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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.26 Bogotá Jan./Apr. 2007

 

 

RAZA, ALTERIDAD Y EXCLUSIÓN EN ALEMANIA DURANTE LA DÉCADA DE 1920*

 

RACE, EUGENICS, AND EXCLUSION IN GERMANY DURING THE 1920’S

RAÇA, EUGENIA E EXCLUSÃO NA ALEMANHA DURANTE A DÉCADA DE 1920

 

Alejandro Castillejo Cuéllar

Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia; Magíster en Antropología de la New School for Social Research, NY, EE.UU.; Magíster en Estudios sobre Paz y Confl icto del European University Center For Peace Studies, Stadtschlaining, Austria; Ph.D. en Antropología de la New School for Social Research, NY, EE.UU. Fue investigador de Columbia University, y la University of Pennsylvania, al igual que profesor invitado de la University of Londres, School of Oriental and African Studies. Actualmente trabaja como Profesor Asociado en la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: acastill@uniandes.edu.co


Resumen

En 1927, bajo la protección del Kaiser Wilhelm Gesellschaft, centro organizador de las políticas de investigación en Alemania, se funda el Kaiser Wilhelm Institut für Anthropologie, Menschliche, Erblehre und Eugenic (Instituto Kaiser Wilhelm de Antropología, Herencia Humana y Eugenesia). Su establecimiento representó el pináculo del movimiento eugenésico alemán desarrollado durante las décadas previas, al igual que el nacimiento de uno de los centros intelectuales en donde eventualmente se afi anzó el proyecto de ingeniería social del Tercer Reich. En este trabajo se exponen algunos de los elementos históricos que conectaron la ideología racial—cimiento de la política nazi de exterminación—y las ciencias sociales durante el periodo Weimar.

Palabras clave: Republica de Weimar, políticas raciales, eugenesia, nazismo, Instituto Kaiser Wilhelm.


Abstract

In 1927, under the umbrella of the Kaiser Wilhelm Gesellschaft, the institution responsible for directing Germany’s research policies, the Kaiser Wilhelm Institut für Anthropologie, Menschliche, Erblehre und Eugenic (Kaiser Wilhelm Institute for Anthropology, Human Heredity and Eugenics) was founded. The institution represented the apex of the German eugenics movement that had developed in the previous decades, and the birth of one of the intellectual centers where the Reich’s ideology of social engineering was founded. This article discusses some of the historic elements that linked racial ideology, the bedrock of Nazi policy of extermination, and the social sciences during the Weimar period.

Keywords: Weimar Republic, racial policies, eugenics, Nazism, Kaiser Wilhelm Institute


Resumo

Em 1927, sob a proteção do Kaiser Wilhelm Gesellschaft, instituição responsável de promulgar as políticas de pesquisa na Alemanha, fundouse o Kaiser Wilhelm Institut für Anthropologie, Menschliche, Erblehre und Eugenic (Instituto Kaiser Wilhelm de Antropologia, Herança Humana e Eugenia.) Seu estabelecimento representou o apogeu do movimento eugênico alemão desenvolvido durante as décadas prévias, assim como o nascimento de uns dos centros intelectuais onde se consolidou o projeto de engenharia social proposto na ideologia do Terceiro Reich. Este trabalho apresenta alguns dos elementos históricos que relacionaram a ideologia racial, as bases da política de exterminação Nazista, e as Ciências Sociais na Republica de Weimar.

Palavras-chave: República de Weimar, políticas raciais, eugenia, nazismo, Instituto Kaiser Wilhelm.


“La antropología hoy busca nuevos y promisorios objetivos:
se debe hacer especial énfasis en la investigación acerca del rassenmischlinge
[mezcla racial] en casa y en el extranjero”.

Eugen Fisher, Die Rohoboter Bastards und das
Bastardisierungsproblem beim Menschen, 1913

 

La investigación social no se realiza en el vacío político,1 Por el contrario, es forjada por las condiciones sociales que dominan no sólo los intereses intelectuales, sino también los enfoques teóricos con los cuales se enfrentan determinados problemas sociales. En este sentido, la fundación de una institución académica en particular nos muestra la compleja relación entre la constitución de lo que históricamente se consideran como temas fundamentales del “conocimiento científico” y el contexto sociopolítico en el cual éstos se legitiman.

En 1927, bajo la protección del Kaiser Wilhelm Gesellschaft (Sociedad Kaiser Wilhelm), centro organizador de las políticas de investigación en Alemania, se funda el Kaiser Wilhelm Institut für Anthropologie, Menschliche, Erblehre und Eugenic (Instituto Kaiser Wilhelm de Antropología, Herencia Humana y Eugenesia). Su establecimiento representó el pináculo del movimiento eugenésico alemán desarrollado durante las décadas previas, al igual que el nacimiento de uno de los centros intelectuales en donde eventualmente se afi anzó el proyecto de ingeniería social del Tercer Reich.2

Sin olvidar el debate entre los historiadores de la eugenesia alemana en cuanto al grado de complicidad del Instituto y su papel concreto en la sustentación biológica del Nazismo, generalmente se ha admitido que el Instituto Kaiser Wilhelm concentró y estimuló áreas de investigación que si bien durante los años 20 hacían parte de la investigación de vanguardia en áreas como la herencia y la antropología, fueron eventualmente apropiadas.3 por el nacionalsocialismo como parte de su proyecto de cartografía social (Shelia Faith Weiss, 1987; Weindling, 1989; Browing, 1995; Traverso, 2003, Macrakis, 1994). La pregunta sobre la naturaleza de lo otro, en última instancia el dilema conceptual que alimentó el proyecto eugenésico en tanto proyecto político científi co, sufrió una serie de transformaciones que pusieron la practica “científi ca” hacia la década de 1930 al servicio, en el sentido más literal, de una ideología de aniquilación directa e institucionalizada de otros indeseables, de aquéllos cuya “vida no merecía ser vivida”, lebensunwertes leben (Burleigh, 2002, p. 1997).

No hay duda en cuanto al papel de la antropología y de la biología en la defi nición de la idea de nación alemana durante el periodo de Weimar. Biólogos y antropólogos, asociados a instituciones encargadas de determinar políticas públicas, particularmente en salud, hicieron un gran esfuerzo por elaborar teorías, u operacionalizar las que ya circulaban, que permitieran investir con una serie de signifi cados la idea de nación. En este sentido, el concepto de germanidad fue reforzado con discursos académicos que, eventualmente, asegurarían la legitimidad de una narrativa excluyente. La confi guración de la idea de identidad nacional fue vista como el proceso mediante el cual se develaban las condiciones físicas, mentales y culturales, que permitían la trascendencia de una unidad nacional en el tiempo y en el espacio: la forma como el Völk llegó a ser concebido durante la República de Weimar, y posteriormente durante el periodo nazi, muestra el carácter necesariamente político y contextual de la noción de “pertenencia”. En cierta medida, quienes hacían parte de la nación eran defi nidos con criterios biológicos, tomados incluso del acervo colectivo de imaginarios que circulaban en la época. Las prácticas de investigación formales, tales como la craneometría y el método genealógico, defi nieron las condiciones “objetivas” para la inclusión dentro del proyecto general de unidad social. Al fi nal, la ciencia, aquélla prevista por los nazis, ayudó a re-imaginar una comunidad mítica perdida y olvidada por largo tiempo.

El espectro de la guerra

El fin de la Primera Guerra Mundial tuvo como consecuencia generar una serie de problemas sociales que tomaron por sorpresa a la que en aquel entonces se veía a sí misma como una nación derrotada y humillada.4. Este evento particular en la historia del siglo XX impulsó de diferentes maneras el desarrollo de la eugenesia.5; el país se había entregado a la guerra con la confi anza de una nación apoyada por una larga historia de logros en la ciencia y las humanidades, de un Völk constituido por músicos, poetas y fi lósofos, que se representaban a sí mismos como el pináculo de la civilización y de la cultura. En realidad, casi nadie tenía dudas en la nación sobre su victoria fi nal. “La pregunta que aparecía en la mente del público en 1915”, dice el historiador William Carr, “no era si Alemania ganaría la guerra, sino el propósito que dicha victoria tendría” (Carr, 1986, p. 123).

Pero Alemania perdió la guerra, y la entusiasta visión de una sociedad robusta y saludable, expresada en la integración relativa de su comunidad, “colapsó” (Fisher, 1998, p. 41). Como consecuencia del Tratado de Versalles, el país perdió parte de su dominio territorial sobre Prusia Occidental y Posen. Así mismo, Alsacia-Lorena fue devuelta a Francia, y Silesia, uno de sus centros industriales, fue asignada a Polonia. Los términos del Tratado obligaron al Reichstag a desmantelar el ejército y a ceder todas las posesiones coloniales al mandato de la Liga de Naciones. Las grandes pérdidas fi nancieras, el desmembramiento del territorio y la desarticulación de la población tuvieron enormes implicaciones (Crousset, 1967, p. 76).

La Nación, vista ya desde entonces como un organismo, se desintegró rápidamente. La población disminuyó dramáticamente, generando así una nueva y devastadora imagen de sociedad contaminada y lisiada. Este momento histórico ofreció las condiciones necesarias para promover un discurso político basado en la búsqueda de unidad nacional, en la “reconstitución”, especialmente después de los años de la masacre “contrarevolucionaria” que llevó a la instauración de una democracia parlamentaria, y al frustrado golpe de estado del ala derecha en la primavera de 1920. Durante este convulsionado periodo, Hugo Preuss, Secretario de Estado durante los años iniciales del Período de Weimar, presentó ante la Asamblea General el carácter esencial de este principio unitario propio del período de Reconstrucción: “La tradición de siglos, todo el anhelo del pueblo alemán está unido con el nombre de Reich (...)” (Car, 1986, p. 293). Desde entonces, dos temas se hicieron sustanciales para el discurso de Reconstrucción: por un lado, el concepto indivisible y, por tanto, excluyente de pueblo y, consecuentemente, la conexión entre esta unidad y una metáfora organicista.

Producto de la guerra, y en el marco de las discusiones políticas de la época, el Völk ya no se concebía como la cuna de héroes victoriosos, sino más bien el anfi trión de “elementos desadaptados” y de sangre contaminada. Los hospitales llenos de enfermos, las hambrunas, el desempleo rampante, y los diferentes reclamos políticos eran muestra de la decadencia social. La guerra reforzó la imagen de un otro interno que perjudicaba la integridad de la comunidad, dicho sea de paso, una comunidad basada en una fuerte estructura meritocrática. Durante este período inicial de Reconstrucción, la raza como tal no hacía todavía parte de las conversaciones colectivas sobre la impureza social, puesto que el discurso sobre lo otro se centraba más en la naturaleza defectuosa de una porción de su misma población. El concepto de raza, si bien latente en el establecimiento académico.6<, no adquirió la centralidad interpretativa que tuvo en otros momentos históricos. Durante los años veinte, la “amenaza eslava” –con la que los nazis evocarían el peligro de la frontera oriental- era todavía una noción vaga y nebulosa (Burlegh, 2002). La fobia a la degradación social tenía, por el contrario, un contenido más “político” que expresamente racista. En consecuencia, el aumento de la tasa de mortalidad de niños y adultos, los efectos desastrosos de epidemias generalizadas tales como la tuberculosis y las venéreas, al igual que la “aparición” de enfermedades mentales, un subproducto de los traumas de la guerra, terminaron por pulverizar lo que quedaba de una imagen unifi cada de Alemania. Eran los alemanes defectuosos los que estaban en el banquillo (Brustein, 1996).

Sin duda, un sentido generalizado de crisis invadió el escenario intelectual y social. El derrumbamiento de antiguas instituciones políticas y la relativa inestabilidad de las nuevas, otorgó a la ciencia un papel importante durante el periodo de Reconstrucción. Una necesidad radical de “luchar por la supervivencia”, y en contra de la amenaza de la “degeneración”, sentaron las bases para promulgar de forma más clara y hegemónica, una solución eugenésica a los problemas sociales. Desde esta perspectiva, fue el cuerpo colectivo el que sufrió por la multiplicación de organismos “indeseables”.7. Así, una interpretación biológica de la diferencia reconfi guró una nueva cartografía de lo social, en donde las diferencias se entendieron como características fi jas heredadas de generación en generación. La “debilidad”, el “alcoholismo”, o la “locura”, además de muchas otras enfermedades físicas, se explicaron en términos de una causalidad de índole genética. El proceso de reconstrucción se basó en el entendimiento de las razones por las cuales las características negativas, como el alcoholismo, o positivas, como la capacidad intelectual de una población en particular, pasaban de una generación a la siguiente. Por lo tanto, el dilema fundamental que presentó dicho orden social fue el de la administración de la “degeneración”, la identifi cación, el aislamiento, y la manipulación de la amenaza. Como era lógico, el proyecto de unifi cación dependía de la segregación y de la eventual expulsión de otros.

En un intento por enfrentar el problema, hacia 1922 las ciencias médicas orientadas hacia la eugenesia, sufren un profundo cambio en cuanto a su estructura educativa. Un fuerte proceso de institucionalización y acreditación académica, al igual que una marcada amplifi cación de los canales de popularización a lo largo de toda la República, convierten a la eugenesia en el pivote de toda intervención. No sólo magazines populares, revistas especializadas, exposiciones públicas de salud, sino también diferentes clases de centros de investigación, asociados con el desarrollo de cursos universitarios obligatorios sobre Eugenesia, aparecieron a la luz de las circunstancias (Kleinschmidt, 1935; Aly, 1994; Burleigh, 1997).8. La eugenesia se convirtió en el credo de la salvación nacional. “Administradores en Weimar, -escribe el historiador de la medicina Paul Weinling,- esperaban que la Eugenesia pudiera resolver los problemas sociales de difícil cura con su promisoria combinación de experiencia genética, médica y demográfi ca” (Weindling, 1985, p. 304).

    Los años de la República de Weimar fueron testigos de un interés creciente en la higiene racial. La cátedra ocupada por Fritz Lenz en la Universidad de Munich en 1923 era sólo el comienzo. Para 1932, más de 40 cursos sobre higiene racial ya eran ofrecidos en universidades alemanas y, durante el periodo nazi, departamentos fueron establecidos en casi todas las universidades” (Friedlander, 1995, p. 13).

En relación con el uso de la eugenesia como directriz de la salud, entre aquéllos a cargo de resolver la crisis se consolidan dos posiciones durante el periodo de Weimar. El primer enfoque, principalmente infl uido por la sección berlinesa de la Sociedad Kaiser Wilhelm, propuso la implementación de las llamadas “medidas eugenésicas positivas” haciendo uso del Sistema de Bienestar Social. El segundo, cercano a las ideologías racistas de la ofi cina en Munich de la misma sociedad, reforzó la ejecución de medidas “eugenésicas negativas”. Estas dos perspectivas se vieron infl uenciadas por el continuo debate en lo referente a la naturaleza del proceso de herencia. Por ejemplo, inspirado en una perspectiva lamarquiana, las medidas “positivas” buscaban evaluar las fuerzas ambientales que interactuaban con un organismo en concreto para producir formaciones genéticas particulares. En esencia, esta perspectiva supone una compleja relación entre las criaturas vivientes y el mundo que las rodea, moldeando así el proceso de herencia. Por otro lado, el enfoque “negativo” defendió la herencia de caracteres fi jos de una generación a la siguiente, sin tomar en consideración los contextos concretos biofísicos y ambientales. Desde el punto de vista de los eugenistas negativos, el otro era “esencializado”, puesto que era portador indefectible de las fuentes de su propia “degeneración” (su propia constitución genética y sus efectos visibles), ya fueran éstas la locura, el alcoholismo o la raza. Para ellos, la raza era, en última instancia, la lupa a través de la cual todas las diferencias eran interpretadas. La raza “esencializada” era la base de todas las estructuras de clase y la causa primera de todas las diferencias sociales. En tanto entidad inmutable se encontraba en el centro de lo que posteriormente sería la nueva Weltanschauung del Nacionalsocialismo (Browning, 1995, p. 145).

Hasta ahora, el Sistema de Bienestar Social, una de las ramifi caciones de la política estatal encargada del monitoreo de la población, había tenido, quizás no tan extremista pero si profundamente exclusionista, un enfoque más tolerante hacia las llamadas “poblaciones defectuosas” y “antisociales”. Tomando en cuenta que las condiciones ambientales infl uyen en la herencia, el Sistema de Bienestar, encarnado en sus ministerios y burocracias, consideró necesario intervenir directamente en la interacción entre el ambiente y el organismo. La red del sistema de Bienestar, que fue defi nitivamente destruida después de la depresión económica de 1929, tomó un grupo de medidas, cuyo objetivo era mejorar las condiciones de existencia de ciertas comunidades (por ejemplo, mejorando la alimentación de las madres en el periodo de lactancia). Además, vale la pena aclarar que la mayoría de quienes apoyaban una eugenesia positiva se basaban en la presunción según la cual el mejoramiento genético de una población era proporcionalmente directo al aumento numérico de individuos con características eugenésicas positivas tales como la inteligencia y la productividad. Este aumento numérico de los “individuos apropiados” (que implicaba un descenso, estadística y proporcionalmente hablando, de las características negativas que una población general podría tener) se podría lograr, por un lado, aumentando su cantidad real en un territorio dado o, por el otro, disminuyendo su presencia física. La primera propuesta buscaba mejorar la población ya existente. La última llevaba la semilla de la Solución Final (Endlösung).9.

Tras el concepto de Socialpolitik, existía el enfoque cuantitativo del nuevo orden: la sociedad deseada - la que fue construida por aquellos Otros que de no ser excluidos hubieran sido eliminados - se lograría de una manera “racionalizada”, manipulando los números de tal manera que la proporción entre individuos con características eugenésicas positivas superara a aquéllos con características negativas. En este momento, como era de esperarse, los estadistas y demógrafos se convirtieron en los pilares de toda una reformulación sobre la naturaleza de lo social (Light, 1986). Como un ejemplo de intervención, se estimuló la natalidad y el embarazo entre familias que no poseían “parientes defectuosos”10. A través de la reconstrucción de árboles familiares y genealógicos, el Ministerio de Salud, por medio de las llamadas Cortes de Salud, estableció los “certifi cados de matrimonio” que permitirían un control más estricto sobre el tipo de parejas que contrajeran matrimonio. De igual forma, ciertas medidas fueron desarrolladas directamente con aquéllos cuyos hijos se convertirían en el núcleo de la nueva Nación: por un lado, concentrarse más en el mejoramiento de la atención a los niños, estimulando a las madres a tener un período prolongado de lactancia; por otro, aumentar los salarios de las mujeres y favorecer el acceso al mercado laboral, así como impulsar el desarrollo de un programa de educación nacional. Todas estas políticas pretendían mejorar las condiciones del ambiente familiar en general. Tal vez lo más importante de tales procedimientos es el hecho de que no fueron impuestos por el Estado, sino que más bien fueron concebidos como voluntarios. Los ciudadanos se habían convertido en agentes de su propia transformación. De esta manera, el Sistema de Bienestar Social se basó en el compromiso individual y personal de cada alemán durante los años de la reconstrucción. Para 1930, cuando el costoso sistema entró en crisis, luego de la caída de la bolsa y la recesión global, existía ya una organización legislativa bien desarrollada que apoyaba el programa eugenésico positivo.

La contraparte racista, por otro lado, molesta por la tolerancia que según ellos regía el sistema de salud pública, siempre se opuso a cualquier atención institucional. Escriben Binding y Hoche en su panfl eto Die Freigabe der Vernichtung lebensunwerten Lebens (Autorización para la destrucción de la vida que no merece vida, 1920): “Si uno piensa en un campo de batalla cubierto con miles de cuerpos jóvenes y contrasta esto con nuestras instituciones para los idiotas [Idioteninstitute], con su preocupación por sus pacientes vivos, entonces uno estaría profundamente perturbado por la evidente disyunción entre el sacrifi cio de la posesión más valiosa de la humanidad, de un lado, y, de otro, por el gran cuidado de seres que no solamente son despreciables y sin valor sino que también manifi estan un valor negativo” (Binding and Hoche, Citado en Hafner, 1974, pp. 1-6, traducción libre). De hecho, sus miembros propusieron - para acabar con las llamadas poblaciones desadaptadasel aborto selectivo, la esterilización obligatoria, no solamente de los individuos que ellos categorizaban como “antisociales” (“asozialen”), sino también de aquellos grupos o “razas” discriminadas por ser consideradas forasteras (“artfremde”) y degeneradas (“entartet”).

Desde su punto de vista, el Sistema de Bienestar fue percibido como una carga fi nanciera (en momentos de crisis económica) y una desviación de la ley fundamental de la naturaleza. Además, insistían en que la intervención de los hombres sobre el destino de aquellos “defectuosos” era, stricto sensu, una intervención en el proceso natural de selección. En este sentido, Herman Muckerman, quien fuera director del Departamento de Eugenesia del Instituto Kaiser Wilhelm, escribió en Eugenik, una revista de vanguardia, sobre el tema:

    La civilización ha eliminado la selección natural. El bienestar público y la asistencia social contribuyen, como un efecto colateral no deseado de una obligación necesaria, a la preservación y posterior reproducción de individuos enfermos. Una carga creciente de individuos inútiles que no merecen vivir y se mantienen y se cuidan en instituciones a costo de aquellos saludables - de quienes cien mil están hoy sin su propio lugar para vivir y millones de los cuales están hambrientos por la falta de trabajo. El compromiso de hoy nos pide una “economía planeada” en la política de salud” (Weiss, 1987, p. 224)11

En consecuencia, los “defectos” inherentes de un grupo no se consideraban el resultado de un juego complejo entre el ambiente y el organismo. Por el contrario, la “desviación” se concebía como las características esencializadas de un grupo en particular. Era el grupo objetivo, tal como Zygmund Bauman lo menciona en Modernity and Holocaust, que inexorablemente llevaba su propia “diferencia” escrita en términos biológicos. La restauración del “orden natural de las cosas”, para usar el término de Foucault, radicaba en la puesta en marcha de una serie de medidas radicales. Todas ellas se consideraban parte del proceso profi láctico de asegurar “la patria” contra la sangre corrupta que podría poner en riesgo el “cuerpo” social y los órganos que lo conforman. Pero la posición extremista no se adaptó al momento histórico. Solamente fue hasta después de la depresión de 1929, que empeoró la situación económica general, y cuestionado desde un análisis tipo costo-benefi cio, cuando el Sistema de Bienestar no pudo restaurar el “orden” y fi nalmente murió. Sin embargo, Alemania tendría que esperar hasta 1933 para ver el resurgimiento del movimiento de eugenesia negativo y el fi nal y complicado matrimonio entre la ciencia y la ideología12.

Hasta 1927, la “ciencia de la eugenesia” había pasado por un proceso gradual de legitimación. Su papel relevante residía en la posibilidad que tenía de responder a los nuevos problemas sociales, en especial a aquéllos creados a raíz de la Primera Guerra Mundial. Los problemas políticos, los recuerdos de la muerte, las inestabilidades económicas y la diversidad de referentes ideológicos en un momento de convulsiones políticas produjeron una multiplicidad de argumentos complementarios con la confi guración de la narrativa de una Nueva Alemania. La historia de esta dinámica es la historia de una ciencia que contenía en su núcleo fundamentalmente prejuicios sociales ya naturalizados a través de muchas generaciones. En este contexto, era necesario que alguna institución popularizara de forma más evidente dicha relación entre política y ciencia.

Instituciones académicas: la diseminación del nuevo evangelio

En 1927, bajo la infl uencia directa de la sección Berlinesa del Kaiser Wilhelm Gesellschaft, se funda el Kaiser Wilhelm Institut für Anthropologie, Menschliche, Erblehre und Eugenic (Instituto Kaiser Wilhelm para Antropología, Herencia Humana y Eugenesia). El Instituto fue el resultado de muchas preocupaciones expresadas en 1922, cuando Alfred Ploetz, quien creó el término Rassenhygiene (Higiene Racial) en 1895, pierde su infl uyente posición en la Sociedad de Higiene Racial. Dicha institución, fundada por Ploetz en 1905, fue de hecho “la primera institución profesional de carácter privado en el ámbito mundial dedicada al estudio de la relación entre selección y eliminación en individuos, así como la herencia y variabilidad de sus características físicas y mentales” (Citado en Weiss, 1987, p. 207). Una vez que Ploetz pierde su infl uencia, la Sociedad cambia las directrices de su trabajo al igual que sus objetivos fundamentales: si bien es cierto que en un comienzo la Sociedad pretendía explícitamente instaurar una comunidad pangermánica utópica enmarcada en una narrativa de reconstitución mítica, también es verdad que, en especial durante la década de los años veinte, dicha pretensión y producto de los acontecimientos históricos, se recodifi ca a través de un lenguaje científi co para, así, proponer una respuesta médica a las necesidades de la Nación. A pesar de la dimisión de Ploetz, la Sociedad no solamente mantuvo su infl uencia en el Consejo Estatal de Salud y en el Ministerio de Bienestar Público, sino que también, al llegar a ser dominada por genetistas, biólogos evolucionistas y especialmente por funcionarios de la salud pública, reforzó sus lazos con el estado. Desde ese momento, la Sociedad, en cuanto a los fondos de investigación disponibles para su desarrollo, se benefi ció de esta relación extendiendo su infl uencia no sólo al mundo propiamente académico, sino también al Estado ya que se convirtió en el asesor, sobre cuyas investigaciones se constituye la base para las políticas de salud pública (Weindling, 1989, p. 399)13. Sin embargo, se escuchaba un clamor generalizado por el establecimiento de un centro investigativo estatal encargado de la investigación de los temas relativos a la eugenesia.

A pesar de lo fundamental y lo urgente de la propuesta, el periodo entre 1922 y 1927 se caracterizó por las pugnas de orden político en lo relacionado con la localización concreta y fi nal de dicho centro. Al fi n de cuentas era una pugna sobre la manera como debía confi gurarse una sociedad ideal. Ambos, tanto el capítulo berlines del Kaiser Wihelm Gesellschatf, como su sección en Munich, notablemente más conservadora y völkisch, reclamaron tener la legitimidad científi ca necesaria para abrazar dicho proyecto. Pero la inclinación racial de algunos de los miembros en Munich fi nalmente llevó a que la Sociedad fundara el Instituto en Berlín. Sin embargo, las diferencias en cuanto al control del Instituto no terminaron en el punto de su inauguración. A través de su estructura organizativa y el personal científi co se logra percibir la variedad de panoramas políticos entre sus miembros, al igual que la concepción de eugenesia que ellos impulsaban. El Instituto, como era de esperarse, era un hervidero de contradicciones (Fritz, 1955, Macrakis, 1994). No obstante estas divergencias de fondo, el Instituto logra desarrollar tres departamentos principales. El primero, el Departamento de Antropología, estaba dirigido por el antropólogo Eugen Fisher (1874-1967), quien fue nombrado luego como su director hasta 1941, católico graduado de Freiburg y conocido por su trabajo Los Bastardos de Rehoboth y el Problema de la Bastardización en el Hombre publicado en 1913 y llevado a cabo entre los llamados Bastardos Rehoboth en Namibia, Sudoeste de Africa14. En este estudio, Fisher presenta lo que vio como el problema de la “mezcla [mischlinge] de diferentes razas” y las consecuencias del “matrimonio interracial”, buscando los elementos que determinan a ciertas características “raciales” como dominantes (Laquear, 2001, p. 420).

Durante los años veinte, Fisher había emprendido la defensa del Conde de Gobineau en cuanto a su teoría de la pureza racial y apoyó su popularización por medio de los escritos de otros antropólogos nacionalistas tales como Hans Guenther15. Basándose en la genética de poblaciones y en la reconstrucción de árboles genealógicos, Fisher “rastreó” las variaciones fenotípicas conforme a grupos sanguíneos o raciales. Tomado de su trabajo, Fisher afirma:

    Sin excepción, cada persona europea que ha asimilado la sangre de razas inferiores ha pagado por esta absorción de elementos inferiores con degeneración intelectual, espiritual y cultural. Al antropólogo patriota solamente le importa una cosa: no es si nacen Mischlinge [Mezclados], sino si debiesen permanecer nativos a todo costa.

Y concluye:

    Así que, de acuerdo con esto, bastaría poner en marcha las medidas de protección que requieran como raza inferior que es para continuar su existencia: nada más, y sólo mientras sean útiles para nosotros. De otra manera, la supervivencia del mejor adaptado es, a mi modo de pensar, en este caso, extinción. Este punto de vista suena brutalmente egoísta, pero quien refl exiona en el concepto de raza, no puede llegar a una conclusión diferente (Citado en Ehmann, 1998, p. 119).

El trabajo de Fisher fue usado eventualmente por los legisladores del Tercer Reich como base para la promulgación de las Leyes de Nuremberg, las primeras emulaciones nazis de una visión del mundo “descontaminada”, “limpia” y “profi láctica”. Él “pronosticó” los peligros del rassenmischlinge, la mezcla racial, y evaluó el papel de la antropología como el centro beligerante de la “cruzada” völkish contra la “degeneración”. A pesar de su historia biográfi ca, Fisher fue tal vez uno de los investigadores más racistas que conformaron el Instituto. Como director del Instituto hasta 1941, implantó su carácter personal a los objetivos de una institución que modeló la narrativa del Nuevo Orden16. El Departamento de Eugenesia fue dirigido, como lo mencioné antes en este ensayo, por Herman Muckerman, un defensor de la esterilización y un propagandista importante de la eugenesia. Durante el período de su nombramiento (entre 1927 y 1937 cuando fue forzado al retiro por los nazis) él fue uno de los principales críticos del Sistema de Bienestar.

En contraste, como investigador Muckerman centró sus intereses en seleccionar lo que él llamaba “familias normales” o grupos con características eugenésicas positivas: por ejemplo, grupos de campesinos con tasas bajas de mortalidad infantil. De igual forma, analizó el grado de fertilidad entre profesores universitarios, funcionarios del ejército y la policía prusiana (todos por defi nición harían parte de la nueva sociedad). En un sentido, él era ante todo un eugenista interesado en incorporar su disciplina a la política para mantener la estructura meritocrática de la sociedad. Su investigación intentaba determinar cuáles eran los elementos por medio de los cuales “las familias normales” llegaban a tener y a reforzar las buenas cualidades eugenésicas (Weinling, 1985, p. 315). Finalmente, Otmar Freiherr von Verschuer (1896-1966)

fue inicialmente nombrado jefe del Departamento de Herencia Humana en 1927 y, posteriormente, dado su fuerte antisemitismo, se convirtió en el Director General del Instituto en 1941. Su investigación pretendía buscar la herencia de las cualidades intelectuales. Para hacerlo usó una muestra de 700 pares de gemelos, de los cuales encontró un cierto porcentaje de criminales (los números reales no son muy importantes puesto que cualquier porcentaje hubiera sido considerado como prueba de su hipótesis). Su objetivo era “revelar” la supuesta relación entre “enfermedades” particulares, tales como la “criminalidad” y el cáncer, y el proceso natural de la herencia.17

Verschuer fue uno de aquellos investigadores que defendían la esterilización obligatoria, como eventualmente fue llevada a cabo después de 1933, de los “subnormales morales y mentales”, (Weinling, 1985, 1989; Weis, 1987). En esta línea de pensamiento, enfatizó de manera concluyente las bases biológicas de la sociedad, en la cual su estructura jerárquica era un refl ejo del proceso de evolución y selección natural. En este sentido, y por razones obvias, Verschuer atacó la democracia como sistema político puesto que estaba basada en una concepción de la sociedad que permitía una población con características eugenésicas negativas, en vez de estar constituida por una minoría fuerte genéticamente. Su experiencia temprana como un miembro entusiasta de los letales Freikorps lo llevó a convertirse en una de las fi guras que se benefi ciaron del establecimiento de una de las fuentes de información y experimentación - los campos de concentración -. Por eso, el trabajo de Verschuer es un ejemplo emblemático de la yuxtaposición de la ciencia y la ideología de exterminación.

Hasta entonces, el Instituto fabricaba las respuestas potenciales a los dilemas de la sociedad, en la cual estaba involucrado históricamente. La legitimidad de la eugenesia, unida de manera indeleble a la biología y a la medicina evolucionista, corría paralela a las manifestaciones de problemas políticos del periodo de Reconstrucción. Por lo tanto, la fundación del Instituto Kaiser Wilhelm para Antropología tenía que ser interpretada de manera simultánea como un nuevo momento de confi anza en la “ciencia de la eugenesia” - después de años de infl uencia relativa -. Paradójicamente, el Instituto impulsó la eugenesia positiva, mientras que simultáneamente estimulaba la implementación de medidas negativas como el proyecto de ley de 1932, o la primera Ley de Esterilización. Al mismo tiempo, el Instituto jugó un papel fundamental en la confi guración de las condiciones de inclusión y exclusión de determinados miembros de la sociedad, es decir, las condiciones bajo las cuales se demarcó la unidad y la diferencia.

Comentarios fi nales: bajo la sombra de la política

Dentro de la compleja y a menudo yuxtapuesta organización simbólica de la narrativa de la Nueva Alemania, el Instituto jugó un papel importante en la defi nición del contexto en el que se reprodujo dicha narrativa. Las teorías y las prácticas que buscaban entender la variación humana, dieron a la imagen socialmente construida del extranjero una base “científi ca” necesaria y un contenido político que perpetuaba una ideología en particular: una ideología de negación, en donde la metáfora: el otro es una infección se convirtió en el centro de la dialéctica nazi (Glass, 1997). El otro representado esencialmente en el discurso eugenésico estaba inmerso en las redes contradictorias de signifi cados y acciones elaboradas a partir de las metáforas cuerpo/ sociedad y otro/infección.

Siguiendo al argumento de Freud en Das Unheimlich (Lo Siniestro), se sugiere aquí que si la estética es el campo de investigación dedicado a estudiar las “cualidades de la belleza”, y consecuentemente de la extrañeza, falta de familiaridad y alteridad radical, parece que la narrativa de la Nueva Alemania es el discurso a partir del cual se forma, reclama, establece y fi nalmente se impone una concepción descontaminada de la sociedad, en la cual la línea entre lo mismo y lo otro se traza biológicamente. En relación con esto, la institución como como tal, uno de los núcleos “dispersos” de formaciones discursivas y de reproducción de poder, se concibió como la portadora de una nueva sociedad, armoniosa y sin confl ictos. Sin duda el discurso eugenésico pretendía establecer una estética de lo social en la medida en que articulaba una serie de relaciones entre lo mismo y lo otro, entre lo familiar y lo extraño.

Después de 1933, la comunidad académica fue asaltada por un activismo político extremo. La visión Pangermánica nazi tocó las universidades (ya enclaves conservadoresarios) sometiendo la ciencia y el conocimiento a su programa de interpretación. Son un hecho histórico las leyes dirigidas hacia la “limpieza efectiva de la patria”. La Ley de Esterilización en 1933, la Ley contra Criminales Habituales Peligrosos en 1933, la Ley de Matrimonio Saludable posteriormente en 1935 y, fi nalmente, la Ley para la Restauración del Servicio Civil Profesional, todas ellas reproducían el mismo imaginario völkish según el cual el otro es el transportador de enfermedades infecciosas. Sin embargo, es fundamental no olvidar que entre 1933 y 1939 la política nazi llevó a cabo las ideas extremas que los eugenésicos negativos habían propuesto una década antes: Cientos de miles de personas fueron muertas y esterilizadas en el sistema de salud industrializado (Friedlander, 1995). Sin embargo, lo que cambió dramáticamente fue el signifi cado del término “individuo no adaptado”. Si empezó por incluir cualquier forma de alteridad interna, es decir “criminales”, “discapacitados”, “débiles” y “esquizofrénicos”, también está claro que el término denotaba más categorías que aquéllas incluídas inicialmente. Por razones “pragmáticas” y “programáticas”, por decirlo así, el término se extendió para que incluyera judíos, gitanos, comunistas, bolcheviques, homosexuales y negros (Grau, 1998 y Kesting, 1998).

En este estado de cosas, la metáfora organicista se usó como la herramienta más radical y extremista de interpretación. De hecho, la amenaza del otro no residía en su potencialidad para llevar e infectar un cuerpo saludable, una nación ideal, o una “comunidad imaginada” (Anderson, 1985). Por el contrario, era el otro, los judíos o los gitanos, la enfermedad en sí misma. Ellos eran tumores dentro del cuerpo. Solamente a través de una organización burocrática racional orientada hacia la minucia tecnocrática (los médicos, los hospitales y, fi nalmente, los campos de concentración) y por medio de un proceso ritualizado de desinfección y separación, podía este tumor/impureza ser expulsado. La guetización, deshumanización y abyección se convirtieron, entonces, en el locus de la Medicina Social18. Así, James Glass condensa esta visión del otro como impureza:

    Yo no veo mis acciones hacia los otros como violentas, como un asalto al cuerpo humano, porque el otro no posee propiedad humana. Estoy atacando la materia, la materia peligrosa. Así que vuelvo mi agresión hacia él y hago un hecho histórico y científi co de mi fobia a la infección (Glass, 1997, p. 147).

Más aún, la guerra en sí podía ser interpretada como un medio para llevar a cabo, hasta las consecuencias más extremas, el programa eugenésico negativo. Tal como Debórah Dwork y Robert Jan Van Pelt (1996) lo han indicado, la guerra contra el frente oriental, especialmente Polonia, se concebía simultáneamente como la reconquista de territorios perdidos durante la Edad Media por la mítica orden de los Caballeros Teutónicos, y también como una cruzada contra los polacos, “desadaptados” y “bárbaros” (Debórah Dwork y Robert Jan Van Pelt, 1996).

Vista de manera retrospectiva, la regeneración del este, como fue llamada por los administradores del Nazismo, era parte de una política de población amplia orientada eugenésicamente: radicaba en el mejoramiento genético de las poblaciones por expulsión o aniquilamiento de los individuos, para así poder repoblar el espacio dejado por ellos con alemanes altamente califi cados. En efecto, la noción de Lebensraum (espacio vital) se fundamentaba en un espacio “despoblado” de sangre corrupta y enfermedades (las personas reales), de manera que pudiera ser rehabitado de nuevo. El Lebensraum y el Heimat (hogar) se defi nen por expropiación y expulsión, dos consecuencias de un concepto “medicalizado” del otro. En relación con esto, puedo sugerir que la guerra del frente oriental, como una forma de control y administración de la población, fue la reterritorialización de una estética de lo social informada por antiguas fronteras míticas de lugar, orden, origen, y reinterpretada en el contexto de los discursos médicos de los años treinta. El Instituto Kaiser Wilhelm articuló temores antiguos con nuevos discursos, y suministró las metáforas básicas, el lenguaje eufemístico y las razones para dicha operación, tanto en el sentido militar como en el sentido médico del término.


Comentarios

*Este trabajo hace parte de una serie más amplia de meditaciones sobre la manera como la violencia, en tanto una forma de negación de lo otro, se inserta y normaliza en la sociedad. En esta línea de trabajo, las relaciones entre el cuerpo, el espacio y el lenguaje constituyen la matriz interpretativa sobre la que se han desarrollado estas meditaciones. En este ámbito, los lenguajes de la ciencia, bien pueden hacer parte de la confi guración de los espacios del terror y la radicalización de ese otro (Castillejo, 1997; 2000; 2007a, 2007b) Todas las traducciones libres son del autor.

1. Desde que la obra original de Michel Foucault planteó y visibilizó las múltiples relaciones entre “saber” y “poder”, las refl exiones sobre la actividad científi ca han enfatizado el carácter intrínsecamente “político” de ésta. Aunque la relación entre la producción de saber, sus modalidades de circulación y el problema del poder no parezca ser tan evidente, especialmente si se inscribe dentro de la teleología del avance técnico, en ciertos contextos históricos, la producción de un saber puede estar íntimamente ligada con los “cálculos del poder”, como lo referiría en su momento Giorgio Agamben, mediante los cuales se modela una sociedad (Agamben, 1995). Este texto revisa, basado sobre todo en fuentes secundarias, uno de estos momentos en donde la antropología, situada en un lugar, como ha pasado en muchas otras ocasiones, se convirtió en un instrumento que legitimaría la exclusión y la aniquilación (Schaumberg, 2006).

2. Durante las últimas dos décadas, la investigación sobre las dimensiones sociales y las políticas de la ciencia y la tecnología se han centrado en la forma en que la actividad científi ca interactúa con otros dominios de la sociedad, al igual que con los contextos históricos donde dicha actividad se presenta. Emerge de este tipo de refl exión el hecho de que, por un lado, la ciencia no es un ámbito independiente de la sociedad, más allá de las contingencias políticas, y por otro, el hecho de que ésta es inherentemente una actividad política. En este sentido, ha existido un interés por el estudio de una variedad de temas: las prácticas de producción de saber en momentos históricos específi cos, los procesos que los legitiman y permiten su circulación, hasta las indagaciones que buscan acercarse, a la manera que los antropólogos lo hacen con “otras” sociedades, a las diferentes “culturas” institucionales. Los trabajos pioneros alrededor de la sociología de la ciencia y la sociología del conocimiento científi co, de los estudios críticos y culturales sobre ciencia y tecnología (Harding, 1991, Hess,1997), la teoría de redes (Latour, 1987; 1993) los estudios sobre laboratorios distribuidos en une serie de escuelas y programas (Knorr, 1983; Latour y Woolgar, 1986, Pickering, 1995), al igual que una serie de volúmenes editados, son evidencia de la intensidad de estas discusiones (Hess, David, 1997; Hess, David y Linda Layne, 1991; Knorr-Cetina, Karin y Michael Mulkay, 1983; Pickering, Andrew, 1995; Shelia Jasanoff, Gerald Markle, James Paterson, and Trevor Pinch, 1994; Lindembaum, and Margaret Lock, 1993; Wiebe Bijker, Thomas Hughes y Trevor Pinch, 1987).

3. Aquí por supuesto la relación entre estas instituciones y el proyecto de cartografi ado del Nacionalsocialismo es mas compleja que simple y llana “apropiación”, ya que la cristalización y llegada al poder del Nazismo en 1933 es consubstancial con la paulatina hegemonía del discurso eugenésico (particularmente el eugenismo negativo) durante las primeras décadas del siglo XX, plagada de instabilidad política y el surgimiento de diversos nacionalismos.

4. Aunque la idea de “Nación Alemana” podría tener una genealogía particular, tal vez de acuerdo con los momentos históricos en los cuales fue usada, mantendré la terminología que fue implementada por los científi cos durante el Periodo de Weimar. Aún en las décadas anteriores a la Primera Guerra Mundial, el debate Alemán sobre los denominados bastardos Reheboter muestra cómo la idea de inclusión “ha sido centrada en el Völk”. La ley de ciudadanía alemana de 1913 -todavía en vigencia hoy- ha sido constituida por una “etnocultura” o una unidad “etnonacional” de Estado, con base en una “comunidad de descendencia” (Wildenthal, 1997, p. 263). El desarrollo de la eugenesia en el contexto de una noción jus sanguinus estableció el camino para una interpretación de la idea de pertenencia centrada en la biología, y eventualmente “racializada”.

5. El término se refi ere a la “ciencia del mejoramiento de la raza humana por medio de una mejor reproducción” (Citado en Friedlander, 1995, p. 14; Tucker, 1990, p. 36). Vale la pena indicar que el establecimiento de la Eugenesia como una forma legítima y “racional” de resolver los problemas sociales, fue formada por la convergencia de tres factores diferentes pero complementarios: de una parte, el rápido proceso de la industrialización alemana a fi nales del siglo XIX, que produjo un patrón desordenado de urbanización y consecuentemente el repentino aumento de problemas sociales directamente relacionados con el surgimiento de un proletariado industrial (Fritz Ringer, 1969). Es la imagen de un Otro peligroso que establece el desorden dentro de la percepción física y simbólica del espacio social. Diferentes formas de “criminalidad” (como la prostitución, el alcoholismo y la locura) fueron consideradas subproductos de las nuevas clases trabajadoras (McHale y Johnson, 1976). En segundo lugar, una solución biomédica a esas circunstancias fue posible debido al estado especial de la medicina en la tradición científi ca alemana. El hecho de que la mayoría de los defensores de la eugenesia fueran médicos entrenados, estimuló la imagen de guardianes de la salud colectiva. La medicina social desarrolló un sentido de protección intelectualmente anclado en los presupuestos básicos de la naturaleza hereditaria de las enfermedades, tanto mentales como físicas. La “criminalidad” y la “debilidad,” con todas sus posibles connotaciones sociales, eran enclaves potenciales para intervención médica. Finalmente, la abrumadora infl uencia de los darwinistas alemanes del siglo XIX tales como Ernst Haeckel (1834-1919) y el genetista August Weisman (1834-1914), quienes reforzaron el principio de evolución (aunque, no necesariamente una evolución teleológica). Tomando en cuenta estos tres vértices, el paisaje intelectual mostraba un movimiento eugenésico basado en la presunción de intervención médica y racionalizada para superar problemas sociales, que en el momento se veían cómo heredados de manera inevitable (Weindling, 1989).

6. Habría que tomar al menos una década más para colocar explícitamente el término raza, en el sentido de un objetivo concreto de exclusión, en el centro de esta red interpretativa. En efecto, el movimiento eugenésico entre 1918 y 1933 tenía entre sus miembros prestigiosos doctores socialistas y judíos. Sin embargo, el periodo también vio el surgimiento de defensores raciales radicales encarnados en lo que se denominaba las ideologías Völkish, que promovía una nación pangermana unifi cada y purifi cada de la “amenaza Eslava y Bolchevique”. Muchos de ellos, tales como el anterior director del Deutsche Gesellschaft fur Rassenhygiene (Sociedad Alemana para Higiene Racial) Ernst Lehman, entre otros racistas virulentos, se reunió alrededor de la Liga Panalemana en 1919, no solamente para discutir las consecuencias reales de la Primera Guerra en la sangre de la Nación, sino también para oponerse de manera “patriótica” al “bloqueo internacional contra el pueblo alemán”, como fue interpretado en el Tratado de Versalles. Además, algunos de ellos se unieron a los Freikorps, asociaciones semi-paramilitares organizadas para destruir “brotes” comunistas que surgieron durante el periodo “revolucionario” en 1919 (Carr, 1986: 272). Hasta cierto punto, el advenimiento institucional del concepto de raza (y sus asociaciones morales) como núcleo interpretativo para entender las diferencias sociales, fue paralelo con el refuerzo de los extremistas políticos de derecha que confrontaron cualquier clase de sociedad democrática. En este contexto, durante el periodo de Weimar, el movimiento eugenésico estuvo entre los defensores racistas radicales situados en Munich y los científi cos menos extremistas establecidos en Berlín.

7. La “mezcla racial”, la “hibridación”, la “bastardización” fueron algunas de las expresiones del proceso “degenerativo”. Su presencia numérica presentó el problema de la unidad de la Nación. ¿Cómo podría su base genética ser restaurada si todavía se reproducían “individuos desadaptados?”. En ese contexto histórico, cuando la fortaleza física y el conocimiento tenían que ser incorporados al programa de reconstrucción, el término derogatorio “individuo desadaptado” denotaba una persona “improductiva” y “sin educación”. Controlar a los “desadaptados” se convirtió, entonces, en un asunto de salud pública.

8. Se puede tomar en cuenta la fundación del Instituto para la investigación Cerebral de Oscar Vogt, el Instituto para la Terapia Experimental de Hans Reiter, el Instituto de Biología, el Instituto de Psiquiatría, y fi nalmente, una de las claves del edifi cio eugenésico, el Instituto para Antropología, Herencia Humana y Eugenesia.

9. Antes de la llegada de Nazismo al poder en 1933, la discusión sobre la manera en que las ciencias asociadas a la eugenesia debían afrontar el reto de la reconstrucción social, primero adoptando medidas que incidían en el medio social, estimulando el desarrollo de cualidades positivas, y luego, literalmente, segregando y aniquilando a las personas que “manifi estan un valor negativo”, la discusión sobre política social tuvo como consecuencia una distribución social de privilegios, al igual que el establecimiento de formas sociales para la administración del otro, a través de leyes, edictos, instituciones, y la instalación de una burocracia y la legitimación de una elite intelectual (Binding and Hoche, citado en Hafner, 1974, pp. 1-6).

10. También existió un complicado e intrincado debate entre las políticas de salud pública y la Iglesia Católica. La iglesia se opuso vigorosamente al “aborto” y a cualquier clase de control de natalidad intervenido por humanos tal como la esterilización. En 1930 se publicó “Casti Conubii”, una encíclica Papal condenando la práctica de la esterilización.

11. Mientras que se leen estos parágrafos, uno podría tener en cuenta los ecos de las palabras de Hanna Arendt en el Los Orígenes del Totalitarismo (1973). Desde su punto de vista, el totalitarismo “no opera sin guía de la ley, ni es arbitrario”. “Este asevera”, continúa Arendt, “obedecer de manera estricta e inequívoca aquellas leyes de la naturaleza de las cuales se supone que surgen todas las leyes positivas“ (Arendt, 1973, p. 461). Por eso, la naturaleza -supuestamente expresada en términos de la evolución - sería la fuente de todas las formas de autoridad y legitimidad. A la luz de esta idea, el papel de los científi cos es hacer que los seres humanos cumplan con las “leyes de la naturaleza”, es decir, la selección natural y la supervivencia del más fuerte.

12. Vale la pena indicar que la eugenesia como movimiento intelectual, lejos de ser una criatura propiamente alemana, fue uno de los nódulos de una red transnacional. Para una visión de su infl uencia en Latinoamérica ver Stepan (1991); Moritz (1993). Sobre el desarrollo de la eugenesia en Africa se puede consultar Dubow (1995) y el interesante libro de Butchart (1998). Sobre los casos de Inglaterra y los Estados Unidos ver Kelves (1985). Para el caso del Weiner Gesellschaft für Rassenpfl ege en Austria, ver Neugebauer (1998).

13. Vale la pena recordar que durante el periodo, la eugenesia, la biología evolucionista y la medicina social se convirtieron en un campo casi indiferenciado

14.“Bastardos Rehoboth” fue el término despectivo usado para clasifi car a los hijos de padres alemanes blancos y madres de “color” en las colonias alemanas en África. La misma zona que viera en 1904 la casi aniquilación del pueblo Herero en las manos del ejército colonial alemán (Dedering, 1999). Nuevamente, el desarrollo de la antropología física en Alemania a principios del siglo XX está íntimamente ligada con el proceso de dominación colonial, en el que los “bastardos” planteaban una serie de interrogantes alrededor de la “cuestión nativa”.

15. Hubo otros antropólogos, tales como Otto Roche (1879-1966), quienes también trabajaron en esta dirección. Roche fue nombrado profesor de antropología en la Universidad de Leipzig entre 1927 y 1945, durante el auge del programa de experimentación médica nazi. En 1920, junto con el jurista Kart Binding, publica el libro Die Freigabe der Vernichtung Lebensunweten Lebens (Autorización para la destrucción de la vida que no merece vida).

16. El trabajo de Fisher fue muy infl uyente en el eugenismo sudafricano, a través del genetista afrikaner Gerrie Eloff, quien adaptó el pensamiento de Fisher al pensamiento cristiano-nacionalista que dio origen al concepto “separate development” (desarrollo separado), un de los pilares de la noción de apartheid, tal y como sería implementada a partir de 1947 (Dubow, 1995)

17. Bajo la tutoría de von Verschuer, en 1938 Josef Mengele, médico asignado por la SS para trabajar en el campo de concentración Auschwitz-Birkenau en 1943-1944 y recordado por sus infames experimentos con seres humanos, obtiene el título de doctor en medicina en Frankfurt. En 1935, ya había adquirido un primer doctorado en antropología física, bajo la tutoría de Theodor Mollison, en Munich. Mengele fue un íntimo colaborador de Verschuer en el Instituto de Biología Hereditaria e Higiene Racial en Frankfurt (Friedlander, 1995: 135) Su trabajo en Auschwitz es una extensión de su investigación con gemelos realizado con Verschuer.

18. Para una discusión detallada sobre la separación, deshumanización, y abyección continuas, ver el ensayo de Glass (1997), especialmente los capítulos 6 y 7; el capítulo 3 de Bauman (1989) en relación con la metáfora médica y el poderoso texto de Kristeva (1982) sobre la noción de abyección.


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Fecha de recepción: 28 de noviembre de 2006 • Fecha de aceptación: 8 de febrero de 2007

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