SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue47Democracy as Public Policy:: Opportunities for Strengthening DemocracyFeminine Citizenship.: Contributions from Moroccan, Ecuadorian and Romanian Immigrant Women in Spain author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.47 Bogotá Sept./Dec. 2013

 

Hacia la multiplicidad del espacio en la historia. Relaciones entre el cambio social y los cambios en la disciplina en las últimas cuatro décadas*

Fabio Vladimir Sánchez Calderón

Geógrafo, estudiante del doctorado en Historia de la Universidad de los Andes, Colombia. Integrante del grupo de investigación UMBRA: Espacio, Sociedad y Cultura. Entre sus últimas publicaciones, se encuentran: La naturaleza en la historia. Tendencias y cambios en la historia ambiental: 19702010. En Semillas de Historial Ambiental en Colombia, ed. Stefania Gallini. Bogotá: Jardín Botánico - IDEA - Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional (En prensa), y Elementos para una geopolítica de los megaproyectos de infraestructura en América Latina y Colombia. Cuadernos de Geografía 17 (2008). Correo electrónico: fabisanc@uniandes.edu.co

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res47.2013.03


RESUMEN

En las últimas cuatro décadas ha habido un cambio en la manera en que la historiografía incorpora el espacio como categoría de análisis. Así, se ha presenciado la emergencia de múltiples escalas, conexiones y dinámicas espacio-temporales en el trabajo histórico que han llevado al cuestionamiento del Estado-nación como referente espacial de la sociedad. Basado en la noción de régimen de historicidad, este artículo plantea que este cambio en la disciplina está relacionado con un giro que tiende a privilegiar el presente en la experiencia y concepción del tiempo, vinculado a su vez con una crítica al progreso como motor de la historia.

PALABRAS CLAVE

Historia, historiografía, presente, espacio, escala, siglo XX.


Towards the Multiplicity of Space in History. The Relation between Social Change and Changes in Discipline in the Last Four Decades

ABSTRACT

Historiography, in the last four decades, has changed the way space is included in history as a category for analysis. Multiple scales, connections and space-temporal dynamics have emerged in the discipline that has led to questioning the Nation-state as the dominant spatiality of society. Based on the notion of regime of historicity, this article states that this change in the discipline is related to a turn in society which tends to privilege present over future in the conception and experience of time, which is, in turn, related to a critique of progress as the driving concept of society.

KEY WORDS

History, historiography, present, space, scale, 20th century.


Rumo à multiplicidade do espaço na história. Relações entre a mudança social e as mudanças na disciplina nas últimas quatro décadas

RESUMO

Nas últimas quatro décadas, uma mudança vem acontecendo na maneira em que a historiografia incorpora o espaço como categoria de análise. Assim, vem se presenciando a emergência de múltiplas escalas, conexões e dinâmicas espaço-temporais no trabalho histórico que vêm levando ao questionamento do Estado-nação como referente espacial da sociedade. Baseado na noção de regime de historicidade, este artigo propõe que essa mudança na disciplina está relacionada com um giro que tende a privilegiar o presente na experiência e concepção do tempo e vincular, por sua vez, com uma crítica ao progresso como motor da história.

PALAVRAS-CHAVE

História, historiografia, presente, espaço, escala, século XX.


Introducción

Tiempo y espacio no son categorías preexistentes a la sociedad; por el contrario, "diferentes sociedades producen concepciones cualitativamente diferentes de espacio y de tiempo" (Harvey 1990, 418), es decir, son construcciones sociales histórica y geográficamente localizadas. Este hecho, lejos de asignarles un carácter eminentemente subjetivo y variable al tiempo y al espacio, pone de relieve su importancia objetiva, en el sentido de que son centrales en la estructuración y conservación de un orden social particular. Es decir, son construcciones sociales que operan con fuerza de verdad, es decir, como hechos objetivos, asumidos como "naturales", "inevitables" o "mejores" dentro de un marco cultural determinado (Harvey 1996, 210; Herrera 2004, 175).

Como construcciones sociales, tiempo y espacio hacen parte de una tensión fundamental de la sociedad que los objetiva. Por un lado, son centrales en la construcción de un marco "estable" que permite la reproducción del orden social; por el otro, reflejan los cambios que la misma sociedad genera en dicha reproducción y participan en ellos. La disciplina histórica, como práctica social que hace parte de un marco cultural específico (De Certeau 1993, 82), participa en este movimiento de construcción del espacio y el tiempo en una sociedad, a la vez que se encuentra condicionada por las concepciones y experiencias del espacio y el tiempo que prevalecen en la sociedad.

En este marco, este artículo expone algunos de los cambios ocurridos en las últimas cuatro décadas acerca de la manera en que se ha incorporado el espacio en la disciplina histórica. Para ello, se basa en la noción de régimen de historicidad propuesta por Hartog, que hace referencia a la manera en que una sociedad articula el pasado, el presente y el futuro, y le da sentido (Hartog 2007, 132). Por cuánto tiempo y espacio se constituyen simultáneamente, se plantea que el régimen de historicidad está relacionado también con un orden dominante del espacio.

La elección del período tiene que ver precisamente con el hecho de que, según Hartog, estamos asistiendo, desde hace cuatro décadas aproximadamente, a un cambio en el régimen de historicidad, que consiste en el reemplazo del futuro por el presente como dimensión dominante en la experiencia y concepción del tiempo (Hartog 2010, 767). Dicho cambio ha impactado los análisis sociales generando una mayor preocupación por las relaciones entre espacio y sociedad, las cuales habían tenido menos interés en décadas anteriores, en comparación con las relaciones entre tiempo y sociedad (Soja 1999; Peet 1998; Schlögel 2007; Withers 2009; Piazzini 2006).

Como prácticas inscritas en la sociedad, el peso del presente y la mayor preocupación espacial han influido en la forma de hacer y escribir la historia (Hartog 2010, 769). Así, el proceso que interesa mostrar es el que sintetiza el cambio de una historia que encontraba en el Estado-nación y en el progreso su expresión espacio-temporal dominante hacia otra en la cual se reconocen múltiples espacios, tiempos y escalas que se relacionan entre sí y que cuestionan el progreso como objetivo de la humanidad (Iggers, Wang y Mukherjee 2008, cap. 8; Fazio 2010, 148).

Es necesario aclarar que la forma de argumentación elegida, o sea, la de relacionar cambios sociales con cambios en la disciplina histórica, debe ser interpretada a la luz de la complejidad, la diversidad y las tensiones que constituyen tanto a la sociedad en general como a las comunidades académicas de quienes se definen como historiadores. Es decir, que tanto los cambios sociales más generales como los operados dentro de una práctica social particular -la disciplina histórica- están compuestos por fuerzas, agentes y dinámicas que son complejos, inacabados, y que se articulan en múltiples escalas espaciales y temporales.

Espacio y tiempo como construcciones sociales

El término construcción social ha estado sujeto a un debate muy activo dentro de la teoría social de las últimas décadas, pues existe la tendencia a entender lo "social" a partir de negar el carácter material de lo estudiado y hacer énfasis en la dimensión "puramente intelectual" del conocimiento y su expresión textual (Latour 2001, cap. 1).1 De allí que sea necesario plantear algunas aclaraciones acerca de la manera en que se entiende la "construcción social del tiempo y el espacio" en este escrito. Para ello, se sigue la propuesta analítica presentada por David Harvey (1996), quien considera las reflexiones que diferentes teóricos sociales del siglo XX han aportado al debate sobre la construcción social del espacio y el tiempo (Lefebvre 1991; Bourdieu 1977; Lévi-Strauss 1976; Durkheim 1993; Braudel 1970; Le Goff 1980; Wallerstein 2006; Massey 2005):

  • La idea de construcción social no niega el "anclaje" que estos conceptos tienen en la "materialidad del mundo". Por ejemplo, la sucesión día-noche, los ciclos estacionales, los ciclos productivos agrícolas que "regulan la reproducción y el cuerpo humanos, son típicos encuentros entre varios tipos de temporalidad" (Harvey 1996, 210-211). O sea, los cambios sociales y tecnológicos -como la invención de la electricidad o la introducción de técnicas que aceleran el tiempo de cosecha y amplían el rango geográfico en que puede darse un producto- están relacionados con cambios en la forma de experimentar el espacio y el tiempo.
  • Aunque hay hechos espaciales y temporales en la "naturaleza" (los ciclos mencionados de día-noche o las estaciones), "no podemos saber lo que estos hechos significan por fuera de nuestro propio anclaje cultural en un lenguaje, un sistema de creencias, etcétera" (Harvey 1996, 211). Es decir, la única forma de acercarse a los hechos "naturales" a partir de un marco determinado, es con base en esa interpretación y apropiación del entorno que hace posible la acción humana (Herrera 2004, 175).
  • Lo anterior conlleva que "[L]as construcciones sociales del espacio y el tiempo operan con la fuerza de hechos objetivos a las cuales todos los individuos e instituciones necesariamente responden" (Harvey 1996, 211). Este carácter objetivo tiende a generar una "naturalización" de la concepción particular de tiempo y espacio que implica "dar por hecho" o "tomar como dada" esa concepción, evitando reflexiones explícitas sobre dichas categorías (Schlögel 2007, 28; Herrera 2004, 176).
  • Las definiciones del espacio y el tiempo como algo objetivo hacen parte del proceso de reproducción social, lo que reitera la idea de que la construcción social no implica un "aislamiento" del mundo, sino una "inmersión" en éste. Por tanto, la forma como se conciben y organizan el tiempo y el espacio en una sociedad determinada, "no sólo refleja esas estructuras de significado, sino que, a la vez, las inculca", lo que permite la reproducción social (Harvey 1996, 212; Herrera 2004, 176).

Esta última característica involucra dos anotaciones adicionales. La primera, que a medida en que las sociedades cambian, se presentan cambios en esas concepciones objetivas de espacio y tiempo (Harvey 1990, 419). La segunda, que la vivencia y estructuración del espacio y el tiempo no están libres de conflictos; antes bien, "en la acción cotidiana permanentemente se interpela, ya sea para reafirmarla o transformarla", es decir, que no existe una única concepción de tiempo y espacio dentro de una sociedad (Herrera 2004, 177). Más bien, lo que hay son "definiciones dominantes y hegemónicas del espacio [y tiempo] social [que] son perpetuamente desafiadas y siempre están abiertas a la modificación" (Harvey 1990, 422).

En este punto, el concepto de régimen de historicidad es una herramienta útil, pues hace referencia precisamente a la definición dominante del tiempo en una sociedad y un período determinados. Y, además, tiene la ventaja de reconocer la existencia de otras formas de entender el tiempo en un colectivo y en su carácter de proceso. Como lo plantea Hartog: "Objetado en el momento mismo de ser instaurado, aunque ciertamente jamás totalmente instaurado (salvo en el mejor de los mundos), un régimen de historicidad se instala lentamente y dura mucho tiempo" (Hartog 2007, 132).

El concepto de régimen de historicidad se basa en la idea de que las categorías de pasado, presente y futuro son universales, o sea, que es posible aplicarlas a todas las personas y culturas (Hartog 2010, 769). Aunque esta idea de universalidad debe ser relativizada, por cuanto es una construcción social enraizada en un contexto espacio-temporal definido (Francia), ofrece un valor comparativo e interpretativo importante, dado que en este artículo interesa contrastar los cambios experimentados en sociedades que sí asumen esas tres categorías como las rectoras en la concepción del tiempo.

A su vez, podría pensarse que, bien sea paralela o conjuntamente a un régimen de historicidad, debería haber un régimen de "geograficidad", por cuanto tiempo y espacio se configuran simultáneamente (Besse 2009, 293; Harvey 1990; Herrera 2004).2 Sin embargo, aún no ha sido elaborada una propuesta similar para el análisis del espacio, lo cual obedece, en parte, a la inexistencia de un consenso sobre cuáles podrían ser los referentes centrales (Besse 2009, 296). Por ello, en este artículo se prefiere postular que un determinado régimen de historicidad está relacionado con una concepción dominante del espacio.

Espacio e historia y el cambio de régimen de historicidad

Si bien un régimen de historicidad se instala lentamente y dura mucho, la transición entre dos regímenes no se realiza sólo mediante elementos de cambio gradual, pues, de acuerdo con Hartog, "no se puede pasar de un régimen a otro sin periodos de conflicto" (Hartog 2007, 133). Estos momentos de cambio radical o de conflicto tienen una ventaja interpretativa, y es que permiten contrastar de forma más clara las diferencias entre dos regímenes y establecer una periodización histórica más argumentada. Para el presente trabajo, la literatura consultada tiende a coincidir en que en el período 1968-1973 se vivieron unos cambios sociales que pueden ser interpretados, siguiendo el marco de Hartog, como cambios en el régimen de historicidad, los cuales se prolongan hasta la actualidad (Hartog 2007, 134-140; Harvey 1998; Fazio 2009b; Fazio 2010).

Estos cambios se han experimentado en las diferentes dimensiones sociales, aunque con intensidad y magnitud variadas, dependiendo de la localización particular en la geopolítica mundial. A continuación se resumen aquellos aspectos más relevantes para analizar los cambios en las experiencias y concepciones del espacio y el tiempo.

    1. Desencantamiento de los principales logros materiales de la era previa, que conllevaron la socavación de la noción de progreso en muchas sociedades. Dentro de las motivaciones que llevaron a este sentimiento se pueden mencionar "[L]a toma de conciencia de la barbarie contenida en fenómenos como el holocausto, la irracionalidad de los campos de concentración nazis y soviéticos, el miedo que deparaba la bomba atómica y el consiguiente riesgo de desaparición de la vida humana en el planeta [...], la nueva conciencia ecológica y su postura crítica frente a la destrucción del medio ambiente" (Fazio 2010, 92; ver también McNeill 2010, 265-266). Igualmente importantes fueron los cuestionamientos y movilizaciones generados por las intervenciones militares en Vietnam y Checoslovaquia, adelantadas por las dos superpotencias militares y económicas de la época, así como los movimientos por los derechos de mujeres y afrodescendientes en Europa y Estados Unidos y las reivindicaciones juveniles y estudiantiles simultáneas en países como México, Francia y Estados Unidos (Iriye 2002, 57-60; Prost 2001, 115; Eisenstadt 2000, 17; Fazio 2009a, 87-88).

    2. Incapacidad de mantener las tasas de crecimiento económico experimentadas en Europa, Estados Unidos y Japón en el período de posguerra, con la consecuente disminución de la capacidad del Estado para intervenir activamente en la economía y el empleo. Esto va aparejado con la consolidación y transformación de actores económicos transnacionales, tanto empresas como instituciones (tipo FMI y Banco Mundial), que exigen un cambio en el rol del Estado, con miras a fortalecer el capital y la rentabilidad privados. Para ello, los Estados desmontan muchas de las regulaciones que habían construido antes, y estos nuevos actores tienen mayor capacidad de maniobra y de elección de los lugares en los cuales pueden invertir (Herrera 2005; Méndez 1997).

    3. Inicio y posterior consolidación de la llamada Tercera Revolución Industrial, dominada por las tecnologías computarizadas y satelitales, que permitieron disminuir el tiempo de retorno del capital en las actividades de servicios financieros, que se volvieron las más rentables. Asimismo, estas nuevas tecnologías permitieron la fragmentación del proceso productivo, pasando de grandes fábricas donde se elaboraba todo el bien, a varias unidades, localizadas incluso en diferentes países, que se encargan de producir o realizar determinadas tareas (Herrera 2005, 59-73 y 150-169; Harvey 1998, cap. 9; Méndez 1997, 101-102; Fazio 2003, 141-145; Iggers, Wang y Mukherjee 2008, cap. 6).

    4. Reconocimiento de fuerzas, sistemas y procesos de orden planetario que van desde las crisis económicas hasta los peligros ambientales de cambio climático y que han supuesto la idea de la interdependencia de las diferentes localidades que componen el mundo, que se conectan de manera diferencial y desigual pero, aparentemente, inevitable (Santos 2004; Castells 2006).

    5. Cuestionamiento al establecimiento de fronteras claramente definidas o identificables en diferentes tipos de prácticas sociales. Por ejemplo, en las ciencias sociales, la emergencia y consolidación del llamado giro cultural (Iggers, Wang y Mukherjee 2008, cap. 8). Este cuestionamiento, a su vez, está relacionado con el reconocimiento de categorías híbridas, mestizas o mezcladas en el análisis biológico, antropológico, psicológico (Latour 2001; Haraway 1991).

La experiencia y la concepción del tiempo

Estos cambios sociales generales han estado acompañados de modificaciones en la experiencia y en las concepciones dominantes del espacio y el tiempo. Tal vez la principal de ellas tiene que ver con la aceleración de la vida social, facilitada por los cambios tecnológicos señalados y por las modificaciones culturales que avanzan hacia un consumismo inmediatista, en el que los medios de comunicación cumplen un papel clave con la producción cada vez más rápida de imágenes que desaparecen enseguida (Hartog 2007, 140). David Harvey concibe esta aceleración del tiempo como parte de un proceso más amplio, que denomina "compresión espacio-temporal", y que alude, precisamente, a la necesidad inherente al capitalismo de superar las barreras espaciales y disminuir los períodos de retorno del capital, para garantizar la supervivencia de este modo de organización social (Harvey 1998, cap. 16).

La búsqueda por satisfacer las necesidades de manera inmediata se ha conjugado con el señalado desencantamiento de la noción de progreso, central en la anterior concepción del tiempo, en la cual dominaba el futuro y se concebía una relación lineal y subordinada del pasado y el presente (Iggers, Wang y Mukherjee 2008, 22; Koselleck 1993, 345; Fazio 2009a, 22-23). Otros ejemplos en las condiciones materiales inciden en este posicionamiento del presente. Así, el desempleo continuo y creciente y la búsqueda diaria de la supervivencia para millones de personas llevan a que sea el presente lo que se juzgue importante (Hartog 2007, 140). En contraste, el auge de los espectáculos, bien sean conciertos, eventos deportivos o feriales, tiene precisamente que ver con el hecho de que se consumen de inmediato (Harvey 1998, 315; Bauman 1999, cap. 3).

El reconocimiento de múltiples experiencias individuales del tiempo se había dado en ciertos momentos del anterior régimen de historicidad, como lo señala Kern para el período 1880-1914. Así, la imposición de un tiempo homogéneo (la hora universal), ligado con la búsqueda del incremento de la velocidad en la producción y el consumo de mercancías, "llevó a una reacción por defender la multitud de temporalidades personales, privilegiando la experiencia individual sobre la colectiva. El presente se amplió frente al pasado y al futuro" (Kern 2003, 8 y 315). Sin embargo, a diferencia del período estudiado por Kern, la multiplicidad de tiempos sociales es la que domina en el régimen de historicidad orientado al presente.

Esta forma de experimentar el tiempo ha generado cambios en el modo de concebir la historia. Por ejemplo, la idea de Koselleck de "múltiples estratos temporales" que configuran el "tiempo histórico" es contraria a la idea de un único tiempo lineal y universal, que era más importante en las décadas anteriores a 1960 (Koselleck 1993, 129; Chakra-barty 2000, 249; Kocka y Haupt 2009, 13; Dirlik 2005, 392; Bender 2002, 9). Este giro hacia el presente también ha posibilitado que la historia empiece a pensarse no sólo como la disciplina del pasado, sino que pueda volver a reflexionar sobre el presente, tal y como había hecho la historiografía europea, principalmente, antes de su institucionalización (Fazio 2010, 131-132). Así, tanto la idea de una "historia del tiempo presente" como una nueva conceptualización del "presente histórico" se hacen posibles en este nuevo marco temporal (Fazio 2010; Dosse 2003, 133-136).

La experiencia y la concepción del espacio

La compresión espacio-temporal que conlleva una progresiva aceleración del tiempo genera una situación paradójica en cuanto a la experiencia y la concepción del espacio. Por una parte, se busca la eliminación de las barreras espaciales, tanto físicas como políticas y culturales, por cuanto éstas frenan la aceleración. En ese sentido, hay una tendencia a la desterritorialización, es decir, una desvinculación con espacios específicos y una vinculación con una movilidad permanente, en especial por parte de las actividades, los individuos y las empresas que están en la jerarquía económica global (Santos 2004, cap. 3). Pero, por otra parte, cuanto menos importantes son las barreras espaciales, "mayor es la sensibilidad del capital a las variaciones del lugar dentro del espacio, y mayor el incentivo para que los lugares se diferencien a fin de hacerse atractivos para el capital" (Harvey 1998, 327; ver también Bright y Geyer 2002, 68). A su vez, se ha observado la emergencia de movimientos sociales de escala local y regional, los cuales, a pesar de la diversidad de fines perseguidos, han entrado a cuestionar la espacialidad nacional como garante de derechos para sus ciudadanos, en muchos casos estableciendo conexiones con movimientos similares en otras partes del mundo, mostrando que las relaciones entre lo global y lo local no son sólo de una vía, ni están totalmente controladas por el capital (Santos 2004).

Esta situación ha llevado a que la espacialidad privilegiada cuando dominaba el futuro del Estado-nación (Harvey 1998, 282; Iggers, Wang y Mukherjee 2008, 71; Fazio 2003, 83-85; Paasi 2008, 113-116), se haya visto cuestionada de manera mayoritaria desde diferentes perspectivas. El Estado-nación se había concebido -e intentado materializar- como un espacio físico continuo, claramente delimitado respecto de otros, dentro de cuyos límites una nación, entendida como una comunidad que se identificaba, en principio, bajo supuestos de homogeneidad étnica, ejercía soberanía y autonomía, es decir, que los demás estados no podían incidir en dicho territorio (Fals Borda 2000, 2-3; White 2006; Taylor 1993). En contraste con esta visión, la mayoría de perspectivas actuales comparten la idea de que es necesario reconocer una multiplicidad de escalas espaciales de la vida social, en las que sobresale la escala global como una nueva espacialidad, que distingue este nuevo período, sin negar la agencia del Estado (Santos 2004, cap. 2; Giddens 1997, 28-38; Beck 2005, 16-17; Taylor 1993).

Esa escala global es diferente de la escala internacional, que, aunque abarcaba el mundo, se basaba en la espacia-lidad del Estado nacional. Así, lo global no remite necesariamente a lo nacional, pues hay dinámicas y elementos sociales (flujos económicos, tecnológicos, actores locales que tejen redes con otras localidades, problemas ambientales como el cambio climático) que escapan a esa espacialidad, por lo que se configura en un nuevo referente. Sin embargo, para que esa escala global opere necesita de las demás. Por tanto, no es sólo que se reconozca la existencia de diferentes espacialidades, en cuanto a la escala, sino la interacción entre ellas, elemento que no siempre era claro con el predominio del Estado-nación. Esta interacción de escalas y espacios diversos ha generado un cambio en las concepciones del espacio que hacen énfasis en conexiones, redes, nodos, intensidades e interdependencias (Castells 2006).

Por otra parte, el predominio del presente hace relevante las sincronías de diferentes espacios. No es sólo la simultaneidad, que ya se reconocía con la institución del tiempo homogéneo y la linealidad entre progreso y atraso en el régimen de historicidad futurista. Ahora se parte de la idea de que las dinámicas de un espacio determinado están influidas por las que se presentan y configuran en otros espacios y escalas, hecho posibilitado porque es factible acceder a registros "casi inmediatos" de esas otras experiencias. Si se instaura la escala global como marco de referencia, los diferentes lugares tienden a compartir un mismo horizonte espacio-temporal, aunque sin perder sus propios horizontes, los cuales entran en relación con lo global, haciendo que lo global se localice de formas múltiples (Fazio 2010, 98; Harvey 1996; Santos 2004; Withers 2009).

Una tercera característica de la manera en que ha cambiado la forma de concebirse el espacio en este nuevo período tiene que ver con su consideración como una dimensión de la sociedad, que no es preexistente a ella, sino que es configurada por -a la vez que configura- el proceso de reproducción social. Este cambio en la concepción del espacio es importante, puesto que lleva a "desnaturalizar" al Estado como una forma espacial, obvia e inevitable de organización social. Y además, porque ha permitido que el espacio sea incorporado como una dimensión "interesante" en la teoría social, ya que, como lo recuerda Soja, la idea de progreso conllevó un predominio de lo temporal como la dimensión que guiaba el camino del mejoramiento humano, frente a una espacialidad que se veía estática y dependiente (Soja 1999, cap. 1). O, como lo señaló Foucault, en una de sus frases más repetidas por los geógrafos: "El espacio fue tratado como lo muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil. El tiempo, al contrario, era riqueza, fecundidad, vida, dialéctica" (Foucault 1980, 67).

En síntesis, estas últimas cuatro décadas "ha[n] alterado la relaciones de espacio y tiempo y ha[n] forzado a nuevas prácticas materiales, así como a nuevos modos de representación del espacio", lo cual, para lo que nos interesa, incide en la manera en que se incorpora el espacio en la historia, aspecto que se abordará en la siguiente sección (Harvey 1990, 425).

Hacia la multiplicidad del espacio en la historia

Las transformaciones experimentadas en la disciplina histórica en relación con la manera como se incorpora la dimensión espacial son variadas, diversidad explicada tanto por las particularidades de cada tradición historiográfica como por la forma en que los cambios sociales descritos han jugado en cada caso. Siguiendo la propuesta analítica de Alan Baker, elaborada para entender las relaciones entre geografía, historia y geografía histórica, la producción académica puede ser entendida como un conjunto heterogéneo de prácticas y practicantes, en donde se superponen diferentes estratos espaciales y temporales (Baker 2003, 7-8). Así, basado en la propuesta braudeliana de las tres duraciones, considera, al menos, tres estratos para el análisis historiográfico (Braudel 1970). En primera instancia, los análisis que consideran momentos muy específicos, en los cuales es posible hacer un seguimiento más detallado a individuos y grupos en un período de apenas pocos años, análisis que se caracterizan por una inmensa variedad de temas, corrientes y tendencias. En segunda instancia estarían los estudios de alcance "coyuntural", donde es posible identificar los temas que son "privilegiados" en períodos un poco más largos (décadas); por tanto, en este nivel ya se pueden detectar ciertos patrones en la investigación. Finalmente, en un análisis de más largo aliento se busca detectar continuidades y cambios más gruesos en la práctica disciplinar (Baker 2003, 7).

Siguiendo esta línea de argumentación, en esta sección del artículo interesa destacar aquellos cambios que se han dado en las últimas décadas en la disciplina como un todo, en el límite entre la escala coyuntural y estructural de Baker. Al hacerlo, puede dar la sensación de que se establece una relación mecánica entre los cambios sociales y el campo académico. Debe reiterarse, no obstante, que ésa no es la idea que se quiere transmitir, por cuanto la sociedad, así como la comunidad científica, son complejas, diversas, heterogéneas y contradictorias, y, a pesar de que es una práctica social, la dinámica disciplinar guarda sus propias particularidades, que impiden que sólo sea un reflejo del resto de la sociedad.

En este marco, una línea de trabajo destacada de la disciplina en las últimas décadas se ha concentrado en demostrar que el conocimiento histórico no es neutro y que depende de dónde se realiza, lo que ha sentado las bases a propuestas que quieren superar la herencia eurocéntrica de la historia (Goody 2006; Piazzini 2006; Iggers, Wang y Mukherjee 2008; Wallerstein 2001; Chakrabarty 2000; Subrahmanyam 1997; Said 2009). Otra línea de trabajo diferente tiene que ver con las posibilidades tecnológicas facilitadas por el desarrollo de los Sistemas de Información Geográfica: la autodenominada Historia Espacial. De acuerdo con Richard White, uno de los fundadores del proyecto en la Universidad de Stanford, la historia espacial busca ofrecer nuevas herramientas de investigación histórica basadas en la espacialización de datos, eventos y procesos, lo que permite, según él, diseñar nuevas formas de hacer historia, ya que "los historiadores aun escriben de manera rutinaria sobre el cambio político, el cambio social, las relaciones de clase, las relaciones de género o el cambio cultural como si las dimensiones espaciales de todos estos temas importaran muy poco" (White 2010, parágrafo 6).

Tanto la historia espacial como los análisis de la producción del conocimiento histórico hacen parte de un movimiento mayor en la disciplina, que tiene que ver con el cuestionamiento del Estado-nación y que ha llevado a que se propongan la validez y necesidad de mirar otras escalas espaciales, pero en especial, a hacer énfasis en su interacción.

No es la primera vez que se cuestiona el dominio del Estado-nación en la historiografía. Uno de los casos más sobresalientes es el de los Annales, en Francia, llamado así por la revista que empezó a circular en 1929, justo en el período de la "Gran Depresión", hecho que condicionó la aparición de nuevas cuestiones que daban más peso a lo económico y lo social (Dosse 1988, 16). Una de las maneras más claras en que estos historiadores criticaron la espacialidad del Estado-nación, fue precisamente a partir de hacer historias de espacios que no estaban delimitados de esta forma, y de cuestionar, por tanto, la "naturalidad" de los límites políticos. Por ejemplo, Fernand Braudel buscó superar la visión localista y nacionalista de Europa, al hacer del Mediterráneo el principal actor de la historia europea y al establecer que, más que las coyunturas políticas y sociales, dentro de las cuales se ubica la temporalidad del Estado-nación, existe una temporalidad de larga duración, anclada en los procesos geológicos y climatológicos (Braudel 1976 y 1970).

En contraste con la aproximación braudeliana, donde lo espacial estaba anclado, principalmente, en las dinámicas físicas de larga duración, en la actualidad la crítica al Estado-nación en la historiografía hace énfasis en el papel de la sociedad en la construcción del espacio y las escalas. Así, ha surgido una serie de propuestas cuyas denominaciones ilustran el énfasis que les dan a las interconexiones: historia cruzada (histoire croissée), historias entrelazadas (entangled histories), historias conectadas (connected histories, histoires connectées), historias compartidas (shared histories) (Zimmermann 2010, 173).

Sin entrar en las particularidades de cada aproximación, lo más relevante de estas propuestas es que comparten el hecho de ser un conjunto de "aproximaciones relacionales que examinan los vínculos entre diferentes formaciones [sociales] históricamente constituidas" (Werner y Zimmermann 2006, 31). Para el caso que interesa en este artículo, lo relevante es que en estas diferentes aproximaciones hay una tendencia a pasar de asumir el espacio como algo estable y bien delimitado, a hacer énfasis en la interacción permanente, pero cambiante, entre espacios, escalas y actores.

Éste es el caso, por ejemplo, de la historia global, que constituye uno de los campos característicos de la historia en el régimen de historicidad actual, por cuanto alude precisamente a la emergencia de eventos y procesos que se despliegan en la escala global y que, por tanto, no se definen únicamente a partir de las historias internacionales (Iriye 2002, 47; Dirlik 2005, 393-394; Hopkins 2006, 4; Fazio 2009c, 302). En esta propuesta, lo global no es sólo algo mayor que lo nacional, sino una dinámica que se realiza por la interacción histórica entre muchos espacios (Duara 2002, 32; Dirlik 2005, 396-397; Gruzinski 2010, 43).

En este proceso de cambio en la forma que la historia asume al espacio, el concepto de escala tiene un papel central, pues las propuestas relacionales mencionadas se basan en la idea de que los cruces e interacciones se realizan en diferentes niveles. Por ejemplo, Metzler, al analizar la construcción de la política económica japonesa de comienzos del siglo XX, recurre a los intercambios que se dieron entre las escuelas económicas de Estados Unidos, Alemania y Japón, de manera que ciertos preceptos económicos que se habían "universalizado", como la idea de un estado interventor en la economía, encontraron eco y fueron ajustados como parte de la emergencia del movimiento de unidad nacional en Japón (Metzler 2006).

Empero, la consideración de la multiplicidad de escalas comporta una particularidad. En la consideración del Estado-nación como un espacio claramente delimitado está implícita la idea de que las escalas más pequeñas están contenidas en las más grandes. Esto significaba que las historias de las provincias o los departamentos estaban subsumidas en la historia nacional, la cual estaba a su vez incorporada en historias de regiones o áreas que apuntaban a una historia mundial, dictada por la trayectoria europea (y luego norteamericana) (Iriye 2002, 47; Kocka y Haupt 2009, 19; Dirlik 2005, 393; Subrahmanyam 1997, 742).

No obstante, puesto que ahora existe la tendencia a ver las historias a partir de interacciones con muchos espacios, que no son necesariamente nacionales ni contiguos, cada nivel espacial de análisis tiene unas particularidades, de las que no pueden ilustrar, necesariamente, las escalas mayores. Por tanto, existe una "inconmensurabilidad de los niveles de análisis" (Delacroix 2010, 727), lo que implica que la elección de la escala no es un asunto neutral, sino que depende de las propiedades de lo estudiado y del interés del investigador (Werner y Zimmermann 2006, 42). En resumen, se experimenta un cambio que, por una parte, va de la superposición de escalas a la interacción entre las mismas, y por otra, de una aproximación que se basa en la continuidad espacial entre una escala y otra, a otra que enfatiza la discontinuidad (Revel 2010, 532), en clara sintonía con la idea de redes, interconexiones e interdependencias en la experiencia del tiempo y el espacio ya señaladas.

Esta nueva condición de la escala se observa particularmente bien en las aproximaciones locales de la historia, de manera específica, en los trabajos que tienen que ver con espacios "pequeños", por cuanto las historias locales en el marco de la historia nacional se percibían fundamentalmente como las historias de los espacios político-administrativos menores (municipios, veredas, pueblos), de nuevo, bajo la idea de unidades homogéneas con límites claros. Desde mediados de la década de los años sesenta del siglo XX, como indicadores de una nueva forma de asumir el espacio, bajo la rúbrica de "Microhistoria" comenzaron a aparecer estudios históricos que hacían énfasis en las dinámicas locales y cotidianas. Así, se publicaron estudios de espacios que no eran definidos por lo político-administrativo, sino por sus dinámicas sociales y culturales, como es el caso del trabajo de Luis González sobre su pueblo natal en Michoacán (México) (González 1995). Por otra parte, se hicieron historias a partir de casos personales, para ilustrar procesos históricos mayores, aunque sin pretensiones de totalidad. En estos últimos casos, el centro no era tanto el espacio en sí, sino el énfasis en las dinámicas sociales (Ginzburg 2001).

A estos trabajos iniciales se han sumado muchos otros en las últimas dos décadas, no necesariamente orientados desde la "Microhistoria", que han tenido la preocupación de entender los espacios cotidianos como construcciones sociales, mirando las dimensiones tanto simbólicas como materiales. Siguiendo a Peter Burke:

    La referencia a los espacios es digna de notar [...] La historia de las ciudades estaría incompleta sin los estudios de las plazas de mercado, así como la historia de la casa estaría incompleta sin los estudios del uso del espacio en los interiores [... ] Los historiadores de la ciencia ahora se interesan por los espacios dentro de los laboratorios o los salones de anatomía, mientras que los historiadores del imperio estudian la producción de los cuarteles militares [cantonment] y las casas de descanso [bungalow]. Los historiadores del arte miran las galerías y los museos no sólo como instituciones, sino como espacios; los historiadores de la música examinan el diseño de las salas de ópera y las salas de concierto [...]. (Burke 2004, 69)3

El concepto de lugar ayuda a entender esta relevancia de lo local, de los espacios pequeños. Como muestra Withers, este concepto es tan polivalente como los de espacio y tiempo (Withers 2009, 639). Sin embargo, tiende a tener una particularidad, y es que, a pesar de esa diversidad de significados, desde la década de los sesenta se identifica al lugar como un espacio en el que es más evidente la interacción entre dinámicas espacio-temporales de diferente orden y magnitud, incluidas manifestaciones de identidad y apego (Harvey 1996, 294; Agnew 1987, cap. 3). Es decir, las ideas del espacio como construcción social y de lo global como interacción entre diferentes escalas, se han apreciado con mayor intensidad y claridad en los estudios de lugares.

En resumen, el cambio de régimen de historicidad que se está experimentando en las últimas cuatro décadas ha imprimido cambios importantes a la manera en que la historia incorpora el espacio. En general, estamos asistiendo al paso de una historia centrada en áreas bien delimitadas y estables, a una historia que hace énfasis en conexiones, intercambios y circulaciones entre lugares, regiones, países, todos cambiantes e inestables. Esto no supone la desaparición de la escala nacional en la historia, sino su reposicionamiento como una más entre muchas otras.

Conclusión

En las últimas cuatro décadas se ha asistido a un cambio en las formas de experimentar el espacio y el tiempo, el cual puede ser entendido como un cambio en el régimen de historicidad, es decir, un cambio en el orden dominante del tiempo. Así, hasta mediados de la década de 1960, el futuro era el referente temporal de la acción colectiva en muchos países del mundo. De acuerdo con esta perspectiva, había unas sociedades localizadas en Europa y Norteamérica que conocían la senda del progreso, es decir, el mejor estado posible para las sociedades, mientras que el resto del mundo se encontraba en etapas más atrasadas, y que sólo lograrían salir de allí si emulaban el camino de las naciones desarrolladas. Desde entonces, la ocurrencia de cambios sociales profundos -como la crisis económica que impidió mantener un crecimiento sostenido en Europa y Estados Unidos, la descolonización de Asia y África, la emergencia de la crisis ambiental y la posibilidad latente de una guerra nuclear- llevó al cuestionamiento del progreso material como motor de la historia y de la trayectoria europea como el modelo para el resto del mundo. Este cuestionamiento condujo a la ruptura del dominio del futuro en la experiencia del tiempo y su reemplazo progresivo por el presente.

Estos cambios en el régimen de historicidad han estado relacionados con cambios en la experiencia del tiempo y del espacio. Las transformaciones más relevantes en la experiencia espacial tienen que ver con el surgimiento de la escala global, que hace referencia a la existencia de dinámicas mayores que las internacionales, pero que tienen sentido porque interactúan y se conectan con dinámicas de escalas menores. Esta transformación se deriva de los cambios culturales, políticos, tecnológicos y económicos que han permitido incrementar la velocidad en varios aspectos de la vida social. Esta aceleración, además, ha conllevado la sincronicidad de experiencias diversas, la cual resalta las interacciones entre distintas escalas espaciales (y temporales) y enfatiza el predominio del presente en la experiencia del tiempo.

Estas transformaciones de las concepciones del espacio y el tiempo, enmarcadas en el cambio de régimen de historicidad, han influido en la práctica de la historia, por cuanto la actividad académica hace parte de las dinámicas sociales. Así, en el régimen de historicidad que privilegiaba el futuro, la historia incorporaba al espacio fundamentalmente a partir de la idea del Estado-nación. De acuerdo con ésta, el Estado-nación era un espacio claramente delimitado e internamente continuo, donde el gobierno nacional ejercía su soberanía. En contraste, en el régimen de historicidad que privilegia el presente, la historia ha comenzado a cuestionar el dominio del Estado-nación, haciendo énfasis en las interacciones que se crean en diferentes escalas, espacios y actores. Esto ha llevado a un interés por entender la manera en que la construcción social del espacio enriquece la comprensión de la dinámica histórica.

En este punto, los trabajos sobre los lugares son ejemplares, ya que ilustran cómo se relacionan personas, localidades, regiones o países que se articulan en torno a redes, nodos y flujos. Así, se está asistiendo al paso de una historia basada en el consenso estable entre progreso (desarrollo), Estado e historia nacional, a una basada en tensiones permanentes caracterizadas por la discontinuidad y la inestabilidad, pero también por la interdependencia y la multiplicidad de los agentes históricos.

Por último, es necesario insistir en que este artículo expone los cambios más generales en la disciplina como un todo, pero se espera que reflexiones más específicas, tanto espacial como temporal y temáticamente, permitan ver la complejidad y variedad de formas que adopta la relación entre historia, espacio y sociedad.


Comentarios

* Este artículo resultado de la investigación doctoral "La cuenca del río Tunjuelo en la construcción de Bogotá. Minería, inundaciones y urbanización en la segunda mitad del siglo XX", dirigida por la profesora Marta Herrera, coordinadora del grupo de investigación UMBRA: Espacio, Sociedad y Cultura, y cuenta con la financiación de Colciencias a partir del Programa de Formación de Doctorados Nacionales (Convocatoria 2010).

1 De hecho, Latour propone el término construcción, sin el adjetivo social, pues, según él, esta aproximación es muy antropocéntrica y niega la agencia de elementos no humanos, ya sean otros seres biológicos (animales o plantas), o dinámicas y elementos físicos (clima, ríos) o artefactos.

2 Jean Marc Besse, geógrafo francés, sugiere que éstas podrían ser las nociones de separación, orientación, inclusión y dimensión, pero no muestra cómo operan en casos concretos, y además, tampoco demuestra su carácter universal.

3 Como ejemplos, se pueden citar Billinge (2001) y Howell (2001).


Referencias

1. Agnew, John. 1987. Place and Politics. The Geographical Mediation of State and Place. Boston: Allen & Unwin.         [ Links ]

2. Baker, Alan. 2003. Geography and History. Bridging the Divide. Cambridge: Cambridge University Press.         [ Links ]

3. Bauman, Zygmunt. 1999. La globalización. Consecuencias humanas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

4. Beck, Ulrich. 2005. La mirada cosmopolita o la guerra es la paz. Barcelona: Paidós.         [ Links ]

5. Bender, Thomas. 2002. Historians, the Nation, and the Plenitude of Narratives. En Rethinking American History in a Global Age, ed. Thomas Bender. Los Ángeles: University of California Press, 1-21.         [ Links ]

6. Besse, Jean-Marc. 2009. Remarques sur la géographicité. Généalogie du mot, enjeux épistémologiques et historiographiques. En Historicités, eds. Christian Delacroix, François Dosse y Patrick García. París: Editions La Découverte, 285-299.         [ Links ]

7. Billinge, Mark. 2001. The Natural History of the Opera House: Theatre, Audience and Socialization in Nineteenth-Century Italy (with Parisian Asides). En Place, Culture, and Identity: Essays in Historical Geography in Honour of Alan R.H. Baker, eds. Isin Black, Robin Butlin, Alan Baker y Iain Black. Quebec: Presses de l'Université Laval, 143-180.         [ Links ]

8. Bourdieu, Pierre. 1977. Outline of a Theory of Practice. Cambridge: Cambridge University Press.         [ Links ]

9. Braudel, Fernand. 1970. La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

10. Braudel, Fernand. 1976. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, vol. 1. México: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

11. Bright, Charles y Michael Geyer. 2002. Where in the World Is America? The History of the United States in the Global Age. En Rethinking American History in a Global Age, ed. Thomas Bender. Los Ángeles: University of California Press, 63-99.         [ Links ]

12. Burke, Peter. 2004. What Is Cultural History? Cambridge: Polity.         [ Links ]

13. Castells, Manuel. 2006. La sociedad red: una visión global. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

14. Chakrabarty, Dipesh. 2000. Provincializing Europe: Postcolonial Thought and Historical Difference. Princeton: Princeton University Press.         [ Links ]

15. De Certeau, Michel. 1993. La escritura de la historia. México: Universidad Iberoamericana.         [ Links ]

16. Delacroix, Christian. 2010. Échelle. En Historiographies. Concepts et Débats, eds. Christian Delacroix, François Dosse, Patrick García y Nicolas Offenstadt. París: Gallimard, 725-730.         [ Links ]

17. Dirlik, Arif. 2005. Performing the World: Reality and Representation in the Making of World Histor(ies). Journal of World History 16, n° 4: 391-410.         [ Links ]

18. Dosse, François. 1988. La historia en migajas. De "Annales" a la "Nueva Historia". Valencia: Alfons el Magnànim.         [ Links ]

19. Dosse, François. 2003. La Historia. Conceptos y escrituras. Buenos Aires: Nueva Visión.         [ Links ]

20. Duara, Prasenjit. 2002. Transnationalism and the Challenge to National Histories. En Rethinking American History in a Global Age, ed. Thomas Bender. Los Ángeles: University of California Press, 25-46.         [ Links ]

21. Durkheim, Émile. 1993. Las formas elementales de la vida religiosa. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

22. Eisenstadt, Shmuel N. 2000. Multiple Modernities. Daedalus 129, n° 1: 1-29.         [ Links ]

23. Fals Borda, Orlando. 2000. Acción y espacio. Autonomías en la Nueva República. Bogotá: Tercer Mundo - Iepri.         [ Links ]

24. Fazio, Hugo. 2003. La globalización en su historia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - Iepri.         [ Links ]

25. Fazio, Hugo. 2009a. El presente histórico. Una mirada panorámica (1968-2009). Bogotá: Ediciones Uniandes.         [ Links ]

26. Fazio, Hugo. 2009b. Los años sesenta y sus huellas en el presente. Revista de Estudios Sociales 33: 16-28.         [ Links ]

27. Fazio, Hugo. 2009c. La historia global y su conveniencia para el estudio del pasado y del presente. Historia Crítica Número Especial: 169-185.         [ Links ]

28. Fazio, Hugo. 2010. La historia del tiempo presente: historiografía, problemas y métodos. Bogotá: CESO - Ediciones Uniandes.         [ Links ]

29. Foucault, Michel. 1980. Questions on Geography. En Power/Knowledge: Selected Interviews and Other Writings, 1972-1977, eds. Michel Foucault y Robert B. Gordon. Nueva York: Pantheon Books, 63-77.         [ Links ]

30. Giddens, Anthony. 1997. Las consecuencias de la modernidad. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

31. Ginzburg, Carlo. 2001. El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI. Barcelona: Península.         [ Links ]

32. González, Luis. 1995. Pueblo en vilo: microhistoria de San José de Gracia. México: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

33. Goody, Jack. 2006. The Theft of History. Cambridge: Cambridge University Press.         [ Links ]

34. Gruzinski, Serge. 2010. Las cuatro partes del mundo: historia de una mundializacion. México: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

35. Haraway, Donna. 1991. Simians, Cyborgs, and Women. The Reinventionof Nature. Nueva York: Routledge.         [ Links ]

36. Hartog, François. 2007. Regímenes de historicidad: presentismo y experiencias del tiempo. México: Universidad Iberoamericana.         [ Links ]

37. Hartog, François. 2010. Historicité/Régimes d'historicité. En Historiographies. Concepts et Débats, eds. Christian Delacroix, François Dosse, Patrick García y Nicolas Offenstadt. París: Gallimard, 766-771.         [ Links ]

38. Harvey, David. 1990. Between Space and Time: Reflections on the Geographical Imagination. Annals of the Association of American Geographers 80, n° 3: 418-434.         [ Links ]

39. Harvey, David. 1996. Justice, Nature & the Geography of Difference. Oxford: Blackwell.         [ Links ]

40. Harvey, David. 1998. La condición de la posmodernidad: investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Buenos Aires: Amorrortu.         [ Links ]

41. Herrera, Beethoven. 2005. Globalización. El proceso real y financiero. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.         [ Links ]

42. Herrera, Marta. 2004. Historia y Geografía, Tiempo y espacio. Historia Crítica 27: 169-185.         [ Links ]

43. Hopkins, Anthony. 2006. Introducción a Global History: Interactions between the Universal and the Local de Anthony Hopkins. Nueva York: Palgrave Macmillan.         [ Links ]

44. Howell, Philip. 2001. Prostitutional Space in the Nineteenth-Century European City. En Place, Culture, and Identity: Essays in Historical Geography in Honour of Alan R.H. Baker, eds. Isin Black, Robin Butlin, Alan Baker y Iain Black. Quebec: Presses de l'Université Laval, 181-202.         [ Links ]

45. Iggers, Georg, Q. Edward Wang y Supriya Mukherjee. 2008. A Global History of Modern Historiography. Nueva York: Pearson Longman.         [ Links ]

46. Iriye, Akira. 2002. Internationalizing International History. En Rethinking American History in a Global Age, ed. Thomas Bender. Los Ángeles: University of California Press, 47-62.         [ Links ]

47. Kern, Stephen. 2003. The Culture of Time and Space, 1880-1918: With a New Preface. Cambridge - Londres: Harvard University Press.         [ Links ]

48. Kocka, Jürgen y Heinz-Gerhard Haupt. 2009. Comparison and Beyond: Traditions, Scope, and Perspectives of Comparative History. En Comparative and Transnational History, eds. Heinz-Gerhard Haupt y Jürgen Kocka. Nueva York - Oxford: Berghahn Books, 1-30.         [ Links ]

49. Koselleck, Reinhart. 1993. Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós.         [ Links ]

50. Latour, Bruno. 2001. La esperanza de Pandora. Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Barcelona: Gedisa.         [ Links ]

51. Le Goff, Jacques. 1980. Time, Work & Culture in the Middle Ages. Chicago: University of Chicago Press.         [ Links ]

52. Lefebvre, Henri. 1991. The Production of Space. Oxford -Cambridge: Wiley-Blackwell.         [ Links ]

53. Lévi-Strauss, Claude. 1976. Structural Anthropology. Nueva York: Basic Books.         [ Links ]

54. Massey, Doreen. 2005. For Space. Londres - Thousand Oaks: SAGE.         [ Links ]

55. McNeill, John R. 2010. The Environment, Environmentalism, and International Society in the Long 1970s. En The Shock ofthe Global. The 1970s in Perspective, ed. Niall Ferguson. Cambridge: The Belknap Press of Harvard University Press, 263-278.         [ Links ]

56. Méndez, Ricardo. 1997. Geografía económica. La lógica espacial del capitalismo global. Barcelona: Ariel.         [ Links ]

57. Metzler, Mark. 2006. The Cosmopolitanism of National Economics: Friedrich List in a Japanese Mirror. En Global History: Interactions between the Universal and the Local, ed. Anthony Hopkins. Nueva York: Palgrave Macmillan, 98-130.         [ Links ]

58. Paasi, Anssi. 2008. Territory. En A Companion to Political Geography, eds. John Agnew, Katharine Mitchell y Gerard Toal. Oxford: Blackwell, 109-122.         [ Links ]

59. Peet, Richard. 1998. Modern Geographical Thought. Nueva York: Wiley Blackwell.         [ Links ]

60. Piazzini, Carlo Emilio. 2006. El tiempo situado: las temporalidades después del giro espacial. En (Des)territorialidades y (No)lugares: procesos de configuración y transformación social del espacio, eds. Diego Herrera y Carlo Emilio Piazzini. Medellín: La Carreta, 53-73.         [ Links ]

61. Prost, Antoine. 2001. Fronteras y espacios de lo privado. En Historia de la vida privada. De la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días, eds. Philippe Ariès y Georges Duby. Madrid: Taurus Minor, 17-133.         [ Links ]

62. Revel, Jacques. 2010. Microstoria. En Historiographies. Concepts et Débats, eds. Christian Delacroix, François Dosse, Patrick García y Nicolas Offenstadt. París: Gallimard, 529-534.         [ Links ]

63. Said, Edward. 2009. Orientalismo. Barcelona: Random House.         [ Links ]

64. Santos, Milton. 2004. Por otra globalización. Del pensamiento único a la conciencia universal. Bogotá: Convenio Andrés Bello.         [ Links ]

65. Schlögel, Karl. 2007. En el espacio leemos el tiempo: sobre historia de la civilización y geopolítica. Madrid: Siruela.         [ Links ]

66. Soja, Edward. 1999. Postmodern Geographies: The Reassertion of Space in Critical Social Theory. Londres - Nueva York: Verso.         [ Links ]

67. Subrahmanyam, Sanjay. 1997. Connected Histories: Notes Towards a Reconfiguration of Early Modern Eurasia. Modern Asian Studies 31, n° 3: 735-762.         [ Links ]

68. Taylor, Peter. 1993. Political Geography: World-economy, Nation-state, and Locality. Essex: Wiley & Sons.         [ Links ]

69. Wallerstein, Immanuel. 2001. Abrir las ciencias sociales. Informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales. México: Siglo XXI.         [ Links ]

70. Wallerstein, Immanuel. 2006. Análisis de Sistemas-mundo: una introducción. México: Siglo XXI.         [ Links ]

71. Werner, Michael y Bénédicte Zimmermann. 2006. Beyond Comparison: Histoire Croisée and the Challenge of Reflexivity. History and Theory 45: 30-50.         [ Links ]

72. White, Philip. 2006. Globalization and the Mythology of the 'Nation State'. En Global History: Interactions between the Universal and the Local, ed. Anthony Hopkins. Nueva York: Palgrave Macmillan, 257-284.         [ Links ]

73. White, Richard. 2010. What Is Spatial History? Universidad de Stanford, The Spatial History Project. <http://www.stanford.edu/group/spatialhistory/cgi-bin/site/pub.php?id=29>         [ Links ].

74. Withers, Charles W. J. 2009. Place and the 'Spatial Turn' in Geography and in History. Journal of the History of Ideas 70, n° 4: 637-658.         [ Links ]

75. Zimmermann, Bénédicte. 2010. Histoire Comparée, Histoire Croissée. En Historiographies. Concepts et Débats, eds. Christian Delacroix, François Dosse, Patrick García y Nicolas Offenstadt. París: Gallimard, 170-176.         [ Links ]

Fecha de recepción: 29 de noviembre de 2012 Fecha de aceptación: 19 de abril de 2013 Fecha de modificación: 9 de mayo de 2013