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Revista de Estudios Sociales

versão impressa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.24 Bogotá maio(ago. 2006

 

Editorial

Germán Rey

Cofundador de la Revista de estudios Sociales


A medida que la vida social se diversifica y se torna compleja, los lugares y los modos de hablar de ella, de escudriñarla, cambian también sustancialmente. Al lado de los fenómenos urbanos o de las modificaciones que introducen las tecnologías en la vida corriente, están las formas de aproximación que buscan hacerlas inteligibles. Y no se trata simplemente de fenómenos de forma sino de construcciones que revelan de manera inédita los acontecimientos sociales. En otras palabras: los mundos se hacen posibles en los lugares desde donde se observan y en los relatos a través de los cuales se cuentan.

Y estos lugares y relatos han ido variando de una manera plural y creativa. Hace años Gregory Bateson utilizó la fotografía para seguir los rastros de la cultura a través de las imágenes, mientras su esposa, Margaret Mead, recurría a los métodos más textuales de la indagación etnográfica. El mismo Bateson creó sus Metálogos para encontrar otras resonancias de la explicación, más allá del diálogo que Sócrates usó maravillosamente como uno de los instrumentos de la mayéutica.

Las ciencias sociales refinaron los caminos para la exploración de la sociedad, mientras que desde otras disciplinas y sensibilidades se fueron produciendo metodologías originales. Al acercarse los saberes y al hacerse mucho más maleables las fronteras entre ellos, los caminos se entrecruzaron. Los senderos fijos de otros tiempos cedieron al cruce y las interconexiones. La psicología cultural insistió en la importancia de las narrativas y la morfología del cuento y los relatos para proponer alternativas a las modalidades lógico-científicas del pensar; la sociología acudió a la teoría de los juegos o a las explicaciones de la física del caos, el psicoanálisis recuperó para sí la lingüística y la dramaturgia, y las comunicaciones tuvieron en cuenta el análisis del discurso y la pragmática. No se trató solamente de un intercambio provechoso de métodos, sino realmente de una interacción de disciplinas que perdían la rigidez de sus límites, enriqueciendo su propio campo o dando lugar a otros completamente nuevos. Los números 24 y 25 de la Revista de Estudios Sociales buscan precisamente hacer un rastreo de estos caminos desde los cuales se tienen otras visiones de la sociedad, con textos de autores latinoamericanos de reconocida prestancia: la crónica, el diario, la autobiografía, el relato literario, el testimonio, las historias de vida, la entrevista, el perfil, el informe especial, la columna de opinión, el guión cinematográfico, la fotografía, el libreto televisivo, el texto teatral, el blog, la crítica o el aforismo.
Otros relatos de lo social.

Acostumbrada, o mal acostumbrada a los formatos de la investigación científica tradicional, la universidad se encuentra cercada por otros lugares y otros tonos de voz, por otros caminos y otros enfoques de sus propias búsquedas sociales. Y aunque haya convertido a algunos de estos géneros en soporte del trabajo investigativo, en una suerte de transmutación subalterna (por ejemplo utilizando periódicos y testimonios para el trabajo histórico o sociológico), los otros relatos se incrustan en la pesada coraza académica, por lo menos para recordar los efectos tornasolados de lo social. La crónica periodística, le escuché decir a Gabriel García Márquez, "es un cuento que es verdad". Se trata de una narración que se extiende en el tiempo, mucho más allá del registro de hechos que obsesivamente hacen los periódicos o la televisión, para tomar aliento, crear personajes, construir tramas y procurar el despliegue de un relato, que se basa en hechos reales y sucesos acontecidos. Quizás el verbo adecuado para dibujar la acción temporal de la crónica sea "desplegar". Porque en la crónica más que los acontecimientos se observan los procesos, contados además desde la mirada del cronista que en ocasiones la cede a los otros protagonistas, siempre con un matiz personal, con una manera particular de encarar los pliegues de las historias, dejando que construyan sin presiones sus propias verdades. Tomás Eloy Martínez, el celebrado autor de La novela de Perón o de Santa Evita escribe en "Hojas al viento de una larga guerra", el texto que abre esta Revista, un relato que se encontrará con los estremecedores testimonios de desplazados recogidos por Graciela Uribe Ramón. Episodios de una misma guerra, la crónica del escritor argentino arranca con la irrupción de una brigada de guerrilleros en el comedor de una familia que almorzaba un hervido de res. También irrumpen los paramilitares y el ejército en las casas de los campesinos del Caquetá y el Putumayo a los que con una sensibilidad sin atenuantes se acerca etnográficamente la investigadora colombiana. Historias de amenazas y de abandonos, de luchas y de dignidad, son las que acompañan el despliegue de una crónica y la diacronía vital de una desplazada.

Los testimonios se tornan documentos cuando se reconstruyen las voces de los protagonistas de conflictos indecibles. Las vidas entonces reciben el rostro que se les debe, la identidad que la guerra profundiza. Es lo que se observa en los trabajos de reconstrucción realizados por la colombiana Graciela Uribe Ramón.

El texto del escritor Arturo Alape, uno de los cronistas decisivos para entender la historia de Colombia a partir de la segunda mitad del siglo XX, es la mejor lección de cómo se elaboran narraciones entrelazadas con las vidas reales de los habitantes de la ciudad. "Quiero reflexionar sobre esta experiencia de investigación social y diversas escrituras porque hacen parte de mi posterior trabajo narrativo", escribe. Y emprende un relato en el que se encuentran los jóvenes de Ciudad Bolívar, una de las zonas más pobres de Bogotá, con las memorias de sus pobladores, las resistencias y desconfianzas iniciales con "sus instancias íntimas, sus maneras de actuar". Las "Voces en el taller de la Memoria" de Alape es la reconstrucción de esos otros relatos de lo social que van permitiendo la emergencia de una conversación hecha de una doble ganancia: la de hablar de sí mismos y la de escuchar a los otros. El texto del autor de El Bogotazo: memorias del olvido o de Las muertes de Tirofijo tiene la propiedad de desentrañar una metodología en la que el investigador no es un observador distante, sino alguien que participa de una experiencia de comunalidad. "La esencia misma de la propuesta— escribe—se basaba en la pedagogía de la provocación: la discusión sobre sus vidas sería ante todo, un espacio de reflexión que los ayudaría a conocer las fibras de su propia identidad".

Los textos del investigador chileno Martín Hopenhayn, quien obtuvo el premio LASA de ciencias sociales por su libro Ni apocalípticos ni integrados, son breves y contundentes ensayos que toman la forma de artículos de opinión y que modulan lúcidos registros de la vida contemporánea. No es nueva la presencia de los intelectuales latinoamericanos en las páginas de libros y revistas, en donde suelen dejar el rastro de un pensamiento más cercano, incisivo y temporal. El ensayo tiene como ningún otro género un sentido de libertad y autonomía plenas, acompañado del estilo y la perspectiva individual como una impronta que lo hace un texto excesiva y lúdicamente personal. "De entrada te advierto que con él—dice Montaigne en la introducción a sus Ensayos— no me he propuesto otro fin que el doméstico y privado. En él no he tenido en cuenta ni el servicio a tí, ni mi gloria. No son capaces mis fuerzas de tales designios".

Pero además la Revista presenta algunos aforismos de Martín Hopenhayn quien ya ha publicado un celebrado libro de este género en la editorial Norma en Buenos Aires. El aforismo, pariente próximo de la sentencia, es una condensación cognitiva, muchas veces irritante, otras irónica, pero siempre lúcida y sobre todo clarividente. A grandes aforistas como Lichtenberger, Lec, Karl Kraus o Canetti se suman, en el caso colombiano, por lo menos dos ejemplos espléndidos, Nicolás Gómez Dávila y Freddy Téllez. El aforismo le hace una torsión al conocimiento y hay en él unos movimientos del pensamiento y del lenguaje, tan repentinos como estudiados, tan rápidos como extraordinariamente densos. Se asemejan a los haikús japoneses, no tanto por su medida sobriedad y brevedad, como por la epifanía de sus sugerencias y en el estremecimiento de sus figuraciones. La desmitificación suele ser una de sus características. Tiene unos efectos de deconstrucción del argumento manido a través de la elaboración condensada y contundente.

El diario íntimo es un género de introspección, que reconoce que las vidas pueden ser captadas por momentos, sensaciones parciales, pensamientos repentinos. Siendo un género relativamente antiguo, tiene propiedades muy cercanas a expresiones más modernas como la fotografía o el video-clip. Cuando se expone al público la intimidad, el hablar de sí mismo mantiene una distancia despojada de moralismos o de la intención de aleccionar a otros. Se trata de una memoria que se retrae a la historia personal y que muchas veces capta los contornos sociales de una forma muy diferente a como lo hacen las memorias (de la que tendremos un excelente ejemplo en la RES 25) o los estudios sociológicos. Los rasgos sociales acompañan las reflexiones personales logrando ese vínculo tan difícil, entre subjetividades e historia, subjetividades y vida social. Parecen tan alejadas las vidas íntimas de las relaciones sociales, que nos sorprende el puente que el diario traza entre ellas. Pero "El diario epistolar de dos amantes del siglo XIX. Soledad Acosta y José María Samper" recuerda que hay un entrelazamiento en estos textos entre el amor y la guerra, las contingencias personales y los desastres de los conflictos que desde hace décadas asolan a Colombia. El texto de Carolina Alzate, quien además ha hecho un excelente trabajo de análisis y reconstrucción histórica de la escritora colombiana del siglo XIX Soledad Acosta de Samper, explora el tema de los diarios epistolares. Como lo señala en el inicio de su trabajo, no era nada frecuente que las mujeres de la época pudiesen hablar de sí mismas, que pudieran constituirse en sujetos autobiográficos. "Cuando emprenden la configuración de un yo que les permita redescribirse con respecto al orden patriarcal— escribe—lo hacen en la forma de cartas o de diarios, siendo el diario un subgénero marginal dentro de la autobiografía".

El perfil es un género narrativo que está cerca de lo que los psicólogos llaman test de personalidad. Pero, a diferencia de éstos, que finalmente tienen un afán de medición, el relato reconstruye la vida de personajes desde fuentes diversas que componen su identidad con la técnica del puzzle, tratando de hallar su consistencia o sus fragilidades mediante un trabajo investigativo riguroso, que se fundamenta ya sea en su itinerario histórico o en los laberintos de su propia personalidad. Más que el despliegue temporal de la crónica, el perfil rastrea las intensidades (y ambigüedades) de la existencia personal, generalmente mezclada con las repercusiones del paisaje social y con las perplejidades que conforman incluso las existencias más corrientes. "El Canciller" es el perfil de un narcotraficante, realizado con maestría por María Teresa Ronderos, quien ha hecho trabajos memorables en el género, por ejemplo como los que recogió en su libro Retratos del poder.

El informe especial es, a su vez, un género que reúne al periodismo con la investigación. Se centra en un tema, lo desmenuza, busca causalidades, desglosa con bisturí los componentes de tramas atrapadas muchas veces por las confusiones o por las distorsiones interesadas. "El nuevo sospechoso" del joven periodista salvadoreño Ricardo Valencia de La Prensa Gráfica de El Salvador, plantea nuevas hipótesis sobre el asesinato de Monseñor Romero durante los días más crudos de la guerra en ese país, utilizando información desclasificada de archivos de la CIA en los Estados Unidos. El texto es ejemplar para analizar los significados de los magnicidios, los intereses oscuros que actúan en estos crímenes, sus implicaciones políticas y sus repercusiones sociales. Con frecuencia el periodismo de investigación aporta elementos a la reconsideración de procesos judiciales olvidados, ofreciendo pistas plausibles, testimonios inéditos, pruebas desconocidas. Y, aunque desgraciadamente muchas veces las conspiraciones llegan hasta los propios tribunales, el informe especial tiene la virtud de hacer público ante la sociedad lo que los criminales intentan que sea permanentemente oscuro ante la justicia. El diálogo y la conversación pertenecen a una zona común de la significación, pero a formas diferentes de operación constructiva. El diálogo, a diferencia de la entrevista, fluye en un plano más simétrico que ésta, se hace entre pares y va generando sus propias estrategias de conversación como lo demuestran estudios como los de Van Dijk. La entrevista, por el contrario, parte del reconocimiento de una interacción en planos diferentes, que es la primera condición para que las hegemonías de las palabras no terminen por sobreponer su poder sobre el fluir de la conversación. En la entrevista hay entrevistados; en el diálogo interlocutores. En la Revista se publica un diálogo rico en sugerencias, entre dos investigadores argentinos del lenguaje y la comunicación: Aníbal Ford y Eliseo Verón. El texto de los salvadoreños Miguel Huezo y Amparo Marroquín, parte de un corpus rico de entrevistas a emigrantes salvadoreños para tratar de entender los procesos que se viven en una diáspora que suma nada menos que un cuarto de la población de todo el país centroamericano.

Los textos que se publican en este número de la Revista y en el próximo, gracias a la generosidad de sus autores, tienen entonces la misión de mostrar esos otros lugares en donde lo social se representa y se cuenta con una vitalidad sin cortapisas, a través de tonalidades diversas y contrastantes, asegurando que nuestra visión de la sociedad sea tan plural como los finos trazos de los que está compuesta.

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