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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.23 Bogotá ene./abr. 2006

 

La inmigración japonesa no conviene a nuestro país por potentes razones de costumbres, idioma, talento, raza

El Espectador, 21 de enero de 1929

El japonés, no obstante tener muchas cualidades, es débil, enfermizo y lleno de taras atávicas, hasta por estética debe evitarse esta onda migratoria. Importantes declaraciones del ex-cónsul en el Japón, don José Macía. La mentira del oriente legendario y galante. Las visiones de Gómez Carrillo y Pierre Loti. Una literatura nula.

El retorno al país de José Macía, después de un largo lustro de ausencia, primero en el desempeño del cargo de cónsul general de Colombia en el Japón, y luego como viajero estudioso por las más importantes naciones de Europa, presta especial importancia a las declaraciones que tuvo la gentileza de hacernos, y que serán más tarde complementadas con artículos en los cuales nos ha prometido estudiar a mayor espacio y detención los diversos problemas que suscitaron su interés.

Las primeras impresiones

• ¿Cuáles fueron -le iniciamos- sus impresiones personales sobre el Japón?

Particularmente poco agradables, o para hablar con mayor propiedad, más bien penosas. Salí del país en 1923, y ya en San Francisco de California tuve noticias de los terremotos que destruyeron casi en su totalidad el puerto de Yokohama, y que arrasó en más de la mitad la ciudad de Tokio, a donde me dirigía. Hube, pues, de fijar mi residencia en Kobe, que es el puerto más importante del Japón en la actualidad. Allí establecí el consulado general de Colombia, con dificultades innumerables. Baste decir que para hacer el escudo de la república, el modelo que utilicé fue una estampilla postal. ¡Allí no había nada! A quien hizo el escudo tuve yo mismo que irlo orientando, explicándole los colores, etc. Mi sucesor ha sido más afortunado a este respecto. No sólo se le duplicó la partida para gastos, sino que encontró el consulado organizado debidamente, y dándole al tesoro un rendimiento muy considerable, a tiempo que cuando yo llegué no producía absolutamente nada. Pero ya que no el del premio oficial, tuve yo el patriótico placer de dejar una organización fundamental y eficaz, establecida sobre los escombros de una país casi destruido. Debo hacer constar, eso sí, que desde antes de posesionarse de la presidencia el señor Abadía, le envié mi renuncia irrevocable, para dejarlo en libertad de llenar todos los puestos con sus parientes y amigos.

Una vision de conjunto

• ¿Y qué opinión de conjunto trae respecto al imperio nipón?

La de que el Japón es un país ampliamente digno de admiración y de respeto. La obra que ha realizado es muy densa, especialmente por la labor de adaptación que ha realizado, siguiendo los derroteros y adaptando las costumbres de la civilización occidental, tanto en la instrucción pública como en el ejército y la marina y en otros órdenes diversos.

El Japón heróico y galante

• ¿Y qué dice respecto al Japón legendario?

Que entre el Japón que aquí imaginamos -o mejor, que nos han hecho imaginar- y el verdadero Japón, hay un abismo. A ese respecto se ha hecho demasiada literatura. El Japón es el país que mayor y más inteligente propaganda se ha hecho en el universo. Todo lo que de allí se conoce viene abultado por la imaginación. Eso es todo.

Literatura y arte

• ¿Y de la literatura y el arte japonés?

Ante todo he de decirle que el del japonés no es un espíritu creativo; es un espíritu de rutina, por lo que hace a esas actividades, y nada más que de rutina: un copiador admirable. Hoy no se publican allí libros que en materia literaria valgan la pena. Ni existe allí el genio de Rusia o de los países escandinavos para las especulaciones intelectuales. Todo es escaso y mediocre a ese respecto. No se encuentra hoy un gran poeta, ni un descubridor o investigador a la manera europea. Por ninguna parte aparece el creador. Como digo, es un pueblo simio, de imitación, únicamente. Y esto en todos los órdenes de la vida. Una anécdota que me refirieron es elocuente: Llegó al Japón un francés y quiso mandarse hacer un vestido. Tenía el cliente un traje usado y viejo y se lo dio al sastre para que le fabricara uno sobre ese modelo, que le gustaba. El japonés se lo hizo completamente igual. Pero como los pantalones tenían atrás un remiendo, el sastre le acomodó un remiendo igual al traje nuevo. Quienes viajen, pues, a ese país ilusionados por los libros de Loti y de Gómez Carrillo, sufrirán una enorme desilusión. Aun cuando por otros aspectos, como ya lo dije, se trata de un pueblo digno de admiración, y resulta un vasto campo de estudio para los investigadores, para los espíritus curiosos y ávidos.

La inconveniencia de la inmigración japonesa

• ¿Qué concepto le merece el propósito oficial de traer a Colombia una inmigración japonesa?

-Desde mi llegada al país he tenido oportunidad de manifestar mi opinión totalmente adversa a ese propósito. Tal inmigración la considero desastrosa para el país desde todo punto de vista que se la considere, por muchas razones. Es verdad que el japonés es culto, mesurado, industrioso, sobrio, constante y trabajador, virtudes estas que es preciso reconocerle justicieramente. Pero al lado de esas virtudes tiene inmensos defectos. Por regla general, el japonés es honrado en sus relaciones comerciales, y es hipócrita, taimado, sin energías, sin iniciativas. Nunca lograría aclimatarse aquí. Tiene una mentalidad absolutamente diversa y hasta contraria a la nuestra, por la raza, por la religión, por las costumbres, débiles, enfermizos, plagados de taras atávicas, hasta por el aspecto físico, hasta por la estética, debemos impedir esa onda migratoria. Mezclar nuestros indios o nuestros mestizos con japoneses, sería provocar un producto híbrido, de consecuencias vitales desastrosas para todo y para todos. Y esto debe impedirse tanto más cuanto existe la posibilidad de introducir otros elementos que están en armonía con nuestro medio y con nuestro temperamento, elementos que ayuden a la civilización y al mejoramiento de nuestra raza, con cruzamientos que favorezcan inteligentemente nuestro desarrollo y nuestro porvenir, el que no debe comprometerse en manera alguna, trayendo elementos inferiores y débiles. Cuando yo fui cónsul, se trató inicialmente este mismo asunto, al cual me opuse abierta y rotundamente, por lo cual merecí la aprobación del ministerio de relaciones exteriores, a cargo entonces del doctor Jorge Vélez, y del mismo señor presidente de la república, quien, según creo, aceptó mis conclusiones razonadas, y fundamentadas con la observación personal. Pero como a mi llegada he sabido que el gobierno piensa… en traer japoneses para la colonización, me permito hacer un llamamiento a la prensa del país para que se oponga abiertamente a esa medida, por las razones apuntadas.

La ley amarilla

• ¿Cómo se recibió en el Japón la ley de los Estados Unidos sobre inmigración, conocida con el nombre de ley amarilla?

La prensa discutió mucho, y se energizó combatiendo ese proyecto de los Estados Unidos. Es bien sabido que con tal motivo el embajador de Japón en Washington se dirigió a la cancillería de aquella república haciéndole saber que si esa medida pasaba “traería graves consecuencias.” Ante esa comunicación, el pueblo de Japón se exacerbó y creyó que una vez que se hacía esa declaración era porque el gobierno estaba resuelto a extremar los acontecimientos. Se tuvo en un principio la esperanza de que el proyecto no pasaría, pero cuando llegó a ser ley, todo se aceptó tranquilamente. Y es que respecto al patriotismo japonés, es verdad que existe, pero no en la forma explosiva que nos pintan fantásticamente. Es en ellos cuestión de educación, fruto de creencias religiosas. Se trata de un patriotismo tranquilo y sereno.

La corrupción política

• ¿De qué otras características importantes pudiera usted hablar?

En materias de vías de comunicación el Japón ha hecho verdaderas maravillas. En 60 años se han construido más de 60.000 kilómetros de ferrocarriles que prestan un servicio a la altura de los mejores europeos. Esto es cuanto a obras materiales. En política, por ejemplo, existe una corrupción que raya en la podredumbre. Los jefes de los partidos políticos, en su mayor parte, son individuos sin honor y sin conciencia. Aquí solemos quejarnos por mucho menos, que en presencia de lo que allí reina, no merecería, siquiera, tenerse en cuenta. Las inmoralidades que allá suceden le cuestan al país millones de pesos.

La impresión de Colombia

• ¿Cómo vio usted a Colombia en su ausencia, y cómo la ve ahora?

Desde mi retiro del Lejano Oriente, desde esa que era para mí una verdadera soledad espiritual porque no tenía un compatriota con quien poder hablar de esos problemas que aquí nos agitan, seguí, sin embargo, con el más hondo interés, el problema de la transformación llevada a cabo por el presidente Ospina, de quien yo fui decidido adversario en la lucha política y frenética en que fue exaltado a la primera magistratura. Hoy considero que el general Ospina ha sido uno de los primeros estadistas de Colombia, porque en momentos de escolasticismos y de bizantinismos corruptores, tuvo el valor suficiente para movilizar las grandes energías potenciales de la república precipitándola con un soberbio empuje de timón en la era económica que vive el mundo, y que constituye la faz única y atrevida de la nueva etapa de la civilización de esta hora histórica. Por él se conoce a Colombia en el exterior, porque él supo proyectarla fuertemente hacia fuera, abriendo las puertas cerradas por la incomprensión o por vastos intereses creados. Y a pesar del actual gobierno, oplatizado [sic] y sonámbulo, no perderemos las conquistas logradas. Después de esta tregua de sueño y de abulia, el país seguirá su marcha ascensional. Si el gobierno está dormido, la nación está despierta.

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