La primera, que puede ser llamada textualista, está en gran medida asociada a Derrida y la deconstrucción; se trata de una teoría técnicamente sofisticada, más preocupada por aspectos formales de la cultura como un todo (la cultura concebida como texto), y aparentemente neutra en cuanto a preocupaciones políticas inmediatas. Su período de oro fue el de las décadas de 1970 y 1980. La segunda tendencia se asentó en la década de 1990. En vez del texto, esta privilegia la noción de poder, Foucault en vez de Derrida (aunque combinarlos sea posible); está explícitamente comprometida, y defiende un universo de interés específico, sea el de las mujeres, de los negros, los chicanos, los homosexuales o de los países del llamado tercer mundo. La relación entre las dos vertientes es compleja y cubre un espectro de posiciones divergentes. En un extremo hay una posición de conflicto, como en el texto de Bárbara Christian, que critica la teoría pura a partir de la perspectiva de la negritud.

Los teóricos de hecho anunciaron su insatisfacción con algunas de las ideas que fundaron su propia tradición, una insatisfacción con la cual yo nací. No obstante, en la tentativa de alterar la orientación del saber occidental, estos, como siempre, se concentraron en sí mismos y no se mostraron mínimamente interesados en los mundos que habían ignorado o controlado. De nuevo, se supone que yo debería conocerlos, a pesar de que ellos de ninguna manera estaban interesados en conocerme a mí. [...] Como soy levemente paranoica, me vino a la mente que la literatura que está siendo producida es justamente una de las razones por las que esta teoría filosófico-crítico-literaria de la relatividad es tan prominente. En otras palabras, la visión de que la literatura de los negros, de las mujeres de América del sur y África, etc., es una literatura "política" estaba siendo neutralizada de antemano por un nuevo concepto occidental que decía que la realidad no existe, que todo es relativo, que todo texto silencia con respecto a algo, lo que aquí es realmente el caso. (Christian, 2001, p. 2261)

Se trata de una lógica de nosotros contra ellos inscrita en la propia producción teórica, la dificultad de esta posición, sin embargo, se hace evidente cuando Christian se ve obligada a diferenciar entre otros "ellos":

No quiero dar la impresión de que, al hacer objeciones a la carrera teórica20, me esté aliando o poniendo de acuerdo con los humanistas neutros, que ven la literatura como pura expresión y que se niegan a admitir el evidente control de su producción, valor y distribución de aquellos que ocupan detentan el poder, que niegan, en otras palabras, que la literatura es, necesariamente, política. (ídem, p. 2259)

Al poner a los "humanistas neutros" como los últimos antagonistas, Christian indirectamente configura el campo de la Teoría, contra el cual se opone, pero del cual no deja de hacer parte.

bell hooks (con letra minúscula) presenta una postura de transición. Aunque esta concuerde con que la Teoría fue formulada -y es utilizada- por una élite (blanca), vislumbra la desesencialización que promueve un potencial positivo:

La crítica al esencialismo desarrollada por el pensamiento posmoderno es útil para los afroamericanos preocupados con la reformulación de nociones anticuadas sobre [la] identidad. [...] Emplear la crítica al esencialismo permite a los afroamericanos reconocer la forma por la cual la movilidad social ha afectado la experiencia colectiva de los negros, haciendo que el racismo no tenga necesariamente el mismo impacto en nuestras vidas. Esa crítica nos permite afirmar múltiples identidades, experiencias negras variadas. Esta también cuestiona los paradigmas coloniales e imperialistas de la identidad negra, que representan la negritud de una forma unidimensional con vistas a reforzar y mantener la supremacía blanca. (Hooks, 2001, p. 2482)

Finalmente, Huston A. Baker Jr. representa el otro extremo del espectro, pues acoge con entusiasmo las propuestas de un cierto posmodernismo en los estudios negros. En un famoso texto, sugiere que el blues puede ser visto como una matriz de conversión de la experiencia vernácula negra en cultura. Baker define la matriz como

[…] un útero, una red, una roca generadora de fósiles, un rastro rocoso dejado por una gema, el metal principal de una aleación, un molde o forma de reproducción gráfica o de discos. La matriz es un punto incesante de entrada y de salida [input and output], una red de impulsos en intersección y entrecruzamiento, siempre en un tránsito productivo. El blues afroamericano constituye tal red vibrante. Este es lo que Jacques Derrida podría describir como lo "siempre presente" de la cultura afroamericana. (Baker, 2001, p. 2230)

El blues, "en lugar de una forma rígidamente personalizada, ofrece una recapitulación filogenética -una meditación libremente asociativa y no conceptual- de tipos de experiencia. Lo que surge no es un sujeto lleno, pero sí una voz anónima (sin nombre) que surge de la totalidad desigual [ (w)hole] negra. La coda de la inscripción del cantante de blues siempre es atópica, deslocalizada (p. 2231).

Ahora, no es difícil verificar que esos fragmentos son el resultado de la mezcla entre un núcleo conceptual posmodernista con un contenido de la cultura negra. Sin embargo, vale la pena preguntarse si el precio de la sofisticación teórica no es una pérdida de impacto político, si la adopción del esquema posmoderno no lleva a la conciliación y la eliminación del antagonismo, al paso que la confrontación directa, manifestada en la débil y limitadora oposición binaria del "nosotros" versus "ellos", no supondría una mala Teoría. Aquí se ve de nuevo en qué medida la vida de la teoría americana depende de una relación con alguna especie de exterioridad.

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1Esta nota no hace parte del texto original. Es una breve introducción a la traducción del capítulo del libro [N de los E.].

2Fabio Durão hizo sus estudios de doctorado en teoría literaria en la universidad de Duke. Ha sido profesor visitante en diversas universidades de Canadá y Brasil, y conferencista en universidades norteamericanas. Ha publicado artículos y libros sobre marxismo, teoría literaria y literatura brasilera.

3Según David Harvey (1992), la respuesta de los mercados financieros a la crisis del petróleo de 1973 fue la "flexibilización" de la movilidad del capital. Esto se tradujo en el desmonte de las políticas de regulación de la inversión de capitales extranjeros en la mayoría de estados a nivel global, la transformación de sectores como la salud y la educación en mercados generadores de capital y en la pérdida de los beneficios que la fuerza laboral había ganado progresivamente mediante organizaciones sindicales, entre otras cosas.

4"Shakespeare pôde ser relido (isto é, reescrito, publicado) segundo arcabouços femininos/ feministas, queer, pós—coloniais, do New Historicism, da pragmática, dos media studies etc. Mas não apenas ele; também os telejornais e o heavy metal e as latrinas e a MTV". (52)

5 Véase "Dos notas sobre la excelencia", texto publicado en el segundo volumen de 2015 en esta misma revista.

6"Lembrar que os arcabouços de decifração textual se relacionam a contextos específicos de atuação, bem como a objetos mais ou menos determinados, só pode ser salutar em um ambiente intelectual como o brasileiro, tradicionalmente importador de tecnologias teóricas para a explicação da matéria-prima que seria a cultura do país — um movimento que reproduz, no âmbito das ideias, a divisão internacional do trabalho" (4).

7"In its capacity to attract financial resources, student interest, a patina of innovative 'cool', as well as hostility from those who feel left behind, the digital humanities almost eerily mirrors the rise of its discursive predecessor. Its task now is to avoid mirroring poststructuralism's institutional demise, and for a very specific reason: digital technology will endure and evolve with or without digital humanities, just as critiques of objectivity have outlasted poststructuralist theory" (1).

8Traducción de Diana Milena Duarte Salinas, revisada por Juan David Escobar. Se ha conservado el formato usado por el autor para la bibliografía que acompaña el capítulo. [N. de los E.]

9En 2010 salió la segunda edición que acentuó el carácter actual y multicultural de la antología. La exclusión de autores clásicos como Quintiliano, por ejemplo, fue compensada con el incremento de críticos hindúes y chinos (cf. Tinti, 2011).

10Cf. Ngugi Wa Thiong'O, Taban Lo Liyong, Henry Owour-Anyumba. "On the abolition of the English Department". "La maquinaria que promueve la elección de textos y rige su interpretación" es "parte integrante del imperialismo y de la dominación en su fase neocolonial" (2001, pp. 2092-2097).

11Para la respuesta del editor general, cf. Leitch (2003).

12Kubek lamenta la ausencia de los estudios masculinos (Mens Studies) en la antología, pues "una amplia selección de material de los estudios masculinos ha estado disponible en las antologías por lo menos desde hace una década" (Kubek, 2003, p. 73). Leitch (2003, p. 472) ofrece una respuesta para eso en otro contexto: "Piénsese en la proliferación de escuelas y movimientos críticos que se dieron en las últimas décadas —nuestros tiempos posmodernos— o en la lista creciente de subáreas que hoy componen los estudios culturales (estudios del cuerpo, estudios de la subcultura, estudios de trauma, estudios de blanquitud [whiteness studies], estudios de la comida, y estudios de animales, entre muchos otros" (Cain, 2003, p. 468).

13Aquí aparece el adjetivo "literario" por primera vez en un contexto crítico, que fácilmente puede llevar a atacar a la literatura.

14"De la forma posmoderna, Ulises y su tripulación no están solamente escuchando la canción de las sirenas, están cantando con ellas, como en 'Sing Along with Mitch', y tal vez marcando los compases con sus remos" (p. 125).

15 Sólo para recordar: el caso Paul de Man se refiere al descubrimiento en 1978 de artículos racistas escritos por el autor en 1941 y 1942 en un periódico belga pro-nazi.

16E.g.: "Un Derrida, Fish, Jameson o Culler puede llenar más auditorios que cualquier simple escritor o poeta" (Good, 2005, p. 291).

17Como en el caso de Freadman y Miller, antologizados en El Imperio de la Teoría, que proponen un modelo ético de lectura, a partir de una noción sustancial de lo humano (Freadman y Miller, Repensando la teoría: una crítica de la teoría literaria contemporánea. São Paulo, Editora de la UNESP, 1994).

18La universidad compartiría, así, una tendencia social general de superproducción semiótica del capitalismo tardío. Su excesiva generación de sentido no desentona con el bombardeo que todos sufren, cada vez más, en la cotidianidad de cualquier ciudad mínimamente tecnologizada, y que convierte al silencio en una mercancía de lujo.

19En efecto, toda una gama de palabras, prefijos y presuposiciones puede ser pensada aquí, y se puede generar el título que se quiere usándolas: "beyond", "towards", "other" (u "othering"), "against", "new", "deconstructing", "gendering", etc.

20 El título en inglés tiene una ambigüedad que explora por la autora, pues puede significar "Raza para la Teoría" o "Carrera por la Teoría".

Sobre el autor

Fabio Akcelrud Durão es profesor livre-docente en el Departamento de Teoría Literaria de la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp). Es coautor del proyecto colectivo Social Analysis and the COVID-19 Crisis: A Collective Journal (Routledge, 2020) y autor de O que écrítica literária? (Parábola/Nankin, 2016), Essays Brazilian (Global South Press, 2016), Fragmentos Reunidos (Nankin, 2015), Modernism and Coherence (Peter Lang, 2008) y Teoria (literária) americana (Autores Associados, 2011). Coeditó, entre otros, Modernism Group Dynamics: The Politics and Poetics of Friendship (Cambridge Scholars Publishing, 2008) y organizó Culture Industry Today (Cambridge Scholars Publishing, 2010). Editor de la revista Alea, ha publicado varios artículos en Brasil y en el extranjero, en periódicos como Critique, Cultural Critique, Luso-Brazilian Review, Parallax, The Brooklyn Rail, y Wasafiri. Sus intereses de investigación incluyen la Escuela de Frankfurt, el modernismo de lengua inglesa y la teoría crítica brasileña. Del 2014 al 2016, fue presidente de la Associação Nacional de Pós-graduação e Pesquisa em Letras e Linguística (ANPOLL). Actualmente es miembro del Comité de Asesoría del área de Letras del Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (cNPq).

Sobre la traductora Diana Duarte obtuvo su pregrado (2014-2019) y Maestría (20219-2021) en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Mientras realizaba su maestría, ganó una beca para impartir clases de literatura latinoamericana del siglo XIX. Además, forma parte de diferentes grupos de investigación en los que desarrolla proyectos enfocados en humanidades digitales y literatura e historia. Entre ellos se encuentra la Biblioteca Digital de Soledad Acosta de Samper (2020-presente) y el Archivo Digital de María Mercedes Carranza (2020-presente), ambos en la Universidad de Los Andes; y la Biblioteca Bicentenario, grupo de investigación liderado por Francisco Ortega de la Universidad Nacional de Colombia. En 2021, comenzó su doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Emory. Sus intereses académicos actuales son la construcción de la identidad intelectual de la mujer latinoamericana en el siglo xix. También le interesan la traducción literaria, la literatura e historia latinoamericanas, la teoría literaria, el aprendizaje de idiomas y las humanidades digitales. Es coautora de El aura juguetona: Antología ilustrada de literatura infantil de la prensa colombiana de los siglos XIX y XX (2018).

Sobre el revisor y autor de la nota introductoria Juan David Escobar actualmente cursa el Doctorado Interdisciplinar en Estudios Hispánicos de la Universidad de Emory. Ha sido docente de Literatura y Teoría Literaria en la Universidad Nacional de Colombia, su alma mater, donde ha dictado diferentes seminarios de literaturas latinoamericanas, literaturas europeas, teoría literaria, literatura y traducción y seminarios de autores ingleses y argentinos. También se ha desempeñado como profesor de español e inglés en diferentes niveles a nivel universitario. Hizo parte del comité organizador de dos eventos internacionales sobre traducción y literatura comparada: El Arte y el Oficio del Traductor en las Ciencias Humanas (2014) y Cruzando Fronteras: Segundo Encuentro Internacional de Literatura Comparada (2016). Es coautor de El aura juguetona: Antología ilustrada de literatura infantil de la prensa colombiana de los siglos XIX y XX (2018) y coeditor del dossier dedicado a Carlos Rincón en la revista Estudios de Literatura Colombiana de la Universidad de Antioquia (2021). Sus investigaciones giran en torno a la teoría literaria, la literatura comparada, la historia de la traducción en Latinoamérica y la relación entre el campo estético y político. Además de investigador y docente, es traductor independiente.

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