MÉTODOS

RESULTADOS

La estrategia de búsqueda de esta revisión en las cinco bases de datos respectivas permitió obtener una muestra final de 15 revisiones sistemáticas que incluyen tanto estudios epidemiológicos de corte transversal hasta ensayos clínicos controlados y aleatorizados (Figura 1).

Figura 1 Diagrama de flujo de la revisión 

La muestra de análisis incluyó estudios robustos como el de L0drup et ál.⁴ y permitió obtener datos tanto de la exposición en niños como en adultos, aunque en estos últimos en términos generales los datos fueron escasos.

En revisión realizada por L0drup et ál.⁴, con 11 cohortes de nacimiento, aunque no se encontró asociación entre tener mascota a edad temprana (<2 años) y desarrollo de asma en edad escolar (6-10 años), se pudo evidenciar una tendencia de los estimados en cuanto a la tenencia de perro hacia la protección contra el asma y de gato hacia el riesgo. La heterogeneidad entre las cohortes no fue significativa y la revisión tiene como fortaleza separar los estimados por tipo de mascota.

Un hallazgo importante en tres cohortes específicas de la revisión de L0drup con datos disponibles evidenció que tener gato, combinado con la sensibilización a alérgenos de perro, aumentaba el odds o la probabilidad de tener asma alérgica (OR 2,6; ic 95 %: 1,5 a 4,5). Sin embargo, en esta revisión también se encontró que tener mascota peluda en los primeros 2 años de vida proporcionaba una menor probabilidad de sensibilización a aeroalérgenos.

Por otra parte, los resultados de la revisión de Dharmage et ál.⁵ sugieren que es más probable que la exposición temprana a los gatos sea protectora contra enfermedades alérgicas como el asma. De igual modo, se describe que el diseño epidemiológico de los estudios puede ser determinante para las conclusiones. Por un lado, se resalta que los estudios longitudinales analizados evidencian un efecto protector de la exposición en los primeros años de vida a gatos y para alergias posteriores; por otro lado, que los estudios de casos y controles analizados sugirieron que la exposición a los gatos aumentaba las alergias o no tenía efecto.

En otra revisión sistemática, de Lodge etál.⁶, se encontró que tener perro o gato durante el período prenatal se reflejaba en bajos niveles de IgE en los recién nacidos y por consiguiente, baja sensibilización. Tres de las cohortes analizadas también demostraron que tener perro y/o gato en el momento del nacimiento o antes se traduce en disminuciones en la probabilidad (OR) O riesgo (HR) de desarrollar asma o sibilancias posteriores. El perro tuvo una mayor frecuencia en la reducción del riesgo. Estas reducciones del riesgo vendrían siendo verídicas sin antecedentes familiares de alergia.

Por su parte, en otra gran revisión sistemática, llevada a cabo por Chen et ál.⁷ que incluyó 77 estudios independientes, de los cuales 30 eran cohortes, confirma que la exposición durante la niñez temprana al gato o al perro no tiene un impacto o efecto directo en el desarrollo de síntomas de asma y sibilancias en la edad escolar. Sin embargo, cabe aclarar que la exposición y sensibilización posterior a aeroalérgenos fue diferencial por cada tipo de mascota. La exposición temprana al perro fue un factor protector y al gato, un factor de riesgo para la sensibilización respectiva. Los resultados de esta revisión tienden a ser contradictorios en algunos casos y deben ser interpretados con detenimiento. Esta contradicción es más evidente en estudios de corte transversal. Posibles causas: sesgos de memoria, causación reversa, momento de la vida en que se realiza la evaluación, prevalencia de diversidad de mascotas en la comunidad evaluada.

Una revisión realizada por Fretzayas et ál.⁸ revisó a profundidad el tema de la exposición temprana a gatos o perros y la sensibilización posterior a los alergenos respectivos. En el caso de la exposición a los gatos, los resultados fueron más conflictivos, aunque con una leve tendencia a ser un factor de riesgo; en el caso de los perros, los resultados tuvieron una tendencia a ser un factor protector y, en algunos casos, hacia el efecto nulo. Los resultados pueden cambiar dependiendo de la historia familiar de alergia y el momento de la exposición temprana a las mascotas. En cuanto a la severidad del asma en niños, jóvenes o adultos previamente sensibilizados, esta revisión muestra que una nueva exposición a perros o gatos aumenta los síntomas o la severidad de la enfermedad.

Con respecto a la sensibilización alérgica, la exposición a los alérgenos de las mascotas es algo que puede darse en cualquier ambiente, inclusive en lugares donde la frecuencia de mascotas es baja, por el traslado que se da de las aeropartículas de las mascotas entre sitios. En una revisión de Moghtaderi et ál.⁹, realizada con estudios llevados a cabo en ciudades de Irán (donde las personas no mantienen con frecuencia mascotas dentro de sus casas debido a las creencias religiosas), se encontró una sensibilización previa en 20% de las personas alérgicas o con enfermedades de base como el asma.

En cuanto a la exacerbación del asma, una revisión de Kanchongkittiphon et ál.¹⁰ permitió concluir que los niños o adultos asmáticos que fueron sensibilizados a los alergenos de perro o gato con anterioridad, al tener una nueva exposición se traducía en un aumento en la frecuencia y cantidad de síntomas de asma.

Al realizar un análisis del efecto que tendría la remoción de las mascotas, perro o gato en el hogar de niños o adultos asmáticos, una revisión realizada por Leas et ál.¹¹ no encontró suficientes estudios al respecto y de los pocos encontrados la evidencia fue insuficiente e inconclusa.

En cuanto a la contradicción de los resultados en este tipo de estudios, en una revisión de Apfelbacher et ál.¹² se encontró que los instrumentos (tipo cuestionario de autorreporte) para evaluar la asociación entre la exposición a mascotas y el desarrollo de asma u otros tipos de alergia podrían estar siendo fuente de los resultados co-troversiales o inconsistentes que se han obtenido hasta el momento, dado que los cuestionarios utilizados para medir la exposición son muy diversos. Las diferencias radican en cuanto a cómo se pregunta el tipo de exposición (directa o indirecta), la duración (meses o años), el tiempo (durante la gestación, en el primer año de vida o posterior), la dosis (número de mascotas) o el tipo de mascota (gato, perro, gato y/o perro u otras).

Desde otro punto de vista, en relación con la realización de inmunoterapia del asma con alergenos de perro y/o gato, se encontró una revisión realizada por Abram-son et ál.¹³, en la que no se evidenció ninguna mejoría significativa de los síntomas del asma después de la inmunoterapia con extractos de alérgenos de gatos y/o perros. Otra revisión, realizada por Dhami et ál.¹⁴, sí encontró, a diferencia de la anterior, evidencias de que la inmunoterapia podría lograr reducciones sustanciales en los síntomas a corto plazo (aunque, de forma global, para todas las inmunoterapias, hubo aumento del riesgo de efectos adversos). En cuanto a la mascota específica no se disgregó esto en los resultados. La mayor parte de estudios fueron relacionados con gatos.

En cuanto a revisiones sistemáticas que presentaron resultados no disgregados según el tipo de mascota (gato o perro), se encontró una revisión de Apelberg et ál.¹⁵ en la que había diferencias en la exposición a mascotas entre niños mayores y menores de seis años. Solo para los menores de seis, la tendencia de la asociación entre la exposición y asma o síntomas de asma podría comportarse como un factor protector (ORS de 1,0 y 0,8 respectivamente). Cabe resaltar que la mayoría de los estudios de esta revisión fueron de corte transversal y que además la heterogeneidad en los estimados fue sustancial. Por tanto, se optó por registrar los estimados derivados de modelos de efectos aleatorios, como una solución conservadora al problema de la heterogeneidad (Tabla 1).

También se encontró una revisión, desarrollada por Dick et ál.¹⁶, que no encontró consistencia en los resultados para el tema de la exposición específica a perros o gatos. Los resultados encontrados tuvieron variación desde estimados de riesgo a estimados de protección, tanto para gatos como para perros. Esta revisión incluyó el análisis de múltiples factores de exposición ambiental para el desarrollo de asma. Entre las posibles causas que dieron los autores para dichos resultados inconsistentes, estarían la causalidad inversa y la confusión. Igualmente, Dick et ál. realizaron otra revisión ¹⁷ para analizar múltiples factores de exposición ambiental y exacerbación del asma. Dicha revisión solo incluyó un estudio de cohorte para mascotas, el cual encontró que los niños asmáticos que fueron expuestos a gatos durante los primeros 2 años de vida tuvieron más probabilidades de desarrollar sensibilización alérgica hacia los 4 años de edad en comparación con los niños no expuestos (OR 5,6; IC 95%: 1,1 a 29,0).

DISCUSIÓN

Existe evidencia sustancial de que la exposición a perros y gatos durante los primeros años de vida, específicamente los primeros dos (e incluso la etapa de desarrollo prenatal de una persona), es determinante para que haya una menor probabilidad de sensibilización y de desarrollo de síntomas de asma y sibilancias en la edad escolar ²¹. La evidencia científica también sugiere que el perro sería la mascota con mayor probabilidad de ser un factor protector ^22,23. Para el caso del gato, los resultados son un poco más contradictorios y con tendencia a ser factor de riesgo.

Los hallazgos contradictorios en los estudios del efecto de la exposición a las mascotas, perro o gato, sobre el desarrollo de asma o exacerbación de sus síntomas podrían estar dados por aspectos de la realización de los estudios como el diseño epidemiológico, la confusión no ajustada, los sesgos de selección y de medición (instrumentos diversos). Todo ello impacta en un aumento sustancial de la heterogeneidad y variabilidad de los estimados.

Del mismo modo, hay múltiples factores que pueden contribuir a las discrepancias, tales como características de la población de estudio (entre ellas, la edad, antecedentes de atopia y la prevalencia de las mascotas en la comunidad), así como la distribución, la duración y la intensidad de las exposiciones ¹⁸.

En cuanto a la explicación biológica de dichos hallazgos contradictorios, es necesario indicar que la hipótesis más plausible es que la preexistencia de mascotas en casa, vivir en un ambiente más cercano a lo rural, exposición como tal a un ambiente con una carga acentuada de microbios podría ayudar a inclinar el equilibrio entre los Linfocitos T ayudadores 1 (Th-1; control microbiológico) y los linfocitos T ayudadores 2 (Th-2; respuesta inmune) hacia el lado Th-1, que ayudan a disminuir el riesgo de atopia o asma ⁸.

En relación con la sensibilización alérgica, la evidencia también apunta a que la exposición a mascotas, perro o gato, en el hogar, preferiblemente antes del cumplir el primer año de vida, es fundamental para disminuir el riesgo de sensibilización y posterior desarrollo de enfermedades alérgicas. Sin embargo, hay autores que señalan que se debe tener cautela hasta no tener hallazgos suficientemente robustos. Estos hallazgos podrán ser obtenidos en el momento que se puedan conocer o controlar completamente todos los factores genéticos o ambientales que interactúan directamente con el sistema inmune en proceso de maduración ¹⁹. De igual forma, los efectos benéficos de la exposición temprana a mascotas están dentro del espectro de las múltiples exposiciones ambientales, entre las cuales se resalta la comunidad microbiana que estaría potenciada por las mismas mascotas. Esto va en dirección con la evidencia que existe sobre la exposición temprana a animales peludos de granja y los efectos benéficos para los niños recién nacidos ²⁰.

Evitar las mascotas o sus alergenos no es una opción generalmente viable en las comunidades, ya que están presentes en todas partes ²⁴. Por ejemplo, los alergenos pueden incluso estar en casas donde no hay mascotas y permanecer ahí por un lapso de alrededor de seis meses. Su concentración es mayor en espacios como zonas residenciales urbanas ²⁵. Ante ello la opción más viable sería lidiar con la exposición para conseguir los mejores resultados en términos de alergias.

Por su parte, la exacerbación de los síntomas de asma relacionados con mascotas estaría condicionada por tres variables: estado previo de sensibilización a alergenos, edad de exposición y nivel de exposición ¹⁰.

Como conclusión de la revisión, la evidencia científica existente sugiere que tener gato puede ser un factor de riesgo y perro un factor protector para el desarrollo del asma. No obstante, la exposición temprana (antes de cumplir 2 años) disminuye la probabilidad de desarrollar síntomas de asma y sibilancias en la edad escolar. Además, tener un antecedente de sensibilización a los alergenos de dichas mascotas puede convertirse en un factor de riesgo para la exacerbación del asma, tanto en niños como en adultos ♦