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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.58 Bogotá Oct./Dec. 2016

 

Mesa redonda: la sociología en Colombia, tres miradas, tres historias, múltiples retos

Entrevista a Luz Gabriela Arango Gaviria -Fernando Cubides Cipagauta - Francisco Leal Buitrago

Por María José Álvarez Rivadulla* - Matthieu de Castelbajac**

* PhD. en Sociología por la University of Pittsburgh (Estados Unidos). Profesora asociada de la Universidad de los Andes (Colombia). mj.alvarez@uniandes.edu.co

** Doctor en Sociología por la Université Paris-Saclay (Université de Versailles Saint-Quentin, Francia). Profesor asistente de la Universidad de los Andes (Colombia). mh.decastelbajac@uniandes.edu.co

DOI:http://dx.doi.org/10.7440/res58.2016.09


Se han escrito muchos balances, la mayoría de ellos muy críticos, sobre la sociología colombiana desde sus primeros años, cuando todavía no había suficiente contenido que permitiera establecer balances.1 La mayoría de ellos ponen el énfasis en el hiato de la sociología, desde aquel efervescente departamento de Sociología fundado en la Universidad Nacional de Colombia en 1959, siendo uno de los primeros de América Latina, hasta nuestros días. Una evaluación más justa de la sociología debería probablemente distinguir entre la sociología como disciplina académica y la investigación sociológica. Mientras que es cierto que la institucionalización de la disciplina ha sido marcada por muchas peripecias, como el cierre de varios departamentos en el país debido fundamentalmente a la estigmatización política, la investigación sociológica se ha fortalecido, mal que bien, tanto dentro como fuera, y muchas veces por fuera de su marco disciplinar. Muchos sociólogos y sociólogas colombianos se han desempeñado dentro del marco disciplinar de las otras ciencias sociales, contribuyendo en particular al crecimiento de la ciencia política y de la historia. A cambio, representantes de disciplinas afines han contribuido directa o indirectamente a la investigación sociológica, adoptando o adaptando sus conceptos, problemas y métodos. Hoy, sin embargo, se presenta un contexto social renovado que parece favorable para el resurgimiento de la sociología como disciplina, tal como lo ilustra, aquí en la Universidad de los Andes (Colombia), la apertura de la opción de Sociología y, próximamente, de una maestría en Sociología. Para guiar este proceso, les pedimos a tres ilustres sociólogos colombianos que compartieran con nosotros su experiencia, sus apreciaciones de la situación de la sociología en Colombia y sus recomendaciones para el futuro: Luz Gabriela Arango Gaviria (profesora asociada, Universidad Nacional de Colombia), Fernando Cubides Cipagauta (profesor titular jubilado, Universidad Nacional de Colombia) y Francisco Leal Buitrago (profesor titular jubilado de la Universidad de los Andes y de la Universidad Nacional de Colombia). Aunque cada uno de los entrevistados respondió individualmente, decidimos organizar sus respuestas en forma de “mesa ronda”, para facilitar la confrontación de sus puntos de vista y para dinamizar la lectura del conjunto. Aparte de esta puesta en escena, nos hemos tomado la libertad de añadir algunas notas de pie de página para aportar sobre precisiones biográficas o contextuales necesarias para el buen entendimiento de sus respuestas.

María José Álvarez Rivadulla (MJAR) y Matthieu de Castelbajac (MDC): ¿Cuál es su relación con la sociología?

Francisco Leal Buitrago (FLB): Entré en 1963 a la que en ese tiempo era la Facultad de Sociología -luego, con la reforma de 1965, pasó a ser uno de los departamentos de la Facultad de Ciencias Humanas-. Terminé cursos en 1966 y me gradué de la licenciatura en 1967, en la ceremonia de grados de ese año. Orlando Fals Borda, padre de la sociología en Colombia, había fundado el Programa Latinoamericano de Sociología del Desarrollo (Pledes) un par de años antes, financiado por la Fundación Ford. Tuvo excelentes profesores de distintos países de América Latina, como Luiz A. Costa Pinto -brasileño-, Jorge Graciarena -argentino-, Guillermo Briones y Luis Ratinoff -chilenos- y Germán Rama -uruguayo-. Ellos abrieron nuevas líneas teóricas novedosas en ese tiempo, en especial las “teorías de la dependencia”, con diversas perspectivas que incluían enfoques de los neomarxismos latinoamericanos. Entré en ese programa y me gradué de la maestría en 1969, el año en que el movimiento estudiantil radical de la época expulsó de la Nacional al “imperialismo yanqui”, representado en ese momento por la Ford, con lo cual se acabó el mejor programa en la materia que ha tenido el país. Tuve la suerte -dada la calidad del programa- de que luego, en la Universidad de Wisconsin, en Madison, donde hice mi doctorado, me valieran los créditos del Pledes, con lo que me ahorre dos años de estudio. Mi vida profesional como sociólogo político ha transcurrido principalmente en la Universidad de los Andes, donde entré en 1968, año de fundación del Departamento de Ciencia Política. Luego de mi doctorado, volví a los Andes, y en 1975 fundé la Maestría en Ciencia Política. También estuve diez años en la Universidad Nacional de Colombia, de 1986 a 1996, donde fundé el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (Iepri). Fuera del país estuve como profesor visitante en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en la Universidad de Columbia, en Nueva York, en la Universidad Central de Venezuela y en la Flacso de Ecuador.

Fernando Cubides Cipagauta (FCC): Me defino como sociólogo; no sólo porque es mi formación básica, sino sobre todo porque he ejercido el oficio a lo largo de cuatro décadas, como docente e investigador. A fuerza de practicarla, la sociología ha llegado a ser para mí un modo de mirar las cosas, un estilo de análisis. La escuela en la que me formé (la de la Universidad Nacional de Colombia, entre 1970 y 1975) era reconocida por su énfasis en las teorías clásicas -recibíamos un curso de Durkheim, dos de Marx, dos de Weber, dos de funcionalismo, además de varios cursos de historia europea y colombiana-; el programa venía siendo un denso resumen de la evolución de la disciplina. Acicateado por ese ambiente erudito, por mi cuenta procuré asimilar a los “protosociólogos”: Rousseau, Burke y Saint-Simon. A la hora de enfrentarme a los hechos, a las experiencias empíricas en el terreno (en regiones muy conflictivas como el Caguán, la Macarena, Arauca y Casanare) pude comprobar sin embargo que, como dice la paradoja, nada hay tan práctico como una buena teoría. Busqué complementar mi formación con una maestría en Ciencia Política, y encontré un ambiente muy estimulante; la forma de seminario que se adoptó, con sesiones intensas de discusión, relatorías de ellas, y ponencias de cada uno de los estudiantes, la juzgo muy formativa para un investigador; muchas de las personas que fueron condiscípulas mías (magíster en Ciencia Política, Universidad de los Andes, segunda promoción) son hoy colegas, notables en sus respectivos campos.

Luz Gabriela Arango Gaviria (LGAG): La sociología ha ocupado un lugar central en mi trayectoria. Me formé como socióloga a partir de mis estudios de licenciatura en la Université Paul-Valéry Montpellier (Francia). Posteriormente hice una maestría en Sociología en la Université Paris X -Nanterre- y un doctorado en la misma disciplina en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París. He desarrollado mi carrera fundamentalmente en la intersección entre los estudios de género, la sociología del trabajo y diversas teorías sobre la dominación y las desigualdades sociales, con una influencia importante de la sociología de Pierre Bourdieu. El trabajo ha sido un eje siempre presente en mis preocupaciones y lo he abordado en relación con diversas problemáticas en torno a la juventud, la educación superior, las identidades profesionales, la discriminación racial, el cuidado o la movilidad social. Mi vinculación institucional refleja estos intereses, especialmente desde que ingresé como profesora, en 1994, a la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, en el Departamento de Sociología y en el Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo, que se transformó en Escuela de Estudios de Género en 2001.

MJAR y MDC: ¿Cuál es la relevancia de la sociología en un país como Colombia?

LGAG: La sociología como conocimiento institucionalizado, con sus teorías, metodologías e investigación acumuladas, es relevante en Colombia como en cualquier otro país, al proponer un conjunto de herramientas de pensamiento, análisis y comprensión de muy diversos procesos sociales. Desde sus orígenes, la sociología colombiana ha contribuido con otras ciencias sociales a producir conocimientos relevantes para el mundo académico con el propósito de generar efectos fuera de este, en las instituciones políticas, los movimientos sociales y la ciudadanía. Aunque la producción teórico-investigativa sociológica colombiana ha aumentado y se ha expandido hacia temas cada vez más variados, no goza de un reconocimiento suficiente por fuera del mundo académico y de algunos sectores del Estado. A pesar de ello, diversas perspectivas construidas desde el quehacer sociológico han generado nuevas formas de entender los desafíos que enfrenta una sociedad como la colombiana, desigual, poco democrática, atravesada por violencias y conflictos muy variados. Como sistema de educación profesional, la sociología ha formado a varias generaciones de jóvenes, capaces de utilizar de manera crítica estos saberes, contribuyendo a alimentar el debate social.2 Paradójicamente, cierta marginalidad de la sociología frente a los poderes hegemónicos ha contribuido a mantener vivos y en transformación espacios críticos dentro de la sociedad.

FCC: Desde que la Sociología surgió como disciplina académica en Colombia, está asociada a la gran cuestión de las modalidades de violencia, a su recurrencia y a la variedad de actores organizados que recurren a ella. Fue el clásico La Violencia en Colombia (junio de 1962)3 el que le otorgó más visibilidad social; y, de modo correlativo, el análisis del crónico déficit de legitimidad de las instituciones colombianas. Diferenciar de un modo nítido legalidad de legitimidad es nuestro mantra, nuestro tic profesional, y ese interés persistente ha producido buenos análisis. La desigualdad social, conocerla, perfilar su dinámica, sus expresiones territoriales, los desequilibrios entre las regiones, ha sido un campo con nuestra presencia. Por cierto, en un artículo para el primer número de la Revista de Estudios Sociales (1998) procuré establecer la relación entre las demandas sociales de conocimiento y los trabajos e investigaciones producidos por la disciplina.4 Tal vez esa demanda continua explique que -a diferencia de las constataciones de Peter Berger,5 para la sociología norteamericana de descenso en la matrícula estudiantil, y de cierre de algunas Facultades; o de Anthony Giddens6 de una tendencia similar para el caso de la Gran Bretaña; y sus respectivos vaticinios pesimistas- puede decirse que en nuestro caso la sociología goza de cabal salud: en la última década la matrícula estudiantil se incrementa y se abren nuevas Escuelas. Por lo demás, en la coyuntura actual los sociólogos tenemos un papel decisivo: mostrar que a contrapelo de una cierta retórica simplificadora, la del “posconflicto”, una espesa retórica, no será una etapa idílica. Siguiendo una tradición de análisis, estamos sensibilizados para mostrar que siendo el conflicto inherente a la vida social, si hay una negociación productiva con las guerrillas, la conflictividad social que su existencia ha contribuido a represar irá a aflorar con mayor intensidad, lo cual, bien tramitado, será tanto positivo como funcional.

FLB: Luego de que la antigua disciplina del Derecho fuera la única relacionada directamente con Ciencias Sociales -como en todos los países del área- y con esbozos importantes, como la Escuela Normal Superior,7 en los años cuarenta, la Economía entró como profesión al campo académico en la Nacional. Poco después, en 1959, surgió la Sociología en esa misma Universidad, conformándose como el puntal de las ciencias sociales en Colombia. A su lado nacieron Historia, Antropología y Psicología, principalmente. La sociología no se expandió en otros planteles de educación superior sino décadas después. Sin duda, esta disciplina representó un hito no sólo en la formación de profesionales, sino en los trabajos de investigación. Menciono, al respecto, solamente el libro de La Violencia en Colombia, ya que su impacto llegó hasta el Congreso, en un país aún dividido entre liberales y conservadores, al final de la época conocida como La Violencia.

MJAR y MDC: ¿Qué le falta a la sociología colombiana?

FCC: Un intercambio sistemático con los colegas de otros países; sobre todo con aquellos con los que hay mayor afinidad social y cultural. Superar un cierto parroquialismo, la idea de la excepcionalidad del caso colombiano. Por ejemplo, no conozco comparaciones metódicas entre los casos peruano y colombiano, entre los que hay a primera vista más de una similitud en la historia contemporánea.8 La analogía con un país como México se ha circunscrito al narcotráfico y poco más (me refiero al debate, periodístico, sobre la “colombianización” de México, o a la inversa). De manera concomitante, universalizar nuestros trabajos; someterlos a contraste en latitudes distintas; no es un asunto de escritura, de pulimento de la forma, es cuestión de sopesar la pertinencia profunda de los contenidos. Asumir la mayoría de edad de la disciplina, su veteranía incluso, su relativo anacronismo, al punto de convertirlo en una ventaja. No más reclamos más o menos acomplejados sobre nuestra condición subalterna, o sobre la escasez de recursos para investigar o publicar; sin desconocerlas, las limitaciones no son tales que impidan una producción sostenida, de calidad, en condiciones de ser sometida a dicho contraste multilateral.

LGAG: A pesar de la apertura que puede observarse en los últimos años, la sociología colombiana sigue siendo una disciplina androcéntrica, con un canon mayoritariamente masculino y eurocentrado. Todavía no ha incorporado las críticas feministas en los debates teóricos centrales, en la enseñanza de la historia de la disciplina o en las sociologías especializadas. Aunque muchas sociólogas han contribuido de manera fundamental a la producción del campo interdisciplinario de los estudios feministas y de género, la disciplina no ha hecho suyos estos aportes.9 Si bien se reconoce la legitimidad de los estudios de género, se les sigue asociando con las mujeres, la familia, la sexualidad o la vida privada. Todavía hay quienes argumentan que la escasa presencia de mujeres en la política, por ejemplo, hace irrelevante la pregunta por el género, precisamente cuando sucede lo contrario: ¿cómo y por qué se construyó como masculino el ámbito de la política? ¿Cómo se relaciona la exclusión de las mujeres o de lo femenino con la pretensión universalista de la política? La formación en sociología y en ciencias sociales será incompleta mientras no se proporcionen herramientas teóricas y conocimiento investigativo sobre un componente transversal de todas las sociedades como son las relaciones de género.

FLB: Pienso que lo que le falta se deriva de la mala calidad de la mayor parte de universidades del país -conocidas coloquialmente como “universidades de garaje”-, abandonadas por el Estado en su obligación de evaluación y “limpieza” de la educación. Esta actividad debería ser el puntal de desarrollo de un país, cosa que no ha ocurrido en Colombia sino marginalmente. Desafortunadamente, el problema comienza en la primaria y el bachillerato, con lo cual los estudiantes que acceden a la universidad llegan en su mayoría mal preparados.

MJAR y MDC: ¿Cuáles han sido los principales aportes académicos o prácticos de la sociología colombiana?

FLB: El inicial fue el que mencioné, con el libro sobre La Violencia, que causó impacto y fue en términos académico-políticos un apoyo al papel apaciguador del Frente Nacional, que, por desgracia, no pasó de las clases dirigentes, pues las violencias continuaron hasta ahora. Por otra parte, no hay duda de los aportes que han tenido las numerosas investigaciones de calidad que se han hecho, como contribución a entender este país, que tal vez es el más enredado, o uno de los más enredados de América Latina, por su diversidad regional, debilidad política del Estado y sus persistentes conflictos armados internos.

FCC: Relacionado con mi respuesta al punto 2, ha sido la contribución al análisis de los hechos de violencia, su recurrencia, su variedad, sus protagonistas, sus víctimas. En segunda instancia, la comprensión de la diversa y menguante validez que se otorga de manera espontánea al orden político, la dinámica legalidad-legitimidad y sus fluctuaciones a través del tiempo. Considero además que la medición de la pobreza, y las construcciones de indicadores sociales, y su expresión cartográfica (mapa de la pobreza, NBI e IDH) tal como se ha venido haciendo desde 1998, han contado con una destacada participación de sociólogos. Así como el análisis de las configuraciones territoriales, identidades regionales y sociedades de frontera, esto es, el desplazamiento de la población y flujos de poblamiento reciente, los procesos de colonización en curso.

LGAG: La sociología colombiana abarca un campo muy amplio de investigación en áreas tan importantes como la política, la violencia y el conflicto armado, el desarrollo rural, la urbanización, la cultura, las religiones, la familia, la educación, la ciencia, el trabajo, las profesiones, la juventud, el consumo, la globalización y muchos más. Muchos de estos temas son de interés relativamente reciente y se han desarrollado en espacios inter- o transdisciplinarios como los estudios del desarrollo, los estudios culturales, los estudios sociales de la ciencia o los estudios de género, entre otros. Al lado de una defensa de las fronteras disciplinares y de los espacios institucionales ganados por la sociología en varias universidades del país, las y los sociólogos han estado presentes y han jugado un papel activo y creativo por fuera del campo especializado de la disciplina. Los aportes de la sociología y de sus profesionales también han incidido en el ámbito de las políticas públicas, los movimientos sociales y la invención cultural. Creo que el difuso conocimiento social sobre esta disciplina, las limitaciones del campo académico y la poca institucionalización de los mercados laborales y profesionales han favorecido paradójicamente la diversificación de los usos sociales de la sociología.10

MJAR y MDC: ¿Cuál es la relación de la sociología colombiana con la sociología latinoamericana y de otras regiones?

LGAG: Desde los campos en los que me muevo, puedo decir que en los últimos diez años, la sociología colombiana ha fortalecido de manera importante su interrelación con la sociología latinoamericana y de otras regiones como Europa o Estados Unidos, y en mucha menor medida, con África o Asia. La Asociación Latinoamericana de Estudios del Trabajo se creó en 1994 con la participación activa de la sociología del trabajo colombiana, mientras que los estudios feministas y de género en Colombia han tenido una vocación latinoamericana prácticamente desde sus orígenes, asociada con los movimientos sociales y las políticas públicas. Otro ejemplo significativo es el caso de Clacso, que convoca a un número creciente de grupos de investigación, diversificando los problemas de estudio, las perspectivas teóricas y políticas, en las que la sociología ha desempeñado un importante papel. Como es ya un lugar común, la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación ha favorecido estos intercambios, así como algunas de las políticas de internacionalización del conocimiento. Estos procesos se ligan con cambios generacionales y plantean interrogantes sobre el papel de las ciencias sociales latinoamericanas frente a los dilemas que enfrentan las sociedades contemporáneas en términos de proyecto de sociedad.

FLB: La sociología nació con la visión neopositivista de la disciplina en Estados Unidos, donde se formó Fals Borda -y también María Cristina Salazar-, pero se mezcló con otras visiones complementarias provenientes de profesores visitantes de países europeos y de Estados Unidos, e incluso de Colombia en disciplinas afines. También influyeron las variadas visiones de los profesores latinoamericanos del Pledes, para proyectar una disciplina madura desde sus primeros años, pues la sociología de los países “avanzados” de la región era el puntal de las ciencias sociales de América Latina. Pienso que la proliferación de escuelas de sociología en distintas universidades del país redujo ese salto inicial que representó su buena calidad.

FCC: [La relación con la región] ha sido episódica, circunscrita a la participación de eventos internacionales, sobre todo los de la Asociación Latinoamericana de Sociología; intuyo que son contadas las contribuciones de colegas colombianos a las publicaciones especializadas en sociología de otros países, o su papel como árbitros para ellas. Y ello es fácil de medir con las herramientas a nuestro alcance. La situación puede haber mejorado en los últimos años gracias a las revistas electrónicas; pero es incipiente todavía.

La mirada de estos sociólogos que han contribuido al estudio de Colombia y al desarrollo de la sociología en el país, nos deja con un espíritu positivo que recogemos para el proyecto institucional que tenemos por delante, pero nos muestra retos claros. Creemos que el desafío de la internacionalización es relativamente sencillo de abordar, en la medida en que en este momento tenemos un grupo pequeño pero importante de doctorantes o doctores en Sociología graduándose de universidades de Estados Unidos, Alemania, Francia y otros países. Estamos seguros de que así vuelvan o escriban sobre Colombia desde sus instituciones en el exterior, sus miradas pondrán el caso colombiano en perspectiva comparada. Además, la sociología nacional ha acogido a varios extranjeros -nosotros mismos somos parte de este grupo-, cuya mirada comparada también puede aportar a superar la insularidad que Cubides resaltaba como problemática. Finalmente las universidades están convergiendo en estándares de publicación que obligan a someter nuestros trabajos a evaluación internacional, por lo que la disciplina está en ese camino. Lograr equidad de género en la disciplina, en las miradas, en la situación laboral y de poder de las académicas y profesionales es otro desafío al que creemos que debemos apuntar en nuestros ambientes laborales, como nos señala la profesora Arango.

Asimismo, el reto trasciende a las sociólogas e implica contribuir desde nuestra disciplina a señalar las inequidades persistentes de género en el país, que se reflejan por ejemplo en salarios dispares a pesar haber alcanzado en promedio igualdad en años de educación, en mayores horas de trabajo doméstico no remunerado independientemente de la clase social y de la situación laboral, entre otros muchos indicadores.11 Finalmente, el reto de cobrar visibilidad y legitimidad e incorporarnos así al debate público es más problemático. Necesitamos mostrar que nuestras teorías, métodos y resultados son útiles para iluminar problemas como la violencia interpersonal, la educación, la salud, la movilización social y política, la desigualdad o, por poner sólo un ejemplo más, el desarrollo. Y para eso debemos demostrar con investigación de calidad, pero también con un lenguaje claro y versátil para distintas audiencias, que nuestros aportes son útiles para comprender y para pensar los destinos del país, para hacer buenos diagnósticos, para evaluar política pública o prácticas empresariales, por poner sólo algunos ejemplos, y para pensar alternativas de acción que contribuyan a una sociedad más equitativa y democrática.


Comentarios

1 Consultar: Torres (2001), ponencia presentada en las Jornadas Latinoamericanas de Sociología de la Primera Conferencia Latinoamericana sobre Escuelas y Departamentos de Sociología, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Buenos Aires, 24 a 29 de septiembre de 1961. Texto reproducido en la Revista Colombiana de Sociología; Cataño (1980), Escobar y Camacho Guizado (1999), Restrepo (2007), Cubides (2011).

2 Arango (2006) ha estudiado, entre otras muchas cosas, la formación de los sociólogos en la Universidad Nacional de Colombia.

3 Guzmán, Fals Borda y Umaña (1962). Sobre el impacto de esta obra maestra: Valencia (2012).

4 Cubides (1998).

5 Berger (2011).

6 Giddens (1996).

7 Varias de las personas que contribuyeron enormemente a la sociología colombiana egresaron de la Escuela Normal Superior. Por ejemplo, Virginia Gutiérrez de Pineda, quien realizó los primeros estudios de familia en el país. También Jaime Jaramillo Uribe, reconocido historiador, se graduó en Ciencias Sociales en la ENS, en 1941, y fue sociólogo en la primera parte de su vida.

8 Recientemente, Carolina Galindo (2013) ha comenzado a publicar sobre su tesis, que precisamente trabaja esta comparación desde la sociología política.

9 Ver, en particular, Arango (2005) y Arango y Arias (2006).

10 Nos gustaría agregar aquí también los importantes avances relativamente recientes en el estudio de raza y relaciones raciales en Colombia, entre otros campos que segura e injustamente estamos olvidando. En este sentido, los trabajos de Fernando Urrea y Carlos Viáfara en Cali, así como los de Mara Viveros intersecando raza, género y clase, y, más recientemente César Rodríguez y Tatiana Alfonso, entre otros, han sido claves para revelar un país con profundas desigualdades raciales. Asimismo, si hablamos de relevancia política, el trabajo en memoria histórica de sociólogos como Álvaro Camacho también es de destacar. Y, a riesgo de muchos olvidos, también destacamos la investigación-acción de Magdalena León (2013) sobre empleo doméstico, durante la década de los ochenta, que llevó, entre otros cambios, a una modificación legislativa que mejoraba el proceso de afiliación a la seguridad social de las empleadas domésticas (ver Revista de Estudios Sociales 45 para una síntesis breve de este proyecto). Sin embargo, es en este momento la economía la disciplina de las ciencias sociales con mayor incidencia política, que sigue una tendencia internacional. Creemos que la sociología tiene mucho para aportar en los debates que la economía ha monopolizado, y que los aportes de ambas disciplinas pueden y deben complementarse.

11 Álvarez (2013).


Referencias

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