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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.69 Bogotá jul./sep. 2019

https://doi.org/10.7440/res69.2019.06 

Temas varios

La figura de la madre en los casos de las presidentas latinoamericanas Michelle Bachelet (Chile), Cristina Fernández (Argentina) y Dilma Rousseff (Brasil)*

The Figure of the Mother in the Cases of the Latin American Presidents Michelle Bachelet (Chile), Cristina Fernández (Argentina) and Dilma Rousseff (Brazil)

A figura da mãe nos casos das presidentas latino-americanas Michelle Bachelet (Chile), Cristina Fernández (Argentina) y Dilma Rousseff (Brasil)

Mariana Valenzuela Somogyi **  

** Doctora en Estudios Americanos, con especialidad en Estudios Sociales y Políticos, por la Universidad de Santiago de Chile, Chile. Postdoctorante de la Universidad de Santiago de Chile y del Centro Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder/Millennium Nucleus Center Authority and Power Asymmetries. Profesora en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile. Últimas publicaciones: “Las modalidades de erotización de las figuras políticas en los medios de prensa sensacionalista chilenos”. Revista de la Academia 23: 78-135, 2017; “Las bases epistémicas de la concepción feminista de la ciudadanía”. Revista Estudos Feministas 24 (1): 31-43, 2016. mariana.valenzuela@usach.cl


RESUMEN:

La acción política de las mujeres en América Latina se ha visto predominantemente representada por la figura de la madre. Sin embargo, las investigaciones comparativas que se enfocan en liderazgos políticos femeninos contemporáneos son escasas. A partir de un análisis de contenido cualitativo de discursos y entrevistas de tres presidentas latinoamericanas durante sus mandatos -Cristina Fernández (Argentina), Dilma Rousseff (Brasil) y Michelle Bachelet (Chile)-, se proponen tres figuras claves para pensar las formas en las que cada una de ellas se posiciona dentro de los marcos estratégicos contemporáneos relacionados con la imagen de lo materno: 1) la madre instrumental, 2) la supermadre y 3) la madre contemporánea.

PALABRAS CLAVE: Discurso político; figura de la madre; imagen de sí; Latinoamérica; presidentas latinoamericanas

ABSTRACT:

Women's political action in Latin America has been predominantly represented by the figure of the mother. However, comparative research that focuses on contemporary feminine political leaderships is scarce. Using a qualitative content analysis of speeches and interviews of three Latin American presidents during their terms -Cristina Fernández (Argentina), Dilma Rousseff (Brazil) and Michelle Bachelet (Chile)-, we propose three key figures, related to the maternal image, that are used to think about the manners in which each president is positioned within contemporary strategic frameworks: 1) the instrumental mother, 2) the “super-mother” and 3) the contemporary mother.

KEYWORDS: Figure of the mother; Latin America; Latin American female presidents; political discourse; self-image

RESUMO:

A ação política das mulheres na América Latina foi predominantemente representada pela figura da mãe. No entanto, as pesquisas comparativas que se enfocam em lideranças políticas femininas contemporâneas são escassas. A partir de uma análise de conteúdo qualitativo de discursos e entrevistas de três presidentas latino-americanas durante seus mandatos -Cristina Fernández (Argentina), Dilma Rousseff (Brasil) e Michelle Bachelet (Chile)-, propõem-se três figuras-chave para pensar as formas em que cada uma delas se posiciona dentro dos contextos estratégicos contemporâneos relacionados com a imagem do materno: 1) a mãe instrumental, 2) a supermãe e 3) a mãe contemporânea.

PALAVRAS-CHAVE: América Latina; discurso político; figura da mãe; imagem de si; presidentas latino-americanas

La figura de la madre como representación política de las mujeres en América Latina

En América Latina, la figura de lo materno ha sido representativa de la imagen histórica de las mujeres en el campo político. Tal como lo plantea Molyneux (2003, 263), a diferencia de los movimientos feministas europeos y norteamericanos que reivindicaron una imagen emancipadora de lo femenino de los lazos familiares, “en América Latina la maternidad y la domesticidad adquirieron una trascendencia moral y política perdurable”, constituyéndose como ejes de representación de la mujer en la política. De esta manera, uno de los enfoques del estudio sobre los movimientos sociales de mujeres en la región se ha sustentado desde la óptica de análisis del maternalismo como un medio de comprensión de los discursos que los orientan (Luna 2001 y 2009; Molyneux 2003; Montecino 1996a y 1996b; Zarco 2011). Con relación a ello, Luna ha definido el maternalismo como una construcción sociocultural relativa a la feminidad que “desde la diferencia sexual, con un contenido de poder opuesto al padre […], ha dado influencia a las mujeres históricamente pero también las ha limitado definiéndolas y reconociéndolas por su capacidad de reproducción” (2009, 37).1 Mediante el reconocimiento de la maternidad como constituyente de la identidad femenina, la mujer ha sido representada como una figura de acción en el espacio público que se reivindica con una función social y política. Ello se liga a que la representación de la figura de la madre ha tenido una importancia central en el imaginario de la feminidad en América Latina. Sus raíces se remontan a la época colonial, en el contexto del culto popular de lo mariano2 (Montecino 1996a y 1996b). En ese momento se evidencia una construcción simbólica que atribuye a la feminidad y a la masculinidad “cualidades específicas: ser madre y ser hijo […]. Las implicancias de estas categorías en las vivencias y experiencias de mujeres y hombres poblarán su universo psíquico y darán modelos de acción coherentes con el espejismo que dibujan” (Montecino 1996a, 31-32).

En relación con las mujeres en puestos de representación política, en una investigación pionera desarrollada en la década de los setenta en Chile y Perú, Chaney (1992, 260) planteó que para poder ingresar a la esfera política y ocupar puestos de representación, ellas debieron centrarse en elaborar una imagen de sí mismas que enfatizara en los aspectos positivos de los ideales estereotipados de género. Mediante el enfoque “en las ocupaciones tradicionales de las mujeres y en el trabajo voluntario, harían hincapié en el papel de guardianas y expositoras de los valores que han llegado a representar a las mujeres en las sociedades occidentales”. A partir de este planteamiento, la autora elaboró la categoría supermadre para caracterizar esta acción, en la que, ante un campo político tradicionalmente masculinizado, han debido “legitimar su papel como el de una madre de una ‘casa’ más vasta como puede ser la de una municipalidad o incluso la nación, como una especie de supermadre” (Chaney 1992, 14). Esta noción ha sido utilizada en estudios posteriores para problematizar las discusiones sobre las estrategias que las mujeres mismas han estructurado para su accionar en el mundo de lo público, tanto mediante su participación activa en movimientos sociales como en su inserción en los niveles legislativo y ejecutivo (Luna 2001; Franceschet, Piscopo y Thomas 2016; Schwindt-Bayer 2006). Estos estudios han planteado que las mujeres trasladan los roles tradicionales de las relaciones de cuidado asociados a la maternidad hacia la esfera de la política como un medio para justificar su presencia en ella, enfocándose principalmente en la promoción de políticas de protección social (Marx, Borner y Caminotti 2007; Franceschet, Piscopo y Thomas 2016; Schwindt-Bayer 2006). Un ejemplo es el estudio de Marx, Borner y Caminotti (2007), que, a partir de una investigación realizada en Argentina y Brasil, señala que las mujeres en puestos políticos expresan que tienen un estilo de liderazgo que, a diferencia del de los hombres, está relacionado con su asociación tradicional al espacio de lo doméstico y a las tareas de cuidado. Estas mujeres caracterizan su ejercicio político a través de una capacidad transformadora ligada a valores humanitarios.

Investigaciones más recientes han apuntado a que la estrategia de posicionamiento desde la figura de lo materno se ha ido transformando en relación con un discurso contemporáneo a través del cual las mujeres se han orientado a construir una identidad política más allá de su rol tradicional como madres y esposas. Siguiendo esta premisa, y centrándose en el caso de América Latina, Franceschet, Piscopo y Thomas (2016) retoman la categoría supermadre para hacer un análisis de su uso estratégico por parte de las mujeres en los niveles ejecutivo y legislativo. En este caso, el uso del maternalismo coexiste con nuevos discursos de igualdad de género que emergieron a partir de las transiciones democráticas de la década de los ochenta y el establecimiento institucional de políticas a nivel estatal, lo que constituye una tensión. De esta manera, los discursos de la condición del maternalismo en el involucramiento de las mujeres en lo político se pueden observar en dos modalidades. La primera se basa en la división de las responsabilidades domésticas condicionada por el género, lo que ha creado barreras estructurales a la carrera política de las mujeres. La segunda hace hincapié en los marcos estratégicos disponibles para las mujeres que buscan legitimar sus roles públicos. La tesis central de Franceschet, Piscopo y Thomas (2016) es que, si bien la representación que las mujeres en política hacen de sí mismas todavía se encuentra influenciada por las narrativas culturales de la diferencia de los géneros con un foco en los ideales maternos, estos se pueden articular en distintos marcos estratégicos. Dichos marcos van desde la figura tradicional de la madre -que es aquella que presenta la maternidad como el aspecto central de su identidad política y sus preocupaciones-, la figura de la cuidadora tecnocrática -que enfatiza en sus credenciales profesionales sobre su rol materno ligando su experticia en los asuntos sociales relacionados con las tareas de cuidado-, hasta la figura que niega la existencia de diferencias de género en las oportunidades y en el actuar de hombres y mujeres en la política.

Pese a que la figura de la madre ha sido un eje de estudio importante en América Latina, las investigaciones que la analizan en el contexto contemporáneo son escasas. Asimismo, presentan en menor medida un punto de vista comparativo entre distintos casos de estudio que permitan realizar conclusiones a nivel de la región. Este es un aspecto importante al considerar el aumento de mujeres en puestos de representación política, donde una de las transformaciones más notorias ha sido su acceso al puesto de mayor jerarquía política: la presidencia (Jalalzai 2016). Por ello, este artículo se enfoca, desde un punto de vista comparativo, en la representación de sí desde la imagen de lo materno en los casos de tres presidentas latinoamericanas: Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015, Argentina, Partido Justicialista), Dilma Rousseff (2011-2016, Brasil, Partido de los Trabajadores) y Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018, Chile, Partido Socialista). Mediante un análisis de contenido cualitativo de una serie de discursos políticos y entrevistas que estas mujeres efectuaron en el transcurso de sus mandatos se proponen tres figuras analíticas representativas de la encarnación de sí bajo la imagen de lo materno: 1) la figura instrumental de la madre, en el caso de Fernández de Kirchner; 2) la figura de la supermadre, en el caso de Rousseff, y 3) la figura de la madre contemporánea, en el caso de Bachelet. Los resultados de un estudio a partir de esta distinción analítica permiten elaborar la premisa principal de que la imagen de la madre como una figura de accionar político continúa teniendo un espacio relevante en los imaginarios políticos de las naciones latinoamericanas a las que debe responder, pero que es movilizada estratégicamente con el propósito de distinguirse de los liderazgos políticos masculinos tradicionales.

Metodología

El diseño del estudio fue de carácter cualitativo, de tipo interpretativo. Para ello, se llevó a cabo una revisión de los discursos políticos y de las entrevistas que Fernández de Kirchner, Rousseff y Bachelet efectuaron a lo largo de sus gobiernos, teniendo como criterio de enfoque aquellos en los que hicieran referencia a la maternidad y a su experiencia en relación con ella.3 Para la realización de esta investigación se utilizó la técnica del análisis de contenido cualitativo, el cual consiste en un conjunto de procedimientos para elaborar, registrar y tratar datos más allá del ámbito social y cognitivo concreto en el que suele ocurrir la comunicación, para lograr que emerja el sentido profundo que produce el texto que es objeto de análisis (Cáceres 2003; Ruiz 2003). De esta forma, el análisis no se queda sólo en un nivel descriptivo, sino que interpreta la dimensión latente4 de los mensajes de un texto. Así, el contenido se considera como una vía de tránsito hacia los fenómenos sociales inaccesibles a la observación directa, combinando la observación, producción e interpretación de los datos de la investigación de acuerdo con los pasos metodológicos establecidos por Cáceres (2003). Primero se efectuó un preanálisis, por separado, de los discursos y entrevistas seleccionados de cada una de las mandatarias, a partir de las nociones relacionadas con la representación de la maternidad, expuestas en el apartado anterior, elaborando guías del trabajo de análisis e indicadores que dieran cuenta de las temáticas presentes en el material. Luego, fueron establecidas las unidades de análisis, definidas como las unidades de contenido significativo dentro del documento a partir del cual se extraerán resultados. Dichas unidades fueron elaboradas sobre la base de un criterio de elección de tipo inductivo mediante el cual se establecieron las reglas del análisis y los códigos de clasificación separando y agrupando los contenidos presentes en el material, acordes con la relación de similitud entre ellos. El paso siguiente consistió en el desarrollo de categorías que permitieron ordenar y clasificar el contenido de forma definitiva, y articular una interpretación teórica de los conceptos y categorías representativos. Por último, se consolidaron los hallazgos obtenidos en el análisis de las categorías, estableciendo sus vínculos y alcances teóricos para la comprensión del objeto de investigación.

Cristina Fernández: la figura de la madre instrumental

El eje analítico central para comprender la presentación de sí bajo la imagen de lo materno elaborada por Cristina Fernández, presidenta de Argentina de 2007 a 2015, adquiere un carácter de tipo instrumental, es decir, el de una herramienta que es utilizada para efectuar una referencia constante sobre sí misma. Para entenderlo, cabe señalar un aspecto que la diferencia de Bachelet y Rousseff: la gran mayoría de sus intervenciones públicas no fueron previamente redactadas, sino que fueron improvisadas de acuerdo con el contexto y el público ante los cuales se enfrentó, teniendo de apoyo algunas cifras a las cuales, por lo general, hacía mención para cuantificar los logros de su gobierno y el de su antecesor, Néstor Kirchner, su marido (2003-2007). De esta manera, la alusión a la figura de la madre emergió en dos formas principales. En primer lugar, como parte de una referencia sobre sí misma, fue un medio para expresar un conocimiento de las necesidades cotidianas de la ciudadanía basado en su propia experiencia de maternidad. En segundo lugar, en relación con su inscripción en una tradición histórica de figuras políticas nacionales femeninas, surgió como medio para destacar el papel de acción política que han cumplido las organizaciones de madres.

En la primera forma, Fernández adquiere una imagen de sí que apela a un nivel profundo de comprensión sobre lo que se requiere para asegurar el bienestar de un hijo, como sólo podría saberlo una mujer que es madre. Este sentido se puede evidenciar en un discurso público que realizó en un acto, en el marco de su apoyo a los derechos de las familias homoparentales:

[…] Voy a ser un poco egoísta, porque hay muchos hombres que lo comprenden también, pero nadie mejor que una madre para comprender la necesidad de que un hijo es un hijo siempre y que tiene que tener los derechos que tienen todos. (Fernández 2012)

Es desde su propia experiencia de la maternidad que establece un vínculo con la ciudadanía, por cuanto al ser madre sabe que todos los hijos deben ser reconocidos bajo el mismo estatus, apelando a la igualdad como un ideal humanitario (Christie 2016). La mandataria aduce que su experiencia le posibilita conocer de primera mano la realidad cotidiana a la que se ve enfrentada la ciudadanía. Este aspecto se denota en un discurso en el que se refiere a la importancia de las políticas de protección social elaboradas en el gobierno de su marido, y fortalecidas por el suyo, que reconocen las necesidades concretas de las poblaciones más vulnerables:

Los que piensan que hay gente que le gusta que les regalen las cosas, son los que toda la vida tuvieron todo y entonces no entienden el placer que es elegir una ropita para el hijo y poder pagarla del bolsillo, no que te la tenga que regalar el intendente de turno. ¡Dios mío! […] Y aunque a ustedes les parezca un dato tonto, a mí me dio una emoción porque yo que tuve de los dos pañales, no porque me faltaran oportunidades, si vamos con los 30 y pico de años no existían los descartables, pero con Florencia agarré los descartables por suerte. (Fernández 2013)

En el contexto de este discurso en particular se responde a las críticas por parte de la oposición, las cuales señalan que los gobiernos kirchneristas han mantenido una relación de carácter clientelista con su electorado. Fernández enfrenta estas críticas haciendo referencia a su experiencia de madre, la cual le permite comprender las necesidades cotidianas de la gente y, por ende, el impacto que tienen medidas de este tipo para mejorar la calidad de vida de las personas. Con esto se puede observar que la alusión a su propia maternidad tiene un uso instrumental que la faculta para elaborar una constante referencia de sí como un modo de establecer una conexión personal con el público receptor de sus discursos. Esto también se puede ver en el contexto del fallecimiento de su esposo, a finales del 2010, en el que recalca su estatus de madre ante el dolor de sus hijos:

[…] además de Presidenta soy mujer y soy mamá, que no se olvide nadie […] Este fin de semana fui a acompañar en el primer Día del Padre, una cosa tan simple y tan sencilla que creo que no necesita de psicólogos ni de médicos, a mi hijo y no a pensar qué iba a decidir. (Fernández 2011)

Más allá de la referencia específica a su experiencia de ser madre, dentro de esta primera forma de alusión se puede identificar un enlace con un eje discursivo peronista. En él apela a instaurar un vínculo con la imagen del pueblo como una forma de distinguirse de lo que representa, como los liderazgos políticos tradicionales de élite neoliberales (Montero y Vincent 2013). Dentro de este se puede establecer un paralelo que diferencia a Fernández de la figura de Eva Duarte de Perón. Molyneux (2003) y Zarco (2011) han destacado que esta última se representó desde una imagen maternal, y al pueblo, como un hijo, y se personificó a sí misma como una mujer abnegada que debía cuidar a los más débiles. Así, pese a no haber tenido hijos propios, articuló una retórica ante un público espectador que, desde su papel de esposa, se orientaba a demostrar un amor materno desinteresado hacia las clases populares, siendo elevada en la memoria colectiva peronista como un símbolo maternal5 (Zarco 2011). Si bien Fernández referenció a la figura de Duarte de Perón como un ejemplo de acción política femenina (Vitale 2013 y 2014), hay una diferencia entre ambas, en función del uso instrumental de la maternidad:

Vamos a hacer un seguimiento, porque Perón decía que todos los hombres son buenos, pero decía que cuando se los vigila son mucho mejores […] Entonces vamos a hacer un seguimiento de cómo se comportan todos, no porque tengamos ánimos de castigar, ni de perseguir, ni de controlar, ni de vigilar a nadie, simplemente porque queremos cuidar a este hijo […] yo me siento la madre del país, la madre de todos los argentinos, me siento muy responsable de lo que le pasa a los 40 millones de argentinos. (Fernández 2014)

Si bien en este discurso no alude a la figura de Duarte de Perón sino a la de su marido, Juan Domingo Perón, hay una referencia sobre sí que ejemplifica el ejercicio de la autoridad desde la responsabilidad maternal hacia el cuidado de los hijos. Un cuidado desde un sentido proteccionista hacia la figura del pueblo argentino en el que, en el caso de Fernández, emerge como un elemento inspirado en la retórica peronista (Montero y Vincent, 2013). Así, subraya el esfuerzo personal mediante el cual ha conducido las responsabilidades que implica su posición como guía del proyecto de nación centrado en el bienestar del pueblo.

La segunda forma en la que emerge la imagen de la madre es en la representación de esta como luchadora, lo que está asociado a una tradición femenina de accionar político en el país. En una intervención pública realizada en el Día de la Madre, elabora este sentido apelando a la madre como una figura anónima:

[…] feliz Día de la Madre, mujeres acostumbradas a la lucha, a la adversidad, a las carencias, muchas de ellas jefas de hogar, y por eso verdaderas heroínas cotidianas, de esas que no salen en los medios de comunicación, pero que todos los días salen a pelearle a la vida para construir un mejor pasar para sus hijos, para su familia […] Yo tuve más suerte, otros no tuvieron la suerte que tuve yo. Por ellas, por las que no tuvieron tanta suerte es por las que tenemos que seguir trabajando todos los días más fuerte que nunca, poniendo todo lo que una mujer tiene que poner cuando tiene que lograr sus objetivos, sabemos cómo hacerlo y lo estamos haciendo. (Fernández 2008b)

Se delinea una imagen de la fortaleza de lo materno de las mujeres que pertenecen a los sectores de mayor vulnerabilidad. Hay una semejanza con la concepción de maternalismo, que Luna (2001) ha destacado como una forma de comprensión de los discursos de movimientos de mujeres por la sobrevivencia en países latinoamericanos. Representadas como un movimiento popular, articularon un discurso en el que como madres cumplirían un rol central en la economía familiar desde su responsabilidad en las relaciones de cuidado, y en la participación en luchas asociadas a derechos sociales y económicos, una concepción que legitima su responsabilidad de mejorar sus condiciones de vida.

Fernández realiza la referencia a un colectivo político socialmente organizado desde el papel de lo materno sobre la imagen de las organizaciones de las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo. De esta manera, la figura de la madre como una luchadora por el porvenir y bienestar de los hijos es elevada a una batalla mayor por el restablecimiento de la democracia. Estas organizaciones pasaron de una relación de confrontación con el Gobierno por el lento avance en materia de reconocimiento de la violación de los derechos humanos durante la dictadura, a una alianza con el Ejecutivo a partir del mandato de Kirchner, que fue continuada durante la presidencia de Fernández (Andriotti 2014; Montero y Vincent 2013). Ellas estuvieron presentes en gran parte de las intervenciones públicas que realizó la mandataria, siendo reiteradamente representadas como parte de una tradición histórica de figuras reconocibles de acción política femenina (Christie 2016; De Grandis y Patrouilleau 2010):

Y lo hicieron mujeres que no venían de la política […] y, sin embargo, con la fuerza que solemos tener las mujeres cuando sentimos la agresión, no ya solamente sobre nuestros hijos sino sobre toda la sociedad, con una fortaleza y un valor inclaudicable salieron a la calle cuando nadie lo hacía. El presidente Kirchner sostuvo alguna vez que nosotros los argentinos y nuestra democracia somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo y también de las Abuelas. (Fernández 2008a)

Estas organizaciones han sido clasificadas como parte de los movimientos de madres contra la violencia, que surgieron en la región durante la década de los setenta bajo la naturalización de una concepción sobre la feminidad asociada a la maternidad como una voz de autoridad (Luna 2001). Desde el sentido que elabora Fernández, estas organizaciones encarnarían una valentía que es propia de lo femenino, al igual que la figura de la madre anónima. Desde el reclamo en el espacio público por el restablecimiento del orden, las simboliza como las madres de la nación contemporánea posdictadura. Así, forma parte de un relato construido que se orienta a demarcar un giro con respecto a la dictadura y los gobiernos neoliberales y el ascenso kirchnerista al gobierno, que es representado como la apertura hacia un mayor reconocimiento y la condena de los actos de violación de los derechos humanos (Christie 2016; Montero y Vincent 2013).

Dilma Rousseff: la figura de la supermadre

En el caso de Dilma Rousseff, presidenta de Brasil de 2011 a 2016, la figura de liderazgo político femenino es indisociable de la maternidad como fundamento de los atributos y las cualidades que son asociados al hecho de ser mujer. Mediante la representación de sí durante su primera candidatura bajo la noción de “madre del pueblo”, elaboró una politización de la identidad femenina vinculada al ejercicio de la maternidad como un medio para la legitimación de su accionar en el espacio político (Jalalzai y Dos Santos 2014; Mendonça y Ogando 2013; Pires 2011). La premisa central que permite profundizar en este aspecto es que Rousseff es una representante contemporánea de la categoría supermadre planteada por Chaney, pues construye su figura de liderazgo político femenino dentro de un marco estratégico, en el cual la maternidad aparece como el centro (Franceschet, Piscopo y Thomas 2016). Elaboró una representación de sí desde la dimensión maternal para apelar a la alta base de apoyo popular de su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva. Bajo la figura de una madre tradicional sacrificial legitimó su posición de autoridad, la cual estaba unida a la continuidad y al fortalecimiento de las políticas de protección social de su antecesor (Jalalzai 2016; Pires 2011).

La referencia de sí como madre fue continua a lo largo de su trayectoria política presidencial, como puede observarse en el siguiente extracto de un discurso en el que relata la ampliación de la cobertura educacional. Allí señala que todos los miembros de la sociedad deben tomar “para sí la tarea de acompañar, discutir, cobrar, proponer y construir nuevos caminos para la Educación nuestra. Como presidenta, como madre y abuela, daré todo de mí para liderar este gran movimiento” (Rousseff 2011).6 En este sentido, ser la primera mujer presidenta del país es ser también la primera madre en la historia de la participación femenina en ese cargo para el caso de Brasil, destacándose a sí misma desde los lazos familiares:

Tal vez sea esta la primera vez que, de esta silla presidencial, alguien haga un pronunciamiento en nuestro día, el Día de las Madres. No es coincidencia, es también la primera que nuestro país tiene una presidenta, una mujer que es madre, hija y abuela. Una mujer que, como la mayoría de ustedes, ya se emocionó en esta fecha. (Rousseff 2012)

Del extracto se destaca que la presentación de sí que Rousseff realiza tiene un enfoque hacia un público femenino con el cual establece una relación que se orienta a concretar un nivel de representación política simbólica a través de lazos de parentesco. Así, establece un vínculo indisociable entre la mujer, desde su estatus como madre, y la familia. Un nexo que es elevado por ella a una asociación mayor, bajo el sentido de que las mujeres son las madres que dieron fruto a la nación (Yuval Davis 2004):

Agradezco, sobre todo, y homenajeo aquí, en este Día Internacional de la Mujer, a las mujeres de mi país […] tengo mucho orgullo de representar a las mujeres y creo que nosotras tenemos un papel tan importante en la sociedad como el que tenemos en nuestras familias, y ese papel, en la sociedad, es aquel mismo que nos transforma de guerreras en madres, de luchadoras en compañeras, y considero muy importantes la firmeza y la determinación que cada una de las mujeres brasileñas […] Un abrazo a todos, y recuerdo a los hombres que no queden tristes, porque si la mitad son mujeres, la otra parte, la mitad, son nuestros hijos. (Rousseff 2013a)

Los discursos de Rousseff son expresión de la politización de una imagen idealizada de la madre representada como una figura de autoridad moral por sobre los hombres, a quienes se les da significado desde el lazo filial entre madre e hijo. La mandataria hace uso de este sentido al apelar a una diferenciación de las naturalezas femenina y masculina. Se trata de una concepción que se ha orientado hacia la construcción de una imagen de fortaleza de lo femenino al irrumpir en el espacio público desde el papel de madre y como una voz moral:

Una vez una monja me dijo lo siguiente, “es cierto, las mujeres somos madres, porque no hay hombre en la Tierra, en esta Tierra, que no tenga una madre. Entonces, en verdad, todo está en la casa y en la familia”. Entonces la importancia de las mujeres es una cosa que beneficia a todos los hombres también […] yo vi aquí a unas chicas que están muy alegres y demostrando que tienen fuerza […] Deben de tener fuerza e ir a la lucha. ¡Nosotras, las mujeres, tenemos que ir a la lucha! (Rousseff 2013c)

Hay una reivindicación de la maternidad -como un modelo opuesto a la imagen tradicional de la masculinidad en la esfera pública7- en la que las mujeres como madres son representantes de los valores morales. El problema es que presenta una figura homogénea de lo femenino desde una concepción esencialista y de carácter ahistórico de la mujer como madre, lo que recuerda la crítica que elabora Luna (2001 y 2009) sobre el discurso maternalista al apuntar que este limita a las mujeres a identificar su papel en la sociedad desde su función reproductiva.

Desde este sentido, se puede comprender la representación que hace Rousseff de sí misma como la de una supermadre contemporánea. La identificación de sí desde una identidad política se fundamenta en una concepción tradicional que se atribuye a la maternidad, pero que, a su vez, no la coloca en una posición subordinada dentro de la familia, ya que su autoridad recae sobre el hijo. Como una mujer que es madre, la legitimación que hace de su liderazgo político la efectúa desde una representación de sí como una figura de autoridad moral. Es desde este posicionamiento que se sostiene en una construcción de femenino que articula un discurso político particular con respecto a la violencia de género. Apelando a un vínculo afectivo entre el hijo y la madre, en un discurso en conmemoración del Día Internacional de la Mujer, Rousseff se presenta a sí misma como todas las mujeres del país:

[…] hago un llamado especial y una advertencia a aquellos hombres que, a pesar de todo, todavía insisten en agredir a sus mujeres. Si es por falta de amor y de compasión que ustedes actúan de esta manera, les pido que piensen en el amor, el sacrificio y la dedicación que han recibido de sus queridas madres. Pero si ustedes actúan así por falta de respeto o por falta de miedo, no olviden jamás que la máxima autoridad de este país es una mujer, una mujer que no tiene miedo de enfrentarse a los injustos ni a la injusticia, dondequiera que se encuentren. (Rousseff 2013b)

Los hombres que ejercen violencia contra la mujer no son capaces de reconocer un hecho esencial: todo hombre es hijo de una madre, es decir, de una mujer. Una figura unitaria femenina que es representada mediante estereotipos tradicionales sobre la maternidad desde los valores del amor y el sacrificio desinteresado hacia un hijo. Desde su posición como la “madre del pueblo”, la mandataria legitima el ejercicio de la autoridad en defensa de la mujer porque cuando se ejerce violencia sobre ella se está violentando a la nación misma (Molyneux 2003; Yuval Davis 2004).

En síntesis, la representación de sí articulada por Rousseff está sustentada en una imagen representacional de lo femenino que ha identificado a una parte de los movimientos sociales de mujeres, para reivindicar su función social como una figura de agencia en el campo de la política. Este es el sentido que permite definirla como la imagen de la supermadre contemporánea que fundamenta su autoridad política desde la superioridad moral, desde donde se establece como una figura protectora de las mujeres de la nación. Asimismo, remite a una concepción sacrificial tradicional ligada al marianismo, ya que construye una imagen del pueblo desde su amor incondicional por él, como a un hijo al cual debe dedicarse por entero para protegerlo. Se lo puede comprender como una puesta en escena que se realiza principalmente en el contexto de discursos sobre políticas de protección social, dirigidos a una audiencia sobre todo femenina, y apelando a las poblaciones de mayor vulnerabilidad que constituyeron su principal apoyo electoral (Do Amaral y Ribeiro 2015).

Michelle Bachelet: la figura de la madre contemporánea

La figura de liderazgo político articulada por Michelle Bachelet, presidenta de Chile de 2006 a 2010 y de 2014 a 2018, se sustenta en una presentación de sí misma arraigada en los atributos y representaciones de la feminidad que son significados como una renovación del ejercicio del poder en el campo tradicional de la política. Una representación dual, ya que combina elementos tradicionales, asociados al cuidado, y contemporáneos, vinculados a la autonomía de las mujeres desde el discurso de institucionalización de la equidad de género. La dimensión de lo materno que elabora la mandataria emerge en el enlace entre ambos. La premisa central es que se puede comprender la representación que ella realiza de sí en dos momentos que corresponden a los períodos de su mandato: 2006-2010 y 2014-2018. En el primero, una parte clave de la conexión que buscó establecer con la ciudadanía se fundamentó en su estatus de jefa de hogar monoparental, haciéndola parte de la experiencia cotidiana de muchas mujeres del país y, a su vez, separándola de las fuerzas políticas tradicionales. En el segundo periodo, en el contexto del caso Caval -un caso de corrupción que involucró a su hijo y a su nuera-, su imagen de credibilidad y transparencia fue cuestionada. A consecuencia de ello, y con el fin de afrontar la baja de popularidad producto del caso, la figura de la jefa de gobierno orientada hacia la protección de la ciudadanía mediante una política de afectos se pone por encima de la figura sustentada en la experiencia de jefa de hogar monoparental, sustentada por los lazos familiares.

El eje clave para comprender la elaboración de la imagen de la maternidad durante su primer período de gobierno, 2006-2010, es que esta no es representada bajo un significado único sobre la mujer, a diferencia del caso de Rousseff. El uso de la maternidad se orienta a referirse a su experiencia de conciliación entre su rol asociado a las relaciones de cuidado en la esfera privada y su trayectoria laboral en el ámbito de lo público. Esto le permitió presentarse como una ciudadana común que comprende las dificultades de la vida cotidiana, lo que le otorga un conocimiento concreto de sus necesidades y de las mujeres como un grupo social específico de pertenencia. En este sentido, se puede establecer una similitud con la primera forma en la que Fernández elabora una referencia sobre sí desde su experiencia de la maternidad.

A mí, que me ha tocado no sólo ser una jefa de hogar y sacar adelante a mí familia, como tantas otras de acá, trabajar y hacerse cargo de la casa […] creo que el ser mujer, el estar desde que hemos nacido en los zapatos de ser mujer, permite entender que, si bien mujeres y hombres tenemos capacidades enormes, también hay diversidades. (Bachelet 2008, 363)

De esta manera, la mandataria elabora la construcción de un relato en el que se destaca a sí misma como una de las tantas mujeres del país que debe cumplir un doble rol. Esta significación es uno de los sustentos de la representación de sí sobre la base de un estilo de liderazgo político distintivo que renueva el ejercicio en el campo de la política y la diferencia de una imagen tradicional de esta (Thomas 2013; Thomas y Adams 2010). Esta representación va acompañada de un énfasis en sus credenciales profesionales para apuntar a las capacidades que la legitiman en su posición de autoridad política. Ello se observa principalmente en las intervenciones públicas que realiza en el marco de la ampliación de la red de protección social desde la infancia, donde hace referencia continua de sí desde su estatus de madre y su profesión de médico pediatra:

Yo soy pediatra, soy madre, estudié y trabajé con niños pequeños, y mis hijos siempre fueron a una sala cuna y a un jardín infantil. Y he podido comprobar en carne propia lo beneficioso, lo positivo que es tener acceso a ese espacio. (Bachelet 2010, 68)

En este sentido, hay un enlace en el que su experiencia como madre y profesional apunta hacia las relaciones de cuidado. Desde su compromiso con la equidad de género como un principio democrático, elabora un discurso político que enfatiza en la priorización de las mujeres como sujetos de derecho desde la sensibilidad que ha desarrollado a partir de su experiencia como madre trabajadora (Jalalzai 2016):

Y es por eso mi compromiso con ustedes, jefas de hogar, con nosotras debería decir yo, jefas de hogar […] Yo decía que soy jefa de Estado y soy jefa de hogar, y lo digo con orgullo y con orgullo vamos a trabajar por todas las jefes de hogar de Chile. Trabajar por la mujer, por sus oportunidades, por sus derechos, por la protección social, por incorporarlas en justicia al mundo del trabajo y por incorporarlas desde la edad que tienen estas chiquititas, hasta algunas que ya no son tan chiquititas, es una tarea central de mi gobierno. (Bachelet 2007, 55-56)

Su enfoque es doble al centrarse en un discurso de igualdad de género más allá de su inscripción tradicional en la estructura de la familia, al mismo tiempo que se concentra en la priorización de políticas sociales ligadas a las relaciones de cuidado en ámbitos como la educación y la salud. Es por ello que posicionar a Bachelet en una sola categoría, como por ejemplo, la supermadre, es complejo. Como se estableció en un principio, la dimensión que adquiere lo materno en los discursos políticos de la mandataria se sustenta en el enlace entre elementos tradicionales y contemporáneos de las representaciones socioculturales sobre las mujeres. No se trata de que esta dimensión solamente se vea reflejada en los discursos sobre las políticas de protección social establecidas durante su gobierno. Es la experiencia desde su propia maternidad la que le permite establecer un paralelo de sí como jefa de un hogar monoparental y jefa de gobierno, desde donde se orienta a responder a una cultura política nacional ligada a un modelo de familia tradicional que ella reestructura (Thomas 2013). La mandataria efectúa una legitimación de su autoridad como una figura de liderazgo político femenino desde su imagen como madre moderna que eleva su responsabilidad hacia la conducción de un país, asimilado como una gran familia conformada por la ciudadanía:

Ustedes imaginarán que para mí son importantes todos, hombres y mujeres, pero en mi propia experiencia, ser mujer, ser madre y ser trabajadora, más allá de la dignidad de los cargos que he tenido el privilegio de llevar adelante como ministra, ahora como Presidenta, la verdad es que he sido toda mi vida una trabajadora, y lo seguiré siendo, una trabajadora más de este país, que ahora, lo que le pasa es que tiene un trabajo muy demandante, que tiene que trabajar por todos y todas, y que mi familia es la gran familia de Chile. Pero además de la gran familia de Chile, tengo que sacar a mis hijos y a mi hogar adelante. (Bachelet 2008, 70)

En este sentido, una visión ampliada sobre los discursos políticos que efectúa en su primer período de mandato, 2006-2010, refleja que la imagen de sí como una madre contemporánea es móvil, y su manifestación se encuentra determinada por la dimensión coyuntural en la que realiza sus intervenciones públicas. Así, su utilización es delineada como un contenido discursivo que apunta a objetivos estratégicos. En primer lugar, para justificar el enfoque de las políticas sociales de su gobierno hacia la protección y la concreción de un mayor nivel de autonomía de las mujeres. En segundo lugar, para elaborar una extensión de su rol de jefa de hogar que es a la vez jefa gobierno, al establecer una distinción moral con respecto a las fuerzas políticas tradicionales, posicionándose a sí misma por encima de ellas sobre la base del ejercicio de relaciones de cuidado orientadas hacia el bienestar de la ciudadanía. En síntesis, y vinculado a todo ello, es un elemento que le permite reestructurar y responder, desde su estatus de madre contemporánea, a la imagen de la familia en la cultura política del país que es conducida por una figura de liderazgo femenino. La manera en que la mandataria se presenta como una madre contemporánea no tiene un sentido unilineal con el cual se pueda establecer que lo que efectúa es la politización de una función social de las mujeres sobre la base de su maternidad. A diferencia de Rousseff, no se trata de un sostén único en un discurso homogéneo que ha caracterizado a parte de los movimientos sociales de mujeres en América Latina desde una representación de lo materno como un medio de traspaso de una voz de autoridad del ámbito de lo privado a la esfera pública. Lo que Bachelet representa es una imagen tradicional y contemporánea de lo femenino como una forma distintiva de posicionarse en el campo de la política, estableciéndola como un medio para legitimar su autoridad política presidencial ante las fuerzas políticas tradicionales y la ciudadanía.

Con respecto a la disociación que tuvo que llevar a cabo sobre su figura como jefa de hogar monoparental y jefa de gobierno, es necesario contextualizar que el foco de atención que se colocó sobre su vida personal en entrevistas realizadas durante su primer gobierno, 2006-2010, hizo que tuviese que ahondar en cómo conciliar la carga laboral que conlleva su cargo de presidenta con su vida familiar:

Lo que he buscado son instancias en que nos juntemos en torno a lo que nos gusta a todos, como comer. En mi familia se entrega el afecto así, con cosas ricas […] Generalmente en mi casa, porque si vamos a un restorán al tiro se me acerca gente y mis hijos dicen: “Ya se puso a hablar de trabajo”. Los fines de semana muchas veces cocinamos juntos, porque la niña que trabaja con nosotros se va el sábado y vuelve el domingo en la noche. A todos nos gusta comer y a todos nos gusta cocinar. (Vergara 2012)

En este sentido, destacó que en relación con sus hijos establece una línea divisoria en la que las responsabilidades asociadas a su cargo político no irrumpen en el espacio familiar. Esta separación que efectúa vuelve a emerger en su segundo período de gobierno, 2014-2018, con una significación revertida. En el contexto del caso Caval, como una forma de responder a las críticas dirigidas hacia ella, ahora es el espacio de las relaciones familiares el que no irrumpe en el ejercicio de sus responsabilidades como jefa de gobierno:

No sabía que la empresa Caval donde mi nuera es socia con otra persona estaba en un negocio de esta naturaleza. Dije la verdad y lo reitero. Y le voy a explicar en concreto por qué. Cuando una es candidata o cuando una es presidenta la verdad es que una está ocupada todo el día, viaja mucho. Yo veo muy poco a mi mamá y a mi familia en general, la veo realmente poco y cuando hay la posibilidad de verla, la verdad que lo que yo hago es una cosa muy concreta y sencilla, y la gente me ha conocido siempre ha sabido que soy así. Los invito a almorzar o a comer, yo preparo la comida, yo sirvo los platos, yo lavo los platos y retiro la mesa, y por lo tanto cuando estamos ese ratito conversando, porque además yo he pedido que no hablemos de trabajo, que es el momento para estar en familia. Están mis nietos corriendo alrededor, de lo que hablamos es de la familia. (“Presidenta Bachelet” 2015)

La controversia provocada por el caso Caval implicó que se discutiera públicamente la imagen de credibilidad y transparencia de la mandataria, lo que se tradujo en una baja sostenida de su aprobación en las encuestas (CEP 2015 y 2016). Establecer que lo que se cuestiona es la representación de sí desde la dimensión de lo materno tiene entonces relación con que se pusiera en entredicho su legitimidad política, por cuanto como madre establece una voz de autoridad que mantiene el orden dentro de su familia y en el campo de la política como jefa de gobierno. Lo que realiza para legitimar su posición de liderazgo político es movilizar una línea divisoria entre su imagen de madre contemporánea de jefa de hogar monoparental y jefa de gobierno.

Una de las consecuencias que trajo la polémica suscitada por el caso Caval es que la ciudadanía, con la que elaboró un imaginario de horizontalidad sobre la base de la empatía, haya perdido la confianza en la mandataria. La manera en la que afronta la controversia en el momento puntual en la que se produce no parte de la confrontación con la opinión pública, sino de la reiteración constante de la existencia de una línea divisoria entre su rol de madre y su rol de presidenta, en la que su vocación de servicio público hacia los demás es su principal prioridad:

[…] yo he sido mamá toda mi vida, digamos desde que tuve mis hijos, y he sido presidenta en un período anterior y hoy día. Y yo no me pierdo ni un solo segundo de cuál tiene que ser el rol de un presidente […] Y voy a hacer y voy a ejercer el liderazgo en ésta y las otras materias. Como mamá, como mamá yo voy a seguir siendo mamá. Yo soy una persona que soy humana, no soy infalible, no es verdad, pero tampoco quiero dejar de ser humana. Porque fíjese que es la humanidad, es el dolor que siento por la gente que lo pasa mal que es lo que me trajo de vuelta a Chile […] es ese amor a la gente, esa humanidad mía la que me trae hoy día acá. Y voy a seguir trabajando. Yo espero recuperar la confianza de la gente. Y la manera de recuperar la confianza va a ser cumplir con lo que he prometido. (“Michelle Bachelet anuncia” 2015)

Las referencias explícitas que realiza sobre el caso fueron efectuadas en entrevistas concedidas principalmente a medios de comunicación nacionales como una manera de alcanzar una cobertura ampliada para dirigirse a la ciudadanía. En síntesis, la imagen de sí como una madre contemporánea y parte integrante de su pertenencia de género pasa a ser descontinuada, y, con ello, una de las formas con las que respondía a la centralidad de la familia dentro de la cultura política nacional y legitimaba su autoridad moral por sobre las fuerzas políticas tradicionales.

Conclusiones. Las tres figuras distintivas de la imagen de la madre

El análisis desarrollado ha permitido establecer que cada una de las mandatarias latinoamericanas estudiadas representa una figura analítica distintiva con la que articulan una presentación de sí desde la dimensión de lo materno con una significación que forma parte integrante de los sentidos y atributos asociados a su pertenencia de género. Desde este punto de vista, se puede elaborar una perspectiva comparativa que posibilita interrogarse sobre las modalidades que adquiere la figura de la madre en el escenario político contemporáneo a partir de los casos analizados. Como se ha podido observar, la figura de la madre, ligada al modelo de la familia, continúa teniendo una preeminencia en el imaginario político asociado a las formas de representación de sí que históricamente han efectuado las mujeres en el campo de la política en América Latina (Franceschet, Piscopo y Thomas 2016). La premisa central es que las tres mandatarias articulan un uso estratégico diferenciado de la figura de la madre como una manera de dotar de contenido a la presentación de sí como líderes en el campo político. Cada una de las presidentas representa la figura de lo materno dentro de un marco estratégico diferenciado, lo que establece que los significados y sentidos que les son asociados no son de carácter unilineal. No se los puede comprender, por ejemplo, desde una lectura que sólo haga hincapié en una dimensión maternalista, como ha sido la óptica de los estudios sobre los movimientos de mujeres, o desde el debate sobre si la categoría supermadre continúa siendo relevante para comprender cómo las mujeres justifican su entrada al campo de la política y su desempeño dentro de él. Al enfocarse en una lectura de esta figura mediante el análisis de los discursos políticos de las tres mandatarias a lo largo de su trayectoria presidencial, se observa que esta adquiere sentidos múltiples que responden a los contextos políticos nacionales y a sus culturas correspondientes.

La imagen de la madre como una figura de accionar político continúa teniendo un espacio relevante en los imaginarios políticos nacionales. Sin embargo, y como fue observado, la presentación de sí desde la dimensión de lo materno refleja una puesta en escena estratégica en la que ellas mismas determinan y movilizan esta figura. Ya sea desde un uso de carácter instrumental, desde una significación articulada a partir de elementos tradicionales que aluden a la figura de la supermadre en el contexto contemporáneo, o desde una representación que entremezcla elementos tradicionales y contemporáneos sobre los significados y atributos asociados a la feminidad, la presentación de sí mediante la imagen de la madre se constituye como un elemento que, utilizado con mayor o menor énfasis, les permite distinguir sus figuras como las de un liderazgo político femenino.

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Cómo citar: Valenzuela Somogyi, Mariana. 2019. “La figura de la madre en los casos de las presidentas latinoamericanas Michelle Bachelet (Chile), Cristina Fernández (Argentina) y Dilma Rousseff (Brasil)”. Revista de Estudios Sociales 69: 67-78. https://doi.org/10.7440/res69.2019.06

* Este artículo es resultado de la tesis doctoral de la autora, titulada “La pertenencia de género como un recurso político. El caso de tres presidentas latinoamericanas: Cristina Fernández (Argentina), Dilma Rousseff (Brasil) y Michelle Bachelet (Chile)”. Este trabajo se benefició del apoyo financiero de la Iniciativa Científica Milenio del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo de Chile, adjudicado al Centro Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder.

1Este pensamiento puede ligarse al desarrollo de la corriente del feminismo de la diferencia, que le otorgó una significación política a la maternidad al representar la identidad colectiva de las mujeres, opuesta a la de los hombres, a partir de la existencia de roles y de actitudes y características específicamente femeninos, subrayando así su rol como madres y articulándose como una teoría moral (Álvarez 2001; Benhabib 2006). Dentro de esta corriente, que tiene entre sus autoras representativas a Nancy Chodorow y Luisa Muraro, la maternindad es concebida como una práctica social conducente a un ejercicio de la política menos agresivo, por cuanto una madre, a diferencia del hombre, tiene un comportamiento no violento y una disposición psicológica al conocimiento (Álvarez 2001; Mouffe 1999). La crítica a esta corriente es que recae en un esencialismo al alejarse de una concepción de género como un constructo sociohistórico, caracterizando a las mujeres en su rol materno como entidades ahistóricas y universalizadas. A su vez, al presentar el modelo de ciudadanía basado en el vínculo íntimo entre madre e hijo, la aleja de la concepción de igualdad, central del pensamiento liberal y, por ende, de la demanda emancipadora feminista basada en la concepción de sujeto de derecho (Dietz 2001).

2El marianismo proviene del culto religioso colonial a la imagen de la Virgen María. A partir de allí se estableció un modelo ideario de la feminidad que dotó de un significado específico al rol de las mujeres en la sociedad bajo la imagen de una madre abnegada que se sacrifica por sus hijos (Montecino 1996a).

3En el caso de Fernández y Rousseff, se seleccionaron discursos y entrevistas desde su llegada a la presidencia hasta el final de sus períodos de mandato. En Fernández, el corte se efectuó al culminar su segundo mandato, en el 2015, y en Rousseff, en agosto de 2016, cuando fue apartada definitivamente de su cargo por el proceso de impeachment constitucional al que fue sometida. En el caso de Bachelet, se estudiaron sus dos períodos presidenciales, con un intervalo de cuatro años entre el primero y el segundo. Ya que la investigación finalizó antes de que terminara su segundo gobierno, el corte en la revisión se hizo en diciembre de 2016.

4Desde la metodología del análisis cualitativo de contenido se ha establecido que los textos están constituidos por una dimensión manifiesta que es abierta y directa, y una dimensión latente que alude a lo indirecto, es decir, al sentido oculto de lo que se pretende transmitir.

5Molyneux (2003) y Zarco (2011) plantean que las figuras de la madre y de la esposa, propias del espacio de lo doméstico con el que se ha tendido a identificar lo femenino, fueron elementos apropiados por Duarte de Perón para justificar y legitimar su accionar en la esfera pública.

6Las traducciones son de la autora.

7Se trata de una imagen que apela a un modelo de masculinidad hegemónica tradicionalmente asociado al ejercicio de una autoridad impositiva, y que ha sido debatido de manera amplia en los análisis feministas sobre la concepción del sujeto ciudadano. Para profundizar en el tema ver Lister 2003.

Recibido: 27 de Julio de 2018; Aprobado: 11 de Diciembre de 2018

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