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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.59 Bogotá ene./mar. 2017

https://doi.org/10.7440/res59.2017.03 

Articulo

Migrantes como víctimas y héroes nacionales: cuestionando la migración como camino al desarrollo en Indonesia*

Migrants as Victims and National Heroes: Questioning Migration as a Pathway to Development in Indonesia

Migrantes como vítimas e heróis nacionais: questionando a migração como caminho para o desenvolvimento na Indonésia

Carol - Chan**** 

** PhD. en Antropología por la University of Pittsburgh (Estados Unidos). Investigadora asociada del Observatorio Regional de Paz y Seguridad (ORPAS), Universidad Bernardo OHiggins (Chile). Entre sus últimas publicaciones se encuentran: "'Freedom Is Elsewhere': Circulating Affect and Aversion for Asian and Islamic Others in Migrant-Origin Villages in Indonesia". En Precarious Belongings: Affect and Nationalism in Asia, editado por Daniel Goh y Chih-ming Wang. Part of The Asian Cultural Studies: Transnational and Dialogic Approaches series. Londres: Rowman and Littlefield International, 2016, y "Contrasting Return Migrant Entrepreneurship Experiences in Javanese Villages" (en coautoría), International Migration 54 (4): 150-163, 2016. carolchan@pitt.edu


RESUMEN

Este artículo examina la relación entre el discurso sobre las víctimas migrantes del Gobierno de Indonesia y la promoción de la migración como camino al desarrollo. Se discuten dos representaciones dominantes de migrantes indonesios: como héroes nacionales que contribuyen al desarrollo económico del país y como víctimas de la explotación laboral. Analizando discursos de representantes del Estado y publicaciones de medios locales y ONG se argumenta que ambas representaciones enfatizan la responsabilidad individual en términos de moralidad de género. Para ello se propone la categoría víctimas inmorales, que distingue entre violencia tolerable y violencia legítima, en donde quienes no califican en el estándar moral de mujeres ideales son percibidas como merecedoras de sus circunstancias. Un enfoque basado en la (in)moralidad del individuo reduce la responsabilidad de Estados e instituciones acerca de la protección laboral y el bienestar social de la población.

PALABRAS CLAVE Migración; desarrollo; género; víctimas; Indonesia; héroes

ABSTRACT

This article examines the relationship between the Indonesian government's discourse on "migrant-victims" and the promotion of migration as a pathway to development. The discussion revolves around two dominant representations of Indonesian migrants: as national heroes that contribute to the country's economic development and as victims of labor exploitation. In analyzing speeches of state representatives and publications by local media and NGOs, it argues that both representations emphasize individual responsibility in terms of gender morality. For this purpose it proposes the category of immoral victims, which distinguishes between tolerable violence and legitimate violence, according to which those who do not qualify in terms of the moral standard of ideal women are believed to deserve their circumstances. An approach based on the (im)morality of the individual downplays the responsibility of the states and institutions for the protection of migrant workers and the social welfare of the population.

KEYWORDS Migration; development; gender; Indonesia; victims; heroes

RESUMO

Este artigo examina a relação entre o discurso sobre as vítimas migrantes do governo da Indonésia e a promoção da migração como caminho para o desenvolvimento. Discutem-se duas representações dominantes de migrantes indonésios: como heróis nacionais que contribuem para o desenvolvimento econômico do país e como vítimas da exploração do trabalho. Analisando discursos de representantes do Estado e publicações de meios locais e organizações não governamentais, argumenta-se que ambas as representações enfatizam a responsabilidade individual em termos de moralidade de gênero. Para isso, propõe-se a categoria vítimas imorais, que distingue violência tolerável de violência legítima, na qual quem não qualificar no padrão moral de mulheres ideais é percebida como merecedora de suas circunstâncias. Um enfoque baseado na (i)moralidade do indivíduo reduz a responsabilidade de estados e instituições sobre a proteção trabalhista e o bem-estar social da população.

PALAVRAS-CHAVE Desenvolvimento; gênero; Indonésia; migração; vítimas; heróis

Introducción

Hoy en día, de los seis millones de trabajadores migrantes indonesios en el extranjero, la gran mayoría tiene un trabajo precario (Kalleberg 2013), es decir, informal, flexible, y caracterizado por bajos salarios e incertidumbre, falta de sindicalización y normativas de protección. Los casos de abuso laboral, físico y sexual a migrantes son comunes, mientras que las protestas contra la precariedad laboral no son nada excepcional. Estas situaciones se han convertido en parte común del paisaje transnacional de la migración laboral, y mientras algunos casos de abuso reciben apoyo del público y el Estado, muchos otros permanecen indocumentados, tolerados, y son menos relevantes en la opinión pública.

Analizando discursos de representantes del Estado y publicaciones de medios locales y ONG de Indonesia, este artículo investiga la relación entre la producción y la circulación continua de los migrantes-víctimas por parte de las instituciones gubernamentales de Indonesia, y a la vez, la promoción de la migración como un camino al desarrollo nacional. En concreto, se discuten dos representaciones públicas dominantes y contradictorias de los trabajadores migrantes: como "héroes" nacionales que contribuyen al desarrollo económico sustentable de Indonesia; y como explotados y "víctimas" de una economía global que se basa en el trabajo desigual. Principalmente, me enfoco en el análisis de los supuestos morales de género que subyacen a las representaciones de migrantes como héroes o víctimas. Por supuestos morales de género, me refiero a que los estándares sobre lo deseable y bueno varían para hombres y mujeres, de acuerdo con principios religiosos, clase social, etnicidad, entre otros.

Según lo anterior, el argumento es que las representaciones de los trabajadores migrantes como víctimas de la explotación no necesariamente se contradicen con la representación de ellos como héroes, con base en la noción del Estado acerca de que la migración laboral es un camino hacia el desarrollo del individuo, del mundo rural y del país. Estas representaciones enfatizan la responsabilidad individual del éxito o fracaso en términos de moralidad de género, en donde el Estado de Indonesia, la prensa tradicional y grupos activistas tienden paradójicamente a actuar de modo similar, y localizan la responsabilidad última de la migración y sus efectos nocivos en la mujer y su familia.

La bibliografía existente sobre esta dicotomía héroe-víctima se basa en gran medida en trabajadores migrantes de Indonesia (Ford 2002; Ford y Lyon 2012) y Filipinas (Aguilar 1996; Parreñas 2005; Pratt 2012; Rodríguez 2010; Suzuki 2003). A diferencia de lo que analizan esos trabajos, busco centrarme en una categoría menos estudiada, la víctima inmoral, o migrantes que no son considerados indefensos, sino que son representados como culpables de los abusos que reciben y calificados como víctimas que merecen su destino. Esto proporciona un contraste interesante con representaciones xenófobas de migrantes en países de destino, que sólo los consideran como agentes criminales o enfatizan su promiscuidad sexual (Ladegaard 2013; Mahdavi 2013; Yeoh y Huang 2010). Sin embargo, mi argumento es que el enfoque del Estado indonesio sobre la moral y la responsabilidad individual de los migrantes es una estrategia que concibe la migración como un camino hacia el desarrollo, haciendo que la explotación laboral aparezca como un efecto secundario inevitable. Las formas más cotidianas de abuso, tales como largas horas de trabajo, falta de descanso o comida, malas condiciones de vida, y los retrasos en los pagos de salarios, pueden ser representadas como tolerables y normales, en comparación con casos extremos de violencia. Por ello, la responsabilidad del Estado y las instituciones de seguridad migratoria en temas de protección laboral y aspectos de bienestar social es minimizada en las discusiones públicas sobre el tema. El análisis de las jerarquías morales de género de héroes y víctimas puede iluminar el potencial, así como los límites de muchos discursos de desarrollo empleados por profesionales y activistas que negocian y luchan por los derechos laborales de los migrantes.

Las "víctimas" de la migración transnacional y el desarrollo

Indonesia es uno de los muchos Estados que promueven activamente la migración laboral como una solución temporal al desempleo y la pobreza nacionales. En la actualidad hay unos 232 millones de migrantes internacionales en todo el mundo,1 los cuales enviaron 530 millones de dólares en remesas en 2012, más de tres veces el presupuesto global para su ayuda (IOM 2013b). En 2015, Indonesia recibió 9.600 millones de dólares, ubicándose en la posición 14 del ranking mundial de remesas recibidas (KNOMAD 2016).

Con estos números crecientes de migrantes se ha articulado un nuevo campo de estudio e investigación orientado hacia la política aplicada: el de la migración transnacional y el desarrollo. La discusión sobre el nexo "migración-desarrollo" se puede resumir en términos de si la migración contribuye al desarrollo económico y social de los países de origen de los migrantes, o si contribuye aún más a la explotación y el subdesarrollo (Faist 2008). Los académicos que participan en estos debates se han centrado principalmente en las causas y consecuencias de la migración laboral en los países de origen de los migrantes (Castles 2009). Estos estudios suelen hacer hincapié en la necesidad de mayores disposiciones de protección y bienestar para los trabajadores migrantes, y/o en propuestas para el desarrollo, tales como el aumento de las opciones de empleo para los migrantes y sus comunidades.

En la última década, la investigación de tales políticas se ha centrado en la cuestión de cómo convertir la migración en un factor positivo en el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza (IOM 2013a). La migración se enmarca en términos de una situación donde todos ganan: los migrantes y sus países de origen y destino (Ozden y Schiff 2007). Este enfoque positivo sobre la migración ha provocado debates sobre el papel de la migración en los objetivos de desarrollo posmilenio. En general, dos enfoques dominantes complementarios han emergido de estos debates académicos y políticos. Por una parte, están quienes se centran en los aspectos de gobierno y gestión, en la forma en que las remesas puedan ser canalizadas de manera más productiva e invertidas en beneficio de las comunidades de origen y el país en general (Thieme y Ghimiere 2014). Otro punto de vista enfatiza y demanda la responsabilidad institucional nacional e internacional, para garantizar el bienestar y los derechos de los trabajadores migrantes (Rodríguez 2010).

Lo que falta en las discusiones de migración y desarrollo es un análisis crítico y culturalmente matizado de cómo los migrantes, sus pares no migrantes, activistas laborales, profesionales del desarrollo y actores estatales definen y se relacionan con múltiples discursos de desarrollo y bienestar, que poseen nociones contradictorias y superpuestas de género y moral. En este artículo, me apoyo en Nederveen (2011) y en el enfoque de Dannecker (2009, 123) para entender el desarrollo como "un conjunto de creencias e imágenes de cómo debería ser la vida". Estas creencias e imágenes a menudo incluyen suposiciones implícitas que subyacen a cualquier discusión o afirmación acerca de la migración y el desarrollo. Discursos y proyectos de desarrollo representan con frecuencia "intereses políticos o de clase y preferencias culturales particulares" (Nederveen 2011, 8). Con ello, el desarrollo se considera un proceso de negociaciones a varios niveles y luchas entre los diferentes grupos de interés sobre el significado del mejoramiento socioeconómico. Las respuestas sobre crecimiento económico, equidad y derechos no son objetivas; las medidas de desarrollo son siempre inherentemente políticas.

En lugar de preguntar cómo la migración puede contribuir mejor al desarrollo, o cómo los programas de desarrollo pueden ser reformados para incluir el "bienestar" (IOM 2013a; Scott 2012), mi objetivo es explorar cómo la migración transnacional se concibe como una estrategia de desarrollo casi naturalizada. Ello conlleva que sea promovida y mantenida por instituciones de migración internacional, Estados y ONG, a pesar de la evidencia de que la vida y el trabajo de muchos trabajadores migrantes son literalmente insostenibles e insoportables (Brennan 2014; Ladegaard 2013).

Si bien hay voces críticas contra los Estados que promueven la migración como una estrategia principal de desarrollo económico, dicha críticas no son tan populares ni públicas. Las críticas apuntan a que las políticas y los programas de migración para el desarrollo asignan injustamente a los migrantes la responsabilidad de financiarse a sí mismos y sus familias, convirtiéndolos en los principales responsables de sus comunidades y el desarrollo de sus países (cf. Rodríguez 2010). El destacar los migrantes como héroes o agentes de desarrollo también se hace a menudo a expensas de mejoras en las políticas laborales y de inmigración. Esto se aplica no sólo en el caso de Indonesia, sino también en otros países de migrantes como Filipinas (Rodríguez 2010), Bangladesh (Dannecker 2009), Nepal (Thieme y Ghimiere 2014) e India (Mosse et al. 2002).

Las investigaciones sobre la dicotomía héroe-víctima en relación con la migración femenina buscan ir más allá de las representaciones polarizadas sobre la explotación o el empoderamiento de las mujeres. En cambio, buscan contextualizar la experiencia de las migrantes para mostrar en qué medida son víctimas y/o agentes (Suzuki 2003): ¿qué formas complejas asume su agencia para operar dentro de sus limitaciones y en qué medida las mujeres migrantes negocian con éxito nuevas formas de vigilancia y disciplina? (Cheng 2010; Suzuki 2003) Una observación común de los estudios de la migración femenina en el Sudeste Asiático y en otros lugares es que las mujeres migrantes enfrentan mayores trabas sociales y burocráticas, y sus expectativas morales de éxito y retorno son más altas, en comparación con sus pares masculinos. Este artículo pone de relieve las formas en que las representaciones de los migrantes indonesios como héroes de desarrollo, o víctimas explotadas, asumen preceptos de la cultura y religión locales sobre género y moral. A diferencia de los análisis tradicionales de héroes y víctimas como dos temas distintos, se argumenta que los supuestos morales de género producen una jerarquía de héroes y víctimas con características intercambiables. Tomando como referencia el caso de Indonesia, hago hincapié en que no todas las víctimas son representadas como indefensas y dignas de compasión. En cambio, algunos migrantes pueden ser representados como víctimas inmorales que son parcialmente culpables de un delito o un pecado, ya sea por deudas económicas, muerte, enfermedad o abuso.

Los migrantes como héroes nacionales

En Indonesia y el Sudeste Asiático, casi todos los migrantes están enrolados en programas de "trabajador invitado" (Piper 2006, 142), donde se les permite vivir y trabajar en el extranjero entre dos y cinco años, luego de los cuales deben retornar a casa. La residencia permanente o ciudadanía en los países de destino no es una opción, y los viajes son muy costosos. En Indonesia, los hombres por lo general piden prestado a parientes, prestamistas o bancos para financiar sus viajes y trabajan principalmente en agricultura, construcción y pesca. Además, deben vivir muchas veces en la explotación agrícola o el lugar de la construcción. Por su parte, las mujeres migrantes se dedican sobre todo al trabajo doméstico, pagan cuotas a las agencias que las envían al extranjero y residen en el hogar del empleador. Para ellas es obligatorio registrarse en programas de entrenamiento proporcionados por agencias privadas bajo licencia del Estado, cuyas tarifas son muy elevadas en relación con el poco entrenamiento que entregan. Las mujeres migrantes reciben una atención mediática mucho mayor y son el símbolo de la migración en Indonesia.

La migración laboral transnacional ha sido entendida por el Estado en términos de desarrollo desde mediados de la década de 1980, por la potencial contribución de las remesas financieras a la economía de Indonesia (Hugo y Stahl 2004; Silvey 2004). Para facilitar estos procesos de migración, el Estado de Indonesia introdujo en 2004 un régimen de licencias para regular agencias de contratación, y además creó la Agencia Nacional para la Contratación y Protección de Trabajadores Migrantes (BNP2TKI). La tasa de migración laboral transnacional, en especial la migración femenina, creció drásticamente como consecuencia de la crisis financiera asiática de 1997 y continuó, debido a la rápida descentralización económica y la democratización de Indonesia tras la caída de la dictadura militar del presidente Suharto, en 1998.

Las mujeres constituyen la mayoría de la creciente población de trabajadores migrantes de Indonesia. La mayoría de ellas proceden de entornos rurales con baja educación y trabajan en el sector informal, especialmente como trabajadoras domésticas.2 Aunque hoy en día hay más de seis millones de trabajadores migrantes indonesios, cuando el gobierno de Suharto incorporó la migración laboral femenina como parte de su programa de desarrollo, esto parecía contradecir sus previos discursos islámicos sobre las ideas estereotipadas de tareas y deberes específicos para hombres y mujeres (Blackburn 2004, 229). En general, se consideraba a los hombres como sostén de la familia, mientras que el lugar de la mujer está en el hogar como madre y ama de casa. Incluso, en la década de 1970, bajo la consigna "mujer y desarrollo", el Estado alentó a las mujeres a trabajar en el ámbito asalariado, pero con la condición de que no descuidasen sus deberes domésticos (Silvey 2004, 252-253). En otras palabras, las mujeres fueron articuladas como ciudadanos, principalmente a través de su papel de madres y esposas (Martyn 2005, 206).

Hacia la década de 1980, el Estado comenzó a promover la migración laboral femenina transnacional, sobre todo desde zonas rurales y de baja escolaridad. La separación de mujeres rurales de sus familias contrasta fuertemente con las metáforas nacionalistas basadas en el ideal de la familia nuclear de clase media. Esta promoción de la migración laboral de la mujer como antídoto contra la pobreza rural pone de relieve la complicidad del Estado en la reproducción de las jerarquías de género y de clase en Indonesia (Silvey 2004). En la década de 1990, la promoción del Estado se enfocó en la migración de mano de obra hacia Medio Oriente, donde la visión dominante de feminidad se transformó en una visión de la mujer como fuente de ingresos migratorios, en aras del objetivo del desarrollo económico de la "familia nacional" (Silvey 2004, 253). Por otra parte, las agencias de contratación y el Estado promovieron la migración de las mujeres a Arabia Saudita, en lugar de regiones o países no musulmanes como Hong Kong o Singapur, con referencia a ideas de proximidad religioso-cultural entre las poblaciones musulmanas. Particularmente atractiva para muchas mujeres era la posibilidad de hacer la peregrinación a La Meca (Rudnyckyj 2004; Silvey 2006 y 2007). Fue dentro de este contexto de rápido aumento de la migración laboral femenina transnacional y sus remesas anuales, cuando las autoridades estatales comenzaron a representar las mujeres migrantes como "héroes del desarrollo nacional", o más precisamente, "héroes de intercambio extranjero" ("Remittances from Migrants" 2012). Una pancarta de bienvenida a dichos héroes se puede ver en el aeropuerto de Yakarta.

En la actualidad, el Estado de Indonesia continúa promoviendo la migración como una contribución positiva al desarrollo social y económico de la nación. Por ejemplo, en 2012, el entonces jefe de BNP2TKI, Jumhur Hidayat, se basó en un informe de ese mismo año del Banco Mundial, no sólo para poner de relieve el potencial de remesas de los migrantes para contribuir a la economía nacional, sino también para hacer hincapié en que tales remesas son, de hecho, más resistentes a las crisis económicas que la ayuda exterior y la inversión extranjera directa ("Remittances from Migrants" 2012). Esto hace que las remesas se consideren un recurso más sostenible para el desarrollo que otras alternativas (IOM 2013a y 2013b).

La migración laboral y los salarios más altos en el extranjero han permitido, de hecho, a algunos migrantes enviar a sus hijos a la escuela, pagar gastos médicos, construir casas más confortables, iniciar pequeños negocios y acceder a un mayor nivel de consumo (Ozden y Schiff 2007; Silvey 2006). Los ministerios de Indonesia que se ocupan de la transmigración y mano de obra representan los casos de éxito como normales y garantizados, siempre y cuando los migrantes trabajen duro. Rara vez los informes oficiales de desarrollo se enfocan en el tema de mejoras salariales, derechos legales para los trabajadores migrantes en el extranjero o las causas del desempleo en Indonesia. En su lugar, los bajos salarios de los trabajadores migrantes son enmarcados y aceptados como inevitables, debido a las fuerzas del mercado; la sostenibilidad de las remesas de los migrantes depende en gran medida de la capacidad de los migrantes para aceptar salarios injustamente bajos y soportar duras condiciones laborales. Además, los migrantes son posicionados como responsables de crear puestos de trabajo para reducir o evitar las migraciones futuras de sus propias comunidades. Las declaraciones de Jumhur citadas antes representan a los portavoces de los ministerios asociados con el trabajo. Oficialmente, tienden a aplaudir el trabajo duro y la autodisciplina, mientras que presentan el rol de las instituciones estatales orientado sobre todo a ayudar a los migrantes a canalizar y utilizar sus remesas de forma más productiva.

El discurso del desarrollo económico es también vinculado a temas de desarrollo moral, religioso o espiritual, fomentando la representación de la migración en términos de un deber familiar femenino y patriótico (Robinson 2000; Rudnyckyj 2004; Silvey 2006 y 2007). En una visita a una oficina regional en Java en julio de 2013, Jumhur se dirigió específicamente a las mujeres que desean convertirse en trabajadoras domésticas migrantes en el extranjero, pero que aún no han dejado el país:

El atractivo de los altos salarios en el extranjero y el consumo pueden animar ENT#091;al migranteENT#093; a convertirse en un despilfarrador o un extravagante ENT#091;...ENT#093; No cambien sus teléfonos móviles con frecuencia, ni compren crédito telefónico, no fumen, ni vayan felizmente a sentarse en clubes. El migrante despilfarrador reduce la posibilidad de enviar dinero a su familia. Recuerde, si consume demasiado, va a acumular deuda, y eso no es bueno para su futuro y el de su familia. Le estoy pidiendo no ser despilfarradora, sea frugal y ahorre dinero. ("TKI suka dugem" 2013)

Ese mismo mes, otro mensaje de Jumhur hizo de forma similar un llamado a las mujeres para ahorrar dinero y tener cuidado con los "empleadores coquetos". "Si es seducida por su empleador, niéguese, y tampoco caiga en la tentación. Sólo diga que está allí para trabajar. Si todo está bien por allá, traiga dinero a casa y comience un negocio" ("Jumhur Ingatkan" 2013).

La explotación de género y los abusos en contra de la población trabajadora doméstica de Indonesia han sido ampliamente documentados (Constable 2007; Huang y Yeoh 2007; Killias 2010; Kloppenburg y Peters 2012; Ladegaard 2013; Palmer 2012; Silvey 2006). Aunque las experiencias de migración dependen en general del azar, la confianza de un migrante, su personalidad y sus habilidades, muchas mujeres corren el riesgo de quedar atrapadas en formas de servidumbre por deudas a reclutadores informales, agencias de empleo o empleadores. También están sujetas a la violencia física, verbal o psicológica por parte de los empleadores; tienen horarios y condiciones de trabajo no regulados, y comparten la residencia de sus empleadores.

Sin embargo, el énfasis de los representantes estatales en educación financiera, consumo responsable y disciplina moral femenina omite el tema de la desigualdad estructural del sistema migratorio, generando la complicidad del Estado en la explotación laboral. En contraste, de forma explícita representan el fracaso de algunas mujeres migrantes para enviar dinero y su acumulación de deuda en términos de su tendencia hacia patrones de consumo extravagantes. Los peligros del abuso físico o sexual de las trabajadoras domésticas migrantes -la mayoría de las cuales, por ley, deben vivir con sus empleadores en los países de destino- son presentados principalmente en términos de promiscuidad sexual y debilidad moral al dejarse tentar y seducir. Los discursos de Jumhur citados antes, en efecto, igualan a los buenos trabajadores como mujeres explotables, reforzando al mismo tiempo un ideal femenino nacional de la ciudadana orientada al sacrificio familiar. Al mismo tiempo, sus discursos condenan a quienes rechazan dichas condiciones de éxito y no se ajustan a ideales morales de género.

Las víctimas con disfraz de héroes

Muchos investigadores han establecido una relación entre la moral islámica de género en Indonesia y la actitud paternalista del Estado hacia la migración laboral femenina. Esto se hace más evidente a partir de la forma en que las autoridades estatales han reaccionado a los casos publicitados de abuso y violencia contra trabajadoras domésticas migrantes (Ford y Lyons 2012; Palmer 2012; Silvey 2004). Por ejemplo, se ha buscado implementar leyes que restringen la movilidad de las mujeres, así como suspender temporalmente la migración femenina a Malasia y Arabia Saudita, incluyendo requisitos burocráticos más estrictos, en comparación con sus homólogos masculinos (Quiano 2011; Silvey 2004 y 2007). En 2012, bajo el gobierno de Susilo Bambang Yudhoyono, se anunciaron planes para "detener el envío de trabajadores domésticos al extranjero para 2017" ("Indonesia Plans to Stop" 2012). Esto se ha mantenido como un compromiso de Estado que se repitió incluso en 2015, durante la presidencia de Joko Widodo ("Jokowi to Halt" 2015). Como he comentado, también se ha producido un giro significativo y aparentemente contradictorio en los discursos del Estado al responsabilizar a las propias mujeres de la seguridad femenina.

Estas respuestas estatales son recibidas con escepticismo por activistas migratorios y laborales en Indonesia. En general, las suspensiones temporales, las negociaciones entre los Estados y el plan de detención del trabajo doméstico para 2017 han sido vistos por algunos migrantes y activistas como el resultado de la presión de la comunidad nacional de líderes religiosos, que corresponde al Consejo Ulama de Indonesia (MUI). MUI emitió oficialmente un decreto religioso -fatwa- en donde la migración laboral femenina transnacional se considera antiislámica (Wieringa 2006, 4).

Los trabajadores migrantes y activistas también han argumentado que estas negociaciones y estos planes no han contribuido mucho a reducir la tasa de abuso contra los migrantes ("Govt Fails Migrant Workers" 2011). En cambio, esto ha ayudado a aumentar las cuotas de empleo y bajar los salarios de carácter no doméstico o industrial para los migrantes indonesios en Arabia Saudita, Malasia y Hong Kong (Zubaidah 2015). Mientras que el Estado de Indonesia ha resuelto aparentemente con éxito los problemas con Malasia y Arabia Saudita en temas tales como días de descanso laboral, salario y derecho a no entregar el pasaporte al empleador, estas negociaciones incomodan la posición del Estado en su rol de promotor de la migración como un camino hacia el desarrollo económico nacional.3 Por ejemplo, los activistas migrantes han argumentado que para reducir la dependencia y la vulnerabilidad de los migrantes con respecto a sus agencias de empleo y centros de formación previos a la salida, estas instituciones no pueden ser empresas comerciales con fines de lucro, sino más bien instituciones educativas públicas (Buruh Migran 2015). Además, el Estado puede hacer aún más para facilitar a los migrantes el acceso a redes de apoyo y mejorar disposiciones relativas al bienestar en el extranjero, el desempleo y la pobreza estructural en Indonesia (Tjandraningsih 2013).

En conjunto, las respuestas del Estado y las soluciones que se aplican en los casos de la migración femenina enlazan el éxito económico de las migrantes -en términos de su capacidad de enviar dinero- a sus responsabilidades de género, morales y de religión, al ser entendidas como buenas madres, hijas y esposas. Por otro lado, los discursos sobre la protección de mujeres migrantes refuerzan la percepción de que todas las mujeres son víctimas potenciales (Kloppenburg y Peters 2012), ya que estos discursos rara vez se refieren a la migración masculina. Sin embargo, las respuestas de las instituciones públicas refuerzan la percepción de que los migrantes de Indonesia no se ajustan a este ideal. Así, las mujeres pasan a ser vistas como vulnerables, con baja educación, poco entrenamiento, ingenuas, que necesitan protección y control, o incluso como psicológicamente enfermas, además de moralmente ambiguas o sospechosas (Faizal 2012; "Kepala BNP2TKI" 2015). Estas medidas o soluciones a las condiciones de trabajo migrante han sido desacreditadas por activistas más críticos y académicos, ya que la prohibición de migrar a mujeres sólo contribuye a aumentar su vulnerabilidad a la explotación, incrementando la frecuencia de formas más arriesgadas e indocumentadas de migración (Killias 2010; Silvey 2004, 259).

Los Estados no descuidan por accidente la protección de los derechos de los trabajadores migrantes, ya que la falta de regulación de este tipo de espacios reproduce y mantiene privilegios para la clase media y la élite, aumentando su capital social, económico y político (Silvey 2004, 259-260). En efecto, mientras el Estado considera a los migrantes como "héroes del desarrollo" por el ingreso de miles de millones de dólares al año, también devalúa de manera sistemática el trabajo doméstico, las formas de trabajo manual asociadas con poblaciones rurales sin educación formal y la seguridad de los migrantes ("Remitansi TKW" 2013). En otras palabras, la mayoría de los discursos y respuestas estatales a la explotación y el abuso de los trabajadores migrantes indonesios contribuyen al mantenimiento de la precariedad de su vida y trabajo. Esto se hace a través de la naturalización discursiva de las condiciones de trabajo injustas a nivel nacional y en el extranjero, con referencia a la desigualdad en el mercado mundial, y el desplazamiento parcial de la culpa por el abuso y la violencia a los reclutadores, la voluntad de Dios y la conducta de los propios migrantes. Una consecuencia de este marco discursivo dominante es que se plantea que los viajes migratorios exitosos y seguros sólo suceden a migrantes con perseverancia, coraje, buena fortuna y personalidad. Como detallaré en la siguiente sección, los migrantes censurables se representan en gran medida como inmorales, absurdos, ingenuos o con mala suerte. Mi punto es que en cualquier discusión sobre desarrollo, o sobre el impacto positivo de la migración para los migrantes y sus familias, se deben tener en cuenta los supuestos de género y nociones morales subyacentes sobre bienestar, para entender cómo estos supuestos operan a través de fronteras nacionales, con consecuencias transnacionales.

En la siguiente sección, presento cómo aquellos supuestos morales subyacen a los discursos del Estado sobre migración y desarrollo, y se reproducen de manera similar en medios de comunicación y discursos de activistas sobre la violencia contra las mujeres migrantes de Indonesia.

Diversidad y jerarquía de migrantes como ciudadanos-víctimas

Los medios de comunicación dominantes y los discursos de activistas sobre la violencia contra los trabajadores migrantes a menudo se centran estratégicamente en los casos extremos o escandalosos, ya sea para vender periódicos o sumar más personas a su causa. En el siguiente análisis, sostengo que la representación y el sensacionalismo de los casos extremos en la esfera pública sirven para poner de relieve el abuso como algo excepcional, apoyando inconscientemente la postura oficial del Estado de Indonesia respecto a que el éxito está garantizado y es alcanzable para el migrante moral y autorresponsable. El enfoque de los medios en los casos extremos de violencia también puede contribuir a asumir como tolerables y normales ciertas formas de explotación laboral, tales como largas horas de trabajo, falta de descanso o comida, malas condiciones de vida y retrasos en los pagos de salarios.

Cuando los trabajadores migrantes, activistas y académicos han pedido una mayor responsabilidad del Estado frente a la explotación y el abuso laboral, por lo general esto se formula en términos de derechos. Concuerdo con quienes han señalado que los discursos sobre derechos no son abstractos, universales ni libres de valoración (Choo 2013; Lai 2011). La política sobre los migrantes y el activismo es un tema complejo y puede contribuir a reforzar las jerarquías morales de género en la comprensión del victimismo, la explotación y la violencia. Los discursos de derechos requieren habitualmente que las personas se presenten como tipos particulares de víctimas, a menudo vinculadas a ONG e instituciones similares (Fassin 2007; Ford y Lyon 2012).

En esta sección se construye a partir de la bibliografía existente y se contribuye a esta en relación con la dicotomía víctima-héroe que se puede encontrar en el discurso global de los derechos humanos (Brennan 2014; Kempadoo 2012), y más concretamente en Indonesia, en cuanto al tráfico de personas y migración laboral (Ford y Lyon 2012; Palmer 2012). Las imágenes sobre las víctimas y el heroísmo vinculados a la moral de género de los migrantes indonesios encuentran paralelismos sorprendentes en el caso de Filipinas (Pratt 2012; Parreñas 2005; Rafael 1997; Rodríguez 2010). La categoría víctima no corresponde a una visión homogénea estereotipada de una migrante femenina inocente, explotada y sin defensa. En cambio, es una categoría inherentemente cargada de juicios de valor sobre lo que hace que las víctimas merezcan o no sus circunstancias, o lo que hace que algunas de las víctimas sean fuente de lamentos, mientras que otras son censurables. Aquí se analizará cómo los activistas y medios de comunicación en Indonesia han representado varios casos de abuso laboral, violencia y enfermedad de los trabajadores domésticos migrantes. La sección final discutirá cómo estas representaciones de culpa y responsabilidad presentan desafíos al discurso sobre derechos, migración y desarrollo por parte de actores estatales y no estatales. Estos desafíos socavan los esfuerzos para hacer frente a la precariedad de la mano de obra migrante, y, en su lugar, podría decirse que contribuyen a su continuidad. Si bien el Gobierno y los grupos activistas no tienen siempre un discurso homogéneo y sin contradicciones en cuanto a cómo representan la violencia y el abuso laboral (Choo 2013; Constable 2009; Lai 2011; Palmer 2012; Ford y Lyons 2012), con fines analíticos, aquí sólo trabajaremos las perspectivas dominantes de cada grupo en relación con la representación de la victimización de los migrantes.

De modo tentativo, sugiero que los casos de violencia y muerte de trabajadores domésticos migrantes indonesios pueden clasificarse en términos de cómo se asignan el victimismo y la culpa en tres grandes categorías: 1) las víctimas inmorales, a quienes se culpa por su situación; 2) víctimas inocentes que merecen la justicia social; y 3) víctimas del destino. Sostengo que el privilegio moral de la migrante exitosa que es inocente, vulnerable, heroica y/o desinteresada produce a su vez su opuesto: mujeres inmorales y desafortunadas que no están a la altura de las expectativas ideales para una madre, hija, hermana y esposa. Estos ejemplos son analizados y comparados para poner de relieve que los casos de víctimas morales son capaces de generar indignación pública, además de apoyo y cobertura de los medios. En estos casos donde el migrante no es culpable, los agentes de reclutamiento, empleadores y Estados pueden ser expuestos a la crítica y llamados a rendir cuentas.

Las víctimas inmorales (o moralmente ambiguas)

A pesar de una estimación realizada por la ONG Migrant Care en cuanto a que aproximadamente 1.249 migrantes indonesios murieron en el extranjero en 2013 (Dagur 2013), el Gobierno de Indonesia desalienta con eficacia segundas autopsias de los cuerpos de trabajadores migrantes, una vez han sido enviados de vuelta a Indonesia (Knight 2011). Si bien estas estadísticas han sido objeto de debate entre el Ministerio de Trabajo y ONG de migrantes, la falta de autopsias más acuciosas deja las verdaderas causas de muerte abiertas a rumores y especulaciones, mientras que los informes oficiales de muertes en el extranjero las atribuyen a accidentes, enfermedades naturales, o corresponden a penas de condenados a muerte (Knight 2011; Saragih 2014). Casos muy publicitados de violencia contra los trabajadores domésticos migrantes a menudo implican la pena de muerte en Malasia o Arabia Saudita (Knight 2011; Saragih 2014). En 2014, al menos 236 migrantes indonesios enfrentaron la pena de muerte en todo el mundo, en su mayoría mujeres que presuntamente habían asesinado a sus empleadores o a otros trabajadores migrantes, o que fueron acusadas ​​de magia negra, o bien, ​​de cometer adulterio (Saragih 2014).

Los activistas laborales suelen hacer hincapié en que las duras condiciones de trabajo, el constante abuso físico, los salarios bajos, o incluso la falta de pago, son las principales condiciones que provocan la violencia de los migrantes en actos de autodefensa o demencia temporal (Knight 2011). Funcionarios del Estado también han admitido que algunos casos de adulterio fueron en realidad casos de violación (Saragih 2014). Sin embargo, los informes de los medios de comunicación y del Gobierno tienden a minimizar estos argumentos, debido a la falta de pruebas. Independiente de cuál sea la verdad de los sucesos, la culpa y la responsabilidad parecen recaer principalmente sobre mujeres adúlteras o víctimas ingenuas, rurales, no calificadas y sin educación (Saragih 2014). El énfasis en la culpa potencial o inmoralidad de la víctima migrante es evidente en el siguiente extracto de noticias del diario Jakarta Post de Indonesia, el cual comenta varias sentencias en espera de ejecución:

El funcionario estatal reconoció que algunas de las sospechosas eran en realidad víctimas de violación, pero que un porcentaje significativo de ellas habían sido acusadas de tener relaciones extramaritales con hombres saudíes ENT#091;...ENT#093; De acuerdo con el funcionario, los datos de las oficinas diplomáticas de Indonesia en Arabia Saudita mostraron que alrededor de 7.000 niños nacieron a partir de tales casos. "Las identidades de sus padres no están claras. Esto debería plantear una seria preocupación porque se trata también de nuestra generación joven", dijo el funcionario.

El funcionario dijo que el Gobierno había trabajado para repatriar a los niños proporcionando documentos temporales, aunque admitió que los niños podrían tener problemas para obtener documentos de identidad oficiales en Indonesia porque no tienen certificados de nacimiento y se desconoce quiénes son sus padres. El Gobierno ha tratado de establecer matrimonios islámicos para ENT#091;las mujeresENT#093;, con el fin de ayudarles a obtener documentos en Arabia Saudita antes de regresar a Indonesia, pero la mayoría de ellas eran reacias, porque se habían casado con hombres de Indonesia antes de ir a trabajar al extranjero, agregó el funcionario. (Saragih 2014)

En el ejemplo anterior, una parte significativa del artículo se centra en el rol del Estado para ayudar activamente a los niños ilegítimos y sin patria, para su retorno a Indonesia. Los esfuerzos resultan difíciles, debido al hecho de que los nacimientos de estos niños fueron resultado de relaciones adúlteras en el extranjero entre mujeres casadas de Indonesia y otros hombres. La narrativa oficial del Estado cambia el enfoque del artículo, lejos del tema de los migrantes indonesios enfrentados a penas de muerte, para pasar a cuestionar su moralidad, y si merecen asistencia jurídica por parte del Gobierno de Indonesia.

En otro ejemplo, un informe escrito y publicado en el sitio web de una ONG de migrantes de Indonesia comienza con un dicho popular de Java: "Uno va al extranjero en busca de oro, pero vuelve con piedras en su lugar" (Buruh Migran 2008). Lo que sigue es una historia de tortura física extrema de una trabajadora doméstica de 28 años en Malasia, que regresó a Indonesia paralizada y mentalmente inestable, debido al hambre, los golpes y el estrangulamiento durante casi un año. Sin embargo, el artículo socava la legitimidad moral de la víctima al dar a entender que ella era arrogante y codiciosa antes de emigrar, diciendo que se fue de casa con "un sentido de orgullo" y esperando "traer a casa grandes cantidades de dinero" (Buruh Migran 2008).

El artículo explica que ella, cuyo nombre es Radisem, tenía un buen empleador y escribió a su casa sólo dos veces. Sin embargo, su familia dejó de recibir noticias, sólo para descubrir más tarde que, durante este período de silencio,

Radisem fue abusada a menudo por su empleador por robarle su dinero. Radisem recibió golpes por todo el cuerpo, en las piernas, espalda y cabeza, y fue incluso estrangulada por el cuello ENT#091;...ENT#093; Ella no comía mucho ni con frecuencia. A veces, sólo una vez al día ENT#091;...ENT#093; Como resultado de no bañarse con frecuencia, Radisem contrajo una enfermedad de la piel que se añade a su miseria. (Buruh Migran 2008)

Aunque el artículo termina refiriéndose a Radisem como una víctima trágica y pidiendo al Gobierno de Indonesia que tome medidas, la narrativa contiene ambigüedad moral, ya que la situación trágica de Radisem se explica de diversas maneras, en función de su orgullo, codicia, la mala suerte, y el hecho de que ella habría robado en un principio a su buen empleador. En una narrativa similar, una plataforma de medios sobre derechos humanos comienza con un caso de abuso en Taiwán, donde se describe que la mujer migrante era muy ligera de espíritu y viajó en contra de los deseos de su padre (Ayyubi 2009). Ella regresó "loca" y severamente deprimida, diciendo que su empleador la golpeó hasta que se le cayeron los dientes. El informe concluye con una investigación policial para ver "si ella fue realmente maltratada" (Ayyubi 2009). Estos ejemplos ilustran cómo cierto tipo de relatos de víctimas dejan la moral de la historia abierta a la interpretación del lector, que implícita o explícitamente contienen una advertencia en contra de la codicia y alaban valores familiares y de modestia.

Las víctimas inocentes

Las narrativas moralmente ambiguas de mujeres promiscuas, codiciosas o que desobedecen a sus mayores contrastan con historias de víctimas extremas y morales. Ejemplo de ello es el siguiente informe sobre Wilfrida Soik, de 17 años de edad, quien fue acusada en 2010 de matar a su empleador de 60 años de edad en Malasia (Aritonang 2014):

Wilfrida fue acusada bajo el Código Penal de Malasia, que conlleva una sentencia de muerte en caso de condena; pero el tribunal dictaminó el lunes que estaba mentalmente inestable cuando ocurrió el incidente, y, por lo tanto, la declaró inocente. ENT#091;...ENT#093;

Los activistas y políticos de derechos humanos que han dado asistencia legal a Wilfrida y monitorean los procesos judiciales en los últimos cuatro años elogiaron el fallo.

"El veredicto del tribunal es justo porque el asesinato fue un acto de autodefensa, para protegerse de la tortura cometida por su empleador", dijo en un comunicado Migrant Care, una ONG que promueve los derechos de los trabajadores migrantes.

Migrant Care dijo que Wilfrida debería haber sido absuelta porque ella era menor de edad cuando ocurrió el crimen.

"Siempre hemos creído que Wilfrida debe ser liberada porque ella era menor de edad cuando ocurrió el incidente. Ella es una víctima de la trata de personas" ENT#091;...ENT#093;

La investigación también mostró que Wilfrida sólo tenía 17 años cuando entró a Malasia con documentos falsificados, lo cual, por lo tanto, la haría objeto de protección bajo la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño, que prohíbe la pena de muerte para menores de edad, una convención de la cual Indonesia y Malasia son firmantes ENT#091;...ENT#093;.

La campaña en contra de la sentencia de muerte para Wilfrida también reunió varios grupos, entre ellos los miembros del Consejo Legislativo Regional (DPRD), el Consejo de Representantes Regionales (DPD) y la Cámara de Representantes (DPR); la Iglesia católica en Belu; comunidades interreligiosas; y la cantante y activista Melanie Subono. Los internautas también mostraron su apoyo a través de la petición en Change.org #SaveWilfrida, que tuvo más de 13.000 firmas, por lo que fue una de las peticiones más populares presentadas en el sitio web (Aritonang 2014).

En comparación con los casos de las víctimas inmorales o culpables, el caso de Wilfrida provocó una sensación de ultraje moral público, que fue evidente en las peticiones recogidas en su nombre, y en la amplia gama de grupos y figuras públicas que apoyaron su recurso judicial contra su sentencia de muerte. Medios de comunicación y activistas se enfocaron en su inocencia moral, al ser como un "niño", "víctima de la trata de personas" y "mentalmente inestable" (por lo tanto, sólo en parte responsable de sus acciones).

Otro caso se refiere a una abuela de 53 años de edad que fue decapitada por asesinato en Arabia Saudita en 2011. Ella afirmó haber matado a su empleador porque se le prohibió volver a casa para ver a sus tres hijos (Al-Alawi 2011). Su muerte provocó protestas públicas en Indonesia y la suspensión por parte del Estado de la migración laboral a Arabia Saudita. Estos ejemplos inspiraron una amplia cobertura de los medios de comunicación, además de intervención estatal, ya que tales mujeres fueron definidas como víctimas-morales, y, por ello, injustificada la violencia contra ellas.

Destaco estos casos para argumentar que provocan más indignación porque los juicios morales se basan en la percepción de las intenciones del individuo; por lo tanto, un migrante es inocente porque fue víctima de tráfico humano contra su voluntad, o porque es una madre que se sacrificó migrando por el bien de su familia. Por otro lado, la agencia y las intenciones de las mujeres se representan como moralmente sospechosas en casos de abuso sexual, o cuando manifestaron un deseo de aventura, placer o riqueza. Incluso en los casos en que las mujeres no profesan tales deseos considerados desviados, en lo que concierne al abuso sexual, parecen sospechosas por defecto la inocencia y la moral de las mujeres, como he discutido anteriormente en el caso de la violación representada como adulterio (Saragih 2014). El problema es que este enfoque en la agencia moral e inmoral contribuye a dirigir la culpa de la violencia hacia los propios migrantes. Esto también sólo acepta como válido la migración por razones económicas para el apoyo de la familia, sin considerar los casos en que las mujeres fueron presionadas a emigrar contra su voluntad por parientes, o cuando ellas migran para escapar de presiones para casarse, o del estigma de ser madres solteras o divorciadas.

Las víctimas del destino

Por último, otras muertes y enfermedades de migrantes son representadas en los medios de comunicación y las discusiones informales como naturales, moralmente neutrales, y se asocian con la mala suerte. El exjefe de BNP2TKI Jumhur Hidayat se ha referido públicamente a las "víctimas de la trata de personas" como "aquellos que son menos afortunados" ("BNP2TKI Resmikan Kampung" 2012). Estos casos de mala suerte o de enfermedad a menudo se presentan como hechos concretos y son despolitizados por las autoridades estatales.

Por ejemplo, el siguiente informe sobre la hospitalización de dos trabajadores migrantes en Dubái fue publicado por activistas migratorios. Se hace alusión a los empleadores y a la falta de calefacción adecuada, pero, a diferencia de otros informes sobre migrantes muertos y abusos, este está libre de crítica o censura, y no concluye con un llamado a la acción del Estado o sugerencias para la aplicación de las leyes laborales adecuadas, a fin de garantizar mejores condiciones de vida para los trabajadores:

Dos trabajadores migrantes indonesios en Dubái, por desgracia sufren una intoxicación por el humo del carbón de leña el viernes. ENT#091;...ENT#093; Ellos se envenenaron después de llevar carbón encendido a la habitación, debido a las recientes condiciones climáticas frías en Dubái.

La habitación proporcionada por el empleador para los trabajadores era fría, y por ello llevaron brasas de carbón a la habitación. Los trabajadores migrantes indonesios inhalaron monóxido de carbono por la quema de carbón. Ambos fueron encontrados cuando yacían inconscientes en la habitación. (Buruh Migran 2014)

La muerte de una migrante fue más controvertida, y sus familiares exigieron una autopsia. Khodijah Dede trabajaba en una casa particular, y murió tres meses después de su llegada a Jeddah. Su familia fue informada por funcionarios del Estado que murió debido a una enfermedad, a pesar de que el agente de reclutamiento de Dede informó a su familia que fue envenenada ("TKI Tewas" 2012). En respuesta a la petición de la familia de una explicación oficial, BNP2TKI publicó un informe que confirmó que Dede había muerto debido a "la ingesta de productos químicos orgánicos fosfóricos". A pesar de este detalle, el informe concluye que en un nuevo examen, la causa de la muerte fue natural, debido a "una disminución de la función cardíaca en el tracto respiratorio" ("Dede Khodijah" 2012).

En tales casos, concuerdo con antropólogos médicos que sostienen que las enfermedades a menudo no son sólo naturales, sino también el resultado de las dietas inadecuadas e irregulares, y las condiciones ambientales, que son por lo general sociales y políticas (Hamdy 2008). Sin embargo, las narrativas del Estado y los medios de comunicación sobre estas enfermedades pueden a veces naturalizar y, sin crítica, calificar estos casos como mala suerte, aunque algunas voces minoritarias llamen a la crítica y a la aplicación de autopsias en los cuerpos de migrantes que mueren en el extranjero (Knight 2011).

Conclusiones: jerarquías morales de víctimas

Como conclusión general, se observa que el fracaso del Estado de Indonesia en garantizar un mínimo de condiciones de bienestar social para sus ciudadanos ha llevado a generar una especie de nuevo contrato social, en donde se limita la crítica de las desigualdades estructurales más amplias, enfocando la responsabilidad del desarrollo del país en los individuos y las naciones extranjeras. De este modo, se concibe la migración como una herramienta para el desarrollo, en donde el Estado es sólo un facilitador económico, pero no un agente responsable de sus ciudadanos. Por ejemplo, los problemas que los migrantes indonesios enfrentan en el extranjero son atribuidos a las agencias de contratación comerciales, que han sido comparadas con traficantes de personas y mafias (Jum'at 2015). En muchos casos, en vez de discutir mecanismos de protección para migrantes, los representantes del Estado destacan los mercados de trabajo regulados y formales disponibles para los migrantes en el extranjero (Zubaidah 2015). Es evidente que el Estado de Indonesia y muchos otros países que envían migrantes requieren la producción de determinadas víctimas ideales, con el fin de afirmar su autoridad moral y su soberanía para proteger y gobernar sobre quienes consideran vulnerables, y castigar criminales, evadiendo su responsabilidad en la mejora de las condiciones socioeconómicas internas del país. Estos ejemplos iluminan la dificultad y los intentos de tales Estados para hacer valer su soberanía en momentos de permeabilidad de las fronteras y relaciones político-económicas globales desiguales.

En este artículo se ha argumentado que la explotación de las mujeres migrantes de Indonesia es legitimada y tolerada en gran parte por los responsables políticos y el público en general, debido a que no se toman en cuenta los aspectos morales y de género presentes en las narrativas dominantes de migrante víctima y héroe. La jerarquía moral de género de los héroes y víctimas en estas narrativas hace invisibles, ordinarios o irrelevantes aquellos casos en los que no aparecen signos de violencia visibles o extremos, o en los que los inmigrantes no son lo suficientemente exitosos para regresar a Indonesia o ser un modelo para el desarrollo del Estado-nación. Además, como los etnógrafos de la migración han puesto de manifiesto (Peter 2010), las expectativas morales y de género para el éxito de los migrantes consisten en que estos sean proveedores económicos, mujeres y hombres buenos, lo que significa que los migrantes a menudo se representen a sí mismos en términos positivos relacionados con la seguridad y movilidad social. La presión para representar la migración en términos de éxito contribuye a las narrativas de desarrollo y los deseos y fantasías de sus pares no migrantes, en donde la migración sería una respuesta a la lucha por una vida y un futuro mejores.

Junto a esta representación de los migrantes como héroes convive otra un tanto contradictoria: los migrantes son considerados víctimas, y ello es sostenido tanto por funcionarios estatales como por activistas y periodistas, a pesar de sus distintas agendas. Si la migración laboral femenina es representada por tales actores, ya sea como una forma de explotación o como una fuerza económica positiva para las familias y la nación, esto dependerá de la manera en que se entienden el rol y la relación entre el Estado de Indonesia, la economía de mercado mundial y la responsabilidad moral de género del ciudadano-trabajador. Los activistas pueden emplear estratégicamente discursos de victimización para librar a los migrantes de la pena de muerte, o negociar procesos de migración más seguros y mejores condiciones laborales para los migrantes en el extranjero. El Estado puede emplear y contrastar tales discursos victimizadores con las narrativas de los migrantes como héroes, para distinguir los casos de violencia ilegítima y violencia tolerable. En esto último, la colusión del Estado con las agencias de contratación para facilitar la migración laboral es minimizada, y el foco de la culpa y la responsabilidad en la vulnerabilidad y abuso de los migrantes es puesto en los migrantes individuales, empleadores y reclutadores. Por ello, es necesario cambiar y subvertir el discurso dominante de víctimas y héroes, en función de evitar la naturalización sistemática de la violencia tolerable contra los migrantes. En tal sentido, es importante dejar de lado el juicio sobre si las víctimas merecen o no su destino, y así enfocarse en las condiciones socioestructurales que condicionan su situación de violencia.

Es importante destacar además el fuerte papel de la religión en la producción de ideales morales acerca del comportamiento de los migrantes en términos de roles de género. Por ejemplo, la mujer debe tener como prioridad a su familia como figura materna, y no evidenciar consumo notable en el extranjero, el cual sería calificado de inmoral. Los supuestos morales de género que subyacen a las representaciones de violencia contra los trabajadores migrantes tienen consecuencias significativas para determinar si las políticas y los reglamentos internacionales restringen aún más la movilidad o ponen atención a las condiciones estructurales de la migración y la violencia. Estas representaciones de género y jerarquías morales de victimismo hacen que las mujeres tengan un mayor riesgo de juicio moral, especialmente en los casos de abuso. Dicha estigmatización afecta su acceso a redes locales de apoyo social cuando regresan a sus lugares de origen. Sin embargo, demasiado énfasis en las mujeres como víctimas también significa que la explotación de los migrantes masculinos es pasada por alto. Debe realizarse más investigación para entender expresiones locales de género, moral y religión, interpretaciones de desarrollo, explotación y responsabilidad social. El trabajo etnográfico en este ámbito puede contribuir a la comprensión y complejización de las jerarquías morales de género que he descrito, y poner de relieve las formas en que se negocian de manera desigual las promesas y los riesgos de la migración laboral transnacional en relación con el desarrollo.

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** Este artículo es parte de mi investigación doctoral, titulada "Gendered Moral Economies of Transnational Migration: Mobilizing Shame and Fate in Migrant-Origin Villages of Central Java, Indonesia", la cual fue financiada por University of Pittsburgh y el Institute of Money, Technology and Financial Inclusion, University of California, Irvine. También agradezco los comentarios de los árbitros anónimos de RES.

1"232 Million International Migrants Living Abroad Worldwide-New UN Global Migration Statistics Reveal". http://esa.un.org/unmigration/wallchart2013.htm

2Más de la mitad de los migrantes indonesios están trabajando en Malasia y Arabia Saudita, ambos países islámicos (Anjalah 2013).

3En general, el Estado de Indonesia tiene un bajo poder de negociación con los países de destino de migrantes (Rudnyckyj 2004; Silvey 2004 y 2007). Según la contingencia de la política interna del momento, esto influencia el discurso de los migrantes como héroes o víctimas, disminuyendo la responsabilidad propia y de otros Estados en cuanto a la condición laboral del migrante.

Recibido: 16 de Abril de 2016; Aprobado: 21 de Septiembre de 2016

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