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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.24 Bogotá May/Aug. 2006

 

EL DIARIO EPISTOLAR DE DOS AMANTES DEL SIGLO XIX. SOLEDAD ACOSTA Y JOSÉ MARÍA SAMPER *

POETIC DIARY OF TWO 19TH CENTURY LOVERS. SOLEDAD ACOSTA AND JOSÉ MARÍA SAMPER

Carolina Alzate

Profesora Asociada, Departamento de Humanidades y Literatura, Universidad de los Andes, Bogotá. Master of Arts, Universidad de Massachussets. PhD. en Literatura Universidad de Massachussets. Correo electrónico: calzate@uniandes.edu.co


Resumen

Este trabajo hace una lectura comparada de los diarios íntimos de Soledad Acosta y José María Samper, escritos el primero entre 1853 y 1855 y el segundo entre enero y mayo de 1855. Sitúa a ambos autores, amantes entonces y esposos después, en el escenario de fundación nacional de mediados del siglo XIX colombiano y trata de estudiar en estos textos la configuración de género sexual en esta pareja de letrados.

Palabras clave

Nación, estudios de género, estudios literarios, autobiografía, Colombia siglo XIX.

Abstract

This article makes a comparative reading of two diaries by Soledad Acosta and José María Samper, written between 1853 and 1855, the first one, and between January and February 1855, the second one. It places both authors, lovers at that time and future husband and wife, in the context of Colombian 19th century national foundation, and tries to study their texts in terms of gender studies.

Keywords

Nation, gender studies, literary studies, autobiography, 19th century Colombia.


El diario de Soledad Acosta

Soledad Acosta de Samper, nacida en 1833 y muerta en 1913, es la escritora colombiana más importante del siglo XIX y se encuentra dentro de los escritores hispanoamericanos más relevantes de su generación, hombres y mujeres. Aunque es referencia obligada en las historias de la literatura colombiana, fue muy poco estudiada antes de la década de 1980 1.

Emprender el estudio del manuscrito suyo publicado como Diario íntimo en 2004 significó aproximarse a lo marginal dentro de lo marginal. La escritura autobiográfica masculina es abundante, respetada y apetecida a lo largo de todo el siglo XIX, y en Colombia e Hispanoamérica existe en forma de Memorias. Sin embargo, para las mujeres de la época hablar de sí mismas era aún más difícil que emprender una carrera literaria y hacer pública su producción (Kirkpatric, 1989). Como sabemos, la descripción genérica que se hacía entonces de las mujeres hacía muy difícil que ellas pudieran constituirse en sujetos autobiográficos: la escritura de este tipo de textos niega, entre otros rasgos, la condición de abnegación (auto-negación) fundamental del sujeto femenino decimonónico. Nuestras escritoras del siglo XIX parecen no escribir Memorias, el género autobiográfico más prestigioso. Cuando emprenden la configuración de un yo que les permita redescribirse con respecto al orden patriarcal, lo hacen en la forma de cartas o de diarios, siendo el diario un subgénero marginal dentro del de la autobiografía. O lo hacen de manera indirecta, y tal vez en la mayoría de los casos que se conservan, a través de los personajes de sus novelas, heterogéneos, variados y contradictorios.

Las Memorias suelen presentarse como crónica del mundo hecha por un personaje excepcional que protagonizó acontecimientos fundamentales de las historias nacionales. En contraste con estos rasgos, el diario se percibe como narración de segundo orden y por tanto prescindible: relato de asuntos privados e individuales sin trascendencia sobre lo público y lo colectivo, que se presenta de manera evidente más como texto que como obra cerrada y acabada, y que en esta medida carecería del valor literario que se les asigna a las autobiografías 'propiamente dichas'. El yo exaltado, egocentrado y protagonista que requiere la escritura autobiográfica, con mucha dificultad podía ser ocupado por una identidad femenina de mediados del siglo XIX(Smith, 1991). Los textos autobiográficos femeninos de esta época son, pues, escasísimos en América Latina, y en Colombia los creíamos inexistentes hasta el hallazgo de este Diario.

Superando la inmensa dificultad que significaba para las mujeres del momento emprender una escritura pública, Soledad Acosta se convirtió en una de las más importantes escritoras hispanoamericanas de su momento y en uno de los más prolíficos escritores colombianos. A lo largo de toda su obra los temas de la patria y de la mujer se entretejen y son protagonistas: como la generalidad de los escritores de su generación, está comprometida y ocupada con el tema de la fundación de la nación a través de la escritura, entendida ésta como una labor política de primer orden. Pero a diferencia de la mayoría de ellos, le interesa también explorar la manera en que las mujeres pueden y deben involucrarse en esa fundación, no sólo como madres y esposas sino también en términos intelectuales más ambiciosos y en último término políticos.

Su Diario es básicamente un diario de amor. Soledad Acosta comienza a escribirlo en septiembre de 1853 en Bogotá, cuando acaba de conocer en Guaduas al hombre del que se enamorará perdidamente, y termina en mayo de 1855, en la víspera de su matrimonio (y de su cumpleaños). Durante ocho de esos meses Colombia vive una de sus guerras civiles del siglo XIX. Su amado, poeta y miembro del Congreso, huye de Bogotá, se une al gobierno constitucionalista provisional y lucha dentro del ejército que toma el control de la Capital y restablece el orden constitucional. De tal manera, si bien el hilo que conserva el Diario de comienzo a fin es el del desarrollo de la relación amorosa, éste se entreteje con el relato de los hechos que precedieron el golpe de estado y con la narración de los sucesos bélicos y del ambiente político y militar que se vivía en Bogotá durante guerra. Ya en este texto temprano se encuentran los temas que van a ocupar a la autora a lo largo de su carrera intelectual: la patria y las mujeres. La joven Acosta de veinte años se compromete políticamente con el momento en que vive y, desde una perspectiva muy consciente de sus circunstancias de género sexual, evalúa el espacio dentro del cual las mujeres pueden moverse tanto en términos amorosos como políticos, y comienza ya a criticar lo restringido de ambos.

Su Diario podría estudiarse siguiendo al menos tres hilos conductores: el de la autobiografía, el de la historia nacional y bogotana de esos años y el de la vida cotidiana. Desde el punto de vista de la historia y de la vida cotidiana, el Diario es un documento de gran valor como testimonio de una mujer que vivió desde esa ciudad momentos cruciales de nuestra historia decimonónica y su misma cotidianidad. El estudio del asunto auto-bio-gráfico, tema del estudio preliminar publicado con la primera edición del Diario en 2004, muestra la manera en que una mujer colombiana—que se convertiría en una de las más importantes escritoras hispanoamericanas—va delineando para sí un tipo de subjetividad y de historia que le permitirá constituirse en el personaje que conocemos. Su Diario es testimonio y práctica de un esfuerzo escriturario dirigido a la exploración de su interioridad y del mundo que la rodea, al trabajo sobre la complejidad del oficio, y al ensayo y búsqueda de sus temas. Es una escritura dirigida hacia la autofiguración romántica de un yo femenino que escribe.

El rostro que se da Soledad Acosta en su Diario es plenamente romántico, y su amor es el de quien busca un alma gemela a través de la cual pueda en último término amarse a sí misma y tal vez a partir de allí comenzar a escribir. Los interlocutores de la joven Acosta son el diario mismo, el amado y el padre. El diario es el primero de ellos. La interlocución con el amado aparece cuando gana alguna certidumbre acerca de su amor. Su otro interlocutor, el padre, fallecido en 1852, es una figura en ausencia. Resulta interesante que sus interlocutores sean figuras masculinas. Interesante, pero parece que no extraño: según muestra Mercedes Arriaga en su libro Mi amor, mi juez (2001), las mujeres autobiógrafas suelen configurar sus subjetividades en relación con personajes masculinos. Esta elección puede deberse al tipo de figura del cual quieren dotarse: los hombres son los intelectuales y quienes escriben, y hacerlo no va bien con los rasgos femeninos definidos por la época. Su correlato es pues difícil de encontrar entre las mujeres, y sobre todo difícil de legitimar. El amado, y de cierta forma también el padre, se caracterizan en el Diario como interlocutores ideales, como formas alternas del yo. Recordando a su padre afirma: "[Él era] la única persona que sabía lo que era yo porque me parecía en sus sentimientos, en el genio" (18 de nov., 1854). Respecto del amado, hay un momento de gran trascendencia en el cual la autora se da cuenta de que él sabe comprenderla: "Sólo él ha sabido comprender mi fisonomía. Él me dijo que era melancólica" (14 de diciembre de 1854). Él, como su padre, la conoce y, más importante aún, la reconoce. La autora admira a su amado por patriota, buen poeta, pensador político y de sensibilidad exquisita: es un Genio, como su padre. Ella desea que él la comprenda y la ame, y el momento en el que se convence de que es así significa un momento de autoafirmación.

En esas figuras masculinas, y sobre todo en la relación que establece con ellas, la autora se mira y se configura. Esta caracterización de cierta forma masculina de su subjetividad va de la mano con la manera crítica en que percibe la descripción genérica femenina de su momento. A lo largo de toda su carrera Soledad Acosta sufrió las diversas barreras que el orden establecido trató de imponer a su producción intelectual, y buena parte de su escritura reflexionó acerca de este hecho y argumentó por su modificación. En el Diario se encuentran ocasionalmente comentarios anti-patriarcales que luego tomarán forma en su narrativa y en sus ensayos: "[F]uimos a donde María G. pero no la vimos. Anoche a las dos de la mañana le nació una niñita, lo que sienten mucho. Deseaban que fuera hombre, pero así sucede: siempre nos reciben a las pobres mujeres en el mundo malísimamente. Y tienen razón, que es la suerte de las esclavas" (31 de mayo de 1854). Otro rasgo característico de su diario es su carácter intertextual, señalado constantemente y de forma directa a lo largo del manuscrito de setecientas páginas. Allí están por supuesto Mme. de Staël y otras escritoras europeas menos conocidas hoy, además de dos mujeres colombianas: Josefa Acevedo y Agripina Samper (Pía Rigan, poetisa y cuñada suya, de quien hablaré más adelante). En su auto-figuración como escritora romántica entreteje además los poemas del amado y sus lecturas de los románticos europeos, cuyas citas aparecen de manera constante a lo largo del Diario: Byron, Moore, Goethe, Schiller, Heine, Lamartine, Chateubriand.

En su configuración autobiográfica, la autora se teje, pues, de textos que escribe sobre otros (el padre, el amado) y de textos escritos por otros. Todo ello dentro de una actitud escrituraria común en las autoras del Romanticismo, para quienes las marcas culturales de la vida que vivimos resultan evidentes y vivir es entonces escribir y re-escribir lo que se lee.

Otro hallazgo: diarios de dos amantes del siglo XIX

Hasta aquí he hecho una introducción al texto siguiendo las conclusiones del estudio publicado con la edición de 2004. Después de su publicación otro escenario surgió para el análisis de ese sujeto autobiográfico en términos género: en la misma colección de manuscritos de la pareja Samper Acosta a la que pertenece el diario, encontramos otro de José María Samper, escrito entre el 1 de enero y el 4 de mayo de 1855 y hasta ahora inédito2. Samper le regala a Soledad Acosta, ese 1 de enero, un libro en blanco para que continúe allí la escritura de su diario y compra uno idéntico para sí mismo. A partir de entonces escriben sus diarios simultáneamente.

Tenemos aquí un caso peculiar y sumamente atrayente en las letras hispanoamericanas: los diarios de una pareja de escritores, un escenario ideal para contrastar, en un caso específico, las estrategias empleadas por un sujeto femenino y otro masculino en la elaboración de su subjetividad.

Pero aquí debo reconocer que la estrategia de Samper lo es en sentido doble: en su diario son menos evidentes los rasgos masculinos de lo que yo imaginaba: su diario es una estrategia no tanto de construcción de sujeto como de seducción de la amada.

Me atrevo a afirmar que Samper no escribía diarios y que comenzó a escribir éste durante su conquista. Cuando él comienza a escribirlo, Acosta se anima a mostrarle el suyo. Él comienza a seguir las estrategias narrativas de ella y estos relatos terminan convirtiéndose en diarios epistolares que consiguen para él finalmente la mano reticente de la amada. Como señalé antes, Soledad Acosta habla con su diario durante dieciséis de los veinte meses que narra; sólo después del compromiso comienza a dirigirse también a Samper. Éste comienza hablando en tercera persona de su diario, de forma muy impersonal; después de leer los apartes de Acosta que ella le muestra, comienza a hablar como ella: "Ven, mi amado diario", le dice el 9 de enero; ya al final reconoce abiertamente el destinatario de su escritura: "Mañana te escribiré la última página de este diario", refiriéndose a Solita (3 de mayo. Mi énfasis).

A medida que leemos el diario de Samper asistimos a algo así como una feminización de la subjetividad de Samper y de su diario, que en su género de diario íntimo es tal vez ya de por sí femenino. Todo ello ocurre como parte de la seducción: los autobiografemas esenciales son la sensibilidad y la alabanza del espacio doméstico. El de la sensibilidad es el que le gana el corazón de la romántica amada: no olvidemos que ésta es una marca, no sólo de la subjetividad femenina del siglo XIX, sino también del poeta romántico. Samper lleva a cabo dicha feminización sin dejar de ser el hombre público del que se enorgullecen él y la amada, y comentando aspectos que también nos interesan, como el de la diferenciación genérica del momento. La forma de los dos diarios es claramente diferente. El de Samper es el de un conocido poeta, político y periodista. No titubea, ni en conceptos ni en su escritura. Con el pasar de las página va resultando evidente que su relato es un autorretrato hecho para la mujer de la que está enamorado, a la cual ha podido identificar como romántica en su trato y en lo que ella le ha dado a leer. A diferencia de Samper, Acosta se va construyendo para sí misma durante la mayor parte del relato. Duda, tacha, recorta y pule su escritura: se dota progresivamente de la autoridad y de la voz con las que luego comenzará a escribir sus ensayos y novelas. Su diario comienza así:

Me he decidido a escribir todos los días alguna cosa en mi diario, así se aprende a clasificar los pensamientos y a recoger las ideas que una puede haber tenido en el día. Estuvimos hoy adonde el Dr. Cardoso que vino deTocaima ya bueno, se habló de la casa de Guaduas y se repitieron las mismas cosas que se dicen mil veces en visitas, los mismos cumplimientos, las mismas contestaciones. [...] ¡cuántas veces, si se pudiera levantar el velo que cubre nuestros verdaderos sentimientos, se asustarían al conocer las ideas que se encuentran al fondo de nuestra mente! [14 de septiembre de 1853]

Tal vez estos rasgos son los que llevan a Samper a describir el diario de su amada con las palabras ternura, nobleza, sencillez y naturalidad (3 de enero). Para hablar de su propia escritura masculina, por el contrario, se admira ante su constancia y señala cómo ésta le procura la "admirable facilidad" con que aborda tanto la política como la poesía, los trabajos financieros, históricos, filosóficos y su vida íntima (5 de enero). Su diario es, desde el comienzo, el de alguien que domina la escritura y que escribe para ser leído:

Este libro, destinado a ser el santuario de mis íntimos pensamientos, a contener todos los misterios de mi alma soñadora y todas las impresiones ocultas a mi agitado corazón; este libro, que va a ser el espejo de mi vida en todos sus instantes, debe tener por único brillo la verdad, por único perfume el de las flores de mi jardín de esperanzas... (1 de enero)

Samper no sólo tiene autoridad para escribir sino que se desempeña en ese oficio y es reconocido. Además se mueve confortablemente entre las esferas privada y la pública, y dentro de ésta última en múltiples espacios: "Hoy he comenzado la publicación de un periódico, y Dios sabe que sólo me animan dos estímulos: el amor de la patria y una noble ambición de gloria. ¿La alcanzaré? Tal vez no; pero de seguro que nadie me hará extraviar el camino del honor, de la justicia y de la moderación" (5 de enero). Se describe como "periodista, poeta, orador popular, institutor, publicista, apóstol de la República, abogado, negociante, empleado notable de la Nación, Diputado, Elector, Concejal, Jefe Municipal; casado, viudo, feliz, desgraciado, popular, perseguido, ministerial, oposicionista, proscrito, soldado" (7 de marzo. La segunda parte de la lista no deja de ser curiosa).

A nuestra autora la vemos, en cambio, sufriendo con frecuencia su vida doméstica como confinamiento, reclusión:

Mañana o pasado mañana será la batalla…[...]¡Y tener que quedar inmóvil, y tener que pasar en calma aparente estos días terribles! ¡Y esperar aquí quieta que se decida la suerte de mi Patria ... y tal vez la mía! ¡Sin poder dar un paso para detenerla! Y a esto estamos destinadas las mujeres, tenemos que estar sin movimiento, tenemos que esperar a que nos traigan las noticias. ¿Por qué esta esclavitud?… ¡El bello sexo! Las cadenas en que nos tienen las doran con dulces palabras nuestros amos. Dicen adorarnos y nos admiran mientras humildes les obedecemos… [25 de octubre de 1854]

En otro fragmento trata el mismo tema en los siguientes términos:

Nada de particular, ¿qué puede haber digno de escribirse en la monotonía de la vida? Esta tarde hubo una especie de guerrilla por allá abajo en el llano y aprestáronse los soldados para en caso de necesidad. Nosotros fuimos adonde las Vélez: ¡pobres señoras, siempre una misma rutina, siempre enfermedades, siempre tener que aguantar muchachos molestos, exigentes, bravos, sin esperanza de cambiar esta vida sino con la muerte! [...] Y están resignadas y felices tal vez, a su modo; ¡lo que es la costumbre!, si yo tuviera que vivir así, antes de poco moriría de desesperación. [15 de septiembre de 1853]

Estos comentarios sobre la vida doméstica vienen unidos, como vemos y como cabría esperar, al cuestionamiento del restringido rol asignado a las mujeres. Samper parece simpatizar con ella en esto, al menos en parte. En la entrada del 4 de marzo se muestra preocupado porque su hermana Agripina, poetisa, acaba de cumplir veinticuatro años y no ha podido casarse:

¡la pobre Agripina no tiene porvenir, y cuenta cada año un aniversario más y una esperanza y una ilusión de menos! Sin porvenir en las letras, porque una mujer literata no vale ni puede valer en esta sociedad rústica, indolente y envidiosa. [Sin porvenir en el amor] porque no conoce sus misterios ni los encontrará en la oscuridad de estos pueblos. / ¿De qué sirven la belleza, la educación esmerada y el talento si sólo han de resaltar más el contraste con la soledad, el desencanto y la tristeza de una vida estéril y desierta? (4 de marzo)

Como vemos, aunque simpatiza, suscribe la opinión del momento según la cual la vida de una mujer sólo en el matrimonio tiene sentido y la de la soltera no puede ser sino estéril. Su Soledad, Solita, será en cambio el ángel de su hogar, y ángel la llama repetidamente (marzo 4 y 7, mayo 1), y cuando está pasando revista al sinnúmero de espacios en los que él se mueve: ella es y será su centro. En el texto de él ella es bella, casta e inocente (4 de enero), es su consuelo (8 de enero). "Si Soledad no me amase, yo tendría que llorar mi desventura y le daría un adiós eterno a la esperanza de la felicidad doméstica..." (2 de enero). Resumiendo los días de dicha que está viviendo cuenta:

Los días los paso en honrosas ocupaciones y las tardes y las noches al lado de mi amor, en dulces pláticas, en improvisaciones poéticas, trabajos de dibujo, gratas lecturas y gozosos comentarios. / La verdadera felicidad no se encuentra sino en los goces inocentes y pacíficos del hogar doméstico. [23 de enero]

Es tal mi placer que olvido todo lo demás. Yo que en otro tiempo deliraba con la política, que vivía siempre en movimiento, en acción... siguiendo el vaivén que imprimen al espíritu los acontecimientos públicos / Sí, tú me has transformado, ¡me has engrandecido, purificado y abierto el camino en cuyo comienzo está la esperanza, en cuyo curso está la virtud y en cuyo extremo misterioso encontraré el cielo! [23 de febrero]

El único que seduce no es él, por supuesto. Ese diario epistolar les sirve para decirse cosas que no se atreven, o para las cuales les faltan las palabras. Sin embargo es curioso ver también qué fragmentos de su diario le da ella a leer. El 5 de enero le entrega las páginas de una evocación de su casa de la infancia y el relato de un paseo suyo al río Fucha durante la guerra, en el cual el regalo que le hicieron de un nido ocupado le inspiró una reflexión sobre la fragilidad de la vida y sobre la insensibilidad de algunos ante ésta. Sin querer tal vez, pero llena del ideal decimonónico femenino, acaba ofreciéndose como ángel del hogar, no como pura sensibilidad romántica, melancólica, que es por mucho lo que predomina en su diario.

Samper parece haber sido propicio a la carrera literaria de su esposa, si bien en la relación de los esposos pudo acabar pesando más el ideal doméstico que el romántico. Soledad Acosta nunca emprendería de nuevo un género autobiográfico, y su voz la encontramos para siempre dispersa y contradictoria entre sus múltiples personajes de ficción. Hay una novela, sin embargo, con un altísimo contenido autobiográfico que retoma los hechos narrados en su diario de juventud. Se trata de Una holandesa en América, publicada por entregas en 1876 y en libro en 1888. Una de sus protagonistas va a casarse con su amado después de la guerra de 1854. Él y ella recuerdan en todo a la pareja Samper Acosta. Poco antes del matrimonio, y después de reconocer a su pesar que "una mujer casada nada tiene de poética", Mercedes expresa sus dudas en una carta a su amiga:

Veo que Rafael desearía hallaren mí una mujer más tierna, más sumisa, más femenina quizás. Los hombres me lo han dicho y yo lo siento así: buscan en el ser amado absoluta sumisión; quieren ejercer un domino completo sobre nuestra alma; figúraseme a veces que ellos querrían vernos moralmente a sus pies, a pesar de que se fingen nuestros vasallos y nos llaman ángeles y diosas. [...] He pensado que debería romper con Rafael y quedarme soltera. (281-282. Mi énfasis)

El personaje se casa, sin embargo: su deseo es más fuerte que cualquier intento de reflexión. Como señala Catharina Vallejo 3, Acosta nunca emprenderá la redacción de unas Memorias. Esa vía pública permanece sellada para ella. Samper, por el contrario, comenzará la redacción de su Historia de una alma en 1880: dos tomos que apenas cubren treinta y seis de los sesenta años que viviría (desde su nacimiento en 1828 hasta su regreso de Lima con su esposa e hijas en 1864). Sus Memorias son definitivamente las de un personaje excepcional, protagonista de acontecimientos fundamentales de la historia patria, las de esa subjetividad exaltada, egocentrada y protagonista, que con mucha dificultad podía ocupar un personaje femenino de nuestro siglo XIX.

Los efectos de la tensión genérica que sufren las autoras de nuestro siglo XIX latinoamericano pueden rastrearse a lo largo de la obra de la autora. En la lectura simultánea de los diarios de estos dos amantes puede rastrearse de forma singular su origen. Se trata de dos textos que sin duda enriquecen, por su singularidad, el corpusde los estudios latinoamericanos contemporáneos, y no sólo en lo que a estudios literarios se refiere.


Referencias

Acosta de Samper, Soledad (2004). Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, Edición y notas de Carolina Alzate. Bogotá: Instituto Distrital de Cultura y Turismo.         [ Links ]

Acosta de Samper, Soledad (1888). Una holandesa en América. Curazao: Bethencourt e Hijos Editores.         [ Links ]

Arriaga, Mercedes (2001). Mi amor, mi juez. Alteridad autobiográfica femenina. Barcelona: Anthropos.         [ Links ]

Kirkpatrick, Susan (1989). Las románticas. Berkeley: U. of California Press.         [ Links ]

Samper, José María (1855). Diario íntimo de José María Samper Agudelo. Comenzado el 1 de enero de 1855. Manuscrito. Colección de la Biblioteca Rivas Sacconi del Instituto Caro y Cuervo.         [ Links ]

Samper, José María (1971). Historia de un alma. Medellín: Editorial Bedout.         [ Links ]

Smith, Sidonie (1991). Hacia una poética de la autobiografía de mujeres. En A. Loureiro (ed), La autobiografía y sus problemas teóricos. Barcelona: Suplementos Anthropos.         [ Links ]

Comentarios

*Este trabajo hace parte de una investigación en curso, titulada Del yo lector al yo escritor: génesis de la ficción autobiográfica. Colombia, segunda mitad del siglo XIX, Universidad de los Andes. Es una versión revisada de la ponencia presentada para LASA (Puerto Rico, marzo de 2006).

1 Esta ponencia retoma en su primera parte el estudio preliminar del Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, Edición y notas de Carolina Alzate. Bogotá: Instituto Distrital de Cultura yTurismo, 2004. Con frecuencia me veo repitiéndome al presentar a la autora, pues la sé aún relativamente desconocida. Entre las pioneras en los estudios contemporáneos de la obra de la autora se encuentran Montserrat Ordóñezy Flor María Rodríguez-Arenas. Acaba de ser publicada una compilación de textos críticos sobre la autora, Soledad Acosta de Samper. Escritura, género y nación en el siglo XIX, edición de Carolina Alzate y Montserrat Ordóñez (Madrid-Frankfurt: Iberoamericana Editorial /Vervuert, 2005).

2 El manuscrito se titula Diario de José María Samper Agudelo. Comenzado el 1 de enero de 1855, y hace parte de la colección de la Biblioteca Rivas Sacconi del Instituto Caro y Cuervo. El período narrado cubre los últimos cuatro meses del narrado por Soledad Acosta y termina, como el de ella, en la víspera de su matrimonio.

3 Ponencia presentada en el Coloquio Internacional Las escrituras del yo en la cultura de mujeres latinoamericanas y caribeñas, Casa de lasAméricas, La Habana, 14 a 18 de febrero de 2005.

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