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Psicogente

Print version ISSN 0124-0137

Psicogente vol.17 no.32 Barranquilla July/Dec. 2014

 

Editorial

LOS ALGORITMOS DE LA MENTE

Repasé unas líneas antes de sentarme a plasmar estas palabras y busqué una bebida de malta para que su dulce me ayudara a concentrar y así encontrar las palabras indicadas con las que pudiera darme a entender. Encendí mi laptop blanca, y esperé a que se abriera el procesador de palabras necesario para empezar a escribir.

Mientras aguardaba la orden de la laptop que me indicara que ya podía empezar, todavía con el sabor de la malta en mi boca y frunciendo un poco el ceño, caí en cuenta de que era yo quien estaba esperando la orden de una máquina. Yo, un sujeto pensante y perteneciente a la especie que creó estas máquinas, estaba esperando una orden suya, de un artefacto que podía sumar, restar, dividir, leer, captar mis movimientos, seguir mis instrucciones, guardar y evocar información y que si sufría una avería, al desarmarlo, jamás podría encontrar dentro de él los libros, los videos y la música que archivé, ni mucho menos las palabras que redacté, nunca las podría ver dentro de la computadora pero indudablemente, ahí permanecían, porque a diario la consulto. Ya estaba encendida y esperando a que le tecleara las primeras palabras, pero aún yo permanecía inmóvil; nuevamente me maravillaba de cómo este artefacto podía parecerse tanto a la mente humana.

El estudio de la mente ha pasado por muchos hitos a lo largo de la historia. Inició entendiéndose como un hálito divino que nos permitía ser conscientes del mundo, a ser entendida como un universo paralelo con sus propias reglas y misterios que solo los versados podían develar. Luego, con la revolución de las ciencias, personajes como Wilhem Wundt y William James, entre otros, aplicaron el método científico a su comprensión. Así se pasó al conductismo y al cognitivismo y ahora, a las neurociencias, que han hecho una reveladora aparición en la escena, que demuestra la importancia del cerebro como ese gran procesador que le da origen. Pero aún ahora, pese a todos los adelantos científicos, el misterio de la mente todavía desvela a muchos científicos soñadores e inspira a otros tantos científicos artistas. La laptop frente a mí, contenía una de las pistas más claras para entender la mente, y es que ella puede hacer procesos cognitivos tales como los que yo mismo podría hacer y eso no es azar; de hecho, es una gran revolución sobre la comprensión de la mente, o desde mi punto de vista, una gran evolución. Fue cuando se empezaron a emplear modelos computacionales para explicar cómo es que procesamos la información.

Planteamientos como los del ingeniero electricista Shannon a finales de los años cuarenta, o matemáticos y físicos como Norbert Wiener y Turing a inicios de los cincuenta, ayudaron a la psicología a comprender la mente desde modelos abstractos, pero cuantificables y predecibles, con los cuales se puede emplear a todas luces el método científico en su mejor expresión, y es que la mente no se aleja de ser un algoritmo complejo ejecutable solo por el único mecanismo capaz de procesarlo, el cerebro.

El neurólogo y profesor Rodrigo Zequeira, de quien recibí clases en mi curso de maestría, hablaba del cerebro como un gran bioprocesador capaz de ejecutar algoritmos tan complejos que podía procesar datos incluso del campo espiritual, y yo no disto de su punto de vista, pues este órgano contiene una de las células más especializadas del cuerpo: las neuronas; y ellas, gracias a su naturaleza bioelectroquímica, son capaces de transmitir miles de bits de información a una velocidad casi milagrosa. Una estructura que pueda computar información de esa manera, no es otra cosa que un bioprocesador. El estudio del cerebro desde las diferentes ramas de las neurociencias y también desde la perspectiva de las ciencias complejas, permitirá develar un poco más el misterio de lo que es la mente o de lo que no es, si lo miramos desde la perspectiva de la ambivalencia científica. Lo importante de resaltar aquí, es que nuestro cerebro es un procesador biológico, y en la misma ruta de las computadoras actuales, ejecuta algoritmos complejos que dan origen a nuestro mayor y más fascinante enigma: la mente humana.

Cuando caigo en cuenta de que aún no había iniciado mi tarea, ya habían pasado 30 minutos y el sol ya se estaba retirando de la ventana dando paso a una fresca tarde tropical. Sonrío un poco por las elucubraciones que hice y con un gesto de satisfacción y motivado por un nuevo vaso de malta que me trajo mi esposa, empiezo a escribir...

Wilmar Fernando Pineda Alhucema
Psic. Mg (c) Neuropsicología Universidad Simón Bolívar, Barranquilla, Colombia