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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.48 Bogotá ene./abr. 2014

 

Los procesos migratorios actuales en contextos latinoamericanos: nuevos itinerarios y reconfiguración de controles fronterizos. Entrevista a Ninna Nyberg S0rensen Jorge Martínez Pizarro - Verónica Trpin

Menara Lube-Guizardi*, Jorge Moraga**, Alejandro Garces***

* Doctora en Antropología. Profesora del Departamento de Antropología, Universidad Alberto Hurtado, Chile. Investigadora de la Universidad de Tarapacá (Chile) y del Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro (Brasil). Correo electrónico: menaraguizardi@yahoo.com.br

** Magíster en Antropología Social. Investigador del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo de la Universidad Católica del Norte, Chile. Correo electrónico: simpulum@yahoo.com

*** Doctor en Antropología Social. Investigador del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo de la Universidad Católica del Norte, Chile. Correos electrónicos: ajgarces@gmail.com; agarces@ucn.cl

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res48.2014.14


La persistencia de los recientes procesos de crisis que vienen impactando desde 2008 los países del norte global -especialmente en lo que se refiere a la desaceleración de la economía estadounidense y al cuadro sistémico de inestabilidad de la Unión Europea- tiene un importante impacto en los actuales procesos migratorios internacionales. No se trata de suponer que hay una determinación unidireccional entre la crisis y la emergencia de nuevas tendencias migratorias Sur-Norte, Sur-Sur e incluso Norte-Sur. Un determinismo económico de esta naturaleza, fiel a las postulaciones de la teoría de la modernización (Kearney 1986), resultaría anacrónico a esta altura de las reflexiones sobre migraciones en las ciencias sociales. Pese a que el consenso sobre métodos, categorías y conclusiones no sea factible (ni deseable) en este campo de estudios (Arango 2003; Besserer 2004; Moctezuma 2008), parece difícil negar en la actualidad el carácter multideterminado, multidimensional y multifacético del fenómeno migratorio.

Lo que sí está en cuestión cuando observamos los impactos globales de los fenómenos antes comprendidos como locales (y, no menos, nacionales) es la percepción de que el capitalismo actual -con su relación tiempo-espacio asimétrica, desigual y, en ocasiones, fragmentada (Bauman 2006; Harvey 1989)- se procesa a modo de un sistema mundo conformado por "muchas instituciones, Estados y sistemas interestatales, compañías de producción, marcas, clases, grupos de identificación de todo tipo y que estas instituciones forman una matriz que permite al sistema operar pero al mismo tiempo estimula tanto los conflictos como las contradicciones [...]" (Wallerstein 2006, 10-11).

Lo que supuestamente caracteriza el momento actual del sistema mundo es la institucionalización a escalas globales de un tipo específico de internacionalización de la producción, que permite patrones particulares de concentración del capital, potenciados por mecanismos de acumulación flexible y por una supuesta pérdida de potestad estatal (Pizarro 2011). Esta última estaría concretizada, entre tantas otras formas, a partir de la tercerización de los procesos de seguridad y protección de las fronteras, con el surgimiento e institucionalización de una industria internacional del control del flujo de mercancías, gentes y saberes. Las poblaciones migrantes serían, en este contexto, un aspecto central del proceso de reestructuración del sistema de flexibilización del capitalismo (Baeninger 2012), que se actualiza a partir de desigualdades de inclusión en el mercado de trabajo global, designadas fundamentalmente a través de marcadores étnico-raciales que inciden en una diferencial asignación de derechos y recursos entre poblaciones en el globo (Pizarro 2011). Resulta casi una redundancia recordar que estos marcadores étnico-raciales se reproducen asignando inferioridad a poblaciones provenientes de los espacios globales que, en un momento anterior del sistema mundo, configuraban el mundo colonial (Grosfoguel 2006).

De ahí la necesidad de comprender el actual panorama migratorio en América Latina -las nuevas tendencias, los itinerarios, sus configuraciones y los impactos políticos del fenómeno- como forma y contenido de procesos desencadenados en un sistema mundo que interconecta "flexibilidad" económica, pérdida de protagonismo estatal y jerarquías de la diferencia étnico-racial. El "ser o no ser" del foco analítico ya no puede reducirse a pensar el cruce entre local y global, entre flujo y ruptura, sino que debe orientarse a entender de qué modo local y global, flujo y ruptura se desencadenan de forma selectiva y diferencial, de acuerdo con los contextos y las personas (a la vez que produciendo contextos y subjetividades).

En el marco de esta percepción, una pregunta que viene inquietando a investigadores dedicados a las migraciones en, desde y hacia América Latina, se refiere al impacto que provoca el actual cuadro económico-político macroglobal en la configuración de los procesos migratorios que tienen a la región como espacio de origen o de destino de grupos e individuos migrantes. Una segunda cuestión se refiere más propiamente al impacto de la supuesta pérdida de protagonismo estatal en la configuración de nuevos -y cada vez más tecnológicos- procesos de control del flujo humano. Resulta al menos llamativa la magnitud de recursos y tiempo empleados en los nuevos métodos de control de la circulación de personas, especialmente si contrastamos este esfuerzo con el discurso tan globalmente extendido, y que ha transformado la interconexión y circulación en un valor axiomático en la actualidad. Aquí, la relación entre control y libertad impone una dialéctica difícil de dilucidar, sobre cuya profundidad debiéramos indagar de cara a comprender los contornos y límites del desplazamiento humano en un momento que algunos estudiosos llamaron "la era de la migración" (Castles y Miller 2004).

La presente sección está dedicada a estas dos problemáticas. Su intención es proponer una apreciación de estos temas por parte de investigadores que han trabajado en el desarrollo de perspectivas sobre el fenómeno migrante en o desde contextos latinoamericanos. Contamos así con la participación de tres invitados: Ninna Nyberg S0rensen (Danish Institute for International Studies, Dinamarca), Jorge Martínez Pizarro (CEPAL, Chile) y Verónica Trpin (CONICET y Universidad Nacional de Comahue, Argentina). El debate, no obstante, fue construido de forma dinámica, a partir de entrevistas llevadas a cabo con los especialistas entre julio y diciembre de 2013. Cada uno de estos profesionales encara las cuestiones de acuerdo con una perspectiva local distinta. Martínez nos ofrece un macropanorama que permite entender el fenómeno en el contexto latinoamericano ampliamente comprendido. Trpin, a su vez, perfila el análisis hacia el contexto argentino. S0rensen nos ofrece una lectura desde el norte global, que comprende las dinámicas y los contornos que presenta el fenómeno en otro contexto receptivo.

A continuación, presentaremos las preguntas formuladas, reproduciendo a la par las consideraciones que desarrollaron estos investigadores sobre los dos temas centrales que cohesionan nuestro debate.

En el marco actual del ambivalente rol de los Estados en cuanto a la regulación de los flujos migratorios, ¿qué lugar ocuparían, en su opinión, los procesos de tercerización del control y securitización de estos movimientos?

Ninna Nyberg S0rensen: Las regiones fronterizas que dividen la América del Sur y la América Central de la del Norte fueron históricamente construidas como un territorio repleto de amenazas que, dependiendo del período, fueron más o menos difíciles de superar. Los patrones de movilidad a través de las fronteras han cambiado con las oscilaciones económicas. También lo han hecho las modalidades de control y la facilitación de los movimientos transfronterizos. No obstante - en paralelo con la emergencia de un nuevo paradigma transnacional de la migración, hacia el entendimiento de los patrones multidireccionales de movimiento y de conectividad "desde abajo", así como "desde arriba"-, las políticas de migración global han sido testigos de un cambio que va desde un control de la migración hacia una gestión de la migración.

La externalización de la política significa que ella es dirigida cada vez más a la creación de efectos fuera de los territorios del norte global (por ejemplo, a través de la instalación de sanciones a los transportistas, que obliguen a las compañías aéreas a chequear a los pasajeros antes del embarque, o mediante la realización de campañas de lucha contra la trata de personas en el sur global).

La securitization de la política significa que ella crecientemente se apoya en sanciones criminales (en contra de las empresas aéreas, del tráfico y de la trata de personas, en contra de los empleadores o en contra de los migrantes indocumentados). Los migrantes pasan a ser criminalizados a los ojos del Estado receptor. Finalmente, la política se ha privatizado, lo cual significa que las funciones estatales de control son externalizadas de manera creciente hacia actores privados. Las políticas son implementadas, cada vez más, a través de empresas privadas (que incluyen la detención, el control policial y de fronteras y la deportación).

Los mercados -para la facilitación, la regulación y el control de la migración internacional- comprenden una gran variedad de actores, que van desde los pequeños empresarios migrantes que facilitan el transporte de personas hasta las empresas multinacionales que llevan a cabo detenciones y deportaciones de migrantes. Una especie de posición intermediaria es ocupada por ONG, organizaciones humanitarias y agentes intergubernamentales, quienes facilitan la migración proporcionando información y ofreciendo refugio a lo largo de las rutas de desplazamiento. Ellos también actúan incidiendo en la restricción de la migración, mediante la realización de campañas de lucha contra la trata de personas o la promoción de las normas tecnocráticas de control de la migración aplicadas en el norte global en relación con los países del sur que son emisores migratorios y espacios de tránsito de migrantes.

Para entender la migración latinoamericana actual, necesariamente deben considerarse las estructuras y los actores que facilitan y controlan los movimientos migratorios.

Jorge Martínez Pizarro: Si el tema se refiere a los Estados en general, me parece que hay que diferenciar. La migración internacional es un asunto de primer orden en las agendas del desarrollo y los derechos de los países de América Latina y el Caribe, si bien en dichos países hay una heterogeneidad de situaciones en el plano de sus políticas y normativas, y el nivel formal de reconocimiento de la importancia que se le parece atribuir suele diferir de las respuestas concretas que se ofrecen frente a la emigración, el retorno y la inmigración. Más allá de cualquier insuficiencia institucional y de asimetrías en el grado de compromiso de los Estados de la región con la gobernanza migratoria, es indiscutible que las oportunidades para las personas migrantes, para el desarrollo, la cooperación y la integración regional son realidades por potenciar, y, en tal sentido, hay un consenso en la región acerca del imperativo de la protección de todas las personas migrantes, que debe preservarse frente a las dificultades que han impuesto tanto la crisis económica mundial actual como el clima antiinmigración de algunos países desarrollados. Otra vez, encontramos un campo fértil para la investigación en los próximos años, que ayude a encontrar respuestas y caminos a estos imperativos.

Y acá la otra cara de la situación: la del norte global, que ha dominado la escena migratoria con la imposición de una agenda interesada en la seguridad y el control migratorio, que permea los foros intergubernamentales y condiciona toda negociación al uso de poderes e influencias que, incluso, trascienden los temas migratorios, y que incluyen el comercio, la ayuda para el desarrollo y otros ámbitos aparentemente alejados, que "convencen" acerca de la conveniencia de aceptar que las demandas de los países en desarrollo tienen tanto sentido como las prácticas negadoras, estigmatizadoras y criminalizado-ras de la migración, naturalizándolas y reproduciéndolas en los imaginarios de las élites de algunos países de la región. Es este el punto crítico que debe preocupar: las directivas de la Unión Europea y el discurso de varios de sus líderes, las legislaciones en Estados Unidos y la inminente reforma migratoria, que afectará a un sinnúmero de migrantes de la región. En esta agenda securitizadora, la investigación crítica desde el sur puede desempeñar un papel crucial y definitivamente decisivo, para lo cual ya existen iniciativas de respuestas, que denuncian la ilegitimidad de sus bases y proponen investigar temas de desarrollo que vayan más allá de las remesas, como los determinantes de la migración, sus costos personales y la erosión de derechos, los costos para los países de origen, la necesidad de debatir acerca del derecho a no migrar y la cuantificación de las contribuciones demográficas, sociales, culturales y económicas de las personas migrantes a los países de destino, empleando perspectivas de derechos, de género, étnicas y generacionales.

Es bueno recordar que los países de América Latina y el Caribe tienen un fuerte compromiso formal con iniciativas multilaterales y con los instrumentos del derecho internacional relacionados con la migración. Una clara mayoría de ellos ha ratificado los Protocolos de Palermo y hay iniciativas para la protección de los migrantes en el marco de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Cumbre de las Américas, el MERCOSUR y otras instancias subregionales. De cualquier forma, los avances no son suficientes, además de ser contrastantes. Por ejemplo, en el seguimiento general del proceso de la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares -instrumento que cuenta con una generalizada adhesión en la región- se evidencia la demora de algunos países en su ratificación. Algunos países que la han ratificado, además, no han avanzado suficientemente en la implementación de las obligaciones contraídas, lo que constituye otro problema relevante.

Los países que han ratificado este instrumento, así como las otras convenciones internacionales de las Naciones Unidas, ya han establecido un compromiso con la protección de los migrantes. A ellos cabe apoyarlos y exigirles el cumplimiento de las obligaciones que han contraído. El panorama hasta ahora es complicado, si se tiene en cuenta la realidad adversa que denuncian frecuentemente la sociedad civil y los propios migrantes, así como el hecho de que muchas de las medidas no se han implementado cabalmente, o bien se han demorado, como lo revelan algunos informes presentados al órgano de vigilancia respectivo. Estas tareas de apoyo y exigencia siguen siendo una actividad prioritaria para los próximos años.

Verónica Trpin: Es interesante el análisis que Joaquín Arango (2011) realizó al mirar las transformaciones de los controles fronterizos a diez años de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. El investigador subraya que la securitization se ha visto favorecida por las reacciones que provocaron los atentados, que abonaron un terreno propicio para la expansión y el fortalecimiento de políticas restrictivas vinculadas a la "seguridad nacional". Es real que los matices nacionales tienen un rol central en el análisis, ya que no podrían compararse las políticas de EE. UU. y de países latinoamericanos definidas en torno a las migraciones, aunque el migrante internacional -construido como extranjero- porta en la mayoría de los Estados la sospecha de alterar la unidad nacional y tensionar el estatus de ciudadanía.

En la misma década, Argentina presentó una transformación crucial en política migratoria: se pasó de una ley de migraciones situada en la seguridad nacional a una ley de migraciones (Ley Nacional 25.871) que instala las perspectivas de Derechos Humanos, modificando la figura del migrante como sospechoso a sujeto de derecho. Sin embargo, Pizarro (2012) señala que continúan existiendo dispositivos a través de los cuales se ejerce el poder biopolítico y se clasifica respecto al acceso a derechos diferenciales para nacionales y no-nacionales. Domenech (2011) agrega en este sentido que se pasó de una retórica de la exclusión a una de la inclusión: aunque la nueva ley postula el reconocimiento de los derechos humanos de los migrantes, continúa evaluándolos en cuanto a sus ventajas o desventajas, aportes o amenazas a la comunidad nacional (Domenech, en Pizarro 2012).

Enfocándonos en el caso latinoamericano, ¿qué nuevos perfiles e itinerarios migratorios internacionales pueden caracterizar la situación de los desplazamientos contemporáneos?

Ninna Nyberg S0rensen: La migración latinoamericana -en y más allá de la región- abarca una amplia gama de experiencias con efectos importantes para la gobernanza social, política y económica. Ella plantea serios desafíos a los individuos y las comunidades involucrados, así como a los investigadores y elaboradores de políticas de la migración, quienes convencionalmente dividieron las prácticas migratorias en cajones fijos: interna, regional o internacional; cíclica, temporal o permanente; voluntaria, involuntaria o económica/políticamente motivada; ocurrida debido a los factores de expulsión en los países de origen y los factores de atracción en los países de destino, o por procesos de formación de comunidades transnacionales; o que resultaron del establecimiento de "culturas de migración" o que fueron motivadas por condiciones estructurales locales o internacionales. Las líneas de demarcación son poco claras en todo momento, pero en América Latina son aun menos claras. Para medir los efectos de la migración, es importante entender la diversificación de las experiencias migratorias latinoamericanas, la intensificación de los flujos y la diversificación en lo que se refiere a los espacios de origen y destino. En segundo lugar, es importante comprender cómo la migración es regulada y organizada por una pluralidad de factores y actores.

En cuanto a perfiles y trayectorias actuales, la migración latinoamericana se intensificó y diversificó. Más países latinoamericanos se han convertido en emisores de migrantes, en particular hacia Estados Unidos. Simultáneamente, nuevos destinos han ganado fuerza en Europa; entre ellos se destaca particularmente España. Un grupo más diverso de personas, incluidas mujeres y población indígena, fue incorporado a la inmigración internacional. Y fueron añadidas nuevas formas de migración a las bien conocidas migraciones laborales y a las de refugio. Por ejemplo, la migración indocumentada, el tráfico y trata humanos, movimientos de retorno involuntarios (debido tanto a las recesiones económicas en los países de destino como a las deportaciones). En mi propia investigación empecé a mirar más para la multidireccionalidad de los flujos migratorios latinoamericanos, y a incluir en ella los efectos de las deportaciones masivas, en particular hacia América Central, como elementos del análisis.

Jorge Martínez Pizarro: Esta región experimenta actualmente intensos procesos migratorios, que están a la par con su asimétrica vinculación a los procesos económicos y sociales mundiales, tales como la globalización y la crisis, y que están induciendo importantes cambios en los volúmenes, intensidades y direcciones de los flujos y características de los migrantes. Por ejemplo, el crecimiento de la migración intrarregional y su mayor visibilidad son un asunto de importancia por múltiples razones, pues más allá de las problemáticas que podrían reconocerse, hay argumentos poderosos que permiten distinguir oportunidades, que van desde la asociación con la integración regional y subregional (un objetivo histórico en el ideario regional latinoamericano) hasta la posibilidad de minimizar barreras a la movilidad y generar condiciones más propicias para la lucha contra la discriminación. (Los países reconocen formalmente que encaran la adhesión generalizada a instrumentos internacionales). En tal sentido, hay muchos asuntos que podrían formar parte de una agenda regional migratoria Sur-Sur. Como el cuadro es complejo, en este punto se puede destacar la necesidad de que la investigación apoye mediante el conocimiento necesario.

Los estudios realizados por el CELADE-División de Población de la CEPAL indican que en los últimos años ha habido un importante incremento del número de migrantes latinoamericanos y caribeños: de un total estimado de 21 millones en 2000, se alcanzó un volumen de alrededor de 30 millones en 2010, lo que representa el 13% de los 232 millones de inmigrantes en el mundo. Esta tendencia, no obstante, ha tenido una ligera declinación, debido a la disminución de los flujos hacia los países desarrollados, principalmente Estados Unidos y España, lo que contrasta con el aumento de la migración intrarregional. Por otro lado, hay una expansión de la migración dentro de la región: la información censal de 2010 -disponible para diez países- revela que el número de inmigrantes de la propia región pasó a superar los cuatro millones, de los cuales Argentina (1,5 millones), Venezuela, Costa Rica y República Dominicana exhiben los valores mayores, lo cual evidencia un aumento que también se verifica en los otros países y que indica la vigencia significativa de los intercambios migratorios, que además incluyen otras expresiones, como la movilidad temporal y el intenso tránsito fronterizo. La migración dentro de la región ha alcanzado una magnitud muy significativa, situándose como el segundo patrón. Diversas señales indican que algunos países se han convertido al mismo tiempo en países de emisión, recepción, tránsito y retorno. Tal ha sido el caso de varios Estados insulares del Caribe, Brasil, El Salvador, Chile, Ecuador, República Dominicana y Uruguay.

El retorno producido a causa de la recesión económica no parece haber sido masivo, si bien se han detectado casos de aumento en algunos países, aún con pequeñas cifras. Los antecedentes censales de 2010 revelan que en seis países con información disponible acerca del retorno en el quinquenio precedente al censo hay una cuantía elevada (cercana al millón de personas) sólo entre los mexicanos, mientras que otros países no llegan a las cien mil personas. Entre los seis países, Estados Unidos aparece siempre entre las mayorías de retornados, y le siguen España y Canadá, y Japón para los brasileños e Italia para los ecuatorianos. El resto proviene de países limítrofes, donde el porcentaje mayor se registra en la migración brasileña y uruguaya de retorno desde Paraguay y Argentina, respectivamente. Por su parte, aunque diversas señales confluyen para indicar una incipiente llegada a la región de inmigrantes provenientes de algunos países europeos, principalmente España, ésta parece ser de pequeña cuantía y de probable carácter temporal, lo que plantea, en cualquier caso, interesantes desafíos a la cooperación en materias migratorias. Las cifras disponibles en los censos de 2010 revelan una disminución del número de españoles en los países de la región, al menos en los principales receptores, lo que implicaría que la inmigración es efectivamente incipiente y, además, reciente.

De cualquier manera, la emigración sigue siendo un asunto de preocupación generalizada en la región, que estaría combinándose con procesos de retorno y, en especial, de migración intrarregional, dando por resultado un complejo panorama que deberá estudiarse en detalle y exigirá una agenda renovada de cooperación.

Actualmente, el principal destino sigue siendo Estados Unidos, donde se estima que residen más de veinte millones de latinoamericanos y caribeños, es decir, más del 70% de los emigrantes de la región. En términos geográficos, sin embargo, se destacan también países de Europa -entre los que sobresale España como destino principal de los sudamericanos-, además de Canadá, Japón, Australia e Israel.

Verónica Trpin: Creo que los estudios migratorios ilustran la complejidad de los procesos; existe un enriquecimiento de los abordajes al instalarse categorías de análisis de la movilidad de la poblaciones situadas en términos históricos y nacionales: el abordaje de la diáspora pensada en diálogo con las movilidades de uruguayos dentro y fuera de América Latina, de desplazamientos forzados en el estudio de poblaciones originarias en Colombia -en el marco de los enfrentamientos armados- o de migraciones transnacionales -en la exploración de construcciones espaciales e identitarias de mexicanos de un lado u otro de sus fronteras-.

Estos estudios focalizados y contextualizados reflejan y problematizan las históricas construcciones de alteridad en el seno de los Estados pensados como nación, lo cual demuestra la complejidad de los procesos migratorios y los modos de abordarlos en distintos puntos de América Latina. Ello nos alerta sobre el traslado de categorías de análisis que a veces no se ajustan a los contextos que investigamos, ya que responden a desigualdades, marcaciones y tensiones propias de las alteridades históricamente construidas de diferentes Estados nacionales y producto de la interlocución de los Estados. En este sentido, Rita Segato (2007) considera que el descrédito existencial de la sociedad nacional ha hecho que los intelectuales -en sus análisis- se olvidaran también de las relaciones de poder y prestigio entre los Estados nacionales, instalándose la imagen de identidades des-contextualizadas, transnacionalizadas. Los esquemas analíticos y las categorías construidos en otros contextos que no comparten las problemáticas y tensiones "geopolíticas" de los países latinoamericanos no hacen más que limitar las posibilidades de pensar alternativas para los abordajes de las migraciones en relación con sus construcciones de alteridad.

Por otro lado, considero que se han reactualizado las movilidades poblacionales definidas por inserciones laborales en diferentes puntos de América Latina, siendo una tendencia novedosa el abordaje de los desplazamientos laborales en puestos de alta calificación, por ejemplo, en relación con la explotación petrolera en Brasil, Bolivia y Argentina, que expresan términos de extranjeridad diferentes a los que portan trabajadores con empleos precarios y estigmatizados.

En el caso de Argentina, han crecido considerablemente las investigaciones interdisciplinares focalizadas en la circulación de migrantes de países limítrofes (Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay) y, más recientemente, no limítrofes (centralmente de Perú), especialmente conectados a economías regionales fronterizas y vinculados a mercados de trabajo "etnicizados". Algunos estudios otorgan el marco desde el cual observar las porosidades de los Estados pensados como naciones en territorios delimitados y ponen de relieve las marcaciones por el origen étnico-nacional vigentes en espacios institucionalizados como las escuelas y el sistema de salud -marcaciones que derivan en ciertas prácticas discriminatorias-, y en las tensiones que suponen la escolarización y la biomedicina en términos monoculturales.

En los últimos años, al situarse el énfasis explicativo en el nivel micro se suavizó el argumento que consideraba las migraciones laborales atadas a prescripciones estructurales. Fue así como el papel de las cadenas en la incorporación del migrante en el mercado de trabajo y la fragmentación étnica de las ciudades permitieron abordar las migraciones con redes sociales. Las redes sociales, por cuanto conforman un específico conjunto de conexiones entre un grupo delimitado de personas, hicieron realidad el anhelo de explicar el comportamiento de las personas a través de los vínculos que las configuran. Las conductas individuales no podían asociarse automáticamente con grandes categorías como clase o nación, sino que debían comprenderse a la luz de su ubicación relativa dentro de un sistema de relaciones interpersonales que superaba los estrechos límites de las comunidades de migrantes. Los aportes interdisciplinares en la crítica a las delimitaciones territoriales rígidas definidas por los Estados nacionales han abierto las puertas hacia campos de investigación que, tal como se remarcó, permiten cruces entre los conceptos de movilidad y red social, así como de identidades dinámicas.


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