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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.28 Bogotá Sep./Dec. 2007

 

¿Se nace o se hace?: Repertorios interpretativos sobre la homosexualidad en Bogotá*

Is One Born or does One Become?: Interpretative Repertoires of Homosexuality in Bogotá

Nascem ou se tornam?: Repertórios interpretativos sobre a homossexualidade em Bogotá

Por Angela Estrada**, Marlon Ricardo Acuña Rivera***, Leoncio Camino****, Martha Traverso-Yepes*****

* Este trabajo hace parte de la disertación doctoral "Narrativas y políticas de la homosexualidad en Bogotá", adelantada por Angela María Estrada en el Programa Integrado de Doctorado en Psicología Social de las Universidades Federales de Paraíba y Río Grande del Norte en Brasil.

** Psicóloga; Magíster en Investigación y Tecnología Educativas; actual Profesora Asociada, Departamento de Psicología, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Líder del Grupo de Investigación en Psicología Social Crítica. Correo electrónico: aestrada@uniandes.edu.co

*** Estudiante de Psicología y Ciencia Política, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Asistente de Investigación Grupo de Investigación en Psicología Social Crítica. Actualmente adelanta su trabajo de grado en Psicología en el marco de esta disertación doctoral. Correo electrónico: marl-acu@uniandes.edu.co

**** PhD en Psicología Social, Universidad Católica de Louvain, Bélgica; actual profesor, Departamento de Psicología Social, Universidad Federal da Paraíba, Brasil. Orientador de esta disertación doctoral. Correo electrónico: leocamino@uol.com.br.

***** Pregrado en Psicología, Universidad de Guayaquil, Ecuador; doctorado en Psicología Social, Universidad Complutense de Madrid, España; Posdoctorado en Salud Comunitaria, Memorial University of Newfoundland, Canadá; actual profesor, Universidade Federal do Rio Grande do Norte, Brasil. Lectora de esta disertación doctoral. Correo electrónico: traverso@ufrnet.br.


Resumen

Este artículo expone las tensiones y supuestos bajo los cuales se han venido entendiendo y agenciando las prácticas homoeróticas. En este sentido, recurre a los desarrollos historiográficos de la Psicología Social Crítica para identificar las nociones que se derivan del yo y la identidad personal. Se ilustran igualmente las propuestas socioconstruccionistas para una construcción social de la sexualidad. También se exponen algunas tensiones contemporáneas entre los Estudios LGBT****** y la Teoría Queer. Se expone el modelo de los repertorios interpretativos de Potter y Wetherell para orientar el análisis de las argumentaciones que ofrecieron los participantes del estudio ante la disyunción: esencialismo (nacen)construccionismo (se hacen) de la homosexualidad. Los resultados obtenidos evidencian cómo losas participantes emplearon recursos retóricos tales como la deconstrucción con un potencial de resistencia y reflexividad posibilitador de cambios discursivos para la cultura. A manera de comentario final, se propone la plasticidad erótica como un patrón que caracteriza narrativas contemporáneas sobre la homosexualidad.

Palabras clave: Homosexualidad, identidad, Psicología Social, Psicología Crítica, análisis del discurso, repertorios interpretativos.


Abstract

This article discusses the tensions and assumptions underlying the understanding and implementation of homoerotic practices. It refers to the historiographic developments of Critical Social Psychology to identify notions that are derived from the self and personal identity. It also presents the socioconstructionist approach to the social construction of sexuality. Additionally, it exposes some of the current tensions between LGBT Studies and Queer Theory. The article employs Potter and Wetherell's model of interpretive repertoires to guide the analysis of arguments presented by participants in the study to the disjunction between essentialism (being born homosexual) and constructionism (becoming homosexual). The findings show how participants used rhetorical resources such as deconstruction, with its potential for resistance, and reflexivity, which can trigger discursive changes in the culture. To conclude, the article proposes that contemporary narratives of homosexuality are characterized by erotic plasticity.

Key words: Homosexuality, identity, Social Psychology, Critical Psychology, discourse analysis, interpretative repertoires.


Resumo

O artigo expõe as tensões e os supostos sob os quais têm sido entendidas e agenciadas as práticas homoeróticas. Neste sentido, apela aos desenvolvimentos historiográficos da Psicologia Social Crítica para identificar as noções que se derivam do eu e da identidade pessoal. Igualmente são ilustradas as propostas sócioconstrucionistas para uma construção social da sexualidade. Também são expostas algumas tensões contemporâneas entre os Estudos LGBT e a Teoria Queer. Apresentase o modelo dos repertórios interpretativos de Potter e Wetherell para orientar a análise das argumentações que ofereceram os participantes da pesquisa frente à disjunção: essencialismo (nascem) construcionismo (tornamse) da homossexualidade. Os resultados obtidos evidenciam a maneira como os/as participantes empregaram recursos retóricos tais como a deconstrução com um potencial de resistência e reflexividade possibilitador de mudanças discursivas para a cultura. Como comentário final propõese a plasticidade erótica como padrão que caracteriza narrativas contemporâneas sobre a homossexualidade.

Palavras chave: Homossexualidade, identidade, Psicologia Social, Psicologia Crítica, análise do discurso, repertórios interpretativos.


Los desarrollos contemporáneos de la genealogía de la sexualidad señalan que ésta, más que cualquier otra necesidad humana, ha sido objeto de agudas problematizaciones y complejas formas de regulación y control a lo largo de la historia. Así, pues, desde la Antigüedad, la sexualidad ha sido objeto de una preocupación moral que ha llevado a los seres humanos a desarrollar formas de interpretación y construcción variables sobre el deseo y los sujetos que lo encarnan.

En esta perspectiva, la historia de la sexualidad no puede ser centralmente el relato de "las conductas y prácticas sexuales, según sus formas sucesivas, su evolución y su difusión", sino más bien "una historia del contexto teórico y práctico al que está asociada" (Foucault, 1993, p. 7); es decir, una historia de los saberes y de los sistemas de regulación con base en los cuales se ha construido y transformado la experiencia de los sujetos de deseo a lo largo de la historia.

Históricamente, es de particular interés establecer el lugar que han ocupado las relaciones homoeróticas en los sistemas culturales de interpretación y regulación de la sexualidad en su conjunto, puesto que, se presume, tales interpretaciones han operado como dispositivos de regulación de la sexualidad como tal. En otras palabras, se trata de repensar la historia de la producción del sujeto desde el lugar del homoerotismo (Giraldo Botero, 2006).

Algunas de las prácticas eróticas de la Antigüedad fueron objeto de una compleja reflexión y regulación social -al menos por parte de los filósofos-, pero también objeto de la poesía erótica entre mujeres como Safo de Lesbos. Puede afirmarse que durante esta época mucha gente se ocupaba de construir una estilística de la existencia, una ética de la vida cotidiana y de la erótica. Tal 'esplendor' quedó sepultado con las Teologías de la Alta Edad Media y el nacimiento de los Estados modernos.

En ese tránsito, el homoerotismo ha pasado de ser una práctica erótica entre otras, a una tentación de la carne a la que todos estaban potencialmente expuestos, a una categoría identitaria, 'un tercer sexo' que, en los tiempos modernos, muchos atribuyen a determinaciones de carácter biológico. Socialmente, la homosexualidad, una producción moderna que copa el espacio discursivo del homoerotismo, opera como sistema de regulación de la identidad masculina, en tanto 'la homosexualidad' representa culturalmente todo lo que el hombre no debe ser. Por su parte, el homoerotismo femenino ha adquirido el índice de la negación, lo que no existe, de lo que no se habla. En conjunto, la estigmatización de la homosexualidad como categoría identitaria parece servir a la reproducción de la heterosexualidad obligatoria.

Uno de los mecanismos de significación más poderosos para el sostenimiento cultural de la heterosexualidad obligatoria se encuentra en la conexión de significado que articula sexo/género/deseo, como cadena determinista en el proceso de subjetivación; es decir, un axioma no explorado, tanto en las explicaciones cotidianas como en las concepciones 'científicas', según el cual el sexo determina el género y estos dos, a su vez, determinan los cuerpos/ objetos adecuados del deseo (Butler, 2001; 1990).

Se trata de una explicación naturalista que asume sin cuestionar un axioma esencialista y binario que sustenta los modelos de identidad de género legitimados en Occidente (siendo sus opciones femenino y masculino). En tal sentido, en la historia contemporánea, tanto en las disciplinas sociales como en las explicaciones cotidianas, se ha consolidado una jerarquía sexual que establece el límite entre una sexualidad aceptada y reconocida como saludable y la que no. Aunque en tal jerarquía, la línea entre lo normal y lo anormal viene desplazándose, de forma que el espectro de las prácticas y preferencias sexuales reconocidas viene ampliándose, el parámetro de la sexualidad normal, natural, saludable y 'santa' sigue siendo heterosexual, realizada en el contexto conyugal y monógamo, reproductivo, y practicada en el hogar (Rubin, 1993).

En el contexto del presente trabajo se privilegian las críticas a tales políticas de la identidad adelantadas en dos campos académicos y políticos contemporáneos: la teoría queer y la Psicología Social socioconstruccionista.

La formulación queer, adelantada por Judith Butler, señala que no existe un sexo prediscursivo que sirva como referencia estable para la construcción cultural del género; más bien, este último debe ser visto como el conjunto de prácticas que cada individuo realiza en el marco de unos regímenes normativos que se van materializando en el cuerpo (Butler, 1993). Tal materialización puede consolidar perspectivas, bien de sumisión, bien de resistencia, o bien de insubordinación (Butler, 1993).

La teoría queer propone una postura resistente a las políticas de la identidad, caracterizada por la oposición a la ubicación subjetiva de una categoría identitaria particular: asumirse como queer es resistirse a la categorización de género y ser solidario con las luchas de exclusión y discriminación.

Implica también operar una distinción crítica y reflexiva para los propios relatos identitarios, entre la funcionalidad de la categoría homosexualidad, construida por la modernidad en Occidente, y la libertad de las preferencias y prácticas eróticas entre distintas personas y en cada una de éstas en distintos momentos de su ciclo vital.

Por su parte, la psicología socioconstruccionista señala críticamente cómo actualmente la exclusión de lo otro opera en el marco de unas políticas de la identidad que la psicología tradicional ha contribuido a legitimar (Sampson, 1993). En efecto, los modelos identitarios de la psicología moderna han privilegiado como parámetro de 'normalidad', características masculinas, heterosexuales, de clase media y occidentales, para legitimar un individualismo autocontenido que desconoce la génesis dialógica del yo, configurando una economía discursiva en la que lo otro resulta necesariamente estigmatizado.

En los tiempos contemporáneos, la exclusión y la estigmatización operan ya no sólo desde la matriz heterosexual, sino también en los límites que cada categoría de sujetos está dispuesta a reconocer; por ejemplo, una concepción biologicista y esencializada de la homosexualidad tiende a excluir tanto a la bisexualidad como a los sujetos queer, particularmente, por la concepción naturalizada tanto sobre los objetos de deseo adecuados para cada categoría identitaria como por la estabilidad atribuida a cada una de ellas.

La variabilidad histórica de las interpretaciones y los discursos culturalmente legitimados sobre la homosexualidad, la evidencia de que durante muchos períodos de la historia la homosexualidad hizo parte de una erótica mucho más compleja que incluía relaciones tanto hetero como homoeróticas, y la deconstrucción de los determinismos sobre los objetos adecuados de deseo, en conjunto, permiten proponer la tesis de que los seres humanos estamos en capacidad de constituir a otros, independientemente del sexo, en sujetos de deseo, siendo los sistemas de regulación de la identidad los que limitan culturalmente las opciones. En el proceso de socialización humana, tales límites culturales se construyen mediante aprendizajes emocionales, 'pánicos eróticos' (Rubin, 1993), elicitados, al menos en parte, de manera ideológica mediante asociaciones entre la homosexualidad y el estigma social.

Si se acepta lo anterior, entonces, ¿cómo explicar la homosexualidad, sin caer en discursos esencialistas o individualistas, insostenibles ya argumentativamente? La hipótesis implícita de esta propuesta, siguiendo a Judith Butler, es que aunque se acepte que la restricción de género es constitutiva, las autonarraciones homosexuales (en cuanto lugar subjetivo, tanto de inteligibilidad como de abyección del sujeto, Butler, 2002) parecen ser el resultado, de realidades construidas conversacionalmente (Shotter, 2001) en las que los roles emocionales o expresivos (pánico erótico, efecto performativo del nombre propio, etc.) juegan un papel determinante.

Con base en lo anterior, puede afirmarse que si bien la patologización y la exclusión de los sistemas de protección social de la población LGBTT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y transgeneristas) han venido rectificándose lentamente (en Occidente y en el caso colombiano en particular) en los discursos y saberes expertos (psiquiatría, psicología y derecho, principalmente), la estigmatización de la homosexualidad como fenómeno cultural que reproduce la heterosexualidad obligatoria mantiene plena vigencia.

Entre nosotros, a pesar de algunas conquistas en el plano de los derechos, homosexuales, bisexuales y otros siguen siendo víctimas de crímenes de odio y exclusión social, ante la carencia de políticas públicas más sólidas que sancionen y pongan límite a los comportamientos homofóbicos, que siguen teniendo una enorme legitimidad cultural (Colombia Diversa, 2005).

El presente artículo busca alcanzar dos objetivos: a) presentar algunos de los debates conceptuales más potentes para la comprensión del homoerotismo contemporáneo y b) exponer algunos avances del análisis del discurso que buscan caracterizar y comprender cuáles son los recursos discursivos (Potter y Wetherell, 1987, 1995; Wetherell y Potter, 1988; Willig, 2001) que están empleando gays, lesbianas y bisexuales en sus relatos de identidad y sus explicaciones cotidianas sobre la homosexualidad. En ambos casos, lo expuesto en estas páginas se basa en los avances de una disertación doctoral adelantada sobre esta temática.

La emergencia de la autonarración en el marco de una nueva Psicología Social

Como es ya bastante difundido, durante la primera mitad del siglo XX, con el auge del paradigma empírico analítico en las ciencias sociales, la Psicología Social inició un complejo y fragmentado proceso de desarrollo, caracterizado, de un lado, por la división entre lo que ha llegado a reconocerse como Psicología Social informada sociológicamente y la informada psicológicamente (Stryker, 1983; Álvaro, 1995; Farr, 1996; Álvaro y Garrido, 2003); y de otro, por los desarrollos típicamente atribuidos a un contexto geopolítico particular; durante ese período, se reconoce la existencia de varias psicologías sociales geográficamente delimitadas: entre ellas, la norteamericana, la europea, la latinoamericana y la soviética.

La reciente y escasa historiografía de la Psicología Social nos permite afirmar que:

a) los productos más consolidados por la Psicología Social empírico analítica que privilegia una racionalidad instrumental caracterizan una psicología local norteamericana, difundida por los órganos de la APA como la única Psicología Social científica en el mundo, apelando a argumentaciones fundacionales que hoy en día no se sostienen, toda vez que la psicología de Lewin tuvo más impacto que el conductismo en psicología social, incluso en Norteamérica (Farr, 1996).

b) ante el reconocimiento de que la Psicología Social no mejoraría su capacidad explicativa sobre los fenómenos psicosociales (Moscovici, 1991) -objeto de estudio de tal disciplina-, estudiando únicamente características propias del funcionamiento psicológico individual, desde sus inicios la Psicología Social europea se dedicó a la búsqueda de otro paradigma científico, que denominó la dimensión social (Tajfel, 1984), caracterizado por la articulación de: factores de los procesos sociales de amplia escala, procesos que forman el funcionamiento social, y características del funcionamiento psicológico humano, para el estudio de los problemas de la psicología social, proponiendo, desde entonces, un paradigma transdisciplinar para la Psicología Social.

c) el campo de la Psicología Social conocida con el adjetivo de sociológica, que estableció desde sus inicios el carácter transdisciplinar de su estatuto científico, definiendo su campo como una interface entre la psicología y la sociología, aportó desarrollos tan significativos como el interaccionismo simbólico, la etnometodología y el enfoque dramatúrgico, los cuales contribuyeron en dos sentidos a consolidar una plataforma de despegue para una Psicología Social posmoderna: por un lado, se unieron a las voces que para la década de los sesenta señalaban una profunda crisis en Psicología Social, y por otro, maduraron un punto de vista científico preparado para recibir el giro lingüístico, que ponía en cuestión toda aquella psicología que empleaba el lenguaje como un medio neutro y seguro para acceder a la 'parafernalia mental'.

d) la denuncia de una crisis en la Psicología Social a partir de la década de los sesenta llevó a algunos psicólogos sociales, tanto norteamericanos como europeos (Sampson, 1978, Gergen, 1985, 1996; Harré, Clarke y De Carlo, 1989; Shotter, 1993; Ibáñez, 2001; Parker, 1994), a denunciar la necesidad de una tercera revolución en Psicología Social (siendo las dos anteriores la conductista y la cognitiva), con base en dos argumentos: la impotencia de la Psicología Social para acompañar las preocupaciones cotidianas de la gente común y corriente, en razón del recorte de la base social de los fenómenos de estudio en el laboratorio, y la urgencia de que toda teoría psicológica se articulara simultáneamente como una teoría cultural (crisis de relevancia y de pertinencia), facilitaron la apertura al tránsito de la epistemología a la sociología del conocimiento como campo para pensar las bases sociales del conocimiento científico.

Los psicólogos sociales citados arriba se articularon, a partir de la década de los ochenta, en torno a una nueva propuesta paradigmática denominada socioconstruccionismo, que definió un estatuto histórico crítico para la psicología social. Aunque sus seguidores contemporáneos han desarrollado caminos y agendas de investigación que sostienen intensos debates, haciendo de este campo una arena productiva y vigorosa, derivaron para la Psicología Social, en particular (pero afectando el estatuto completo de la psicología), las consecuencias de la falla en la función referencial del lenguaje, el carácter histórico del conocimiento psicológico y su función como dispositivo complejo de poder en la producción privilegiada de determinadas narrativas del self, así como la restricción y/o patologización de otras, y en general, la función de los proyectos políticos y los juegos de poder en el sostenimiento de ciertas formas de comprensión científica a lo largo de la historia (Gergen, 1985).

En particular, el trabajo de Kenneth Gergen se ha orientado al desarrollo de una teoría construccionista del self, coherente con los planteamientos desarrollados en campos tales como la teoría queer.

Reconociendo el carácter históricamente variable de la dinámica social, asuntos como la identidad personal -conceptualizada en una lógica esencialista y fija- quedan puestos en tela de juicio (Gergen, 1996). La fe ciega en la relación significadosignificante le ha otorgado al lenguaje científico un poder incontrolado a través del cual logra transformar la realidad y el mundo en sí, al tiempo que defiende su carácter neutral y objetivo. En la evidencia del lenguaje escrito, los escritores de novelas, de filosofía y de psicología han retratado con frecuencia la conciencia humana como un flujo continuo (Gergen, 1996); los historiadores, por su parte, sugieren que las explicaciones de la acción humana difícilmente pueden proceder sin una incrustación temporal (Gergen, 1996). Comprender la acción, en últimas, implica situarla en un contexto de acontecimientos precedentes y consecuentes (Gergen, 1996).

El concepto de autonarración, en particular, es portador de una afinidad con una variedad de propuestas desarrolladas en otros dominios de la psicología cognitiva tales como las teorías sobre los guiones, los esquemas de relato, la del árbol de predictibilidad, así como la teoría del pensamiento narrativo. Tales teorías han sido utilizadas para 'dar cuenta' de la base psicológica de la comprensión y/o para dirigir la secuencia de acciones a lo largo del tiempo. Contrariamente al enfoque cognitivo, con su búsqueda de procesos cognitivos universales, los teóricos de la reglarol, tales como Harré y Secord, y los construccionistas tienden a hacer hincapié en la contingencia cultural de los diversos estados psicológicos (Gergen, 1996).

De manera contraria a los que hacen hincapié en el individuo psicológico universal, según este autor, surge la necesidad de examinar las autonarraciones como formas sociales de dar cuenta de sí mismo, o como discurso público. En este orden de ideas, las narraciones se entienden como recursos conversacionales, construcciones abiertas a la modificación continuada, a medida que la interacción progresa. Inscritas como dispositivos lingüísticos, las narraciones pueden usarse para indicar acciones venideras, pero no son en sí mismas la causa o base determinante para tal tipo de acciones; en ese sentido, las autonarraciones funcionan más como historias orales o cuentos morales en el seno de una sociedad. Este enfoque se une a los que hacen hincapié en los orígenes socioculturales de la construcción narrativa, aunque con ello no se pretende aceptar un determinismo cultural: adquirimos habilidades narrativas a través de la interacción con otros, no a través de ser meramente actuados (Gergen, 1996).

Las identidades se construyen ampliamente mediante narraciones, y éstas, a su vez, son propiedades del intercambio cultural. En la concepción moderna, ocupaba un lugar central la premisa sobre la existencia de las cosas en sí. Con el paso del tiempo, y a medida que las personas se percataban de la multiplicidad de perspectivas posibles, las cosas en sí fueron desapareciendo de vista. Sin duda alguna, el yo se posicionó claramente como un tema crítico, cuyos seguidores están dispuestos a luchar por despojarlo del carácter esencialista y determinista que se le ha otorgado históricamente (Gergen, 1996).

La posmodernidad se instaura entonces con un sentido liberador, de forma tal, que invita a los individuos a apartarse de todas las tradiciones, y a hablar cualquier lenguaje atractivo. De este modo, a medida que las expresiones de la comprensión se democratizan, no queda nadie que pueda otorgarse autoridad. La vida del posmoderno se vuelve entonces más rica y expresiva si se suspenden las demandas de coherencia personal, de reconocimiento o de enfoque determinante, y simplemente se narra en el curso de las relaciones con los demás. No obstante, cabe resaltar que la situación posmoderna es de crisis, una crisis de nuestras verdades, de nuestros valores, de las certezas que más apreciamos; una crisis que debe su origen, su necesidad y su fuerza a la reflexividad (Gergen, 1996).

Nos resulta más sensato pensar ahora las pretensiones de verdad y rectitud como construcciones de comunidades que tienen intereses, valores y estilos de vida particulares. De este modo, las preguntas cruciales ya no se dirigen al mundo como es, y pasan a centrarse en el mundo representado. Se ha advertido que toda tentativa de 'decir la verdad', de 'describir las cosas como son', de sensatez, penetración, inteligencia o profundidad, es una construcción lingüística prestada, ambigua y acosada por factores ideológicos. Y cuando el análisis critico de tales problemas demuestra estar sometido a las mismas fallas, hasta la crítica seria palidece (Gergen, 1996).

Podremos, en últimas, referirnos a la identidad como algo propio que emerge del continuo, vuelve a conformarse y sigue en una nueva dirección, a medida que uno se abre paso por el mar de relaciones en cambio permanente. Sin embargo, resulta claro que estamos ansiosos por renunciar a lo que somos porque llegar a ser uno mismo es difícil y penoso, y porque, en últimas, deseamos recibir las recompensas que nuestra cultura está dispuesta a ofrecernos a cambio de nuestra identidad. Como concluye Gergen (1996), la aceleración del ritmo del cambio cultural exige un nuevo enfoque del 'yo' que suprima el objetivo tradicional de su 'estabilidad' (el yo como objeto) y lo reemplace por un objetivo de cambio (el yo como proceso); el yo mudable, "abierto a la mayor amplitud posible de experiencias", caracterizado por la tolerancia y la flexibilidad (p. 273).

Desarrollos construccionistas para la comprensión de la construcción de la sexualidad

Desde una perspectiva socioconstruccionista, es aceptable inscribir el significado de la homosexualidad dentro del ámbito político, económico y social por medio de dos elementos fundamentales: el poder y la regulación. Órganos del poder social, como la Iglesia y el Estado, han instituido estrictas leyes morales, gracias a la autoridad que poseen; es así como las nociones de normalidad y naturalidad han venido configurando a través del tiempo cuerpos enajenados y ajustados al sistema social establecido (Seidman, 2003). Esta perspectiva deconstruye las bases y los principios fundamentales de las sociedades modernas, en cuanto constituye un cuerpo argumentativo crítico.

Políticamente, el socioconstruccionismo se une a las voces políticas de los que reclaman el derecho a la autonomía, al libre desarrollo de la personalidad y que los debates y políticas humanas y sociales se den en el marco de los derechos humanos. Del mismo modo, coinciden en afirmar que el cuerpo humano posee un enorme potencial para experimentar estimulación sensual, y que, con base en ello, la postura de la sociedad radica en enseñarnos cuáles de estas sensaciones son sexuales y cuál es su significado (Seidman, 2003).

Por otro lado, la crítica apunta a señalar el sesgado trabajo que han venido efectuando los sexólogos, los cuales aún continúan concibiendo al sexo a partir de una mera concepción fisiológica. En este orden de ideas, se reclama rescatar al sexo de ese lugar superficial de la existencia humana en el que ha sido ubicado (Seidman, 2003); la sexualidad humana ha estado sometida a una serie de prácticas ritualizadas y privadas, que sólo adquieren significado y valoración social cuando se encuentren adscritas al vínculo matrimonial. En este punto, la homosexualidad podría estar resquebrajando las expectativas que ha construido la sociedad para todos y cada uno de sus individuos, en cuanto propone nuevas maneras de establecer los vínculos relacionales y ciertas configuraciones distintas de los imaginarios sobre el cuerpo (Corbin, Courtine y Vigarello, 2005).

La fuerte regulación sexual que rige en la actualidad resulta paradójica: por un lado, se ejerce una práctica fuertemente regulada, y por el otro, se desarrolla un gran mercantilismo del sexo altamente diversificado y rentable. Quizás ése sea el papel que podría estar cumpliendo la censura dentro de las actuales sociedades modernas. Lo anterior podría entonces llevarnos a pensar que la sexualidad es una de las mayores fuerzas que movilizan o activan el comportamiento humano (Seidman, 2003), cualidad que no ha pasado desapercibida para los intereses económicos, dado que éstos ya han descubierto que comercializar con lo prohibido resulta ser un negocio altamente lucrativo.

Las posturas críticas llaman la atención también sobre el interés de hacer universal la falsa creencia de que la pulsión sexual es por naturaleza heterosexual (Seidman, 2003). Esta idea se ha visto fortalecida a través de la historia, por las contribuciones que han hecho las ciencias naturales y sociales, sin dejar de lado, claro está, el rol fundamental que han jugado las religiones en la construcción y regulación de los cuerpos y estilos de vida. En este mismo orden de ideas, Mauss (citado por Corbin et al., 2005) fue uno de los primeros en demostrar cómo las normas sociales dan forma a nuestros gestos más 'naturales'; es así que nuestras maneras de andar, de jugar, de parir, de dormir o de comer, guardan estrecha relación con las normas que nos son impuestas socialmente (Corbin et al., 2005). El erotismo es entonces otra de las cualidades narradas o negadas socialmente, naturalizadas y asumidas como sobreentendidas.

El rechazo a la homosexualidad se vale del argumento antinaturalista, para negar otras formas de erotismo y afecto que, aunque no quieran ser reconocidas como expresión de la variabilidad erótica, de hecho han sido identificadas en otras especies. Por ejemplo, en cuanto a los mamíferos se refiere, los bonobos -la especie primate más cercana al humano en la escala filogenética- manifiestan atracción y claro vínculo afectivo estable entre miembros de su mismo sexo; asunto similar se ha visto en los grupos de pingüinos, canes y delfines, entre otros (Alexandresco, Loyer y Menéndez, 2001).

El uso del término 'homosexual' trae implícita una enorme carga peyorativa, que muy difícilmente podrá ser reconciliada con el intento de obtener mayor reconocimiento y aceptación (Churchill, 1969); si bien lo empleamos, este término sigue inscribiéndose como una antítesis del heterosexismo predominante, que ni siquiera requiere hacerse explícito, dado que está catalogado como parámetro.

Por su parte, teóricas y autoras lesbianas, entre las que se puede mencionar a Adrienne Rich y Monique Wittig, entre otras, caracterizan el lesbianismo principalmente como una opción política, más que como una identidad sexual determinada por el deseo, en la cual se privilegia el establecimiento de un compromiso social y emocional primario entre mujeres. En tal sentido, el lesbianismo resulta ser ante todo una declaración de independencia de las mujeres respecto de los hombres (Seidman, 2003; Gimeno, 2005).

Dentro de la propuesta del construccionismo social, el trabajo de sociólogos, historiadores y filósofos ha sido pionero en el replanteamiento de la sexualidad (Seidman, 2003). De este modo, el debate sobre el carácter de construcción social de las realidades, identidades y especificidades gay y lésbicas, así como de la esencia homosexual, ha estado presente desde el inicio de investigaciones de orden académico y de los debates y discursos militantes que tienen lugar a partir de los años setenta (Llamas, 1998). Para Ken Plummer, la homosexualidad no es una condición innata de los seres humanos; más bien, ésta se inscribe como un proceso de aprendizaje por medio del cual los individuos aprenden a interpretar sus deseos y sentimientos como sexuales, inscribiéndolos al mismo tiempo como parte integral de una identidad homosexual (Seidman, 2003).

En su idea de concebir la homosexualidad como una identidad que es construida socialmente, el análisis construccionista implica la consideración de los múltiples fenómenos que tienen lugar dentro del contexto social del individuo. Así, pues, los procesos de subjetivación de los individuos no sólo responden a la regulación de las instituciones sociales, dado que los discursos científicos y la cultura popular logran establecer diversos puntos de partida para la construcción de la identidad personal (Churchill, 1969). Al respecto, Jeffrey Weeks investigó el rol de los postulados médicos y científicos en la creación de la homosexualidad como una identidad social distinta (Seidman, 2003); una de sus tesis principales plantea que la experiencia subjetiva de la vida sexual es en sí misma un producto de significados y símbolos intersubjetivos, asociados a la sexualidad en diferentes situaciones sociales y culturales (Weeks, 1985).

Según las tesis construccionistas, no se pueden señalar regularidades entre unas y otras comunidades, culturas y sociedades que sostengan la hipótesis del carácter universal de la 'homosexualidad' tal y como se conceptualiza en el mundo occidental, o de la diferencia hombre/mujer como único prisma a través del que pueden considerarse las formas de placer o afecto entre las personas. Sostener una regularidad de tales proporciones equivaldría a postular el carácter anacrónico, ahistórico, transcultural, interclasista y transétnico de las implicaciones concretas de un modelo de 'homosexualidad' básicamente eurocéntrico (Llamas, 1998).

Las conclusiones que al respecto ha desarrollado la historia apuntan a señalar que las categorías identitarias, tanto la 'homosexual' como las construcciones contemporáneas hombremujer, más que ser algo innato, responden más bien a un momento coyuntural de la historia de la humanidad (Seidman, 2003). De hecho, Butler (2001) ha llegado a afirmar que las dos últimas categorías mencionadas han llegado a ser altamente problemáticas. La 'homosexualidad' a través del tiempo ha pasado de ser una conducta sexual, expresada en la sodomía, a un tipo de desviación de género, expresada en la idea de invertido, a una personalidad anormal, nombrada como 'homosexual', para finalmente configurarse como una identidad social afirmativa, bajo las nociones gay o lésbica (Seidman, 2003).

La teoría queer, en cabeza de Judith Butler (2002), nos invita a considerar el género en términos pragmáticos como un tipo de performatividad; para tal fin, analiza cómo a través de un proceso de aprendizaje social (básicamente informal), y por medio de un sistema de recompensas y sanciones, cada uno de nosotros aprende a presentarse o insubordinarse a sí mismo con referencia a los modelos de hombre o mujer vigentes. Desde esta perspectiva, los modelos de socialización de género alcanzan niveles de materialización, en la medida en que corporalizan (Butler, 1993, 2002).

En este orden de ideas, y muy de la mano de la propuesta de Foucault, el reconocimiento de los sujetos tiene lugar en el marco de los mecanismos de poder que rigen a la sociedad. Butler se detiene a analizar las diferentes transformaciones que ha sufrido el término queer, siendo claros dos momentos básicos: uno de afirmación degradante y otro de carácter más significativo. Con base en lo anterior, Butler esquematiza las condiciones y límites dentro de los cuales se construye una inversión significante, la cual, a la luz de sus explicaciones, tendría la función de crear nuevas formas sinónimas para expresar una postura crítica ante el repudio (Butler, 2002).

Por supuesto, no se desconoce que nacemos con una estructura biológica definida, pero aceptamos también que es la sociedad la que en últimas determina cuáles partes de nuestro cuerpo, qué placeres y qué actos son sexuales. Ello conlleva, entonces, a que la clasificación de los actos sexuales como buenos o malos, aceptables o ilícitos, dependa directamente de cuáles sean las normas sexuales dominantes, las cuales, a su vez, expresan las creencias de los grupos sociales dominantes. El hecho de inscribir la sexualidad como el núcleo de la identidad personal hace que los individuos dirijan toda su atención hacia su propia sexualidad y hacia la de los demás, y que el resto de elementos constitutivos de dicha identidad, basado en los roles y estereotipos de género, no sea más que un claro reflejo de la manera inequitativa en que la sociedad trata a los sujetos (Seidman, 2003).

La historia del cuerpo, en suma, no puede separarse de la historia de las identidades y de las de los modelos sexuales. El cuerpo para las ciencias sociales, como lo ha señalado Norbert Elias (citado por Corbin et al., 2005), ha sido configurado como el lugar de un lento trabajo para reprimir y alejar lo impulsivo o espontáneo. De ello es buena prueba el esfuerzo por elaborar etiquetas, normas de educación y de control de uno mismo. Dichos controles corporales, lentamente elaborados y pronto olvidados hasta el punto de parecer naturales (Corbin et al., 2005), no han logrado erradicar la distancia entre la identidad personal y la identidad colectiva o social (Weeks, 1985).

Pese a la arbitrariedad que suscitan las políticas de la identidad, hoy encontramos dentro de algunas propuestas teóricas un manejo responsable de la distinción entre comportamiento sexual e identidad (Seidman, 2003). Con base en los recursos que han sido apuntados, podemos aceptar que en Occidente la sexualidad no se refiere exclusivamente a cuáles actos sexuales se prefieren o al género aceptado del compañero o compañera. Sexualidad también incluye cuándo y dónde se puede tener sexo, el número de compañeros, el tipo de convenios íntimos que se prefieren, el ser monógamo o no, y en últimas, el privilegio de un cierto tipo de motivos para la sexualidad, bien sea el placer, el 'amor', la reproducción, la expresión, la diversión o el poder (Seidman, 2003).

Tensiones contemporáneas: el yo entendido desde los estudios LGTB y la Teoría queer

Encontrar puntos en común, o un acuerdo explícito sobre el enfoque que requieren los estudios sobre la identidad (homo)sexual, resulta un objetivo poco claro, dadas las tensiones entre los distintos campos para el estudio del género y la homosexualidad, en curso hoy en las ciencias sociales. En últimas, y si bien puede ser objeto de discusión, aunque resulte paradójico, parece que nos encontramos ante una lucha por la hegemonía del conocimiento. Más concretamente, nos estamos refiriendo a dos tradiciones importantes: los estudios LGBT y la teoría queer.

Empecemos por señalar las diferencias que subyacen al contexto en el que emergen ambas tradiciones. El origen de los estudios LGBT se ubica en la reacción académica al contexto homofóbico característico en Norteamérica en las décadas de los cincuenta y los sesenta, y adicionalmente, en las luchas por la liberación suscitadas por la revuelta de Stonewall. Por su parte, la teoría queer surge de aquellos enfoques críticos configurados con la posmodernidad y el postestructuralismo, que en buena medida se pronunciarían en contra del determinismo y el esencialismo de carácter biológico.

En buena medida, podría señalarse que los estudios LGBT han estado vinculados más estrechamente con las tradiciones cultivadas en las ciencias sociales; en este sentido, puede identificarse el interés por el establecimiento de significados o unidades de conocimiento que se configuran en torno al método científico y la racionalidad. Desde de esta perspectiva, y acorde a la tesis propuesta por Elia, Lovaas y Yep (2007), la corriente modernista ha pretendido entonces, por lo menos para lo que respecta a occidente, crear una noción de "consenso significante" que permita entender las metanarrativas referidas a los orígenes y al desarrollo de la identidad del Yo sexual. En este margen, se concibe entonces una (homo)sexualidad que se presume esencial y que requiere ser develada e interiorizada como parte del proceso 'natural' del desarrollo de la identidad personal. Podría, pues, afirmarse que los estudios LGBT operan buscando rectificaciones en los desarrollos tradicionales de las ciencias sociales.

La teoría queer, calificada como disidente, subversiva y provocadora, se niega a reconocer los supuestos que toman por dados las políticas de la identidad, es decir, la idea de una identidad sexual fija y biológicamente determinada que le significa a la sociedad un único modelo de organización capaz de establecer los límites entre lo normal y anormal, lo bueno y lo malo, y lo deseable e indeseable. Lo que Llamas (1998) tradujo como teoría torcida, refiriéndose a la teoría queer, debe entenderse como "una estrategia discursiva que no se acomoda al esquema basado en la distinción entre la esencia y el carácter socialmente construido" (p. 372). Lo queer viene, en últimas, a enfatizar un entendimiento auto reflexivo del género y la sexualidad. De la misma manera, demanda el derecho a la libre elección de prácticas eróticoafectivas particulares, con un carácter provisional y autónomo, lo cual reconoce la posibilidad de resignificar reflexivamente las autonarraciones que los sujetos construyen sobre sí mismos a lo largo del ciclo vital.

Así, pues, una primera tensión entre estas dos tradiciones se encuentra entre lo esencial y lo construido o, más bien, entre un sentido moderno y otro posmoderno de lo óntico. Mientras que los estudios LGBT hacen énfasis en la estabilidad de la identidad homosexual, basándose en una concepción universal de la identidad personal, pautada mediante invariantes funcionales propios de la especie, la teoría queer es subsidiaria de ideas tales como las ontologías locales (Gergen, 1996), las ontologías del momento presente (Shotter, s. f) o la ontología de los gerundios (Butler, 1999), que remiten a la función de verdad y los niveles de materialización corporal que logran los modelos de identidad sexual y de género legitimados en cada momento de la historia y la cultura particulares. En tal sentido, no es que la identidad sexual y de género esté determinada biológicamente para la especie, sino que convertimos en realidades sociales y corporales (y, por tanto, locales) los discursos dominantes sobre la identidad sexual y de género.

De este modo, afirmar que el género es el resultado de una construcción social no es lo mismo que afirmar que éste es absolutamente arbitrario; por el contrario, se trata de la producción de la corporalidad misma, en el marco de unos regímenes de poder. Con base en lo anterior, y de cara al abordaje de otras sexualidades, mientras que los estudios LGBT privilegian la denuncia de la exclusión social de la homosexualidad como una de las identidades posibles, la teoría queer elabora retóricamente la transformación de las bases culturales de la identidad.

Además, al mismo tiempo que los estudios LGBT hacen énfasis en la exclusión del individuo, como objeto de reivindicación teórica, social y jurídica, mediante la eliminación del prejuicio; es decir, acompaña las prácticas priorizadas hoy por los movimientos sociales, la teoría queer reclama un sujeto sin etiquetas, capaz de reconocer y valorar los múltiples significados que adquieren las prácticas erótico afectivas entre personas del mimos sexo. De muy buena manera, la evidencia de las prácticas homoeróticas a lo largo de la historia ha sacado a la luz lo problemáticas y difíciles que han resultado las caracterizaciones que les han sido adjudicadas a los 'homosexuales'. Ni qué decir que estas dos dinámicas parecen hoy necesarias y complementarias.

La segunda tensión entre los estudios LGBT y la teoría queer se hace explícita ante la idea de comunidad; es decir, ante el hecho de que el activismo LGBT haya creado redes comunitarias para el apoyo mutuo y la inclusión social, que se distancian considerablemente de las consideraciones queer, las cuales se inclinan más por señalar los riesgos a los que se ve expuesta la identidad personal al adscribirse a estas nuevas políticas de la identidad 'homosexual'. Es así como la noción comunitaria de que los 'homosexuales' comparten un coro de experiencias, intereses y estilos de vida común entra en oposición con una idea que resalta las múltiples formas en que puede manifestarse y significarse la 'homosexualidad'.

Una tercera tensión, que toca más las prioridades políticas de cada una de las perspectivas académicas, se refiere a los recursos discursivos mediante los cuales se busca la erradicación y reivindicación de la estigmatización del homoerotismo, y tiene que ver con la forma en que se asume de manera más o menos radical la idea de diferencia. Mientras que para el movimiento LGBT resulta claro que el reconocimiento de la diferencia remite principalmente a la idea de exclusión y, por lo tanto, privilegia la idea de que la solución está básicamente en la conquista de la inclusión social, la teoría queer busca la construcción de una nueva epistemología de la diferencia (Sampson, 1996), donde lo otro no sea subordinado a lo mismo, que ha sido el parámetro de la epistemología clásica. En el primer caso, la inclusión se satisface sin transformar necesariamente las actuales bases inequitativas de la organización social.

En últimas, aunque el argumento anterior puede parecer un mero juego de palabras, lo que está en consideración son las distintas formas de acción política: en el primer caso, se privilegia la inclusión, y en el segundo, la reconsideración de la diferencia como criterio para estructurar el reconocimiento, el cambio cultural y la producción científica.

Las tensiones descritas hasta aquí hacen pensar que más que buscar la eliminación de uno de los dos campos, ellos deben ser vistos como elementos de una dinámica productiva entre el corto y el mediano plazo, entre la denuncia de las experiencias de las personas concretas y la reivindicación de sus derechos, por un lado, y la apertura de posibilidades culturales a las actuales políticas de la identidad, por el otro. En tal sentido, es importante reconocerles a los estudios LGBT el hecho de haber producido una genealogía de la 'homosexualidad', que ha logrado hacer visible una historia no escrita acerca de la presencia e influencia del homoerotismo a lo largo de la existencia humana. Por su parte, a la teoría queer debe reconocérsele la apertura a la resignificación de las posibilidades culturales. Puede afirmarse que ambas tradiciones han hecho aportes diferentes, y más importante aún, que ambas son indispensables para el alcance de las rectificaciones sociales que tanto se esperan.

Psicología discursiva. un producto consolidado de la tercera revolución en Psicología Social

El giro narrativo en Psicología Social ha permitido integrar las críticas y propuestas desarrolladas en una tradición que se remonta a la fenomenología y al interaccionismo simbólico y cuya articulación debe mucho a la psicología sociológica tanto europea como norteamericana.

Puede afirmarse que los principales rendimientos de esa psicología híbrida, propia de nuestra época contemporánea, son: a) la articulación conocimientopoder, que se hace visible en el discurso, tanto para las prácticas académicas como para las propias de la vida cotidiana, y b) la naturaleza social del self y de la cognición humana.

La Psicología Discursiva, un producto socioconstruccionista que configura en sí mismo un campo académico actualmente muy dinámico y consolidado, encuentra en la obra de Potter y Wetherell (1987) un referente fundacional. Otro de los primeros anuncios sistemáticos del nacimiento de una nueva forma de hacer Psicología Social aparece en la edición de Antaki (1988), que reúne a investigadores que confluyen en lo que denominan las 'explicaciones cotidianas' en Psicología Social. Tal manera de hacer psicología se caracteriza por: a) considerar el discurso como práctica social y b) privilegiar el estudio de los efectos retóricos de los discursos cotidianos de las personas en sus contextos de significado.

En el presente trabajo se emplea la propuesta de los repertorios interpretativos (Potter y Wetherell, 1987, 1995), ya que permite orientar el análisis de las explicaciones implícitas que sobre la homosexualidad ofrecieron los participantes en el estudio. El análisis se orienta concretamente al establecimiento de los recursos lingüísticos que utilizan para la explicación del fenómeno.

Tal enfoque de análisis del discurso en Psicología Crítica permite estudiar de manera fina los sistemas de argumentación que las personas emplean en la vida cotidiana, los efectos retóricos de tales sistemas, así como las construcciones que posibilitan.

Las características de tales construcciones en el discurso se llevan a cabo mediante el establecimiento de las variaciones en el mismo. En otras palabras, se reconoce que las explicaciones cotidianas de las personas están lejos de ser coherentes y que en nuestras prácticas diarias esa falta de coherencia no nos incomoda, ni se hace necesariamente evidente, toda vez que podemos articular diversos repertorios interpretativos aplicados a diversas situaciones o tipos de personas.

El hecho de que este abordaje permita, mediante el análisis de la variación, captar los diversos repertorios interpretativos presentes en el discurso de los hablantes y establecer las contradicciones o incoherencias es un recurso altamente efectivo en el análisis de la ideología, campo en el cual, particularmente sobre racismo, estos investigadores han aplicado su propuesta metodológica, por cierto altamente desarrollada (Camino, 2004). Su orientación conduce, una vez establecidos los recursos discursivos que sostienen determinadas prácticas sociales, a preguntas sobre cómo pueden ser socavados tales recursos y prácticas, a fin de transformar las bases culturales para la interpretación de ciertos fenómenos.

Método

Muestra

Empleamos como criterio teórico intencional para la búsqueda de la muestra el hecho de que se tratara de personas con identidades alternativas (gays, lesbianas, bisexuales, queers) satisfactoriamente ajustadas a entornos académicos y/o laborales, a fin de evitar sesgos de muestreo (propios de personas cuya actividad diaria está determinada por sus preferencias sexuales), y por otro lado, que fueran personas ubicadas en dos grupos de edad: adultos jóvenes y estudiantes universitarios, por un lado (entre 18 y 25 años), y adultos con una actividad profesional estable, por el otro (25 en adelante), y residentes en la ciudad de Bogotá. Para el caso del presente trabajo se adelantó un análisis piloto de los repertorios interpretativos en una submuestra de 7 participantes (1 hombre joven bisexual, 3 hombres jóvenes gays y 3 mujeres adultas lesbianas).

Procedimiento

Se llevó a cabo una entrevista individual en profundidad con cada participante, con base en una guía elaborada para tal fin, que orientaba la exploración en cuatro campos de la vida personal: a) biografía, b) explicaciones cotidianas sobre la homosexualidad, c) consecuencias experimentadas atribuidas a las preferencias sexuales y las autonarraciones sobre el self y, d) perspectivas de futuro. A todosas losas participantes se les explicó el objetivo de la investigación, se les garantizó el anonimato y la reserva de su información, se les explicó que podían dar por terminada la entrevista en el momento en que así lo decidieran y que eran libres de señalar si había alguna pregunta ante la cual preferían no responder. Todosas firmaron un consentimiento informado

Con el consentimiento de losas participantes se grabaron las entrevistas, las cuales fueron transcritas posteriormente. Dicho material se importó al NUD*IST 61 para ser fragmentado y/o analizado según varios modelos de análisis de discurso. Para efectos del presente trabajo nos centramos en el material recuperado sobre repertorios interpretativos de la homosexualidad en cada entrevista.

De manera particular, dado que se trata de un avance, se seleccionaron los recursos lingüísticos presentes en las explicaciones esencialistas (nacen) o construccionistas (se hacen) sobre la homosexualidad. Finalmente, se procedió a la identificación de las características que se hallaban implícitas en los discursos de los participantes aplicando el modelo de repertorios interpretativos de la psicología discursiva de Potter y Wetherell (1995).

Resultados

Características de los esquemas argumentativos ante la tensión esencialismo-construcción

Los participantes recurren a distintos esquemas argumentativos para dar cuenta de sus autonarraciones como homosexuales o bisexuales. En este sentido, a pesar de hacerse explícitas preferencias afirmativas o conclusivas, éstas involucran desplazamientos hacia argumentos que las hacen contradictorias y/o neutrales ante el dilema esencialismo versus construccionismo. Los argumentos que ponen fin a las elaboraciones discursivas no suministran de manera clara un sustento para la tesis que se había planteado en un principio (¿los homosexuales, nacen o se hacen?); y aunque en algunos casos los cierres del discurso logran tener vínculo con la tesis central, ponen al descubierto nuevas elaboraciones reflexivas sobre la propia autonarración. Como ejemplo, presentamos el siguiente esquema evidenciado en el discurso de una lesbiana: "... nacen, sin duda" -tesis inicial-, "... por supuesto que puede ser una actitud aprendida, sin duda" -argumento contradictorio/neutral-, y finalmente, "... también yo pienso que uno se enamora de las personas" -reflexión sobre la propia autonarración-.

Del mismo modo, los argumentos se reformulan hacia su categoría antagónica; en este sentido, se desarrollan planteamientos del dilema esencialismo versus construccionismo aplicados a la heterosexualidad: "... es que es tan natural como la heterosexualidad, ¿será que los heterosexuales nacen o se hacen? La respuesta es la misma". En este orden de ideas, la orientación sexual se cataloga como un ámbito propio del sujeto en cuanto que: "... es algo que sale de adentro..., ¿Por qué es el gusto por algo?". Se evidencian, del mismo modo, algunas posturas intermedias; es decir, argumentos elaborados a la luz de una postura neutral que no se adscribe al esencialismo ni al construccionismo: "... en ese sentido, no hay [como]2 el que nace, ni el que se hace, ni el que lo hacen, sino que es como una condición de uno"... "es una cosa genética que te da una tendencia, pero si tú le das la posibilidad de explorar, puedes encontrar todas las posibilidades".

Las variaciones en los niveles de argumentación evidencian también diferentes formas de explicar la aceptación inicial de la posibilidad homoerótica en la narrativa autobiográfica. Las narrativas organizadas en términos de precedencias en el ciclo vital se estructuran a través de momentos: en un primer momento se plantean atribuciones de descubrimiento (epifanía): "... descubrí porque me di la posibilidad de vivirlo"; en un segundo momento, las atribuciones se dirigen hacia agentes o sujetos externos que le dan forma social a la epifanía individual: "... ¡Bendito Dios, llegó una fémina y me despertó, porque yo lo tenía ahí dormido! Pero no, no podía, no podía como descubrirlo yo sola y llegó alguien".

Lectura al detalle

En una de las entrevistas con un hombre homosexual, se encontró un especial interés por validar las propuestas teóricas del psicoanálisis a partir del contexto familiar de otras personas homosexuales. De acuerdo con ello, se mencionaron explicaciones sobre la homosexualidad referidas al complejo de Edipo y el narcisismo:

... en la mayoría de mis amigos uno ve modelos como de, digamos, una relación distante con el padre3: de: separación. Entonces creo que sí tiene mucho que ver con la construcción como: en los procesos de socialización, el ambiente familiar, en los núcleos como de familia, de procesos de apego. Y: creo en el Edipo. Y en, o sea, creo en las dos explicaciones que el psicoanálisis le da al: homosexualismo, que es el Edipo y como un egocentrismo que se: que se replica.

Por otro lado, y en el contexto mismo de esta entrevista, se recurre a datos históricos, y concretamente al fenómeno, de la amistad del mundo helenístico, para dar cuenta de un modelo de relaciones erótico-afectivas entre personas con una marcada diferencia generacional, que relieva el carácter ético del lazo emocional:

... los procesos homoeróticos de esa época en la antigua Grecia se podían dar más por un deseo [como] intelectual, ¿si? Por un deseo como de conocimiento, y como en esa época la figura representante de la sabiduría y el conocimiento eran los hombres de edad: entonces estaba el hombre de edad con el hombre joven.

En la entrevista a una mujer adulta, afirmada como lesbiana (aunque estuvo casada y tiene dos hijos), la noción de diferencia se elabora en el discurso a partir del ejemplo de lo distintas que resultan las identidades entre hermanos que han sido criados en el mismo contexto y bajo las mismas circunstancias: "... tanto que estos unos que son hermanos y que viven en el mismo sitio, criados por los mismos padres en las mismas condiciones, todos son completamente distintos; entonces uno es uno, definitivamente uno es uno".

En la misma entrevista, la participante plantea la posibilidad de involucrarse erótica y afectivamente con un transformista, abriendo el espectro de las posibilidades erótico-afectivas y construyendo una línea argumental que sostiene la transformación de las preferencias sexuales a lo largo del ciclo vital:
"Pero ahora en los últimos años pues (**)4 de los transformistas, yo me enamoré de XX [nombre artístico], y por ahí hay una transformista enamorada de mí. Donde a mí me llegue a gustar un transformista yo no tengo ningún problema, yo ya lo sé".

Los participantes emplean recursos lingüísticos como el anterior para ubicar las preferencias homoeróticas como parte del curso fluido (no estable o esencial) de su vida afectiva, y en ese sentido, como una evidencia más del carácter cambiante y de indeterminación que caracteriza, en últimas, a lo humano: "... también he descubierto que es posible que esa orientación sexual sea algo que cambie; como todo en la vida cambia...".

Organización retórica

En algunos casos, los recursos discursivos de los-as participantes se articulan privilegiando estrategias deconstructivas que priorizan el uso lógico y persuasivo de la oposición cultural homosexual/heterosexual como estrategia retórica, para reivindicar la propia narrativa personal, como en el caso de los dos testimonios siguientes:

[...] cuando a uno le hacen preguntas sobre los homosexuales, y uno las voltea para los heterosexuales, se da cuenta que hay preguntas absurdas, los heterosexuales ¿nacen o se hacen? [(risas)] [...] intentar cambiar una orientación sexual es ridículo, uno es lo que es, ¿por qué tiene que cambiar o buscar una forma de llegar a ser algo más? Uno es lo que es, uno no debe luchar contra eso, no tiene nada de malo.

Del mismo modo, se estructuraron argumentos a favor de una deconstrucción de los prejuicios o de aquellas interpretaciones que desde el sentido común pretenden explicar la homosexualidad en función de la presencia de traumas o experiencias de abuso en la infancia, recurriendo al humor:

[...] yo no encuentro digamos el patrón de ';las mujeres violadas se vuelven lesbianas', o ';los hombres igual'. Eh: como me decía un amigo mío, ';¡Ojala a mí me hubieran hecho algo los curas, pero no me hicieron nada!

En tensión con argumentos críticos como los anteriores, aparecen argumentos claramente contradictorios entre la condición homosexual como algo genético en la familia y las decisiones en términos de preferencias eróticas de las personas:

[...] en una familia siempre va a haber un gay, y ese gay más adelante puede tener otro pariente que sea gay también;... pero si, si, si se tiene una educación de pronto digamos, eh: rígida, militar o algo por el estilo, a veces puede resultar que esa persona lleve una vida, digamos caso normal, o sea, tener una esposa, tener una familia y etcétera.

En general, puede afirmarse que las estructuras retóricas empleadas por los participantes pueden caracterizarse como ';relatos de progreso' (Gergen, 1985; Gergen, 1996); es decir, en general, las autonarraciones homoeróticas se estructuran con base en un patrón que va ';de menos a más', sin duda uno de los patrones discursivos más valorados en Occidente. Podemos citar, a manera de ejemplo, el tránsito discursivo de una mujer lesbiana:

Momento 1:
[...] nacen, sin duda, yo te, ahí te voy a contestar como médico; total, a pesar de que yo no tengo ningún estudio que lo respalde, pero sí pienso que es una cosa genética, esto es una opción genética pero no es un defecto genético.

Momento 2:

[...] es una cosa genética que te da una tendencia, pero si tú le das la posibilidad de explorar puedes encontrar todas las posibilidades...

Momento 3:

[...] y viene una cosa genética, una cosa de aprendizaje, una cosa de posibilidades y lo que tú estés dispuesto a explorar.

Finalmente, las diferencias en cuanto a la complejidad y el número de ideas articuladas en las conclusiones que ponían fin a las narrativas permiten evidenciar cómo mediante las trayectorias del discurso, los participantes se ubican en distintos niveles o contextos de significado; es decir, pese a que en un principio presentaron hipótesis en uno u otro sentido -nacen, se hacen, o ambos-, en el transcurso del relato iban involucrando nuevos elementos e interpretaciones para llegar a una conclusión.

Comentario final

En general, puede afirmarse que las estructuras retóricas de la autonarración, empleadas por los participantes, se caracterizan como 'relatos de progreso' (Gergen, 1988; Gergen, 1996); es decir, en general, las autonarraciones homoeróticas de nuestros participantes se estructuran con base en un patrón que va 'de menos a más', sin duda uno de los patrones discursivos más valorados en el Primer Mundo contemporáneo.

No obstante lo anterior, puede afirmarse que los participantes cuyas entrevistas fueron incluidas en este avance emplearon diversos formatos o géneros para estructurar (dar luz a) la historia personal. Todosas estuvieron de acuerdo en afirmar que su orientación es un elemento en el conjunto de narraciones que se articulan en su historia de vida y en sus perspectivas de futuro.

El avance sobre repertorios interpretativos que se presenta en este artículo muestra varios ejemplos interesantes del uso de géneros, de forma incluso contradictoria, a lo largo de la entrevista.

En relación con la orientación sexual o las preferencias eróticas, como preferimos llamarlas nosotros, dados los análisis precedentes, los participantes expusieron argumentos que apelan al 'deseo de lo mismo' para afirmar sus autonarraciones. Tales argumentos muestran unas sensibilidades, unas formas eróticas, unas sexualidades, unos cuerpos, que nos ponen en contacto con la diferencia como experiencia personal, en el ámbito de lo otro. No queremos olvidar, sin embargo, que nos referimos a la experiencia relatada por los participantes en la situación de entrevista que logramos construir con ellosas, por lo cual queremos expresarles nuestra gratitud.

En conjunto, los repertorios interpretativos analizados hasta el momento nos permiten afirmar que lasos participantes construyen sus relatos de identidad en un contexto reflexivo que se ve presionado por la exclusión y las crisis familiares que su orientación suele suscitar. En otras palabras, la marginalidad social que implica entre nosotros (nuestrosas participantes son profesionales o en proceso de serlo) una orientación sexual diversa trae aparejado un ejercicio reflexivo mediante el cual se resignifican las autonarraciones, apelando a diferentes recursos lingüísticos, que van desde los culturales especializados hasta tensiones y contradicciones entre el esencialismo y la construcción social que no respaldan con una comprensión científica de la problemática involucrada, sino mediante el recurso al conocimiento cotidiano.

Como es obvio, las explicaciones cotidianas de losas adultos entrevistadosas se caracterizan por ser más complejas, toda vez que en sus narrativas deben involucrar períodos muy amplios y significativos en sus vidas, durante los cuales, en algunos casos, sus prácticas eróticoafectivas fueron satisfactoriamente heterosexuales.

No obstante lo anterior, independientemente de la edad, en las estructuras retóricas de los participantes en este estudio se encuentra que, aunque se acepte algún componente genético (lo cual no es explícito en todos los casos), en sus actuales preferencias y prácticas homoeróticas, en general, todos aceptan más bien una plasticidad erótica; es decir, aceptan que sus prácticas responden a una apertura personal a la exploración de alternativas no hegemónicas, o que las construyeron con otros en procesos de interacción social, y por tanto, disponibles para cualquier ser humano.

Aprendimos de nuestros participantes, con quienes estamos sinceramente agradecidos por su generosidad, que la pretensión explicativa de las preferencias homoeróticas hace parte de esa herencia moderna de los discursos médicos que ilustran la diferencia dejando sin cuestionar la posición que se considera estándar o, peor aún, 'normal'.

Finalmente, encontramos que el recurso retórico más poderoso y potente en la autonarraciones de nuestros participantes es la deconstrucción explícita de esa pretensión de juzgar lo otro desde lo mismo, que pone en evidencia los juegos de poder hegemónicos de la heterosexualidad.

Nuestros hallazgos ofrecen pistas para un análisis final más completo de la información recolectada, que sin duda podrán ser útiles tanto para las prácticas clínicas como escolares, tan urgidas de nuevos modelos que se articulen a una epistemología de la diferencia.


Comentarios

****** Sigla empleada para indicar el campo académico y político referido a la problemática de las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgeneristas.

1 Nonnumerical Unstructured Data Indexing Searching and Theorization, software diseñado para el procesamiento y organización en la información en la investigación cualitativa.

2 Muletilla del lenguaje informal.

3 Símbolo empleado en la transcripción para señalar la prolonga

4 Palabras perdidas en la transcripción.


Referencias

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Fecha de recepción: 24 de septiembre de 2007 • Fecha de aceptación: 5 de octubre de 2007 • Fecha de modificación: 31 de octubre de 2007

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