SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.24 número2Las compilaciones de literatura amerindia venezolana en las investigaciones etnográficas: hacia una clasificaciónEl muerto y las aves índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Literatura: Teoría, Historia, Crítica

versión impresa ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.24 no.2 Bogotá jul./dic. 2022  Epub 23-Ago-2022

https://doi.org/10.15446/lthc.v24n2.102266 

Entrevistas

Entrevista a Francelina Muchavisoy

Laura Alejandra Charry Aldana1 

1 Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia lcharry@unal.edu.co


LAURA ALEJANDRA CHARRY

¿Cómo surgió ese primer encuentro con la poesía?

FRANCELINA MUCHAVISOY

Mi primer encuentro con la poesía fue algo no intencionado. En un principio ni siquiera pensaba que lo que escribía era un poema; yo solo quería escribir lo que sentía al no poder hablar inga con mi gente. Me parecía que escribir era lo más cercano que podía estar de mi gente. Escribirlo, después leerlo y escucharme a mí misma me daba más confianza que hablarlo con alguien que no hablaba mi lengua. Hacer por primera vez un escrito en lengua materna no es nada fácil, así sea yo hablante, las cosas son muy distintas al momento de escribir. Las palabras no son iguales, los sentimientos los podemos expresar cuando se está hablando, pero cuando se está escribiendo es distinto y cuando se va a leer ese escrito es muy distinto, así lo veía yo. Cuando comencé a escribir lo hice más que todo para sentirme en mi cultura, pero al escribirlo me di cuenta de que no era igual y al leerlo era distinto. Las emociones y los sentimientos que sentía eran dos cosas distintas en la lectura y en la escritura. Mientras yo lo estoy leyendo, lo voy a expresar y entender como yo lo sienta; pero, cuando lo haga otra persona, no será igual, ni lo va a sentir ni lo va a expresar como yo me estaba sintiendo en ese momento. Al comenzar a escribir, jamás pensé en una publicación o estar en medios, yo lo hacía para mí, era una forma de recrearme, de distraerme. Pensaba también que en algún momento todo se iba a ir perdiendo y que, con el tiempo, alguien iba a tener esos cuadernos escritos y los iba a coger y los iba a leer, al menos para obtener vocabulario inga de ahí. Pensaba en esas cosas, pero lo hacía más para expresar los sentimientos por medio de la escritura.

L. A. C.

¿Cómo se dio el proceso de adaptación estando lejos de su hogar? ¿Cómo fue ese cambio con respecto a la alimentación, las creencias, la medicina, el ambiente y los mismos sueños?

F. M.

Pues es un cambio muy grande, es un cambio total, porque el espacio, los tiempos, todo es diferente, la misma cultura es muy distinta, entonces yo me sentía muy extraña en todo sentido. Los espacios, primero: para uno aprender debe estar encerrado en los salones, entonces eso me parecía muy difícil y distinto y me cansaba mucho. Los espacios de aprendizaje de nosotros estaban por todo lado, eran espacios abiertos, los ríos, las lagunas, las chagras, en todas partes uno iba aprendiendo, nunca le iban a decir: bueno en esta hora trabajan tal cosa y en la siguiente tal otra. El colegio es distinto, la universidad es distinta, son aprendizajes diferentes y esta otra cultura a la que llegué era muy distinta en general. La relación de la familia y de las personas era diferente. La alimentación también cambiaba: en la ciudad se alimentaban siempre igual, siempre era carne, pollo, de pronto pescado y huevo, ese no era mi tipo de alimentación.

Los sueños eran mucho más lejanos porque al salirse uno de su lugar, de su territorio, todo cambia, hasta los sueños. Por mucho tiempo no pude soñar porque era desconocido el lugar donde estaba. Después de un tiempo, comencé a soñar, pero no entendía lo que soñaba, no había relación con lo que soñaba, ni los espacios, ni el ambiente, nada. Todo es diferente cuando se cambia de lugar. A medida que me iba moviendo entre pueblos y ciudades, así también cambiaban los sueños. Yo soy de la parte sur del Cauca, donde limita con el Caquetá. Cuando llegué a Bogotá, encontré compañeros ingas, no de mi comunidad, pero sí del mismo pueblo, eran del alto Putumayo. Tenía la oportunidad de hablar con ellos, allí había un acercamiento respecto al idioma, podíamos compartir. De pronto, tenía la oportunidad de hablar con algunas compañeras ingas y ellas me decían que es duro y es difícil estar lejos de su hogar, en un sitio tan distinto. Ellas me comentaban cuando tenía la oportunidad de encontrarlas: "de pronto cuando sueñas tal cosa es esto". Yo comencé a tener ese contacto con las compañeras y también fui relacionando ciertas cosas con lo que soñaba y a tener una respuesta para los sueños, pero no podía compartir mis sueños en las mañanas con alguien, como lo solía hacer en mi comunidad.

Para nosotros, todo está ligado: la alimentación, la medicina, la salud. Para nosotros, todo es un círculo. Extrañaba las comidas, las frutas que uno come por temporadas, cada mes hay diferentes cosechas de frutas silvestres. Fuera de nuestra comunidad se ven frutas que uno de pronto no conoce y no sabe cómo consumirlas y no sabe cómo las han cosechado y todo eso es importante para nosotros. Nos importa saber en qué horario se cosechan los alimentos. Si se exponen mucho al sol, por ejemplo, esas frutas generan problemas en los riñones. En nuestras comunidades se cosecha y se consume lo que la madre tierra disponga, en las grandes ciudades no es así, toca escoger lo que uno encuentra, pero uno no sabe el origen de esos alimentos. Ese cambio de la alimentación fue muy duro. Nosotros nos alimentábamos de acuerdo con los ciclos de cosechas que había y de acuerdo con la relación en el cuerpo que se concentra entre el frío y el calor, de acuerdo con eso se piensa en la salud de la persona y, así mismo, se alimenta la persona. Hay frutas muy frías, otras calientes. En una mujer fértil y joven, por ejemplo, se tiene en cuenta cierto tipo de alimentos para darle en la edad reproductiva, según los alimentos que consuma, la mujer va a sufrir mucho o no va a sufrir en el momento del parto.

Uno está en una ciudad o en un pueblo, pero está pensando en lo que uno era en su comunidad. De pronto, si ves otros escritos de otros compañeros, siempre están recordando los abuelos, la medicina, la comida, las reuniones familiares. Cuando uno sale de su comunidad, el lugar al que uno llega es un lugar extraño, ahí es donde uno está inmerso y ahí se ha quedado. Así estamos muchos, muchos pueblos, muchas personas indígenas que se han quedado en las ciudades ya sea por trabajo, estudio u otras razones; estamos ahí en ese medio extraño, lejos de casa, pero estamos viviendo.

L. A. C.

¿De qué forma ha influenciado la religión católica y el encuentro con el mundo occidental su proceso creativo?

F. M.

Desde pequeña me criaron bajo la religión católica, creyendo en la religión como nuestros padres lo habían hecho, esa tradición viene así. Mi generación y algunas personas de las generaciones de nuestros abuelos no fueron tan apegados a la religión católica. Unos no creen en esa religión, especialmente los taitas, los sabios. Para los abuelos y los padres, hablar mal del cura o de las monjas era terrible. Yo me cuestionaba muchas cosas de lo que se vivía y de lo que se hacía. Cuando los curas llegaban a las comunidades uno tenía que arrodillarse, pero yo no sabía por qué. Nosotros nos arrodillamos a los tíos, a los abuelos, a los padrinos, pero a una persona desconocida... se sentía raro. Todo eso me generaba preguntas. Cuando llegué al colegio, cuando ya no estaba dentro de la comunidad, comencé a vivir, a evidenciar otras cosas y a mirar de otra forma la religión: era diferente a lo que me habían dicho y a lo que me habían inculcado en mi hogar. Era otro comportamiento en los pueblos, en las ciudades, la forma en la que eran los curas y las monjas, como si fuera un concepto diferente. Cada vez tenía más preguntas al respecto. Cuando comencé a escribir los poemas, eran momentos de pensar, de reflexionar y de ver cómo con ese discurso se engañaba a la gente, a nuestra comunidad.

Una vez hubo un problema con la escultura de un santo. Por esto, la comunidad se dividió. La cosa empezó con dos hermanos, uno de ellos no admitía que el santo se quedara solo en la escuela, mientras que el otro decía que se quedara en la escuela. En la escuela el santo mantenía sucio por los murciélagos, hormigas, arañas, etc., y para el primer hermano esto era una falta de respeto. La comunidad se empezó a dividir. Varios familiares del primer hermano, en un fin de semana, sacaron al santo de la escuela y se lo llevaron. Se hicieron reuniones y al final llamaron al cura, dado que el primer hermano no tenía un lugar donde dejar el santo. El cura dijo que el santo debía quedarse en la escuela. El primer hermano decidió reclamar a otro santo y así se dividió la comunidad. Yo veía eso y pensaba que era un santo que no conocíamos, ni siquiera sabía de qué material estaba hecho, no sabía por qué peleaban por el santo. Ese santo era san Antonio, era usado para recuperar los animales que se escapaban y que luego tocaba perseguirlos y matarlos antes de que causaran daños a los cultivos o a las personas. A san Antonio le colocaban un lazo en el cuello hasta que el animal apareciera muerto. Esas cosas me parecían muy extrañas, mientras que un médico tradicional con rituales podía alejar al animal o cazarlo. Yo me preguntaba por qué hacían eso, por qué recurrir a un santo que no conocíamos.

Cuando comencé a escribir todo eso, se me venían a la mente las discusiones por un santo desconocido para los abuelos, para mí, para todo el mundo. No sabíamos la historia de ese santo, solamente estaba ahí y le ponían unas velas, le rezaban un domingo, todo eso me hacía pensar y cuestionar mucho. Cuando comencé a escribir, hice un poema que se llamaba "Pingaisitu", que quiere decir "Qué vergüenza", pero no era vergüenza por ese santo, era por el acto que yo había hecho. Ese poema lo declamé en una catedral y era una vergüenza para los abuelos. Yo misma los había llevado a una actividad cultural y me daba vergüenza meterlos en la catedral. Ellos iban con mucho respeto a sus santos y yo no estaba respetando a sus santos, yo estaba declamando un poema que era todo lo contrario, lo dije en inga y luego en español. No me arrepiento. A los abuelos de pronto no les gustó, pero no me dijeron nada tampoco. Mi poesía es producto de todo eso: de ver cómo una comunidad se destruye por cosas que no se conocen, por darle tanta importancia a cosas que asumimos como imposición mientras que lo propio se va dejando aparte. Ir descubriendo la religión católica en todos los sentidos, el respeto con la gente, los niños, las mujeres, la relación con la política, mirar esas cosas desde una perspectiva fuera de la comunidad nos permite entender mejor la relación con la religión y lo que ha provocado en nuestra cultura. Irle a decir eso a un abuelo, que no va a entender y lo que va a hacer es castigarlo a uno. Pues mis poemas están siempre reflexionando sobre eso también.

L. A. C.

¿Cómo fue el surgimiento de poemas como "Un rancho vacío" y "No tengo santos"?1

F. M.

"Un rancho vacío" surgió en honor a mi abuelo. Todos los años es una costumbre para nosotros los ingas despedirnos. De pronto, el día que nos encontramos, y no nos hemos visto durante mucho tiempo, ese día nos despedimos como si fuera la última vez. En la casa de mi papá siempre me hacían despedir. Yo llegaba en noviembre, estaba todo diciembre por las vacaciones y mi papá en enero me hacía despedir como si fuera la última vez que me iba a ver con mi familia. Siempre así. Ese enero que me despedí de mi abuelo fue raro. Mi abuelo me dio unas cosas que casi siempre son detalles dados a los hombres, no para una mujer. Mi abuelo me dio unas plumas de unos loros que él había conservado hace muchos años y las había cuidado demasiado. Ese día me dijo que me las iba a regalar, las tenía intactas, las cuidaba mucho. Él me las regaló y se me hacía raro, perfectamente pudo regalárselas a un nieto, pero él me las dio a mí. Yo lo sentía como muy lejos, estábamos hablando frente a frente, pero lo sentía muy lejos. El 4 de enero yo viajé y me despedí esa mañana. El 13 de enero estaba muerto mi abuelo. Como yo iba todos los diciembres era muy difícil para mí no encontrarlo ahí. Entonces, se me ocurrió que, como no estaba mi abuelo, solo mi abuelita, se me ocurrió escribir en honor a él. Era un rancho vacío porque ya no estaba él.

Uno para aprender no necesita lujos. Para nosotros, es importante saber escuchar y saber ver, y los abuelos siempre nos reunían en su rancho para hablar sobre la tradición oral, enseñarnos a hacer cosas, a preparar plantas medicinales, a preparar comidas, a conservar alimentos. Por eso le puse "Rancho vacío", porque ya no estaba el abuelo, ya no estaban sus relatos, y no era solo por mi abuelo, pasaba en todos los ranchos, las casas se van quedando solas. Cuando éramos niños estábamos siempre en los patios de las casas, ahí siempre nos educaron, ahí siempre estuvo mi abuelo. En su honor nace el poema.

"No tengo santos" nace de que sé que hay santos, pero no son míos, ni los conocí, ni sé su historia. No tengo santos, pero tengo dioses, aunque no son dioses como lo sería el de la religión católica, no son dioses según la concepción en español. Los médicos tradicionales y los abuelos nos decían que las plantas tienen un alma, un espíritu, y que son ellos los que les enseñan a los médicos tradicionales todo lo necesario. Por eso, ellos saben formular ciertas plantas para ciertas enfermedades, pero ¿cómo lo saben ellos? Pues a través del yagé, la planta maestra. Los médicos tradicionales aprenden de ella y luego le transmiten ese conocimiento al pueblo. El pueblo lo que hace es practicar eso que les enseñan. El médico tradicional lo que hace es visibilizar cuáles son esas plantas que nos sirven y para qué enfermedades funcionan. Es así como ha venido funcionando siempre. Por eso, yo nombro ahí en el poema el Waira, el Iaku kuku, el Tamia kuku, esos son como el reemplazo de los santos. Esos son los que yo tengo y conozco. Ellos me cuidan y de ellos he aprendido muchas cosas a través de tradición oral, de los abuelos, de los médicos tradicionales, de los padres de familia. Pero a los santos cristianos, a esos no los conozco. Los que yo conozco, los que me enseñaron, los que me acompañan son ellos, el aire, las plantas, los ríos, las lagunas. Ellos para nosotros tienen un espíritu que nos ayuda, que nos advierte. Por eso digo que no tengo santos, tengo dioses.

L. A. C.

¿Cómo describiría la importancia de la oralidad en su cultura?

F. M.

La oralidad está en todo. Esa ha sido la esencia de nuestra cultura. Gracias a la oralidad se han mantenido nuestras costumbres. La oralidad la han mantenido los abuelos. Ellos eran los grandes oradores: uno aprende escuchándolos, mirándolos, haciendo lo que hacen ellos, siempre a través de la oralidad. Lastimosamente, en estos tiempos ya es diferente. Ahora que ya muchos de ellos no están y que la educación occidental está cada vez más presente, debemos leer y cada vez más, pero leer no es lo mismo que hablar; aprender no es igual. Leer y aprender es difícil, en la oralidad siempre se está frente a otra persona, ante las dudas uno pregunta, cuando se lee uno debe resolver las dudas prácticamente solo. La lengua materna y toda la cultura se ha mantenido viva a través de la oralidad y de los tejidos. La oralidad está plasmada en esos tejidos que hacían las abuelas, en las prendas de vestir, en los utensilios de cocina, en tantas cosas que ellas elaboraban, pero siempre acompañados de la oralidad.

La palabra siempre ha sido importante para nosotros. Todas las cosas, todos los actos, siempre fueron a través de la oralidad y eso ha venido cambiando. Ahora muchas de las cosas se dan a través de acuerdos escritos. Ese es un paso muy grande y fuerte para las comunidades, pero son nuevas generaciones las que vienen y todo va cambiando. La oralidad se va quedando atrás, ya no es tan fuerte como antes. Así mismo, se va perdiendo la cultura, así nos vamos perdiendo en los tiempos, en otras culturas, vamos quedando como un recuerdo de lo que fuimos. Ahora hablar de oralidad no es igual, no se puede hablar de oralidad como se hacía antes cuando teníamos los espacios, los tiempos, los ciclos, las fases de la luna. En todas esas cosas estaba nuestra cultura y ahí siempre presente estaba la oralidad. Ahora no podemos ver ni los astros, la contaminación nos ha afectado mucho en eso, ya no podemos mirar los astros para guiarnos en nuestro calendario. Muchas veces no se puede ver ni la luna, el sol se ve a medias, lo sentimos porque calienta, pero ya no es lo mismo, la vivencia de la cultura es diferente.

La oralidad es muy importante para nosotros y lo que uno medio sabe ha sido gracias a la oralidad. Muchos de los relatos que escuchamos son narrados directamente a los niños y las niñas, otros son para los jóvenes, y hay varios otros que uno escucha cuando no debe, son esas escuchas filtradas. Muchos relatos los escuchábamos cuando hacían rituales del yagé. Contaban muchas historias y, en una de esas que contaban los taitas, escuchamos como ellos andaban y eran llamados cargueros, que eran personas que cargaban diferentes cosas de ciudad a ciudad, de pueblo en pueblo, y que mataban a los curas. Decían que, cuando ellos viajaban, les tocaba caminar semanas o meses. Uno de esos viajes era de Florencia a Mocoa y de Mocoa a Pasto. Los curas los mandaban con cajas que los ponían a cargar y ellos no sabían qué era lo que tenían dentro. Uno de los abuelos contaba que lo ponían a cargar, de Florencia a Mocoa y de Mocoa a Florencia, y que esas cajas sonaban mucho por dentro. Después de muchos años de estar cargando cajas sin conocer el contenido, supo que eran restos de los mismos curas que habían muerto, mandaban los restos de un lado al otro. Los indígenas que viajaban de Mocoa a Pasto tenían que cargar a los curas vivos a sus espaldas. Los que hacían esta labor eran los indígenas que eran castigados por rebeldes. Muchos de ellos sí los cargaban y hacían pausas en el camino, descansaban y también debían hacerles la comida a los curas, pero no todos los viajes eran así. Algunos rebeldes llevaban a los curas y preferían suicidarse con los curas al hombro y se lanzaban a un abismo grande. Ese lugar era llamado Condenadwaiku. Algunos indígenas planeaban cómo botar al cura por ese abismo y salir vivos. Los que se lanzaban por el abismo con el cura y lograban sobrevivir terminaban muy heridos, pero quedaban vivos y por eso conocemos la historia. Ese lugar todavía existe, y ese nombre lo lleva por eso: allí se lanzaban con los curas al hombro y se mataban. Luego de varias muertes, ya los curas no volvieron a mandar a los indígenas a que los cargaran hasta Pasto. Los taitas contaban eso y les daba risa, decían que eran valientes y muy decididos a suicidarse con cura y todo. Esa fue la forma para que les quitaran ese castigo de estar cargando a los curas, ya que a ellos les daba miedo que los mataran y preferían caminar.

L. A. C.

¿Cómo se puede mantener viva la cultura inga estando lejos de su territorio? F. M.

Es difícil mantener la cultura viva. En mi caso, he tenido la oportunidad de compartir con los compañeros ingas del Putumayo que viven en Bogotá y puedo compartir algunas celebraciones que se hacen acá. Aparte de eso, tengo la oportunidad de trabajar con estudiantes universitarios: tener una electiva es una forma que me sirve a mí y que les sirve a ellos, ellos aprenden de nuestra cultura y yo puedo mostrarles que los ingas estamos aquí, que nuestra cultura no ha muerto. También tengo la oportunidad de hacer un trabajo en el que los estudiantes crean material didáctico para niños ingas. Esto lo hacen a partir de lo que se ve en el curso de inga de la Universidad Nacional de Colombia. Los universitarios crean juegos, rondas, cuentos, obras de teatro y demás. El requisito es que ellos lo hagan, que nazca de su creatividad, según los elementos y temáticas que hemos estudiado. Estas creaciones se presentaban en el cabildo y eso nos servía para practicar la oralidad y la escritura con todos. Son esos espacios donde puedo recrear con ellos, no hablan perfecto, pero puedo comunicarme con ellos. De esa forma, puedo practicar mi lengua materna y algunas cosas de la cultura mientras otros también están aprendiendo de nosotros.

Me parece que cada uno de nosotros, miembros de la comunidad inga, somos responsables de lo que somos nosotros y de lo que vamos a dejar de nuestra cultura. Últimamente, uno está viendo profesionales ingas en todas las ramas, y me parece que para mantener la cultura viva cada uno puede poner de su parte: todos podemos hacer un trabajo y sacar provecho de nuestros conocimientos. De cada profesión y de cada área podemos aportar: la medicina se puede ver desde las dos culturas, la de nosotros los ingas y la de occidente, los lingüistas, los antropólogos, todos podemos aportar desde nuestra profesión. Es difícil, pero se puede hacer, aunque el conocimiento quedaría fragmentado y para nosotros los conocimientos no están divididos, todo es una cadena. Para nosotros el que sabe debe saber de todo, que sea de manera integral. De pronto, hay alguno más experto en algo y sería muy bueno que cada uno, desde su profesión, pudiera compartir esos conocimientos en las dos culturas y así hacerlo más integral. Sin embargo, todavía hay ese recelo por parte de muchos de dar a conocer la cultura. Piensan que hay gente que saca provecho de la información y por eso muchas personas no dan a conocer la cultura. Lastimosamente, mientras se mantenga así, la cultura inga se va a ir perdiendo, porque los abuelos y abuelas tienen ese recelo a compartir la cultura, y que nuestra cultura muera sería muy triste. Quiero invitarlos a que investiguen un poco más de los ingas, somos pocos, pero estamos en diferentes territorios en Colombia y fuera de Colombia. Nuestro pueblo es fuerte en la medicina tradicional, manejamos las plantas medicinales y las artesanías. Los invito a que nos conozcan un poco más, que conozcan nuestra historia, los invito a investigar y que se enteren de mucho más que seguramente los va a impresionar.

L. A. C.

A continuación, Francelina nos comparte una breve reflexión sobre la literatura indígena y la oralidad en su cultura.

F. M.

Para nosotros, los pueblos indígenas, la literatura como tal no la conocemos o no la llamamos así porque nuestra expresión ha sido y sigue siendo la oralidad y la artística de generación en generación, en los diferentes espacios, tiempos y fechas. En la actualidad, la mayor parte de la población indígena tiene acceso a la educación nacional pública, en la que nos preparamos para salir del "analfabetismo". Este proceso nos ha llevado a descuidar lo nuestro, las prácticas de nuestras culturas y pueblos. En mi cultura la expresión de la oralidad se iniciaba desde los sueños. Los padres de familia incluían a los niños en esta práctica del diario vivir que era el primer tema de conversación antes de levantarnos. Esa era nuestra proyección del diario vivir. Las chagras son otros lugares de la expresión y transmisión oral en las que el tema es la alimentación y la salud, regida por las fases de la luna. Hay varios lugares que son muy especiales en nuestra cultura. A continuación, expondré algunos:

Ninatambu ["rancho del fuego-cocina"]. Un lugar donde aprendemos a preparar los alimentos y las conservas para tiempos de invierno y verano. También nos enseñaban los mitos y leyendas, principios y valores, compartían las hazañas de las cazas y pescas. Allí compartimos los alimentos en familia.

Playatambu ["rancho de playa"]. Las playas eran lugares especiales para observar las constelaciones. Cada una de ellas indicaba el calendario de nuestras vidas, aprendíamos a observar y reconocer su significado. Eran trasnochos agradables con los abuelos.

Sachukutambu ["rancho en el monte"]. El rancho para la caza. En estos lugares nos enseñaban a escuchar a los animales nocturnos y el canto de las aves en los atardeceres y amaneceres. Aprendíamos a cazar animales. Para esto debíamos conocer los frutos, flores y lugares donde se bañaban los animales.

Ambiupiadirutambu ["rancho para el ritual del yagé"]. El lugar más respetado por la comunidad, donde solo el médico tradicional invita a su ritual. Allí escuchamos los cantos, los instrumentos musicales que amenizan la noche, acompañado de las historias que narran los taitas con su gente.

Ungudiritambu ["espacio para la mujer en tiempos de ovulación o parto"]. Es un lugar donde la mujer se refugia para cuidarse, ser atendida y tratada con plantas medicinales, según lo requiera.

Así podría enumerar muchas más, pero nuestra expresión general del pueblo es el día del atunpuncha o calusturinda. Es un día de expresión cultural, inicio de año, compartimiento de comida y bebida con todos, saludo con pétalos de flores, cantos espontáneos de la mujeres y hombres, niños haciendo parte de la gran fecha.

Para nuestra cultura, lo difícil es pasar del pensamiento a la escritura. Eso para las culturas indígenas es peligroso porque la palabra es circular en el pensamiento, la escritura es un pensamiento lineal, son estructuras diferentes. Por lo tanto, llevarlo a la escritura cambia la visión cultural.

1Los poemas se pueden encontrar en formato de audio español-inga en el siguiente enlace: https://bibliotecarafaelmaya.casadepoesiasilva.com/poesia-indigena-contemporanea-en-colombia/

Sobre la entrevistada

Francelina Muchavisoy Becerra es una poeta inga y licenciada en Lingüística y Educación Indígena. Fue gobernadora de la Organización Regional Inga del Sur Colombiana (ORISUNC) en 1990. En 1992 fue la coordinadora del área de educación de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC). Actualmente, se desempeña como docente en colegios del distrito y en la Universidad Nacional de Colombia.

Sobre la entrevistadora Laura Alejandra Charry Aldana es estudiante de Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Entre sus intereses se encuentran la promoción de lectura, la escritura creativa y las literaturas orales, especialmente, los relatos de la familia lingüística tukano oriental. Ha participado en proyectos de promoción de lectura y escritura. Adicionalmente, acompañó la organización y el desarrollo del Festival Internacional de Literaturas en Lenguas Originarias en el año 2021.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons