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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.42 Bogotá ene./abr. 2012

 

Informe del conflicto en el Magdalena: los subregistros y la impunidad*

Luz Marina Cantillo

Licenciada en Ciencias Sociales y estudiante de la maestría de la Universidad Sue Caribe en convenio con la Universidad del Magdalena, Colombia. Representante de la Asociación de Mujeres del Magdalena (ADEMAG), www.ademag.org. Gestora de Memoria Histórica. Correo electrónico: lucerito0166@hotmail.com


Mil agradecimientos al equipo de Memoría Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación por hacer posible que la magia de la memoria recuerde que existimos las víctimas y que pueblos perdidos en el mapa del Magdalena como Salaminita, Zona Bananera, Orihueca, no queden en el olvido ni los crímenes allí cometidos en la impunidad. Gracias por hacer posible, a través de la reconstrucción de las memorias, que en otros lugares de Colombia se sepa la verdad de lo que pasó en el Magdalena, en sus playas hermosas, en el sector del turismo, el sector cafetero en la Sierra Nevada que controlaban "Los Rojas" y el grupo "Resistencia Tayrona" en los territorios ancestrales de los indígenas; y en el sector de la ganadería extensiva que controlaban "Los Cheperos" y el grupo "William Rivas", como también en la zona palmera y la Zona Bananera que fueron escenario de guerra.

El contexto de la guerra

Precisamente por las riquezas que encierran estas tierras se despertaron codicias e intereses económicos que hoy sospechamos auspiciaron a los distintos grupos paramilitares. Si bien el plan paramilitar se inició como una supuesta lucha contrainsurgente, la dinámica del conflicto deja ver claramente que a esos propósitos se fueron agregando otros y que en su plan, elaborado con diferentes estrategias de guerra, éstas fueron utilizadas para sembrar el terror, lograr el control del territorio, despojar de las tierras a los campesinos, controlar las rutas del narcotráfico, empoderar a los parapolíticos, volver más ricos a los terratenientes y privatizar hasta los parques naturales.

Sin duda, en el Magdalena el proyecto paramilitar fue muy exitoso: financiado por ganaderos, comerciantes, multinacionales, y hasta por la ¡Universidad del Magdalena! Nodier Giraldo, financiero del grupo "Resistencia Tayrona", confesó en versión libre que la Unimag fue una de las empresas financiadoras del paramilitarismo en el Magdalena. Los más grandes financiadores fueron los narcotraficantes: por un lado, financiaban a la guerrilla para que cuidara los cultivos en la Sierra, y por otro lado, también financiaban a los paramilitares en el Parque Tayrona para que cuidara los embarques de submarinos cargados de toneladas de coca. Hasta las fuerzas de Estado también aparecen como cómplices de los para-militares en muchas de sus incursiones.

La pregunta que surge es entonces la siguiente: ¿quiénes manejaban los hilos del poder que tejieron estas historias de guerra? La respuesta la podemos tejer a partir de la verdad de los que salieron favorecidos y fortalecidos de este negocio de la guerra. Según las estadísticas, durante los últimos seis años 51 mil combatientes se han desmovilizado, 20.000 hombres de las FARC trabajan en el negocio de las drogas, y los que ahora son más ricos y aparecen como dueños de las tierras de los desplazados son los mismos apellidos del Magdalena que salieron favorecidos con fuertes sumas de dinero del proyecto Agro Ingreso Seguro. Son también los mismos apellidos importantes del Magdalena que terminaron condenados en la cárcel por parapolíticos, y hoy sus hijos y familiares siguen gobernando y hasta ganaron las elecciones.

Las 823 víctimas de la Zona Bananera reconocidas por el bloque "William Rivas", asesinadas, torturadas, desaparecidas forzadamente y masacradas, no parecían ser guerrilleros ni colaboradores, ni tampoco delincuentes.

Yo escuché los testimonios en Río Frío como gestora de memoria. Documenté 120 casos, lloré con las víctimas escuchando sus historias, las acompañé a las audiencias. Según los diferentes testimonios de las víctimas sobrevivientes o de sus familiares, los asesinados, torturados, masacrados, resultaron ser obreros dedicados a la producción y transporte del banano. No eran delincuentes ni guerrilleros ni colaboradores. En Orihueca, por ejemplo, los 153 campesinos desplazados de 1.200 hectáreas en la Zona Bananera -donde asesinaron a más de once campesinos, entre los cuales figuraba una mujer cuyo cuerpo fue hallado con signos claros de tortura y la piel arrancada a pedazos con pinzas- no parecían ser guerrilleros ni delincuentes. Eran campesinos que cultivaban maíz amarillo. Hoy estas tierras -¡qué casualidad!- están en poder de los apellidos importantes del Magdalena y están cultivadas en palma. ¡Qué casualidad también que sean los mismos apellidos importantes del Magdalena que el proyecto Agro Ingreso Seguro favoreció con una millonada!

Si seguimos hilando esta historia, el contexto histórico de estos hechos de dolor fue el mismo que rodeó la masacre en las bananeras en 1928. Si recordamos, fue el mismo Ejército Nacional que disparó contra cientos de obreros de las bananeras para defender los intereses de la multinacional United Fruit Company. Estos hechos dan pistas muy claras de las verdaderas razones de esta guerra. El asesinato del presidente del sindicato Sintrainagro, los 17 millones de dólares y un container con armas que las multinacionales Chiquita y Drummond les entregaron a los paramilitares son las pistas más seguras de las verdaderas razones de estas muertes. Lo que dicen las multinacionales es que este dinero fue entregado para que los paramilitares les garantizaran la seguridad pero, ¿de qué seguridad se trataba? ¿Sería de la Seguridad Democrática?

El plan elaborado por los paramilitares fue muy exitoso. Hoy los obreros no reclaman sus derechos laborales. No se atreven a sindicalizarse; se conforman con un sueldo de 15 mil pesos por tres días de corte de banano a la semana; trabajan desde las 5 am; salen a pie o en bicicleta; no reclaman el derecho al trasporte, y regresan a las 7 pm sin comida porque no les garantizan la alimentación ni las prestaciones sociales ni la seguridad social. ¡Qué paradoja! Una tierra tan rica en producción bananera, palmera, en ganadería extensiva, en turismo, y la gran mayoría de sus habitantes están sumidos en la extrema pobreza y votan en las elecciones por sus victimarios. El índice de analfabetismo es muy alto, las escuelas se caen a pedazos, no hay cobertura en educación superior, el gobernador está preso por corrupción, no hay alcantarillado en muchos municipios, no hay hospitales ni hay programas de vivienda. Por todo este contexto deplorable del Magdalena es que le pedimos al nuevo gobierno que garantice las condiciones para que los recursos de la nueva Ley de Víctimas no se conviertan en un nuevo escándalo de corrupción.

Las mujeres como víctimas

El desplazamiento, las viudas, los huérfanos y los despojados no fueron el único resultado de esta guerra. En el Magdalena las mujeres víctimas de diferentes formas de violencia en el marco del conflicto han sufrido distintas maneras de infracción a sus derechos humanos que les han dejado huellas y daños morales sin precedentes. Es innegable que su silencio, por el miedo, el dolor y la vergüenza en una cultura machista, no ha permitido tener un universo de víctimas cierto. Los subregistros son muy altos porque se necesita mucha valentía y coraje para que una mujer pueda vencer el dolor y la vergüenza para contar historias tan íntimas. Pero hoy felicito a esas mujeres que se atrevieron a romper el silencio, que con sus voces reclaman que estos hechos sean juzgados como Delitos de Lesa Humanidad.

Les solicito a las instituciones internacionales que nos ayuden a hacer un estudio que nos permita tener un verdadero universo de víctimas de violencia de género en el Magdalena, para que no queden estos delitos en la impunidad y para que nos ayuden a gestionar ante el Gobierno nacional unas políticas públicas urgentes dirigidas a romper con estos esquemas de violencia de género que siguen en el territorio.

¿Cómo es posible que "El Patrón de la Sierra" comprara la virginidad de niñas menores de 14 años y los mismos padres las vendieran en cinco millones de pesos? No quiero olvidar y no borraré de mi memoria esa niña de 12 años que fue llevada a empujones, llorando por todo el camino a pie, que subió la Sierra hasta la finca donde su padre negociaba su virginidad con "El Patrón", su victimario, por cinco millones. Cuando llegó, la encerraron durante quince días, rodeada de armados. Fue una cruel tortura. Daba gritos y alaridos de dolor cuando él se le acercaba a besarla, cuando tocaba su cuerpo con sus manos asesinas. Ella narraba con horror que era un viejo de 60 años asqueroso. Hoy esta mujer cuenta que a pesar del tiempo sigue sintiendo asco de su cuerpo y no ha podido olvidar estas huellas que le ha dejado la guerra.

Hoy las mujeres reclamamos dignidad y respeto a nuestro cuerpo. No queremos más violaciones sexuales a menores de edad. No queremos más violencia feudal. No queremos más patrones ni caciques que prostituyan nuestras niñas y negocien con su virginidad y su inocencia. Queremos, sí, que les permitan a nuestras adolescentes sentirse bellas y respetadas; sentirse dignas y mujeres capaces de emprender un proyecto de vida sin maltrato. Queremos que les permitan a las adolescentes inventar, conocer y soñar con el amor.

También quiero que sepan que otras formas de violencia y tortura se dieron en el marco del conflicto. A las madres las obligaban a buscar los cuerpos de sus hijos por días, porque los mataban y los botaban lejos. A otras las obligaban a dejar que se pudrieran los cuerpos de sus hijos sin poder darles sepultura. A las mujeres celosas las obligaban a barrer las calles a pleno sol; a las que eran habladoras las amarraban a un palo todo el día; a las que usaban faldas cortas o descaderados, les rapaban el pelo, o les marcaban la piel; a las que acusaban de infidelidad las mataban o les daban latigazos en público, con un letrero de INFIEL; a las que acusaban de colaboradoras de la guerrilla las torturaban y las violaban. En Orihueca, por ejemplo, a las mujeres de los obreros y campesinos las secuestraban todas las noches y las obligaban a pernoctar con los paramilitares, las montaban en las camionetas y luego se las repartían como quien reparte vacas: "Ésta no me la toquen que es la mía", decía el jefe, y se repartían las demás. Y cuando no se movían ni se dejaban acariciar por el asco, las torturaban con puñales y les marcaban el cuerpo. Jóvenes, adultas, niñas, solteras casadas, todas se convertían en víctimas de sus abusos. Era una forma de sembrar el terror y controlar el territorio usando el cuerpo de la mujer. Las violaban en público y en plena calle delante de todo el pueblo. Los hombres confiesan que se orinaban de pie de la impotencia y el dolor.

El caso de la mujer de Piñuela es de una atrocidad ilimitada. Después de asesinarle el esposo, que era un profesor, el victimario la obligó a convivir con él en su propia casa, la obligó a cobrar la pensión de su esposo asesinado y a gastarse el dinero en parranda, la obligó a parirle un hijo y la obligaba a acompañarlo a la base paramilitar a acometer los crímenes. Al fin, un día pudo más el dolor que el miedo, y ella escapó, lo denunció y se las ingenió para ayudar a su captura en un operativo.

Acosaban sexualmente a todas las niñas menores de los pueblos. En las escuelas los chicos no se atrevían a enamorar a las chicas porque ellas ya tenían dueño. Los paramilitares asesinaban a los enamorados. El caso de Silvia es ilustrativo. Apenas con 13 años, era obligada a ser mujer de varios paramilitares, y no se le permitía a ningún chico acercarse o enamorarse porque firmaba su sentencia de muerte. A las mujeres campesinas las obligaban a lavar montones de botas y ropa ensangrentadas de las torturas con motosierras. Las obligaban a cocinarles. ¿Quién les decía que no?

Me llega también a la memoria el caso de una madre de Aracataca: llegaron los paramilitares en camionetas y le ordenaron comprar sal y salar la carne que le entregaron en un saco amarrado con alambre de púas. Cuando se fueron, las vecinas solidarias llegaron y le dijeron: "¿Qué pasó, comadre?". Y ella les contaba mientras abría el saco para salar la carne. De pronto se dio cuenta de que era su hijo descuartizado. Cayó muerta de inmediato.

No ha sido fácil. Las mujeres valientes que se atrevieron a contar estas historias muy seguramente son las sobrevivientes que han resistido y que siguen resistiendo, porque en el Magdalena muchos actores siguen actuando con impunidad en el territorio. Estas mujeres sueñan que estas voces sean las que alumbren el camino de la verdad y de la paz, una paz que garantice que estos hechos no se vuelvan a repetir nunca jamás.


Comentarios

* Palabras pronunciadas durante el lanzamiento de los informes Mujeres y guerra. Víctimas y resistentes en el Caribe colombiano y Mujeres que hacen historia: tierra, cuerpo y política en el Caribe colombiano del Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, 17 de noviembre de 2011, en la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Los informes pueden ser consultados en http://wvWw.semanaporlamemoria.com/index.php/informes/mujeresguerra