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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.80 Bogotá Jan./Apr. 2022  Epub Apr 25, 2022

https://doi.org/10.7440/res80.2022.03 

Temas varios

Procesos de reconfiguración identitaria en hombres que son los principales cuidadores de sus hijas e hijos*

Reconfiguring Identity in Men Who are the Primary Caregivers of Their Daughters and Sons

Processos de reconfiguração identitária em homens que são os principais cuidadores de suas filhas e filhos

María Constanza González Viveros** 

Elvia Vargas Trujillo**** 

Ana L. Jaramillo-Sierra*** 

**Doctora y magíster en Psicología por la Universidad de los Andes (Colombia). Realizó una especialización en Terapia Sistémica en la University of Bedfordshire (Reino Unido). Actualmente es profesora de Educación Continua en el Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. mc.gonzalez@uniandes.edu.co

***Doctora en Psicología por Virginia Polytechnic Institute and State University (Estados Unidos). Profesora Asociada del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes (Colombia). Sus líneas de investigación giran en torno a género, intervenciones y bienestar, y violencia sexual en contextos universitarios. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Judging the Legality of Sexually Violent Tactics: A Comparison between Prosecuting Attorneys in the United States and Colombia” (en coautoría), Journal of Sexual Aggression 1-19, 2021, https://doi.org/10.1080/13552600.2021.1970833; e “Intimate Partner Violence in Colombia” (en coautoría), en International Perspectives in Intimate Partner Violgence: Challenges and Opportunities, editado por Sandra M. Stith y Chelsea M. Spencer, 53-63. Nueva York: Springer, 2021, https://doi.org/10.1007/978-3-030-74808-1. al.jaramillo@uniandes.edu.co

****Doctora en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid (España). Fue profesora asociada del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes (Colombia) hasta su jubilación, en enero de 2022. Pertenece al grupo de investigación “Grupo, familia y sexualidad”. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Actitudes, percepciones de autoeficacia y prácticas de docentes de preescolar hacia el trabajo con familias homoparentales en Bogotá” (en coautoría), Summa Psicológica UST 16 (2): 110-120, 2019, https://doi.org/10.18774/0719-448x.2019.16.415; y (en coedición) Embarazo temprano: evidencias de la investigación en Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes; Ediciones Universidad del Rosario, 2021. elvargas@uniandes.edu.co


Resumen:

Las parejas en las cuales los padres son los principales cuidadores de sus hijas e hijos y las madres son las principales proveedoras económicas del hogar tienen una distribución de roles que transgrede las normas de género tradicionales y cuestiona las identidades de hombres y mujeres. En este artículo se presentan los resultados de los procesos de reconfiguración identitaria en los hombres de siete parejas heterosexuales con esta organización familiar. Los resultados de esta investigación cualitativa mostraron que asumir el rol de principal cuidador de los hijos tiene el potencial de generar identidades más equitativas y cuidadoras. Se discuten las implicaciones de los resultados en el desarrollo de iniciativas de promoción de estas identidades.

Palabras clave: cuidado; género; identidad; paternidad

Abstract:

The role distribution in couples in which fathers are the primary caregivers for their children while mothers are the primary breadwinners, typically transgresses traditional gender norms and challenges the identities of men and women. This article presents the results of identity reconfiguration processes in men from seven heterosexual couples with this type of family organization. The results of this qualitative research showed that assuming the role of the primary caregiver of children can result in more equitable and caring identities. The implications of the findings for the development of initiatives to promote these identities are discussed.

Keywords: care; gender; identity; parenting

Resumo:

Casais em que os pais são os principais cuidadores de suas filhas e filhos e as mães são as principais provedoras econômicas do lar têm uma distribuição de papéis que transgride as normas tradicionais de gênero e questiona as identidades de homens e mulheres. Este artigo apresenta os resultados dos processos de reconfiguração identitária em homens heterossexuais de sete casais com organização familiar heterossexual. Os resultados desta pesquisa qualitativa mostraram que assumir o papel de cuidador principal de crianças tem potencial para gerar identidades mais equânimes e solidárias. Discutem-se as implicações dos resultados no desenvolvimento de iniciativas de promoção dessas identidades.

Palavras-chave: cuidado; gênero; identidade; paternidade

Introducción

Recientemente fue aprobada en Colombia la Ley 2114 de 2021 que amplía la licencia de paternidad de una a ocho semanas (“Ley de licencia compartida entró en vigencia este jueves en Colombia” 2021). Medidas como esta, acompañadas de transformaciones individuales, relacionales y macrosociales, apuntan a cerrar la brecha en el desarrollo de labores de cuidado de los hijos entre hombres y mujeres, inequidad presente en todos los países del mundo (Aguayo et al. 2017; Levtov et al. 2015).

En América Latina y el Caribe, los estudios de uso del tiempo han identificado que las mujeres dedican de 6 a 23 horas más a la semana que los hombres a los trabajos remunerados y no remunerados combinados (Aguayo et al. 2017). En Colombia, estos estudios señalan que tres cuartas partes del trabajo de cuidado no remunerado es desarrollado por ellas (DANE y ONU Mujeres 2020). En este mismo sentido, los resultados de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) 2015 evidencian que mientras que el 65% de las mujeres señaló que se encarga en su totalidad del cuidado de niñas y niños menores de cinco años, el 4,3% de los hombres reportó que lo hacía (Sánchez 2015).

Estas inequidades en la distribución de los trabajos de cuidado tienen implicaciones negativas para las mujeres y los hombres. Para las mujeres, la carga adicional de trabajo no remunerado limita sus oportunidades de educación, empleo, contacto social, ocio y participación política (Aguayo et al. 2017; Razavi 2007). En el caso de los hombres, su escasa vinculación al cuidado de sus hijas e hijos reduce sus posibilidades de ejercer, vivir y disfrutar la paternidad (Herrera, Aguayo y Goldsmith Weil 2018; Levtov et al. 2015).

Las investigaciones han identificado que las transformaciones hacia la equidad en los trabajos de cuidado parecen estar desarrollándose a un ritmo lento, pues son múltiples las barreras presentes (Aguayo et al. 2017; Levtov et al. 2014; Levtov et al. 2015). Como parte de estas transformaciones, se ha encontrado que, a partir de los diversos cambios socioeconómicos de las últimas décadas, una minoría de parejas alrededor del mundo se distribuyen los roles de manera que los hombres son los principales cuidadores de sus hijas e hijos, mientras las mujeres son las principales proveedoras económicas del hogar (Doucet 2005 y 2009; Chesley 2011; Hanlon 2012; Dunn, Rochlen y O’Brien 2013).

Sin embargo, es poco lo que se sabe sobre la forma en la que estos hombres y mujeres reconfiguran sus identidades a partir de esta dinámica familiar. Los resultados que se presentan en este artículo, correspondientes a los hombres, forman parte de una investigación que indagó por las reconfiguraciones identitarias de hombres y mujeres en estas familias, y por la coconstrucción identitaria en la pareja. Específicamente, se respondió a la pregunta: ¿cómo los hombres principales cuidadores de sus hijas e hijos reconfiguran sus identidades al ejercer este rol?

Marco teórico

A continuación se presentan los referentes teóricos y empíricos de esta investigación: la teoría socioconstruccionista, que desarrolla la idea de una identidad narrativa y coconstruida en la vida social (Gergen 1996; Goolishian y Anderson 1994); la teoría estructural del género, que identifica tres niveles en los que este opera y se construye (Risman 2009 y 2004; Scarborough y Risman 2017); finalmente, la teorización sobre el cuidado desde la ética del cuidado (Held 2006; Tronto 1993), y las investigaciones recientes sobre los retos y barreras que encuentran los hombres en el cuidado de sus hijas e hijos.

La identidad narrativa: el sí mismo como narrador en la vida social

En términos de la construcción identitaria, desde la teoría socioconstruccionista la interacción social y el lenguaje desempeñan un papel central en la construcción de la realidad y del sí mismo (self) (Berger y Luckmann 1999; Gergen 2001 y 1996). Específicamente, se entiende que en las narrativas el ser humano produce significado y le da sentido al mundo y a sí mismo (Gergen 1996; Goolishian y Anderson 1994). Estos planteamientos son coherentes con la tradición narrativa en psicología, según la cual la identidad se manifiesta en narrativas personales construidas y reconstruidas a lo largo de la vida, a partir de la interacción social (Hammack 2008). Así, el self o la identidad se configura a través de las diferentes maneras en las que el individuo se relata a sí mismo y a los demás, sobre sí y sobre su propia continuidad en el tiempo (Goolishian y Anderson 1994).

Ahora bien, las narrativas que componen la identidad son intersubjetivas, en tanto que se construyen en el contexto de interacciones y prácticas sociales. De esta manera, los seres humanos son coconstructores, con otros y otras, de las diversas narrativas de su sí mismo; por tanto, lejos de ser permanentes y unificadas, las autonarrativas son diversas y fluidas y se encuentran en permanente cambio (Gergen 1996; Goolishian y Anderson 1994).

Asimismo, dado que el ser humano está situado en un contexto cultural e histórico específico, las autonarrativas dan cuenta de los discursos presentes en la cultura (Goolishian y Anderson 1994; Gergen 1996). Efectivamente, las personas construyen sus autonarrativas al reconocerse y narrarse en relación con los discursos disponibles para ellas y ellos (Gergen 2001; Goolishian y Anderson 1994). En consecuencia, existe una tensión entre el sí mismo y los discursos culturales. Por un lado, estos últimos son incorporados, de manera consciente o no, por los individuos al estar inmersos en diferentes contextos interaccionales (Gergen 1993 y 2001). Por otro, en la incorporación de estos discursos los individuos no son receptores pasivos, sino agentes en la creación de su identidad, en una permanente interacción comunicativa con los otros (Gergen 1996; Goolishian y Anderson 1994). A partir de los elementos antes reseñados, en esta investigación se utilizó el término identidad en lugar de sí mismo, para privilegiar una expresión mayormente empleada y entendida en español.

El género como estructura multidimensional

El concepto de género, ampliamente desarrollado por teóricas feministas, tiene acepciones múltiples y a veces divergentes (Anderson 2005; Lorber 2000; Risman 2004). En sintonía con los planteamientos socioconstruccionistas, la teoría estructural del género también se aparta de explicaciones individualistas del ser humano. En efecto, considera que los procesos macrosociales y relacionales se encuentran en interacción con la construcción de sí mismos; en este caso, sí mismos generizados (gendered selfs)1 (Risman 2009 y 2004; Scarborough y Risman 2017).

Esta teoría entiende el género como una estructura socialmente construida que prescribe normas, expectativas y roles diferentes a hombres y mujeres, y es inequitativa en tanto otorga mayor valor, poder y privilegio a los hombres (Lorber 2000 y 1994; Risman 2004 y 1998). Establece que el género opera y se construye en las dimensiones individual, relacional y macrosocial de la siguiente manera: 1) en la dimensión individual, en las identidades generizadas (gendered selfs), entendidas como las construcciones que hacen los individuos sobre sí mismos en relación con las ideologías de género presentes en la cultura; 2) en la dimensión relacional, en las prácticas sociales en las que se actúan las expectativas culturales con respecto a lo que los hombres y las mujeres deben ser y hacer; 3) en la dimensión macrosocial, en las regulaciones explícitas sobre la distribución de recursos y bienes materiales, en las leyes y en las ideologías culturales dominantes sobre lo que significa ser una mujer o un hombre (Risman 2004; Scarborough y Risman 2017). Con respecto a estas últimas, en esta investigación se empleó el concepto de normas de género, definidas como las reglas inequitativas que organizan los procesos de socialización a partir del sexo (características biológicas con base en las cuales se distingue a las personas como mujeres, hombres o intersexuales). Es decir, aquellas que establecen la forma en la que los hombres y las mujeres deben comportarse a lo largo de su vida (Edstrom et al. 2015).

Otro elemento central de esta teoría es su dinamismo, en tanto que ninguna dimensión determina a la otra y, por el contrario, existe una causalidad recursiva entre estas. Así, la dimensión institucional moldea las construcciones del individuo y las interacciones sociales, pero también la agencia humana puede crear, mantener y modificar esta dimensión macrosocial (Risman 2004 y 2009). De esta manera, el género, en tanto construcción social, puede ser asumido o resistido por los individuos y, por ende, es posible tanto hacer género como deshacer el género (Deutsch 2007; Risman 2009).

Finalmente, el género no opera de manera aislada, sino entretejida con otros sistemas de inequidad como la raza, la clase, el estatus socioeconómico, la religión y la orientación sexual (Risman 2004; Scarborough y Risman 2017; Andersen y Collins 1994). Estas interacciones configuran diferentes niveles de poder, estatus y privilegio, y tienen implicaciones tanto en los self generizados como en las prácticas en las que se hace género (Risman 2009; Scarborough y Risman 2017).

El cuidado de las hijas e hijos: barreras y retos para los hombres

El concepto de cuidado no tiene una única definición. Acorde con la teoría socioconstruccionista, al desarrollar esta noción se toma distancia de una concepción de ser humano independiente y autosuficiente y, en cambio, se lo concibe como relacional e interdependiente (Gilligan 1982; Held 2006; Tronto 1993) A partir de la ética del cuidado, en este estudio se entendió el cuidado como una actividad que comprende dos elementos, tanto un interés por el bienestar de los otros y otras como las prácticas orientadas a la satisfacción de sus necesidades (Held 2006; Tronto 1993). Así, la sensibilidad frente a las necesidades de la otra persona, la empatía y el deseo de favorecer su bienestar son condiciones fundamentales para que el cuidado se desarrolle (Held 2006; Tronto 1993). El cuidado de las hijas e hijos, por su parte, es un tipo de cuidado particular que se presenta en el contexto de una relación íntima, en donde se requiere un fuerte involucramiento emocional, así como un alto compromiso y responsabilidad a lo largo del tiempo (Lynch 2007).

Aunque en las últimas décadas se han identificado formas alternativas de paternidad y cuidado por parte de los hombres (Barker et al. 2012; Figueroa y Flores 2012; Morrell y Jewkes 2011; Bataille y McGill-Carlison 2017), como se mencionó anteriormente, en ningún país del mundo los hombres y las mujeres asumen el cuidado de sus hijas e hijos en igualdad de condiciones (Aguayo et al. 2017; Levtov et al. 2015). A nivel estructural, existen dos barreras importantes que impiden una mayor participación de los hombres en este cuidado: por un lado, las normas de género -binarias, jerárquicas e inequitativas- que circulan en la cultura y, por otro, ciertas políticas y condiciones laborales (Aguayo et al. 2017; Levtov et al. 2015; Olavarría 2017 y 2001).

Son diversas las normas de género que se entrelazan para mantener una limitada participación de los hombres en el cuidado de sus hijas e hijos. Las más sobresalientes son las que establecen que el cuidado es una labor natural y propia de las mujeres (Johnston y Swanson 2007; Lyonette y Crompton 2015), subvaloran el trabajo de cuidado en la esfera doméstica (Pineda Duque 2010; Olavarría 2017) y señalan que el trabajo remunerado es el núcleo de la respetabilidad social y de la identidad de los hombres (Olavarría 2017; Strier 2014). La idea de una disposición y especialización natural de las mujeres para cuidar a sus hijos, que se extiende a sus habilidades de cuidado del hogar, refuerza la noción de esferas separadas para hombres y mujeres, y cuestiona la capacidad de los hombres para desarrollar estas actividades (Coltrane y Adams 2003; Herrera y Pavicevic 2016; Lyonette y Crompton 2015). Por su parte, el trabajo remunerado, como eje del reconocimiento e identidad de los hombres, se asocia con la vinculación al mundo de lo público, la independencia económica y la posibilidad de proveer económicamente a su familia (Olavarría 2017; Strier 2014; Puyana y Mosquera 2005). En este sentido, la paternidad se ejerce al buscar reconocimiento social y autoridad en el contexto del núcleo familiar, y la responsabilidad sobre las hijas e hijos se asume fundamentalmente a través de la provisión económica (Olavarría 2001; Strier 2014; Puyana y Mosquera 2005).

Ciertas políticas y condiciones laborales también pueden impedir o desestimular la vinculación de los hombres al cuidado de sus hijas e hijos. Políticas sociales y económicas catalogadas como “maternalistas” refuerzan la asociación maternidad-cuidado, paternidad-trabajo remunerado, al dirigir los programas, proyectos e intervenciones a las mujeres (Aguayo et al. 2017; Blofield y Martínez 2014; Herrera, Aguayo y Goldsmith Weil 2018). En el entorno laboral, hombres y mujeres necesitan condiciones favorables para el cuidado: salarios, horarios, licencias posnatales y permisos laborales (OIT y PNUD 2013). En este sentido, por ejemplo, es una prioridad eliminar la desigualdad salarial -los hombres en América Latina ganan en promedio 19% más que las mujeres-, en tanto constituye un factor que presiona para que sean ellas quienes cuiden a sus hijos y ellos provean económicamente la familia (Un Women 2015). Asimismo, es importante ampliar las licencias de paternidad que cubren periodos cortos (entre dos y catorce días) y los permisos laborales asociados al cuidado de las hijas e hijos (Herrera, Aguayo y Goldsmith Weil 2018; Aguayo, Barker y Kimelman 2016).

Metodología

En esta investigación se empleó una metodología cualitativa desde una aproximación a la teoría fundamentada que tuvo un énfasis relacional (Glaser y Strauss 1976; Strauss y Corbin 1998; Charmaz 2006). Los participantes fueron siete parejas en las cuales los hombres eran los principales cuidadores de sus hijas e hijos, menores de cuatro años, y las mujeres las principales proveedoras económicas del hogar2. La muestra fue intencional, por cuanto se buscaron parejas que cumplieran con esta organización familiar (Patton 2002). Esto considerando que es una población de difícil acceso (Useche y Arrivillaga 2008) porque en Colombia, así como en el resto del mundo, las parejas que se distribuyen los roles de esta manera son una minoría (Sánchez 2015). En la tabla 1 se observa que la muestra de hombres se caracterizó por ser diversa en términos del nivel educativo y el estrato socioeconómico de los participantes.

Tabla 1. Características sociodemográficas de la muestra de hombres 

Fuente: elaboración propia.

Recolección de información

La información se recolectó en dos sesiones a partir de entrevistas semiestructuradas con los integrantes de la pareja simultáneamente. Así, se buscó conocer tanto las narrativas de identidad como las narrativas conjuntas relacionadas con la coconstrucción identitaria. Cada sesión tuvo una duración aproximada de dos horas. El estudio contó con el aval del comité de ética de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes. Antes de las entrevistas, las personas fueron informadas sobre las características del estudio, su participación voluntaria y la confidencialidad de la información suministrada.

Análisis de datos

El análisis de datos se realizó según los lineamientos generales de la teoría fundamentada (Glaser y Strauss 1976; Strauss y Corbin 1998; Charmaz 2006). Desde una perspectiva relacional, tanto en las narrativas de identidad como en las narrativas conjuntas, se siguieron las tres etapas de codificación: abierta, axial y selectiva (Creswell 2012; Hesse-Biber y Leavy 2011; Charmaz 2006). Además, se hicieron otros dos tipos de análisis: uno intratextual, en el cual se estudiaron las entrevistas de cada pareja como una totalidad y se reconocieron los procesos de reconfiguración identitaria de sus integrantes; otro intertextual, en el cual se compararon estos procesos entre las siete parejas. Este último permitió encontrar las tendencias del conjunto de hombres, mujeres y parejas.

Acorde con los lineamientos de la teoría fundamentada, el análisis se realizó paralelamente con la recolección de la información. Durante todo el proceso se desarrolló el método de comparación constante (Charmaz 2006), en el cual cada código se verificó continuamente con el fin de identificar similitudes y diferencias dentro de una misma entrevista y, posteriormente, entre las distintas entrevistas. Igualmente, se hizo uso del software Nvivo con el fin de apoyar el desarrollo de estas codificaciones. Para garantizar la confidencialidad de la información se protegieron las grabaciones en audio y las transcripciones de las entrevistas, de manera que solamente la investigadora principal tuviera acceso a ellas. En las transcripciones de las entrevistas se utilizaron pseudónimos y se omitieron todos los datos que permitieran la identificación de los participantes.

Resultados y discusión

Los resultados derivados del proceso de análisis evidenciaron que, dada su distribución no tradicional de roles, los hombres y las mujeres en estas parejas se encuentran en un proceso de reconfiguración de sus identidades generizadas, entendido como la construcción de nuevas narrativas de sí mismos en relación con quiénes son, qué hacen y cómo se sienten, en las que integran, o no, las normas de género presentes en la cultura. En estos procesos de reconfiguración identitaria se evidenciaron tendencias, mecanismos y experiencias centrales que se describen a continuación.

En el caso de los hombres, la experiencia como principal cuidador de las hijas e hijos tiene el potencial de generar reconfiguraciones en sus identidades hacia unas más equitativas y cuidadoras. Sin embargo, las experiencias de los hombres fueron diversas y, en este sentido, se identificó que, dependiendo de qué tanto se distanciaron activamente de las normas de género, fue posible reconocer tres tendencias: inicial, intermedia y avanzada.

Por otra parte, se identificaron mecanismos de reconfiguración identitaria, es decir, formas particulares en las cuales se desarrollan estos procesos de reconfiguración: 1) la interiorización acrítica de las normas de género; 2) el ajuste de las normas de género de acuerdo con las condiciones particulares; y 3) el distanciamiento de las normas de género y la construcción de referentes morales posgénero.

Por último, se evidenciaron cuatro experiencias centrales en los hombres cuidadores: 1) la motivación para ser el principal cuidador de sus hijas e hijos; 2) el desarrollo de habilidades de cuidado; 3) la centralidad del trabajo remunerado en su identidad; y 4) la búsqueda del balance entre el cuidado y el trabajo remunerado. En la tabla 2 se resumen estos tres ejes de análisis de los procesos de reconfiguración identitaria que se describen a continuación.

Tabla 2. Mecanismos, tendencias y experiencias centrales en la reconfiguración identitaria 

Fuente: elaboración propia.

Mecanismos: interiorizar, ajustar o trascender las normas de género

Acorde con lo reportado en estudios previos (Doucet 2005; Chesley 2011; Barker et al. 2012; Olavarría 2017), el primer mecanismo identificado en el análisis de los datos fue la interiorización acrítica de las normas de género presentes en la cultura. Esto se refiere a la construcción narrativa que las personas hacen de sí mismas en la que integran, de manera no consciente, las normas de género inequitativas presentes en su contexto social.

Adicionalmente, este estudio logró avanzar en la identificación de otros dos mecanismos a partir de los cuales los hombres y las mujeres de esta muestra reconfiguraron sus identidades generizadas. Por un lado, el ajuste de las normas de género, que se presenta cuando las personas interiorizan una norma de género y la acomodan de acuerdo con sus condiciones particulares. A partir de este mecanismo la norma sigue siendo reproducida, solo que de manera más sutil. Por otro, el distanciamiento de las normas de género y la construcción de referentes morales posgénero, que se evidencia cuando las personas desarrollan una propuesta alternativa y equitativa frente a las normas de género. Los referentes morales posgénero se entendieron como las normas personales que fueron creadas, y cocreadas, por los individuos a partir de un distanciamiento activo frente a las normas de género presentes en la cultura. Estas normas proponen formas alternativas de ser, pensar, hacer y sentir en las que hay equidad entre hombres y mujeres.

Tendencias: inicial, intermedia y avanzada

De acuerdo con el señalamiento de que la equidad es un proceso antes que un estado de todo o nada (Jonathan y Knudson-Martin 2012; Knudson-Martin y Mahoney 2005), se identificaron tres tendencias en el proceso de reconfiguración identitaria de los hombres. Estas, sin ser propuestas “totalizantes”, mostraron diferentes niveles de avance en este proceso, así como similitudes y variaciones en las experiencias de los hombres. Así, las tendencias inicial, intermedio y avanzado se diferenciaron por la forma en la que las normas de género presentes en la cultura fueron interiorizadas, o no, por los individuos en sus identidades.

En la tendencia “en proceso inicial de trascender el género”, los datos revelan que, aunque en las identidades de los hombres predominó la interiorización de normas de género relacionadas con la paternidad, el cuidado y el trabajo remunerado -como, por ejemplo: el cuidado de los hijos e hijas no es un trabajo, o no es un trabajo valioso (Olavarría 2017)-, también se apreciaron algunos intentos por distanciarse de dichos mandatos. Por su parte, en la tendencia “en proceso intermedio de trascender el género”, los hombres en algunas oportunidades integraron a sus identidades normas de género, como la anterior, mientras que en otras se distanciaron de estas. Finalmente, en las identidades de los hombres de la tendencia “en proceso avanzado de trascender el género o posgénero” se observó que mayoritariamente se distanciaron de estas normas de género inequitativas. Al hacer este distanciamiento, se evidenció que construyeron referentes morales posgénero como, por ejemplo: es legítimo y valioso que los hombres desarrollen un repertorio amplio de habilidades de cuidado de sus hijas e hijos.

Experiencias centrales: motivaciones para el cuidado y desarrollo de habilidades de cuidado

En concordancia con otros estudios sobre hombres cuidadores (Barker et al. 2012; Chesley 2011; Doucet 2005; Morrell y Jewkes 2011), las motivaciones para el cuidado son diversas y, en algunos casos, pueden transformarse a lo largo del tiempo. Se encontró que mientras que los hombres están iniciando su proceso de reconfiguración identitaria señalaron que sus condiciones laborales fueron su principal razón para ejercer este rol, los que van más avanzados mencionaron que garantizar el bienestar de sus hijos y asumir su responsabilidad como padres los llevó a ocuparse de su cuidado. En el primer caso, se evidencia una motivación de tipo “circunstancial”, mientras que en el segundo, el cuidado es entendido como una responsabilidad y una oportunidad de bienestar. Por su parte, los hombres en proceso intermedio de reconfiguración identitaria, aunque iniciaron el cuidado por estar desempleados, mantuvieron esta labor porque la consideraron valiosa tanto para sus hijos e hijas como para sí mismos.

En cuanto a las habilidades de cuidado, en sintonía con estudios previos (Doucet 2005; Chesley 2011), todos los hombres describieron haberlas desarrollado independientemente de la edad de sus hijas e hijos. Sin embargo, se halló que las diferencias cualitativas más sobresalientes se relacionaron con las características del cuidado y con la expresión de gozo e involucramiento emocional con sus hijas e hijos. Así, mientras que los hombres que han avanzado menos en su proceso de reconfiguración identitaria desarrollaron un cuidado de tipo “ejecutivo”, los que han avanzado más en este proceso tuvieron un cuidado “integral desde el gozo”. En la tabla 3 se resumen las motivaciones para el cuidado, el tipo de cuidado desarrollado y las tendencias en el proceso de reconfiguración identitaria que se asocian a cada uno.

Tabla 3. Motivaciones para el cuidado, tipo de cuidado desarrollado y tendencias 

Fuente: elaboración propia.

El cuidado circunstancial y de tipo “ejecutivo”

Los hombres que han avanzado menos en el proceso de reconfiguración identitaria señalaron ejercer el rol de principales cuidadores fundamentalmente por sus condiciones laborales, ya fuera de desempleo o de trabajo de tiempo parcial en casa. Este hecho se observa en las narrativas de Ernesto y César, en cuyos casos, más que una decisión, las circunstancias parecen haberlos llevado al cuidado:

Pues creo que la decisión [de cuidar a su hijo] fue así, “dedocráticamente”, pues si no hay quien más […] la cuestión es, no tengo trabajo, entonces en el plano económico estamos bien, pero no se presta para darse un lujito y contratar a alguien, o para tener a Felipe en algún curso. Entonces digamos que aprovechamos eso y que yo estoy a la mano y, pues, así estamos. (Ernesto, cuidador de un hijo de tres años de edad)

Realmente la decisión se tomó sola, por las circunstancias en las que ya estábamos, las fichas cayeron en ese orden por la situación laboral. Claudia [su pareja] estaba trabajando tiempo completo y yo estaba trabajando en línea en casa. (César, cuidador de un hijo de un año de edad)

Así, en los procesos de reconfiguración identitaria de estos hombres se encontró la interiorización acrítica de las normas de género que establecen que el cuidado de los hijos no es un trabajo o no es un trabajo valioso, y que el trabajo remunerado es el principal eje del valor, estatus y respetabilidad social de los hombres (Olavarría 2017). A partir de allí, crean el siguiente ajuste a estas normas: el cuidado de los hijos por parte de los hombres se presenta porque sus condiciones laborales así lo permiten/obligan.

En cuanto al desarrollo de habilidades de cuidado a sus hijas e hijos, los hombres que se encuentran iniciando su proceso de reconfiguración identitaria describieron el desarrollo de habilidades relacionadas, entre otras, con la alimentación, el aseo y el acompañamiento en actividades de ocio. Sin embargo, estas dan cuenta de un cuidado de tipo “ejecutivo”, principalmente centrado en el hacer. Es así como Ernesto y César describen el cuidado de sus hijos como la organización y realización de actividades en el día a día:

Entonces llega la hora, me toca recoger a Felipe [hijo]. Y muchas veces el almuerzo ya está listo, pero muchas otras no está; entonces Felipe se sienta ahí a esperar; entonces cuando me demoro mucho, se acurruca y se queda dormido. Entonces me toca alzarlo y dejarlo que duerma por ahí unas dos horas para luego volverlo a traer aquí a que coma algo. (Ernesto, cuidador de un hijo de tres años de edad)

Desayuno, le doy el desayuno rápidamente a él [hijo], y aprovecho y le escojo su ropa para que ya estemos listos los dos para bañarnos. Entonces lo baño conmigo, nos bañamos y lo cambio. Si tengo que contactar a gente relacionada con algo de mi trabajo lo hago inmediatamente después de que él desayuna. Mientras me ocupo en eso, le doy tiempo a él para que haga la digestión y esté listo para ser cambiado. (César, cuidador de un hijo de un año de edad)

En las narrativas de estos hombres sobre el cuidado a sus hijos no se identificaron expresiones de disfrute al desarrollar estas actividades, ni palabras o expresiones que refieran un involucramiento emocional. Aunque este hecho no implica necesariamente que no se disfrute este rol, o que no se esté desarrollando un vínculo emocional, sí muestra que los hombres no desean expresarlo verbalmente o priorizarlo en su relato (frente a su pareja y a la entrevistadora). En estos casos, la norma de género posiblemente interiorizada en sus identidades es aquella de acuerdo con la cual, para mantener su autoridad, los hombres deben conservar una distancia emocional con sus hijos e hijas (Seidler 2006).

El cuidado como oportunidad de bienestar, habilidades integrales de cuidado y gozo

En las narrativas de los hombres de la tendencia “en proceso intermedio de trascender el género”, la valoración positiva del cuidado a sus hijas e hijos llevó a que la motivación inicial para ejercer este rol se transformara con el tiempo. Así, aunque describieron que la razón inicial que los llevó a ser los principales cuidadores de sus hijos fue estar desempleados, también señalaron que ejercen este rol porque lo consideran valioso, lo disfrutan y se sienten comprometidos con esta labor. De esta manera, las motivaciones para el cuidado pasaron de ser meramente circunstanciales a ser la posibilidad de brindar atención y afecto a sus hijas e hijos.

En tanto, los hombres que han avanzado más en el proceso de reconfiguración identitaria describieron que las motivaciones del cuidado fueron, desde un primer momento, ejercer su responsabilidad de padres y favorecer el bienestar de sus hijos e hijas. Es el caso de Felipe y Pablo, quienes señalaron que su rol como principales cuidadores era la mejor forma de darles atención y amor. En estos casos, asumir este rol es entendido como una oportunidad de bienestar.

Para mí fue bonito porque era mi primer hijo, entonces yo dije, “yo lo cuido”. […] La experiencia ha sido única, ha sido una experiencia muy bonita porque el amor que uno les puede dar a sus hijos yo creo que es lo mejor que uno puede hacer por ellos. En cuanto a la educación, uno aquí en la casa les trata de enseñar buenos valores, que sean respetuosos, que tengan una buena alimentación, que estén aseados. Uno les va enseñando esas cosas, entonces eso ha sido bonito, ha sido una etapa bonita. (Felipe, cuidador de dos hijos de uno y cuatro años de edad)

Yo quería estar con el niño independiente de cualquier otra cosa, como que se pudiera tener una niñera, lo que fuera, yo quería estar con el bebé porque pensaba: es la oportunidad de darle toda esa atención, todo ese amor, toda esa calidad de tiempo y de cuidado que yo estoy seguro que eso se ve más adelante y en él ahora se ve. (Pablo, cuidador de un hijo de nueve meses de edad)

En las narrativas de estos hombres hay un distanciamiento de las normas de género antes señaladas, así como de aquella que prescribe que los hombres ejercen la responsabilidad sobre los hijos fundamentalmente a través de la provisión económica (Olavarría 2001; Puyana y Mosquera 2005). En contraste, reconfiguraron su identidad a partir de la construcción de los referentes morales posgénero: el cuidado de las hijas e hijos es un trabajo valioso, los hombres ejercen el rol de cuidado a sus hijas e hijos porque son responsables de su bienestar, y ser el principal cuidador de las hijas e hijos es la mejor forma de darles bienestar y amor. Estos referentes son acordes con uno de los dos elementos implicados en el cuidado, desde la ética del cuidado: la intención principal del cuidador debe ser buscar el bienestar del otro/a, para lo cual es fundamental el desarrollo de sensibilidad y empatía frente a sus necesidades (Held 2006; Tronto 1993).

Conforme a estas motivaciones para el cuidado, en términos del desarrollo de habilidades, los hombres que van en proceso intermedio y avanzado de reconfiguración identitaria narraron un cuidado interesado en responder a las diversas necesidades de sus hijas e hijos. Asimismo, describieron haber desarrollado un repertorio amplio e integral de habilidades para este fin y realizar esta labor desde el gozo. Es el caso de Javier, Felipe y Santiago. En el relato de Santiago, adicionalmente, sobresale el desarrollo de habilidades para manejar sus dificultades de salud.

Digamos que yo ya tenía como mi memoria cuadrada que ella [hija] se levantaba, darle de comer, cambiarla… Lo más bonito era cuando se despertaba, nos poníamos a jugar, yo le ponía todos los juguetes en la cama, le enseñé a bajarse de la cama, a darse la vuelta y bajar. Porque ella se sentaba al borde y como que tenía ese afán de conocer el mundo, conocer las cosas, entonces yo le enseñe a bajarse de la cama. (Javier, cuidador de un hijo de un año de edad y dos gemelos de cuatro años de edad)

Uno de adulto dice “les voy a enseñar a los niños y no, los niños le enseñan a uno también”. Entonces, que hacerle sus comidas, sus cremas, sus compotas, el tetero, el baño, toda esa parte fue bonita […] A esta edad digamos que los riesgos han bajado un poco, pero antes, cuando son más bebés, que el pañal, que los gases, que no sé qué, yo digo que hasta el año los niños requieren la atención así total. Aun ahora también, pero más pequeños, que empiezan a gatear, que se pueden caer, que se voltean […] y bueno ahora también, todo es un proceso y todo tiene sus retos […] Yo me siento orgulloso de estar al cuidado de mis hijos, me los gozo y me gozo mi hogar, mi familia. (Felipe, cuidador de dos hijos de uno y cuatro años de edad)

Un tema con el cuidado de Helena [hija], una parte más activa en el cuidado de Helena, es que ante esas emergencias de salud yo ya sé que hacer. Yo he aprendido cuáles son los primeros auxilios de un niño. Cuando Helena se enfermó yo ya sabía cuál es el suero, cómo hay que dárselo. Yo asumo ese cuidado de la beba y te cuento que ha sido muy bonito. (Santiago, cuidador de una hija de tres años de edad)

En estos casos se evidencia el distanciamiento de las normas de género antes mencionadas y la construcción de los siguientes referentes morales posgénero: es legítimo y valioso que los hombres desarrollen un repertorio amplio de habilidades de cuidado de sus hijas e hijos, disfruten de la experiencia de cuidado, y expresen la satisfacción y el gozo que produce esta labor. Estos referentes están alineados con el segundo elemento implicado en el cuidado desde la ética del cuidado: el desarrollo de habilidades y prácticas de cuidado que buscan satisfacer las necesidades del otro/a (Held 2006; Tronto 1993). En la tabla 4 se resumen las normas de género interiorizadas o ajustadas y los referentes morales construidos en estas experiencias centrales. Asimismo, se presentan las tendencias en el proceso de reconfiguración identitaria que se asocian a cada una.

Tabla 4. Normas de género interiorizadas o ajustadas y referentes morales posgénero construidos 

Fuente: elaboración propia.

Experiencias centrales: importancia del trabajo remunerado y búsqueda del equilibrio entre el cuidado y el trabajo remunerado

En línea con lo reportado en otros estudios por padres principales cuidadores (Doucet 2005; Chesley 2011), para todos los hombres de esta muestra tener un trabajo remunerado, en el corto, mediano o largo plazo, fue una meta deseada. Sin embargo, se encontraron diferencias en términos de qué tan central era esta meta en el corto plazo. Así, para los hombres que van en proceso inicial e intermedio de reconfiguración identitaria, esta meta continuó siendo fundamental durante el tiempo de cuidado de sus hijos e hijas; por lo tanto, estar desempleados tendió a generarles gran frustración y ansiedad. Por su parte, para los hombres que han avanzado más en este proceso, su rol de cuidadores fue asumido como un proyecto de vida temporal. En este sentido, aunque algunos padres mencionaron experimentar eventualmente frustración por no estar devengando un salario, en general primó una sensación de bienestar por desempeñarse como cuidadores. De esta forma, el trabajo remunerado perdió relevancia.

Congruente con lo anterior, se evidenció que la búsqueda del equilibrio entre el cuidado de los hijos e hijas y el trabajo remunerado dependió de la valoración positiva de su experiencia como cuidadores. Así, los hombres que van en proceso inicial de reconfiguración identitaria no mencionaron la necesidad de este equilibrio, mientras que aquellos que van en proceso intermedio y avanzado sí lo plantearon. En la tabla 5 se resumen la centralidad del trabajo remunerado en la identidad, la búsqueda de equilibrio entre el cuidado y el trabajo remunerado, y las tendencias en el proceso de reconfiguración identitaria que se asocian a cada una.

Tabla 5. Centralidad del trabajo remunerado, búsqueda del equilibrio entre el cuidado y el trabajo remunerado, y tendencias 

Fuente: elaboración propia.

Frustración cuando el trabajo remunerado sigue siendo el eje central en la identidad

Para los hombres en proceso inicial e intermedio de trascender el género, se encontró que el trabajo remunerado durante el tiempo de cuidado de sus hijos e hijas continuó siendo central en su identidad. Al igual que en otros estudios (Barker et al. 2012; Doucet 2005; Chesley 2011), aquellos que no tenían un trabajo remunerado presentaron fuertes confrontaciones, así como emociones intensas de frustración y/o ansiedad. Así lo revelan las narrativas de Ernesto, quien invierte parte de su tiempo en crear una empresa y buscar un trabajo remunerado. También se observa en el testimonio de Javier, quien describe emociones ambivalentes, frustración y gratificación frente a su rol de principal cuidador de su hija. En ambos casos, en mayor o menor medida, su identidad pareciera encontrarse en falta.

Yo a veces me preocupo porque me siento un poco inútil, pero por otro lado estoy aprovechando para ver cómo con el tema del negocio se puede hacer algo interesante que pueda aportar o empezar a producir por ese lado. Entonces estoy mirando qué se puede producir, a quién se le puede ofrecer. Entonces estoy aprovechando el tiempo que no estoy produciendo para inventarme cosas, algo saldrá. […] En cierto punto también me siento un poco frustrado y aburrido porque, digamos, si bien estoy haciendo algo que en el futuro puede estar aportando, digamos, estar aquí encerrado todo el día, digamos no es tan gratificante. Digamos, sí me gustaría estar haciendo algo, pero que me permita poderme sentar a hacer las cosas. Digamos, poder tener algo que aporte económicamente a la casa. (Ernesto, cuidador de un hijo de tres años de edad).

Por un lado, [la experiencia de ser el principal cuidador de su hija] fue frustrante por lo que no estaba generando un ingreso, pero también era gratificante para mí que estaba compartiendo con ella [su hija], que le estaba demostrando ese cariño, estaba con ella en todos los momentos. (Javier, cuidador de un hijo de un año de edad y dos gemelos de cuatro años de edad).

Asimismo, en las narrativas de los hombres se evidencia la interiorización de las normas de género: el trabajo remunerado es el principal eje del valor, el estatus y la respetabilidad social de los hombres; y los hombres deben mantener su rol de proveedores económicos para así preservar su autoridad e independencia (Olavarría 2017). Al respecto, para la mayoría de hombres de esta muestra, desarrollar trabajos de cuidado en la esfera doméstica, socialmente subvalorados desde las normas de género, hace que describan sentirse frustrados y en una posición de desventaja.

Así, los hombres menos avanzados en su proceso de reconfiguración identitaria no describieron la necesidad de buscar un balance entre el cuidado y el trabajo remunerado. En efecto, señalaron, por ejemplo, que cuando se presente una nueva oportunidad laboral su rol de cuidado podría ser fácilmente reemplazado por otras personas (mujeres), familiares o externas a la familia.

El cuidado como proyecto de vida y la búsqueda del equilibrio entre el cuidado y el trabajo remunerado

Los hombres más avanzados en su proceso de reconfiguración identitaria señalaron que cuidar a sus hijos es un trabajo de tiempo completo, al cual desean dedicarse en el corto y/o mediano plazo. Así, Felipe describió que en la actualidad antepone el cuidado de su hija a la posibilidad de volver a vincularse a un trabajo remunerado. En sus narrativas no indica sentirse frustrado por este hecho; a cambio, menciona que su cuidado es fundamental para el bienestar de sus hijos y prioriza poder desarrollarlo.

Yo no estoy buscando una oportunidad laboral para mí así desesperadamente; sí me han ofrecido varios empleos, sí, pero tengo que mirar primero la estabilidad y la seguridad de los niños, primero, porque, por ejemplo, la niña ya camina, pero todavía está muy inestable. En el jardín todavía no me la reciben porque está todavía muy inestable. (Felipe, cuidador de dos hijos de uno y cuatro años de edad)

En estos casos, en el proceso de reconfiguración identitaria hay un distanciamiento de las normas de género en relación con el trabajo remunerado para los hombres (Olavarría 2017), a la vez que se presenta la construcción de nuevos referentes morales posgénero: los hombres pueden privilegiar el cuidado de las hijas e hijos sobre el trabajo remunerado con el fin de favorecer su bienestar; y el cuidado puede ser un proyecto de vida para los hombres, aunque sea de forma temporal.

En cuanto a la búsqueda del balance entre el cuidado de los hijos e hijas y el trabajo remunerado, se evidenció que los hombres en proceso intermedio y aquellos más avanzados en la reconfiguración de sus identidades (cinco hombres) sí mencionaron buscar el equilibrio entre estos dos escenarios vitales, a corto o mediano plazo. Esto se aprecia en la narrativa de Santiago, quien describe que, una vez se vincule laboralmente, pondrá límites en su jornada laboral con el fin de cuidar a su hija y compartir tiempo con su esposa. En su narrativa no se refiere al balance entre su familia y el trabajo remunerado, sino entre “su vida” y el trabajo. En su caso, su vida familiar es narrada como “su vida”.

Creo que de las cosas más difíciles para mí va a ser llegar a ese equilibrio con el trabajo, porque ahorita esto para mí es muy importante, esto tiene para mí un gran peso, significa mucho… En este momento si hay algo que para mí es importante es mi familia, la crianza de mi hija, estar con mi esposa, entonces espero y le pido a la vida, al universo, a los dioses y las diosas: “Permítanme encontrar un trabajo en donde pueda encontrar el equilibrio entre mi vida y el trabajo”. Creo que eso sería lo que me haría feliz realmente. (Santiago, cuidador de una hija de tres años de edad)

Así, se evidencia la construcción del referente moral posgénero: es legítimo para los hombres buscar un balance entre el cuidado de las hijas e hijos y el trabajo remunerado. Como señala Doucet (2005), la búsqueda de este equilibrio es un cuestionamiento que anteriormente solo se lo habían planteado las mujeres. De esta manera, para la mayoría de los hombres de esta muestra, las normas de género que señalan que el trabajo remunerado es aquello que les da valor, estatus y respetabilidad social, y que subvaloran el cuidado, van cediendo espacio a los nuevos referentes morales posgénero construidos. A partir de estos últimos, reconfiguran sus identidades hacia unas más equitativas y cuidadoras. En la tabla 6 se resumen las normas de género interiorizadas y los referentes morales posgénero construidos en estas experiencias centrales. Asimismo, se presentan las tendencias en el proceso de reconfiguración identitaria que se asocian a cada una.

Tabla 6. Normas de género interiorizadas, referentes morales posgénero construidos y tendencias 

Fuente: elaboración propia.

Conclusiones

Acorde con otros estudios (Chesley 2011; Doucet 2005; Hanlon 2012), se evidenció que la experiencia como principales cuidadores de las hijas e hijos tiene el potencial de generar reconfiguraciones en las identidades de los hombres hacia unas más equitativas y cuidadoras que trascienden el género. Esto debido a que les permite valorar el trabajo de cuidado a sus hijos e hijas, desarrollar un repertorio de habilidades de cuidado, experimentar el cuidado desde la satisfacción y el gozo, y buscar un balance entre el cuidado de las hijas e hijos y el trabajo remunerado.

En esta investigación se identificó que los procesos de reconfiguración identitaria variaron dependiendo de qué tanto los hombres se distanciaron activamente de las normas de género durante su experiencia como principales cuidadores. Así, se evidenciaron tres tendencias en este proceso, las cuales dan cuenta de que la búsqueda de la equidad entre hombres y mujeres, antes que un estado de todo o nada, es un proceso complejo. De esta manera, el potencial transformador de esta experiencia se ve limitado cuando los hombres continúan interiorizando en sus identidades normas de género presentes en la cultura, particularmente aquellas que señalan que el cuidado no es un trabajo o no es un trabajo valioso y que el trabajo remunerado es el principal eje de la identidad de los hombres. Este hecho va en detrimento de su bienestar en tanto los lleva a experimentar emociones de frustración y ansiedad durante el tiempo que ejercen este rol de cuidado.

También se evidenciaron tres mecanismos asociados a los procesos de reconfiguración identitaria: 1) la interiorización acrítica de las normas de género, 2) el ajuste de las normas de género de acuerdo con las condiciones particulares, y 3) la construcción de referentes morales posgénero. Los dos primeros muestran el poder de estas normas para mantenerse vigentes en los tres niveles en los que opera y se construye el género: individual, relacional y macrosocial (Risman 2004; Scarborough y Risman 2017). En este sentido, algunos hombres continúan reproduciendo, en las narrativas de sí mismos y en sus prácticas, mandatos sociales que les impiden valorar y disfrutar el cuidado de sus hijos e hijas. El último mecanismo ilustra cómo los hombres pueden resistirse frente a estos mandatos sociales. En efecto, los referentes morales posgénero corresponden a las normas personales que fueron creadas, y cocreadas, por los individuos a partir de un distanciamiento activo frente a las normas de género presentes en la cultura. Estas normas constituyen formas alternativas de “ser, pensar, hacer y sentir” en las que hay equidad entre hombres y mujeres.

Estos mecanismos de reconfiguración identitaria son consistentes con los planteamientos socioconstruccionistas sobre el sí mismo (Gergen 2001; Goolishian y Anderson 1994) y específicamente evidencian la tensión entre la agencia de los individuos y los discursos que circulan en la cultura sobre la construcción de sus identidades. También son un ejemplo de cómo se presenta una causalidad recursiva entre las dimensiones individual y macrosocial del género, desde los planteamientos de la teoría estructural del género (Risman 2004; Scarborough y Risman 2017), en la que este se puede tanto “hacer” como “deshacer”. Al respecto, se encontró que, en los mecanismos de interiorización y ajuste de las normas de género, se hace género, mientras que en la construcción de referentes morales posgénero es posible deshacer el género.

Asimismo, a partir de la ética del cuidado se estableció que los referentes morales posgénero asociados a los procesos de reconfiguración identitaria de los hombres se encuentran alineados con los dos elementos centrales del cuidado: la intención principal del cuidador es propender por el bienestar del otro/a, para lo cual es fundamental el desarrollo de sensibilidad y empatía frente a sus necesidades; y el cuidado se da a través de prácticas que son sensibles y atienden a esas necesidades (Held 2006; Tronto 1993). Contrariamente a lo que plantean aproximaciones esencialistas con respecto a las identidades de género (Bohan 1993), estos hallazgos revelan que los hombres también pueden construir una identidad cuidadora alineada con la ética del cuidado, característica que inicialmente fue asociada fundamentalmente a las mujeres (Gilligan 1982).

Con base en estos resultados, se recomienda promover políticas orientadas a lograr una mayor participación de los hombres en el cuidado de sus hijas e hijos, por ejemplo, la ley que aumenta la licencia de paternidad en Colombia. En este caso, conviene incluir instancias de acompañamiento a los hombres para apoyar la construcción de identidades más equitativas y cuidadoras. Esto considerando que, como se observa en este estudio, la actividad de cuidado de las hijas e hijos promueve cambios identitarios, pero no es suficiente en muchos momentos para cuestionar y trascender las normas de género inequitativas presentes en la cultura. Un ejemplo de estas instancias son los grupos de hombres en los que se cuestionan las normas de género, se favorecen reflexiones en torno a la paternidad, y se promueve el desarrollo de habilidades y prácticas de cuidado a las hijas e hijos.

Socialmente es primordial reconocer que para los hombres el cuidado es una responsabilidad y una oportunidad de construir identidades más equitativas y cuidadoras que favorezcan el bienestar de las hijas e hijos, la equidad en la pareja y su propio bienestar. En este sentido, se recomienda el desarrollo de campañas sociales y educativas que: a) desafíen las normas de género inequitativas presentes en la cultura; b) valoren positivamente la participación de los hombres en el cuidado de sus hijas e hijos; y c) posicionen las nuevas normas identificadas en este estudio: los referentes morales posgénero. Puntualmente, las nuevas normas que se recomienda fomentar son: el cuidado de las hijas e hijos es un trabajo valioso; los hombres ejercen el rol de cuidado a sus hijas e hijos porque son responsables de su bienestar; ser el principal cuidador de las hijas e hijos es la mejor forma de darles bienestar y amor; es legítimo y valioso que los hombres desarrollen un repertorio amplio de habilidades de cuidado a sus hijas e hijos, disfruten de la experiencia de cuidado y expresen la satisfacción y el gozo que les produce esta labor; los hombres pueden privilegiar el cuidado de las hijas e hijos sobre el trabajo remunerado con el fin de favorecer su bienestar; el cuidado puede ser un proyecto de vida para los hombres, aunque sea de forma temporal; es legítimo para los hombres buscar un equilibrio entre el cuidado de las hijas e hijos y el trabajo remunerado.

Por último, pero no menos importante, se recomienda a los padres de familia involucrarse cada vez más en el cuidado de sus hijas e hijos y disfrutar su paternidad. En este sentido, es fundamental asumir una posición crítica frente a las normas de género inequitativas presentes en la cultura, particularmente aquellas que plantean la subvaloración del cuidado y el trabajo remunerado como el principal eje de identidad para los hombres. Asimismo, es primordial tomar acciones concretas que les permitan lograr un equilibrio entre el cuidado y el trabajo remunerado y aprovechar todos los espacios disponibles para ejercer este rol, por ejemplo, durante la licencia de paternidad.

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*Los resultados que se presentan en este artículo hacen parte de la investigación de tesis de doctorado “Padres principales cuidadores, madres principales proveedoras: reconfiguraciones identitarias y prácticas relacionales hacia trascender el género” realizada por la primera autora, bajo la codirección de la segunda y tercera autoras de este artículo. La primera autora fue becaria de Colciencias.

1 Se entiende a las identidades generizadas como las construcciones que hacen los individuos sobre sí mismos a partir de las normas de género presentes en la cultura.

2Los criterios de inclusión de la muestra fueron los siguientes: 1) las parejas debían vivir bajo el mismo techo; 2) los hombres debían ser los principales cuidadores de sus hijos y no tener un trabajo remunerado de más de quince horas por semana; 3) las mujeres debían ser las principales proveedoras económicas del hogar y aportar más del 80% de los ingresos familiares (se exceptuaron dos parejas en las que las mujeres aportaban menos del 80% de los ingresos); 4) esta distribución de los roles debía haberse mantenido por lo menos seis meses; 5) por lo menos uno de los hijos debía ser menor de cuatro años de edad.

Cómo citar: González Viveros, María Constanza, Ana L. Jaramillo-Sierra y Elvia Vargas Trujillo. 2022. “Procesos de reconfiguración identitaria en hombres que son los principales cuidadores de sus hijas e hijos”. Revista de Estudios Sociales 80: 37-55. https://doi.org/10.7440/res80.2022.03

Recibido: 15 de Junio de 2021; Aprobado: 20 de Octubre de 2021

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