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Acta Colombiana de Psicología

Print version ISSN 0123-9155

Act.Colom.Psicol. vol.13 no.1 Bogotá Jan./June 2010

 

ARTÍCULO

EFICACIA COLECTIVA, CULTURA CIUDADANA Y VICTIMIZACIÓN: UN ANÁLISIS EXPLORATORIO SOBRE SUS RELACIONES CON DIVERSAS MEDIDAS DEL MIEDO AL CRIMEN1

COLLECTIVE EFFICACY, CIVIC CULTURE AND VICTIMIZATION: AN EXPLORATORY ANALYSIS ON THEIR RELATIONSHIPS WITH DIFFERENT MEASUREMENTS OF FEAR OF CRIME

EFICÁCIA COLETIVA, CULTURA CÍVICA E VITIMIZAÇÃO: ANÁLISE PRELIMINAR SOBRE AS SUAS RELAÇÕES COM VÁRIAS MEDIDAS DO MEDO DO CRIME

JOSÉ IGNACIO RUIZ PÉREZ*
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

* Correspondencia: José Ignacio Ruiz Pérez. Departamento de Psicología, Oficina 230. Universidad Nacional de Colombia. Calle 45-30. Bogotá, Colombia.jose_ignacioru@hotmail.com


Recibido, mayo 13 /2009
Concepto evaluación, noviembre 10/2009
Aceptado, marzo 31/2010

Resumen

En este trabajo se estudian las relaciones entre la eficacia colectiva y la cultura ciudadana entre sí, y entre ellas y varias mediciones del miedo al crimen, como el miedo a ser víctima de un delito en general, y el miedo a ser victimizado en el hogar. Se cuenta con una muestra no aleatoria de habitantes de Bogotá, y se consideró el papel del género, la edad y el nivel socioeconómico de los sujetos. Los resultados mostraron una alta correlación entre la cultura ciudadana y la eficacia colectiva, pero sólo una dimensión de unión de la eficacia colectiva se asoció con menores niveles de miedo al delito. En general, el temor fue menor para el ámbito socio-geográfico sobre el cual el sujeto tiene un contacto más directo y prolongado hogar y barrio. En un análisis de comparación de rangos de respuestas, la victimización se asoció con el miedo al delito en general, pero no con el miedo al delito en el hogar. En general, el miedo al delito parece explicarse por el riesgo percibido y por otros temores relacionados con los espacios geográficos: barrio, localidad y ciudad.

Palabras clave: miedo al delito, barrio, ciudad, eficacia colectiva, cultura ciudadana.


Abstract

The aim of this paper was to study the relationships between collective efficacy and civic culture; and between these social processes and several measurements of fear of crime such as fear of being the victim of any crime and fear of victimization at home. Participants were a non-randomized sample of Bogota's citizens. The role of gender, age and socioeconomic status was taken into account for the analysis. Results showed a high and direct correlation between collective efficacy and civic culture, but only one dimension of collective efficacy was associated with lower levels of fear of crime. Generally, fear was lower in socio-geographic environments where people have a more direct and prolonged contact: home and neighborhood. Also, in a ranks' comparison analysis, crime victimization was associated with fear of crime in general, but not with fear of victimization at home. Briefly, fear of crime can be explained by perceived risk and by other fears related to socio-geographic dimensions: neighborhood, locality and city.

Key words: fear of crime, neighborhood, city, collective efficacy, civic culture.


Resumo

Neste trabalho nós estudamos a relação entre a eficácia coletiva e a cultura cívica entre si e entre estas e várias medições do medo do crime: por exemplo, medo de ser vítima de qualquer crime ou medo de ser vítimas em casa. Na amostra não aleatória de habitantes de Bogotá, se considera o papel do gênero, da idade e o status socioeconômico dos sujeitos. Os resultados mostraram uma alta correlação entre a cultura cívica e a eficácia coletiva, mas apenas uma dimensão da união da eficácia coletiva foi associada com baixos níveis de medo do crime. Em geral, o medo foi menor na área sociogeográfica em que o sujeito tem um contato mais direto e prolongado: em casa e no bairro. Em uma análise comparativa de rangos de respostas, vitimização foi associada com o medo do crime, mas não com o medo do crime em casa. O medo do crime pode explicar-se pela percepção de risco e outras questões relacionadas com as áreas geográficas: bairro, localidade e cidade.

Palavras-chave: medo do crime, bairro, cidade, eficácia coletiva, cultura cívica.


Introducción

El miedo al crimen, o percepción de inseguridad, forma parte de la agenda internacional (Van Dijk, Kesteren y Smit, 2007) por sus relaciones con la vertebración del tejido social y la resistencia al abuso de poder (Ordóñez, 2006), el grado de aprecio por el lugar en el que se vive (Pope, 2008), sus repercursiones en ciertos aspectos de la salud (Melawed, Shirom, Toker y Berliner, 2004; Foster y Giles-Corti, 2008; Brummett, Siegler, Rohe, Barefoot, Vitaliano, Surwit, Feinglos y Williams, 2008) y por su incidencia en el alcance que la ciudadanía pide dar al derecho penal como regulador de la vida social (Ghiringhelli de Acevedo, 2005).

En los últimos años, la investigación sobre miedo al crimen ha prestado atención especial a sus vertientes ambientales y sociales (Vozmediano y Sanjuán, 2006), mientras que de otro lado se retoma el debate metodológico sobre la medición del miedo al crimen (Schafer, Huebner y Bynum, 2006; Vozmediano, Sanjuán y Vergara, 2008; Roman y Chaldin, 2008), debate ya planteado en su época por Kerner (1978).

Respecto a los aspectos sociales, la literatura se ha dirigido a identificar cuáles están relacionados como facilitadores e inhibidores con los niveles de miedo al delito, identificándose un grupo de trabajos cuya unidad de análisis no es el individuo sino agregados sociogeográficos como el barrio o los bloques de viviendas. Al respecto, cabe citar el modelo de Briceño-León (2007) sobre los tres niveles de factores que contribuyen a la violencia urbana: macro, meso y microsociales. Aunque este modelo se refiere a la violencia objetiva, bien puede ser útil para entender el conjunto de dinámicas involucradas en la percepción de seguridad. Los factores macrosociales son los que originan violencia, como la diferencia de ingresos entre ricos y pobres en una sociedad, los meso se refieren a los que fomentan la violencia, como la densidad poblacional en áreas pobres y movimientos del mercado de la droga ilegal, y los factores micro incluyen variables como la tasa de armas de fuego, el consumo de alcohol, etc. (Briceño León, op.cit.). También, en este nivel podrían situarse varias de las variables psicosociales que diferentes autores han estudiado con relación al miedo al crimen. Así, se ha estudiado el sentido de pertenencia, el vandalismo, y la decadencia del barrio (Deleone, 2008), el número de amigos y la presencia de extraños (Villarreal y Silva, 2006; Deleone, 2008), las redes familiares (Varela, 2005; Villarreal y Silva, 2006; Beaulieu, Dube, Bergeron y Cousineau, 2008; Deleone, 2008), la estabilidad de residencia en el barrio, la heterogeneidad racial (Roman y Chandin, 2008), las frecuencias de visitas, de llamadas de teléfono (Villarreal y Silva, 2006), o la presencia de lugares de reunión y centros de actividades (Jorgersen y Anthopoulous, 2007). Al respecto, para Deleone (2008) las señales de desorganización social conducen al miedo al crimen. Este autor clasifica los aspectos que influyen en los niveles de miedo al crimen en señales activas y pasivas. Las primeras incluyen el uso de drogas y alcohol en público y la presencia de prostitución, mientras que las pasivas se refieren a la presencia de bandas, fiestas, y de extraños en el espacio público. En este sentido, Roman y Chandin (2008) encontraron que en contextos de alta violencia los niveles de miedo son más altos e iguales para hombres y mujeres, que en contextos de baja violencia.

Ahora bien, falta dilucidar cuales de estos factores sociales son más relevantes con relación a aumentar o disminuir el nivel de miedo al crimen, y conocer cómo interactúan con factores de tipo individual como el sentido de vulnerabilidad (Mesko, Fallshore, Muratbegovic y Fields, 2008; Deleone, 2008), la edad o el género (para una revisión de investigaciones sobre estas dos últimas variables, ver Kury y Ferdinand, 1999). Algunos autores insisten al respecto que el papel protector de la comunidad frente al miedo al crimen no consiste en un contacto superficial entre vecinos, sino profundo (Foster y Giles-Corti, 2008), y que no se basa tanto en el número de amigos o familiares en el mismo barrio (Villarreal y Silva, 2006), destacándose el cuidado por el bien común, lo cual es diferente de las situaciones identificadas en favelas de algunas ciudades brasileñas donde los pobladores parecen acogerse a unas normas de convivencia y en las que se presentan unas relativamente bajas tasas de criminalidad, pero debido a la presencia de organizaciones criminales en tales sectores que imponen dichas reglas de convivencia y que controlan las actividades de todo tipo pudiera llevar a cabo la comunidad (Villarreal y Silva, 2006; Arias y Rodrígues, 2006).

En este marco, algunos procesos sociales parecen proporcionar mayor claridad acerca de los elementos comunitarios que tienen un efectivo papel protector frente al miedo al crimen, como la eficacia colectiva y la cultura ciudadana. La eficacia colectiva ha sido definida como la confianza y las expectativas positivas entre los vecinos de un sector, de cara a intervenir por el bien común, cuidando de la presencia de extraños, de niños en la calle en horas de escuela, del mantenimiento de servicios clave para el barrio como hospitales y parques, etc. (Sampon, 2003). La eficacia colectiva implica una actitud de vigilancia de los residentes de un sector para intervenir por el bien común (Roman y Chandin, 2008), presencia de mecanismos adecuados para manejo de conflictos grupales, cuidado del medio ambiente a la par que atender a las necesidades de la población, capacidad de trabajar en equipo por el bien común y actitud de autonomía para mejorar los servicios sociales de la comunidad (Carroll, Rosson y Zhou, 2005, en Cuevas y Sandaña, 2007). Una mayor eficacia colectiva se ha asociado con menores niveles de criminalidad en el sector, menos problemas de salud pública (Sampson, 2003; Cohen, Inagami y Finch, 2007; Roman y Chandin, 2008), y menores niveles de miedo al crimen (Roman y Chandin, 2008), aunque estos últimos autores también encontraron que una percepción de mayor nivel de eficacia colectiva se asoció con un mayor miedo al crimen, lo cual les lleva a postular a estos autores la realización de más investigaciones que permitan identificar cómo actúa la eficacia colectiva. Por ejemplo, Cohen et al. (2007) indican que aunque la eficacia colectiva se ha tomado como variable que influye en aspectos como la criminalidad o la salud en la comunidad, ella parece ser afectada por aspectos como la presencia de parques o lugares de venta de bebidas alcohólicas, en la línea de lo que indican Foster y Giles-Corti (2008) acerca de que los aspectos ambientales condicionan los procesos de interacción social en el barrio, por ejemplo, la presencia o no de lugares que permiten el contacto entre vecinos. En esta misma línea, Sennet (s/f) indica que la ciudad moderna obliga a relaciones de corto plazo, condiciona el dónde y cómo se vive, dificulta la construcción de una historia compartida y estimula que los individuos se alejen de lo público para centrarse en la solidificación y organización de su vida familiar. A ello pueden contribuir los megaproyectos que se instalan en medio de las comunidades, que parecen ofrecer una serie de atractivos servicios -tiendas, mercados, ocio-, pero que pueden fácilmente quebrar los lazos comunitarios, cuando los habitantes dejan de reunirse en el espacio público y pasan a difuminarse en el anonimato de esos megaproyectos (Brioso, 2009).

Por su lado, la cultura ciudadana constituye desde una perspectiva psicosocial, un tipo de dinámica comunitaria en la que se destaca el cumplimiento voluntario de las normas del espacio público de cara al bien común, una actitud de participación en la actividad política que incide en el barrio, y una actitud de respeto hacia los demás vecinos (Ruiz, 2007a). En estudiantes universitarios, una mayor cultura ciudadana se ha asociado con menores niveles de temor al delito y con una mayor satisfacción con la actuación de la policía (Ruiz, 2007b, Ruiz y Turcios, 2008). Hay que señalar que este último trabajo se basó en el análisis de datos tomados de una muestra de estudiantes universitarios combinada de cinco países de habla hispana. También, la cultura ciudadana guarda relación con, y es diferente de las competencias ciudadanas. Éstas se entienden como la capacidad de ser consciente de los propios derechos y de los demás ciudadanos, y de respetarlos, lo cual va acompañado de un nivel de desarrollo moral que supere el centrarse en uno mismo o en su grupo más inmediato (Jaramillo, 2001). De esta manera, las competencias ciudadanas pueden ser entendidas como uno de los factores que posibilitan la cultura ciudadana.

Dada la similitud entre ciertos aspectos y funciones de la eficacia colectiva y la cultura ciudadana parece relevante analizar las relaciones empíricas entre indicadores de ambos constructos y entre estos y operacionalizaciones del miedo al crimen. Ahora bien, como indican Schafer, Huebner y Bynum (2006), qué variables se asocien con el miedo al crimen depende de la operacionalización de este constructo, y con relación a esto último, se encuentran diversidad de indicadores. Así, se distingue entre temor al delito y probabilidad percibida de victimización (Kerner, 1978; Ruiz, 2007a, Ruiz, 2007b), entre miedo general, miedo a delitos contra las personas y miedo a delitos contra la propiedad (Schafer et al., 2006), o temor al delito a nivel de barrio, distrito o ciudad (Ruiz, 2007a), o miedo al delito en el exterior de la vivienda o al interior del hogar (Van Dijk et al., 2007).

Así pues, el objetivo de este trabajo es analizar las relaciones entre la eficacia colectiva y la cultura ciudadana, entre sí y con relación al miedo al crimen, en diferentes operacionalizaciones, y a la victimización, ya que la relación entre ésta y el miedo al crimen arroja también resultados contradictorios (Sanjuán y Vozmediano, 2005; Ruiz, 2008).

Método

El diseño de la investigación es de tipo exploratorio y correlacional. Se contó con una muestra de conveniencia de 400 sujetos de Bogotá, Colombia, conformada por dos subgrupos: 100 sujetos entrevistados en las casas o tiendas de barrio de sectores de la ciudad de Bogotá adonde empadronadores del Centro de Investigación sobre Niñez y Juventud Desprotegida (CINJD - Idipron) acudían en horas de tarde/noche, en el marco del levantamiento de la información del V Censo de habitantes de la calle en Bogotá D.C. - 2007 (Ramos, Ortiz y Nieto, 2008a; Ramos, et al., 2008b). El resto de sujetos de nuestra muestra son estudiantes de psicología de varias universidades de la ciudad.

Como instrumento de investigación se empleó un cuestionario conformado por las siguientes escalas y preguntas:

Escala de Eficacia Colectiva: de Cohen, Inagami y Finch (2007) que consta de ocho ítems con tres opciones de respuesta -nada de acuerdo, algo de acuerdo, bastante/total acuerdo-. Algunos ejemplos de ítems son: "Este es un sector donde la gente está unida" (1), o "Se puede confiar en la gente de este sector" (5). El coeficiente de fiabilidad interna fue de 0.77 en el estudio de Cohen et al. (op.cit.).

Escala de Cultura Ciudadana: consta de 35 ítems en formato Likert, con cuatro opciones de respuesta (de 1-nunca a 4-siempre) sobre aspectos de participación local, afecto por la ciudad, respeto a las normas legales de la ciudad, respeto a los demás ciudadanos, etc. El ítem cuatro de la escala consiste en "La gente está comprometida con su sector". En una investigación anterior, el índice de fiabilidad interna de la escala fue .93 (Ruiz, 2007b). De la suma de las respuestas a cada ítem se obtiene un puntaje sumatorio que puede oscilar desde 35 a 140, y donde mayor puntaje refleja una percepción de una mayor cultura ciudadana.

Escala de Clima Emocional: adaptada de Ruiz y Páez, 1995, la presente versión consta de dos ítems adicionales a la escala original, para un total de doce ítems, siete de ellos sobre emociones positivas -ej.: confianza en las instituciones, alegría, tranquilidad- y el resto sobre emociones negativas -miedo, enojo, soledad-. Las opciones de respuesta van de 1 a 5 (de nada a totalmente). Sumando los puntajes en las emociones negativas se obtiene una medida de clima emocional negativo, y sumando las asignadas a los otros ítems, se obtiene una medida en clima positivo. La resta del clima positivo menos el negativo arroja un puntaje denominado balance de clima, que puede oscilar entre +3 (predominio de una visión positiva del clima del país) y a -3 (predominio del clima negativo). En una investigación anterior, el coeficiente de consistencia interna de esta escala fue de .80 (Ruiz, 2007b), aunque referida al país y no, como en el presente caso, al barrio,

Escala de Miedo Difuso al Delito: Consiste en una lista de seis ítems, en formato Likert con cuatro opciones de respuesta, desde 1 (nada) a 4 (mucho). Esta escala resulta de la combinación de un grupo de tres ítems sobre miedo a andar de noche cerca de la vivienda, temor a ser víctima de algún delito en general, y a serlo dentro del hogar, más tres ítems sobre temor al barrio, a la localidad (Bogotá se divide administrativamente en 20 distritos o localidades), y a la ciudad. Esta escala ha mostrado una fiabilidad interna de .80 (Ruiz, 2007b).

Escala de Satisfacción con la Policía: Consta de ocho ítems con cuatro opciones de respuesta, que van de 1 (nada) a 4 (siempre), y en los que una mayor puntuación indica mayor satisfacción con cada uno de los aspectos evaluados. Los ítems se refieren a aspectos como la eficacia de la policía, la presencia en el sector, la rapidez de actuación y la honestidad, entre otros. El coeficiente de fiabilidad interna de la escala fue de .83 (Ruiz, 2007b).

Escala de Miedo Concreto (riesgo percibido): Consiste en una lista de siete delitos (adaptada de Ruiz, 2007b, en la que se incluían 17 formas delictivas), y se pedía a cada sujeto que indicara si consideraba poco probable (1), probable (2) o muy probable (3) que le ocurriera cada uno de los delitos en los siguientes doce meses. Se incluían delitos frecuentes en la legislación penal a nivel internacional como robo o hurto (en vivienda o calle), amenazas, agresión física, extorsión, secuestro, agresión sexual, muerte violenta de familiar o amigo. De la suma de las respuestas a cada uno de los ítems y dividiendo el resultado entre el número de ítems se obtiene un puntaje en miedo concreto al delito entre 1 y 3, en el que a mayor puntaje, mayor riesgo percibido de sufrir un delito en el futuro. El coeficiente de fiabilidad interna de la versión de escala de 17 ítems fue de .87 (Ruiz, 2007b).

Escala de Victimización: Sobre los mismos delitos anteriores, se preguntaba a la persona si los había sufrido él mismo. Sumando los "si ocurrió" de cada delito, se podía obtener una puntuación de 0 a 7.

El instrumento se iniciaba con un pequeño encabezamiento que explicaba el objetivo de la encuesta e informaba de las instituciones que lo respaldaban, seguido por las habituales preguntas de tipo sociodemográfico: edad, género, estrato socioeconómico (de 1 o más bajo a 6, o más alto), nivel educativo -desde primaria a posgrado-, y composición del hogar, con dos ítems: el encuestado vive sólo o con otras personas, y quiénes y cuántos son esas otras personas -padre, madre, padrastro, madrastra, pareja, hermanos, medio-hermanos, hijos, otros parientes y otras personas no parientes.

Los datos fueron recolectados en el segundo semestre de 2008 y analizados con el programa SPSS 7.5. La encuesta pedía la colaboración voluntaria de los sujetos en contestarla. Se enfatizó en el respeto del anonimato de los encuestados, y el uso exclusivamente académico de la investigación y de los datos que para ella se recolectasen.

Resultados

Descripción de la muestra

De los 400 sujetos de la muestra, el 42.3% son hombres y el 56% mujeres, con siete sujetos que no informaron sobre esta variable. La edad media se situó en los 28.12 años (DT=11.59), variando entre los 14 y los 70 años de edad. En cuanto al nivel socioeconómico, los datos reflejan una curva normal en torno a los estratos medios: el estrato más bajo (1) estuvo representado con el 3.5% de los sujetos, el dos con el 21.6%, en el tres se ubicó algo más de la mitad de la muestra (52.5%), en el cuatro el 18.4% de los sujetos y en los más altos (5 y 6, que se agruparon en una misma clase social), el 3.8% de la muestra. El nivel socioeconómico estuvo alta y directamente correlacionado con el nivel educativo [r(385)=.277, p <.001], y ello se plasmó en un 5.3% de sujetos que estudió hasta la educación básica, el 8.1% hasta la básica secundaria, el 58.2% hasta niveles de educación media, el 10.6% hasta niveles técnicos/tecnológicos y el 17.9% hasta niveles universitarios, incluyendo formación de postgrado.

Fiabilidad y validez de las escalas

En la tabla 1 se muestran los coeficientes arrojados por las escalas empleadas en este trabajo. En general, los coeficientes obtenidos son satisfactorios, aunque de la escala de eficacia colectiva se descartó el ítem 4 "La gente aquí no comparte los mismos valores", dada la baja correlación entre este ítem y el resto de la escala [r(389)=.02].

Por otro lado, se quiso averiguar qué dimensiones subyacían a las escalas de satisfacción con la policía y del miedo concreto a los delitos. Por ello se llevó a cabo un análisis de componentes principales con rotación obliming, obteniéndose para cada una de las escalas un único factor que, en el caso de la satisfacción con la policía, explicaba el 52.47% de la varianza, con un autovalor de 4.20, y con unas cargas factoriales entre 0.799 para la más alta y 0.497 para la más baja. Respecto a la escala de percepción de riesgo, el factor hallado presentó un autovalor de 3.58, que explicaba el 51.12% de la varianza y con cargas factoriales oscilando entre 0.779 para secuestro y 0.494 para robos/hurtos.

También se llevó a cabo el mismo procedimiento de análisis multidimensional con la escala de eficacia colectiva. En este caso, el procedimiento arrojó dos factores que explicaron el 53.36% de la varianza, como muestra la tabla 2. Al primero se le denominó Unión y confianza, y al segundo Intervención de la comunidad. A partir de las puntuaciones brutas de los ítems que saturaban cada factor se procedió a calcular dos nuevas variables de eficacia colectiva, asignando el ítem 6 al primero de dichos factores.

Asociación entre indicadores sociodemográficos, de dinámicas sociales y de inseguridad.

En primer lugar, se llevó a cabo un análisis de correlaciones bivariadas entre las variables sociodemográficas -género, edad, estrato social, nivel educativo-, las dimensiones de eficacia colectiva -puntaje total y subescalas-, la cultura ciudadana, la probabilidad percibida de victimización, temor al delito, victimización total y balance de clima emocional.

En cuanto a las variables sociodemográficas, ser hombre se asoció con un mayor número de experiencias de victimización [r(373)=-.128, p <.05], y una mayor edad se asoció con una probabilidad percibida de victimización más baja [r(337)=-.118, p <.05] y con un clima emocional más negativo [r(373)=-.103, p <.05], mientras que un mayor nivel educativo se asoció con una probabilidad mayor percibida de victimización [r(338)=.170, p <.01]. En el caso de las experiencias de victimización, un análisis por cada delito encontró que de siete modalidades criminales, la muerte violenta de un familiar o amigo ocurrió al 15.9% de los hombres, en contraposición al 6.5% de las mujeres, siendo esta diferencia de proporciones estadísticamente significativa, [X2(1)=8.75, p <.01].

Por su lado, un mayor nivel socioeconómico se relaciona con menor temor al delito, con mayor percepción de eficacia colectiva y de cultura ciudadana, con menos experiencias de victimización y con un clima emocional del barrio evaluado como más positivo (ver tabla 3). En esta misma tabla podemos apreciar que la eficacia colectiva, en su conjunto o por dimensiones, se asocia positivamente y de manera muy significativa con la cultura ciudadana, y mayores niveles percibidos de éstas se asocian con menos miedo al crimen, tanto como temor como riesgo percibido. Además, y como hemos encontrado en otros trabajos (Ruiz, 2007b), una mayor satisfacción con la policía no se asocia tanto con la probabilidad percibida de victimización, sino con menores niveles de miedo, y, por último, las experiencias de victimización por delitos se asocian sobre todo con un mayor riesgo percibido de ser víctima, y también con más temor al delito, con menor satisfacción con la policía y con niveles más bajos de cultura ciudadana y de eficacia colectiva, pero con la dimensión de intervención, y no con la unión y confianza entre vecinos.

A continuación se exploró la relación entre las variables sociodemográficas, de eficacia colectiva y cultura ciudadana, y de satisfacción con la policía y victimización total sufrida con relación a cada uno de los ítems que componían el indicador de miedo difuso al delito. Así, se encontró que a mayor edad, se evaluó como más alto el temor a andar por el barrio al anochecer [r(384)=.123, p <.05], ser mujer se asoció con más temor a caminar por el barrio de noche [r(385)=.109, p <.05] y con mayor miedo a ser víctima de algún delito [r(385)=.122, p <.05], mientras que un mayor nivel educativo se asoció con menor temor a la ciudad [r(388)=-.106, p <.05]. Las demás correlaciones halladas se muestran en la tabla 4. Así pues, se encontró que un nivel socioeconómico más alto se asoció con un menor temor a andar por el barrio al anochecer, con un menor temor al barrio y con un menor temor a ser víctima de algún delito. En cambio, no guardó relación con el miedo a un delito dentro del hogar ni con el temor a la localidad ni a la ciudad. Una mayor eficacia colectiva se asoció con menores niveles de miedo, excepto con el temor a la ciudad, ni con el miedo a un delito en el hogar, para la dimensión de intervención -que indica una actitud de vigilancia hacia lo que ocurre en el espacio público-. La cultura ciudadana y la satisfacción con la policía se asocian negativamente con los temores y miedos, lo mismo que el clima emocional. También, mayor victimización sufrida se asocia con mayores niveles de temor, excepto a la ciudad. Este último temor, como se aprecia en la tabla 4, se asocia fundamentalmente con la satisfacción con la policía y con el clima emocional. Por último, vale la pena destacar que el temor es mayor hacia los ámbitos geográficos más amplios, en los que las personas tienen menos control: así, el menor nivel de miedo al delito es en el hogar, seguido del barrio en general, el barrio de noche, la localidad (concepto equivalente al de distrito) y el de la ciudad.

En tercer lugar se estudió la asociación entre la victimización de cada delito y cada uno de los indicadores de miedo al crimen. La tabla 5 ofrece los resultados hallados, y en ella se encuentra, por un lado, que el delito del que se tiene mayor experiencia en los sujetos de nuestra muestra es el robo, con cerca de un 40% de los sujetos, y al mismo tiempo es el delito que más se asocia con casi todos los índices de miedo al crimen. La segunda forma de victimización criminal que se asocia con el miedo al crimen, pero de forma específica hacia el barrio y hacia la localidad es la muerte violenta de un familiar o amigo, que afectó a diez sujetos de la muestra. Otras formas de criminalidad frecuentes fueron las amenazas y la agresión física, aunque sólo las amenazas se asocian con el temor a la localidad.

Por último, y con la idea de obtener claridad acerca de las variables más relacionadas con el miedo al delito, en la forma de miedo a ser víctima de un delito en general, y a serlo en el hogar, se procedió a realizar dos análisis de comparación de rangos entre los puntajes en cada uno de esos indicadores (miedo en general y miedo en el hogar) con las variables que mostraron relaciones significativas en los análisis previos de correlaciones. Previamente a ello, y con el fin de obtener resultados más claros se los puntajes en los indicadores de miedo en general y miedo en el hogar se clasificaron en tres niveles (bajo=1, medio=2 y 3 y alt0=4). Los resultados hallados se muestran en las tabla 6 y tabla 7, en las cuales sólo aparecen las variables que mostraron una diferencia de rangos de al menos p =.05. De esta manera, y para el ítem de miedo a ser víctima de un delito, los sujetos que mostraron mayor nivel de miedo se caracterizaron por percibir un peor clima emocional en el barrio, por haber sufrido más delitos, por percibir más riesgo de ser victimizados y menos unión y más temor en su barrio, en su localidad y en la ciudad. Aspectos como el género, la satisfacción con la policía o la cultura ciudadana se asociaron sólo de forma tendencial en este análisis con el miedo general a ser victimizado.

En cuanto a miedo a sufrir un delito en el hogar, éste fue mayor en los sujetos menos satisfechos con la policía, que percibían un peor clima emocional y menos unión en su sector, entre quienes percibían más riesgo de ser victimizados y entre quienes mostraron niveles más altos de temor o miedo en los demás indicadores.

Discusión y conclusiones

Las investigaciones sobre miedo al delito retoman las vertientes ambientales, sociales y físicas, que ya se mostraban en el primer texto sobre esta área temática (Skogan y Maxfield, 1981). Entre los correlatos psicosociales algunos investigadores han mostrado interés por ciertas dinámicas sociales concretas, como es el caso de la eficacia colectiva (Sampson, 2003; Cohen et al., 2007; Roman y Chaldin, 2008), o la cultura ciudadana (Ruiz, 2007a, Ruiz, 2007b, Ruiz y Turcios, 2008). Ante la diversidad de medidas y operacionalizaciones del miedo al crimen y de los procesos sociales (Foster y Giles, 2008) cabe preguntarse, por ejemplo, si las escalas que aluden a procesos o dinámicas sociales etiquetadas con rótulos diferentes son realmente procesos diferentes o, en cambio, similares. En este trabajo se encuentra que la cultura ciudadana y la eficacia colectiva aparecen muy relacionadas, pero es ésta última, específicamente la dimensión de unión de la comunidad la que guarda mayor relación con los niveles de miedo al crimen.

Este último también presenta diversas operacionalizaciones en la literatura (por ejemplo, Vozmediano et al., 2008), lo cual lleva a la necesidad de determinar cuál o cuáles de ellas cumplen los criterios psicométricos que se esperan de este tipo de medidas. Así, para Foster y Giles-Corti (2008), las operacionalizaciones del miedo al delito deben referirse a miedo en lugar de preguntar por una sensación de preocupación ambigua, y deben referirse al crimen o delito. De ello resulta la observación al indicador tradicional del miedo al delito basado en el ítem "temor a pasear de noche por el área", crítica que ya formulara Kerner en 1978. Sin embargo, no se puede desconocer que pese a este debate, este ítem, o versiones similares, siguen siendo defendidas por otros autores como indicadores de miedo al delito (por ejemplo, sigue incluido junto a otros indicadores en los ICVS, de acuerdo a Van Dijk et al., 2007). En nuestro caso hemos empleado una medida de miedo al crimen difuso (siguiendo la clasificación de Kerner, 1978) de seis ítems, incluyendo el ítem tradicional junto a otros como el miedo a ser víctima de un delito y el miedo a ser victimizado en el hogar. Esta escala ha mostrado una alta consistencia interna, tanto en el presente trabajo como en otros anteriores (Ruiz, 2007b), lo que indica que las respuestas a los ítems de esta escala están altamente relacionadas entre sí. Sin embargo, los resultados expuestos en este trabajo indican que el nivel de temor es menor hacia los espacios que se conocen más, empezando por el hogar, seguido por el barrio (tabla 4), y que el miedo a ser víctima y el miedo a serlo en el hogar se asocian diferencialmente con algunas variables: una mayor victimización se asocia con un mayor temor a ser victimizado, pero no a serlo en el hogar, mientras que una mayor satisfacción con la policía haría a las personas sentirse más seguras en su hogar. Por otro lado, hay que señalar que mantener el indicador tradicional del miedo al crimen -"temor a pasear de noche por el área"- permite comparar resultados de diferentes estudios que lo empleen.

Una limitación de este estudio es que no se indagó qué entienden las personas por delito, cuando se les pregunta por el miedo a ser victimizado en general o a serlo en hogar. En este sentido, puede haber situaciones indeseables que ocurren en el hogar, como agresiones verbales o físicas que las personas no califiquen como maltrato. Otra limitación de este trabajo es que la muestra de sujetos no es representativa de los habitantes de Bogotá, ni por selección de los sujetos, ni por los sectores geográficos abarcados. Por otro lado, en los resultados de este trabajo se hallan algunos que reflejan la denominada paradoja del miedo al delito: por ejemplo, las mujeres informaron de menos experiencias de victimización que los hombres, y al mismo tiempo de mayor miedo a ser victimizadas y a pasear de noche por su sector. Por otro lado, una mayor edad se asoció con un menor riesgo percibido de ser víctima de un delito en los siguientes seis meses (miedo concreto al delito, de acuerdo a Kerner, 1978), pero también con un mayor temor de andar por el sector de noche. El resultado concerniente a las mujeres podría explicarse más por el impacto que el delito deja en la víctima que por el hecho en sí. En un estudio se encontró que una de las variables predictoras del miedo al crimen era el impacto psicológico general del hecho de acuerdo a los reportes de las víctimas (Ruiz, 2004), y quizá este impacto es mayor en las mujeres de nuestra muestra que en los hombres. Por último cabe señalar la relación encontrada, a nivel de correlaciones, entre un nivel socioeconómico más bajo y un mayor temor al crimen. En contextos socioeconómicos como el colombiano, las personas de ingresos más bajos viven también en sectores de las ciudades con peores condiciones ambientales -iluminación nocturna, estado de las vías y aceras, acceso a servicios de agua, gas o electricidad, grado de estabilidad y condiciones de trabajo, etc.-, que pueden explicar las respuestas más elevadas en los indicadores de miedo al crimen, como se ha encontrado en otros estudios (Ruiz, 2007b; Mesko et al, 2008). Un aspecto común a los últimos resultados comentados es el sentimiento de vulnerabilidad frente al crimen, debido a que puede basarse en carencias percibidas en habilidad física para defenderse o en acceso a recursos para satisfacer necesidades básicas como una vivienda, alimentación, servicios médicos y equipamientos educativos adecuados. Una dirección de futuras investigaciones puede ser la de explorar de forma más detenida este sentimiento de vulnerabilidad e integrarlo con factores sociales y ambientales que tengan en cuenta lo aportado por la investigación reciente sobre el tema.


1 El inicio de esta investigación fue posible gracias al acuerdo de cooperación 001 entre el Centro de Investigaciones para la Infancia y Juventud del Instituto Distrital de Protección de la Niñez y la Adolescencia -CINJD-IDIPRON-, apoyado especialmente por Leandro Ramos y Yenny Ortiz. Agradecemos a la profesora Carolina de Piñeres, de la Universidad Santo Tomás, su importante contribución en la aplicación y recolección de encuestas para la obtención de muestras del estudio, y a Diana Magaly Cepeda por la recolección y digitación de la información. Además, las observaciones de los revisores ayudaron a identifi car y corregir varias inconsistencias de la primera versión del artículo. Volver


Referencias

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