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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.33 Bogotá mayo/ago. 2009

 

Volpi, Jorge. 1998. La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968.

México D.F.: Ediciones Era (456 pp).

Camilo Andrés Monje

Literato e Historiador, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Actualmente cursa la Maestría en Historia en la misma universidad y se desempeña como Asistente Docente del Departamento de Historia. Su artículo Clubes y cafés: espacios de transitoria intimidad se encuentra próximo a publicarse en la obra Historia de la vida privada en Colombia, de Editorial Taurus. En el año 2005 publicó Cuaderno de hacer cuentas: itinerario de una creación poética. La búsqueda de una voz en Sin remedio de Antonio Caballero. Monografías Meritorias en Literatura, No. 9, Bogotá: Universidad de los Andes. Correo electrónico: ca.monje966@uniandes.edu.co.


Jorge Volpi, en su libro La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, analiza la reacción de los artistas y escritores mexicanos ante la agitación estudiantil de ese año decisivo. El trabajo de Volpi, por un lado, da todas las señas de ser la investigación de un científico social. Se trata, como se lee en el título, de una historia intelectual delimitada en el tiempo, que también está situada en un espacio específico: México, y además cuenta con un gran acervo de fuentes primarias y secundarias. Sin embargo, estas señales encubren otra faceta del texto, que quizás se encuentra un poco oculta. El autor estudia las reacciones políticas e ideológicas de los intelectuales, observando los hilos que se tienden entre estos asuntos y la creación literaria; o, mejor aún, emprende la elaboración de una historia intelectual teniendo siempre en mente los distintos géneros de la ficción. Así, por ejemplo, en este texto no encontramos capítulos, sino actos. Las voces de los estudiantes, de los gobernantes y de los intelectuales se entrecruzan libremente, a la manera de una pieza teatral que recrea un drama salpicado de conjuras y malentendidos entre los protagonistas, y que desemboca en un enfrentamiento cumbre que sintetiza toda la tensión de la obra. En este caso, la masacre de Tlatelolco, en el mes de octubre, es la expresión final de la disputa entre los diferentes personajes del drama. Desde esta doble perspectiva, entonces, el autor escribe los cinco actos que forman parte de esta investigación histórica.

El primer acto se titula "Dramatis Personae". Allí encontramos a los protagonistas del ensayo. De un lado, el presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz. Ordenado, frío, el "salvador" del país, Díaz Ordaz le teme a la intranquilidad, al desorden, a los conspiradores, a los jóvenes, a los intelectuales. Su única meta es realizar los Juegos Olímpicos en el mes de octubre y mostrarle al mundo la paz de la Revolución Mexicana institucionalizada. Del otro lado, según Volpi, estaban los intelectuales: Carlos Monsiváis, Octavio Paz, JoséEmilio Pacheco, Carlos Fuentes, JoséRevueltas, Agustín Yáñez y Antonio Carrillo Flórez, por citar sólo los más representativos. Los intelectuales, ahora bien, aunque agrupados bajo una misma categoría de análisis, no se constituían, para Volpi, en una masa uniforme de individuos en términos ideológicos. Existían, por un lado, los intelectuales del régimen, como Agustín Yáñez, ministro de Educación, quien, con su silencio cómplice, apoyó la represión del movimiento estudiantil. Otros, como Carlos Fuentes o JoséEmilio Pacheco, asumieron claras posiciones en favor del movimiento y lo alentaron siempre en todos sus escritos. Carlos Monsiváis, "el cronista de la ciudad de México", no dejará de opinar a lo largo de todo el año sobre la mentira o la máscara mexicana, pues se intenta mostrar al mundo la paz absoluta de la Nación, acuñada en la frase "aquí no pasa nada", negando o reprimiendo el movimiento de los estudiantes. Por último, y en el otro extremo, encontramos a JoséRevueltas, novelista que no sólo apoya a los estudiantes desde sus escritos, sino que los acompaña en las marchas y los alienta desde la tribuna de la agitación. É stos son, entonces, algunos de los personajes de la representación.

El segundo acto se titula "I want to live in América". Allí se lee la opinión de los intelectuales mexicanos sobre el contexto internacional. Nos referimos, entre otros hechos mencionados por Volpi, a la muerte del Che Guevara y de Martin Luther King, los movimientos del Poder Negro en Estados Unidos, la guerra de Vietnam, y los hippies y las tendencias de la contracultura. Dos ideas aparecen contenidas en la anterior enumeración: por un lado, la imagen de la revolución, y por otro, las variedades de la protesta. Volpi sugiere los matices que existen al respecto: revoluciones armadas, como la cubana, que justifican el uso de la violencia; o revoluciones pacifistas, como la del reverendo King, que trataban de evitar cualquier tipo de confrontación; protestas violentas, como la del ala extremista del Poder Negro, en cabeza de Malcolm X y Stokely Carmichael; o las protestas hippies, dominadas por el símbolo de la paz, en donde los lemas eran frases como "Flower Power" o "Peace and Love". La tensión sube de punto, en este acto, pues se contrapone la supuesta paz mexicana con la gran cantidad de "irregularidades" que se sucedían más allá de las fronteras.

Esa tensión, tiempo después, estalla en algunos países de Europa y en Estados Unidos. La imaginación al poder, dicen los estudiantes. Volpi, con el ánimo de dar cuenta de los sucesos estudiantiles del Mayo francés, opta por escribir a la manera de un diario. Ya desde el principio del libro habíamos notado la sucesión cronológica de los actos o capítulos: el primero de ellos daba cuenta de los hechos importantes acaecidos del 1 al 31 de enero; el segundo se refería a los meses de febrero, marzo y abril. Ahora, en este tercer acto, en vez de agrupar los hechos de manera mensual, el autor decide hacer un seguimiento cotidiano. La forma y el contenido, los dos componentes básicos de cualquier texto, se compaginan y complementan de manera brillante en la obra de Volpi. Los incidentes de mayo van progresivamente aumentando en tensión y dramatismo; las actitudes de los estudiantes son emuladas paulatinamente por los obreros franceses. La lucha crece día tras día, y Volpi, comprendiendo el contenido, el fondo de los hechos, decide darle la forma o envoltura adecuada para describirlos. Esta investigación histórica, entonces, se viste de anuario, o diario intelectual.

En este tercer acto, además, aparece el "primer culpable", de acuerdo con el presidente de la República mexicana. Nos referimos a Herbert Marcuse, gran crítico de la sociedad industrial y principal ideólogo de las revueltas europeas. Como siempre, Volpi se refiere al pensamiento revolucionario de Marcuse teniendo como base los escritos de los intelectuales mexicanos. Este nuevo personaje, puesto en escena, sirve de puente que conecta el tercer y el cuarto acto; el final de la revolución internacional con el inicio de las revueltas en México.

En este país, siguiendo a Volpi, todo empieza el 22 de julio. El libro, desde este día hasta el 2 de octubre, se convierte en un diario que recoge la opinión de los intelectuales acerca de la huelga emprendida por los estudiantes universitarios de la ciudad de México, y la respuesta que tienen las entidades del gobierno ante los mítines y las marchas organizadas. Los estudiantes protestaban pacíficamente, y reclamaban, de acuerdo a un pliego de peticiones en donde no se advertía ninguna clase de ideología, el fin del autoritarismo por parte del gobierno, la libertad de los presos políticos y la derogación de los artículos de la Constitución relativos a la disolución social. En este tejemaneje de influencias, ahora bien, aparece un nuevo personaje, no propiamente ligado a las obras dramáticas, sino a las tragedias. Nos referimos al ejército y a la policía: los cuerpos represivos del Estado. La obra, efectivamente, deja de ser un drama en forma de diario, y se convierte en una tragedia verdadera.

La noche de Tlatelolco; noche del 2 octubre de 1968. Inicio del quinto y último acto. Decenas de estudiantes, apostados en la Plaza de las Tres Culturas, son acribillados por las ráfagas del ejército, en un hecho que pone fin al movimiento estudiantil. La tragedia se consuma. Volpi examina exhaustivamente lo ocurrido, de acuerdo a las distintas versiones que se dan del suceso. Luego de muchas páginas de intrigas y acusaciones, por fin el desenlace está dado. Sin embargo, es sólo un desenlace aparente, pues falta lo más importante: la conjura de los intelectuales. Díaz Ordaz, en efecto, culpa a los intelectuales mexicanos de ser los responsables directos de la confabulación estudiantil que desembocó en la masacre. Ellos, los intelectuales, los "filósofos de la destrucción", en palabras del presidente, estaban detrás de las ideas y pancartas exhibidas. Algunos estudiantes, acosados por el gobierno, se refieren a la escritora Elena Garro como una de las "ideólogas" del movimiento, la cual, a su vez, afirma que son otros los intelectuales involucrados en la causa de los alumnos, no ella. Octavio Paz, en solidaridad con los jóvenes, renuncia a su puesto diplomático. Los intelectuales, en fin, son puestos contra la pared por el gobierno, de acuerdo con su versión oficial de los hechos. Algunos escritores, incluso, son perseguidos y encarcelados, como JoséRevueltas. Así, en un ambiente de represión constante, la poesía se erige como la única forma de protesta. El autor estudia los poemas que se refieren al acto ignominioso del 2 de octubre, tratando de desentrañar, de ese lenguaje cifrado, toda la angustia y la rabia, la impotencia y la indignación de quienes escriben. Los poemas, entonces, son la fuente última de Volpi, y su análisis literario es el último de los géneros empleados. Estos poemas representan la victoria de las palabras y su sentido crítico sobre la manipulación y el olvido oficial.

La imaginación y el poder, en suma, no es otra cosa que una investigación histórica encubierta detrás de una obra de teatro, un ensayo con pretensiones de diario, una crónica que termina en análisis literario, o una bitácora intelectual en forma de tragedia shakesperiana. La diversidad de géneros y formas no mengua el contenido del libro, no deforma la verdad histórica; por el contrario, la potencia de manera definitiva, pues cada tema se encuentra provisto de la ropa que mejor le queda, siguiendo el tono y el carácter de los acontecimientos. Al final, Volpi pondera la labor de los intelectuales durante ese año, pues ellos fueron la conciencia crítica de la Nación en una época autoritaria, difundiendo las ideas democráticas y denunciando los desmanes. En este texto, entonces, se concilian las dos facetas de la vida intelectual del autor mexicano: por un lado, su actividad como escritor de ficciones, y por otro, su producción ensayística. Este libro, en suma, nos muestra una manera diferente de escribir la historia, con todo el rigor exigido por la comunidad científica, pero también con toda la belleza de las distintas formas de la literatura.

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