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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.48 Bogotá ene./abr. 2014

 

Migraciones de los Kichwasr-Otavalo en Bogotá*

Juan Thomas Ordóñez**, Fabio Andrés Colmenares***, Anne Gincel****, Diana Rocío Bernal*****

* Este artículo es resultado del proyecto "Reconocimiento y ejercicio de los derechos de los migrantes indígenas no reconocidos en Bogotá D.C.", financiado por el Instituto Rosarista de Acción Social "Rafael Arenas Ángel" -SERES- Universidad del Rosario, Colombia. Los autores reconocen y agradecen la contribución de los estudiantes Ana Bolena Pedroza, Andrés Vargas, Catalina Vargas, Óscar Díaz, Daniel Serrano, Diana Cepeda, Michelle Gracia, Julián Salazar, María Fernanda Jaramillo, Lucía Hernández y Valeria Buscelli.

** Ph.D. en Antropología Médica por la Universidad de California, Berkeley (Estados Unidos). Profesor de Antropología de la Universidad del Rosario (Colombia) y miembro del grupo de investigación "Estudios sobre identidad". Entre sus últimas publicaciones se encuentra Documentos e indocumentados: antropología urbana, inmigración y ciudadanía. Revista de Antropología Social 22 (2013): 83-101. Correo electrónico: juan.ordonez@urosario.edu.co

*** Sociólogo por la Universidad del Rosario, Colombia. Asistente de investigación del grupo de investigación "Estudios sobre identidad". Correo electrónico: fabioandres2290@gmail.com

**** Doctora en Sociología por la Universidad París-Panthéon-Sorbonne, Francia. Profesora de Universidad del Rosario (Colombia) y miembro del grupo de investigación "Estudios sobre identidad". Entre sus últimas publicaciones se encuentran La migration colombienne a Paris. En Histoire des immigrations en Ile-de-France de 1830 a nos jours, dir. Lillo Natacha. París: Editions Publibook, 2012. Correo electrónico: anne.gincelcollazos@urosario.edu.co

***** Doctora en Derecho por la Universidad Rey Juan Carlos (España). Profesora de la Universidad del Rosario (Colombia) y miembro del grupo de investigación en "Derechos Humanos". Entre sus últimas publicaciones se encuentra La solidaridad y las declaraciones internacionales de derechos humanos y bioética: el caso del derecho a la salud de los pueblos indígenas colombianos. Revista Acta Bioethica 19, n° 1 (2013): 9-18. Correo electrónico: diana.bernalc@urosario.edu.co

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res48.2014.04


RESUMEN

Este artículo explora algunas singularidades de los Kichwa-Otavalo en Bogotá. Tras una presencia histórica de setenta años que incluye relaciones continuas, no sólo entre personas en Colombia y Ecuador, sino en el ámbito mundial, esta población presenta un caso complejo y significativo para los estudios migratorios. Por un lado, plantea relaciones transnacionales donde el "lugar de origen" se disloca a partir de focos secundarios alrededor de los cuales se articula la población. Por otro, ilustra la importancia de redes migratorias frente al reconocimiento del Estado. Así, mostramos diferentes formas de integración a la ciudad y sugerimos que un determinante central de las condiciones de vida en la ciudad está atado a la posición relativa de las personas a redes migratorias establecidas.

PALABRAS CLAVE

Migración indígena, redes migratorias, Kichwa-Otavalo, Colombia, Ecuador.


Kichwa-Otavalo Migrations in Bogota

ABSTRACT

This article explores the singularities of Kichwa-Otavalo migrants in Bogota. With seventy years of historical presence in this city that includes continual relationships not only between people in Colombia and Ecuador, but at the worldwide level as well, this population constitutes a complex and significant case for migration studies. On the one hand, it raises the question of transnational relations where the "place of origin" has been dislocated through secondary foci around which the population is articulated. On the other hand, it illustrates the importance of migratory networks with respect to recognition by the state. Thus, we show different forms of integration into the city and suggest that a central determining factor of living conditions in the city is tied to people's relative position to established migratory networks.

KEY WORDS

Indigenous migration, migratory networks, Kichwa-Otavalo, Colombia, Ecuador.


Migrações dos Kichwas-Otavalo em Bogotá

RESUMO

Este artigo explora algumas singularidades dos Kichwa-Otavalo em Bogotá. Após uma presença histórica de setenta anos que inclui relações contínuas, não somente entre pessoas na Colômbia e no Equador, mas também no âmbito mundial, essa população apresenta um caso complexo e significativo para os estudos migratórios. Por um lado, apresentam-se relações transnacionais em que o "lugar de origem" se desloca a partir de focos secundários em volta dos quais se articula a população. Por outro, ilustra-se a importância de redes migratórias ante o reconhecimento do Estado. Assim, mostramos as diferentes formas de integração à cidade e sugerimos que um determinante central das condições de vida na cidade está ligado à posição relativa das pessoas a redes migratórias estabelecidas.

PALAVRAS CHAVE

Migração indígena, redes migratórias, Kichwa-Otavalo, Colômbia, Equador.


Introducción

Para quienes trabajamos en el centro de Bogotá, no es raro ver indígenas comerciando ropa entre el tumulto de gente en los andenes y pasajes de la ciudad. Hombres de pelo largo y trenzado junto a mujeres ataviadas con anaco, faja, collares dorados y camisas bordadas, se entremezclan con los demás vendedores y transeúntes. Los grupos de música andina también se han instalado en la cotidianidad bogotana, y quenas, zampoñas, guitarras y bafles aparecen de repente en las esquinas de plazas y parques para competir con los cantantes de salsa y otros que ocupan el espacio público. Algunas personas piensan que estos indígenas tienen algo que ver con Ecuador, y otras saben que vienen de la región de Imbabura, pero pocas reconocen que la presencia de estos indígenas en Bogotá, los Kichwa-Otavalo, no es reciente y que es más compleja de lo que aparenta ser.1

Este artículo propone un acercamiento a la migración kichwa de la provincia de Imbabura, desde la perspectiva de Bogotá, su enclave en el exterior más antiguo y tal vez el mejor establecido políticamente. Sugerimos que aun cuando esta población ha sido reconocida mundialmente como un grupo indígena transnacional y globalizado (D'Amico 2011; Kyle 2003; Meisch 2002), el marco que se usa para entender el fenómeno pasa por alto que tras más de setenta años de migración, ser Kichwa tiene significados complejos que se salen de una perspectiva binaria de relaciones entre comunidades de origen y comunidades receptoras. La diversidad de migrantes kichwas en Bogotá hace de la capital colombiana un caso importante en los estudios migratorios transnacionales. En esta urbe se entremezclan diferentes generaciones de comerciantes y músicos bien establecidos y atados a redes de migración y comercio con otros Kichwas menos conectados, algunos indocumentados, que entran y salen esporádicamente del país. Por otro lado, parte de la población obtuvo reconocimiento oficial en 2005 como cabildo indígena urbano, lo que hace de Bogotá un caso singular.

Queremos esbozar algunas particularidades de la migración indígena de Imbabura a Bogotá para hacer más complejas las perspectivas propuestas hasta el momento, tanto en cuanto a las características de la migración transnacional como al alcance y las limitaciones de las políticas multiculturales en Colombia. Principalmente, planteamos que los Kichwas constituyen en la capital colombiana una población heterogénea donde los migrantes se consolidan como actores sociales a partir de la intersección entre su posición relativa en redes migratorias transnacionales y su relación con las políticas de reconocimiento indígena en el país. De esta forma, usamos cinco casos para mostrar variaciones en la experiencia migrante, que sugieren que los Kichwas no pueden ser entendidos simplemente como un grupo indígena en Colombia. La complejidad del entorno urbano, en conjunción con varias décadas de contexto migratorio caracterizado por diferentes estrategias de movilidad y asentamiento, demandan un análisis de las intersecciones migratorias de individuos inscritos diferencialmente en redes transnacionales y su relación con las políticas del Estado colombiano.

Este trabajo surge de una investigación interdisciplinar (antropología, sociología y jurisprudencia), que ha estudiado desde junio de 2012 las diferentes formas en que esta población se relaciona con la ciudad. La recolección de datos se basó en el trabajo etnográfico de un equipo de investigadores y estudiantes de las tres disciplinas. El equipo de investigación identificó zonas de la ciudad donde viven o trabajan migrantes kichwa, y se dividió geográficamente en las más representativas, principalmente en las localidades de Santa Fe, Bosa y Engativá. A través del trabajo en equipo, logramos una exposición amplia de las diferentes formas de ser kichwa y de relacionarse con la ciudad de Bogotá y con el Estado colombiano. En una segunda fase, diseñamos entrevistas semiestructuradas para profundizar en la experiencia de los sujetos de estudio. Las entrevistas buscaban reconstruir la trayectoria migratoria de algunos Kichwas y relacionarla con su posición en redes migratorias establecidas, incluidas aquellas que se han consolidado políticamente en el Cabildo.

De redes migratorias y políticas multiculturales

Los estudios de migración transnacional han enmarcado los flujos poblacionales dentro de de redes sociales, partiendo de los análisis ya clásicos de Mitchell (1974) y otros que buscaron construir analíticamente estas redes -vínculos establecidos a partir de parentesco, etnicidad, gremio, amistades, etcétera- como parte central de la manera en que se conformaban los campos sociales en donde los actores se desenvuelven. Desde sus inicios, el análisis de redes sociales ofrecía conceptualmente la posibilidad de articular las relaciones entre diferentes personas en campos sociales complejos (Suárez-Navaz 2008) que podían exceder lo "local", sin necesariamente desarticular las prácticas o representaciones localizadas. Hace más de dos décadas, el análisis de redes atadas a flujos migratorios ha ofrecido amplias críticas a los estudios clásicos, de tal forma que, más que movimientos unidireccionales de individuos específicos, el fenómeno se entiende como un sistema de relaciones individuales, de parentesco e institucionales, entre otras, que afectan los entornos sociales, culturales, económicos y políticos de múltiples personas (no todas migrantes) relacionadas entre sí a través de una geografía que sobrepasa las fronteras nacionales (Glick Schiller 2007; Guarnizo 2006). Las redes migratorias permiten entender los lazos entre personas, las instituciones que las afectan y las dinámicas que genera la migración, sin separar tajantemente a las comunidades de origen de las receptoras, o a las personas que migran de sus congéneres que no lo hacen (Guarnizo, Sánchez y Roach 1999, 369). El género, la edad, la educación y la afluencia estructuran la experiencia de diferentes personas afectadas por la migración que no pueden ser tomadas como miembros iguales de una población homogénea. Una pregunta central es el papel que desempeñan instituciones como las ONG y el Estado en la articulación de estos campos sociales (Glick Schiller, Basch y Szanton Blac 1995; Levitt 2001).

En este caso, miraremos miembros de redes migratorias que se han incorporado en Bogotá de diferentes formas. En la ciudad, los Kichwas-Otavalo son miembros de redes transnacionales que cruzan varias fronteras estatales, pero se encuentran en un contexto nacional donde ser indígena está regimentado por el Estado a través de políticas multiculturales, donde una parte de la población kichwa asentada en Bogotá (en cuanto a residencia "legal" o nacionalidad colombiana) se ha inscrito en el cuerpo de la nación como grupo étnico.

El Estado colombiano, multicultural y pluriétnico desde la Constitución Política de 1991, abrió las puertas a la creación de políticas con un enfoque diferencial basado en la existencia en el país de múltiples grupos sociales, culturales y étnicos (Bocarejo 2011 y 2012; Castillo y Cairo 2002; Chaves y Zambrano 2006). Desde entonces, uno de los retos de diferentes grupos ha sido la búsqueda del reconocimiento estatal, que, a grandes rasgos, está basado en un "otro étnico" que debe ser incluido diferencialmen-te dentro de los límites legales y políticos del Estado (Bocarejo 2012; Del Cairo 2007). Esto permite que las luchas históricas de grupos indígenas se enmarquen en las políticas de reconocimiento multicultural, que entiende las dinámicas políticas, sociales, y económicas como intrínsecamente atadas a territorios y prácticas ancestrales. Desde la década de los noventa se han generado debates en torno a este reconocimiento que esencializa y limita los términos a partir de los cuales los grupos en cuestión pueden y deben relacionarse con el Estado. Directamente atada al caso que tratamos está la noción de pertenencia a un territorio delimitado, ya que a partir de los efectos de la violencia política y estructural que ha caracterizado al país en el último siglo, miles de indígenas de decenas de grupos migraron a las grandes ciudades y han demandado, en diferentes momentos, reconocimiento autónomo en cuanto al territorio de origen, para acceder a servicios estatales desde los centros urbanos (Zambrano 2011).

En efecto, parte de la población kichwa ha sido reconocida como un grupo indígena colombiano, y su articulación política aprovechó esta coyuntura para argumentar la legitimidad de una población indígena urbana, reconocida como Cabildo Mayor Indígena Kichwa de Bogotá durante la alcaldía de Luis Eduardo Garzón, en 2005 (Hernández 2006, 20). Esto entre un grupo de sólo cinco cabildos urbanos reconocidos, anomalía que surgió en Colombia (Bocarejo 2012; Chaves y Zambrano 2006) cuando las tensiones entre el Gobierno central, los indígenas de la ciudad y el distrito capital llegaron momentáneamente a un punto medio (Zambrano 2011). Algo problemático dentro de las relaciones entre los Kichwas establecidos en la ciudad en el momento en que surgió el Cabildo es que éste fue gestionado, en gran parte, por un grupo de familias específicas, con trayectoria en la ciudad, pero que no representaban necesariamente a todos los Kichwas residentes Bogotá (Caicedo 2010).

El Cabildo Mayor cumple varias funciones en la administración de recursos provenientes de las políticas diferenciales de la ciudad y el Estado. Esto se hace a partir de un censo donde se inscriben individuos y familias que cumplen ciertos requerimientos documentales. A grandes rasgos, el Cabildo determina quién es Kichwa ante el Estado. Esta representación y este reconocimiento tienen la particularidad de incluir nominalmente a Kichwas no nacionales, pero con estatus migratorio definido, pues muchas familias incluyen integrantes con diferentes estatus migratorio y personas con nacionalidad colombiana. Esto agrega un elemento "migratorio" a las relaciones con el Estado, pues los Kichwas que no son nacionales colombianos (por nacimiento o por el poco común y engorroso proceso de nacionalización) tienen dos formas de mantener un estatus legal como migrantes. Ambas formas son reguladas por el "Estatuto migratorio permanente entre Colombia y Ecuador" (Ley 1203 de 2008), pero sólo una de ellas les permite la opción del reconocimiento político como indígenas.

La primera opción es para migrantes temporales que no excedan los noventa días en el país (con la posibilidad de extenderse noventa días más), a través de la Tarjeta Andina, que facilita los movimientos poblacionales entre países de la Comunidad Andina. Esta tarjeta exime al portador de presentar pasaporte y, en teoría, le permite trabajar y acceder a ciertos servicios básicos. Es utilizada por los Kichwas que vienen a Colombia a comerciar durante ciertas épocas del año. La segunda posibilidad es establecer residencia "legal" en el país y obtener una cédula de extranjería, que se tramita en Migración Colombia. El proceso es costoso e implica, legal y documentalmente, "inmigrar".2 La duración de esta cédula es indefinida y sólo caduca cuando la persona completa tres años fuera de Colombia. Brinda al residente una relación más directa con el Estado, que incluye nominalmente hacer parte del Cabildo, si la persona lo desea.

El estatus migratorio hace difícil estimar la población kichwa en Bogotá porque, además de los que están incluidos en los censos del Cabildo, hay un alto número de Kichwas legales o colombianos que no están inscritos, por desacuerdos internos o desconocimiento, y un número variable de migrantes temporales que vienen a vender textiles o a tocar música. Muchos de estos últimos sobreextienden el permiso de estancia de tres meses que les otorgan. Teniendo en cuenta que hay más de dos mil personas inscritas en el Cabildo y que en 2012 no pudieron inscribirse unas mil más por falta de documentos u otros requerimientos, los líderes de la comunidad estiman un número total de entre cuatro y seis mil Kichwas en Bogotá.

Estas características hacen problemático entender a los Kichwa en Bogotá, sin tener en cuenta que, a diferencia de otros grupos indígenas en Colombia, constituyen una población atada a redes migratorias transnacionales, cuya trayectoria en el tiempo es significativa. Aunque los Kichwas nacidos en Colombia, inmigrantes de segunda y tercera generación, son reconocidos por el Estado como un grupo indígena y, por ende, comparten un marco jurídico específico y problemáticas afines con otros grupos, sus relaciones de parentesco, economía, política e identidad están encadenadas a complejos flujos poblacionales en campos sociales transnacionales que abarcan casi todo el mundo. Esta población confronta una serie de dinámicas que son únicas para los grupos indígenas en el país, incluida una afluencia comparativamente alta y, en parte, la opción de una independencia relativa de las políticas multiculturales, pues muchos de los Kichwas establecidos en la ciudad son emprendedores independientes que no se asocian directamente con el Cabildo.

Contexto histórico

La región de Otavalo y su fuerza de trabajo indígena han estado atadas a la manufactura textil desde hace siglos, y sus lazos con Colombia y otros países de la región datan por lo menos desde la Colonia (Salomon 1973, 482-486). Sin embargo, el surgimiento de una clase de comerciantes transnacionales indígenas es un fenómeno que se consolidó en el siglo XX como un efecto de las actividades comerciales que empezaron en la Colonia, la problemática distribución de la tierra y las condiciones económicas cambiantes de Ecuador (Kyle 2003; Maldonado 2004; Meisch 2002). Hacia 1940, los indígenas manufactureros del Cantón, que empezó el siglo bastante aislado del resto del país (Parsons 1945), comenzaron a tener contactos comerciales externos. La ciudad de Otavalo, que hasta los años treinta se había mantenido principalmente mestiza, empezó a ver en el casco urbano un flujo de indígenas que venían a comerciar pero también a trabajar en fábricas y realizar otras tareas (Maldonado 2004, 43). Este flujo poblacional desde los entornos rurales a los cascos urbanos no es particular de Otavalo y ocurrió en otras partes del país (Suárez-Navaz 2012). Para principios de la década de los cuarenta,3 algunos comerciantes kichwas de Imbabura habían empezado a expandirse a otras partes, primero a Quito y otras ciudades de Ecuador (Kyle 2003, 129), y más tarde al otro lado de la frontera, en Colombia, y en países del Caribe y centroamericanos como Panamá (Salomon 1973). Las migraciones fueron variadas, con artesanos y comerciantes establecidos permanente o semipermanentemente, además de flujos transitorios de gente que iba y venía comerciando en ambas direcciones (Ordóñez Charpentier 2008, 75).

A medida que se expandió el comercio, empezó un proceso de transformación en Otavalo, cuyo casco urbano sufrió un cambio demográfico respecto a lo indígena y donde se reestructuraron las relaciones entre Kichwas y mestizos.4 De comerciantes pequeños, agricultores y jornaleros, obligados por relaciones de trabajo comunal, los Kichwas empezaron a manejar negocios propios y a relacionarse menos asimétricamente con los mestizos (Maldonado 2004). Estos procesos afectaron la reestructuración ideológica de las relaciones y tensiones entre indígenas y mestizos en toda la región (Huarcaya 2010; Colloredo-Mansfield 1999).

Los enclaves kichwa en Colombia y otros países fueron creciendo, y para la década de 1970 habían empezado a visibilizarse internacionalmente a través de la música tradicional de la región Andina. Desde entonces, los Kichwa-Otavalo han constituido un complejo entramado cultural globalizado, encarnado en la música, la artesanía textil y "tradiciones ancestrales", que los ha convertido en uno de los grupos indígenas más reconocidos en el ámbito mundial (Meisch 2002). Esto, desde su influencia sobre el mundo musical hasta la imagen esencializada del músico indígena callejero, que incluso hace su aparición en la serie animada de televisión estadounidense South Park, donde en un episodio se plantea una invasión de grupos de música andina (Parker 2008).5

Aunque la mayoría de los estudios sobre la migración kichwa mencionan tangencialmente viajes a Colombia, ignoran la relevancia de los enclaves establecidos en algunas de sus ciudades.6 Bogotá, por ejemplo, es un destino importante, y para algunos Kichwas constituye un foco central en las relaciones transnacionales, que generalmente se entienden como basadas en Ecuador. Los primeros flujos migratorios kichwas a Colombia ocurrieron a baja escala y bajo el manto de su industria textil, de tal forma que los descendientes de las primeras familias que llegaron a Bogotá dicen que vinieron a través de invitaciones oficiales para establecer los telares tradicionales otavaleños7 y enseñar su uso, o a través de órdenes religiosas que tenían representantes en ambos países y que buscaban traer la manufactura textil de Otavalo a Bogotá. Aunque no hemos constatado documental ni etnográficamente la naturaleza de estas invitaciones, es claro que la primera generación estableció una pequeña industria textil en el sur de la ciudad, desde donde empezaron a comercializar productos en el contorno nacional. Hubo, en efecto, una transposición de las actividades que realizaban en Ecuador a la ciudad de Bogotá, donde establecieron empresas más o menos independientes de las comunidades en Imbabura (en cuanto a materia prima). Estos "pioneros", como los llama Ordóñez Charpentier (2008),8 volvieron por temporadas a Ecuador, se casaron con mujeres kichwas ecuatorianas y tuvieron algunos de sus hijos en ese país. Cuando sus actividades empezaron a dar retornos, hubo un proceso de asentamiento en diferentes localidades de Bogotá, principalmente en el centro de la ciudad (Hernández 2006, 40) y en la periferia del casco urbano de la época: Bosa, donde se encontraban algunas de estas industrias, y Engativá, posteriormente.

Para los años sesenta hay documentación fotográfica de Kichwas que vendían productos ecuatorianos en el centro de la ciudad, y se empezó a consolidar una generación de Kichwas nacidos en Colombia. Esta generación mantuvo los lazos con Ecuador, casándose con parejas de las localidades de origen y estableciendo redes entre los dos países que traían mano de obra y artesanías, pero también llevaban artículos de cuero y otros elementos comerciables. Para los años ochenta, los Kichwas pioneros en Bogotá y sus familiares estaban bien asentados y comercializaban sus productos en las ciudades principales del país.

Los integrantes que quedan de la generación que migró en los años cuarenta y cincuenta tienen por lo general cédulas de extranjería, es decir, establecieron su residencia legal pero no se nacionalizaron. Quienes nacieron en Colombia son ciudadanos de esta nación y están entremezclados con hermanos nacidos en Ecuador y parejas ecuatorianas con residencia legal. Sin embargo, los flujos que hemos descrito arriba también se entrecruzaron con nuevas generaciones de migrantes kichwas, algunos simplemente migrantes temporales que venían a vender productos en ciertas épocas del año y se devolvían a Ecuador. Al mismo tiempo, cuando se empezó a consolidar la migración a otros países (años setenta), las redes migratorias a Colombia estaban tan establecidas que también se expandieron. En el análisis que hace Meisch (2002) de los grupos de música andina más importantes en el mundo durante las últimas tres décadas del siglo XX hay integrantes de la comunidad kichwa bogotana (algunas grabaciones fueron hechas en Bogotá), y es común encontrar tanto Kichwas ecuatorianos de esta generación como Kichwas nacidos en Colombia que han viajado extensamente por Latinoamérica, Norteamérica, Europa y Asia. Entre algunos de éstos hemos identificado individuos nacidos en Ecuador que vivieron la mayor parte de su vida en Colombia pero que no se nacionalizaron. Para algunos de ellos "legalizar" su estatus migratorio es imposible, porque no guardaron los documentos con los que entraron y vivieron legalmente en el país, y otros simplemente estuvieron en una situación migratoria irregular o indocumentada, mientras que algunos prefirieron mantener la nacionalidad ecuatoriana.9 Algo central para los estudios de migración es que, en el caso de los Kichwa establecidos en la ciudad -aun cuando el lugar de origen se mantiene simbólica y narrativamente en Imbabura-, la base a partir de la cual se migra está en Colombia, con retornos esporádicos a Bogotá para renovar documentación y visitar familiares que no viajan.

Hoy en día, las redes migratorias kichwa en Bogotá están atadas a ciudades de todo el mundo, y a diario se recuentan los viajes personales o de familiares a sitios como Venezuela, Argentina, Brasil, México, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, España, Italia, Rusia, Corea y Japón. Estas redes tienen profundidad histórica y una complejidad geográfica donde los integrantes encuentran condiciones propicias para su movilización. Además, se entrelazan con comerciantes y músicos menos establecidos, generalmente más jóvenes y sin familiares en el exterior, que migran por temporadas cortas y que deben afrontar más problemas y tomar mayores riesgos.

Efectos de la migración

Los estudios sobre la migración kichwa-otavalo han mostrado que el grupo étnico no sólo ha consolidado lo que se podría llamar una identidad nómada o itinerante, basada en una adscripción que incluye "ser comerciante y viajar", sino que también ha establecido enclaves permanentes en algunos de sus destinos preferidos, tales como Bogotá (Caicedo 2010; Hernández 2006), Nueva York (Maldonado 2004), Ciudad de México (Silva 2012), varias ciudades de España (Ruiz 2008; Torres 2005) y otros países de Europa (Ordóñez Charpentier 2008). Estos estudios concuerdan con que su consolidación como una comunidad transnacional ha rearticulado la identidad, las relaciones interétnicas y la distribución de riqueza y poder político en el nivel local (en Ecuador) y en el exterior.

La visibilidad de los Kichwa, junto con la relativa afluencia de parte de la población (producto directo de las migraciones) y los cambios políticos en Ecuador, han tenido efectos sobre la forma de entender lo que es, debe ser y significa pertenecer a este grupo étnico (Lalander 2010; Huarcaya 2010; Colloredo-Mansfield 1999). Para Meisch, los Kichwa se encuentran en una coyuntura donde lidiar con la globalización se está articulando a través de una combinación de prácticas, valores tradicionales y tecnologías modernas que buscan darle continuidad a la identidad étnica y valorizarla en el mercado (Meisch 2002, 10). El análisis de Meisch comprende una exploración de las diferentes formas en que la experiencia transnacional ha afectado la producción material, principalmente las artesanías -con un alto influjo de gustos e iconografía tomados de la experiencia en el extranjero- y la producción cultural basada principalmente en la comercialización de música local y su transformación en "música andina". Siguiendo líneas similares, Maldonado (2004) ve la identidad kichwa como una negociación constante, altamente influida por los flujos migratorios, que incorpora elementos transnacionales a lo local, pero también articula lo local a partir de imaginarios y representaciones de lo que es lo "tradicional".

Ejemplo de esto es la marcada tendencia en Imbabu-ra hacia el fortalecimiento y revitalización cultural indígena, que ha logrado reformular las prácticas híbridas del mestizaje en cuanto a una reinterpretación de sus raíces y significados precolombinos (Ordóñez Charpentier 2008; Posern-Zielinski 1999). Así, por ejemplo, en los años noventa las fiestas tradicionales de la región, asociadas al calendario ecuménico y a las temporadas agrícolas, fueron reimaginadas como celebraciones ancestrales. A través de fiestas como el Inti Raymi, los Kichwas se han reapropiado de los ritmos del año, llegando a exportarlas a sus enclaves en el exterior, que por más que celebraran las fiestas de Yamor o San Juan en décadas pasadas, no tenían la visibilidad y el atractivo de presentarlas como fiestas indígenas.10 Junto con procesos similares en otros países andinos, esta revitalización ha cumplido un propósito doble de consolidar una identidad kichwa que da contrapeso a su exclusión histórica y fomenta su visibilidad a través del turismo, las artesanías y la música (Kyle 2003; Meisch 2002).

Los efectos de la migración también emergen en esta población como algo problemático, donde la cohesión cultural peligra por la relación entre las estructuras históricas de exclusión indígena en Ecuador, la situación económica general y la constante emigración de una población flotante cada vez más joven (Ordóñez Charpentier 2008; Torres 2005). En efecto, todos los autores mencionados reconocen un incremento en la desigualdad económica y social dentro de la comunidad kichwa en Imbabura, donde las familias que han logrado establecer redes migratorias fuertes a lo largo de las últimas décadas tienden a tener más privilegios económicos, sociales y políticos que aquellos que se quedaron en la agricultura, la manufactura textil y el comercio local.

Todos estos análisis dan por hecho que los efectos de la migración, aun cuando ocurren en campos sociales transnacionales, se articulan a lo largo de un continuo con dos polos: el lugar de origen en Ecuador y el destino particular, generalmente uno de los enclaves mencionados arriba. El binarismo de estos análisis tiende a reproducir una direccionalidad en las relaciones migratorias, que realmente son mucho más complejas. Como uno de los enclaves más viejos, la comunidad establecida en Bogotá está inscrita en los campos sociales trasnacionales que han descrito otros autores, pero parte de la población, aun cuando mantiene relaciones con Ecuador, toma como foco central la capital colombiana.

Más que dos polos, en estas relaciones el caso de Bogotá incluye familias con miembros colombianos o personas con residencia legal de larga data que replican las relaciones comerciales y culturales descritas por otros autores, pero situados ya en un enclave que constituye un segundo foco "de origen", con unas condiciones políticas, económicas y sociales independientes de lo que pasa en Ecuador. En este sentido, y como hemos oído comentar a algunos Kichwas en reuniones y eventos, ha surgido una nueva configuración étnica en el campo social transnacional: los Kichwa-Bogotá, que ha cambiado singularmente la experiencia cotidiana de ciertos miembros de estas redes.

Los casos que siguen no resumen la totalidad de la experiencia kichwa en Bogotá, pero sugieren una alta variabilidad en las formas de migrar y establecerse en la ciudad. Los efectos de estas prácticas se inscriben de forma particular tanto en las redes migratorias como en el Estado y desestabilizan las nociones que construyen a "los migrantes", "la comunidad" y "los indígenas kichwa-otavalo" como categorías discretas e internamente homogéneas.

Cinco casos

John11 es un joven de 22 años que llegó a Bogotá sin papeles después de dos años de vivir como músico en Japón. Cuando era niño vino varias veces a Colombia con su padre, que comerciaba ropa. A los 12 años empezó a viajar a Cali y Bogotá como músico con algunos hermanos mayores, quienes aprendieron el arte en viajes que hicieron a Europa y con quienes conoció después varios países de Asia. Cuando decidió "volver" de Japón, lo hizo a Bogotá, donde los hermanos que no se volvieron músicos se habían establecido como comerciantes, aprovechando algunos de los contactos de su padre. En los dos años que lleva en la ciudad logró constituir su propia empresa textil con socios en tres ciudades del país. Sin embargo, el estatus migratorio de John es ambiguo, pues entró al país como turista, aunque tiene dos hermanos y una hermana (mayores que él) que llevan más de una década en Bogotá. Cuando lo entrevistamos nos dijo que utilizaba la cédula colombiana de su hermana (es la única de la familia nacida en Colombia), al igual que su cuenta de débito, para identificarse en la calle y hacer negocios. En una situación que se interpretaría como irregular, John está inscrito en una red migratoria familiar que comprende dos generaciones (establecida en los años ochenta), tres continentes, y que está más localizada en Bogotá que en Ecuador. Su red es tan fuerte que ha logrado comerciar en una situación en la que no puede legalmente firmar contratos o tener una cuenta bancaria, pues sus socios conocen a sus hermanos, y el día a día lo lidia con la cédula de su hermana.12 Su red migratoria familiar, por otro lado, no está directamente asociada al Cabildo, al que John no tiene intención de acercarse porque son "orgullosos" y lo menosprecian. En otras palabras, su familia no hace parte de la red que se consolidó políticamente en Colombia, ni pretende asociarse a ella porque ya tiene una base fuerte e independiente en la ciudad. John y sus hermanos, que se entienden a sí mismos como indígenas, que han viajado vendiendo textiles y tocando música a partir de su etnicidad, no se han inscrito en las dinámicas multiculturales de Colombia.

La historia de John difiere significativamente de la de Miguel, quien a la misma edad llegó a la ciudad de Bogotá esperando encontrarse con el metro de Medellín. De su familia, que vende textiles en Otavalo, sólo ha migrado un primo mayor, quien le había hablado de Colombia. Miguel dice que lo único que sabía del país lo había visto en programas de televisión. Llegó a la ciudad a través de un arreglo familiar bastante común entre los Kichwa. Un comerciante establecido hace treinta años en Bogotá volvió a celebrar las fiestas de San Juan y buscó a alguien que lo ayudara a vender textiles en San Victorino (en el centro de Bogotá). Este señor, atado distantemente con la familia de Miguel a través de arreglos de reciprocidad y compadrazgo, habló con su padre, quien le ofreció al joven viajar para la temporada navideña de 2012. En la capital colombiana trabaja de lunes a sábado y recibe un sueldo de 150 dólares "netos" al mes, es decir, también le dan alimentación y vivienda. Habiendo entrado al país en noviembre, Miguel volvió a Ecuador dentro de los tres meses establecidos en su Tarjeta Andina, con la intención de viajar después a Brasil a través de un contacto que hizo su primo. Sin embargo, volvió a Bogotá en febrero y, tras un mes en su viejo trabajo, "cayó" en una redada migratoria hecha en marzo de 2013 en San Victorino, unos días antes de que lo entrevistásemos. Aunque Miguel pensaba que había migrado legalmente, sólo selló su Tarjeta Andina la primera vez que entró a Colombia, olvidando pedir el sello de salida. Esta ausencia fue interpretada como una estadía en Colombia que excedía el límite permitido de noventa días, y los funcionarios migratorios le dijeron que lo iban a deportar. Estos funcionarios lo acusaron de vender ropa en la calle, una mentira, y su empleador tuvo que pagar una multa para sacarlo. Cuando lo entrevistamos, no sabía si se iba a devolver a Ecuador, porque su hermano estaba "tramitando" los sellos en la frontera.

Mientras que John se ha inscrito efectivamente en la ciudad, a pesar de tener un estatus migratorio vago desde un inicio, Miguel entró "legalmente" (aunque en teoría como turista) y se inscribió en una relación laboral arreglada desde Ecuador con un patrón desconocido pero conectado con su familia. Ambos jóvenes están inscritos en redes migratorias similares y establecidas en la misma época, pues sus contactos son emprendedores kichwas en la ciudad, con trayectoria comercial, puestos fijos, y legalmente establecidos como ciudadanos colombianos o residentes legales. John, sin embargo, es parte de la familia inmediata que constituye la red y, por ende, tiene acceso a los socios de sus hermanos, al uso de documentos que funcionan aun cuando no lo identifican a él, y es dueño de una incipiente empresa en la que contrata gente como Miguel. Este último ha migrado de forma menos estructurada y se encuentra más vulnerable ante el Estado y en la ciudad. Aun cuando la relación con su patrón es buena, este tipo de arreglo es problemático (Torres 2005) y, cuando involucra menores de edad, es considerado muchas veces como "trata de personas" por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Caicedo 2010). A diferencia de John, Miguel dice que sus padres nunca le enseñaron kichwa porque no querían que fuera discriminado. Usa una moda urbana sin marcadores étnicos, tiene tatuajes de grupos musicales de rap y no se identifica como Kichwa, aun cuando actúa en un campo social transnacional kichwa conscientemente y a través de una red incipiente con la cual no sólo ha llegado a Colombia sino que potencialmente podría llegar a Brasil. Por otro lado, no se acercaría al Cabildo porque no se identifica con él.

La historia de ambos difiere mucho de Daniel y Marta, una pareja joven que llegó a Bogotá sin tener conocidos cercanos en la ciudad. Vivían en una pensión y salían todos los días al centro de Bogotá a vender ropa. Daniel hizo amigos kichwas en la ciudad y empezó a tratar de hacer negocios con ellos, inscribiéndose a redes comerciales que traen ropa y textiles y a las que no tuvo acceso en Ecuador. Sin embargo, la pareja era víctima constante de la Policía, que les decomisaba los productos y les decía que se devolvieran a su país. Estos encuentros eran estresantes y nunca supieron decirnos si habían entrado en contacto con autoridades migratorias. Por su parte, Marta, embarazada, conoció a alguien que le habló sobre el Cabildo y le sugirió que lo buscaran. Marta tuvo a su hijo en Bogotá en un hospital pero sin tener acceso a la atención médica estatal. Su hijo fue reconocido como Kichwa colombiano13 por el Cabildo y tenía acceso a desayunos y otras prebendas. Cuando recopilamos una breve trayectoria de acceso a servicios médicos de la familia, descubrimos que el hijo había visitado pediatras varias veces y tenía seguimientos de crecimiento y nutrición. Su madre, al contrario, había tenido que volver a Ecuador por una temporada a descansar y recuperarse de un parto difícil porque no tenía cómo pagar sus gastos médicos en Colombia. La familia terminó devolviéndose a Ecuador permanentemente porque carecían de una red de soporte efectiva en la ciudad. Sus necesidades escapaban tanto de la atención del Cabildo como de las redes migratorias en las que otros se inscriben.

Otro caso es el de tres músicos jóvenes de Cotacachi que llegaron a Bogotá a vender sus discos y tocar en las esquinas de diferentes partes de la ciudad. Sus encuentros con las autoridades habían dado como resultado papeles de deportación, que ninguno en efecto entendía y que en cierta forma les causaba gracia. No tenían familia en la ciudad pero a través de contactos con amigos (principalmente, a través de redes sociales digitales) conocieron otros músicos kichwas en Bogotá, algunos asociados al Cabildo, y se incorporaron a actividades culturales como tocar en la única peña andina que queda en la ciudad. Aunque su estilo musical es ecléctico (incluye música "nueva era" y se visten como indígenas norteamericanos) y no es bien recibido por otros músicos, estos tres jóvenes se acercaron lo suficiente a los Kichwas establecidos en la ciudad como para instaurar relaciones de amistad y sentimentales con algunos individuos de su cohorte de edad. Su relación con el Estado se da en términos migratorios, y aunque conocían personas inscritas en el Cabildo y podían hacer parte de varias actividades culturales organizadas por el mismo, no podían ser beneficiarios de sus políticas públicas del mismo modo que sí lo pueden hacer los Kichwas inscritos legalmente en él. De los tres, uno había viajado internacionalmente, otro pertenecía a una familia sin muchos recursos pero con contactos en el exterior y el tercero era de los primeros de su familia en salir de Ecuador. Este último estableció una relación sentimental con una mujer kichwa nacida en Bogotá, pero se dio cuenta de que la mayoría de los amigos y familiares de su novia eran bachilleres, y se sentía menospreciado por no haber terminado la secundaria. Por este motivo, se devolvió a Ecuador por una temporada y luego regresó para terminar sus estudios en Bogotá en un instituto privado, convencido de que de esta manera mejoraría su estatus. Finalizado su romance, volvió a Cotacachi y terminó viajando a Europa del este.

Por último, Francisco, un Kichwa de 45 años que lleva viviendo en Bogotá más de dos décadas, está atado por lazos matrimoniales a una de las primeras familias establecidas en la ciudad que en parte estaba también asociada comercialmente a las actividades de su padre. La familia política de Francisco es parte del Cabildo y se beneficia de los programas de salud, nutrición, y, en general, de los eventos y políticas distritales que se promueven a través de este ente administrativo. Así, es miembro de una familia con varios negocios, que no sólo comercia entre Ecuador y Colombia sino que ha tenido empresas textiles autónomas en Bogotá y hace parte de la población reconocida por el Estado. Estos lazos han hecho posible que durante esos veinte años que lleva en Colombia también haya pasado por Canadá, México y Europa, viviendo en distintas partes por temporadas extensas pero manteniendo su residencia en Colombia y la vigencia de su cédula de extranjería. Lo más interesante de Francisco es que la estabilidad y afluencia relativa que le han dado sus relaciones familiares le han permitido entrar en el ámbito político multicultural de la ciudad, aun cuando no es colombiano. Es representante de minorías étnicas en su localidad y, junto con otros líderes indígenas colombianos, algunos líderes afrocolombianos y asociaciones de discapacitados, ha promovido proyectos de integración y visibilización en la ciudad.

Estos cinco casos muestran una alta variabilidad de tipos de migrantes inscritos en redes migratorias de forma muy distinta y esbozan la manera en que las redes y el reconocimiento del Estado afectan a individuos cuya edad, condición económica y capital social son radicalmente diferentes. Sugieren que la habilidad de vivir, moverse, trabajar y establecerse en Bogotá se manifiesta de diversos modos, entre los cuales se incluye como posible, pero no como necesaria, la pertenencia al Cabildo, que de cierta manera es el órgano administrativo que actúa como mediador entre el Estado y la población que representa. Las múltiples formas y complejidades de la presencia de los Kichwa-Otavalo en Bogotá entrañan una relación con el Estado, en donde el enfoque diferencial del multiculturalismo se aplica a ciertos casos, a través del Cabildo, pero se extiende y se manifiesta también mediante la definición del estatus migratorio. Las redes migratorias parecen ser tan efectivas como el reconocimiento del Estado de algunas de las prácticas por medio de las cuales esta población se enfrenta a la ciudad. De especial interés es la familia de John y el empleador de Miguel, Kichwas bien establecidos hace décadas en la ciudad que, sin embargo, se alejaron de las organizaciones de las que salió el Cabildo por discrepancias personales bastante comunes entre los comerciantes del centro de Bogotá. La relación que cada uno de ellos tiene con el Estado se comprende más en términos de su propio estatus como migrantes, pero aun así John posee una red con la cual podría conseguir, si lo desea, cédula de extranjería, y esto modificaría su posición frente al Estado. Miguel, por su lado, es más vulnerable frente a las constantes redadas que hacen las autoridades en el sector en el que trabajan él y otros que comparten su posición, y están en riesgo de deportación.

Todos los casos muestran que en gran parte el éxito y acceso a oportunidades de estos individuos no están mediados sólo -y ni siquiera principalmente- por el reconocimiento del Estado, sino por su posición relativa en las redes migratorias. Es más, lo que parece determinar el acceso al trabajo y la estabilidad social y económica es en realidad la red migratoria. Cuanto más cerca están (en cuanto a parentesco) a las familias que han establecido redes fuertes y con profundidad histórica, más autonomía, independencia y afluencia tienen, aun cuando en algunos casos las personas se encuentran en una situación migratoria irregular o son comerciantes establecidos hace décadas que escogen no hacer parte del Cabildo.

Siguiendo estas líneas, se podría argumentar que la consolidación social, económica y, en algunos casos, política de redes migratorias particulares es lo que determina cómo se inscriben los Kichwas en la ciudad. Por un lado, se puede entender el Cabildo como la consolidación política de algunas de las redes migratorias más viejas y establecidas, pues su gestión política se organizó a través de algunas de las familias con más trayectoria en la ciudad (Caicedo 2010). Por otro, hay familias establecidas que sin tener relación con el Cabildo han obtenido importancia dentro de las redes como comerciantes y emprendedores en diferentes sectores. Éste es el caso, por ejemplo, de la familia del empleador de Miguel y de la familia de John que hemos expuesto arriba. En efecto, estas redes consolidadas a veces se diferencian discursivamente y en la práctica de los migrantes más recientes. Para muchos de los comerciantes establecidos hay una diferencia categórica entre lo que algunos han empezado a llamar los Kichwa-Bogotá y los Kichwa-Otavalo. Un artículo del periódico ecuatoriano El Universo (2008) resume esta situación y cita a Kichwas establecidos en Bogotá exigiendo que se controle el flujo de coterráneos informales, algo que hemos visto de primera mano en el sector de San Victorino y otras localidades.

Otro efecto interesante de la maraña de relaciones sociales que atraviesan las redes es que, por más que se establezca una diferencia normativa entre Kichwas colombianos reconocidos por el Estado e inmigrantes ecuatorianos irregulares, en la práctica es difícil diferenciar los espacios de autorreconocimiento y representación de unos y otros. Así, aunque los integrantes del Cabildo deben tener cédula de ciudadanía colombiana o ser residentes legales, sus funciones llevan a sus líderes y administradores a lidiar con problemas casi consulares, incluidos procesos legales de migrantes que no hablan español o que alegan particularidades culturales en procesos penales. De forma similar, el entramado de relaciones que caracteriza a esta población inscribe al Cabildo de nuevo en las redes transnacionales y hace posible que Kichwas no reconocidos legalmente por la nación (por ser extranjeros o no llevar suficiente tiempo en Colombia) tengan hijos y familiares con nacionalidad colombiana y, por ende, puedan acceder mediante diferentes entes administrativos de la ciudad a los servicios ofrecidos a través de proyectos, como en el caso de Marta y Daniel. Aunque ellos se encontraban distanciados tanto de las redes como de la posibilidad de ser incluidos en el Cabildo, su hijo entró a hacer parte de esta institución, construyendo así una relación con el Estado y con la ciudad de una forma muy distinta a la de sus padres. Bogotá constituye entonces un enclave kichwa con una diversidad migratoria de difícil seguimiento. Por un lado, se ha consolidado una comunidad instaurada en las últimas siete décadas, donde han confluido nuevos migrantes que viajan a través de redes bien organizadas. Por otro, la cercanía con Imbabura hace de la ciudad un destino para migrantes menos afluentes, distantes de las redes, que vienen porque han oído hablar de las oportunidades en Colombia, que, al fin y al cabo, constituye uno de los primeros destinos al que empezaron a llegar sus coterráneos.

En este sentido, las redes migratorias también afectan la construcción de imaginarios migratorios que entran a la red e inciden sobre la decisión de migrar, tanto de miembros cercanos como de personas más lejanas pero que comparten sus espacios de acción social. Muchos estudios han tratado el desfase entre estos imaginarios y la realidad de la situación en diferentes contextos migratorios, ya que lo que se presenta se basa en ideales o percepciones de lo que es o no un migrante efectivo o en las aspiraciones que tienen los migrantes sobre su nueva situación (Mahler 1995; Ordóñez 2012; Sayad 2004). Sin embargo, al conocer el éxito supuesto o real de quienes migraron, se genera un ambiente que produce, en muchos casos, un aumento del nivel de intención migratoria. Las redes, en estos términos, "[...] tienen un efecto multiplicador para la llegada, tránsito o asentamiento de nuevos migrantes" (Díaz 2009, 11), que afecta a diferentes miembros de la comunidad, incluidas personas que se encuentran relativamente distanciadas de las redes más consolidadas, como en los casos de Miguel, Marta y Daniel. Tal vez, este efecto ha contribuido a que muchos autores hagan énfasis en las fiestas locales de Imbabura, pues no sólo se pueden encontrar ahí representaciones trasnacionales y contactos entre diferentes tipos de Kichwas, sino también una puesta en escena de la afluencia de migrantes y sus familiares (Meisch 2002; Ordóñez Charpentier 2008; Posern-Zielinski 1999).14

Conclusiones

La reseña del trabajo que se ha hecho sobre migración kichwa de Imbabura muestra una perspectiva contradictoria, en donde se resalta la alta movilidad de la población y al mismo tiempo se localizan los análisis en una relación binaria entre un punto central, Imbabura, y los enclaves periféricos que se consolidan. Así, se han planteado unas tipologías de migrantes que se acoplan históricamente a este ir y venir alrededor del eje central que es el "lugar de origen"; es decir, todos los Kichwas vienen de Ecuador. En este sentido, la perspectiva transnacional clásica se queda corta porque tiende a crear una imagen interconectada pero binaria -comunidad de origen/comunidad receptora- de las relaciones que tejen los migrantes.

La migración kichwa a Bogotá sugiere algo bastante diferente. En primer lugar, setenta años de presencia en Bogotá han dado como resultado generaciones de Kichwas que han nacido en Colombia (y, por ende, tienen nacionalidad colombiana) o han pasado la mayor parte de su vida en la ciudad. Al igual que sus familiares ecuatorianos, estos Kichwas se entienden como comerciantes itinerantes, y muchos han viajado intensamente. Mientras mantienen relaciones con Otavalo, Cotacachi y otros lugares en Imbabura, vuelven a un enclave étnico que está en Colombia, y no en Ecuador. Los campos sociales transnacionales en los que se desenvuelven, en este sentido, tienen dos focos entrelazados con los enclaves satélites en el exterior. Esto cambia de un modo significativo lo que significa ser Kichwa, tanto para la población como para las perspectivas analíticas que buscan entender sus prácticas migratorias.

En Bogotá, el segundo foco incluye dinámicas muy particulares, donde las redes se han consolidado de diferentes formas, en parte obteniendo un estatus como grupo indígena. Así, su presencia histórica en Colombia ha hecho posible que los Kichwas bogotanos puedan entablar una relación directa con el Estado colombiano, a través de sus políticas multiculturales. Esto significa que, en parte, ser Kichwa ha entrado al juego del reconocimiento étnico colombiano. El Estado entra en este campo social transnacional e inscribe una parte de la población dentro de sus políticas. Sin embargo, el dinamismo de las redes hace de este reconocimiento uno de varios elementos que contribuyen a la consolidación de la vida cotidiana de los Kichwa en Bogotá. En este sentido, el Cabildo debe ser entendido no sólo como un elemento de la multiculturalidad en Colombia, sino como el resultado de la importancia que tienen las redes migratorias, que afectan de forma contundente la manera en que los individuos que las constituyen se relacionan con la ciudad. Igualmente, no se puede ignorar la esfera política -y los debates que genera- a la que el Cabildo accede en este caso particular.

Así, la población kichwa en Bogotá sugiere que la consolidación política -el reconocimiento del Estado y las prácticas que surgen de éste- no es homogénea y que afecta algunos aspectos de la configuración social, pero no otros que están más mediados por las redes migratorias. Cabe entonces preguntar cómo operan las políticas de Estado de diferentes naciones inscritas en los campos sociales transnacionales kichwa, que afectan la forma y eficacia de las redes migratorias, y cuál es su relación con los procesos de conformación de identidad, etnización y reconocimiento político en diferentes niveles. Esto es particularmente importante si consideramos que hay muchos Kichwas establecidos en Bogotá, atados comercial y culturalmente a Ecuador, pero también asociados a familiares en Europa y otros continentes que entran, a su vez, en procesos de reconocimiento locales.15 En otras palabras, si los flujos migratorios kichwa siguen consolidando enclaves como el de Bogotá, la geografía transnacional de la población interconectará cada vez más a sujetos atrapados entre redes migratorias de alcance global y las políticas de reconocimiento particulares a cada foco de asentamiento y comercio. Es indispensable que investigaciones futuras sobre esta población intenten trazar las genealogías de estas redes, el surgimiento multifocal de enclaves como el de Bogotá y su impacto en todos los miembros de una red particular. Esto demandaría metodológicamente mapear redes como las que hemos mencionado -tanto en el tiempo como en el espacio- con investigadores que, por un lado, se unan a los flujos migratorios y, por otro, puedan también "localizarse" en diferentes ciudades del mundo.


Comentarios

1 La adscripción étnica más usada por estos individuo en Colombia es simplemente kichwas Nos referiremos a indígenas de diferentes partes de Imbabura como Kichwas-Otavalo o simplemente Kichwas. En la muestra de nuestro estudio, casi todos provienen de Otavalo y Cotacachi o son descendientes de personas de estas regiones.

2 Las cédulas de extranjería para ciudadanos ecuatorianos tenían períodos de vencimiento, y si el migrante estaba en el país con la cédula vencida, recibía multas. Gracias al Decreto 00061 del 1° de febrero de 2013, estas multas son exoneradas, lo cual facilita la renovación de la cédula de extranjería, que tiene la particularidad de extenderse, en calidad de beneficiario, al cónyuge o pareja reconocida del portador del documento y a sus hijos menores de 18 años.

3 En esta época se realizaron los primeros trabajos etnográficos sobre la región (Collier y Buitrón 1949; Parsons 1945).

4 El término mestizo lo usamos como lo hacen hoy en día los Kichwas en Bogotá; una forma genérica de referirse a personas consideradas como no indígenas.

5 El episodio se refiere a grupos musicales peruanos, pero es una clara referencias a los grupos de música andina ecuatorianos.

6 No hay datos significativos sobre enclaves en otras ciudades de Colombia. Sabemos que en Medellín y Cali han existido migraciones similares, aunque Bogotá se constituye como el centro migratorio más grande y establecido.

7 Esto coincide con Parsons (1945, 26 y 164), a quien le hablaron de personas que estaban en Colombia enseñando a tejer.

8 Algunos de los hijos y nietos de esta generación en Bogotá también usan el término.

9 Entre algunos Kichwas existe la percepción de que es imposible tener doble nacionalidad, algo que en la práctica ha sido una realidad en Colombia desde antes de la Constitución de 1991, que lo permite explícitamente (artículo 96. En Ecuador la doble nacionalidad está regimentada a partir de la Constitución Política de 1998 (artículos 10 y 11), aunque hemos conocido Kichwas nacidos en Colombia antes de esta fecha que siempre han sido binacionales.

10 Esta "reapropiación" no es homogénea y muchos Kichwas, especialmente personas mayores, siguen refiriéndose a las fiestas con sus nombres ecuménicos tradicionales, y, con gracia, se refieren a las fiestas rebautizadas como una "invención" reciente. Para muchos, hablar de Inti Raymi en vez de San Juan es una invención para turistas, mientras que otros lo consideran un justo retorno a lo ancestral.

11 Todos los nombres han sido reemplazados por seudónimos, y los destinos en el exterior han sido reemplazados por lugares que los autores consideran equivalentes, para proteger la privacidad de las personas con las que trabajamos.

12 Las requisas por parte de la Policía y el Ejército a hombres jóvenes en la ciudad son comunes, tanto por políticas de control general y control del espacio público (donde no se puede comerciar) como por la búsqueda de remisos que no se han presentado al servicio militar obligatorio. John se ha identificado con el documento de su hermana varias veces en este contexto y, según él, nadie nunca le ha puesto problema.

13 No pudimos hacer un seguimiento a la familia, que salió de Bogotá sin avisarnos, antes de darnos cuenta de que los hijos de inmigrantes irregulares en Colombia no pueden ser registrados como colombianos. No sabemos si en medio de las ambigüedades legales que marcan a estas personas lograron registrarlo o si lo atendieron simplemente por las leyes sobre la protección de la primera infancia.

14 En parte por las prácticas de financiación de la fiestas, atadas a los sistemas de reciprocidad comunales pero cuyos costos puedes llegar a ser bastante considerables. Un caso particular de este fenómeno en una comunidad transnacional quechua en Perú fue mostrado en un documental por los antropólogos Martínez y Gelles (1993).

15 Esto lo tratan, para el caso de España, por ejemplo, Torres (2005), en un análisis de los Kichwa-Otavalo en Cataluña, y Suárez (2012), que estudia un comunidad kichwa de Pichincha en España.


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Entrevistas

39. Francisco. Septiembre de 2012.         [ Links ]

40. John. Enero de 2012.         [ Links ]

41. Miguel. Marzo de 2013.         [ Links ]

Fecha de recepción: 29 de mayo de 2013 Fecha de aceptación: 26 de septiembre de 2013 Fecha de modificación: 14 de octubre de 2013