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Revista de Estudios Sociales

versão impressa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.37 Bogotá set./dez. 2010

 

Partido fuerte, ¿Estado débil?: Frelimo y la supervivencia estatal a través de la guerra civil en Mozambique

Jason Sumich

Traducción de Michael Robert Forrest. Este artículo presenta una investigación desarrollada en el contexto del Crisis States Research Centre Programme, financiado por el DFID (Department for International Development, Reino unido).

Doctor en Antropología Social de la London School of Economics. Actualmente se desempeña como investigador de la South African Research Chair Initiative (SARChI) para el estudio del cambio social, University of Fort Hare, Sudáfrica. Entre sus publicaciones recientes se encuentra: The Party and the State?: The Ambiguities of Power in Mozambique. Development and Change 41, No.4: 679-698; Modernity Redirected: Socialism, Liberalism and the National Elite in Mozambique. Cambridge Anthropology 28, No. 2: 1-24; Politics After the Time of Hunger in Mozambique: A Critique of Neo-Patrimonial Interpretations of elites. Journal of Southern African Studies 34, No. 1: 111-126. Correo electrónico: J.m.sumich@googlemail.com.


RESUMEN

Gran parte de la investigación sobre África en el período poscolonial ubica al Estado en el rol central —o como causante— de muchas de las crisis que han afectado al continente desde la independencia. El Estado ha sido descrito de diversas maneras: como severo y suave, autoritario y subdesarrollado, corrupto y neopatrimonial, o como motor del desarrollo. Mientras algunos alertan sobre los inconvenientes de un Estado excesivamente intervencionista, otros advierten los peligros que acarrearían los "Estados fallidos" o los colapsos estatales. Pese a los diferentes enfoques bajo los cuales se estudia, el Estado —asociado frecuentemente con conceptos igualmente nebulosos como el de sociedad civil— es casi siempre el concepto bajo el cual se analiza la cultura política del continente africano como un todo. Este artículo cuestiona las acepciones del término "Estado" y se pregunta si es posible separar el análisis del Estado del de los diferentes líderes o partidos en el poder, en instancias específicas y durante ciertos momentos en el tiempo. Este estudio está basado en Mozambique y argumenta que, en varios sentidos, y con excepción de lo simbólico, el Estado colapsó en amplias zonas del país durante la guerra civil (1977-1992). Describiendo la formación social de la élite que eventualmente lideró al partido Frelimo, se demuestra cómo esta élite fue capaz de mantener la unidad interna del partido y sobrevivir a los retos que trajo consigo el período de posindependencia. Sin embargo, la unidad de la base social del partido es excluyente. Se argumenta, entonces, que, en vez de concentrarnos en las tipologías del Estado africano, debemos enfocarnos en la visión de estatidad como un proceso largo y complejo de negociación y confrontación entre diversos grupos sociales.

PALABRAS CLAVE

Mozambique, Frelimo, Estado, construcción del Estado (State-building), construcción de naciones (Nation-building).


Strong Party, Weak State?:Frelimo and the Survival of the State through the Civil War in Mozambique

ABSTRACT

Much of the research on Africa in the postcolonial period places the government in a central role-or as a cause- of many crises that have afflicted the continent since its independence. The State or government has been described in different ways: as severe and mild, authoritarian and underdeveloped, corrupt, patrimonial, or as a motor of development. While some warn of the drawbacks of an excessively interventionist State, others warn of the dangers that 'failed States' or collapsed States would bring. Despite the different approaches under which we study, the government is often associated with equally nebulous concepts such as civil society-is almost always the concept under which we examine the political culture of the African continent as a whole. This article questions the meanings of the term 'State' and asks if it is possible to separate the analysis of the State from the leaders of different parties in power, in specifc instances and at certain moments in time. This study is based in Mozambique and argues that, in many ways, with the exception of the symbolic, that the State collapsed in large parts of the country during the civil war (1977-1992). It describes the social formation of the elite that eventually led the Frelimo party, and demonstrates how these elite were able to maintain unity within the party and survive the challenges brought about by the post-independence period. However, the unity of the party's social base is exclusive. It is therefore argued that instead of focusing on the types of African States, we must focus on the vision of statehood as a long and complex process of negotiation and confrontation between different social groups.

KEY WORDS

Mozambique, Frelimo, State, Construction of States (State-building), Construction of Nations (Nation-building).


Partido forte, estado fraco?: Frelimo e a sobrevivência estatal através da guerra civil em Moçambique

RESUMO

Grande parte da pesquisa sobre a África no período pós-colonial coloca o Estado no papel principal - ou como causador - de muitas das crises que afetaram o continente desde a independência. O Estado tem sido descrito de diversas maneiras: como severo e suave, autoritário e subdesenvolvido, corrupto e neopatrimonial, ou como motor do desenvolvimento. Enquanto alguns alertam sobre os inconvenientes de um Estado excessivamente intervencionista, outros advertem sobre os perigos que acarretariam os "Estados falidos" ou os colapsos estatais. Apesar dos diferentes enfoques sob os quais se estuda, o Estado -associado frequentemente com conceitos igualmente nebulosos, como o de soáedade civil - é quase sempre o conceito sobre o qual se analisa a cultura política do continente africano como um todo. Este artigo questiona as acepções do termo "Estado" e se pergunta se é possível separar a análise do Estado da dos diferentes líderes ou partidos no poder, em instâncias específcas e durante certos momentos no tempo. Este estudo está baseado em Moçambique e argumenta que, em vários sentidos, e com exceção do simbólico, o Estado colapsou em amplas zonas do país durante a guerra civil (1977-1992). Descrevendo a formação social da elite que eventualmente liderou ao partido Frelimo, demonstra-se como essa elite foi capaz de manter a unidade interna do partido e sobreviver aos desafos que trouxe consigo o período de pós-independência. No entanto, a unidade da base social do partido é exclusiva. Argumenta-se, então, que em vez de nos concentrarmos nas tipologias do Estado africano, devemos focalizar-nos na visão da estatidade como um processo longo e complexo de negociação e confrontação entre diversos grupos sociais.

PALAVRAS CHAVE

Mogambique, Frelimo, Estado, construgao do Estado (State-building), construgao de nagóes (Nation-building).


Mozambique ofrece un estudio de caso de crisis política y de resistencia bastante interesante. Poco después de la independencia, la cual fue el resultado de una lucha por la libertad que duró 11 años, el país fue sometido a una guerra civil devastadora de casi 15 años. A pesar del exitoso proceso de paz de 1992, seguido de un crecimiento económico fuerte, el Estado sigue frágil, gran parte de la población vive en una situación de extrema pobreza y muchas de las divisiones de la guerra civil apenas han sido cubiertas con la introducción de la democracia. No obstante los desafíos severos que se le han presentado a la autoridad del Gobierno, el Frelimo1 en el poder ha demostrado un nivel de unidad interna notable y ha podido manejar el abandono del socialismo y la introducción de la democracia de una manera sorprendentemente favorable. No sólo ha mantenido el poder permanentemente desde 1975, sino que su dominio se ha vuelto tan poderoso que muchos comentaristas describen el orden político actual como un régimen de partido único. A continuación, explicaré cómo se construyó un orden político posindependencia que permitió al Frelimo monopolizar el Estado y crear legitimidad a costa de la población, creando un sistema que alejó y excluyó grandes sectores de la misma. Una gran variedad de factores históricos y sociales llevaron al Frelimo a convertirse más en un partido gobernante cohesionado y unido, que en un Estado internamente arraigado. De este modo, se creó una aparente paradoja: un partido gobernante capaz de reaccionar de manera unificada, dentro de una situación estatal marcada por la fragilidad.

En su obra clásica, Barrington Moore (1966) investigó los diversos roles de la élite terrateniente en la creación de una dictadura o de una democracia. Identificó, además, las formas en que el campesinado era incorporado (o reprimido) en el desarrollo de las estructuras políticas y económicas como un factor clave en la creación de los Estados. Moore (1966), al igual que otros académicos, reconoce que para muchos Estados poscoloniales, la forma de colonialismo que experimentaron y su relación con este poder externo fue crucial para la construcción de un Estado después de su independencia. Sin embargo, la tendencia general en mucha de la literatura clásica consiste en enfatizar en los factores internos de formación del Estado, la naturaleza del sistema político y del liderazgo, las alianzas de clases que conforman y que desafían las coaliciones imperantes, y las relaciones sociales entre los grupos dominantes y los grupos subordinados. Aunque todo esto es importante para entender la forma de orden político que se está desarrollando en Mozambique, en sí mismo no es suficiente si no se tienen en cuenta las fuerzas externas. Es imposible entender la formación del Frelimo y muchas de las políticas que éste emprendió sin entender primero la herencia colonial de Mozambique. Además, debido a la presencia colonial y al éxodo de los portugueses después de la independencia, Mozambique careció de una clase terrateniente, de una poderosa burguesía comercial y de muchos de los otros factores fundamentales que los académicos frecuentemente enumeran en el proceso de construcción de un Estado; en vez de ello, el partido se convirtió en la fuerza social dominante.2 Por lo tanto, cuando el Frelimo asumió el poder, se convirtió, desde muchos puntos de vista, no sólo en el Estado sino también en la nación.

Durante el período socialista, la mezcla de las categorías "partido", "Estado" y "nación" fue una política oficial. El Estado fue declarado subordinado al partido, la membresía usualmente era puesta por encima de los puestos oficiales, y en caso de alguna disputa, las posiciones en la jerarquía del partido triunfaban sobre los cargos estatales. Los servicios militares y de seguridad eran vistos como el ala armada del Frelimo y su deber era defender la revolución, que estaba personificada en el partido. Esto no era necesariamente desfavorable, y cuando el Frelimo tomó el poder, tenía un alto grado de apoyo popular por haber acabado con el odiado régimen colonial, pero esta base de apoyo probó ser más limitada de lo que creyó originalmente el partido. La lucha de liberación había sido restringida al norte del país e involucraba sólo ciertos sectores del campesinado. Debido a que gran parte del liderazgo provenía del sur, se podía contar con apoyo de esta región, especialmente porque muchos de sus planes concordaban con las condiciones propias de esta área. El Frelimo tomó el poder a través de una clásica revolución "campesina"; no obstante, pronto intentó "exprimir" a la clase campesina, con el fin de obtener los recursos necesarios para la industrialización (Paris 2004, 146).3 Esto sucedió más en algunas áreas que en otras, debido a la variación regional, pero eventualmente creó un sentimiento de descontento entre el campesinado, especialmente en el centro y norte del país. A pesar del estrecho núcleo de la base social del Frelimo y de las debilidades administrativas del partido, hubiese sido posible reprimir el descontento e implementar su meta de utilizar el poder estatal para moldear la nación a su propia imagen; sin embargo, las condiciones políticas externas suponían que no había espacio suficiente ni siquiera para intentarlo.

En una triste ironía geopolítica, uno de los regímenes más radicales de África tuvo la desventaja de compartir fronteras con dos de los regímenes de minorías blancas más agresivos y reaccionarios del continente: Rodesia y Sudáfrica. Poco después de la independencia de Mozambique, los dos emplearon su superioridad para asegurarse de que el Frelimo no tuviera éxito.

Así, pues, la configuración política del Frelimo, como se ideó, pronto forcejeó entre la presencia de intentos de ingeniería social mal recibidos, proyectos económicos mal concebidos y con resultados desastrosos, y la falta de habilidades para reprimir efectivamente a la población. Esta situación fue exacerbada por la agresión externa, que se las arregló para arraigarse en, por lo menos, segmentos adversos de la población. Debido a estos factores, el Frelimo pronto se encontró acorralado. Hacia mediados de los años ochenta, el partido había perdido control de más o menos el 80% del territorio de Mozambique. Académicos como Ignatieff y Zartman han definido a los Estados fallidos como aquellos que pierden el monopolio weberiano de la violencia y donde "la estructura, autoridad (poder legítimo), leyes y orden político se han deshecho" (Di John 2007, 4). De acuerdo con estas definiciones, el Estado de Mozambique habría colapsado a lo largo de gran parte del país. Si la meta de Rodesia y más tarde de Sudáfrica no era derrocar al Frelimo e instalar a sus clientes rebeldes del Renamo, sino desestabilizar la nación, hacer imposible para Mozambique combatir efectivamente a los rebeldes internos de los regímenes de minoría blanca y desacreditar al marxismo como opción política, entonces, al menos en ese sentido fueron exitosos.

Sin embargo, como se dice generalmente en Maputo, el Frelimo perdió la guerra pero ganó la paz, por lo menos de alguna manera. Aun durante los peores días de la guerra, el partido logró asegurar el funcionamiento de elementos clave del aparato estatal. Controlaba la Presidencia, tenía un lugar en las Naciones Unidas, negoció tratados internacionales y controló los ministerios, aun cuando su mandato era ampliamente simbólico a lo largo de gran parte del país. Esto permitió al gobierno del Frelimo acceder a ayuda internacional para sobrevivir a la guerra. Es más, logró transformar el sistema político socialista unipartidista en un sistema capitalista multipartidista; antes de los acuerdos de paz y sin dialogar con los rebeldes, el Frelimo tuvo la oportunidad de diseñar el sistema y crear formas de perjudicar estructuralmente al Renamo (Morier-Genoud 2007). El resultado fue un sistema político en el cual "el ganador toma todo", donde la organización, la experiencia política y los recursos financieros del Frelimo le dieron una ventaja significativa. Esto parece estar materializándose en la firme expansión del Estado-partido Frelimo en el período de posguerra.

Sin embargo, la dependencia de Mozambique de la ayuda extranjera y las correlativas demandas políticas y económicas internacionales, tales como el énfasis en la democracia, la imposición de paquetes de ajustes estructurales y el ajuste "neoliberal", impusieron serias restricciones a las formas de reconstrucción estatal después de la guerra. Esto no quiere decir que la reconstrucción sea simplemente un caso de neocolonialismo con una comunidad internacional mal definida, que tomó el lugar de los portugueses, aunque algunos en Mozambique tal vez lo vean desde ese punto de vista. Mientras que algunos aspectos de las órdenes de reforma dictaminadas internacionalmente son desagradables para algunos miembros del liderazgo del Frelimo, para otros han significado la adquisición de ganancias materiales significativas. Yo asumo que, debido a que tanto la democratización como el neoliberalismo fueron impuestos desde el exterior, las reformas han tendido a ser superficiales y se han emprendido con el objetivo de legitimar al Gobierno ante la comunidad internacional, y no ante la población interna. Irónicamente, mientras los gobiernos autoritarios se esfuerzan por mantenerse cercanos a la población, la democracia impuesta desde el exterior permite, frecuentemente, tratar amplios segmentos de la población de una manera más informal. El resultado es contrario al modelo de Barrington Moore (1966), el cual hace hincapié en la importancia de controlar áreas rurales e incluir al campesinado; en Mozambique, el Estado está centrado en ciertas áreas urbanas, dejando gran parte del campesinado disparejamente incorporado al sistema.4

De ninguna forma pretendo ser el primero en señalar la superficialidad y las consecuencias inesperadas de la democratización en los países en vía al desarrollo. Esta línea de análisis es toda una industria afianzada entre los científicos sociales. Una de las grandes tendencias analíticas que surge de esta perspectiva es la escuela neopatrimonial. Así, de acuerdo con Khan (2005), la democracia en el mundo "desarrollado" opera a través del cabildeo institucionalizado, mientras que en el mundo en vía de desarrollo se caracteriza por una lógica patrimonial que crea sistemas políticos personalizados y corruptos. En una forma similar, aunque un poco más localizada, Chabal y Daloz (1999) han descrito las crisis recurrentes que han conducido gran parte de la historia poscolonial de África hacia una forma de neopatrimonialismo enraizado en la cultura "africana". Mientras ellos han señalado que algunos de los líderes africanos han transformado reformas impuestas desde el exterior y las han utilizado en su beneficio, su modelo está basado en un esencialismo cultural bastante problemático y generaliza diversas corrientes políticas que fluyen por todo el continente. Una de las reivindicaciones centrales de Chabal y Daloz (1999, 42) es que las relaciones basadas en clases sociales no existen en África, en ningún sentido, y que son los lazos de patronazgo y clientelismo los que conectan a gobernantes y gobernados, creando así una sociedad "vertical" que vincula a los más pobres con la élite. En el caso de Mozambique, parece que los miembros de la élite del Frelimo provienen de la clase social más alta en el régimen colonial racial. Los primeros escritos de Cohen (1982) y Leys (1982) afirman que la clase, en esta situación, depende de la habilidad personal de acceder a redes políticas y así hacerse a riqueza y estatus, creándose de esta forma una "burguesía nacional". Una de las garantías principales que vienen de la habilidad de acumular riqueza económica es el acceso al poder del Estado.

A pesar de las fallas del concepto de "neopatrimonialismo", éste ha tenido una influencia profunda en la discusión de la crisis y el fracaso del Estado. Su naturaleza monolítica se puede observar en ecuaciones elegantes pero deterministas de la teoría de Collier de la codicia y el descontento. Muchas de las explicaciones de la guerra civil de Mozambique han seguido una línea parecida. Para Weinstein y Francisco (2005), la guerra civil en Mozambique resultó de la agresión externa de Rodesia y Sudáfrica y aumentó como resultado del descontento producto de la negación, por parte del Frelimo, de la oferta de patronazgo a algunas élites. Entonces, siguiendo el modelo de divisibilidad e indivisibilidad de Hirschman (1970), la guerra podría ser vista en algunos sentidos como una forma brutal de activación de fronteras. Mientras que algunas de las reivindicaciones de los rebeldes del Renamo estuvieron basadas en la denuncia de una exclusión de ciertos grupos religiosos y étnicos, ni la etnicidad ni la religión fueron factores dominantes. En vez de éstas, las relaciones externas y la división de poder fueron los factores decisivos. Poder que se hizo divisible, y que se ha institucionalizado como tal a través de la adopción de la democracia multipartidista, en 1992.

Aunque hay mucho de verdad en este análisis, sus impecables contornos tienden a subrepresentar el desorden y la confusión prevalecientes en la realidad. Es muy probable que el Renamo estuviera peleando para ser incluido en la élite del poder y en las redes de patronazgo. Sin embargo, el dominio del Frelimo fue tal que el Renamo también estaba peleando para ser incluido como una voz dentro de la nación, especialmente en vísperas de la guerra. Puede ser erróneo asumir que las motivaciones de varios actores políticos han permanecido constantes en el trascurso del tiempo, en vez de evolucionar en medio de una situación muy fluida.

A continuación, este trabajo discutirá cómo el Frelimo fue capaz de crear un partido unificado, pero tuvo dificultades para crear un Estado internamente estable. La exposición se divide en cuatro partes. En la primera se tratará la formación del partido Frelimo, la segunda discutirá la guerra civil; la tercera, la transformación y reconstrucción política, y después se realizará la conclusión.

La formación del Frelimo y los origines de la guerra civil

Para poder entender la construcción social de la élite del Frelimo, primero tenemos que examinar el tipo de colonialismo practicado por los portugueses y el rol de la élite naciente dentro del sistema colonial. Aunque Portugal alega haber tenido una presencia de 500 años en Mozambique, ella se limitó a pequeños enclaves costeros, puertos de comercio y concesiones pertenecientes a extranjeros.5 Esta estrategia produjo grandes contrastes regionales, un legado que aún hoy se percibe. La política colonial empezó a cambiar con el ascenso del doctor António de Oliveira Salazar en Portugal en 1932. Salazar creó una dictadura autoritaria cuasi fascista en Portugal llamada O Estado Novo (el Nuevo Estado) y decidió vincular las colonias (renombradas, por tanto, como provincias del exterior) estrechamente a la metrópoli (Newitt 1981).

Uno de los programas de la política del nuevo Estado consistió en incrementar la migración de gente blanca a las colonias. Los africanos fueron sistemáticamente privados de recursos, dado que debían construirse instalaciones cómodas para los blancos y debía asegurarse un nivel de vida relativamente alto para los migrantes portugueses, pero a pesar de sus esfuerzos constantes, muchos blancos sólo tuvieron las habilidades suficientes para alcanzar trabajos serviles (Hedges 1999; Penvenne 1995). Hacia los cincuenta, "zapateros de raza negra, vendedores ambulantes, panaderos, empleadas de servicio doméstico, conductores de buses, tenderos de bares y prostitutas vieron sus trabajos amenazados por los blancos pobres [...]" (Birmingham 1992, 21). Los trabajadores urbanos africanos estuvieron constantemente bajo presión al tener que competir con los inmigrantes blancos por sus trabajos.

La élite emergente africana fue también aislada por el Nuevo Estado. Muchos de los miembros de esta élite pertenecían a una categoría legal llamada asimilados. Los asimilados fueron una insignificante burguesía nativa del período colonial y formaban una minoría pequeña dentro de la amplia población africana. Uno de los cálculos más comunes habla de alrededor de 5.000 asimilados, dentro de una población de alrededor de 8.200.000 pobladores africanos, antes de la liberación (Mondlane 1969; Sheldon 2002).

Para llegar a ser un asimilado se tenía que cumplir con ciertos criterios legales. Tenían que jurar lealtad al Estado colonial, hablar sólo portugués en la casa, adoptar hábitos "europeos" y abandonar sus creencias "paganas". Además, debían tener seguimiento por parte de un funcionario portugués que se encargaba de sus casos. Si un asimilado cumplía con estos criterios, teóricamente, le sería otorgada la igualdad legal respecto a los portugueses. Pese a que esto no se llevaba a la práctica, a los asimilados se les otorgaba una gama amplia de privilegios, tales como exenciones de labores forzadas, fácil acceso a una residencia urbana, a educación y a empleo, algunos derechos civiles y el derecho a ser juzgados bajo las leyes civiles, en vez de la ley habitual para los no asimilados (que se conocían como indígenas). Los asimilados del sur tendían a venir de sectores específicos de la población; provenían de familias que tenían acceso a la educación y de aquellos que habían sido incorporados a sectores modernos de la economía, granjeros comerciantes, y, como muchos en el sur, pobladores dedicados a las labores migratorias. Al entrar en esta categoría legal, pudieron tener acceso a empleo preferencial en los más altos bastiones de la economía colonial a los que una persona negra pudiera aspirar, y se desempeñaron como enfermeros, profesores, funcionarios civiles de bajo nivel y trabajadores en los ferrocarriles. Aunque pronto se volvió evidente que, bajo el colonialismo, la movilidad social verdadera siempre estaría bloqueada.

Gran parte del liderazgo eventual del Frelimo fue extraído de la capa social de los asimilados en la capital y de territorios intermedios alejados. Mientras se aislaban cada día más, hicieron causa común con otros sectores no vinculados al Gobierno central, tales como algunos indios, mulatos y blancos.6 Muchos miembros de este grupo aspiraron a producir una cierta visión de modernidad, que continuamente les fue negada por los portugueses. Durante el período de lucha por la libertad, que duró 11 años, las élites del sur crearon causas comunes con la élite del norte, conformada por aspirantes a asimilados. Ellos compartían un ideal, que resultaba de sus antecedentes sociales y que, por tanto, ayudó a formar una cohesión notable y una unidad entre la élite revolucionaria emergente. Pero esto también significó que tenían una visión específica del futuro de Mozambique, que estaba íntimamente entrelazada a sus experiencias en el período colonial, que en varios aspectos cruciales eran específicas de ellos mismos.

Aunque la alianza entre los asimilados del sur y las aspirantes élites rurales mostró ser duradera, los años iníciales del Frelimo (1962-1969) estuvieron caracterizados por el faccionalismo y las purgas. Muchos de los disidentes que perdieron en las luchas iniciales por el poder intentaron conseguir apoyo a través del nacionalismo étnico. Aunque esta estrategia fue altamente insatisfactoria, dejó un efecto duradero, pues generó en el liderazgo del partido la obsesión por la unidad. Desde su punto de vista, sólo ellos tenían la visión necesaria para construir una nación que no estuviera basada únicamente en intereses sectarios. Sin embargo, la alianza reinante que construyeron estaba basada en una élite del sur y en sectores del campesinado del norte. Crucialmente, las élites de las provincias centrales (que pasaron a dominar la posterior oposición armada) se perdieron en las luchas de poder y el partido tuvo poca capacidad de comprensión de las estructuras sociales y económicas que surgieron de su economía de plantación.

Los desafíos que tuvieron que enfrentar fueron verdaderamente desalentadores. La gran mayoría de la población colonizadora huyó del país después de la independencia y su éxodo básicamente decapitó las estructuras administrativas y económicas del país. Así lo escribió Finnegan:

El Frelimo heredó un país básicamente en bancarrota y virtualmente sin gente capacitada. Las cifras de analfabetismo superaban el 90%. Había seis economistas, dos agrónomos, ni un solo geólogo, y menos de mil graduados de bachiller negros en todo Mozambique. De los 350 ingenieros ferroviarios que trabajaban en 1975, sólo uno era negro, y era un agente de la Policía secreta portuguesa (Finnegan 1992, 30).

La escasez desesperada de personal capacitado se dio, y las políticas públicas sociales del Frelimo incrementaron dramáticamente el espacio para la intervención estatal. Mientras que gran cantidad de las debilidades administrativas del partido se atribuyeron a estas causas, esto coincidió con un período de movilidad social jamás experimentado, sobre todo en los sectores urbanos. Casi cualquier persona con algo de educación, fuera de los consabidos "enemigos del pueblo", fue ascendida a la burocracia creciente. Esto creó una generación en la cual las posiciones en la sociedad se encontraban íntimamente ligadas al Frelimo y había una base firme de apoyo.

Aunque la movilidad social reforzó los lazos entre el partido y muchos de los ciudadanos, la falta de personal bien capacitado contribuyó al caos administrativo. El Frelimo llegó al poder con una firme creencia en la centralización e intervención estatales, pero el éxodo masivo de los portugueses, que frecuentemente sabotearon lo que dejaron atrás, forzó al partido a que se moviera en una dirección intervencionista mucho más rápida de lo que originalmente se había previsto (Pitcher 2002). El Frelimo tuvo que nacionalizar muchas empresas que habían sido abandonadas. Sin embargo, el Gobierno no fue necesariamente hostil a las empresas privadas, incluso si éstas lo veían con sospecha. En 1977 el Gobierno sólo había intervenido 319 de las 1.675 empresas existentes, y las llamadas "empresas nacionales" fueron permitidas, aunque a discreción del Frelimo y siempre sujetas a un posible control estatal (Pitcher 2002, 40). Esta tendencia se endureció en 1977 cuando el Frelimo anunció su transición de un frente de base amplia a un partido marxista-leninista de vanguardia, basado en los principios del socialismo científico. Este movimiento hacia el socialismo científico fue percibido como algo necesario para transformar completamente al país. El liderazgo del partido pensó que si la nación se iba a desarrollar tendría que reorientarse, y pasar de un rol histórico de proveedor de bienes a Sudáfrica y Rodesia, a convertirse en una potencia industrial moderna. Sólo en ese caso podría Mozambique actuar como igual en la hermandad de naciones y superar a aquellos que lo habían explotado brutalmente en el pasado. Ésta fue una meta que unió firmemente el liderazgo del partido.

Una de las bases de la cohesión del partido fue el perfil social de amplias partes del liderazgo del partido y cómo este perfil social influenció la práctica de un nacionalismo revolucionario en el período socialista. Por lo tanto, si la meta marxista-leninista fue reproducir dramáticamente a la nación, ésta estaba cimentada sobre muchas corrientes preexistentes del período colonial. Como notó Fry (2000), el período marxista-leninista de Mozambique (1977-1983) siguió una lógica asimilada, debido a que la sociedad debía ser dirigida por un grupo pequeño de "élites iluminadas". Fry capta un aspecto importante, señalando algunas de las continuidades en la ideología entre asimilados y el proyecto socialista de posindependencia. En vez de restringir los beneficios de los asimilados a unos pocos como ejemplo para sus hermanos ignorantes —no iluminados—, la élite del Frelimo decide recrear toda la nación a su imagen. No es válido decir que el socialismo en Mozambique fue simplemente un proyecto más ambicioso de asimilación, pues, a pesar de haber continuidades, hay también algunas diferencias muy reales. Si ser asimilado significaba haber cumplido ciertos criterios legales para ganarse lo que era en realidad tan sólo una entrada parcial en el proyecto colonial de modernización, entonces la meta del Frelimo fue dar a esto un vuelco total.

La base del programa del Frelimo de construir una nación durante el período socialista temprano fue la creación del Novo Homem (hombre nuevo). Se entendió como un proceso muy largo que se había comenzado en las zonas liberadas donde el Frelimo había tenido control durante la lucha armada con los portugueses. Al contrario de los asimilados anteriores, nadie estaba muy seguro exactamente de qué iba a ser el "hombre nuevo". Estaba basado en la ciencia, la "racionalidad" y la labor colectiva, pero todavía era un proceso ubicado algo así como en la mitad de un nacimiento (Vieira 1977, 25). Los asimilados fueron modelados de acuerdo con la imagen de identidad nacional portuguesa, pero el nuevo hombre sería ambas cosas: un sujeto universal, la encarnación de la personalidad mozambiqueña emergente, y también un modelo de ciudadanía.

La creación de estratificación social que frecuentemente provenía de experiencias sociales similares, y que debía su estatus y posición a la revolución, incrementó mucho la cohesión interna entre los escalafones altos en el Frelimo. Además, el programa de nacionalismo revolucionario salió de este perfil social y apeló a otros elementos de la población que venían de circunstancias similares y se beneficiaron del sistema que se estaba formando, y que estaba, al menos parcialmente, sumergido en la visión mundial que el Frelimo estaba promocionando (Pitcher 2002). Esto ilustra una de las más grandes fortalezas del Frelimo, en la medida en que el partido estaba crecientemente unificado y cercano a las masas de la población, gracias a la persuasión ideológica, lo que creaba lealtad hacia el grupo corporativo y no solamente hacia un líder personalista. Pero también ilustra la existencia de debilidades cruciales. A pesar de la retórica, éste no fue un proyecto popular, sino la toma del poder por parte de un grupo diferente, que estaba consciente de sus diferencias con la nación. Las redes sociales en el corazón del Frelimo que lo unían —y siguen uniendo— son muy fuertes, pero históricamente han sido también excluyentes.

En el modo clásico estalinista, el "hombre nuevo" lideraría la transformación, y los campesinos llevarían encima el peso de ella. Económicamente, se creyó necesario hacer tabla rasa del campesinado. Los campesinos se encontraban en un estado de subsistencia agrícola; por lo tanto, todos los recursos podrían ser destinados a proyectos industriales y a los obreros, que necesitaban el mercado interno para sobrevivir (O'Laughlin 2000). Por lo tanto, entre 1975 y 1983, alrededor del 97% de la inversión rural se dirigió masivamente a fincas estatales. Esto coincidió con el colapso de las tiendas rurales y de los puertos de comercio, debido a la emigración portuguesa; pronto hubo una "escasez de bienes" en el campo, donde hicieron falta hasta los implementos más básicos, tales como azadones. Muchos de los campesinos pronto dejaron de vender sus excedentes, ya que había poco que comprar, y, como resultado, hubo escasez de comida. Además, los planes del Frelimo ignoraron las complicadas estrategias económicas que ya ejecutaba la mayoría del campesinado, estrategias que combinaban la labor migratoria con la agricultura, y no reconocieron las diferencias sociales que existían en el campo. Como consecuencia inesperada, las políticas del Frelimo empezaron a aumentar la brecha social entre los campesinos, y, como resultado, aquellos con conexiones con el partido, o quienes estaban en condición de manipular las políticas impartidas por el partido, aseguraron beneficios que se negaron a otros. Mientras esto les permitió construir una base con los campesinos que se encontraban en mejor situación, los futuros rebeldes pudieron aprovechar el descontento de los más pobres y crear un apoyo que sobreviviría la guerra (y que continúa hoy en día).

Los campesinos fueron también la encarnación del atraso social, de todo lo que impedía a la nación progresar, y se les pidió recrearse como ciudadanos modernos en una nación moderna. Grandes esfuerzos se invirtieron en reemplazar lo que el liderazgo llamaba supersticiones u "oscurantismo", por racionalidad y socialismo científico. Los que no estaban de acuerdo tuvieron que enfrentar castigos, que incluían los infames campos de "reeducación". Estos ideales modernizadores fueron aceptados en los altos escalafones de la élite del Frelimo, ya que surgían de sus experiencias previas y además reforzaban tremendamente el sentido que tenían de unión y cohesión. Sin embargo, esto no ocurrió en el resto del país. Sus planes eventualmente fallaron, no sólo porque eran culturalmente insensibles, sino también porque el partido no poseía fuertes ni suficientes cuadros militares capaces de expansión, ni poseía una visión coherente e incluyente que ofrecer a la población, a fin de reemplazar las estructuras que éstos trataban de destruir. Cuando poderes hostiles hicieron su entrada en esta situación volátil, el Frelimo no estaba en condiciones de controlar amplios sectores de su territorio.

El descontento tenía su nicho en las áreas rurales.7 El partido se convenció de la superioridad de la producción colectiva y se dio cuenta de que la agricultura sería la base de la economía por algún tiempo. Por lo tanto, intentó crear fincas colectivas masivas, donde pudo incrementar y racionar la producción y extender el alcance y control de los campesinos asilados (Harrison 1996). Debido al caos tras la posindependencia, en algunas áreas del país el partido no tuvo contacto alguno con la población durante casi dos años, y, una vez lo restableció, lo hizo en términos de control (Coelho 1998). El movimiento, que pretendía instaurar aldeas comunales constituiría, supuestamente, una evolución orgánica desde los tipos de producción practicados en las zonas liberadas durante la luta armada. Sin embargo, tan sólo una pequeña parte de la población tenía experiencia alguna en esto, y, en la práctica, el núcleo de muchas aldeas comunales eran los tan detestados aldeamentos ("aldeas" estratégicas), usados por los portugueses para intentar liberar a la población del acostumbrado contacto con el Frelimo (Coelho 1998). Aunque el Frelimo prometió a los aldeanos que las aldeas comunales permitirían al partido proveer servicios tales como clínicas de salud, escuelas y agua, estos servicios casi nunca llegaron, y cuando llegaron, no fueron mantenidos. Las políticas del Frelimo eventualmente comenzaron a aislar grandes segmentos de la población rural. Este aislamiento se incrementó debido a la forma en que fueron llevadas a cabo las políticas, especialmente con ocasión de sucesos en los cuales el Ejército quemaba los asentamientos y obligaba, por medio de la fuerza, a que los campesinos se trasladaran a las aldeas. La tendencia urbanista en el programa del Frelimo se volvió incluso más severa.

Aunque un proyecto de ingeniería social tan grande siempre es muy ambicioso —y difícil— bajo cualquier circunstancia, con las condiciones que enfrentaba el Frelimo interna y externamente, la situación tomó un aspecto realmente desesperado. Además, después de la independencia, el Frelimo asumió una posición intransigente e implementó sanciones en contra del régimen de minorías blancas en Rodesia, lo cual le costó ingresos que necesitaba.

Además, otorgó bases y apoyo a ZANLA (el Ejército de Liberación Nacional Africano de Zimbabue), lo cual pronto generó represalias. Rodesia reclutó mozambiqueños en una fuerza militar, MNR (Renamo), para desestabilizar al gobierno del Frelimo.8 Inicialmente, Renamo operó como auxiliar de las fuerzas militares de Rodesia y, fuera de actos esporádicos de vandalismo, no intentó cultivar una base política o forjar una ideología coherente. Esto cambió cuando cayó Rodesia. Debido a que Sudáfrica tomó la posición de jefe externo del Renamo, las actividades de los rebeldes crecieron dramáticamente. El Renamo, entonces, luchó para asegurar una base social dentro de Mozambique y muchos de sus soldados fueron reclutados a la fuerza. En algunas áreas bajo su control, poblaciones campesinas fueron dominadas por medio de masacres y espectaculares actos de violencia.9

De esta manera, el Renamo puede verse como una versión temprana de la tesis de las "Nuevas Guerras", donde los conflictos no están basados en ideologías, sino en una competencia brutal por recursos sostenidos, financiación externa y saqueo. La guerra en sí se convierte en la meta. Sin embargo, la situación real es más complicada. Al avanzar la guerra, el Renamo sí intentó crear una ideología, que en cierto modo atrajo segmentos del campesinado hostilizados por el Frelimo; también cultivaron a los llamados regulos (miembros de la jerarquía colonial, autoridades tradicionales), que habían sido marginados durante el gobierno. Generalmente, a los regulos se les había prohibido tener un cargo oficial o participar en elecciones bajo el régimen del Frelimo. El Renamo aprovechó este antagonismo para reintegrar a muchos de ellos. Como en el período colonial, los regulos fueron en realidad el nivel más bajo de autoridad bajo el gobierno del Renamo. Fueron los encargados de pagar impuestos y mantener el orden local, apoyados por una ideología que reclamaba apoyar la "tradición". Aunque era dudoso que esta ideología fuera realmente una alternativa creíble en el nivel nacional, les ayudó a enraizarse en ciertas partes del país.

La guerra civil

Uno de los debates clave en los estudios mozambiqueños se enmarca en la pregunta de si la guerra fue una guerra civil o una guerra de agresión externa. Probablemente fue las dos cosas. Es cierto que sin la influencia directa de Rodesia y, más importante aún, la de Sudáfrica, la guerra nunca hubiera llegado al nivel donde llegó. Tampoco se puede decir que el descontento de los campesinos fue el catalizador de la guerra. En muchos otros gobiernos hubo políticas —la Ujaama de Tanzania, por ejemplo— en donde se ensayaron programas similares al del Frelimo, que causaron también masivo descontento, pero no desembocaron en una verdadera guerra civil. En su gran mayoría los combatientes fueron mozambiqueños y hubo una fuente profunda de ira que el Renamo supo aprovechar.

Los partidarios del Renamo, tales como Hoile (1994) y Cabrita (2000), han argumentado que la guerra civil en Mozambique creció como resultado de una respuesta de los campesinos a las élites criollas, urbanas y extranjeras, que insultaron y suprimieron las tradiciones de la población y destruyeron su forma "eterna" de vivir. Desde una perspectiva menos propagandística, académicos independientes como Geffray han señalado el profundo descontento causado por las políticas del Frelimo, tales como la abolición de la autoridad tradicional, la movilización de la población rural a aldeas comunales y la privación de la inversión de los campesinos (1991). Geffray realizó trabajo de campo en el distrito Erati de la provincia Nampula. El programa de aldeanización en esta área había concentrado relativamente grandes cantidades de gente que no tenía una historia de cohabitación. El linaje de los erati alcanzó a dominar la jerarquía local del Frelimo y esencialmente tomó el control de la tierra. El monopolio local del poder fue perjudicial para los recién llegados. Los grupos en desventaja, como los makua, que habían sido arriados en las aldeas como si fueran ganado, se sintieron crecientemente explotados y resentidos, especialmente debido a que el Frelimo, en su ataque a la autoridad tradicional, les había quitado su liderazgo. Cuando el Renamo llegó al área, atacaron la aldea, restablecieron los líderes tradicionales y les dijeron a los habitantes que regresaran a sus hogares habituales. Los erati, ganadores bajo el programa de aldea del Frelimo, siguieron fieles a ellos; los makua, por su parte, acogieron a los del Renamo como libertadores y se aliaron a su causa. El Renamo les explicó que ellos estaban comprometidos en una "guerra de los espíritus" y les aconsejó que recuperaran sus tradiciones, abandonando el marxismo importado del Frelimo. Aun cuando varios enfriaron las relaciones con el Renamo, al aumentar los tributos que les estaban imponiendo, perdieron acceso a los mercados y el dominio del Renamo se volvió más brutal. Sin embargo, en algunos casos el Renamo estaba respondiendo a los descontentos de al menos una parte de la población.10

Las reacciones a las políticas de modernización del Frelimo variaron a través del país. En algunas partes fueron relativamente exitosas. Norman (2004) cuenta cómo después de la destrucción de viviendas en una inundación, y dada la preexistencia de desconfianza debido al rol de la autoridad tradicional en el reclutamiento de fuerza de trabajo bajo el colonialismo, los planes del Frelimo de mover a los aldeanos a aldeas comunales y de abolir la autoridad tradicional no fueron impopulares en la provincia de Gaza, en el sur del país. En la provincia norteña de Cabo Delgado, una fortaleza del Frelimo, los efectos fueron contradictorios. West (2001) describe cómo algunos aspectos del programa de aldeas fueron bien recibidos y la concentración de grandes grupos de personas creó nuevas vías de sociabilidad, todo esto en un contexto de múltiples acusaciones de brujería, dado que las sanciones anteriores habían sido ineficaces para una población tan grande. Las reacciones a las grandes ambiciones modernizadoras del Frelimo usualmente dependían de condiciones locales finamente matizadas, y de las formas diferentes en las que áreas particulares eran incorporadas a la economía y a la nación, cuestiones raramente tenidas en cuenta en Maputo por los planificadores. Así, pues, a diferencia de la versión clásica de una rebelión campesina, el Renamo se las arregló para construir redes de apoyo a través de la guerra y no entablar una guerra en nombre de un estrato social. En áreas donde el control del Frelimo era débil y sus programas de modernización eran impopulares, el Renamo frecuentemente llegó a un acuerdo con la población local después de asesinar al líder local del Frelimo y a su familia (Nordstrom 1997). En otras áreas donde el Renamo no pudo contar con tanto apoyo, recurrieron a masacres sistemáticas y actos públicos de brutalidad para intimidar a la población (Hall 1990; Nordstrom 1997; Wilson 1992). En realidad, grandes segmentos de la población quedaron atrapados en la mitad y tuvieron que sobrevivir como pudieron, mientras las fuerzas en pugna marchaban periódicamente por sus tierras.

Hacia mediados de los ochenta, el Gobierno estaba en una crisis seria. El presupuesto militar abarcaba el 35% de los gastos gubernamentales y el conflicto había acabado con muchas de las impresionantes mejoras en salud y educación que el Frelimo había logrado. El Gobierno había perdido el control directo de gran parte del país y la guerra se había extendido por las diez provincias de Mozambique. El Frelimo sólo tenía control de las ciudades principales y la economía estaba en caída libre. Se había incrementado el descontento en muchas ciudades también. En Beira, la segunda ciudad de Mozambique, hubo rumores inquietantes de que los trabajadores iban a proclamar una huelga y recibir al Renamo si eran atacados (Vines 1996). A pesar del caos creciente, la clase dirigente del partido se mantuvo unida, debido al entorno social compartido, la afinidad ideológica y la endogamia: casi se habían convertido en un grupo social distinto entre sí, sobre todo en los niveles más altos. Cuando murió Samora Machel en un accidente de avión en 1986, el anterior ministro de Relaciones Exteriores, Joaquim Chissano, fue elevado a la Presidencia; evidentemente, él representaba un acuerdo que todo el cuerpo dirigente aceptaría. A pesar del empeoramiento de la guerra civil y la grave crisis de la economía, el partido se mantuvo unido bajo el nuevo liderazgo. En un acto de desespero, éste llegó a un acuerdo con el FMI y el Banco Mundial, acordando implementar reformas promercado (Harrison 1996). Las reformas mejoraron un poco la situación; la economía, que había estado decreciendo 8% por año desde 1982, mostró una tasa de crecimiento de 3,6% en 1986 (Marshall 1990). Sin embargo, los efectos de la desregulación de la economía dieron un golpe a la base urbana del Frelimo, debido a que la moneda fue radicalmente devaluada, los salarios fueron congelados y los subsidios suspendidos. Para muchos citadinos, la vida llegó a ser más difícil y la corrupción empezó a florecer, debido a que los funcionarios públicos ya no podían sobrevivir con sus salarios; las restricciones de acumulación personal entre las élites del Frelimo disminuyeron (Harrison 1996; Marshall 1990; Pitcher 2002). Estos cambios en la economía disfrazaron continuidades significativas, en cuanto el previo liderazgo socialista se mantenía firme en el poder y el partido seguía unido en la meta de construir nación y consolidar el Estado. Las metas se mantuvieron, pero las formas de alcanzarlas cambiaron (Ottaway 1988).

La hábil diplomacia del Frelimo y la incapacidad del Renamo para hacer relaciones públicas —junto con su brutalidad, conocida por todos— permitieron al Gobierno acceder a un salvavidas externo.11 Aun países como Estados Unidos, que estaban firmemente en contra de los proyectos ideológicos del partido, reconocieron al Frelimo como el gobierno legítimo y le proporcionaron la ayuda que necesitaba. A pesar de que el mandato del Frelimo no se extendía mucho más allá de las ciudades principales, era poco probable que el Renamo pudiera desalojarlos. Sin embargo, el Frelimo no pudo destruir al Renamo en el campo. A finales de los ochenta, la guerra había llegado a un punto muerto brutal. Los patrones de ambos lados se estaban cansando del conflicto y tuvieron asuntos más importantes que resolver en sus tierras. Mozambique también carecía de recursos para que cualquiera de los dos bandos siguiera la guerra independientemente. Para el Frelimo, la economía todavía estaba en una profunda recesión, con un incremento del descontento en las áreas urbanas. Para el Renamo, la disminución de ayuda externa de regímenes de derecha, y en particular de Sudáfrica, había sido sustituida por una economía de robo. Sin embargo, después de años de guerra, el campo había sido devastado. Estaban enfrentando la ley de rendimiento decreciente y se dificultaba la reproducción de los rebeldes. Con un estancamiento militar, un posible colapso económico, un ambiente internacional cambiante y una población profundamente harta de la guerra, el Renamo y el Frelimo empezaron seriamente a considerar negociaciones.

El gobierno italiano, la Comunidad Santo Egidio y la Iglesia católica de Mozambique patrocinaron las conversaciones de paz en Roma. El Frelimo optó por la iniciativa política.12 En 1989, el Frelimo aprobó un amplio rango de reformas, abandonando el Estado de partido único y creando una constitución democrática liberal y de mercado libre, eliminando efectivamente la alfombra ideológica que yacía bajo los pies del Renamo. La otra victoria diplomática del Frelimo fue no ceder a las demandas del Renamo y otros actores internacionales para un acuerdo de poder compartido, y, en vez de eso, insistió en un sistema electoral mayoritario, de "el triunfador gana todo", con una concentración de poder en el Ejecutivo. Si bien éstas fueron las victorias principales del Frelimo, algunos puntos de fricción quedaron latentes y las negociaciones fueron largas y complejas. Acordaron que habría un sistema democrático multipartidista, que el Frelimo se separaría del Estado y que se crearía un nuevo ejército, que incluyera a los veteranos de ambos partidos, el Renamo y el Frelimo, y que sería políticamente neutral (Coelho y Vines 1998). El proceso de desarme demostró la posibilidad de establecer una unidad de mando entre el Frelimo y el Renamo. El Frelimo se las arregló para lograr que el Ejército dejara su posición privilegiada dentro del partido, y que básicamente se suicidaran políticamente. Mientras que muchos de los altos mandos del Ejército guardaron sus conexiones con el liderazgo del partido y les fue bien en el proceso de privatización, los generales ya no tenían poder político, y se puede decir que la Policía se convirtió en la fuerza armada más poderosa de la nación. El Renamo, contrariamente a lo que muchos observadores temían, también mostró firme disciplina cuando las autoridades del partido dieron la orden de dejar las armas, mandato que fue inmediatamente obedecido, lo cual confirmó que no se trataba simplemente de una colección de señores de la guerra y de bandidos.

Para la mayoría de la población, el significado de ser un ciudadano en una democracia capitalista no fue claro. Irónicamente, la democracia fue introducida después de un referendo, donde la mayoría de los que respondieron rechazaron la implementación de un modelo multipartidista que causaría más conflicto (Manning 2002). Para muchos, la práctica fue extraña y confusa. West (2003) cuenta las impresiones de muchos residentes de la meseta de Mueda, en la provincia norte de Cabo Delgado, que fue la cuna de la revolución del Frelimo. En Mueda se interpretó a la misión de paz de la ONU como una "recolonización". Esto se reforzó con las tropas de la ONU que tenían un contingente fuerte de portugueses y que fueron vistos desarmando públicamente a los soldados del Frelimo. Para muchos fue muy difícil desvincular al Frelimo del Estado. Muchos votaron simplemente porque les ordenaron hacerlo; en vez de un despertar "democrático", era simplemente otra tarea o deber requerido por el Gobierno, o por el Renamo, dado el caso (West 2003). La mayoría tendía a votar por el movimiento que era más fuerte en su área, lo cual indicó que las elecciones inicialmente no representaban a la población manifestando su voluntad política, sino que más bien apaciguaban la fuerza más poderosa en su vecindad (Manning 2002). Además, la democracia fue introducida cuando el espectro de diferencias políticas entre los partidos estaba en su punto más bajo. El Frelimo y el Renamo hicieron campañas con programas de política (por ejemplo, democracia) y economía (mercado libre) muy similares. Por tanto, gran parte de la campaña se centró en las interpretaciones de la historia. El Frelimo utilizó sus credenciales de libertador de la nación y el Renamo habló sobre el intento del Frelimo de organizar las aldeas comunales como un ataque a sus tradiciones (Bertelsen 2004: Harrison 1996). Muy parecida a la anterior revolución del modernismo, la democracia nunca fue un proyecto "popular" en Mozambique ni tampoco se está mostrando como forma efectiva para incluir a los anteriormente marginados.

Esto no quiere decir que no haya habido cambios significativos en Mozambique desde el final de la guerra. Después de años de descenso en la economía, hoy en día el país tiene una de las tasas de crecimiento más rápidas en el continente, y la hostilidad del Frelimo hacia la "tradición" se convirtió en una cuestión del pasado. Después de seis años de debate y de un esfuerzo por ampliar su base social y debilitar la del Renamo, el Gobierno expidió un decreto en 2000 que creó la figura de los "líderes comunitarios", lo cual significó que los que anteriormente eran regulos podían concursar para ocupar puestos oficiales en el ámbito local (Gonçalves 2004 y 2006). Aunque se tiene información limitada, parece que en algunos distritos del sur los puestos locales están ocupados todavía por los funcionarios del período anterior. Donde los regulos han tenido éxito en llegar al poder, han solicitado investirse de símbolos previos de poder, tales como los uniformes, y veían su rol como aquel ejercido bajo el período colonial (Buur y Kyed 2005; Gonçalves 2004 y 2006). Los entendimientos locales de la práctica del poder y de cuál es el rol legítimo de las autoridades locales pueden fácilmente subvertir las reformas democráticas que surgen de la descentralización.

Lo que fascina del caso mozambiqueño no son simplemente los cambios dramáticos, sino las continuidades ideológicas que han permitido a la élite en el poder mantener la unidad mientras la tierra debajo de sus pies cambia continuamente. En muchas formas, la práctica del poder en la democracia liberal tiene similitudes múltiples con épocas anteriores. Mientras ha habido un comienzo del programa de descentralización, el partido y el Estado están juntos al nivel local en muchos distritos (Gonçalves 2004 y 2006). Los administradores locales usualmente celosos conservan sus posiciones, porque, a pesar de las premisas del nuevo orden liberal, su concepción de la política está basada en su propia experiencia histórica. Un funcionario del Gobierno local reportó: "Hacer campaña para el Frelimo es una forma de asegurar nuestros trabajos. Como vimos en 1975, la independencia significó la destrucción de la máquina administrativa colonial y los funcionarios estatales terminaron perdiendo sus trabajos. Si el Renamo llega al poder, será igual" (Gonçalves 2004, 45). En áreas urbanas uno encuentra sentimientos similares, sobre todo desde que los funcionarios públicos son generalmente miembros del partido Frelimo. A pesar de la separación oficial del partido y el Estado, los funcionarios públicos que trabajan para estas instituciones estatales "neutrales" parecen mostrar características partidistas no exactamente diferentes a la era de partido único.

La unión cohesiva que definió la encarnación socialista del Frelimo parece seguir siendo una fuerza fuerte en la época liberal. Esto no quiere decir que no hay ninguna diferencia dentro del liderazgo del Frelimo. Efectivamente, hay una tensión permanente entre el Presidente, que quiere ampliar su poder y su espacio para maniobrar, y sus colegas, que intentan ejercer más influencia sobre las decisiones del mismo. Además, los integrantes del partido hablan de una variedad de "tendencias" e incluso facciones asociadas con figuras prominentes en el partido, tales como "tendencia Chissano", "tendencia Guebuza", "tendencia Machel", encabezada por Graca Machel, y una "tendencia Diogo", encabezada por la primer ministra, Luisa Diogo. Es importante anotar que estas tendencias no son rígidas, y su pertenencia es incierta. Lo que es sorprendente es que todos los actores en estas dinámicas son motivados por un sentido intrigante y duradero de lealtad mutua, y trabajan para asegurar que sus diferencias no pongan en riesgo la cohesión interna básica y el sentido de unidad, que ha sido el sello del Frelimo en sus tres décadas en el poder.

Mientras que el socialismo ha colapsado, la élite del Frelimo ya está comenzando un nuevo proyecto de modernización del capitalismo liberal, el cual, en muchas formas, es tan mesiánico como el socialismo científico (West 1997). Una vez más, son ellos los únicos que pueden llevar a la nación por este camino y cuidarla de los peligros de un sectarismo restringido, y una vez más el Estado será la herramienta necesaria para imple-mentar y proteger esta visión. Aunque el Frelimo ahora acepta un sistema multipartidista, en realidad parece ser más bien un caso en el que el partido está permitiendo que los márgenes de poder sean divisibles, para así mantener el centro intacto.

Transformación y reconstrucción

El 15 de octubre de 1992, el Frelimo y el Renamo firmaron por fin el acuerdo de paz que terminó la guerra civil. La paz fue recibida con un optimismo prudente, pero el país había sido devastado. Hasta un millón de personas habían muerto debido al conflicto y a enfermedades y hambre. Además, muchos de los impresionantes avances alcanzados durante la revolución, tales como la amplia disponibilidad de servicios médicos y la provisión de la educación, habían retrocedido a los niveles de la preindependencia. Las áreas rurales sufrieron lo peor durante la guerra civil; la infraestructura yacía en ruinas. El sueño del liderazgo del Frelimo de presidir una sociedad "moderna", industrializada e igualitaria pareció, después de la guerra, haber nacido muerto. El programa de ajuste estructural de Mozambique generó un corte drástico de los subsidios gubernamentales y servicios para los pobres, mientras se devaluaba la moneda y se despedían miles de empleados (Hanlon 1996). Aunque las condiciones para los ciudadanos se mostraban, en muchos casos, precarias, los niveles de corrupción gubernamental parecían estar incrementándose y los funcionarios estatales ya podían abiertamente mostrar su nueva riqueza, lo que establecía un contraste notable con las normas igualitarias del período inmediatamente anterior (Hanlon 1996). La economía mozambiqueña pareció retornar a su rol de la preindependencia al servir como centro de transporte para Sudáfrica y Zimbabue, y como productor de bienes agrícolas primarios. Mozambique fue también el centro de la creciente economía ilegal. Tanto drogas de Asia como carros robados de Sudáfrica encontraron la salida hacia Europa a través de los puertos de Mozambique (Ellis 1999; Hanlon 1996). El Frelimo todavía gobernaba Mozambique, pero el país se parecía muy poco a la visión que tuvieron al proclamar la independencia.

A pesar de todos los cambios que habían afectado a Mozambique en los últimos 17 años de independencia, existía un tema subyacente al dominio del Frelimo. Aunque se habían producido una serie de cambios políticos, el liderazgo del partido seguía siendo un grupo de muchos miembros que habían compartido un origen como élites de base urbana con lazos débiles con las estructuras de poder tradicional del período colonial. Pese a cambiar el sistema político del socialismo y haber sido abandonadas las ideas anteriores, el rol de la élite como "el motor de modernización" se mantuvo intacto. Después de todas las pruebas y el caos del período de la guerra civil, este punto sigue siendo central para la autojustificación de las élites e informa la manera como ellas ven a la nación que luchan por controlar. Cuando el Frelimo tomó el poder por primera vez después de la lucha de liberación, el liderazgo veía a Mozambique como una "pizarra en blanco" sobre la cual habría podido imponer sus modelos de una nación moderna (O'Laughlin 2000). A pesar de todos los cambios que han ocurrido en esta sociedad desde su independencia, esta visión de la élite respecto de Mozambique como una tela en blanco no ha desaparecido totalmente. Después de la guerra civil, la nación tuvo otro "nuevo comienzo", esta vez remodelado como una democracia capitalista (Hall y Young 1997, 219-220).

Si bien el "nuevo comienzo" inició muchos cambios políticos sustantivos, vale la pena subrayar una vez más las continuidades. Aunque muchos académicos han resaltado los aspectos neocoloniales de la transición al capitalismo en Mozambique, observando correctamente la fuerte presión externa en el proceso, las restricciones reales impuestas y las numerosas fallas del Banco Mundial y del FMI, la historia es más complicada (Morier-Genoud 2007; Pitcher 2002). Como Morier-Genoud (2007) anota, aunque muchos miembros de la élite del Frelimo sospecharon de esta transformación, en general se sintió que la adopción de un proyecto liberal era la única manera de terminar la guerra y conservar el poder. Al tomar la iniciativa y reformar las estructuras económicas y políticas antes de firmar el acuerdo de paz, y antes de que el Renamo pudiera influir en la dirección de las reformas, el Frelimo creó una ventaja significativa (Morier-Genoud 2007). Entonces, la privatización, como argumentan Pitcher (1996, 2002) y Castel-Branco, Cramer y Hailu (2001), no fue una medida neutral y técnica que tomaron el Banco Mundial y el FMI de una manera, al parecer, ingenua, sino más bien un proceso político profundo donde el Frelimo dirigió los eventos lo más que pudo para asegurar la continuidad del apoyo de algunos elementos del electorado antiguo y crear otros nuevos.

El ideal establecido de la transformación al neoliberalismo es disminuir, en la mayor medida posible, la intervención estatal en la economía y dejar que el mercado encuentre su equilibrio por medio de la competencia. Esto no sucedió en Mozambique. En vez de eso, el Estado sigue desempeñando un rol fundamental, primero, dirigiendo el proceso de privatización y, luego, decidiendo a quiénes serán otorgados los derechos de propiedad de la industria privada (Pitcher 2002). En segundo lugar, el Gobierno frecuentemente sigue siendo un accionista menor en las industrias privatizadas. De esta manera, los mayores beneficiarios del proceso de privatización no han disminuido el control del Estado, pero en muchos casos han incrementado su solidez lo más posible, considerando las restricciones existentes.

Los más beneficiados del proceso de liberalización han sido unos pocos grupos sociales. Esto incluye las grandes compañías previamente existentes, tales como el grupo Entreposto, que ha estado activo en Mozambique por más de 100 años (Pitcher 2002). Como se mencionó previamente en este trabajo, el Frelimo no nacionalizó todas las industrias, sino que permitió que grandes compañías siguieran operando después de la independencia pero bajo la dirección estatal. Cahen (1993) observó inteligentemente que el Frelimo tendió a nacionalizar capitales pequeños, mientras trataba a los grandes mucho más suavemente. Las grandes corporaciones multinacionales también han sido dominantes en la toma del control de industrias importantes, aunque en su mayoría las industrias pequeñas y medianas se han entregado a los mozambiqueños (Pitcher 2002). Los comerciantes indios, frecuentemente reprimidos durante el período socialista, también se han visto beneficiados. Aunque todavía existe una relación ambigua entre este grupo y el partido, en el período de la posguerra se han formado nuevas alianzas: el matrimonio entre el poder político y el poder económico, si se quiere. Finalmente, los miembros de alta categoría del partido, y los oficiales militares y de seguridad del Frelimo, se vieron muy beneficiados (Castel-Branco, Cramer y Hailu 2001; Pitcher 2002). En vez de crear un mercado libre y empoderar a un nuevo grupo de capitalistas indígenas, la liberalización ha empodera-do un direccionamiento estatal, o más concretamente, un esfuerzo de direccionamiento por parte del Frelimo para crear un capitalismo rentista.13 El efecto principal ha sido la disminución en la provisión de servicios básicos por parte del Estado, pero no su separación de la economía. Además, parece que este proceso ha sido crucial para crear una estructura de clase basada en el control o acceso al poder estatal como garante principal de riqueza material.

El gobierno del Frelimo también ha mantenido un fuerte control sobre la inflación, bajándola de alrededor de 70% en 1994 al 5% en 1999. La tasa de inflación parece seguir en gran parte en la misma cifra de 1999, y en 2005 sólo ascendió a 6,3%.14 Esto ha convertido a Mozambique en un lugar atractivo para la inversión extranjera, por lo menos para los estándares africanos, y ha estimulado el crecimiento. Sin embargo, las tasas de crecimiento pueden esconder tanto como lo que revelan. Más o menos 80% de la inversión extranjera ha estado concentrada en las dos ciudades principales, Maputo y Beira. Además, dos tercios del crecimiento industrial han ocurrido en el sur, específicamente en Maputo y sus alrededores, mientras que sólo el 10% de la inversión industrial se ha trasladado al norte, dejándolo ante todo como zona agrícola, acentuando así los asuntos de marginación, que, entre otras cosas, fueron un incentivo para la guerra civil. Además, Mozambique depende en gran medida de la inversión y la asistencia extranjeras, los impuestos sólo representaron el 12% del PIB en 2001 y hay una proyección de crecimiento de 19% del PIB en 2020.15

Tal vez así se explica por qué, tal como en el período socialista, hay una fascinación con los "megaproyectos" de financiación extranjera. Un ejemplo principal es Mozal, un fundidor de aluminio cerca de Maputo. Aunque ha incrementado el PNB dramáticamente, los beneficios sociales reales para gran parte de la población parecen ser marginales y concentrados cerca de la capital y sus alrededores. Como el Gobierno dio a propietarios sudafricanos y australianos unos beneficios de impuestos para que pudieran organizar la planta, el Estado actualmente está recibiendo muy pocos ingresos. La planta consume tanta energía como el resto del país, pero ésta es comprada en Sudáfrica (Castel-Branco 2002). Los extranjeros ocupan muchos puestos de gerencia y la percepción es que sólo emplean a los mozambiqueños para labores de poca importancia. Las oportunidades que realmente pueden surgir de proyectos de esta naturaleza están geográficamente limitadas y hacen poco para tratar los desequilibrios que actualmente existen en la región y que pueden llevar a más tensiones y confrontaciones.

A pesar del colapso del socialismo, la mayoría rural sigue siendo el lugar que necesita mayor desarrollo; y la élite del Frelimo aún sigue siendo la que traerá ese desarrollo, bien sea en pocos años, como fue prometido bajo el socialismo, o en el futuro distante, de acuerdo con la promesa actual. El paternalismo de élite que era evidente en las épocas coloniales y socialistas todavía existe hoy en día y puede revelarse de formas extrañas. Un anterior miembro del Frelimo que hoy en día labora en asuntos de tierras afirmó en varias entrevistas que el presente plan para las áreas rurales intenta despojar a los campesinos y crear un proletariado rural. En la opinión del partido, eso modernizaría no sólo la agricultura, sino también la población: estarían involucrados en la economía global y se establecerían en áreas concentradas y accesibles al Estado.

La economía de posguerra de Mozambique se parece en aspectos importantes al período colonial. El sur tiene una cantidad pequeña de industria liviana pero está profundamente incorporado a su vecino Sudáfrica, el cual tiene una economía cerca de 40 veces más grande (Castel-Branco 2002). La nación suministra fundamentalmente bienes y servicios a su poderoso vecino, mientras que los mercados internos están subdesarrollados y dependen de las importaciones. El centro y el norte son fundamentalmente agrícolas, y a lo mejor se han empobrecido desde el período colonial, a pesar de los grandiosos planes. Una gran diferencia es que en vez de que Mozambique oficialmente exporte mano de obra a Sudáfrica, ahora recibe capital, aunque estos resultados se encuentran en una base muy limitada y regionalizada (Castel-Branco 2002).16 Los planes ambiciosos de utilizar el capitalismo liberal para transformar Mozambique han creado de nuevo un Estado con una élite fuertemente entrelazada e intereses materiales entrecruzados, pero sectores de la población se mantienen débilmente vinculados a este marco. Dado que las élites gobernantes pueden ganar legitimidad de los extranjeros que financian la transformación, hay también relativamente poco interés o necesidad de incorporar sectores significantes, por parte de las élites.

Conclusión

El caso mozambiqueño provee nuevas comprensiones sobre el proceso de construcción de nación y consolidación de los Estados bajo el marco liberal internacionalmente dominante. La mayoría de los estudiosos de la construcción estatal centran su atención en las complejas alianzas internas que surgen entre varios grupos sociales que crean coaliciones de gobierno, pero las condiciones históricas específicas de Mozambique señalan también el rol poderoso de factores externos. El legado colonial dejó al país con una pequeña élite que ha surgido de un contexto histórico, en muchas formas, único. Este grupo eventualmente formó una élite estrechamente unificada, pero a la vez fue consciente de sus diferencias con respecto al resto de la población, e intentó implementar una visión que era, en muchos casos, regional y socialmente específica. Es posible que con el tiempo pudieran haber obtenido un pequeño éxito al formar una nación profundamente arraigada en relación con esta visión, pero las realidades de la geopolítica no les permitieron el espacio necesario. Los ataques brutales de Rodesia y Sudáfrica, la devastación de la guerra civil, las exigencias de la comunidad internacional y de los principales donantes, han transformado esta visión considerablemente, aun si las continuidades ideológicas persisten. El liderazgo del Frelimo ha podido sobrevivir a todos estos ataques y utilizar los dictados internacionales en su favor, en la medida de lo posible. En el período de posguerra el Frelimo ha conseguido recrear su poder y potenciar una nueva economía más capitalista. Sus miembros han trascendido su base política original y han tenido la oportunidad de acumular riqueza. Los miembros del partido ya pueden utilizar su influencia política para ganar el control de recursos económicos, y el Frelimo se convierte también en una fuente de poder de clase. Sin embargo, los beneficios de la nueva era son fundamentalmente distribuidos entre un círculo bastante estrecho, y grandes sectores de la población están todavía incorporados de una forma dispareja al proyecto de construcción del Estado. De hecho, debido a que gran parte de la riqueza viene del exterior, puede que haya pocos incentivos para tratar de incorporar a los desfavorecidos de una manera más completa. Se advierte el peligro de que, con este estilo de políticas, el proyecto de construcción estatal se cimiente sobre bases muy frágiles.


Comentarios

1 Frelimo es la sigla de Frente de Liberación de Mozambique.

2 En términos de Moore (1966), la estructura social de Mozambique y la guerra de liberación campesina generarían probablemente una dictadura de izquierda, lo que ocurrió inicialmente.

3 Campesinado es, tal vez, un término inadecuado para definir la población en cuestión, pues, dependiendo de la región, los pobladores han combinado la agricultura con labores migratorias, trabajo en plantaciones, etc. Sigo utilizando el término, a pesar de no ser preciso, porque el Frelimo llamó así a la gran mayoría de la población.

4 La relación entre el Frelimo y segmentos grandes del campesinado está profundamente matizada; algo de esto será explicado con mayor detalle más adelante.

5 Para más detalles, ver Newitt (1995).

6 Muchos de los blancos que ingresaron al Frelimo vinieron de un grupo llamado segundos. Esto signifcaba que nacieron en Mozambique y bajo el Nuevo Estado, lo cual los descalificó para poder ascender a los puestos más altos, que eran ocupados por los nativos de Portugal (Mondlane 1969).

7 Hay un peligro, sin embargo, en dar por sentado el descontento que los campesinos sintieron durante la cúspide de la guerra y hasta el período inicial de la posguerra, y en asumir que amplios sectores del campesinado fueron siempre hostiles a los proyectos propuestos por el Frelimo. Aunque muchos elementos del programa propuesto por el partido causaron descontento, no es posible generalizar (O'Laughlin 2000, 34).

8 MNR significa Resistencia Nacional Mozambiqueña; el nombre fue cambiado después por la sigla portuguesa Renamo, para incrementar las credenciales nacionales.

9 El ejército del Frelimo se basó en el servicio militar obligatorio, pero generalmente de una naturaleza menos brutal.

10 Para ver las críticas del análisis de Geffray, ver Dinerman (1994) y O'Laughlin (2000).

11 No todas las atrocidades cometidas fueron perpetradas por el Renamo; los soldados gubernamentales fueron también responsables de masacres. La gran diferencia en esto es que no era una política ofcial, sino más bien las acciones de soldados débilmente entrenados, cuyos salarios durante meses no fueron pagados y sobre los cuales el Estado usualmente tenía control limitado.

12 Para una discusión más detallada del proceso de paz, ver Hall y Young (1997) y Vines (1996).

13 Como la ley mozambiqueña estipula que las empresas extranjeras tienen que tener un inversionista mozambiqueño, muchos individuos de las élites simplemente ganan ingresos como "compañeros silenciosos" y después invierten sus recursos en opciones no productivas consideradas como "seguras", tales como la finca raíz.

14 Country profles, www.worldbank.org.

15 Country profles, www.worldbank.org.

16 A pesar de que la migración ilegal de mano de obra es aún una gran opción económica para los mozambiqueños del sur, y muchas aldeas del sur no cuentan con hombres jóvenes, dado que intentan encontrar trabajo en Sudáfrica.


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Fecha de recepción: 1 de agosto de 2009 Fecha de aceptación: 25 de marzo de 2010 Fecha de modificación: 3 de agosto de 2010

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