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Revista de Estudios Sociales

versão impressa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.24 Bogotá maio(ago. 2006

 

Reseña / La inseguridad de la seguridad. Colombia 1958-2005 (Bogotá: planeta, 2006)

Alexandra Guáqueta / comentarios de Francisco Leal Buitrago

Esta actualización de La seguridad nacional a la deriva (Alfaomega-Ceso, Uniandes-Flacso, 2002), hace un recorrido histórico y analítico de la formulación e implantación de las políticas de seguridad y defensa en Colombia desde los años cincuenta, casi que gobierno por gobierno, hasta la primera administración del Presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2006). El punto de la actualización es, por supuesto, examinar la Política de Seguridad Democrática (PSD) de Uribe. La PDS, como ninguna otra, ha sido objeto de estudio y controversia— por sus innovaciones estratégicas y tácticas; por el incremento en el presupuesto de defensa de la nación; por la manera directa como el Presidente mismo se ha involucrado en la seguridad, micro-gerenciando y haciéndole rendición de cuentas a la Fuerza Pública en cuanto a sus resultados; por el papel de Estados Unidos; por algunos efectos secundarios negativos en la población civil; por el escrutinio de ONGs y la comunidad internacional sobre los derechos humanos y, sencillamente, por lo que ha estado en juego, la posibilidad de disuadir, de una vez por todas, a guerrillas y paramilitares para que se desmovilicen mediante algún tipo de negociación. El autor sostiene que desde comienzos del siglo XX, Colombia vive una situación crítica caracterizada por aberraciones en el comportamiento de las guerrillas (incluyendo el secuestro), la gran acumulación de poder de los paramilitares visible en su penetración en la política, la economía y las instituciones y en la continuidad de algunos "problemas de vieja data como la debilidad política del Estado, la impunidad, la marginalidad social, la inequidad, los privilegios premodernos de una minoría y alta concentración del ingreso y la riqueza" (p. 19). Ante esta situación, las preguntas claves son: ¿Por qué estamos como estamos? Y, si lo que estamos haciendo en materia de seguridad para enfrentar dicha situación, ¿es apropiado o no?

La PSD ha tenido algunos aciertos, admite Leal. La Fuerza Pública recuperó su "operatividad", "menguando" así la capacidad bélica de las FARC y llevando a cabo acciones preventivas exitosas frente al secuestro, el sabotaje y el terrorismo (p.231). Sin embargo, los problemas de la PSD son serios. Su eficacia es limitada, prueba de ello es que aún no se desmovilizan las guerrillas y que aún no se ha logrado recuperar y rehabilitar los territorios antiguamente controlados o influenciados por los grupos armados ilegales incluyendo los paramilitares. Adicionalmente, algunas políticas puntuales tienen el potencial de ser terriblemente costosas a largo plazo, pues van en contra de valores democráticos liberales, y no se han frenado con contundencia los excesos de fuerza y la corrupción. Uno de los argumentos esenciales del libro es que las raíces de estos problemas vienen de atrás. Los problemas no son exclusivos de la administración Uribe y las cúpulas de turno de los militares y la policía. Si se mira la historia con cuidado, sugiere el autor, nos daremos cuenta de que, por décadas, las políticas de seguridad han tendido a privilegiar "soluciones de fuerza" al tratamiento de grupos armados ilegales bajo formatos que no siempre han estado apegados a valores democráticos, lo cual ha hecho que sus efectos sean contraproducentes (por ejemplo, la falta de control sobre los casos de abuso de la fuerza, la existencia de prebendas especiales para la Fuerza Pública, y la tendencia a concebir cualquier a la izquierda como una disidencia ideológica y política y como "el enemigo" sirvieron históricamente para alienar a la población y ganarle apoyo los grupos armados). Por ello, parte de la inseguridad radica justamente en las políticas de seguridad, de ahí el título del libro.

Estas anomalías de la democracia colombiana han sido posibles, entre otros, porque por mucho tiempo la dirigencia civil colombiana no se preocupó por los asuntos de seguridad, delegando a los militares no sólo las decisiones sobre lo táctico sino sobre lo político-estratégico. Tampoco, entonces, diseñó la dirigencia civil mecanismos adecuados de control y rendición de cuentas tanto en lo administrativo y financiero como en lo judicial y en los aspectos relativos a las acciones militares. Fue así como los militares, en realidad, lograron adquirir un importante margen de maniobra, "autonomía", frente a los civiles, a tal punto que han ejercido poder de veto sobre si deben o no hacerse negociaciones de paz. En todo esto, según el autor, Estados Unidos ha tenido cierto grado de responsabilidad. Fue la potencia, con su forma de privilegiar la seguridad nacional y la estabilidad por encima de la democracia y el bienestar de la gente durante la Guerra Fría, la que a sabiendas o inadvertidamente, ayudó a perpetuar los problemas a través de la llamada Doctrina de Seguridad Nacional que se extendió en América Latina.

Sobre éste y otros puntos, el texto invita a la reflexión más allá de los lugares comunes. La actual coyuntura lo amerita pues nunca antes había visto Colombia a un presidente con tanta credibilidad frente a las tropas, tan empeñado en ejercer su liderazgo en asuntos de seguridad y con tanta popularidad política a tal punto de lograr una reforma constitucional y la re-elección en el 2006. Tampoco había vivido Colombia tal grado de intervención de los Estados Unidos como la contemplada en el Plan Colombia. Centenares de asesores militares y ex-militares se han dedicado en los últimos años a entrenar a sus pares colombianos y a introducir nuevas prácticas (métodos de combate, recolección de inteligencia, organización de las fuerzas, administración de recursos). De la mano ha ido lo que se conoce como el "poder suave", el poder de influir sobre la conducta de los demás a través de las ideas. ¿Qué huella dejará Uribe en el patrón de las relaciones cívico-militares en Colombia? ¿Será su mayor legado el afianzamiento de la discriminación ideológica o el liderazgo de los civiles sobre los militares, la rendición de cuentas en los resultados o el mantenimiento de protecciones jurídicas especiales? ¿Será que muchos de los problemas que vemos en la Fuerza Pública tienen raíces culturales y que los civiles también adolecen de las mismas falencias—querer mantener sistemas de prebendas y poco control para privilegiar los intereses particulares? Y ¿cuál será el impacto a largo plazo de los Estados Unidos? ¿Será el Estados Unidos de Abu Grahib o el Estados Unidos defensor de los derechos humanos y las libertades civiles? El libro fue a imprenta en medio del proceso de desmovilización de los paramilitares y algunas de los retos de la implementación de la Ley de Justicia y Paz ya se anticipan en el texto. Sin duda alguna, en la siguiente actualización de la publicación Leal tendrá que dedicar varias páginas a la reinserción paramilitar y los intentos de Colombia por terminar de construir una nación democrática.

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