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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.33 Bogotá May/Aug. 2009

 

Entre bombas y bombones*

Victoria Langland**

Traducción de Tomás Martín

* Este trabajo proviene de su artículo Birth Control Pills and Molotov Cocktails: Reading Sex and Revolution in 1968 Brazil. En In from the Cold: Latin America’s New Encounter with the Cold War, eds. Gilbert M. Joseph y Daniel Spenser, 308-349. Durham: Duke University Press, 2008.

** Doctorado en Historia, Yale University. Sus intereses de investigación son: historia latinoamericana social, cultural, política y de género; historia y memoria; historia americana transnacional. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: Coming Home to Praia de Flamengo: The Once and Future National Student Union Headquarters in Rio de Janeiro, Brazil. En Telling Ruins in Latin America , eds. Michael J. Lazzara y Vicky Unruh. Palgrave Macmillan, 2009: Academic Anniversaries and Commemorative Conferences: History and Memory at the 40th Anniversary of 1968. The Sixties: A Journal of History, Politics and Culture, 1, No 2: 243-245, 2008:Birth Control Pills and Molotov Cocktails: Reading Sex and Revolution in 1968 Brazil. En In from the Cold: Latin America’s New Encounter with the Cold War, eds. Gilbert M. Joseph y Daniela Spenser, 308-349. Durham: Duke University Press, 2008; Il est Interdit d’Interdire: The Transnational Experience of 1968 in Brazil. Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, 17: 1 (enero-junio de 2006). Actualmente se desempeña como profesora asistente en el Departamento de Historia de la Universidad de California en Davis (Estados Unidos). Correo electrónico: vlangland@ucdavis.edu.


De las muchas fuerzas políticas y culturales que marcaron a Brasil en los años sesenta, una de las más notables fue el efervescente movimiento estudiantil, especialmente durante el memorable año de 1968. Los estudiantes universitarios en ese país tenían una larga historia de organización política y participación en asuntos nacionales. Sin embargo, el movimiento estudiantil de 1968 era distinto a sus antecesores, pues representaba algunas de las intensas transformaciones que el país estaba viviendo, incluidos nuevos niveles de participación de las mujeres en el movimiento y, en un sentido más amplio, cambios radicales en las relaciones sexuales y de género de la población más joven.

Brasil vivía bajo una dictadura militar desde 1964, cuando fuerzas armadas derrocaron al entonces presidente João Goulart en una maniobra de los empresarios, los militares y otros sectores, hecho bastante común en tiempos de Guerra Fría. Muchos estudiantes, al igual que otros individuos provenientes de las clases media y alta, apoyaron inicialmente el golpe de 1964. No obstante, para 1968 muchos de ellos le habían dado vehementemente la espalda al régimen. Este cambio reflejaba una incomodidad general con la restricción gradual (y a veces no tan gradual) de las libertades civiles por parte del régimen, unida a severos problemas en el sistema universitario. Reflejaba, además, la creciente tendencia izquierdista dentro del cuerpo estudiantil, tendencia que también se podía observar en otras universidades latinoamericanas durante esa época. Los estudiantes consideraban que los programas económicos desarrollistas de décadas recientes habían producido pocos beneficios, mientras que, de otra parte, el giro socialista de la Revolución Cubana ofrecía nuevas posibilidades.

Los estudiantes finalmente liderarían el principal movimiento de oposición al régimen, lo cual identificaría al activismo estudiantil como un movimiento esencialmente "antidictadura". Vale la pena mencionar también que durante los cuatro años que habían transcurrido desde el golpe de Estado, los sindicatos y las asociaciones de campesinos que habían estado activos al comienzo de los sesenta habían sido diezmados; los partidos políticos se habían vuelto prácticamente obsoletos; y, aunque muchos otros sectores de la sociedad se oponían a la intervención militar en la vida política, había muy poco espacio para expresar dicha oposición. Sin embargo, al movimiento estudiantil le fue posible asumir una postura antidictatorial, debido a la posición social relativamente privilegiada de los estudiantes, y a que el régimen inicialmente creyó que la oposición de muchos de ellos no era real y que simplemente se habían descarriado, como consecuencia de las actividades de un pequeño grupo de "agitadores" externos e inauténticos. Las manifestaciones de protesta patrocinadas por los estudiantes durante este período comenzaron a reunir cantidades nunca antes vistas de participantes –incluidas muchas personas que no eran estudiantes, tales como músicos famosos y miembros del clero, entre otros–, y generaron una intensa cobertura por parte de los medios de comunicación y, con frecuencia, la intervención represiva del gobierno. Más aun, los estudiantes constituirían una porción significativa de las nuevas organizaciones clandestinas que se estaban formando durante estos años, y defendían la lucha armada y la revolución socialista.

Las mujeres participaron activamente en las movilizaciones estudiantiles vinculadas a las universidades y en los crecientes grupos armados clandestinos. Aunque es imposible saber exactamente cuántos estudiantes en general, y mujeres en particular, participaron en dichos movimientos, es posible hacer estimaciones fundamentadas. Así, por ejemplo, algunos observadores estiman que alrededor de 300 estudiantes asistieron a la reunión del Sindicato Nacional de Estudiantes de 1966, y que uno de cada diez participantes era una mujer. Dos años después, en el congreso de 1968, la policía hizo una redada, prohibió la reunión y arrestó a todos los presentes. Los registros muestran que 712 estudiantes fueron arrestados, de los cuales el 22% eran mujeres. A juzgar sólo por la participación en estos congresos, el incremento en la participación entre 1966 y 1968 fue de un 137% para estudiantes en general y de un abrumador 420% en el caso de mujeres estudiantes.

Tal incremento del activismo estudiantil femenino fue claramente motivo de preocupación para algunos observadores, especialmente una vez el movimiento estudiantil tomó la decisión táctica de enfrentar físicamente a las fuerzas de seguridad del Estado lo mejor que pudiesen. A partir de 1964, la policía gradualmente comenzó a utilizar métodos más drásticos para silenciar a los estudiantes opositores. Si bien al comienzo los estudiantes en general trataron de evadir la creciente represión física desatada en su contra, después de que la policía disparara y diera muerte a un manifestante en marzo de 1968, y tras largas discusiones políticas internas acerca del uso de la violencia, decidieron dejar de evitar la confrontación (Valle 1999). Al poco tiempo los estudiantes comenzaron a dotarse en las manifestaciones con armas improvisadas, como cocteles molotov, piedras y corchos arrojados con hondas, simples palos y piedras, o pedazos de discos de acetato que, según ellos, podían ser lanzados con gran precisión a cierta distancia. Mientras tanto, en algunas marchas unos pocos estudiantes se ubicaban en algunos de los muchos edificios altos de los centros de las ciudades, desde donde podían lanzar objetos pesados a la policía.

Olga D’Arc Pimentel, una líder estudiantil en 1968 de la ciudad de Goiânia, posteriormente corroboró que el movimiento estudiantil había tomado tal decisión:

Decidimos cambiar de tácticas. ¿Ustedes nos van a forzar? Pues entonces adelante, ahora todos vamos a estar preparados. Y así fue. Las muchachas con bolsas llenas de piedras debajo de las faldas o los uniformes. Entonces, cuando el ejército se empezaba a formar, les caía una lluvia de piedras. Era una locura (Aarão Reis y de Moraes 1998, 153).

Aunque este cambio de tácticas ciertamente representó una transformación para el movimiento estudiantil en general, la participación activa de mujeres estudiantes era incluso más inusual, pues tradicionalmente no se habían involucrado en la contraofensiva hasta ese momento. Tan sólo cuatro años antes, por ejemplo, en el día del golpe de Estado, un grupo de estudiantes y artistas se dirigió al edificio del sindicato estudiantil en Río de Janeiro para tratar de protegerlo de posibles ataques. Si bien algunos de los hombres se armaron, las mujeres del grupo llevaban elementos de primeros auxilios escondidos entre sus carteras, para atender a los posibles heridos, y no piedras debajo de sus faldas. Igualmente, reportes de la Embajada de Estados Unidos de junio de 1968 indican que mujeres jóvenes llevaban en sus carteras piedras a las manifestaciones y jóvenes de ambos sexos traían palos enrollados en hojas de periódicos.

Además de ser políticamente más militantes, los estudiantes de 1968 comenzaron a romper los límites de otro tipo de actividad: el sexo. Tal y como en otras partes del mundo, el clima de cambio cultural y político de finales de los sesenta condujo a un cuestionamiento significativo de valores tradicionales relacionados con la sexualidad, al tiempo que la aparición de la píldora anticonceptiva permitió a las parejas jóvenes actuar de acuerdo con sus creencias, con mucho menos riesgo de embarazos. Como observan dos historiadores brasileros, que eran estudiantes durante esos años:

[L]os sesenta en Brasil presenciaron una coyuntura peculiar. De un lado, una porción de brasileros para quienes la "disolución de las costumbres" era parte de una insidiosa subversión orquestada por el movimiento comunista internacional se tomó el poder. De otro lado, para los hijos de la explosión demográfica de la posguerra que estaban llegando a la edad adulta, los "cuestionamientos" (como también solíamos decir) de lo que llamábamos despectivamente el "matrimonio burgués" –entendido como la supra-suma de la hipocresía y la desigualdad de oportunidades eróticas entre los sexos– estaban a la orden del día (Almeida y Weis 1998, 399).

El que los viejos estándares sexuales hayan sido difíciles de erradicar incluso dentro de la izquierda (si es que en realidad fueron erradicados) demuestra que dichos cuestionamientos no produjeron necesariamente la igualdad de libertad de expresión sexual que las mujeres jóvenes buscaban. Varios jóvenes activistas hombres hacían eco del testimonio de un estudiante que confesó: "Muchos de nosotros nos uníamos a proyectos ambiguos, saliendo con una muchacha ‘bonita’ de Paineira o el Paulistano [Country] Club, mientras que al mismo tiempo teníamos apasionados romances con colegas de la universidad, militantes políticas…" (Almeida y Weis 1998, 370). Asimismo, lo anterior tampoco implica que todos o incluso la mayoría de los estudiantes universitarios se involucraran en actividades sexuales más abiertas. Una mujer recuerda el consejo que una amiga le dio en aquella época: "Tenemos que actuar como si estuviéramos dispuestas a acostarnos con los muchachos, pero no tenemos que acostarnos con ellos" (Ventura 2006, 37). Incluso si estos experimentos no constituyeron la revolución sexual que algunas personas temían y otras esperaban, 1968 marcó en cualquier caso un momento de amplios cuestionamientos sexuales que se hicieron sentir a lo largo de toda la sociedad.

Estas nuevas ideas y comportamiento sexuales de los jóvenes provocaron enérgicos debates públicos y ansiedades. Una oleada de artículos acerca de temas como la educación sexual, el aborto, el control de la natalidad y el uso de bikinis apareció en las páginas de periódicos y revistas. En un artículo de la revista Manchete titulado "Nudismo y sexo: ¿estará el mundo estableciendo una nueva moralidad?" los autores lamentan esta nueva "revolución del sexo, […] una especie de bomba atómica de material altamente explosivo cuyo destino es destruir la sociedad y subvertir las costumbres". Exagerados o no, estos sentimientos no eran inusuales y reflejaban un profundo sentido de ansiedad provocado por los experimentos sexuales de los jóvenes.

La mezcla de sexo y revolución teñía la manera en que los estudiantes activistas eran vistos, especialmente las mujeres. Después de la redada mencionada más arriba (la cual fue llevada a cabo temprano en la mañana), la policía dio una rueda de prensa para exponer los materiales "subversivos" que había decomisado. Condujeron a los periodistas a mesas sobre las cuales había cocteles molotov, hondas, literatura comunista, cuchillos, unas pocas pistolas y varias cajas de píldoras anticonceptivas. En efecto, los estudiantes que participaban en dichas reuniones no sólo se exponían a ser arrestados, sino que también eran objeto de muchas especulaciones acerca de su comportamiento sexual. Asistir a un congreso estudiantil o tomarse un edificio de la universidad implicaba que hombres y mujeres pasaran la noche en lugares sin supervisión, algunas veces durante una semana o más. Los periodistas que cubrían estos hechos siempre se referían a las maneras en que los estudiantes se organizaban para pasar la noche, y con frecuencia aludían a su inmoralidad. En el congreso en el que la policía hizo la redada, por ejemplo, se llamó mucho la atención sobre el hecho de que, debido a la falta de espacio, algunos estudiantes fueron encontrados durmiendo en una porqueriza que no estaba siendo utilizada (el congreso se llevó a cabo en una granja). El Secretario de Seguridad dijo a los periodistas del Jornal do Brasil que en la reunión estudiantil había una "total promiscuidad. Hombres y mujeres vivían en las mismas carpas, en las mismas porquerizas [y] corrales" (Jornal do Brasil 1968, 12.). En otro evento, los estudiantes se tomaron la Facultad de Filosofía de la Universidad de São Paulo, en donde permanecieron durante varias semanas, crearon grupos de estudio y discusión, y organizaron cursos improvisados acerca de hechos de actualidad. Un periodista que los visitó prestó poca atención a las actividades académicas, pero obviamente describió "el hotel", esto es, el salón del quinto piso en donde los estudiantes dormían en el suelo o sobre mesas unidas (Soares 1968, 56).

Parte del mensaje que la policía claramente trataba de enviar a los padres de familia al mostrar las píldoras anticonceptivas a los medios de comunicación era que debían supervisar mejor las actividades de sus hijas. En 1970, un alto oficial del ejército hizo una advertencia similar cuando le dijo a un periódico que las mujeres jóvenes típicamente terminaban involucradas en actividades subversivas a través de hombres que, después de alejarlas de sus familias, las "incriminaban" para que no pudiesen regresar. En la misma entrevista, el funcionario dijo que "los jóvenes terroristas" eran muy promiscuos y afirmó categóricamente que la incidencia de enfermedades venéreas y nacimientos ilegítimos entre dichos jóvenes era alta (citado en un telegrama de la Embajada de Estados Unidos en Río de Janeiro al Secretario de Estado, Washington D.C., 22 de julio de 1970).

Ya sea mediante la exhibición de las píldoras anticonceptivas en el congreso estudiantil o por medio de la idea de que las mujeres se unían a grupos clandestinos a través de aventuras amorosas, el mensaje general enviado por la policía y los medios de comunicación descalificaba la actividad política de las mujeres al considerarla un mal comportamiento sexual pobremente disimulado. Al mismo tiempo afirmaban, de manera contradictoria, que las actividades políticas y sexuales de las jóvenes activistas se entremezclaban inevitablemente, incitando a los padres a ser cautelosos con respecto a este doble peligro.

Algunos anuncios publicitarios y notas sobre moda de varias revistas en 1968 constituyen una expresión adicional (y curiosa) de las ansiedades sociales relacionadas con el surgimiento de la militancia y la actividad sexual de las estudiantes universitarias. Alrededor de abril de ese año, justo cuando las manifestaciones estudiantiles se estaban caldeando en Brasil y en el resto del mundo, imágenes sexualizadas de mujeres armadas y/o perseguidas inundaron las páginas de la prensa dominante. A la vez que los reportes sobre las actividades estudiantiles condenaban la participación de los jóvenes en actos violentos, los medios de comunicación comenzaron a mostrar imágenes de fantasías violentas dirigidas hacia jóvenes cuerpos femeninos. La aparición de estas imágenes también sugiere una forma de respuesta represiva, en este caso, al redefinir las luchas políticas de las mujeres como entretenimiento sexual. Estas imágenes representan interpretaciones de mujeres estudiantes activas en ese momento y contribuyen al mismo tiempo a crear un modelo a partir del cual se entenderán las acciones armadas que pronto ocurrirían. Estas concepciones populares de las mujeres políticamente activas difundidas en 1968 aparecerán de nuevo en las torturas y abusos llevados a cabo por fuerzas de seguridad del Estado en contra de las prisioneras políticas en 1969 y a principios de 1970.



REFERENCIAS

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7. Valle, María Ríbeíro do. 1999. 1968: o diálogo éa violência: movimento estudantil e ditadura militar no Brasil. Campiñas: Editora da Unícamp.        [ Links ]

8. Ventura, Zuenír. 2006. 1968: o ano que não terminou. Río de Janeiro: Nova Fronteíra.        [ Links ]

Nota editorial: Originalmente publicado en inglés en ReVista, the Harvard Review of Latin America III, No. 11: 58-61. Invierno de 2009.

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