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Revista de Estudios Sociales

versão impressa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.65 Bogotá jul./set. 2018

https://doi.org/10.7440/res65.2018.07 

Dossier

Temporalidades de la construcción disciplinar: las narrativas nostálgicas del trabajo social en Chile*

Temporal Notions in the Shaping of an Academic Discipline: Nostalgic Narratives about Social Work in Chile

Temporalidades da construção disciplinar: as narrativas nostálgicas do trabalho social no Chile

Clément Colin** 

Sandra Iturrieta Olivares*** 

Paola Marchant Araya**** 

Profesora asistente de la Escuela de Trabajo Social

** Doctor en Geografía por la Université Paris-Est (Francia). Profesor asociado de la Escuela de Trabajo Social en la Pontificia Universidad Católica de (Valparaíso) (Chile). Últimas publicaciones: “La nostalgia en la producción urbana: La defensa de barrios en Santiago de Chile”. Revista INVI 32 (91): 91-111, 2017; “Del miedo al orgullo. Un análisis etnográfico de las emociones que conducen la movilización patrimonial. El caso de la defensa del barrio Matta Sur, Santiago de Chile”. Revista Latinoamericana sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad 22: 9-20, 2016. Clement.colin@pucv.cl

*** Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Granada (España). Profesora asociada en la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Santiado (Chile) Últimas publicaciones: “Explorando lo (no) dicho por el trabajo social chileno” (en coautoría). Revista Katálysis, 2018 (en prensa); “Ideas sobre reflexividad en las ciencias sociales latinoamericanas”. Revista de Estudios Avanzados 27: 72-91, 2017. Sandra.iturrieta@pucv.cl

****Doctora en Ciencias de la Educación por la Pontificia Universidad Católica de Chile. (Santiago) de (Chile) Profesora asistente de la Escuela de Trabajo Social en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Últimas publicaciones: “Una metodología de análisis de casos para orientar la toma de decisiones en el contexto educacional”. En El poder de la evaluación en el aula, editado por Carla Forster, 299-339. Santiago de Chile: Ediciones UC, 2017; “La evaluación con organizadores gráficos: Cómo y cuándo utilizarlos”. En El poder de la evaluación en el aula, editado por Carla Forster, 231-270. Santiago de Chile: Ediciones UC, 2017. mpmarcha@uc.cl


RESUMEN:

En los últimos años, la “aceleración del tiempo”, vinculada con la multiplicación de los flujos de información, se ha impuesto como tema relevante en las ciencias sociales. En este marco, el conocimiento surge como componente esencial de la productividad de las sociedades posindustriales. Estas evoluciones influencian el rol de las universidades en las sociedades y, por tanto, las construcciones disciplinarias. A partir de entrevistas en profundidad, realizadas en 2017, se recogen las narrativas de formadores de trabajadores sociales en Chile, para interrogar las dimensiones temporales de la construcción disciplinar en la actualidad. Este artículo propone conceptualizar la nostalgia como intertemporalidad, para usarla como categoría analítica de la construcción disciplinar de otras disciplinas de las ciencias sociales latinoamericanas.

PALABRAS CLAVE : Chile; trabajo social; construcción disciplinar; narrativas; nostalgias; temporalidades

ABSTRACT:

In recent years, the concept of the “acceleration of time” associated with the multiplication of information flows, has become an important subject in the social sciences. In this context, knowledge emerges as an essential component of the productivity of postindustrial societies. These developments influence the role of universities in societies and, therefore, the formation of academic disciplines. This article is based on in-depth interviews, held in 2017, of teachers of social workers in Chile, with the aim of analyzing the temporal dimensions of the current definition of their discipline. This article proposes to conceptualize nostalgia as inter-temporality, so that it can be used as an analytical category for the formation of the approaches of other fields of the social sciences in Latin America.

KEYWORDS: Chile; social work; formation of academic; disciplines; narratives; nostalgia; temporalities

RESUMO:

Nos últimos anos, a “aceleração do tempo”, vinculada com a multiplicação dos fluxos de informação, tem se imposto como tema relevante nas ciências sociais. Nesse âmbito, o conhecimento surge como componente essencial da produtividade das sociedades pós-industriais. Essas revoluções influenciam o papel das universidades nas sociedades e, portanto, nas construções disciplinares. A partir de entrevistas em profundidade, realizadas em 2017, coletam-se as narrativas de formadores de trabalhadores sociais no Chile para indagar sobre as dimensões temporais da construção disciplinar na atualidade. Este artigo propõe conceituar a nostalgia como intertemporalidade para usá-la como categoria analítica da construção disciplinar de outras disciplinas das ciências sociais latino-americanas.

PALAVRAS-CHAVE: Chile; trabalho social; construção disciplinar; narrativas; nostalgias; temporalidades

Introducción

La problemática de la definición del tiempo ha sido abordada de distintas maneras según períodos, autores y disciplinas. Desde Platón y Aristóteles hasta Husserl, Bergson y Heidegger, la filosofía occidental ha desarrollado numerosas concepciones del tiempo, generando diferentes aporías (Ricoeur 1985), vinculadas con las dualidades existentes en la definición misma del tiempo como fenómeno global, total y objetivo, pero igualmente plural, vivido y subjetivo. Desde el enfoque cosmológico de Aristóteles; el transcendental de Kant; el punto de vista fenomenológico de Husserl, y luego Heidegger, la dicotomía entre un tiempo objetivo y total y otro percibido y vivido se mantiene y profundiza, complejizando el problema de su definición (Dubar 2008). En el siglo XIX, las ciencias sociales se interesaron también en el tiempo, abordándolo desde la misma dicotomía. En historia se aborda un tiempo histórico, visto como el resultado de una acción colectiva situada, que genera eventos, movimientos y cambios. Este tiempo se vincula con las ideas de duración y de rítmica que fundan la existencia de las sociedades. Sin negar la importancia del tiempo histórico, la sociología se interesa en un tiempo social, que es construido a través de nuestras vivencias, y por tanto está impregnado de emocionalidad, lo que permitiría a esta disciplina reconstruir las especificidades de los fenómenos sociales (Valencia 2002).

A partir de los años ochenta, el interés científico por el tiempo en las ciencias históricas y sociológicas se ha ampliado a partir de la idea de “aceleración”. Para la historia, se trata de entender las características de una “aceleración de la historia”, mencionada ya en la mitad del siglo XX por Havély (1948), y definida como el resultado de una ruptura entre la sociedad y sus memorias pasadas (Le Goff 1988), es decir, el fin de las “sociedades-memorias” (Nora 1997) [1984], que conduciría a una forma de sobrevalorización del presente (Bourne 2006; Hartog 2003 ), una reinvención y reinterpretación de las memorias y tradiciones (Hobsbawm y Tanger 2012) [1984]. La sociología también ha conceptualizado la idea de tiempo a partir de esta misma percepción de “aceleración”(Koselleck 1985 [1979]; Rosa 2005 ), que se vincularía con el aumento constante del ritmo de producción, del consumo, de la obsolescencia de los productos usados, de los flujos financieros, de los flujos comerciales, de las informaciones, y con la multiplicación de las posibilidades de viajar, moverse y desplazarse cada vez más rápidamente y más lejos (Harvey 1990).

En esta sociedad de permanentes flujos de informaciones, de disminución de las barreras espaciales y de “aceleración del tiempo”, el conocimiento se ha impuesto como una base necesaria para la organización social y las economías nacionales (Castells 1996; 1997; 1998; 2005). De manera que la sociedad del conocimiento y la globalización imponen a los sistemas universitarios nuevos desafíos, dado que el rol de las universidades ha ido mutando desde la tradicional formación disciplinar, como era antes, hasta la preocupación por la empleabilidad, como es hoy, en que la profesionalización de la formación universitaria de pregrado se vuelve central, con el desafío de ser flexible, contextualmente situada y parte de un proceso de educación continua (Brunner y Miranda 2016). En este escenario, la discusión sobre la apertura de los campos disciplinares cobra sentido, puesto que la sociedad del conocimiento impone la rápida obsolescencia de los saberes y, por tanto, insta a la interdisciplinariedad.

Haciéndose cargo de tal fenómeno globalizado, se forma en Europa la Comisión Gulbenkian, para la reestructuración de las ciencias sociales, que parte de preguntarse si “la superación de la actual estructura de la disciplina ¿no debe ser considerada como un dilema central de las ciencias sociales en el estado actual de su evolución?” (Wallerstein 2006, 2). A partir de dicha interrogante, la Comisión se aboca a reflexionar sobre la reestructuración de las ciencias sociales, expresando que las ideas de universalismo y particularismo, que han sustentado la división disciplinar, se muestran obsoletas en el contexto de la sociedad del conocimiento, y, por lo tanto, la Comisión propone “abrir las ciencias sociales” más allá de sus límites disciplinares tradicionales, llegando incluso a plantear la necesidad de conjunción entre las ciencias nomotéticas e ideográficas. A ello se agregan los planteamientos que desde el mundo laboral se hacen en relación con el surgimiento de un nuevo tipo de profesional “supra disciplinas”, “supra áreas de conocimiento” (Brunner 1990; Castells 1996 ), o “trabajadores del conocimiento”, tal como son llamados por la Organización Internacional del Trabajo (Weinberg 2004). Estos cambios han significado que las circunscripciones profesionales sean cada vez más híbridas, lo que, en el caso de las ciencias sociales, ha estado influenciado por la masificación de la educación superior, producto de su liberalización en los años noventa, y por el aumento de la oferta formativa, producto de la creación de nuevas instituciones de educación superior.

En el escenario antes esbozado, el presente artículo analiza el modo como quienes están a cargo de la formación profesional piensan la construcción disciplinar en el contexto actual de cambios sociotemporales, lo que se podría traducir en un deseo nostálgico hacia la disciplina “como era antes”. Con tal finalidad, se consideró como caso de estudio al trabajo social de Chile.1 Ello debido a que este corresponde a la profesión de las ciencias sociales más fragmentada en el país, y a una de los más masificadas, producto de la liberalización de la educación superior postdictadura, lo que tensiona su futuro. Por otra parte, trabajo social, junto con sociología, equivalen a carreras que durante la dictadura cívico-militar chilena se cerraron en las universidades, o sus planes de estudios fueron transformados, enfatizando aspectos asistenciales y más bien administrativos. En el caso de trabajo social, además, el colectivo profesional y académico de manera permanente desarrolla homenajes de reconocimiento a los estudiantes y profesionales que fueron detenidos, desaparecidos y ejecutados políticos durante la dictadura militar, cuyas placas recordatorias forman parte de los recintos universitarios. A la vez que rememoran el período de reconceptualización del trabajo social interrumpido por la dictadura, lo que lo mantiene vinculado al pasado, formando todo ello parte de la identidad del trabajo social chileno.

A partir de esto se discute la hipótesis de que esta profesión se piensa y se construye hoy a través de escenarios narrativos nostálgicos, desarrollados por quienes se desempeñan como formadores de futuros profesionales. Juntando lo histórico con lo social, lo individual con lo colectivo, estos profesionales harían de la nostalgia un componente central de la construcción disciplinaria actual. En efecto, frente a estos cambios, gran parte de los entrevistados parecen buscar respuesta en un pasado a veces idealizado, a veces criticado. Sin embargo, quieren permear la trayectoria histórica del trabajo social, para mantenerlo vigente en la sociedad del conocimiento. Por tanto, este artículo persigue abordar estos debates a través de la idea de nostalgia como herramienta para pensar las articulaciones entre pasado-presente-futuro en la construcción disciplinaria del trabajo social chileno, lo que podría ser extrapolado al trabajo social de otros países latinoamericanos, o a otras disciplinas de las ciencias sociales del continente. De este modo, el trabajo se inscribe en el campo de estudios sobre las emociones como construcción sociocultural, eje de pensamiento desarrollado desde la sociología y la antropología norteamericanas ( Abu-Lughod y Lutz 1990; Hochschild 1983; Kemper 1978; Lutz 1986), y eje emergente en América Latina (Aguilar y Soto 2013; Besserer 2014; Boito y Grosso 2010 ).2 Por otra parte, desde el enfoque nostálgico, este trabajo se articula también con la problemática de la relación subjetiva con el tiempo y con la historia, eje desarrollado desde la filosofía y la sociología (Dubar 2008; Ricoeur 1985; Valencia 2002 ).

Para abordar este cuestionamiento se usó una metodología cualitativo-interpretativa, basada en doce entrevistas individuales en profundidad, realizadas a docentes de trabajo social, hombres y mujeres, entre 45 y 60 años de edad, que se desempeñan en universidades públicas y privadas de Chile, con una trayectoria superior o igual a diez años en la formación de trabajadores sociales, en distintas zonas geográficas del país. Las entrevistas se organizaron según dos ejes: definición del trabajo social hoy; y principales conceptos utilizados por la disciplina y profesión. Duró entre 45 y 80 minutos cada una, y fueron realizadas por integrantes del equipo de investigación en distintos lugares, en función de la disponibilidad de los entrevistados. Se buscó generar la construcción de narrativas sobre la concepción tanto de la disciplina como de la profesión, en función de sus conocimientos y trayectorias. Los entrevistados accedieron de manera voluntaria e informada a la entrevista, firmando una carta de consentimiento informado. El análisis de datos fue validado a través de validez intersubjetiva, por cuanto cada integrante del equipo de investigación analizó separadamente las entrevistas para, con posterioridad, concordar las codificaciones finales y la construcción de categorías y tópicos analíticos. El proceso se estructuró en tres momentos: 1) análisis transversal, en que se identificaron categorías recurrentes a partir de una comparación entre entrevistas y el análisis intra-casos; 2) análisis longitudinal del conjunto de las entrevistas, centrando la atención en los contenidos de las narrativas, y 3) identificación de los escenarios narrativos contenidos en las categorizaciones alcanzadas con el análisis longitudinal. Es en este marco en el que la nostalgia surgió como categoría de análisis para entender las distintas construcciones de los entrevistados sobre el trabajo social.

Desde el enfoque de Gaete y Soto (2012), y siguiendo la idea de identidad narrativa de Ricoeur (1985), el análisis se focalizó en la manera como los sujetos ponen en escena sus narrativas. En este marco, y considerando que los discursos de una misma persona se pueden superponer o contradecir, se identificaron tres escenarios narrativos: 1) el nostálgico conservador; 2) el nostálgico reflexivo, y 3) el de ruptura-proyección. El primero se vincula con un sentimiento de pérdida respecto de un tiempo que ya no existe. En este escenario, la persona entrevistada idealiza cómo era el trabajo social de antes y tiene una mirada pesimista respecto de lo que es hoy. Se basa en sus recuerdos como profesional o como estudiante. El segundo escenario se vincula también con un sentimiento de pérdida, pero no toma la misma trayectoria en el sentido de añoranza de “como era antes”, sino que ello se transforma en la base para criticar el tiempo de hoy, y a veces proponer soluciones para el futuro. No se trata de una relación únicamente hacia un pasado sino también hacia el presente y el futuro. Finalmente, el último escenario corresponde a una narrativa de ruptura con el pasado, dirigida esencialmente hacia un futuro, tomando como referencia no el trabajo social en Chile de antes, sino el trabajo social internacional.

La nostalgia como herramienta conceptual

La noción de nostalgia tiene su origen en dos palabras griegas: nostos -el regreso- y algos -el sufrimiento-. Fue creada en el siglo XVII por el suizo Johannes Hofer para caracterizar un fenómeno medicinal, ya que se consideró durante mucho tiempo como una patología psicológica (Starobinski 1966), cuyos síntomas incluían, entre otros: desánimo, melancolía, inestabilidad del estado emocional, que a veces podían conducir a anorexia, depresión y suicidio (Davis 1979). Durante el siglo XIX perdió sus connotaciones medicinales para adquirir significaciones sociales y valoraciones asociadas al lamento por la desaparición o el cambio de un espacio o de un tiempo (Angé y Berliner 2015). Al final del siglo XX, la nostalgia acaparó la atención de relevantes debates contemporáneos, presentándose como uno de los componentes de las sociedades “inquietas” (Tuan 1977), vinculada con un aumento del miedo, de las incertidumbres (Appadurai 1996) y de la percepción de inseguridad (Sennett 1998) en un mundo “líquido” que cambia cada vez más rápido (Bauman 2007).

En la literatura, la nostalgia fue considerada durante algún tiempo como irracional e incapaz de otorgar enseñanzas del pasado para aplicarlas en el presente (Bonnett y Alexander 2013), siendo criticada por su supuesta capacidad para falsificar o cambiar las narraciones históricas (Huyssen 2003; Todorov 2004) e idealizar un pasado (Lowenthal 1985; 1998). Sin embargo, el conjunto de trabajos que critican la nostalgia la definen a priori como el lamento por un tiempo o un espacio perdido, es decir, como una relación sensible, afectiva y subjetiva con el tiempo. En este marco, en este artículo se propone una perspectiva que permita superar la división artificial entre una nostalgia vinculada con el conservadurismo, el inmovilismo y el deseo por el regreso, en contraposición al modernismo ligado al progreso, la movilidad y el futuro. De manera que la nostalgia no será abordada únicamente como una relación activa con un pasado para compensar una pérdida, que corresponde a la nostalgia conservadora (Pickering y Keightley 2006), sino también como el reflejo de una relación con el presente y el futuro. Se puede definir como una “estructura de sentir”, en el sentido de Raymond Williams (1973), es decir, como una forma de sentir y percibir la totalidad social y material correspondiente a un contexto sociohistórico determinado.

En este sentido, los cambios sociopolíticos y económicos de las sociedades influirían en la generación y la propagación de la nostalgia, donde el arte y la literatura serían los principales conductores (Williams 1973). Como lo sugiere Hirai (2009), la nostalgia hoy se puede caracterizar de economía-política, que surge y se construye desde el distanciamiento no sólo espacial sino también social, cultural y temporal, donde lo político y lo económico usan e influyen la difusión de este sentimiento. En este contexto, la nostalgia, como percepción del tiempo pasado, puede develar un malestar o una insatisfacción respecto al presente y al posicionamiento actual del sujeto que siente (Hirai 2009). Esta situación conduce a visibilizar otras formas de nostalgia que serían reflexivas y permitirían una crítica moral del presente (Angé y Berliner 2015; Boym 2001; Davis 1979 ). De manera que existen múltiples nostalgias a escala tanto individual como colectiva, que serían móviles (Bonnett y Alexander 2013), y que a veces estarían en conflicto (Berliner 2012), pues se vinculan con recuerdos y significaciones diferentes, según los períodos, los medios socioculturales y los individuos.

La nostalgia correspondería a una práctica sociocultural (Stewart 1988) y discursiva a partir de la cual los individuos se construyen como sujetos sociales en el presente. Partiendo de esta complejidad, la nostalgia será entendida como un “encantamiento de la distancia” (Kitson y McHugh 2014) que tiene que ver con la toma de consciencia de la “irreversibilidad del tiempo” (Pickering y Keightley 2006). En este sentido, se podrá definir como un modo de pensar y de pensarse en el tiempo y el mundo presente, ya que se construye en relación con el tiempo a partir de las memorias y de los recuerdos. Es una construcción sociocultural e histórica que se hace en el presente, respecto a herencias y a referentes de un pasado particular. En esta perspectiva, la memoria que gatilla la nostalgia no es sólo un fenómeno subjetivo individual, sino que se inscribe en un medio social y, por lo tanto, no podría existir sin referencias a las memorias colectivas e históricas de la sociedad. En otras palabras, la memoria a escala individual se vincula con un proceso de jerarquización, de selección y de rechazo de informaciones recogidas por medio del cuerpo en el tiempo. Por un lado, el cuerpo sirve de dispositivo para acoger y conservar las acciones del pasado, y, por otro lado, la memoria organiza estas informaciones, sensaciones e imágenes y las selecciona en función de su utilidad en el presente (Bergson 2006) [1896]; Ricoeur 2000. Sin embargo, estos procesos son influidos y construidos en relación con el medio social de pertenencia. De modo que la memoria como selección y producción del olvido se plasma a través de prácticas y discursos, que contienen imaginarios, representaciones y valores. En tal sentido, la narración tiene una función esencial en la transmisión de memoria y, por lo tanto, en la activación y expresión de nostalgia.

En este artículo, la nostalgia es utilizada como herramienta para analizar las narrativas acerca del trabajo social en Chile, en el período de cambios socioinstitucionales actuales. No obstante, considerando que estos discursos nostálgicos se inscriben en determinados tiempos históricos y sociales, y que reflejan experiencias que transitan por un pasado-presente-futuro, en tiempos que van desde lo individual, lo colectivo, hacia lo social, lo profesional e histórico, proponemos la base conceptual de la nostalgia como categoría analítica de la construcción disciplinar de otras profesiones en diferentes países, y en distintos tiempos históricos y sociales.

La construcción del trabajo social en los tiempos históricos

Desde un enfoque neoweberiano, las profesiones son consideradas, contrariamente al punto de vista funcionalista, no sólo como elementos constitutivos de la estructura social, sino como construcciones sociales históricamente situadas (Freidson 2003; Saks 2003 ), que surgen, se desarrollan y promueven en las relaciones que estas mantienen con el Estado; con diferentes instituciones colectivas; entre los sujetos que las componen; y con los destinatarios finales del trabajo. Por lo tanto, en sus determinaciones son influyentes múltiples factores, entre los que se encuentran las instituciones formadoras, el grupo profesional y el mercado laboral. De allí que en este proceso sociohistórico profesionalizador cumplan un rol central la institucionalización del saber formal y su utilización profesional (Freidson 1986), donde las narrativas transmiten no sólo conocimientos formales y preceptos profesionales, sino además memorias que van imbricando temporalidades vinculadas con escenarios que transitan desde lo individual hasta lo colectivo, y que contienen referencias personales, sociales e históricas. De modo que la nostalgia podría estar contenida en estas narrativas, llegando a ser un elemento influyente en la construcción profesional, y, por lo tanto, en el anclaje sociotemporal de una determinada profesión.

El trabajo social chileno creado en 1925, bajo influencia europea, se extendió desde allí al resto de América Latina y el Caribe. En su desarrollo sociohistórico ha sido gravitante la etapa de la “reconceptualización” (1969-1973), denominada así porque durante tal período se cuestionaron fuertemente las bases disciplinares del trabajo social, considerándolas más bien funcionalistas, lo que derivaba en una labor profesional con un marcado énfasis asistencial. De modo que la reconceptualización intentó impulsar un nuevo movimiento latinoamericano de trabajadores sociales que buscaban crear una sociedad alternativa más justa, considerando que hasta el momento el trabajo social tradicional latinoamericano se había mostrado incapaz de proporcionarla (Lima 1984). Sin embargo, en Chile la dictadura cívico-militar ordenó el cierre de algunas escuelas de trabajo social, mientras que otras fueron compelidas a cambiar sus planes de estudios, enfatizando en aspectos asistenciales y administrativos. Esto influyó en que en el resto de América Latina se buscara

[…] expandir las bases del Trabajo Social reconceptualizado hasta ese momento enclaustrado al interior de las universidades; los avances logrados en los centros de formación debían extenderse al campo del ejercicio profesional, de las organizaciones gremiales. (Lima 1984, 41)

Por otra parte, durante el mismo período dictatorial, comprendido entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990, se promulgó la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, que liberalizó la educación chilena, y donde el Estado asumió un rol subsidiario, desplazando el control de la educación superior hacia el mercado y la competencia. En dicho contexto, el trabajo social perdió su exclusividad universitaria logrando ser impartido por centros de formación técnica, institutos profesionales y universidades, con iguales prerrogativas laborales y disciplinares. No obstante, tras largas negociaciones, en 2005 el colectivo profesional y académico logró la restitución del rango universitario para trabajo social.

El trabajo social es la profesión más fragmentada de las carreras de las ciencias sociales, y se encuentra entre las más masificadas en el país. En la actualidad existen 107 ofertas de programas universitarios de trabajo social; 97 de servicio social ofrecidos por institutos profesionales; 17 programas de trabajo social en institutos profesionales; 61 programas dictados por centros de formación técnica; 50 programas de técnicos en servicio social, y 94 técnicos en trabajo social dictados por institutos profesionales, lo que da un total de 426 ofertas de formación terciaria en tal campo, contra, por ejemplo, 146 programas de psicología, 20 de sociología y 9 de antropología, todos dictados en universidades, aun cuando las dos últimas profesiones no detenten rango universitario (MINEDUC 2017).

Esta situación ha provocado que en la actualidad el trabajo social universitario deba distinguirse del servicio social dictado en institutos profesionales. De allí que se debata, por ejemplo, sobre la relevancia de la producción de conocimientos en trabajo social, su carácter profesional o disciplinar, la necesaria vinculación teórico-práctica en la intervención profesional, y la impronta ético-política del trabajo social en el país, todo lo cual tensiona la formación profesional de pregrado.

De manera que, si consideramos la historia del trabajo social chileno, vinculada a las temporalidades sociales y del formador en trabajado social, cabe preguntarnos por las relaciones complementarias o conflictivas entre tales temporalidades, a partir de la idea de nostalgia como intertemporalidad.

Escenario narrativo nostálgico-conservador

En este escenario, los sujetos tienen una relación activa con el pasado, que se considera mejor que el presente, dada la centralidad de la noción de pérdida. El sentimiento de ausencia se ve reflejado en dos contextos que, si bien parecen separados, se encuentran relacionados en el tiempo. El primero es el contexto de la formación, en el cual la nostalgia se expresa en la pérdida de un sujeto formador denominado “el académico con experiencia” (E7),3 o el “profesor con oficio” (E8), diferenciándolo de aquel formador novato que transmite los contenidos de los textos, pero que no ha vivenciado una experiencia reflexiva y de construcción integrada entre el conocimiento disciplinar adquirido y la realidad del campo de acción. En razón de ello es que “se echa de menos al profe antiguo, al académico” (E7). En esa figura está puesta entonces la posibilidad de desarrollo del trabajo social chileno, debido a su carácter de profesión de intervención social, “entonces sí, yo creo que hay que hacer oficio, y, en ese sentido, yo ahí me declaro conservadora […] el oficio es necesario, sobre todo para esta profesión” (E8). Esta pérdida provocaría que el trabajo social haya “dejado hace mucho tiempo el compromiso con la profesión” (E7). Esto genera una pérdida de vínculo con la realidad, develando una dicotomía entre dos mundos, el universitario y el campo profesional, como ámbitos separados, lo que produce nostalgia, ya que habitualmente “se echa de menos estar allá en terreno... de repente uno pierde la perspectiva de la realidad” (E11). Estas pérdidas revelan la experimentación del tiempo como algo irreversible, un lamento sin retorno.

El segundo contexto corresponde a la figura del profesional que se aprecia como pérdida sin retorno, como un “ámbito de propiedad innegable” (E12) del trabajador social, que se tenía y se supone perdido: “yo tengo la impresión que nosotros teníamos como ciertos ámbitos de propiedad, entre comillas, que hoy día siento que no los tenemos, en la cual era como innegable nuestra participación” (E12). Otra parte de los entrevistados añora un sentido de colectivo, que junto a una vocación política se manifestaba como incidencia pública. Un ejemplo de ello es el colectivo de trabajo social chileno, que, amparado en la Vicaría de la Solidaridad, perteneciente a la Iglesia católica chilena, trabajó entre 1974 y 1989 en torno a casos de personas detenidas, desaparecidas, torturadas y ejecutadas durante la dictadura cívico-militar. La conformación de tal colectivo es idealizada en el tiempo, puesto que “no es que esas mujeres pensaran lo mismo, ellas tenían una idea de lo colectivo, que yo creo que nosotros hemos perdido por una cosa mucho más de competitividad” (E2). De modo similar, se extraña la dimensión política del trabajo social, ya que “se perdió la calidad a lo mejor de… este sentido de vocación política” (E8). Lo dicho se vincula además a la formación profesional de pregrado, en que se lamenta que “la dimensión ético-política se nos ha perdido del trabajo social” (E5).

Esta narrativa se funda en una memoria que ha sido transmitida durante la formación y en la interacción profesional. Se vincula entonces con representaciones ligadas a los conocimientos históricos del trabajo social chileno, basados en recuerdos de figuras colectivas del pasado, que están insertos en un período histórico bien definido, que corresponde a la época de la dictadura y la reconceptualización, donde hubo una idealización de un tipo de trabajo social crítico al funcionalismo y a las formas asistenciales del ejercicio profesional. Por ello se añora una profesión vinculada con la promoción de la justicia social, y con una clara impronta ético-política. Todo ello se considera truncado por la dictadura, ya que “hubo un momento, o sea… por ejemplo… bien o mal, al que le guste o no la reconceptualización, yo creo que esos temas estaban, había una preocupación por esa dimensión [ético-política]… pero yo creo que después del golpe de Estado se fue perdiendo, en esta Escuela por lo menos, se fue perdiendo” (E5).

Junto a lo anterior se devela una pérdida de reflexión y de crítica en el quehacer de la profesión y en la formación profesional de pregrado, ya que “hubo un momento de mayor apertura […], y de mayor facilidad respecto a algunas cuestiones, a algunas materias, que facilitaron, yo creo, el pensamiento crítico, que los chiquillos de hoy día no lo tienen y que los buscan por otros lados” (E12). Por tanto, la añoranza de reflexión crítica está dirigida a la formación profesional de pregrado, tal como se imparte actualmente y en comparación con la vivida, sin centrarse en las características de los estudiantes. Ello se interpreta como consecuencia de que la “formación profesionalizante, normativa, se desvistió de la condición crítica […]” (E4), debido a la necesidad del trabajo social chileno de sobrevivir a la dictadura. Por esto, habiéndose alejado de ese tiempo sociohistórico, se espera que “el trabajo social chileno vuelva a un espíritu político, en el sentido de la Rēs pūblica, de la incidencia pública, no del partido, sino de la incidencia que tuvieron las primeras viejas” (E2).

La mirada en el tiempo sociohistórico presente, en este escenario de nostalgia conservadora, se plasma también en el planteamiento referido a que se habría olvidado lo que es la profesión, porque “empezamos a olvidarnos de nosotros, como que nos quedamos sin la memoria” (E1). Ello es atribuido a que “desconocemos la propia historia de los trabajadores sociales chilenos […], nosotros no hacemos investigación historiográfica” (E2). Este sentimiento de pérdida hace referencia a sujetos anónimos del trabajo social que participaron en la construcción de un “nosotros” profesional vinculado con la intervención social, ejercicio que va desapareciendo hoy. Por tanto, este sentimiento de pérdida corresponde a un tiempo social ligado con la profesión de antes.

En suma, este escenario nostálgico-conservador del trabajo social se co-construye entre un tiempo social y un tiempo histórico que son inseparables. Ambas construcciones, tiempo histórico y tiempo social, son complementarias, ya que la relación subjetiva y afectiva con este pasado se experimenta imbricada con conocimientos históricos referidos, por ejemplo, a la reconceptualización; a la situación del país por la dictadura cívico militar; el cierre de escuelas o la transformación de sus planes de estudio, conectados con las memorias profesionales.

Escenario narrativo nostálgico-reflexivo

En este escenario, los sujetos se basan en sus conocimientos del pasado para pensar y criticar el presente. Las narrativas insisten en el hecho de no olvidar, mirar hacia el pasado para poder avanzar hacia un futuro. En este contexto surgen las ideas de “dignidad profesional” y de “coraje moral” (E1), para tomar en cuenta la historia de la disciplina y sus memorias colectivas en las reflexiones actuales sobre el futuro del trabajo social en Chile. En esta perspectiva, sería relevante “saber mirar y mirar [el pasado] con los estudiantes, porque históricamente las Escuelas de trabajo social, las que no lo han mirado con los estudiantes, no les ha ido bien” (E1). También se reivindica el hecho de que “nosotros tenemos que estar a la altura de los muertos” (E2), haciendo referencia a los detenidos, desaparecidos y ejecutados políticos durante la dictadura, que formaban parte del trabajo social chileno, y que continúan siendo honrados por el colectivo profesional. De modo que una de las consecuencias de no considerar las memorias colectivas del trabajo social es que hoy “no se conforma con el lugar en donde está, que todavía está buscando su identidad, que no hay […], a pesar de que desde afuera se ve bastante claro, pero hay como una dinámica interna que no está resuelta” (E3). La metáfora de la mirada está así omnipresente en este escenario narrativo.

De igual manera, los entrevistados hacen referencia, en repetidas ocasiones, a un pasado de la profesión, para criticarla en el presente. Se trata generalmente de un pasado que ha sido vivido, y que se considera que “tiene que volver a mirarse cómo fue y cómo hoy día se requiere ser un agente político, un agente político que permita que las instituciones sean más democráticas, que permita mirar cómo fueron las instituciones en antaño donde el trabajo social estuvo” (E1). Apoyándose en sus recuerdos, se critican las relaciones actuales entre formadores en trabajo social, porque

“nosotros nos juntamos para reuniones como más de gestión, pero no tenemos conversaciones en términos de trabajo social. Tenemos muy pocas conversaciones y yo… nosotros antes teníamos esas conversaciones, no digo que hayan sido tantas, pero por lo menos yo me acuerdo que uno tenía que dejar los miércoles, en general se nos iban en las de gestión”. (E5)

Se lamenta así la perdida de los enfoques tradicionales de la disciplina y sobre todo su dimensión crítica. En relación con ello se advierte la inconveniencia de “seguir olvidando los enfoques en las escuelas de trabajo social chilenas. No estoy diciendo que un enfoque sea correcto, estoy diciendo que hoy día no se puede seguir formando sin los enfoques disciplinares” (E2).

Estas narrativas se sustentan en una experimentación personal del tiempo a partir de la evocación de sucesos propios. Por lo tanto, en ellas están presentes las dimensiones del tiempo histórico, del tiempo social y del tiempo subjetivo, lo que, por ejemplo, se expresa en reflexiones tales como:

“¿sabes lo que me gustaba de los trabajadores sociales de antes? No sé si nosotros no somos capaces de traspasarlo a los [ estudiantes] o tiene que ver con cómo son los jóvenes hoy día también, es que yo creo que había más pasión por el oficio. Y yo creo que esa pasión hoy día, así, ese encantamiento... a lo mejor es por la época en la que me tocó vivir, porque para nosotros era súper importante que, por ejemplo, derrocar al dictador, y eso te hacía ser menos pragmático... si tenías que ir a una protesta y te iban a poner un uno, uno de verdad va a la protesta, no es que votes a huelga y te quedas en la casa. Y nosotras además a veces salíamos con profesores, […] iban a las marchas y a todas esas cuestiones”. (E5)

De modo que el sentimiento de pérdida se justifica en historia vivida durante la dictadura; las narrativas hacen sentido en lo personal y sustentan el compromiso con el trabajo social chileno. Esto implica una nostalgia reflexiva, en el sentido de que sirve para pensar la evolución de la disciplina y su situación actual, lo que se expresa como “creo que eso yo echo de menos” (E5). Pero tiene relación también con el tiempo, con los aires de esta época: “[…] yo creo que eso lo hemos perdido como profesión” (E5). No obstante, este lamento por la pérdida se transforma en la base para analizar el presente, en el sentido de que:

“tal vez también nos falta estar más en lo público, esa labor de denuncia creo yo, porque de repente si tú me dices como profesión, o sea, como trabajo social hemos crecido disciplinariamente, pero a lo mejor, en esto que te decía yo no, o también en los vínculos que uno establece con la sociedad. Nosotros, por lo menos esta Escuela se hace más a nivel de formación y extensión como la típica cosa, pero de estar ahí en la agenda pública, y no es que no haya, hay muchos trabajadores sociales participando, pero yo creo que eso a nosotros nos falta mucho”. (E5)

Tal como en el escenario nostálgico-conservador, las narraciones hacen referencia a una pérdida, pero al contrario de ello, se anhela reencantar el trabajo social en función de este pasado. Es en este sentido que este escenario narrativo está en contradicción con el precedente, pues se caracteriza por ser una construcción detenida en el tiempo, mientras que el primero promueve la reflexividad en la profesión. En este marco de búsqueda de reinterpretación del trabajo social en el tiempo presente para el futuro se critica a los formadores que desarrollan escenarios nostálgicos-conservadores, ya que “la diferencia entre estas personas […] y estas otras personas más radicales es que se quedaron detenidas en el tiempo, entonces por eso digo que hay una paradoja de alguien que levante la bandera de la intervención y no quiera ser intervenido” (E2).

El escenario nostálgico-reflexivo comparte una visión mucho más optimista del trabajo social, ya que “han ido saliendo algunas perspectivas unas poco más críticas, pero estamos en eso, estamos en eso, como en recuperar la capacidad crítica que fue distintiva del trabajo social, o sea, si cuando andaban las pioneras y las sufragistas y todo, eran perspectivas críticas…” (E4). Por otro lado, se comparte la idea de que el trabajo social en Chile ha logrado, de manera progresiva, instalarse en el paisaje académico y obtener una forma de reconocimiento que no existía “antes”. Sin embargo:

“[…] después de pasar de esa mirada del trabajo social, que era una mirada tecnológica, en donde el trabajador social se quedaba en el aplicar lo que otros investigaban, yo creo que hoy día nosotros hemos dado un salto cualitativo tremendamente grande en un avance disciplinario. Y hoy día miro al trabajo social como una disciplina que tiene perspectivas, que tiene enfoques, que yo creo que hay escuelas y hay países en donde eso está mucho más desarrollado y lo hacen muy bien, pero para nosotros esos temas, a pesar que los reconocemos, son incipientes […]”. (E5)

Haciendo referencia al enfoque “tecnológico” del trabajo social, que tuvo su énfasis durante la dictadura cívico-militar, y que lo reducía a una profesión de gestión administrativa de los programas sociales, se demuestran los avances disciplinares a partir de experiencias propias que permiten comparar entre una situación pasada y una presente.

Sin embargo, se reconoce que el proceso de cambio del trabajo social se puede pensar únicamente en el largo plazo, ya que “tenemos generaciones completas formadas bajo esa perspectiva, y esas generaciones completas se están hoy día empleando en los espacios, en los distintos espacios laborales. Entonces va a tener que pasar un rato para hacer el recambio” (E4). En este sentido, la historia ha marcado profundamente la profesión.

En este escenario el tiempo histórico, materializado en la reconceptualización del trabajo social chileno, no está idealizado como en la narrativa anterior, sino que la remembranza de tal período es reflexiva, identificando consecuencias, desafíos y aportes. De modo que la influencia del tiempo histórico sobre la disciplina se podría resumir en que

“[…] las variantes que tienen que ver con los tiempos políticos, o sea, el trabajo social anterior a los sesenta; el trabajo social postreconceptualización; el trabajo social que tenemos en dictadura; el de los noventa; el del 2000, tienen énfasis distintos que generan una suerte de variabilidad”. (E9)

Muchas veces se menciona la dictadura como una ruptura que desarticula el trabajo social como profesión, sin embargo, en este escenario narrativo es parte del continuo histórico, aun cuando se sigue viendo como la principal dificultad la posibilidad de retomar los tiempos sociales perdidos de antes y durante la dictadura para pensar la ruptura que hubo en este período y llevar a cabo posibles perspectivas hacia el futuro.

Por otra parte, estas narrativas se vinculan con la idea de recuperación de la identidad perdida a través de la vuelta del trabajo social a sus fundamentos disciplinares, de antes de la dictadura. Por lo tanto, hay un desajuste entre el tiempo social, representado por una profesión en desarrollo, y el tiempo histórico, reflejado en la dictadura cívico-militar y sus consecuencias negativas para el trabajo social. De modo que, en esta narrativa, el tiempo social se ve interrumpido por el tiempo histórico.

En suma, el escenario nostálgico-reflexivo se centra principalmente en la idea de avanzar, basándose en los aportes de las memorias colectivas y profesionales del trabajo social chileno, a pesar de las consecuencias de los eventos históricos que lo desarticularon. Por un lado, se critican las ideas nostálgicas conservadoras de idealizar el pasado predictatorial, debido a que no permiten evolucionar al trabajo social conforme a la sociedad actual. Por otra parte, se critica el modelo de ruptura que no considera el pasado para construir el futuro.

Escenario narrativo de ruptura-proyección

En este escenario, los sujetos privilegian una mirada hacia el futuro de la disciplina considerando que las rupturas permitirían interpretar la situación profesional actual, para desde allí proyectarla hacia adelante. De modo que la relación con el pasado es esencialmente crítica, haciendo referencia a un pasado no idealizado como parte constituyente de la construcción profesional del trabajo social. Sin embargo, se comparte con las otras narrativas la referencia a los mismos hitos históricos que serían constitutivos de la profesión y que permiten interpretarla en la actualidad. Sobre esas bases es que se proyecta y se piensa como posible un pensamiento crítico en trabajo social, ya que lo hubo, pero “hay un punto de quiebre porque este pensamiento del trabajo social chileno se apartó de la academia, no por decisión individual, sino por contexto político” (E2). De manera que, potencialmente, ese pensamiento crítico sería posible y estaría vinculado a la formación profesional de nuevas generaciones de trabajadores sociales.

Quienes se ubican en el escenario de ruptura-proyección orientan su narrativa hacia la producción de conocimientos, generando una distinción entre la profesión que sería el pasado y la disciplina que sería el futuro, ya que el trabajo social se vio “fuertemente afectado en su vocación disciplinar a partir del golpe militar […]” (E4). La ruptura con un tiempo pasado se plasma en la transformación que experimentó el trabajo social al inicio de la dictadura cívico-militar, y una vez pasado el tiempo de la reconceptualización, ya que:

“eso hizo que, a lo menos, estuviéramos dos décadas formando […] muy concentrados en lo metodológico, en volver al trabajo social y al trabajador social en un efectivo solucionador de problemas, desatendiendo -porque tampoco creo que se haya abandonado del todo-, pero sí dejando en una segunda, en una posición más marginal, la condición de investigadores, la condición de cientistas sociales”. (E4)

De modo que la ruptura experimentada por el trabajo social en el tiempo pasado sería un impulso para que hoy retome su rol en la generación de conocimientos. Esto sería cada vez más recurrente, toda vez que “no hay ningún seminario al que uno vaya en el que alguien no termine planteando el tema de la generación de conocimiento, que si la disciplina o la profesión […]” (E6). Por lo tanto, al tiempo histórico y social se vincula el tiempo subjetivo, ya que a partir de la propia experiencia se proyecta el futuro.

Lo anterior representa una ruptura con la narrativa nostálgica-conservadora, porque en el escenario de ruptura-proyección no se idealiza el tiempo histórico, representado por la reconceptualización del trabajo social latinoamericano. La trayectoria narrativa del escenario analizado propone avanzar, teniendo como referente el desarrollo de los enfoques de trabajo social en otras latitudes. Sin embargo, el trabajo social chileno debe resituarse frente a ello: “[…] el enorme y potencial avance de los últimos treinta años del trabajo social son sus enfoques, y como Chile ha estado de espalda a esos enfoques, tenemos un gravísimo problema de formación” (E2). La proyección del trabajo social estaría, por tanto, centrada en la formación de nuevas cohortes de trabajadores sociales que puedan tener una mirada amplia e internacional del quehacer profesional.

Por otra parte, las narrativas de ruptura-proyección de los formadores entrevistados no se vinculan con los escenarios narrativos-conservadores y crítico-reflexivos, dado que quienes los componen no comparten sus ideas nostálgicas, sino que proponen el avance disciplinar a partir de la producción de conocimientos actuales y de referentes externos. Ello se constata como un hecho evidente en la conformación disciplinar actual, ya que “del 2000 para adelante empezamos a tener gente ya no sólo con magíster, gente que empezó a salir a explorar afuera lo que estaba pasando, entonces en ese sentido yo creo que las escuelas empezaban a tener como aire un poquito más fresco” (E4). Por tanto, la ruptura con el pasado es una posibilidad de avance disciplinar, toda vez que permitiría ampliar las perspectivas del trabajo social nacional.

Desde otra faceta, en el escenario narrativo de ruptura-proyección, existe una valorización de la hibridación de las fronteras disciplinares, puesto que “en la medida en la que la disciplina se ha desarrollado, los límites y la incidencia pública de la profesión han cambiado” (E2). Ello se vincula con la idea de ruptura respecto a las narrativas nostálgicas-conservadoras, proyectándose hacia lo interdisciplinario, desde una particular mirada del trabajo social, que amalgamaría la intervención social con la producción de conocimientos sociales.

“[…] el trabajo social tiene que realizar generación de conocimiento para poder plantear posibilidades de cambio o posibilidades de modificación de la realidad. Lo cual no excluye que haga investigación social junto con otros… otras ciencias sociales, porque si uno compara, los trabajadores sociales están formados hoy en día en la línea de la investigación”. (E6)

De modo que la ruptura con el pasado histórico, en que el trabajo social enfatizó en las metodologías de intervención social con una impronta más bien tecnológica, se convierte en un impulso para proyectar tanto la disciplina como la profesión, ya que

“[…] en la medida en la que trabajo social se define como ciencia social tiene que seguir profundizando ese camino, no sólo quedarse con la propuesta de cambio, […] aunque investigue, tiene que seguir ese camino, como lo que está sucediendo ahora, que hay una red de investigadores, cada día uno se encuentra con más investigación de trabajo social, todavía no es suficiente, todavía es incipiente”. (E6)

Así, la ruptura con el pasado, en que el tiempo subjetivo se impone al histórico y al social, permitiría a la disciplina una mayor contribución tanto para sí misma como para las ciencias sociales en general.

En suma, las narrativas de ruptura-proyección se vinculan mucho más con el presente que con el pasado; se piensa el trabajo social hoy a partir de un presente historizado, donde hay una sobrevalorización del presente y una compresión del espacio-tiempo, propia de la posmodernidad. Ello se debe a que hubo un punto “de ruptura o de crisis que implica el golpe militar, la necesidad de la sobrevivencia, este vestirse de cientificidad, vestirse de tecnología, desvestirse de ideología, desvestirse de criticidad si tú quieres, y eso marcó […]” (E4). La construcción disciplinar, por tanto, se sustentaría en un presente del trabajo social, cuyas proyecciones se respaldan a su vez en un tiempo histórico y social reconocido, pero no idealizado.

Conclusiones

A partir del estudio de los escenarios narrativos nostálgicos identificados en los discursos de los formadores y profesores de las carreras de trabajo social en Chile se ha querido mostrar que la nostalgia se puede interpretar como un componente central de la construcción disciplinaria actual. Más que un sentimiento individual vinculado con el lamento por una pérdida, la nostalgia revela una imbricación compleja entre tiempos sociales e históricos, tiempos individuales y colectivos. En este sentido, refleja una construcción profesional que no se puede comprender sin tomar en cuenta la complejidad del cruzamiento de las temporalidades compartidas por los actores de esta disciplina.

La omnipresencia de una relación con el pasado -conservadora o reflexiva- en las narrativas de los entrevistados se puede vincular con la evolución de los tiempos históricos. En todas las entrevistas, lo de antes, la ruptura y lo de después son claramente definidos: se trata de la re conceptualización de 1969 a 1973, del golpe militar en 1973 y de la dictadura cívico-militar (1973-1990), y del regreso de la democracia en 1990. En este marco, la manera de pensar el pasado del trabajo social se vincula con un posicionamiento ideológico y político. Mientras que las narrativas nostálgicas-conservadoras idealizan el “antes” y lamentan su desaparición, las narrativas nostálgicas-reflexivas proponen retomar y repensar lo de antes en función del presente para lograr una suerte de hibridación adaptada al mundo de hoy. Por último, las narrativas en ruptura proyectan a la profesión en el futuro sin tomar necesariamente el pasado y promueven la reinvención de la identidad laboral del trabajo social.

No obstante, el trabajo social es pensado también desde los tiempos sociales: las memorias colectivas, las historias contadas y compartidas, los recuerdos de los profesores emblemáticos de “antes”, hacen parte de las bases de la construcción disciplinaria y profesional. En este marco, los sujetos no lamentan la pérdida de una ideología o de una práctica profesional, sino más bien los estilos de vivir de una época. Se vincula así con la pérdida de pasión de los estudiantes; la mirada crítica de los profesores hacia la política; el rol del profesor en la universidad y en la sociedad. Es esta la dimensión que algunos anhelan reconstruir hoy.

En este marco, abordar el trabajo social desde las narrativas nostálgicas o de ruptura permite cuestionar estos procesos desde la subjetividad de sus actores, donde desataca la visión nostálgica del formador de futuros trabajadores sociales, cuyo discurso, en relación con la profesión, puede influenciar a los estudiantes, de tal modo que permee la comprensión de estos últimos, adoptando un sentido nostálgico-conservador que, a diferencia de los escenarios reflexivo y proyectivo, puede llegar a limitar sus potencialidades de desarrollo, anclándolos en un sentimiento de pérdida, y así replicarse en las siguientes generaciones. Lo anterior se sustenta en la reconocida relación de poder que existe entre docente y estudiante en el proceso de enseñanza y aprendizaje, asimetría que simbólica y prácticamente va generando en los estudiantes una imagen del profesor como modelo a seguir, no sólo desde sus acciones sino también desde sus discursos.

En este sentido, si bien no se asume que los escenarios nostálgicos desaparezcan de las realidades de los formadores, es necesario estar conscientes de la relación discursiva que se da entre docentes y estudiantes, y de la influencia inmovilizadora que un escenario de nostalgia-conservadora podría llegar a tener en la construcción de una profesión.

Finalmente, la dimensión nostálgica y proyectiva de las narrativas de los entrevistados sobre el trabajo social se enmarca claramente en una época de cambios institucionales, políticos y económicos, donde el mercado del saber y del conocimiento está tomando cada vez mayor centralidad, por lo que comienza a hablarse de capitalismo académico a la hora de referirse a la producción de conocimientos que sustentan las construcciones disciplinares y, por tanto, las profesiones. En tal contexto neoliberal, el trabajo social, como otras profesiones en Chile y América Latina, tiene que enfrentarse a un sistema universitario, institucional y económico que lo insta a pensarse y a redefinirse, en un contexto de hibridez de los límites profesionales y disciplinares y de masificación, segmentación y fragmentación de la educación superior en todo el continente latinoamericano; de allí la pertinencia de analizar la construcción disciplinar de las profesiones de las ciencias sociales, teniendo como base conceptual y analítica la nostalgia como una dimensión intertemporal, que amalgama los tiempos históricos, sociales, individuales y subjetivos.

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Cómo citar: Colin, Clément, Sandra Iturrieta Olivares y Paola Marchant Araya. 2018. “Temporalidades de la construcción disciplinar: las narrativas nostálgicas del trabajo social en Chile”. Revista de Estudios Sociales 65: 73-84 https://doi.org/10.7440/res65.2018.07.

* Los autores agradecen el apoyo financiero de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Chile), a través del proyecto VRIEA-PUCV DI Iniciación 039.446/2017; el apoyo financiero de CONICYT, a través del proyecto FONDECYT Iniciación 11170220; como también el apoyo financiero de la Pontificia Universidad Católica de Chile, a través del Fondo de Inserción Académica asignado por la Vicerrectoría académica

1El trabajo social chileno ha reflexionado a lo largo de su historia en torno a la división cartesiana entre teoría/práctica, evidenciando la inconveniencia de tal segmentación para el ejercicio profesional. Ello ha cobrado relevancia a partir del 2005, cuando se ha debatido la necesidad de generar conocimientos contextualmente situados, tanto para potenciar el avance disciplinar del trabajo social como para contribuir al desarrollo de las ciencias sociales en Chile. En razón de esto, la idea de profesión se liga con el ejercicio profesional, y la de disciplina, con la producción de conocimientos, existiendo actualmente un debate sobre la definición del trabajo social, ubicado entre la disciplina y la profesión.

2Se puede mencionar el trabajo iniciado en Argentina por la “Red Latinoamericana de Estudios Sociales sobre las Emociones y los Cuerpos”, el “Programa de Acción Colectiva y Conflicto Social” del CIECS (CONICET y UNC) y el “Grupo de Estudios sobre Sociología de las Emociones y los Cuerpos” del Instituto de investigación Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. Trabajo de red que ha conducido a la creación y el desarrollo de la Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad. Por otra parte, se puede también mencionar el trabajo realizado en México por la red de estudios de las emociones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través de sus seminarios y publicaciones.

3Las entrevistas son anónimas y por lo tanto el nombre de las personas entrevistadas no será mencionado. Se identifica cada entrevista con la letra E seguida por un número asignado arbitrariamente a cada texto transcrito.

Recibido: 29 de Agosto de 2017; Aprobado: 15 de Diciembre de 2017

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