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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.35 Bogotá ene./abr. 2010

 

Presentación

María del Rosario Acosta*, Laura Quintana**

* Doctorado en Filosofía, Universidad Nacional de Colombia; Filósofa, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Trabaja temas relacionados con estética, filosofía moderna (especialmente Idealismo y romanticismo alemanes) y filosofía política moderna y contemporánea. Entre sus publicaciones más recientes está su libro La tragedia como conjuro: el problema de lo sublime en Friedrich Schiller. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008; las compilaciones Paul Klee: fragmentos de mundo (coedición y traducción con Laura Quintana). Bogotá: Universidad de los Andes, 2009; Friedrich Schiller: estética y libertad. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008; La nostalgia de lo absoluto: pensar a Hegel hoy (coedición con Jorge Aurelio Díaz). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008; y la traducción y edición del libro de John Sallis La mirada de las cosas: el arte como provocación. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008. Entre sus artículos más recientes están From Eumenides to Antigone. Developing Hegel's Notion of Recognition. Philosophy Today 34, 190-200, 2009; The secret that is the work of art: Heidegger's Lectures on Schiller. Research in Phenomenology 39, No. 1: 152-163, 2009, y ¿Una superación estética del deber? La crítica de Schiller a Kant. Episteme N.S. 28, 1-24, diciembre 2008. Actualmente se desempeña como profesora asistente del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Correo electrónico: maacosta@uniandes.edu.co.

** Doctorado en Filosofía, Universidad Nacional de Colombia; Filósofa, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Trabaja temas relacionados con estética moderna y contemporánea, Nietzsche y filosofía política contemporánea. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Paul Klee: fragmentos de mundo (coedición y traducción con María del Rosario Acosta), Bogotá: Universidad de los Andes, 2009; Vida y política en el pensamiento de Hannah Arendt.Revista de Ciencia Política 29, No 1: 185-200 2009; Comunidad y alteridad en Hannah Arendt. En Amistad y alteridad. Homenaje a Carlos. B. Gutiérrez, comps. Margarita Cepeda y Rodolfo Arango, 293-298. Bogotá: Universidad de los Andes, 2009; Gusto y comunicabilidad en la estética de Kant. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008; De la unanimidad sentimental a la interacción discursiva: una relectura de Sobre la norma del gusto de David Hume. En Estética, fenomenología y hermenéutica. I Congreso colombiano de Filosofía, Memorias, Vol. I, eds. Juan José Botero, Carlos Eduardo Sanabria y Álvaro Corral. Bogotá: Universidad Jorge Tadeo Lozano, 2008. Actualmente se desempeña como profesora asistente del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Correo electrónico: lquintan@uniandes.edu.co.


Nos gustaría comenzar este segundo número dedicado a la discusión estética-política con una serie de reconocimientos. Antes que nada, queremos agradecer a los miembros del comité editorial de la Revista de Estudios Sociales por haber depositado en nosotras la confianza para la realización de estos dos números. Ha sido para nosotras un placer lograr compilar en estos dos volúmenes contribuciones de la más diversa índole sobre el tema: no sólo hemos disfrutado profundamente el proceso, sino que hemos aprendido muchísimo en el camino y se nos ha abierto una serie de perspectivas y problemáticas a la que, de otra manera, no habríamos tenido ningún acceso. El agradecimiento se extiende, por supuesto, a todos los autores que respondieron a nuestra invitación, también a quienes colaboraron con sus reseñas, traducciones e imágenes, y, sobre todo, a quienes muy cuidadosamente se encargaron del trabajo de edición. Finalmente, no podemos dejar de hacer un reconocimiento público a dos profesores muy importantes para nosotras que, por cuestiones de tiempo, no pudieron participar en ninguno de los números, pero a quienes debemos gran parte de nuestro recorrido académico, y gracias a quienes tuvimos la posibilidad de acercarnos a estos temas tan pertinentes para pensar nuestro presente: Lisímaco Parra y Bernardo Correa, quienes con tanto ahínco han sido capaces de mantener vivas estas tradiciones tan poco trabajadas en nuestro medio, y a quienes no sólo nosotras, sino muchos de los autores de estos números, debemos el gusto, el interés y la mirada crítica sobre estos asuntos.

Tal y como quedó anunciado en el primer número, este segundo número está dedicado a discusiones más contemporáneas sobre el tema de las relaciones entre la estética y la política. Más que aproximaciones críticas a los problemas de la estetización de lo político, o de la politización de lo estético, en las que las preguntas surgen allí donde progresivamente se ha perdido una demarcación clara entre la estética y la política, esta vez los artículos están en gran parte concentrados precisamente en problematizar la posibilidad de esta demarcación. Así, la mayoría de los autores recorremos ahora el camino inverso, apoyados en ciertas vertientes del pensamiento contemporáneo que proponen cuestionar las oposiciones tradicionales heredadas de la filosofía política moderna. Los ámbitos tradicionalmente contrapuestos de lo privado y lo público, de lo sensible y lo racional, del arte y de la política, e incluso del misticismo y la Ilustración, buscan ser considerados nuevamente a la luz de una manera alternativa de entender las interrelaciones entre estos distintos horizontes de la praxis humana.

Abre por ello la sección Dossier el artículo de Jesús Martín Barbero, ya que allí quedan recogidos de modo magistral los distintos registros de algunos de los debates más relevantes sobre el tema. Partiendo de la actualidad del pensamiento de Walter Benjamin, Martín Barbero recorre las distintas alteraciones y los diversos des-ordenamientos que se llevan a cabo en el mundo contemporáneo en los regímenes de lo sensible. Con ello, nos muestra cómo la incorporación de la técnica en todos los niveles de la imagen y la visibilidad obliga a una deslocalización de toda frontera entre la ciencia y el arte, entre la razón y la imaginación, entre la cultura y las manifestaciones político-sociales. Es esta nueva discursividad abierta por los nuevos sentidos que el arte le otorga a la tecnología, recalca Barbero, la que puede "seguir entregándonos, en este desencantado inicio de siglo, un mínimo de utopía, sin el cual el progreso material pierde el sentido de la emancipación y se transforma en la peor de las perversiones". Se tienen aquí, pues, los ecos de Benjamin, ahora a la luz de una aproximación a las relaciones entre la estética y la política surcadas por el pensamiento de la "repartición" de lo sensible, que ha sido abierto por autores como John Berger y Jacques Rancière.

Al artículo de Barbero le siguen las aproximaciones de Amparo Vega y Amanda Núñez a los pensamientos de Lyotard y Deleuze, respectivamente; autores que continúan con la tradición crítica abierta por Benjamin. Vega ofrece un recorrido por los distintos momentos de la obra de Lyotard para mostrar cómo la manera en que este autor concibe la relación entre estética y política se reelabora en el transcurso de su producción desde la misma preocupación por pensar lo que implicaría una filosofía crítica. Para Lyotard, el saber crítico posmoderno termina comprendiéndose desde una defensa de la heterogeneidad de los juegos del lenguaje que permita trazar, en todo caso, posibles pasajes entre regímenes de frases heterogéneas. El vínculo entre estética y política indicaría, justamente, uno de estos pasajes, como un cruce que el mismo Lyotard elabora cuando habla, por ejemplo, de "diferendo estético" o de "resistencia sublime". En este pasaje, la política se piensa como escucha del "acontecimiento indeterminado", como "acción justa" de un lenguaje que puede reinventarse "para decir lo no dicho aún", mientras que lo estético se concibe como aquello que, precisamente, puede abrirnos a esta escucha, percibiendo "lo indeterminado", "dando testimonio" sensiblemente de esto, "transmitiéndolo y comunicándolo como sentimiento".

Núñez, por su parte, nos muestra cómo, desde el pensamiento de Deleuze, estética, política y ontología resultan indisociables, particularmente desde su idea del ser como potencia, creatividad, apertura y cambio, y desde su formulación de una "ontología menor" como sistema en contacto permanente con las circunstancias, y ya siempre abierto, inmanente, creativo. En efecto, para Deleuze, según lo muestra Núñez, la ontología menor es inmediatamente estética y política, pues la estética, "como modo creativo de alterar los espacios y los tiempos", puede crear nuevos modos de vida, interfiriendo así políticamente en lo real, y la misma ontología, como creación de conceptos, como creatividad, es ya siempre "resistencia y una intervención en lo que hay". Así, ontología, estética y política se encontrarían unidas en la creación de "nuevos conceptos, prospectos, perceptos y afectos", en la apertura de "un discurso indirecto libre que genere otros modos de hábitos y estructuras, otros espacios, otros tiempos"; y en último término, en el potenciamiento de una vida que no quede aprisionada en una única estructura, sino que siempre pueda "fugarse creativamente", en diversos modos de existencia.

Aunque desde un registro distinto, el eco de Benjamin también se deja ver en los siguientes artículos. El primero es un ensayo de nuestra autoría, en el que buscamos plantear una nueva manera de comprender y, por tanto, de enfrentar la noción benjaminiana de estetización de lo político. Siguiendo a J. L. Nancy, Lacoue-Labarthe y R. Esposito, nos proponemos mostrar que tal idea apunta a la producción de lo político como obra de arte, desde un proyecto, predominante en la metafísica occidental, en el cual la comunidad se concibe como obra de un sujeto que se reapropia de su esencia al realizarse comunitariamente. A la luz de esto, concluimos entonces que la interrupción de una política estetizada debe pensarse en términos más radicales de lo que suele hacerse usualmente, asumiendo la tarea, ya siempre inacabada, de reflexionar sobre el ser-en-común de los seres humanos, en la apertura a su finitud y a su radical alteridad. Así, el desobramiento propuesto por Nancy como tarea para repensar nuestro ser en común se entiende como el camino más radical de interrupción de todo intento de "estetización" de lo político.

El siguiente artículo se ocupa del pensamiento de Giorgio Agamben, un autor que también acoge el reto de repensar la comunidad sustrayéndola de la presencia de la obra y de esa violencia de la ley que Benjamin habría reconocido en varios de sus textos. Desde el punto de vista del filósofo italiano, como lo expone el ensayo de Alfonso Galindo, este poner en obra se inserta en una lógica teológica que habría dominado en la tradición política occidental, y que Agamben intenta desarticular genealógicamente, mostrando que ella apunta al "objetivo de pensar y nombrar la (des)fundamentación y la infundamentabilidad del poder", recubriendo de gloria esta nada, que no es más que "la inacción e insustancialidad de lo humano". Frente al dominio sobre la vida al que conduciría la teología política, Agamben se propondría repensar entonces el ser-en-común como una existencia en la pura potencialidad, en lo único que no admite exclusión, el puro ser-en-el-lenguaje. De ahí que, según Galindo, el poema se vuelva ejemplar, pues en la poesía se encontraría "desactivada la función comunicativa de la lengua, reposando ésta en sí misma" en su mera potencia de decir y en su decir siempre de otra manera. Galindo considera, sin embargo, que este pensamiento radical sobre lo político tiene un alcance limitado: no sólo porque la mirada genealógica de Agamben cae, a su modo de ver, en "abstracciones igualadoras" y en la presuposición de "continuidades ambiciosas", sino porque sus propuestas resultarían contrafácticas y difusas.

A continuación se encuentra una serie de artículos que reflexionan precisamente sobre ese-ser-en-el lenguaje, particularmente sobre el lenguaje literario y sus posibilidades éticas y políticas, aunque desde perspectivas muy distintas. Por una parte, se encuentra la lectura crítica que Nicolás Parra realiza de la propuesta de Richard Rorty en Contingencia, política y solidaridad. Lo que Parra cuestiona es el presupuesto que subyace a todo el análisis de Rorty sobre las relaciones entre la estética y la política: una división tajante y –muestra Parra– hasta cierto punto injustificada entre los ámbitos de lo privado y lo público. Así, en medio de una crítica profunda a la tradición política y filosófica moderna, dominada por los "metadiscursos" que se erigen en dogmáticos y dominantes y que impiden el ejercicio propio de la democracia, Rorty parece caer nuevamente en una inconsistencia al pretender sostener la necesidad de una constante redescripción de nosotros mismos y de las sociedades que compartimos, de la mano con una reproducción de uno de los más arraigados presupuestos de la tradición liberal occidental. La literatura cumple para Rorty un papel fundamental en la posibilidad de estas redescripciones y en la introducción de miradas críticas que amplían nuestra mirada. Así, este artículo se enlaza en una especie de diálogo y contrapunto con el texto de Carlos Manrique sobre las relaciones entre la literatura y lo político en Jacques Derrida. También para Derrida, pero por razones muy distintas a las de Rorty, la literatura y la democracia sostienen una muy estrecha relación. El "derecho a decirlo todo" de la literatura, instituido precisamente con las democracias modernas y los Estados de derecho, paradójicamente produce la instancia crítica de aquello que le da su posibilidad: la literatura se erige así en instancia genética pero a la vez profundamente crítica (hasta el punto de señalar su imposibilidad) de la democracia, al ejercer el acto político por excelencia: la conservación del "secreto absoluto", y con esto, el cuestionamiento de la transparencia del lenguaje y de las instancias políticas que éste inaugura en la modernidad (la identidad, el reconocimiento, el sujeto y su responsabilidad). La literatura, de esto modo, como institución que se deshace a sí misma en el proceso de su propia ejecución, trae de vuelta la tarea misma de la deconstrucción, esta vez haciendo evidentes los lazos de esta última con lo político y suscitando con ello la posibilidad de hablar de "otra comunidad", de hablar de "otro modo" de lo común, en el exceso de lo institucional que queda abierto por la escritura.

En la sección Otras voces presentamos tres artículos que articulan las discusiones tratadas por otros autores en el Dossier con expresiones artísticas concretas desde la arquitectura, la literatura y el arte. El artículo de Juan Pablo Aschner hace hablar a la arquitectura de Rogelio Salmona tanto como nos "hablan" desde nuestra memoria histórica los discursos políticos de Gaitán. Aschner contrapone las tendencias estéticas (y sobre todo "estetizantes", "organicistas") del pensamiento de Gaitán con una comprensión política del espacio que "se deja ver" en el proyecto, ideado por Salmona, de la construcción del Centro Cultural Jorge Eliécer Gaitán. La construcción, hoy en día abandonada –una ironía más de la historia de este país, poco dispuesto a la memoria más allá de las ruinas–, muestra en qué sentido la arquitectura era para Salmona un acto político: un espacio configurado para "abrir a la materia a la contingencia", nos dice Aschner, en lugar de buscar predeterminar con ella nuestros modos de habitar. Una noción orgánica de armonía heredera de la tradición clásica renacentista (y muy cercana, por lo tanto, más bien al pensamiento de Gaitán) se contrapone así con el escenario recreado por Salmona, preocupado también por dar lugar a "la configuración política ideal", pero, justamente, a partir de la apertura a la contingencia a la que está sujeta la praxis humana.

Por otro lado, aparece publicado aquí el artículo de Hector Hoyos sobre la literatura de Fernando Vallejo. Más allá de las abundantes discusiones acerca de las intenciones y las controversias detrás de la obra de este autor, Hoyos propone una lectura que hila tres de los escritos de Vallejo: La Virgen de los Sicarios, el ensayo El desbarrancadero y el relato La puta de Babilonia. El papel crítico de la literatura se tematiza aquí ejemplarmente en una propuesta que presenta la obra de Vallejo a la luz de un proyecto que tiene como objetivo hacer evidente la extensión irrestricta del catolicismo en Colombia a las regiones de lo político y lo moral. Desde una racionalidad herética, las obras de Vallejo –propone Hoyos– nos obligan a replantear estructuras que subyacen de manera casi inconsciente a nuestra memoria colectiva y que se reproducen una y otra vez a través del papel "iconológico" que desempeñan los medios de comunicación, sobre todo en el culto a la violencia que éstos reproducen y en la estructura de sacrificio que adquiere para nosotros el acto de "observarla".

Por último, se encuentra el ensayo de Juan Carlos Guerrero. Aquí el autor aplica los planteamientos de Rancière sobre los regímenes ético, representacional y estético, para proponer que el cuerpo masacrado durante el período de la Violencia, pero también en nuestros conflictos contemporáneos, se entienda no sólo como "signo y superficie de inscripción de la violencia", sino como un cuerpo reorganizado "emblemáticamente"; es decir, como imágenes constitutivas de un discurso moralizante, que pretenden restaurar de su crisis actual a un ethos que se asume como primigenio. Tales imágenes reorganizarían tanto los cuerpos de las víctimas como los de los victimarios dentro de un régimen ético de acciones y prácticas que apuntan a enmudecerlos, a hacerlos invisibles e insignificantes. Según Guerrero, en su función de imágenes emblemáticas, los cuerpos reorganizados "instruyen y acallan no sólo porque empujan al destierro o desplazamiento, sino también porque hacen que la disensión quede recluida en el ámbito privativo" de un dolor "despolitizado", empujado a la venganza, o al susurro del que no quiere hablar para conservar la vida. Frente a esto, el autor deja abierta la invitación a pensar "en cómo hacer que los cuerpos en dolor hablen y cómo transformar ese régimen ético imperante" en un régimen estético que permita desplazar las fronteras de la visibilidad, de modo que podamos ver lo no visto y oír al que ha permanecido sin voz.

Esta vez tenemos además la sección Debate, en la que, siguiendo las sugerencias de Lucas Ospina, y algunas de las preguntas formuladas por él mismo para la discusión, se recrean algunas de las controversias que suscita el papel político de la caricatura: un cruce más entre arte, estética y política. Aprovechando la circunstancia de la exposición que actualmente se presenta en la Biblioteca Luis Ángel Arango, curada por la maestra Beatriz González, Ospina invita a opinar acerca de la pertinencia y la peculiaridad propias de la labor histórica, política y crítica del caricaturista. Entendemos este debate como una extensión de las sugerencias que pudieron haber suscitado ya entre los lectores las imágenes de "Pedro Manrique Figueroa" que se publicaron en el número pasado de la revista.

Finalmente, en la sección Documentos, contamos con la magnífica traducción del francés, realizada por Andrea Mejía, del texto De la compacité- Architectures Et Régimes Totalitaires de Miguel Abensour, un autor que vale la pena que sea mejor conocido en nuestro medio. Se trata de un ensayo clave en las discusiones sobre la estetización de la política y que además, pese a su brevedad, ocupa un lugar central en la producción de Abensour, pues le permite ahondar en el asunto que, siguiendo a Arendt y Lefort, atraviesa toda su obra: el fenómeno totalitario. En De la compacité Abensour muestra cómo en los regímenes totalitarios la arquitectura, lejos de ser un elemento meramente accesorio, adquiere un carácter constitutivo. En efecto, en tales regímenes la arquitectura se entendería como "autorrepresentación identificadora de una comunidad histórica dada", y colaboraría de esta forma en la institución de un espacio "lleno, compacto, clausurado, cerrado sobre sí", consecuente con la producción de un cuerpo orgánico, integrado, idéntico, sin divisiones ni diferencias. La monumentalidad que caracteriza la arquitectura de los totalitarismos apunta a producir entonces un espacio que impide la comparecencia y el despliegue de la pluralidad de los seres humanos. De esta forma, contribuye a generar una experiencia en masa de la soledad, en la que los individuos se encuentran aislados, desolados, incapaces de toda resistencia, e inmunizados frente a todo aquello que, el autor enfatiza –en la estela de Arendt–, caracterizaría a la auténtica política. Así, en línea con otras de sus reflexiones, Abensour insiste en que el totalitarismo, más que un exceso de la política, representa el intento por alcanzar su destrucción, y que la arquitectura se constituye en una pieza central en esta tentativa de plena despolitización.

*****

Hemos intentado que estos dos números recorran algunas de las principales perspectivas y registros que atraviesan el debate contemporáneo sobre las relaciones entre estética y política. Si bien sabemos que el recorrido no podía ser de ninguna manera exhaustivo, una mirada rápida a los índices muestra que en todo caso se alcanzaron a cubrir distintos ángulos sobre el asunto. Esperamos que con ello queden abiertos caminos de reflexión pertinentes para iluminar los riesgos y las posibilidades de estos pasajes de lo estético a lo político, de lo político a lo estético, y de todos los cruces que a partir de allí surcan el espacio de la praxis. Finalmente, queremos agradecer a Manuel Kalmanovitz por el diálogo que ha entablado con el número a partir de sus imágenes, y a Alberto Bejarano, Camilo Montealegre, Martín Retamozo y Santiago Gallego por sus contribuciones a la sección Lecturas.

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