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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.87 Bogotá Jan./Mar. 2024  Epub Jan 17, 2024

https://doi.org/10.7440/res87.2024.05 

Temas varios

Sostener la vida en tiempos de incertidumbre: estrategias de aprovisionamiento de mujeres populares en Santiago de Chile*

Sustaining Life in Times of Uncertainty: Provisioning Strategies of Low-Income Women in Santiago, Chile

Sustentando a vida em tempos de incerteza: estratégias de provisão de mulheres populares em Santiago do Chile

Lorena Pérez-Roa** 

Ximena Cuadra Montoya*** 

**Doctora en Ciencias Humanas Aplicadas de la Université de Montréal (Canadá). Profesora asociada al Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Chile (Chile). Participa en el Núcleo de Relaciones y Luchas Sociales, y en el Núcleo Interuniversitario Individuos, Lazos Sociales y Asimetrías de Poder. Últimas publicaciones: “Los retiros de los fondos previsionales y las finanzas: nuevas rutas de extracción financiera”, Revista Nuestramérica 20: en línea, 2022, https://doi.org/10.5281/zenodo.6899472; y “Women and Finances: Exploring the Place of Women in the Chilean Financial Education Program” (en coautoría), Affilia 37 (3): 364-381, 2022, https://doi.org/10.1177/08861099221079391. loperez@uchile.cl

***Doctora en Ciencia Política de la Université du Québec à Montréal (Canadá). Profesora auxiliar de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica del Maule (Chile) e investigadora del Centro de Estudios Urbano Territoriales (CEUT) de la misma institución. Últimas publicaciones: “Continuidades, resultados y conflictos socioambientales en el sector eléctrico del Estado neoliberal”, en Las otras heridas. Extractivismo y 50 años de lucha socioambiental en Chile, editado por Lucía Sepúlveda, 139-152 (Santiago de Chile: Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales, 2023); y “Multiculturalismo neoliberal extractivo en la cuestión hidroeléctrica en territorio mapuche. Un análisis a la implementación de la consulta indígena en Chile”, Revista Geografía Norte Grande 80: 30-57, 2021, http://dx.doi.org/10.4067/S0718-34022021000300035. xcuadra@ucm.cl


Resumen:

Este artículo explora las estrategias de aprovisionamiento que las mujeres populares de Santiago de Chile despliegan para afrontar las incertidumbres económicas que se vieron intensificadas en el contexto de la pandemia del COVID-19. Entendemos por estrategias de aprovisionamiento aquellos trabajos, sean remunerados o no, que ellas realizan para garantizar el bienestar del hogar. Para ello, se llevó a cabo una serie de entrevistas de seguimiento cualitativo a catorce mujeres jefas de hogar. Los hallazgos se reagruparon en tres estrategias de aprovisionamiento: 1) las de cuidado, 2) las de rebusque y 3) las de ahorro. Las analizamos como un continuum de prácticas que forman parte de las tareas de aprovisionamiento que despliegan las mujeres y que se caracterizan por no ajustarse a las distinciones tradicionales entre espacio público y espacio privado, que se transforman en función de las demandas del contexto y que no se perciben como transferibles a terceras personas. Explorar las estrategias de aprovisionamiento tiene un sentido doble: por un lado, buscamos entender las presiones económicas que provocó el contexto social marcado por altos niveles de incertidumbre política y económica y, por otro lado, nos permiten analizar las prácticas económicas de ajuste que las mujeres tuvieron que desarrollar para sostener la vida en un contexto cambiante por los ciclos de la pandemia del COVID-19.

Palabras clave: estrategias de aprovisionamiento; incertidumbres económicas; mujeres populares; Santiago de Chile

Abstract:

This article delves into the provisioning strategies employed by low-income women in Santiago, Chile, to deal with the economic uncertainties that were exacerbated in the context of the COVID-19 pandemic. Provisioning strategies encompass both paid and unpaid work that women engage in to ensure the well-being of their households. To investigate these strategies, a series of qualitative follow-up interviews were conducted with fourteen female heads of households. The findings are categorized into three provisioning strategies: 1) caregiving, 2) resourcefulness, and 3) savings. These strategies are analyzed as a continuum of practices that are part of women's provisioning tasks. These practices do not conform to traditional distinctions between the public and private spheres, they adapt to the demands of the context, and they are not seen as transferable to others. Exploring provisioning strategies serves a dual purpose: firstly, it seeks to understand the economic pressures caused by the social context marked by high levels of political and economic uncertainty, and secondly, it allows us to analyze the economic adjustment practices that women had to develop to sustain life in a changing environment shaped by the cycles of the COVID-19 pandemic.

Keywords: economic uncertainties; low-income women; provisioning strategies; Santiago de Chile

Resumo:

Neste artigo, são exploradas as estratégias de provisão que as mulheres populares de Santiago do Chile utilizam para enfrentar as incertezas econômicas que se intensificaram no contexto da pandemia da covid-19. Por estratégias de provisão entendemos o trabalho, remunerado ou não, que elas realizam para garantir o bem-estar da família. Para isso, foi realizada uma série de entrevistas qualitativas de acompanhamento com 14 mulheres chefes de família. As descobertas foram agrupadas em três estratégias de provisão: 1) estratégias de cuidado, 2) estratégias de busca e 3) estratégias de economia. Foram analisadas como um continuum de práticas que fazem parte das tarefas de provisão das mulheres, que se caracterizam pelo fato de não estarem em conformidade com as distinções tradicionais entre espaço público e privado, de serem transformadas de acordo com as demandas do contexto e de não serem percebidas como transferíveis a terceiros. Explorar as estratégias de provisionamento tem um duplo significado: por um lado, buscamos entender as pressões econômicas causadas pelo contexto social marcado por altos níveis de incerteza política e econômica e, por outro lado, elas nos permitem analisar as práticas de ajuste econômico que as mulheres tiveram de desenvolver para sustentar a vida em um contexto alterado pelos ciclos da pandemia da covid-19.

Palavras-chave: estratégias de provisão; incertezas econômicas; mulheres populares; Santiago do Chile

Introducción

La pandemia por COVID-19 puso un freno inédito al sistema económico mundial y desató una crisis con consecuencias a nivel global. Chile recibió la pandemia en medio de un ciclo de protestas y movilizaciones frente a una de las más profundas crisis sociales de los últimos tiempos. El denominado estallido social1 se vio abruptamente interrumpido por las restricciones de movilidad derivadas de la pandemia, cuando se decretó cuarentena obligatoria a partir del 25 de marzo de 2020, la cual se extendió por más de cinco meses. Los impactos del confinamiento se sintieron con fuerza en el campo social, político y económico en las zonas urbanas de Chile (Idrovo-Aguirre y Contreras-Reyes 2021). Según los registros del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2021, hacia finales de 2020 se perdieron más de un millón de puestos de trabajo a nivel nacional y la tasa de desempleo llegó al 11 % -cuatro veces mayor que la registrada en la misma fecha del año anterior-. Durante el periodo de confinamiento la tasa de participación de mujeres en el mercado laboral era del 41,3 %, lo que representó un retroceso en más de diez años en este indicador (PNUD 2020).

En este contexto, la incertidumbre económica, entendida como la percepción de riesgo y de insuficiente apoyo institucional que los individuos experimentan, en especial frente a sus decisiones económicas (Hofreiter y Bahna 2020), afecta directamente las actividades de reproducción social, tales como la provisión de bienes y servicios para el bienestar social y, a su vez, alimenta las expectativas que los individuos tienen sobre el futuro económico. La incertidumbre activa estrategias económicas concretas, como la planificación de los gastos y del ahorro, a partir de las expectativas de los hogares (Villarreal 2021). En este sentido, las formas en que los hogares han afrontado el aumento en la cesantía, la disminución salarial, la lentitud de la respuesta institucional y un ambiente de fuerte conflictividad social se pueden interpretar con base en las estrategias económicas concretas que los individuos despliegan para responder al día a día, y que buscan calmar los temores que albergan frente al futuro.

En Chile, estas estrategias económicas de los hogares también son un fenómeno generizado. La presencia de mujeres a cargo del sostenimiento y la crianza de los hijos es un hecho de larga data, vinculado a la persistencia de normas tradicionales de género (Montecino 2018). En los últimos años, las lógicas maternalistas que posicionan a las mujeres como principales cuidadoras han sido reproducidas en las transformaciones del sistema neoliberal, mediante la implementación de políticas sociales asistencialistas, subsidiarias y focalizadas (Staab 2012; Rodríguez et al. 2021). Estas han profundizado la privatización, la responsabilización y los costos del cuidado, el cual ha quedado principalmente a cargo de madres (Yopo Díaz 2021). En efecto, en los últimos años, la gestión del cuidado de niños, niñas y adolescentes ha estado determinada por la alta presencia de hogares monoparentales y con jefaturas femeninas en el país. Según cifras entregadas por el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género (2019), en 2017 la cantidad de hogares con una mujer jefa de hogar alcanzaba el 42,4 %, dentro del cual el 73,4 % correspondía a hogares monoparentales.

Esta alta presencia de mujeres jefas de hogar también ha estado vinculada a elevados índices de inseguridad económica (Prieto 2021). Esto se ha cruzado con el impacto de la pandemia en relación con las restricciones sanitarias y la excesiva carga de tareas de cuidado, lo que ha implicado durante los últimos años importantes dificultades para la generación de ingresos de estas mujeres (PNUD 2020). Al respecto, en un reciente trabajo sobre las estrategias desplegadas por los hogares chilenos para ajustarse a los efectos de la pandemia, Palma y Araos (2021) dan cuenta de que el 60,3 % experimentaron un descenso de los ingresos familiares, el 70,3 % utilizaron estrategias para generar ingresos y el 76,6 % tuvieron que emplear por lo menos una estrategia para reducir los gastos durante los primeros meses de la pandemia. Si bien, los hogares encabezados por mujeres no mostraron una mayor reducción de ingresos que los encabezados por hombres, sí fueron más propensos a poner en marcha más estrategias para generar ingresos.

En este sentido, en este artículo buscamos explorar las estrategias de aprovisionamiento que los hogares populares con jefaturas femeninas desarrollan para afrontar la incertidumbre económica. Entendemos las estrategias de aprovisionamiento como aquellos trabajos, sean remunerados o no, que las mujeres realizan para garantizar el bienestar del hogar (Neysmith et al. 2010; Doucet 2020). Esta noción, proveniente de la economía feminista, apunta a explicar las formas entrelazadas que adoptan los cuidados no remunerados y el empleo remunerado en la vida de las mujeres precarizadas (Taylor 2004). Con base en un seguimiento durante diez meses a catorce mujeres jefas de hogar de sectores populares en Santiago de Chile, se explora cómo las estrategias se adecuaron a los diferentes escenarios y contextos cambiantes que provocó la pandemia. En este sentido, las estrategias nos permiten dar cuenta de las formas en que las mujeres salen adelante en contextos de alta precariedad e incertidumbre económica.

Este artículo se estructura de la siguiente manera: en la primera parte se discuten las nociones de estrategias domésticas y de estrategias de aprovisionamiento; en la segunda se plantea el marco metodológico; en la tercera se exponen los principales hallazgos que se reagrupan en tres estrategias de aprovisionamiento (las de cuidado, las de rebusque y las de ahorro); en la cuarta y última se analizan los hallazgos y se presentan las conclusiones.

Estrategias domésticas para afrontar las incertidumbres económicas

En los estudios provenientes de América Latina y África, la noción de estrategias domésticas se comenzó a usar para definir el peso que tenía la economía informal en el modo en que se organizaba la vida económica de los hogares populares (Wallace 2002). En estos trabajos se destaca el papel estratégico que tienen los hogares, en términos de transferencia de recursos, disposición de bienes y servicios, entre otros, para hacer frente a los efectos negativos de distintos tipos de crisis (Adler Lomnitz 2008).

Las estrategias domésticas tienen diversos usos dependiendo de los objetivos de cada investigación: como concepto, como unidad de análisis o como método de análisis (Wallace 2002). Entender las estrategias domésticas como un concepto es lo que desata mayores controversias, en tanto la noción de estrategia puede concebirse como parte de un discurso derivado de los entornos militares y empresariales, que busca favorecer la responsabilización de los hogares. Sin embargo, la relevancia del concepto de estrategias domésticas radica en su arraigo inductivo, en tanto considera que hay contextos que solo se entienden cuando se les pregunta directamente a los hogares sobre las formas en que le dan sentido a su interacción con el entorno (Wallace 2002). Como método de análisis, las estrategias domésticas buscan comprender las combinaciones de trabajo formal, informal y doméstico; en este sentido, se piensan principalmente para analizar los cambios en la estructura laboral. Por último, las estrategias domésticas como unidad de análisis ponen a los hogares como medios a través de los cuales es posible discernir los comportamientos y las relaciones económicas. Dentro de estos diversos usos, Wallace (2002) reconoce tres circunstancias en las cuales las estrategias domésticas tienen mayor pertinencia: 1) cuando la prevalencia de las mujeres en el mercado laboral exige reasignar las tareas domésticas y de cuidado; 2) cuando las sociedades están sometidas a rápidos cambios sociales que dejan a los hogares en una situación de riesgo e incertidumbre, que les hace recurrir a estrategias más exigentes de acomodo de los recursos; 3) cuando la economía informal comienza a tener mayor presencia en las sociedades. En este sentido, en este artículo entendemos las estrategias domésticas como una forma analítica de acercarse a realidades opacas, que se ven afectadas por los cambios estructurales, de los cuales desconocemos las formas en que se manifiestan en los hogares.

Dentro de los estudios de las estrategias domésticas ha existido un interés por analizar el papel de las mujeres, particularmente de las mujeres populares y su gestión de la economía doméstica. Este interés se relaciona con reconocer la importancia del papel de las mujeres en las tareas de reproducción social y dar cuenta de la histórica invisibilización de ellas en estas tareas (Adler Lomnitz 2008).

En esta línea, Isabelle Guérin (2010) examina la diversidad de prácticas monetarias y financieras que las mujeres llevan a cabo para responder a los requerimientos de subsistencia diaria y equilibrar ingresos insuficientes con gastos inevitables. Estas prácticas toman variadas formas, tales como interminables modos de préstamos, múltiples esquemas de ahorro, etiquetación de fondos para los diversos usos del dinero y participación en circuitos de intercambio, principalmente femeninos. Sus resultados muestran la necesidad de repensar que la relación entre mujeres y pobreza se resuelve exclusivamente con la formalización del trabajo femenino. Para la autora, el trabajo formal no asegura en sí mismo liberarse de las estructuras jerárquicas y opresivas, en tanto se tiende a sobrestimar, desde una concepción puramente funcional, el peso del instrumento monetario, olvidando que el acceso al dinero de las mujeres se forja en construcciones sociales establecidas por las normas sociales y por las negociaciones en el nivel intrafamiliar.

Varias etnografías económicas desarrolladas en América Latina han documentado ampliamente múltiples dimensiones de las prácticas económicas de mujeres en contextos populares. Por ejemplo, los trabajos de Villarreal (2009 y 2010) sobre hábitos financieros de mujeres rurales en Guadalajara, el estudio de Hormes (2014) sobre las tensiones provocadas por la titularidad otorgada a las mujeres de los beneficios de las políticas de transferencia condicionadas en Argentina, y las investigaciones de Wilkis (2013 y 2015) sobre el sentido del dinero en los barrios de la periferia de Buenos Aires, los cuales ponen de manifiesto una dimensión relacional de las estrategias económicas en contextos populares. De esta manera, se puede argumentar que los vínculos sociales son un soporte estratégico para la movilización de recursos económicos en los hogares (Adler Lomnitz 2008; Wilkis 2013; Pérez-Roa y Troncoso Pérez 2019; Han 2012). Las luchas cotidianas por hacer rendir los ingresos y responder a sus compromisos financieros involucran múltiples dimensiones de la vida cotidiana, que son portadoras de diversos universos de sentido y que están sujetas a la influencia de las relaciones sociales, culturales y emocionales (Villarreal 2010).

Sostener la vida en contextos de crisis: estrategias de aprovisionamiento

Para Nancy Fraser (2016), la llamada crisis de los cuidados debe entenderse como parte de las contradicciones sociorreproductivas del capitalismo financiarizado. Es decir, como una crisis agudizada por la orientación del capitalismo hacia la acumulación ilimitada que desestabiliza los procesos de reproducción social, los cuales son, a su vez, una condición para los procesos de acumulación. Siguiendo a Fraser, el capitalismo financiarizado se caracteriza por construirse sobre la base del ideal normativo2 de los “hogares a dos salarios”, por promover la desinversión del Estado en el bienestar social, por el reclutamiento de mujeres como fuerza de trabajo y por reducir los salarios reales, lo que aumenta la carga de trabajo que los hogares deben realizar para mantener a la familia. En este sentido, obliga a los hogares a externalizar el trabajo de cuidado, lo que precariza las condiciones con las que cuentan para realizar sus tareas de reproducción social.

Ahora bien, a pesar de la generalización de esta condición, esto no significa que tenga las mismas características y que todas las personas experimenten las crisis de manera idéntica. En los hogares del sur global, caracterizados por la precaria protección social y por ser encabezados por mujeres (Moore 2020), esta crisis se agudiza. Las mujeres deben hacerse cargo de las demandas económicas y prácticas del cuidado para sostener económicamente los hogares, en un contexto donde las instituciones funcionan limitadamente y donde el ideal normativo de las familias a doble salario no se cumple (Moore 2020).

En este contexto de cercamiento de las condiciones de vida, los hogares deben desplegar estrategias de supervivencia. Amaia Pérez Orosco (2019) caracteriza estas estrategias como las múltiples formas en que los hogares buscan obtener más ingresos (economía de rebusque), ampliando los trabajos invisibilizados para poder sustituir aquellos servicios de bienestar y cuidados que el Estado ya no entrega (economía invisibilizada), activando las redes latentes o creando nuevas maneras de compartir recursos y ponerlos en común (economía de retales). Así, las economías domésticas producen bienes y servicios de distinta naturaleza: “alimentación, cuidado directo de las personas, bienes comercializables, todos ellos basados en lazos familiares, comunitarios, redes de amistad, entre otras, que producen valor concreto y que son generadores de bienestar cotidiano, aunque no estén totalmente reflejados en el mercado y en el precio” (Cielo et al. 2016, 168).

Estas estrategias múltiples que buscan mantener el hogar pueden ser entendidas bajo el concepto de aprovisionamiento, definido como todo trabajo que realizan las mujeres a diario para adquirir los recursos materiales e inmateriales que les permitan cumplir con las responsabilidades de garantizar el bienestar de la familia (Neysmith et al. 2010). Esta idea se refiere a las formas entrelazadas que adoptan los cuidados no remunerados y el empleo remunerado en la vida de las mujeres precarizadas (Taylor 2004). Desde esta perspectiva, el aprovisionamiento incluye aquellas tareas visibles (actividades formales e informales en el mercado del trabajo y compromisos comunitarios), las actividades invisibles (centradas en cuidar la salud de uno mismo y de otros, poner en funcionamiento redes de apoyo, solicitar ayuda económica, entre otras), actividades para ganar dinero y aquellas que se realizan para garantizar la seguridad de uno mismo y de sus hijos (Neysmith et al. 2010, 156).

Neysnmith et al. (2010) diferencian dos tipos de estrategias de aprovisionamiento a partir de un estudio realizado en Canadá con grupos comunitarios de mujeres: estrategias que provienen de las prácticas cotidianas y estrategias transformativas. Dentro de las prácticas cotidianas, distinguen entre aquellas vinculadas a la creación y gestión de recursos, y aquellas que requieren de la participación en actividades de mayor riesgo como, por ejemplo, las que buscan responder de manera anticipada a las incertidumbres del futuro con recursos de los que disponen en el presente. Por otro lado, las estrategias transformativas corresponden a aquellas actividades de recreación, resistencia al estereotipo o al estigma, las negociaciones para redefinir sus responsabilidades y las que buscan imaginar un futuro mejor.

La noción de estrategias de aprovisionamiento busca recoger el debate que la economía feminista ha planteado sobre la imposibilidad de pensar el trabajo y el cuidado como opuestos binarios. En este sentido, y según lo que plantea Doucet (2020), analizar las estrategias de aprovisionamiento pone de relieve cómo para muchas mujeres, especialmente las mujeres populares, las prácticas de reproducción social y las identidades cotidianas están profundamente interconectadas. Este enfoque pretende también reconocer las estrategias de aprovisionamiento desde una lógica relacional de agencia (Sasunkevich 2019), esto es, como estrategias activadoras. Aprovisionar, en este sentido, tiene efectos positivos para las mujeres, en tanto promueve un sentimiento de autoestima, confianza y apoyo mutuo.

Metodología

Este artículo es resultado de una investigación más amplia realizada entre septiembre de 2021 y septiembre de 2022 que examina las prácticas de ajuste para manejar la incertidumbre económica en hogares encabezados por mujeres jefas de hogar en Santiago de Chile. Específicamente, se exploran las prácticas económicas concretas del día a día que buscan apaciguar los temores relacionados con sus expectativas del futuro. La metodología utilizada fue la etnografía económica de seguimiento cualitativo en catorce hogares populares de la Región Metropolitana. Este tipo de etnografía es un método de investigación que se caracteriza por confrontar las categorías del pensamiento científico-académico con las que surgen de la práctica económica de los hogares e individuos (Dufy y Weber 2009). En este caso incluye entrevistas, notas de campo, cuadernos de compras y un registro fotográfico. Sin embargo, para los fines de este artículo trabajaremos con el material de las entrevistas. De esta manera, el seguimiento a hogares es pensado como una estrategia que se nutre de la etnografía y que busca acompañar a sus miembros a lo largo de un periodo de tiempo para explorar la multiplicidad de negociaciones, repertorios y valoraciones que ocurren en los espacios de interacción doméstica (Villarreal 2009). En unas circunstancias cambiantes, en las que las medidas de restricción de movilidad se ajustaban permanentemente al contexto sociosanitario, la perspectiva de seguimiento temporal desarrollada nos permite presentar los distintos escenarios a los cuales las mujeres populares tuvieron que adaptarse.

La unidad de análisis estuvo compuesta por 14 hogares populares de jefatura de hogar femenina, encabezados por mujeres entre 25 y 69 años de edad y con hijos a cargo. Nos referimos a mujeres populares en tanto buscamos tensionar las categorías de exclusión, marginalidad y pobreza utilizadas regularmente en las ciencias sociales, para reconocer la capacidad que ellas tienen de desarrollar estrategias de aprovisionamiento para sostener la vida en contextos de alta incertidumbre económica (Gago 2014; Castronovo 2018). Las participantes fueron reclutadas a través de servicios sociales, organizaciones sin fines de lucro y centros comunitarios. En la tabla 1 se detallan sus características demográficas. El 64 % tenían un trabajo remunerado y casi el 30 % eran trabajadoras independientes. Con respecto a su nivel educativo, la mayoría tenía educación técnica finalizada.

Tabla 1 Características sociodemográficas de las participantes 

Número de participantes Porcentaje de la muestra
Comunas de Santiago de Chile
La Pintana 5 35,7
La Reina 3 21,4
Peñalolén 2 14,2
Puente Alto 4 28,5
Rango de edades
25-35 6 42,8
36-45 2 14,2
46-55 4 28,5
56-65 1 7,1
66-75 1 7,1
Estado civil
Soltera 9 64,2
Casada 4 28,5
Divorciada 1 7,1
Nivel educativo
Educación básica 2 14,2
Educación secundaria 6 42,8
Educación técnica secundaria 3 21,4
Educación técnica superior (incompleta) 3 21,4
Número de hijos
0 1 7,1
1 3 21,4
2 4 28,5
3 6 42,8
Situación laboral
Empleada 9 64,2
Autoempleo 4 28,5
Desempleada 1 7,1

Fuente: elaboración propia.

Antes de realizar las entrevistas se les explicó el estudio y su objetivo, así como su papel en la exploración de la pregunta de investigación. Todas las participantes aceptaron que sus entrevistas fueran grabadas y transcritas, y firmaron un consentimiento informado en el que se detallaban sus derechos, los riesgos y beneficios de su participación, y una descripción del estudio. Les aseguramos que su identidad se anonimizaría durante toda la investigación y en los productos derivados de esta.

Se realizó un ciclo de entrevistas semiestructuradas (3 entrevistas por hogar) durante los meses de noviembre de 2021, y enero y mayo de 2022, de pauta flexible, en las cuales se buscó desarrollar procesos reflexivos sobre las prácticas de ajuste económico y se enfatizó en: a) los recursos e ingresos disponibles, identificando claramente los aportes por tipos de ingreso de trabajo; b) la memoria intergeneracional de patrones de consumo, gasto y ahorro; y c) las proyecciones y expectativas de las mujeres entrevistadas. Las entrevistas se realizaron en el hogar de las participantes y tuvieron una duración de una hora aproximadamente.

Para interpretar la información resultante, se empleó la técnica del análisis temático (Paillé y Mucchielli 2008). El primer paso fue identificar y clasificar los elementos que surgieron de los datos de las entrevistas realizadas a las mujeres. A continuación, se revisó colectivamente la primera matriz de códigos a la luz del posicionamiento teórico que dio origen a esta investigación (Gringeri, Wahab y Anderson-Nathe 2010). Para ello, se llevaron a cabo sesiones de análisis semanales durante diez meses. Luego, se procedió a crear matrices de familias temáticas para cada una de las estrategias de las mujeres orientadas a sostener económicamente sus hogares en tiempos de incertidumbre, en las que se agruparon estos códigos según sus usos y significados. Este proceso se hizo de manera colaborativa, al igual que los anteriores.

Los resultados presentados se agrupan en tres grandes estrategias: cuidado, rebusque y ahorro. Las estrategias de cuidado refieren a aquellas prácticas que las mujeres llevaron a cabo para poder cuidar a sus hijos. Las estrategias de rebusque son las actividades que desarrollaron para generar ingresos. Finalmente, las estrategias de ahorro aluden a las formas mediante las cuales buscaron contener las incertidumbres económicas. Cabe señalar que es una decisión analítica presentar las estrategias de cuidado separadas de aquellas que buscan la generación de ingresos y de ahorro, en tanto las entendemos como un continuum de prácticas agrupadas en tareas de aprovisionamiento que despliegan las mujeres y que se caracterizan por no ajustarse a las distinciones tradicionales entre espacio público y espacio privado, que se transforman en función de las demandas del contexto y que no se perciben como transferibles a terceras personas (Doucet 2020). A continuación, presentamos los hallazgos de cada una de estas tres estrategias analizadas.

Cuidar en tiempos de pandemia: estrategias para “estar ahí” en contextos de precariedad

“Imagínate si esto hubiera pasado en tiempos normales, no hubiera tenido cómo cuidar a mi hija, cómo estar ahí con ella”, dice Cristina (46 años, técnica en párvulos, 3 hijas), al término de la tercera entrevista en mayo de 2022. Ella estuvo con licencia médica producto de una depresión gatillada por una serie de problemas por los que había atravesado su familia durante el último año. Su hermana mayor y su madre habían fallecido algunos meses atrás, con solo una semana de diferencia, y su hija mayor, de 17 años, presentó un cuadro depresivo mayor, lo que le exigió tomar una licencia para poder brindarle los cuidados necesarios. En el momento de la tercera entrevista, Cristina se encontraba a semanas de retornar a su trabajo de auxiliar de párvulos luego de estar por más de un año fuera. En Chile los establecimientos educativos estuvieron cerrados 259 días lectivos por cierre total de escuelas -147 de esos días corresponden al 2020 y 112 días, al 2021-. Esto permitió que Cristina pudiera quedarse en casa por más de un año cuidando a su hija y su rutina giró en torno a ello:

Yo estoy constantemente “hija, ¿quieres esto?”, “hija, ¿vas a almorzar?”, “¿tomaste desayuno?”, “hija, las pastillas”. Tengo un cajón con llave en mi pieza donde está toda la medicación. Está el pastillero, está el cortapastillas, está… Entonces, yo saco, abro, cierro… Las tijeras, los cortaúñas, todas esas cosas las tengo yo. Cualquier eventualidad que ella necesite, no sé, “mamá, necesito cortarme las uñas”, yo se los paso, la miro, lo usa y me lo entrega. En las piezas no hay espejos. En el fondo, todas estas formas de control se van haciendo una costumbre. (Cristina, Santiago de Chile, 12 de noviembre de 2021)

La segunda entrevista fue en enero de 2022. A esa altura, el Gobierno de Chile ya había decidido el regreso a la normalidad de escuelas a partir de marzo. Esto implicaba que tanto Cristina como su hija mayor debían volver a sus rutinas. Durante toda la entrevista, Cristina estuvo hipotetizando sobre las formas en que lograría hacer coincidir sus tiempos de trabajo con los horarios escolares de su hija y todo lo que tendría que hacer para poder cuidarla a la distancia:

Entonces, en la mañana tendría que hablar con la profesora, para que le dé las pastillas, en la mañana, porque a las ocho ella se toma sus pastillas. Después a las once y media, después a las tres, a las cinco y media, y después a las nueve de la noche. Luego, está el tema de con quién se queda. Tendría que hablar con mi jefa para que me dé el turno de los más chiquititos que se quedan hasta más temprano, o pedirle a mi hermana que la venga a mirar, pero ella no puede estar tres horas sola, es mucho. (Cristina, Santiago de Chile, 17 de enero de 2022)

En la tercera entrevista, Cristina había vuelto a trabajar y sus hijas habían retomado sus rutinas. La jornada de la hija mayor se extendía hasta las 17:00 y llegaba a casa a las 18:00; ella, junto a sus otras dos hijas, regresaban a casa a las 18:30. En ese corto lapso su hija quedaba al cuidado de su sobrino, que estaba desempleado y vivía temporalmente junto a su familia, en su casa. En este encuentro, Cristina estaba notoriamente más tranquila. Nos contó que su hija había estado mejor y que ella se sentía muy contenta de volver a trabajar luego de estar casi dos años fuera; “lo necesitaba”, nos dice. Haciendo una lectura retrospectiva de los últimos años, Cristina agradece este tiempo de confinamiento que le permitió “estar ahí” junto a su hija.

La pandemia no solo provocó el confinamiento prolongado de gran parte de la población chilena, sino que también fue gestora de lo que los medios de prensa han llamado una crisis de salud mental que afectó particularmente a las personas mayores y a los adolescentes. Esta situación aumentó y complejizó las exigencias de cuidado, particularmente de las mujeres cuyas hijas atravesaron una crisis de salud mental. Ahora bien, para aquellas que como Cristina no vieron mermados sus ingresos, el periodo de confinamiento les entregó, al menos, un alivio: poder quedarse en casa y cuidar a sus hijos, sin tener que lidiar con gestionar los tiempos y las distancias entre el trabajo y la casa.

Sin embargo, no todas las mujeres tuvieron esa tranquilidad. Por ejemplo, Paola (45 años, técnica en computación, 2 hijas) hacía algunos años atrás, y cuando aún vivía con su marido, había decidido dejar de trabajar para cuidar a sus hijas. Su hija menor tiene una discapacidad que le exige estar en terapias de rehabilitación de manera permanente y su hija mayor sufrió bullying reiterado en su etapa escolar, lo que afectó severamente su salud mental. En ese contexto, Paola decidió dejar de trabajar porque “no podía estar fuera de casa. Mi hija chica necesita ir a sus terapias, mi hija mayor tenía un diagnóstico de depresión mayor con ideas suicidas, lo que significó que yo no tenía la opción de trabajar afuera, porque obviamente mi bien mayor es la seguridad de ellas dos” (Paola, Santiago de Chile, 1.° de diciembre de 2021). Ella pudo mantenerse al cuidado de su hija sin mayores dificultades durante el periodo en que su exmarido pagaba la pensión alimenticia. Sin embargo, en plena pandemia, él dejó de pagar la manutención, razón por la cual tuvo que cambiarse de casa y buscar trabajos que le permitieran ajustarse a sus requerimientos de cuidado.

Ahora bien, no todas las mujeres pudieron quedarse en casa durante la pandemia. Aquellas que tenían trabajos considerados como esenciales3 debieron volver a laborar en pleno confinamiento. Ese fue el caso de Aracely (27 años, limpieza municipal, 2 hijos), quien tuvo que trabajar durante todo ese periodo:

El confinamiento me pilló en un momento muy crítico, porque tengo dos hijos, uno de ellos es crónico asmático y me daba miedo el contagio, de que yo llegara a la casa y yo tuviera el virus, porque decían que se contagiaba por el aire y por varias cosas; entonces, yo llegaba y mis hijos me querían abrazar y no me gustaba, me daba pena, porque tenía que primero desinfectar todo: las manos, bañarme y todo el proceso, lavar la ropa aparte. Entonces, me complicaba si yo me llegaba a enfermar, qué iba a pasar con mis hijos, porque yo soy madre y padre para mis hijos. Entonces, igual me ha sido difícil, porque había que tenerle internet. Nosotros vivimos en zona roja4, entonces, cuesta mucho que el internet llegue. Entonces fue un tema muy delicado. (Aracely, Santiago de Chile, 13 de enero de 2022)

El confinamiento producto de la pandemia fue una experiencia altamente demandante para aquellas madres que tuvieron que salir a trabajar y ajustar sus prácticas de cuidado a las exigencias sanitarias en un contexto de alta incertidumbre. El miedo al contagio; al desabastecimiento de alimentos, productos de higiene y de aseo, y la alta carga económica que implicó acompañar los procesos educativos a distancia fueron condiciones que afectaron la rutina de las entrevistadas. La pérdida casi total de ingresos de algunas, la intensidad de los cuidados y el clima de inseguridad en Chile fueron vividos como “momentos muy oscuros”. Así al menos lo relata Natalia (32 años, vendedora, 2 hijos), quien se quedó de un día para otro sin trabajo a raíz de la pandemia y tuvo que salir a vender ropa a la feria para poder sobrevivir:

El tema de no salir, el tema de que no había colegio, el tema que yo tampoco podía conseguir ni podía buscar un trabajo, porque nadie iba a ver a los niños. Estaban todos con miedo, de juntarse, de todo. O sea, el contacto con el otro prácticamente estaba prohibido. Así que encerrados estuvimos nosotros el primer año. No salimos para ningún lado. No salíamos, más que yo no más al puesto de la feria. Pero fue todo oscuro para mí, porque, como te digo, el estallido social fue una cosa, después la pandemia, y yo aún me preguntó, ¿en qué momento vamos a salir? (Natalia, Santiago de Chile, 1.º de noviembre de 2021)

“Saber hacer las lucas”: estrategias de rebusque

“Saber hacer las lucas” es una expresión que las mujeres usan para nombrar un saber práctico referido a una capacidad de activar una serie de estrategias económicas que les permitan obtener el dinero necesario para responder a las exigencias económicas de sus hogares. En general, se activa cuando las mujeres presupuestan que los recursos de los cuales disponen no les permitirán cubrir la totalidad de sus compromisos económicos ni enfrentarse a algún imprevisto. En este sentido, “saber hacer las lucas” es, por lo general, una estrategia de anticipación.

Todas las entrevistadas tuvieron que buscar las formas de ampliar sus ingresos durante la pandemia. Las estrategias que desplegaron, su temporalidad y permanencia dependieron principalmente de los montos que buscaban alcanzar y de los usos que querían darle a ese dinero. Así, mientras para algunas estas actividades tenían como propósito complementar ingresos, como en el caso de Javiera (37 años, vendedora, tres hijos) que vendió joyas para poder sostener económicamente el hogar durante los momentos de desempleo de su marido, otras las realizaron para fines específicos, como Cristina, quien vendió ropa en la feria los fines de semana para pagar los costos de los papeles burocráticos asociados a la regulación de su casa; también vendía cigarrillos sueltos, para solventar los gastos diarios, o Magaly (54 años, técnica en parvularios, 1 hijo) quien decidió trabajar los fines de semana como cajera para para poder pagar sus deudas con casas comerciales.

Por otro lado, Josefa (28 años, cajera de supermercado, dos hijos), a diferencia de las otras mujeres que ya mencionamos, dice que le “fue bien económicamente durante la pandemia”. Ella aumentó sus horas de trabajo en el supermercado y además asumió muchas horas extras, dada la falta de personal y la alta demanda que tuvo el supermercado durante el periodo de confinamiento:

Yo con esto de las horas extras llegue a sacar 700.000 pesos [889 USD aprox.] y normalmente saco la mitad; entonces, fue como increíble. Llegaba a fin de mes sin problema. Por primera vez empecé a tener, empecé a juntar. Pude hacer cosas que antes no podía, como ir al mall a comprarle zapatillas a mi hija […] me llenaba de orgullo porque podía darles a mis hijos lo que ellos querían. (Josefa, Santiago de Chile, 10 de noviembre de 2021)

En un principio, asumir el aumento en su jornada de trabajo fue beneficioso para ella y su familia. Josefa recién se había separado, su expareja no le ayudaba económicamente y su padre -que vive con ella- estaba desempleado, así que tenía quién le cuidara a sus hijos durante el día. Sin embargo, cuando su padre volvió a trabajar, su situación empezó a complicarse:

Ya no contaba con mi papá, porque sus horarios no son fijos, entonces, no sabía cuándo iba a estar. Yo llegaba en la noche, dejaba todo cocinado para que, al otro, pero mis hijos quedaban todo el día solos. ¿Qué me implicó? Que ellos descuidaran el colegio porque yo no estaba encima. Porque yo crecí sin mamá. Entonces, yo siempre le digo a los chiquillos que ante cualquier cosa yo siempre voy a estar ahí. Pero empecé a faltar a sus cosas y ellos se empezaron a quedar muy solos. (Josefa, Santiago de Chile, 10 de noviembre de 2021)

Sumado a la presión que Josefa sentía por dejar a sus hijos solos, en su trabajo las cosas empeoraban. La alta rotación de personal producto del COVID-19 hizo que asumiera otros roles que no estaban estipulados en su contrato: fue jefa de local, panadera y reponedora. En una ocasión, tuvo que descargar un camión con mercadería porque no había más trabajadores en el supermercado, lo que le generó una lesión en la rodilla. Sin embargo, como esa tarea no estaba estipulada en su contrato, la empresa no activó el seguro de accidentes, de manera que tuvo que asumir todos los costos de su tratamiento. Josefa estuvo tres meses fuera del trabajo con licencia, pero decidió regresar antes de finalizar la recuperación por miedo a que la despidieran. A los dos meses le volvió a doler la rodilla y tuvo que pedir nuevamente una licencia y retomar su tratamiento médico. Durante la primera entrevista, ella seguía con licencia médica y debía esperar hasta que le realizaran una cirugía. A pesar de que aún no le habían dado de alta médica, Josefa había comenzado a trabajar informalmente como mesera en un bar cerca de su casa. Según nos contó, sus ingresos habían bajado considerablemente y necesitaba “hacer plata” para ella y sus hijos: “la licencia se demora mucho en pagar y me pagan mi sueldo base, sin comisiones, entonces, no me alcanza para nada. En un momento no tenía ni para cocinar, así que nada, tuve que ‘saber hacer las lucas’ no más, y buscar pega para que a mis hijos no les falte nada y poder pagar las cuentas” (Josefa, Santiago de Chile, 10 de noviembre de 2021).

“Las lucas están en la calle”, dice Angélica (56 años, vendedora, 1 hijo). Ella se dedica a producir distintos tipos de masas alimenticias y las lleva “donde pueda vender”. Durante los primeros meses del confinamiento pudo mantenerse vendiendo masas a sus clientes habituales. Sin embargo, con la ampliación del confinamiento, tuvo que buscar nuevos clientes: “hay que salir a la calle y mover las patitas, la plata esta allá afuera […] mira, si no hay que empezar a mirar de otro modo, miras la basura y tienes que aprender a vender algo de ahí. Tú fábricas algo y no lo vendes en tu casa, lo vendes afuera. Tienes que salir a la calle, no para hacerte rico, pero sí para salvar el día” (Angélica, Santiago de Chile, 10 de noviembre de 2021).

El confinamiento y los temores asociados a la pandemia exigieron altos grados de creatividad en las estrategias de las mujeres para generar ingresos. Las primeras ayudas monetarias del Gobierno llegaron a finales de mayo de 2020, luego de tres meses de confinamiento absoluto. Por ende, durante los primeros meses, las entrevistadas tuvieron que explorar nuevos oficios para lograr hacer el dinero para subsistir. Eliana (46 años, aseo municipal, 3 hijos), durante el primer año de pandemia, tuvo que sobrevivir haciendo artesanías con material reciclado que recogía de la basura. Ella y sus tres hijos solían vivir en un pequeño pueblo al sur de Chile donde ella trabajaba como mesera de un restaurante. Como el restaurante cerró abruptamente y ella trabajaba de manera informal, no tenía seguridad social y tuvo que salir a hacer el dinero:

Al principio de la pandemia fue económicamente horrible, se cerró el restorán y ese mes que se cerró el restorán no había pago. Entonces, imagínese usted, si uno es dueña de casa, ¿cómo? Entonces, tuve que buscar un modo de generar plata para mi casa. En tiempos normales, hubiera hecho cosas para comer, como lo hago siempre, pero había muchas restricciones en ese entonces por el tema de la sanitización que no podía hacer nada en la cocina. Entonces, opté por salir en la noche, a recoger las botellas, trabajarlas y venderlas. Así alimenté a mi hija que estaba viviendo conmigo esos primeros meses de pandemia. (Eliana, Santiago de Chile, 13 de enero de 2022)

Buscar alternativas para la generación de ingresos fue lo que llevo a Paola a iniciarse en actividades como técnica en computación. Durante el tiempo en que vivió con su marido, aprendió informalmente este oficio; luego tomó cursos en la Municipalidad, pero nunca había ejercido. El primer año de la pandemia se vio obligada a hacerlo, porque su exmarido dejó repentinamente de pagar el arriendo donde ella y sus dos hijas vivían en ese momento. Como él pagaba directamente al propietario, Paola no estaba al tanto de su incumplimiento hasta que le llegó el aviso de desalojo. Ella tuvo que buscar donde vivir, en plena pandemia, sin generar ingresos propios. En ese contexto su exsuegra le ofreció irse a un espacio que ella antiguamente ocupaba como almacén. A pesar de que no era un lugar habilitado para vivienda, logró adecuarlo para esos fines. Fue entonces que decidió comenzar a trabajar arreglando computadores: “partí cuando me vine para acá, tenía que sacar plata de algún lado, y una amiga que tiene a su hija en un colegio y me recomendó y ahí me empezaron a llamar. Con el tema de las clases online, en ese tiempo tuve mucho trabajo, así que ahí me salvé” (Paola, Santiago de Chile, 1.° de diciembre de 2021).

La mayoría de las mujeres en el momento de realización de las entrevistas trabajaban informalmente. De las catorce a las que entrevistamos, solo dos han trabajado a lo largo de toda su vida con contrato y, a pesar de ello, desarrollaban otras actividades económicas de manera informal. El resto trabaja “al día” o les pagan directamente por los servicios que ofrecen, sin intermediación de boletas de honorarios5. En este sentido, son trabajos sin protección social, pero que en su mayoría les permiten equilibrar las tareas de cuidado con las de generación de ingresos. A pesar de estas desventajas, realizar estas actividades es su principal fuente de orgullo y autorreconocimiento; ellas sienten que están contribuyendo no solo a asegurar el bienestar presente de sus hijos, sino también a la construcción de un futuro distinto para ellos.

“Nunca nos faltó para comer”: estrategias de ahorro sólido para futuros inciertos

La alimentación es el punto sobre el cual las mujeres sienten que tienen un mayor control a la hora de maniobrar para sostener económicamente su hogar. Lo primero que todas las entrevistadas ajustan cuando “las cosas no van muy bien” y prevén dificultades económicas a corto plazo es la comida: “hoy día vamos a comer tallarines, mañana, arroz y así nos pasamos la semana cuando ando muy justa”, nos dice Javiera. La comida es un indicador de la situación económica del hogar, tanto cuando se enfrentan carencias como cuando hay momentos de mayor holgura. Andrea (27 años, mesera, 1 hijo), por ejemplo, contaba que siempre que le sobra algo de dinero o logra un dinero extra va con su hijo a comer pollo con papas fritas. Por su parte, Josefa tiene una “bolsita de golosinas” para sus hijos, quienes son capaces de evaluar la situación económica de ella por el contenido de esa bolsita:

Yo a mis hijos les tengo una bolsita que le digo “la bolsita de las golosinas”. Que es su bolsita donde yo les tengo papas fritas, galletitas. A lo mejor es una tontera, pero yo digo, “no estoy con ellos, yo estoy trabajando”, entonces, a lo mejor, ellos después de almuerzo quieren ver una película y tienen hambre. Si en la noche yo llego del trabajo y quieren ver una película, entonces saquemos unas papas fritas, que es su bolsita de las golosinas. Y ahora mi hijo me decía, “mamá, ya no tenemos bolsita de las golosinas. Estamos pobres…”, me decía. Entonces yo le decía, “hijo, si no es eso, es que hay veces que uno puede y hay veces que uno no puede, y mientras no me paguen, yo no voy a poder comprar”. (Josefa, Santiago de Chile, 10 de noviembre de 2021)

“Que no falte para comer” es el referente de todas las mujeres entrevistadas para autoevaluar su situación durante la pandemia. No haber pasado hambre marca una distinción entre aquello que se hubiera considerado crítico y la situación que les tocó enfrentar en un doble sentido. Por un lado, es una medida de comparación con aquellas personas que son realmente pobres, como dice Belén (69 años, vendedora, 3 hijos) y, por otro, es una apelación directa a una memoria de escasez que les rememora sus peores dolores de infancia. Al menos así lo recuerda Alejandra (46 años, dueña de casa, 2 hijas):

Pobre, pobre, de muchas restricciones, muchas restricciones, en todo sentido, en términos alimentarios, vestimenta, casa, recreación ni qué decir, no era un tema. Yo creo que conocí un cine, un museo, a la edad de los quince años. Todo ese tipo de cosas era, no existían para uno. Mi mamá era asesora del hogar, mi papá trabajaba como ayudante de un mueblista en esos años, no se portaba muy bien el hombre; entonces, además los recursos no alcanzan, mi mamá hacía lo que podía, pero siempre faltaba. (Alejandra, Santiago de Chile, 22 de marzo de 2022)

Sara (25 años, aseo, 1 hija) vive en el segundo piso de la casa de sus padres junto con su marido y su hija de 5 años. En la primera entrevista, Sara había comenzado a trabajar con contrato en una empresa de aseo. Durante 2020, al igual que su padre, estaba desempleada, así que se mantuvieron con los ingresos de su marido y con lo que ella hacía vendiendo artículos de aseo. Sin embargo, dice: “entre todos nos ayudamos y para comer nunca nos faltó”. Mientras su padre se dedicó a hacer pan, cuando comenzó la pandemia y los precios de la comida comenzaron a subir, su madre decidió empezar a juntar comida y comprar por mayor:

En mi casa la tele siempre está prendida, así que mi mamá veía las noticias con mi papá, y como las noticias asustaban a la gente, con esto de la escasez y la inflación, así que mi mamá decidió que compraríamos todo al por mayor; “se van a venir tiempos difíciles”, decía. No es tanta la diferencia, pero al menos tenemos y harto. Después, además comenzaron con lo del rebrote del COVID y que iban a restringir los supermercados, que en los almacenes no iba a haber nada, así que nosotros seguimos comprando, así que nunca nos faltó. (Sara, Santiago de Chile, 13 de enero de 2022)

La gran mayoría de nuestras entrevistadas fueron juntando mercadería cada vez que disponían de recursos extras. Esta estrategia, a la que Wilkis (2013) llama de ahorro sólido, buscaba anticiparse a una situación de incertidumbre económica transformando el dinero en algo perdurable en el tiempo. En el contexto en el cual realizamos el seguimiento, guardar mercadería era, por un lado, una forma de controlar la incertidumbre y, por otro, de provisionar para aquellos momentos en que la tarea de generar ingresos fuera más difícil. Así, por ejemplo, Paola comenzó a comprar aceites y harinas cuando se dio cuenta de que los precios de estos dos abarrotes comenzaron a subir. Según nos contó en la segunda entrevista, cuando los compró costaban 300 pesos menos (0,38 USD aprox.). Si bien en ese momento no sabía si los iba a usar en un futuro cercano, pensaba que eran recursos disponibles ante cualquier urgencia. Por su parte, Aracely decía que había quedado recientemente cesante. Como estaba contratada, cuando la despidieron recibió un dinero de indemnización y lo gastó en comprar mercadería:

Tengo mi despensa casi completa, tengo como 50 aceites […] lamentablemente, como está la cosa ahora, pueden que se acabe la comida o puede que yo no encuentre trabajo. Entonces, mejor aperarse. Porque, imagínate, yo antes el aceite que compro ahora, lo compraba a ¿cuánto?, $ 650 o $ 750, y ahora lo compro a $ 2.100. Y la harina igual, antes, pucha, a $ 450 o $ 650, la mejorcita, y ahora una que es mala la encuentro a $ 1.390. Pero bueno, a mis hijos no les falta nada, me di un gusto, me compré zapatillas, les compré zapatillas a los niños, mercadería, compré el gas, pagué mis cuentas. Si, al fin y al cabo, si no la gasto hoy, no me va a servir de nada estar guardándola por años si después van a subir el doble. (Aracely, Santiago de Chile, 13 de enero 2022)

El salto en la trayectoria económica que gran parte de las mujeres entrevistadas describe, cuando se refieren a su situación económica pasada y a aquella que han logrado construir, puede ser observada desde dos ángulos. Primero, es una puerta de entrada para entender los cambios económicos de la historia de Chile reciente. El conjunto de transformaciones implementadas en el modelo económico neoliberal y los principios de regulación de las relaciones laborales repercutieron directamente en la vida económica de los hogares. Segundo, es una fuente importante en la construcción identitaria de las mujeres. Siguiendo a bell hooks, observamos que parte de las satisfacciones de las entrevistadas y de sus sensaciones de logro se construyen en función de la sensación de poder responder a las demandas de consumo y bienestar económico de sus hijos; en este sentido, la maternidad puede ser una experiencia positiva que valida a las mujeres (hooks 1984, 135).

Discusión y conclusiones

Este artículo exploró las estrategias de aprovisionamiento que las mujeres jefas de hogar de sectores populares en Santiago de Chile despliegan para afrontar la incertidumbre económica. A partir de un seguimiento cualitativo por diez meses a catorce hogares, se analizó el lugar central que ocuparon las estrategias de aprovisionamiento en la vida de las mujeres entrevistadas, particularmente en un contexto de alta incertidumbre y baja protección social. Nuestra apuesta por explorar las estrategias de aprovisionamiento era dar cuenta de las formas en que los contextos socioeconómicos se entrelazan con las presiones económicas que experimentaron las mujeres, y, por otro lado, revisar su capacidad de agencia para proveer bienestar en estas situaciones complejas. Para ello, y como una forma analítica de responder a nuestros objetivos de investigación, se presentaron tres estrategias que organizaron las prácticas de aprovisionamiento de las mujeres que encontramos: las estrategias de cuidado, de rebusque y de ahorro.

Con respecto a las estrategias de cuidado, en el contexto de pandemia se vieron presionadas particularmente por los efectos que tuvieron los periodos de confinamiento y las medidas de aislamiento en las rutinas de los hogares. Los cuidados se intensificaron, en especial en el caso de las mujeres con hijos en edad escolar. Ellas debieron ocuparse de acompañar los procesos educativos desde el hogar, intentando ajustar sus condiciones a las demandas materiales y de tiempo que esta nueva responsabilidad implicaba. Ahora bien, para aquellas mujeres con hijas con problemas de salud mental, las exigencias se acrecentaron considerablemente y tuvieron un impacto mayor en sus prácticas cotidianas. Cuidar a sus hijas con intentos suicidas implicó una reorganización de las rutinas, un cuidado minucioso de los espacios y un estado de alerta permanente. En estos casos particulares, el confinamiento fue recibido como un alivio en tanto les quitó la preocupación de tener que delegar estos cuidados a terceros.

Ahora, nuestros resultados dan cuenta de que las estrategias de cuidado varían en función del tipo de actividades remuneradas que las mujeres realizan. Así, aquellas que trabajaron fuera de la casa durante la pandemia se vieron desafiadas a desarrollar prácticas de cuidado que protegieran, al mismo tiempo, la salud de sus hijos. Por otra parte, las que enfrentaron la pandemia sin ingresos permanentes tuvieron que salir a la calle y buscar formas creativas para generarlos. La pandemia, en este sentido, tuvo un impacto diferenciado en sus responsabilidades cotidianas, dependiendo de sus formas de generación de ingresos y de las transformaciones en las demandas de cuidado que debieron afrontar.

En relación con las estrategias de rebusque (Pérez Orosco 2019), nuestros resultados muestran que las formas de generar ingresos son diversas y cambian a partir de los montos que se busque alcanzar, del destino que se les quiera dar a esos dineros y de la temporalidad con la que se proyecte esa necesidad. Según Zelizer (1994), la diversidad de las prácticas desplegadas por las mujeres para obtener ingresos está en función de los usos y destinos que les asignen. Es decir, son estrategias que buscan resolver la tensión permanente de los requerimientos para la subsistencia a corto plazo (urgencias, proyectos económicos inmediatos, pagar alguna deuda), y las obligaciones y expectativas económicas a mediano y largo plazo (vacaciones, casa propia, regalos, entre otros).

Otro de nuestros hallazgos refiere a la relevancia que adquieren las compras y la provisión de alimentos como estrategia de control de las incertidumbres económicas. El acumular alimentos no perecibles -aceite y harina, principalmente- es una forma de hacer frente al aumento de los precios, la escasez y la inflación. Además, son bienes que fácilmente se convierten en dinero en caso de necesidad, en tanto las mujeres pueden venderlos y evitar la devaluación de los precios. En este sentido, el ahorro sólido (Wilkis 2013) es una forma de darle un uso al dinero que evite su devaluación a corto plazo y así contener el aumento de precios que han experimentado estos productos en un contexto inflacionario. Lo interesante de esta estrategia es cómo la incertidumbre se va incorporando dentro de las prácticas de reproducción cotidiana de los hogares. Si bien ahorrar en alimentos no perecibles en una estrategia extendida en los contextos populares, la profundización en su uso responde a una experiencia de incertidumbre distinta. Los temores de las mujeres en relación con la economía se derivan de una superposición de conflictos en la sociedad chilena que son difíciles de procesar: estallido social, demandas por una nueva constitución, pandemia, inflación, crisis de seguridad y migración. Todos estos fenómenos emergentes han ganado fuerza pública y atemorizan a las mujeres, quienes sienten que sus estrategias de acceso a recursos se ven aún más limitadas, por lo que el tener comida adquiere una relevancia fundamental como estrategia de supervivencia.

Los resultados obtenidos demuestran que las estrategias de aprovisionamiento se van transformando en función de las demandas y de las percepciones. La pandemia no fue estática, sino que impuso exigencias distintas en función de las adecuaciones a las restricciones de movilidad implementadas durante el periodo de emergencia sociosanitario. Este contexto restringió los repertorios estratégicos que normalmente desplegaban las mujeres y exigió altos niveles de creatividad para articular las rutinas cotidianas entre las demandas del contexto y las exigencias propias del aprovisionamiento. Este equilibrio se sostiene en justificaciones morales de alta sofisticación sobre cómo conciliar ambas tareas y en una capacidad de reconocer cuales son los indicadores de éxito en el cumplimiento de esta compleja labor.

En este sentido, uno de los hallazgos de nuestra investigación es la fuerza de la identidad materna como indicador de logro. Para las mujeres entrevistadas, poder “estar ahí” y “tenerle sus cositas” a sus hijos forman parte importante de su construcción identitaria, y es la función que les otorga la mayor sensación de logro y autosatisfacción. En este sentido, las tareas de aprovisionamiento son un recurso de empoderamiento y autosatisfacción. Sobre todo, en un contexto como el chileno, donde la maternidad y la familia tienen un alto valor social (Murray 2014; Yopo Díaz 2016); ser una buena cuidadora y una proveedora capaz dota a la mujer de recursos de empoderamiento que le permiten observar esta capacidad de aprovisionar como un logro significativo. Investigaciones futuras podrán profundizar en la contribución de las estrategias de aprovisionamiento de mujeres populares madres en la construcción de sus identidades.

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* Este artículo es resultado de la investigación “Prácticas económicas de ajuste de mujeres jefas de hogares en sectores populares en Santiago de Chile”, financiada por la Vicerrectoría de Investigación e Innovación (VID) de la Universidad de Chile y la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID) con su proyecto Fondecyt regular n.° 1220039. La investigación contó con el aval del Comité de Ética de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. La autora principal es la investigadora responsable de la investigación; realizó las entrevistas, y coordinó y participó en los análisis a partir de los cuales se construyó este artículo. La coautora participó en la revisión bibliográfica y en el análisis de los datos que dieron origen al texto. Este proyecto fue posible gracias al apoyo de los integrantes del Núcleo de Relaciones Socioeconómicas y Luchas Sociales del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Chile. Agradecemos particularmente a Camila González, Sofía Urbina y Matías Barrías, tesistas del proyecto.

1El estallido social refiere a una serie de manifestaciones masivas originadas en Santiago de Chile a partir del 18 de octubre de 2019, detonadas por el alza en la tarifa del sistema público de transporte.

2Este ideal normativo se diferencia del modelo de esferas separadas del capitalismo liberal, que se caracterizaba por favorecer el ideario del salario familiar provisto por el hombre.

3En Chile los trabajos considerados esenciales durante el periodo de confinamiento fueron los servicios de utilidad pública, seguridad, prensa, y alimentos y comercio de bienes domésticos indispensables.

4Zona roja refiere a los sectores que son conocidos como de mayor incidencia de delitos en la ciudad.

5La boleta de honorarios es el documento que permite el registro de los ingresos en el patrimonio del contribuyente.

Cómo citar: Pérez-Roa, Lorena y Ximena Cuadra Montoya. 2024. “Sostener la vida en tiempos de incertidumbre: estrategias de aprovisionamiento de mujeres populares en Santiago de Chile”. Revista de Estudios Sociales 87: 79-96. https://doi.org/10.7440/res87.2024.05

Recibido: 10 de Mayo de 2023; Aprobado: 23 de Agosto de 2023

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