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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.54 Bogotá Oct./Dec. 2015

https://doi.org/10.7440/res54.2015.13 

Volverse actor: dos vías para los movimientos sociales en el siglo XXI

Geoffrey Pleyers*

* Ph.D. en Sociología por la Université Catholique de Louvain (Bélgica). Investigador del FNRS en la Université Catholique de Louvain y en el Centro de Análisis e Intervenciones Sociológicas (CADIS, Francia). Es el presidente del Comité de Investigación "Movimientos Sociales" de la Asociación Internacional de Sociología. Correo electrónico: Geoffrey.Pleyers@uclouvain.be

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res54.2015.13


Con la magnitud de los desafíos globales como el cambio climático, el poder de los mercados financieros y la concentración de los recursos mundiales en el 1% de los más ricos, la globalización parece reducir drásticamente la cuestión sobre la capacidad de actuar de los ciudadanos y alejarlos de los lugares donde se toman las decisiones políticas. Sin embargo, esta misma globalización también ofrece nuevas oportunidades y nuevos espacios para que los ciudadanos se construyan como actores de su vida y de su mundo.

Siguiendo los caminos de la sociología de la acción (Melucci 1996; Touraine 1978 y 2002) y de la emergencia (Sousa Santos 2009), me parece importante analizar las culturas políticas y las vías por las cuales individuos y comunidades se oponen a la forma dominante de globalización económica, cómo implementan alternativas concretas y cuáles son las visiones del mundo y del cambio social sobre las cuales construyen proyectos de emancipación que se oponen a la dominación de los mercados globales y se distinguen de las perspectivas de los movimientos sociales del siglo pasado.

El pensamiento y las prácticas de la emancipación en el siglo XX estuvieron dominados1 por un modelo de cambio social centrado en una estrategia en dos etapas: la toma del poder del Estado (por vías electorales o revolucionarias), y luego, la transformación de la sociedad a partir del Estado. Como lo resume John Holloway (2002, 29): "Durante más de cien años los sueños de aquellos que han querido un mundo adecuado para la humanidad se han burocratizado y militarizado, todo para que un gobierno ganara el poder del Estado y que, entonces, se lo pudiera acusar de 'traicionar' el movimiento que lo llevó hasta allí".

La caída del Muro de Berlín dio una teatralización al fracaso de esta perspectiva y propulsó al mundo y a los movimientos sociales en la historia global del siglo XXI (Hobsbawm 2002). En la década siguiente, la globalización fue dominada por las políticas económicas neoliberales, que rápidamente conquistaron los países del desaparecido bloque del Este, pero también los países no alineados de Bandung, desde la vuelta al capitalismo en China, las reformas de 1991 en India y el dominio de las políticas neoliberales en casi todos los países de América Latina. El fracaso del modelo soviético también promovió una desideologización, que además fue en muchos casos sinónimo de despolitización.

Frente a este triple desafío de la globalización, del dominio del neoliberalismo y de la despolitización de la sociedad civil institucionalizada (Kaldor 2003), los actores y movimientos sociales reinventaron las vías para volverse actores de su vida y de su mundo. En mi libro Alter-Globalization. Becoming Actors in the Global Age (Pleyers 2010) analizo dos de estas vías. Con la "vía de la razón", los ciudadanos se apoyan en una sociedad civil capaz de cuestionar la ideología neoliberal a través de análisis científicos y técnicos, y en una ciudadanía activa que se moviliza en contra del neoliberalismo para constituir sociedades más democráticas; mientras que los actores de la "vía de la subjetividad" defienden la autonomía de su experiencia vivida, de su subjetividad y de su creatividad, ya sea a nivel de una comunidad o a nivel individual. Estas dos vías fueron particularmente visibles en el movimiento altermundialista y en su lucha en contra del dominio de las finanzas globales, pero también han ocupado un lugar central en muchos de los movimientos contemporáneos, incluidos los movimientos ecologistas, los que están en contra de la violencia y los que buscan la democratización en la segunda década del siglo XXI, tales como algunas revoluciones árabes, el 15M en España, los movimientos Occupy o los movimientos ciudadanos de junio de 2013 en Turquía, Brasil y Bulgaria.

Estas dos vías son "gramáticas de acción" y se deben considerar como herramientas analíticas. Son lógicas de acción que no existen de manera pura en la realidad -y ningún actor es la encarnación perfecta de una lógica de acción-, pero nos permiten entender las acciones de los actores y las visiones del mundo que ellos agitan. Ningún actor concreto se puede resumir en una de estas vías, entendiendo que las vías de la razón y de la subjetividad se mezclan en la acción y en la subjetividad de los actores de los movimientos contemporáneos.

La vía de la razón

En los años 1990, la presentación de la "democracia de mercados" (Fukuyama 1992) como el modelo único llevó a considerar el desarrollo económico y los tratados de libre comercio como cuestiones técnicas, manejadas por expertos y tecnócratas. Acuerdos de la Organización Mundial del Comercio sobre las grandes orientaciones económicas se aprobaron sin debates en los parlamentos nacionales, cuando no se negociaron en secreto, como fue el caso de la Asociación Transatlántica para el Comercio y las Inversiones en la segunda década del siglo XXI. Esto fue denunciado por activistas y analistas como la "democracia vacía" (Randeria 2007).

Frente a esta "tecnificación" de las políticas económicas -que a menudo ha significado una "despolitización"-, redes de ciudadanos y de expertos comprometidos consideran que las decisiones políticas con tantas repercusiones en la vida de los ciudadanos, como los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), no se pueden dejar en manos de unos cuantos expertos y tecnócratas. Por lo tanto, los actores de la vía de la razón promueven un mundo más democrático, combinando dos ejes de acción: la promoción de una ciudadanía activa e informada, y una crítica científica a las políticas dominantes.

Por un lado, las redes de expertos y los ciudadanos de la vía de la razón cumplen dos funciones esenciales para las democracias del siglo XXI: la primera es una función de alerta y de monitoreo de los actores políticos e institucionales, y la segunda, una función de educación popular. Atraen la atención de ciudadanos y sociedad civil sobre temas pocos visibles en los grandes medios, y los transforman en problemas públicos. Consideran, además, que un mundo más democrático requiere que los ciudadanos se formen para tener el conocimiento suficiente que les permita entender los debates políticos y forjarse su propia opinión, en especial en el campo de las políticas económicas y comerciales. Se trata, por lo tanto, de un movimiento profundamente democratizador y antitecnocrático.

Los expertos altermundialistas cumplieron un papel fundamental en alertar a la opinión pública sobre las consecuencias de los tratados de libre comercio o de los paraísos fiscales. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático emitió una declaración que no puede ser ignorada por los ciudadanos, por quienes toman las decisiones políticas y por los expertos en ciencias sociales: la forma de vida moderna no es sostenible, puesto que altera el clima, los ciclos geológicos y químicos básicos. Otras redes de expertos tienen un papel similar documentando casos de violación a los derechos humanos o de contaminación producida por empresas de extracción de recursos. El monitoreo y las críticas a los actores políticos y las instituciones a nivel nacional e internacional por grupos de la sociedad civil tienen un papel central en las democracias contemporáneas. John Keane (2009) califica las democracias contemporáneas como "democracias de monitoreo" (véase también Rosanvallon 2006), y sostiene que el funcionamiento democrático de nuestras sociedades depende tanto de las actividades de monitoreo y de crítica a los actores políticos ante los medios, la sociedad civil y los ciudadanos como de la transparencia de los procesos electorales.

Por otro lado, estos expertos y ciudadanos de la vía de la razón creen en el modelo de "democracia deliberativa" de Jürgen Habermas (1987). Están convencidos de que los argumentos racionales y científicos tendrán que ser tenidos en cuenta por quienes toman las decisiones políticas. Desarrollan análisis rigurosos de las políticas actuales, para demostrar que las políticas neoliberales no sólo son injustas en términos sociales, sino que, sobre todo, son irracionales en términos económicos (Pleyers 2010, capítulos 5 y 6). Intelectuales y expertos tuvieron un impacto importante en el desglose de las pretensiones científicas de las políticas económicas neoliberales y de los que negaban el cambio climático. La crisis financiera y económica que inició en 2007 comprobó la validez de los economistas altermundialistas, que desde hace muchos años denunciaba los excesos de la especulación y habían previsto tal crisis. Sin embargo, la crisis también evidenció un límite estructural de esta concepción del cambio social:los buenos argumentos y la comprobación de la validez de sus análisis no bastaban para cambiar las orientaciones dominantes de las políticas económicas. A finales de 2007, vieron sus análisis comprobados y pensaron, en consecuencia, que los líderes políticos iban a aplicar la política económica alternativa y a limitar la especulación. La realidad fue distinta: las medidas tomadas por el G20 en contra de los paraísos fiscales fueron muy limitadas, y la crisis de los bancos se convirtió, en muchos países, en una crisis de presupuesto estatal, lo que sirvió de argumento para justificar recortes al Estado social. De esta manera, la situación resultó contraria a las políticas alternativas propuestas por los expertos altermundialistas.

Si bien son complementarias, también entran en tensión la promoción de una ciudadanía activa e informada, y la preparación de argumentos científicos para deslegitimar las políticas dominantes. La primerabusca ampliar los debates a los ciudadanos, mientras que la producción de análisis científicos y la discusión con los expertos de las instituciones internacionales privilegian el trabajo de unos cuantos expertos.

Los activistas de la vía de la razón comparten una visión del cambio social impulsada desde la participación ciudadana en los debates públicos, y que genera una mejor regulación de la economía por las instituciones. Consideran que el mayor reto es recuperar el vínculo entre la economía (que opera a nivel global) y los asuntos sociales, culturales, ambientales y políticos, los cuales siguen fuertemente arraigados a las políticas nacionales. Por lo tanto, resaltan la urgente necesidad de contar con instituciones internacionales más fuertes y democráticas (Smith 2008), así como con medidas eficientes capaces de controlar la economía global e institucionalizar la redistribución y la participación a escala mundial. Los ciudadanos y expertos altermundialistas se dirigen entonces a los gobiernos o a las instituciones internacionales, con el objetivo de convencerlos de la necesidad de impulsar políticas distintas, de renegociar capítulos de tratados internacionales o de resolver casos de contaminación industrial. También valoran el respeto del Estado de Derecho y la imparcialidad del poder. Consideran al Estado como un actor capaz de limitar los poderes de los mercados, de las transnacionales y de los grupos armados o narcotraficantes, así como de redistribuir una parte de las riquezas y de imponer regulaciones para proteger el medioambiente. Por lo tanto, para estos ciudadanos, la corrupción y la colusión entre élites políticas y económicas son un problema fundamental, ya que pervierten la función del Estado y lo llevan a reforzar el poder de los más ricos.

La vía de la subjetividad

En la vía de la subjetividad, el "otro mundo posible" empieza por cambios locales y personales. El activismo se construye alrededor de la experiencia, entendida en su doble sentido: la experiencia vivida y la experimentación.

Estos activistas buscan defender la autonomía de su experiencia vivida frente a la influencia de la sociedad global y de los poderes económicos en todos los aspectos de la vida, y se rebelan contra la manipulación de las necesidades y de la información. Estos movimientos son un llamado a la libertad personal contra las lógicas del poder y de la producción, del consumo y de los medios de comunicación masivos. Como lo escribe Alain Touraine (2002, 391): "No podemos oponernos a esta invasión con principios universales, sino con la resistencia de nuestras experiencias singulares".

Por otro lado, los activistas de la vía de la subjetividad consideran la lucha como un proceso de experimentación creativa, por medio del cual se ponen en práctica los valores de un "mundo mejor". Los activistas de la vía de la subjetividad rechazan los modelos y planes preconcebidos para crear el mundo mejor y privilegian un aprendizaje en procesos de experimentación, ya que "se hace camino al andar", como lo repiten los zapatistas en el sur de México. La orientación general de la acción está en la consistencia entre sus valores y sus actos, refiriéndose en ocasiones al eslogan de Gandhi: "Sean el cambio que quieren ver en el mundo". El activismo es entonces prefigurativo (prefigura en los actos concretos los elementos de un mundo mejor y más democrático) y performativo (el objetivo no precede a la acción, sino que le es concomitante). En vez de una ruptura abrupta y radical que corresponde a la idea clásica de revolución, el cambio social se concibe como un proceso. El "otro mundo posible" no surgirá mañana, luego de la "gran noche", sino que comienza aquí y ahora, en estos rincones intersticiales de la sociedad apropiados por los activistas y transformados en espacios de experiencia alternativos y autónomos.

Frente a la invasión de la vida por lógicas mercantiles, estos movimientos buscan crear espacios de experiencia. Se trata de construir lugares distanciados de la sociedad capitalista que permitan a los actores vivir de acuerdo con sus propios principios, entablar relaciones diferentes y expresar su subjetividad (Bey 1991; McDonald 2006; Pleyers 2010, 37-40). Estos espacios son a la vez lugares de lucha y antecámaras de un mundo nuevo. Permiten a cada individuo y colectividad construirse como sujeto, defender su derecho a la singularidad y volverse actor de su propia vida. Algunos movimientos se organizan en territorios locales, como las comunidades indígenas zapatistas, o los "asentamientos" ocupados por los campesinos sin tierra (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, MST) en Brasil, donde organizan sistemas alternativos de salud, de educación o de decisiones colectivas. En las ciudades también se desarrollan movimientos para una transformación a partir de lo cotidiano, por ejemplo, con redes para consumir menos y mejor, o comprar sus verduras directamente a pequeños campesinos locales. Los jóvenes activistas privilegian espacios de experiencia más efímeros: las acampadas, que se volvieron una forma de acción privilegiada por los jóvenes alteractivistas del movimiento altermundialista en los años dos mil, del movimiento para la justicia climática y, en los años 2010, de la revolución en Egipto, de los indignados y de los movimientos "Occupy" o de Gezi Park.

Los activistas de la vía de la subjetividad consideran la democracia no tanto como una reivindicación dirigida a los gobiernos, sino como una práctica y un compromiso personales (Glasius y Pleyers 2013). Sostienen una concepción del cambio social que no pasa tanto por la influencia sobre los responsables políticos, sino por la transformación de la maneras de vivir juntos a partir de alternativas concretas que pongan en práctica los valores del movimiento, así como por una reafirmación de las formas de sociabilidad locales. Se trata tanto de cambiar la vida como de cambiar el mundo. Detrás de pequeños cambios en la manera de desplazarse, de fortalecer el tejido social, de elegir sus alimentos y de vivir de manera más responsable a nivel social y ecológico, se desarrollan proyectos de una sociedad distinta y de mayor convivencialidad (Illich 1985).

El cambio no se limita al nivel local, sino que se concibe de abajo hacia arriba (bottom-up), y el cambio personal ocupa un lugar central: "Creo que las cosas cambian mucho con el cambio personal. Lo más importante de mi forma de ser activista es mantener mi integridad y que mis prácticas sean consistentes con lo que yo defiendo" (Sofia, indignada, Bruselas, 2012). Con la misma lógica, el primer reto de las comunidades zapatistas es el de cambiarse a sí mismas; como lo recordó el subcomandante Marcos, la "primera revolución zapatista" no fue el levantamiento armado de enero de 1994, sino la adopción de la igualdad de género en las comunidades unos meses antes (EZLN 1994).

Estos movimientos nos llevan a reconsiderar la importancia del nivel local en un mundo globalizado. Lejos de desaparecer o de resumirse en una traducción de dinámicas globales, se ha vuelto el espacio en donde surgen muchos actores y alternativas al neoliberalismo; se ha convertido en el territorio en donde se implementan otras formas de democracia y prácticas de emancipación en el siglo XXI. La sustentabilidad de tales espacios constituye, sin embargo, desafíos permanentes a nivel político y social, y para asegurar una viabilidad económica.

Estos movimientos nos llevan a reconsiderar la importancia del nivel local en un mundo globalizado. Lejos de desaparecer en la edad global o de limitarse a una traducción de dinámicas globales, se han vuelto los espacios en donde surgen actores sociales, los territorios donde se implementan otras formas de democracia y prácticas de emancipación en el siglo XXI (Pleyers 2011). La literatura consagrada a los movimientos sociales suele dar una importancia secundaria a estos movimientos locales, a menudo reducidos a grupos de defensa de intereses locales y particulares (los movimientos NIMBY, "Not in my backyard"), o considerados como iniciativas que no tenían la fuerza suficiente para elevarse a nivel nacional (McAdam, Tarrow y Tilly 2001). La perspectiva de la vía de la subjetividad sugiere que muchos de estos actores eligen enfocar su energía y sus actividades en el nivel local, no porque no alcancen otra escala de acción, sino porque sitúan la construcción de la autonomía local en el centro de su proyecto de sociedad. Por lo tanto, se debe evitar toda confusión entre la escala territorial de un movimiento y el nivel de significación de su acción. Muchos movimientos locales apuntan a problemas globales y exploran soluciones concretas en el ámbito de la organización democrática de la vida en común y de la ecología. Sus alcances sobrepasan, por lo tanto, la escala local, y sus significados pueden ser tan globales como los de las redes internacionales de activistas.

Con la vía de la subjetividad, el cambio individual y a nivel local se ha vuelto una vía importante y estimulante del cambio social en el siglo XXI. Sin embargo,¿acaso se puede cambiar el mundo cambiándose a sí mismo o construyendo "espacios de experiencias", multiplicando las "islas alternativas" en un océano neoliberal? México representa un estudio de caso particularmente claro en este asunto. Numerosas iniciativas comunitarias y locales surgieron en las últimas décadas. Cambiaron la vida de mucha gente, a menudo sacándola de situaciones muy difíciles, por lo cual ya puede destacarse su importancia. Sin embargo, a pesar de la energía y la creatividad que miles de ciudadanos invirtieron en estos proyectos, México es en el presente un país más desigual y más violento que hace dos décadas, cuando se levantó el movimiento zapatista. Estos movimientos no han logrado impedir las transformaciones recientes en México, contrarrestar la colusión entre las élites política, económica y mediática, que está destruyendo los logros de la alternancia política y de la democracia institucional, ni evitar la colusión entre los actores políticos y el crimen organizado.

Exploraciones para una democracia en la Edad Global

Las vías de la razón y de la subjetividad no son dos lógicas de acción aisladas. Se combinan en las iniciativas de muchos grupos en los actos de ciudadanos que buscan contribuir a un mundo mejor y más democrático. Esta combinación conlleva algunas tensiones y contradicciones, a menudo visibles en los movimientos. También genera innovaciones sociales e interacciones constructivas que permiten superar algunos límites de cada vía. El activismo prefigurativo y la exigencia de implantar los valores democráticos en la organización del propio movimiento de la vía de la subjetividad limitan el poder de los expertos y proveen un contrapeso al liderazgo y a los procesos de institucionalización de los movimientos sociales (Pleyers 2012). Por otro lado, la perspectiva global y las competencias técnicas de los expertos complementan las perspectivas locales, y, a veces, permiten colaboraciones con actores políticos e institucionales.

Una democracia global no puede resultar de una simple expansión de la democracia representativa implementada a escala nacional. A nivel global, la democracia tiene que ser considerada en sus múltiples dimensiones, y dentro de diversos caminos que permitan a los ciudadanos tomar parte activa para dar forma a su destino común. Las vías de la razón y de la subjetividad proveen formas innovadoras de lidiar con los límites estructurales de la democracia representativa y constituyen conjuntos de experimentación que nos permiten elaborar una aproximación multidimensional a un mundo más democrático, que reconozca el papel de la transformación de uno mismo, de las comunidades locales, de las políticas nacionales y de las instituciones internacionales.


Comentarios

1 Como lo muestra Hugo Fazio (2014), el movimiento global de 1968 abre una nueva etapa, a partir de la cual se difunden paulatinamente perspectivas más culturales del cambio social. Sin embargo, y a pesar de la creatividad de las resistencias culturales de la "anti-política" en Europa del Este y en varias partes del mundo, el peso del modelo de cambio social del siglo XX siguió dominando el panorama geopolítico, aunque en menor proporción intelectual.


Referencias

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