INTRODUCCIÓN

Además de ser considerada una violación a los derechos, la violencia está caracterizada como un problema de salud pública debido a las consecuencias que ocasiona en la salud física y psicológica de los involucrados. Puede ser definida como la utilización de fuerza física, poder o amenazas que pueden resultar en lesiones, muerte, privación o daño psicológico contra sí mismo u otra persona (World Health Organization [WHO], 2002). De forma complementaria, ^{Koller y De Antoni (2004}) definen la violencia como toda acción u omisión que pueda interrumpir, impedir o retardar el desarrollo saludable de los seres humanos.

Aunque el fenómeno de la violencia se encuentre presente en varios contextos y en diferentes grupos de edad, ciertas características sociales, culturales y de desarrollo pueden hacer que algunas personas sean más vulnerables a la exposición a la misma. De acuerdo con ^{Souza y Lima (2006}), la violencia es más prevalente en algunas poblaciones ya que presentan riesgos diferentes según la escolaridad, edad, sexo y grupo étnico. Por ejemplo, presentan una mayor probabilidad de exposición a la violencia las comunidades que cuentan con un menor poder adquisitivo y culturas en donde esta es percibida como una manera legítima de resolver los conflictos (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística [IBGE], 2009; Sánchez & Minayo, 2006).

En términos de desarrollo, estudios recientes han identificado a la adolescencia como un periodo de mayor vulnerabilidad a la exposición a la violencia (^{Waiselfisz, 2014}). Esta mayor exposición puede estar vinculada a los rápidos e intensos cambios biopsicosociales en los que, debido a la búsqueda de autonomía e identidad, ocurren procesos de experimentación de nuevos ambientes, situaciones y comportamientos (^{Barbosa & Wagner, 2013}; ^{Pratta & Santos, 2007}) que comienzan a ser parte de la vida del adolescente y que se asocian con la necesidad de una mayor independencia de los padres y la identificación con otros grupos. Así, entre los miembros de la familia pueden surgir divergencias de opiniones y valores que pueden causar conflictos y asimismo exigen la flexibilidad de los padres para no terminar en situaciones de violencia (^{Cerveny & Berthoud, 2009}); y por otro lado, en la búsqueda de autonomía e identidad, el grupo de amigos también tiene influencia en la vida del adolescente y puede servir como factor de protección o, incluso, de riesgo, pues al sentirse más fuerte y omnipotente se expone a situaciones de riesgo (^{Huculak, McLennan, & Bordin, 2011}) como cuando, por ejemplo, participa en situaciones de violencia contra otros adolescentes o grupos.

De hecho, estudios nacionales e internacionales han evidenciado la alta exposición a violencia durante la adoles cencia (^{Benetti et al., 2006}; Benetti, Pizetta, Schwartz, Hass, & Melo, 2010; Benetti, Ramires, Schneider, Rodrigues, & Tremarin, 2007; ^{Haynie, Petts, Maimon, & Piquero, 2009}; ^{Margolin, Vickerman, Oliver, & Gordis, 2010}; ^{Mrug & Windle, 2010}; ^{Souza et al., 2014}; ^{Williams, D'Affonseca, Correia, & Albuquerque, 2011}; ^{Waiselfisz, 2014}). Por ejemplo, resultados del mapa de la violencia contra niños y adolescentes en Brasil indicaron que las muertes por causas externas (accidentes y violencia, generalmente homicidios) han aumentado en comparación con las muertes por causas naturales (como enfermedades). En el 2011 más de un millón de jóvenes fueron víctimas de homicidios y, por tanto, dicha incidencia en este grupo de edad es más elevada que en la población brasileña restante (Waiselfisz, 2014).

En una revisión de literatura nacional sobre salud mental en la adolescencia ^{Benetti et al. (2007}) destacan la vulnerabilidad presente en este grupo poblacional y las consecuencias en su salud mental. Con respecto a la violencia, las autoras indican que la producción nacional sobre el tema ha aumentado en volumen y que la mayor parte de los trabajos tienen como foco la identificación de casos y la elaboración de modelos teóricos explicativos sobre el tema.

En otro estudio realizado en el sur de Brasil se investigó cómo es que la exposición a violencia (directa e indirecta) se relacionaba con la socialización parental, con características sociodemográficas y con eventos estresantes. Los autores señalaron que la violencia fue la condición más fuertemente asociada a comportamientos de internalización (como la depresión) y de externalización (comportamientos de agresión) en el grupo de adolescentes; y que, además, la asociación entre la violencia y esos comportamientos es independiente del contexto de exposición (comunidad o familia) (^{Benetti, Schwartz, Soares, Macarena, & Patussi, 2014}).

Por otro lado, se ha encontrado que la exposición a la violencia en diferentes contextos incide en el desarrollo humano (^{Benetti et al., 2006}; Benetti et al., 2010; ^{Hardaway, McLoyd, & Wood, 2012}; ^{Haynie et al., 2009}; ^{Murray, Cerqueira, & Kahn, 2013}) y aunque en la mayoría de los trabajos se abordan las consecuencias de la exposición directa a la violencia, algunos investigadores han identificado que no solo ser víctima, sino que presenciar, ser testigo u oír hablar de eventos violentos (exposición indirecta) también representa un factor de riesgo en el desarrollo de la persona (^{Almeida, Miranda, & Lourenço, 2013}; ^{Ho & Cheung, 2010}; ^{Mrug & Windle, 2010}).

En el ámbito internacional se han realizado investigaciones con la finalidad de dar visibilidad a la exposición indirecta y sus consecuencias en los adolescentes, tema que ha sido poco estudiado en Brasil. Por ejemplo, en un estudio realizado con adolescentes de China se confirmó que la exposición indirecta a la violencia en los contextos del colegio y la familia se encuentra asociada a problemas emocionales (^{Ho & Cheung, 2010}). En otra investigación, realizada en Estados Unidos, la exposición a violencia indirecta en la familia, en el colegio o en la comunidad se relacionó con la presencia de trastornos de internalización (como la depresión) y externalización (como la agresividad); y se confirmó que la exposición a la violencia en la familia y en el colegio repercute de forma más negativa en el desarrollo de los adolescentes que la exposición a la violencia en la comunidad (^{Mrug & Windle, 2010}). Además, en otro estudio, también realizado con adolescentes en Estados Unidos, se constató que la exposición a la violencia directa e indirecta está relacionada con un mayor riesgo de huida del hogar, evasión escolar, embarazo en la adolescencia, suicidio y problemas con la justicia (^{Haynie et al., 2009}).

En el sur de Brasil, ^{Benetti et al. (2006}) confirmaron que 90.2% de los adolescentes de la muestra participó como víctima directa en al menos un episodio de violencia y 91.6% en al menos un episodio de violencia indirecta. Ambas formas de exposición correlacionaron positivamente con el uso de drogas y con conflictos con la policía.

Aún en el escenario brasileño se observa que las investigaciones sobre violencia están enfocadas principalmente en la violencia directa (ser la víctima) y que es poco investigada la exposición a violencia indirecta, aunque los datos indiquen que esta forma de exposición conlleva repercusiones en el desarrollo de los adolescentes. En general, las investigaciones sobre la exposición indirecta en Brasil han sido enfocadas en la violencia conyugal y entre pares. Con respecto al primer tipo de violencia, los hijos son generalmente testigos de la violencia conyugal, la cual produce impacto a corto y largo plazo (^{Fantinato & Cia, 2015}; ^{Maldonado & Williams, 2005}; ^{Sani & Cunha, 2011}); mientras que en el segundo, estudios sobre la violencia entre pares, principalmente en acoso escolar (bullying), han destacado los roles de la victima, el agresor y de los pares que son testigos o presencian las agresiones (^{Bandeira & Hutz, 2012}; ^{Binsfeld & Lisboa, 2010}; ^{Oliveira, Silva, Yoshinaga, & Silva, 2015}; Williams et al., 2011).

Además de esto, en el contexto brasileño pocas investigaciones tienen en cuenta ambos tipos de exposición a la violencia, directa e indirecta, en conjunto (^{Benetti et al., 2006}; Benetti et al., 2010; ^{Zavaschi et al., 2002}), pero en estas investigaciones el contexto familiar es el privilegiado y existe un menor número de estudios sobre la violencia extrafamiliar (^{Braga & Dell'Aglio, 2012}; ^{Hildebrand, Celeri, Morcillo, & Zanolli, 2015}).

Sobre las variables asociadas a la exposición a la violencia en la adolescencia, estudios nacionales e internacionales han identificado que adolescentes mayores (^{Benetti et al., 2006}; ^{Fowler, Tompsett, Braciszewski, Jacques-Tiura, & Baltes 2009}; ^{Weintraub, Vasconcellos, Bastos, Fonseca, & Reis, 2013}; ^{Zavaschi et al., 2002}) y de sexo masculino (Benetti et al., 2010; ^{Moreira et al., 2013}; ^{Souza et al., 2014}; ^{Waiselfisz, 2014}; Weintraub et al., 2013; Zavaschi et al., 2002) son más vulnerables a la exposición a violencia en comparación con adolescentes más jóvenes de sexo femenino. Sin embargo, cuando son analizados los diversos contextos de exposición (intra o extrafamiliar) y las formas de violencia (negligencia, física, psicológica y sexual), los resultados de las investigaciones pueden presentarse de manera diferente entre los grupos de edad y los sexos. Por ejemplo, en algunos estudios en Brasil con muestras de adolescentes de colegios públicos se demostró que los jóvenes de sexo masculino estuvieron más expuestos a la violencia extrafamiliar, mientras que las jóvenes de sexo femenino, a la intrafamiliar (Benetti et al., 2006; ^{Braga & Dell'Aglio, 2012}).

Otro factor que se relaciona con la exposición a la violencia es el desempeño escolar, aunque se han observado diferencias en los resultados de las investigaciones. Por ejemplo, estudios internacionales han identificado una relación entre la violencia (física, sexual y negligencia) y el desempeño escolar (medido a través de las notas en el colegio, aprobación o reprobación, etc.) en la infancia (^{Coohey, Renner, Hua, Zhang, & Whitney, 2011}) y en jóvenes adultos (^{Tanaka, Georgiades, Boyle, & MacMillan, 2015}). Aunque en Brasil, ^{Brancalhone, Fogo y Williams (2004}) no encontraron diferencias estadísticamente significativas en el desempeño escolar de niños entre siete y once años de edad que habían estado expuestos a violencia conyugal con los que no; en un estudio brasileño se encontró que en la percepción de los profesores, además de un menor desempeño, los alumnos expuestos a la violencia presentaron más problemas de comportamiento (^{Pereira & Williams, 2008}); y, de igual manera, Pereira, Santos y Williams (2009), al comparar niños expuestos directa e indirectamente a la violencia domestica con niños sin dicha exposición, comprobaron diferencias en su desempeño escolar, pues el primer grupo demostró un menor desempeño. Los autores destacan la necesidad de nuevas investigaciones sobre la asociación entre violencia y el desempeño escolar.

La forma en la cual la familia se organiza también parece influir en una mayor o menor exposición de violencia en adolescentes. En un estudio realizado con adolescentes de Rio Grande del Sur, en Brasil, se encontró que aquellos que no vivían con ambos padres (madre y padre) presentaban una mayor exposición a la violencia (^{Zavaschi et al., 2002}). Mientras que, en otra investigación, se encontró que vivir con ambos padres o solo con el padre era un factor de protección únicamente para la exposición a la violencia física en niñas (^{Andrade et al., 2012}). Sin embargo, son pocos los estudios que confirman la asociación entre vivir o no con ambos padres y la violencia (^{Horta, Horta, Pinheiro, & Krindges, 2010}).

Con el fin de dar visibilidad al problema de salud pública que representa la exposición a la violencia en la adolescencia, el presente estudio tuvo como objetivo investigar la exposición a la violencia directa e indirecta, así como sus variables asociadas (sexo, edad, reprobación escolar y configuración familiar) en adolescentes de colegios públicos de la ciudad de Porto Alegre, en el sur de Brasil. Este trabajo hace parte de un proyecto de investigación mayor titulado “Exposição à violência na Adolescência: Relações com bem-estar e saúde mental” (Exposición a la violencia en la adolescencia: Relaciones con el bienestar y la salud mental), el cual, tuvo como objetivo general investigar la relación entre la exposición a diferentes tipos de violencia, el bienestar y la salud mental en adolescentes mediante un enfoque cuantitativo.

MÉTODO

RESULTADOS

La mayor parte de los adolescentes participantes fueron de sexo femenino, con edades entre los 12 y 15 años, sin reprobación escolar y pertenecientes a una configuración familiar nuclear. Las características sociodemográficas se describen en la Tabla 1.

Tabla 1 Características sociodemográficas de los adolescentes 

Los puntajes en el instrumento Evaluación de la exposición de niños a la violencia en la comunidad (^{Zavaschi et al., 2002}) variaron de 0 a 39, con una media de 14.58 (DE = 9.12) y consistencia interna de .91. La violencia directa varió entre 0 y 8, con media de 1.64 (DE = 1.77); y en cuanto la violencia indirecta, esta presentó valores de 0 a 34, con media de 12.94 (DE = 7.96), a partir de lo cual se puede observar que 65% de los adolescentes fueron expuestos a por lo menos una forma de este tipo de violencia.

En la Tabla 2 presentan los datos referentes a la exposición a la violencia directa e indirecta por sexo, grupo de edad (12 a 15 y 16 a 18 años), reprobación escolar y configuración familiar (nuclear, monoparental o reconstituida). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los sexos ni entre los diferentes grupos de configuración familiar; sin embargo, se observaron diferencias entre los grupos de edad, en donde se muestra que los adolescentes mayores presentaron mayor exposición a la violencia directa e indirecta; y también entre los grupos de reprobación escolar y sin esta, en donde se evidencia que los jóvenes que reprobaron por lo menos una vez presentan mayor exposición tanto a la violencia directa como a la indirecta.

Tabla 2 Medias y medianas de la exposición a violencia directa y violencia indirecta por sexo, grupo de edad, reprobación escolar y configuración familiar 

Se realizaron análisis de frecuencia con el fin de verificar, por separado, los valores de exposición a la violencia directa e indirecta, de acuerdo con cada ítem del instrumento.

En la Tabla 3 se presentan las cinco afirmaciones de mayor frecuencia en violencia directa e indirecta, en donde se pueden observar mayores frecuencias en los ítems del segundo tipo de exposición.

Tabla 3 Porcentaje de los ítems más frecuentes de exposición a la violencia directa y violencia indirecta 

DISCUSIÓN

Los resultados confirmaron la elevada exposición de los adolescentes a la violencia directa, problema descrito y discutido por otros estudios brasileños (^{Almeida et al., 2013}; ^{Braga & Dell'Aglio, 2012}; ^{Souza et al., 2014}; ^{Waiselfisz, 2014}). Sin embargo, esta investigación abarcó principalmente aspectos relacionados con la violencia indirecta (oír hablar o ser testigo) en contextos extrafamiliares (como robos, asaltos y tiroteos). Los resultados indicaron un alto porcentaje de exposición indirecta a la violencia, ya que casi en la totalidad de los adolescentes se encontró que estuvieron expuestos a por lo menos un episodio. Este es un aspecto diferencialmente importante del estudio, ya que en Brasil el interés de las investigaciones se ha centrado en la violencia directa ocurrida principalmente en la familia (Braga & Dell'Aglio, 2012; ^{Hildebrand et al., 2015}), siendo escasas las investigaciones sobre la violencia indirecta en contextos extrafamiliares (^{Benetti et al., 2006}; Benetti et al., 2010).

La exposición a ambas formas de violencia puede ser reflejo de la violencia presente en las áreas urbanas del país, que se ha expandido a diferentes contextos (^{Souza & Lima, 2006}; ^{Waiselfisz, 2014}; ^{Zavaschi et al., 2002}). Según ^{Marín-León, Oliveira, Barros, Dalgalarrondo y Botega (2007}), la realidad se compone de la exposición frecuente de imágenes violentas tanto en los medios de comunicación (virtualmente), como en la vida real, como cuando se es testigo de la violencia en la comunidad; por esto, no es sorprendente que los adolescentes hayan presenciado u oído hablar, por lo menos una vez, sobre situaciones violentas. No obstante, cabe resaltar que en el instrumento utilizado, las situaciones de violencia en la televisión o por internet no fueron consideradas a pesar de que estudios afirmen que este tipo de exposición también tiene un impacto en el desarrollo, con repercusiones principalmente en el comportamiento agresivo de niños y adolescentes (^{Vieira, Mendes, & Guimarães, 2010}). De esta forma, si se hubieran tenido en cuenta, tal vez la exposición indirecta a la violencia sería aún mayor, ya que es común que en los medios de comunicación diariamente se resalten episodios de violencia y muertes (Marín-León et al., 2007).

Así pues, en esta investigación se destaca que además de que los adolescentes se encuentran expuestos a varios tipos de violencia siendo víctimas directas, como ya se había observado en otros estudios (^{Braga & Dell'Aglio, 2012}; ^{Moreira et al., 2013}; ^{Waiselfisz, 2014}), los jóvenes también se ven sometidos a un número más variado de formas de violencia indirecta, siendo testigos. De hecho, los porcentajes indicaron que la violencia se encuentra presente en todos los contextos y de diferentes maneras, siendo común la exposición y la convivencia diaria con la violencia (^{Benetti et al., 2006}; ^{Zavaschi et al., 2002}). En este estudio se encontraron relaciones significativas entre la exposición a la violencia en grupos de edad, así como entre la violencia y la situación de reprobación escolar, aunque no se encontraron asociaciones con respecto al sexo y la configuración familiar.

Sin embargo, con un tamaño de efecto de pequeño a moderado (d = .39 para violencia directa y d = .46 para violencia indirecta) se encontraron diferencias significativas en relación al grupo de edad, con una media de exposición en ambos tipos de violencia, mas frecuente en adolescentes mayores (16 a 18 años), lo que confirma lo hallado en estudios anteriores (^{Benetti et al., 2006}; ^{Fowler et al., 2009}). La mayor exposición a violencia en los adolescentes mayores puede ser explicada debido a que han vivido más tiempo y que, por su edad, han experimentado un mayor número de situaciones sin supervisión directa de adultos; teniendo esto en cuenta, se puede pensar que los adolescentes de menor edad permanecen más tiempo en ambientes familiares en comparación con los jóvenes mayores, exponiéndose así en menor medida a situaciones de riesgo en el contexto de la calle.

Con respecto al desempeño escolar, los adolescentes que reprobaron por lo menos una vez en el colegio estuvieron más expuestos tanto a la violencia directa como a la indirecta en comparación con adolescentes que nunca habían reprobado, presentando así un tamaño de efecto moderado (d = .149) para la violencia directa y un tamaño pequeño (d = .36) para la indirecta. Se puede pensar que la exposición a violencia tanto de forma directa como indirecta, afecta el desempeño escolar, lo cual amuenta la probabilidad de llegar a la reprobación escolar (^{Margolin & Gordis, 2000}). Por otro lado, adolescentes que poseen bajo desempeño escolar pueden estar expuestos a un ma yor número de situaciones de riesgo (como la violencia), dato inferido a partir de los estudios que han señalado que el colegio es un factor que puede ser tanto de protección como de riesgo (^{Andrade & Acle-Tomasini, 2012}; ^{Nunes, Pontes, Silva, & Dell'Aglio, 2014}). Estudios internacionales encontraron una asociación entre la exposición a violencia física y el desempeño escolar, teniendo peor desempeño y mayor número de reprobación aquellos jóvenes adultos que sufrieron violencia durante la infancia en comparación con los que no sufrieron esta violencia; para los autores, existen factores que median en estas asociaciones, como por ejemplo, que el agresor sea de la familia (^{Tanaka et al., 2015}). De esa forma, se considera que las relaciones entre la exposición a la violencia y la reprobación escolar (desempeño escolar), principalmente sobre la violencia indirecta, deben ser mejor investigadas.

Por otro lado, no se encontraron diferencias en la exposición a violencia directa e indirecta en relación con las configuraciones familiares (monoparental, nuclear y reconstituida). En una revisión de artículos empíricos se observó que las configuraciones familiares no difieren en términos de resultados de desarrollo en niños ni adolescentes (^{Oliveira, Siqueira, Dell'Aglio, & Lopes, 2008}). De hecho, resultados de otros estudios han indicado que las relaciones que se establecen en la familia son más importantes que la forma en que se organizan (^{Mota & Matos, 2009}; ^{Sbicigo & Dell'Aglio, 2012}). Este resultado indica que otros factores, diferentes a la configuración familiar y sexo, pueden explicar una mayor o menor exposición de los adolescentes a la violencia directa e indirecta, lo cual sugiere la necesidad de estudios que evalúen variables personales y contextuales más amplias, a partir de la comprensión del fenómeno de la violencia como un proceso complejo.

Los ítems más frecuentes de exposición a violencia directa, como se observa en la Tabla 3, sugieren que los adolescentes están expuestos a diversas formas de violencia, principalmente a la violencia física en el contexto familiar. Al analizar las afirmaciones más frecuentes de la violencia indirecta se percibe que la mayor parte de los adolescentes presencian tráfico de drogas, violencia física, asaltos, invasiones y muertes; aspectos que confirman que los adolescentes están en un contexto de riesgo para el desarrollo, teniendo en cuenta que estas situaciones estan cada vez más presentes, principalmente en las capitales brasileñas (^{Souza & Lima, 2006}). Estos datos pueden ser indicios del crecimiento de la violencia en Brasil descrita por algunos estudios (^{Murray et al., 2013}; ^{Porto, 2002}) y consecuentemente, de la presencia de la misma en todos los contextos del desarrollo del adolescente, o sea, de manera intra y extrafamiliar (^{Marín-León et al., 2007}; ^{Mrug, Madan, & Windle, 2015}; Porto, 2002). Las consecuencias de estas diferentes formas de violencia y de exposición en la adolescencia deben ser investigadas.

Algunas limitaciones del presente estudio son, por ejemplo, las relacionadas al instrumento utilizado para investigar la exposición a violencia directa e indirecta, pues este trata principalmente la exposición a la violencia indirecta con 37 ítems, y solo 12 para la exposición directa; además de esto, gran parte de las afirmaciones no especifican el contexto de la exposición, si sucede extra o intrafamiliar-mente, solo una afirmación permite caracterizar de forma explícita la forma intrafamiliar de la violencia ("Yo recibí golpes, coscorrones o zarandeo por algún miembro de mi familia", y los equivalentes para violencia indirecta). En otras afirmaciones son mencionadas formas de violencia (asaltos, robos, invasiones del hogar, tiroteos, muertes, persecuciones, tráfico de drogas, etc.) que pueden ocurrir tanto en el contexto intra como extrafamiliar, aun cuando, en general, sean presenciados en la comunidad. Por otro lado, cabe resaltar que el instrumento no incluye todas las formas de violencia (física, psicológica, sexual y negligencia), sino a penas la física y la sexual, aunque estudios indiquen la coocurrencia de la violencia psicológica con otras formas de violencia (^{Costa et al., 2007}); sin embargo, este es el único instrumento traducido y adaptado para Brasil que incluye esas dos formas de exposición (violencia directa y violencia indirecta), identificado por medio de la búsqueda en publicaciones recientes en el área.

En Brasil existe una baja notificación de la violencia contra los niños y adolescentes además de grandes dificultades en relación a la obtención de datos sobre la ocurrencia de violencia, debido a innumerables factores (^{Almeida et al., 2013}; ^{Costa et al., 2007}; ^{Pelisoli, Pires, Almeida, & Dell'Aglio, 2010}). La presente investigación también pudo haber tenido limitaciones en cuanto al acceso a los casos de violencia en la medida en que era necesaria la firma de los padres o responsables del consentimiento informado (TCLE). Si bien, por un lado, muchos adolescentes pudieron haber olvidado llevar el documento firmado, otros podían no tener consentimiento por parte de los padres. A pesar de ser una cuestión ética obtener el consentimiento de los padres (u otros responsables), esta exigencia puede dificultar el proceso de recolección de datos e incluso la identificación de casos que requieren intervención (^{Sbicigo, Tronco, & Dell'Aglio, 2013}).

A pesar de las limitaciones, el presente estudio es un indicativo de alerta sobre la situación de exposición a la violencia en la adolescencia. Es importante resaltar que la violencia es un fenómeno complejo dado que varios factores están relacionados en mayor o menor medida con la exposición a la misma en adolescentes. De esta forma, se sugiere que otras variables como el estatus socioeconómico, aspectos culturales, religiosos, nivel de escolaridad de los padres, entre otros, sean consideradas en futuras investigaciones. También es necesario investigar los efectos de estas formas de exposición (violencia directa e indirecta) y principalmente los efectos de la exposición indirecta en el desarrollo biopsicosocial a corto, mediano y largo plazo, a través de estudios cuantitativos, cualitativos y longitudinales. Y por último, se sugiere que las políticas públicas en el área de violencia consideren la exposición a la violencia como un aspecto importante que merece ser intervenido.