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Revista de Estudios Sociales

versão impressa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.28 Bogotá set./dez. 2007

 

El sexo y la revolución: la liberación lésbico-gay y la izquierda partidaria en Brasil

Sex and the Revolution: Lesbian and Gay Liberation and the Partisan Left in Brazil

Sexo e a revolução: a liberação lésbicogay e a esquerda partidária no Brasil

Por Rafael de la Dehesa*

* B.A., Francés e Inglés, University of Texas, Austin, EE.UU.; M.A., Portuguese and Brazilian Studies, Brown University, Providence, EE.UU.; M.A., Relaciones internacionales, Johns Hopkins University, Washington DC, EE.UU.; Ph.D., Gobierno, Harvard University, Cambridge (MA), EE.UU. Actual Profesor Asistente, Departamento de Sociología, Antropología y Trabajo Social, College of Staten Island, City University of New York, New York, EE.UU. Correo electrónico: rafa5000@hotmail.com.


Resumen

Este artículo emplea la teoría de campos para explicar por qué partidos de izquierda en Brasil empezaron a plantear debates sobre la liberación homosexual a finales de la década de 1970 y principios de 1980. El concepto de campo cultural permite aportar un análisis tanto cultural como institucional a los cambios en los debates en la izquierda, revelando procesos de impugnación frecuentemente ignorados en la literatura institucionalista sobre partidos. Cambios en instituciones electorales y la llegada de una nueva generación de cuadros, especialmente del movimiento estudiantil, alteraron fundamentalmente qué y quién era representable en el campo. El surgimiento de una contracultura de jóvenes también expandió el repertorio discursivo disponible a activistas y sus aliados partidarios, apoyados por debates marxistas en el nivel internacional. En últimas, esta coyuntura de fuerzas permitió a militantes partidarios impugnar significados históricamente vinculados al cuerpo, la sexualidad, la política y la vida cotidiana.

Palabras clave: Homosexualidad, partidos políticos, izquierda, movimientos sociales, Brasil.


Abstract

This article draws on field theory to explain why leftist parties in Brazil first broached debates on homosexual liberation in the late 1970s and early 1980s. The concept of a cultural field allows one to bring together both an institutional and a cultural analysis of changing debates in the left, casting light on processes of contestation often obscured in the institutionalist party literature. Electoral institutional changes and the emergence of a new generation of cadres, particularly from the student movement, fundamentally changed who and what were representable in the field. The emergence of a youth counterculture also expanded the discursive repertoire available to activists and their party allies, supported by debates in Marxist circles occurring internationally. This conjuncture of forces ultimately allowed party militants to contest meanings historically attached to the body, sexuality, the political, and everyday life.

Key words: Homosexuality, political parties, the left, social movements, Brazil.


Resumo

Este artigo emprega a teoria de campos para explicar por que os partidos de esquerda no Brasil começaram a levantar debates sobre a liberação homossexual no final da década de 1970 e início de 1980. O conceito de campo cultural permite apresentar uma análise tanto cultural como institucional para as mudanças nos debates da esquerda, revelando processos de impugnação com freqüência ignorados na literatura institucionalista sobre os partidos. Mudanças nas instituições eleitorais e a chegada de uma nova geração de quadros, particularmente do movimento estudantil, alteraram fundamentalmente o que e quem eram representáveis no campo. O surgimento de uma contracultura de jovens também expandiu o repertório discursivo disponível aos ativistas e aos seus aliados partidários, apoiados por debates marxistas no plano internacional. No final, esta conjuntura de forças permitiu aos militantes partidários impugnarem significados históricos vinculados ao corpo, à sexualidade, à política e à vida cotidiana.

Palavras chave: Homosexualidade, partidos políticos, esquerda, movimentos sociais, Brasil.


En 1979, la recién fundada comisión cultural de la sección parisina del Comité Brasileño de Amnistía (CBA), una organización de exiliados políticos brasileños, propuso iniciar una serie de discusiones sobre las llamadas demandas de 'minorías', que estaban recibiendo creciente atención en la prensa alternativa, en una izquierda floreciente y en la sociedad civil brasileña. Herbert Daniel, un miembro de la comisión que había participado en la insurrección armada contra el gobierno militar y que se volvería uno de los activistas de VIH/SIDA más importantes de Brasil, propuso empezar con el tema de la homosexualidad porque "los otros temas ya tienen alguna penetración en nuestra izquierda. Ya están en discusión" (Daniel, 1979). Es más, el gobierno militar recientemente había abierto un caso contra el periódico lésbicogay Lampião da Esquina, bajo el Decreto 1077 de la Ley de Prensa, referente a violaciones a "la moral y las buenas costumbres". De hecho, el propio CBA se había mostrado renuente al tema, rechazando una oferta de organizar un concierto en beneficio del grupo, por parte de un dúo de cantantes brasileños populares en la ciudad, por ser homosexuales (Gabeira, 1981). Finalmente, Daniel justificó el debate asociando la liberación homosexual a preocupaciones más amplias de la izquierda: "Es necesario discutir el homosexualismo para entender los prejuicios y no discutir los prejuicios para entender el homosexualismo" (1979).

Los coordinadores del CBA discutieron la propuesta y la rechazaron rotundamente. Sus razones iban desde la hostilidad abierta -no debemos promover la homosexualidad, o la homosexualidad es un vicio- hasta la más diplomática: este tema sirve para dividirnos, no para unirnos. Finalmente, Daniel y otros miembros de la comisión, especialmente miembros de la sección de mujeres, organizaron el encuentro, aunque no oficialmente, a nombre del grupo. La controversia, de cierta forma, es ilustrativa del lugar de la liberación homosexual en la izquierda brasileña de la época. Normalmente incorporado bajo el rubro 'derechos de minorías', el tema, sin embargo, permanecía particularmente estigmatizado en el grupo: de hecho, con frecuencia alternativamente enmarcado junto al aborto, la legalización de la marihuana y el trabajo sexual, bajo la categoría 'temas malditos', unidos por la polémica que despertaban y una preocupación subyacente por el control del cuerpo. En los siguientes años, activistas del movimiento de liberación homosexual, que había surgido en Brasil en 1978, establecieron contactos con diversos partidos de izquierda, buscando resignificar la representación de identidades lésbicogay y los permisos y prohibiciones que implicaban. En este artículo, examino los factores que permitieron una apertura hacia el tema por parte de la izquierda partidaria brasileña. Me enfoco principalmente en los debates iniciales, desde finales de los años 70 hasta principios de los 80, aunque cito algunos momentos más recientes para resaltar tendencias más amplias.

Para abordar esta apertura, empleo el concepto de 'campo cultural'. Un campo cultural puede concebirse como una especie de topografía social que incluye a los actores relevantes que la ocupan, estructuras institucionales, creencias, expectativas, identidades, y prácticas discursivas comúnmente comprendidas aunque impugnadas. Desarrollado por Lewin (1951), es un marco metodológico que permite romper con ciertas dicotomías prevalecientes en las ciencias sociales. Por una parte, crea un puente analítico entre el binario objeto/sujeto, subrayando tanto estructuras sociales externas a los actores, delimitando sus acciones, como los esquemas de percepción de estos actores y los significados que adscriben a su entorno. Al mismo tiempo, y por ende, el concepto nos permite juntar un análisis cultural e institucional -o constructivista y estructuralista (Bourdieu, 1989)- revelando microprocesos de conflicto y negociación que la literatura estrechamente institucional sobre partidos políticos, por ejemplo, puede ignorar (Bourdieu, 1994; Armstrong, 2002; Anheier, Gerhards y Romo, 1995).

Muchos de los intentos de activistas LGBT de cuestionar el estigma pueden entenderse como esfuerzos por ocupar diferentes campos culturales, resignificar identidades estigmatizadas en ellos, y así, expandir las posibilidades de representación y práctica permitidas en público sin amenaza de sanción. La izquierda partidaria enfrentada por activistas a finales de los 70 puede concebirse como un campo tal, regido por nociones comúnmente comprendidas sobre qué y quién podía y no podía ser representado. Durante la década de los 70, el campo estaba conformado mayormente por pequeñas organizaciones clandestinas y estaba marcado por la hegemonía del Partido Comunista Brasileño (PCB), aún ilegal. Aunque estos grupos estaban divididos en torno a particularidades, compartían ciertas metas y supuestos normativos, competían dentro de muchos de los mismos espacios (como sindicatos) y, por lo tanto, participaban dentro de una especie de comunidad ideológica, compartiendo un mismo lenguaje, aunque no siempre en armonía.

Al incorporar las demandas de un movimiento de liberación homosexual emergente, la izquierda partidaria estaba representando un nuevo mensaje ante una audiencia presumiblemente más receptiva. La pregunta, entonces, que puede plantearse es: ¿qué factores moldearon este nuevo mensaje y qué factores condicionaron esta audiencia?

Analizar toda la gama de estas organizaciones sobrepasa el alcance de este ensayo. Más bien, me enfoco en algunos partidos, por su importancia para el movimiento de liberación homosexual, en particular, o la izquierda, en general. Específicamente, la organización que abrió estos debates y los llevó más lejos en la época fue la Convergencia Socialista (CS), de orientación trotskista, que no sólo incorporó una estipulación contra discriminación por orientación sexual en su programa sino que también estableció una Facción Gay, que cumplió un papel importante, aunque controversial, en la historia inicial del movimiento. También aludo al PCB como punto de comparación, donde corrientes marxistas más ortodoxas en gran medida bloquearon debates sobre la sexualidad. Finalmente, discuto los debates iniciales en el Partido de los Trabajadores (PT), fundado en 1980, que aglomeró a varias organizaciones de izquierda, incluso la CS, y diversos sectores de la sociedad civil, allanando el camino para el desarrollo de un partido de masas de izquierda. En su Primera Convención Nacional, el 27 de septiembre de 1981, el líder partidario Luís Inácio 'Lula' da Silva declaró: "No aceptamos que, en nuestro partido, el homosexualismo sea tratado como enfermedad, mucho menos como un caso para policía. Defendemos el respeto que estas personas merecen, invitándolas al esfuerzo mayor de construir una nueva sociedad" (Partido dos Trabalhadores, 1998, p. 111). El año siguiente, el partido incluyó un artículo contra la discriminación por orientación sexual, en su primera plataforma nacional, y las primeras tentativas de organizar un núcleo lésbicogay empezaron poco después de su fundación.

Este ensayo, entonces, vincula los primeros contactos de activistas con la sociedad política y la trayectoria de debates sobre sexualidad en la izquierda con el desarrollo de lo que algunos han llamado una 'tercera generación' de la izquierda latinoamericana (López Castellanos, 2001). Con el ocaso de los partidos comunistas de principios del siglo XX y de las guerrillas de los 60 y 70 en gran parte de la región, esta nueva generación -conformada por partidos de masas que mantenían un pie en la arena parlamentaria y el otro en la sociedad civil- ha tenido que enfrentar tanto la crisis del marxismo como modelos estadistas de desarrollo y la ascendencia regional de políticas económicas neoliberales a finales de siglo (Ellner, 1993; Roberts, 1998; Castañeda, 1993; Keck, 1992). Los cambios en los debates sobre sexualidad, en otras palabras, deben comprenderse a través de los efectos mediadores de cambios mucho más amplios en el campo, teniendo lugar en los niveles nacional y transnacional.

La discusión en este artículo parte de un proyecto de investigación comparativo más amplio que explora la relación de activistas lésbicogay, bisexuales y transgéneros (LGBT) con la esfera pública en Brasil y México. Este proyecto envolvió casi tres años de trabajo de campo, que incluyó más de 100 entrevistas en cada país con activistas, militantes partidarios, servidores públicos, aliados y adversarios, como también investigación extensiva en archivos de activistas, partidos, y el Estado. Cabe estipular que uso la terminología 'gay y lésbica' y 'homosexual' por ser las principales identidades políticas empleadas por activistas y militantes partidarios en la época discutida en este artículo.

Estigma, institución y audiencia

Cuando activistas brasileños empezaron a acercarse a la izquierda, enfrentaron numerosos argumentos para bloquear sus esfuerzos. Muchos reiteraban prejuicios presentes en la sociedad más amplia -que la homosexualidad era una enfermedad, un vicio, etc.- pero otros se enmarcaban en discursos específicos de gran parte de la izquierda de la época. El estigma homosexual, por ejemplo, muchas veces se leía a través de un lente marxista que lo calificaba como un producto de la decadencia capitalista y una sexualidad burguesa. En su primera entrevista para tocar el tema, por ejemplo, el propio Lula confesó no conocer homosexuales de la clase obrera. (Lampião da Esquina, 1979, pp. 911). Similarmente, Giacondo Dias, secretario general histórico del PCB, reiteró: "Viví [en la Unión Soviética] y nunca los vi. En Cuba hay una campaña en su contra. Cuando la cuestión del homosexualismo sea un hecho social en Brasil, tendremos que enfrentarla" (Isto É, 1982, pp. 2627). Un militante del Movimiento Revolucionario Ocho de Octubre, antigua guerrilla entonces ligada al partido oficial de oposición, llevó el argumento más lejos, sugiriendo que el egocentrismo de los homosexuales les dificultaba adaptarse al trabajo colectivo, evidenciado en el reciente éxodo de miles de homosexuales cubanos en el Mariel, y que el socialismo corregiría estas tendencias (Okita, 1980). Implícita en muchas de estas representaciones estaba la noción de lo extranjero: homólogo a representaciones conservadoras de la homosexualidad como ajeno a 'tradiciones nacionales', aunque visto a través de un nacionalismo de izquierda que resaltaba el carácter culturalmente colonizado de una burguesía nacional desviada.

Más allá de una cuestión de representación política en lo abstracto, estas construcciones de sexualidad se inscribían en los cuerpos de los cuadros revolucionarios, disciplinando los límites de lo masculino y lo femenino en el nivel de la vida cotidiana. Después de regresar del exilio, por ejemplo, Herbert Daniel recordó sus experiencias en la guerrilla como sigue:

Ni puedo decir que fui homosexual cuando era guerrillero. Eché mano de mis sentimientos más íntimos para no perturbar la "gran revolución social". El homosexualismo, la menstruación, la locura, en vacilación: todos eran problemas que no podían estorbar la buena marcha de la lucha. Estaban todos en el capítulo "limitaciones para el guerrillero". Como todo problema, la solución era no tenerlos. Por eso pasé siete años en completa abstinencia sexual. La guerrilla me llevó a la castidad absoluta. Gozaba de un cuerpo completamente abstracto, que era un cuerpo de santo y de guerrillero (1983).

Al mismo tiempo, esta disciplina del cuerpo era invisible como cuestión política en la izquierda de la época, y la resignificación del cuerpo y de la vida cotidiana como terrenos eminentemente políticos sería crucial para su transformación.

Finalmente, más allá de estos rechazos explícitamente homofóbicos, el privilegio ideológico acordado a la cuestión de clase como el principal clivaje social que impulsaba la historia y al proletariado como el actor histórico clave también se avanzaban como razones para no encarar el tema. Para algunos, esto implicaba que la represión de homosexuales desaparecería con el fin de la lucha de clases; para otros, que la homosexualidad en sí lo haría. En este sentido, la sexualidad se incorporaba junto a otros temas defendidos por feministas, activistas afrobrasileños, y otros movimientos identitarios en la categoría de cultura,

o la superestructura. Acrecentando este rechazo estaba la percepción generalizada de que este tipo de movimiento estaba conformado en gran parte por la clase media y que canalizar recursos y energía en esta dirección resultaría una distracción e incluso un impedimento para la movilización de la clase obrera. Para muchos, estas llamadas 'luchas específicas' sólo debilitarían las fuerzas de la 'lucha general' (de clase): una posición que efectivamente descartaba el tema de la arena de acción política legítima. En este sentido, la apertura a la cuestión implicó una resignificación de lo político y lo que la izquierda en sí representaba, desplazando su identificación singular con la cuestión de clase.

En resumen, la izquierda partidaria en los años 70 presentaba un terreno hostil para los activistas que plantearon los primeros debates sobre liberación homosexual. No sólo gran parte de la izquierda compartía nociones estigmatizadoras presentes en la sociedad, sino que también existían preceptos ideológicos fuertes que excluían la legitimidad de cuestionar esta resistencia políticamente. El campo, sin embargo, estaba viviendo cambios considerables. Un factor crucial que contribuía a ellos era una reestructuración importante en las instituciones electorales. En 1979, en una tentativa de dividir a la oposición, el gobierno militar reemplazó el sistema bipartidario que había instalado en 1965 por un sistema multipartidario. Para la liberación homosexual, este cambio tuvo dos impactos significativos en la izquierda partidaria.

Primero, permitió la entrada de nuevos actores, definiéndose en contraposición al PCB y actuando como agentes de cambio cultural en el campo. En la época, los partidos tradicionales de izquierda -no sólo el PCB sino el Partido Comunista de Brasil (PC do B), proalbano- habían forjado alianzas tácticas con el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el único partido de oposición oficialmente autorizado, como parte de una estrategia amplia de 'frente democrático'. La implementación práctica de esta estrategia implicaba una subordinación de acciones autónomas de la izquierda a una oposición democrática más amplia organizada en torno al MDB y al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), su sucesor bajo el sistema multipartidario. Por lo tanto, mientras el PCB apoyaba un sistema multipartidario en principio, exhortó en contra de organizar partidos autónomos de oposición demasiado temprano, bajo el argumento de que sería divisivo y podría provocar un contragolpe militar (Santana, 2001; Bueno de Azevedo, 1995).

Esta estrategia, en realidad, llevaría al desmoronamiento del propio partido, mientras su hegemonía en la izquierda se desplazaba gradualmente a sectores ligados a sindicalistas independientes organizados en la Zona Industrial ABC de São Paulo, liderados por Lula, y su proyecto de construir un partido de trabajadores. Entre los sectores ligados a este proyecto estaban varios grupos trotskistas, incluida la CS, creada en 1978 precisamente con la idea de erigir un partido de izquierda de masas. La CS, de nuevo, se destacaría entre los diversos grupos en el campo por su participación en el movimiento de liberación homosexual en São Paulo. Con la fundación del PT en 1980, entró como corriente organizada, aunque en la práctica, manteniendo bastante autonomía. La CS y el PT representaron prácticamente la extensión de la apertura de la izquierda partidaria en la época.

Segundo, las nuevas oportunidades electorales de la izquierda cambiaron los cálculos de audiencia de muchos militantes -o sea, como construían lo que representaban ante diversas audiencias, variablemente definidas e institucionalizadas-, lo que llevó en cierta medida a erosionar la posición del obrero. Con más actores compitiendo en el campo -aunque inicialmente menos por electores que por cuadros potenciales-, también cambiaron las oportunidades para el ingreso de activistas. En cuanto la hegemonía en el campo pasó al PT, un partido de masas en una trayectoria crecientemente electoralista, la izquierda reformuló su identidad manteniendo un pie en la arena electoral y otro en la sociedad civil. A largo plazo, muchos actores partidarios desplazaron gradualmente sus cálculos de audiencia del obrero al elector, con la sociedad civil cayendo en algún lugar en el medio.

Siempre joven: resignificación de la revolución

Si estos cambios en las instituciones electorales reconfiguraron el campo, estas transformaciones también fueron fomentadas por procesos culturales más amplios. Como en muchos países en los 60 y 70, los jóvenes brasileños empezaron a exigir un cambio; una transformación generacional de creencias y valores empezó a enraizarse en la sociedad, especialmente en la juventud de clase media. Este cambio generacional finalmente encontró expresión en la izquierda partidaria, abriendo camino a la liberación homosexual. Dos manifestaciones relacionadas podrían destacarse. Primero, el país vio surgir una contracultura de jóvenes participando en flujos culturales transnacionales, que empezó a cuestionar, por una parte, construcciones de nación de la era populista a través de reinvenciones culturalmente híbridas y, por otra, ideas dominantes en la izquierda sobre el significado de lo 'político'. Segundo, los jóvenes también estuvieron al frente de un ciclo de protestas que abarcaba el movimiento estudiantil y varios movimientos identitarios, incluido el de liberación homosexual (Tarrow, 1994). Aunque las dos expresiones eran distintas y aunque muchos en la izquierda, e incluso en el movimiento estudiantil, descalificaban la contracultura y los movimientos identitarios como expresiones de una clase media enajenada, las preocupaciones originadas por éstos ultimadamente penetraron la izquierda también.

Con respecto a debates sobre la liberación homosexual en la izquierda, este cambio generacional expandió las oportunidades de penetrar el campo de dos maneras. Primero, creó un nuevo lenguaje político que cuestionó los significados históricamente vinculados a la política, la cultura, el cuerpo, el género y la vida cotidiana. Segundo, la entrada de una nueva generación de cuadros, particularmente desde el movimiento estudiantil, alteró la composición del campo y, por tanto, las expectativas en torno a quién y qué era representable. En resumen, tanto los actores en el campo como el lenguaje que hablaban estaban cambiando.

El final de los años 70 en Brasil se vino a conocer como el desbunde, una era de liberación cultural que coincidía con la apertura política anunciada por el régimen militar. A través de nuevas prácticas culturales, la juventud buscaba reconstruir los mitos de nación de la era populista y crear un nuevo lenguaje para su época. Parte de este lenguaje fue una celebración de libertad sexual. Cantantes populares como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Maria Betânia y otros artistas y escritores del Movimiento Tropicalista empujaban los límites de roles de género prescritos mientras impugnaban construcciones oficiales de nacionalidad. Con performances que quebraban las fronteras de género en su lírica y presencia en el palco, artistas como el grupo de cabaret Dzi Croquetes y la estrella de rock Ney Matrogrosso, que se asumió públicamente como homosexual, contribuyeron a la visibilidad en el país de identidades sexuales que rompían con la heteronormatividad (Silvério Trevisan, 2000).

Indudablemente, una expresión importante de esta transformación más amplia fue la creciente visibilidad de una subcultura lésbicogay politizada en grandes centros urbanos. El antropólogo y escritor argentino Nestor Perlongher (1987) describió así los cambios que vio en São Paulo durante su exilio:

Ahí ya aparece claramente el gay como personaje. Esto sucede alrededor de 1974... Esto fue antes de que apareciera el movimiento gay propiamente dicho. En verdad, estaba todo mezclado, el movimiento era contestatario, y el gay agarraba aventón. Había un local particular de reunión de esa gente, gaycontestataria, que era la Calle Nestor Pestana. Ya existía independientemente, como otro foco, el Largo do Arouche, también empezando a ser gay...

Durante toda la época, se mantiene una diferencia de clase muy clara; todos esos locales: Nestor Pestana, Largo do Arouche, eran disfrutados por gente de clase media... Lo importante era que en la época, quien daba las directivas en el mundo gay de clase media era la vanguardia teatral, más intelectualizada. Ellos acababan imponiendo el padrón gay/gay. Ya en el inicio de los 70 empieza a debilitarse ese padrón bicha/bofe ante la ideología que empezaban a propagar los teatrólogos. En los años 60, la bicha era la mujer, y el bofe era el hombre. Luego, en los años 70, ese esquema viene a ser cuestionado.

Perlongher resalta así una compleja interdependencia, en proceso de transformación, entre el espacio público, la identidad sexual, la política sexual, el mercado y la clase social. El espacio, sugiere, es un producto tanto geográfico como cultural, usado -o consumido- selectivamente por comunidades específicas, marcadas por clase, en un proceso que también las transforma, reconstituyendo comprensiones del Yo y la sexualidad, y estableciendo las bases para una política explícitamente contestataria.

Reflejando estos procesos culturales más amplios, son estas identidades reconfiguradas las que finalmente llegan al campo de la izquierda partidaria, de afuera hacia adentro. Cabe notar que la literatura sobre partidos políticos normalmente ignora esta dimensión de la política sexual, que refleja no sólo microprocesos de impugnación y cambio cotidianos muchas veces invisibilizados, sino también la manera en que ciertas inscripciones de sexualidades se incorporan selectivamente a la arena de la política formal. Vale la pena resaltar este punto, dada la extensiva literatura sobre sexualidades en Brasil que remarca la aparición reciente de identidades lésbicogay y sus límites cotidianos, especialmente cruzando líneas de región y de clase (Parker, 1986, 1999; Perlongher, 1987; Green, 1999).

En realidad, la izquierda partidaria y hasta sus simpatizantes estudiantiles muchas veces respondían a estos procesos culturales con hostilidad, pues se apartaban de ideas predominantes en el campo sobre el contenido y las metas de la política. En un incidente notorio en el Tercer Festival Internacional de Canto en São Paulo en 1968, por ejemplo, estudiantes de izquierda abuchearon a Caetano Veloso cantando "Es Prohibido Prohibir", provocando su reto al público desde el palco: "¿Ustedes son los que quieren una revolución? ¡No entienden nada!". La crítica literaria Heloisa Buarque de Holanda (1980) atribuye el desafío del Movimiento Tropicalista a la izquierda marxista (también reflejado en otras expresiones de la contracultura juvenil), en parte, a su escepticismo hacia el enfoque marxista en la conquista del Estado y, en parte, a su énfasis en una política de la vida cotidiana, en vez de un cambio estructural a largo plazo: "El Tropicalismo comienza a sugerir una preocupación con el aquí y ahora, comienza a pensar la necesidad de revolucionar el cuerpo y el comportamiento, rompiendo con el tono serio y la falta de flexibilidad de la práctica política vigente".

En una entrevista en 1979, el ex guerrillero e intelectual de izquierda Fernando Gabeira situó la contribución del movimiento de liberación homosexual a la izquierda de una manera bastante similar:

Si una persona está pensando en su felicidad sexual, no puede esperar 70 años para tener un orgasmo cuando la izquierda haga la revolución... El homosexual coloca la cuestión de la felicidad aquí y ahora, ¿entiendes? [...] Como no formuló una política sexual, [la izquierda] terminó adoptando la política sexual burguesa. En este sentido es que creo que existe una gran importancia en los movimientos de mujeres y de homosexuales, en el sentido de traer a la escena una política sexual de izquierda, pues ellos, en su desdoblamiento, según entiendo, ya serían esa política. (Rodrigues et al., 1979)

De hecho, a pesar del rechazo de muchos en la izquierda, las exhortaciones a una nueva noción de política no cayeron enteramente en saco roto, encontrando alguna resonancia ahí también. El propio Gabeira, por ejemplo, que había conquistado bastante renombre por su participación en el secuestro del embajador americano Charles Elbrick en 1968, regresó del exilio a captar la atención de jóvenes de la izquierda una vez más, levantando cejas al usar una tanga de ganchillos notoria en la playa, que algunos vieron como menos que masculino, y suscitando debates dentro del sector sobre género y sexualidad. En la época, Gabeira situó este diálogo como una síntesis entre la izquierda marxista institucional y la contracultura de jóvenes:

Mi reflexión, desde mi punto de vista individual, es que la transformación que ha habido desde la generación del 68 hasta ahora fue una división en términos de perspectiva de dos grupos básicos. De un lado, el grupo que salió hacia la guerrilla urbana, que ponía cualquier posibilidad de liberación en el contexto de transformaciones sociales. No había ninguna liberación individual que no dependiera de una transformación previa de la sociedad. Por otro lado, otra corriente, que fue el movimiento hippie y un sector de la clase media, buscando liberación individual, ignorando todas las transformaciones sociales, es decir, ubicando la cuestión de liberación más como una conquista personal que como un proyecto de transformar la sociedad en un momento dado... Pienso que ahora, en la década de los 80, existe una posibilidad de establecer una síntesis entre las dos visiones. (Ortiz, 1980, p. 11)

A pesar de la resistencia de muchos, el desbunde había preparado la escena para tal síntesis, si bien limitada. Para algunos militantes, 'apertura' llegó a significar un cuestionamiento de la autoridad en todas sus expresiones, incluidas las sexuales. En su candidatura infructuosa a la Cámara municipal de São Paulo en 1982, por ejemplo, la socióloga Caterina Koltai (PT) exhortó a los ciudadanos a cuestionar todo tipo de autoridad, incluidos los roles sexuales prescritos, en un panfleto provocadoramente intitulado "DESOBEDEZCA". Cuando la controversia despertada por el panfleto provocó su censura por parte de las autoridades electorales, Koltai respondió:

La prohibición de DESOBEDEZCA, por lo tanto, sirve para ilustrar el tenor de mi programa. Creo que el poder que nos oprime en la sociedad no es sólo aquel que es visible, el Ejercito, la Policía, el patronato, los Ministerios cerrados a nosotros, sino también instancias menos visibles, aunque no por eso menos poderosas, instancias morales y culturales. (Koltai, 1982)

Antes y más allá de cualquier consideración estratégica, en otras palabras, la incorporación de este tipo de tema por la izquierda envolvió una reinscripción del significado de lo 'político' y de los límites de la representación legítima.

Movilización por el cambio

De nuevo, aunque muchos en la izquierda rechazaron la contracultura como reflejo de una juventud culturalmente colonizada y una distracción del proyecto central de transformación estructural, la importancia creciente de una nueva generación de cuadros creó espacios donde algunos de sus cuestionamientos resonaban. Hasta ahora, mi discusión se ha enfocado en transformaciones contextuales que estaban tanto alterando la composición y los cálculos de audiencia como expandiendo el repertorio discursivo disponible en el campo de la izquierda partidaria. Aquí, considero los actores específicos que impulsaron estos debates, resaltando el papel de antiguos exiliados políticos y de nuevos cuadros procedentes de un ciclo de protesta social encabezada por jóvenes.

Se ha resaltado el papel importante de exiliados que regresaron a Brasil después de la ley de amnistía de 1979, en movimientos sociales (Alvarez 1990; Green 1994). Quizás no sorprenda, por lo tanto, que cumplieron un papel parecido ocupándose de temas asociados a la llamada "nueva izquierda" en la izquierda partidaria también. En Rio de Janeiro, por ejemplo, un pequeño grupo de antiguos exiliados políticos -varios de los cuales fundarían el Partido Verde en Brasil en 1985- empezó a sostener discusiones sobre sexualidad y género en las oficinas estatales del PT, como una serie de debates sobre los 'temas malditos' en 1983, de nuevo organizada por Herbert Daniel. Un participante del grupo, elegido diputado del estado en 1982, recuerda las razones que lo llevaron a posicionar la política sexual como un foco central de su campaña:

Fue por varias razones. Primero, vine con esas nuevas ideas de los últimos años, que me removieron un poco la manera de pensar. El hecho de estar viviendo en Francia [...] Fui influenciado y traje ideas que en la época eran novedad, porque los partidos políticos no discutían eso. No eran consideradas un tema político. Hoy, claro, esos temas ya están politizados pero en la época no lo estaban. Entonces, fue una campaña que causó una sorpresa muy grande y tuvo un cierto impacto... Esa campaña, en verdad, fue una relación entre temas alternativos ligados a temas más institucionales, a los temas de política económica, etc. [...] Correspondía también una cierta influencia de Foucault, de discutir el micropoder: la cuestión de relaciones de poder en la sociedad, no en el Estado, sino en las relaciones sociales... Y tercero, uno de los coordinadores de mi campaña también era Herbert Daniel, que era un intelectual, escribió libros, y tenía una reflexión sobre la homosexualidad. (Vieira, 2001)

Esta experiencia de exilio -entre otros vínculos-, por supuesto, sitúa a la izquierda partidaria en Brasil en un campo más amplio de debate y organización marxista transnacional. Si la arena transnacional tal vez ofrecía estrategias discursivas nuevas, no obstante, sus ventajas ultimadamente dependían de la fuerza y posición de actores en el nivel nacional que buscaban el cambio. En el PCB, por ejemplo, una facción simpatizante del eurocomunismo empezó a impulsar debates sobre cultura y género en el partido. Su posición en el PCB, sin embargo, era relativamente débil, sin un apoyo significativo entre el liderazgo y, sin duda, obstaculizada por la existencia informal del partido hasta 1985 y la aparición del PT mientras tanto como una alternativa electoral. Dado este contexto desfavorable, el tema de la homosexualidad en particular parecía sobrepasar los límites del cambio. En 1984, la revista Isto É reportó la derrota después de debates acalorados de una moción presentada en el congreso estatal del partido en São Paulo demandando más atención a los temas de sexualidad, comportamiento y moral. El artículo también remarcó la influencia del eurocomunismo en ciertos sectores del partido -particularmente su impacto en el sector de jóvenes y sus expresiones en el suplemento juvenil del periódico partidario- pero estipuló que con respecto al tema de la homosexualidad, incluso los reformadores tenían una posición gradualista.

Como sugiere este ejemplo, por lo tanto, existía un cierto paralelo entre los procesos de resignificación cultural e hibridización que tenían lugar en el Tropicalismo y otras expresiones contraculturales y el papel de cuadros jóvenes que empleaban corrientes transnacionales para intentar renovar debates en la izquierda. En un diálogo intergeneracional entre antiguos exiliados y jóvenes en 1982, una joven discutió la resonancia de las ideas que éstos trajeron como sigue: "Cuando Gabeira llegó, trajo un discurso nuevo. Pero él fue importante porque esas cosas ya estaban aquí, en la cabeza de la gente. Él fue una gran fuerza para nosotros justamente por haber venido de otra generación y al mismo tiempo por conseguir estar tan cerca de lo que las personas estaban sintiendo y pensando" (Calirman, Bastos, Lipiani, Azevedo, Chor y Soriana, 1982).

No es coincidencia, por supuesto, que el grupo que abrió los primeros debates sobre la homosexualidad y los llevó más lejos surgiera de las universidades. En 1982, la CS atribuyó casi todo su crecimiento y 90% de sus cuadros existentes al movimiento estudiantil de los 70 (CS, 1982). Y, notablemente, la decisión del liderazgo ese año de cambiar su enfoque de estudiantes a obreros también marcó el final de su participación activa en el movimiento de liberación homosexual, como un líder del partido recuerda:

Cuando fundamos la Convergencia, nuestro peso más importante era en el movimiento estudiantil. Era donde teníamos más militantes. Entonces, evidentemente, la facilidad incluso con que esa propuesta fue asimilada tenía que ver con el gran peso de la clase media y el movimiento estudiantil que tenía una facilidad: era más abierta a la discusión de esos temas que los movimientos sindicales o cosas por el estilo [...] Hasta el comienzo de la década de los 80 -82, 83- actuamos con mucha fuerza en el movimiento estudiantil. Y después dimos un giro hacia los sindicatos, porque era donde, en nuestra evaluación, se estaba desarrollando un proceso de recomposición, de reorganización del movimiento obrero brasileño. Y que era necesario entrar para que nuestro partido pudiera participar en ese proceso. El sector estratégico para la construcción de nuestro partido es la clase obrera, por la concepción que tenemos de transformación socialista de nuestro país por una revolución. Entonces el giro de fuerzas políticas que dio nuestro partido hacia el sector obrero y el sector sindical tiene que ver con esa concepción general nuestra. (De Almeida, 2001)

En otras palabras, cuando la atención del partido viró hacia el enfoque histórico de la izquierda, también cambiaron sus cálculos de audiencia y el lugar de la liberación homosexual.

Además del movimiento estudiantil, este cambio generacional encontró expresión en varios movimientos sociales identitarios, incluido el de liberación homosexual, que también se convirtieron en una fuente de nuevos cuadros. Más allá del apoyo a demandas específicas, el significado más amplio de su entrada al campo fue la presencia de varios actores colectivos presionando en conjunto por una nueva lógica de representación sectorial para grupos identitarios. Esta lógica, basada en la noción de doble militancia y, en cierto sentido, extendiendo la aproximación histórica de la izquierda a sindicatos, buscaba establecer vínculos institucionales entre la izquierda partidaria y sectores emergentes de la sociedad civil. Aunque la liberación homosexual no llegó a ser una prioridad para estos partidos en la época, limitada no sólo por las barreras de estigma sino también por la ausencia de una base de apoyo de masas visible, los activistas pudieron aprovecharse de esta transformación más amplia para empujar los límites de la representación legítima y el significado de 'lo político'.

En 1979, activistas lésbicogay en la CS establecieron una Facción Gay con la doble agenda de concientizar al partido sobre la liberación gay e impulsar una agenda socialista en el movimiento. Sus dobles militantes en Somos, el principal grupo lésbicogay en São Paulo, promovieron el primer mitin público lésbicogay en el país el 20 de noviembre de ese año, parte de una concentración más amplia para marcar el Día Nacional de Zumbi organizada por el Movimiento Negro Unificado, donde el partido también tenía una fuerte presencia. En 1980 promovieron la participación de activistas junto a obreros en una manifestación el 1 de mayo en el Distrito Industrial ABC de São Paulo; y de nuevo, el año siguiente, bajo la consigna "Homosexuales Construyendo el PT" (Green, 2000). De hecho, la actuación de dobles militantes y su promoción de vínculos con la izquierda despertaron tensiones en torno a la cuestión de autonomía que terminaron fracturando a Somos y al movimiento en São Paulo. Después de que el CS entró al PT como corriente organizada, miembros de la facción participaron en los primeros esfuerzos efímeros de organizar un núcleo homosexual en ese partido también.

En el Partido de los Trabajadores -proyectando esta discusión a debates más recientes- cabe mencionar que, si bien ha habido una mayor apertura a los derechos sexuales y mayor institucionalización de la presencia de dobles militantes, estos logros han sido circunscritos en algunos sentidos por su giro electoral. Por una parte, después de varios intentos infructuosos en los años 80, un núcleo LGBT duradero se consolidó en São Paulo en 1992. En 2001, el partido dio otro paso, creando un sectorial LGBT en el nivel nacional, bajo el ala de su Secretaría de Movimientos Populares, con la idea de darles a militantes LGBT en el partido mayor voz en su programa para el sector.

Al mismo tiempo, este giro electoral ha fomentado una lógica más susceptible a cálculos políticos en torno a la representación de un grupo estigmatizado, mientras que ha disminuido el peso de organizaciones partidarias de representación sectorial en general. La importancia de este tipo de cálculos electorales se manifestó dramáticamente cuando líderes partidarios vetaron la candidatura de Fernando Gabeira como vicepresidente de Lula en 1989; como él y un miembro del comité ejecutivo nacional en la época recuerdan:

En realidad, yo fui escogido en la elección de 1989 a ser el vice de Lula. Con Lula en el puesto de presidente, y yo fui escogido por la convención del PT, por mayoría, para ser el candidato a vice. Entonces hubo una enorme reacción de sectores más conservadores que apoyaban el PT: los comunistas prochinos, el partido socialista, que decían que yo no tenía el perfil adecuado. Pensaban que yo no era, digamos así, suficientemente viril para ser el candidato en esa planilla, porque no tenía la masculinidad muy bien definida como candidato. Y pensaban que mi defensa de la legalización de la marihuana podría traer problemas. (Gabeira, 2001)

Creo importante comentar sobre eso porque aquella apertura del PT tiene sus límites -la principal resistencia dentro del PT al nombre de Gabeira como vice- y era el nombre más fuerte, incluso, entre los militantes del PT. Algunos años antes había sido candidato a gobernador de Rio, y había salido bien y tal. La principal resistencia fue porque su imagen estaba muy vinculada al movimiento gay, aunque nunca había participado formalmente. Pero todo el debate que había provocado había dejado esa imagen. Había gente que decía: estamos contra la discriminación, pero no podemos colocar a alguien visto con el movimiento gay como vicepresidente, porque provocaría la resistencia del electorado... En el caso del liderazgo del PT, me acuerdo que había varios que lo decían explícitamente: Gabeira no puede, por esa razón. (Machado, 2001)

Reflejando el giro electoral de la izquierda, los cálculos electorales entonces han dominado paulatinamente una contemplación a la base, ya sea definida en torno a una clase social específica o una construcción más amplia, como 'sociedad civil'. Al mismo tiempo, y como consecuencia, el lugar de las estructuras de base que ayudaron a construir el partido se ha erosionado, como sugiere un petista de muchos años y ex líder de la Comisión de Derechos Humanos en la Cámara de Diputados:

El concepto organizativo del partido que llevaba la idea de núcleos está muy vinculado a la idea de un partido militante, un partido de militantes, que se reúnen todos los días. El PT no es eso. El PT tiene una base militante y una base mucho mayor de simpatizantes, de amigos y electores. Es un partido de masas. ¿Y qué es el núcleo? El núcleo es la antigua célula de los partidos comunistas. Viene de una idea leninista de organización. Por eso no funciona. (Rolim, 2001)

Si acaso, este tipo de organización llega hoy a ejercer una influencia coyuntural en periodos electorales. En su primer mandato presidencial, el gobierno de Lula dio pasos importantes en el área de derechos sexuales, notablemente, con la creación del programa Brasil Sin Homofobia, buscando incorporar políticas públicas para combatir la homofobia en todos los ministerios federales participantes. Es destacable, sin embargo, que estas medidas se hayan desarrollado a través de burocracias ejecutivas, de alguna manera apartadas de los cálculos políticos y electorales característicos de legislaturas, y marcan un contraste notable con la inacción del gobierno en torno a la agenda legislativa del movimiento. Y aunque el gobierno Lula ha creado vínculos con el movimiento, esta apertura se ha dado principalmente a través de contactos con organizaciones no gubernamentales externas, mientras que el sectorial LGBT del PT ha sido en gran parte marginado.

Conclusión

Este artículo ha buscado trazar factores que fomentaron una apertura inicial a debates sobre la liberación homosexual en partidos de izquierda brasileños, en efecto, abriéndoles a activistas las primeras puertas a la política formal. Por una parte, resalté transformaciones en la composición del campo, provocadas por cambios institucionales y la entrada de una nueva generación de cuadros; por otra, la expansión del repertorio discursivo disponible, fomentado por contraculturas juveniles, nuevos movimientos sociales y debates de izquierda transnacionales. Cabe sugerir, en conclusión, algunas maneras en que esta discusión podría contribuir a nuestra comprensión de partidos políticos y sexualidades.

Primero, dejando de lado aproximaciones que enmarcan a partidos políticos como actores racionales unitarios o incluso como arenas de conflicto entre facciones cuyas identidades e intereses pueden suponerse a priori (Kitschelt, 1989; Carey, 1997; Shugart y Carey 1992; Downs, 1957), encuadré la discusión a través del lente de la teoría de campos, como una especie de 'orden negociado' en el que los significados son impugnados y las identidades cambian (Fine, 1993). Esta manera de abordar el tema permite considerar cambios tanto institucionales como culturales y, así, resaltar microprocesos contestatarios en torno a significados que tienen lugar tanto dentro como fuera de partidos y los vínculos entre ellos: una dimensión sociológica muchas veces ignorada en la literatura sobre partidos políticos, contribuyendo al cambio de abajo hacia arriba y de afuera hacia adentro.

La discusión también vincula cambios en los debates sobre sexualidades en la izquierda, en lo referente a un giro más amplio hacia la sociedad civil. Para explicar este giro, algunos investigadores han resaltado el debilitamiento de sindicatos precipitado por la crisis económica de los años 80 y la implantación del neoliberalismo (Ellner, 1993; Roberts, 1998). Al acentuar los actores promoviendo cambios, transformaciones en los repertorios discursivos y los contextos fluidos en los que actuaban, este artículo sugiere que este proceso, en realidad, empezó antes, por lo menos en Brasil, y que fue impulsado más por demanda que por oferta, desde la perspectiva de partidos políticos. Es decir, incluso en Brasil, donde el trabajo sindicalizado, de hecho, estaba cobrando fuerza en la época, la llegada de nuevos actores con nuevas demandas -especialmente jóvenes- no podía ser completamente ignorada. Por ende, la discusión también implica que la expansión de la agenda de la izquierda más allá del clivaje central de clase tiene que ver tanto con el modelo de desarrollo de los 50 y 60 (y sus desencantos) como con el modelo neoliberal de los 80 y 90; y de hecho, estos cambios tienen que ver más con instituciones políticas que con modelos económicos.

Finalmente, el enmarcar a la izquierda partidaria como un campo cultural nos permite considerar sus construcciones específicas de sexualidades, su lógica y las condiciones para su impugnación y su cambio. Esta manera de abordar el tema podría extrapolarse a otros campos impugnados por activistas, con construcciones de sexualidades y dinámicas contestatarias específicas: el movimiento feminista, departamentos policiacos, la prensa, el campo médicopsiquiátrico, etc. Esta observación no sólo permite considerar el activismo en cada campo en sus especificidades sino que también implica que las identidades sexuales en sí pueden entenderse como constituidas en múltiples campos, de manera polivocal.


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Fecha de recepción: 29 de octubre de 2006 • Fecha de modificación: 8 de abril de 2007 • Fecha de aceptación: 30 de octubre de 2007

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