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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.37 Bogotá sep./dic. 2010

 

Los grupos étnicos y la movilización política en Afganistán

Antonio Giustozzi

Texto traducido por Luis Eduardo Sastoque. El artículo es desarrollado en el marco de la investigación realizada en el crisis states Research Programme.

Ph.D. London School of Economics, Inglaterra. Actualmente se desempeña como docente e investigador del Centro de Investigación de Crisis Estatal (Crisis States Research Centre)/DESTIN, London School of Economics. Sus obras más recientes son: Empires of Mud. Wars and Warlords in Afghanistan. Nueva York: Columbia University Press, 2009; y Decoding the New Taliban: Insights from the Afghan Field (editor). Nueva York: Columbia University Press. Correo electrónico:a.giustozzi@lse.ac.uk.


RESUMEN

El artículo traza el desarrollo de las políticas étnicas en Afganistán, desde la década de 1930, cuando la monarquía promovió el nacionalismo Pashtún esperando engrosar sus bases populares, hasta los años ochenta y noventa, cuando facciones políticas armadas recurrieron cada vez más a la propaganda étnica para ganar apoyo, y finalmente hasta el período posterior a 2001, cuando la competencia electoral nuevamente trajo el tema de la identidad étnica a un primer plano.

PALABRAS CLAVE

Afganistán, grupos étnicos, políticas, movilización étnica.


Ethnic Groups and Political Mobilization in Afghanistan

ABSTRACT

The article charts the rise of ethnic politics in Afghanistan from the 1930s, when the monarchy hoped that promoting Pashtun nationalism would strengthen its popular base, to the 1980s and 90s, when armed political factions increasingly resorted to ethnic propaganda to mobilize support, and fnally to the post-2001 period, when electoral competition once again brought the issue of ethnic identity to the fore.

KEY WORDS

Afghanistan; Ethnic Groups; Politics; Ethnic Mobilization


Os grupos étnicos e a mobilização política no Afeganistão

RESUMO

O artigo mostra o aumento de políticas étnicas no Afeganistão desde os anos de 1930, quando a monarquia esperava que ao promover o nacionalismo dos Pashtun fortaleceria a sua base popular, até os anos de 1980 e 90, quando facções políticas armadas recorreram cada vez mais à propaganda étnica para conseguir apoio, e finalmente para o período após 2001, quando a competição eleitoral trouxe à tona o problema da identidade étnica.

PALAVRAS CHAVE

Afeganistão; Grupos étnicos; Política; Mobilização étnica


La identidad étnica de base

Afganistán es, sin duda, uno de los países étnicamente más fragmentados del mundo. Representar gráficamente su complejidad es bastante difícil. En el Cuadro 1 y en el mapa 1 he intentado ser lo más preciso posible. De todas formas, es claro que una complejidad de tal magnitud no podía dejar de tener un impacto significativo en la política afgana. En principio, existe una división más bien obvia entre pashtún y no pashtún, ya sea por cuestiones de lengua (pashtún vs. dari), sea por notables diferencias culturales (código tribal entre los pashtún, Shariat entre la mayor parte de las otras poblaciones, ética nómada-guerrera vs. ética sedentaria-comercial), excepto en la áreas urbanas que han actuado como un melting pot, especialmente en Kabul, en donde se ha desarrollado una identidad local y no étnica de "kabules". El tema es más complejo con respecto a otras poblaciones no pashtunes. La identidad uzbeka se puede definir bastante bien por medio de la lengua, lo mismo que la turkmena, que se separa fácilmente de la uzbeka, pues pese a la similitud hay diferentes tradiciones socioculturales (nómadas vs. sedentarios). Las etnias hazara y especialmente tayika muestran bien el tipo de problemas a los que nos enfrentamos. La mayor parte de los hazara se distinguen fácilmente de las otras poblaciones circundantes debido a la religión chiíta. Sin embargo, una minoría significativa de los hazara es de religión sunita, especialmente en las provincias de Baghlan y Baghdis, pero también en otras localidades, especialmente del noroeste. Debido a las persecuciones a que fueron sometidos los chiítas y la predominante identificación entre chiísmo y la población hazara en Afganistán, en general los hazara que profesan la religión sunita no se definen como tales, y se mimetizan asociándose a otros grupos étnicos, por ejemplo, en épocas recientes, a los tayikos.1

Estos últimos representan el caso más complejo de definición de identidad. Se trata principalmente de una identidad impuesta por lo alto, una creación del Estado afgano cuando empezó a registrar, incluso en los documentos de identidad, la pertenencia étnica de la población. En esta categoría residual confluyeron todos los grupos de lengua dari que no pertenecían a otro grupo constituido previamente, como los hazara. Seguidamente surgieron muchas controversias entre los etnógrafos en relación con la aceptación de esta definición con fines de investigación científica. Para nuestros propósitos, bastará con decir que buena parte de la población denominada "tayika" continúa identificándose con identidades locales, o con identidades étnicas alternas. Por ejemplo, los aimaq, que viven en su mayoría en la provincia de Ghor, tienden a considerarse como tayikos, como aimaq y, finalmente, como pertenecientes a una tribu particular. Para algunos pocos entre ellos, que han recibido algo de educación, la identificación tayika es la dominante, pero para los otros generalmente la identificación aimaq o tribal es la que cuenta más.2 Nótese además que muchos nacionalistas hazara incluyen a los aimaq entre los hazara, y, por otra parte, el ejemplo ya citado de los hazara suníes representa otro caso de identidad étnica en conflicto, pero hay una miríada de grupos esparcidos en todo el sector septentrional de Afganistán desde Herat hasta Badakhshan. En esta última provincia, los llamados "tayikos de la montaña" en realidad hablan toda una serie de dialectos locales y se identifican principalmente con la religión ismaelita. Hay que tener en cuenta que la diferenciación étnica (en Afganistán como en otras partes) responde a toda una serie de factores adicionales, que es difícil documentar detalladamente, debido a que han sido poco estudiados. Por ejemplo, en Afganistán es muy difundida la creencia de que los uzbekos, siguiendo sus propias tradiciones culturales, responden positivamente a una dirección fuerte y autoritaria, al contrario de los pashtún o también de los tayikos. Algunos estudiosos comparten esta idea con base en el carácter "hidráulico" de los Estados creados en los oasis centroasiáticos (Seiple 2005). Es probable que tales inclinaciones culturales hayan desempeñado un papel importante en la determinación de la respuesta de las comunidades aldeanas a diferentes tentativas de movilización desde arriba, pero, ante la falta de estudios sobre el terreno, es difícil distinguir entre prejuicio y realidad histórica.

La importancia de debatir la cuestión étnica en Afganistán antes de que surgiera la etnopolítica moderna deriva del hecho de que estas identificaciones étnicas o protoétnicas hayan después representado la materia prima para los cambios ulteriores, como se intentará aclarar en este artículo. El discurso político de movilización de los diferentes partidos ha demostrado en el curso de la reciente historia afgana un efecto diversificado, de acuerdo con las diferentes comunidades étnicas, dando como resultado las primeras señales de polarización étnica. Estas señales se han ido intensificando gracias a toda una serie de razones, entre las que figura principalmente la necesidad de movilizar a la población por parte de la facciones políticas.

Orígenes de la ideología etnonacional

Ya en 1914 uno de los grandes intelectuales afganos, Mahmud Tarzi, argumentaba a favor de un nacionalismo afgano basado en la lengua pashtún, con el fin de prevenir la excesiva influencia de Irán y de reforzar el sentimiento nacionalista afgano (Moussavi 1998). En su enfoque sobre la cuestión nacional ya estaban implícitas las contradicciones que afligirían al nacionalismo afgano de los siguientes años; en primer lugar, la toma de posición de que el pashtún debería convertirse en la lengua de todos los afganos. El etnonacionalismo afgano empezó a difundirse en los años treinta del siglo XX, tomando dos formas diferentes: el nacionalismo pashtún y el nacionalismo ario, este último claramente desarrollado bajo la influencia alemana. En el nivel popular, la distinción entre los dos no era siempre bien clara, pero en principio hay grandes diferencias entre ellos.

En aquellos años los gobiernos afganos buscaban modelos en qué inspirarse para llevar a cabo un proyecto de modernización, al igual que países dispuestos a ofrecer ayuda financiera para sostener tal proyecto. Los alemanes, que trabajaban en Afganistán desde finales de 1917, abrieron una escuela de lengua alemana en Kabul en 1924, que utilizaban con el fin de reclutar espías e informantes. Después de 1933 esta escuela y sus diplomáticos se convirtieron en el centro principal de la influencia nazi en Afganistán. Al principio, el interés afgano por los favores de Alemania pareció haber sido esencialmente oportunista. Había posiblemente poca comprensión en Afganistán por el debate (o la lucha) ideológico en Europa, y los afganos buscaban sencillamente el apoyo de las potencias hostiles al Imperio británico, que para ellos representaba el enemigo histórico. Alemania, en virtud de su distancia geográfica, aparecía como el perfecto benefactor. Después de 1933 los alemanes hicieron su mejor esfuerzo para consolidar su influencia promoviendo las ya conocidas teorías raciales según las cuales los pashtún son arios y, por lo tanto, muy cercanos a los mismos alemanes. El nacionalismo ario tenía parte de su atractivo en el hecho de que incluía no sólo a los pashtún, sino además a algunas minorías, es decir, a la mayoría de las comunidades de los grupos tayikos y los nuristanes, y por lo tanto se dejaba ver con cierta utilidad en la construcción de la nación afgana.3

En 1940 Alemania se había convertido en el principal aliado de Afganistán y también en su principal socio comercial. Según documentos de los archivos alemanes, en 1941 se negociaron con el régimen nazi ganancias territoriales para Afganistán, a costa del Imperio británico. En los años treinta se fundó la Pashto Solana (Academia Pashto), que se creó con la intención de estimular el uso literario de la lengua pashtún, que en aquella época era raro, debido a que la lengua literaria en Afganistán era el persa.4 El clima cultural de los años treinta llevó al Gobierno a elevar al pashtún a la categoría de única lengua oficial, reemplazando a la persa, con el fin declarado, según la lógica ya enunciada por Tarzi, de marcar la diferencia entre Afganistán y su molesto vecino occidental, Irán, pero con evidentes implicaciones en la política interna. Aunque esta toma de decisiones de política externa e interna fue dictada más que todo por consideraciones pragmáticas, el papel de la Alemania nazi en el sistema educativo y formativo parece haber dejado una huella más profunda, constituyendo hasta nuestros días el paradigma de base del nacionalismo ario en Afganistán (Gregorian 1969, 346; Frolich 1969, 223-224; Centlivres 1980, 38).

El nacionalismo propiamente pashtún, al contrario, se alimentaba principalmente del sentido de frustración que derivaba de la incorporación de casi la mitad de la población pashtún, primero al Imperio británico y después a Pakistán. A pesar de la tentativa de la monarquía de apropiárselo, el nacionalismo pashtún terminó inclinándose principalmente hacia la izquierda, como se puede ver en los primeros grupos políticos embrionarios creados en los años cuarenta y posteriores, como Wish Zalmayan (Awakened Youth, formada en 1947),5 y seguramente con la formación del Hizb-i Demokratik-i Khalq (Partido Democrático del Pueblo, HDK) en 1965, en el cual el nacionalismo representaba un componente fundamental, gracias también al hecho de que el nacionalismo pashtún en las tierras "irredentas" se caracterizaba asimismo por una marcada tendencia hacia la izquierda. Dada la inclinación de Pakistán hacia Estados Unidos, la Unión Soviética se presentaba como el aliado natural del irredentismo pashtún. La influencia ideológica soviética y, de forma más general, de las ideologías políticas progresistas y marxistas dio como resultado que el nacionalismo pashtún intentara repetidamente conciliar sus propias instancias irredentistas con la identificación de un papel para las minorías no pashtunes. No obstante, en medio de la intelligentsia pashtún afgana de los años sesenta y siguientes, los inmigrantes de Pakistán, que habían aprovechado la oferta afgana de becas de estudio para acceder a dos escuelas superiores especialmente creadas para ellos, ocuparon siempre una posición de especial prestigio. Muchos no regresarían a Pakistán, y terminaron haciendo parte de la intelligentsia afgana y alimentando su componente nacionalista.6

La paradoja de la monarquía afgana era la de una monarquía de origen tribal (pashtún) que se había persianizado completamente, hasta el punto de que la mayor parte de la familia real no era siquiera capaz de hablar el pashtún. Esto, a los ojos de la naciente intelligentsia pashtún, se convertiría en un problema urgente, y no marginal, porque, a pesar del impulso dado al estudio del pashtún, la administración central del Estado, de hecho, continuaba basándose en gran medida en el dari (persa) como lengua principal, debido a la escasa inclinación, también entre los pashtún urbanizados, de hacer uso del pashtún como lengua oficial. El hecho de proclamar al pashtún como lengua nacional, reconocida en la Constitución de 1964, y de agregar al dari como segunda lengua nacional fue un evidente fracaso que dejó bastantes consecuencias desagradables. Habiendo despertado al dragón del nacionalismo pashtún, la monarquía —por estrategias como la política filobritánica de Nadir Shah (1929-1933)— se mostró incapaz de estar a la altura de las esperanzas y las ambiciones que había suscitado, lo que terminó no sólo irritando a las intelligentsias de las minorías, sino además deslegitimizándose frente a la misma intelligentsia pashtún. La superposición de la política interna y la política internacional, junto a la fracasada tentativa de construir una monarquía tribal con el fin de encontrar una legitimización étnica, tuvieron un impacto paradójico en el nacionalismo pashtún, y en su carácter opositor, a pesar del hecho de que el Estado afgano declarase, en efecto, ser el Estado de los pashtún; mientras el nacionalismo ario, con su fantasiosa interpretación de las causas del atraso afgano,7 se enraizaba en la conciencia popular de las provincias y el nacionalismo pashtún se difundía entre las intelligentsias provinciales, que sentían no estar lo suficientemente involucradas en la administración del Estado por parte de la aristocracia mohammadzai persianizada, además de que entre las filas de la élite aristocrática y burocrática cundía el descontento por la ineptitud de la monarquía, como quedó demostrado en su participación en Wish Zalmayan (Arnold 1983; Korgun 2004).8 El nacionalismo pashtún se difundió dentro de esta élite y, junto a una mayor y general frustración por la incapacidad de la monarquía de modernizar el país, desempeñó un papel crucial en el derrocamiento de la monarquía mohammadzai en 1973 por parte del príncipe Daoud, en alianza con la izquierda nacionalista.9

La izquierda afgana tuvo éxito ahí donde la monarquía fracasó —en la creación de un nacionalismo pashtún no tribal—; no obstante, ella misma, a su vez, vino a encontrarse de frente con un difícil dilema: ¿cómo transformar el nacionalismo pashtún en nacionalismo afgano?10Sus esfuerzos no tendrían mucho éxito, por varios motivos. En primer lugar, el proceso de formación de grupos etnonacionalistas entre las minorías ya había sido iniciado desde la época de la fundación del HDK, haciendo difícil reconquistar la confianza de las pequeñas intelligentsias étnicas en el Estado central. Además, el nacionalismo pashtún, por su naturaleza, se prestaba poco a la cooptación de las minorías. No sólo la influencia popular de las teorías racistas entre los pashtún representaba un serio obstáculo para cualquier esfuerzo en esta dirección, contribuyendo, al contrario, a profundizar la división entre los diferentes componentes étnicos de la población, sino que el carácter central del nacionalismo pashtún mismo, y la liberación de las tierras más allá de las fronteras, así como el problema de la lengua pashtún, implícitamente, empujaban al nacionalismo afgano en sentido "etnonacionalista". Para las intelligentsias de las minorías, la afganización del nacionalismo pashtún no podía más que aparecer como un camuflaje, en lugar de una genuina transformación. Las minorías no podían tener mucho interés en un proyecto que, de una parte, habría, sin haber nunca coronado el éxito, llevado a la etnia pashtún a consolidar su propia limitada mayoría (en torno al 50% de la población o un poco más) hasta obtener los dos tercios de la población de Afganistán. ¿Por qué, entonces, las minorías de los tayikos y uzbekos no habrían tenido que nutrir las mismas esperanzas de reunificación en relación con sus propios connacionales que estaban al otro lado de la frontera septentrional? De igual forma, la campaña para reforzar el papel del pashtún como lengua nacional, una vez que fue aceptado el principio de paridad con el dari, no podía ser vista más que con sospecha por las minorías, entre las cuales muy pocos hablaban con fluidez aquella lengua. En la práctica, la aplicación del principio de que los funcionarios públicos tendrían que ser bilingües excluiría a muchos miembros de las minorías, como ocurriría allí en donde para la intelligentsia pashtún de las provincias era normal hablar ya sea el pashtún o el dari (Newell 1986, 113).11

Mientras el nacionalismo pashtún se estaba incubando —favorecido por el persistente rechazo de los gobiernos monárquicos de reconocer la línea de frontera con el Imperio británico/Pakistán, que habría significado abandonar todo proyecto de reunificación con la mitad de los pashtún que vivían más allá de dicha línea—, diferentes políticas monárquicas estimulaban el surgimiento de formas protoetnonacionalistas entre las minorías tayika, hazara y uzbeka. El nacionalismo hazara estaba ya en incubación desde hacía tiempo (Moussavi 1998),12 después de las violentas campañas de subyugación conducidas por el emir Abdur Rahman al finalizar el siglo XIX, especialmente entre aquellos que habían escapado de las persecuciones y de las expropiaciones y se habían asentado en el territorio imperial británico, en la zona de Quetta. Los eranos fueron excluidos de las posiciones de alto rango, tanto en el ejército (no estaban representados más allá del grado de coronel) como en la burocracia estatal. Todavía al principio de los años sesenta la élite cultural hazara se reducía, por ende, a pocos profesores universitarios y, en el campo religioso, a algún ayatolá educado en Irán o Iraq. En 1946 una revuelta antifiscal llevó a la pérdida del control sobre Hazarajat por parte del Gobierno, que para resolver la situación abolió un impuesto apenas aprobado. Durante los años de la liberación (1960-1968), algunos ha-zara sirvieron como ministros en Kabul, y en el mismo período surgieron las primeras señales de actividad de propaganda de prensa por parte de intelectuales hazara que reclamaban la igualdad de derechos entre todos los pueblos de Afganistán, pero en realidad el mayor acceso a la educación entre la nueva generación hazara no hizo más que crear una base social para un movimiento etnonacionalista. La primera organización nacionalista hazara (Tanzim-i Nasl-i Nou-i Hazara Moghul u Organización de la Nueva Generación de los Mongoles Hazara) se formó en Quetta en los primeros años setenta. Ya antes del inicio del conflicto en Afganistán, los servicios paquistaníes intentaron cooperar con el Tanzim en una operación antiafgana, aparentemente llegando a proponer la formación de un gobierno hazara en el exilio.13 La principal conexión con Afganistán era un cierto número de hombres de negocios y comerciantes que viajaban entre Quetta y Hazara, pero en general la influencia del Tanzim permaneció básicamente concentrada en la diáspora hazara, también por las medidas represivas de los servicios de seguridad afganos contra toda forma de oposición organizada bajo el régimen de Daud (1973-1978) (Bindemann 1987, 48-49). Más tarde, después de la toma del poder por parte de HDK, el Tanzim daría vida a la Ittehadiye Mojahidin-e Islami (Unión de los Muyahidín Islámicos), que buscaría conducir operaciones militares especialmente en el sur de Hazarajat. No obstante, las ideas nacionalistas tuvieron una cierta influencia sobre la nueva generación de los hazara, principalmente provenientes de familias de terratenientes, que salían de los colegios y de las universidades, como sería evidente en el curso de los años ochenta. La existencia de un grupo nacionalista hazara, que se había formado en Afganistán más o menos contemporáneamente con el Tanzim, viene reportada en parte de la literatura con denominaciones como Hizb-i Mogol o Jawanan-e Mogol. Sin embargo, eso parece haber dejado una escasa huella, o quizás se trató de un grupo informal sin una efectiva organización.

Durante los años treinta, diferentes formas de resentimiento étnico habían comenzado a difundirse en la región septentrional de Afganistán, donde se habían reiniciado las transferencias de tierra a las tribus pashtún, a costa principalmente de los grandes propietarios uzbekos. Estas expropiaciones parciales, junto a los primeros pasos del sistema educativo afgano, llevaron, en los años sesenta, a los hijos de los grandes terratenientes a politizarse y, muy pronto, a radicalizarse. A medida que los primeros de ellos recibían una educación moderna y comenzaban a ambicionar posiciones de prestigio dentro de la burocracia estatal, el problema de la lengua se volvía un factor de movilización étnica. Al uzbeko no le era reconocido ningún estatus por parte del Gobierno afgano. No sólo eso, sino que además el uso del uzbeko en público fue prohibido y era castigado con cárcel. Para los jóvenes estudiantes uzbekos de origen campesino, el hecho de que la enseñanza fuese en dari y los textos en pashtún era una fuente de grandes dificultades de adaptación, especialmente si se considera que el ingreso a la universidad estaba limitado a los estudiantes que lograban obtener los mejores resultados. Como en el caso de los hazara, el ingreso a los pocos prestigiosos liceos de Kabul era, de hecho, impedido a los uzbekos, y los pocos que lograron entrar en los años cincuenta lo hicieron sobornando a los rectores. El primer paso hacia la abierta politización de la intelligentsia uzbeka fue la formación en 1954 de la Sazman-e Demokratik-e Khorasan (Organización Democrática del Khorasan), un grupo protoetnonacionalista en el cual algunos de los futuros líderes etnonacionalistas tayikos y uzbekos dieron sus primeros pasos. Inicialmente, la Sazman tenía un carácter moderado y una fuerte caracterización islámica, pero con el pasar del tiempo se secularizó y radicalizó, en cierta medida, bajo la influencia de los miembros más activos, en particular, de Tahir Badakhshi. La Sazman se disolvió en 1964 después de la legalización de los partidos políticos. Otro grupo etnonacionalista brevemente activo en los años sesenta fue el de Khayri, que creó una sociedad comercial llamada Shirkat-e Zair, y esta fachada le permitía desarrollar actividades políticas entre uzbekos y turkmenos.14

El surgimiento de las ideologías políticas

Las cosas, sin embargo, comenzaron a cambiar velozmente. Ya en 1964 se había fundado el Milli Motarreqi Ghund—Afghan Millat (Partido Social Democrático—Nación Afgana), un partido nacionalista pashtún. El clima en los años sesenta era poco favorable al etnonacionalismo, y Afghan Millat se convirtió muy rápido en el blanco de una cerrada campaña hostil, en especial por parte de los maoístas, lo cual paralizó las actividades del grupo, principalmente en los ambientes universitarios. A partir de 1970 se puede hablar de un cambio en la actitud de la intelligentsia afgana, sobre todo en lo que concierne al HDK, que en aquella época era la mayor agrupación política del país. Prisionero de sus propias contradicciones, de las cuales la última no era la escasa credibilidad del "camuflaje" del nacionalismo pashtún en nacionalismo afgano, el partido no lograba darse una guía coherente y eficaz y había sufrido ya una división entre las dos corrientes principales, la dirigida por Babrak Karmal, denominada Parcham, y la dirigida por Mohammad Taraki, llamada Khal. Esta escisión no estaba dictada por rivalidades de tipo étnico, sino, sobre todo, de índole personal. A lo sumo, si había una distinción entre el séquito de las dos alas del partido en los primeros años de la separación, ésta se debía encontrar en el carácter predominantemente rural del séquito del Khal y en el carácter predominantemente urbano del grupo parcham, que los khalqisti describían como la "izquierda aristocrática". La escisión, de todas formas, contribuyó a debilitar el liderazgo de los principales exponentes del partido y a abrir la puerta a otras divisiones. En 1970 tuvo lugar un nuevo cisma, de carácter explícitamente étnico. Tahir Badakhshi, un tayiko de Badakhshan que había sido uno de los líderes de la Sazman-e Demokratik-e Khorasan, salió del Khalq y formó su propio grupo de discusión, caracterizado por un análisis explícitamente étnico de los problemas de Afganistán y de la absorción de algunos elementos del pensamiento maoísta. Según Badakhshi, la lucha nacional (es decir, de la minorías contra la opresión pashtún) en el contexto afgano tenía que tener la prioridad respecto a la lucha de clases, que representaba aún un punto de convergencia entre Khalq y Parcham, no obstante la dificultad de identificar a una clase trabajadora en Afganistán. Badakhshi no dio ninguna forma de organización a su grupo; sin embargo, sus seguidores se organizaron gradualmente en diferentes grupos, entre los cuales el principal fue Sazman-e Enqelabi-ye Zamatkashan-e Afghanistan (Organización Revolucionaria de los Trabajadores afganos, SAZA).15

La tendencia hacia la orilla etnonacionalista de buena parte de la intelligentsia afgana durante los años setenta se refleja en la evolución de otro grupo proveniente del Khal, en 1967, Khalq-i Kargar (Pueblo Trabajador), que en 1972 toma el nombre de Guruh-i Kar (Grupo de Trabajo). Una vez más, la motivación de la separación eran las rivalidades personales e ideológicas. Guruh-i Kar se alineaba a la izquierda de Khalq y Parcham y atraía especialmente a elementos intelectuales, además de sindicalistas. Guruh-i Kar tenía un cierto séquito en las provincias septentrionales y en el norte de Kabul. Muy pronto, el fundador del Guruh-i Kar, Dastagir Panjsheri, decidió integrarse con el reunificado HDK (1972), abandonando al grupo separatista en manos de elementos que protestaban contra el predominio de los pashtún en el liderazgo del Khalq. Guruh-i Kar empezó rápidamente a deslizarse en sentido etnonacionalista, y al final de los años setenta su base estaba entre la intelligentsia uzbeka del norte de Afganistán, aunque quedaron algunos integrantes sindicalistas en el nororiente y en Parwan.16

La aceleración causada por la guerra

La ilegalidad en la cual se encontraban todos los movimientos políticos afganos para poder operar en los años setenta, junto al bajo nivel de educación de la población, habían desacelerado el desarrollo del etnonacionalismo y de cualquier ideología política, hacía finales del decenio. Con la "Revolución Saur" de 1978 la difusión de la ideología, así como su "evolución", sufrirían una drástica aceleración. Sin embargo, ya en el curso de los años sesenta las ideas etnonacionalistas habían tenido un desarrollo bastante superior al de los grupos políticos que se habían declarado explícitamente portadores de estas ideas, movilizando sentimientos de difusión de variados orígenes. El discurso racial importado por Alemania se había arraigado entre la intelligentsia pashtún, pero también en el nivel popular, y venía interpretado como una explicación del atraso de Afganistán. Según tal visión, era el peso de los pueblos "asiáticos" (es decir, de origen mongólico, como los hazara y los uzbekos), irremediablemente primitivos, lo que no le permitía a Afganistán alcanzar una modernidad según el modelo de sus primos alemanes.

La intelligentsia tayika no había sufrido la fascinación de las ideas etnonacionalistas en su fuerte de Kabul, en donde se encontraba concentrada la parte más sustancial de ésta, pero se había demostrado vulnerable a su llamado en las regiones más desheredadas, principalmente el nororiente. En los años setenta las ideas de Tahir Badakhshi tenían éxito en los liceos de la región, con la propaganda hecha, entre otros, por muchos profesores.17 Las todavía más modestas (numéricamente) intelligentsias uzbeka y hazara no habían visto aún un gran éxito del etnonacionalismo, que en el caso de la segunda no había logrado extenderse organizadamente más allá de su fuerte de Quetta. El resentimiento causado por las discriminaciones étnicas contra los uzbekos y hazara se expresaba en el caso de los segundos, principalmente, en la atracción ejercida por el maoísmo, que ofrecía una solución al sentido de aislamiento de la clase educada hazara, con su idea de una movilización de la población rural. Entre los uzbekos, la Sazman-e Demokratik-e Khorasan había tenido un modesto seguimiento, pero no una implantación como la tuvo entre los tayikos y los hazara. Después de su disolución en 1965, el etnonacionalismo uzbeko se había expresado a través de un pequeño grupo de seguidores de Badakhshi y, más tarde, entre las filas de Guruh-i Kar. Para todos los movimientos etnonacionalistas, se habla de todas formas de números bastantes modestos de activistas en el curso de los años setenta. En el norte/nororiente de Afganistán ningún grupo político contaba con más de 100 militantes (Khashimbekov 1994, 32).

Durante las fases iníciales del conflicto afgano, nada hacía presagiar la eclosión de la corriente etnonacionalista. Al contrario, las incipientes tendencias etnonacio-nalistas de los años setenta parecían destinadas a ser reabsorbidas en un choque ideológico entre ideologías de izquierda e ideologías islamistas y conservadoras. El Khalq en el poder en 1978-9 era en esa época todavía una formación claramente multiétnica que reclutaba principalmente en las zonas rurales.18 Significativamente, Afghan Millat nunca logró ganarse un papel en el conflicto. Después de una tentativa poco creíble de lanzar una guerra de guerrillas en su bastión tradicional de Nangarhar, el partido, debilitado por la negativa de Pakistán de reconocerlo oficialmente y de brindarle una porción de ayudas extranjeras, renunció a toda forma de actividad y adoptó una posición de espera.19

A pesar de las apariencias, la corriente etnonacionalista continuaba funcionando, escondida entre las brasas ardientes de la guerra civil. El Parcham, inicialmente en minoría frente al Khalq, también a causa de las purgas a que había sido sometido, tenía una necesidad desesperada de acelerar su propio reclutamiento, con el fin de obtener la superioridad numérica dentro del HDK, y de tal forma justificar su propia preeminencia en el partido. Los consejeros soviéticos presionaban una fusión del Guruh-i Kar y el HDK, y si bien nunca se logró un acuerdo, muchos de sus miembros obtuvieron la doble afiliación (Slinkin 1990). Algunos dirigentes del Parcham parecían haber comenzado a sufrir la influencia de los grupos etnonacionalistas y usaban argumentos etnonacionalistas para reclutar khalqistis en las regiones septentrionales del país. Entre los pashtún, el resentimiento por la invasión soviética, de la cual el Parcham era considerado responsable, era mucho más fuerte que entre los grupos étnicos del centro y del norte, un hecho que predisponía al Parcham a orientar su reclutamiento hacia las minorías. Sensibles a las mejores posibilidades de ascenso que parecía ofrecer la adhesión al Parcham, muchos khalqistis uzbekos y tayikos se pasaron a la facción de Karmal. Un proceso similar estaba ocurriendo en las filas del Khalq. Los líderes khalqistis, que buscaban mantener su superioridad numérica y al mismo tiempo intentaban obtener la revancha contra los parchamistas, de quienes consideraban haber sido defraudados en el poder, hacían uso de una retórica nacionalista afgana, que, como habíamos hecho notar anteriormente, tenía eco principalmente entre los pashtún.20

Un factor aún más importante de la movilización étnica fue la decisión de los líderes del HDK de movilizar milicias "tribales" para extender la débil influencia del Gobierno en las zonas rurales. La constatación de que las milicias locales combatían mejor y eran más fáciles de reclutar estaba en el origen de esta pragmática elección, que sin embargo, de hecho, abrió la puerta a la aglutinación de las milicias étnicas. Grandes milicias de base esencialmente uzbeka surgieron en el noroccidente del país (Jowzjan, Faryab y Sar-i Pul), que en 1988 serían unificadas bajo la dirección de Rashid Dostum, un militar uzbeko que había hecho carrera entre las filas gracias a sus características de conductor carismático y de fidelidad al Parcham de Babrak Karmal. En torno a Kabul se formaron importantes milicias hazara, bajo el auspicio de Sultan Ali Kishtmand, primer ministro y mayor exponente hazara del Parcham. En el noroccidente (Badakshan, Takhar), SAZA y SAFZA21 fueron convencidos de colaborar con el HDK y formaron sus propias milicias mixtas tayiko-uzbekas. En el Baghlan, el Gobierno logró un acuerdo con el líder ismaelita Sayyid Mansur Naderi, que se volvió gobernador y formó sus propias milicias. En la región de Hayratan y Mazar-i Sharif se formaron milicias tayikas bajo la dirección del general Momin y de Gilam Jam, un ex profesor cuya familia había sido exterminada por los muyahidín (Giustozzi 2000).

Un aspecto interesante de estas milicias étnicas, subvaloradas en aquella época por el régimen de Kabul, es que no sólo tenían un carácter explícitamente etnopolítico, sino que también muy pronto los grupos etnopolítícos comenzaron a ejercer una influencia directa también en las otras milicias. El general Momin, por ejemplo, sufrió rápidamente la influencia de los militantes del SAZA, que se habían establecido en Hayratan (su cuartel general) para hacer proselitismo.22 Guruh-i Kar logró ganar consensos entre las filas de las milicias uzbekas del noroccidente, especialmente en Faryab, donde Rasul Pahlawan, el principal comandante de las milicias, tenía una cierta simpatía por este grupo y lo dejaba operar libremente.23

La importancia de estos desarrollos "subterráneos" se haría evidente a principios de 1992, cuando, luego de la caída de la Unión Soviética, las tensiones internas en el régimen se reforzaron y el presidente Najibullah intentó consolidar su control en el norte del país nombrando generales pashtún que le eran fieles. En este punto las milicias del norte se levantaron en nombre del rechazo de la hegemonía pashtún y desempeñaron un papel decisivo en el colapso del régimen. Las milicias septentrionales se unificaron después en un movimiento político llamado Junbish-i Milli Islami, bajo la dirección del general Dostum.

Inicialmente, el Junbish era una formación multiétnica con una preeminencia de uzbekos, pero también de muchos tayikos, turkmenos, y algunos pashtún. Sin embargo, una vez que el Junbish y la Jamiat empezaron a enfrentarse en los campos de batalla del norte, nororiente y Kabul para resolver la cuestión de la división del poder, muchos tayikos abandonaron el Junbish y se dispersaron o pasaron a hacer parte de la Jamiat. En medida creciente, el esfuerzo de movilización del Junbish hacía un llamado con motivaciones étnicas, distanciándose de los pashtún y los tayikos. Los primeros, aislados en algunos limitados recodos en el norte del país, no podían, como los tayikos, pasar a hacer parte de un grupo rival como el Junbish y tuvieron que esperar el éxito de la ofensiva de los talibanes en 1997-98 para tener su propia revancha. Al menos inicialmente, los comandantes pashtún que habían cooperado con Dostum se mostraron satisfechos de trabajar con los talibanes.24

Las milicias fueron de todas formas sólo parte de un proceso que había ya visto la fragmentación interna del HDK (rebautizado Hizb-i Watan en 1990). La fragmentación había sido inicialmente el resultado de rivalidades personales e ideológicas, que sin embargo habían asumido siempre un carácter étnico, especialmente dentro del Parcham, en donde los simpatizantes del presidente Najibullah eran principalmente pashtunes.25

La caída del régimen de Najibullah en 1992 abrió el camino a la incidencia de nuevos "actores ideológicos" en la escena afgana. En particular, una creciente influencia se abrió camino en las regiones septentrionales de Afganistán: la de Turquía. Este país, en realidad, había ejercido una fuerte influencia en las primeras generaciones de reformadores y nacionalistas afganos, y en los años ochenta había dado un modesto apoyo a los nacionalistas turcófonos dirigidos por Azad Beg,26 pero su papel en los años noventa sería diferente. No sólo las ambiciones políticas de los gobiernos turcos de transformar el Asia Central turcófona en una propia esfera de influencia llevaron a sostener al Junbish, visto como vehículo del panturquismo en Afganistán, sino que el creciente intercambio cultural y comercial entre los dos países llevó, entre otras consecuencias, a la creciente influencia de la derecha nacionalista turca sobre la intelligentsia uzbeka, parte de la cual comenzó a adoptar las teorías racistas promovidas por los colegas turcos (Giustozzi 2005). La nueva influencia, que se ejerció particularmente entre las filas de Guruh-i Kar, creó un "caballo de Troya" del nacionalismo de derecha dentro de una intelligentsia hasta ahora caracterizada como de izquierda.27

En la vertiente opuesta, aquella de la oposición al régimen, el proceso de etnopolitización fue menos obvio en el curso de los años ochenta, pero estuvo presente, a pesar de todo. Entre los hazara, el único grupo explícitamente etnonacionalista, es decir, el Ittehad, que tenía únicamente una cierta influencia en la provincia de Ghazni y marcadamente en el distrito de Jaghori, fue barrido por la serie de guerras civiles que habían devastado al Hazrajat desde 1984. Sin embargo, una vez más, la fuerza del etnonacionalismo demostró no estar tanto en su consistencia organizativa, sino en su capacidad hegemónica entre las filas de la intelligentsia (Ibrahimi s.f). Muchos hazara, especialmente maoístas, habían sido, de hecho, influenciados por el discurso del Ittehad y habían llevado consigo esta influencia cuando se habían unido a las organizaciones militantes patrocinadas por varios ayatolá iraníes. En particular, Sazman-e Nasr (Organización Victoria), que muy pronto sería la principal organización hazara, atrajo a muchos de estos miembros de la intelligentsia influenciados por ideas etnonacionalistas. El aislamiento político de la hazarajat predisponía al crecimiento del etnonacionalismo.28

El crecimiento clerical dentro de los partidos políticos hazara hasta después de 2001 generó el surgimiento de una clara línea etnopolítica. Sin embargo, entre las principales exigencias del Hizb-i Wahdat (Partido de Unidad), el partido-coalición que desde 1988 reunió todas las fuerzas activas en el Hazarajat, figuraba no sólo la adopción del derecho shafiíta en lugar del hanafita en lo que tenía que ver con los pueblos chiíes, sino la autonomía regional. Esta última, aunque motivada por el deseo de maximizar la influencia de la élite clerical chiíta, tenía claras reverberaciones etnopolíticas, y no por casualidad se enfrentó con la oposición de los partidos suníes una vez conquistada Kabul en 1992.29 Nótese que Wahdat animó la formación del Junbish en 1992, en cuanto lo consideraba un punto de convergencia de los propios fines autonomistas.30

Entre los partidos suníes el proceso de etnización política fue más lento e incompleto. Sólo dos pueden de alguna manera ser vinculados al discurso étnico. El Hizb-i Islami de Gulbuddin Hekmatyar, un partido islamista radical, era en su origen claramente un partido multiétnico, a pesar de que el liderazgo fuese primordialmente pashtún. El partido reclutó a muchos uzbekos, especialmente en las provincias de Takhar y Badakhshan, y también en ciertas áreas del noroccidente. Además, era el partido predominante entre los tayikos de las provincias de Parwan y Kapisa. El carácter multiétnico del Hizb-i Islami, sin embargo, no sobrevivió a la crisis de 1992-1994, cuando el partido se situó en la oposición, en el nuevo gobierno de Kabul, dominado por el rival Jamiat-i Islami. Frente a las dificultades encontradas para sustraer a Kabul de la Jamiat, el líder del partido, Gulbu-ddin Hekmatyar, recurrió cada vez más a argumentos de carácter étnico para movilizar tras de sí a las tribus pashtunas, hostiles a un gobierno predominantemente tayiko,31 pero al mismo tiempo cansadas de la guerra. La acusación a los líderes tayikos de la Jamiat de ser los nuevos Bacha-e Saqqao,32 sin embargo, tuvo el resultado de distanciar a los miembros no pashtunes del partido, que ya se encontraban en dificultad a causa de la tendencia a la desmovilización entre las poblaciones y a la caída de los suministros por parte de Pakistán. En el curso de estos últimos dos años la mayoría de los comandantes uzbekos y tayikos afiliados a la Hizb-i Islami dejó al partido y se unió a la Jamiat (Parwan, Kapisa y Takhar) o al Junbish (Jowzjan, Balk). Solamente los uzbekos de Badakhshan, desde siempre en pésimas relaciones con la Jamiat local y aislados de otros grupos o movimientos, permanecieron casi todos fieles al partido.33

El otro partido de la resistencia islámica que puede hacerse entrar en un discurso étnico es, por supuesto, la Jamiat-i Islami del profesor Rabbani. Como la Hizb-i Islami, aunque dirigida por un grupo de clérigos tayikos, la Jamiat reclutó también pashtunes, uzbekos y turkmenos durante la yihad. Los primeros venían especialmente de la provincia de Kandahar, pero se podían encontrar comandantes de la Jamiat esparcidos un poco por todas partes en tierras pashtunas. Una minoría de uzbekos se adhirió a la Jamiat en el norte de Afganistán, así como algunos comandantes turkmenos. La progresiva pérdida de los componentes uzbekos de la Jamiat comenzó en 1992, cuando Dostum logró atraer a muchos comandantes uzbekos y turkmenos a su lado (Giustozzi 2005). Sin embargo, en el mismo momento la Jamiat estaba atrayendo comandantes uzbekos de Hizb-i Islami en Takhar, que por razones más que todo logísticas no podían optar por la Junbish.

A pesar de que el gobierno de Rabbani no era muy popular entre los pashtunes, debido a la mayoría tayika en su interior, gracias al genio clientelista de Rabbani, la base pashtún de la Jamiat permaneció más o menos intacta hasta 1994. Con la llegada del Harakat-e Talibán comenzó el paso sucesivo del proceso de etnización de la Jamiat, que entre 1994 y 1996 perdió virtualmente a todos sus comandantes pashtunes, que se afiliaron a los talibanes o fueron obligados a retirarse a la vida privada. Sucesivamente, la fuerza residual de la Jamiat se concentró en el nororiente bajo la dirección del comandante Massud, cuyo ejército era exclusivamente tayiko y uzbeko, y sólo en pequeña medida eran miembros hazara y pashtunes. En todo Afganistán la guerra se percibía cada día más como un problema entre los tayikos y los pashtunes. Sin otro particular, la lucha por la supervivencia logró mantener juntos al menos a los tayikos y uzbekos en el nororiente, y Massud logró repeler las improvisadas tentativas de Dostum de penetrar en la región y atraer a los comandantes uzbekos. Sin embargo, cuando el régimen de los talibanes cayó, a finales de 2001, las tensiones ocultas entre comandantes de los dos grupos étnicos volvieron a surgir con fuerza. Los comandantes uzbekos de Takhar formaron su organización autónoma en 2002, llamada Shura-i Qataghan (por el antiguo nombre de la región), reivindicando una equilibrada distribución del poder que, a su juicio, había hasta entonces favorecido a los comandantes tayikos cercanos a Massud. Al final del verano de 2003 la gran mayoría de estos comandantes, frustrada por la incapacidad de obtener resultados concretos, decidió hacer una jugada aún más asombrosa, y se pasó en masa a las filas del Junbish.34

El electoralismo: causa de la posterior aceleración

De esta forma, al terminar 2003 los principales grupos políticos y político-militares activos en Afganistán eran relativamente homogéneos étnicamente, aun a pesar de ellos mismos. La Junbish recogía uzbekos y turkmenos, y había más o menos abandonado sus ambiciones con los tayikos, que se mantenían por medio del patrocinio de Latif Pedram, un ex simpatizante de SAZA que había formado su propio grupo etnonacionalista, Kangar-e Milli (Congreso Nacional). El Jamiat tenía entre sus filas a los tayikos, pashai, y un número limitado de pashtunes, especialmente en el área de Kan-dahar. Wahdat reunía a los hazara, mientras que entre los pashtunes el panorama político permanecía, por el contrario, muy fragmentado. El carácter ilegal de la Hizb-i Islami —cuyo líder, Hekmayar, había declarado la jihad contra el Gobierno y las fuerzas de ocupación extranjeras en 2003— impedía la asunción de un papel catalizador, aunque parecía haber alcanzado mucha simpatía entre la población.35 La Jamiat, incapaz de reclutar un número significativo de pashtunes más allá de la región de Kandahar, buscaba construir un consenso aprovechando su alianza con un grupo exclusivamente pashtún como la Ittehad-i Islami (Unión Islámica) del profesor Sayyaf, que había mostrado siempre poco interés por el nacionalismo étnico, al haberse inclinado más por el sectarismo religioso. Este grupo, de todas formas, también recogía un consenso bastante marginal. Las tentativas del Junbish de conquistar posiciones en tierra pashtún aprovechando las rivalidades locales tampoco tuvieron ningún éxito. El único grupo importante que no mostró ningún interés por atraer diferentes grupos étnicos fue el Wahdat.

Hasta 2003, a pesar del carácter predominantemente monoétnico de los grupos políticos más importantes, el debate político no había todavía sentido abiertamente el surgimiento de la etnopolítica. Sin embargo, el debate constitucional y la preparación de las elecciones presidenciales de 2004 cambiaron este estado de cosas. El debate constitucional, que concluyó al final de 2003 con la convocación de la Loya Jirga,36 generó una masiva movilización de la población uzbeka detrás de la reivindicación por parte del Junbish de igualdad para su propia lengua. Se trataba, de todas formas, sólo del inicio de una fase de movilización étnica que continuaría con las elecciones presidenciales de octubre de 2004 y con las elecciones parlamentarias de septiembre de 2005.37

El resultado de las elecciones presidenciales es elocuente. Los cuatro principales candidatos eran el presidente saliente, Hamid Karzai, pashtún; el ex ministro del Interior, Tayiko Qanuni, ex colaborador de Massud; el ex comandante del Wahdat en el norte de Afganistán, Mohaqqeq, un hazara, y el uzbeko Dostum. Mohaqqeq había abandonado la Hizb-i Wahdat algunos meses antes de las elecciones, formando su propio grupo, Hizb-i Wahdat-i Mardom (Partido de la Unidad del Pueblo), que sin embargo, para la fecha de las elecciones, no había desarrollado aún una estructura organizativa digna de este nombre. Mohaqqeq condujo una campaña electoral que contenía elementos etnonacionalistas, centrándose sobre la insatisfacción de la población hazara con respecto de la distribución de las ganancias obtenidas en tres años de paz y la insatisfacción por la actuación de Khalili, que a pesar de su presencia en el Gobierno no había logrado, o no había querido, desplazar el gasto público en una dirección más favorable a los hazara, y sobre el rechazo general al dominio de la esfera pública hazara por parte del alto clero chiíta.

La orientación más explícitamente etnonacionalista de Mohaqqeq era, de hecho, una tentativa de debilitar el papel del clero que identificaba en el chiísmo y no en la etnicidad hazara el factor principal de su propia legitimidad, y de abrir el camino a una nueva generación de líderes políticos no clericales.38 Aunque durante la campaña electoral Dostum hiciera muestra de recibir personalidades locales de todas las regiones del país, incluidas aquellas poblaciones exclusivas de pashtunes, sus recursos fueron efectivamente invertidos entre uzbekos y turkmenos. Mientras que Dostum no enfrentaba entre los primeros una seria oposición, diferentes y prominentes personalidades turkmenas apoyaron a Karzai en la campaña electoral, aparentemente sin obtener mucho apoyo.39 Qanuni buscó llevar su campaña incluso a algunas áreas de gran predominancia pashtún, especialmente Kandahar, y entre la población chiíta, mientras que Karzai fue el único candidato que llevó a cabo una campaña nacional, no solamente en virtud de su control sobre los medios de comunicación masivos, sino también por medio del nombramiento de agentes en las diversas regiones del país.

Con base en la distribución provincial de las preferencias, es posible estimar aproximadamente la composición étnica del voto (ver el Cuadro 2). La tendencia a la polarización étnica parece evidente, a pesar del hecho de que sólo dos candidatos propugnaron explícitamente posiciones etnopolíticas, es decir, Mohaqqeq y Latif Pedram. Este último obtuvo un modesto 1,4% en el nivel nacional, concentrado especialmente en el nororiente y casi exclusivamente entre los tayikos.

El papel desempeñado en estas elecciones por otras organizaciones etnonacionales, como SAZA y Guruh-i Kar, fue completamente marginal, entre otras cosas por las dificultades en las cuales éstas continuaban sumidas, debido al predominio de las milicias armadas heredadas de la guerra civil (Giustozzi 2007). Y a pesar de la instauración formal de un régimen democrático, las elecciones parlamentarias de septiembre de 2005 confirmaron la fuerza de las tendencias etnopolíticas. Como se evidencia en los Cuadros 3 y 4, aunque sólo los diversos fragmentos de la Hizb-i Wahdat se pudiesen describir como formaciones estrictamente monoétnicas, en realidad las diversas reagrupaciones políticas, incluidas todas aquellas mayores, resultaban caracterizadas por una neta prevalencia de un grupo étnico.

En 2005, incluso los partidos minoritarios mostraron la tendencia a tener una base étnica, también en el caso de los partidos de izquierda que insistían mucho en la unidad nacional y en el hecho de representar a todas las etnias. En efecto, casi todos los partidos afganos subrayaban que la adhesión al partido estaba abierta a miembros de todas las etnias, quienes eran casi siempre representados incluso al nivel de dirigencia. Así, por ejemplo, Dostum se rodeaba de consejeros y subdirectores adecuadamente balanceados entre todos los principales grupos étnicos.40 En las elecciones presidenciales de 2004, uno de sus candidatos a vicepresidente era turkmeno pero el otro era una mujer pashtún. Qanuni tenía como candidato vicepresidencial una qizilbash chiíta y un pashtún. Incluso Mohaqqeq tenía un tayiko ismaelita entre sus vicepresidentes. De la misma forma, casi todos los partidos y grupos políticos presentaron candidatos41 de todas las etnias, a pesar de que muchos eran simplemente candidatos de bandera sin ninguna esperanza de ser elegidos. De hecho, Afghan Millat tenía candidatos tayikos y hazara en ciertas zonas del país. La única excepción parcial fueron las tres fracciones en las cuales se había dividido la Hizb-i Wahdat en el transcurso de 2001-2004, es decir, los grupos de Khalili, Mohaqqeq y Akbari, pero incluso éstos tenían entre sus candidatos también algunos chiítas no hazara (tayikos, qizilbash), aunque ningún suní.

El hecho de que pocos de los candidatos "excéntricos", respecto al carácter predominantemente étnico de los grupos políticos, hayan sido elegidos refleja diversos factores. Desde el momento en que las elecciones no preveían ningún papel significativo para partidos u organizaciones y que casi todos los candidatos se presentaron oficialmente como independientes, es claro que el electorado debe de haber participado en estas elecciones con base en consideraciones locales. En algunos casos fue posible documentar cómo la popularidad de ciertos personajes había obligado a las élites locales a alinearse más con un grupo que con otro. Éste es, por ejemplo, el caso del distrito de Burqa (Baghlan), en donde la popularidad de Dostum entre la población obligó a los jefes locales a alinearse con el Junbish, a pesar de los lazos de larga data con la Jamiat.42 Casos similares, sin embargo, no parecen haber sido frecuentes, con excepción de los hazara, entre los cuales la conciencia étnica estaba muy desarrollada.

En las elecciones de los años sesenta la política local había resultado predominante, debido a la falta de grupos políticos en el nivel nacional, al menos en lo que tenía que ver con las áreas rurales. Las diferentes comunidades locales se aliaron y combatieron sin ningún miramiento con base en consideraciones étnicas no localistas (Centlivres y Centlivres-Demont 1988). ¿Por qué este fenómeno no se reprodujo, al menos no en la misma escala, en 2005? Un factor decisivo parece haber sido el enorme desequilibrio en la disponibilidad de recursos, lo que permitió a los candidatos más ricos desarrollar su campaña cubriendo diferentes distritos. Los candidatos electos al Parlamento recogieron en su totalidad sólo (y aproximadamente) un tercio de todos los votos, un hecho que demuestra la extrema fragmentación del voto. Los candidatos locales, más pobres, fueron por demás derrotados, a pesar de los resultados halagadores en su propio distrito, por obra de candidatos que pudieron llevar adelante su propia campaña en una escala más amplia y obtener menos votos en cada distrito, pero más votos globalmente.43 De esto se deduce que en la elección tuvieron menos peso los electores que los partidos y los candidatos. La pregunta que hay que hacerse es, entonces, por qué los candidatos ganadores buscaron abrigo por lo general en grupos más o menos homogéneos étnicamente.

El control del territorio por parte de las milicias, a su vez, como habíamos visto, relativamente uniformes étnicamente, es claramente el factor principal de la explicación. En los años sesenta, el monopolio militar del Estado había llevado a la aglutinación de los candidatos rurales alrededor del Gobierno, eliminando la esfera política nacional de la competencia política, que se redujo de esta forma a la esfera local. Gracias a su control militar, en 2005 los grupos políticos pudieron imponer su presencia en las campañas. Los episodios de coerción genuina parecen haber sido pocos, pero los mismos candidatos, en muchos casos, se aglutinaron alrededor de los grupos políticos-militares más poderosos de cada región, aun cuando su anterior filiación política no fuera tan obvia, para aumentar sus posibilidades de éxito. Debido a que las milicias controlaban territorios étnicamente bastante homogéneos y estaban en condiciones de elegir la mayor parte de los candidatos que provenían de allí, la formación de los grupos parlamentarios étnicamente homogéneos era una consecuencia del todo obvia.

Significativamente, en las ciudades se notaba una mayor presencia de elementos no alineados, así como en el cinturón pashtún del sur, suroriente y oriente. En otras palabras, en la mayor parte de los casos fue la limitación geográfica de las áreas de control de las facciones lo que determinó la homogeneidad étnica de los grupos parlamentarios, y no la elección consciente del electorado. Sin embargo, una vez obtenida esta homogeneidad, las facciones se volvieron a encontrar en una posición de fuerza tal que se gestó casi un monopolio de la representación de diferentes grupos étnicos, que si se aprovechaba inteligentemente podía llevar a la creación de una base étnica más genuina y sólida.

Conclusiones

La historia política reciente de Afganistán presenta entonces la paradoja de un panorama político en donde pocos actores muestran un esfuerzo efectivo dirigido hacía la movilización étnica, y, sin embargo, la movilización política parece provenir ampliamente de una base étnica. ¿Cómo se puede explicar esto? Se pueden adelantar algunas hipótesis. El punto de partida, como se indicó al principio de este artículo, son la líneas de separación lingüística y cultural entre los diversos grupos de la población. La falta o debilidad de liderazgo político nacional parece haber desempeñado claramente un papel importante, así como el debilitamiento del vigor ideológico en el nivel nacional. La incapacidad, imposibilidad o falta de voluntad de hacer uso de la retórica nacionalista como factor de movilización interétnico en momentos clave de la historia afgana parece haber sido otro factor importante. También es posible que el modelo estatal centralista adoptado, caracterizado por la tentativa de controlar celosamente la periferia desde el centro, haya acentuado las tendencias etnonacionalistas.

Para los gobiernos afganos, las presiones de la política internacional han hecho siempre difícil el uso del nacionalismo con fines de consolidación interna, y no solamente debido a la relativa debilidad interna de Afganistán. Hay indicadores de que la adopción de medidas agresivas frente a Pakistán fue discutida dentro del HDK en el curso de los años ochenta; sin embargo, los soviéticos vetaron el plan. De nuevo, en 1989 Najibullah no pudo aprovechar a fondo la movilización antipakistaní, debido a la oposición soviética a una idea similar.44

Una situación parecida se vuelve a encontrar en 2001, en el momento en que los pakistaníes una vez más retoman el apoyo a la oposición militante contra el gobierno afgano y las fuerzas americanas e internacionales que lo apoyaban. La administración Bush, a sabiendas de las difíciles relaciones entre Afganistán y Pakistán ya antes del resurgimiento de la guerrilla de los talibanes en 2003, tenía como objetivo prioritario la conservación de la alianza con Pakistán. Teniendo al mismo tiempo que garantizar la presencia de un gobierno amigo y conciliador en Kabul, los americanos optaron por instaurar en el poder a un presidente débil, tanto desde el punto de vista del carácter como de su base popular. Tal presidente no habría podido resistir las presiones americanas por una tolerancia hacia las injerencias pakistaníes. Es muy significativo que en las repetidas ocasiones en las cuales las fuerzas pakistaníes y afganas se enfrentaron a lo largo de la frontera después de 2001, o durante las diatribas entre los dos presidentes en lo que tenía que ver con el papel de Pakistán en la ayuda neotalibán, Karzai terminó siempre cediendo, a pesar de las condiciones extremadamente favorables para él, creadas por la presencia americana en Afganistán.

Un aspecto importante de la inclinación etnonacionalista en Afganistán es la decisión de adoptar un modelo de Estado altamente centralizado, al menos en las intenciones. Esta elección, confirmada por la Constitución de 2004, fue repetidamente justificada por la necesidad de equilibrar las tendencias federalistas con una fuerte centralización. Sin embargo, parece obvio que la creación de un Estado fuerte y centralista debe justificarse con altos objetivos políticos, tales como las reivindicaciones nacionalistas u objetivos ideológicos relacionados con un proyecto de construcción nacional. De otra forma, tratar de hacer legítimo tal tipo de Estado se vuelve bastante problemático y se pueden desencadenar o reforzar reivindicaciones etnonacionalistas. Los grupos que no pueden tener una esperanza de ostentar una porción significativa del poder en el centro estarán tentados a optar por soluciones radicales, a falta de cualquier forma de entrega del poder en la periferia.

Si para "el ciudadano de la calle" afgano la relevancia política de la conciencia étnica aún permanecía relativamente débil en 2006, no obstante, las líneas divisorias entre las comunidades étnicas eran una realidad desde hacía ya mucho tiempo, al menos en el nivel local. La "democratización" y la introducción de un régimen electoral que creaba una situación de competencia en el nivel nacional no podían más que reforzar estas líneas divisorias, así hubiesen sido débiles al principio.

El papel de aquellos que la ciencia política anglosajona llama ethnic entrepreneurs no se puede subvalorar; sin embargo, ellos, con sus limitados recursos y su tecnología primitiva, no habrían podido crear un sentimiento étnico de la nada. En ausencia de ideologías políticas fuertes, las líneas divisorias existentes han tendido a asumir un papel predominante. Los grupos políticos han movilizado las comunidades locales aprovechando su rivalidad con los vecinos y progresivamente se han homogeneizado étnicamente a medida que se han visto obligados a tomar posición en temas de política nacional o que han tenido que preparar una movilización a gran escala. En estos momentos, y en ausencia de motivaciones ideológicas, los grupos políticos han optado invariablemente por políticas más acordes con su propio componente étnico mayoritario, determinado principalmente por circunstancias geográficas, obligando a las minorías internas a desertar. Una vez iniciado el proceso de homogeneización étnica, éste adquirió una dinámica propia, acentuando la polarización.


Comentarios

1 Una discusión detallada sobre este problema se encuentra en Schetter (2003).

2 Conversaciones con funcionarios y oficiales aimaq, herat, noviembre de 2005.

3 Sobre el nacionalismo ario, véase Schetter (2003, 257-259) y Gregorian (1969).

4 Sobre las relaciones entre Zabuli y Alemania, véase Gregorian (1969, 386).

5 Véase también Arnold (1983, 103) y Korgun (2004, 284-287). Siete simpatizantes de Wish Zalmayan fueron elegidos al Parlamento en 1949, como testimonio de un probable apoyo a las ideas de este grupo, que gozaba también del apoyo financiero de Zabuli.

6 Conversaciones con Waris Waziri, Londres, septiembre de 2005.

7 Véase la sección "La aceleración causada por la guerra".

8 Entre los simpatizantes del grupo figuraba el primo del rey, futuro primer ministro y presidente, Daoud Khan.

9 Véase adelante.

10 El esfuerzo y la difcultad eran ya evidentes en el grupo progresista formado por Mir Mohammad Ghobar y otros en 1950, Watan (Patria), y en los escritos del mismo Ghobar, uno de los historiadores afganos de mayor renombre. Véanse Schetter (2003, 259) y Korgun (2004, 287-290).

11 En lo relativo al sistema educativo, ver Shahrani (1988, 57).

12 Véanse capítulos 7 y 8.

13 Conversación con un ex militante maoísta, Londres, enero de 2006.

14 Conversaciones con el doctor Burna Asef, Londres, noviembre de 2002, y con Asadullah Walwalji, Kabul, febrero de 2006.

15 Véase, para más detalles, Slinkin (1990).

16 Conversaciones con miembros del Guruh-i Kar, Mazar-i Sharif, agosto de 2004, y Pul-i Khumri, abril de 2004, y con Ali Mohammed, Londres, noviembre de 2005. Véase también Slinkin (1990).

17 Véanse, en este sentido, las memorias de uno de los fundadores de Jamiat-i Islami, Sayyed Musa Tawana, publicadas en AfghaNews entre abril y julio de 1989.

18 Conversaciones con Asadullah y Sultan Ali Keshtmand, Londres, enero de 2006.

19 Conversaciones con ex dirigentes del HDK, Londres y Kabul, septiembre de 2005-febrero de 2006.

20 Conversaciones con ex dirigentes del HDK, Londres, Kabul, Mazar-Sharif, 2005.

21 Sazman-e-Fedayan-e-Zahmatkashan Afghanistan (Organización de Trabajadores Fedayan de Afganistán).

22 Walwalji (S.f.a).

23 Walwalji (2001, 33-34).

24 Para una descripción detallada de este proceso, véase Giustozzi (2005).

25 Conversaciones con ex funcionarios y dirigentes del HDK, Londres y Kabul, 2003-2006. Su predecesor, Karmal, hablaba poco el pashto. Sus discursos oficiales eran siempre en dari.

26 Véase más adelante.

27 Conversaciones con un analista del International Crisis Group, Kabul, septiembre de 2004.

28 Conversaciones con N. Ibrahimi, Kabul, febrero de 2006. Véanse Roy (1985, 189-198) y Dorronsoro (1979, 160).

29 Conversaciones con Habib Rahiab, Kabul, abril y mayo de 2003.

30 A. Walwalji (S.f.b).

31 En el gobierno de Rabbani (junio de 1992-septiembre de 1996), solamente el 13% de las posiciones clave (ministros y miembros del Consejo Central) era pashtún, mientras que el 63% era tayiko (Schetter, 2003, 499).

32 Bacha-i Saqqao era el nombre del "bandido" tayiko que se apoderó de Kabul por algunos meses en 1929, luego de la fuga del rey Amanullah, frente a una revuelta tribal.

33 Conversaciones con ex miembros del Hizb-i Islami, Londres, noviembre de 2005, y con un analista político afgano, Kabul, enero de 2005.

34 Conversación telefónica con un funcionario de la Unama, Mazar-i Sharif, noviembre de 2003.

35 Conversación con un funcionario de la ONU, Londres, Kabul, abril de 2003.

36 Se trató de elecciones indirectas por parte de aproximadamente 30.000 notables seleccionados por Unama.

37 Conversaciones con funcionarios de Unama, Kabul, 2004-2005.

38 Conversación con N. Ibrahimi, Kabul, septiembre de 2004. Mohaqqeq mismo se jacta de una educación clerical, pero debe su notoriedad al papel de principal comandante militar del Wahdat en el norte de Afganistán bajo los talibanes.

39 Conversaciones con funcionarios Unama, Mazar-i Sharif, agosto-septiembre de 2004.

40 Conversación con un representante del Junbish, Mazar-i Sharif, agosto de 2005.

41 Se trataba de todas formas de candidatos no patrocinados oficialmente por los partidos.

42 Conversación con un funcionario de Unama, Kunduz, febrero de 2004.

43 Conversaciones con candidatos, funcionarios de Unama y observadores electorales, Kabul y Herat, septiembre-octubre de 2005.

44 Conversación con un ex dirigente del HDK, Londres, septiembre de 2005.


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Fecha de recepción: 1 de agosto de 2009 Fecha de aceptación: 5 de marzo de 2010 Fecha de modificación: 3 de agosto de 2010

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