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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.27 Bogotá may./ago. 2007

 

Imágenes del "negro" y nociones de raza en Colombia a principios del siglo XX

Images of Blacks and Notions of Race in Colombia in the Early Twentieth Century

Imagens do "negro" e noções de raça na Colômbia nos princípios do século

Eduardo Restrepo*

* Antropólogo, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia; Maestría en Antropología, University of North Carolina – Chapel Hill, EEUU; Estudios de Ph.D. en Antropología (con énfasis en Estudios Culturales), University of North Carolina – Chapel Hill, EEUU; actualmente trabaja en el Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: eduardoa.restrepo@gmail.com


Resumen

Este artículo examina algunos textos producidos en las segunda y tercera décadas del siglo XX en el contexto del debate de la degeneración de la raza en Colombia. En particular, identifica las imágenes que circulaban sobre el 'negro' en tales textos y las confluencias y disensos con respecto a la noción de raza asociadas a estas imágenes.

Palabras clave: Raza, 'negro', Colombia, década de1920, década de 1930.


Abstract

This article analyzes several texts published in the 1920's and 30's within the context of the debate on racial degeneration in Colombia. In particular, it identifies the images of Blacks that circulated in those texts and where there was agreement and disagreement regarding the concept of race associated with these images.

Key words: Race, Blacks, Colombia, 1920's, 1930's.


Resumo

Este artigo examina alguns textos produzidos na segunda e terceira década do século XX no contexto do debate da degeneração da raça na Colômbia. Em particular, identifica as imagens que circulavam sobre o "negro" em tais textos e as confluências e divergências com respeito à noção de raça associadas a estas imagens.

Palavras chave: Raça, 'negro', Colômbia, anos 20 e 30 do século XX.


"[... ] hoy sube, lenta e indetenible, la sangre africana por las venas de nuestros ríos hacia las venas de nuestra raza"
Luis López de Mesa (1920, p. 180).

En enero de 1918, el psiquiatra Miguel Jiménez López1 presentaba en Cartagena ante el Tercer Congreso de Medicina su Memoria "Nuestras razas decaen. Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en los países similares. El deber actual de la ciencia" (Torres, 2001, p. 133)2. Esta Memoria y una serie de conferencias dictadas durante 1920 en el Teatro Municipal en Bogotá por el mismo Jiménez y otros destacados intelectuales de la época fueron compiladas por Luis López de Mesa3 en un libro titulado Los problemas de la raza en Colombia. Dichas conferencias giraron en torno al debate derivado de la tesis sostenida inicialmente por Jiménez en su Memoria de 1918 de que existían una serie de claros signos físicos y psíquicos en la población que evidenciaban la "degeneración de la raza" en Colombia.

Con mayor o menor detenimiento, este debate ha sido examinado por distintos académicos (Castro, 2007; Helg, 1989; Noguera, 2003; Pedraza, 1996, 1999). A pesar de sus diferentes énfasis y perspectivas, todos confluyen en considerar a este debate como una de las expresiones más evidentes del pensamiento racial en Colombia. Mi interés en este artículo consiste simplemente en identificar y describir, lo más estrechamente ligadas al tono y los meandros argumentativos de los autores, las imágenes sobre el 'negro' que circulaban en este pensamiento. Tales imágenes sobre el 'negro' dicen más de la elite que los representaba que de las poblaciones a las cuales supuestamente se referían. Evidencian las ansiedades, negaciones y aspiraciones en la imaginación del la población y del país de los letrados y expertos de la época. También me interesa explorar la noción de 'raza' que troquela estas imágenes. No obstante, en el presente artículo mis intenciones no son entrar en discusión explícita con el océano de escritos y de libros sobre raza y nación en Colombia, en particular, y en América Latina, en general. Aunque esto puede ser leído como debilidad teórica, prefiero darme aquí esta licencia en aras de prestar mayor atención a los textos examinados en sus propios términos.

En la primera parte me centro en la identificación de las diferentes imágenes del 'negro', las que explícitamente aparecen en los textos de las conferencias, haciendo algunas alusiones puntuales a otros textos y autores. En la segunda parte, que titulo 'mestización' recurriendo a una feliz expresión de Luis López de Mesa, exploro cómo se interpretaba el cruce de las diferentes 'razas' y cuáles eran las implicaciones políticas indicadas de tales cruzamientos, así como las alternativas sugeridas. Finalmente, examino la omnipresencia y ambigüedad del término 'raza', mostrando que, incluso en medio de un debate signado por una "medicalización de lo social", ésta no es una noción exclusivamente 'biológica' ni hay un consenso entre los autores sobre la relevancia de dicha categoría.

Imágenes del 'negro'

Las referencias explícitas al 'negro' en los pasajes del con-junto de las conferencias reunidas en el libro de Problemas de la raza en Colombia son escasas, pero bastante elocuentes con respecto a las imágenes que estaban en juego. Se encuentran menciones puntuales y dispersas, antes que detalladas elaboraciones. Tal escasez en las referencias al 'negro' también se presenta para el 'indio'. Por lo tanto, no es que los conferencistas hablaran de este último con un mayor detenimiento, mientras que ocultaban o silenciaban las indicaciones al primero.

En su Memoria de 1918 y en su primera conferencia de 1920, Jiménez hace un diagnóstico de la degeneración de la raza en el país, establece sus causas y sugiere las soluciones, mencionando sólo esporádica y vagamente las diferencias raciales en Colombia. Es únicamente en su segunda y conclusiva conferencia que Jiménez se pregunta de manera abierta por estas diferencias. Lo hace como respuesta a las críticas planteadas por otros conferencistas como López de Mesa y Bejarano que cuestionaban la aplicabilidad de sus observaciones centradas en el Altiplano con un tipo de población muy especifica y marcadas por su labor en los consultorios médicos. Así, López de Mesa se preguntaba: "¿Cómo, pues, tomar en conjunto el problema de nuestra raza, si tántas hay y tan variadas, y en tan variada proporción entremezcladas y reunidas? ¿Cómo considerar nuestros problemas ecuación de primer grado, si esta multiplicidad de razas y de mestizos se asocian y vegetan en aquella confusa profusión de climas que anoté antes?" (1920, p. 86).

Según Jiménez tres son los 'troncos raciales', 'núcleos étnicos' o 'variedades humanas' que han confluido en el nuevo Continente, en general, y en Colombia, en particular. Lugar de proveniencia y color son los vectores indicados para distinguirlos:

En la zona intertropical de un continente nuevo se han yuxtapuesto tres troncos raciales: uno aborigen y dos importados en época reciente (cuatro siglos en la evolución humana son un tiempo muy corto). De estos tres núcleos étnicos, el aborigen es con toda probabilidad una dependencia de la gran familia mongólica; los otros dos son, uno de extracción aria o europea y el otro de proveniencia africana. Se han dado cita, pues, en nuestro suelo, las tres grandes variedades humanas: la amarilla, la blanca y la negra (pp. 335-336).

Esta yuxtaposición ha hecho del Continente y de Colombia "[... ] una experiencia nueva, curiosa y por lo demás interesante, en la historia natural del género 'homo'" (p. 336). Dados los 'tres troncos raciales' que habitan en Colombia, Jiménez organiza gran parte de su última conferencia respondiendo a "[... ] dos interrogantes capitales: 1. ¿En qué forma se ha hecho sentir la influencia de esta zona sobre las razas que hoy la pueblan? 2. ¿Cuál de las tres variedades en presencia puede prevalecer en el futuro?" (p. 336). Con respecto a la primera, no tiene nada nuevo que agregar a lo que constituye su tesis central sostenida desde la Memoria de 1918. Esto es, que la influencia de la zona es nociva a los 'seres organizados', en general, y para la humanidad, en particular, siendo la causa profunda de la degeneración física y psíquica que diagnostica. En el segundo 'interrogante capital', en cambio, se encuentran las líneas más explícitas sobre las imágenes de la 'raza negra' que atraviesan su trabajo y que operaban implícitamente en sus formulaciones sobre la degeneración de la raza en Colombia, específicamente en aquellos pasajes donde apelaba al efecto regenerador de la 'raza blanca' que traería las medidas de inmigración que sugería.

Sobre cuál de "[... ] las tres razas que pueblan Colombia [... ] irá a predominar en el futuro [... ]" (p. 351), Jiménez desagrega dos grandes áreas en las cuales se perfilarían desarrollos diferentes. Por un lado, estaría la comprendida por "las altiplanicies y a las primeras gradientes de la región andina" (p. 351), mientras que del otro lado estaría la de los 'climas bajos' que incluiría "las regiones del litoral, hoyas de nuestros grandes ríos y vertientes más bajas de la cordillera" (p. 353). Para el área de las altiplanicies y las primeras gradientes de la región andina, vaticina la extinción de la 'raza aborigen pura' como la consecuencia de verse "[... ] absorbida en parte por la sangre blanca, y consumida, en el resto, por los diferentes factores de destrucción, especial-mente por la fatiga corporal, la miseria y las enfermedades" (p. 351). Por su parte, la 'raza blanca pura' no encuentra un mejor pronóstico: "[... ] ha sufrido serios ultrajes de la altura y de las endemias e intoxicaciones de la zona; es la que mayores quebrantos presenta en el sistema nervioso y en sus glándulas de secreción interna" (p. 352).

En este pasaje pareciera que la tesis de la degeneración de la raza en Colombia de Jiménez se aplica con particular acierto para esta 'raza'. Ahora bien, es el 'mestizo' el que parece correr con mayores perspectivas de futuro en esta región: "El mestizo es quizá el mejor organizado para los climas de montaña y para resistir a las diversas causas debilitantes provenientes del suelo, del aire, de los alimentos, de las aguas y de los diversos gérmenes parasitarios" (p. 352). Si bien el 'mestizo' puede lograr 'alguna eficiencia colectiva' con ayuda de la 'higiene y la educación apropiada', Jiménez no se muestra optimista: "[... ] hasta hoy, su debilidad volicional, traducida por la inconsistencia de los afectos, por la movilidad de ideas y por la falta de dominio propio, lo ha mostrado bien poco organizado para la vida democrática y autónoma" (p. 352).

Para los 'climas bajos', Jiménez no duda en predecir un futuro en el que predomina la 'raza negra': "Es pues la raza negra la que se ha mostrado más fecunda y próspera en estas latitudes, y no es aventurado admitir que en época no muy lejana ella predominará, al menos en la forma del producto mulato" (p. 353). En este sentido, señala, incluso, "el fenómeno de la africanización progresiva de nuestras razas en las regiones bajas", sobre el que las observaciones y las cifras no le permiten tener la menor duda:

[... ] una ola de sangre de color oscurece de día en día nuestra población, imprimiéndole a su vez sus rasgos morfológicos y sus reacciones morales. Y es natural que así suceda. La raza negra, producto genuino del Trópico, está llamada a prosperar en él con sus caracteres peculiares; las razas diferentes de la negra, refractarias a los rigores tórridos, irán cediendo cada día: el resultado final no es dudoso (p. 353).

De ahí que, como conclusión a su pregunta, considere que "de las tres variedades étnicas principales que forman nuestro fondo social, es la etiópica, con sus variedades, la que da mayores muestras de adaptación y de vitalidad" (p. 354). No obstante, esta 'africanización progresiva' es preocupante a los ojos de Jiménez, ya que esta 'raza' se encuentra irremediablemente destinada al tutelaje y protección de 'razas mejor dotadas', como lo demuestran diferentes países en el mundo:

[... ] los países donde el elemento de color va siendo preponderante han marchado lenta pero seguramente hacia el estado de tutela y de protectorado por otras razas mejor dotadas. Liberia adoptó desde su fundación ese régimen, merced a la cual ha subsistido, y, en nuestro continente, Santo Domingo y Haití están siendo una ilustración dolorosa de este fenómeno social (p. 353).4

La 'retracción de las capacidades para la vida civilizada' es la consecuencia del acrecentamiento de las 'defensas orgánicas' de las 'razas', que se han hecho más aptas y resistentes a la zona:

Esta es otra de las formas de adaptación de la especie a nuestro suelo: el predominio de los más aptos y resistentes, de las razas hechas para la zona, que pueden hacer frente a las inclemencias pero que, en cambio, y por un equilibrio vital inexorable, a tiempo que acrecen sus defensas orgánicas, retraen sus capacidades para la vida altamente civilizada (pp. 353-354).

De los otros conferencistas, únicamente dos se refieren explícitamente a la 'raza' o 'sangre' 'negra', 'oscura' o 'africana' (o simplemente 'negros'), pero sin que esto signifique mayor elaboración o detenimiento que el concepto dado por Jiménez. Entre estas referencias explícitas se encuentra el higienista Jorge Bejarano, quien se opuso punto por punto a los planteamientos de Jiménez sobre los signos físicos y psíquicos de la degeneración. No obstante, Bejarano confluía con Jiménez en su representación de la 'raza negra':

Duros y resistentes a la acción deletérea de nuestros climas tropicales; ágiles y rápidos para surcar los ríos; aptos para el laboreo de las minas y para los menesteres agrícolas; fecundos con asombrosidad cuando viven bajo climas convenientes, los negros se multiplicaron por efecto de la generación y de la intensa introducción de ellos, con rapidez que sobrepasó a todo lo imaginado [... ] La raza negra, favorecida por el sol tropical, por sus costumbres salvajes y por su escasa intelectualidad y moralidad, se reprodujo prodigiosamente y pobló las extensas comarcas de nuestros valles y ríos (Bejarano 1920, p. 192).

Por su parte, Luis López de Mesa ofrecía el mismo diagnóstico de Jiménez con respecto a la paulatina influencia de la 'sangre africana' en el país: "[... ] hoy sube, lenta e indetenible, la sangre africana por las venas de nuestros ríos hacia las venas de nuestra raza" (López de Mesa, 1920, p. 180). Tres son los hechos esgrimidos por López de Mesa para sustentar su observación: en primer lugar, "[... ] porque se ve oscurecerse más y más la población colombiana al paso del tiempo, porque de los 58,000 esclavos negros que sólo había al comenzar el siglo XIX, hoy hay 400,000 más o menos puros, y un millón de mulatos discernibles [... ]"; segundo, "[... ] porque la sangre oscura resiste en su sucesión de mezclas cinco generaciones y sólo tres la blanca"; y finalmente "porque el trópico mata a ésta [a la sangre blanca] con sevicia [... ] [mientras que] la india cede terreno en la lucha vital" (López de Mesa, 1920, p. 180).

Bejarano y López de Mesa, al igual que Jiménez, establecen, así, una correlación entre las tierras bajas y la 'raza' o 'sangre' 'negra' o 'africana', que les parece obvia. De ahí que estos autores consideren que existen unas características inmanentes a esta 'raza' o 'sangre' que la hacen particularmente apta para los climas de las tierras bajas, aquéllos del sol tropical o del trópico a secas. Su prodigiosa reproducción y el exitoso poblamiento devienen en indicadores de tal singularidad y creciente influencia en el 'oscurecimiento' o 'africanización' de la población colombiana, por lo menos en aquellas regiones de 'clima tropical'. De ahí que se considere un hecho que el 'clima tropical' favorece a la 'raza negra', haciendo que ésta se reproduzca prodigiosamente, mientras que aniquila la 'sangre blanca'.

Dada esta correspondencia entre la variación de ciertas áreas y las 'razas', Bejarano no duda en argumentar incluso la existencia de una necesaria geografía en la distribución de las razas y en el esbozo de sus cruzamientos:

Así, pues, las razas y las castas, tuvieron su cruzamiento y su geografía inevitable y fatal: Los blancos e indios de color pálido, y los mestizos que de su cruzamiento nacieron, ocuparon las regiones montañosas y altiplanas; los negros y su cruzamiento con el indio, el 'zambo' [... ] poblaron las costas y los valles ardientes (1920, p. 192)5.

Esta imagen encuentra paralelo en los planteamientos de López de Mesa cuando habla de la distribución de los diferentes 'grupos poblacionales' en el variado territorio y disímiles climas:

En tan vasto territorio y tan variados climas vegetan no menos variados grupos de población; blancos, indios y mestizos en esta Cordillera oriental; mulatos, blancos y negros en la Central y en la Occidental, con pequeños grupos aborígenes, así como en los litorales y hoyas hidrográficas de nuestros grandes ríos, aunque más cargados de color ciertamente (López de Mesa, 1920, p. 85).

Otorgando mayor especificidad al contraste sugerido por Bejarano, en su conferencia Luis López de Mesa argumenta que para "[... ] estudiar algunos aspectos de esta lucha compleja entre la sangre y la zona" (1920, p. 86), se podía partir de una descripción sumaria de "[... ] los climas divididos meramente en dos categorías: de tres mil a mil quinientos metros de altura, y de mil quinientos hasta el nivel del mar" (pp. 86-87). La 'sangre española' o 'las poblaciones blancas' encuentran 'refugio' en el clima definido de entre 3.000 a 1.500 metros sobre el nivel del mar, pero "[... ] situadas más debajo de estos niveles han sufrido grave merma, y unas han degenerado, otras emigrado en lento éxodo de familias, y no pocas estancaron el crecimiento de su población" (p. 87). No había otra alternativa para el 'hombre de origen europeo' que plegarse a las cordilleras para poder prosperar: "El hombre de origen europeo ha necesitado de replegarse a las cordilleras para poder prosperar en Colombia pero ya le llegó el momento de enfrentarse a la zona tropical bravía" (López de Mesa, 1934, p. 39). Además, se muestra claramente pesimista para la zona que comprendía las tierras bajas: "En esta zona que va desde mil quinientos metros de altura hasta el nivel del mar, reside el escollo más grande en contra de la civilización y la raza" (López de Mesa, 1920, p. 180).

Estrechamente asociada a esta mayor aptitud para habitar en la 'zona tropical bravía', se consideraba que la 'raza africana' era más fuerte que otras 'razas'. Este argumento se esgrimía como supuesta explicación de su esclavización e importación forzada durante el período colonial al Nuevo Continente: "Para esos climas [de nuestros valles ardientes] y esa labor ímproba que no se compadecía con el escaso rendimiento obtenido por el indio, fue menester volver los ojos hacia una raza más fuerte para el trabajo bajo los climas tropicales. Esa raza fue la africana [... ]" (Bejarano, 1920, p. 191). La mayor fortaleza de la 'raza africana' se manifestaba, incluso, como lo planteaba López de Mesa en el pasaje antes citado, en el plano mismo de la 'sangre': la 'sangre oscura' permanecía durante cinco generaciones de mezcla mientras que la 'blanca' únicamente tres6. Esta fortaleza no significaba, sin embargo, que no se pudiera diluir en un futuro relativamente cercano la 'población de color' ante la creciente influencia de la 'blanca', teniendo como resultado un 'tipo ligeramente trigueño':

Se puede, pues, anunciar que si cesa la inmigración, más o menos clandestina, de los afro-antillanos, ocurrirá entre nosotros una absorción lenta de la población de color por la blanca, con el resultado de un tipo ligeramente trigueño, un poco a la manera árabe, de buen porte y bellos ojos, temperamento festivo, simpatía y generosidad, como es notorio en los octavotes y tipos de transición (López de Mesa, 1934, p. 49).

Este razonamiento sustenta en autores como Jiménez el diseño y sugerencia de una serie de medidas que apelan a lo que podría denominarse una 'aritmética de la sangre' para que desaparecieran ciertos tipos o poblaciones y se posicionaran otros.

Además de las características anotadas, circulaban una serie de asociaciones entre la 'raza negra' y unos rasgos 'intelectuales', 'morales' y de 'civilización'. Ya en la cita antes mencionada, Bejarano subrayaba que esta 'raza negra' tiene unas 'constumbres salvajes' y una 'escasa intelectualidad y moralidad'. Esto se contrapone a la manera en la cual describe la 'raza europea': "[... ] superior en lo moral e intelectual e impedida para la multiplicación porque su objeto no era poblar ni asimilar y por indiferencia hacia razas inferiores, se aglomeró, reproduciéndose con lentitud, en las altiplanicies, y regiones suaves" (Bejarano, 1920, p. 192). La 'superioridad moral e intelectual' de los 'europeos' sobre 'africanos' e 'indígenas' es una imagen del pensamiento racial de la época ampliamente extendido entre estos intelectuales y las figuras políticas. Sobre esta jerarquización, por ejemplo, hacía eco a finales de los años veinte Laureano Gómez, quien sería posteriormente Presidente de Colombia y una de las figuras más visibles del Partido Conservador: "Nuestra raza proviene de la mezcla de españoles, de indios y de negros. Las dos últimas caudales de herencia son estigmas de completa inferioridad" (Gómez, [1928] 1970, p. 44). Como 'razas salvajes' y 'elementos bárbaros', Gómez se refería igualmente a los indios y a los negros ([1928] 1970, p. 47).

En posteriores publicaciones Luis López de Mesa complementa su imagen del negro al referirse a su 'infantilidad', a la cual se asociaban una serie de modalidades de comportamiento y de rasgos de carácter que expresaban la falta de control de sí y de madurez propias de la adultez. En su ensayo Introducción a la historia de la cultura en Colombia, López de Mesa escribe:

Se está dicho, y parece verdad, que el negro es un niño grande. Voluptuoso, enamorado de la vida, de la danza, de la música y del canto, ríe con los labios, con los ojos, con las manos y los pies; sin pasado, se pliega al medio ambiente en la lengua, religión, política y costumbres sociales. Curioso, vanidoso y zalamero, tiene virtudes de fidelidad y buen compañerismo, como lo demostró en el periodo de la esclavitud, y aun hoy hacen de él un buen camarada. De sus dialectos pocas palabras se conservan, de sus religiones apenas la inclinación a la superstición y resabios de magia [... ] (1930, p. 24).

Este símil de la 'infantilidad' del 'negro' se contrastaba con la de prematura vejez del 'indígena del altiplano oriental'7. Por tanto, el contraste se subraya con la metáfora: "El negro mira la vida por el anteojo de larga vista que todo lo agranda, mientras que el indígena la contempla con el mismo anteojo tomado al revés, por el objetivo que aleja y empequeñece las imágenes" (López de Mesa, 1930, p. 25). En uno de sus textos anteriores titulado El factor étnico, López de Mesa había ya establecido este contraste en muy similares términos:

Todavía se percibe el antepasado africano en sus descendientes que viven en agrupaciones más o menos aisladas y aun en los que habitan en los pueblos de mediana cultura, donde los hemos visto conservar el prestigio de la magia, las danzas simbólicas, la nostalgia de la selva, los terrores infantiles del salvaje, la tendencia a vegetar indolentemente, el gusto por los alaborios, por los colores brillantes, por los acres aromas, por las bebidas destiladas, la sensualidad y el juego. Parlanchines, vanidosos y zarabandistas, cuán lejos están del aborigen taciturno, humilde, impenetrable, fatalista, como herido por un hado inexorable, sumiso a la intemperie, al hambre, a las injurias, como quien liquidara la vida y la hubiese hallado irreparablemente imbécil. De aquel niño sensual a este viejo prematuro hay distancias astronómicas (López de Mesa, 1927, pp. 29-30).

En estos pasajes se indica "[... ] la discrepancia existente entre las diferentes razas, no sólo en su conducta, sino en los conceptos fundamentales de la vida [... ]" (López de Mesa, 1927, p. 29). Dicha noción de 'infantilidad' es igualmente central en la descripción de Laureano Gómez: "El espíritu del negro, rudimentario e informe, como que permanece en una perpetua infantilidad" ([1928] 1970, p. 46).

Para resumir lo expuesto hasta aquí, las imágenes del 'negro' operan dentro de un pensamiento racial que supone varias 'razas' como las constitutivas históricamente y en el presente de la población del país. En otras palabras, para los autores comentados la población colombiana es racialmente diferenciada, no es una entidad racialmente homogénea. Al 'negro' se le atribuyen características propias de su 'raza' o 'sangre' que lo hacen particularmente apto para habitar ciertas zonas (las de las costas y los valles ardientes, las tierras bajas o las zonas tropicales), en las cuales la presencia de otras 'razas' tienden a desaparecer ante la influencia demográfica del 'negro'. De ahí que Jiménez y López de Mesa describan este fenómeno como el 'oscurecimiento' o 'africanización' de la población, principalmente de aquellas zonas, pero 'subiendo' desde allí al conjunto de la población colombiana. La fortaleza es, pues, una de las imágenes del 'negro' que circulan en los textos examinados. Fortaleza como resistencia a esas zonas prácticamente inhabitables, pero también expresada en la dominancia de su 'sangre' al cruzarse con otras 'razas'. Otra imagen consiste en la correlación entre ciertas zonas y la 'raza' o 'sangre' 'negra' o 'africana'. Dadas estas imágenes, no es de extrañar que para principios del siglo XX todavía hacían eco argumentaciones esclavistas como la de que los africanos fueron traídos por su mayor resistencia para el trabajo a ciertas zonas. Como la otra cara de una moneda de las imágenes de la resistencia y fortaleza, se anotaban otras imágenes del 'negro' que apuntaban su inferioridad moral, intelectual y política, así como su a supuesta infantilidad.

'Mestización'

Estas imágenes marcan significativamente la concepción de Luis López de Mesa sobre el cruzamiento de las 'razas'. En general, consideraba que en Colombia se había dado una 'mestización' entre una 'raza superior' con las dos 'razas inferiores': "La ventajosa posición social, pecuniaria y estética de los ibéricos y su tendencia a la unión con las razas inferiores, fue motivo de una 'mestización' rápida que no ha cesado todavía" (López de Mesa, 1934, Pp. 50). Antes que una simple agregación de los caracteres de las 'razas' progenitoras, de esta 'mestización' surgen el 'mestizo' y el 'mulato' definidos por cualidades nuevas: "La mezcla de estas dos razas con el español no da productos que sean meramente suma y resta de caracteres, sino que en parte surgen algunas cualidades nuevas" (López de Mesa, 1930, p. 26). Siguiendo su razonamiento por contrastes, López de Mesa contrapone al 'mestizo' y al 'mulato'. Así, por un lado, "[... ] el mestizo no presenta la inteligencia disminuida del blanco por la inferioridad del indio a este respecto, adquiere sutileza, dón de análisis, benéfica inquietud que le permiten enderezar su rumbo hacia buenas posiciones en la política, el sacerdocio y la jurisprudencia, principalmente" (p. 26). Por el otro lado, afirma que:

El mulato elevará a orgullo la ingenua vanidad del negro, trocará la desordenada fantasía en mejor organizada imaginación; seguirá siendo voluptuoso, pero ya más activo y emprendedor; igualmente amable, mas ya rebelde. Tendrá, pues, amor por la literatura, por la oratoria y la poesía en primer término, gustará del lujo, derrochará fácilmente sus propios caudales y parte de los ajenos con una exagerada confianza en su capacidad y su destino (p. 26).

Siguiendo con el contraste: "Ninguno de los dos logra la altura intelectual de las grandes síntesis, de la formación de nuevas ideas, de la invención. Las cimas de la inteligencia superior no parecen asequibles a su aliento" (p. 26). Finalmente, "[... ] con relación a la civilización [... ] el mestizo parece más inclinado a la parte especulativa de ella, digamos a la cultura, mientras el mulato al progreso material" (p. 27).

En los textos examinados de Luis López de Mesa, aunque siguiendo una explícita jerarquía racial en la que los puntos culminantes de la inteligencia y dominio de las pasiones estaban encarnados por el 'blanco', a los 'mestizos' y 'mulatos' se les representaban menos cargados de connotaciones negativas que al 'indio' y al 'negro'. Pareciera que la 'sangre' o 'raza' 'blanca' o 'europea' entraba en una especie de ecuación racial como el 'factor' o 'elemento' que necesariamente 'mejoraba' otras 'sangres' o 'razas' (en gran parte, esa era la lógica subyacente a las medidas de inmigración sugeridas por Jiménez).

Si la mestización, en donde participa la 'sangre' o 'raza' 'blanca' o 'europea', era un factor de 'mejoramiento', la mezcla de las 'sangres empobrecidas y de culturas inferiores' era rechazada por López de Mesa como un error con nefastas consecuencias para el país y su futuro:

La mezcla del indígena de la Cordillera Oriental con ese elemento africano y aun con los mulatos que de él deriven, sería un error fatal para el espíritu y la riqueza del país: se sumarían, en lugar de eliminarse, los vicios y defectos de las dos razas, y tendríamos un zambo astuto e indolente, ambicioso y sensual, hipócrita y vanidoso a la vez, amén de ignorante y enfermizo. Esta mezcla de sangres empobrecidas y de culturas inferiores determina productos inadaptables, perturbados, nerviosos, débiles mentales, viciados de locura, de epilepsia, de delito, que llenan los asilos y las cárceles cuando se ponen en contacto con la civilización (López de Mesa, 1927, p. 12).

Aunque López de Mesa valorará el mestizo o el mulato con respecto al negro e indio, consideraba que "Los productos de la primera generación del cruzamiento son por lo general medianamente equilibrados, más de segunda y tercera ya se adaptan al terreno y estabilizan funciones dentro de un nivel social y racial más uniforme" (López de Mesa, 1934, p. 99). Para tener éxito, la 'mestización' (en la que obviamente debía participar la 'sangre euro-pea') implicaba, así, una sucesión de generaciones, en las cuales se fuera no sólo estabilizando, sino también diluyendo paulatinamente las influencias nocivas de las 'razas inferiores'.

En una posición que parece contradecir a López de Mesa, Laureano Gómez argumentaba de forma contundente que "Las aberraciones psíquicas de las razas genitoras se agudizan en el mestizo" ([1928] 1970, p. 47). Para sustentar su planteamiento sobre los [... ] efectos inmediatos y remotos de la mezcla de razas [que] son problemas dilucidados ampliamente por los etnólogos [... ]", cita una 'ley' formulada por Otto Ammon, en la cual: "En los mestizos se combinan las cualidades discordantes de los padres y se producen retornos hacia los más lejanos antepasados; las dos cosas tienen por efecto común que los mestizos son fisiológica y psicológicamente inferiores a las razas componentes" (Gómez [1928] 1970, p. 47). Por tanto, no es de extrañar que Laureano Gómez considerara que: "El mestizo primario no constituye un elemento utilizable para la unidad política y económica de América; conserva demasiados los defectos indígenas; es falso, servil, abandonado y repugna todo esfuerzo y trabajo" ([1928] 1970, p. 48).

En una dirección parecida, Jiménez refuerza la idea de que el 'mestizo americano' es un resultado de un 'tipo extremo y aberrante': "De este conflicto de sangres tan diversas y distantes han surgido profusamente, como de toda aproximación violenta, tipos extremos y aberrantes, así en lo morfológico como en lo psíquico" (2001, p. 131). De ahí que no es de extrañar que en: "Los países donde este elemento racial predomina [el 'mestizo'], como el Paraguay, Bolivia, Méjico, Centro América y el Perú son, por esta razón y no por otra, los que han ofrecido y siguen ofreciendo una historia política más agitada" (Jiménez, 1916, p. 352, énfasis agregado). Por lo menos en este último planteamiento sugerido por Jiménez, el mestizo era equiparado, así, con el negro, pues ambos se esgrimían como explicaciones de la convulsión política. Igualmente, López de Mesa considera como un 'milagro' que Colombia no se hubiera sumido en la total anarquía debido a tanta heterogeneidad en su naturaleza y población: "Milagro fue y sigue siendo que Colombia se constituyese en república unitaria y que viva hoy en paz. La anarquía debió de ser la resultante de tanta heterogeneidad en su naturaleza y población" (López de Mesa, 1920, p. 86).

En oposición a estas percepciones pesimistas sobre la inestabilidad y caos político derivados directamente del predominio de componentes raciales 'inferiores' (ya fuera el 'negro' y sus descendientes o el 'mestizo'), para Bejarano "[... ] probado está que la promiscuidad de las razas, en las que predomina el elemento inferior social-mente considerado, da lugar al reinado de las democracias" (1920:193). La democracia, como el mejor de los modelos políticos, era una forma de organización política posibilitada por una 'promiscuidad de las razas' en las que el 'elemento inferior' es mayoritario8. No podrían estar, entonces, más encontradas las visiones sobre los efectos de la mestización en el régimen político: violencia, caos e inestabilidad para Gómez, Jiménez y López de Mesa (una vuelta a la vida prepolítica), mientras que para Bejarano significaba la democracia (la expresión política por antonomasia).

Omnipresencia y ambigüedades de la noción de 'raza'

Como se ha hecho evidente en los fragmentos comentados, la noción de 'raza' pulula en las conferencias y otros textos examinados de la época. Esta omnipresencia no significa, sin embargo, que sea una tarea fácil identificar aquello a lo que estos autores se estaban refiriendo con tal palabra. Aparece con frecuencia tanto en la Memoria y en las conferencias de Jiménez, como en las de los otros conferencistas y en el título mismo del libro que las reúne (Los problemas de la raza en Colombia). Igualmente, es una palabra recurrente en las publicaciones posteriores de los expertos o figuras políticas de la época que he comentado. No en pocas ocasiones, algunos la superponen o sustituyen con otros términos como el de 'sangre'. A veces se puede suponer que opera tácitamente cuando se habla de 'blancos' o 'negros', cuando antes o después estos términos son articulados a la palabra 'raza'. También explícitamente se asocia con el término 'biología' o con aspectos considerados biológicos, pero en algunas definitivamente indica otros aspectos como, por ejemplo, cuando se hace referencia al 'espíritu' o al 'alma' de las colectividades. Si en algunos autores la relación entre 'medio' y 'raza' se presenta de manera directa, en otros se matiza hasta cuestionar diferentes versiones del determinismo ambiental. Mientras la gran mayoría toma por sentado el término de 'raza', no faltan voces que ponen en cuestión su consistencia.

El término 'raza' se sustituye, yuxtapone y contrapone a una amplia gama de palabras. Jiménez superpone una serie de términos que parecen operar como sus sinónimos: 'tronco racial', 'agregado étnico', 'sangre', 'variedad humana' y 'cepa', entre otros. Reemplaza reiterativamente 'raza' por 'población', 'pueblo', 'país' y hasta 'nacionalidad'. Habla de 'nuestras razas' en plural, pero más a menudo de 'nuestra raza' en singular. Se refiere a 'raza' en diferentes articulaciones como 'nuestra raza', 'raza blanca', 'raza antioqueña' o 'raza judía'9. En varias ocasiones usa el concepto de 'raza' para designar animales como perros, vacas y cerdos (Jiménez, 1916, pp. 51, 61, 73), lo que significa que no la considera una noción aplicable exclusivamente a las 'variedades' de la 'especie humana'. En las conferencias y otros textos de López de Mesa también se encuentra esa multiplicidad e intercambiabilidad. A lo largo de sus escritos se hallan un sinnúmero de términos y expresiones que parecen operar como sinónimos de la 'raza', pero ninguna con mayor frecuencia que la de 'sangre'10. Bejarano refiere al término de 'raza', pero también al de 'sangre' (pp. 193, 197), 'tipo' (pp. 192, 197) o incluso 'elemento' (p. 204)11. En los otros autores cuyas ponencias están reunidas en el libro Los problemas de la raza en Colombia se percibe una menor diversidad de términos, pero al mismo tiempo una escasa utilización del término 'raza'. El sociólogo Lucas Caballero (1920) y el instructor Simón Araujo (1920) hablan más del país, de la sociedad y de la población.

A pesar de que en ocasiones algunos se refieren a la 'raza' en Colombia en singular, existe un consenso en los conferencistas de que en el pasado y en el presente de Colombia se encuentran diferentes 'razas'. En su Memoria y primera conferencia, Jiménez es quien más recurre al singular, pero en su segunda conferencia deja en claro esta diferencia constitutiva y actual de las razas en Colombia. El sociólogo Lucas Caballero interpretaba las intervenciones de Jiménez de la siguiente manera:

Tengo para mí que el doctor Jiménez López asiente a ello [de que no se puede asegurar que haya unidad de raza en Colombia] y que toma convencionalmente la denominación de raza por la población asimilada con una cierta unidad de vida que la historia ha modelado dentro de nuestra unidad geográfica y que ha venido a organizarse como Nación y como Estado (Caballero, 1920, p. 295).

En su concepto, no podía imputársele una unidad étnica a ningún Estado en los tiempos modernos, ya que esto sólo se encontraría en las 'pequeñas tribus salvajes' (Caballero, 1920, p. 295). En el mismo sentido, López de Mesa en la introducción de Los problemas de la raza en Colombia, indica cómo las 'naciones' constituyen 'aglomerados étnicos'.

Las diferencias también se presentaban dentro las poblaciones racializadas en Colombia. Así, para Bejarano y López de Mesa la diferencia entre las 'razas aborígenes' era bien marcada, incluyendo variaciones tanto en 'escalas de civilización' como en sus características somáticas. Del máximo salvajismo expresado en la desnudez e, incluso, antropofagia en las tierras bajas a los 'semicivilizados' habitantes de las altiplanicies con "[... ] industrias, de gobierno estable y aun de nociones científicas y morales relativamente avanzadas" (López de Mesa, 1920, p. 86). Los cuerpos también estaban signados por la diferencia.

A su vez las razas aborígenes diferenciábanse en gran manera en la estatura y el color, en el valor y el carácter, que las hubo muy oscuras entre los Caribes, blancos casi [... ] [como] la tribu de los Guanes, por ejemplo; pequeñas de porte, algunas, como la muisca, y otras bien desarrolladas, como las que aun subsisten en las vertientes de los llanos hacia el Orinoco, y la alta y fornida nación de los Taironas del bajo Magdalena (López de Mesa, 1920, p. 86).

Igual diferencia puede apreciarse con los africanos que fueron traídos como esclavos: "Tampoco parece que los esclavos negros tuviesen un mismo origen, y ya hoy sabemos algo del maremagno étnico africano que en ello nos confirma" (López de Mesa, 1920, p. 86). O de los europeos: "Pero los troncos étnicos de aquellos grupos [de población diversos distribuidos en el territorio] no son uniformes a su vez [además] la misma cepa [... ] modificase en las diferentes regiones colombianas tanto en su fisonomía, como en la psicología y aun en el acento" (López de Mesa, 1920, p. 85). La diversidad (en una estricta jerarquía, sin lugar a dudas) antes que la homogeneidad constituye uno de los tropos centrales de las conferencias y trabajos de Luis López de Mesa. En el mismo sentido, Bejarano considera que incluso desde la Colonia ha sido enorme la 'variedad de las razas':

Cuando la época de la Colonia, esa variedad de razas, era ya enorme: hubo así la raza española y sus variedades; la indígena y sus variedades; la negra africana; la mestiza de españoles e indios, las diversas razas de indígenas provenientes de su fusión; la 'zamba', producto del cruzamiento entre indios y negros, y la 'mulata' derivada de blancos y negros. (p. 193).

Como es claro ya en este momento del análisis, los diferentes autores examinados utilizan la palabra 'raza' con mayor o menor frecuencia en sus conferencias y escritos. Ahora bien, Bejarano es el único que, a pesar de que usa regularmente la palabra, cuestiona la pertinencia del concepto y las implicaciones de su utilización. En primer lugar, citando la autoridad de expertos en diferentes áreas del conocimiento cuestiona que 'raza' tenga alguna utilidad, además de otras razones, porque no se puede establecer una correspondencia entre las clasificaciones raciales y una demarcación en la 'Naturaleza': "Biólogos y sociólogos muy connotados; naturistas de todos los tiempos, llegan a la acorde conclusión que así como es difícil y casi sobrehumano, dar a la palabra 'raza' su verdadera acepción, así también es de imposible y subjetivo llegar a clasificaciones a las cuales no corresponde ninguna demarcación en la Naturaleza [... ] (p. 231). Además, a pesar de la diferencia de orígenes, los 'componentes de un pueblo' terminan asemejándose por influencia de múltiples factores:

Refugiados sobre la misma tierra, encadenados por intereses comunes, ligados por uniones de sangre y de familia; evolucionando bajo la influencia del mismo medio psíquico y moral; expuestos y condenados a sufrir la misma impresión de tántas condiciones de herencia y de formación de su tipo fisiológico, intelectual y moral, los componentes de un pueblo, expresión puramente abstracta, acaban por asemejarse, a despecho de la diversidad de sus orígenes (p. 231).

Así, las distinciones argumentadas por la 'teoría de las razas' han desaparecido ante el cruzamiento: "Gracias a la influencia del cruzamiento, practicado casi inconscientemente, han perdido sus distinciones especiales, si es que algún día las tuvieron [... ]" (p. 231). Por tanto, la relevancia de la 'teoría de las razas' se encuentra en relación inversa al 'avance de la humanidad': "A medida que la humanidad avanza retrocede la teoría de las razas [... ]" (p 231).

Bejarano cuestiona igualmente los efectos negativos derivados de las distinciones raciales, ya que "[... ] este concepto personal de los caracteres que se asignan a una raza, es el que ha hecho que sobre la superficie de la tierra se extienda, como un velo trágico, el odio entre ellas y la división entre los mismos hombres" (p 231). Cita la obra de Gobineau como el fundamento para "[... ] un himno entusiasta a favor de las razas llamadas superiores, y de una despiadada condenación de las llamadas inferiores" (p. 232), y como el origen del "[... ] falso e inhumano postulado de Nieztsche, 'los débiles no tienen derecho a la vida'" (p. 232). Le atribuye a esta concepción de supuestas 'razas superiores' lo que desde las categorías contemporáneas se consideran paradigmáticas expresiones de la discriminación racial:

Esta [es] la causa de que en la vieja Europa se vean perseguidos pueblos a quienes se les ha lanzado el estigma de la inferioridad; éste el móvil principal del rechazo de una raza —que como la del lejano Oriente, dio una dura lección de patriotismo y de victoria al viejo pueblo ruso, carcomido y tambaleante; éste el primum movens, de que el rubio americano se sienta humillado y denigrado cuando el hombre negro se codea con él; ésta la reivindicación del derecho de los alemanes y turcos para asolar a pueblos que consideran como culpables de no querer disolverse en sus principios de constitución y poderío. Y llegando hasta nosotros quién no ve en esa asignada diferencia étnica, la causa de la osadía yanqui? (p. 232).

Este tipo de pronunciamientos y críticas son relevantes en tanto nos invitan a examinar con mayor cuidado las tensiones en el pensamiento racial de la época encarnado por la elite intelectual y política.

Otro de los puntos de las diferentes articulaciones del pensamiento racial en los autores que se han examinado estaba definido por la relación entre 'raza' y 'entorno'. De los materiales hasta ahora comentados se evidencia la amplia circulación del supuesto de que existían estrechas relaciones entre 'zona' ('geografía', 'medio físico', 'ambiente natural' o 'clima') y 'sangre' o 'raza'. No obstante, se pueden identificar diferencias en la forma como entendían esta relación y sus implicaciones. Jiménez establecía una relación determinante: las diferentes 'razas' eran la simple y directa expresión de las condiciones exteriores, de la influencia diferencial de las 'zonas' o 'climas' sobre la 'naturaleza humana'. Más aún, la causa radical de la 'degeneración' de la 'raza' en Colombia era la influencia negativa de la zona del trópico sobre la población. Ahora bien, no todo estaba perdido. Para Jiménez las características adquiridas que mostraban un declinamiento de las 'razas' por influencia de condiciones externas nocivas eran susceptibles de revertirse en el curso de unas cuantas generaciones mediante un adecuado cruzamiento. De ahí su clamor por medidas de inmigración que introdujeran cuantiosas y adecuados contingentes de 'sangre blanca' de ciertas regiones de Europa.

Bejarano, en cambio, consideraba más flexible la relación entre el 'medio' y las 'raza'. El propone más la noción de 'adaptación' constante y menos la de degeneración (1920, p. 194). En contra de Jiménez, Bejarano argumenta que el hombre es un ser 'cosmopolita por naturaleza' (p. 206), por lo que las 'razas nativas' de los continentes africano y americano no deben considerarse como 'desformaciones' de un tipo originario ante la violencia extrema de condiciones externas adversas, sino que son exitosas adaptaciones. En este 'medio' distingue entre 'orgánico', 'social' y 'fisico'. El 'clima' hace parte de este último, por lo que el 'medio' no se puede reducir al 'clima'12. Esto significa que el medio en sí mismo está moldeado por las acciones humanas y no es sólo una variable predefinida que troquela simplemente la 'raza'. Más cercanos a las posiciones de Bejarano que a las de Jiménez, para otros conferencistas como, por ejemplo, Calixto Torres Umaña (1920)13, la influencia del medio físico no era absoluta, ya que el 'hombre' está en capacidad de transformarlo para suprimir o atenuar sus influencias desfavorables: "Es una verdad no desmentida que el trópico ejerce una acción deletérea sobre las razas humanas como sobre muchas especies animales. Pero es también un hecho demostrado por la experiencia que la inteligencia del hombre dispone de medios infalibles para hacer de los trópicos regiones absolutamente favorables a las condiciones de la vida animal" (Torres Umaña, 1920, p. 177).

Ahora bien, donde parecían confluir los diferentes autores era en los preceptos del lamarkismo, es decir, que los caracteres adquiridos por un individuo mediante el uso o atrofia de un órgano podrían ser heredados por sus descendientes14. Torres Umaña afirmaba, por ejemplo: "[... ] si se heredan los caracteres adquiridos en sentido desfavorable, con mayor razón los que son fruto de un restrablecimiento en virtud de la fuerza biológica [... ]" (1920, p. 178). Bejarano invocaba, incluso, la conocida tesis lamarkiana de que la función crea el órgano como una ley de la fisiología: "Si en el crecimiento y desarrollo del organismo entran factores profundamente decisivos como el clima, altura o nivel del mar, frío o calor, esos mismos factores influencian con mayor razón las funciones del organismo, ya que es ley de fisiología, que la función crea el órgano y que el funcionamiento de éste depende de factores como el medio ambiente" (1920, p. 209).

En los textos examinados de la época, 'raza' es una palabra que estaba en la pluma y en la boca de todos. No obstante, los sentidos y alcances de una palabra relativamente omnipresente son bastante brumosos. Un mojón de partida claro es que se puede afirmar que para los diferentes autores 'raza' se refería a algunos rasgos somáticos observables, donde el color de la piel era crucial. Bejarano, por ejemplo, escribía un pasaje como el siguiente:

Las discordancias claras y precisas halladas entre el color y la talla, hacen aceptar la existencia de razas indígenas muy distintas [... ] [E]n el Perú se encontró una raza indígena enteramente blanca, y entre los caribes una negra, así en nuestro suelo, antes de la fusión del europeo con el indio y con el negro, había tribus rojas, rojizas, bonceadas, cobrizas, amarillo mate, pardo, casi negras y aun blanquecinas (pp. 192-193).

Algo parecido había anotado López de Mesa en un pasaje comentado unos párrafos antes. Cabe subrayar no sólo que se consideraba como un hecho la existencia de diferentes 'razas indígenas' siguiendo criterios como el color y la talla, sino también que el color blanco o negro de una 'raza' no era exclusivo de Europa o África, respectivamente. Esto amerita ser subrayado ya que se tienden a considerar ciertas correlaciones entre color y continentes que, por lo menos en estos pasajes, son puestos en cuestión. La diferencia en color y talla de las razas en lo referente a estos rasgos observados en los cuerpos, se atribuyen para Bejarano a "factores de orden climatérico" (p. 192). Factores externos, entonces, explicarían a sus ojos la diferencia de estas 'razas'15.

Como es claro en los pasajes ya comentados a lo largo de este artículo, la noción de 'raza' no sólo apuntaba a ciertos atributos somáticos como el 'color' o la 'talla', sino también a rasgos 'morales', 'intelectuales' y psíquicos, entre otros. Así, por ejemplo, para autores como Luis López de Mesa cada una de las razas poseía una suerte de 'psicología', una serie de características mentales que las diferenciaba entre sí. Aunque fuese hereditaria o aprendida en la socialización temprana (punto que no específica), esta psicología comprendía experiencias históricas colectivas: "La psicología de la raza aborigen fue determinada por sus condiciones de larga sumisión y padecimientos dentro de una índole peculiar suya" (1912, p. 92). Estas diferencias en 'psicológicas' entre los 'grupos raciales' no eran el resultado tampoco de las variaciones en el clima, como un burdo determinismo pudiera argumentar:

Es verdad que el clima frío de la altiplanicie predispone al recogimiento; verdad es que el ardor del trópico comunica a la sangre precoces apetitos y saca al hombre de su techo y de su yo; que el agro andino exige perseverante amor para rendir sus dones, y que el río y el mar invitan a peregrinar y a vivir efusivamente. Páreseme, sin embargo, que estas influencias no crean la índole de aquellos grupos raciales, sino que a estas se añaden para exaltarlas más aún (López de Mesa, 1934, p. 8).

Como se desprende de las trascripciones de los textos sobre las imágenes del 'negro', los diferentes autores atribuían ciertos rasgos 'morales' e 'intelectuales' a esta 'raza'. Igualmente lo hacían para otras 'razas' definiendo unas caracterizaciones que trascendían rasgos de color y talla de los cuerpos. Una de las que más visibilidad adquiría en los diferentes escritos es la 'raza antioqueña', para la cual se destinaban las más diversas apologías, apareciendo como el paradigma del progreso, de la moralidad y del deber ser. Detenerme en el examen del discurso racial del antioqueño escapa a los propósitos de este texto16. No obstante, en aras de ilustrar cómo ciertas características corporales aparecían conjuntamente con rasgos de carácter, morales, o, incluso, específicas relaciones sociales, podrían transcribirse pasajes como el siguiente:

En Antioquia la raza ha evolucionado hasta la más profunda divergencia social y política con el resto de la República. La familia y el Gobierno son formaciones suyas muy especiales [... ] lo mismo que el carácter individual de sus pobladores. Tienen una fisonomía angulosa, plegada y recia, severa y varonil, sobre una contextura general alta, fuerte, nervuda y un poco pesada al andar (López de Mesa, 1920, p. 85).

Igualmente, vasta recordar las descripciones de Jiménez sobre los dos aspectos de la degeneración (físico y psíquico) de la 'raza' o los caracteres atribuidos a los contingentes de 'raza' europea, que con su inmigración se constituían en el remedio radical.

Algunos autores argumentaban, incluso, que las razas poseían un 'alma'. Esto suponía algo diferente de la 'sangre', pero que se encontraba estrechamente imbricada a ésta. López de Mesa escribía: "Vosotros habéis abierto una inquisición sobre la raza como sangre; yo la he extendido a la raza como espíritu también y como nacionalidad" (1920, p. 188). En un pasaje anterior, recordando una anécdota en la cual "[... ] un simpático negro de mis montañas, muy culto y muy ladino", afirmaba que "'Nosotros los representantes de la raza latina'[... ]", López de Mesa reflexiona sobre la verdad de tal afirmación y descarta la burla que pudiera suscitar "la antítesis que él mismo [el simpático, muy culto y ladino negro] planteaba" puesto que "[... ] el alma de las razas está en su lengua" (López de Mesa, 1920, p. 99). De ahí que el idioma esté estrechamente asociado al 'espíritu de las razas' que constituyen la nación y sea objeto de mayor atención: "[... ] las naciones más avanzadas cuidan de su idioma, como exponente cultural, como contingente del espíritu de sus razas y de la modalidad nacional que las informa, diferencia y guía, y como vehículo inapreciable de sus propias ideas, carácter y sentimientos" (López de Mesa, 1920, p. 97).

Es relevante anotar que cuando se habla del 'alma' de las 'razas' no se establece una necesaria correspondencia con ciertos rasgos de los cuerpos como el color. Laureano Gómez se refería igualmente a eso del 'alma de las razas', cuestión que para él comprendía un ámbito misterioso e incierto en la 'psicologia de las colectividades':

Nadie puede explicarse el alma de las razas, pues todo es misterioso e incierto en la psicología de las colectividades. A pesar de ser esto así, puede percibirse que en cada pueblo hay un rasgo característico, que aunque enigmático, es persistente, arranca del pasado y subsistirá en el futuro a través de las peregrinaciones de la sangre y del espíritu (Gómez, [1928] 1970, p. 41).

Nótese la sustitución de 'raza' por 'pueblo' y la asociación de 'sangre' y 'espíritu', así como el hecho de que cada raza poseería como rasgo distintivo, un 'alma' entendida como psicología de las colectividades.

Las relaciones entre 'raza' y 'cultura' son aún más complicadas de discernir. La palabra 'cultura' aparece con tan diversos sentidos y articulaciones como la de 'raza', aunque se la menciona escasamente. A diferencia de la omnipresente palabra de 'raza', la de 'cultura' se halla en pocas ocasiones. No obstante, esto no hace que sean más claros ni unívocos sus referentes y menos, incluso, cuando se la piensa en relación con la de 'raza'. En varios de los fragmentos trascritos hasta ahora ha aparecido la relación entre 'raza' y 'cultura' en el sentido otorgado por Jiménez de incapacidad de las razas nativas de África y las del continente Americano de producir o incluso asimilar las 'altas formas de cultura' que asocia a los europeos: "Todos estos productos son aptos, sin duda, para habitar sus respectivos climas y para sufrir las inclemencias naturales, pero se han mostrado, hasta hoy, incapaces de producir, ni de asimilar tan solo, las altas formas de cultura humana" (1920, p. 47).

De ahí que Jiménez establezca una clara jerarquía asociada a la relación entre 'raza' y 'cultura': "Parece demostrado que las razas superiores, aquellas que están llamadas a una cultura intensa no pueden hallar aclimatación ni son capaces de florecimiento sino en las zonas templadas, bajo el trópico, decaen y desaparecen en breve [... ]" (p. 33). La idea de que existan unas 'altas formas de cultura' o una 'cultura intensa' supone que hay unas no tan altas (o bajas) formas de cultura o unas culturas no tan intensas. Sin embargo, estos términos no son explícitamente planteados por Jiménez. Laureano Gómez también establece un argumento parecido: "[... ] ni por el origen español, ni por las influencias africana y americana, es la nuestra una raza privilegiada para el establecimiento de una cultura fundamental, ni la conquista de una civilización independiente y autóctona" ([1928] 1970, p. 49). Desde su perspectiva, existirían diferencias en la constitución misma de las 'razas' que las perfilarían o no como capaces del establecimiento de una cultura fundamental. Para referir a una cita ya comentada de López de Mesa (1927, p. 12) que apunta en la misma dirección, el término de 'culturas inferiores' ('sangres empobrecidas') se asocia a la 'mezcla' del 'elemento africano' con los indígenas de la Cordillera Oriental.

En los diferentes textos se pueden identificar otras asociaciones de la palabra de 'cultura'. Por ejemplo, en un pasaje en particular López de Mesa parece entender cultura como un componente de la civilización, como su 'parte especulativa', que se diferencia del progreso material y hacia la cual se encuentra más inclinado el 'mestizo'17. Este mismo autor, al describir al indígena del altiplano recurre a la noción de 'cultura en profundidad' para dar cuenta de una serie de actitudes y características "[... ] de una raza que mira principalmente hacia adentro, de una raza que tiende a una cultura en profundidad" (López de Mesa, 1934, p. 8). En la misma dirección, en una de sus conferencias López de Mesa hablaba de 'cultura mental', para referirse a la 'raza indígena', cultura que era considerada por él como limitada por las dificultades económicas a las que dicha raza se encontraba sometida: "[... ] las dificultades económicas de la raza indígena no permiten la cultura mental sino hasta cierto límite" (López de Mesa, 1920, p. 93).

Estos planteamientos de la 'raza' como alma o de su relación con la 'cultura' introduce un registro que se distancia de una restricción de la noción de raza a un ámbito estrictamente 'biológico'. Parece estar en correspondencia con aquello que han indicado distintos académicos para América Latina. Marisol de la Cadena (2004) ha insistido sobre este punto mostrando con sus trabajos centrados en el Perú que la 'raza' es articulada apelando a la 'cultura'. En el mismo sentido, Peter Wade (2003, p. 271) sostiene que para América Latina no se pueden limitar las clasificaciones raciales a criterios estrictamente biológicos, pues a menudo son criterios de orden cultural los que constituyen estas clasificaciones.

A modo de conclusión

Las imágenes sobre el 'negro' identificadas en los textos examinados se inscribían en una clara geografía y jerarquía (moral e intelectual) de las razas. Uno de los supuestos compartidos es el establecimiento de una ineluctable 'geografía de las razas' que suponía correlaciones entre las características de ciertos lugares (zonas, climas, medio físico, ambiente natural) y las disposiciones de determinados conglomerados racializados. Las tierras bajas, el clima tropical o, simplemente, el trópico operaban como indicadores del lugar (geográfico y de cercanía a la naturaleza) del 'negro'.

El 'negro' se lo representa así desde un pensamiento racial que lo asocia a unas áreas y condiciones geográficas más que a otras. Como consecuencia de su propia 'naturaleza', puede habitarlas y prosperar allí. Áreas y condiciones que se imaginan distantes —cuando no contrarias— al dominio de cuerpos, subjetividades y espacios considerados propios de la civilización y el progreso. El 'negro' es situado en una mayor cercanía a la naturaleza, la animalidad pasional, la infantilidad y al pasado y, por tanto, en un lugar contrapuesto a la civilización, madurez y progreso. Así, las imágenes del 'negro' se organizan en un contraste entre civilización y naturaleza. Más cercano a la naturaleza —en las zonas climáticas más opuestas al avance de la civilización y sin dominio sobre sus pasiones— se imagina al 'negro' como una antitesis de la civilización. Desde esta serie de premisas, la inestabilidad y el tutelaje político siguen ineluctablemente a la predominancia demográfica del 'negro'. De ahí que la 'africanización' u 'oscurecimiento' progresivo de sectores o del con-junto de la población colombiana constituía una razón de angustia para estos intelectuales de elite. Representaba trabas más o menos insoslayables en el futuro colectivo: en sus versiones extremas, la condena al caos y a la inestabilidad política, al alejamiento de los logros intelectuales, morales y del comportamiento de la civilización.

Las distinciones y jerarquía racializada de la población que atravesaba las imágenes del 'negro' marcaban igualmente cómo se consideraban los resultados de los cruces de las razas. En general, la 'mestización' de 'negros' e 'indios' con europeos o sus descendientes se los imaginaba como un mecanismo de 'mejoramiento' poblacional. Ahora bien, como lo ha argumentado Santiago Castro (2007), para algunos (Jiménez) consistía en el mecanismo por antonomasia (la urgente medida ante la degeneración de la 'raza'), mientras que para otros (Bejarano y López de Mesa) las intervenciones sobre las diferentes poblaciones remitían más a aspectos de higiene y educación. El 'mestizo' (en el sentido más amplio de la palabra), sin embargo, no era objeto de consenso: mientras que unos consistía en condición de posibilidad de la democracia (Bejarano), para otros (Laureano y Jiménez) explicaba la inestabilidad política de los países donde predominaban, sobre todo si el 'componente africano' era el más marcado.

A pesar de la ubicuidad de la palabra 'raza', en gran parte de los textos examinados, se puede apreciar la heterogeneidad de sus sentidos y algunas contradicciones entre este puñado de intelectuales. Aunque se dan utilizaciones del término de raza como sinónimo de 'pueblo' colombiano, en general los autores establecían una distinción de tres razas al menos (sangres o troncos étnicos, entre otras categorías) como constitutivas en el proceso histórico de la formación poblacional del país, pero también de una diferente distribución geográfica. En los materiales examinados la 'raza' es más problemática y menos homogéneamente definida de lo que a veces tiende a pensarse, debido a la autoridad de los discursos de 'medicalización' de la sociedad y de lo que se conoce como el 'racismo científico'. Algunos autores, por ejemplo Bejarano, mostraron, incluso, su inconformidad con algunos de los supuestos del pensamiento 'racial' predominante y sus supuestos sobre la influencia del medio en las poblaciones humanas. Cabe destacar que los autores examinados operan categorías de 'raza' que no se circunscriben a concepciones estrictamente biológicas. Si bien la 'raza' refería en algunos aspectos a rasgos que podrían aparecer como 'biológicos', éstos no agotaban sus sentidos ni de ellos se derivaban causal-mente otros aspectos como lo 'moral', lo 'intelectual' o lo 'psicológico' de las agrupaciones poblacionales racialmente desagregadas.

Uno de los puntos que llama la atención es que a pesar de las diferencias y desacuerdos sobre las nociones de 'raza' que pueden ser identificados en los autores examinados, existe un consenso sobre gran parte de las imágenes del 'negro'. Esta confluencia debe ser entendida por la sedimentación e inercia de imágenes del 'negro', que se remontan a la Colonia y que continúan constituyendo hoy nuestro pensamiento. Un análisis de las imágenes 'preracializadas' del 'negro' como las del temprano periodo colonial y 'postracializadas' (esto es, etnizadas) como las de ciertas esferas del imaginario teórico y político contemporáneo mostraría en su real dimensión la especificidad del pensamiento racial propio de las primeras décadas del siglo XX. Obviamente, esta es una labor aún por desplegar, de la cual este artículo busca ser un ejercicio inicial y tentativo de algunos pasajes textuales pertinentes.


Comentarios

1 Ocupó diferentes cargos públicos: Ministro de gobierno (1922), Representante a la Cámara, Senador de la República, Presidente del Directorio Nacional Conservador y representante por el país ante la Asamblea de las Naciones Unidas (1951).

2 En el libro editado por López de Mesa, el título con que aparece la Memoria de Jiménez sólo es conservado parcialmente: "Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en los países similares". La Memoria desarrollaba algunos de los puntos que ya había indicado en su lección inaugural de la "Cátedra de Patología Mental", el 11 de agosto de 1916 (Torres, 2001, p. 128).

3 Fue una de las figuras intelectuales y políticas más visibles de la primera mitad del siglo XX. Entre los cargos públicos ejerció el de Ministro de Educación y el de Relaciones Exteriores. Fue elegido como Representante a la Cámara y se desempeñó como profesor universitario.

4 Esta línea de argumentación es esgrimida al final de los años veinte por Laureano Gómez en sus conocidas Conferencias en el Teatro Municipal de Bogotá. Para Gómez el predominio de los 'negros' en una 'nación' la condenaba al desorden e inestabilidad política y económica: "En las naciones de América donde preponderan los negros reina también el desorden. Haití es el ejemplo clásico de la democracia turbulenta e irresponsable. En los países donde el negro ha desaparecido, como en la Argentina, Chile y el Uruguay, se ha podido establecer una organización económica y política, con sólidas bases de estabilidad" ([1928] 1970, p. 48).

5 Al igual que otros pasajes de la conferencia de Bejarano, este aparte tiene un estrecho parecido con los planteamientos de José María Samper: "[... ] las razas y castas debian tener, como tuvieron, su geografía inevitable y fatal: los blancos é indios de color pálido bronceado y los mestizos que de su cruzamiento naciesen, quedarian aglomerados en las regiones montañosas y las altiplanicies; mientras que los negros, los indios de color rojizo y bronceado oscuro, y los mestizos procedentes de su cruzamiento, debian ploblar las costas y los valles ardientes" ([1861] 1969, p. 69). Estos préstamos de pasajes de un pensador liberal del siglo XIX para un debate a principios del XX son bien dicientes, y ameritan un examen sobre las continuidades y rupturas de discursos entre las elites intelectuales de diferentes épocas. Sin lugar a dudas, los contextos de enunciación han cambiado, y es probable que incluso las mismas oraciones operen de manera diferente.

6 Ahora bien, frente a la 'sangre indígena' la 'blanca' aparecía como dominante: "El contacto de la sangre blanca los va destruyendo [a los de sangre india mas o menos pura] los va destruyendo de manera inexorable [... ] por el predominio de su sangre en la mestización, lo cual biológicamente significa destrucción también" (López de Mesa, 1920, p. 88).

7 "[... ] semeja, al revés, un viejo prematuro: melancólico, malicioso y apartado, conserva en el fondo la psicología de su raza; acepta el cristianismo a ciegas, no entiende bien la moral europea, frío en emociones, parece que entre el excitante y la reacción hubiese un tabique de aislamiento, sin que pueda decirse que sus sentimientos no sean profundos ni duraderos" (López de Mesa, 1930, pp. 24-25).

8 A este respecto, Bejarano retoma un argumento que ya había sido planteado a mitad del siglo XIX por José María Samper ([1861] 1969).

9 Algunos de los términos son: "razas arias" (p. 9), "raza etiópica" (p. 9), "raza caucásica" (p. 9), "razas aborígenes" (pp. 10, 350), "raza blanca" (pp. 38, 345, 351), "raza negra" (p. 353), "sangre de color" (p. 352), "razas nativas del continente africano" (p. 47), "raza antioqueña" (p. 55), "raza judía" (p. 342), "razas humanas" (p. 350), "razas del Trópico" (p. 351), "razas nativas" (p. 346).

10 Además de los múltiples pasajes a los que se refiere simplemente como 'raza', 'sangre', 'español', 'blanco', 'indio', 'mulato' o 'negro' a secas, algunos de los términos utilizados por López de Mesa sólo en las dos conferencias de 1920 incluyen: 'troncos étnicos' (p. 35), 'grupos étnicos' (p. 144), 'cepa' (p. 35), 'poblaciones blancas' (p. 87), 'hombes de color' (p. 95), 'cepa peninsular' (p. 127), 'pobladores negros' (p. 129), 'raza aborigen' (pp. 89, 92, 102), 'raza indígena' (pp. 93, 106), 'raza india' (p. 95), 'raza blanca' (pp. 95, 129), 'sangre sajona' (p. 88), 'sangre india' (p. 88), 'sangre blanca' (pp. 88, 130), 'sangre indígena' (p. 98), 'sangre aborigen' (p. 114), 'sangre negra' (p. 120), 'sangre oscura' (p. 130).

11 Sólo limitándose a las adjetivaciones explícitas de la palabra 'raza', se encuentran en las dos conferencias de Bejarano articulaciones como las siguientes: 'raza indígena' (p 191, 192), 'razas indígenas' (p. 192), 'raza autóctona' (p. 195), 'raza africana' (p. 191), 'raza negra africana' (p. 193), 'raza negra' (p. 192), 'razas colombianas' (p. 193), 'raza blanca' (p. 194), 'nuestra raza' (p. 194), 'familias raciales' (p. 195), 'raza antioqueña' (p. 196), 'raza mestiza europea' (p. 196), 'razas aborígenes' (p. 233).

12 La definición de clima que considera que se ha mantenido por siglos se la atribuye a Hipócrates: "el conjunto de las condiciones físicas de una localidad en sus relaciones con los seres organizados" (Bejarano, 1920, p. 207).

13 Médico, fisiólogo y reconocido pediatra, rector de la Universidad Nacional. Padre del conocido cura guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo.

14 Para ampliar estos preceptos en el contexto de América Latina ver el conocido trabajo de Stepan (1991).

15 En este punto parecía coincidir con Jiménez (1920, pp. 350-351), quien no sólo derivaba las 'razas' de las influencias negativas o positivas de las diferentes 'zonas', sino que atribuía las diferencias en la pigmentación entre ellas a ciertos tipos de rayos solares.

16 Para un estudio de las imágenes de las articulaciones raciales de los 'antioqueños' ver Appelbaum (2003).

17 "[... ] con relación a la civilización [... ] el mestizo parece más inclinado a la parte especulativa de ella, digamos a la cultura, mientras el mulato al progreso material" (p. 27).


Referencias

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Fecha de recepción: 10 de mayo de 2007 • Fecha de modificación: 21 de junio de 2007 • Fecha de aceptación: 20 de julio de 2007

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