SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue29Fourth-rate meat for fourth-rate consumersSecurity and Liberty: Space and Place in Family-Individual Relations in Bogotá author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.29 Bogotá Jan./Apr. 2008

 

Persistencia, conocimiento local y estrategias de vida en sociedades campesinas

Persistance, Local Knowledge, and Survival Strategies in Peasant Societies

Persistência, conhecimento local e estratégias de vida em sociedades camponesas

Jairo Mora-Delgado*

* Ph.D. en Sistemas de Producción Agrícola, Universidad de Costa Rica; MSc en Desarrollo Rural de la Pontificia Universidad Javeriana; Zootecnista de la Universidad de Nariño. Profesor asistente de la Universidad del Tolima, Colombia. Miembro del Grupo de Investigación Sistemas Agroforestales Pecuarios. Trabaja temas relacionados con desarrollo rural y agroforestería pecuaria. Correo electrónico: jrmora@ut.edu.co


Resumen

¿Porqué los campesinos persisten a pesar de haberse vaticinado su desaparición con el avance del capitalismo?; ¿Cuán importante es el acervo de conocimiento acumulado de generación en generación en las sociedades rurales?; ¿cómo se incorpora el conocimiento local de las sociedades campesinas en sus estrategias de vida? Para desarrollar el marco teórico utilizado como referente para abordar una comunidad campesina en Costa Rica (América Central) fue necesario examinar conceptos que han perdido vigencia en la academia pero que siguen siendo relevantes en la cotidianidad de los hogares campesinos. Para ello se hizo una revisión crítica de estudios que documentan diferentes acercamientos a las sociedades campesinas, y se establecieron los principales elementos conceptuales que enmarcaron el estudio en mención. La categoría social denominada "campesino" y sus sistemas de producción constituyen un grupo social importante en un futuro mundo globalizado, tanto por su papel en el abastecimiento de productos, el acervo cultural y social que representan dichas comunidades, como por las interacciones con los recursos naturales, lo cual justifica su análisis.

Palabras clave: Economía campesina, medios de vida, conocimiento local, pequeños productores.


Abstract

Why do peasants continue to survive despite the claims by social scientists of their imminent demise in theface of capitalism's advance? How important is the generational accumulation of knowledge in rural societies? How does such local knowledge become a part of survival strategies in peasant societies? To develop the theoretical framework used to approach a peasant community in Costa Rica (Central America), it was necessary to examine concepts that have been losing traction within academia but that nonetheless continue to have relevance forthe everyday lives of Puriscaleño peasant households. The main conceptual tools that guided this studied were identified through a critical revision of different approaches to the study of peasant societies. Peasants and their production systems will remain significant in a future globalized world as providers of foodstuffs and other products, for their rich social and cultural traditions, and the way they manage natural resources. For these reasons, it is important to study peasant communities.

Key words: Peasant economy, livelihoods, local knowledge, smallholders.


Resumo

Por que ainda perduram os camponeses, apesar do seu desaparecimento ter sido pressagiado pelo avanço do capitalismo? Que tão importante é o acervo do conhecimento acumulado de geração em geração nas sociedades rurais? Como é incorporado o conhecimento local das sociedades camponesas em suas estratégias de vida? Para desenvolver o marco teórico usado na abordagem de uma comunidade camponesa na Costa Rica (América Central) foi necessário examinar conceitos que vagarosamente estão sendo descartados pela gíria acadêmica e que ainda têm muita relevância nos debates da vida cotidiana dos lares camponeses puriscaleños. Os principais elementos conceituais que dirigem este estudo surgiram de uma revisão crítica das pesquisas que documentam diferentes aproximações com as sociedades camponesas. A categoria social denominada "camponesa" e seus sistemas de produção terão mais importância no futuro mundo globalizado, tanto por seu papel no abastecimento de produtos, por seu acervo cultural e social, como pelas interações com os recursos naturais. Estas razões justificam o estudo das comunidades camponesas.

Palavras chave: Economia camponesa, meios de vida, conhecimento local, pequenos produtores.


El análisis crítico de los discursos sobre las sociedades campesinas y sus sistemas de producción agrícola cobra vigencia en el mundo globalizado actual; en especial, para comprender la complejidad de estas sociedades y del debate teórico que emerge sobre el futuro de las mismas. Esta importancia radica no sólo en el papel que cumplen en la producción de alimentos, sino también en las interacciones entre el componente humano y los recursos naturales inherentes a las sociedades rurales, y las nuevas funciones que han empezado a desempeñar los paisajes rurales en la recreación humana y como estilo de vida alternativo al citadino. Las características propias de estas sociedades, expresadas en sus sistemas de producción, sus conocimientos de las condiciones locales y las diferentes estrategias que utilizan para su reproducción y permanencia a lo largo de las distintas etapas del desarrollo social, las convierten en un ámbito interesante para el análisis de opciones amigables con el ambiente y socioeconómicamente viables de producción y organización social.

El presente artículo constituye un extracto de un texto reflexivo que sirvió de referente teórico para el análisis de una comunidad campesina y sus relaciones con los sistemas de producción cafetaleros en la región central de Costa Rica, desarrollada como tesis doctoral por Mora Delgado (2004).1 El marco teórico de dicha disertación giró alrededor de cuatro ejes temáticos: la teoría sobre sociedades campesinas, la teoría de sistemas como guía de análisis, la participación como medio en procesos de investigación y desarrollo, y el tema de la sostenibilidad de los sistemas de producción agrícola.

Dada la vigencia del debate sobre la importancia de las sociedades campesinas en los países en vías de desarrollo y, en especial, en América Tropical, para el presente artículo se retoman elementos del primer eje, los cuales se organizan en cuatro secciones que en conjunto configuran la reflexión desarrollada en este documento: 1) Campesinado: una categoría analítica que el mundo moderno pretende soslayar; 2) la persistencia campesina ad portas de la sociedad moderna; 3) el conocimiento local como estrategia de vida del hogar campesino y como capital cultural; y 4) el análisis sobre el caso de los campesinos costarricenses.

Campesinado: una categoría analítica que el mundo moderno pretende soslayar

En el mundo globalizado las categorías sociales que desencajan con la lógica de mercado se invisibilizan, o al menos se les resta importancia. Así, la discusión de las categorías de campesino o campesinado y de sistemas de producción agrícola cobra importancia, y con mayor razón en Costa Rica -país donde fue concebido y desarrollado el presente texto-, donde los sectores rurales que se han configurado bajo la influencia del turismo, las interacción intercultural y el auge de los programas de ayuda externa han hecho que la categoría denominada "campesinado" tenga matices diferenciadores del resto de los campesinos de América Latina. Paralelamente, la configuración de sistemas de producción campesinos bajo la influencia de una sociedad fuertemente presionada por la información y la dinámica del mercado hace que los sistemas de producción adquieran visos particulares. Así, una visión sobre las teorías del campesinado facilita el entendimiento de esta categoría social.

El debate sobre el campesinado como categoría social y su papel en el cambio ha sido asumido desde diferentes escuelas de pensamiento. Este debate tiene sus raíces en las teorías de la economía política marxista y la economía clásica del siglo XIX (Bryceson, 2000; Westphal, 2002). Las aproximaciones más conocidas sobre el campesinado están basadas en la definición de Wolf (1971); para este autor, el campesino es un labrador o ganadero rural que recoge sus cosechas y cría sus ganados en el campo, no en espacios especiales (invernaderos, jardines o establos) situados en centros urbanos; tampoco se trata de pequeños empresarios agrícolas (granjeros) del tipo farmer norteamericano. El campesino y su finca no operan como una empresa en el sentido económico, pues sus actividades están orientadas a lograr el desarrollo del hogar y no el de un negocio.

La granja, al igual que la gran empresa agrícola, es un negocio que opera factores de producción generalmente adquiridos en el mercado y organizados para generar mercancías que den un rendimiento económico. En cambio, la producción campesina funciona con base en la organización de diferentes rubros interactivos en el marco de un predio, algunos de ellos orientados al intercambio externo, y otros, al autoconsumo. Por lo tanto, en la producción campesina, la toma de decisiones está supeditada a la obtención de un producto predial,2 y no de un rubro en particular (Berdegue y Larrain, 1988).

Para la teoría chayanoviana, la unidad familiar campesina es simultáneamente una unidad de producción y de consumo (Yoder, 1994), en la cual el principal objetivo es la satisfacción de las necesidades de la familia. Además, el proceso de producción está basado predominantemente en el trabajo familiar, con una mínima demanda de recursos externos. En concordancia con esa posición, la finca campesina está orientada principalmente a la producción de valores de uso para la satisfacción de las necesidades, aunque también se generan valores de cambio cuando los excedentes son comercializados; sin embargo, estos últimos no buscan el lucro sino la reproducción simple de la unidad doméstica (Berdegue y Larrain, 1988; Toledo, 1993). Así, la familia funciona como una unidad de producción consumo reproducción.

Si bien difieren en el rol histórico, tanto los analistas de la economía clásica como los de la economía política marxista comparten la idea general del campesinado como una categoría social en proceso de extinción. Ambas vertientes consideran al campesinado como un sector anacrónico para la modernización y, por lo tanto, como un obstáculo para el desarrollo. Han argüido consistentemente que el campesinado es una clase inestable, incapaz de existir en la ausencia del capitalismo pero igualmente incapaz de coexistir con éste.3

Correlacionado con la modernización, el cambio tecnológico ha sido un tema central en diferentes aproximaciones al desarrollo agrícola. La modernización en el campo es entendida como el incremento de la productividad agrícola y la integración al mercado. El uso de tecnología moderna (mecanización e insumos agroindustriales), la especialización de la mano de obra y la división del trabajo son considerados requisitos imprescindibles para alcanzar la eficiencia en la producción agrícola (Tomich et al., 1995; Westphal, 2002). Si bien al principio dicha concepción de la modernización rural estaba asociada a la producción agrícola de gran escala, en los años 70 y 80 también se extiende hacia las pequeñas fincas campesinas. Para ello, en la mayoría de países latinoamericanos se implementaron políticas internacionales, por ejemplo, el Plan Puebla en México o los Programas de Desarrollo Rural Integrado (DRI) en Colombia, Perú y otros países de América Latina. En esta concepción del desarrollo, el uso de una tecnología basada en insumos de capital intensivo -generalmente producidos en centros de investigación especializados o en agronegocios de insumos agrícolas- representa la solución de la pobreza rural (PérezZapata, 1984; Volke y Sepúlveda, 1987).

La extensión agrícola cumple un papel fundamental dentro de un modelo de desarrollo rural de corte neoclásico. Su función es la diseminación de los descubrimientos científicos entre los agricultores, para inducir el proceso de modernización deseada (Tomich et al., 1995). La asunción del modelo de modernización es que la introducción de tecnologías modernas y la provisión de asistencia técnica a través de los servicios de extensión inducen un aumento de la productividad y, por lo tanto, la generación de excedentes comercializables, que llevan a los pequeños productores a ser viables para el mercado. Así, los mayores ingresos obtenidos por la venta de productos contribuirían a la eventual solución de la pobreza rural (Volke y Sepúlveda, 1987; Westphal, 2002). Bajo este concepto, se asume que el pequeño productor actúa en función de la racionalidad económica de mercado. Así, se atribuye el éxito o fracaso de los procesos de cambio tecnológico a destrezas individuales o disponibilidad de recursos, antes que a dinámicas estructurales causantes de la diferenciación (Westphal, 2002).

El análisis marxista comparte con el modelo neoclásico la perspectiva básica de la modernización en el campo, pero contrasta en el análisis de la diferenciación de clase social que ocurre dentro del campesinado. Bajo esta perspectiva, algunos campesinos emergen en la escala social, llegando a convertirse en pequeños capitalistas gracias a la modernización de la tecnología agrícola, a costa de la desaparición de otros que van a engrosar el ejército de mano de obra. Por lo tanto, el campesinado desaparece como categoría social. El concepto marxista de diferenciación de clases supera los términos productivos, pues aborda el análisis político de la relación de la clase respecto a los medios de producción, y concibe al campesinado en términos de su potencial revolucionario (Yoder, 1994) o su desaparición como resultado de la modernización agrícola (Westphal, 2002). Para el análisis de la economía política, la organización social de la producción, antes que el desarrollo tecnológico en sí, es el tema crucial (Westphal, 2002).

A pesar del fenecimiento augurado para el campesinado como resultado de la modernización e industrialización, vaticinio compartido tanto por los economistas clásicos como por los marxistas, los campesinos estuvieron lejos de desaparecer en el siglo XX. Por el contrario, su persistencia ha sido objeto de análisis, y sus sistemas de producción se presentan como opciones potencialmente más equitativas y ecoamigables que la modernización agrícola convencional (Pretty, 1995; Gliessman, 1998; Rosset, 1999). Básicamente, estos estudios se ocupan de la dinámica de los sistemas de la finca campesina y las estrategias de hogar y, aunque no son aproximaciones que sigan la ortodoxia campesinista, sí retoman elementos importantes de la escuela de pensamiento chayanoviana, expresada en el libro The Theory of Peasant Economy (Chayanov, 1966).

Para la corriente de pensamiento heredada del economista agrícola ruso Alexander Chayanov, los campesinos son vistos como individuos, y el énfasis se pone en la persistencia del campesinado en una sociedad donde este grupo social es subordinado a otros sectores de la sociedad moderna. En este orden de cosas, los campesinos efectúan cambios en su dinámica solamente para persistir en medio de la sociedad y para satisfacer sus necesidades básicas (Brass, 1991;Yoder, 1994).

La persistencia campesina ad portas de la sociedad moderna

¿Por qué los sistemas de producción campesinos no desaparecen a pesar del avance de las relaciones sociales de producción de tipo capitalista? Es el interrogante que ocupó a pensadores desde los albores del siglo XX. La persistencia campesina expresada en la permanencia de unidades de producción familiar en medio del auge del desarrollo capitalista es un tópico de debate entre las aproximaciones marxistaleninista y chayanoviana. Para los científicos sociales marxistas, la desaparición total del campesinado sería el resultado más probable ante el progreso de las formas de producción capitalista (Yoder 1994). Por el contrario, para la corriente chayanoviana, la persistencia campesina es evidente, debido a la flexibilidad de la producción ante los embates del mercado y la sociedad en general. Dicha flexibilidad, que le permite al sistema de producción campesino reacomodarse a las diferentes situaciones de la dinámica del mercado, está determinada por su funcionamiento basado en el uso de mano de obra familiar. En su mayoría, los jornales, si no todos, empleados en las diferentes actividades productivas son aportados por los diferentes miembros de la familia. Esto le permite a la unidad familiar una cierta "elasticidad" ante los altibajos de los precios pagados por los productos y ante las pérdidas ocasionadas por las fluctuaciones del clima. Si los precios bajan y, por lo tanto, el ingreso familiar se disminuye, la familia tendrá que aumentar su trabajo para compensar con volumen la productividad disminuida (Lehmann, 1986). Ocasionalmente, el campesino opta por vender su fuerza de trabajo a otros finqueros de mejor posición económica (terratenientes o empresarios agrícolas) o emplearse en actividades no agrícolas, como estrategia para movilizar ingresos monetarios desde el exterior hacia su unidad familiar (Berdegue y Larrain, 1988; Ellis, 1994; Kearney, 1996; Ellis, 2000).

De este modo, los campesinos persisten en la sociedad gracias a su capacidad de producción de mercancías más baratas que las unidades de producción capitalista, las cuales deben afrontar obligaciones legales (impuestos, licencias) y empresariales (pago de salarios, aguinaldos, publicidad, etc.). Sin embargo, por su incapacidad para competir con los grandes empresarios agrícolas -que sí pueden producir en serie o grandes volúmenes, disminuyendo así los costos de producción-, el campesino sale del negocio o tiende a buscar otras estrategias para la subsistencia (Yoder, 1994). Los que salen del negocio se ven forzados a emplearse en otras fincas o en otras actividades económicas (servicios e industria); otros pueden llegar a convertirse en pequeños capitalistas, y otros optan por las actividades propias de las postrimerías del siglo XX, como el ecoturismo, o el ser sujeto de transferencias de agencias internacionales, ayudas filantrópicas de fundaciones u ONG locales.

Dadas las características de las unidades de producción campesina, las cuales son recurrentes en las diferentes épocas del desarrollo de la humanidad, se las ha tipificado como "un modo de producción con características propias". Esto les permite reproducirse en un amplio rango de contextos sociales (Shanin, 1973; Brass, 1991) y coexistir con diferentes formas de producción como el feudalismo, el capitalismo o el socialismo. Así, desde la perspectiva antropológica, Spicer (1971) enfatiza en los elementos simbólicos que contribuyen a que algunos pueblos sean persistentes, mientras que otros desaparezcan. En este sentido, los valores, el vínculo con la tierra, con las semillas, con sus antepasados, con el lugar mismo, son elementos fundamentales de la persistencia campesina que configuran su identidad, la cual puede ser mucho más fuerte que cualquier racionalidad económica. Más que un modo de producción, el campesinado debe considerarse como un modo de vida.

El Conocimiento local como estrategia de vida del hogar campesino y como capital cultural

El saber que los campesinos poseen del entorno natural y de sus sistemas productivos los habilita para desenvolverse mejor bajo condiciones adversas, ecológicas o de mercado, y así lograr sus objetivos de producción (Netting, 1993; Pimbert, 1995). Dicha capacidad de adaptación cognitiva y motora es la base de la multifuncionalidad de las pequeñas fincas, característica relacionada con la conservación de los recursos naturales y con una mayor eficiencia y productividad (Rosset, 1999). Así, en la finca campesina se desarrollan múltiples estrategias que se conjugan para asegurar el ingreso, basadas generalmente en el conocimiento que tienen los campesinos de su entorno.

El conocimiento local es el acervo de conocimientos, creencias y costumbres consistentes entre sí y lógicos para quienes los comparten (Farrington y Martin, 1988). Está constituido por saberes y percepciones únicos para una cultura o una sociedad dada (Grenier, 1998). Generalmente, deriva de observaciones cotidianas y de la experimentación con formas de vida, sistemas productivos y ecosistemas naturales (Johnson, 1992; Montecinos, 1999); incluye vocabularios y taxonomías botánicas o farmacológicas de sociedades campesinas e indígenas, sistemas de conocimiento de suelos (Barrios et al., 2000; Niemeijer y Mazzucato, 2003) y conocimiento de los animales por parte del cazador, entre otros tópicos que han sido objeto del análisis de varios autores (Llorente, 1990; Cerón, 1991; Díaz, 1997).

Los términos conocimiento local y conocimiento indígena han sido utilizados indistintamente. Sin embargo, existen diferencias, en la medida en que el conocimiento indígena incluye valores culturales y creencias míticas, a diferencia del conocimiento local, que denota una comprensión de lo local derivada de la experiencia y observación de los agroecosistemas (Sinclair, 1999; Dixon et al., 2001). Este conocimiento sobre el medio ambiente es acumulativo y dinámico, basándose en la experiencia de generaciones pasadas y adaptándose a los nuevos cambios tecnológicos y socioeconómicos del presente (Johnson, 1992). Con raíces firmemente asentadas en el pasado, el conocimiento local "pertenece" a las generaciones actuales y futuras, del mismo modo que perteneció a los ancestros que lo originaron (Montecinos, 1999), y no se restringe al patrimonio exclusivo de grupos étnicos específicos. Mientras que algunos científicos y planificadores del desarrollo consideran el conocimiento tradicional como un medio para resolver problemas socioeconómicos, las comunidades locales lo ven como parte de su cultura total, vital para su supervivencia cotidiana (Dewes, 1993).

La cantidad y la calidad del conocimiento local sobre el medio ambiente varían entre los miembros de una comunidad, dependiendo de diferentes factores socioeconómicos, como género, edad, posición social, capacidad intelectual y profesión (Sinclair, 1999; Stokes, 2001). Esto hace que la información obtenida a través del conocimiento local sea difícil de cuantificar, presente diversos grados de complejidad en una población determinada y varíe su nivel de consistencia entre sus poseedores. Este conocimiento tampoco es mágico, por lo cual no hay que idealizarlo (Bentley, 1994); como todo saber, es falible y tiene limitantes y lagunas, que se pueden traducir en manejos erróneos (Saín, 1999). No obstante, los agricultores campesinos o indígenas tienen una mejor comprensión integral de los procesos que se desarrollan en niveles jerárquicos de complejidad intermedia (por ejemplo, parcela, finca o agroecosistema).4

Por el contrario, tienen más dificultades para comprender relaciones abstractas en los microniveles (ámbito molecular, microbiota o micrositio) y macroniveles jerárquicos (al nivel de paisaje, región o planeta), que son ámbitos de mayor interés para el científico (Pimbert, 1994). Características inherentes a la racionalidad local hacen que el conocimiento derivado de ésta presente limitaciones para su traducción al discurso científico.

En la racionalidad local, las estrategias de vida o medios de supervivencia (livelihoods)5 configurados con base en el conocimiento de los ecosistemas y la cultura constituyen un recurso fundamental para la reproducción de la unidad familiar y sus sistemas de producción. Una amplia gama de estrategias le permite al campesino tal reproducción; empero, el uso de mano de obra familiar, el conocimiento que tiene sobre el medio y la integración de múltiples actividades para asegurar el ingreso constituyen pilares fundamentales de las estrategias de vida de sociedades campesinas. En términos de Ellis (2000), la diversificación de las estrategias de vida representa una vía para minimizar el riesgo o maximizar el uso de la mano de obra familiar, mediante el desarrollo permanente de un portafolio de actividades económicas y valores para mejorar el bienestar familiar.

El concepto de "estrategia de vida" o "medio de supervivencia" ha sido definido por Chambers y Conway (1992) como las capacidades, valores y actividades de las familias campesinas para proveerse sus medios de vida. Por valores se entiende tanto los tangibles como los intangibles, aunque hay discrepancias sobre cuál tipo de capital o de stocks debe ser incluido bajo el concepto. Principalmente, estos autores hablan de cinco tipos de capital: social, humano, físico, financiero y natural. Alrededor de estos elementos, Ellis ha definido el concepto como sigue:

... a livelihood comprises the assets (natural, physical, human, financial and social capital), the activities and the access to these (mediated by institutions and social relations) that together determine the living gained by the individual or household (Ellis, 2000).

Para lograr el mejoramiento del bienestar del hogar, Scoones (1998) identifica tres estrategias básicas: intensificación o extensificación agrícola, diversificaron de los medios de vida y migración y remesas. Tales estrategias están presentes en las sociedades rurales de América Latina y, en especial, de América Central. Su estudio y comprensión permiten un mejor entendimiento de estas sociedades y de sus sistemas de supervivencia, para, con base en ello, proponer estrategias de intervención a los tomadores de decisiones. El conocimiento local de los productores constituye el recurso dinámico que establece los enlaces entre los diferentes medios de vida y estrategias de supervivencia.

El caso de los campesinos costarricenses

Costa Rica es un país por excelencia rural, articulado en torno a la pequeña propiedad campesina. Este factor garantizaba el igualitarismo social y definía el régimen político costarricense como una democracia rural. Este argumento se convirtió en una plataforma ideológica que cuenta con gran aceptación entre la población y en la que reposa uno de los principales valores de la identidad nacional costarricense (UCR, 2003). Estimaciones del Instituto de Desarrollo Agrario indican que en Costa Rica existían alrededor de 64.595 familias (41.060 parcelas, 709.760 ha) de pequeños productores, con un promedio de 11 ha por familia en las postrimerías del siglo XX (Salinas, 1999). Dentro de estos pobladores rurales se cuentan ocho pueblos indígenas, distribuidos en veintidós territorios que albergan a 63.786 personas que conforman la población indígena nacional, según el censo de población efectuado en el año 2000.

El proceso de poblamiento del Valle Central básicamente constituye el avance del acaparamiento de la tierra de la meseta central par la "Sociedad Cafetalera" y la posterior urbanización sobre lo que antaño fueron pequeños poblados. Desde una óptica histórica, el proceso de ocupación del territorio costarricense está asociado al avance de la colonización agrícola y, en particular, al cultivo cafetalero. El Estado, sin ninguna planificación, favoreció la colonización territorial mediante una política de denuncias de tierras sumamente generosa. Desde 1860, los sucesivos gobiernos acostumbraban a hacer concesiones de baldíos o reservas nacionales tanto para cancelar sus deudas como en pago de servicios (UCR, 2003).

El cierre de la frontera agrícola a mediados de los años 60 del siglo XX saca a relucir el despilfarro que se había hecho de los baldíos nacionales. Mientras existían terrenos colonizables, la reproducción del campesino estaba asegurada, pero con el fin de la frontera agrícola y la expansión de las relaciones capitalistas de producción en el agro comenzaría a gestarse una fuerte presión sobre la tierra. Por una parte, es evidente, entre 19631984, una atomización de la pequeña propiedad, reflejada en un aumento en el número de fincas en los rangos de 010 hectáreas y la reducción del tamaño predial promedio. Una vez agotadas la frontera agrícola y, por tanto, la posibilidad de denunciar baldíos nacionales, la incapacidad tanto de los microfundios para asegurar la subsistencia familiar como de los latifundios para proporcionar fuentes de trabajo provoca corrientes expulsoras de población campesina (UCR, 2003). Estos campesinos se verán ante la disyuntiva de migrar hacia las áreas urbanas o invadir tierras privadas, con la finalidad de establecer unidades económicas campesinas. Empero, otras opciones comienzan a fraguarse como forma de ocupación y sustento del hogar rural. Especialmente a partir de los años 80, el surgimiento de funciones diferentes de las tradicionalmente concebidas para el sector rural -la producción de alimentos- constituirá la base de la configuración de una nueva ruralidad.

Al revisar las tendencias del medio rural costarricense debe evitarse su identificación exclusiva con la agricultura. La manera tradicional de entender "lo rural" conduce a explicar los procesos rurales a partir de las actividades agropecuarias; sin embargo, en los últimos veinte años, en Costa Rica esta forma de ver lo rural ha trascendido a un concepto más integrador, resultante de la creciente interrelación económica, social e institucional de los espacios rurales con las áreas urbanas. Esto, aunado a la diversificación de las actividades productivas y económicas en el medio rural y la pluriactividad de las familias, mediante la cual se emplean distintas formas complementarias de generación de ingresos llevadas a cabo en los propios espacios rurales o en las áreas urbanas, hacen que haya una creciente diversificación productiva del medio rural y el surgimiento de diferentes formas de empleo rural no agrícola (ERNA) y de generación de ingresos rurales no agrícolas (IRNA) (MoraAlfaro 2005). Es decir, la pérdida de dinamismo de algunas de las actividades agropecuarias tradicionales, para dar paso a la multifuncionalidad de los espacios rurales, constituye un elemento particular de la ruralidad costarricense.

Con base en una población rural correspondiente a 575.384; 667.583 y 611.195 pobladores para los años 1992, 1997 y 2002, respectivamente, en la figura 1 se muestra el proceso de disminución de los asalariados, para pasar a un incremento de la población ocupada como trabajadores por cuenta propia, lo cual es un indicativo de las modificaciones económicas y sociales vividas en el medio rural del país. El traslado de las actividades agrícolas a otras opciones de generación de ingresos, muchas de ellas en el campo de los servicios, los agronegocios o, en general, las actividades rurales no agrícolas, modifica el funcionamiento de las familias rurales y las estrategias empleadas para llenar sus necesidades de subsistencia (Mora Alfaro, 2005).

Diferentes factores evidencian las particularidades del campesinado costarricense frente a otras sociedades latinoamericanas: los espacios ganados y facilitados desde el Estado para el desarrollo rural y agrario; la inversión extranjera y la cooperación internacional; el surgimiento de actividades que dan valor agregado al capital natural -entre ellas, el ecoturismo y la producción de servicios ecológicos-; el fortalecimiento del capital social y el sincretismo cultural derivado de las interacciones entre el ser tico y el ser global; en síntesis: la objetivación de una nueva ruralidad manifiesta en la multifuncionalidad de los espacios rurales.

Las políticas de desarrollo agrario y rural

Una política sui generis -consistente en el manejo de la colonización espontánea (18601961), las concesiones de tierra a las compañías transnacionales bananeras y las políticas de amortiguamiento de colonización dirigida (19611982), que se materializan con la creación del Instituto de Tierras y Colonización (ITCO), que luego se transformó en el Instituto de Desarrollo Agrario (IDA) (Vasco, 1999; UCR, 2003) hizo que amplios sectores de campesinos contaran con facilidades para la configuración de una sociedad rural acendrada en los valores típicamente rurales, pero permeable a las dinámicas del capitalismo. No obstante, durante la década de los 60, la frontera agrícola colmó las posibilidades de ampliación, situación que obliga a los gobiernos de turno a titular posesiones de tierra precarias que se habían hecho en haciendas particulares y terrenos baldíos. El resultado de estos procesos fue el fortalecimiento de Colonias y, más tarde, la formación de Empresas Comunitarias y la Organización de Cooperativas (Vasco, 1999).

El endeudamiento externo y la cooperación internacional

Por otra parte, las cifras indican que los años 70 fueron escenario de importantes inversiones en el sector rural, tanto públicas como extranjeras, en el sector agrícola, en particular, por la importancia de los empréstitos y la asistencia técnica de agencias internacionales en la agricultura y en el proceso de modernización del Estado costarricense. Sólo entre 1968 y 1974, se recibieron alrededor de 217.500.000 colones correspondientes a inversiones provenientes de cooperación o de la banca internacional, sin contar las asignaciones para el desarrollo rural y agrario -incluidas en el endeudamiento externo-, principalmente, de los gobiernos de José Figueres y Daniel Oduber (Gutiérrez, 1975).

Otras ayudas técnicas provenían de organismos como el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas de la OEA, la OIT, y la FAO de las Naciones Unidas, dirigidas a la capacitación de productores y técnicos, investigaciones, y a mejorar las técnicas de cultivo (Gutiérrez, 1975).El programa de Desarrollo Agropecuario (PDA) y el programa de Desarrollo Rural (PDR), financiados por la AID, constituyen el aporte más importante al proceso de modernización del sector agropecuario en este período. Ambos son parte de una nueva estrategia de "ayuda" estadounidense a los países latinoamericanos, definida desde la administración Nixon (Gutiérrez, 1975). Adicionalmente, el nivel de intensificación de la caficultura en Costa Rica fomentado a través de políticas nacionales y ayudas internacionales, fue apoyado por la inyección de US$80 millones provenientes de USAID y canalizada a través de PROMECAFE (Lyngbæk, 2000).

El fortalecimiento del capital social

El surgimiento de un tejido social y económico más complejo, de formas asociativas y de estrategias de solidaridad y reciprocidad es notorio después de los años 80. La aparición de actores sociales rurales con características, formas de organización y orientaciones novedosas de sus acciones viabiliza el aprovechamiento de las oportunidades por parte de algunas familias rurales o atenúa los impactos negativos originados por la reorientación de las políticas económicas. Organizaciones rurales y Organizaciones No Gubernamentales (ONG) han asumido en parte funciones en otro momento cumplidas de manera más amplia y efectiva por las dependencias públicas en el medio rural. Actividades como la capacitación, el fortalecimiento organizativo, el acceso a servicios de crédito, información y apoyo técnico, entre otras, son suministradas por estas nuevas entidades establecidas en los espacios rurales de Costa Rica (MoraAlfaro, 2005).

La valoración neoliberal del capital natural

La valoración monetaria del capital natural institucionalizada en proyectos nacionales o globales (Ecomercados, PSA, mecanismo MDL) ha contribuido a configurar una racionalidad ambiental de corte neoliberal. En tal lógica, los vínculos del campesino costarricense en los albores del siglo XXI con los recursos naturales se dan más por la retribución económica que éstos representan, que por los valores de apego a la tierra descritos por los clásicos de la literatura campesinista.

Esto constituye una antítesis del tico idealizado por el literato costarricense Fabián Dobles, "con sus raíces en la tierra, sencillo pero altivo e incorruptible en su verdad, generoso pero firme y fuerte en sus valores" (Gallegos, 1997). Desde el enfoque del ecologismo neoliberal, el recurso natural representa más un valor de cambio que de uso o una amenidad (Gordillo, 2006). De hecho, el sistema de Pago por Servicios Ambientales (PSA) por conservación de bosques, de FONAIFO,6 y otros programas de PSA, constituye un atractivo para familias y organizaciones de pequeños campesinos, que ha ido involucrando más a los pobladores rurales en la conservación de los bosques y paisajes con un sentido diferente de los valores altruistas del apego al terruño que idealizaron los miembros de la Generación de 1940.7

Si bien los ingresos por concepto de estos proyectos al hogar rural no representan proporciones significativas, en la medida que el programa de PSA no está diseñado para aliviar la pobreza, es evidente que éste constituye un ingreso adicional para las familias pobres; de hecho, el 60% de los usuarios del programa de PSA son pequeños y medianos productores rurales (Pagiola, 2002). Aunado a lo anterior, el auge de la industria turística, con una fuerte dosis ambiental, vendida internacionalmente, que atrae a citadinos de todo el orbe, ha contribuido a difuminar la racionalidad ambiental neoliberal que impone valor a los bienes naturales públicos (la biodiversidad, el aire, el agua y el suelo).

Dentro de la misma lógica, no es extraño encontrar entre los hogares rurales costarricenses la inclusión en el portafolio de actividades que configuran estrategias de vida del hogar rural el servicio de las guías ecoturísticas, venta de comidas típicas campesinas, giras por lo huertos domésticos tropicales, la venta de actividades de capacitación, etc., como una fuente de ingresos monetarios. En términos de Ellis (2000), dichas estrategias de diversificación de actividades no constituyen un medio de supervivencia sino un camino de mejoramiento del bienestar. Es decir, la dinámica de gran parte del campesinado costarricense va más allá de la subsistencia (a diferencia de sus vecinos nicaragüenses o guatemaltecos), sin desconocer que hay enclaves de subsistencia, especialmente, en las comunidades indígenas cabecar y guaymí.

Campesinado local con hábitos globales

Muchos de los valores que identifican a una cultura urbana se han insertado en la racionalidad campesina, y viceversa, muchas expresiones campesinas se mantienen en las lógicas urbanas. Culturalmente, el campesino tico se siente orgulloso de sus valores, lenguaje y hábitos "polos"; no obstante, es consciente de que esto constituye una estrategia atractiva para el citadino de Nueva York, París o Berlín que eventualmente visita los espacios de Centroamérica, especialmente, Costa Rica.

En síntesis, el caso de las sociedades rurales costarricenses constituye una objetivación del concepto de nueva ruralidad, según la cual lo rural no es exclusivamente lo agrícola ni la sola expresión de la producción primaria; lo rural trasciende lo agrario (Farah y Pérez, 2004), para pasar a una dinámica territorial que involucra actividades multifuncionales en espacios naturales y/o creados (Ceña, 1993).

Conclusiones

Las comunidades campesinas aún representan una proporción importante en la sociedad; por ello es importante comprender su dinámica, para interactuar con ellas. Para comprender la dinámica de los hogares campesinos y la de sus sistemas de producción es importante abordar diferentes temas de reflexión, que van desde la comprensión de las estrategias de vida a las cuales acuden para enfrentar el contexto social y biofísico hasta el análisis y valoración de la dotación de capitales. Estos temas, puestos en contexto histórico y político de cada país y región, son materia obligada de estudio para los trabajadores e investigadores del sector rural.

Uno de los principales problemas que enfrenta el investigador en el abordaje de sistemas de producción campesinos es tener que cambiar la visión lineal y unidimensional heredada de la formación técnica, por una apertura mental dispuesta al reacomodo de sus esquemas cognitivos. A pesar de los intentos por entender la complejidad de los sistemas de producción campesinos, los enfoques convencionales de las ciencias agrícolas generalmente siguen privilegiando los esquemas de pensamiento lineal y unidimensional. Ante esto, la ruptura de los esquemas rígidos de pensamiento, bajo los cuales se han formado los científicos agrarios, puede iniciarse con el acercamiento a discursos diferentes de los acostumbrados en su práctica profesional.

En este sentido, una revisión crítica de diversos conceptos, metodologías y elaboraciones teóricas sobre el tema de interés del investigador es fundamental para la elaboración de un marco conceptual de referencia. Este marco conceptual no implica que se constituya en un esquema normativo en el cual encasillar la realidad sino que, por el contrario, debe constituir una caja de herramientas útil para entenderla y reacomodarla, en función de los acuerdos intersubjetivos de los lectores de la misma. Esto representa un desafío para el investigador, para observar y analizar los objetos (o sujetos) de interés a través de diferentes "anteojos" conceptuales que permitan otras lecturas de la realidad situacional.

El caso de las sociedades rurales costarricenses constituye una objetivación del concepto de nueva ruralidad, según la cual lo rural no es exclusivamente lo agrícola ni la sola expresión de la producción primaria, sino que trasciende a una dinámica social, cultural y ambiental del hogar rural con estrategias diversas que facilitan la persistencia de un campesino local pero conectado con el mundo.


Comentarios

1 Basado en el segundo capítulo de la tesis de doctorado Tecnología, conocimiento local y evaluación de escenarios en sistemas de caficultura campesina en Puriscal (Mora-Delgado, 2004).

2 Berdegue y Larrain denominan "producto predial" a la suma de bienes orientados al mercado o al autoconsumo, derivados del manejo de la finca como una totalidad, donde hay intercambio y reciclaje de materiales entre los diferentes componentes. Esto se diferencia de la empresa agrícola, en donde cada rubro (maíz, café, ganado, etc.) se maneja por separado.

3 Una mayor discusión al respecto puede verse en Kearney (1996) y Yoder (1994).

4 Su vivencia ha tenido una íntima relación con la dinámica de estos niveles.

5 Livelihoods es el termino utilizado por Ellis (2000), y puede traducirse como "medios de vida" o "estrategias de supervivencia".

6 Fondo Nacional de Financiamiento Forestal.

7 Se conoce como la Generación de 1940 a autores costarricenses como Aquileo Echeverría (1866-1911), Manuel González Zeledón, conocido como Magón (1864-1936), María Isabel Carvajal, la conocida Carmen Lyra (1888-1949), y Joaquín García Monge (1881-1958), quienes por primera vez integran la psique del campesino de las montañas y costas en la literatura y lo proyectan como una figura noble y vital


Referencias

1. Barrios, E., Bekunda, M., Delve, R., Esilaba, A y Mowo, J. (2000). Methodologies for Decision Making in Natural Resource Management: Identifying and Classifying Local Indicators of Soil Quality. Eastern Africa Version. CIAT, SWNM, TSBF, AHI. Disponible en: www.prgaprogram.org/pnrm/isqindicators.htm         [ Links ]

2. Bentley, J. W. (1994). El rol de los agricultores en el MIP.CEIBA, 33, 357-367.         [ Links ]

3. Berdegue, J. y Larrain, B. (1988). Cómo trabajan los campesinoss. Cali: CO, CELATER.

4. Brass, T. (1991). Moral Economist, Subalterns, New Social Movements and the (re-) Emergence of a (post-) Modernized (middle) Peasant. Journal of Peasant Studies, 18(2), 214-242.        [ Links ]

5. Bryceson, D. F. (2000). Peasant Theories and Smallholder Policies: Past and Present. En: Disappearing Peasantries? Rural Labour in Africa, Asia, and Latin America. London: Intermediate Technology Publications.        [ Links ]

6. Ceña, D. F. (1993). El desarrollo rural en sentido amplio. En: E. Ramos y P. Caldentey del Pozo (Eds.), El desarrollo rural andaluz a las puertas del siglo XXI. Congresos y Jornadas No. 2/93. Andalucía: Junta de Andalucía.        [ Links ]

7. Cerón, B. (1991). El manejo indígena de la selva pluvial tropical. Orientaciones para un desarrollo sostenido. Cayambe: Ediciones Abya-Yala, MLAL.        [ Links ]

8. Chambers, R. y Conway, G. R. (1992). Sustainable Rural Livelihoods: Practical Concepts for the 21st Century. Sussex: DS University of Sussex.        [ Links ]

9. Chayanov, A.V. (1966). The Theory of Peasant Economy. Homewood, Illinois: The Economic Association.        [ Links ]

10. Dewes, W. (1993). Traditional Knowledge and Sustainable development. En: S. H. Davis, K. Ebbe (Eds), Conference held at The World Bank Washington, DC, US. Sustainable Development Proceeding Series, No. 4.        [ Links ]

11. Díaz, J. L. (1997). El ábaco, la lira y la rosa. Las regiones del conocimiento (en línea). Distrito Federal, MX, Fondo de Cultura Económica. Consultado el 5 septiembre de 2001. Disponible en: http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/ciencia/volumen3/ciencia3/152/htm/elabaco.htm         [ Links ]

12. Dixon, H. J., Doores, J. W., Joshi, L y Sinclair, F. L. (2001). Agroforestry Knowlodge Toolkit for Windows for AKT5. Bangor: University of Wales.        [ Links ]

13. Ellis, F. (1994). Peasant Economics: Farm Households and Agrarian Development. Cambridge: Cambridge University Press.        [ Links ]

14. Ellis, F. (2000). Rural Livelihoods and Diversity in Development Countries. New York: Oxford University Press.        [ Links ]

15.Farah, M.A y Pérez, E. (2004). Mujeres rurales y nueva ruralidad en Colombia. Cuadernos de Desarrollo Rural (51), 137-160.        [ Links ]

16. Farrington, J. y Martin, A. (1988). Farmer Participation in Agricultural Research: A Review of Concepts and Practices. London: Overseas Development Institute.

17. Gallegos, D. (1997). Fabián Dobles: In Memoriam. Revista Nacional de Cultura, 30 (4).        [ Links ]

18. Gliessman, S. R. (1998). Agroecology: Ecological Processes in Sustainable Agriculture. Chelsea: Ann Arbor Press.        [ Links ]

19.Gordillo, J. L. (2006). A vueltas con lo común (A modo de presentación). En: J. L. Gordillo (Ed.), La protección de los bienes comunes de la Humanidad. Un desafío para la política y el derecho del siglo XXI. España: Editorial Trotta.        [ Links ]

20. Grenier, L. (1998). Working with Indigenous Knowledge: A Guide for Researchers. Ottawa: IDRC.        [ Links ]

21. Gutiérrez, N. (1975). Antecedentes de la ayuda externa al sector agrícola costarricense (1970-1978). Universidad de Costa Rica. Documento mimeografiado.        [ Links ]

22. IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura). (1999). La nueva visión de la ruralidad en América. Borrador preparado por la dirección de desarrollo rural soste-nible del IICA. (Sin publicar).        [ Links ]

23. Johnson, M. (1992). Lore: Capturing Traditional Environmental Knowledge. Ottawa: Dene Cultural Institute/IDRC.        [ Links ]

24. Kearney, M. (1996). Reconceptualizing the Peasantry: Anthropology in Global Perspective. Estados Unidos: Westview Press.        [ Links ]

25. Lehmann, D. (1986). Two Paths of Agrarian Capitalism, or a Critic of Chayanovian Marxism. Comparative Studies in Societyand History, 28(4), 601-627.        [ Links ]

26. Llorente, J. (1990). La búsqueda del método natural (en línea). Distrito Federal, MX, Fondo de Cultura Económica. Consultado el 5 de septiembre de 2001. Disponible en: http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/095/htm/busqueda.htm         [ Links ]

27. Lyngbæk, A. (2000). Organic Coffee Production: A Comparative Study of Organic and Conventional Smallholdings in Costa Rica. M. Sc. Thesis. Bangor: University of Wales.        [ Links ]

28. Montecinos, C. (1999). Todos lo sabemos (o deberíamos saberlo). Monitor de Biotecnología y Desarrollo, Compendio 1995-1997.        [ Links ]

29. Mora-Alfaro, J. (2005). Política agraria y desarrollo rural en Costa Rica: elementos para su definición en el nuevo entorno internacional. Agronomía Costarricense, 29 (1), 101-133.        [ Links ]

30. Mora-Delgado, J. (2004). Tecnología, conocimiento local y evaluación de escenarios en sistemas de caficultura campesina en Puriscal. Tesis de doctorado, Universidad de Costa Rica.        [ Links ]

31. Netting, R. M. (1993). Smallholders, Householders: Farms, Families and the Ecology of Intensive, Sustainable Agriculture. Stanford: Stanford University Press.        [ Links ]

32. Niemeijer, D. y Mazzucato, V. (2003). Moving beyond Indigenous Soil Taxonomies: Local Theories of Soils for Sustain able Development. Geoderma, 111, 403-424.        [ Links ]

33. Pagiola, S. (2002). Paying for Water Services in Central America: Learning from Costa Rica. En: P. Stefano, B. Joshua y N. Landell-Mills (Eds.), Selling Forest Environmental Services. London: EARTHSCAN.        [ Links ]

34. Pérez-Zapata, H. (1984). La verdad sobre el DRI-PAN. Medellín, CO: Editorial Lealon.        [ Links ]

35.Pimbert, M. (1994). The Need for another Research Paradigm. Seedling, 11(2), 20-26.        [ Links ]

36. Pretty, J. (1995). Regenerating Agriculture: Policies and Practice for Sustainability and Self-Reliance. Washington: Joseph Henry Press.        [ Links ]

37. Rosset, P. (1999). The Multiple Functions and Benefits of small Farms Agriculture. Oakland: Food First/The Institute for Food and Development Policy.        [ Links ]

38. Salinas, O. (1999). El Instituto de Desarrollo Agrario en el desarrollo rural. En: F. Bercht, J. García, G. Rivera, F. Mojica y W. Badilla (Eds.), Congreso Nacional de Extensión Agrícola y Forestal. San José: CR.        [ Links ]

39. Salinas, O. (2003). La producción campesina frente a la globalización. En: Curso internacional ganadería, desarrollo sostenible y medio ambiente. La Habana: CU, IIPF-ICA- NCTR-IAC.        [ Links ]

40. Scoones, I. (1998). Sustainable Livelihoods. A Framework for Analysis. Sussex: IDS.        [ Links ]

41.Shanin, T. (1973). The Nature and Logic of Peasant Economy. Journal of Peasant Studies, 1(1), 63-80.        [ Links ]

42. Sinclair, F. L. (1999). A Utilitarian Approach to the Incorporation of Local Knowledge in Agroforestry Research and Extension. En: L. E. Buck, J. P. Lassole, E. C. M. Fernández (Eds.), Agroforestry in Sustainable Agricultural Systems. Estados Unidos: CRC Press.        [ Links ]

43. Spicer, E. (1971). Persistent Cultural System: A Comparative Study of Identity Systems that Can Adapt to Contrasting Environments. Science, 174, 795-800.        [ Links ]

44. Stokes, L. K. (2001). Farmers'Knowledge about the Management and Use of Trees on Livestock Farm in the Cañas Area of Costa Rica. M.Sc. Thesis. Bangor: University of Wales.        [ Links ]

45.Toledo, V. M. (1993). La racionalidad ecológica de la producción campesina. Agroecología y Desarrollo, Número Especial 5/ 6.        [ Links ]

46.Tomich, T. P., Kilby, P y Johnson, B. F. (1995). Transforming Agrarian Economies: Opportunities Seized, Opportunities Missed. Ithaca: Cornell University Press.        [ Links ]

47. UCR (Universidad de Costa Rica). (2003). La Reforma Agraria en Costa Rica (1962-2002): balance de las intervenciones estatales en el cantón de Osa. Costa Rica.        [ Links ]

48. Vasco, R. (1999). La experiencia de la colonización dirigida en Costa Rica (1962-1982). Costa Rica: XI Congreso Nacional Agronómico, Memorias.        [ Links ]

49. Volke, H. V. y Sepulveda, I. (1987). Agricultura de subsistencia y desarrollo rural. Trillas: Distrito Federal, MX.        [ Links ]

50. Westphal, SM. (2002). When Change is the only Constant. Ph.D. Dissertation. Dinamarca, Roskilde University.        [ Links ]

51. Wolf, E. (1971). Los campesinos. Barcelona: ES, Labor.        [ Links ]

52.Yoder, M. S. (1994). Critical Chorology and Peasant Production: Small Farm Forestry in Hojancha, Guanacaste, Costa Rica. Ph.D. Dissertation. Estados Unidos, Louisiana State University.        [ Links ]

Fecha de recepción: 13 de septiembre de 2006 • Fecha de modificación: 24 de agosto de 2007 • Fecha de aceptación: 23 de septiembre de 2007

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License