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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.45 Bogotá ene./abr. 2013

 

El Sindicato del Servicio Doméstico y la Obra de Nazareth: entre asistencialismo, paternalismo y conflictos de interés, Bogotá, 1938-1960*

William Elvis Plata Quezada

Doctor en Historia de Facultés Universitaires Notre-Dame de la Paix y Université Catholique de Louvain, Bélgica. Profesor de la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander, Colombia. Correo electrónico: weplataq@uis.edu.co

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.03


RESUMEN

La organización sindical de trabajadoras del hogar ha sido una tarea muy difícil, entre otras razones, por las condiciones mismas del oficio, la baja escolaridad de sus miembros, su alta tasa de informalidad y la misma subvaloración y el desprecio social que han existido frente a este antiguo e importante oficio. Pocos conocen que, sin embargo, los intentos de organizar este sector de los trabajadores tienen una relativamente larga historia en Colombia, y que ya en los años cuarenta del siglo XX se dio una iniciativa de fundación del primer sindicato, impulsada por la Acción Católica. Queremos en las siguientes líneas reconstruir parte de esa historia, mostrando que se trató de una organización generada por iniciativa externa, que tuvo un claro rasgo paternalista, y que aunque contó con un conflictivo liderazgo femenino, su vida y desarrollo estuvieron determinados por el respaldo otorgado por un clérigo. Asimismo, que aunque en principio era una organización laica, el Sindicato se convirtió en plataforma para la creación de dos comunidades religiosas femeninas, cuya génesis generó un conflicto de intereses que a su vez determinó la suerte del Sindicato y de la obra social.

PALABRAS CLAVE

Acción Católica, servicio doméstico, Obra de Nazareth, sindicalismo católico, historia.


Domestic Service Union and "Obra de Nazareth": Between Welfarism, Paternalism and Conflict of Interest, Bogotá, 1938-1960

ABSTRACT

Organizing housemaids to form a trade union has been quite a difficult task because of the characteristics of this occupation,the lack of school education of its members, and the traditional undervaluation and disdain such an important activity generates. Not many people are aware of a relatively long history of attempts for organizing these workers and that in the 1940s the foundation of the first domestic service union was set by a Catholic Church initiative through the so-called Catholic Action. The purpose of this paper is to reconstruct part of this story, highlighting the paternalistic bias of the organization and, even though the movement had female leadership, activities and development of the union were determined by the support given by the clergy and the ecclesiastical institution. Also, although it was a lay organization in its beginnings, the union served as for the creation of two women religious orders.

KEY WORDS

Catholic action, domestic workers, obra de Nazareth, catholic syndicalism, domestic service union, history.


O Sindicato do Serviço Doméstico e a Obra de Nazareth: entre assistencialismo, paternalismo e conflitos de interesse, Bogotá, 1938-1960

RESUMO

A organização sindical de trabalhadoras do lar vem sendo uma tarefa muito difícil; isso devido, entre outras razões, às condições do ofício, à baixa escolaridade de seus membros, a sua alta taxa de informalidade, à mesma subvalorização e ao desprezo social que existe diante deste antigo e importante ofício. Poucos sabem que, contudo, as tentativas de organizar este setor dos trabalhadores têm uma história relativamente longa na Colômbia e que já, nos anos 1940, deu-se uma iniciativa de fundação do primeiro sindicato, impulsionada pela Ação Católica. Pretende-se, nas seguintes linhas, reconstruir parte dessa história e mostrar que se tratou de uma organização gerada por uma iniciativa externa, que teve um claro traço paternalista e que, embora tenha contado com uma conflitiva liderança feminina, sua vida e desenvolvimento estiveram determinados pelo respaldo outorgado por um clérigo. Da mesma forma que, embora tenha sido uma organização laica em princípio, o Sindicato se converteu em plataforma para a criação de duas comunidades religiosas femininas, cuja gênese gerou um conflito de interesses que, por sua vez, determinou o destino do Sindicato e da obra social.

PALAVRAS CHAVE

Ação católica, serviço doméstico, Obra de Nazareth, sindicalismo católico, história.


Nacimiento del Sindicato del Servicio Doméstico

El sindicalismo católico, organizado en la Colombia de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, fue tan importante en su momento como poco estudiado por la historiografía. Apenas comienzan a darse algunas investigaciones al respecto, realizadas en especial por historiadores jóvenes (Cáceres 2011a; Calderón 2008). No se sabe mucho de sus estructuras, funcionamiento, capacidad de convocatoria y radios de influencia. Menos se conoce que dentro de los planes de organización laical se previó incluir a las trabajadoras domésticas, uno de los sectores más marginados y subvalorados del mundo laboral. De hecho, a este grupo perteneció uno de los primeros sindicatos que nacieron en Colombia.

Cuando el cardenal Pacelli, futuro Pío XII -en su visita a Argentina en 1934, con ocasión de un Congreso Eucarístico Internacional-, habló de la necesidad de incentivar la organización laical, varios obispos y sacerdotes del continente, hasta entonces más o menos desentendidos de estas cuestiones, decidieron no sólo crear la Acción Católica1 en sus territorios eclesiásticos, sino fomentar el sindicalismo católico.

Esta idea, que ya se había puesto en práctica en países como Italia desde los años 1920 (Auza 2006), se implementó en Colombia desde finales de la década de 1930 como una estrategia de la Acción Católica. Esta organización había sido fundada en este país en 1933 y se había convertido durante el período de gobierno de López Pumarejo (1934-1938) -y a instancias de su director, Juan Manuel González Arbeláez (1892-1966), obispo auxiliar de Bogotá-en un instrumento político al servicio de los sectores más integristas de la institución eclesiástica y del Partido Conservador, en su disputa con el liberalismo en el poder y sus propuestas de reformas político-religiosas (Figueroa 2009). Tal confrontación llegó a amenazar con repetir los episodios decimonónicos de confrontación Iglesia-Estado (Bidegain 1985).2 Finalmente, la "desautorización" que en la práctica dio el Vaticano a la orientación inicial que González Arbeláez había otorgado a la Acción Católica, y la posterior salida de dicho obispo del escenario político nacional, permitieron una mejor organización del naciente sindicalismo católico.

La Acción Social Católica, con el apoyo de los jesuitas, fomentó campañas para evitar que los trabajadores se afiliaran a sindicatos comunistas o socialistas, e insistió en que en cada diócesis se debía tener al menos un experto en sindicalismo y cooperativismo, y que cada párroco debía propiciar la sindicalización, incluso de los trabajadores del campo. Esta campaña intentaba contrarrestar el auge del sindicalismo de izquierda y el crecimiento del Partido Comunista, que desde tiempos de López Pumarejo había dejado de ser considerado ilegal. Sin duda alguna, el sindicalismo católico contó con el apoyo de los empresarios y la clase patronal, y ya en 1939 la Acción Social Católica contaba con 73 sindicatos, contra 224 de la CTC (Confederación de Trabajadores de Colombia, organización que contaba con el apoyo del liberalismo y la izquierda). En total, tenía 10.515 afiliados, concentrados sobre todo en Bogotá, Medellín y Cali (Archila 1991). En la década siguiente, el sindicalismo católico se expandió a distintos sectores,3 incluso a aquellos más insospechados. Tal fue el caso de las trabajadoras domésticas, cuyo sindicato se creó por iniciativa de un joven religioso dominico, fray Eliécer Arenas Santos (1904-1964).

Foto 1.

Reconocido entre los suyos por su dinamismo, jocosidad y actitudes pintorescas, fray Eliécer Arenas nació en Guadalupe (Santander), el 2 de julio de 1904; fue ordenado sacerdote en la orden de los dominicos en 1925, y luego enviado a Bogotá. Dada su dinámica personalidad, fray Eliécer comenzó a participar en asambleas, conferencias, peregrinaciones, desfiles, congresos, manifestaciones católicas e inauguraciones de monumentos, entre otros; prácticamente estaba al tanto de las actividades públicas que se hacían en Bogotá. Su actividad pública coincidió con la puesta en marcha de la Acción Católica general y la Juventud Obrera Católica,4 proyectos en los cuales Arenas se inscribió con gusto: rápidamente se constituyó en el inmediato colaborador del Arzobispo de Bogotá en la coordinación de estos movimientos. Fue en estos años cuando conoció al entonces obispo auxiliar, Juan Manuel González, a la postre asesor nacional de la Acción Católica en Colombia. Fray Eliécer, en su opción, trabajó en barrios obreros, fue capellán del barrio Carvajal y fundó el barrio obrero San Vicente Ferrer, en el sur de Bogotá. Al mismo tiempo, creó la asociación obrera Sociedad de Amigos de San Martín. Con el fin de actualizarse y potenciar su capacidad creativa en cuestiones sociales, viajó al exterior y recorrió varias naciones, donde asistió a congresos católicos, de los cuales trajo nuevas ideas y más iniciativas (Acevedo 1980). Precisamente, Arenas trajo de Argentina la idea de fomentar la organización de un sindicato de trabajadoras domésticas, en el cual comenzó a trabajar desde 1935,5 obra en la cual puso muchas esperanzas y a la que le dedicó grandes energías. Ya en 1938 había sido nombrado por la Curia "Asistente eclesiástico del servicio doméstico". Su gran empeño en el apostolado con los obreros lo convirtió en una persona muy reconocida en la ciudad.6

No está claro cómo un dominico, de una orden religiosa cuyo carisma no enfatiza en este tipo de apostolados, se involucró tan de lleno en la organización del sindicalismo de trabajadoras domésticas. Parece ser que esta idea no surgió de modo espontáneo de Arenas, sino que estaba siguiendo las indicaciones dadas en congresos de Acción Católica continentales, en los cuales se insistía en organizar, en especial, a los trabajadores más vulnerables y despreciados, pues ellos podían ser los primeros en acoger las ideas de naturaleza radical, materialista y revolucionaria.7 Ya los salesianos venían desarrollando algunas experiencias de este tipo en Argentina, país que visitó Arenas en 1934.

Para organizar mejor dicho sindicato, fray Eliécer invitó a varias damas de la alta sociedad bogotana, como Sara Alvarado, Sofía Espinosa, Mercedes Gutiérrez, y a otras de menos "alcurnia" como María Benavides, María Eudora del Carmen, y otras señoritas, a que le ayudaran en la coordinación del mismo y la creación y sostenimiento de una casa de acogida en el barrio Las Cruces. Las primeras se encargarían de planificar y dirigir, y las segundas, de las cosas prácticas. Ellas permanecieron en esta labor durante más de quince años. Sara Alvarado y María Benavides se destacaron como líderes femeninas de una obra social, la "Obra de Nazareth", fundada en 1938 para atender espiritualmente al sindicato, y de la cual nacieron luego dos comunidades religiosas femeninas: las dominicas de Nazareth y las dominicas de Betania.

La Obra de Nazareth

Esta asociación fue iniciativa de la señorita Sara Alvarado Pontón,8 quien venía trabajando en la idea de hacerse religiosa, sin encontrar hasta el momento (tenía 36 años de vida) "un lugar apropiado". Sara se conectó con el proyecto de Arenas gracias a la iniciativa del obispo González Arbeláez, coordinador de la Acción Católica y amigo mutuo. A Sara se le invitó a trabajar con este gremio, para evitar que "el comunismo ateo se vaya infiltrando en el pueblo y vaya envenenando las conciencias honradas de las clases trabajadoras" (Dominicas 1995, 124), pensamiento con frecuencia aceptado en los sectores eclesiales y en el cual se justificaba, en parte, la labor de acción social emprendida por la Iglesia en esa época. Partía de la siguiente observación sobre ese sector social:

    Es un dolor verdadero su carencia de hogar fijo; la mayor parte de las sirvientas son huérfanas o tienen su familia lejos [...] así es que cuando se enferman o por cualquier motivo salen de la casa donde se colocaron, no tienen a dónde ir, y ahí comienza su vida de angustias que a veces las lleva a la perdición (Dominicas 1995, 124).

Por ello, este grupo de mujeres, al adherirse al proyecto de fray Eliécer Arenas, buscó ampliarlo, organizando, junto al naciente Sindicato, una institución religiosa de asistencia social a estas personas, que las acogiera material y espiritualmente. El 19 de marzo de 1938 elaboró el primer reglamento que se debía observar en la casa de "Nazareth", nombre dado a la habitación que se consiguió en el barrio Las Cruces de Bogotá para servir de sede al Sindicato y a la Obra Social,9 y el 25 de marzo iniciaron formalmente los trabajos. La obra de Nazareth tenía como fin acoger a las trabajadoras domésticas que se encontraban cesantes; les ayudaban a encontrar trabajo -utilizando para ello los contactos que se tenían con las familias pudientes de la ciudad-, atendían a quienes se encontraban enfermas y, por último, ofrecían asilo a las ancianas.

Dicha obra social tenía como directores a la señorita Alvarado y al fraile Arenas. Además, contaba con una secretaria, una tesorera, una revisora fiscal y un consejo directivo.10 Sin embargo, esta institución de beneficencia social, estructurada formalmente como una entidad civil, fue adoptando en su interior la organización de una comunidad religiosa, por iniciativa de Sara y sus compañeras. Esto se podía ver en los objetivos iniciales: "laborar de modo permanente por el bien espiritual de las mujeres consagradas al servicio doméstico, atendiendo a su formación moral y religiosa, así como también al mejoramiento en todo sentido de su condición personal y de sus capacidades profesionales". Dicha institución "tendrá carácter religioso, por lo cual se solicitará del Excmo. Sr. Arzobispo de Bogotá que sea reconocida esta obra como fundación eclesiástica para los fines legales a que haya lugar. También se solicitará del Gobierno Nacional el que le sea reconocida Personería Jurídica", la cual fue concedida en noviembre de 1939.11 En 1942, por iniciativa suya y de fray Eliécer Arenas, solicitó su admisión como asociación laical perteneciente a la entonces tercera orden dominicana.12 En 1945 el arzobispo de Bogotá, Ismael Perdomo, le concedió personería canónica a la Obra de Nazareth (Auxiliar del Servicio Doméstico) como Pium Sodalitium. En dicho decreto se volvió a resaltar que su fin era "procurar la santificación de sus miembros por medio del ejercicio del apostolado, trabajando por el bien espiritual de las empleadas del servicio doméstico orientando a su formación moral y religiosa, así como al mejoramiento de su condición personal y de sus capacidades profesionales".13 Por último, en 1949 Sara logró que la Arquidiócesis de Bogotá iniciara los trámites legales, con miras a su aprobación como congregación religiosa de derecho diocesano, la cual se efectuó en 1964.14 En 1980 se obtuvo la aprobación pontificia.

La Obra de Nazareth, como otras de su tipo, se abría en medio de penurias económicas y escasez. Fray Pablo Acevedo (1980), un dominico de la época, decía lo siguiente sobre la sede de la Obra:

    Una mañana del mes de mayo de 1941, el Padre Eliécer Arenas, Suprior del convento de Santo Domingo de Bogotá, me invitó a conocer su "Obra de Nazareth", en el barrio de Las Cruces. Allí, secundado por tres o cuatro abnegadas señoritas, tenía una gran obra social: se proponía organizar un hogar acogedor para las empleadas del servicio doméstico que andaban en busca de colocación o cesantes por enfermedad o por vejez. La casa era pequeña, como un nido de golondrinas, de una sola planta con dos patios interiores, una salita de recibo, un piadoso oratorio y algunas habitaciones acondicionadas para las directoras y las huéspedes a quienes servía de refugio. Todo allí era tan pobre y tan humilde que la Casa de Nazareth no se distinguía de las demás casitas del barrio. Así nació a costa de sobrehumanos sacrificios, una de las pocas obras sociales que, al par de las del Padre Campoamor y la Madre Margarita Fonseca, el Padre Arenas quiso ofrecer a la clase más humilde y más olvidada de la sociedad.15

La Obra Social de Nazareth en sus primeros años se abría paso en medio de muchas dificultades económicas. Por ello, y aunque la casa fundada para atender al sindicato recibía algún dinero proveniente de lavados de ropa, de la atención a sacerdotes y de mujeres que pagaban para poder vivir allí mientras conseguían trabajo, éste no alcanzaba, de modo que con frecuencia tenían que salir a las calles, a las plazas de mercado o a instituciones de salud y beneficencia social a pedir limosna y donativos.16

Pero la solidaridad no era mucha. Las propias trabajadoras domésticas debían, con frecuencia, llevar comida a quienes trabajaban en la obra social, o recibían donativos en especie de algunas religiosas. Según las entrevistas, la falta de alimentos era tal que el padre Arenas tenía que sustraer pan de su convento y de otros lugares, para enviarlo a la casa sede de la Obra:

    Iba con un paquetico, que cuando iba a celebrar donde las Inesitas [Hermanas Dominicas de Clausura de Santa Inés], las de claustro, cuando lo mandaban a celebrar la Misa le daban desayuno, y él con su pancito, y lo que no se comía, siempre lo llevaba en una cosita porque allá no había absolutamente nada, allá donde yo estaba, no había nada, él llegaba con sus cositas que le daban por allá; compartía el pan con Nazareth. De resto, nada.17

Y aunque Sara Alvarado provenía de una familia de cuantiosos bienes, no podía disponer de ellos para ayudar a la Obra, debido a que tenía que contar con el consentimiento de sus hermanos y otros familiares. Sara tuvo entonces que llegar a vender sus propios trajes, vestidos y accesorios costosos, usados en épocas juveniles,18 para poder proveer de recursos a la Obra.

La Obra de Nazareth, además de ofrecer una ayuda asistencial a las trabajadoras domésticas, se encargaba de codirigir el Sindicato del Servicio Doméstico, fundado paralelamente y unido en la práctica a la Obra.

Estructura, objetivos y actividades del Sindicato del Servicio Doméstico

Aunque tenía el rótulo de "sindicato", no podemos entenderlo como una organización reivindicativa o emancipadora. No se luchaba por la búsqueda de una conciencia de clase entre las empleadas o la exigencia de sus derechos. Para comenzar, con frecuencia resaltaba el valor del sufrimiento ofrecido a Dios como un método para ganar el Cielo y salvar a los pecadores, y recalcaba la sumisión que debía tener la empleada frente a la autoridad; sus líderes cuidaron mucho de no provocar conflictos entre ellas y sus patrones. Usualmente se inculcaba la necesidad de la obediencia, el respeto a las autoridades y al sistema social establecido. Para ello, se utilizaban incluso el propio Evangelio y la explicación que de éste se hacía en el boletín semanal del Sindicato. Por ejemplo, Orientación Doméstica, boletín oficial del Sindicato, afirmaba:

    Como los servidores de las bodas de Caná, debemos obedecer ciegamente y con espíritu de Fe aquellos que han sido puestos por Dios como superiores nuestros para el bien de nuestras almas. Dios obrará la transformación de nuestra pobre alma y convertirá el agua insípida de nuestras obras en vino delicioso de méritos para el Cielo, si obedecemos y creemos en la palabra de Dios por medio de sus representantes.19

De igual forma, se preocupaba por eliminar de las asociadas cualquier idea "subvertora" del statu quo, al afirmar que la desigualdad de las riquezas no estaba en la injusticia y la explotación, sino en las "desigualdades de la naturaleza", es decir, unos hombres tenían más talento que otros, eran más trabajadores que otros, y eso no podía cambiar. Una sociedad igualitaria económicamente era una utopía. La esencia de la pobreza estaba en la pereza y la ignorancia, y la de la riqueza, en el trabajo y el talento. Con ello se buscaba contravenir las ideas comunistas y socialistas que procuraban una sociedad y una economía igualitarias: "Dado que se pudiera efectuar una liquidación y reparto total de las fortunas, la ventaja que correspondería a cada individuo sería tan insignificante que no bastaría para el diario sustento". Por eso, la verdad que se recomendaba era: "Muéstrense los ricos benéficos con los pobres y obreros; no sean crueles con los deudores, como el mal siervo del Evangelio. Y los pobres y los obreros, muéstrense agradecidos con su condición, no olvidando que la verdadera paz y justicia sólo pueden hallarse en el Cielo".20

Podemos concluir que en gran parte este sindicato, como la generalidad del sindicalismo católico de entonces, no contribuía a la emancipación, sino que procuraba dar un "rostro amable" a la dominación. Eso no quiere decir que no se abogara por una mejor calidad de vida de las asociadas. De hecho, buscaba "atenuar" las cargas que debían soportar las trabajadoras domésticas, sujetas a toda clase de explotación por parte de sus patronos, quienes se aprovechaban de su buena fe y su condición social y educativa. El Sindicato se proponía consolar y "ayudar a sobrevivir". Por ejemplo, pedía a los patronos horarios de reposo suficientes, de siete a ocho horas de sueño, "en un local sano y bien aireado"; aconsejaba, asimismo, a las empleadas cuidarse su salud y no exponerla sin razón.21

Foto 2.

Sus objetivos también eran morales y éticos: se le insistía a la trabajadora doméstica que atacara la pereza, los vicios, y demás obstáculos que le impedían cumplir bien sus deberes; también, que tuviera temple en su voluntad para que no abandonara la casa en donde servía ante la primera dificultad, sino que permaneciera por mucho tiempo:

    La perfecta empleada del servicio debe formar su corazón, su voluntad y su alma para ser útil a sí misma y a la sociedad. Para formar sus sentimientos debe templar su corazón en esa fuente perenne de verdadera vida, frecuentando la Santa Eucaristía. Para templar su voluntad, y reafirmarla en el bien, debe orar, pedir consejo y hacerse enérgica y fuerte contra el dolor, el placer y todo aquello que tiende a debilitar los buenos impulsos.22

El interés de procurar que las asociadas fueran hacendosas y se mantuvieran estables, evitando cambiar de casa con frecuencia, también tenía que ver con la necesidad de prevenir que el Sindicato fuera acusado de fomentar el desorden, de manera que pudiera continuar obteniendo el respaldo por parte de los patrones, algunos de los cuales fueron benefactores del Sindicato. Pero la labor de esta asociación iba más allá, al desarrollar una interesante actividad de apoyo social y beneficencia, no siempre valorada de un modo suficiente.

El Sindicato tenía personería jurídica y era dirigido por una Junta, conformada durante los años 1940 por personal de la Obra de Nazareth, el padre Eliécer Arenas y representantes de trabajadoras domésticas de la ciudad, distribuidas por zonas;23 cada zona o grupo tenía el nombre de un santo. La labor de las representantes era detectar los problemas que las muchachas tenían y ayudarles a dar solución, sin provocar enfrentamientos con los patronos, y siendo fieles a la filosofía institucional. Asimismo, tenían que ganar adeptas para la causa, y motivar a las empleadas de su zona al sostenimiento económico del Sindicato. Por último, debían manifestar un decidido trabajo catequético entre las jóvenes.24

Pronto, se arrendó una oficina, asistida por personal de la Obra Social de Nazareth. En ella, las trabajadoras domésticas podían afiliarse y daban una cuota periódica, por lo cual tenían el derecho a recibir ciertos beneficios sociales: atención médica, servicios funerarios, y hasta prestaciones sociales y cesantías. Si alguien se enfermaba o estaba muy anciana, podía ir a residir en la casa que la Obra Social había adquirido, siendo atendidas por las hermanas de Nazareth.25 También había una bolsa de empleos. A cada socia se le daban como identificación un carnet y el escudo de la asociación.26 Años más tarde, en 1953, se consiguió una mejor sede, que sirvió tanto para el Sindicato como para el Secretariado Social del Servicio Doméstico, dependencia de la Arquidiócesis de Bogotá. Se le llamó Casa Santa Zita, ubicada en el barrio La Candelaria.

Con la ayuda de un sacerdote franciscano y del padre Arenas, se elaboró una hoja informativa, denominada Orientación Doméstica, que se editaba cada semana y era vendida por las mismas asociadas los domingos a la salida de las iglesias. En ella se publicaban mensajes especiales para el gremio, se explicaba el evangelio del día y se daban consejos prácticos, desde cuestiones de moral hasta de cocina y lavado. También promovía la solidaridad espiritual entre las integrantes de la asociación al publicar, por ejemplo, listados de mujeres enfermas, para que las fueran a visitar y ayudar. La hoja informativa llegó a publicar aproximadamente 1.000 números.27

Asimismo, se creó una Escuela dominical, que funcionaba a partir de las 2 de la tarde. En ella se daban clases de modistería, lectura, escritura, matemática, al igual que charlas sobre el Evangelio, la vida humana, morales, virtudes y formación cristiana en general. Al finalizar, se ofrecía un chocolate con pan y queso, se escuchaba la radio, y algunas se ponían a bailar, hasta las 6 de la tarde, cuando se escuchaba el tañido de las campanas llamando a misa.28

La asesoría espiritual estaba a cargo de los frailes dominicos, principalmente, quienes predicaban retiros y encuentros, a los cuales, en tiempos de bonanza, asistían más de 400 asociadas, que llenaban el templo parroquial de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en Chapinero, en el cual se realizaba la mayor parte de estos eventos.29 También se celebraba con gran pompa, cada 27 de abril, la Fiesta de Santa Zita, una mujer italiana del siglo XIII, fallecida a los 58 años de edad y cuya profesión había sido la de trabajadora doméstica. Con estos actos se buscaba exaltar su ejemplo como una "demostración de que sí es posible, aún en medio de las humildes ocupaciones que nos han tocado, elevar el espíritu, santificar el alma, alcanzar altísimos grados de perfección".30 De igual modo, se honraba a san Martín de Porres, aquel fraile lego dominico del siglo XVII que llegó a ser santo desempeñando trabajos manuales y otros oficios despreciados por sus hermanos de hábito, en el convento dominicano de Lima. Además, el Sindicato promovía la realización de ejercicios espirituales para las socias, en casas de retiros, al menos una vez al año, durante cinco días.

Crisis y declive del Sindicato del Servicio Doméstico

Según nuestra investigación, la crisis y el declive del Sindicato tuvo mucho que ver con los cambios sucedidos en la Obra de Nazareth, entidad que desde el inicio hacía de "tutora" de dicho sindicato, motivados por conflictos entre sus dirigentes y las perspectivas que se le quería dar a la Obra.

Foto 3.

Hacia 1940 llegó a la Obra de Nazareth la señorita María Benavides ( (1909-2004). Ella era una mujer boyacense31 de origen campesino que -al igual que Sara Alvarado-, ante su imposibilidad de ser religiosa de clausura, terminó un día en el portal de la casa del barrio Las Cruces, donde funcionaba la Obra de Nazareth. Arenas vio en ella un elemento muy valioso para los objetivos de la obra social y del Sindicato,32 por lo que en poco tiempo ella fue adquiriendo muchas responsabilidades prácticas. Pronto, ella asumió la coordinación del Sindicato en el terreno práctico, así Arenas y Alvarado figuraran como sus superiores. En una entrevista, Benavides contó: "Yo trabajé mucho con las muchachas, con catequesis y atendiendo esa oficina". María llegó a convertirse en el brazo derecho de Sara y fray Eliécer: supervisaba los trabajos, reunía la junta directiva de la obra, programaba las reuniones y el catecismo dominical, organizaba las ceremonias religiosas; en fin, estaba pendiente de todas las cuestiones prácticas de la Obra de Nazareth.33 Era además el vínculo entre la jefatura de la Obra y los demás estamentos de la misma, incluidos el Sindicato y, por supuesto, las jóvenes y señoras trabajadoras domésticas. Su carisma hacía que fuera requerida en todo momento por las empleadas domésticas, quienes la buscaban para pedirle consejos y ayuda.

Foto 4.

Sin embargo, se generó un conflicto de liderazgo entre Alvarado, por un lado, y Benavides y Arenas, por otro. Por una parte, todo indica que Sara Alvarado nunca estuvo a gusto con trabajar exclusivamente con trabajadoras domésticas. Ella soñaba con hacer de la obra de Nazareth, no sólo una comunidad religiosa, sino además una comunidad que se dedicara a otros "apostolados" mejor vistos, tales como la educación femenina, el servicio en asilos de ancianos y hospicios, entre otros. El grupo social al cual pertenecía Sara (la alta sociedad bogotana) no veía con buenos ojos que uno de los suyos trabajara con personas tan humildes. Al parecer, Sara hacía mucho rato se había desencantado del gremio de las trabajadoras domésticas, a cuyo Sindicato, según testimonios, nunca le prestó mayor interés. Su verdadero objetivo fue siempre la Obra de Nazareth, a la cual le dedicaba su tiempo y sus energías.34

Por otra parte, la preponderancia que ganó la figura de María Benavides en el funcionamiento del Sindicato y de la propia obra social hizo que fuera vista como una figura rival por Sara Alvarado (Dominicas 2000). Según testimonios, la organización física de la comunidad corría por cuenta de María Benavides, no de Sara Alvarado. Mientras María era la que atendía a las trabajadoras domésticas, les oía sus problemas, se encargaba de las actividades litúrgicas, de los oficios y del Sindicato, la madre Sara, según una fuente, "era apenas en su celda leyendo libros", y recibía muy pocas visitas. "La Madre Sarita únicamente salía de la Casa con la Madre María por alguna diligencia [... ] pero la Madre Sara no se entendía con cosas y actividades de la Casa, nada".35 María se había ganado rápidamente a las de "abajo", a las menos instruidas, al grupo que no podía utilizar el hábito de las profesas y, por supuesto, a las propias trabajadoras domésticas, ya que era a ella a quien más veían y con quien más compartían.36 La rivalidad creciente con María Benavides le causaba a Sara fuertes dolores de cabeza y una tremenda inquietud, como lo muestran su diario y el análisis que de él hacen las autoras de su biografía oficial (Dominicas 2000).

Además, la decisión de Sara de apartarse poco a poco del Sindicato no gustó para nada a fray Eliécer Arenas, quien nunca estuvo de acuerdo con la idea de convertir la Obra de Nazareth en una congregación de religiosas.37 La tensión crecía en la medida que María era dueña de un gran espíritu de liderazgo y seguía con mayor ahínco las recomendaciones del padre Arenas que las de Sara Alvarado. También existía una incompatibilidad de caracteres entre Alvarado y Arenas. Mientras que la primera era delicada y sensible, el segundo era franco, directo y altanero, y llegó incluso a humillarla en público para "probar su voluntad".38 Todo ello generó una situación insostenible, que terminó con una abrupta ruptura que determinaría la suerte del Sindicato y de la Obra de Nazareth.

En 1948 Sara Alvarado, con el respaldo de algunos familiares, de algunos frailes dominicos y clérigos ligados a la Curia, decidió romper con Eliécer Arenas, y María Benavides fue destituida de su puesto de "vicaria" o segunda al mando. A partir de entonces, la Obra de Nazareth quedó separada del Sindicato y bajo la guarda del Arzobispado de Bogotá. Pero María no se amilanó y mantuvo su liderazgo entre sus compañeras, resistiéndose a las pretensiones de Sara y su grupo. Por ello, en 1953, María fue expulsada, junto con varias compañeras que se resistían a abandonar su labor con las trabajadoras domésticas. A partir de ese año la Obra de Nazareth dejó a un lado el Sindicato y sus actividades con las trabajadoras del hogar. Hoy se conoce como "Congregación de Dominicas de Nuestra Señora de Nazareth", y se dedica a actividades sociales varias y a la educación femenina, principalmente. Tras ser expulsada, María Benavides marchó a Palmira (Valle) a trabajar con el obispo de dicha diócesis, Jesús A. Castro, quien, a la postre, terminó fundando con ella en 1957 una nueva comunidad religiosa, las dominicas de Betania. Por su parte, Arenas entró en una época de controversia con su comunidad religiosa por las actividades que desarrollaba, pues una parte de los dominicos se manifestaba en contra de que uno de los suyos anduviera en actividades sindicales, y más con un gremio con el cual no tenían ninguna afinidad.

La salida de María Benavides creó fuertes resentimientos por parte de algunas trabajadoras domésticas frente a la Obra de Nazareth:

    MPE: Por la sacada (sic) de la Madre [María] se desmoralizaron varias muchachas [quienes] las trataban más duro todavía, más duro las trataban. BLP: ¿A quiénes?

    MPE: A las nazarenas, cuando ellas [las muchachas] supieron que habían sacado a la Madre, se pusieron más drásticas contra ellas.39

Las críticas y protestas por parte del gremio acabaron de dar la razón a Sara Alvarado, quien de inmediato cesó definitivamente toda labor en el Sindicato, dejando plasmada en sus cartas de la época sentimientos negativos hacia él y su director, sentimientos de frustración y traición:

    [...] El servicio doméstico nos pisotea como barro y el agente principal de esta especie de persecución es el mismo Padre Arenas fundador de la Obra [... ] bien comprendo que se hunde todo lo que fue edificado sobre Arenas, pero queda firme lo que edificó Dios en nuestras almas y sembró en nuestros corazones. Todo el Sindicato nos abandonó, a pesar de 15 años de sacrificios a favor de ellas [... ] (Dominicas 2000, 72-73).

Sin sus dos principales lideresas, sin el apoyo de la obra social que en principio había sido creada para ayudarle, y con un líder que no podía darle suficiente atención, el Sindicato entró en una época de conflictos internos entre las asociadas y quienes asumieron su dirección, Catalina Sierra (presidenta del Sindicato), Lolita Talero y Dioselina Cárdenas. Hacia 1955, en su hoja informativa, el Sindicato del Servicio Doméstico reconocía que, aunque éste era uno de los más grandes de los que existían en Bogotá, ya se encontraba en "una pobreza que raya en la miseria y en el desorden más espantoso debido a la desunión, incomprensión y personalismo, de tal suerte que, no puede nunca subsistir ninguna entidad que deshacen por las luchas apasionadas de las propias asociadas". Las directivas se quejaban de que el servicio "moral y cultural" que prestaba no les parecía suficiente a las integrantes del gremio, quienes solicitaban, cada vez con mayor ahínco, soluciones materiales, económicas y recreativas. La advertencia que hacían los autores como conclusión de este artículo no podía ser más diciente: "Alerta: ¡Disciplina o iremos al desastre!".40 El mismo órgano informativo entró en crisis; se vendía poco, y repetidamente comenzaron a aparecer avisos en los cuales se invitaba a las socias a tener interés en la venta de la hojita, "pues es lamentable ver la poca demanda que tiene el único vocero del servicio doméstico".41 Sin duda, el Sindicato había despertado grandes expectativas entre las trabajadoras domésticas, expectativas que fue incapaz de cumplir, debido a sus propias limitaciones conceptuales, administrativas y organizativas.

Pronto, Lolita Talero, una de las líderes del Sindicato, quien había pertenecido a la Obra de Nazareth, decidió separar en 1956 a uno de los principales grupos que formaban el Sindicato (específicamente, el "Santo Domingo de Guzmán", que abarcaba la zona de Chapinero). Fundó con él un hogar de acogida para trabajadoras domésticas, llamado primero "Santa Zita" y luego "San Martín", construido mediante su iniciativa, sus bienes y su traba-jo.42 La fundación de esta nueva obra desorientó más a las asociadas, quienes dejaron de llevar sus aportes para una futura pensión. El rumor era "que algún día el Sindicato se acababa y no había quién colaborara ni quién ayudara, pues que eso quedaría para la familia [de Lola]".43 Por eso, muchas se retiraron del Sindicato. Asimismo, dicha obra enfrentó duramente a Talero con el padre Arenas, quien le reprochó el fomentar con ello la división del grupo.

Así, pese a los esfuerzos por evitarlo, el proyecto concebido por fray Eliécer Arenas se derrumbó rápidamente. La división de los principales líderes y los distintos rumbos que tomó cada una de las facciones, la ausencia de nuevos liderazgos y el poco interés que la jerarquía eclesiástica siguió prestando a ese tipo de organizaciones -máxime ahora, cuando empezaba una época de distensión entre Iglesia y Estado- llevaron al Sindicato por la cuesta de la disolución, de modo que al finalizar la década de 1950 era poco lo que quedaba de esta particular organización social.44 A esto se sumó la repentina muerte de Arenas, ocurrida el 28 de diciembre de 1964, en un accidente automovilístico producido en el cañón del Chicamocha, a la altura del pueblo de Aratoca, cuando se dirigía a Bucaramanga, ciudad adonde había sido asignado.45 Para esta época el Sindicato ya era historia.

Epílogo y conclusiones

El Sindicato del Servicio Doméstico, aunque integrado a la Acción Católica, nunca fue considerado muy importante para su proyecto; de ahí, el poco apoyo recibido a lo largo de su historia por las distintas instancias eclesiásticas. De manera que existió mientras la persona que lo ideó, fundó y "protegió" estuvo interesada en él, y mientras contó con lideresas -no pertenecientes al gremio de las trabajadoras domésticas- que se encargaban de organizar la base, y que fueron sus verdaderos soportes. Ningún clérigo estaba dispuesto a asumir la obra, y en una sociedad clerical como la de la Bogotá de la época, cualquier obra de Acción Católica que no contara con un sacerdote (y menos aún si esta obra era de naturaleza femenina) que la apoyara estaba destinada a sucumbir. En buena parte, las mujeres en la Iglesia servían sólo para realizar los planes y proyectos de los hombres, lo cual hace resaltar la actitud tomada por Sara Alvarado, quien logró con éxito rechazar un proyecto del cual nunca estuvo plenamente convencida y que le había sido impuesto.

El funcionamiento y la suerte del Sindicato también estuvieron determinados por los giros que tomó una obra social melliza y unida a éste por vínculos estrechos: la Obra de Nazareth, y en especial, por un conflicto de intereses surgido en torno a ambas organizaciones. Conflicto en el que estuvieron inmersos los principales líderes y que tenía que ver con la decisión tomada por uno de ellos (Sara Alvarado) de conformar una comunidad religiosa femenina desde la Obra de Nazareth, anteponiendo este interés al del Sindicato propiamente dicho. Asimismo, la oposición que tal hecho va a generar en fray Eliécer Arenas, secundado por María Benavides, quienes estaban interesados en mantener y fortalecer la segunda institución. Este conflicto generó la separación de la Obra de Nazareth del Sindicato del Servicio Doméstico y la marginación de los dos últimos, no sólo de la Obra, sino del Sindicato mismo. Es interesante también resaltar cómo una mujer decide enfrentarse a un clérigo y salir victoriosa en su propósito. Ello fue posible gracias al poder social con que contaba, por pertenecer a una de las familias más tradicionales de Bogotá, lo que le permitía mantener buenos contactos entre la jerarquía eclesiástica y obtener así apoyo masculino para su propósito. Por su parte, Arenas, aunque era miembro de una de las principales órdenes religiosas del país, nunca contó con el apoyo de su comunidad religiosa ni de la jerarquía eclesiástica, la cual veía su trabajo con tan poco interés que rayaba en la indiferencia, sin entender bien cómo uno de los suyos, un miembro de la legendaria y añeja Orden de Predicadores (Dominicos), seno de grandes teólogos e intelectuales, se dedicaba a una causa perdida, a una labor tan poco productiva en términos políticos, sociales y materiales. María Benavides, por su parte, aunque era una líder innata, por su condición de género y social (era de origen campesino) fue la principal perjudicada del conflicto, siendo marginada de la Obra de Nazareth y del Sindicato. Su destino estuvo determinado por decisiones que tomaron por ella otras figuras masculinas de poder (que actuaron como "protectoras") -un obispo y el provincial de los dominicos-, decisiones en las que no estaba la idea de que María continuara liderando la organización del Sindicato.

Políticamente, el Sindicato del Servicio Doméstico tuvo poca influencia. Sobre todo, por el tipo de personas que lo componían: mujeres de los sectores más humildes de la ciudad y del país, con muy poca formación académica. Las perspectivas del Sindicato nunca fueron más allá de agrupar para fraternizar, educar en la doctrina cristiana y generar algún tipo de bienestar que atenuara un poco las duras condiciones de trabajo de las servidoras domésticas, sin confrontar nunca a los patronos ni interponerse en sus intereses. Por otra parte, la característica de ser en general trabajadoras internas casi toda la semana, o el hecho de tener jornadas largas y extenuantes (en el caso de las externas), no les daban mucho tiempo para dedicarse a reflexiones políticas o político-religiosas. En la práctica, el único espacio del que disponían para ello eran los domingos en la tarde, que, como se vio, estaba completo con una agenda de naturaleza educativa, religiosa y recreativa muy bien coordinada por las directivas de la Obra de Nazareth. Los artículos publicados en la hoja informativa tampoco iban en la línea ni de formar políticamente, ni de hacer del Sindicato una fuerza de apoyo político a la Iglesia, caso que sí ocurría con los sindicatos masculinos. Por último, tras la dictadura de Rojas Pinilla (1953-1957), y con el inicio del Frente Nacional (1958), las relaciones entre la Iglesia y el Estado mejoraron, al punto que la primera hizo las paces con el liberalismo colombiano y dejó de considerar importante la organización sindical, que se utilizaba para generar presión ante el Gobierno. El Concilio Vaticano II (1962-1965) y su idea de promover un diálogo con el mundo moderno hicieron el resto, de manera que este período no sólo representó el final del Sindicato del Servicio Doméstico, sino el rápido eclipse de todo el sindicalismo católico en Colombia, cuyo ascenso fue tan espectacular como fugaz.

En cuanto a la estructura y labor del Sindicato mismo, podemos decir que se inscribieron dentro de las lógicas de la doctrina social católica de entonces, que combinaba el paternalismo y el asistencialismo con algunas demandas reivindicativas. Como sucedía en la mayoría de las organizaciones de Acción Católica, en el Sindicato del Servicio Doméstico las trabajadoras domésticas tenían muy poco poder de decisión y, curiosamente, como puede verse, no fueron las protagonistas de la historia que acabamos de contar; o al menos, la documentación y fuentes que tuvimos a mano no las resaltan. Eran apenas actores de "reparto", y dependían casi por completo de sus líderes, de sus conflictos y de sus decisiones. Su condición de marginación social y de total vulnerabilidad no les daba mucho margen para actuar como sujetos de una obra que, sin embargo, había sido creada para procurar su beneficio.


Comentarios

* En memoria de la hermana Blanca Ligia Perilla Ávila (1945-2008). Este artículo es fruto de un proyecto de investigación llevado a cabo entre 2001 y 2005, intitulado "Recuperación de la memoria histórica de la Congregación de Dominicas de Betania. 1938-2000". Fue financiado por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos de América y la Congregación de Dominicas de Betania. Agradecemos a todas las personas que contribuyeron con su testimonio a la reconstrucción de esta historia, y en especial, a las religiosas dominicas de Betania y dominicas de Nazareth.

1 Desde la segunda mitad del siglo XIX, ante el avance de la sociedad moderna y sus consecuencias sociales, culturales, económicas y religiosas, la Iglesia católica, superando la grave crisis que en Europa le generó la Revolución Francesa, concibe un nuevo proyecto de "reposicionamiento" en la sociedad, para lo cual da mucha importancia al apostolado social. Múltiples iniciativas de laicos y clérigos llevadas a cabo ya desde el siglo XIX motivaron la aparición de la Encíclica Rerum Novarum ("Sobre las Cosas Nuevas") de León XIII (1891), y a partir de ella, la denominada "Doctrina Social de la Iglesia", que dio inicio a una nueva etapa en las conflictivas relaciones Iglesia-mundo moderno, que dejó las posturas netamente defensivas, por unas más propositivas, con el propósito de "combatir" mejor a sus rivales -el liberalismo y el socialismo- y "competir" con ellos (Rogier y Knowles 1984). De igual manera, cuando, bajo la inspiración de Rerum Novarum, se conforman la Acción Social Católica y, más adelante, la Acción Católica general, proyecto en el cual los papas Pío XI (1922-1939) y Pío XII (1939-1958) pusieron grandes esperanzas, se tenía como fin la búsqueda de un laico militante al servicio de la jerarquía, que, utilizando las instituciones y espacios ganados por el mundo moderno, luchara por los "derechos" de la Iglesia, cual soldado de avanzada de un ejército que combate en el campo del enemigo. Era, entonces, una organización para crear una poderosa fuerza institucional entre el pueblo católico. La idea era formar un partido de masas que defendiera el poder institucional de la Iglesia y conquistara espacios para ella, lo cual implicaba competir con otros partidos en el campo político. Además, constituía una estructura que permitía seguir manteniendo el control social sobre la población católica (Cáceres 2011b). Por ello, la Acción Católica era jerárquica en su estructura, clerical en su concepción y tradicionalista en su pensamiento (Arias 2003; Figueroa 2009; Zagheni 1998).

2 Las disputas entre González Arbeláez y el Gobierno y la utilización abiertamente política de la Acción Católica hicieron que el Gobierno, en lugar de enfrentarla de un modo directo, utilizara la diplomacia ante el Vaticano, convenciéndolo de la actitud "perjudicial" de González para las buenas relaciones entre la Iglesia y el Estado. El recurso tuvo éxito y, valiéndose de algunos pretextos, Roma optó por marginar a quien estaba destinado a ser arzobispo de Bogotá, enviándolo a una diócesis de segundo orden (Popayán). Más adelante, en 1943, presionado políticamente, González renunció a su cargo en Popayán y marchó a Europa (en principio a España y luego a Italia), donde permaneció en calidad de "exiliado" hasta su muerte, en 1966 (Naranjo 1993).

3 El mayor vigor del sindicalismo católico en Colombia se da en las décadas de 1940 y 1950. En 1946 se crean las centrales Fanal (Federación Agraria Nacional) y UTC (Unión de Trabajadores de Colombia). Esta última era en 1953 la organización sindical más poderosa de Colombia. Según Larosa, a pesar de que los programas del sindicalismo católico eran paternalistas y estructurados jerárquicamente, muestran que "el rol preciso de la Iglesia en asuntos políticos, económicos y agrarios es mucho más complejo de lo que indican los apelativos con que tradicionalmente se ha identificado a esa institución: tales como conservadora, reaccionaria e insensible" (Larosa 2000, 29). No obstante, estos programas, según este mismo autor, despertaron expectativas que no se cumplieron en un momento trascendental para la historia social del país, lo cual explica las razones de la radicalización de figuras de la Iglesia durante la generación siguiente.

4 La JOC (Juventud Obrera Católica) fue una rama de la Acción Católica "especializada" (es decir, dirigida a sectores particulares, como estudiantes, campesinos, obreros e intelectuales) bastante diferente de la Acción Católica "general", promovida desde la jerarquía. Nacida en Bélgica, en Colombia la JOC fue traída de manera independiente a la Acción Católica, en 1932, por iniciativa de un sacerdote bogotano, Luis María Murcia. Y aunque al principio fue anticomunista y compitió de manera exitosa frente al liberalismo en el terreno sindical, recibiendo apoyos económicos por parte de los grupos dominantes, a medida que fue avanzando en el análisis social, fue "desconservatizándose", atacando, además del comunismo, al falangismo (ideología muy alabada por clérigos y obispos como monseñor González), al que veía tan peligroso como aquél. Incluso, llegó a reconocer en el comunismo ciertas verdades. Poco a poco fue ganando apoyo popular y se separó del control de la Acción Católica, a la cual se había adherido en 1933. Ideológicamente, también lo hizo. El movimiento se volvió más beligerante y se acercó a algunos sectores liberales, tendiendo hacia una democracia social cristiana. La respuesta de la jerarquía no se hizo esperar: monseñor González Arbeláez logró que el cardenal Pizzardo desautorizara a la JOC y ordenara su liquidación (Bidegain 1985).

5 Archivo General de la Congregación de Dominicas de Betania. Bogotá (en adelante, AGDB), Registro en audio 36.

6 AGDB, Registro en audio 35.

7 AGDB, Registro en audio 36.

8 Hija de una tradicional, pudiente y conservadora familia bogotana, Sara Alvarado Pontón nació el 12 de septiembre de 1902. Sus padres fueron Dámaso Alvarado y Felisa Pontón; era la menor de trece hermanos. Fue siempre de carácter enfermizo, por lo que en varias etapas de su vida estuvo en cama. Esto marcó su carácter. Se educó en colegios religiosos y también bajo la tutoría de sacerdotes jesuitas, quienes la guiaron hacia la vivencia religiosa orientada al misticismo, los sacrificios, la austeridad y las penitencias. A los 18 años se graduó como maestra del nivel elemental. Intentó ser religiosa en cuatro comunidades diferentes, pero tanto su carácter enfermizo como algunos conflictos de personalidad se lo impidieron. A los 34 años, al ver que sus esperanzas de ser religiosa se esfumaban, Sara decide vivir como laica consagrada, hasta que su amigo, el obispo González Arbeláez, la contacta con fray Eliécer Arenas (Dominicas 2000).

9 Según un testimonio, esta casa fue conseguida por iniciativa de Sara Alvarado, quien recibió de su hermana Elisa, propietaria de varios inmuebles, una casa en calidad de préstamo. "Ella [Elisa] dijo: sí presto la casa, la de Las Cruces, porque la tengo ya perdida; si logra sacar toda esa gente [que vive allí] le presto la casa. El padre Arenas se empeñó en hacerlo. [...] el Padre pidió el favor a uno de los abogados que conocía; el abogado se interesó, trabajó, y al poco tiempo desocuparon la casa; las puertas y ventanas quedaron caídas en el suelo, pasaba el policía y alumbraba qué había adentro; la basura hasta el techo, toda amontonada, y así toda la casa hecha un desastre": AGDB, Registro en audio 19.

10 AGDB, Secretaría (Informe sobre el Pium Sodalitium de Nazareth. Chiquinquirá, 15 de agosto de 1950).

11 AGDB, Secretaría (Estatutos de la Obra de Nazareth. Auxiliar del Servicio Doméstico. Bogotá, 25 de marzo de 1938, p. 1).

12 AGDB, Secretaría (Carta de Sara Alvarado Pontón a fray Alberto Ariza, O.P. Bogotá, 31 de julio de 1942).Ver también Ariza (1993).

13 AGDB, Secretaría (Decreto de constitución de la Obra de Nazareth en Pium Sodalitium. Bogotá, 25 de junio de 1945).

14 AGDB, Secretaría (Perfil biográfico documentado de la S.D. Sara Al-varado Pontón. Bogotá, [s. f.]).

15 AGDB, tomo 42, fl. 129; Acevedo 1980, 79.

16 AGDB, Registro en audio 32.

17 AGDB, Registro en audio 32.

18 AGDB, Registro en audio 23.

19 BNC, Prensa 1*. (OrientaciónDoméstica751, 3).

20 BNC, Prensa 1*. (OrientaciónDoméstica 855, 3).

21 BNC. Prensa 1*. (Orientación Doméstica 763).

22 BNC. Prensa 1*. (OrientaciónDoméstica 766, 2).

23San Francisco, Santo Domingo, Santa Clara, El Voto Nacional, Las Aguas, San Victorino, La Veracruz, Chapinero, Porciúncula, El Carmen, San Diego y Santa Inés.

24 BNC. Prensa 1*. (Orientación Doméstica 848, 1).

25 AGDB, Registro en audio 28.

26 BNC. Prensa 1*. (Orientación Doméstica 862, 2).

27 BNC. Prensa 1*. (Orientación Doméstica 749, 1-2).

28 AGDB, Registro en audio 28.

29 AGDB, Registro en audio 36.

30 BNC. Prensa 1*. (Orientación Doméstica 862, 1-2).

31 María Román Benavides nació en Paipa en 1909 en el seno de una familia campesina de, relativamente, medianos recursos. Tenía ocho hermanos. Se crió en un ambiente de piedad religiosa que incluía el rosario diario y la pertenencia a cofradías. Siendo ya una adolescente, sus padres la llevaron donde las hermanas de la Presentación para que continuara su formación, primero en su casa-colegio de Duitama, y luego en el Instituto Politécnico de Tun-ja, donde estuvo interna por cinco años, "más en plan de trabajo que de estudio", según contó después ella misma. Motivada por sus padres y por una hermana religiosa, María Román quiso hacerse religiosa de clausura, ingresando en 1935 al Monasterio de la Concepción, como religiosa "lega" o "conversa", pues no tenía dinero suficiente para poder pagar una dote. Tras permanecer allí casi cinco años, las superioras no la aprobaron para realizar votos solemnes, por lo que María abandonó el claustro en 1940. Antes de salir, una religiosa de ese monasterio, amiga de Sara Alvarado, le aconsejó dirigirse a la naciente Obra de Nazareth, en el barrio Las Cruces, adonde llegó conducida por su padre (Sierra 1997).

32 AGDB, Registro en audio 2.

33 AGDB, Registro en audio 1.

34 La Obra de Nazareth fue creciendo. En 1949 contaba con 50 integrantes: 11 hermanas directoras y 39 hermanas "conversas", distribuidas en los apostolados de las casas de Nazareth de Bogotá (Hospedaje de mujeres trabajadoras en el servicio doméstico convalecientes y cesantes), Bosa (Ancianato), Usaquén (Servicio de cocina y ropa a la Comunidad y Seminario de los RR. PP. Eudistas), Chiquinquirá y Santo Ecce-Homo (Servicio de cocina y ropa a los padres dominicos). AGDB, Secretaría (La Obra de Nazareth, Auxiliar del servicio doméstico).

35 AGDB, Registro en audio 33.

36 AGDB, Registro en audio 2.

37 Según el diario de Sara Alvarado, cuando ella le solicitaba al padre Arenas que le ayudara a estudiar las reglas y constituciones de la comunidad, él la "saciaba de humillaciones" o simplemente la ignoraba, bajo la excusa de que antes de fundar una congregación religiosa era importante la formación de sus líderes: AGBD, Secretaría (Diario personal de Sara Alvarado Pontón, doc. II 1110).

38 AGDB, Registro en audio 33.

39 AGDB, Registro en audio 25.

40 BNC. Prensa 1*. (Orientación Doméstica 888, 2).

41 BNC, Prensa 1*. (Orientación Doméstica 885, 3).

42 AGDB, Registro en audio 25.

43 AGDB, Registro en audio 14.

44 El Hogar San Martín llegó a ser la entidad que guardó los restos del antiguo sindicato. Esta casa todavía funcionaba en 2005, bajo grandes penurias económicas.

45AGDB, Registro en audio 23.


Referencias

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Archivos consultados

Archivo General de la Congregación de Dominicas de Betania. Bogotá (AGDB)

Fondo Registros en audio

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20. No. 2. Conversatorio colectivo. Hermanas Dominicas de Betania. Bogotá, Convento Santo Domingo, diciembre de 1973 y enero de 1974.         [ Links ]

21. No. 14. Entrevista a Esther Coca. Bogotá. [s. f.         [ Links ]]

22. No. 19. Entrevista a las hermanas Aurora Fonseca y Cecilia Castro, religiosas dominicas de Nazareth. Villa de Leyva, 23 de diciembre de 1996.         [ Links ]

23. No. 23. Entrevista al padre Gustavo Huertas González. La Mana, Chía, 11 de octubre de 2001.         [ Links ]

24. No. 25. Entrevista colectiva a M. María Teresa Benavides Díaz, Hermana María Paulina Espitia y padre. Gustavo Huertas. Chiquinquirá, 25 de octubre de 2001.         [ Links ]

25. No. 28. Entrevista a hermana Martha María Mahecha. Chiquinquirá, 1° de noviembre de 2001.         [ Links ]

26. No. 32. Entrevista a Victoria González. Bogotá, 4 de noviembre de 2001.         [ Links ]

27. No. 33. Entrevista a hermana Rosa Cecilia Cortés. Chiquinquirá, 9 de noviembre de 2001.         [ Links ]

28. No. 35. Entrevista a fray Carlos Alfredo Alarcón. Tunja, 10 de diciembre de 2001.         [ Links ]

29. No. 36. Entrevista a fray Tomás Monsalve Sánchez. Bogotá, 12 de diciembre de 2001.         [ Links ]

Fondo Secretaría

30. Informe sobre el Pium Sodalitium de Nazareth. Chiquinquirá, 15 de agosto de 1950.         [ Links ]

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Fecha de recepción: 13 de junio de 2012 Fecha de aceptación: Primero de octubre de 2012 Fecha de modificación: 30 de octubre de 2012