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Psicogente

Print version ISSN 0124-0137

Psicogente vol.18 no.34 Barranquilla July/Dec. 2015

 

Editorial Especial

PSICOLOGÍA COMUNITARIA: POSIBILIDADES Y OPACIDADES

Entrevista* con Alipio Sánchez Vidal**

* Entrevista realizada en el mes de abril de 2014 en España, en el marco de una pasantía doctoral de la profesora Ana María Arias C.
** Profesor de la Universidad de Barcelona.
*** Psicóloga, Especialista en Psicología Clínica, énfasis Salud Mental, Magíster en Educación y Desarrollo Humano, Candidata a Doctora en Ciencias Sociales: Niñez y Juventud, Docente Corporación Universitaria La sallista. Caldas, Antioquia, Colombia. E-mail: anamaria2468@gmail.com ; anarias@lasallistadocentes.edu.co.

A modo de introducción

Retomando la definición del doctor Alipio Sánchez Vidal que nace al enlazar estudios de diversos autores, la psicología comunitaria se concibe como "un campo de estudio de la relación entre sistemas sociales entendidos como comunidades y el comportamiento humano y su aplicación interventiva a la prevención de los problemas psicosociales y el desarrollo humano integral" (Sánchez, 1991).

Dicha definición abre la conversación para ahondar en aspectos como la diferenciación entre la psicología comunitaria y la psicología social, la definición del concepto comunidad y la reflexión sobre los problemas psicosociales actuales.

Ana María Arias: Quiero pedirle que por favor me ayude a comprender la especificidad de la psicología comunitaria.

Alipio Sánchez Vidal: ¡Qué complicado! Es difícil establecer líneas claras de diferenciación, así que prefiero dar ideas generales acerca de en qué se focaliza, pues creo que no hay líneas de división tajante.

Una diferencia que podría haber entre la psicología comunitaria y las otras, es entender lo comunitario como lo que es socialmente cercano, ¿en qué sentidos?, en tres: Primero, en el sentido geográfico territorial: lo que está alrededor. Es decir la comunidad local, y en esta vía, el trabajo comunitario tendría que ver con mejorar el conjunto de condiciones de un entorno que podemos llamar comunidad y con el que la gente que vive en ella se identifica.

Un segundo sentido es la cercanía psicológica. Es decir, trabajar en "los otros significativos", que son aquellos que tienen gran importancia para nosotros, la familia, los vecinos, los compañeros de juego o de trabajo. Con aquellos que, en una palabra, nos importan porque hay un vínculo psicológico y por tanto se puede trabajar conjuntamente o trabajar con unos para poder afectar a otros, por ejemplo trabajar con los padres para poder mejorar las condiciones de los hijos.

Un tercer sentido es la cercanía social: el conjunto de aquellos que tienen intereses o problemas comunes, por ejemplo a través de asociaciones de los grupos que comparten problemáticas o preocupaciones sociales, pero también recursos. La gente que quiere mejorar la educación o sacar a los niños de la calle o de la violencia, es gente que comparte una serie de cosas por parte de una cercanía social con la que se puede trabajar.

Así, la idea de comunidad no se centra en el conjunto de sistemas sino en que la cercanía social se consolida como eje organizador de lo comunitario. Este eje organizador se entiende básicamente de dos maneras: desde la interacción y desde la influencia social.

En ese sentido, la psicología comunitaria es una especie de psicología social práctica, que tiene que ver con lo socialmente cercano, con producir cambios y no solamente con estudiar lo que pasa.

La psicología comunitaria tiene también que ver con el empoderamiento (Montero, 2006), no como un fin sino como un medio para mejorar los objetivos y aspiraciones de la comunidad. También hay otros factores mediadores, como los afectos y el aprendizaje de normas y valores.

Esos factores son áreas compartidas por la socialización y el trabajo comunitario, que estaría ahí centrado en trabajar esos procesos para ayudar al desarrollo humano de las personas como miembros de un conjunto social mayor, vinculadas, no desvinculadas. Pero si quiere ser realista, la psicología comunitaria debe reconocer que ese desarrollo humano solo se producirá si los sujetos devienen agentes reales (algo que depende de ellos, del contexto social y de la capacidad activadora del trabajo comunitario), lo que supondría un cambio social significativo.

Ana María Arias: En este proceso de pensar la cercanía territorial, psicológica y social, a veces se asocia a la psicología comunitaria solo al trabajo en entornos de pobreza multidimensional o con personas que han estado en contextos de vulnerabilidad o situaciones de marginalidad, ¿qué opina al respecto?

Alipio Sánchez Vidal: Yo no veo problema en trabajar con los pobres, la cuestión radica en la identificación y la investigación para la intervención, pues típicamente nuestro altruismo y nuestro sentido de beneficencia apunta a que tenemos que ayudar a los pobres, a los que están mal, que desde luego deben ser parte del problema.

La cuestión es asumir, además, las raíces estructurales de los problemas humanos y sociales con que trabajamos (Sánchez, 2007); el problema, el destinatario de la actuación, no son solo los pobres sino, también, la pobreza en su conjunto. Hay que ver cómo se elimina la pobreza.

Ana María Arias: Debemos mirar... ¿qué pasó? ¿cómo llegamos a esa distribución tan inequitativa y a generar relaciones de exclusión?

Alipio Sánchez Vidal: Claro, y así mismo analizar la relación entre la pobreza y la riqueza, pues tenemos modelos de funcionamiento y filosofías político-sociales y económicas globales. Pero no solo debemos ver la pobreza como una carencia económica sino, también, como una condición psicológica y social ligada a percepciones y sentimientos de impotencia o indefensión aprendida, que conducen a la pasividad y la dependencia, no a la percepción de uno mismo como sujeto agente y potente, con poder.

¿Conclusión? El trabajo comunitario no está solo ligado a la cercanía social sino, también, a la marginación, la pobreza y la desigualdad y, cómo no, a la pertenencia, la riqueza y la equidad. Por tanto, los temas a trabajar han de ser colectivos y globales (incluir, por ejemplo a los pobres y a los ricos y las causas de uno y lo otro) y el poder es un elemento clave.

Ana María Arias: Y promover lo comunitario, el empoderamiento y la capacidad de agencia en distintos escenarios, no solo de pobreza necesariamente.

Alipio Sánchez Vidal: Sí, tienes razón y hay que precisar dos cosas: primero, el empoderamiento, que es un medio para un fin; hay que ver los fines y quién los establece (Sánchez, 2013).

Segundo, es muy importante desde el punto de vista justicia social lo que Laue y Cormick llamaron empoderamiento diferencial, afirmando que este debe favorecer proporcionalmente, es decir, dar más, a los que tienen menos.

Si asumes un modelo cooperativo de empoderamiento basado en la mutualidad y en crear comunidad, un enfoque altruista, el poder es un recurso relativamente ilimitado que se puede compartir. Pero si los que tienen poder no están dispuestos a compartirlo, ese modelo, aunque mantenga la solidaridad social, no sirve; hay que usar otro de competición o conflicto.

En el modelo redistributivo, de conflicto, el poder es un recurso limitado que no se puede compartir, para que unos tengan más poder otros tienen que tener menos, conduce a la competición o a la lucha por un bien, el poder, escaso. La manera de alcanzar el empoderamiento es mediante el conflicto y en que el agente de cambio comunitario, o trata de ser imparcial, trabajar con las dos partes, o, si eso es moralmente dañino para los más débiles o inviable estratégicamente, ayudar a los que tienen menos poder.

Ana María Arias: ¡Claro!

Alipio Sánchez Vidal: Yo creo que tenemos que ser muy conscientes del tema moral implicado, pues el psicólogo puede crear unas expectativas sobre unos resultados inciertos en temas y procesos complejos como las dinámicas de poder en que en vez de ayudar al empoderamiento, contribuyamos a la frustración y al desempoderamiento...

Ana María Arias: Y a la desconfianza, también en las instituciones que representamos.

Alipio Sánchez Vidal: Exacto. A menudo y dependiendo de la situación puede ser bueno trabajar con los distintos actores –profesionales, no profesionales, políticos, los de arriba y los de abajo– cuidando de no hacer el trabajo que tienen que hacer ellos, sino, más bien facilitar...

Ana María Arias: Ser más facilitadores, dinamizadores...

Alipio Sánchez Vidal: Sí claro, debemos intervenir, no quedarnos como meros espectadores, pero evitando poner nuestros fines o intenciones en lugar de los suyos, nosotros no nos vamos a empoderar, se empoderan ellos, nosotros simplemente los podemos ayudar.

Ana María Arias: Si no somos cuidadosos se vuelve entonces otro discurso hegemónico en aras de empoderar, otro abuso de poder para creer que uno tiene la razón y silenciar otras voces.

Alipio Sánchez Vidal: Sin duda.

Ana María Arias: En relación con esos dilemas éticos que implica acompañar procesos comunitarios, me gustaría que habláramos particularmente de contextos como el latinoamericano y específicamente el colombiano, donde todo el tema de conflicto armado fractura las relaciones de confianza, naturaliza formas de violencia, legitima maneras paraestatales de poder y por supuesto, fragmenta todo el asunto afectivo. ¿Cuáles serían los retos para pensarlo desde la psicología comunitaria?, ¿cuál es el sentido de colectividad y del "nosotros", cuando estamos atravesados por discursos de violencia tan estructurales como en mi país?

Alipio Sánchez Vidal: Claro, yo conozco un poco la problemática; hay problemas de confianza, de comunidad y de sentimientos. Más bien son sentimientos que en vez de unir separan; de hecho, hay odio y una experiencia compartida que lo que hace es separar.

La tarea será el reconocimiento del otro, el tema del establecimiento de la verdad, el relato compartido, porque ahí está vinculado el tema de la memoria compartida, un poco la construcción de todo lo que ha sucedido y esto se conecta con el tema de los sentimientos que hay debajo.

Ana María Arias: Y en la singularidad de cada persona.

Alipio Sánchez Vidal: Ahí está el tema de compartir, y lo que pasa con la diversidad quizás hay que trabajarlo también; yo creo que es un tema de experiencia, de ir probando con muchos datos, con mucho conocimiento de la realidad que viven y con el trabajo comunitario que se puede hacer; no es dar recetas, sino ir midiendo en cada sitio lo que funciona.

Podría ser útil trabajar la memoria con cada comunidad, y luego ver si pueden reunirse y trabajarlo colectivamente, no unir víctimas y victimarios de entrada, porque eso en vez de mejorar, lo que puede hacer es empeorarlo y si cada uno necesita su propia memoria histórica, tienen derecho a construirla.

Me parece muy importante el reconocimiento mutuo como sujetos, porque si no difícilmente van a tener un diálogo fructífero. Además, el pasado no se puede evitar, pero es necesario trascenderlo y construir algo para el futuro: ¿qué es lo que quiero poner en el futuro?, ¿qué es lo que tenemos en común?, o ¿qué es lo que queremos tener en común?

Ana María Arias: Creo que también hay otros retos, pues en relación con la primacía actual de la individualidad, de lo light, del "sálvese quien pueda", ¿cómo hacemos para promover lo comunitario? y ¿cómo hacemos para pensarlo a nivel teórico?

Alipio Sánchez Vidal: Bueno, al cuestionar si es viable la ética del compartir, del nosotros, de lo colectivo, priman dos aspectos que claramente se pueden identificar: Primero, el individualismo, que es un fenómeno muy preocupante porque desde esa visión se produce, se consume y se definen los problemas como individuo, "es mi problema, no es el tuyo". Segundo, el egoísmo ético, es difícil compartir, "los problemas míos son los míos y por lo tanto tú resuelves tus problemas".

El tema es que nosotros nos movemos dentro de una sociedad que tiene unos parámetros morales, sociales y políticos, y normalmente un marco institucional, que dificulta mucho el trabajo, y en este sentido, estamos haciendo una tarea contracultural. Pues los valores de la psicología comunitaria, que son el compartir, la mutualidad, el poder compartido y el altruismo, son exactamente contrarios a los valores del capitalismo como son el individualismo, el interés, la utilidad, etcétera, entonces ¿cómo se puede hacer?

Ana María Arias: Estamos como nadando contra la corriente.

Alipio Sánchez Vidal: Exacto, primero tenemos que hacernos entender, segundo tenemos que mirar los asuntos desde el punto de vista moral y epistemológico, pues somos una parte del todo que podemos influir, pero la decisión sobre el tipo de sociedad en la que hemos de vivir, no nos toca solo a nosotros, tal vez podemos ser un actor influyente, tener unas ideas y unas experiencias que influyan a los demás, pero no somos nadie para decidir por el conjunto de una sociedad.

Entonces, ¿cómo podemos contribuir? Tenemos que reconocer que nuestros valores son contraculturales y que hay que hacer un gran trabajo de convencer a la gente de que vivimos en un mundo burocratizado, muy deshumanizado, que ha roto los vínculos comunitarios, que esto lleva a una serie de patologías sociales y que por lo tanto, habría que impulsar cambios que llevaran a una sociedad más justa y a un tipo de vida más humano aun cuando eso implique renunciar a parte de nuestro bienestar.

Ana María Arias: El riesgo también sería caer en la nostalgia de pensar que "todo tiempo pasado fue mejor" y que habría que restituir ciertos ideales comunitarios, ¿no?

Alipio Sánchez Vidal: Sí, partamos de que hay mucha gente con una serie de clichés que tienen que ver con la izquierda: "nosotros somos los buenos, el resto son malos", una idea preconcebida que no necesariamente es cierta.

Por ello, hay que ser muy conscientes de que lo que defendemos en cada país a veces es contrario a ciertos valores socialmente dominantes que tienden a producir fragmentación e individualismo.

Entonces, es muy importante que propongamos alternativas, que nosotros tenemos que defender y promover valores en el sentido de la comunidad, del compartir y la justicia social. Proponer espacios, subjetividades de grupos, de experiencias, de colectivos, como grupos de ayuda, de construcción de lo colectivo y ver qué tanto funcionan. Estos espacios son propuestos para que luego la gente elija, razón por la cual deben estar convencidos de que hay que cambiar la manera de vivir y ser una sociedad donde tú te puedes relacionar cooperativamente con otros y te puedes desarrollar como persona.

Ana María Arias: ¿Cómo podríamos pensar esos principios básicos de la psicología comunitaria para entender algunos fenómenos de comunidades alternativas hoy: movimientos sociales y procesos de acción colectiva, por ejemplo, lo que se denomina las cibercomunidades o las comunidades ambientalistas?

Alipio Sánchez Vidal: Muy interesante la pregunta, pues cuando trabajamos por ejemplo las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), entendemos la comunidad en dos visiones, una en tanto comunidad física, gente que está junta (aun a través de la pantalla) y la otra visión: la psicosocial, que son los vínculos y las relaciones que tú mantienes con otras personas y la interacción psicológica.

Se entiende que lo que genera comunidad es lo que se comparte, la interacción y la experiencia común. Por esta razón la gente que está literalmente muy lejos y que no se puede reunir no se constituye como comunidad, sino como una relación de contacto que puede ser un comienzo para algo más, y se caracteriza porque hay intereses compartidos aunque tienen problemas para realizar transformaciones en el territorio. Es lo que Tonnies llamaría "asociación", aunque también se intercambian sentimientos y emociones, pero ¿hasta qué punto eso puede conducir a algo más?, ¿cómo se mantiene eso?

Por ello, es necesario el componente político para producir efectos, pues el tema postmoderno de la diversidad a lo que ha llevado es a que la gente que por razones culturales estaba afuera de los márgenes, sea de tipo sexual, religioso, político, de cualquier tipo, se vea reconocida. Ahora bien, que eso sea incorporado a una comunidad y que sus derechos sean reconocidos, es muy difícil por la propia defensa; es lo que algunos teóricos han denominado "solidaridad de los sanos".

Ana María Arias: Que implica reconocer que nosotros somos "el otro de los otros".

Alipio Sánchez Vidal: Algunos sí lo reconocen pero la situación está llegando a un límite, que psicológicamente es sumamente complicado por la amplia diversidad.

Por desgracia para la psicología comunitaria aún subsiste una idea de comunidad que es homogenizante, que no vale para la época que vivimos, que es efectivamente de sociedades caracterizadas por la diversidad cultural y el mestizaje, entonces se necesita otro tipo de comunidad, y lo que algunos dicen "comunidades inclusivas", que admitan la diferencia, que la reconozcan y que le den un lugar. Eso es lo que podemos sacar del postmodernismo.

Ana María Arias: Claro, y el tema de dimensionar ética y políticamente que son varias comunidades coexistentes y que es muy probable que los proyectos comunitarios no vayan en la misma vía, el tema es que la otra comunidad es también legítima aunque sea distinta la mía.

Alipio Sánchez Vidal: Sí, que por lo menos ciertas dimensiones van a retener sus diferencias para que pueda haber cierta comunidad, compartir en otras... mutualidad, yo creo que esa es la lección.

A modo de conclusión...

Dentro de las posibilidades y las opacidades de la psicología comunitaria hoy, está el reto de leer ese componente de "cercanía" territorial, psicológica y social en clave con otros modos posibles de promover la mutualidad, el empoderamiento, el "nosotros" en un caleidoscopio de "comunidades" que atraviesan las pantallas, sobreviven a las guerras y materializan múltiples formas de estar actualmente con otros y con otras y de pensar el "bien común".


REFERENCIAS

Montero, M. (2006). El fortalecimiento en la comunidad. En M. Montero, Teoría y práctica de la psicología comunitaria (pp. 59-92). Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]

Sánchez, A. (1991). Psicología comunitaria: Origen, concepto y características. Papeles del Psicólogo, (50), 1-6.         [ Links ]

Sánchez, A. (2007). Manual de psicología comunitaria: Un enfoque integrado. Madrid: Pirámide.         [ Links ]

Sánchez, A. (2013). ¿Es posible el empoderamiento en tiempos de crisis? Repensando el desarrollo humano en el nuevo siglo. Universitas psychologica, 12(1), 285-300.         [ Links ]

Ana María Arias Cardona