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Revista de Estudios Sociales

versão impressa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.36 Bogotá maio/ago. 2010

 

Hombres en situación de desplazamiento: transformaciones de la masculinidad

Claudia Tovar Guerra** Carol Pavajeau Delgado***

Este artículo hace parte de una investigación independiente.

** Psicóloga, Especialista en Resolución de Conflictos y Magister en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesora de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Miembro del Grupo de investigación Lazos sociales y culturas de paz. Últimas Publicaciones: Building Cultures of Peace from the Devastation of War (con Stella Sacipa, Luisa Fernanda Galindo y Raúl Vidales). En Psychology of Liberation: Theory and Applications, eds. Maritza Montero y Christopher Sonn, 221-235.Berlín: Springer-Verlag, 2009; Acompañamiento psicosocial comunitario a personas en situación de desplazamiento. En Psicología de la liberación en el contexto de la globalización neoliberal: acciones, reflexiones y desafíos, eds. Ignacio Dobles, Sara Baltodano y Vilma Leandro Zúñiga, 329-335. San José de Costa Rica: Universidad de Costa Rica, 2007. Correo electrónico: claudia.tovar@javeriana.edu.co.

*** Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana. Magister en Antropología Social de la Universidad de los Andes. Profesora de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Consultora independiente en los temas de género, sexualidad y derechos humanos. Última publicación: Las subjetividades como centro de la formación ciudadana (con Ángela María Ocampo y Sara Méndez). Universitas Psychologica 7, no. 3: 837-852. Correo electrónico: cpavajeau@javeriana.edu.co.


RESUMEN

El artículo muestra la falta de reflexión académica y política acerca de la situación de los hombres en condición de desplazamiento forzado en Colombia y analiza cómo esta problemática incide en la reconfiguración de las masculinidades, al tiempo que produce tensiones, reacciones y transformaciones en su subjetividad de género. Alude a las implicaciones sociales de dicha situación, invitando a pensar el tema desde una perspectiva psicosocial para el diseño de estrategias de acompañamiento útiles para avanzar hacia la equidad de género en este campo.

PALABRAS CLAVE

Masculinidades, desplazamiento forzado, subjetividad, género.


Men in Situations of Displacement: Transformations of Masculinity

ABSTRACT

This article demonstrates the lack of academic and political attention regarding the situation of forcibly displaced men in Colombia. It analyzes the way the problem of displacement reconfigures masculinities at the same time that it generates tensions, reactions, and transformations in the way that men think about their own gender. It alludes to the social implications of this situation, encouraging us to think about the topic from a psychosocial perspective in order to design useful accompaniment strategies to move towards gender equity in this area.

KEY WORDS

Masculinities, Forced Displacement, Subjectivity, Gender.


Homens em situação de deslocamento: transformações da masculinidade

RESUMO

O artigo mostra a falta de reflexão acadêmica e política sobre a situação dos homens em condição de deslocamento forçado na Colômbia e analisa como esta problemática incide na reconfiguração das masculinidades, ao mesmo tempo em que produz tensões, reações e transformações em sua subjetividade de gênero. Alude às implicações sociais de tal situação, convidando a pensar sobre o tema a partir de uma perspectiva psicossocial para o desenvolvimento de estratégias de acompanhamento úteis para avançar até a igualdade de gênero nesse campo.

PALAVRAS CHAVE

Masculinidades, deslocamento forçado, subjetividade, gênero.


Masculinidades en Colombia

La investigación sobre masculinidades en América Latina comienza a finales de la década de los ochenta. El tema surge y se desarrolla simultáneamente en la academia y en los grupos de reflexión interesados en el mismo. Mara Viveros (2002) agrupó en los siguientes ejes temáticos los diferentes estudios sobre masculinidades realizados en la región:

    • Identidades masculinas: los significados de la masculinidad, los efectos del contexto social en las identidades masculinas, identidades masculinas en el mundo del trabajo, masculinidades y clases sociales, masculinidades e identidades étnico-raciales.
    • Las masculinidades en el ámbito privado: la paternidad, prácticas y representaciones; los estudios sobre salud sexual y reproductiva; las fronteras de la sexualidad.
    • Violencias y homosocialidad masculina: masculinidades y violencia, escenarios de homosocialidad masculina.

A su vez, Fredy Gómez (2001, 21-35) condensó los estudios de masculinidad en Colombia en tres campos: el primero se refiere a la construcción de las identidades masculinas; allí se sitúan las siguientes líneas de investigación:

    a. La referida a narraciones, opiniones y reflexiones colectivas alrededor de las identidades de género y el papel de los varones en el ejercicio del poder y la violencia.
    b. La concerniente a las identidades en cohesión con diversas culturas regionales y aspectos socioeconómicos.
    c. Y una centrada en las identidades masculinas y femeninas en contextos específicos como la educación, a partir de una investigación etnográfica en el aula.

El segundo campo alude al fenómeno de la paternidad e indaga por la participación de los padres en el contexto de las dinámicas familiares. El último aborda lo concerniente a la salud sexual y reproductiva, y es donde más se han centrado las investigaciones. Acá se explora la relación que tiene este ámbito con la construcción de masculinidades y la perspectiva de derechos en Colombia.

En América Latina y en Colombia, los mencionados estudios han realizado avances significativos al aproximarse a los diferentes contextos masculinos y a la influencia de éstos en la construcción de las identidades de los hombres. En ese sentido, han aportado claridades sobre las prácticas masculinas (paternidad, sexualidad, homosocialidad y violencias, entre otras) que tanto en lo particular como en lo colectivo pueden ser liberadoras, dominadoras o ambivalentes (ambas cosas a la vez), debido a que están sujetas a los momentos históricos y a las dinámicas culturales en donde se desarrollan. Estas prácticas también proporcionan elementos tradicionales o innovadores de la subjetividad masculina. Adicionalmente, los mencionados trabajos han evidenciado la importancia de comprender el género como categoría de análisis relacional, ya que dicha mirada permite entender cómo éste opera en cada contexto; cuáles son los códigos éticos y políticos que lo sostienen; cómo se consolida lo correcto, la norma, el deber ser en las subjetividades y colectividades hasta naturalizarlo, anclando así una visión crítica que facilita pensar en la necesidad de una deconstrucción cultural (Pavajeau 2006).

Ahora bien, la relación entre masculinidades y desplazamiento forzado en Colombia ha sido poco explorada por la academia, aunque muchos señalan la necesidad de su estudio, dado que la experiencia de trabajo con personas en tal situación lo ha hecho evidente. Pese a ello, puede sostenerse que en el país no hay una problematización clara, ni una trayectoria de trabajo que permita visibilizar el fenómeno y formular lineamientos de acción para las ciencias sociales y la política pública.

Desplazamiento forzado y género

El desplazamiento forzado es una problemática que afecta a Colombia desde hace varias décadas. Durante los últimos 20 años la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento Forzado (Codhes) y la Conferencia Episcopal de Colombia (2005) han contabilizado 3,8 millones de personas en situación de desplazamiento, mientras que las cifras estatales señalan un acumulado de 1,9 millones a octubre de 2006. Según Codhes (2008), 305.966 personas fueron desplazadas en Colombia durante el año 2007, es decir, un promedio de 838 personas cada día. Estas cifras evidencian la difícil y compleja situación de violencia política que atraviesa Colombia. La Ley 387 de 1997 define así la condición de desplazamiento:

    Es desplazado toda persona que se ha visto forzada a migrar dentro del territorio nacional abandonando su localidad de residencia o actividades económicas habituales, porque su vida, su integridad física, su seguridad o libertad personales han sido vulneradas o se encuentran directamente amenazadas, con ocasión de cualquiera de las siguientes situaciones: Conflicto armado interno, disturbios y tensiones interiores, violencia generalizada, violaciones masivas de los Derechos Humanos, infracciones al Derecho Internacional Humanitario u otras circunstancias emanadas de las situaciones anteriores que puedan alterar o alteren drásticamente el orden público.

Dado que el desplazamiento forzado tiene efectos diferenciales según el género (mujeres, hombres), la edad (niños, niñas, jóvenes, adultos, adultos mayores), la procedencia regional y la pertenencia étnica, la aproximación investigativa de su impacto sobre las subjetividades y la colectividad exige adoptar una perspectiva relacional. Igualmente, es necesario tener en cuenta que los efectos diferenciados del desplazamiento obedecen, a su vez, a una doble condición de desigualdad: la histórica y la actual (agudizada por el fenómeno mismo).

Donny Meertens (2004) resume así los efectos diferenciados del desplazamiento entre hombres y mujeres:

    1. Aumento de mujeres jefas de hogar a causa de la violencia: viudez, rupturas familiares provocadas por el desarraigo, las tensiones del anonimato, la clandestinidad o las nuevas dinámicas de la gran ciudad.
    2. El hecho violento y sus efectos traumáticos son más fuertes para las mujeres campesinas cuando quedan viudas o se ven sometidas a la desintegración familiar, debido a que su mundo ha estado restringido al ámbito privado (la familia, lo doméstico, la vecindad).
    3. Posteriormente, en el proceso de subsistencia y reconstrucción fuera de su lugar de origen, los hombres se ven más afectados por el desempleo, pues se altera su imagen de proveedor y protector. Ellos ven vulnerada su dignidad al tener que asumir actividades de rebusque o dedicarse a las tareas domésticas. Debido a la experiencia de trabajo doméstico, para las mujeres desplazadas es más fácil movilizarse en el área productiva, lo cual no significa que sea en las mejores condiciones laborales. Esta circunstancia ha afectado las dinámicas familiares, propiciando transformaciones en las formas de vivir y sentir lo masculino y lo femenino y los significados, hábitos y prácticas de los roles de género y generación.
    4. Mujeres y hombres vivencian el estigma del desplazamiento en diferentes ámbitos. Las mujeres experimentan mayor discriminación en los espacios comunitarios, situación que se agudiza cuando ellas son indígenas o afrocolombianas. En el ámbito laboral, los hombres, debido a que sus saberes u oficios están relacionados en su mayoría con lo rural, no son demandados en los contextos urbanos. Por otro lado, el uso del documento de identificación para acceder a los apoyos y beneficios a los que tienen derecho por su condición, se ha convertido en una dificultad, pues durante sus muchos años en el campo, para ellos y ellas no era de vital importancia poseerlo, motivo por el cual algunas personas no accedieron al mismo, como en el caso de la mayoría de las mujeres; además, en el momento del desplazamiento, y por ser una situación de impacto improvista, a muchas personas, y en especial a los hombres, se les extravió su documento de identificación.
    5. La dificultad para adaptarse al nuevo contexto también se evidencia en el deseo de retorno o reubicación, este último preferido por las mujeres, mientras que los hombres optarían por volver a su sitio de origen.
    6. En relación con la vida pública reflejada en la interlocución que estas personas hacen con las instituciones, predomina la participación masculina, en cuanto se considera como un espacio tradicional-mente masculino. Las mujeres acuden más a las redes cercanas e informales.
    7. Respecto de los derechos sexuales y reproductivos, se presentan una mayor vulneración hacia las mujeres en hechos como la violencia sexual usada como arma de guerra (violación, acoso, prostitución y servicios sexuales forzados) y la agudización del maltrato intrafamiliar.

Masculinidades y desplazamiento

Las investigaciones con perspectiva de género acerca del desplazamiento forzado generalmente se han centrado en caracterizar las condiciones de vulnerabilidad de mujeres, niñas y niños que afrontan esta dura experiencia. La importancia de tales estudios radica en proponer estrategias de acompañamiento y apoyo a dicha población, máxime cuando se ha demostrado que la violencia contra mujeres, niñas y niños se incrementa considerablemente. No obstante, son escasos los estudios interesados en la situación de los hombres desplazados y que aporten comprensiones amplias sobre las transformaciones en su subjetividad. Más allá de considerarlos como agentes de la violencia intrafamiliar, resulta importante abordar la manera como la situación de desplazamiento incide en la reconfiguración de las masculinidades, generando tensiones, reacciones y/o transformaciones.

Diversas investigaciones sobre masculinidades en Latinoamérica han insistido en la necesidad de abordar y propiciar transformaciones en los hombres como estrategia importante para avanzar hacia la equidad de género (Faur 2004 y 2006; Gómez 2004; Pavajeau 2006; Viveros, Olavarría y Fuller 2001). Desde una perspectiva relacional que tenga en cuenta aspectos regionales, generacionales y étnicos, resulta relevante entender la operación del sistema de género en el contexto situacional específico del desplazamiento: ¿cuáles órdenes morales sostienen las masculinidades?, ¿qué tipo de masculinidades se perfilan?, ¿qué tipo de relaciones de género se instauran?, ¿qué tensiones y transformaciones experimentan las masculinidades emocional, personal, social y culturalmente?

A partir de preguntas como éstas se busca construir una visión crítica que promueva procesos de deconstrucción cultural y transformación de las subjetividades hacia mayores grados de equidad de género.

Fisuras de la masculinidad hegemónica a raíz del desplazamiento

El desplazamiento es una situación de cambio forzado que impone movilizaciones personales, sociales y culturales. Por motivos ajenos a la voluntad de los hombres, los rigores de la supervivencia económica llevan a la modificación de los roles de la tradicional división sexual del trabajo, así como de la dinámica familiar misma. Esta situación repentina y crítica revela transformaciones personales y relacionales y trastoca los límites tradicionales entre lo masculino y lo femenino. Si bien se han documentado algunas de las problemáticas más frecuentes que viven los hombres desarraigados, aún son invisibles sus efectos en su identidad de género y en su subjetividad.

Estudios encargados del seguimiento a la situación de la población en condición de desplazamiento forzado, tales como la Encuesta Nacional de Hogares Desplazados (Codhes 2001),1 el Estudio de Perfil Epidemiológico de población desplazada y población estrato uno no desplazada en cuatro ciudades de Colombia (OPS e INS 2002) y el Sistema de Información Rut (Conferencia Episcopal de Colombia 2006), dejan ver claras diferencias en el impacto sobre la situación laboral de los hombres en relación con las mujeres, quienes al poco tiempo de llegar han accedido en un porcentaje superior a una actividad económicamente productiva. Este último, por ejemplo, reporta que:

    La desocupación afecta más a los hombres que a las mujeres, aunque las diferencias no son muy significativas. En cuanto a actividad laboral, entre los hombres la agricultura ocupa el primer lugar, seguida de Oficios varios; las mujeres tienen muy poca vinculación con la agricultura; la mayor participación se encuentra en Oficios varios, con proporciones muy similares a las de los jefes; las/os empleados representan sólo el 6%-7%. [...] La movilización hacia las grandes ciudades choca con esta especialización, generando mayor desocupación masculina; en el caso de las mujeres, en los procesos migratorios de distinto orden, la posibilidad de éstas de hacer una extensión del trabajo doméstico de manera remunerada en otros hogares, facilita su inserción laboral.

Otros ya lo habían observado: "Dado el perfil ocupacional básicamente agrícola y ganadero de las cabezas de familia, en razón de su condición rural, éstas encuentran grandes obstáculos para generar sus propios recursos en la ciudad" (Acnur y Defensoría del Pueblo 2003, 31).

No obstante, estos estudios no permiten identificar la afectación producida en la identidad de género y en el bienestar emocional de la población masculina, así como en la calidad de vida de sus familias. Tal como están diseñados los instrumentos, no se tienen en cuenta los elementos culturales que pueden afectar el registro de la información sobre estos temas. Por ejemplo, el componente psicológico en la Encuesta Nacional de Hogares Desplazados (Codhes 2001) medía básicamente indicadores de depresión y satisfacción, a través del autorreporte de síntomas que para la racionalidad masculina rural resultan inconfesables, lo que sólo permitió ver la afectación en la población femenina, que históricamente no se avergüenza del llanto y el miedo, y, por lo tanto, invisibilizó la experiencia masculina. Las mediciones actuales sobre las condiciones de la población desplazada no se están ocupando de las afectaciones emocionales ni siquiera a través de dichos indicadores.

Otras observaciones, basadas en experiencias con comunidades, producen hipótesis como la siguiente:

    A los hombres se les presenta una crisis de la masculinidad, que es causada por la pérdida de funcionalidad laboral mencionada, [...] pierden su rol de proveedores y empiezan a depender de los ingresos, las gestiones y el liderazgo de las mujeres, lo que no aceptan sin resentimiento, que conlleva muchas veces el maltrato intrafamiliar [...] [El hombre] pierde su status [sic] de proveedor pues las entidades oficiales, al menos por un tiempo, suplen esta necesidad y su inserción laboral es más lenta, ya que los trabajos del campo, son de poca utilidad en el entorno urbano (Solano 2004, 7).

Así mismo, Sacipa (2003) encuentra que los hombres en situación de desplazamiento tienen dificultades especiales para adaptarse a las dinámicas urbanas, dada su dificultad para la inserción laboral o la ocupación productiva que les plantea una ruptura radical con sus actividades rurales, a las cuales se vinculan elementos clave de su identidad de género, tales como sus roles de proveedor y protector. Esto produce en los hombres frustración, sensación de impotencia y disminución de su propia estima. Pero, ¿por qué puede considerarse que dicha situación implica una especial vulnerabilidad psicosocial en los hombres?

El mundo contemporáneo ha sido escenario de múltiples cambios en las relaciones de género que han puesto en tela de juicio, de forma tanto discursiva como práctica, la dominación patriarcal (Bell 1997; Gilmore 1994; Meler 2000). A la experiencia de los hombres en este escenario se le ha llamado "crisis de masculinidad".

La masculinidad obedece a un proceso de construcción de la identidad de género en el hombre; a través de éste se aprende lo que significa ser hombre en términos de roles y comportamientos atribuidos, y de la forma de interpretarse desde tales parámetros (Viveros 2002). Cambios sociales tales como el aumento de la vinculación femenina a la estructura productiva, el mayor acceso de las mujeres a la educación formal, el reconocimiento de derechos políticos a las mujeres y la reducción del número promedio de hijos por mujer traen consigo un cambio en las relaciones de género, que cuestionan la dominación masculina y producen una crisis en la construcción de identidad de género en los hombres. En este contexto, "la constitución de la identidad masculina es un proceso sometido constantemente ante la sociedad, costoso emocionalmente para los hombres concretos que lo viven" (Viveros 2002, 54).

La sociedad colombiana ya ha experimentado los cambios mencionados: "Algunos trabajos recientes sobre la familia colombiana plantean que los hombres han visto disminuido su rol de principales proveedores económicos, con la consecuente pérdida de autoridad y de funciones que este papel les otorgaba" (Zamudio y Rubiano, citados por Viveros 2002, 39). Sin embargo, la vida rural ha logrado permanecer relativamente al margen de estos procesos y conserva prácticas culturales propias del mundo patriarcal. Así, la llegada del campesino a la ciudad supone un enfrentamiento abrupto con dichas transiciones sociales, que, aunadas a la situación de marginalidad y a la experiencia violenta, constituyen un panorama digno de ser tenido en cuenta.

Para comprender la magnitud de la experiencia del hombre desplazado, conocer las formas como los varones latinoamericanos viven la crisis de masculinidad proporciona un buen punto de partida. El CES y la Universidad Nacional de Colombia, con el apoyo de la Fundación Ford, publicaron los estudios de tres académicos latinoamericanos sobre masculinidad en sectores urbanos de clase media (Viveros, Olavarría y Fuller 2001) de ciudades como Lima, Santiago de Chile, Quibdó y Armenia. Estas investigaciones, al identificar valores propios de la masculinidad, reflejar la realidad de sectores medios y enfatizar el trabajo como elemento clave en la construcción de identidad masculina, ofrecen un panorama que evidencia la vulnerabilidad a la que está expuesto el hombre en situación de desplazamiento. Analicemos esto:

En primer lugar, la elección de sectores medios obedece a la intención de visualizar las transformaciones en las relaciones de género que se están dando en la sociedad, ya que los cambios sociales que promueven dichas transformaciones (tales como el ingreso de la mujer al mundo laboral y su acceso a la educación) se han dado en estos sectores. Por ejemplo, el estudio colombiano adelantado por Mara Viveros (2002) refleja las transiciones que los hombres quibdoseños y cuyabros han tenido que vivir desde la generación de sus padres a la propia. La investigadora identifica tales vivencias como de carácter crítico. Esto permite imaginar que la crisis de masculinidad de los hombres desterrados se agudiza, en la medida en que los cambios sociales que le dan origen son vividos de manera abrupta: de la noche a la mañana, el campesino inmigrante se enfrenta con cambios que los hombres de sectores medios han presenciado a lo largo de toda una generación.

En segundo lugar, los autores de las investigaciones, al asumir una perspectiva de género relacional, reconocen valores propiamente masculinos desde una mirada en doble vía, los cuales bien pueden articularse con la necesidad de ser la figura de autoridad y constituir relaciones de dominación, o canalizarse hacia un papel creativo y constructivo en las nuevas relaciones sociales. En el prefacio del libro, Bonnie Shepard comenta: "En los tres estudios las normas masculinas esenciales son la responsabilidad, la fuerza y la actitud protectora" (Viveros, Olavarría y Fuller 2001, 12).

Este reconocimiento de valores básicos contribuye a comprender lo que significa para un hombre la situación de desplazamiento forzado en cuanto a su masculinidad y la necesidad de resignificar estas experiencias. Así, haber tenido que huir con su familia puede interpretarse en un primer momento como el fracaso de su papel protector, pues frente a muchos hombres que tomaron las armas y otros que se enfrentaron temerariamente hasta la muerte (sin descartar aquellos que fueron desaparecidos o asesinados sin que pudieran calcular nada), los hombres que huyeron con sus familias pueden sentir la necesidad de justificar su supervivencia; una forma de hacerlo es tener un papel crucial en el bienestar de los suyos, y es aquí donde entra en juego la responsabilidad. El rol de proveedor es, aún hoy, el mecanismo social por excelencia del ejercicio de la responsabilidad masculina, de tal suerte que la segunda herida a su masculinidad es la imposibilidad de generar ingresos, dadas las circunstancias ya mencionadas.

Queda la fuerza, que en la racionalidad campesina adquiere forma en la fuerza física, pero cuyo ejercicio no es tan relevante en un contexto urbano, tecnificado e informatizado. Ante la imposibilidad de encontrar un lugar legítimo para la expresión de su masculinidad, tal y como la conocían en su entorno original, algunos hombres utilizan la violencia para recuperar infructuosamente la autoridad y el estatus perdido dentro de la familia y difícilmente ganado ante sus nuevos pares.

En tercer lugar, un aspecto de la experiencia vital y de la vida social que los tres autores coinciden en destacar como clave para pensar la masculinidad, es precisamente el mundo laboral. La investigadora colombiana observa: "Los varones saben desde niños que 'hay que trabajar' y aprenden a hacerlo a través de los procesos de socialización" (Viveros 2001, 83). Por su parte, Olivarría señala que el trabajo:

    [...] es uno de los pilares sobre los que [el varón] sostiene el lugar de hombre en el núcleo familiar, especialmente a través de la paternidad que consagra la relación del varón con su mujer e hijos/as como jefe del hogar, establece la subordinación de los otros miembros de su familia y permite un orden familiar que cuenta con respaldo legal (Olavarría 2001, 197).

Igualmente, Norma Fuller (1997), en su estudio sobre los hombres limeños, ha considerado el espacio laboral como "eje central de la masculinidad". Como se ha señalado, el campesino inmigrante se encuentra con un contexto donde su "saber hacer" no tiene cabida. El nuevo mundo laboral ofrece escasos ambientes para las destrezas que ha afianzado en su socialización.

En consecuencia, la pérdida de funcionalidad laboral de los hombres desplazados cuando llegan al contexto urbano, y la concomitante crisis de poder, desembocan en una crisis de masculinidad. Pero ¿qué tipo de tensiones les genera esta crisis?, ¿mediante cuáles estrategias la afrontan?, ¿cómo asumen la disminución de su capacidad de proveedores económicos?, ¿cómo se transforman sus relaciones en el ámbito privado?

Aunque para las anteriores preguntas aún no tenemos respuesta, el aporte de nuestra reflexión es proponer criterios de lectura que vayan en la dirección de reconocer estas fisuras como evidencia de importantes movilizaciones de la masculinidad hegemónica, a las que se ven impelidos los hombres que viven el destierro. Esto implicaría mucho más que dirigir esfuerzos hacia la creación de condiciones que mitiguen el impacto descrito aquí; supondría replantear la subjetividad de género en un sentido que propicie prácticas masculinas más equitativas.

Una introducción a la transformación de la subjetividad masculina

Por su carácter de emergencia y crisis, el desplazamiento propicia la reestructuración, así sea transitoria, de elementos culturales ligados al género, tales como las costumbres, las normas, la toma de decisiones, la administración de los recursos, la paternidad, la conyugalidad, el ejercicio de la autoridad, entre otros. Todas estas movilizaciones se encuentran inmersas en la manera como cada uno se concibe a sí mismo como hombre, en las creencias que tiene sobre sí mismo y en los modos en que ha organizado sus vivencias con relación a su subjetividad de género.

Vivir el contraste entre el antes y el después del desplazamiento, les implica a los hombres confrontarse consigo mismos y con sus entornos relacionados con las prácticas cotidianas de distribución del poder, sintiendo habitualmente la falta de equidad y las desventajas que antes se naturalizaban o invisibilizaban y de las cuales no eran víctimas. Esto los descoloca frente a códigos masculinos tradicionales que ya no les son tan funcionales y los enfrenta a unos nuevos que aún no comprenden (y que la sociedad misma se encuentra elaborando), lo que ocasiona frecuentemente reacciones de desconcierto, tanto en ellos como en quienes comparten sus contextos significativos, especialmente en los ámbitos laboral y familiar.

El asunto de las masculinidades ha estado marginado o limitado en las acciones adelantadas mediante políticas y programas de apoyo a personas en situación de desplazamiento. Incluirlo requiere una mirada compleja que dimensione a los hombres como agentes de cambio, con necesidades propias y como interlocutores válidos en los procesos de transformación. También supone acercarse a ellos más desde la pregunta y menos desde la adjetivación, sin desconocer las implicaciones y consecuencias del sistema patriarcal en la guerra y en las dinámicas cotidianas de mujeres y hombres, siendo éstos los ejes centrales de cambio.

Adicionalmente, exige incluir dentro de la atención psicosocial para estas poblaciones un enfoque de género relacional que identifique los efectos y los recursos de manera diferencial para mujeres y hombres, y que desde allí diseñe estrategias de acompañamiento, las cuales podrían, entre otras cosas, profundizar en las manifestaciones masculinas del fenómeno, promover el fortalecimiento diferencial de capacidades de afrontamiento, propiciar la reflexión sobre los nuevos roles e identidad de género y fortalecer las dinámicas familiares. Además, intensificar acciones de comunicación y educación encaminadas a repensar las identidades de género en los diferentes contextos sociales, pues como señala Bonnie Shepard:

    La clave para ayudarles a los hombres a conseguir fortaleza interior es cambiar el entorno sociocultural que los rodea, para que las definiciones sociales de masculinidad se hagan más flexibles, y que no se requieran pruebas constantes de la identidad masculina (Viveros, Olavarría y Fuller 2001, 13).

Este artículo es sólo una aproximación a la articulación de masculinidades y desplazamiento forzado, la cual pretende ser una provocación para seguir mirando desde un lente particular esta problemática social con preguntas que necesitan ser profundizadas, como: ¿En qué medida la experiencia del desplazamiento forzado propicia transformaciones en la masculinidad cuando los hombres son enfrentados a cambios en las dinámicas de género? ¿Cuáles conflictos surgen en los hombres que no pueden cumplir con los parámetros culturales y sociales que demandan la reafirmación de su identidad masculina, debido al cambio en las relaciones de género que propicia el desplazamiento forzado? ¿Cómo asumen la crianza estos hombres y cómo se transforma su ejercicio de la paternidad? ¿Cuáles son las transformaciones que se dan en las relaciones de pareja cuando se ven modificados los roles en la división sexual del trabajo? ¿Cuál es la influencia de esta situación sobre la masculinidad de estos hombres? ¿Qué transformaciones ligadas a la experiencia del desplazamiento viven los hombres en relación con la sexualidad, el embarazo, la anticoncepción, la reproducción, las enfermedades de transmisión sexual, el uso de métodos anticonceptivos? ¿Cuáles diferencias y contrastes se manifiestan en las transformaciones de la masculinidad de acuerdo con la edad y la procedencia regional de los hombres en situación de desplazamiento?

Se podría concluir que el desplazamiento forzado evidencia los costos del mantenimiento de la inequidad de género dentro de nuestra sociedad. Si el fin último es que mujeres y hombres cada día aprendamos a vivir mejor juntos, esto nos implica para el caso "examinar las interacciones entre los géneros en el contexto de las relaciones geopolíticas, económicas y culturales de una sociedad y en el marco de los derechos" (Herrera y Rodríguez 2007, 158). Reto que sólo es posible al replantear la masculinidad, "[...] desproveerla de su paradigma de normatividad, desuniversalizarla y democratizarla para que todos, varones y mujeres, encontremos en ella nuevas señas de identidad que permita pensar en formas alternativas de ser hombre más justas y equitativas" (Carabí y Armengol 2008, 9).


Comentarios

1 La encuesta hace parte del Sistema Nacional de Información sobre Desplazamiento Forzado y Derechos Humanos en Colombia (Sisdes) y se realizó anualmente desde 1995 hasta 2000. A partir de entonces el seguimiento cambió su perfil para ocuparse de monitorear la respuesta estatal de atención integral a la población, y más recientemente se está ocupando de medir el goce efectivo de derechos, con el fin de hacer seguimiento a los compromisos estatales derivados de la sentencia T-025.


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Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2009 Fecha de aceptación: 10 de junio de 2010 Fecha de modificación: 8 de julio de 2010

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