SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número61Traducción: potencial heurístico y desvíos teóricos de un tópico eficaz para pensar realmente la globalizaciónHarvey, David. 2014. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo . Quito: IAEN [294 pp.] índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.61 Bogotá jul./sep. 2017

https://doi.org/10.7440/res61.2017.09 

Debate

El incierto "efecto Trump" en el orden global*

Luis Javier Orjuela** 

Fabrício H Chagas-Bastos*** 

Jean-Marie Chenou**** 

**PhD en Ciencia Política por la Florida International University (Estados Unidos). Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (Colombia). l.orjuela@uniandes.edu.co

*** PhD en Estudios Latinoamericanos por la Universidade de São Paulo (Brasil). Profesor asistente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (Colombia). fabricio.chagasbastos@uniandes.edu.co

**** PhD en Ciencia Política por la Université de Lausanne (Suiza). Profesor asistente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (Colombia). jm.chenou@uniandes.edu.co


"El futuro ya no es lo que solía ser"

Esta paradójica frase de Arthur C. Clarke, autor de obras de divulgación científica y de ciencia ficción, viene como anillo al dedo para caracterizar la actual situación de la política mundial. El futuro que se avizoraba para un mundo cada vez más globalizado, que parecía conducirnos al ideal de un orden cosmopolita donde pudiéramos reclamar derechos planetarios, cuyo ejercicio nos permitiera constituirnos como ciudadanos del mundo, y que pretendíamos domeñar democráticamente, de repente ha cambiado su curso y amenaza con conducirnos a un futuro incierto, caracterizado por un populismo de derecha que se nutre de la exacerbación del nacionalismo cultural y económico, la xenofobia, la polarización social, la exclusión y la sinrazón de la decisión unilateral y caprichosa del gobernante, que no reconoce las instituciones de regulación y control político del orden demo-liberal.

Desde el mirador de la globalización en crisis, desde este futuro que solía ser, realizamos, a continuación, una breve reflexión sobre el significado del fenómeno político de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y lo que este significa hoy para la continuidad del orden liberal internacional, creado al final de la Segunda Guerra Mundial.

La globalización y la trasformación de las relaciones sociales

Entendemos la era de la globalización como el resultado de la conjunción de dos fenómenos. En primer lugar, el surgimiento de la fase planetaria de un capitalismo que superó la etapa nacional, merced a su dinámica expansiva. En segundo lugar, la agudización de dicha fase, debido al desarrollo tecnológico y, especialmente, a la aplicación de la microelectrónica a todos los campos de la actividad humana (Castells 2009).

La combinación de estas dos dinámicas ha transformado, de manera profunda, no sólo nuestra vida cotidiana, en especial la forma de comunicarnos entre nosotros, sino también el proceso productivo. La producción digitalizada ha permitido desplazar el trabajo humano, y también planetarizar la manufactura, pues esta ya no se caracteriza por la producción de bienes terminados producidos en el ámbito nacional, sino de piezas componentes, que provienen de diversas partes del mundo y se ensamblan en los mercados finales. Ello, entre otros factores, ha generado una mayor autonomía del proceso financiero frente al proceso productivo. Mientras el primero se ha concentrado, principalmente, en los otrora centros productivos del capitalismo central, el segundo se ha desplazado hacia el sudeste asiático y los BRICS. Dicha autonomía ha producido, entonces, una financiarización1 de la economía.

El problema radica en que la verdadera riqueza de la sociedad sólo se genera en el sector productivo, mientras que el sector financiero genera dinero artificial (Epstein 2005). Tan es así, que hoy en día, la rentabilidad de las inversiones financieras mundiales es del orden del 15%, mientras que la de las inversiones en la economía productiva es del orden del 5% (Amín 2009, 38). Además, la utilización de la capacidad productiva de la economía mundial ha venido declinando, al pasar de un promedio del 85% en el período 1960-1969, a uno del 79,8% en el período 1972-2007 (Foster y Magdoff 2009, 148).

A lo anterior hay que agregar que, a lo largo de la historia moderna, hemos atravesado por varios períodos de globalización. El más reciente ha sido el de la globalización neoliberal, basada en la idea que todas las regulaciones y barreras que impedían un comercio internacional, completamente fluido, tenían que desaparecer (Stearns 2010). La neoliberal es un tipo de globalización en la cual el Estado abandona, de manera progresiva, su función de producir y garantizar el bienestar social, y se convierte, cada vez más, en un actor entre otros, frente a los cuales pierde su soberanía, tales como las empresas multinacionales y la sociedad civil global, las cuales, correlativamente, van ganando poder (Held 2016). Todo ello nos muestra que las instituciones liberales y el orden socialdemócrata, surgidos después de la Segunda Guerra Mundial, y que habían conducido a altos niveles de desarrollo en Estados Unidos y Europa, encuentran hoy sus límites y su imposibilidad de continuar.

De manera que la financiarización de la economía, la digitalización de la producción y la erosión de la soberanía estatal inciden negativamente en la economía real, pues producen pérdida de puestos de trabajo y una desigualdad cada vez mayor en la distribución de la riqueza. Estos fenómenos han aumentado y agudizado las migraciones en el mundo, las cuales ya se venían generado por la pobreza y las guerras, y han desatado oleadas de xenofobia en ambos lados del Atlántico. Es este fenómeno el que hoy se experimenta en la Unión Europea y, en especial, en Estados Unidos. Respecto de este último país, un grupo de economistas de la Universidad de Stanford, dirigido por Raj Chetty, adelantó el año pasado un estudio que muestra que el 90% de los norteamericanos nacidos en los años cuarenta (época en la que se consolidaron los efectos del New Deal) ganaron mayores salarios que sus padres, mientras que sólo el 50% de los nacidos a mediados de los años ochenta ganaron salarios superiores a los de sus progenitores (Dongel 2017; Wong 2016).

¿Hacia una redefinición de la hegemonía mundial?

Así que la sorpresiva elección de Trump como presidente de Estados Unidos es la expresión de un fenómeno mundial de carácter más estructural, que obliga a trascender las discusiones coyunturales y evitar interpretaciones ligeras, como aquella que sostiene que la situación mundial actual se asemeja a la de la crisis de 1914 a 1933 (Carissimo 2016; Kagan 2016).

El carácter estructural de la actual situación internacional se expresa, también, en el hecho de que Estados Unidos es hoy una potencia exhausta que ya no está en condiciones de mantener su hegemonía mundial. Este es uno de los significados que se le puede atribuir a la propuesta de Trump de retirarse de la OTAN y reorientar esos recursos hacia el desarrollo interno. Ello, a su vez, contribuye a debilitar, aún más, el ideal de una Europa unida. Esta situación es aprovechada por China, que se apresta a llenar el vacío hegemónico mundial. En efecto, el presidente Xi Jinping manifestó el 17 de enero de 2017, ante el Foro Económico Mundial reunido en Davos, que, frente al actual proteccionismo, está dispuesto a retomar las banderas del libre comercio mundial (Goodman 2017), para lo cual las erráticas medidas de Trump, como la de rechazar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por su sigla en inglés), le han dejado mucho margen de maniobra (Baker 2017).

Así, pues, se pueden advertir ya las señales, las premisas y los temblores iniciales en el orden mundial actual; pueden interpretarse como el advenimiento de otro tipo de globalización: una globalización más laxa, donde un mercado mundial menos pretencioso convive con fuertes tendencias de nacionalismo económico y de regionalización. En este sentido, la elección de Trump puede ser sintomática de un cambio en la globalización neoliberal que surgió a comienzos de 1990, y que sobrevivió, por un tiempo, a la crisis económica mundial de 2007-2014 que ella misma causó, pero cuyos efectos no pudo resistir incólume.

Probablemente, estamos presenciando ahora las consecuencias de la crisis más importante del capitalismo globalizado desde los años 1930. De hecho, las consecuencias políticas de la crisis de 1929 a 1932 se demoraron varios años en hacerse evidentes, y, cuando finalmente se hicieron visibles, pusieron fin al viejo orden mundial imperial que existía en aquel momento. El orden mundial se refundó a partir de 1945, sobre bases económicas y políticas del todo nuevas.

Así que la experiencia histórica nos enseña que es probable que estemos viviendo ahora, después de ocho o nueve años, las primeras consecuencias políticas de una de las mayores crisis del capitalismo que hemos padecido en los últimos siglos; y eso podría dar lugar a la creación de una globalización con características diferentes. Ciertamente, no se acabarán los intercambios más allá de las fronteras; no se acabarán los intercambios culturales, no se acabará el comercio internacional. Pero, lo más probable es que el Estado-nación, el Estado regulador, vuelva a fortalecerse con tintes más autoritarios en su regulación de la economía y de la vida social.

En síntesis, desde una perspectiva estructural, la elección de Trump es más un síntoma que realmente un cambio en sí, al cual se suman otros síntomas como el Brexit y los intentos de Rusia de avanzar sobre sus antiguos dominios, por ejemplo. Si estos cambios debilitan la hegemonía mundial de la principal potencia de la segunda mitad del siglo XX, entonces estamos viviendo un cambio estructural.

El temor y la rabia como catalizadores del cambio de orden

Es en este contexto que Donald Trump ganó la elección presidencial estadounidense, con base en un discurso populista que prometía "Make America great again". Tanto la campaña de Trump como los primeros días de su mandato desataron reacciones muy fuertes por parte de sus oponentes en Estados Unidos y en el resto del mundo. Dichas reacciones son entendibles frente a la virulencia de su discurso hacia las mujeres, los migrantes, los musulmanes, o hacia otros países (como México, por ejemplo). Esta sección presenta algunas reflexiones preliminares para entender el "fenómeno Trump", articulando la política nacional de Estados Unidos y elementos internacionales.

Más allá de los escándalos cotidianos provocados por los tuits del nuevo presidente de Estados Unidos, la elección de Trump ilustra un cambio histórico que podría traducirse en los próximos años, como dijimos antes, en un nuevo orden global diferente de la globalización liberal que conocimos en las últimas siete décadas.

Vivimos, desde la caída del Muro de Berlín, en un tipo de sistema que no ofrece alternativas a su gestión, y donde el capitalismo y la democracia liberales se unieron en un contradictorio matrimonio que parecía indisoluble. Pero este período de casi treinta años empieza a dar señales de estar llegando a su fin. Estamos iniciando un nuevo ciclo, del cual no sabemos si la expansión de capital va a producir más riqueza, si va a aumentar la desigualdad y generar un retroceso de la democracia. Aunque tengamos mejores condiciones materiales de vida que en otros siglos, debido al desarrollo tecnológico -el cual ha tenido un fuerte impacto en la aceleración de las desigualdades entre ricos y pobres (Reilly 2016)-, el avance material produce cada vez más movilidad social alrededor del planeta. Las migraciones laborales son percibidas como una amenaza a la forma de vida de los países receptores, y, en consecuencia, generan ansiedad y temor. Pero las promesas de Donald Trump son irrealistas, cuando no irracionales: ¿se pueden volver a producir carros en Detroit?; ¿se pueden producir iPhones en Estados Unidos de manera competitiva?; ¿se puede prohibir o bloquear la inmigración en masa sin afectar sectores estratégicos como tecnología y servicios financieros? La respuesta para todas estas preguntas es un sonoro "No".

Cuando el temor se apodera de las sociedades, y ya no se puede confiar en la seguridad de las instituciones establecidas, se genera un espacio para el surgimiento de líderes carismáticos y erráticos como Trump, cuyas decisiones se dirigen a alimentar un populismo autoritario y excluyente, al hablar directamente a los que perdieron, y, así, fragmentar la sociedad norteamericana (Grassegger y Krogerus 2016), que no encuentra un camino para reconstruir un mínimo de unidad y recuperar unos estándares de calidad de vida que hoy parecen imposibles. La elección de Trump expresa la rabia de los que perdieron; aunque no hubieran perdido mucho, lo poco que perdieron es alarmante. Y, además de los perdedores, están aquellos que no se volvieron pobres, pero reaccionan histéricamente ante la erosión de su estilo de vida consumista y la imposibilidad de cambiar sus teléfonos celulares todos los años. Para todos estos es más fácil apropiarse del discurso de Trump, un discurso de salvación que excluye, que promete algo que es imposible de recuperar.

¿Hacia una internacional derechista?

Pero en su populismo autoritario, el presidente de Estados Unidos no está solo; él sabe que hace parte de un fenómeno más amplio. A lo largo de 2017, Europa celebrará varias y decisivas elecciones. Rusia, que ha desafiado exitosamente la integridad del tan aclamado sistema electoral democrático liberal de Estados Unidos, es también el mayor riesgo para las elecciones europeas del presente año, donde se perfilan, con fuerza, los candidatos de derecha y ultraderecha.

El 15 de marzo de 2017, Holanda fue a las urnas con el xenófobo Geerts Wilder, líder del Partido de la Libertad, cuyo programa se basó en la desislamización del país, bajo el lema de campaña "Holanda es de nuevo nuestra", que se asemeja al "Make America great again" de Trump. Si bien Wilder no ganó las elecciones, como se había pronosticado, sí quedó como la segunda fuerza electoral del país, al obtener 20 escaños en el Parlamento, mientras que la primera fuerza, representada por el movimiento de centro-derecha del primer ministro Mark Rutte, obtuvo 33 de los 150 escaños del Parlamento. El avance en Holanda del centro-derecha y la ultraderecha ha deteriorado la representación de los socialdemócratas, quienes pasaron de 38 a 10 escaños ("Rutte proclama su victoria" 2016). En todo caso, a pesar de que los medios de comunicación has presentado los resultados electorales como una contundente derrota de Wilder, lo cierto es que, en una perspectiva de largo plazo, ha habido un lento reemplazo del progresismo socialdemócrata por parte de las fuerzas del centro y la extrema derecha.

En mayo votará Francia, con Marine Le Pen, del Frente Nacional, entre los más opcionados; en septiembre se realizarán elecciones parlamentarias en Alemania, donde el euroescéptico partido "Alternativa para Alemania" tiene altas probabilidades de triunfo, especialmente en los estados federales de Mecklemburgo-Pomerania y Berlín. Además, habrá elecciones en Croacia, Hungría, Rumania, Lituania y República Checa, donde también existen fuertes partidos euroescépticos y de extrema derecha, con altas posibilidades de triunfo. Sumémosles a ellos el movimiento populista xenófobo "Cinco Estrellas" -que representa la oposición en el Parlamento italiano y controla la Alcaldía de Roma-, al ultraderechista Norbert Hofer, quien casi gana las pasadas elecciones en Austria, y a Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia del Reino Unido, quien cumplió su cometido con el triunfo del Brexit. Algunos de estos líderes políticos se reunieron el pasado 21 de enero en la ciudad alemana de Koblenz para unir fuerzas y discutir programas. En la inauguración de dicha reunión, Marine Le Pen afirmó que "2017 será el año en el que los pueblos de Europa continental se despertarán [y] asistimos al fin de un mundo y al nacimiento del otro" (Dongel 2017; Wearden 2016). Así que, frente al ocaso de la "internacional socialista", podríamos estar asistiendo al surgimiento de una "internacional derechista".

El mundo en la postglobalización (¿?)

Por lo tanto, una tarea urgente es pensar esta transición hacia lo que, a falta de un mejor concepto, podríamos denominar postglobalización, donde el prefijo post- nos permite expresar la ruptura, y el sustantivo "globalización", expresar la continuidad. Así, pues, nos encontramos en un momento caracterizado por la tensión entre continuidad y ruptura: la globalización no va a volver a ser lo que era antes, pero es imposible pensar que vamos a volver a un mundo sin interconexiones y sin intercambios. El cambio producido en las actividades humanas por el desarrollo tecnológico no se puede cancelar. Lo único seguro sobre la era de postglobalización que parece estar empezando es que esta no va a ser una repetición de tiempos anteriores, sino una mezcla de cambios y de continuidad respecto a la era actual. La alternativa de la conducción de esta nueva fase del orden internacional recae en China, en caso de que decida moverse como garante de la globalización. El momento actual es una redefinición de acuerdos sobre el orden mundial, un quiebre de lógica, una falta de alternativa que provoca histeria, no sólo por la ansiedad de no saber qué va a pasar mañana, sino por no poder predecir lo que tenemos adelante. Vivimos tiempos de incertidumbre.

Las Ciencias Sociales fallaron en varios aspectos al tratar de entender el mundo actual, y nos impiden ver las transformaciones que estamos viviendo. Primero, un sesgo planetario y omniabarcante; después, un sesgo de Estado-centrismo, de nacionalismo metodológico, que nos hizo pensar la globalización en términos de países hegemónicos, de Estados o economías nacionales. Por ejemplo, que Estados Unidos estaba ganando la globalización; luego, que Alemania y Francia estaban ganando y que, tal vez, otros países estaban perdiendo. Si bien en conjunto los países ricos ganan, no es el caso de toda su población. La situación de crisis en Estados Unidos y algunas partes de Europa es grave, a pesar de las décadas de mejoramiento del bienestar general en esas poblaciones. Hay un sentimiento, cada vez más compartido, de que las élites (el 1% de la población mundial) se están beneficiando de la globalización, pero que la mayoría está perdiendo, incluso en los países que más se beneficiaron de este proceso.

Otra falla de las Ciencias Sociales ha sido pensar en el diseño del orden mundial, pero no en sus falencias o en la desigualdad que necesariamente produce el cambio. Tendríamos que volver a repensar las contradicciones que trae consigo el capitalismo. Este tipo de pensamiento se ha marginado y no ha tenido el desarrollo que permita pensar el período actual. A la hora de explicar el cambio histórico, las teorías del equilibrio (tanto económico como geopolítico) se quedan cortas. Una visión más dinámica de la historia, en general, y de la globalización, en particular, nos permitiría enfocar el análisis en el cambio y sus tensiones, y no en el equilibrio. Pensar el desarrollo histórico nos da las bases para entender los cambios actuales como parte de una dialéctica (Kellner 2009).

Es el momento de pensar y actuar, mas no de ponerse histérico. La falsa idea de que expresarse en las llamadas "redes sociales" es una protesta consistente contra el estado de cosas que vivimos alimenta únicamente la ansiedad. Peor aún, es un círculo vicioso: produce noticias sin fundamento, replica una crítica sin criticismo, propaga el discurso que legitima noticias falsas. De manera inconsciente, alimentan el monstruo. "Do not feed the Trump!" podría volverse la netiquette, la norma de comportamiento en las redes sociales. El temor produce la histeria que genera discursos duros, excluyentes y xenófobos.

El mundo ya no es lo que solía ser, pues de una globalización -que una sociedad civil mundial imaginaba cosmopolita y democrática- estamos transitado hacia una postglobalización (a falta de un mejor término) autoritaria y xenófoba. Por ello, hoy más que nunca se necesita en el mundo fortalecer el pensamiento y la acción política de carácter progresista. No hace mucho se discutía sobre la derrocada hegemonía estadounidense: hoy el mundo lo tiene como cierto.

Referencias

Amín, Samir. 2009. La crisis: salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis. Barcelona: El Viejo Topo. [ Links ]

Baker, Peter. 2017. "Trump Abandons Trans-Pacific Partnership, Obama's Signature Trade Deal". The New York Times, 23 de enero. [ Links ]

Carissimo, Justin. 2016. "Historians Are Comparing America to 1930s Germany". The Independent, 23 de noviembre. http://www.independent.co.uk/news/world/americas/us-elections/historians-are-comparing-america-to-1930s-germany-a7434836.html https://www.nytimes.com/2017/01/23/us/politics/tpp-trump-trade-nafta.htmlLinks ]

Castells, Manuel. 2009. The Rise of the Network Society, volumen I de The Information Age: Economy, Society, and Culture. Chichester: Wiley-Blackwell. [ Links ]

Dongel, Luis. 2017. "Le Pen anuncia el nacimiento de un nuevo mundo con el ejemplo de Trump". , elpais.com 21 de enero. http://internacional.elpais.com/internacional/2017/01/21/actualidad/1485010154_810692.htmlLinks ]

Epstein, Gerald A. (ed.). 2005. Financialization and the World Economy. Cheltenham: Edward Elgar Publishing. [ Links ]

Foster, John Bellamy. 2007. "The Financialization of Capitalism". Monthly Review 58 (11). https://monthlyreview.org/2007/04/01/the-financialization-of-capitalism/#en4Links ]

Foster, John Bellamy y Fred Magdoff. 2009. La gran crisis financiera. Causas y consecuencias. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Goodman, Peter S. 2017. "In Era of Trump, China's President Champions Economic Globalization". The New York Times, 17 de enero. https://www.nytimes.com/2017/01/17/business/dealbook/world-economic-forum-davos-china-xi-globalization.htmlLinks ]

Grassegger, Von Hannes y Mikael Krogerus. 2016. "Ich habe nur gezeigt, dass es die Bombe gibt". Das Magazin 48 (03). https://www.dasmagazin.ch/2016/12/03/ich-habe-nur-gezeigt-dass-es-die-bombe-gibt/Links ]

Held, David. 2016. Global Politics after 9/11: Failed Wars, Political Fragmentation and the Rise of Authoritarianism. Durham: Durham University - Wiley-Blackwell. [ Links ]

Kagan, Robert. "This Is How Fascism Comes to America". The Washington Post, 18 de mayo de 2016. http://wapo.st/1Va2Ccx?tid=ss_mailLinks ]

Kellner, Douglas. 2009. "Dialectics of Globalization: From Theory to Practice". En Politics of Globalization, editado por Samir Dasgupta y ‎Jan Nederveen Pieterse, 183-196. Nueva Delhi: SAGE Publications. http://dx.doi.org/10.4135/9788132108283.n9 [ Links ]

Reilly, Michael. 2016. "The World Is More Unequal Than Ever. Is That Because of Technology?" Technology Review, 20 de enero. https://www.technologyreview.com/s/545786/the-world-is-more-unequal-than-ever-is-that-because-of-technology/Links ]

"Rutte proclama su victoria: 'Hemos derrotado al populismo equivocado'". 2016., elpais.com 16 de marzo. http://internacional.elpais.com/internacional/2017/03/15/actualidad/1489566889_592308.htmlLinks ]

Stearns, Peter N. 2010. Globalization in World History. Londres - Nueva York: Routledge. [ Links ]

Wearden, Graeme. 2016. "Davos 2016: Eight Key Themes for the World Economic Forum". theguardian.com, 19 de enero. https://www.theguardian.com/business/2016/jan/19/world-economic-forum-davos-2016-eight-key-themes-robotics-migration-markets-climate-change-europe-medicine-inequality-cybercrimeLinks ]

Wong, May. 2016. "Today's Children Face Tough Prospects of Being Better off Than Their Parents, Stanford Researchers Find". Stanford News, 8 de diciembre. http://news.stanford.edu/2016/12/08/todays-children-face-tough-prospects-better-off-parents/Links ]

*Este artículo se basa en la discusión entre los autores que se llevó a cabo el 1 de febrero de 2017, en el marco del conversatorio Trump & Cia.: Has Trump Really Trumped?, organizado por el Departamento de Ciencia Política y por el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes, Colombia.

1La financiarización se puede definir como el cambio del centro de gravedad de la actividad económica de la producción (tanto de bienes como de servicios) a las finanzas. Ver Bellamy Foster (2007).

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons