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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.84 Bogotá Apr./June 2023  Epub Mar 17, 2023

https://doi.org/10.7440/res84.2023.07 

Temas Varios

Geografías poshumanas en la Patagonia chilena: intersecciones entre naturaleza, capital y deseo.Una aproximación crítica*

Post-human Geographies in Chilean Patagonia: Intersections between Nature, Capital, and Desire. A Critical Approach

Geografias pós-humanas na Patagônia chilena: interseções entre natureza, capital e desejo. Uma abordagem crítica

Andrés Núñez González** 

Enrique Aliste*** 

Santiago Urrutia**** 

Patricia Carrasco***** 

**Doctor en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesor asociado en la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la misma institución. Entre sus intereses investigativos están las fronteras y los imaginarios geográficos, las relaciones cultura-naturaleza y las geografías poshumanas. Últimas publicaciones: “Interrogating Green Discourses in Patagonia-Aysén (Chile): Green Grabbing and Eco-Extractivism as a New Strategy of Capitalism?” (en coautoría), Geographical Review 112 (5): 688-706, 2020, https://doi.org/10.1080/00167428.2020.1798764; y “La mercancía-espectáculo de las redes sociales: la producción del paisaje edénico y la reserva de vida en Patagonia-Aysén” (en coautoría), Diálogo Andino 66: 53-67, 2021, http://dx.doi.org/10.4067/S0719-26812021000300053. andresnunezg@gmail.com

***Doctor en Geografía por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (Ehess), Francia. Profesor titular del Departamento de Geografía y vicerrector de Investigación de la Universidad de Chile. Sus líneas de investigación son la geografía social, la geografía histórica y cultural, la geografía y la hermenéutica, y las relaciones entre cultura y naturaleza. Últimas publicaciones: Geografías del devenir: narración y hermenéutica geográfica (en coautoría) (Santiago de Chile: LOM Editores, 2020); y Los territorios que habita (re) mos: ¿qué futuro existe para las zonas de sacrificio? (en coautoría) (Santiago de Chile: Universidad de Chile, 2020). ealiste@uchilefau.cl

****Doctor en Geografía por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Investigador posdoctoral en el Instituto de Geografía de la misma institución. Académico del Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Aysén, Chile. Líneas de investigación: historia social del espacio y estudios sobre infraestructuras y movilidades. Últimas publicaciones: “Materialidades, ritmos y nación. La Carretera Austral como máquina de sedentarización (Patagonia Aysén, 1976-1989)” (en coautoría), Historia 396 12 (1): 219-252, 2022, http://www.historia396.cl/index.php/historia396/article/view/580; y “Paisaje, ensamblaje, movimiento. La imagen-en-movimiento en la construcción de la Carretera Austral durante la dictadura cívico militar (Patagonia, Chile)”, Diálogo Andino 66: 41-51, 2021, http://dx.doi.org/10.4067/S0719-26812021000300041. surrutiareveco@gmail.com

*****Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Iberoamericana, México. Profesora asistente en la Universidad de Aysén, Chile. Líneas de investigación: geografía cultural, historia oral, paisajes sociales y vida cotidiana. Últimas publicaciones: “Paisajes narrados de la Patagonia Aysén, memorias ensambladas de un espacio en movimiento”, Diálogo Andino 66: 83-93, 2021, https://dx.doi.org/10.4067/S0719-26812021000300083; Rostros y relatos de la Patagonia Aysén (en coautoría) (Aysén: Editorial Ñire Negro, 2022). patricia.carrasco@uaysen.cl


Resumen:

El presente artículo tiene como propósito exponer y discutir algunas claves teóricas y posibles líneas de indagación para abordar las relaciones cultura-naturaleza y los procesos de producción del espacio en la Patagonia. En términos más específicos, realizamos una aproximación crítica para analizar estas temáticas desde una óptica poshumana, es decir, desde las relaciones e interacciones entre las diversas especies y materialidades (humanas y no humanas) que conforman la Patagonia chilena. Un objetivo central es colaborar en la maduración de nuevas perspectivas que permitan imaginar y diseñar otros futuros posibles con menos desigualdades socioterritoriales para la región. En efecto, considerando el panorama actual donde abundan las prácticas y discursos conservacionistas, nos parece relevante centrar la atención en la trama naturaleza, capital y deseo. Al respecto, proponemos que las prácticas hegemónicas de conservacionismo, amparadas en diferentes valoraciones sociales y regulaciones estatales, tienden a reforzar la racionalidad moderna -antropocéntrica- y, en definitiva, a mostrarse como formas avanzadas y sofisticadas de acumulación de capital.

Palabras clave: capital; conservación; deseo; naturaleza; Patagonia; poshumanismo

Abstract:

The purpose of this article is to present and discuss some theoretical keys and possible lines of inquiry to address the culture-nature relations and the processes of production of space in Patagonia. In more specific terms, we take a critical approach to analyze these issues from a post-human perspective. That is, from the relationships and interactions between the various species and materialities (human and non-human) that make up the Chilean Patagonia. A central issue here is to collaborate in the maturation of new perspectives that allow us to imagine and design other possible futures with less socio-territorial inequalities for the region. Indeed, considering the current panorama where conservationist practices and discourses abound, it seems relevant to focus on the nature, capital, and desire plot. In this regard, we propose that the hegemonic practices of conservationism supported by different social valuations and State regulations tend to reinforce modern -anthropocentric- rationality and, ultimately, to appear as advanced and sophisticated forms of capital accumulation.

Keywords: capital; conservation; desire; nature; Patagonia; post-humanism

Resumo:

Este artigo tem o objetivo de expor e discutir alguns fundamentos teóricos e possíveis linhas de indagação para abordar as relações cultura-natureza e os processos de produção do espaço na Patagônia. Especificamente, realizamos uma abordagem crítica para analisar essas temáticas sob uma visão pós-humana, isto é, a partir das relações e interações entre as diversas espécies e materialidades (humanas e não humanas) que conformam a Patagônia chilena. Um objetivo central é colaborar no amadurecimento de novas perspectivas que permitam imaginar e desenhar outros futuros possíveis com menos desigualdades socioterritoriais para a região. De fato, considerando o panorama atual em que as práticas e discursos conservacionistas abundam, parece relevante centralizar a atenção na trama natureza, capital e desejo. A respeito disso, propomos que as práticas hegemônicas de conservacionismo amparadas em diferentes valorizações sociais e regulações estatais tendam a reforçar a racionalidade moderna - antropocêntrica - e, definitivamente, a se mostrar como formas avançadas e sofisticadas de acumulação de capital.

Palavras-chave: capital; conservação; desejo; natureza; Patagônia; pós-humanismo

Introducción

Este artículo se formula desde los intereses y soportes epistemológicos de la geografía cultural, en diálogo con lo que se ha venido conociendo como geografía poshumana o more than human geography (Castree y Nash 2006; Lorimer 2009; Choi 2016). En términos generales, esta perspectiva busca descentrar el antropocentrismo imperante en las investigaciones sociales (la figura humana ya no sería un centro en sí mismo, sino un agente más en la multiplicidad de existencias) como a su vez desmarcarse del análisis binario humano/cultura - físico/naturaleza (la clave estaría en el acoplamiento, en la relación y no en la subordinación valórica de los opuestos). Desde esta plataforma, nuestra propuesta es exponer y discutir ciertas claves teóricas y desarrollar una aproximación crítica para comprender algunos de los procesos de producción territorial que en la actualidad se despliegan en las regiones chilenas de Aysén y Magallanes, centrándonos particularmente en las intersecciones entre naturaleza, capital y deseo1. Nos centramos en la Patagonia chilena porque en ella hemos evidenciado de manera especial algunas de las particularidades y contradicciones del capitalismo contemporáneo que acá nos interesa abordar. Si bien no es el propósito de este texto realizar un examen histórico detallado2, cabe mencionar que la Patagonia constituye una región transfronteriza que permanentemente se ha visto atravesada por distintas trayectorias y flujos que vinculan capital, política y deseo en los procesos de producción territorial (Lois 2006).

En efecto, la Patagonia ha sido proyectada por los distintos centros de poder desde la época colonial hasta el día de hoy como un terreno baldío, inhóspito o “desierto” y, de forma paralela, como un paisaje exuberante y abundante que sería fuente de una siempre esquiva y arbitraria promesa del progreso (Martinic 2005; Navarro Floria 2007; Núñez et al. 2017). De esta manera, la producción capitalista del espacio en la Patagonia ha operado en buena medida a través de, por una parte, el control o la eliminación de una multiplicidad de trayectorias socioterritoriales no hegemónicas (nómadas, indígenas, populares) y, por otra parte, de la implantación de una territorialidad dominante cuyo núcleo son la exaltación, el control y la explotación de las condiciones biofísicas de la región (en tanto medios de producción) (Núñez et al. 2016; Harambour 2019; Urrutia, Núñez y Aliste 2022).

Sin ser exhaustivos, y solamente a modo de ilustración, podemos reconocer al menos tres momentos claves en el circuito de valorización y relación capital-naturaleza en la producción del espacio en Patagonia: i) durante los siglos XVIII-XIX la zona del litoral y archipiélagos de la parte norte de la Patagonia Occidental se transformó en un importante escenario de explotación y acumulación capitalista a gran escala con la caza de pinnípedos y la explotación maderera (particularmente del ciprés de las Guaitecas) que tendría significativas consecuencias ambientales (Torrejón et al. 2013); ii) los bosques de la Patagonia Occidental dejan de ser valorizados como materia prima y pasan a constituir un “obstáculo” para el desarrollo de la actividad ganadera, la nueva gran fuerza productora de espacio que entre fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX fue moviéndose, vía concesiones de tierra fiscal a grandes compañías capitalistas, desde la parte más austral (Magallanes y Tierra del Fuego) hasta Aysén, arrasando con poblaciones preexistentes y bosques para poblar con ovejas -animal devenido mercancía- grandes extensiones de tierra (Martinic 2005; Otero 2006; Harambour 2019); iii) finalmente, a partir de la década de los ochenta hasta la actualidad, asistimos a un reciente tipo de valorización del bosque y el medioambiente patagónico. En efecto, la Patagonia conoce una nueva etapa en la mercantilización de la naturaleza expresada ya no a través de la extracción o explotación del ambiente, sino en nombre de su conservación (Libuy 2017; Núñez et al. 2019b). Para ilustrar este punto podemos citar las palabras del fundador de la Patagonia Sur (empresa que se autodefine como impulsora de un “conservacionismo rentable”), quien en 2012 declaraba que sus prácticas no tienen que ver con el activismo socioambiental, sino fundamentalmente con los negocios, ya que “compramos tierra para protegerla, pero generamos utilidades” (“Warren Adams de Patagonia Sur” 2012) en un contexto en el que, según la misma empresa afirma, “la plusvalía de las tierras [en Patagonia] está creciendo a ritmos vertiginosos”.

En este marco, el planteamiento de este trabajo nos parece significativo ya que, como hemos expuesto, en la región patagónica se están desenvolviendo en la actualidad procesos de conservación de la naturaleza que supondrían la inauguración de un paradigma donde la naturaleza ya no sería un elemento utilitario de la cultura o lo humano. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, el asunto es más complejo y surgen numerosas aristas que nos hacen plantear preguntas y conjeturas a partir de la tesis que cruza nuestro trabajo: la arquitectura geográfica desplegada en la Patagonia desde las prácticas y discursos hegemónicos en pos de “cuidar la naturaleza” no haría sino ratificar la clásica relación de una humanidad (cultura) que organiza lo no humano (naturaleza) como recurso y bien de consumo. Tal arquitectura geográfica acentuaría, desde nuestra perspectiva, desigualdades territoriales y generaría numerosos impactos locales y globales. En el fondo, este en principio “nuevo” vínculo cultura-naturaleza en la Patagonia no saldría del prisma antropocéntrico que ha venido dominando por siglos dicha relación.

Sostenemos entonces que es observable una relación directa y problemática que conecta naturaleza, capitalismo y deseo, en tanto este último actuaría como una plataforma de administración económica y de las subjetividades, y produciría otras territorialidades cuyas plusvalías surgen de renovados acoplamientos sociomateriales. En el fondo, el capital en la Patagonia produciría en la actualidad los flujos de deseo que posicionan a la naturaleza como “paraíso”, “fin del mundo”, “tierras vírgenes”. Esta nueva territorialización es, desde nuestra perspectiva, esencial para comprender el proceso contemporáneo de producción del espacio en Patagonia3.

A partir de lo anterior surgen una serie de interrogantes tales como ¿qué relaciones de poder se despliegan para que determinadas prácticas conservacionistas se tornen hegemónicas de modo que la naturaleza solo sea manejable por un tipo de “sujeto ambiental”? y ¿cómo estas máquinas territoriales codifican y controlan los ensamblajes cultura-naturaleza de modo que sean satisfacción del deseo que las gatilla? En este artículo pretendemos esbozar algunas herramientas teóricas, así como posibles líneas indagatorias para abordarlas (algunas ya puestas en marcha, otras todavía en etapa de diseño).

Geografías poshumanas: descentrando la relación tradicional cultura-naturaleza

A la fecha, las perspectivas poshumanas han sido escasamente consideradas en las discusiones geográficas en Chile. Investigaciones provenientes desde distintas disciplinas de las ciencias sociales han puesto atención a las trayectorias que fabrican la relación cultura-naturaleza, así como a las agencias de las materialidades, pero aún resulta un panorama científico menos maduro (Prieto 2016; Skewes et al. 2012; Sepúlveda y Sundberg 2015; Bonelli y González 2016; Richard y Hernández 2018; Urrutia 2019). Algunos de los planteamientos poshumanistas nos parecen útiles para el necesario desplazamiento epistemológico de un saber, como el geográfico, que tradicionalmente ha promovido lo físico y lo humano como dos opuestos.

Al proponer un foco de análisis donde la relación, la conexión y el acoplamiento serían lo esencial, la perspectiva poshumanista aparece como un horizonte posible para, en cierto modo, remecer los cimientos de la disciplina geográfica y de las ciencias sociales en general (Castree y Nash 2006; Lorimer 2009). Así, la influencia de los trabajos de Deleuze y Guattari (2001, 2004 y 2006), y la de los de Latour (2008 y 2017), Haraway (2016), Viveiros de Castro (2010), Braidotti (2015), DeLanda (2016) y otros, ha sido fundamental para este replanteo en el área de la geografía (Whatmore 2006; Thrift 2007). A partir del desarrollo del programa filosófico de Foucault de desarticulación de lo humano (a lo que se ha llamado la muerte del hombre), es decir, la constatación de lo humano como fabricación social disciplinaria (Foucault 2001; Braidotti 2015), la base de un nuevo paradigma se proyecta desde una figura humana que ya no sería un centro en sí mismo, sino un agente más de la multiplicidad de existencias. Dicho de otra manera, no habría sujeto como centro del proceso de producción, puesto que el sujeto siempre surge de los bordes de las máquinas llamadas humanas (Deleuze y Guattari 2004). En otras palabras, el sujeto no sería origen de nada, sino más bien producción-producto de ensamblajes contingentes y heterogéneos (Anderson y Wylie 2009).

Las geografías poshumanas se movilizan desde múltiples caminos posibles (Dowling, Lloyd y Suchet-Pearson 2017; Bignall, Hemming y Rigney 2016). Sin embargo, son dos las entradas que más nos interesan. Por un lado, ciertos trabajos presentan un interés por el despliegue o las trayectorias espacio-temporales desde donde se van conectando determinadas relaciones entre cultura y naturaleza. En el fondo, esta mirada sugiere rastrear eventuales nuevas evocaciones de lo humano desde la posición que adquiere en inesperados vínculos con la naturaleza (Dittmer 2014; Castree 2015). Esta mirada más crítica e historicista del poshumanismo nos interesa para visibilizar la posición de las categorías cultura (humano) y naturaleza (no humano) a partir de renovadas diferenciaciones en las que lo que parecería ser una cómoda estabilidad deviene prácticas hegemónicas que reinstalan a la naturaleza, bajo nuevas lógicas, en el flujo del capital (las haciendas verdes, los cercos, las exclusividades “ecológicas”)4. Por otro lado, y vinculado con lo anterior, nos interesan aquellas perspectivas poshumanistas que, lejos de las miradas fatalistas o impotentes en las que a veces son instaladas (Svampa 2019), consideran las prácticas y materialidades como ontologías humanas y no humanas en constante cofabricación (Lorimer 2009). Al prestar atención a estos procesos de cofabricación, por tanto, estimamos factible observar vínculos que poco tienen que ver con lo que surge desde los discursos conservacionistas hegemónicos al colocar a la naturaleza en una posición ideal y utópica.

Desde nuestro punto de vista, ambas aristas son necesarias y se complementan, una al visibilizar la trayectoria de la posición valórica diferencial de la relación cultura-naturaleza (y su subsunción a la trama del capital) y la otra al permitir mostrar el modo en que se configuran los distintos ensamblajes cultura-naturaleza. En este contexto, respecto de nuestro caso de estudio particular, no hay que perder de vista que, tal como se ha venido mostrando en otros trabajos (Núñez, Aliste et al. 2019; Núñez, Miranda et al. 2019; Nuñez, Benwell y Aliste 2020), las prácticas colonas tradicionales de quemar el bosque en la Patagonia fueron durante gran parte del siglo XX la respuesta a directrices identitarias surgidas desde plataformas institucionales centralizadas: ¿por qué ahora no se estarían produciendo otros acoplamientos? o ¿por qué estos ya no serían los predominantes?

Patagonia, ¿una nueva geografía en clave poshumana?

Los estudios poshumanos se sustentan en el descentramiento filosófico del humanismo como epistemología dominante. El pos hace referencia a lo que vendría a ser un desplazamiento del antropocentrismo que ha dominado el proyecto político, económico y cultural de la modernidad. Durante este periodo el enunciado de una razón humana (occidental, capitalista, patriarcal) ha sido el elemento distintivo de una especie -la humana- por sobre todas las demás existencias. En este marco, el resto de las formas vivas y no vivas han sido definidas como carentes de razón, algo muy relevante para los efectos de esta propuesta, ya que la naturaleza se asimiló a asuntos materiales inertes (naturaleza muerta), lo que, entre otros aspectos, justificó una explotación intensiva de ella, así como el nacimiento de la naturaleza barata (Moore 2020). En este sentido, tal matriz de comprensión hizo que la relación cultura-naturaleza se visualizase como establecida entre dos polos separados e independientes. El elemento distintivo, por tanto, ha sido que la naturaleza está supuestamente allí para ser explotada al servicio de lo humano (Descola 2016; Latour 2017).

El nivel y el tipo de explotación de aquella naturaleza comprendida como “muerta” o “barata” llevó a que desde la década de los setenta se celebraran diversas Cumbres de la Tierra y otro tipo de iniciativas que han puesto los asuntos ambientales en el centro de la discusión global; así, la idea de una “crisis ambiental” se hizo visible como consenso incluso para las potencias y compañías que representan las formas más tradicionales de capitalismo extractivista (Estenssoro 2010). Un punto a constatar, y que viene a reforzar nuestra tesis, es que “lo ambiental” solo se comprendió desde una perspectiva física sin considerar sus entramados socioculturales (Aliste y Urquiza 2010). En tal contexto, no resultó extraña la reacción contra la irrupción, a inicios de la década de los noventa, en Chile del empresario Douglas Tompkins cuando propuso conservar -y no explotar- los bosques patagónicos. En el marco tradicional de la relación moderna de cultura (humano) y naturaleza (no humano), sin duda aquello contradecía la lógica instrumental dominante. Por lo mismo, al principio no hubo inversor o entidad gubernamental que no se opusiese a la idea de dejar los bosques sin ser explotados. Sin embargo, con el paso de los años, en los que por cierto se verifica un incremento en la conciencia y la movilización socioambiental local y nacional expresadas, por ejemplo, en movimientos como Patagonia sin Represas o Jóvenes Tehuelches, las ideas conservacionistas de Tompkins fueron abrazadas por empresarios nacionales e internacionales, así como por los propios agentes gubernamentales: ¿fue entonces que en la Patagonia la antigua separación cultura-naturaleza llegaba a su fin?; ¿significó aquello que en adelante en la Patagonia naturaleza y cultura se fundían en una simbiosis profunda?

En el año 2022, luego de una larga gestión entre el Estado chileno y la fundación Tompkins Conservation (hoy Rewilding Chile), el vasto territorio de la Patagonia está dominado por la Ruta de los Parques de Patagonia (11,8 millones de hectáreas), infraestructura e iniciativa público-privada que grafica el consenso general por proteger “la naturaleza” patagónica5. Nos parece, por tanto, que la pregunta es tan indispensable como necesaria: ¿estamos en presencia de un proyecto poshumano, es decir, en el ámbito de una perspectiva que permita superar el binarismo cultura-naturaleza?; ¿es tal panorama la proyección o materialización de una conexión interespecie donde lo humano es un elemento más entre diversas materialidades del mundo? (Billi 2018; Braidotti 2015). A simple vista, la respuesta sería que sí y la propia Ruta de los Parques así lo reflejaría. Sin embargo, como ha sido en parte estudiado (Núñez, Aliste et al. 2019; Aliste, Folchi y Núñez 2018), el asunto es más complejo y surgen numerosas y renovadas aristas que nos hacen avanzar en preguntas y conjeturas a partir de la premisa ya expuesta: lo humano (cultura) administraría lo no humano (naturaleza) bajo los mismos patrones económicos y simbólicos de la modernidad, es decir, como recurso y bien de consumo. Es más, agudizaría tal contradicción, ya que configuraría nuevos territorios exclusivos y excluyentes.

Tales interrogantes y premisas nos parecen importantes ya que, como venimos mencionando en este y otros trabajos, en general, en la actualidad los procesos de conservación en la Patagonia se comprenden como una superación de la división clásica ya expuesta y, en consecuencia, como el arribo de un paradigma diferente. No obstante, nos parece relevante hacer visibles las complejas aristas mencionadas sacando, en cierto modo, del “lugar de confort” a la discusión en torno a la relación cultura naturaleza en la Patagonia, en tanto sus impactos y consecuencias son, como decíamos, socialmente relevantes. En efecto, creemos que en la actualidad la naturaleza en la Patagonia no rompe con el binarismo moderno al seguir siendo concebida, en el fondo, como “el espacio exterior a la sociedad que viene a amortizar los efectos de la actividad humana” (Couture-Grondin 2011, 9). En otras palabras, tal proceso ratificaría una reintroducción de la naturaleza, es decir, la incorporación de lo no humano “tan solo como táctica o entorno exterior” (Descola 2016, 64) o, dicho en términos economicistas, como “externalidades”.

Las cuestiones ambientales en determinados lugares, generalmente periféricos como la Patagonia, se han venido transformando en los laboratorios a partir de los cuales lo humano busca un renovado equilibrio global desde un, en principio, “nuevo diseño inteligente” (Ludueña 2012). Tal proyecto, sin embargo, no solo incorpora una dimensión normativa, sino que es fabricado desde uno de los polos, la sociedad (cultura, economía), en forma más específica, por ciertos protagonistas que tendrían la capacidad de una mejor lectura de la naturaleza, los llamados “sujetos ambientales”. Desde allí, la naturaleza adquiere una interpretación diferente, pero no pierde el carácter abstracto o utópico de los siglos previos (Morton 2019; Knappett y Malafuouris 2008; Foucault 2010; Guattari 2013, Latour 2017).

En el fondo, estimamos necesario preguntar: ¿cuál sería el supuesto outside de esta posición “ecológica” que determinados “sujetos ambientales” proyectan en estos territorios de “fin del mundo”? Dice Latour respecto de aquella supuesta superación de la división cultura-naturaleza: “el problema de las cuestiones ecológicas es que parecen hablar de objetos que han tenido su download en la utopía […] Ni el agua, ni el suelo, ni el aire están en el tiempo o en el espacio de quienes hacen de ellos su marco de acción” (2017, 304). En un sentido similar, Lorimer sostiene que en el conservacionismo actualmente dominante opera una lógica biopolítica en el sentido de dar forma “a mundos diferentes, cortando el flujo de la vida silvestre y realizando ideas particulares de la vida que debe salvarse” (2015, 12)6. Así, la naturaleza, por más que ahora se la “resguarde”, no perdería su condición de naturaleza muerta, y su protección estaría fundamentalmente determinada por los beneficios económicos y ambientales para la actividad social (y su reproducción capitalista). Por ejemplo, si alguna actividad productiva genera impacto ambiental en otras partes del mundo, la Patagonia compensará tal desequilibrio al proyectarse como una “naturaleza pura” al servicio de las mismas fuerzas productivas que, en el fondo, le dan valor y una función específica.

A pesar de que planteamos que la relación cultura-naturaleza en la Patagonia continúa siendo un proyecto de la modernidad, la cara visible de los procesos de conservación hegemónicos parece indicar lo contrario. Aquella apariencia se encuentra estrechamente vinculada, desde nuestra perspectiva, a los procesos de producción de subjetividad en torno a determinados comportamientos, sensibilidades, percepciones, memorias y relaciones sociales que se pueden agrupar, para el caso de la Patagonia, en el marco de “lo ambiental” (Guattari 2000 y 2013; Datta 2016; Hinchliffe 2007). Dicho de otra manera, nos parece que en los procesos actuales de control territorial de la Patagonia inciden de manera muy significativa los trabajos de subjetivación que son indispensables para fijar nuevos agenciamientos para esas australes tierras: “la producción de subjetividad se encuentra […] en un trabajo de formación previa de las fuerzas productivas y de las fuerzas de consumo, sin un trabajo sobre todos los medios de semiotización económica, comercial, industrial, las realidades sociales locales no podrían ser controladas” (Guattari 2013, 31). Así, cuestiones que durante todo el siglo XX en la Patagonia reflejaban el elemento a reprimir, como el “monte” que había que “limpiar” para instalar la ganadería, hoy son el centro del deseo: “fin de mundo”, “virginidad” o “tierras salvajes”. Desde nuestra lógica, tales codificaciones sociales o procesos de producción del deseo reflejarían distintas dinámicas de control territorial todavía no del todo estudiadas.

De esta suerte, una tarea clave en el marco de estos procesos de subjetivación será articular a la Patagonia bajo los parámetros de un sujeto que se diferencie de los otros que, menos conscientes, explotarían la naturaleza de manera indiscriminada. Es decir, un tipo de humano cuyas características lo harían sensible a los aspectos de la administración de la naturaleza. A continuación, a partir de lo avanzado en otras publicaciones y de lo observado en nuestros diversos trabajos de campo, destacamos los siguientes componentes que caracterizarían los actuales procesos socioterritoriales que se están desenvolviendo en Patagonia:

  1. Se vuelve a “vaciar” la Patagonia, tal como se hizo hacia el fin del siglo XIX, es decir, otra vez se homologa las tierras con un territorio salvaje (rewilding), aunque con una valorización social y económica distinta, lo que de todas maneras presenta no menores impactos sociales (por ejemplo, exclusión y expulsión de las comunidades locales).

  2. El capital ve en la desterritorialización que suponen la obsolescencia de la actividad ganadera y el despeje de bosques una oportunidad para recodificar y reterritorializar sus intereses y empalmar con el deseo de dar respuesta a la crisis ambiental de escala global (de hecho, por diversos factores históricos, sociales, ambientales y legislativos, en la Patagonia pareciera ser mejor negocio lo “ambiental” que las tradicionales actividades extractivistas).

  3. Se ha ido materializando un nuevo tipo de propiedad: la hacienda verde. Grandes inversionistas compran miles de hectáreas con el fin de sumarse al valor cultural y económico que implica entrar al negocio del “excedente ecológico” de la tierra global (Moore 2016; Núñez, Benwell y Aliste 2020; Ouma, Johnson y Bigger 2018; Holmes 2014; Kosoy y Corbera 2010).

  4. La “nueva” naturaleza resulta ser la plataforma ideal para negocios turísticos en los que la experiencia será el elemento distintivo: vivir el “origen” será lo que convoque (Zunino, Matossian e Hidalgo 2012; Marchant y Rojas 2015; Rodríguez et al. 2016).

  5. Por último, los antiguos habitantes, al no encajar -económica o culturalmente- como “sujetos ambientales calificados”, son absorbidos como mano de obra o en la práctica viven procesos de movilidad hacia las ciudades. Al respecto, parece estimulante interrogarse si se estaría asistiendo a una especie de “gentrificación verde”.

Naturaleza y capitalismo: el deseo como producción de consumo verde

Como hemos venido manifestando, nos parece que enfocarse en Patagonia es esencial, ya que el nuevo vínculo cultura-naturaleza implica bordes reales, espacios reconocidos y reconocibles, de modo que esas relaciones, humanas y no humanas, adhieren o identifican “membresía a una organización territorial concreta” (DeLanda 2005, 84). Desde principios del siglo XX, la Patagonia se vinculaba a una amplia zona de actividad ganadera y el bosque era considerado económicamente inservible. A finales del mismo siglo, el bosque fue resignificado y valorizado mientras que la Patagonia comenzó a ser reconocida como “fin del mundo” o “paraíso en la tierra”, y convocó así múltiples intereses y deseos (Mellado 2015), que en la práctica no son ajenos a la movilidad y el ecosistema capitalista (Boltanski y Chiapello 2002; Harvey 2014). En efecto, en la actualidad la conservación de la naturaleza -y ya no su explotación- aparece en el centro de un renovado valor cultural que implica otros comportamientos y acoplamientos. En este sentido, la Patagonia es muy representativa como caso de estudio, porque es allí precisamente donde el ensamblaje capital-naturaleza promueve aparentemente una nueva asociación en la actual economía-mundo. La naturaleza en tal proceso de reterritorialización se transforma en un excedente ecológico del mundo (Moore 2016, 92); vale decir, ante la cada vez mayor carencia de naturaleza, todavía más en el caso de aquella considerada en “estado puro”, esta se vuelve escasa y, por tanto, exclusiva (Aliste, Folchi y Núñez 2018).

En consecuencia, la Patagonia ya no es solo una periferia de Chile o Argentina, sino que ahora lo es del mundo y su escala de valor de cambio se instala en tal dimensión global como lugar desde donde el propio mundo puede salvarse de la crisis ambiental. En tal contexto, el capital como modo de organización social, por un lado, se moviliza hacia la rentabilidad monopólica que supone administrar aquella exclusividad/especificidad y, por otro lado, gatilla lo que Deleuze y Guattari han llamado la máquina territorial o el deseo como producción, que ancla al territorio como deseo de consumo (Deleuze y Guattari 2004). El primer aspecto es el que ha concitado mayor atención investigativa (Tecklin y Sepúlveda 2014; Dauvergne 2016; Dempsey 2016; Hora 2018; De Matheus, Zunino y Huiliñir Curío 2018; Núñez, Aliste et al. 2019; Núñez, Miranda et al. 2019; Aliste, Folchi y Núñez 2018). Sin embargo, el segundo, sustentado en las investigaciones poshumanas, resulta toda una apuesta en los estudios geográficos.

¿Qué formas y operaciones de producción sociomateriales se activaron para consolidar tal imagen identitaria? ¿Qué relaciones de poder se despliegan para que determinadas prácticas conservacionistas se tornen hegemónicas de modo que la naturaleza solo sea manejable por un tipo de sujeto ambiental? ¿Cómo estas máquinas territoriales codifican y controlan los tipos de ensamblajes cultura-naturaleza de modo que sean satisfacción del deseo que las impulsa? A continuación exponemos sucintamente cuatro posibles líneas de indagación en las que, estimamos, se visualizan algunas pistas para abordar estas y otras de las problemáticas que venimos describiendo.

Redes económicas: capitalismo y naturaleza, el deseo como administración económica

La premisa de esta perspectiva de análisis es doble: i) lo social es resultado del deseo y ii) no hay un origen, hay múltiples ingresos a lo social que son producción-producto al mismo tiempo. Ambas plataformas, a su vez, se fundamentan en un aspecto clave: “el deseo produce lo real […] No es el deseo el que se apoya sobre las necesidades, sino al contrario, son las necesidades las que se derivan del deseo” (Deleuze y Guattari 2004, 33-34). Así, el deseo es siempre producción y no resultado de una carencia. Nos parece importante, por tanto, encauzar el análisis de los procesos de producción territorial en la Patagonia bajo la búsqueda y comprensión del despliegue de ciertas racionalidades que organizan al deseo. ¿Cómo son ensambladas y acopladas esas racionalidades? parece ser una pregunta importante. En el fondo, la exclusividad asociada a la Patagonia es un modo “en que el deseo está ya de entrada en lo económico” (Guattari 2013, 12). Dicho de otro modo, el discurso verde en la Patagonia es una forma de actualización de un capitalismo que entiende que la “naturaleza barata”, siendo aún una alternativa en otros lugares, pierde rentabilidad.

El capital siempre amplía sus propios límites, aunque parezcan contradictorios (Caffentzis 2018). Con la crisis ambiental, la naturaleza como fuente infinita de explotación capitalista se agota, por lo que la Patagonia atraería los flujos de deseos y energías que surgen con la constatación de la escasez de una “naturaleza barata”. Dicho de otra manera, la reterritorialización o recodificación implicará redefinir la naturaleza como “pura” u “origen”, porque, ante la crisis ambiental o el calentamiento global, la Patagonia actualiza el deseo social de salvar al mundo o de verlo de otro modo.

La certeza de una naturaleza pura ubicada casi con exclusividad en la Patagonia (o en otras escasas periferias del mundo) da cuenta de una especie de plusvalía en código verde. Así, una nueva red de acoplamiento humano - no humano en los marcos de una administración capitalista ha permitido releer (y por tanto desviar) el territorio patagónico de una naturaleza inservible e inútil (durante todo el siglo XX) al paraíso edénico actual. Por lo mismo, los renovados flujos en la producción capitalista en Patagonia requieren no solo privatizar la tierra, como ya se ha hecho en forma muy notoria (Núñez, Benwell y Aliste 2020), sino en lo esencial canalizar los deseos de esta nueva producción de subjetividad que en la práctica es gerenciada por el mencionado sujeto ambiental. Por ejemplo, una oferta que busca satisfacer aspectos del alma o que se relacionan con algo que se habría perdido (la naturaleza intocada) (Latour 2017; Nates Cruz y Raymond 2007). Aquella oferta viene a satisfacer niveles de hiperconsumo, tanto por su exclusividad como por una demanda de alcance global, es decir, dispondría de un mercado también hiperrentable.

Redes digitales: su agencia en la producción de “nuevas tierras”

La imagen geográfica de la Patagonia como edén depende y es inseparable de las máquinas técnicas: internet, redes digitales, entre otras (Parikka 2015; Botto 2018). Tal máquina técnica, como agente productor y componente material del devenir edénico mencionado, resulta vital en la actualidad para insertarse en el estudio de los procesos de interacción entre naturaleza, capital y deseo de la Patagonia. En la práctica, sostenemos que las redes digitales cofabrican la renovada imagen geográfica, una alianza que involucra a las propias redes digitales, a los usuarios y, por cierto, a la materialidad del paisaje, y todos estos actúan como fabricantes-consumidores de una imagen patagónica singular. Tal panorama sería el resultado de un deseo que es convertido rápidamente en necesidad: estar en Patagonia es encontrar expresiones tal vez nunca antes vistas. Lo anterior es visualizado e interpretado por los usuarios como un “descubrimiento” en tanto cada paisaje, cada “nuevo” territorio, vendría a ser una línea de fuga que se reenfoca desde otros prismas, con renovados categorías y horizontes de comprensión (Núñez, Aliste y Arenas 2017).

Como ha expresado Deleuze, un paisaje se moviliza en una nueva codificación social siempre que sea primero desterritorializado y desde esa suerte de vacío “deviene creador de una nueva tierra” (2005, 81). Desde este punto de vista, estas formas de “des-cubrimiento” de la Patagonia conllevan efectivamente formas diferentes de ver y valorar el paisaje. Sin embargo, no hay que perder de vista un aspecto crucial: otras valorizaciones territoriales quedan en desuso y son menospreciadas por estos recientes “descubridores”. Así, por ejemplo, la práctica de cortar árboles para abrir campos para la ganadería por parte de antiguos colonos se transforma en una acción que debe ser reprimida. La imagen-red no sería, por tanto, un anexo del sujeto sino, por el contrario, es el propio sujeto el excedente del devenir red-digital, ya que el sujeto, como expresamos, se construye identitariamente en los bordes de agenciamientos mayores. La red digital viene a ser uno de los artefactos culturales centrales de nuestro tiempo y es importante en el proceso de producción “verde” de la Patagonia. La interacción entre deseo, imagen, conocimiento y poder se expande a través de ella, de modo que la red social actúa como mediadora y a la vez generadora de lo que la población va produciendo y consumiendo. En definitiva, las redes sociales participan en la producción de imágenes geográficas de Patagonia y del deseo de consumo de estas.

Redes de gestión: maquinaria política pública y administración de sistemas de valor territorial

El capitalismo funciona, de acuerdo con lo expuesto, como una máquina social que codifica los flujos del deseo, que no son resorte exclusivo de un sujeto racional sino, como vimos, de un sujeto que solo es excedente o borde del propio proceso de producción, es decir, es producción-producto al mismo tiempo. Sin embargo, y a pesar de su fuerza desterritorializante, el capitalismo requiere mecanismos concretos que colaboren en la organización de sus reterritorializaciones. Por ejemplo, en los procesos de neoliberalización a nivel global madurados en las décadas de los noventa y los años 2000 el Estado fue (y sigue siendo) un órgano fundamental para dar solidez a las prácticas del capital (Sassen 2003; Lazzarato 2020)7.

El capital se institucionaliza a través de determinadas plataformas y, por lo mismo, las herramientas de gestión resultan también importantes de visualizar. Un dato clave: el 81% de las tierras de Aysén y el 62% de las tierras de Magallanes son fiscales (MBN 2018). En tal marco, es interesante visibilizar el anclaje de las redes de gestión territorial hacia la Patagonia en la medida en que permite observar la trayectoria, así como las intenciones de sus inventores (Chiapello y Gilbert 2019). El punto resulta importante, no solo por la cantidad de territorio administrado por el Estado, sino porque, a su vez, buena parte de esas tierras han pasado recientemente a promover un tipo de desarrollo turístico liderado por la alianza Estado-capital desde una base de “conservación y protección de la naturaleza”, a través de distintas iniciativas tales como la ya comentada Ruta de los Parques de Patagonia con más de 11,8 millones de hectáreas (tres veces el tamaño de Suiza). Ello ha sido posible gracias a una acción que, además de económica, ha sido también política y cultural. Por lo mismo, se debe resaltar que las políticas públicas se sustentan también en técnicas inmateriales o semánticas que han dado soporte a esta reterritorialización patagónica. Entre esas técnicas visualizamos (y consideramos materia de análisis indispensables) los medios de comunicación de los aparatos centrales, la producción de ciertas representaciones sociales, la instalación de sistemas de valor, la triangulación legal de las reglas del juego y, entre otras, los recursos de disciplinamiento que se despliegan desde determinadas relaciones de fuerza (Chiapello y Gilbert 2019; Austin 2017).

Redes de la diferencia: otros actores, prácticas y geografías en disputa. ¿Nuevos acoplamientos, nuevas experiencias?

Con el objetivo de tensionar y profundizar los puntos anteriores, nos parece necesario preguntar por el modo en que el ensamblaje cultura-naturaleza y sus transformaciones son experimentados y expresados por las poblaciones locales en la vida cotidiana. Aunque no desligadas de las redes antes expuestas (en el fondo, todas estas redes constituyen una sola trama), es pertinente observar y analizar estas trayectorias heterogéneas que constituyen el espacio vivido. A partir de las lógicas menos planificadas o rizomáticas de la vida cotidiana, tales redes se desenvuelven en interacciones concretas con el bosque, el agua, los caminos, los animales u otras materialidades no humanas presentes en la Patagonia (Skewes, Palma y Guerra 2017; Libuy 2017; Urrutia, Núñez y Aliste 2022). Desde allí cabe preguntarse por el rol de las materialidades, de las prácticas y relaciones de un territorio o paisaje existencial que no se encuentra cerrado en sí mismo (Watsuji 2006) y que, por lo mismo, está implicado en procesos de asociaciones complejas, dinámicas y siempre en tensión con las redes de poder anteriormente señaladas.

Al respecto, desde nuestra perspectiva, las poblaciones locales en la Patagonia no son indiferentes a la nueva matriz relacional entre cultura-naturaleza, y se movilizarían identitaria y cotidianamente hacia lenguajes socioterritoriales que buscan ser coherentes con el devenir “verde”. Desde esta plataforma, creemos que los estudios geográficos requieren ahondar en el agente no humano que impacta y resignifica lo social. Más bien, siguiendo a Latour (2007), en los entramados socionaturales que se construyen a partir de la proliferación de ensamblajes relacionales configurados en red que se encuentran ubicados a medio camino entre los polos de la naturaleza y la cultura. Las materialidades, en el fondo, despliegan conexiones intersubjetivas que cofabrican el devenir de la propia relación cultura-naturaleza (Billi 2018; Di Giminiani y González 2018), y es así que desde su relación e intersección construyen y producen los procesos de desterritorialización y reterritorialización en distintos contextos espaciotemporales.

Reflexiones finales

En este artículo hemos pretendido exponer, discutir y sistematizar algunas herramientas conceptuales, reflexiones colectivas, así como posibles líneas de trabajo que, estimamos, podrían contribuir al desarrollo de las perspectivas críticas en Chile. Lo anterior ha sido elaborado sobre la base, por un lado, de un rico y variado relevamiento y análisis bibliográfico y, por otro lado, de las investigaciones tanto individuales como colectivas en torno a los procesos de producción del espacio y las relaciones cultura-naturaleza en la Patagonia chilena. Dicho ejercicio nos parece un aporte necesario no solamente por su punto de vista teórico-metodológico, sino por cuanto creemos colaboraría a la comprensión de algunos complejos procesos regionales contemporáneos, así como a la imaginación y el diseño de otros devenires posibles.

Las reflexiones expuestas en este trabajo en torno a la tríada capital, naturaleza y deseo nos llevan a postular que las prácticas hegemónicas de conservación en la Patagonia no rompen con las lógicas de una racionalidad moderna instrumental, ni con el binarismo humano - no humano ya que, por el contrario, la naturaleza continúa siendo a través de ellas valorizada como externalidad y bien de consumo. En el fondo, este en principio “nuevo” vínculo cultura-naturaleza en Patagonia no saldría del prisma antropocéntrico que ha venido dominando por siglos esa relación; es más, como dijimos, la agudizaría a través de formas más avanzadas y sofisticadas de acumulación de capital. Estamos, por tanto, en presencia de una arquitectura geográfica en Patagonia que acentúa desigualdades y exclusividades territoriales. En este sentido, en lugar de preguntarnos cómo conservar una naturaleza entendida como una entidad distinta y separada de lo humano -mismo presupuesto que, como se mencionó a lo largo del trabajo, avala su explotación-, nos parece significativo cambiar el foco e interrogarnos ¿cómo rearticular y regenerar nuestras relaciones con aquello que la racionalidad moderna y el discurso neoliberal consideran “externalidades”?

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*La elaboración y organización de este artículo se desarrolló en el marco de los proyectos Fondecyt (ANID) n.° 1210944: “Geografías de la conservación en Patagonia: intersecciones entre naturaleza, capital y deseo”, Fondecyt (ANID) n.°1190855: “Naturalezas, territorios y paisajes forestales: imaginario verde y nuevas desigualdades socioambientales en la geografía social” y Fondecyt (ANID) n.° 1191865: “Interacciones geográficas-ambientales: vinculando los sistemas socio ecológicos con la historia ambiental. Valle Exploradores, Patagonia Occidental, Región de Aysén”.

1Para efectos de este artículo, ambas regiones constituyen la Patagonia chilena. A su vez, al hablar de Patagonia nos referimos a ecosistemas terrestres y no marinos, pues hay que distinguir dinámicas diferentes entre un caso y otro, como por ejemplo el rol de los habitantes locales (ver el caso de los Espacios Costeros Marinos Pueblos Originarios también conocidos como ECMPO).

2Para ello consultar Bandieri (2011), Harambour (2019), Núñez, Aliste et al. (2019), y Núñez, Benwell y Aliste (2020).

3Cabe mencionar que el presente análisis se remite a la producción de flujos trasnacionales en torno a la conservación en la Patagonia. Aunque en nuestra área de estudio no es tan evidente, no hay que perder de vista que eventualmente la conservación también puede ser un instrumento de resistencia territorial contrahegemónica, principalmente, cuando los actores locales asumen un papel central en la creación y gestión de áreas.

4En este sentido, nos parecen interesantes también trabajos como los de Timothy Morton (2019) quien, desde una lectura poshumanista de Marx, plantea una especie de comunismo poshumano, caracterizado por relaciones más armónicas e igualitarias entre las existencias humanas y no humanas. A partir de una perspectiva distinta, no abiertamente poshumanista, pero sí relacional y marxista, el trabajo de Jason Moore (2020) nos parece relevante para comprender el modo en que el capitalismo infiltra las relaciones humanas / no humanas en la trama de la vida. En definitiva, nos resulta muy sugestiva la posibilidad de desarrollar una línea de investigación crítica sobre la base de los puntos de encuentro entre el materialismo histórico y el materialismo poshumanista.

5Parte de esa Ruta de los Parques ha sido recientemente concesionada para administración a la exclusiva cadena hotelera Explora. Junto a ello, se está implementando un pasaporte “verde” que busca instalar en los propios visitantes el rol de preservadores y guardianes de esta “nueva” naturaleza.

6Es muy relevante tener en cuenta que, desde nuestra perspectiva de análisis, asociamos a tales “sujetos ambientales” con discursos conservacionistas de tipo hegemónico y que es allí donde nos interesa poner el foco. Sin duda, hay valiosas y múltiples iniciativas que buscan reformular la relación cultura-naturaleza en Patagonia que nos parecen muy importantes, pero que no consideramos hegemónicas.

7Una tesis interesante al respecto es que el nacimiento de los Estados nacionales es gatillado por y desde los capitales, en tanto, ante la desterritorialización imperial, el territorio es indispensable para codificar nuevos negocios (Fujita Hirose 2021).

Cómo citar: Núñez González, Andrés, Enrique Aliste, Santiago Urrutia y Patricia Carrasco. 2023. “Geografías poshumanas en la Patagonia chilena: intersecciones entre naturaleza, capital y deseo. Una aproximación crítica”. Revista de Estudios Sociales 84: 115-130. https://doi.org/10.7440/res84.2023.07

Recibido: 08 de Julio de 2022; Aprobado: 15 de Noviembre de 2022

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