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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.50 Bogotá set./dic. 2014

 

Más allá del consenso y la oposición: las actitudes de la "gente corriente" en regímenes dictatoriales. Una propuesta de análisis desde el régimen franquista *

Claudio Hernández Burgos**

** Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada, España. Investigador Posdoctoral en la University of Leeds (Reino Unido), financiado por la Universidad de Granada, España. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Franquismo a ras de suelo. Zonas grises, apoyos sociales y actitudes durante el franquismo. Granada: Editorial de la Universidad de Granada, 2013, y No solo miedo. Actitudes sociopolíticas y opinión popular bajo la dictadura franquista (en coedición con Miguel Ángel del Arco, Carlos Fuertes y Jorge Marco). Granada: Comares, 2013. Correo electrónico: chb@ugr.es

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res50.2014.10


RESUMEN

El objetivo de este artículo es analizar las actitudes sociales en regímenes dictatoriales, investigando los instrumentos utilizados para cosechar apoyos sociales y la compleja relación entre Estado y sociedad. A este fin, se elabora una propuesta teórica y metodológica para el análisis de las actitudes individuales y colectivas bajo regímenes no democráticos. La primera parte sintetiza los principales problemas para examinar las actitudes sociales, indicando algunos aspectos que deben ser considerados. La segunda parte realiza un balance historiográfico de los estudios sobre actitudes sociales en diferentes dictaduras europeas. Finalmente, el artículo se centra en el régimen franquista, mostrando empíricamente la necesidad de adoptar un enfoque flexible, complejo y "desde abajo" para el análisis de las actitudes de la "gente corriente".

PALABRAS CLAVE

Dictadura, actitudes, gente corriente, régimen franquista, represión.


Beyond Consensus and Opposition. Attitudes of "Ordinary People" in Dictatorships: An Analytical Proposal from the Franco Regime

ABSTRACT

The aim of this article is to analyze social attitudes in dictatorships, examining the mechanisms used to gather social support and the complex relationship between state and society. To this end, this essay presents a theoretical and methodological proposal for analyzing individual and collective attitudes under non-democratic regimes. The first section synthesizes the main problems in examining social attitudes and points out some aspects that should be considered. The second part consists of a historiographical review of studies of social attitudes in different European dictatorships. Finally, the article focuses on the Franco regime, empirically demonstrating the need to adopt a flexible, complex, "bottom-up" approach to analyze the attitudes of "ordinary people".

KEY WORDS

Dictatorship, attitudes, ordinary people, Franco regime, repression.


Mais além do consenso e da oposição: as atitudes das pessoas "comuns" em regimes ditatoriais. Uma proposta de análise desde o regime franquista

RESUMO

O objetivo deste artigo é analisar as atitudes sociais em regimes ditatoriais, pesquisando os instrumentos utilizados para obter apoios sociais e a complexa relação entre Estado e sociedade. Para isso, elabora-se uma proposta teórica e metodológica para a análise das atitudes individuais e coletivas sob regimes não democráticos. A primeira parte sintetiza os principais problemas para examinar as atitudes sociais, indicando alguns aspectos que devem ser considerados. A segunda parte realiza um balanço historiográfico dos estudos sobre atitudes sociais em diferentes ditaduras europeias. Finalmente, o artigo se centraliza no regime franquista, mostrando empiricamente a necessidade de adotar um enfoque flexível, complexo e "de baixo" para a análise das atitudes das pessoas "comuns".

PALAVRAS-CHAVE

Ditadura, atitudes, pessoas comuns, regime franquista, repressão.


El esfuerzo por relatar la historia de las dictaduras establecidas entre 1920 y 1940 en diversas naciones europeas ha provocado, a su vez, un aumento del interés por la relación establecida entre este tipo de Estados y las sociedades con las que convivieron. Con este fin, los estudiosos han puesto el foco sobre las variables y cambiantes actitudes y los comportamientos de la población, tratando de delimitar aspectos tales como las opiniones, percepciones y motivaciones que informaron sus pensamientos y actuaciones. Entrar en el terreno de lo subjetivo, de lo experimentado individual y colectivamente por los ciudadanos que vivieron con sistemas carentes de libertades democráticas, se ha convertido en una pieza esencial para explicar el nacimiento de tales regímenes, el éxito de algunos de sus discursos y políticas, y su capacidad para mantenerse durante largos períodos. Para ello, los especialistas han acudido a nuevas fuentes documentales, archivísticas y orales, complejizando su mirada sobre las dictadura y priorizando enfoques "desde abajo", que remiten a la cotidianeidad en la que la población entraba en contacto con las instituciones de sus Estados.

El objetivo de este artículo es profundizar en el estudio de las actitudes sociopolíticas de la "gente corriente" que convivió con regímenes no democráticos, de cara a comprender en toda su complejidad el funcionamiento de tales sistemas y, de manera especial, la perdurabilidad de algunos, como el régimen franquista. A este fin, se hace un importante esfuerzo de conceptualización y se demuestra la importancia de analizar las actitudes y los comportamientos "a ras de suelo", como vía fundamental para captar con la mayor precisión posible las heterogéneas actitudes y conductas mostradas por los diferentes sectores y grupos sociales en el ámbito de lo cotidiano. En primer lugar, se esbozan los principales problemas conceptuales y analíticos que conlleva el estudio de las actitudes sociopolíticas en dictaduras, sugiriendo algunas propuestas que ayuden a subsanarlos. A continuación, se realiza un recorrido por las investigaciones que se han ocupado del estudio de las actitudes, los apoyos sociales y la opinión popular bajo diferentes dictaduras a lo largo del siglo XX. Finalmente, apoyado en fuentes primarias provinciales, nacionales e internacionales, y en testimonios orales, el artículo se centra en el caso del franquismo. Para ello, se privilegia una perspectiva "desde abajo", centrada en "lo local", evitando visiones lineales, en blanco y negro, y demostrando empíricamente la existencia de actitudes múltiples, cambiantes, dinámicas y contradictorias. En definitiva, se trazan actitudes y comportamientos de la inmensa mayoría, examinando su constante y cambiante relación con las instituciones del Estado y demostrando la inoperatividad de un análisis de la dictadura desde el binomio consenso-oposición.

Propuestas teóricas, metodológicas y conceptuales para el estudio de las actitudes sociopolíticas

Seguramente los historiadores no llegaremos a captar en toda su amplitud lo que sintieron los ciudadanos que vivieron en regímenes carentes de libertades, ni sabremos las razones que motivaron sus actos, muchas veces contradictorios o aparentemente inexplicables. Y, sin embargo, para comprender la instauración, la consolidación, la descomposición y la perdurabilidad de las dictaduras, es necesario adentrarse en las actitudes y los comportamientos individuales y colectivos, en el ámbito de las percepciones y los sentimientos, en los discursos y en las experiencias, y en lo que, en definitiva, constituye el campo de la cultura. Una cultura entendida en sentido amplio, donde lo social, lo político o lo religioso están continuamente presentes, como un espacio de contornos imprecisos, donde caben la "alta cultura" y la "cultura popular", pero también modos de vida, textos, estructuras, lenguajes, valores, actitudes y significados compartidos. Pero, sobre todo, concebida como un terreno de lucha, diálogo y negociación permanente mediado por la política y, por tanto, insertado en medio de unas cambiantes relaciones de poder entre los discursos y prácticas del Estado, y los recursos culturales empleados por la población para interpretar el mundo que la rodea (Williams 1958). Por ello, no sólo es necesario atender a la recepción social de los discursos emitidos "desde arriba", sino comprender que éstos también son coproducidos "desde abajo" por los individuos, puesto que Estado y sociedad no son "universos acotados", sino entidades en continua relación (Gramsci 1971). Es aquí donde los nuevos enfoques sobre la "cultura política" pueden resultar atractivos a la hora de conocer las pautas de identificación de un individuo con un grupo, o la manera en que se forma, tanto a través de tradiciones precedentes como de la propia experiencia, un conjunto de percepciones compartidas en torno a una serie de postulados -como la nación, la religión o el modelo de Estado- que hacen parte del terreno de "lo político" (Berstein 1997).

En esta dirección, conceptos como "representación simbólica", "imaginario colectivo" o "habitus" son de gran utilidad para estudiar el conjunto de esquemas y disposiciones conceptuales que guían y gobiernan las actitudes y las conductas de los individuos (Eley 2008; Bourdieu 1988; Spiegel 2005). Pero no debemos perder de vista que los sujetos no carecen de recursos para interactuar con el mundo que les rodea, sino que se apropian de las condiciones en las que viven, aceptan, rechazan, presionan y negocian de manera ininterrumpida. Por ello, junto a los discursos y las percepciones, es necesario atender a la experiencia individual y colectiva que es vivida de manera diaria. En este sentido, las aportaciones de la microhistoria italiana y, sobre todo, de la historia de la vida cotidiana alemana (Alltagsgeschichte) han probado su valía para el análisis de la experiencia cotidiana de los individuos, también en el marco de regímenes carentes de libertades, al ocuparse de "lo local" como ámbito en que los individuos experimentan por primera vez el contacto con su entorno, construyen la percepción de sí mismos y de cuanto les rodea y entran en contacto con las instituciones, los discursos y políticas del Estado (Levi 1991, 95; De Certeau 2000; Lüdtke 1995; Confino 1997).

No obstante, tan sugerentes enfoques teóricos han visto a menudo disminuida su eficacia por la ausencia de material empírico que les diera respaldo. Pero, pese a las dificultades que entraña la búsqueda de fuentes para el estudio de las actitudes, las percepciones o la opinión popular, podemos obtener ciertas "pistas" si cruzamos cuidadosamente la información de archivos de procedencia y niveles distintos, y atendemos, junto a los partes de opinión elaborados por dictaduras como la alemana, la italiana o la española, a los cambios en discursos y prácticas adoptados por sus dirigentes o a la percepción que "desde arriba", o desde el extranjero, se tenía sobre determinados aspectos de la vida pública nacional. Añadamos a ello la importancia de las fuentes orales para el estudio de actitudes, percepciones o motivaciones personales de aquellos hombres y mujeres que no formaron parte de las instituciones de poder ni de los grupos de oposición, sino de amplias zonas intermedias ocupadas por la mayoría de la sociedad. Tales testimonios nos acercarán a la vivencia particular de lo político, a la valoración que dieron ciudadanos de a pie a determinados acontecimientos y a su reacción ante los discursos y políticas del Estado. Siendo conscientes de las cautelas metodológicas que requiere su uso y adoptando una visión crítica en torno a relatos que son construidos desde el presente, las fuentes orales pueden cubrir parcelas vacías y registrar acciones difícilmente localizables en la documentación escrita (Fraser 1993; Passerini 1984; Perks y Thompson 2006).

Pero, desgraciadamente, no todo es un problema de fuentes, sino que el estudio de las actitudes de la "gente corriente" presenta desafíos concretos. Porque ¿a qué nos referimos cuando hablamos de las actitudes de la "gente corriente"? En primer lugar, existe un problema de conceptualización de difícil resolución. Hoy en día, la mayor parte de las investigaciones señalan la imposibilidad de entender las actitudes bajo la dicotomía de consenso-disenso y proponen la adopción de nuevas categorías que ilustren la pluralidad de actitudes y comportamientos que los ciudadanos exhibieron bajo regímenes no democráticos. Consentimiento, aceptación, indiferencia, resignación, resistencia o disidencia, con calificativos tales como pasivo/activo o positivo/negativo, han sido fórmulas utilizadas por los investigadores para tratar de explicar la existencia de extensas zonas intermedias entre los que se opusieron y apoyaron a las dictaduras. Igualmente, es cada vez más común el uso de términos tales como "zonas grises", "actitudes cotidianas" o "gente corriente" para referirse a las conductas del grueso de la sociedad. Sin duda, es una tarea difícil emplear tales categorías con la precisión requerida, pero no podemos eludirla (Corner 2009b; Burrin 1988; Saz 1999). En este sentido, cabría insistir en la conveniencia que cada autor definiese con precisión qué entiende por "consenso", "resistencia", "consentimiento" o "indiferencia", porque, de lo contrario, corremos el riesgo de vaciar de contenido unas categorías que, aun insuficientes, son necesarias para clasificar actitudes y comportamientos sociales, por muy dinámicos y contradictorios que éstos sean (Saz 2013a).

En esta línea, un segundo aspecto por tener en cuenta es el hecho de que los sujetos históricos no se amoldan a la perfección a las categorías analíticas empleadas, ni constituyen grupos "puros", sino que, por el contrario, un mismo individuo suele combinar actitudes diversas e, incluso, contradictorias. Una duplicidad de actitudes que debe ser entendida como una elección "voluntaria" por parte del individuo y que, si bien puede ser interpretada como parte de una decisión estratégica que favoreciese su acomodamiento a la realidad creada por las dictaduras, también puede ser el resultado de un apoyo parcial a medidas, políticas o discursos de las mismas. No fue nada infrecuente que entre los alemanes de a pie hubiera algunos que rechazaran la intromisión del Estado en sus vidas privadas, pero aplaudieran los intentos del Führer de crear una "gran" nación. Muchos individuos rechazaron las prácticas represivas del régimen franquista, o criticaron el racionamiento alimenticio establecido por la dictadura y, en cambio, aprobaron la política internacional durante la Segunda Guerra Mundial o la preocupación del Estado por construir viviendas para los más humildes (Kligman 1998, 14; Bergerson 2004, 3-11). Registrar las "duplicidades" y "contradicciones" presentes en las actitudes y actuaciones de los sujetos es una razón más para emplear categorías de análisis definidas pero flexibles.

En tercer lugar, hay que entender que en la formación de tales actitudes intervienen tanto lo material como lo ideológico. Por ello, debemos prestar atención a elementos tales como la seguridad en el trabajo, el crecimiento económico, los beneficios recibidos, las prestaciones sociales o el nivel de bienestar alcanzado por los ciudadanos, pero también a otros como la paz, el orden, la nación o la religión. De ahí que, por ejemplo, la defensa del catolicismo por parte del franquismo pudiera granjearle al régimen notables apoyos sociales, o que fueran muchos los ciudadanos argentinos que compartieron el modelo de nación que les proponía la dictadura militar a la altura de 1978, gracias al triunfo de la selección nacional en el Campeonato mundial de fútbol, o al discurso defendido respecto al conflicto armado con Inglaterra por las Malvinas (Kim 2009, 330-332; Suriano 2005).

Y, en último lugar, es necesario comprender que las actitudes son dinámicas y cambiantes. Por ello, debemos permanecer atentos a las trayectorias individuales, a los elementos que pudieron condicionar que determinados ciudadanos pasaran de un desapego hacia los discursos y políticas de una dictadura a una postura de acomodamiento e, incluso, de satisfacción con determinadas propuestas del Estado. Pero también hemos de observar la evolución de otros individuos que inicialmente apoyaron estos regímenes pero que acabaron desencantados con sus políticas y reacios a sus mensajes. Al respecto, resulta fundamental -sobre todo en aquellas dictaduras de más prolongada duración- prestar atención a la totalidad de su trayectoria, a fin de registrar cambios y continuidades en unas actitudes sociales que raramente permanecieron estáticas (Ferris 2012, 10-11; Cabana 2013).

En definitiva, la visión compleja, flexible y precisa por la que se apuesta en estas páginas puede ayudarnos a comprender en mayor profundidad el funcionamiento de las relaciones entre sociedad y Estado en este tipo de regímenes. Unas relaciones que, por una parte, estaban basadas en la intersubjetividad, en las negociaciones continuas y fluctuantes establecidas entre los ciudadanos y las instituciones, esencialmente en el marco local, donde se desarrollaba la vida cotidiana. Y, por otra, no se producían entre dos agentes -el Estado y la sociedad- perfectamente acotados, sino entre universos superpuestos, en conexión permanente, fluida y cambiante, con capacidad de adaptación, negociación y maleabilidad, en virtud tanto de circunstancias y contextos determinados como de las demandas y presiones ejercidas "desde arriba" y "desde abajo".

La historiografía de los apoyos sociales y las actitudes en regímenes dictatoriales

El análisis de los apoyos sociales, las actitudes ciudadanas y la opinión popular bajo regímenes de carácter dictatorial, sean éstos de la naturaleza que sean, es una cuestión que desde hace ya bastante años ha suscitado la atención de estudiosos de numerosas naciones, atraídos por la dificultad de dar respuesta a las razones de la estabilidad, perdurabilidad o aceptación social obtenidas por sistemas carentes de las mínimas libertades democráticas, y frecuentemente marcados por el uso cotidiano de la represión y de mecanismos de control sobre la población. El hecho de que sean cada vez más los especialistas que se han interpelado acerca de las mismas cuestiones no sólo ha mejorado de manera incontestable nuestro conocimiento sobre la manera en que se establecieron, sustentaron y cayeron las dictaduras nacidas en la Europa de entreguerras, sino que ha permitido detectar una serie de problemas comunes en el análisis de las actitudes y los comportamientos sociales observables bajo este tipo de regímenes (Kershaw 2009).

En Italia, fue Renzo De Felice quien, al defender la presencia de un "consenso" amplio entre los italianos y el régimen de Mussolini durante determinadas etapas de su existencia, sembró la polémica entre la historiografía dedicada al estudio del fascismo. Concretamente, el historiador italiano afirmaba que, en el período comprendido entre 1924 y 1939, habían existido un gran apoyo y solidaridad con la obra del Duce, al entender que ésta convergía con el bien de Italia. A su juicio, los grandes salarios ofrecidos por el Estado fascista, la mayor preocupación de los italianos por las cuestiones económicas que por las políticas, y el nuevo espíritu de colaboración creado por la crisis de 1929, resultaron claves en el establecimiento del consenso entre población y régimen (De Felice 1974; Colarizi 1991). Las controvertidas tesis de Renzo De Felice cuestionaron el mito de la resistencia antifascista y una interpretación basada en la existencia de un régimen ajeno a los italianos que les habría sido impuesto forzosamente por una minoría de fanáticos (Corner 2009a, 238-239). Además, los argumentos de De Felice contribuyeron a que muchos estudiosos se preguntaran por cuáles eran los aspectos del fascismo italiano que habían hecho posible concitar tal grado de apoyo popular. Al respecto, fue Emilio Gentile el principal defensor de la existencia de una auténtica ideología fascista fundada sobre un pensamiento mítico, ultranacionalista y palingenésico que, valiéndose de elementos tales como la apelación a la regeneración nacional, la sacralización de la política y el liderazgo carismático de Mussolini, habría arraigado en muchos italianos contribuyendo a su conversión en fascistas (Gentile 1990 y 1993; Griffin 1991).

Tanto las teorías de De Felice como las de Gentile no cesaron de recibir críticas desde diversos sectores de la historiografía dedicada al estudio del fascismo italiano, que los acusaron de revisionismo en sus escritos (Painter 1990). Pero, al margen de las implicaciones políticas del debate, las críticas principales se dirigieron contra la consideración del fascismo como una religión política de la que los italianos corrientes habrían sido fervientes seguidores y hacia la minimización que estos autores parecían hacer en sus estudios tanto de las actitudes contrarias al régimen como del impacto del control policial y la represión en la obtención de ese supuesto consenso. Así, recientemente, algunos trabajos han vuelto a poner el énfasis en las resistencias y el rechazo al fascismo entre una parte de la población y en la capacidad de éste para penetrar en la vida privada gracias a una red capilar de instituciones encargadas de controlar la cotidianeidad de los italianos corrientes (Bosworth 2005; Corner 2002 y 2012; Dunnage 2008; Ebner 2011). Pese a todo, lo que todas estas críticas han puesto de manifiesto ha sido la artificialidad del debate consenso-represión y, en consecuencia, han constatado la heterogeneidad de las actitudes registradas, la escasez de categorías necesarias para englobarlas y la necesidad de comprobar en el nivel local la influencia de la cultura y las políticas fascistas (Kim 2009).

De manera similar, respecto a la Alemania nazi, desde finales de los años sesenta del siglo XX se criticaron las interpretaciones en las que la población aparecía como un sujeto pasivo víctima de la represión y la manipulación realizada por Hitler y su partido. Diversas investigaciones comenzaron a poner el acento sobre la "experiencia de guerra" y el discurso regenerador adoptado por los nazis, el liderazgo carismático de Hitler o las motivaciones que llevaron al NSDAP (National Socialist German Workers Party, por su sigla en inglés) a obtener un nada despreciable respaldo popular en las urnas (Mosse 2005; Kershaw 2004; Childers 1983). Igualmente sugerentes resultaron las investigaciones centradas en la colaboración de los ciudadanos corrientes, en las prácticas de control social y represión dirigidas desde el Estado, o en el apoyo otorgado a la legislación antisemita (Gellately 2002; Eley 2000; Dov Kulka y Eberhard 2010). Pero, al igual que en el caso italiano, algunos estudiosos empezaron a mostrar la mayor complejidad de las actitudes registradas entre los alemanes durante la etapa hitleriana y, como hicieron los integrantes del llamado "Proyecto Baviera", centraron su atención en todo un abanico de actitudes intermedias mayoritarias entre el conjunto de la población (Broszat 1977; Kershaw 2004, 245-285). Estos avances han provocado que, en los últimos años, los investigadores del nazismo hayan sido cada vez más conscientes de la dificultad de medir las actitudes sociales bajo el régimen nazi, de la necesidad de tener en cuenta las etapas y coyunturas en las que éstas son observadas, y la complejidad derivada de combinar el "consenso" con la coerción, para explicar los comportamientos de la sociedad o su participación en la persecución de los judíos (Fritzsche 2008; Stephenson 2006; Loeffel 2012).

Pero, al margen de los dos grandes regímenes fascistas de la Europa de entreguerras, no podemos olvidar la importancia alcanzada por los estudios sobre actitudes sociales bajo regímenes no democráticos en otras muchas naciones. En el caso de la Rusia estalinista, ha sido cada vez mayor el número de especialistas ocupados del análisis de la opinión popular, de la colaboración de la población en las tareas represivas o de la eficacia de los elementos culturales y simbólicos para generar aceptación social en los ciudadanos. Aunque, recientemente, el foco de atención parece haber vuelto sobre los elementos coercitivos, los estudiosos del estalinismo no han dejado de interesarse por descifrar las actitudes de la gente corriente y su relación con las instituciones soviéticas (Fitzpatrick 1999; Davies 1997; Velikanova 2013). Igualmente, los investigadores de la Francia de Vichy han demostrado un creciente interés por cuestiones como la colaboración de la población en la persecución de los judíos, las heterogéneas actitudes y conductas mostradas por los ciudadanos franceses o el desarrollo de la vida cotidiana bajo la ocupación nazi (Burrin 2003; Fogg 2009). En esta misma dirección se han movido las recientes aportaciones realizadas para el estudio de la República Democrática Alemana, que han evidenciado la necesidad de entender que no todo se redujo al control social establecido por el Partido Socialista Unificado y a la incansable labor policial de la Stasi, y han puesto el acento en los mecanismos de asistencia social utilizados para incrementar la aceptación popular, la colaboración de intermediarios y ciudadanos corrientes en la represión de sus vecinos, la importancia de los elementos "culturales" y la inadecuación de entender al Estado y a la sociedad alemana como dos compartimentos aislados (Fulbrook 1995; Jarausch 1999). Pero tampoco debemos olvidar los avances impulsados fuera del continente europeo en este ámbito. Destaquemos de manera especial los incipientes estudios realizados durante los últimos años para la dictadura militar de Videla en Argentina, que han subrayado la capacidad de la misma para generar apoyos sociales merced a la utilización de los valores del orden, la religión o el nacionalismo argentino, así como los efectos desmovilizadores obtenidos gracias al uso de instrumentos represivos y de control social sobre la población (Lvovich 2008; Pittaluga 2006).

A la vista de los progresos realizados, no podemos negar que un "efecto pendular" ha afectado a la historiografía dedicada al examen de actitudes y comportamientos sociales bajo regímenes dictatoriales, y que se ha visto traducido en la polarización entre aquellos trabajos que han dado mayor peso a la coerción, la represión y el control social, para explicar las actitudes de la población, y quienes, en contraste, han insistido en la importancia del respaldo popular, la colaboración ciudadana y la complicidad social recibida por las dictaduras. Pese a la presencia de visiones enfrentadas, parece haberse llegado a un acuerdo de mínimos. Todos se han percatado de la complejidad que rodea la relación entre Estado y sociedad y de que el miedo, la coacción y la represión son sólo una cara de la moneda, cuyo reverso está conformado por el acomodamiento, la aceptación o el consentimiento.

Entre el consenso y la oposición: las actitudes de la población durante el franquismo

Los casi cuarenta años que permaneció el general Franco al frente del Estado español constituyen un escenario perfecto para el estudio del respaldo social recibido por la dictadura, y el examen de las actitudes y conductas de los ciudadanos. Tan prolongada trayectoria nos permite observar con precisión sobre qué apoyos sustentó su estabilidad el franquismo, y rastrear la evolución de las actitudes de los españoles de a pie frente a un régimen que ocupó una buena parte de sus vidas y ante el que no siempre adoptaron la misma postura. En este sentido, el caso español puede servir de modelo para comprender el diálogo establecido entre Estados no democráticos y las sociedades que vivieron en ellos, el alcance y los límites derivados de la combinación de mecanismos de coacción y consenso empleados por las dictaduras, y el dinamismo de las actitudes y conductas de la población con el paso de los años. Los investigadores de la dictadura franquista han puesto en los últimos años el foco de atención sobre la "gente corriente" y su relación con el régimen, abriendo nuevas posibilidades para la comprensión de aspectos poco conocidos hasta ahora, pero todavía restan mucho camino por recorrer y muchas incógnitas por despejar.

Fue a finales de los años ochenta cuando, alentados por la historiografía italiana, los investigadores del franquismo comenzaron a interesarse por los apoyos sociales disfrutados por el régimen y las actitudes de la población durante los cuarenta años de dictadura. No faltaron quienes adujeron como única causa explicativa de su larga duración el ininterrumpido ejercicio de la represión por parte del Estado, ni tampoco las interpretaciones en clave antifascista, que consideraban al franquismo como un movimiento bárbaro y antimoderno, carente de ideología e impuesto por la fuerza sobre la población (Ortiz 2005, 169). Sin embargo, pronto surgieron voces que advertían sobre la imposibilidad de que el régimen se hubiera sustentado exclusivamente sobre el uso de los mecanismos represivos. Así, quedaron constatadas las limitaciones de una visión dicotómica de las actitudes sociales como la propuesta por De Felice para Italia, y se propusieron nuevas categorías analíticas que ilustraran un mayor número de actitudes que las recogidas bajo los términos de "consenso" y "oposición" (De Riquer 1990).

A partir de ahí, nuevos foros de debate dieron forma a publicaciones específicamente centradas en las actitudes individuales y colectivas durante la dictadura franquista, y, paralelamente, empezó a esbozarse el perfil de sus apoyos sociales (Molinero e Ysàs 1992). Por último, los avances experimentados en otras historiografías extranjeras, en especial la italiana, sirvieron de inspiración a los estudiosos del franquismo en España y, fruto de ello, resultaron algunos artículos comparados que aportaron importantes matices y advirtieron de los peligros de extrapolar los modelos teóricos utilizados en otras naciones, sin tener demasiado en cuenta las peculiaridades características del régimen franquista (Cazorla 2002).

Sin embargo, tan sugerentes propuestas eran meras hipótesis de trabajo, que requerían una profunda y documentada comprobación empírica. Las respuestas llegaron en 1999 de la mano del denominado "Proyecto Valencia", en el que se recogió una serie de estudios de historia local, sustentados en la historia "desde abajo" británica, la Alltagsgeschichte alemana y la microhistoria italiana. Los trabajos recogidos en ese volumen colectivo trataron de sintetizar los problemas inherentes al estudio de las actitudes sociales en el franquismo, aportar nuevas propuestas para su resolución y ofrecer estudios de caso, donde quedaban puestas de manifiesto la variabilidad de los comportamientos de los españoles y la dificultad de interpretar las relaciones entre régimen y sociedad (Saz 1999). Poco después, las investigaciones de Jordi Font, para el caso de Girona, confirmaron las potencialidades existentes en las fuentes orales para el análisis de las actitudes sociopolíticas, y la conveniencia de aumentar la lente y mirar a "lo local", para verlas con mayor nitidez y precisión. Font, además, hacía un notable esfuerzo por aportar nuevas categorías analíticas que reflejaran la complejidad de las actitudes ciudadanas (Font 2004, 49-56).

Si a finales del pasado siglo algunos investigadores afirmaban que el balance de la historia social de la época franquista era pobre, hoy podemos ser más optimistas (Molinero e Ysàs 1998, 134-136). Gracias al notorio aumento de los estudios locales durante la última década, a la mayor atención prestada a los avances realizados en este campo por otras historiografías extranjeras y a las notables contribuciones realizadas por la nueva historia política, los estudios culturales y la historia sociocultural, se puede afirmar que actualmente nos encontramos mucho más cerca de conocer el funcionamiento social del franquismo. Pese a las carencias y los desequilibrios existentes, hoy conocemos mejor las dinámicas políticas y sociales establecidas en los ámbitos provincial y local, las reacciones de los ciudadanos ante las políticas y los discursos producidos "desde arriba" o las razones del resquebrajamiento de la estabilidad del régimen más allá de las luchas de poder libradas en las altas esferas del Estado (Martín 2008; Del Arco 2009; Cazorla 2010).

Desde comienzos del siglo XXI ha habido un mayor interés por conocer en profundidad otras dimensiones de la Guerra Civil que habían permanecido marginadas en los relatos sobre la contienda. Por un lado, las investigaciones han prestado atención a la conflictividad, la radicalización política y social, y el efecto que políticas y discursos determinados tuvieron sobre las actitudes de la población. La "brutalización" del lenguaje político, el surgimiento de partidos con postulados ideológicos excluyentes, la "fascistización" experimentada por determinadas formaciones, el protagonismo adquirido por la violencia, las expresiones de iconoclastia popular, y otros factores políticos y sociales, provocaron el crecimiento de sentimientos antirrepublicanos y antiizquierdistas entre importantes sectores de la población y motivaron su evolución hacia alternativas no democráticas (González 2005; Cruz 2006; Thomas 2012). Por otro lado, en los últimos años ha quedado constatada la eficacia alcanzada por determinados discursos movilizadores durante la contienda que -merced a la difusión de una imagen mitificada y al uso de elementos tales como la deshumanización del enemigo, la violencia revolucionaria practicada en zona republicana o la defensa de la religión católica- calaron en importantes sectores sociales que apoyaron al bando sublevado (Núñez 2006; Cobo y Ortega 2006).

Sin embargo, falta mucho por conocer sobre las actitudes y los comportamientos de los españoles que acudieron al frente y de quienes permanecieron en la retaguardia. Las cartas, los diarios y la documentación contenida en los archivos militares pueden resultar fundamentales para dilucidar si entre los combatientes predominaron los intereses materiales o los componentes ideológicos, y para reconstruir la vida diaria lejos de las trincheras. En este sentido, debemos entender que los combatientes fraternizaran con el enemigo, que las condiciones económicas tuvieran efectos desmoralizadores sobre sus conciencias o que desertaran y se pasaran al bando contrario. No fueron infrecuentes, por ejemplo, casos como "el intercambio de tabaco y prensa" entre soldados de ambos bandos denunciado en julio de 1938 por el capitán de la 12ª Brigada Mixta de Asalto en el sector de Monterrubio (Badajoz). Y tampoco debe extrañarnos que los diplomáticos italianos afirmaran en 1938 que la población estaba "cansada de la guerra" y no encontraba "más razones por las que combatir" (Seidman 2003; Matthews 2012).1 Pero no podemos minusvalorar el papel de la ideología, el nacionalismo o la religión sobre los comportamientos individuales. El conocimiento de las colectivizaciones establecidas en la localidad de Constantina (Sevilla), por ejemplo, sembró el "terror" entre la "gente de orden" que permanecía en la capital; las noticias de la violencia anticlerical -como la practicada sobre un monje dominico de Almería al que le hicieron desnudarse y le pintaron la sigla UHP (uníos hermanos proletarios) en el cuerpo- debieron conmocionar a muchos católicos que permanecían en la zona rebelde; y para ciudadanas católicas como PVC (2011), uno "de los peores recuerdos que tengo de la guerra fue no poder rezar tranquilamente".2 En este sentido, debemos tener presente que, en el frente o en la retaguardia, muchos actuaron movidos por sentimientos de camaradería en torno a la sangre derramada o convencidos de que, en caso de no empuñar las armas, no ingresar en las milicias ciudadanas o no contribuir económicamente al sostenimiento de la guerra, sus creencias más sagradas y sus bienes materiales estarían en peligro. Pero tampoco podemos descuidar el contexto comprendiendo que, del mismo modo que con el avance de la guerra la desilusión o el individualismo pudieron ser las actitudes predominantes entre soldados que llevaban muchos meses en las trincheras, las expresiones de entusiasmo y los ideales pudieron tener un peso importante en los albores de la contienda, cuando no se sabía que la lucha armada se prolongaría durante casi tres años.

Atender a las actitudes de los ciudadanos corrientes durante la posguerra constituye un paso fundamental para comprender la construcción del régimen y la propia existencia cotidiana de la sociedad española durante los años cuarenta. En 1939 España se había convertido en una nación de vencidos y vencedores. La muerte, la cárcel, la depuración profesional, la incautación de bienes o la estigmatización social fueron el destino de los primeros. ASR (2011), un ciudadano corriente que había visto cómo su padre perdía su trabajo por "sus ideas", afirmaba que "en mi barrio nosotros éramos los rojos y habíamos venido de Madrid como rojos [...] eran un sello que te ponían y ya no te quitaban".3 Las reacciones ante la represión y la exclusión social a las que fueron sometidos generaron formas de "resistencia" al proceso de trituración de la personalidad por parte del Estado. Pero, en líneas generales, la resignación, la humillación, el miedo y el silencio fueron las actitudes preponderantes. Es más, el régimen consiguió en algunas ocasiones que los vencidos llegaran a asumir la culpabilidad de sus acciones y la necesidad de redimirse de los "pecados" cometidos. La hija de Diego García, asesinado por pertenecer al sindicato de izquierdas de la UGT, sostenía que "a mi padre le mataron, pero no nos molestaron más", lo que prueba el éxito del franquismo a la hora de crear mentalidades autorreprimidas y conseguir que algunos vencidos "echaran tierra" sobre sus identidades pasadas (Font 2004; Núñez 2009, 200).

Mientras, los vencedores disfrutaban de una España acorde con su concepto de lo que debía ser la nación. Muchos de ellos no dudaron en contribuir a la construcción del régimen, colaborando en las tareas represivas o formando parte de sus instituciones. Respecto al primer aspecto, convendría perfilar mejor los agentes de la represión (perpetradores, colaboradores, intermediarios, víctimas, etcétera) y descender a "ras de suelo" para estudiar las "microfísicas del poder" que marcaron los ritmos de la violencia cotidiana (Foucault 1979). Delatar a los "enemigos de la Patria", exigir el castigo de quienes consideraban culpables de las muertes de sus familiares, o solicitar al Estado que honrara la memoria de los "caídos" por la causa rebelde, fueron algunos de los pilares fundamentales sobre los que se sostuvo la "comunidad de los vencedores". No fue infrecuente que en las localidades de todo el país se abrieran colectas para sufragar la erección de las "cruces de los caídos", que hubiera quienes impulsaran por su propia cuenta la represión de sus enemigos o quienes se aprovecharan de la incómoda situación de los vencidos para chantajearlos y sacar provecho de su condición (Anderson 2010).

En 1941, por ejemplo, Juan Barranco Pérez, vecino de Granada, recibió la visita de dos individuos que, haciéndose pasar por agentes de policía, le ofrecieron "el arreglo de una denuncia que figuraba en su contra". En San Bartolomé de Béjar (Ávila), "un nutrido grupo de vecinos" mostró su disgusto ante las autoridades porque el maestro de la localidad, Mariano Campos, que durante la Segunda República "era persona de izquierdas" y "rompió catecismos delante de los niños", continuaba en su puesto tras la guerra. La insistencia de los vecinos acabó dando sus frutos, pues consiguieron la destitución del maestro.4 Otros pasaron a formar parte de ayuntamientos, diputaciones y otros órganos de poder que les permitieron contribuir a la construcción del edificio franquista desde el ámbito provincial. Desde allí pudieron controlar el ambiente político local, beneficiarse de su condición de "vencedores" obteniendo pensiones, viviendas o cargos públicos, pero, sobre todo, evitando el hambre y la miseria que asolaron la España de posguerra y que afectaron especialmente a quienes habían resultado derrotados en la Guerra Civil, privados de sus bienes y perseguidos por acudir al mercado negro para tratar de sobrevivir (Gómez y Del Arco 2005). Conscientes de que el régimen recompensaba sus apoyos sociales, no debe extrañarnos que hubiera incluso quienes, como ocurrió con una viuda de la localidad de Alhama (Granada), trataron de esgrimir la condición de falangista de su difunto marido para obtener una pensión o vivienda.5

Pese a todo, la mayoría de los españoles formaban parte de una inmensa zona intermedia situada entre los vencedores y vencidos. La recuperación de la normalidad marcó las actitudes de la mayor parte de la población sobre el régimen, las condiciones económicas del país o las políticas estatales. Muchos ciudadanos rebajaron sus expectativas y asumieron como normales las dificultades de la posguerra y la miseria existente. Los fuertes deseos de llevar una existencia centrada en la vida familiar y en el desempeño de sus trabajos fomentaron la desmovilización social y el rechazo a "lo político", tanto en relación con las propuestas de la oposición al régimen como con los mecanismos de socialización empleados, por ejemplo, por el partido único de la Falange y sus organizaciones (Trommler 1992; Cabana 2011). Tales sentimientos condicionaron las actitudes de la población hacia la guerrilla antifranquista -vista en muchas ocasiones como una alteración indeseada de su vida cotidiana- o frente a las consecuencias políticas derivadas de una hipotética implicación del país en la Segunda Guerra Mundial. El embajador británico en España aseguraba en 1945 que "muchos españoles están disgustados por las intromisiones en sus asuntos", lo que fortalecía el discurso de "neutralidad" empleado por el régimen y el "mito del Caudillo" como defensor frente a las presiones extranjeras y la injerencia externa en cuestiones que sólo incumbían a los españoles.6

La mejora de la situación internacional y de las condiciones de vida a partir de la década de los cincuenta influyó igualmente en las actitudes de los españoles de a pie. Las expectativas de cambio se volatilizaron con la desaparición de los grupos armados contrarios a la dictadura, y el régimen se sintió más confortable que nunca. En 1951, por ejemplo, las autoridades afirmaban que la situación era de "satisfacción general con la marcha del país" por el fin del racionamiento alimenticio y el alejamiento del fantasma de una intervención extranjera.7 Ciertamente, las condiciones de vida dejaban todavía mucho que desear, amplias zonas del país seguían hundidas en la pobreza, e importantes sectores sociales continuaban viviendo en una situación muy precaria, que provocaba su descontento hacia el régimen.

Pero no debemos olvidar el impacto que el recuerdo de la Guerra Civil y la miseria tuvieron sobre una parte considerable de la población española, fomentando actitudes conformistas y resignadas entre quienes no simpatizaban con la dictadura y consolidando el respaldo de importantes capas de la sociedad.8 La gris España de los cincuenta afianzó la desmovilización social y fomentó actitudes apáticas y pasivas entre la población, pero el cambio generacional y la incapacidad del régimen para generar apoyo positivo e identificado con los postulados del franquismo empezaron a originar leves fracturas frente al discurso y las políticas estatales (Hernández 2013). Así lo constataba el embajador británico, cuando en su memoria correspondiente al año 1958 escribía que "los recuerdos de la guerra civil retroceden y la gratitud por las décadas de paz se agota".9

El crecimiento económico experimentado por España durante la década de los sesenta proveyó al régimen de una nueva fuente de legitimidad. La dictadura no dudó en utilizar propagandísticamente la mejora de las condiciones de vida y presentarlas a los ojos de la población como el resultado de la paz duradera disfrutada por los españoles (Aguilar 2008, 104-114). Muchos sectores de la sociedad experimentaron un aumento de su poder adquisitivo, pudieron acceder a nuevos bienes de consumo y empezaron a disfrutar de niveles de bienestar desconocidos hasta el momento. Para gente como RGG (2011), "la diferencia fue realmente notoria, porque mejoró el poder adquisitivo, la gente ganaba más, viajaba más y las cosas mejoraban". Pero, incluso, entre algunos de los menos beneficiados por el "desarrollismo" de los sesenta, la actitud fue con frecuencia de conformismo ante sus condiciones de vida. EMS (2011) recuerda que "vacaciones no teníamos [...], pero nos íbamos al campo, comprábamos cerámica en los pueblos y lo pasábamos bien".10

La legitimidad basada en la eficacia, la paz y los progresos materiales fue suficiente para que el franquismo se mantuviera en pie hasta la muerte de su fundador, en 1975. Añadamos a lo dicho que la memoria del hambre y de la Guerra Civil siguió presente en las mentes de muchos ciudadanos, de manera que los movimientos de oposición se encontraron con frecuencia con una "tónica de apatía", que provocó que los intentos del antifranquismo por derribar a la dictadura fuesen, si no un "continuo fracaso", como afirmaban las autoridades, sí muy difíciles de llevar a buen término. Una situación que desembocó en líneas generales en una "normalización" de la dictadura entre considerables grupos de la sociedad, que pensaban que "si no te metías en política no tenías de qué preocuparte".11

Cuando la vida de Franco tocaba a su fin, muchos ciudadanos habían modificado sus actitudes, se habían adaptado al régimen y, en cierto sentido, acomodado a una existencia carente de libertades. Pero esto no oculta que el discurso del régimen cada vez calaba menos entre los españoles, que el crecimiento económico no bastaba para estudiantes, jóvenes, trabajadores, vecinos e importantes segmentos de la población que demandaban cambios políticos y sociales, y que los apoyos del régimen se agotaban vertiginosamente. Los barrios, las fábricas, las universidades y las parroquias se habían convertido en "enclaves democráticos" dentro de un sistema dictatorial que parecía volverse cada vez más violento e intolerante (Gilley 2010; Radcliff 2011; Saz 2013b, 169-186). MBL (2012), por ejemplo, recordaba que con uno de sus profesores, "empezamos a hablar de democracia y de libertades. Aquello era como una pequeña democracia. Hacíamos debates en clase y con un ambiente bastante abierto".12 Lo cual no oculta que la "sociedad civil" aún estaba en construcción y que la presencia de "déficits democráticos" era evidente.

El párroco de Torvizcón (Granada) se lamentaba en 1970 del "miedo atroz ante cualquier reunión, escrito..." que tenía la mayoría de los habitantes de la localidad. Su colega de Cáñar (Granada) afirmaba de sus feligreses que "no se comprometen con nada, carecen de iniciativa y son insolidarios". Idénticas reticencias a entrar en el terreno de lo percibido como "político" quedaron expuestas en 1974 por el presidente de la Asociación de Cabezas de Familia del barrio obrero granadino del Zaidín, uno de los más desasistidos por las autoridades municipales. En una entrevista a una revista local señalaba que "el barrio tiene muchos problemas -pavimentación, alumbrado público, transportes- [...] pero el principal de ellos es que no encontramos el apoyo del vecindario para nada".13 Al morir el dictador, los españoles no eran unos demócratas ejemplares, el autoritarismo formaba parte de su cultura política, y eran muchos los que querían conservar buena parte de los logros cosechados bajo el franquismo, pero era la sociedad la que había decidido -con sus virtudes y defectos- la democracia que deseaba.

Observar la evolución de las actitudes durante los cuarenta años de dictadura franquista nos provee de una visión más completa del comportamiento de la "gente corriente" bajo regímenes carentes de libertades, de los instrumentos utilizados por el Estado para ganar apoyos sociales, fomentar la pasividad o contener la contestación social, y de las verdaderas razones que posibilitaban el sostenimiento de las dictaduras en el día a día de la población. Una nueva mirada sobre el ámbito de la vida cotidiana -sobre cómo fueron recibidos los mecanismos de nacionalización, construidos y vividos por los individuos, gracias a la actuación de agentes directos de transmisión de identidades y otros elementos difusores de un "nacionalismo banal"- puede iluminar nuevos recursos que nos ayuden a conocer actitudes esenciales para el mantenimiento de las dictaduras (Steege y Healy 2008; Billig 1995; Fox y Miller-Idriss 2008). Y, en este sentido, debemos seguir el camino marcado por nuevas investigaciones que están incidiendo en la importancia de analizar estos aspectos "desde abajo" y mirar allí donde los individuos corrientes interactuaban cotidianamente con la dictadura (Loeffel 2012; Ferris 2012).

Conclusiones

Decía el historiador británico Ian Kershaw, refiriéndose al caso del nazismo alemán, que para aquellos que sufrieron en sus carnes la represión (o incluso para quienes fueron testigos de la misma), las elucubraciones realizadas por los historiadores pueden parecer cruelmente distantes (Kershaw 2004, 246). Sin embargo, como ha quedado probado a lo largo de las páginas precedentes, prestar atención a las actitudes, a los comportamientos, a las percepciones y a los móviles por los que actuaron o permanecieron pasivos resulta fundamental para entender los orígenes de tales Estados, su estabilidad durante largos períodos y su posterior derrumbe. Examinar individuos cuya conducta no siempre respondió a aquello que cabría esperar de su posición social o de su ideología política, que cambiaron de pensamiento con el paso de los años, que combinaron actitudes contradictorias e incluso incompatibles, es una tarea compleja, de difícil categorización, pero esencial para entender la construcción y el mantenimiento de las dictaduras.

En los últimos años, los investigadores dedicados al análisis de los regímenes dictatoriales han prestado cada vez una mayor atención a los apoyos sociales de los mismos, a la opinión de la población y a las actitudes y conductas de la "gente corriente". Sin embargo, todavía falta mucho camino por recorrer. Es necesario hacerles nuevas preguntas a las fuentes de las que disponemos, explotar al máximo los testimonios orales -a pesar de sus peligros y dificultades- y realizar un esfuerzo de conceptualización, clarificando las categorías empleadas y haciendo de ellas herramientas epistemológicas útiles para el examen de las actitudes sociales. Junto a ello, parece pertinente profundizar en visiones "a ras de suelo", dirigiendo la mirada a la esfera local, donde las relaciones sociedad-Estado se reproducían cotidianamente. Se trata, en fin, de combinar escalas de análisis, profundizando en perspectivas "desde abajo" que permitan completar y matizar visiones "desde arriba" y conocer con precisión el funcionamiento de las dictaduras.


Comentarios

* El artículo es resultado de la tesis doctoral "Las bases sociales de la dictadura. Las actitudes ciudadanas durante el régimen de Franco", Universidad de Granada (España), y de la investigación realizada gracias a un contrato financiado por la Universidad de Granada, entre noviembre de 2012 y abril de 2013. Igualmente, se enmarca dentro del Proyecto I+D: "Continuidad y cambio en el comportamiento político de los españoles en el segundo franquismo (1966-1982)" (HAR2012-36528).

1 Los casos, en Archivo General Militar de Ávila (AGMAV), Sección Zona Nacional. Caja 221, 7, 8; Archivio del Ministero d'Affari Esteri (AMAE), Uffizio Spagna, Legajo 1216, 8-9-1938.

2 ABC. 12 de agosto de 1936; Archivo Histórico Nacional (AHN), Causa General, Legajo 1164-1, Almería, pieza 10, expediente 3/63; PVC (2011). También en Ideal. 31 de julio de 1936.

3 ASR (2011).

4 Sentencia 148. 1941. Archivo de la Real Chancillería de Granada (ARCG). Sección Criminal. Libro 1100. Correspondencia San Bartolomé de Béjar. 1942. Archivo Histórico Provincial de Ávila (AHPA). Gobierno Civil, Caja 78.

5 Solicitando una pensión de viudedad, 23-2-1949. Archivo General de la Administración (AGA). Sección Presidencia, Caja 51/18996.

6 Internal Situation. 1945. The National Archives (TNA). Foreign Office, Caja 371/45889.

7 Parte de actividades provinciales. 1951. AGA. Sección Presidencia, Caja 21/2370; Situazione politica. 1954. AMAE. Uffizio Spagna, Legajo 313.

8 Internal report. 1956. TNA. Foreign Office 185/1767.

9 Annual Review. 1959. TNA. Foreign Office 371/144925.

10 RGG (2011) y EMS (2011).

11 Memorias del Gobierno Civil de Granada. 1969-1971. AGA, Sección Cultura, Cajas 52/491 y 52/509; Memoria del Gobierno Civil de Huesca. 1972. AGA. Sección Cultura, Caja 52/475; pero también los testimonios de quienes vivieron aquellos años: GBP (2009).

12 MBL (2012).

13 Estudios para el trabajo pastoral. 1970-1971. Archivo Histórico Diocesano de Granada (AHDG). Armario 2, Caja 3; Granada Semanal. 27 de julio de 1974.


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Fecha de recepción: 12 de octubre de 2013 Fecha de aceptación: 20 de febrero de 2014 Fecha de modificación: 14 de mayo de 2014