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Revista de Estudios Sociales

versão impressa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.55 Bogotá jan./mar. 2016

https://doi.org/10.7440/res55.2016.05 

Tiempo de vidrio y de abundancia. Saberes y oficios de la cultura fluvial en el Alto Magdalena, Colombia*

Martín Andrade Pérez**,María Catalina García Cháves***

**Magíster en Ciencias Sociales, especialidad en Desarrollo Cultural por la Université Lumière Lyon 2 (Francia). Investigador y coordinador de proyectos de la Fundación Erigaie (Colombia). Entre sus últimas publicaciones están: "¿A quién o qué representa la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación en Colombia?". Boletín de Antropología 28 (46): 53-78, 2013 y "La Fiesta de San Francisco de Asís, o San Pacho". En Quibdó. Patrimonio de la Humanidad en Colombia. Bogotá: Editorial Planeta, 2013. Correo electrónico: martinandradeperez@gmail.com

*** Magíster en Historia por la Universidad de los Andes (Colombia). Investigadora de la Fundación Erigaie (Colombia). Entre sus últimas publicaciones están: "A la pesca de Langostas y Galeones: Apropiación y valoración de los recursos culturales y naturales marítimos en comunidades pescadoras de la isla de Tierra Bomba, Cartagena de Indias, Colombia" (en coautoría). Revista Zainak 33: 83-115, 2010 y Towards the Integrated Management of the Maritime Cultural Resources: A Model of Action for its Implementation by the Colombian Navy. The United Nations-Nippon Foundation Fellowship Programe. 2011. http://www.unfalumni.org/cultural-heritage/. Correo electrónico: mcatalinagarcia@gmail.com

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res55.2016.05


RESUMEN

Los territorios de la cuenca del río Magdalena están pasando por cambios, trasformaciones e impactos socioeconómicos como resultado de los megaproyectos de desarrollo para la navegabilidad y la construcción de hidroeléctricas. Bajo el enfoque de cultura fluvial, el texto presenta el proceso de adaptación de dos poblaciones de pescadores artesanales en la región conocida como Salto de Honda, en la provincia del Alto Magdalena: el corregimiento de Puerto Bogotá (municipio de Guaduas, Cundinamarca) y el municipio de Honda (Tolima). Se plantea la opción de adoptar una perspectiva de sistemas socioecológicos que permita una valoración integral del territorio y una construcción conjunta de alternativas que tengan en cuenta la intervención sobre el ecosistema y la cultura.

PALABRAS CLAVE

Desarrollo (Thesaurus); río Magdalena, pesca artesanal, navegabilidad, hidroeléctricas, cultura fluvial (palabras clave de autor).


Time of Glass and Abundance. Knowledge and Trades in the Fluvial Culture along the Banks of the Upper Magdalena River in Colombia

ABSTRACT

The territories of the Magdalena River basin are currently undergoing changes, transformations, and socioeconomic impacts as a result of mega-development projects for navigability and the construction of hydroelectric projects. Applying the concept of Fluvial Culture, this text presents the adaptation process of two artisanal fishing settlements located in the region known as Salto de Honda in the Upper Magdalena province: the village of Puerto Bogotá (in the township of Guaduas, Cundinamarca) and the township of Honda (Tolima). It proposes the option of adopting a perspective of socioecological systems, which makes it possible to carry out integrated assessment of the territory and joint (inhabitants and governmental entities) construction of alternatives that consider the impacts of intervention on both the ecosystem and the culture.

KEYWORDS

Development (Thesaurus); Magdalena River, artisanal fishing, navigability, hydroelectric projects, fluvial culture (Author's Keywords).


Tempo de vidro e de abundância. Saberes e ofícios da cultura fluvial no Alto Magdalena, Colômbia

RESUMO

Os territórios da bacia do rio Magdalena estão passando por mudanças, transformações e impactos socioeconômicos como resultado dos megaprojetos de desenvolvimento para a navegabilidade e a construção de hidrelétricas. Sob o enfoque da cultura fluvial, este texto apresenta o processo de adaptação de duas populações de pescadores artesanais na região conhecida como Salto de Honda, na província do Alto Magdalena: a comunidade de Puerto Bogotá (município de Guaduas, Cundinamarca) e o município de Honda (Tolima). Propõe-se a adoção de uma perspectiva de sistemas socioecológicos que permita uma valoração integral do território e uma construção conjunta de alternativas que considerem a intervenção sobre o ecossistema e a cultura.

PALAVRAS-CHAVE

Desenvolvimento (Thesaurus); rio Magdalena, pesca artesanal, navegabilidade, hidrelétricas, cultura fluvial (palavras do autor) .


La pesca hace parte de la cultura ribereña, tradicional y popular de carácter anfibio y de estrecha relación con la naturaleza. Esta pesca se adapta a las condiciones de invierno y verano cuando se presenta la subienda y la bajanza. El ribereño se desenvuelve en un territorio cambiante. A través del tiempo el río, sus brazos y caños han ido variando. El agua entra y sale, abre cauces y los seca. Donde ahora hay potreros, pasaba el río hace muchos años y donde hoy sólo se ve agua, anteriormente surgían islas y playones con gente y ganado. La tierra aparece y desaparece por acción de las corrientes del agua. Su paisaje no es fijo ni permanente. Es la suya una territorialidad dinámica y móvil, como el río mismo. Tampoco su vida es estable y sedentaria. Ella ha estado marcada por el nomadismo, la inestabilidad de los asentamientos y la precariedad de sus habitaciones. (Gualdrón 2002, 12)

Habitar el río y sobrevivir de él, esa es la cotidianidad de la lucha y la cultura de los pobladores de más de ciento ochenta municipios a orillas del río Magdalena. Como bien lo expone Martha Gualdrón, las culturas fluviales presentes a lo largo del territorio ribereño renacen y se complementan con el río y sus dinámicas. Por ello frente al evidente agotamiento de sus recursos, se reinventan y, en algunos casos, se desvanecen con el languidecer del río. Se trata de un ciclo de vida y muerte incesante.

El río Magdalena, el más importante y extenso de Colombia, está habitado por una extensa colectividad de pobladores ribereños que viven de este gran río de 1.540 kms. que recorre el país desde las tierras altas de los Andes en el macizo colombiano, hasta las tierras bajas y cálidas del Caribe. El río presenta una larga ocupación en el tiempo por culturas que lo han nombrado, habitado y han hecho uso de sus recursos para su supervivencia, basada principalmente en la actividad pesquera. Poblaciones estacionales de pescadores que fueron adquiriendo carácter permanente, pequeños pueblos y puertos de enorme actividad comercial, cruciales en la historia de la economía colombiana.

Honda y Puerto Bogotá, las dos poblaciones objeto de esta investigación, se han favorecido históricamente de su ubicación estratégica a orillas del río y su conectividad regional las convirtió en paso obligado para todos los viajeros que se dirigían desde y hacia la capital colombiana viniendo por el occidente, norte y sur del territorio nacional. Se encuentran aproximadamente a 600 km. del nacimiento del Magdalena y comparten la falla geológica o pendiente del cauce del río conocida como los rápidos o Salto de Honda, que las convirtió en un punto de parada obligatoria y dividió la navegación y el comercio tajantemente en dos grandes secciones.

Debido a que las dos orillas no pueden desligarse (y puesto que el río se entiende gracias a ese complemento entre sus riberas) existe un diálogo y vínculo muy fuerte de Puerto Bogotá con Honda, su vecino de enfrente con quien comparte una historia, una identidad y una problemática. Ambas poblaciones se enfrentan a la disminución drástica en la migración de peces durante la temporada de la subienda,1 causada por la contaminación ambiental, la colonización de las ciénagas y las malas prácticas de pesca, entre otros elementos perjudiciales que ponen en agonía el equilibrio del ecosistema y la continuidad de las faenas diarias. Adicionalmente, están abocadas a enfrentar los cambios que traigan los proyectos nacionales de desarrollo sobre el río que desde ya, y en años venideros, buscan intervenirlo de manera drástica con la construcción de hidroeléctricas y la realización de dragados y obras de canalización para hacer del Magdalena una vía navegable,2 proyectos de desarrollo que desencadenarán problemas ambientales, económicos y sociales: desde la escasez en la pesca con repercusiones negativas en la cobertura alimentaria y el comercio local, hasta el desapego y subestima de las actividades pesqueras tradicionales por parte de los habitantes ribereños, ocasionando que al interior de las comunidades haya un abandono paulatino en la transmisión y perpetuidad de las prácticas, labores y saberes ribereños (Lamilla 2012). Estamos ante un panorama que alerta sobre el gran impacto en el ecosistema y la cultura.

La cultura fluvial como marco de análisis: las voces del río y del pescador

La mayor parte de las investigaciones relacionadas con los recursos pesqueros de las aguas continentales de Colombia se basan en un enfoque ambiental que da cuenta de la pérdida acelerada de las especies por factores asociados a la sobrepesca, la colonización de los territorios de ciénagas, la contaminación y el uso inadecuado de las herramientas para la pesca. Se afirma, de hecho, que el manejo, la gestión, la administración y el control de los recursos hidrobiológicos en Colombia no han sido suficientemente estudiados ni valorados. Aun así, las recientes investigaciones orientadas a proteger la biodiversidad pesquera asociada a mares y ríos son mayores que los estudios realizados sobre las comunidades que explotan estos recursos y dependen de ellos para su subsistencia.

Además de servir como caminos de transmisión e intercambio, los océanos y las aguas interiores determinan los asentamientos y la cultura como ningún otro medio, es así como históricamente se les reconoce un valor excepcional al haber dado lugar al surgimiento de culturas ancestrales. La ONU, entre otras organizaciones internacionales, concede gran importancia a su conservación y hace referencia al patrimonio fluvial como aquellos saberes y expresiones materiales asociados a la cultura del agua y al uso del río. Entre ellas las técnicas de construcción de embarcaciones, la música, las tradiciones de pesca, la recreación, la arquitectura, así como el paisaje histórico en el que las aguas interiores juegan un papel relevante (Council of Europe, Parlamentary Assembly 2000).

Ciudades como Buenos Aires y Montevideo, que surgieron y se consolidaron gracias a la presencia del río, reconocen que en torno a él se ha acumulado un patrimonio histórico y arqueológico cuya integridad merece ser protegida, pero que también es necesaria una mutación cultural que les permita asumir su ineludible dimensión fluvial, de forma que los actuales habitantes cambien su actitud de vivir "de espaldas al río", actitud que ha contribuido a su descuido y abandono progresivo (Unesco 1996). En un escenario similar, los habitantes de la cuenca del río Jiloca (Aragón, España) han encontrado mecanismos que les permiten "potenciar el papel integrador del río, así como revalorizar los espacios ribereños... aprovechando el entorno inmejorable que nos ofrecen como elemento fundamental de identidad local" (Centro de Estudios de Jiloca 2007, 1).

Así, aunque el concepto de cultura fluvial no ha sido definido específicamente por las ciencias sociales, se ha reconocido el papel fundamental que las arterias fluviales (y otros cuerpos de agua) tienen en el modo de vida de las poblaciones ribereñas.3 En este sentido es interesante resaltar los aportes de Haslam para quien: "River systems, waters, banks, and the land beside cross and link the habitats. They form corridors with moving water. The water moves in only direction, downstream, but mobile or bank animals and plants can move up and down stream. Rivers are changing systems" (Haslam 1997, 6).

La autora afirma que el patrimonio cultural de los ríos -su ecología humana- debe ser equiparado en importancia con su patrimonio natural, pues es el uso, habitar y dependencia del río lo que determina la historia del mismo, lo que constituye su presente. Sin embargo, como las sociedades actuales tendemos a un distanciamiento del río en virtud de que no se percibe una relación directa con ellos en tanto fuente de abastecimiento de recursos,4 se tiende a desconocer la importancia de las poblaciones que mantienen un arraigo con el río, dependen de él y viven sus problemáticas día a día. Esta afirmación la corrobora Carlos Valderrama al preguntarse:

    ¿Por qué la pesca artesanal es una actividad casi invisible para los tomadores de decisión y los planificadores?... Los niveles de inversión en este sector lo evidencian. Por tanto, no es de extrañar que no se conozca la importancia que conlleva el uso de los recursos pesqueros que son fuente de actividad productiva y primordialmente seguridad alimentaria para posiblemente más de un millón de colombianos [...] los pescadores aún siguen siendo invisibles en términos de inversión y la problemática de sostenibilidad de los recursos que los proveen no es diferente en cuanto a sus consecuencias. Los pescadores viven en la marginalidad, con altos índices de necesidades insatisfechas y lo que es más grave, ad portas de un colapso de los recursos pesqueros sujetos de uso. (Como se cita en Lasso et al. 2011, 13)

Estudios como el de Orduz y Rodríguez (2012) sobre el impacto de la represa de Urrá en torno a la disputa de las comunidades por la tierra y por el agua, ponen en evidencia la pérdida de costumbres, y el poco estímulo que se le ha dado al modo de vida pesquero, así como los cambios y transformaciones en el bienestar de comunidades indígenas que han visto afectadas sus tradiciones por la intervención del Estado sobre sus territorios ancestrales. Sin embargo, además del trabajo de Fals Borda (2002) en el que se analizan los modos de vida de algunas poblaciones del Bajo Magdalena a partir del concepto de la cultura anfibia, pocos textos han abordado en profundidad la cultura de los pescadores y gentes del río así como sus cambios y el riesgo de su desaparición.

Recientemente, el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República dedicó un número especial a los "ríos que construyen historia". En varios de sus textos, dedicados a los ríos fundacionales de Colombia, sus autores resaltan la importancia de los sujetos sociales que desarrollan su vida en interacción permanente con el agua (Ferro 2013). En ellos, la idea de biografía del río orienta la mirada hacia esa construcción y metamorfosis de las culturas fluviales que se reinventan a la par con las transformaciones del río. Es el caso que expresa Guerra cuando afirma que para las poblaciones indígenas de la Guajira "el río también es considerado un espacio acuático facilitador de una amplia interacción social que comprende actividades de carácter lúdico, competencias físicas tradicionales, labores domésticas como el lavado de ropa y aproximaciones eróticas" (Guerra 2013, 85).

Los estudios arqueológicos realizados en el sector de "Arrancaplumas" (municipio de Honda), indican que el conocimiento actual de los pescadores sobre el movimiento y comportamiento de las especies migratorias -que se desplazan por el fondo del río y se acercan a las orillas donde son atrapados con técnicas particulares resultado de la adaptación a su entorno- puede provenir de un manejo ancestral de los recursos pesqueros, según el cual los antiguos pescadores empleaban redes similares a los cóngolos, que arrastraban por el fondo del río para capturar los peces (Peña-León 2011).

Según Germán Ferro se trata de tradiciones ancestrales que permiten afirmar que el Magdalena pone en acción las dinámicas culturales, ambientales, tecnológicas, políticas y económicas "que se expresan en sus huellas materiales, en sus músicas y comidas" (Ferro 2013, 14). A su vez, estudios como el de Mónica Pachón (2000) han analizado la relación de la sociedad pesquera con el río mostrando cómo las técnicas no tradicionales han contribuido a degradar los recursos naturales del río. Orlando Pallares (1996) se centró en lo que ha denominado la cultura de la pobreza, a partir de la cual identificó y analizó las manifestaciones culturales de una comunidad de pescadores en el Bajo Magdalena.

Desde otra perspectiva, investigaciones adelantadas con relación a la exploración de alternativas viables para la conservación de los recursos y la seguridad alimentaria de las comunidades en el Magdalena Medio han empleado una metodología integral en asocio estrecho con los pobladores de las ciénagas adyacentes y su papel como agentes replicadores de buenas prácticas (Jiménez et al. 2011). Sin embargo, aunque el equipo de trabajo describe las artes de pesca de los pobladores así como su relación con el comercio y su posición en la comunidad, no se hace referencia a la existencia de una cultura fluvial que implique prácticas y saberes tradicionales del oficio del pescador artesanal.5

Es así como los estudios del río, abordados desde ambas perspectivas (tanto la ambiental como la sociocultural), coinciden en afirmar que son el Magdalena y sus temporalidades, sus recursos, sus trayectos, su caudal, los que determinan las condiciones y actividades de las poblaciones ribereñas dedicadas a él: las artes de pesca empleadas, las actividades alternas de los pescadores, el comercio, y la gastronomía, entre otros.

Son precisamente estas formas cotidianas de habitar, apropiar y percibir el río como territorio, así como el uso y conocimiento de sus recursos las que se inscriben dentro del universo de la cultura fluvial. Prácticas culinarias, saberes en torno a temporadas de subienda (abundancia de pescado), mitaca (pequeña subienda) o tiempo de vidrio (meses donde no es posible la pesca), herramientas y oficios en torno a la pesca, expresiones festivas y vocabulario de río, entre muchas otras expresiones culturales aprendidas, transformadas y transmitidas por la gente que vive y sobrevive en el Magdalena.

    [...] los pescadores consideran su actividad no sólo como un medio de vida sino como un "modo de vida", que los convierte en seres autónomos, independientes, sin limitaciones, sin horarios, con sus costumbres arraigadas generación tras generación; con un conocimiento propio y tradicional que les permite identificar épocas y sitios buenos para la pesca, periodos de reproducción, métodos y artes pesqueros, hábitos alimenticios, etcétera. (Hernández, Valderrama y Alonso 2014, 18)

Son los saberes propios de la gente de río, sus actividades y su cultura pesquera la que está dada por las condiciones particulares que el río marca a lo largo de su curso. Por ello, la cultura fluvial de los habitantes de Honda y Puerto Bogotá está determinada por los rápidos del Magdalena, que han marcado la historia y las actividades de sus pobladores. En ese sentido, estas aldeas de pescadores del río del bocachico continúan fundamentando las formas de vida social y cultural en su recorrido (Ferro 2013).

Dos orillas, un oficio: comunidades de pescadores artesanales en Honda y Puerto Bogotá

Cuando se afirma que actualmente en Colombia el 90% de los recursos pesqueros se encuentran en su nivel de rendimiento máximo sostenible o incluso lo han sobrepasado, se hace evidente que la vida de las fuentes hídricas (tanto continentales como oceánicas) se encuentra en riesgo y que por ende su aprovechamiento por parte del ser humano es inviable. Esta situación compromete no sólo la sostenibilidad de las especies, sino también la seguridad alimentaria de las poblaciones ribereñas que dependen de ellas (Gutiérrez 2010).

Cultura fluvial y seguridad alimentaria son dos enfoques complementarios pues se trata de una actividad productiva basada en los recursos ictiológicos de gran importancia económica y social para las comunidades, que aprovechan un gran número de especies nativas de las cuales no solo depende su subsistencia;6 gracias a sus faenas, los pescadores artesanales dinamizan la economía nacional, aportando gran parte de las proteínas consumidas a lo largo del país (Lasso et al. 2011).

Sin embargo, la situación actual de la cuenca del Magdalena no permite el aprovechamiento sostenible de los recursos, pues el deterioro del ecosistema, la destrucción de las ciénagas y la sobreexplotación de los recursos no hacen posible el restablecimiento del equilibrio mediante la reglamentación de cuotas de pesca o el manejo controlado de los recursos en las ciénagas, pues de acuerdo con Gutiérrez, para el caso del Magdalena "el concepto de lo ictiológico supera la denominación de recurso pesquero ya que el 100% de los recursos hidrobiológicos aprovechados son peces, es decir, recursos ícticos, lo cual no permite biológicamente hacer ninguna diferenciación de tamaño, peso u objeto de aprovechamiento respecto de las especies" (Gutiérrez 2010, 19). El seguimiento de las últimas décadas a los recursos de la cuenca reporta una severa disminución de la producción, particularmente entre las décadas de los años 70 a los 90, mientras los volúmenes de captura hoy se encuentran en 35.000 toneladas al año, demostrando una reducción del 85% en los últimos 20 años, lo que evidencia el nivel de amenaza de las poblaciones así como de la situación que atraviesan los pescadores dedicados enteramente a la pesca artesanal (Lasso et al. 2011).

El río se ha hecho escuchar, pero ninguna o pocas medidas efectivas se han tomado en el país para evitar su colapso, y de acuerdo con la información biológica pesquera, se podría afirmar que su repoblamiento es prácticamente imposible (Gutiérrez 2010).7

    Respecto a la cuenca Magdalena-Cauca, que es el centro económico de desarrollo de Colombia e involucra cerca del 80% de la población, se detallan sus problemas ambientales históricos no resueltos, que afectan y hacen incompatible la relación: medio ambiente-recursos hidrobiológicos y pesqueros [...] se puede decir que los recursos pesqueros están en franca crisis y se pueden considerar algunos de ellos en vías de extinción desde el punto de vista pesquero. (Lasso et al. 2011, 22)

De acuerdo con las investigaciones socioambientales adelantadas en la cuenca del Magdalena-Cauca, la mayor parte de las especies que se encuentran en peligro y que son base para la pesquería artesanal a lo largo del río tienen un comportamiento migratorio aguas arriba o aguas abajo, por lo que la actividad de los pescadores está estrechamente ligada con las temporadas de migración de peces como el bocachico, la tolomba, el nicuro o el bagre. Así, al igual que gran parte de las actividades basadas en la utilización de los recursos naturales, son las temporadas de lluvia o de sequía las que establecen los ciclos de aprovechamiento.

En el caso del Magdalena, como lo explican Gualdrón (2002) y Jimenez-Segura et al. (2015) la subienda coincide con la época de verano cuando las aguas están bajas, normalmente entre los meses de diciembre y febrero; así como entre junio y agosto cuando se presenta la mitaca o pequeña subienda. Se trata de momentos en los que los peces migratorios salen de las ciénagas estimulados por los cambios del nivel de agua, dado que las condiciones de hábitat se tornan desfavorables para ellos e inician su movilidad en cardúmenes por el cauce principal del río aguas arriba, en búsqueda de aguas más frías, claras y oxigenadas. Durante este periodo, que coincide con la intensificación de la actividad pesquera, los peces se hacen sexualmente maduros.

Posteriormente vienen las épocas de lluvia y el incremento del nivel del agua, tiempo denominado bajanza, que ocurre de marzo a mayo y de septiembre a noviembre. Es la temporada de disminución de la pesca, o tiempo de vidrio para los pescadores.

Es el momento del desove de los peces en el cauce principal del río, cuando huevos y larvas se desarrollan migrando aguas abajo (hacia el Bajo Magdalena), y entran a las ciénagas que son sus criaderos naturales y que están llenas gracias a las lluvias que hacen que el río se desborde, permitiendo el ingreso de los peces a estas zonas de refugio donde se alimentan y crecen. Finaliza así un ciclo de migración que se reiniciará con el verano y la reducción de las aguas en las ciénagas.

Teniendo en cuenta estos ciclos, desde la perspectiva de la sostenibilidad ambiental se argumenta que el diálogo pescador-río ha sido equívoco, pues la subienda (periodo de auge pesquero) es sin duda "la época más irracional biológicamente para ejercer cualquier actividad de aprovechamiento, máxime cuando no existen controles, ya que las poblaciones y especies están concentradas en lugares específicos, ampliamente conocidos a través de los estudios de dinámica de poblaciones y al conocimiento tradicional de los pescadores" (Gutiérrez 2010, 54).

En épocas anteriores, la economía y la cultura de los pescadores estaban determinadas por su actividad durante los meses de subienda, cuando se dedicaban enteramente al río; y de vidrio, tiempo en el que "abandonaban" por un tiempo sus labores de pesca para dedicarse a trabajar en las trilladoras, o alistaban su gambia8 y su garabato9 para ir a leñatear.10 De allí se deriva en parte el problema socioeconómico que caracteriza su actividad, pues durante el año tienen muy pocos meses de producción "[...] siendo el factor más apremiante el gran número de pescadores que se dedica a la actividad en relación con el volumen disponible de peces, que disminuye continuamente" (Gualdrón 2002, 15). Ahora, cuando el tiempo de vidrio ocupa casi diez meses del año y las capturas de la subienda a duras penas alcanzan para sobrevivir esos meses, las trilladoras están abandonadas y el gas ha sustituido los viejos hornos de leña, los pescadores tradicionales tienen que repensar su futuro al lado del río.

En este largo tiempo de vidrio, parece impensable que pueda primar la "permanencia de las costumbres y tradiciones frente al aprovechamiento de los recursos, aún por encima de las evidencias científicas de su declinación y probable extinción, arguyendo la necesidad, la cultura y las tradiciones [...]" (Gutiérrez 2010, 95). Sin embargo, vale la pena resaltar que en el caso de la región del Salto de Honda si bien los pescadores artesanales reconocen parte de su responsabilidad frente a la disminución de la pesca y a la necesidad inminente de la protección de los recursos, se trata de poblaciones que tradicionalmente han vivido por y para la pesca y por ello su vida transcurre de acuerdo a los días que están marcados por las temporalidades del río, por su caudal y su raudal que determinan las artes de pesca a emplear, los mejores espacios destinados para la captura y los tiempos de cada especie. El pescador artesanal convive con todos esos fenómenos de la naturaleza, "se aferra a la ribera y no hay fuerza capaz de alejarlo de allí, es su modo de vida y su cultura" (Hernández, Valderrama y Alonso 2014, 12).

Un gran motivo de reflexión es que si bien la literatura ambiental califica a los pescadores en gran medida como los responsables de la sobreexplotación y pérdida de los recursos pesqueros, el Magdalena también existe gracias a ellos, a las culturas, saberes y modos de vida de estos pobladores ribereños de los que poco conocemos. Se trata de pescadores artesanales quienes, de acuerdo con la legislación nacional, son definidos como aquellos que ejercen sus faenas "en forma individual u organizados en empresas, cooperativas u otras asociaciones, con su trabajo personal independiente, con aparejos propios de una actividad productiva de pequeña escala y mediante sistemas, artes y métodos menores de pesca" (Ministerio de Agricultura 1991). Sin embargo, ceñidos a esta clasificación recientes estudios dan cuenta de no más de cuarenta pescadores artesanales presentes en el sector Honda-Puerto Bogotá (Contreras 2013), a pesar de que solamente en cinco asociaciones de Honda se han registrado alrededor de 500 individuos afiliados, de los cuales más del 50% se identifican y reconocen como tales, junto a un número cercano a los 200 que lo hacen en el corregimiento de Puerto Bogotá.11

En su enorme comprensión ancestral del río y del desplazamiento de los peces en cardúmenes o puntas, los pescadores de la sección del Salto entendieron también que en ese sector los peces agotados que nadaban contracorriente se acercan a las orillas alejándose de la fuerza del agua, y que por lo tanto necesitaban momentos de descanso, por esto adaptaron la ribera construyendo refugios temporales o pequeños remansos llamados popularmente "camas" y "guambeos", hechos para facilitar la captura por medio de aparejos como el cóngolo o la atarraya.

    En el sector del salto de Honda, se utiliza lo que se denomina "cama" que es una estructura hecha de piedra y cemento ubicadas en las orillas del río y en serie; tienen entre 5 y 7 m con altura variable a medida que se prolongan hacia el centro del cauce, distanciadas cada 4 m. Se conforman receptáculos a los cuales los peces, durante la migración aguas arriba entran a descansar y son atrapados con atarraya o cóngolo....(Lasso etal. 2011, 54)12

Esta forma de ejercer el oficio-arte del pescador implica que en este trayecto "cada piedra tiene su dueño", y por el largo tiempo de vidrio que hace inviable la pesca como forma de vida, así como por los costos que implica su construcción, ya no se hacen camas nuevas. Los pescadores prefieren comprar los derechos de pesca que consisten en adquirir un turno vitalicio en un puesto de otro dueño. El derecho, que puede costar alrededor de dos millones de pesos, les permite tener acceso a un puesto que comparten con varios pescadores más. Allí, sin necesidad de listas que den cuenta de los turnos, el grupo de pescadores respeta la hora en la que puede hacer uso de la cama o del guambeo, tiempo que aprovecha para lanzar una y otra vez su atarraya o su cóngolo.

Estas estructuras diseñadas para la pesca artesanal son propiedad de los pescadores, muchas de ellas heredadas de sus bisabuelos o incluso de varias generaciones atrás. A la luz de instituciones públicas y de empresas privadas, se trata sin embargo de patrimonios ilegales que son vistos como posesiones a la ribera del río en espacios que le pertenecen a la nación, que pueden ser intervenidos para el dragado y la navegabilidad pues sobre ellos no puede haber propiedad de particulares. Esto no lo comprenden los pescadores, pues para ellos es parte de su territorio, del predio que el río les cede para subsistir, y al que le invierten tiempo y dinero en materiales para mantenerlo limpio, para reparar secciones que el río se lleva en el invierno, para que les sirva permanentemente como un sitio adecuado para la pesca.

Además de las camas, en Honda también se emplean las canoas para la pesca. Los pescadores de canoa se encuentran en el barrio Caracolí, un lugar que pertenece al municipio previo al encañonamiento del río en el Salto donde el Magdalena es más ancho y sus aguas corren con menos fuerza. Allí los pescadores ejercen su oficio en canoas de madera para la pesca. Piloto y atarrayero13 zarpan desde Caracolí aguas abajo durante largas jornadas en las que se desplazan en búsqueda de los cardúmenes que remontan el río, se alejan de sus viviendas por varios días y en ocasiones construyen cambuches14 como espacios propios para descansar de sus jornadas. Las artes que emplean también son distintas a las de sus compañeros del Salto, pues hacen uso de aparejos más grandes que les permiten atrapar mayor cantidad de peces.

El arte de la pesca en esta zona implica un rico acervo cultural de saberes, usos y utensilios. Un buen pescador sabe utilizar variedad de instrumentos o aparejos para la pesca como la atarraya, el cóngolo o los anzuelos, así como también sabe maniobrar la canoa y el canalete. Los pescadores tradicionales tejen y remiendan sus redes; buscan y moldean la madera con calor para darle forma al cóngolo. Es así como la pesca ribereña es un arte íntimamente vinculado a las formas de habitar y aprovechar los territorios a orillas del río Magdalena, fuente de vida y sustento de sus habitantes. Un arte que combina destrezas y manejos del cuerpo que lo asemejan a una danza en solitario para la captura del pez, con su cóngolo o su atarraya como único instrumento rítmico.

Si bien la mayor parte de estas herramientas sirven para capturar casi todas las especies, algunas de ellas se elaboran especialmente para atrapar bagre (ej. atarraya bagrera o nicurera), mientras que a otras les tienen agüeros y se vuelven las favoritas porque con ellas atrapan más peces o "siempre cae" algo. Y aunque en años recientes se sabe que, ante la escasez del recurso, la extracción se está concentrando en peces jóvenes y pequeños que no superan la talla mínima legal (Hernández, Valderrama y Alonso 2014), en esta región del Alto Magdalena se mantiene la tendencia de especies capturadas en orden de importancia: bocachico, nicuro, bagre, capáz (Barreto y Borda 2008; Incoder 2010 citado por Lasso et al. 2011, 56).

Mas allá de las cifras, los pescadores artesanales de estas dos poblaciones que día a día ejercen su oficio en las riberas del río saben que, a pesar de la riqueza ambiental y magnitud de sus aguas, se está viviendo la disminución constante y alarmante del número de especies y peces del río, situación que pone en agonía el equilibrio del ecosistema y la continuidad de las faenas cotidianas, amenazando así la perpetuidad de su oficio-arte. Y aunque la vida del río se ha ido agotando y con ello se ha dado un abandono paulatino en la transmisión de las prácticas, labores y saberes ribereños, aún permanecen conocimientos populares y tradicionales relacionados con los tiempos, las formas de captura, la culinaria y la comercialización de los peces del río que han sido poco documentados y que han sido recogidos a lo largo de esta investigación.15

¿Devolver la vida al río? el Magdalena y los proyectos de desarrollo regional y nacional

Aunque las autoridades y el gobierno no nos lo dicen, el futuro del río es la energía y la navegación, y en ese futuro no cabemos los pescadores. La intervención es de mucha plata y nosotros sólo representamos un problema.16

Esta es la percepción de pescadores y pobladores que tratan de entender los mensajes de las entidades privadas y del gobierno, así como de los medios de comunicación con relación a los megaproyectos sobre el Magdalena. La entrega en concesión para la recuperación de la navegabilidad del río a lo largo de 908 kms. entre Puerto Salgar y Barranquilla para convertirlo en un oleoducto sin tubos (Chacón 2013), junto con las labores que implican el plan de aprovechamiento energético del Magdalena, han sido anunciadas por el gobierno nacional como los programas que le devolverán la vida a esta arteria fluvial.

En su Plan de Acción, Cormagdalena afirma que se seguirán los lineamientos del Plan de Desarrollo Nacional con relación al llamado de promover igualdad de oportunidades para el desarrollo social, el mejoramiento de la calidad de vida y la disminución de la pobreza. Para ello "Las deprimidas condiciones socioeconómicas de los municipios ribereños, históricamente desdeñadas, confieren la obligación moral a Cormagdalena de asumir muy especialmente la batuta nacional de la erradicación de la pobreza impulsando el desarrollo económico y la preservación ambiental" (Cormagdalena 2012, 16). Su labor, sin embargo, está basada casi exclusivamente en las posibilidades de que los pobladores hagan parte de los proyectos productivos augurados para el futuro del río.

El componente social se presenta, por tanto, en un segundo plano, en un escenario de desarrollo sostenible que prioriza los proyectos de aprovechamiento y de navegabilidad, y en el que los actores sociales y la conservación ambiental deben ser parte del engranaje que se inserta en esta lógica. De acuerdo con la entidad rectora del río, se espera además el fortalecimiento de un componente denominado "recreación social" en las zonas aledañas a la cuenca que será determinante para un "paisaje natural", aprovechado en beneficio de la calidad de vida de los habitantes ribereños para recreación y turismo (Cormagdalena 2012, 34).

    Colombia debe seguir corrigiendo el error histórico de haber abandonado la navegación fluvial. Ante la extensión territorial y los costos del transporte, Colombia cuenta con muchas posibilidades para aprovechar el modo fluvial para carga y pasajeros. Así, para el 2019 el país deberá tener 80% de navegación mayor permanente en la red arterial fluvial (hoy sólo tiene 39%) y movilizar 10% de la carga (hoy sólo moviliza 3%). (Documento Visión Colombia 2019, 38)17

Con estas directrices como base, el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 priorizó la navegabilidad del río Magdalena en un macroproyecto de impacto regional y nacional ante los nuevos retos de desarrollo y comercio internacional del país, pasando de 200 a 600 kms del río aptos para la navegación (Cormagdalena 2012, 3). De acuerdo con el comunicado del periódico El Espectador, el gobierno afirmó que "el 11 de junio de 2015 comenzará el dragado del Río Magdalena. Y el 11 de diciembre de 2015 deberán estar concluidas las obras entre Barrancabermeja y Barranquilla, en un tramo de 630 kilómetros, para movilizar barcos de carga de mínimo 7.200 toneladas, tanto de día como de noche" ("Arranca recuperación del Río Magdalena" 2014). Se vislumbra así un canal navegable más seguro, abierto todo el año al tráfico fluvial (Alvear 2005).

Complementario al proyecto de recuperación de la navegación está en la mesa la decisión del gobierno de duplicar la generación de energía hidroeléctrica en el país (UPME 2014), cuyas metas clave consisten en pasar de producir 13.398 MW a 16.017 MW, con el objeto de aumentar la cobertura nacional y de posicionar a Colombia como un "clúster regional energético, garantizando el abastecimiento en el largo plazo" (Cormagdalena 2012, 9). La cuenca del Magdalena-Cauca se vislumbra como el principal eje de desarrollo de esta iniciativa que se verá seriamente amenazada por la formación de embalses que generarán cambios significativos en términos físicos e hidrológicos y causarán un impacto directo en la ictiofauna y en la economía local. "Los cambios en la ictiofauna son los más evidentes dado que muchas de sus especies son un recurso protéico para la población humana y la modificación en la estructura del ensamblaje y en la oferta de peces, es rápidamente detectada por los pescadores" (Jiménez-Segura et al. 2015, 9-10). Los autores afirman que si bien la sobrepesca ha sido una de las causas de la disminución de especies, "la modificación de los sistemas acuáticos (con la construcción de embalses, hidroeléctricas, sistemas agropecuarios y canalización, entre otros,) es mucho más eficiente en su deterioro dado que afecta directamente la sobrevivencia en los primeros periodos de vida (embriones y larvas), de paso su reclutamiento y finalmente el tamaño de su población" (Jiménez-Segura et al. 2015, 15). Valderrama por su parte reitera:

    [...] la construcción de una presa, inmediatamente constituye un impedimento físico para las poblaciones de peces, de forma que impiden sus movimientos vitales o migraciones, ya sean de alimentación, reproducción o protección, en cualquier dirección aguas arriba o abajo del represamiento. Este problema se agudiza en el caso de represamientos efectuados en el canal principal de un sistema hidrográfico, donde las alteraciones provocadas, en las especies y en su dimámica, sin lugar a dudas redundarán en la producción pesquera local, y posiblemente afectará en mayor o menor medida la de todo el sistema. (Valderrama 2013, 7)

Aunque -de acuerdo con Gutiérrez- en aguas continentales se había aceptado mundialmente cesar la construcción de presas, en Colombia se tiene pensado incrementar el proceso de las mismas, así como de diques y desecación de humedales en donde existen poblaciones ícticas migratorias, lo cual impediría su presencia de forma definitiva. No se trata solamente de una disminución de los recursos y de la ruptura generacional en la transmisión de saberes tradicionales, se trata de la transformación definitiva de la cuenca del río más largo del país que acabaría con la presencia de peces y con ello contribuirá al ocaso del oficio del pescador.

Ya sabemos que por 10 años los señores chinos nos cogieron el río Magdalena, que era nuestro río, nuestro patrón. Además es mentira que la afectación por el encausamiento para la navegabilidad no va a ser sólo de la Dorada para abajo, como se está diciendo, sino que va a cambiar todo hasta el mismo nacimiento del río, vamos a presenciar su destrucción y le vamos a dejar esa herencia a nuestros hijos.18

A las intervenciones directas sobre el río se suma el impacto de otros proyectos de desarrollo, como la apertura de la ruta del sol (en el tramo Villeta-Puerto Salgar) que dejó a Honda y a Puerto Bogotá al margen de la ruta de la mayor parte de los vehículos pesados que transitaban por allí en su paso a Medellín y que, de acuerdo con sus habitantes, eran los que le daban vida a sus municipios (Arenas 2014).

En este esquema en que la cultura, los saberes tradicionales, la seguridad alimentaria y la conservación ambiental de la cuenca están por debajo del turismo, la recreación, la navegabilidad, el extractivismo, y el aprovechamiento hidroeléctrico, poco se espera del futuro de pescadores y peces. Aunque los medios afirman que los beneficios que se van a extraer del río no deben afectar en mayor medida los recursos ambientales, también se hace evidente la búsqueda de alternativas a los pobladores de la cuenca con la intervención del río a gran escala (Chacón 2014).

El futuro del río y de los pescadores artesanales en el Alto Magdalena

Un marco de análisis semejante al que nos atañe es el expuesto por Fernando López en alusión a los proyectos mineros en la región de la Orinoquía, en donde la única alternativa viable para las comunidades es la de unirse al Estado y a sus iniciativas "modernas, racionales y económicamente pragmáticas" que encarnan la reestructuración de su territorio y la adopción de prácticas asociadas a los nuevos procesos de modernización y desarrollo, es decir, donde como ciudadanos los pescadores demandan una mayor participación en los procesos que los afectan, que a su vez, son procesos propiciados por el Estado (López 2013, 161).

En este sentido, siguiendo a Valderrama, es notorio cómo las amenazas que presentan los recursos pesqueros son primordialmente los proyectos de desarrollo en los que predomina la valoración de los beneficios económicos sobre los aspectos sociales y ambientales (Lasso et al. 2011). En este escenario de choque entre productividad económica, conservación del medio ambiente y preservación de las tradiciones culturales, ha cobrado fuerza la idea de que hay insostenibilidad de los recursos pesqueros y que la pesca artesanal no genera recursos económicos valiosos y permanentes para las comunidades, por lo que

    [...] la única posibilidad es encontrar proyectos alternativos o sustitutivos que generen igual o mayores ingresos económicos que la misma pesca. Esto implica programas de capacitación, en otros artes u oficios, oportunidades económicas y créditos blandos con mínimas garantías y trámites, ya que la mayoría de los pescadores son iletrados y con nula capacidad de ahorro. (Gutiérrez 2010, 56)

En los últimos años ha entrado en auge una estrategia de ordenación y fortalecimiento del sector pesquero que acoge directrices para lograr la sostenibilidad de la pesca a pequeña escala en el contexto de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza, y que habilitaría a las comunidades de pescadores para participar en procesos de toma de decisiones y asumir responsabilidades con respecto al uso sostenible de los recursos pesqueros (The Nature Conservancy et al. 2014).19 Sin embargo, los pescadores artesanales han sido subestimados debido al poco reconocimiento sobre el valor de su oficio por parte de las entidades públicas, privadas y de los ciudadanos. Las recientes organizaciones en asociaciones y cooperativas les han permitido elevar su voz, pero los planes del gobierno consisten precisamente en buscarles alternativas para que renuncien a los recursos que su río-jefe les provee y se dediquen a ser promotores turísticos, cultivar cerdos y limpiar las cuencas, entre otros proyectos.

    Estamos viviendo en el caos, el pescador ha perdido su estatus social. Los proyectos nacionales como la represa de Piedras Negras así como otros megaproyectos que benefician a la mayoría del país20 van a afectar a una minoría que son las poblaciones sobre sus orillas, cambiando sus formas de vida y de subsistencia. Los pescadores vamos a quedar aislados, tenemos un oficio ancestral y lo vamos a perder. Vamos a tener más caos y el Salto se va a acabar.21

Conscientes del impacto de las intervenciones sobre el río, así como de la situación que se vive actualmente con relación a la escasez de recursos, representantes de entidades gubernamentales han impulsado la iniciativa de una organización comunitaria generando espacios de concertación para que los mismos pescadores sean gestores de los proyectos a futuro. Sin embargo, como afirma Gualdrón, la producción de conocimiento por parte de los demás actores involucrados también es necesaria con el fin de hacer entender que "la pesca y su sostenibilidad no es un tema exclusivo de los pescadores artesanales, sino que compromete al sistema político, ambiental y ecológico, que es una responsabilidad ciudadana" (Lasso et al. 2011, 5).

    [...] es importante mencionar el conocimiento empírico y tradicional, relacionado con épocas y sitios de pesca y reproducción, métodos y artes de pesca, hábitos alimenticios que tienen los pescadores sobre la actividad pesquera que se convierte en insumo para el trabajo que adelantan las instituciones y las entidades territoriales en pro del desarrollo socioeconómico de la cuenca. De esta manera, la comunidad pesquera se convierte en un actor relevante en la formulación, ejecución, seguimiento y ajuste de planes de desarrollo territorial y ordenamiento pesquero [...]. (Gualdrón 2002, 15)

Para ello la autora propone que las acciones que se emprendan se encaminen a dar sentido de pertenencia a las comunidades, así como valoración de sus conocimientos y de su poder de gestión, de manera que se formen comunidades con voz, con capacidad de visibilizar su papel en los proyectos de manejo de los recursos, en verdaderos interlocutores de sus intereses frente al Estado (Gualdrón 2002).

Sin embargo, aunque este parece ser el propósito principal de la conformación de asociaciones de pescadores en búsqueda de un fortalecimiento comunitario, ante la situación y panorama que se vislumbra para los pescadores su unión se ha convertido en la única opción de obtener los apoyos de las alcaldías, las gobernaciones o de las ONG que únicamente otorgan subsidios y aprueban dineros de proyectos a organizaciones constituidas y no a gestores individuales (Hernández, Valderrama y Alonso 2014). Esto ha generado, de acuerdo con el documento diagnóstico de Contreras, que haya un incremento de afiliados en años recientes, por lo que es necesaria la depuración de las asociaciones actualmente legalizadas "para que los esfuerzos se canalicen especialmente para los pescadores artesanales y sus necesidades" (Contreras 2013, 31).

Entidades como la Aunap han divulgado entre las comunidades ribereñas la importancia de las buenas prácticas pesqueras y hacen un llamado al cumplimiento de los Planes de Ordenación Pesquera, que entre otros aspectos, determinan quién puede pescar, las artes de pesca, las zonas y las épocas, la cantidad de pescado máximo a extraer, así como la participación de pescadores, comerciantes y otras instituciones en la cadena operativa. De hecho, el Plan de Manejo de Recursos Ictiológicos de la cuenca ya preveía hace quince años el desarrollo y promoción de técnicas y tecnologías para proyectos productivos integrales que permitieran insertar a los pescadores artesanales en la lógica de formulación de proyectos viables y generadores de empleo. Bajo estas líneas de acción, en años recientes algunos de los proyectos promovidos por las entidades del gobierno -para ser desarrollados por las asociaciones de pescadores artesanales como alternativa a su actual condición de vida y su perspectiva de futuro- dan cuenta de una necesidad manifiesta de sacar al pescador del río. En ese sentido se continúa el proceso de fortalecimiento de las organizaciones de pescadores "y su gestión empresarial con apoyo del sector privado y su asociación a los megaproyectos sobre el río, fortaleciendo así mismo las convocatorias del Incoder para crear nuevas líneas de fomento de proyectos productivos en turismo, acuicultura, etcétera".22

Conclusiones: proceso de reconocimiento y valoración de la cultura fluvial en el Alto Magdalena

La tensión entre conservación de la biodiversidad, manejo tradicional de los recursos y el impacto causado en ambos frentes por los proyectos de desarrollo en un territorio determinado no es una problemática reciente. La búsqueda del equilibrio social y la sostenibilidad ecosistémica que implicaría mantener o implementar prácticas culturales de las comunidades sobre su entorno, y proteger los recursos naturales, se distorsiona cuando entran en el escenario las dinámicas propias de los proyectos de infraestructura, extractivismo, desarrollo minero-energético, etc., que complejizan aún más el entramado de intereses y de actores sobre un mismo territorio. Se trata de un juego que pone en jaque a los pobladores, los recursos naturales y la economía local y nacional (Roué 2003).

Este es el escenario que se vive actualmente en varios municipios ubicados en la ribera del río Magdalena, cuyos habitantes desde hace varios años vienen presenciando la degradación de su ecosistema, la disminución de los recursos pesqueros y ahora también deben enfrentarse a la inminente llegada de proyectos hidroeléctricos, planes de dragado y canalización para la navegabilidad del río y nuevas obras viales que terminarán de aniquilar los recursos y desviarán a los viajeros lejos de sus municipios.

La cultura y el conocimiento tradicional hacen referencia a la relación entre el significado que la gente da a los espacios donde vive y la forma en que los transforma; de procesos de aprendizaje y adaptación basados en las relaciones históricas entre sociedad y naturaleza (Serna y Mosquera 2013). Sin embargo, la actividad del pescador artesanal y sus saberes han sido menospreciados por la sociedad, y ese sentir se ha transmitido dentro de las mismas comunidades que restan valor a su conocimiento y a su oficio, de forma que la transmisión a las siguientes generaciones se pone en riesgo pues "los padres evitan que sus hijos los acompañen en sus jornadas de pesca" (Jiménez-Segura et al. 2015, 15).

Se trata de una contradicción que atañe a los portadores del conocimiento, pues ellos mismos manifiestan que no quieren que su actividad desaparezca pero la califican como "dura"; "llena de sacrificios", "sin retribución" y no quieren que sus hijos pasen por eso, que hagan su vida cerca del río, quieren que ellos sí salgan adelante.23 Así que lo que están buscando es una solución rápida a mediano plazo que les permita solventar su día a día sin importar si se relaciona o no con sus conocimientos y habilidades. De hecho, de acuerdo con Valderrama (S. f.)

    [...] el esfuerzo pesquero concebido como la cuantificación de los pescadores se verá de hecho alterado y la dinámica de la actividad extractiva transformada hacia las nuevas condiciones. Es posible que muchos pescadores, junto con sus artes y métodos de pesca tengan que o adaptarse, o de hecho buscar otras alternativas productivas, y en el peor de los casos, migrar hacia otras áreas.

Hasta el momento no se conocen acciones emprendidas para recuperar y dar valor a los conocimientos tradicionales de las comunidades de pescadores artesanales que se están viendo afectados por la disminución de los recursos y por el impacto de los megaproyectos sobre el río. Sin embargo, desde el enfoque de la ecología y el estudio de los ecosistemas se ha empezado a dar relevancia al componente sociocultural como un factor igual de importante al sistema ecológico en la gestión territorial, ambiental y en la conservación de la biodiversidad. Se trata de un enfoque pertinente para este caso, pues con base en los actores, las redes sociales y las instituciones se genera "el desarrollo de habilidades sociales para adaptar eficazmente la gestión del territorio a los cambios" (Rincón-Ruíz et al. 2014, 43).

    Por sí solo, el lenguaje de valoración monetario no es capaz de captar los elementos que se ubican por fuera de las lógicas del mercado, como la funcionalidad de los ecosistemas y la importancia que los diferentes marcos culturales les dan a la biodiversidad y a los servicios ecosistémicos. (Rincón-Ruíz et al. 2014, 46)

Bajo esta perspectiva de los sistemas socioecológicos, se propone que un enfoque de valoración integral permita contar con un panorama completo y complejo de los distintos escenarios, antes de tomar decisiones sobre el territorio donde los escenarios son una construcción participativa en la cual se reconocen diferencias y también se integran elementos técnicos. Es decir que no sólo se trata de informar y consultar a las comunidades ofreciéndoles alternativas sino de construir en conjunto la gestión de su territorio permitiéndoles enfrentar los cambios en pro en su bienestar y en su modo de vida.

    La pesca es un servicio ecosistémico que debe ser garantizado a los pobladores ribereños y a la sociedad colombiana, y la oferta de peces para los pescadores artesanales depende del bienestar y conectividad de los sistemas acuáticos en la cuenca Magdalena-Cauca como un todo. Así que es prioritario que todos aquellos sectores productivos de nuestro país confluyan en un gran esfuerzo para desarrollar estrategias que eviten efectivamente su deterioro. (Jiménez-Segura et al. 2015, 16)

Proponemos, por tanto, que se dé una nueva mirada a la cultura fluvial de este sector del Alto Magdalena, a sus actores, espacios, a su cultura material y a sus saberes, de forma que se puedan emprender acciones de comanejo y cogestión integrada de recursos naturales y culturales que permitirán seguir contando con la enorme riqueza que significa la cuenca del río Magdalena y particularmente su paso por el Salto de Honda.


Comentarios

* El proyecto de investigación del cual se deriva el artículo fue financiado parcialmente por la Fundación Erigaie y, principalmente, por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia como parte de la beca de estímulos para la investigación en antropología social, arqueología y patrimonio (ICANH 2014) en la modalidad 13: apoyo para investigación en cultura de las aguas, de la pesca y la navegación. El trabajo de campo se realizó en Honda y Puerto Bogotá durante el segundo semestre de 2014.

1 De 80.000 toneladas/año que se obtenían en el río Magdalena en los años setenta pasó a menos de 8.000 toneladas/año en la actualidad. Análisis y datos tomados de Gutiérrez (2010) y Lasso et al. (2011).

2 Como lo asegura Cormagdalena en su Plan de Acción 2012-2014, la prioridad es la recuperación de la navegación en el río debido principalmente a una visión de desarrollo y comercio internacional del país (Cormagdalena 2012, 3).

3 Para el caso colombiano, algunos estudios hablan de la conformación de "sociedades hidráulicas" para referirse a las civilizaciones ribereñas que han logrado la domesticación de los ríos para el beneficio de sus pobladores, dando paso a desarrollos y tecnologías que transforman el paisaje para el surgimiento de grandes civilizaciones. Ver Pineda (2013).

4 Human dependence on rivers has changed, over the past two centuries, from being direct and immediate to being indirect and distant: consequently the present dependence is often forgotten. Water is not fetched form a spring or stream, but taken from a tap leading from water far away, and quite likely from several sources, at that. The tap is not thought of as an extension of the river. Instead of supplying fish and fowl for the table, the river's main role in food production is to drain (and irrigate) farmland. Few think of this as a dependence on the river. Few people travel on the river for business. There are innumerable leisure craft, but leisure is not considered to be in the mainstream of life, so again the work of the river is distanced from 'real life. This distancing of people and river has led to ignorance and lack of appreciation (Haslam 1997, 243).

5 Aunque el concepto de cultura fluvial no ha sido definido específicamente por las ciencias sociales, algunos estudios mencionan la conformación de "sociedades hidráulicas" para referirse a las civilizaciones ribereñas que han logrado la domesticación de los ríos para el beneficio de sus pobladores, dando paso a desarrollos y tecnologías que transforman el paisaje para el surgimiento de grandes civilizaciones. Ver Pineda (2013).

6 "Se ha estimado que el valor del total del producto pesquero comercializado en la cuenca alcanza $368.853 millones de pesos colombianos al año; recursos generados por más de 32.798 pescadores y aproximadamente 157.000 personas que dependen del recurso pesquero" (Jiménez-Segura et al. 2015, 14).

7 Basado en Barreto y Borda (2008).

8 Línea de anzuelos.

9 Palo largo al que amarran un anzuelo de gran tamaño.

10 Leñatear es la actividad que muchos de los pescadores ejercen en el río. Se trata de "pescar" la madera que trae el río en épocas de lluvia, cuando se lleva parte de los árboles de la rivera y los arrastra por el río. Los pescadores atrapan estos troncos y los ponen a secar como leña para cocinar. Actualmente con la reducción de hornos de leña se trata de una actividad menos recurrente.

11 Se intuye que la enorme diferencia del número de pescadores citada en los estudios se debe a que son referenciados con relación al número de canoas de las que son propietarios, quizá sin tener en cuenta que su arte se desarrolla exclusivamente a orillas del río. Véase también Lasso et al. (2011, 51).

12 Véase también Contreras (2013). La técnica también fue narrada en entrevistas realizadas a los pescadores durante el trabajo de campo.

13 A las faenas en canoa salen dos pescadores. El piloto, que guía la embarcación a canalete o con motor, y el proero o atarrayero, que se ubica adelante y es el encargado de decidir el lugar de pesca y de lanzar la atarraya.

14 Sitios provisionales de habitación para pasar la noche en las riberas del río.

15 Información tomada de entrevistas y charlas personales con los pescadores de Honda y Puerto Bogotá, de agosto a diciembre de 2014.

16 Charla con pescador de Honda. Septiembre-octubre de 2014.

17 También Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 propone como uno de sus objetivos primordiales en el capítulo de lineamientos estratégicos el "Mejoramiento de la navegabilidad del río Magdalena y generación de incentivos al sector privado para que se constituya en corredor de transporte" (p. 41).

18 Intervención de pescador de Honda en una de la reuniones con la Umata. Octubre de 2014.

19 Las directrices tienen como objetivos: Mejorar la aportación de la pesca en pequeña escala para la seguridad alimentaria y la nutrición mundiales así como apoyar la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada; Contribuir al desarrollo equitativo de las comunidades de pescadores artesanales y a la erradicación de la pobreza y mejorar la situación socioeconómica de los pescadores y los trabajadores del sector en el contexto de la ordenación pesquera sostenible; Lograr la utilización sostenible, la ordenación prudente y responsable y la conservación de los recursos pesqueros de conformidad con el Código de Conducta para la Pesca Responsable y los instrumentos conexos; Promover la contribución de la pesca en pequeña escala a un futuro sostenible desde el punto de vista económico, social y ambiental para el planeta y sus habitantes; Proporcionar orientación para su consideración por los Estados y las partes interesadas con vistas a la elaboración y aplicación de políticas, estrategias y marcos jurídicos participativos y respetuosos del ecosistema con objeto de reforzar una pesca en pequeña escala responsable y sostenible; Mejorar la concienciación pública y fomentar el avance de los conocimientos sobre la cultura, la función, la contribución y la capacidad potencial de la pesca en pequeña escala, considerando los conocimientos ancestrales y tradicionales, así como las limitaciones y oportunidades relacionadas con estas.

20 El texto hace referencia a más de 1.200 presas sobre el río.

21 Intervención de pescador de Honda en reuniones con representantes de la Umata. Octubre de 2014.

22 Corresponde a la carta de invitación a presentar proyectos a las asociaciones de pescadores artesanales de Honda en el 2013. En el marco del proyecto: "Adjudicación de predios en Honda para implementación de proyectos productivos liderados por pescadores artesanales".

23 Entrevistas con pescadores artesanales de Honda y Puerto Bogotá. Agosto a diciembre de 2014.


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Fecha de recepción: 28 de febrero de 2015 Fecha de aceptación: 22 de junio de 2015 Fecha de modificación: 26 de agosto de 2015