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Acta Colombiana de Psicología

Print version ISSN 0123-9155

Act.Colom.Psicol. vol.8 no.1 Bogotá Mar. 2005

 

FACTORES COGNOSCITIVOS DE LOS PADRES, ASOCIADOS CON LA CO-OCURRENCIA DEL CONSUMO DE ALCOHOL Y EL MALTRATO FÍSICO A LOS HIJOS

 

NOHELIA HEWITT RAMÍREZ1

1UNIVERSIDAD CATOLICA DE COLOMBIA
nhewitt@ucatolica.edu.co

 


Abstract

The purpose of this project was to establish the relationship between parental cognitive factors as attributions, beliefs and expectations; and the co-ocurrence of alcohol consumption and child physical abuse. A descriptive correlational research was conducted.
Participants were 263 parents (fathers and mothers as well) selected by intentional sample.
Age average was 33. 9 mean, their socioeconomic status was 1 to 3 and their educational level was minimum of primary school, their children ages were from 7 to 12. Groups were divided as following: Group 1: Physical child abusers, group 2: Alcohol consumers, group 3: Physical child abuser and alcohol consumers, group 4: None of the previous conditions instruments were designed and validated by the psychometric methodology: 1) cognitive parents factors scale. 2) co-ocurrence alcohol and child abuse scale. A multiple regression analysis was carried on, and an anova post hoc comparison were made as well significant statistical differences were found bettwen different parents groups in the cognitive factors variable. Results showed that parents cognitive factors are related to co-ocurrence of alcohol consumption and child abuse, but expectations an attributions are a more predictable dimension of this phenomena additionally, it was confirmed co-ocurrence cathegories as:
Direct, indirect and circular.

Key words: cognitive factors, attributes, beliefs, expectations, abuse, physical abuse, cooccurrence, alcohol consumption.

 


Resumen

La presente investigación tuvo como objetivo identificar los factores cognoscitivos: atribuciones, creencias y expectativas de los padres asociados con la co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico a sus hijos. Se realizó una investigación descriptiva correlacional. Mediante un muestreo intencional se seleccionaron 263 padres/madres biológicos con una edad promedio de 33.9 años; de estratos socioeconómicos uno, dos y tres,con un nivel educativo mínimo de primaria y con hijos e hijas de 7-12 años los que se distribuyeron en cuatro grupos así: grupo 1: abusadores físicos; grupo 2: consumidores de alcohol; grupo 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol; grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol. Se diseñaron, validaron y aplicaron dos instrumentos: uno para evaluar los factores cognoscitivos de los padres y otro para evaluar la coocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico a los hijos. Se hizo un análisis multivariado de regresión múltiple y un ANOVA con comparaciones post-hoc. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas en los puntajes presentados entre los grupos de padres en el instrumento de evaluación de los factores cognoscitivos. Se logró establecer que los factores cognoscitivos de los padres, atribuciones y expectativas son una variable determinante en la co-ocurrencia del maltrato físico a los hijos y el consumo de alcohol. Adicionalmente, se encontró que dicha co-ocurrencia es directa, indirecta y circular.

Palabras claves: factores cognoscitivos, atribuciones, creencias, expectativas, maltrato, maltrato físico, co-ocurrencia, consumo de alcohol.

 


La cultura de los malos tratos a los niños está presente en la vida cotidiana y ha sido legitimada en la sociedad; afecta a millones de niños en todo el planeta. Actualmente, en Colombia existe un notable aumento en la ocurrencia de esta problemática. Sus distintas expresiones constituyen uno de los principales problemas de salud pública, teniendo en cuenta que algunos de los factores individuales considerados de riesgo de los malos tratos inciden en la calidad de vida y el desarrollo integral de las personas.

Se ha encontrado que el riesgo de maltrato en cualquiera de sus formas hacia los hijos se acrecienta en aquellos hogares monoparentales o en aquellos donde ambos padres son alcohólicos o adictos a las drogas, ya que no existe en el medio familiar un adulto que pueda contener el estrés del conflicto y proteger a los niños de sus efectos (Daro, 1988; Klevens, Bayón, y Sierra, 2000). La literatura mundial cada día enfatiza en la relación existente entre el alcoholismo y/o uso de drogas y el maltrato infantil. Desde los planteamientos sobre el síndrome del niño maltratado de Kempe, Silverman, Steele, Droegemuller y Silver (1962) se señala una estrecha relación entre el consumo de alcohol, el abuso de drogas y el maltrato infantil (Corby, 1993 citado por Tomison, 2001a). Consistente con esto, en los últimos treinta años, en diferentes investigaciones se ha citado que el consumo de alcohol es el principal factor de riesgo
en la etiología del maltrato infantil (National Research Council, 1993).

Investigaciones como la de Chasnoff (1988) citado por Tomison (2001a) encontró que el 50% de los incidentes de maltrato en New York en 1987, involucraban abuso de sustancias y que por lo menos el 11% de mujeres embarazadas en los Estados Unidos consumen drogas o alcohol. Estudios con muestras representativas (Tarter y otros, 1984ª citado por Blackson, Tarter, Loeber, Ammerman y Windle, 1996; Chaffin y otros, 1996 y Wolfner y Gelles, 1993 citados por Black, Shumacher, Slep y Heyman, 1999) han demostrado que los padres con problemas de abuso de sustancias están en mayor riesgo de perpetrar abuso físico a sus hijos. Mayer y Black (1977) citados por Johnson y Leff, (1999), mostraron la presencia de alcoholismo (entre el 2-62%) en padres que abusan físicamente de sus hijos.

En esta misma línea, Sher (1991) citada por Johnson y Leff (1999) encontró que la tasa de abuso físico infantil entre padres alcohólicos variaba entre el 0 al 92%. Hayes y Emshoff (1993) encontraron que el 66% de los niños criados por padres alcohólicos han sido maltratados físicamente y el 26% han sido abusados sexualmente.

En Colombia, la drogadicción y en especial el consumo de alcohol, son problemas de alta frecuencia. En el 36% de los casos confirmados de maltrato infantil, se encuentra presente el antecedente de alcoholismo y/o consumo de sustancias (Secretaría de salud de Bogotá, 2003).

La magnitud de estas cifras nos indican que cientos de niños/as en nuestro país están siendo criados y educados por padres alcohólicos. Los niños y las niñas que crecen en estos hogares sufren de una variedad de lesiones físicas, mentales y emocionales, superiores a los niños y niñas de la población sin estos antecedentes (Levy, Guzmán y Starck, 1985; Johnson y Leff, 1999). Estos niños/as suelen presentar problemas de comportamiento, o mala conducta en la escuela, problemas de aprendizaje, depresión y carecen de habilidades sociales (Johnson y Leff, 1999). Los disturbios emocionales que padecen algunos padres alcohólicos y ese comportamiento rebelde o desafiante que presentan algunos niños criados en este entorno, es una mezcla que potencia las posibilidades de mayor maltrato al menor.

Aunque la literatura plantea claramente que existe una relación entre el consumo de alcohol de los padres y el maltrato físico a los niños aún no es claro cuál es el tipo de asociación que existe entre estas dos problemáticas, cuál es la real dimensión de dicho fenómeno y qué variables median o afectan la relación entre ellas (Tomison, 2001a). Es decir el consumo de alcohol se da antes, durante o después del maltrato infantil? Es una relación unidireccional?; es una relación bidireccional?; es una relación circular?; es una simple relación lineal? existe una relación causa-efecto? La pregunta que se debe responder es: Cuál es la relación temporal entre estas dos variables? La investigación se debe orientar entonces a identificar el tipo de co-ocurrencia existente. Entendiendo la co-ocurrencia como la presencia yuxtapuesta de una variable sobre otra en el momento de su manifestación (Huizinga y Jakob-Chien, 1998; Appel y Holden, 1998).

De esta forma, la co-ocurrencia es una relación entre variables, en este caso los comportamientos de consumo de alcohol de los padres y el maltrato infantil. Por lo tanto, se debe examinar si la relación de estas dos variables está dentro de uno de los modelos unidireccionales y/o bidireccionales planteados por Appel y Holden (1998) o dentro del modelo circular de la co-ocurrencia formulado por Ramírez (2000). Así mismo, es necesario conocer por qué se da esa co-ocurrencia, es decir qué factores median o predicen esta relación.

Entre los modelos unidireccionales propuestos por Appel y Holden (1998) para explicar la co-ocurrencia entre el abuso físico infantil y la violencia conyugal se encuentran: a) El modelo de un solo perpetrador donde el padre es quien propicia el acto violento y la madre y el niño son receptores pasivos; b) El modelo del perpetrador secuencial que explica los casos en los cuales una madre ó un padre maltratado pueden responder a su victimización maltratando físicamente a sus hijos; y c) el modelo del perpetrador dual donde el padre maltrata tanto a la madre como al niño y, a su vez la madre abusa físicamente de su hijo. Los modelos bidireccionales explican aquellas situaciones donde la pareja y el hijo victimizados no son receptores pasivos del maltrato sino que son parte de un patrón recíproco y patológico que contribuye al surgimiento del comportamiento violento.

Ramírez (2000), propone los modelos directos e indirectos para explicar la co-ocurrencia de comportamientos violentos y adictivos. Señala que la co-ocurrencia directa puede ser contingente, consecuente y circular. Es directa contingente cuando una conducta se da después de la otra, por ejemplo cuando se consumen sustancias para delinquir; es directa consecuente cuando una conducta es justificada por la otra: se delinque y se consume para celebrar los logros; y directa circular, cuando una es pretexto de la otra. En este último caso, se delinque para conseguir sustancias, y una vez se termina se repite cíclicamente el patrón de conducta. La co-ocurrencia es indirecta cuando el consumo de sustancias se da independiente y atemporal a la conducta violenta. Es decir, estas conductas no están relacionadas en el tiempo. El modelo circular concibe la co-ocurrencia como un fenómeno carácter psicosocial, donde la relación entre los elementos que se consideran determinantes es en forma de espiral, ya que se debe enmarcar en un modelo interactivo en el que todos los componentes se relacionan y se reciclan entre sí.

Identificar el modelo o modelos de coocurrencia propios del consumo de alcohol y el maltrato físico y qué factores están asociados a dicha relación tiene implicaciones en la formulación de procesos de intervención más efectivos para disminuir la presencia del maltrato infantil. De hecho debe tenerse en cuenta que no todos los niños que son maltratados físicamente son hijos de padres alcohólicos, ni todos los casos de niños no maltratados físicamente son hijos de padres no alcohólicos. Entre los factores de riesgo asociados significativamente al maltrato físico infantil se encuentran los factores cognoscitivos de los padres, los que están asociados también a la co-ocurrencia entre el consumo de alcohol y el maltrato físico infantil.

Diferentes modelos explicativos del maltrato físico infantil enfatizan en los factores cognoscitivos de los padres y madres como generadores de éste. Así, por ejemplo el modelo ecológico de Belsky señala que un factor asociado al maltrato físico infantil tiene que ver con los recursos psicológicos y características de los padres y madres maltratantes. Desde este modelo hay dos aspectos que merecen atención: la reactividad negativa y el estilo atribucional de los padres y madres dentro de las que se encuentran las atribuciones de control según Bugental, Blue y Lewis (1990) citados por Belsky (1993). De acuerdo con estos teóricos, el escalaje coercitivo que guía a un incidente abusivo ocurre más probablemente cuando un estilo atribucional que presume poco control personal encuentra que el comportamiento del niño es difícil, lo que lleva a que sea interpretado como amenazante, por lo tanto resulta en niveles elevados de activación y afecto negativo.

Como apoyo a este argumento, Bugental, Blue y Lewis (1990) citados por Belsky (1993) evidencian que los padres/madres que le dan alta importancia a los eventos inestables externos, (ej, la suerte) y poca importancia a los factores estables internos (ej, habilidad), cuando hacen las atribuciones causales acerca del éxito como padres/madres, son particularmente reactivos al comportamiento aversivo y no obediente de su hijo(a).

MacKinnon-Lewis, Lamb, Arbuckle, Baradoran & Volling (1992) citados por Belsky (1993), y Dadds, Mullins, McAllister y Atkinson (2003), señalan que tanto el control del estilo atribucional como la orientación afectiva son importantes en la relación padres/madres hijo. Con base en sus estudios, encontraron que las que atribuyen comportamientos intencionales negativos hacia otros en situaciones ambiguas fueron las que iniciaron intercambios coercitivos con su hijo, las que reaccionaron negativamente a su comportamiento negativo, y las que continúan comportándose agresivamente independiente del comportamiento del otro.

El Modelo Conductual-Cognoscitivo de Morton, Twentyman y Azar (1988). Desde una perspectiva diferente enfatiza en la desobediencia del niño, y en las atribuciones, expectativas y la reacción exagerada de los padres ante la desobediencia del niño. Los elementos cognoscitivos claves de este modelo son las expectativas irreales de los padres frente al comportamiento de sus hijos, las atribuciones erróneas en relación con la responsabilidad del niño, y la percepción negativa de la intencionalidad de la respuesta del hijo. Dichos elementos generan sobrereacciones en los padres, y llevan a prácticas de crianza con un alto riesgo de maltrato físico (Milner, 1993).

Otro modelo que describe cómo la actividad cognoscitiva de los padres media o predice la agresión física y verbal contra los niños es el modelo de procesamiento de información social de Milner (1993, 1995, 2000, 2003).

Este modelo de procesamiento de información social del abuso físico infantil plantea que existen tres estadios cognoscitivos de procesamiento de información y propone un cuarto estadio cognoscitivo - comportamental de ejecución de respuesta. Los tres estadios cognoscitivos son: las percepciones del comportamiento social; las interpretaciones, evaluaciones y expectativas que le dan significado al comportamiento social; y la integración de la información y el estadio de selección de respuesta. El cuarto estadio involucra la implementación de la respuesta y el proceso de monitoreo (Milner, 1993, 1995, 2000, 2003).

Con respecto al estadio uno, el modelo hipotetiza que las percepciones de los padres abusadores o maltratantes se caracterizan por distorsiones y sesgos. Atienden y conocen menos del comportamiento y desarrollo del niño. Con respecto al rol de los factores personales en las percepciones de los padres el modelo sugiere que los padres maltratantes experimentan más estrés ante los eventos relacionados con sus hijos por la forma como interpretan las situaciones; a medida que el estrés se incrementa los padres abusadores muestran menos habilidad para identificar correctamente las expresiones emocionales (Kropp y Haynes, 1987 citados por Milner 1993, 2000). No es claro, en qué grado la incapacidad para reconocer los estados emocionales representan un problema perceptual o una limitación en la habilidad para interpretar correctamente la información percibida.

Además, debido a que los estudios han demostrado que los padres abusadores físicamente son más reactivos, se ha llegado a concluir que perciben al niño como un estímulo aversivo independiente de su comportamiento. De esta forma, responden al comportamiento tanto positivo como negativo del niño con la misma clase de estímulos (Milner, 1993, 2000).

En el estadio dos, el modelo señala que los padres maltratantes tienen expectativas inexactas e inapropiadas en relación con el comportamiento de su hijo y presentan diferencias entre las interpretaciones, las evaluaciones, y las expectativas del comportamiento del niño en relación con los padres no maltratantes. Estos padres interpretan el comportamiento desobediente de sus niños, especialmente las transgresiones mínimas como una muestra de agresión e intentos de hostilidad. Evalúan dicho comportamiento como erróneo y censurable. De igual manera, hacen diferentes predicciones de su desobediencia y por lo tanto utilizan diferentes técnicas disciplinarias y de maltrato contra el niño.

En referencia al tercer estadio el modelo dice que los padres maltratantes fallan en integrar adecuadamente la información, lo que interfiere con la elección de la respuesta. De esta forma el castigo en los padres abusadores, parece ser independiente de cualquier comportamiento específico del niño. La hipótesis central es que priori a la selección de su respuesta, los padres abusadores no integran la información disponible aunque se perciba correctamente (Newberger y Cook ,1983 citados por Milner ,1993, 2000).

Según el modelo de procesamiento de información social de Milner (1993, 2000, 2003), los esquemas cognoscitivos o las estructuras de información preexistentes influyen significativamente en el tipo de percepciones que tienen los padres de sus hijos, así como en las actividades cognoscitivas de los otros estadios del procesamiento. De esta manera, los padres desarrollan y mantienen creencias globales (relacionadas con todos los niños) y específicas (relacionadas con su propio niño) y valores que guían su comportamiento de paternidad. Así, se asume que el comportamiento parental es en teoría un impulso (basado en creencias pre-existentes acerca del comportamiento de paternidad y acerca de los niños) y es un impulso en el contexto (impactado por factores situacionales, tales como el tipo de comportamiento observado en el niño y el nivel de estrés). Se considera que los valores en la familia de origen y en la sociedad así como las creencias resultantes de las interacciones pasadas padre-hijo, contribuyen al desarrollo de esquemas cognoscitivos.

Aunque estudios como los de Fiske & Taylor (1991) y Bugental (1993) citados por Milner (2000) han demostrado que el procesamiento de información de los padres maltratantes se caracteriza por distorsiones y creencias sesgadas, la asociación entre esos esquemas y el maltrato infantil no se ha demostrado claramente lo que amerita investigarse. Aún se desconoce el grado con el cual los factores cognoscitivos son variables asociadas o son factores causales del abuso físico (Milner, 1993; 2000; 2003).

En Colombia, investigaciones como la de Klevens, Bayón, y Sierra (2000), han demostrado que el riesgo para el abuso físico infantil está asociado con la tendencia de los padres a percibir negativamente a su hijo. Lo ven como más agresivo, intencionalmente desobediente o irritable; tienen conocimientos o expectativas inapropiadas de su desarrollo y comportamiento; sus estilos paternos son autoritarios y se caracterizan por el mayor uso de castigos, amenazas y agresión, y menor uso de razonamiento y afecto para controlar el comportamiento del niño. Adicionalmente, los padres maltratantes presentan baja autoestima; locus de control de tipo externo (tienden a culpar a otros de la ocurrrencia de los eventos); inestabilidad emocional, baja tolerancia a la frustración; poco autocontrol; impulsividad; ansiedad; dificultad para establecer vínculos; menos capacidad para establecer empatía; menos asertividad y mayor hostilidad. Estos resultados corroboran los estudios realizados por Klevens, Ardila, Bayón, Ramírez, Sierra, Uribe, Vargas (1998) en Colombia y por la National Research Council (1993) en otros países.

Otro factor de riesgo del maltrato físico infantil relacionado con las características de los padres y que se asocia también con los factores de riesgo cognoscitivos es el consumo de alcohol. La literatura ha mostrado que el consumo de alcohol está relacionado con el maltrato infantil y otros tipos de violencia (Flanzar, 1993 citado por Tomison, 2001a). Primero, porque el uso del alcohol puede exacerbar cualquier inestabilidad emocional o psiquiátrica en el usuario, incluyendo condiciones tales como pobre control de impulsos, desordenes bipolares, baja tolerancia a la frustración y tendencias hacia la violencia (Curtis,1986; Ciccheti y Olsen, 1990).

Segundo, porque se ha encontrado que el alcohol decrementa las inhibiciones que las personas mantienen para actuar por encima de sus impulsos violentos. Esto puede lograrse por una desinhibición fisiológica directa que capacita a la persona para actuar sin los tabúes sociales contra el abuso infantil.
El consumo de alcohol puede llevar al decremento de la tolerancia a la frustración y a disminuir cualquier culpa que el perpetrador sienta después de maltratar a su hijo. Esto hace que los padres más probablemente abusen físicamente de sus hijos cuando están bajo su influencia (Hayes y Emshoff, 1993).

Adicionalmente, se ha encontrado que el consumo de sustancias altera las habilidades de procesamiento cognitivo a través de la producción de o incremento de déficits y distorsiones cognoscitivas. Josephs y Steele (1990 citado por Milner, 1993) señalaron que los efectos del alcohol en el procesamiento de información se caracterizan por la reducción de la habilidad del individuo para enfocar cualquier estímulo diferente al estímulo inmediato.

Miller, Magín y Downs (1997) y Spatz y Hiller-Sturmhofel (2001) al hablar de la relación que existe entre consumo de alcohol y maltrato infantil señalan tres mecanismos que se asocian a estos factores: a) la hipótesis de la desorganización cognoscitiva que señala que el consumo de alcohol incrementa la probabilidad de la violencia, debido a que interfiere con la comunicación familiar y lleva a que el individuo consumidor realice interpretaciones erróneas de las señales sociales, sobreestime las amenazas percibidas y subestime las consecuencias de la violencia; b) la hipótesis del rechazo de la desviación que sugiere que el perpetrador atribuye la violencia a su consumo de alcohol y así evita o minimiza la responsabilidad personal del comportamiento violento; y c) la hipótesis de la desinhibición que propone que las acciones farmacológicas del alcohol sobre el cerebro interfieren con las acciones de los centros cerebrales que controlan (inhiben) los comportamientos socialmente inaceptados.

No hay duda, que el consumo agudo de alcohol facilita la expresión de la agresión interpersonal (Bushman & Cooper, 1990 citados por Giancola, 2000). Un amplio cuerpo de investigaciones indica que el consumo de alcohol está encadenado significativamente con una variedad de comportamientos agresivos, entre los que se encuentran la agresión verbal, las amenazas agresivas, la violencia familiar, la agresión marital, el abuso infantil (Kaufman-Kantor & Straus, 1990 citados por Giancola, 2000).

¿Pero que hace que se dé la relación entre consumo de alcohol y agresión? Giancola (2000), señala que la agresión es el resultado de los efectos disruptivos del alcohol sobre los constructos cognoscitivos de orden superior es decir lo denominado funcionamiento ejecutivo.

El modelo cognoscitivo de Pernanen (1976) señala que el consumo de alcohol incrementa la probabilidad de una reacción agresiva al reducir el número de mecanismos de afrontamiento psicológico disponibles que cuentan con el razonamiento abstracto y conceptual. El alcohol crea un campo perceptual limitado que reduce la habilidad de detectar las señales tanto internas como externas que pueden proveer información crucial acerca de las intenciones de la otra persona en una situación específica. Consecuentemente, la reducción en esas señales lleva a la interpretación azarosa o arbitraria de las intenciones de la otra persona lo que incrementa la probabilidad de una respuesta violenta. Debido a que el efecto del alcohol es reducir los mecanismos de afrontamiento disponibles, las respuestas que se darán son aquellas extremas, inestables, y determinadas por la situación inmediata. De esta manera, cuando el individuo se enfrenta con una situación potencialmente violenta, la situación inmediata, emitirá señales que son altamente provocadoras. El enfocarse sobre tales señales tiene el efecto de incrementar la probabilidad de una respuesta agresiva.

El modelo cognoscitivo de Taylor y Leonard (1983), postula que el comportamiento agresivo es determinado por el balance relativo de la combinación de señales instigadoras (amenazas, insultos etc) y señales inhibitorias (ansiedad, normas de reciprocidad etc.) presentes en las situaciones interpersonales hostiles. Las señales instigadoras incrementan la probabilidad de un encuentro agresivo mientras que las señales inhibitorias la decrementan. Estos teóricos plantean que la disrupción cognoscitiva producida por el alcohol reduce el número de fuentes de información a las que uno puede atender en una situación dada. De esta manera, el individuo que consume alcohol responderá solamente a las señales más sobresalientes o dominantes en una situación.

El modelo de Steele y Joseps (1990) propone que el consumo de alcohol interfiere con el procesamiento de información de tal manera que deteriora la habilidad para prestar atención de manera efectiva a los múltiples aspectos de una situación. De acuerdo con esto, el alcohol crea un efecto de miopía sobre la atención que hace que se preste atención solamente a aquellas señales sobresalientes (provocadoras) de tal manera que en una situación conflictiva este efecto facilita la agresión.

Lo explicitado, confirma cómo el consumo de alcohol deteriora la percepción que pueden tener las personas del comportamiento de los otros lo que posiblemente lleva a respuestas agresivas y en el caso de los padres consumidores al maltrato físico de sus hijos. Son muchos los estudios que evidencian la relación existente entre los factores cognoscitivos de los padres y el maltrato físico infantil, al igual que los que evidencian la relación directa e inversa entre consumo de alcohol y maltrato físico.

Estudios como los de Bugental, Johnston, New y Silvester (1998) y Dadds, Mullins, McAllister y Atkinson (2003) han demostrado que las atribuciones de los padres varían consistentemente dependiendo del tipo de comportamiento del niño. Se ha encontrado que los padres de niños no problemáticos valoran los factores internosde los niños (ej, habilidades, esfuerzo) como las causas de los comportamientos positivos (el altruismo) y, explican los comportamientos negativos como por ejemplo la violación de las normas, con base en causas externas, transitorias, o incontrolables.

En esta misma línea, Slep y O´Leary (1998) realizaron un estudio con 44 madres de niños de 24 a 42 meses, quienes percibían a sus hijos como de difícil manejo. Examinaron los procesos causales subyacentes a la asociación entre las atribuciones de las madres a partir del mal comportamiento de sus hijos con su rol materno. Los resultados mostraron que las diferencias inducidas experimentalmente en la naturaleza de las atribuciones de la madre causaron diferencias en a) los estilos disciplinarios de las madres y en el enojo subjetivo y b) en el afecto negativo del niño. A las madres a quienes se les dijo que sus hijos se comportaban mal intencionalmente, se mostraron más reactivas en su manejo disciplinario, reportaron más enojo y sus hijos se mostraron más alterados. Por lo tanto, las atribuciones de las madres ante el mal comportamiento de sus hijos pueden determinar el manejo disciplinario.

Para evaluar las percepciones de los padres acerca de las prácticas de crianza de sus hijos Trickett, y Susman (1988), realizaron un estudio con 28 familias que abusaban físicamente de su hijos con edades entre 4 y 11 años y 28 familias no abusadoras.
Los análisis indicaron que los padres abusadores en comparación con los no abusadores estaban menos satisfechos con sus hijos, percibían la crianza como más difícil y la disfrutaban menos. Reportaron prácticas disciplinarias que promueven un estilo de vida caracterizado por el aislamiento tanto para ellos como para sus hijos, e informaron que se sentían más enojados y con más conflictos familiares.

Dagget, O´Brien, Zanolli y Peyton (2000), realizaron un estudio mucho más amplio ya que contempló los diferentes factores cognoscitivos. De esta forma, evaluaron las relaciones entre las percepciones de los padres de su infancia, las actitudes acerca de la vida y del comportamiento de su niño, y el ambiente de crianza que suministraban. Encontraron que las madres que reportaron que fueron sometidas a prácticas disciplinarias inadecuadas cuando niñas, se caracterizaron por presentar actitudes negativas acerca de la vida, expectativas irreales del desarrollo de los niños y actitudes negativas hacia su propio hijo.

Otros estudios que han planteado como objetivo comparar los elementos del modelo de procesamiento de información entre padres abusadores físicamente y no abusadores son los de Caselles y Milner (2000), Dopke y Milner (2000), Dopke, Lundahl, Dunsterville y Lovejoy (2003) y McGuigan, Vuchinich y Pratt (2000).

Caselles y Milner (2000) encontraron que las madres abusadoras evalúan las transgresiones convencionales y personales como más erróneas, usan más agresión física y verbal, presentan expectativas de menos obediencia de parte de sus hijos, y evalúan sus propias respuestas disciplinarias como menos apropiadas. Dopke y Milner (2000); y Dopke, Lundahl, Dunsterville y Lovejoy (2003), encontraron que las madres en alto riesgo de usar el abuso físico, reportan atribuciones más globales, estables e intencionales, con una tendencia hacia atribuciones más internas pero no difieren en sus evaluaciones de lo erróneo y serio del comportamiento del niño. A través de su estudio concluyen que las madres en alto riesgo se diferencian de las madres en bajo riesgo en sus respuestas a situaciones de stress, en sus atribuciones ante el comportamiento negativo de sus hijos y en las expectativas de obediencia en el futuro. Los sujetos alto riesgo presentan un sesgo que les hace ver ás conductas desobedientes y no percibir la conducta obediente cuando ésta ocurre. McGuigan, Vuchinich y Pratt (2000) en una investigación longitudinal probaron la hipótesis que el efecto de la violencia doméstica sobre el riesgo familiar de abuso infantil es mediado por las cogniciones negativas de padres y madres acerca del niño.

De otra parte, respecto a la relación entre uso de sustancias y maltrato infantil se encuentran estudios como el de Ammerman, Kolko y Kirisci, Blackson, y Dawes (1999) quienes estudiaron la relación entre la historia de abuso de sustancias y el potencial de maltrato en padres y madres de niños de 10 a 12 años. Utilizando el inventario de potencial de maltrato CAPI de Milner, (1986) citado por Ammerman y otros (1999), encontraron que tanto en los padres como en las madres la historia de abuso de sustancias aumenta el potencial de maltrato. Trocmé, McPhee y Tam (1995) citados por Tomison (2001a) a través de estudios descriptivos sobre la incidencia del abuso infantil y la negligencia en Ontario (Canadá) encontraron que el abuso de alcohol se identificó en el 13% de las investigaciones y en el 38% de los casos confirmados de abuso infantil. Otro estudio realizado en la Universidad de Monash en 1987 por Hiller, Goddard y Diemer (citados por Tomison, 2001a), en el que hicieron el seguimiento de 206 casos confirmados de abuso físico y sexual, demostró que en el 41% de los casos de abuso físico y en el 31% de abuso sexual, los padres presentaban problemas con el consumo de alcohol.

Roy (1988) citado por Tomison (2001a) investigó la incidencia del abuso de sustancias de los padres de 146 niños de 11 a 17años que vivían en un refugio de mujeres maltratadas en los Estados Unidos. Todos los niños eran hijos de madres que habían sido maltratadas por sus esposos, y el 48% de los niños habían sido abusados físicamente por al menos uno de los padres. Se encontró adicionalmente que los padres eran abusadores físicos mientras que las madres eran negligentes cuando se encontraba conformada la familia. Los niños reportaron que el 51% de los padres tenían problemas con el consumo de alcohol lo cual exacerbaba el abuso que ellos sufrían, el 8% reportaron que sus padres usaron marihuana, y el 2% creían que sus padres usaban drogas ilícitas. Aproximadamente una cuarta parte de las madres consumían alcohol.

En nuestro país Levy, Guzmán y Starck (1985) hicieron el seguimiento de 43 casos de niños maltratados que asistieron al servicios de urgencias del Hospital Universitario del Valle, cuyos diagnósticos correspondían a verdaderos casos de maltrato físico. Observaron que el rango de edad en que ocurre con mayor frecuencia el maltrato es de 1 a 9 años, fue ligeramente mayor en el sexo masculino: 23 hombres por 20 mujeres. Los hematomas, las fracturas de huesos largos y las heridas de piel fueron las más comunes. Estas lesiones fueron ocasionadas por puntapiés, castigos corporales e intentos de homicidio. El 65% de estos niños provenían de hogares con dos figuras paternas, aunque uno de ellos fuera padrastro o madrastra. Casi todos los padres eran jóvenes y tenían un grado bajo de escolaridad. El 54.8% de los padres tenían historia de alcoholismo o consumo de marihuana.

Otra investigación realizada por Hewitt y Rozo (2000) tuvo por objetivo estudiar la relación entre el consumo de sustancias psicoactivas de los padres y la presencia de maltrato infantil en niños ubicados en instituciones de protección. La muestra estuvo conformada por 213 niños, de 5 a 15 años de edad, maltratados y no maltratados, hijos de padres consumidores o no de alcohol, marihuana, bazuco, cocaína e inhalantes, que se encontraban ubicados en hogares de protección. Se diseñó y aplicó una guía de entrevista para padres y una guía de entrevista para niños. Se realizó un estudio analítico con un diseño de casos y controles. Se encontró que la sustancia que más consumen los padres del grupo de niños maltratados es el alcohol, seguido por la marihuana, el bazuco, la combinación de drogas y alcohol, inhalantes y por último la cocaína.
Adicionalmente, el tipo de maltrato más frecuente presentado por este tipo de padres es el maltrato físico seguido por la agresión verbal y el abuso psicológico.

Las investigaciones revisadas muestran como el consumo de alcohol y los factores cognoscitivos (atribuciones, creencias, percepciones y expectativas) se encuentran asociados con el abuso físico a los niños sin embargo, se necesita determinar qué tipo de factores cognoscitivos de los padres están asociados con la co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico y específicamente cuál factor cognoscitivo presenta la asociación más fuerte con el abuso físico infantil (Milner, 2000, 2003).

Adicionalmente la investigación que enfatice sobre los factores cognoscitivos de los padres que están asociados a la co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico infantil es limitada. Pocos estudios han investigado y mucho menos explicado la asociación real entre consumo de alcohol y abuso físico infantil, y en la revisión de la literatura no se encontraron estudios que identifiquen los factores cognoscitivos asociados a la co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico infantil. Por lo tanto, como plantea Giancola (2000), es necesario un nuevo sustento teórico que incorpore e integre todas las habilidades cognitivas involucradas en la relación agresión- alcohol y es de especial relevancia para el campo de la violencia intrafamiliar la realización de esta clase de investigación (Milner, 2002).

En la medida en que se identifique con precisión cuáles son las cogniciones de los padres que están asociadas a la co-ocurrencia entre el maltrato físico infantil y el consumo de alcohol se puede llegar a generar un modelo cognoscitivo integral que permita explicar y comprender la problemática del maltrato físico infantil y por ende plantear estrategias de intervención y prevención más efectivas. Esto llevará a comprender que factores han limitado la efectividad de las intervenciones cognoscitivas-comportamentales en el maltrato físico infantil. Probablemente, lo que se necesita es trabajar en torno a estos factores cognoscitivos que caracterizan a los padres que maltratan a sus hijos y consumen alcohol, antes que intentar otros tipos de intervenciones.

Lo anterior, llevó a plantear el siguiente interrogante: ¿Cuáles son los factores cognoscitivos (atribuciones, creencias y expectativas) de los padres asociados a la co-ocurrencia entre el consumo de alcohol y el maltrato físico de niños entre 7 y 12 años que asisten a tres instituciones educativas de la ciudad de Bogotá?

Objetivo

Identificar los factores cognoscitivos (atribuciones, creencias y expectativas) de los padres que están asociados a la co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico a sus hijos.

Variables

Factores cognoscitivos. Procesos perceptuales de atención, memoria y pensamiento que le permiten al individuo dar un significado e interpretar la información de las experiencias que vive (Opazo, 1984).
Contemplados en esta investigación como atribuciones, creencias y expectativas que presentan los individuos sobre su conducta, la de los demás y los eventos y situaciones (Milner, 1993, 2000, 2003).

Las atribuciones. Se definen como las explicaciones causales que los individuos hacen acerca de su conducta, la de los demás y los eventos y situaciones (Abramson, Seligman y Teasdale, 1978).

Las expectativas. Son los esquemas preexistentes con base en los cuales los individuos evalúan, integran y responden a la información relacionada con su conducta, la de los demás y los eventos y situaciones (Milner , 2000).

Las creencias. Son afirmaciones, reglas, demandas y deberes que hacen los individuos acerca de su conducta, la de los demás y, los eventos y situaciones (Milner, 2000).

Co-ocurrencia entre maltrato físico infantil y consumo de alcohol de los padres. Definida como la presencia yuxtapuesta o translapada de una variable sobre otra en el momento de su manifestación (Huizinga y Jakob-Chien,1998, Ramírez, 2000 y 2002), en este caso entre el consumo de alcohol de los padres y el maltrato físico a sus niños. Consumo de alcohol. La ingesta de bebidas que contienen alcohol etílico como aguardiente, ron, cerveza. Ser consumidor es aquel que reporta haber consumido por lo menos tres veces en el último mes y/o en cada ocasión haber ingerido cinco o más vasos o copas de licor en el momento de la aplicación de los instrumentos. (Duque, Klevens y Ramírez, 1997).

Maltrato físico. Acciones no accidentales ocasionadas por la persona responsable del niño/niña (Kelly,1983; Monteleone, 1996; Tomison, 2001ª) tales como pegar con palmada, correa; propiciar golpes con la mano u objetos como palos, chancletas, puños, y/o contra la pared, pellizcar, dar patadas, cachetadas, empujar, zarandear, dar coscorrones, jalar el cabello, coger al niño de la oreja, quemar las manos, amarrarlo, encadenarlo, sumergirlo en la alberca, bañarlo con agua fría, dejarle morados, marcas en el cuerpo , hacerlo sangrar hasta tener que llevarlo al hospital (Kaplan, 1999).

MÉTODO

Diseño

Se llevó a cabo un investigación descriptiva correlacional de carácter comparativo.
Se compararon cuatro grupos: grupo 1: Abusadores físicos; grupo 2: Consumidores de alcohol; grupo 3: Abusadores físicos y consumidores de alcohol; y grupo 4: No consumidores de alcohol y no abusadores físicos.

Participantes

La población de estudio estuvo conformada por 263 padres/madres biológicos(as) con una edad cronológica entre 25 y 50 años, con un nivel de educación mínimo de educación básica primaria, de estratos socio - económicos uno, dos, y tres, con hijos de 7 a 12 años que asisten a tres instituciones educativas de Bogotá. Estos padres/madres se distribuyeron en cuatro grupos así: 75 abusadores físicos; 29 consumidores de alcohol; 145 abusadores físicos y consumidores de alcohol y 14 no abusadores físicos y no consumidores de alcohol.

Instrumentos

1. Guía de entrevista para padres/madres a través de la cual se obtuvo la información sobre características sociodemográficos e historial de consumo de alcohol.

2. Ficha de consentimiento para participar en la investigación: Esta ficha permitió registrar la participación voluntaria en la investigación.

3. Instrumento de evaluación de los factores cognoscitivos de los padres: Este instrumento fue diseñado y validado para el presente estudio. Consta de 179 items, distribuidos en tres categorías: Categoría 1: Lo que pienso, creo y espero de los hijos (67 items); Categoría 2: Lo que pienso, creo y espero de todos los niños (47 items); Categoría 3: lo que pienso, creo y espero de sí mismo como padre/madre (65 items). Cada categoría evalúa las dimensiones atribuciones, creencias y expectativas de los padres/madres. Tiene cuatro posibilidades de respuesta: muy de acuerdo, de acuerdo, en desacuerdo y en desacuerdo total.

El instrumento total obtuvo un coeficiente de confiabilidad de 0.9570. La categoría uno obtuvo un coeficiente de confiabilidad de 0.9554; la categoría dos de 0.7598; y la categoría tres de 0.8837.

4. Instrumento de evaluación de la co - ocurrencia del consumo de alcohol de los padres y el maltrato físico a los hijos: Fue diseñado y validado para el presente estudio. Consta de 101 items distribuidos en tres categorías: Consumo de alcohol en los últimos seis meses (18 items), Relación con sus hijo(as) cuando no ha consumido bebidas alcohólicas (24 Items) evalúa específicamente la presencia de maltrato físico cuando los padres no han consumido alcohol; Relación con hijos (as) cuando ha consumido bebidas alcohólicas (59 items) evalúa la presencia de la co-ocurrencia del maltrato físico a los hijos y el consumo de bebidas alcohólicas. Tiene cuatro posibilidades de respuesta son: nunca, algunas veces, con frecuencia, siempre. Dicho instrumento obtuvo un coeficiente de confiabilidad de 0.8675. La categoría uno, tiene una confiabilidad de 0.8915; la segunda de 0.8288; y la tercera categoría de 0.9178.

Procedimiento

Inicialmente, se construyeron y validaron los instrumentos utilizados. Una vez realizado esto, mediante la revisión de la lista oficial de los estudiantes de tres instituciones de educación básica, media y tecnológica de la ciudad de Bogotá se seleccionaron los padres/madres que cumplían con los criterios de inclusión. Se realizó una invitación escrita a todos los padres elegibles. Los padres/madres que consintieron participar voluntariamente se citaron a una reunión en la que se les explicó los objetivos de la investigación y se les dió las instrucciones para el diligenciamiento de los instrumentos. Una vez aplicados los instrumentos mencionados se realizó la clasificación de los grupos con base en la revisión de las respuestas que los participantes dieron a la guía de entrevista para padres/madres y en el instrumento de co-ocurrencia del maltrato físico y consumo de alcohol.

RESULTADOS

El análisis de los resultados implicó una análisis de varianza (ANOVA) con comparaciones post hoc y el análisis de regresión múltiple.

Al realizar el análisis comparativo de las medias obtenidas por los cuatro grupos de estudio en la dimensión atribuciones de las tres categorías del instrumento de evaluación de factores cognoscitivos se puede afirmar con un 99% de confianza que en la categoría uno: lo que pienso, creo y espero de los hijos/hijas; el grupo 1: abusadores físicos presenta diferencias estadísticamente significativas con los grupos: a) 2: consumidores de alcohol; b) 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol y c) 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol. Los resultados presentados en la tabla 1, permiten afirmar con un 99% de confianza que este grupo de padres/madres abusadores físicos presenta atribuciones con mayor distorsión y sesgo que los demás grupos.

También se puede señalar con un 99% de confianza, que el grupo de consumidores de alcohol presenta diferencias significativas solamente con el grupo 1: abusadores físicos, pero no presenta diferencias significativas con los demás grupos. Este grupo de consumidores de alcohol presenta atribuciones con menor sesgo y distorsión que el grupo de abusadores físicos, en la dimensión atribuciones de la categoría uno.

El grupo de abusadores físicos y consumidores de alcohol, presenta diferencias estadísticamente significativas con un 99% de confianza con los grupos 1: abusadores físicos; y 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol. Este grupo de abusadores físicos y consumidores de alcohol presenta atribuciones con menor distorsión y sesgo que los abusadores físicos y mayor que los no abusadores físicos y no consumidores. El grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol se diferencia de los grupos 1: abusadores físicos y 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol con quienes presenta atribuciones con menor distorsión y sesgo.

El análisis de la dimensión atribuciones de la categoría dos: lo que pienso, creo y espero de todos los niños, muestra que los grupos de abusadores físicos y abusadores físicos y consumidores de alcohol presentan diferencias significativas con un 99% de confianza con el grupo no abusadores físicos y no consumidores de alcohol. En este caso los grupos 1 y 3 son los que presentan atribuciones con mayor sesgo y distorsión.

El grupo 2: consumidores de alcohol no presenta diferencias significativas con los demás grupos en la dimensión atribuciones de la categoría dos.

Con respecto a la categoría tres: lo que pienso, creo y espero de sí mismo como padre/madre; se encuentra que los grupos 1: abusadores físicos; 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol presentan diferencias estadísticamente significativas con un 99% de confianza con el grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol; mientras que el grupo 3: consumidores de alcohol presenta diferencias significativas con un 95% de confianza con el grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol en la dimensión atribuciones.

Los padres/madres del grupo 4, presentan atribuciones con menor sesgo y distorsión que los grupos 1, 2, y 3, en la dimensión atribuciones de la categoría tres.

El análisis comparativo de las medias obtenidas por los cuatro grupos de estudio en la dimensión creencias de las tres categorías del instrumento de evaluación de factores cognoscitivos permite afirmar con un 99% de confianza que en la categoría uno: lo que pienso, creo y espero de los hijos/hijas; el grupo 1: abusadores físicos presenta diferencias estadísticamente significativas con los grupos 2: consumidores de alcohol y 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol. Así mismo, se puede decir con un 95% de confianza que este grupo también presenta diferencias significativas estadísticamente con el grupo 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol.

Los resultados presentados en la tabla 2, llevan a afirmar que el grupo de padres/madres abusadores físicos presenta creencias más erróneas e inexactas que los demás grupos de padres/madres.

El grupo 2: consumidores de alcohol, como ya se mencionó sólo presenta diferencias significativas con el grupo 1: abusadores físicos; pero no presenta diferencias significativas con los demás grupos.

Estos resultados también permiten señalar con un 95% de confianza que el grupo 3, presenta diferencias significativas con el grupo 1: abusadores físicos y con un 99% de confianza con el grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol en la dimensión creencias de la categoría uno. Este grupo 3, presenta creencias más erróneas e inexactas que el grupo 4 y menos erróneas que los padres/madres del grupo 1.

Con respecto a la dimensión creencias de la categoría dos: lo que pienso, creo y espero de todos los niños se puede afirmar con un 99% de confianza que los grupos 1: abusadores físicos y 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol, solo presentan diferencias significativas con el grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol. En este caso, el grupo 4 presenta creencias menos erróneas e inexactas que los grupos 1 y 3.

El grupo 2: consumidores de alcohol no presenta diferencias estadísticamente significativas con los demás grupos en la dimensión creencias de la categoría dos.

En referencia a la dimensión creencias de la categoría tres: lo que pienso, creo y espero de sí mismo como padre/madre se puede afirmar con un 99% de confianza que el grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores presenta diferencias estadísticamente significativas con los grupos 1: abusadores físicos y 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol; además se puede señalar con un 95% de confianza que el grupo 4, presenta diferencias estadísticamente significativas con el grupo 2: consumidores de alcohol. También en este caso, el grupo 4 presenta creencias menos erróneas e inexactas que los demás grupos.

Entre el grupo 1: abusadores físicos y 2: consumidores de alcohol y 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol no existen diferencias estadísticamente significativas en la dimensión creencias de la categoría tres.

De igual forma, tampoco existen diferencias significativas entre el grupo 2: consumidores de alcohol con el grupo 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol.

El análisis estadístico de la dimensión expectativas de la categoría uno: lo que pienso, creo y espero de los hijos/hijas y de la categoría dos: lo que pienso, creo y espero de todos los niños, no arrojó diferencias estadísticamente significativas entre los cuatro grupos de estudio como se observa en la tabla 3.

No obstante, sí se encontraron diferencias estadísticamente significativas con un 99% de confianza entre los grupos 1: abusadores físicos y 3: abusadores físicos y consumidores de alcohol con el grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol. Y con un 95% de confianza entre el grupo 2: consumidores de alcohol con el grupo 4: no abusadores físicos y no consumidores de alcohol en la dimensión expectativas de la categoría tres: lo que pienso, creo y espero de sí mismo como padre/madre.

Una vez se identificaron las diferencias entre los grupos se decidió realizar un análisis de regresión múltiple el cual es un procedimiento de estadística multivariada que permite analizar la relación de varias variables independientes todas de tipo cuantitativo sobre una variable dependiente también cuantitativa. A partir de esto se construye un modelo que ayuda a predecir cuál variable independiente explica mejor la variable dependiente.

Dicho análisis se realizó para cada uno de los grupos de estudio y se hizo entre las variables independientes 1) atribuciones, 2) creencias y 3) expectativas de la categoría uno: lo que pienso creo y espero de los hijos/hijas; de la categoría dos: lo que pienso creo y espero de todos los niños y de la categoría tres lo que pienso creo y espero de sí mismo como padres con la variable dependiente: 1) consumo en los últimos seis meses; 2) relación con hijos cuando no ha consumido bebidas alcohólicas que se refiere a la presencia de maltrato físico cuando los padres no han consumido bebidas alcohólicas; y 3) relación con hijos cuando ha consumido bebidas alcohólicas que se refiere a la presencia de co-ocurrencia del consumo de alcohol y maltrato físico infantil.

A continuación sólo se presentan los análisis de mayor impacto en la presente investigación.

Análisis de regresión múltiple para el grupo 3: Abusadores físicos y consumidores de alcohol.

El modelo de regresión múltiple entre las variables independientes atribuciones, creencias y expectativas con la variable dependiente co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico a los hijos medida a través de la categoría tres del instrumento de co-ocurrencia (relación con hijos(as) cuando ha consumido bebidas alcohólicas fue estadísticamente significativo con un 99% de confianza, con las variables independientes: a) atribuciones de la categoría uno b) atribuciones de la categoría dos y c) atribuciones de la categoría tres (p =0,009) como se muestra en la tabla 4.

De igual forma, el modelo de regresión múltiple entre las variables independientes atribuciones, creencias y expectativas de la categoría 3, con la variable dependiente coocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico fue significativo estadísticamente (p = 0,016) con un nivel de confianza del 95%. Esto señala que dichas variables independientes seleccionadas en este caso, predicen la variable dependiente co-ocurrencia del consumo de alcohol de lo padres y el maltrato físico a los hijos como también se observa en la tabla 4.

La tabla 5 que muestra los coeficientes, señala que de las variables independientes atribuciones de la categoría 1, atribuciones de la categoría 2, y atribuciones de la categoría 3; la que más aporta a la variable dependiente co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico es la de atribuciones de la categoría tres, es decir, las referidas a lo que pienso, creo y espero de sí mismo como padre la que obtuvo un beta estandarizado de (0,418) con un nivel de confianza del 99%. Esto explica que hay una relación directa entre atribuciones de la categoría tres y co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico a los hijos.

De otro lado, el análisis de los coeficientes al ingresar las variables independientes atribuciones, creencias y expectativas de la categoría 3, con la variable dependiente coocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico se encuentra que la variable que presenta mayor peso sobre esta variable dependiente es la de expectativas con un beta estandarizado de (-0,467), con un 95% de confianza, lo que indica una relación inversa entre estas variables como se ve en la tabla 5.

Este análisis de resultados permite afirmar la capacidad predictora significativa (p= 0,009) de las variables atribuciones de las tres categorías y atribuciones, expectativas y creencias de la categoría 3 (p = 0,016), sobre la variable co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico a los hijos (relación con hijos cuando ha consumido bebidas alcohólicas). Esto confirma que los factores cognoscitivos atribuciones de las tres categorías y atribuciones, creencias y expectativas de la categoría 3, son variables determinantes y tienen un valor predictivo en la co-ocurrencia del consumo de alcohol y maltrato físico infantil.

DISCUSIÓN

El objetivo del presente estudio fue identificar los factores cognoscitivos como atribuciones, creencias y expectativas de los padres que están asociados a la co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico a sus hijos.

En cuanto a la pregunta que se intentó responder, es evidente que la dimensión atribuciones de la categoría uno: lo que pienso, creo y espero de los hijos/hijas, atribuciones de la categoría dos: lo que pienso, creo y espero de todos los niños y atribuciones de la categoría tres: lo que pienso, creo y espero de sí mismo como padre/madre y las dimensiones atribuciones, creencias y expectativas de la categoría 3 (lo que piensa, cree y espera de sí mismo como padre/madre) tienen un peso significativo en la explicación de la co-ocurrencia entre el consumo de alcohol y el maltrato físico.

El análisis de la categoría uno: lo que pienso, creo y espero de los hijos (as) permitió corroborar que la dimensión que influye significativamente en la explicación de la co-ocurrencia entre el consumo de alcohol y el maltrato físico es la de las atribuciones. Los resultados corroboran que los padres abusadores físicos son quienes presentan atribuciones con mayor distorsión y sesgo en comparación con los demás grupos. Estos padres/madres realizan atribuciones causales y afectivas orientadas a culpar a sus hijos de las dificultades en su vida y a responsabilizarlos de su comportamiento maltratante por lo tanto, los ven como la causa de sus problemas de pareja, de la frustración de sus planes y de sus problemas económicos.

Por el contrario, los padres/madres consumidores de alcohol y los padres/madres abusadores físicos y consumidores de alcohol no presentan diferencias entre sí, en la dimensión atribuciones de la categoría uno pero muestran menor sesgo atribucional en comparación con los padres abusadores físicos.

El análisis de las respuestas de estos padres/madres en el instrumento de evaluación de factores cognoscitivos señaló que están en desacuerdo con atribuciones asociadas a culpar a los hijos de los problemas y frustraciones de su vida tales como: el nacimiento de un hijo provoca problemas en un matrimonio; por tener hijos no pude lograr mis planes; por tener hijos estoy sufriendo en esta vida; y mi matrimonio se dañó desde que nació mi hijo. Por el contrario, los padres/madres abusadores físicos se mostraron muy de acuerdo con este tipo de items. Esto podría hacer a la luz de estudios como los de Mackinnon-Lewis, Lamb, Arbuckle, Baradoran & Volling (1992) citados por Belsky (1993), que sus prácticas disciplinarias se orienten hacia el maltrato físico.

De otra parte, aunque los padres/madres abusadores físicos como los abusadores físicos y consumidores de alcohol, señalan que hay características en sus hijos que hacen que ellos mantengan un patrón de relación maltratante lo que es acorde con los resultados de los estudios de Slep, Smith, O´Leary (1998); Black, Schumacher, Slep y Heyman (1999); y Bugental y Johnston (2000), la distorsión es mayor en los abusadores físicos quienes describen a sus hijos como más difíciles de educar que la mayoría de los niños, afirman que son niños que pierden fácilmente el control, insoportables, desobedientes por naturaleza, que desesperan a cualquiera, imposibles de disciplinar, con dificultades para entender las cosas y que los avergüenzan en su círculo social. Esto corrobora lo planteado por Milner (1993, 2000) cuando señala que los padres abusivos físicamente tienen percepciones erradas con respecto a las habilidades y comportamientos de sus niños, e igualmente lo que señalan Morton, Twentyman y Azar (1988) con respecto a que los padres abusadores físicos realizan atribuciones internas y estables sobre el comportamiento negativo del niño.

Los padres consumidores de alcohol no atribuyen a sus hijos las causas de los problemas de su vida y tampoco los culpan de comportamientos intencionales o erróneos. Talvéz, esto explica porque estos padres aunque son consumidores de alcohol no maltratan físicamente a sus hijos. A pesar de esto, dichos padres/madres identifican características en sus hijos como: son imposibles de disciplinar que los ponen en riesgo potencial de ser padres maltratantes. En oposición, los padres abusadores físicos y consumidores de alcohol al igual que los padres abusadores físicos, tienden a percibir las respuestas de sus hijos como intencionalmente negativas y orientadas a hacerles daño. Estos padres/madres piensan por ejemplo que sus hijos hacen cosas inadecuadas para molestarlos. Los padres abusadores físicos afirman además que sus hijos no los quieren y por eso se portan mal. Así mismo, realizan atribuciones afectivas como: «utilizo
a mi hijo para hacer sentir mal a mi pareja », y «cómo me molesta que mi hijo se parezca a su papá/mamá lo castigo». Esta clase de atribuciones de los padres fundamentadas en las evaluaciones de lo erróneo del comportamiento de su hijo, son mediadores críticos de las acciones disciplinarias. Por lo tanto, las diferentes prácticas de crianza que utilizan están basadas en el maltrato contra el niño. Adicionalmente, estos padres interpretan el comportamiento desobediente de sus hijos y las transgresiones mínimas como una muestra de agresión e intentos de hostilidad (Milner, 1993, 2000).

Por otra parte, se encontró que las creencias específicas de la categoría uno, es decir las relacionadas con su propio hijo(a) de los padres/madres abusadores físicos a diferencia de la de los padres/madres abusadores físicos y consumidores de alcohol y los padres/madres consumidores de alcohol son inapropiadas y negativas con relación a lo que su hijo ha sido en su vida. Por ejemplo, lo ven como un estorbo y una carga y tienen la creencia de que son inútiles. Igual que los padres/madres abusadores físicos y consumidores de alcohol, y, consumidores de alcohol validan el castigo físico como una forma de crianza, de demostrar afecto y para lograr obediencia en sus hijos. Según Milner (1993,2000) este tipo de creencias son propias de los padres abusadores y están relacionadas con el maltrato físico.

Los padres/madres abusadores físicos y consumidores de alcohol y los padres/madres consumidores de alcohol, presentan creencias menos erróneas que las de los abusadores físicos pero más inapropiadas que las de los padres no abusadores físicos y no consumidores de alcohol. Además de las mencionadas anteriormente, creen que sus hijos deben ocuparse de una paternidad recíproca, es decir que deben hacerlos felices, ser considerados y consolarlos cuando se sientan tristes. También creen que nadie debe entrometerse en la educación de sus hijos a pesar que consideran que educarlos es una tarea difícil para ellos. Según Peterson (2000), estos padres/madres se enojan y son hostiles si sus hijos no se ocupan de ellos como ellos creen que deben hacerlo lo que lleva a que los maltraten físicamente. Este factor cognoscitivo (creencias) se relaciona con la falta de conocimiento de los padres del nivel de desarrollo del niño, con la inmadurez propia de los padres y con la falta de apoyo de otros adultos.

En referencia a la dimensión expectativas de la categoría uno, se encontró que no existen diferencias significativas entre los cuatro grupos de estudio. De esta forma, los cuatro grupos presentan expectativas similares en cuanto al comportamiento de sus hijos y en cuanto a su futuro.

El análisis de resultados de las dimensiones de atribuciones, creencias y expectativas de la categoría dos: lo que pienso, creo y espero de todos los niños permite decir que las atribuciones y creencias globales pre-existentes y pre-establecidas de los grupos de padres/madres abusadores físicos, consumidores de alcohol y abusadores y consumidores son similares y se diferencian de las del grupo de padres no consumidores y no abusadores, en el sentido que presentan medias más altas. Estos tres grupos de padres presentan atribuciones y creencias globales orientadas a evaluar el comportamiento de todos los niños de forma positiva. Los perciben como buenos, tiernos, divertidos, que alegran nuestras vidas y requieren del cuidado, atención y amor de los adultos. Invalidan el castigo físico, la negligencia y no presentan atribuciones causales y de intencionalidad negativa con respecto al comportamiento de los niños en general. Esto resultados llevan a señalar que las atribuciones y creencias pre-establecidas de los padres/madres no influyen de manera directa en el patrón de interacción con los hijos, aspecto no acorde con lo señalado por Milner (2000).

Por el contrario, al análisis de la dimensión expectativas de los padres/madres, muestra que no existen diferencias significativas entre los cuatro grupos de estudio lo que permite mencionar que hay similaridad entre lo que estos participantes en particular esperan de todos los niños y lo que cualquier padre / madre espera de sus hijos con respecto a sus comportamientos en la escuela y en su medio social y familiar. Así, las expectativa de estos padres con respecto al comportamiento esperado de todos los niños tienden particularmente a estar relacionadas con exigencias comportamentales altas y a ubicarse en el instrumento de evaluación de factores cognoscitivos de los padres dentro del puntaje de riesgo potencial de maltrato infantil. Los padres/madres de los cuatro grupos esperan que los niños sean obedientes, permanezcan limpios y ordenados, escuchen y no interrumpan a sus padres, no se enojen con ellos, y cuiden sus juguetes y pertenencias. Este tipo de expectativas globales y preexistentes según Milner (1993) influyen en la interacción padre- hijo y son propias de padres maltratantes.

< p>Es importante, resaltar que la categoría dos del instrumento de evaluación de factores cognoscitivos (lo que pienso, creo y espero de todos los niños), no determina una diferencia significativa entre los grupos de estudio, dado que este tipo de pensamientos y esquemas cognoscitivos son marcados y predeterminados por el contexto social y cultural en el que se encuentran los padres/madres. De esta manera, estos pensamientos como lo señala Milner (1993, 2000), los valores y creencias de la familia de origen y de la sociedad contribuyen al desarrollo de los esquemas cognoscitivos de los padres/madres e influyen en su interacción padrehijo. En esta investigación, es notorio, que los padres/madres manejan un discurso sobre como se debe actuar con los niños el cual es incongruente con las acciones que llevan a cabo con sus propios hijos. Aspecto que se percibe claramente cuando se comparan las atribuciones y creencias presentadas por los cuatro grupos de estudio en la categoría uno del instrumento de evaluación de los factores cognoscitivos (lo que pienso, creo y espero de los hijos(as)) con las de la categoría dos (lo que pienso, creo y espero de todos los niños).

Las dimensiones atribuciones, creencias y expectativas de la categoría tres: lo que piensa, cree y espera de sí mismo como padre (madre), predicen significativamente la co-ocurrencia entre el consumo de alcohol y el maltrato físico, es decir que son determinantes en el grupo de padres abusadores físicos y consumidores de alcohol. Los resultados arrojados señalan que existe una relación directa entre la dimensión atribuciones de esta categoría con la co-ocurrencia del consumo de alcohol y el maltrato físico a los hijos y una relación inversa entre la dimensión expectativas y la coocurrencia.

Esto quiere decir que entre más sesgo atribucional presenten los padres/madres que abusan y consumen alcohol con respecto a sí mismo como padres/madres mayor es la presencia de co-ocurrencia del consumo de alcohol y maltrato físico a los hijos.
Mientras que entre más expectativas reales tengan los padres sobre sí mismos como padres/madres menor es la presencia de coocurrencia entre estos dos fenómenos. Por el contrario, si estos padres abusadores y consumidores de alcohol tienen más expectativas irreales acerca de sí mismos como padres mayor es la presencia de co-ocurrencia. Este aspecto es primordial al definir los programas de intervención con esta clase de padres.

Es evidente que los grupos de padres: a) abusadores físicos; b) consumidores de alcohol; c) abusadores físicos y consumidores de alcohol presentan atribuciones, creencias y expectativas similares entre sí, pero diferentes de las del grupo de no consumidores de alcohol y no abusadores físicos. Los padres/madres de los tres primeros grupos tienen un estilo atribucional que presume poco control personal y que afecta su autoeficacia, por ejemplo mencionan que se alteran fácilmente cuando sus hijos hacen las cosas mal. Esto corrobora los estudios de Bugental, Blue y Lewis (1990) citado por Belsky (1993). También, le dan alta importancia a eventos inestables externos (suerte) cuando hacen atribuciones causales acerca de su éxito como padres/ madres.

De otra parte, reconocen que tienen habilidades para ser padres/madres y saben lo que tienen que hacer para ser buenos padres/ madres sin embargo, no lo ponen en práctica. Por otro lado, se les dificulta expresar sentimientos positivos hacia sus hijos y presentan expectativas altas con respecto a su ejecución y rol como padres. Señalan que como padres han cometido errores y son un fracaso. Atribuyen a factores externos como la suerte el comportamiento positivo de sus hijos, y su felicidad al grado de aceptación que tengan de ellos. Como señalan Black, Shumacher, Slep y Heyman (1999) y Peterson (2000), presentan atribuciones orientadas a estilos paternos autoritarios para controlar el comportamiento del niño. Afirman que son padres estrictos con sus hijos porque quieren que sean buenos, y que son autoritarios porque necesitan que sus hijos aprendan. De igual manera, están en desacuerdo con afirmaciones como si soy un padre / madre permisivo con mi hijo(a) el me quiere.

Creen que deben ser padres ejemplares, responsables, considerados, amorosos y respetuosos con sus hijos; identificar sus necesidades, ayudarles en sus tareas, confiar y compartir gran parte de su tiempo con ellos. Bajo este ideal de padres/madres es que evalúan su ejecución y rol como padres. Así mismo, aunque dicen que están felices de haber tenido hijos y se sienten orgullosos de ser padres esperan demasiado de sus hijos y de sí mismos como papás/mamás. La discrepancia existente entre ese ideal de padre/madre y su realidad es lo que afecta su autoeficacia.

Estos resultados corroboran que existen diferencias estadísticamente significativas en los factores cognoscitivos que priman en cada grupo de padres/madres y que los factores cognoscitivos de los padres/madres son una variable determinante en la co-ocurrencia entre el consumo de alcohol y el maltrato físico infantil.

Con respecto a la co-ocurrencia entre consumo de alcohol y maltrato físico de acuerdo con lo planteado por Ramírez (2000) existe co-ocurrencia directa contingente, consecuente y circular entre estas dos variables. Es decir en los padres en los que se observa la presencia de la conducta de consumo de alcohol y la conducta de maltrato infantil de manera simultánea, la conducta de consumo antecede y es consecuente de la conducta de maltrato físico a los hijos. De igual forma, esta investigación muestra que hay una población amplia (82%: padres/madres abusadores físicos y consumidores de alcohol) que presenta estos dos comportamientos de manera independiente. Es decir, no existe de forma definida una asociación temporal, así, el consumo no antecede, ni es consecuente al maltrato físico infantil. Estos casos presentan una co-ocurrencia indirecta según lo planteado por Ramírez (2000). Vale la pena investigar más sobre este tipo de relación, pues aunque no fue evidente una relación temporal cercana de dos horas que era la que se evaluaba a través del instrumento utilizado, seguramente si puede existir una relación temporal mayor.

De otro lado, los resultados de esta investigación, llevan a considerar que los procesos de intervención con los padres abusadores físicos deben replantearse puesto que se ha encontrado que los programas orientados a educar en prácticas de crianza y aquellos sobre pautas evolutivas de los niños no son totalmente efectivos para desarrollar competencias efectivas en los padres.
Además de esto y seguramente lo prioritario es encaminar los esfuerzos a transformar y modificar la forma como estos padres procesan la información y a modificar las atribuciones, creencias y expectativas que presentan con relación a lo que piensan, creen y esperan de sus hijos y a lo que piensan, creen y esperan de sí mismos como padres/ madres; entonces, los programas de intervención y de prevención deben orientarse a mejorar su autoeficacia y a desarrollar y mantener la capacidad de autocontrol, control de impulsos y control personal de este tipo de padres.

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