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Revista de Estudios Sociales

versão impressa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  n.38 Bogotá jan./abr. 2011

 

Presentación

Sergio Mejía*, Carolina Alzate**

* Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá) y Ph.D. en Historia, University of Warwick. Actualmente es profesor asistente en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: El pasado como refugio y esperanza. La Historia eclesiástica y civil de José Manuel Groot (1800-1878). Bogotá: Instituto Caro y Cuervo - Universidad de los Andes, 2009; y La noción de historicismo americano y el estudio de las culturas escritas americanas. Historia Crítica edición especial: 136-152, 2009. Correo electrónico: smejia@uniandes.edu.co

** Ph.D. y Máster en Literaturas Hispánicas de la Universidad de Massachusetts en Amherst. Actualmente se desempeña como profesora asociada del Departamento de Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia), del cual es también directora desde 2008. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Relatos autobiográficos y otras formas del yo [Colección Razón y Fábula] (Compilado con Carmen Elisa Acosta). Bogotá: Ediciones Universidad de los Andes - Siglo del Hombre Editores, 2010; y ¿Comunidad de fieles o comunidad de ciudadanos? Dos relatos de viaje del siglo XIX colombiano. Revista Chilena de Literatura 76: 5-27. Correo electrónico: calzate@uniandes.edu.co.


Este número de la Revista de Estudios Sociales fue destinado por el comité editorial a la reflexión sobre el bicentenario de la independencia. Carolina y yo fuimos invitados a hacernos cargo de él como coeditores, y, aunque ninguno de los dos somos muy amigos de conmemoraciones históricas, pensamos que sin duda el tema de la reflexión republicana valía la pena. Hemos dado enfoques muy diferentes a nuestras inquietudes sobre el siglo XIX, una desde la literatura y otra desde la historia. Esto nos llevó a tomar la decisión de convocar un número a cara y cruz. Quisimos poner lado a lado artículos guiados por los conceptos de nación y de república, y acordamos plantear el número como un debate. La respuesta de los autores a la convocatoria no se dividió nítidamente en esos dos campos, lo que puede comprenderse como síntoma de la pluralidad de enfoques vigente hoy en la reflexión sobre el país. Por su parte, la noción de república arrojó resultados sorprendentes, lo que sugiere la renovada actualidad de ese enfoque, especialmente en los estudios históricos.

Así pues, en cinco de los artículos reunidos aquí, no sólo se documentan fenómenos republicanos, sino que se propone la noción de república como tema y herramienta para el estudio de Colombia, tanto en su pasado como en su presente. No quiero decir con esto que la noción sea radicalmente novedosa en nuestros estudios sociales. Durante el siglo XIX, fue la república la que mereció la atención de nuestros mejores analistas y comentadores. Basta recordar clásicos como la Historia de la Revolución de la república de Colombia de José Manuel Restrepo (primera edición en París, 1827; segunda en Besanzón, en 1858); el Ensayo sobre las Revoluciones Políticas y la Condición Social de las Repúblicas Colombianas de José María Samper (París, 1861); La República en la América Española de Sergio Arboleda (Bogotá, 1869), y el hecho nada gratuito de que el primer volumen de la Historia Eclesiástica y Civil de Nueva Granada de José Manuel Groot fue anunciado e impreso en 1869 en la imprenta del periódico bogotano La República, de propiedad de Foción Mantilla.

Sin embargo, entrado el siglo XX la noción empezó a perder fuerza y a ser reemplazada por la palabra nación. Llegó el medio siglo XX, y con él las prosas peculiares de Luis López de Mesa (De cómo se ha formado la nación colombiana, Bogotá, 1934), Antonio García (Problemas de la nación colombiana, Bogotá, 1949), y contemporáneos. Para entonces, nuestros intérpretes se habían acomodado bien los lentes de la nación. Sin embargo García, al cabo de reflexiones sostenidas durante más de cincuenta años, descartó el neologismo y reenfocó su análisis hacia la crítica de esta sociedad republicana nacida de la conquista (en su artículo de 1961, "Colombia: esquema de una república señorial", publicado en el número 6 de los Cuadernos Americanos de México, y luego ampliado y publicado como libro en 1977). Por entonces surgía con fuerza la historia regional, jalonada por la monumental Historia doble de la Costa de Orlando Fals Borda (publicada en Bogotá en cuatro volúmenes entre 1979 y 1984), y la naciente Nueva Historia le respondía, con la lógica de un binomio, en términos de nación (Jaime Jaramillo Uribe, "Nación y región en los orígenes del Estado Nacional en Colombia", en la Revista de la Universidad Nacional, número de diciembre-marzo, 1985-1986). Un lustro después vinieron la guerra de Yugoslavia, el alud de diagnósticos sobre la recidiva nacionalista y una verdadera proliferación mundial de libros titulados con la palabra nación.

En Colombia la multiplicación de estudios sobre la nación que aun no existe ha sido moderada, mas, aun así, su prevalencia sobre la noción de república es hoy notable. En particular, los nuevos historiadores han sido reticentes a embarcarse en estudios o diagnósticos generales sobre Colombia, excepto en la forma de obras colectivas en las que se reúnen múltiples estudios temáticos o de períodos históricos (obras como el Manual de Historia de Colombia, editado por Procultura en tres volúmenes, en 1986; la Nueva Historia de Colombia, doce volúmenes por Planeta, en 1989; y la publicación anual Colombia Hoy, en la que los nuevos historiadores de la Universidad Nacional, sede Bogotá, han desempeñado un papel central). El mismo Jaime Jaramillo abandonó el uso de la palabra nación luego de su artículo de 1985. Con todo, la bibliografía sobre la nación colombiana -casi siempre imaginada, soñada, fracasada o vista de revés- ha crecido exponencialmente, mientras que las reflexiones sobre la república, sus instituciones, sus logros y su enfermedad, la corrupción, se han restringido de un tiempo a esta parte a los rincones más especializados de la administración pública, la ciencia política y el derecho.

A mi modo de ver, ésta es razón suficiente para reunir un grupo de trabajos sobre Colombia planteados en términos de república, y proponer el relanzamiento de la vieja noción en el análisis social y la investigación histórica. Noción griega, romana y renacentista y, sobre todo, palabra mayor de la era de las revoluciones. Por estos días y durante los próximos diez años estaremos conmemorando -seguramente con reflexiones cada vez más ricas- el bicentenario de una república, no de una nación. A la luz de las reflexiones sobre el presente -las de economistas, sociólogos y filósofos-, esta diferenciación de términos puede parecer una sutileza sin importancia. Pero no es así si se considera la perspectiva temporal propia de los estudios históricos. Cuando el análisis de la Colombia de hoy se plantea con atención al pasado, y se concibe desde el siglo XIX, la palabra nación trastabilla y termina por no funcionar. Es ahí donde más se echa de menos la consideración de la palabra república.

Esto es justamente lo que hacen los historiadores incluidos en este número. Franz Hensel contribuye a la Revista con una reflexión sobre la conveniencia de estudiar la configuración política republicana como un eslabón entre el antiguo orden imperial y los recientes idearios nacionales. Una de las principales contribuciones del artículo de Franz es la sensibilidad que muestra ante los matices de significado de las palabras patria, nación y república, y el hecho de que recomienda y ejemplifica su estudio coordinado, sin disyuntivas radicales ni la exclusión de un concepto por otro. Francisco Ortega participa con una contribución muy oportuna al estudio del pensamiento educativo de Simón Rodríguez, quien, de manera significativa, prefirió llamar la atención sobre la discriminación rampante en los planes educativos de su tiempo antes que inventar discursos sobre una nación prefigurada. Rodríguez insistió en la necesidad de crear un sistema educativo incluyente para las repúblicas hispanoamericanas como única manera de dotar a cada una de un pueblo; es decir, de que ellas lleguen a ser naciones. Daniel Gutiérrez escribe sobre una de las aporías republicanas durante la década de 1820: el irresistible ascenso de la tiranía. Gutiérrez se enfoca en el México de Agustín de Iturbide (1821-1822) y en la Colombia de la dictadura de Bolívar (1828-1830), que estudia en las gestiones, intrigas y reportes de sus embajadores recíprocos: Miguel de Santamaría, enviado de Colombia ante el México de Iturbide, y José Anastasio Torrens, enviado de México a la Colombia gobernada por Bolívar sin Congreso.

La Revista de Estudios Sociales también acoge en este número el análisis comparativo de Sandra Rodríguez entre el cuarto y el quinto centenario del "descubrimiento" de América, en el que muestra con detalle el contraste entre un 1892 dedicado a la memoria y el engrandecimiento de la figura de Colón y un 1992 caracterizado por la pluralidad de voces, muchas de ellas opuestas a toda celebración. El artículo de Sandra se destaca por la amplitud de su mirada, que se desplaza desde España hasta Uruguay y desde México hasta Bolivia. Por otro lado, Maryluz Vallejo escribe sobre la irreverencia del periódico Gil Blas, fundado y dirigido por Benjamín Palacio Uribe en 1910, y que circuló en ese año durante el promisorio y efímero gobierno del partido republicano. Mi propio artículo es una incitación al debate en la que critico el uso de las nociones de patria y nación en las ciencias sociales y la discusión republicana contemporáneas. En su lugar, propongo la adopción de la noción de república, por considerarla la más idónea para el planteamiento de investigaciones y debates críticos, exentos de mistificaciones patrióticas e imaginerías nacionales.

Por su parte, los artículos escritos desde los estudios literarios se centran, uno en la novela Ingermina o la hija de Calamar (1844) y el otro en dos textos de Francisco José de Caldas: "Estado de la geografía en el Virreinato de Santafé" (1807) y "Del influjo del clima sobre los seres organizados" (1808). El artículo de Felipe Martínez sobre Caldas aborda los textos mencionados como formas de la "narrativa del cerco", término acuñado por Martínez para señalar los rasgos de una producción textual escrita a la defensiva y marcada por el miedo al otro siempre hipotéticamente invasor: "Caldas", afirma Martínez, "construye una narrativa espacial de la Nueva Granada donde se allana el espacio céntrico del proyecto criollo como un lugar que adopta la forma del sitio asediado", centro "que es al mismo tiempo retaguardia civilizadora y muralla presta a ser invadida". El mapa creado por Caldas, en el cual se llega a Europa subiendo los Andes y se los baja para descender a África, como señala Martínez, es el mapa sobre el cual escribe Juan José Nieto (1804-1866) su novela Ingermina, tema del artículo de Idelber Avelar. Esta novela, escrita por un mulato neogranandino liberal durante su exilio en Jamaica, es para Avelar una alegoría de la derrota de la región de la Costa, novela poco leída y estudiada que pone en escena la tensión entre lo regional y lo nacional.

Estudios literarios e históricos se mezclan y confunden para bien de los estudios del siglo XIX colombiano, el particular siglo que desconoció las fronteras disciplinares y que invita por esta razón a hacer lo propio con su estudio. Escribir novelas y constituciones, dirigir colegios y redactar periódicos eran formas variadas de lo mismo: intentos de diferentes facciones de la clase letrada por ocupar un territorio fragmentado, desconocido y amenazante, intentos diversos también de disponer conceptualmente a las poblaciones en lugares adecuados a los proyectos de su clase. Los artículos reunidos en este número se inscriben en el contexto actual de una reflexión ineludible sobre nuestro siglo XIX y hacen preguntas y precisiones sobre las celebraciones del bicentenario, precisiones y preguntas nada celebratorias por cierto. Agradezco a Natalia Rubio, editora de la Revista, y a Vanessa Gómez, coordinadora editorial, el trabajo editorial que hizo posible la publicación de este número.

Nota editorial: Las habituales secciones de Debate, Documentos y Lecturas, han sido pensadas igualmente como un buen complemento a los debates y perspectivas planteadas por los trabajos que se incluyen en el Dossier. A partir de material de toda índole, se abre la invitación para continuar las reflexiones sobre el problema de la república, la nación, la independencia, las conmemoraciones y, en general, sobre los asuntos que han ocupado el pensamiento político y social latinoamericano en los últimos doscientos años.

En este número presentamos también la sección de Otras Voces con análisis e investigaciones distintas a las definidas para el Dossier, pero que representan la intención de conservar un espacio para la contemplación de las posibles miradas y temas en el campo de las ciencias sociales. Esta vez incluimos tres artículos de investigación, dos en español y uno en portugués, que cubren problemas tan variados como el análisis de las redes sociales, las fuentes y facilitadores del aprendizaje de la estadística en estudiantes de bachillerato y, por último, las representaciones y prácticas en torno a la salud y la masculinidad en Brasil.

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